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      MÁS SILENCIOSA QUE MI SOMBRA




              Ingrid Odgers Toloza


                   NOVELA
2




  A mis hijos
CARLOS Y PABLO
3




   El más terrible de los sentimientos es el
sentimiento de tener la esperanza perdida.
                     Federico García Lorca



El amor es el más ardiente olvido de todo.
                              Victor Hugo
4



1 Lunes


Alberto llegó tarde. Yo estaba leyendo un libro cuando sentí girar la llave en la
cerradura. Siempre es igual. Dejé el libro a un lado de la cama, tomé el último
remedio del día y deposité el vaso de agua en la mesita de noche. Escucho sus
pasos cruzar el umbral del dormitorio. Se desabrocha la corbata, cuelga la
chaqueta en la silla. Apenas dice hola y me mira con ojos entrecerrados y rostro
serio, sus facciones duras me intimidan como de costumbre, contesto un hola y
agrego, al ver que va a salir de la habitación hacia el pasillo, en el microondas está
tu comida. No responde, nunca lo hace. Cierro los ojos mientras pienso: He
permanecido pegada como una lapa a la misma roca, sintiéndome un taburete en
el último rincón de la casa. Antes, cuando la primavera latía y todo danzaba en el
centro de mí vislumbrando horizontes de coloridas ramas, yo podía elegir
libremente, posarme en una u otra. Ya no es posible cambiar. Estoy
comprometida. Elegí, aunque muchas veces, me parece que otros han elegido por
mí, dirigiendo mis pasos. No sólo eso, me he dedicado a tejer una telaraña cuya
textura pareciera estar a punto de desaparecer. Y yo con ella.
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2 Martes


Llevé a Camilo al colegio, la profesora jefe quería conversar conmigo. Camilo está
distraído en clases, no hizo el último trabajo de ciencias sociales. Debo
preocuparme más de él, dice que se lo pasa solo. Pasé a ver mis padres, ¡un
desastre llegar a viejos!, falta dinero para unos remedios. Tendré que hablar con
Alberto. Almuerzo sola. Los chicos llegan a las cinco, me arreglo para salir, un
poco de maquillaje, un delineador suave y listo. La tarde es larga, demasiado
larga. Le doy las instrucciones a la Pepa; que ponga la mesa y los niños coman el
postre de quaker, que vigile que hagan las tareas. Me voy a dar una vuelta al
centro, camino a paso lento, atravieso la Plaza de Armas, veo la pileta donde
antes habían un montón de peces, recuerdo que cuando niña podía estar durante
horas mirándolos extasiada, la fuente parecía un conjunto de mariposas a punto
de emprender el vuelo, ahora esta sucia, envoltorios de confites, colillas y papeles
se desparraman en su interior, el descuido es evidente, su aspecto me pareció
desagradable, miro los añosos árboles, apenas anuncian la primavera, entro a un
café, pido un cortado, garabateo en unas servilletas. El local esta semi desierto, la
escasa iluminación es una espesa bruma que agobia, las horas me hunden en la
más insoluble zozobra. Mis amigas trabajan. Estoy cesante, es espantosa la
inercia laboral, como si te hubieran cortado las manos y te transformaran de
pronto en un ser inútil, carente de valor. Me cansé de enviar currículum a todos los
avisos que aparecen en el diario, es un gasto inútil. Levanto los ojos y observo el
salón, sillas y mesas vacías, una que otra persona conversa en sordina, la
penumbra del entorno me estremece. Enciendo un cigarrillo, quedo detenida en
una grieta que descubro en la pared, es pequeña y parece profunda, alrededor la
pintura está descascarada, alguna vez fue de color damasco, lentamente fumo y
pienso: tengo treinta y cinco años y me siento una anciana, no sé qué voy a hacer
con mi vida.
6



Llegué a las ocho p.m. a la casa, todo está en su lugar, la mesa puesta,
impecable, se siente el aroma a tierra húmeda de las plantas recién regadas, los
libros correctamente ordenados en el estante que ocupa parte del living, el piso
reluciente, parece la casa perfecta. Alberto no ha llegado. Reviso las tareas de
Camilo, Nicolás está encerrado en su pieza escuchando música, le pregunto cómo
le fue, me responde que bien y agrega: estoy chato con la vieja de inglés, le digo
que estudie. Y recalco, es tu única responsabilidad. Me dice: Ya lo sé, mamá, ya
sé. Voy a la cocina, me preparo un té y me instalo en el living a conversar con la
Pepa, ella tiene como treinta años, es morena, de estatura mediana y de risa fácil,
es buena conversadora, bastante entretenida y usa unas falditas cortas, que son
un horror. Cada cual con sus gustos.
7




3 Miércoles


Anoche no vi a Alberto. Me quedé dormida, no sé a qué hora llegaría. La Pepa
me dice que tampoco lo sintió venir. Tomo el desayuno en cama, en un rato más
me ducho y voy a casa de mis viejos, pero antes tengo que mandar a la Pepa a
comprar lo que falta para el almuerzo. Estirar el billete, pan de cada día desde que
ya no trabajo. A punto de salir me llama Marcela, una invitación para mañana a
cenar, no pueden faltar dice y yo le digo ojala vea a Alberto y pueda hablar con él
para contarle. La Marcela no puede creer que hayan pasado dos días sin que él y
yo hubiésemos conversado. Créelo hijita le digo, pienso llamarlo a la oficina y le
corto agradeciendo la invitación. Emito un profundo suspiro luego de terminar la
conversa con Marcela. Quedo de pie en el living, los rayos de sol se desvanecen
en la alfombra como en mis vértebras, el silencio se esparce en las paredes y
queda estancado en el fondo de mí. La verdad nadie me cree que la falta de
comunicación es el punto negro en mi matrimonio. Por no decir el abismo que se
cierne como buitre sobre nuestro hogar.
En la tarde llamé a Alberto a la oficina, le cuento de la invitación a casa de
Marcela, dice mañana viernes tengo que hacer. Le pregunto si puede postergar el
asunto, responde, veré que hago, contesto Ok. Antes de colgar, le digo que
necesito plata para comprarle remedios a papá, me responde mañana en la
mañana te dejo, está bien digo. Me despido con un escueto chao, y cuelgo. Me
parece verlo, alto, moreno, rostro hosco,     tan distinto al hombre del que me
enamoré. Suspiro. Hoy en la tarde no salí, estoy leyendo a Donoso. Me gusta, leer
es mi deleite. El cine y la lectura son mi pasión. La última película fue cuando
volví a arrendar “El pájaro canta hasta morir”, una belleza que encontré por suerte
en el video club, me la traje junto a “Sexo con amor”, nueva película chilena, me
pareció algo patética, muestra la realidad, creo, de la mayoría de las parejas.
Tomo once con los niños, Nicolás pelea por unas tostadas con Camilo. Tiene siete
años, Nicolás quince. Tanto que deseaba un hermanito el Nico y lo único que hace
8



es molestarlo. Camilo llora, me pongo histérica. Alberto nunca les dice nada a los
niños, tengo que ser siempre la malvada, la vieja gritona que castiga. Termina la
once y con ella el temporal. Nicolás sale a casa de un amigo, Camilo tiene
tareas, es decir, tenemos tareas, le ayudo con la de matemáticas y ciencias, hay
que buscar animales y sus características. Falta cartulina, siempre falta algo. Le
pido a la Pepa que vaya a comprar, ojalá encuentre.
9




4 Jueves


La Pepa trajo la cartulina y al final los tres terminamos el trabajo. Nos fuimos a
acostar. Alberto no llegó temprano, típico, no pudimos hablar. Sentí cuando me
quitó los lentes que tenía colgados en la nariz y el libro que sostenía en las
manos. Apagó la luz, me acurruqué en mi lado, de costado y mirando hacia la
puerta, como siempre. Desde la calle, un débil hilo de luz traspasó la ventana
hasta la cama, un frío se coló por la puerta quedándose en mis sábanas, me agito.
A las nueve de la mañana llamo a Alberto a la oficina, me dice con su
característica voz grave: en la cómoda, en el primer cajón te dejé dinero para los
remedios, le pregunto si iremos donde Marcela mañana, después te digo, me
responde y yo me quedo en la cama con el sopor matutino y el sol haciéndome
burla por la ventana. En la tarde voy donde mis padres, paso a buscar la receta,
salgo a la farmacia y vuelvo con el remedio. Llega mi hermana conversamos un
poco, tomo once con ellos y vemos una teleserie, me cargan pero donde manda
capitán no manda marinero me digo y permanezco quieta, hay que aminorar la
tarde. La casa de mis padres es mi refugio, la calidez de su hogar y la alegría
sempiterna de mamá mengua el dolor que se asienta en mí. Nos da un ataque de
frutas, mamá hace el merengue y hacemos tutti fruti. Conversamos de los niños,
nos despedimos tardísimo. Son las veintitrés p.m. cuando llego a casa. La Pepa
está en su habitación. Alberto acostado roncando, los niños duermen. Sólo el tic-
tac del reloj rompe el sigilo. Voy al baño, me lavo, me pongo el pijama y me
acuesto.
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5 Viernes.


Despierto de mal humor. Este animal todavía no me ha dicho si iremos o no a
casa de Marcela, no insistiré, a ver qué pasa. Voy al supermercado, hay que hacer
algunas compras. Dispongo el almuerzo, veo lo que falta en la despensa, anoto y
salgo. El día está soleado pero un poco frío. Este tiempo no la deja a una vestir lo
apropiado, o te mueres de frío o de calor o te sobra ropa o te falta. El
supermercado estaba lleno de gente ¡Mierda! Regreso cargada, con los dedos
adoloridos y bastante enrojecidos. Día de la quincena, me costó tomar un taxi,
todos pasaban ocupados. El taxista me da la lata, yo no tengo ganas de hablar,
realizo un esfuerzo y me hago la simpática, él no tiene la culpa de cómo me
siento, la rutina de los días se extiende en la vereda, mujeres con bolsas, hombres
con maletines, atraviesan la calzada a pasos rápidos. Subo a casa y desempaco,
ordeno en la cocina el contenido de la caja y unas bolsas. Alberto ha llamado dos
veces me cuenta la Pepa, le devuelvo el llamado y me dice que a las ocho p.m.
me pasa a buscar. Está bien, le digo, agrega; no te demores, tienes que estar lista
cuando pase a la casa. Pienso, es tan de él esa frase, le carga que lo haga
esperar, pero no tiene contemplaciones con sus retrasos.
Almuerzo conversando cualquier cosa con la Pepiña, después leo sumida en mi
sillón predilecto. Me sirvo té en el comedor, enciendo un cigarrillo y quedo
observando el cuadro colgado en la pared, el esbozo de un camino
desguarnecido, sin horizontes, se asemeja al estío que me anega. Los niños
llegan, no quieren once o por lo menos nada caliente. Les preparamos un vaso de
leche fría y un sándwich de queso, comen hambrientos, después, van a ordenar
las mochilas y se colocan el buzo. Es viernes en la tarde y ellos tienen chipe libre
para jugar, Camilo se junta con sus amigos en el patio de abajo, Nicolás más
tecnológico se pone de acuerdo con unos amigos para jugar en la red cibernética.
Voy a la ducha y me cambio ropa para salir. Tomo otro té y lo acompaño con otro
cigarrillo. Me quedo ante el ventanal que tiene las cortinas plegadas y las
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persianas arriba. Clavada en el piso, miro las nubes que navegan imperceptibles
el cielo. Después de disfrutar el tibio sabor del té, me zambullo en el closet, en
busca de un bolso o una cartera apropiada para la noche, saco el conjunto negro,
ese de peto y pantalón en seda, me parece adecuado, en tanto, Nicolás me pide a
gritos desde su pieza que haga un queque, mañana respondo, mañana sábado.
Le digo a la Pepa que a las nueve entre a Camilo y que se preocupe de
prepararle la tina, sécale el pelo con el secador, no le vayan a doler los oídos.
Insisto en que tiene que bañarse, sé que llega sucio con la tierra del parque.
Vivimos en la calle Ongolmo, a una cuadra de la Universidad y del Parque
Ecuador, un barrio tranquilo. Son las ocho y cinco y entra Alberto a cambiarse
zapatos, camisa y chaqueta, se afeita rápido. Toma un café con tostadas y va a
lavarse los dientes, no emite palabras, ¿Estamos listos? pregunta al fin y yo
respondo, si, listos. Me despido del Nico y la Pepa, me miro en el espejo, la figura
de una mujer de un metro sesenta, algo gruesa, blanca, de pelo castaño y ojos
pardos me saluda, las personas suelen decir que mi mirada tiene un dejo de
tristeza, muevo la cabeza y me digo, ésta soy, y salvo la tristeza, me gusta lo que
veo, retoco los labios. Salgo detrás de Alberto, subimos al auto, no hablamos.
Vamos a la cena. Paramos a comprar cigarrillos, él se baja en el supermercado
Los Ramos, veo que intercambia algunas palabras con la cajera, regresa al
vehículo, sin palabras me entrega una cajetilla de Kent, característico. Siempre
que salimos compra Kent, es más light, según él es como especial para cuando
salimos con los amigos. Tonteras de Alberto.
12



6 La cena.


El marido de Marcela está de cumpleaños, nos enteramos al entrar. La verdad yo
no tengo memoria para los cumpleaños, además pienso que cualquier día está
bien para hacer un regalo, mucho mejor si de sorpresa y sólo de cariño. Un
montón de amigos y varios regalos en unas sillas, hay amigos comunes, de los
tiempos del colegio, de casas vecinas, algunos familiares sentados alrededor de la
gran mesa del comedor. Una sala preciosa, amplia, confortable. Saludamos y se
hace el brindis inicial con una copa de champagne, Alberto hace el brindis, tiene
una oratoria que no falla. Ojalá hablara así en la casa, me digo mientras levanto la
copa al mismo tiempo que los festivos comensales. Somos alrededor de treinta. La
comida es asado a la chilena, ensaladas, papas, ají rojo, vino tinto, ponche, un
trozo de torta de piña con café o té, pisco sour o piscola después del postre. Éste
último es espectacular, helado, servido en unas gigantes y rectangulares copas
color cielo, con harta fruta, crema y bañado en salsa chocolate. Al verlos, algunos
aplauden felices. Luego del café, los cigarrillos humean iracundos entre las tallas.
Es fastidioso estar sentados por horas, me disgusta. Después de las doce de la
noche abren las botellas de whisky, los hombres se apiñan en un rincón de la sala
color verde claro, conversan de pie alrededor de una mesa con picadillos y
botellas de licor. Al otro lado, las mujeres se sientan en sofás y sillones, algunas
conversan, otras fuman, limitándose a escuchar. La cháchara de costumbre de las
féminas: los hijos, los títulos, el último viaje a Europa, que Estados Unidos, Miami
y Cancún. Un verdadero tedio, no sé qué hago aquí. Alberto está en su salsa, es
el centro de la conversación. Pasaron de la política al fútbol, de los seguros a la
bolsa y las posibilidades de inversión. La mayoría son empresarios
independientes, las mujeres,    algunas comerciantes, otras amas de casa con
profesión, pero no trabajan, dicen. El trabajo de la casa no cuenta para nadie y al
parecer ni para ellas, eso que algunas dicen que primero son mamá.
Incongruencias, me digo, ¡qué mierda hago aquí! entre tanta mujer que no habla
nada interesante. Me habría gustado conversar con Marcela, ella está dando
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vueltas por todos lados repartiéndose entre los invitados, definitivamente para
hablar con ella, deberé invitarla a otro lugar, en otra ocasión y las dos solas. La
sala repleta, las carcajadas, las copas danzando entre los dedos, son una
bofetada para la tristeza que invade mis entrañas. Es un fastidio comprensible que
haya invitado a tanta gente, el Pato tiene harta familia entre hermanos y sobrinos,
no dejemos de lado las amistades. Miro la hora, son las dos de la mañana y nadie
se mueve. Busco con la mirada la cara de Alberto y le hago un gesto disimulado
de “quiero irme”. El levanta su mano libre de copa y me hace una seña
indicándome que espere. Voy al baño, es grande, está cubierto de cerámicos color
azul claro, las toallas son del mismo tono, las perchas y el toma confort son color
plata, todo es fino y delicado, hay un espejo que cubre la pared, tiene gusto la
Marcela, me miro, veo que el rimel se me corrió, me arreglo el borde de los ojos y
la cara, me peino un poco y retoco mis labios. Me demoro en el baño, me fumo un
cigarrillo encerrada, lo apago cuando alguien toca la puerta. Un último vistazo en
el espejo, salgo hacia el pasillo y la hermana de la Marcela me dice linda, disculpa,
¡estoy con unas ganas de hacer pipí!, arruga la cara en gesto divertido, le sonrío,
te entiendo, no te preocupes y me dirijo al comedor. Las empleadas siguen
transportando bandejas, sacando copas y platos vacíos y colocando copas y
bandejitas con picadillos. Los hombres toman y hablan como locos, las mujeres no
lo hacen nada de mal. Hay que matar de alguna manera la noche.
En la madrugada algunos empiezan a retirarse, la Marcela y el Pato los despiden,
aprovecho de decirle a Alberto que nos vayamos. Está ebrio, me dice espérese
pues mijita ¿cuál es el apuro? y no digo nada. Pienso, el apuro es salir del grupo
de siúticos que me mortifican. Me fumo el último cigarrillo y me integro al resto de
mujeres, me limito a escuchar las necedades que hablan. ¿Será todo el mundo
igual? A las tres cincuenta y cinco de la mañana, el “pelota” de Alberto me indica
que al fin nos vamos. Busco las chaquetas, mi bolso y nos despedimos. La
escarcha cubre los vidrios del auto, enciende la calefacción, me apesta el
zumbido, nos vamos a casa, entramos, las sombras nos saludan, no se siente ni el
canto de un grillo, enciendo la luz y le pregunto si quiere un té. No, me dice,
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vamos a acostarnos, este huevo quiere sal me digo, pienso que no tengo ganas y
dejo que se vaya a acostar primero, instalada en el living tomo un vaso de coca-
cola y fumo, las volutas se propagan una tras otra en la sala, mientras pienso que
detesto tener sexo con un tipo bebido. La verdad que no me acuerdo si alguna
vez fue grato estar con él y su aliento alcohólico carcomiendo mi rostro, menos
mal que mi retraso dio resultado. Observo el entorno, apago el cigarro y la luz. Me
voy a la cama ¡Qué rica la encuentro sin un vampiro que me acose! Claro, esto lo
pienso ahora, antes hubo muchas noches que buscaba a Alberto por esa
necesidad que tenemos las mujeres de ser regaloneadas, esa niña chica que
habita en nuestro interior que quiere que la mimen y al final entregamos sexo a
cambio de un par de caricias. Muchas veces dijo ¿qué te pasa?, déjame dormir
que estoy cansado, con una cara odiosa indescriptible ¿Será el destino de
nosotras? Antes, como decía, lo buscaba, ahora ni me atrevo. Por decir lo menos,
tal vez no se trata de no atreverme sino que me faltan las ganas.
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7 Sábado.


Nos levantamos tarde. Nicolás y Camilo van al colegio al grupo de ajedrez y
Alberto sale al mediodía como es habitual. No sé a dónde va, tampoco pregunto.
Voy a la cocina y converso con la Pepa. Ella hace el aseo, yo cocino, enciendo la
radio para animar el trabajo. A las dos llegan los niños, almorzamos sin el papá.
Como es habitual los días sábados, no aparece sino hasta muy tarde. La Pepa
pidió permiso para irse en la tarde a su casa y volver el domingo en la noche, no
hay problemas le digo, hoy no saldremos a ninguna parte, a lo más iremos a
arrendar unos videos para ver después de comida. Se apresura a lavar los platos,
le digo que deje en el microondas el almuerzo a su jefe. Converso un poco con los
niños, acaricio a Camilo, él va en busca de una naranja y sale a jugar, ¡te quiero
mamy! me grita. Me hace feliz. Nicolás va a la pieza del computador. Me preparo
un cafecito y enciendo un cigarrillo, el primero del día, su aroma me reconforta.
Busco el libro “Este domingo”, para terminarlo, me parece bueno. Alberto llega a
las cuatro p.m. con cara de pocos amigos y diente de caníbal. El sábado lo
terminamos como pensaba: fuimos a arrendar videos al Blockbuster y los chicos
tomaron bebidas acompañados de palomitas de maíz, nosotros, una piscola y un
montón de papas fritas.
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8 Domingo.


A Tito le dio un ataque de religiosidad, fue a misa con Camilo. Almorzamos a las
dos, después nos fue a dejar a casa de mis padres con Camilo. Nicolás fue a jugar
fútbol. Conversamos con mis viejos, nos acordamos de los parientes. Todos están
bien, claro, si alguno estuviera enfermo lo sabríamos, las malas noticias corren
rápido. Se nos ocurrió con mamá hacer empanadas de queso, una forma de
entretenerse en esta larga tarde dominguera, donde el sol apenas abre sus
párpados. Terminamos la tertulia familiar con un mate y empanadas, conversamos
de nuestros abuelos maternos y su vida en el campo, lo déspota que era el abuelo
con la abuela y lo nada de fiel que fue con la pobre vieja, hasta tenía sus
devaneos con las empleadas de la casa. Propio de los grandes propietarios de
fundo, poder, abuso y machismo, este último por toneladas. ¡Pobres mujeres! no
podían emitir palabra ante tanta arbitrariedad. No sé, los recuerdos de mi abuelo
no me son gratos, me duele pensar que mi mamá creció con un padre así y con
una madre golpeada por él. Aún cuando las mujeres de este siglo todavía sufrimos
la infidelidad y el machismo, claro que ahora también algunas mujeres no se
quedan atrás en cuestiones de amoríos extra maritales. No sé si yo sería capaz de
engañar a Alberto, nunca se me ha pasado por la mente, el ejemplo de mis padres
me hace desear un matrimonio para toda la vida. No sé hasta qué punto será
posible, hay tanto que soportar. En todo caso fue agradable conversar y compartir,
para llenar ese vacío, la terrible carencia afectiva que imagino todos tenemos en
algún grado. Los viejos nos entregan tanto amor, es lo que cuenta. Tarde
retornamos a casa y terminamos el día domingo viendo televisión. Es lo usual,
callados, ensimismados en nosotros mismos, en tanto los hijos hacen los últimos
preparativos para el colegio, luego de haberles planchado los delantales, los
pantalones y revisar sus camisetas y calcetines. Es pesada la labor de la casa,
menos mal que tengo a la Pepa, pienso. Porque no tengo dudas: no nací para
dueña de casa pero, vaya que me ha tocado. Sobretodo con un marido que no
ayuda en nada. Ya me imagino a Tito cocinando, se le caería tres veces el pelo o
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patearía la cocina a los cinco minutos, si ni siquiera es capaz de prepararse una
taza de café. Bendita sea mi suegra que en paz descanse, ¡puchas! que enseñó
mal a sus retoños, me pregunto ¿qué diría el niño terrible que es Alberto si
encontrara este cuaderno?, mejor ni pienso, si hasta el hecho que lea le parece
estúpido. El fútbol, la política, los negocios, el café Haití. Es todo lo que le interesa,
el resto puede desaparecer y seguro no se dará cuenta.
18



9 Lunes.


Empezó otra semana, un aburrimiento. La rutina de siempre, los chicos al colegio,
disponer el almuerzo y hacer las compras. Se me ocurre tejer un suéter para
Camilo, salgo a comprar lana y llego a casa con ella y palillos nuevos. El Nico se
pone celoso, ¡Cómo cresta agradar a todos! Pensará alguno en                 ¿cómo
agradarme a mí? …. Lo dudo.
Deseo que mis hijos se lleven bien como toda mamá y es lo natural por lazos
sanguíneos y por el tiempo vivido en común. Pienso que una buena relación entre
hermanos ayuda a sentirnos mejor. Yo no tuve eso con mi hermana, y pesa
mucho, querámoslo o no, es un enorme vacío. No se porqué será que cuando el
interlocutor es un amigo o un compañero de trabajo expresamos lo que sentimos o
lo que queremos, podemos tratar las discrepancias e incluso los conflictos. Sin
embargo a veces nos sentimos incapaces de tratar ciertas cuestiones con
nuestros hermanos. Enseguida salta la chispa, la discusión, nos llenamos de rabia
y resentimientos. O también puede ocurrir que nos encontremos con una fría
acogida a nuestro propósito de entablar una conversación sobre el tema que nos
interesa, lo que nos desanima a un nuevo intento. Definitivo, no me gustaría que
mis hijos se llevaran mal. Me preocupa esto, simplemente porque no deseo que
sean tan poco hermanables como mi hermana y yo. Supongo que tengo mucho
que hacer con mis hijos por este motivo. ¿Quién dijo que en casa las mujeres no
trabajan? Ya quisiera yo que los machos se vieran con labores de casa, plata
justa, tareas escolares, y más encima actuar poco menos que de sicólogas para
arreglar los conflictos de los niños. Agreguemos como gran filete: a los maridos
¡Qué fácil es la vida para los hombres! A ellos sólo les interesan las mujeres para
que le hagan las cosas y ojala sean mudas. Así no se rompen los sesos tratando
de comprenderlas. Creo que lo ideal para estos especimenes es que tengamos
cerebro de pájaro y resistencia bruta. Para aguantar el morral de sus tonterías.
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10 Miércoles.


Ayer no escribí nada, amanecí bajoneada. Los recursos escuálidos me aquejan,
es terrible pedirle plata al marido, no disponer de un peso. La cesantía me duele.
Retomo el tejido, mientras me pregunto ¿Y para esto estudié? La amargura me
invade, el horizonte se visualiza desteñido. La rutina doméstica agobia, hay frío en
la atmósfera y traspasa mis huesos el desconsuelo. Me siento abandonada por el
hombre con quien comparto la vida. Alguna vez tuvimos sueños, ilusiones, esos
anhelos previos al matrimonio, una casa, hijos, un hogar, con el pasar de los días,
meses, nos fuimos distanciando. Sería más apropiado decir que compartimos
techo. Solo eso. El trabajo de Alberto y su ambición nos ha alejado. Luego, mis
estudios y responsabilidad laboral, los horarios, los amigos de Tito y los niños, si,
los niños, terminaron por alejarnos cada vez más. Subsiste el compromiso, las
obligaciones. El amor creo que se marchitó en la prisa, en las duras jornadas de
trabajo. Pasa que las llegadas tarde y el cansancio matan la calidad de vida y
terminan por ser las armas destructoras del afecto y la caricia. Bueno es lo que
pienso, tal vez sean otros los motivos pero no me atrevo ni siquiera a escribirlos,
es duro verlos en la página, no estoy preparada para ello. Debo tener calma y
encontrar algún atisbo que ilumine esta vida mía desarmada por la escasez de
afecto. Alberto ya no es el mismo, es más, nosotros ya no somos los mismos. Y
decir nosotros no parece exagerado cuando la garra del silencio se agiganta al
pasar los días.
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11 Jueves.


Estoy sola, la Pepa salió a comprarse medias. Los niños están abajo con sus
amigos. Alberto me buscó anoche para tener sexo, fue espantoso, mi vida sexual
es un desastre y no sólo eso, me siento cada día más vacía. Una pálida y húmeda
sonrisa baña las habitaciones de la casa, un temblor anida en mi pecho, la
soledad se erige en la más fiel compañera. La sensación de ser ajena a este
mundo invade mis huesos hasta sentir las lágrimas descender por mi cara
mientras crece la angustia insoportable. Descubro que este llanto se ha deslizado
como un largo gusano por los muros de un túnel en el que se hace inalcanzable
vislumbrar un mínimo relámpago. Los años han pasado ocultando este dolor tras
una apariencia de normalidad difícil de mantener. He sido siempre terriblemente
desdichada, es primera vez que escribo esto, reconocerlo y leerlo en la página me
hace sentir una bola de fuego aprisionándome el pecho, tengo el pulso acelerado
y la garganta seca, tomo un vaso de agua y bajo las persianas. Se alborotan en mi
mente las interrogantes sin respuestas, como si todo me hubiera abandonado.
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12 Viernes.


Fui a casa de los viejos, mi madre no estaba, sale con frecuencia a hacer los
encargos de mi hermana Betty, es su costumbre. Antes de regresar a casa pasé al
negocio de Susana y charlamos un rato. Ella se quejó de lo mal que iba el
negocio, yo, del precipicio que mis pasos bordean. Mi vida transcurre plana. De
nuevo hoy la angustia habita mi pecho, inevitablemente. Camino entre la gente,
siento que el mundo se me cae encima, compro una flauta que Camilo tiene que
llevar a clase de música, el colegio es un gasto que no para. Hablé por teléfono
con mi cuñada Berta, me reclama que no la voy a ver, busco excusas y salgo bien
parada, la verdad es que la parentela me apesta. Debo aclarar que Berta es muy
afectuosa conmigo, pero no quiero que se de cuenta lo infeliz que soy con su
hermano, ocultar a la familia de Tito nuestra infortunada relación ha sido mi
costumbre, es la realidad hipócrita de siempre, la del medio en que nos movemos,
del que es difícil escapar. ¡Cuánto durará este secreto! La crisis, la tristeza, hasta
cuándo podré contenerla. Si alguno de mis cuñados pregunta algo, muy sutilmente
le digo no preguntes tonteras y cambio el tema rápidamente. Jamás dejo ver que
mi vida junto a su hermano carece de todo sentido. A fin de cuentas, es parte de la
tradición de las mujeres de mi familia. Disimular, aparentar. Es lo aceptado
socialmente. ¡Mierda!
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13 Sábado.


Alberto me dijo que fuéramos al supermercado. Me carga ir con él, es un idiota la
cara se le transforma en el supermercado a causa de sus mañas. Me estresa. No
se para qué insiste que vaya con él, no me deja elegir nada. Todo lo escoge él de
las estanterías, como si yo no tuviera criterio para seleccionar la mercadería, él lo
sabe todo, menos que me tiene harta.
Hubo un tiempo en que las cosas eran diferentes. Días en que entrar juntos al
supermercado, era una aventura, elegir felices, de común acuerdo las cosas y
sacarlas con sonrisas de las estanterías. Entonces no existían rictus amargos en
los labios, ni miradas llenas de reproches, ni un leve dolor de estómago, ni la
estúpida sensación de culpabilidad. Hoy vivimos arrastrados por el torrente de
cuentas, acosados por el próximo mes y su carga de responsabilidad. Millones de
puntos álgidos     ha acumulado el día, la noche, los amaneceres, y esas
decepciones forman un gran orificio en la manta que alguna vez me encargué de
tejer para proteger a mis hijos, a Alberto, a mí. Se cayeron los luceros de antaño a
la gran ciénaga de la incertidumbre, al abismo de la indiferencia, los vehículos del
encanto me dejaron plantada en la berma. Ninguno se ha detenido por mí.
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14 Domingo.


Los niños quieren que les cocine cosas ricas, las alternativas son pan amasado,
panqueques con manjar, sopaipillas. Triunfan los panqueques. Igual hice unos
pocos panes amasados, Alberto es loco por el pan caliente, yo apenas pruebo un
panqueque. La tarde del domingo se me hace larguísima, como una cuncuna
kilométrica. Tomo el tejido, la verdad es que me está quedando hermoso, eso me
reanima. Hice once comida y luego planché los delantales de los niños, el rito
dominguero. Reviso las tareas del chico, le ayudo a ordenar la mochila, le preparo
el baño, me instalo frente a la TV hasta pasado las doce de la noche, no sé lo que
veo, no logro concentrarme. Los pensamientos son lanzados en mi mente como
un gran chorro de agua al verde prado. Inútil. Nada parece relucir, todo es
estéril. Sentada en el sofá, me digo, esta es mi vida y lo será hasta el día que me
muera, me dan ganas de llorar. Estoy en una prisión, me pregunto ¿qué voy ha
hacer?, sin trabajo todo se complica, debo soportar las actitudes denigrantes de
Alberto respecto al dinero, que me deje la plata en el velador sin decir palabra, o
que me mire en forma despectiva cuando le pido dinero, y que me exija con voz de
mando: anota los gastos en un cuaderno y no llames tanto por teléfono, los voy a
revisar cada mes. Se hace insoportable el control económico y psicológico que
está ejerciendo sobre mí y yo soy débil, una cobarde con los pies metidos en un
gran pantano. Pienso en mis hijos, y es mi único aliento, por ahora. ¿Hasta
cuándo? Ojala pudiera responder.
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15 Lunes


La Pepa me sirve desayuno, me consulta por la ropa que tiene que lavar. Le pido
que me compre cigarrillos. Doy unas vueltas en la cocina, voy al comedor, saco el
florero y lo limpio, dejo unas rosas amarillas en agua. Voy a la ducha, me miro
largamente en el espejo: joven, nada de fea y aburrida. Me pongo unos jeans y un
polerón delgado, tomo la cartera y salgo. Hoy no almuerzo en casa, me asilaré
toda la tarde donde mis viejos, llevo un libro de Maupassant para entretenerme.
No leí absolutamente nada, el plan lo echó abajo uno de mis queridos tíos de visita
en casa de los viejos. ¿Cómo que no estás trabajando? Y ¿por qué?, con tus
estudios deberías hacerlo y ganar buen dinero, y blablablabla…… lo increpo ¿se
ha preguntado usted si hay mercado laboral para mujeres que han pasado los
treinta años? Me mira asombrado y responde: es que tú no has hecho nada… y
¿cómo sabe usted? Se encoge un poco, hace un gesto con uno de sus hombros.
Queda taciturno, me mira, yo sigo ¿ignora usted los índices de cesantía de este
país?, de inmediato se pone a defender al gobierno y yo le digo por favor no, no
más palabras, y voy a la cocina a echar un par de puteadas por este viejo de
mierda que se viene a meter donde nadie lo llama. Mamá me observa con un
pedazo de queso y un cuchillo enorme en su mano, dice perdónalo, es tu tío. Yo
quisiera tomar el cuchillo, ir al living y cortarle la lengua a ese viejo huevón.
Maupassant quedó en el olvido. Este lunes fue horrible, la impotencia es mayor
que cualquier otro día, la amargura me inunda, creo que todo es hongo, un gran
hongo, repito como tonta y me preparo un pisco sour gigante y me lo tomo
sentada mirando el cielo sin luna ni estrellas.
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16. Martes


Me despertó Fabiola para invitarme a una reunión de ex compañeros de estudio.
Le pregunto la dirección y le digo que trataré de ir. El miércoles a las 20 horas me
recalca, no faltes, está bien respondo. Me levanté tarde, estuve tejiendo en la
cama, terminé la parte delantera, me faltan las mangas. Camilo es tan tierno y
amoroso, es lo único que me da vida, Camilo y Nicolás. Lo demás, una mierda. El
resto es sinónimo de Alberto, alias Tito, alias el rey de la noche, alias el hombre
que me tiene hasta más arriba de la coronilla. Me acurruco en la cama, que se
asemeja a una barca a la deriva, me tapo hasta la cabeza sin dejar de pensar que
estas quejas son tontas, inútiles, porque en el fondo sé que debo tomar una
decisión, que esto no puede ser. No debe ser. ¡Qué bruta soy! Aquí en medio de
todo, sin nada que me saque de esta inercia absurda y real como mi cobardía e
indecisión.
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17 Miércoles.


El día transcurre lento y tranquilo. A las dieciocho treinta me levanto del sofá para
meter mi humanidad bajo la ducha. Iré a la reunión que me invitó Fabiola para ver
si sucede algo interesante. Por último algo de distracción que me aleje la
monotonía, la casa, los niños y…..Alberto. Ubico un terno en el closet busco una
blusa que le haga juego, unos zapatos cómodos, los mocasines negros le quedan
bien. No le dije a Alberto que saldría, para qué, tal vez llegue más tarde. Me
despido de los niños y de la Pepa, Camilo dice mamá tráeme algo, pienso, a la
hora que regrese no habrá boliche abierto, lo beso y lo aprieto contra mi cuerpo.
Amo a mis hijos. Es la verdad más verdad de toda esta vida. Salgo cabizbaja
rumbo a la evasión, el imán cotidiano que me lleva por no sé qué camino.
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18 Jueves.


Escribo sentada en la cama, pareciera que estoy en una isla, una isla en la que
puedo tomar un café amargo, que me irrita el estómago pero que logra
despabilarme. Son las doce cuarenta y en puntillas como si alguien estuviera al
acecho saqué el cuaderno del cajón con el lápiz infaltable entre sus hojas, me
tiembla un poco el pulso y estoy con la cabeza pesada, pero el deseo de registrar
lo que me inquieta es más fuerte que cualquier molestia, escucho a la Pepa
tararear una canción en la cocina, los niños tardarán en llegar. Ayer llegué de
madrugada. Se me pasó la mano, bebí demasiado, sin embargo no logré perder
los quilates, eso es algo que me gustaría, tal vez me sentiría un poco más
radiante. La felicidad es una negra desconocida para mí, la vida es como una
enorme víbora que ahoga con su carga rutinaria, una gran mochila de
responsabilidad y deber cuyo peso dobla mi espalda. El sol hiere mis ojos, su luz
rasga la habitación y agiganta mi tristeza. Necesito amar y ser amada como la
mujer que soy, he perdido la esperanza y no hay nada que me anime, a veces
creo estar lista para tomar una decisión y luego tambaleo, soy débil pienso y viene
la resignación. No tengo trabajo, eso complica y sume en un letargo indefinible. Mi
vida son mis hijos, verlos crecer me emociona, la madre que me habita minimiza a
la mujer. Ocurre a veces y creo que es mejor así. Olvidarse de ser mujer ¿acaso
se puede? Con todo el peso de haber nacido en un hogar conservador, apegado a
las reglas sociales, al parecer sí, sólo que ahora se está convirtiendo en algo
sumamente difícil.
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19. Viernes


Hoy llevé a Camilo a control médico, al parecer sufre de colon, el
gastroenterólogo le pidió unos exámenes. No sé por qué diablos este chico me
salió tan nervioso, herencia materna parece. Cuando niña solía sufrir de dolores
de estómago, nunca supe por qué. Mi madre me llenaba de agüitas calientes en
la noche y agua del carmen en terrones de azúcar antes de irme al colegio, por si
acaso, decía. No recuerdo como desaparecieron las molestias junto con esos
ritos maternos. En la tarde recibí el llamado sorpresivo de Matías. Increíble. Me
invitó a salir, y yo acepté. Quedamos de juntarnos en el Royal Pub, mañana a las
ocho de la noche. Será la primera vez que salgo un sábado, sola, sin Alberto.
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20. Sábado.


Como todos los sábados preparé el desayuno, pan tostado con huevos revueltos.
Anoche, casi después de las doce, se me ocurrió hacer un queque, así que
acompañé las tazas de té con una gigantesca rebanada de dulce bañado con
manjar, los chicos estaban felices, y yo por ellos. Hoy no fui a las compras. Lo hizo
Alberto acompañado de los niños, me metí a la cocina y me puse a charlar con la
Pepa. Está sufriendo de mal de amores, es que la Pepa es una polola incurable,
me entretiene con sus historias, yo le digo cuidado no vayas a salir con un
domingo siete, me mira y se mata de la risa, lo pasamos bien con la Pepa, nos
queremos harto. Luego de ayudar con el almuerzo me fui a ver la ropa que usaré
para la cita con Matías, espero que hoy Alberto salga con sus amigos para estar
tranquila y sin culpa, típica enfermedad de las mujeres criadas con mentalidad
machista, no destiño en eso, muy a mi pesar. El suéter para Camilo lo terminé,
quedó hermoso y él feliz.
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21. Domingo


Anoche fue especial. Hacía tanto tiempo que alguien no me llenaba de
atenciones. La noche estaba cálida el cielo plagado de estrellas y un lucero nos
sonrió con desparpajo. Matías se confiesa mi admirador, dice que hace tiempo
que deseaba verme, lo escucho y me hago la tonta. Me dejo regalonear. Nos
tomamos unos combinados con una tablita. Estuvo delicioso y la velada también.
Cual cenicienta me fue a dejar a la casa a las doce de la noche, quedamos de
volver a vernos, qué rico. Matías me entretiene y ya no me siento tan sola. Suerte
la mía, Alberto no ha regresado, fue a jugar pool con sus amigos, Nicolás salió a
casa de Rodrigo su amigo de siempre, Camilo jugó hasta tarde y duerme plácido.
Me encontré a la Pepa sentada en el living viendo tele. Pepiña pregunté, por qué
no nos tomamos un café con galletitas y luego nos fumamos un cigarrito, me mira
y sonríe al tiempo que dice ¡esa es mi patrona! y agrega, parece que le fue bien en
la salida. Es pícara la Pepa, yo me quedé callada y desvié el tema. Hoy domingo
serví de almuerzo lo que quedó de ayer, agregué una sopita y listo. Alberto fue al
estadio con Nicolás, Camilo quiso quedarse conmigo, o mejor dicho jugando. Me
puse a hacer pan amasado, rematé el domingo viendo televisión enterrada en un
sillón del living. Cuando me fui a acostar me encontré a Tito con la boca abierta
roncando y con el control en la mano, le retiré el control de la mano y le saqué los
lentes, me miró con un ojo y la cara agria, protestó, no le hice caso, apagué la TV
y la luz.
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22. Lunes


Demasiado tranquilo el fin de semana. Lo que no hablamos con Alberto lo
discutimos enfurecidos en la mañana del lunes. Motivo: la plata, eterno problema
de los matrimonios, que se gasta mucho en la casa, que soy una irresponsable,
que no me preocupo lo suficiente de los niños, que no hago nada mientras él
pobrecito, se saca la cresta por nosotros. Para abreviar le tiré el anillo por la
cabeza, salió como un energúmeno, yo me quedé llorando como una estúpida.
¿Quién cresta inventaría el matrimonio? Obvio que no me hice mayor atado con el
almuerzo, le dije a la Pepa que hiciera un puré con huevo frito y una gelatina con
manzanas para los niños, y salí a casa de mi madre para alejarme de los hielos
que habitan la mía y que amenazan con congelarme. No vuelvo hasta la noche, la
casa me tiene harta. Posibilidades de trabajo: cero.
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23. Martes


Anoche llegué a casa tipo diez de la noche. Nicolás se acercó a darme un beso,
me tomó la mano y mirándome con sus grandes ojos azules, me dijo que necesita
zapatillas nuevas, le respondí que hablaré con papá, después, Camilo me atrapó
con unas tareas de matemáticas, éste niñito no ve una con los números. Le ayudé
a ordenar su mochila, lo acompañé a ponerse el pijama, le dije lo mucho que lo
quería, él me abrazó y me dijo te amo mamy, yo me derretí, la vida solo por eso
vale la pena. Me fui al living y llamé a la Pepa. El Nico todavía chatea con sus
amigos, suerte que no ha llegado el ogro. La Pepa me cuenta como va la novela
del canal nacional, nos fumamos un pucho, miro el reloj, las veintitrés cincuenta y
ocho, Alberto no llega, que bueno, me daría lata verle la cara. Y no se la vi. Hoy
martes fue un día normal, llamé al gásfiter para que arreglara las llaves de la
cocina. Me llamó la Marcela para saber como estaba, como las peras le dije y le
conté el episodio con Alberto, los hombres son una mierda me dijo. Estoy de
acuerdo. Quedamos de salir un día, ella también está apestada con el Pato. Puros
problemas.
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24. Miércoles


Matías llamó hoy, quiere que nos veamos de nuevo. Le digo que tengo un montón
de cosas que hacer, que lo llamaré mañana. Medio descontento dice que esperará
mi llamado, agrega no me dejes esperando, respondo te llamaré. Hoy llevé a
Camilo a hacerse la endoscopía. A la vuelta del centro médico llamé a Marcela y
nos juntamos en el Piazza, pedimos una lasaña exquisita y unos vinitos y piscos
acompañaron la charla. No podía ser de otra manera, ambas tenemos la vida
complicada, Marcela culpa a la falta de comunicación su maltrecha relación con
Patricio y yo la escucho cuando se explaya: La fantasía del noviazgo es tan
estrambótica, ¿qué pasa con los jóvenes esposos que tanto se amaban cuando
eran novios? Si bien es cierto que durante la época de noviazgo se dieron en parte
las condiciones para que la pareja se enamorara, al llegar al matrimonio, una vez "
conquistados" se descuidaron elementos que un día permitieron que se fijaran el
uno en el otro. ¡Ah! Ya sabes dice Marcela con aire de añoranza, el noviazgo es
una época de intenso romance que indudablemente favorece la comunicación.
Cuando estamos enamorados manifestamos continuamente que nos amamos,
compartimos sueños, nos ponemos metas y ¿por qué no decirlo?, también
preocupaciones y tristezas. Se saben interpretar los silencios y caras largas, con
una flor o un chocolate, surge nuevamente la más alegre de las miradas; porque el
corazón enamorado busca la felicidad del ser que ama, prosigue entusiasmada,
contaba una amiga que hace cursillos en la iglesia, que recientemente en uno de
preparación para el matrimonio se le preguntaba a una pareja de novios: " ¿han
hablado de sus diferencias, de sus gustos, de sus cualidades y sus defectos?’
"Todo nos lo hemos dicho" fue la respuesta "¿Y qué cualidad te atrae más de tu
novia?, preguntaban al muchacho y la respuesta fue: "todo". Y al preguntársele
por el defecto que mas le disgustaba, su respuesta fue: " ninguno". ¿Qué sucede
al llegar al matrimonio?, sabes chica, continúa la Marcela, no logro comprender lo
que nos pasa, sólo que todo enseña que el lenguaje absoluto de los enamorados
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es síntoma claro de la falta de objetividad que hay en el romance, con razón se
dice que "el amor es ciego pero los vecinos no”, un par de carcajadas acompaña
este afirmación al instante pone cara seria y dice, esta falta de objetividad crea
falsas expectativas en los enamorados, es la que causa en el matrimonio las crisis
en la comunicación, porque al llegar al matrimonio, nos damos cuenta que la
realidad es otra. Ni uno ni otro somos tan virtuosos como para decir " Todo me
gusta de él o de ella " o "Nada me molesta". Cuando empieza a faltar el botón en
la camisa, o la llegada tarde, o los malos genios, o la ropa tirada, o la crema dental
destapada, para añadir a la lista las angustias del pago de arriendo y la plata no
alcanza, o la pelea porque hoy no quiero visitar a tu familia, o me molestan tu
grupito de amigos etc. Le digo a Marcela que coincido con ella, que todo lo que ha
enumerado contribuye a que la comunicación empiece a descender de nivel. Es
donde empezamos a fastidiarnos por todo. El lenguaje absoluto que se utilizó
durante el romance surge nuevamente pero invertido. Si se le pregunta a un
esposo desilusionado de su matrimonio: "¿Que te gusta más de tu esposa? " casi
con seguridad la respuesta será "nada". ¿Y que te molesta? Responderá "todo".
Nos reímos a carcajadas de esta realidad tan nuestra que nos aflige, al tiempo que
Marcela cuenta que en una oportunidad un consejero matrimonial le preguntaba a
un joven que se estaba separando de su esposa" qué fue lo que te enamoró de
fulanita? Respondió: "Su alegría, su orden y su franqueza”. ¿Y por qué te vas a
separar? "por su alegría, su orden y su franqueza ", fueron las respuestas. Nos
miramos sintiéndonos cómplices, sabemos que la práctica le da la razón a esta
anécdota. Yo acoto, el hilo que nos mantenía unidos con Alberto se rompió con la
deficiente comunicación que practicamos. Cuando no se le reconoce al otro sus
propios valores, entre paréntesis pienso que mi marido no me reconoce ninguno,
no sé si a ti te pasa pero acontece que no buscamos los momentos oportunos
para decir las cosas, y en lugar de una comunicación respetuosa, abierta y
transparente, se presentan las agresiones de doble vía; se acaba la paz del hogar
y también la comunicación que quedaba. Afirmo, las relaciones familiares se
deterioran al no saber decirse las cosas con amor y comprensión, al no saber el
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uno interpretar lo que el otro le quiere decir, al tratar de cambiarle a como dé lugar
para hacer realidad las expectativas que llevaron al matrimonio, al asumir
actitudes defensivas cuando se sienten atacados en su intimidad, al no sentirse
aceptados por ser como son, y al no contar con el estímulo para asumir con plena
libertad la mejora personal. A esto se añade que ha desaparecido del lenguaje de
los gestos, el detalle amoroso, la caricia tierna, el susurro al oído para decirle al
otro "te quiero y me haces falta". Marcela opina que esto por lo general, conduce a
una crisis total, o a un rompimiento definitivo,     acomodándonos en una falsa
tolerancia nada saludable para la relación. Y te digo nada saludable, porque lleva
a que cada uno viva su vida en forma independiente, alejándose de la verdadera
realidad de lo que es el matrimonio. Enciende un cigarrillo y me queda mirando,
entonces, Marcela, le digo, fíjate que yo creo que siempre estuve abierta a la
comunicación, siento que Alberto no quiso abrirse luego de pasado un tiempo de
casados, creo que él cortó la comunicación, debo asumir que los dos hemos
fracasado, el matrimonio es de a dos, ¿no?,si falla, ambos somos responsables.
Marcela asiente y agrega: Pato y yo cerramos nuestro corazón de tal manera que
ni siquiera sacamos unos minutos de nuestro valioso tiempo para hablar de los
dos, de las inquietudes, temores, de lo que cada uno lleva dentro, ni siquiera de
nuestras esperanzas e ilusiones. De todo lo que está afectando positiva o
negativamente la relación. Con expresión filosófica y el ceño fruncido añade, a
ninguna de las dos nos ha ido bien en nuestras relaciones de pareja, pero ¿qué
podemos hacer?, ¿separarnos?, ¿y los niños?, siempre está presente el tema de
los niños. Le digo Marcela, yo no comulgo con la separación pero no creo que esta
sea más dañina que el hecho que los hijos experimenten el problema, es decir lo
vivan día a día. No sé. Pienso eso sí que hay que ser muy valiente para tomar esa
decisión y yo no estoy preparada. Tal vez debamos tomar un curso, no dicen que
la comunicación es un ¿arte?, quizás podamos aprenderlo, nos sonreímos y
alzamos las copas para desearnos suerte, sabemos que la tarea es difícil, Marcela
puede que aún tenga fuerzas para mejorar la relación, pienso que es tarde para
mi, no me interesa Alberto. Y señalo, Marcela, Tito y yo no tenemos nada en
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común y tengo entendido que la comunicación no consiste simplemente en decir o
en oír algo, la palabra comunicación en su sentido más profundo significa
"comunión"; compartir ideas, sentimientos, etc. en un clima de reciprocidad, y
termino, con Alberto estamos muertos el uno para el otro. Marcela, abre sus ojos
¿realmente lo sientes así?, y respondo: literalmente es así. Nos quedamos serias,
sumidas en nuestros pensamientos palpando la elipsis sobrecogedora. ¿Qué
puede ser más espantosa que la propia realidad? Nos despedimos levemente
desahogadas y tranquilas dentro de lo que se puede estar, no vivimos una
situación maravillosa, pero ¡Puchas, que es bueno!, contar con una oreja amiga. Al
llegar a casa encuentro a todos durmiendo. ¡Qué bien!, así puedo escribir y me
permite cerrar el día con mejor humor.
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25. Jueves


Temprano llamé a Matías y quedamos de juntarnos a las ocho en el mismo Royal,
lo noté contento, cariñoso. Salí de compras con mamá temprano, luego almorcé
con ella, llegó la Katty y estuvimos chachareando. La Katty es la amiga eterna de
mamá. Me vine a casa a la hora que los chicos llegan del colegio, los acompañé a
almorzar, Nicolás me mostró una prueba de castellano con un seis. Al fin mejora
las notas. Batallamos con Camilo con unas tareas de matemáticas, luego cada
uno salió. Me puse a coser unos botones del delantal de Camilo. ¡Que desastre!
vive sin botones este niñito y yo los pego a regañadientes, detesto coser. A las
siete me arreglo para salir, le aviso a la Pepa que llegaré tarde, que le vaya bien
señora me dice, yo me sonrío apenas. En el Royal, Matías está fumando un
cigarrillo, al verme se levanta y me dice pensé que no venías, Matías por dios me
atrasé un minuto le respondo. Pedimos una pizza con cerveza, y yo que no soy
conquistadora ni coqueta recibo los piropos de este hombre con una leve emoción.
Al fin y al cabo me la paso sola y sus palabras me levantan el ánimo, casi me
consuelan. Por primera vez él toma por un instante mi mano y dice me gustas,
disimulo mi sobresalto. Nunca he pensado ser infiel le digo, me mira y me
responde déjate llevar, tengo miedo balbuceo, Matías me dice salgamos de aquí,
vamos a dar una vuelta. Sin palabras nos dirigimos a su auto. Veo que Matías
toma el camino a Penco, se detiene en el mirador de Lirquén, me toma la mano y
la besa, yo tiemblo, te quiero dice y yo lo miro muda. Nos besamos en los labios y
nuevamente besa mis manos, nos quedamos absortos observando el paisaje, la
playa, el fulgor del horizonte sobre el mar, un barco solitario, unos estudiantes de
la mano. A nuestro lado se estaciona otro vehículo. Vamos, le digo mirándolo, él
me observa callado, aprieta mi mano y pone en marcha el motor, pregunta si nos
veremos de nuevo, si tú quieres, respondo. Sonríe. Mientras retornamos a
Concepción me cuenta de su trabajo, del ascenso que espera en un par de
meses, de las ganas que tiene que salgamos juntos un fin de semana,
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permanezco callada, no sé cómo puedo hacer esto me digo. Me deja frente a mi
casa diciendo, te llamo mañana, bueno le respondo. No quiero pensar. Subo con
lentitud las escaleras mientras me pregunto si esperaba esto, no sé la respuesta,
sólo sé que nunca me pasé un rollo con Matías ni con nadie. Saludo a la Pepiña,
el caballero llegó temprano, comió y se fue a acostar agrega, qué bueno respondo,
dame un tecito, y los niños consulto, duermen dice colocando sus manos juntas
sobre la mejilla izquierda. ¿Y tú que estás haciendo despierta?; me puse a ver la
película del canal trece dice, planché un poco también, enseguida me pregunta
¿cómo le fue?, y yo respondo bien, demasiado bien y me largo a reír para
disimular mi nerviosismo, me observa y sonríe sin hacer comentarios. Voy al
dormitorio de los niños, le tiro un beso al Nico, quedo mirando a Camilo, acaricio
levemente su carita blanca, sus cabellos rubios, se da vuelta en la cama, tomo su
brazo y le digo que se quede tranquilo y siga durmiendo, refunfuña algo que no
entiendo, lo arropo y salgo a tomar ese té que la Pepa ya tiene en la mesa del
comedor, conversamos, y luego, tarde, puse bajito el equipo con el concierto para
piano de Chopin, envuelta en la música me puse a escribir.
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26. Viernes


Anoche me costó conciliar el sueño. Esta vez no fueron los desaforados
ronquidos del ogro, me inquieta lo que pueda pasar con Matías, las repercusiones
que pueden traer a casa, los niños están chicos, yo sin trabajo, no puedo pensar
en una separación. A mis viejos se les caería el pelo y Betty, mi hermana mayor,
tan conservadora y religiosa me recriminaría. Cerca de las cuatro de la mañana,
luego de mirar el reloj y darme otro par de vueltas en la cama, me quedé dormida.
Nada de tranquilo mi sueño. Alberto me despertó a las ocho, se dignó a dirigirme
la palabra para decirme ahí tienes la plata para las zapatillas de Camilo y agregó
con cara mustia resuelve hoy ese problema. Para él siempre es un problema
comprar la ropa para los chicos, claro, si estaba acostumbrado que yo corriera con
esos gastos. De ahí su indignación porque no trabajo. Y qué quiere que haga, los
trabajos no llueven ahora. Matías quería que nos viésemos hoy, le dije no puedo
hasta el lunes, casi se murió. Le expliqué que no podía repetir la salida hoy y el
día sábado menos, sería problemático. Al fin entendió. Bueno, el lunes entonces a
las ocho en el Royal, dijo en un tono no muy complaciente, está bien respondí y
agregué cuídate mucho, tú igual querida mía, escucho que dice por el otro lado del
auricular, me estremezco hasta ponérseme la piel de gallina, una sensación de
placer se deslizó por mi entrepierna. Colgué rápido y para olvidar mis temores me
metí a la cocina. Esa olvidada sensación me acompañó durante horas, una
corriente electrizante devoró mi pecho, me miré al espejo y los ojos estaban
brillantes, hasta me ví más joven. Alberto avisó que venía a comer con unos
amigos. Pensé en preparar unas ensaladas con carne y vino tinto, de postre
serviría helados con crema, que más, y adobé la carne para la noche mientras la
Pepa se afanó en el almuerzo. Dormí siesta para reponerme de la trasnochada,
traté de no traer a mi mente a Matías. A las cinco treinta partí al centro con Nicolás
a comprar sus zapatillas, a la vuelta, tomé un café y fumé. Nicolás se puso la
ansiada adquisición y bajó a lucirse con sus amistades. Arreglé el comedor,
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preparé pisco sour con pequeñas bandejas de papas fritas, maní, aceitunas y
souffles de queso, dejé todo listo mientras pensaba en mi marido con sus
amigotes. Fui a revisar el baño, el jabón, las toallas, en tanto Camilo echado cuan
largo era en su cama veía tele. Sobre la mesa puse las botellas de vino y arreglé
las servilletas, aparentemente la casa estaba en orden. Esperé a que llegara el
gran jefe, copuchando con la nana.
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27. Sábado


La comida de anoche resultó bien, eran simpáticos los amigos de Tito. Me reí
harto, y bebí más. Hoy el desayuno fue al mediodía. Los niños salieron luego a
almorzar donde los abuelos. Le di chipe libre a la Pepa, para qué tenerla
encerrada si tengo poco que hacer y sin planes para salir. Después de almuerzo a
Tito le dio por ponerse romántico, no lo pesqué y se enojó, tomó las llaves del auto
y anunció con voz ronca salgo. No le dije nada, para qué. Llamé a mis viejos y mi
mamá me pidió que dejara a los niños con ellos el fin de semana, le digo bueno
mañana voy a almorzar y los traigo en la tarde, quedamos de acuerdo. Voy al
dormitorio y me acuesto. Dormí tres horas. Estar sin nadie en la casa me relaja, la
quietud me encanta. Como algo sola de pie en la cocina, me ducho y me pongo el
pijama. Alberto llegó pasado las diez, grita, traigo unos pasteles. Me levanto y le
sirvo once comida, intenta hacerse el gracioso. Vano intento, ya no me hace
gracia. Permanezco muda ante la TV, fumo un cigarrillo tras otro. A las dos de la
mañana voy a la cama, trato de no meter ruido, no me gustaría que Alberto
despertase y empiece a molestar. Hace rato que no deseo al vampiro de mi
marido.
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28. Domingo


A las nueve estaba tomando desayuno. Anoche pasó lo peor, el ogro despertó y
dio inicio a sus arremetidas de conquistador. Lo evité a sabiendas que estas duran
poco, lo que dura el juego previo, y éste es mínimo, Alberto sufre de eyaculación
precoz y nunca se ha querido tratar. Furioso se dio vuelta en la cama y empezó a
masturbarse, me sentí terrible, lo encontré asqueroso. Algo indefinible terminó de
romperse en mi interior. Cierto, yo lo rechacé pero él me ha evitado cientos de
veces en dieciséis años de casados, no creo que se masturbe porque yo lo
rechace, creo que se masturba porque intuye que yo no soy feliz en la cama con
él. No se equivoca, aparte de su problema biológico o síquico, hace tiempo se
encargó de matar el amor, su machismo y soberbia han destruido la comunicación
y el matrimonio. Salvo los hijos, excepto ellos, nada. Hoy más que nunca he
deseado ver a Matías. Extraño en mí, pero normal en una mujer de mi edad falta
de afecto. Fui a casa de mis papás, estuvimos todos juntos, casi, Alberto no
apareció. Marido ausente, padre ausente, yerno ausente. Su alejamiento de
nuestra tertulia familiar no me incomoda, al contrario, es un alivio.
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29. Lunes


Ayer llegué ciega a planchar. La Pepa volvió hoy, está preocupada, no le llega la
regla, le digo eso te pasa por picada de la araña, me mira compungida. Estas
mujeres que no se cuidan, son un cacho, me tinca que está embarazada. Sus
escarceos amorosos la fregaron, ¡diablos! Me voy a quedar sin nana, puchas que
soy egoísta. La tarde de ayer pasó sin pena ni gloria, una tarde familiar más.
Algunos interesantes comentarios sobre la situación económica y lo fregados que
estamos todos los chilenos, nada alentadora la conversación, pero escuchar cada
una de las opiniones y los acalorados que nos ponemos para defender nuestra
opinión, hace algo entretenida la tarde. Me puse de acuerdo con Matías, en
realidad confirmamos nuestro encuentro. Me arreglo con mayor dedicación, ubico
una falda y me pongo una blusa rosada, me cubro con un blazer azul, calzo unos
mocasines de igual color. Me miro largamente en el espejo, hoy puede pasar
cualquier cosa, el comportamiento de Alberto gatilla mi osadía. Le doy unas
instrucciones a la nana, me fijo que tiene los ojos rojos. Tanto llorar, claro, qué
más puede hacer. Después de dar comida a los niños si quieres te acuestas le
digo, no me esperes, me da las gracias y apenas esboza una sonrisa. Me despido
de los chicos para ir en busca de Matías.
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30. Martes


Hoy mostré al médico los resultados del examen de Camilo, le dio una tremenda
receta. Confirmado, colon, y a su edad, pobre mi niño salió a su madre, me da
lata. Anoche nos fuimos con Matías a un motel, camino a Penco, la luna extendía
una enorme sonrisa y una agradable sensación de protección emanaba del rostro
de Matías y hacía latir mi corazón con emoción. Del motel no me acuerdo el
nombre, no importa, la cosa es que pasó lo que tenía que pasar, me dio un poco
de plancha sacarme la ropa, me sentí tímida y hasta me sonrojé cuando él
extendió las manos para desabrocharme el sostén, estaba apasionado, y yo un
atado de nervios. En la mitad del acto sexual le dije, fumemos un cigarrillo. La
verdad no podía concentrarme, un hombre desconocido, luego de tanto tiempo
tener bajo mis manos una piel nueva, diferente, un olor diferente, me hizo sentir
rara. Qué tonto le debió parecer que interrumpiera nuestro ejercicio sexual por un
cigarrillo primero y después pidiéndole que me alcanzara un vaso de bebida. Aún
así no dejó de ser tierno y paciente, tal vez exageradamente paciente. Fue eso lo
que me hizo estallar de placer hasta las lágrimas, fue tierno y hermoso. El confiesa
sentirse enamorado, me quedé callada, qué pena pensé, yo estoy sola, mientras
tiraba una bocanada de humo y la veía perderse en el vacío. Él es un consuelo,
nada más. En fin, no me proyecto con nadie, lo único que deseo es que los niños
crezcan rápido, entonces consideraré enamorarme de nuevo. Aunque no creo, ya
creo poco, menos en el amor.
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31.Miércoles


El día está latoso, sin embargo no he dejado de recordar a Matías. Es tierno y
dulce, en realidad es él quien se hace recordar. Me llamó de mañana dos veces,
apasionado, a través del hilo telefónico murmura que soy su mujer, su amante. A
decir verdad no me gusta mucho ese posesivismo que emergió de Matías
antenoche. Yo no soy de nadie pienso, me habría gustado ser de Alberto. Ese
deseo latía en mi interior cuando lo amaba, pero él no quiere cargas ni amor. La
Pepa entró al dormitorio para anunciar la llegada de una amiga, dejo el cuaderno
escondido bajo la ropa en la cómoda, sería caótico que fuera descubierto.
Virginia pasó a saludarme, vino a Mampower a inscribirse en un curso de inglés y
se acordó que yo vivía cerca. Fue grato verla luego de tanto tiempo. Virginia es
unos años mayor que yo, la conocí en un seminario de administración, está
separada hace años, su ex marido es un médico con el cual su madre la obligó a
casarse, no alcanzaba a tener los dieciocho años cuando ingresó al equipo de las
casadas. Mamá de tres hijos, tuvo que soportar las infidelidades de su marido y su
brutalidad. La golpeó cuando estaba embarazada del tercero, sólo porque se retiró
de una fiesta donde él, borracho coqueteó con unas amigas de Virginia. Emilio no
soportó que ella lo dejara tirado en casa de sus amigos. Cuando llegó a la casa la
agarró de los hombros sacándola de la cama entre gritos y garabatos, le golpeó el
rostro, la tiró en el piso y una vez allí la pateó. Afortunadamente no perdió al bebé,
pero quedó maltrecha y en cama por una semana. Luego de eso, la Virginia sólo
quería huir. No podía. La presión familiar era demasiado grande, sobretodo su
madre, una mujer autoritaria que continuamente la amenazaba con desheredarla
si se separaba de Emilio. Él es un médico importante y muy acaudalado, la madre
de Virginia, mujer adinerada adoraba a Emilio y su dinero. Eso, sobre todo, su
dinero. Nunca había conocido yo una mujer como la madre de Virginia, eso
enfermaba a mi querida amiga. Años mas tarde, se enamoró y se atrevió a dejar
su casa, y también a Emilio. Tomó sus hijos y se marchó. Pasó mil penurias, por la
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mierda del mundo, contaba con ojos llenos de lágrimas. Todas sus amistades le
dieron la espalda. Trabajó como administradora de una tienda. Luego, con ayuda
de un abogado amigo, dio inicio a un largo juicio de nulidad matrimonial. Su ex
marido la acusó de interdicta. Su pareja no tuvo la fortaleza para acompañarla en
la batalla. Ella finalmente logró la nulidad, pese a este logro tuvo que seguir
trabajando. No se queja, ella no evita el trabajo. Ha sabido librar la lucha, la
admiro por eso. Es sensible y buena gente, fue enriquecedor charlar con ella
mientras nos tomamos un cafecito con galletas,         damos carta abierta a los
recuerdos, las tallas, a esos compañeros de curso con sus aires de superioridad y
su orgullo. Nos reímos hasta sentir dolor en la barriga. Prometimos no perdernos
de vista, mantenernos en contacto, intercambiamos números telefónicos. Algo le
conté de Matías, me dijo no vayas a cometer el mismo disparate que yo, no dejes
tu casa. Le agradecí el consejo agregando, difícil que deje la casa, los niños están
chicos todavía y Matías no es el amor de mi vida.
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32. Jueves


Me despertó el ring del teléfono. Matías y sus requerimientos amorosos. Nos
quedamos de juntar en la noche, como siempre, a las ocho, pero en el Suiza, un
café que tiene tortas deliciosas y un old fashion espectacular, una de mis
debilidades. Matías es tan niño, su ternura y esos infinitos deseos de agradarme
se hacen queribles, me recuerda a Ricardo, mi amigo de las clases de
computación. Ricardo tenía la facultad de encantarme con sus bromas y su
ingenio. Solíamos ir después de clases a beber cerveza con papitas fritas recién
hechas. Era nuestra pasión. Creo que estuve a punto de enamorarme de él, pero
siempre las normas, clamando por ser cumplidas, dentro y fuera de mi. Las garras
del miedo no dejaban de acosarme. Un día dejó de asistir a las clases y yo nunca
más lo llamé. Quizás me habrá llamado. Nunca lo supe. Ricardo, el tallero, el
osado, el inteligente, estuvo a punto de capturarme en sus redes. Ahora lo
recuerdo con cariño. Ha pasado el tiempo y sigo sintiendo por él un amor
incomprensible. El también era casado y tenía unos rollos con su mujer y sus
suegros. Vivía con ellos a imposición de su mujer, nunca despegó del lado de sus
padres. Para él era insoportable vivir con los suegros, no porque fueran malas
personas sino porque él no podía asumir el papel de dueño de casa. Tenía que
someterse a las reglas de los padres de Magdalena, su esposa. Era una de esas
situaciones que pesaban toneladas en los hombros de Ricardo. Su mujer no
accedía a retornar a la casa que antes habitaban con sus pequeñas hijas. Pobre,
no sabía qué hacer para salir de esa penosa situación. Confesaba seguido que
amaba a su mujer e hijas. Creo que si me hubiera tirado a sus brazos habría
ganado la carne. La carne y su debilidad, como siempre en los machos. Pero no
quise dar rienda suelta al instinto. Habría sido mi primera infidelidad y no estaba
preparada para luchar contra el complejo de culpa. Todavía no lo estoy, aunque
los hechos en la actualidad ya están consumados. Dejo de escribir, Nicolás viene
con unos amigos y tengo que ir a atenderlos. Estos chicos comen como
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condenados. Ojalá que la Pepa haya ido a comprar pan de hamburguesas y la
mayo con ketchup. Son fanáticos del ketchup, la Pepa y yo alcanzamos a tomarles
el olor a las dichosas hamburguesas.
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33 Viernes


Anoche me retrasé. Nicolás y sus amigos nos dieron harta pega. Llegué al Suiza a
las ocho cuarenta y cinco y Matías tenía cara de funeral. Me excusé diciendo no
tuve tiempo para arreglarme, respondió no te preocupes estás aquí y es lo que
cuenta. Nos servimos un exquisito trozo de torta y un trago. Acarició mi mano y me
miró largamente al tiempo que consultó ¿nos vamos?, respondí afirmativamente, a
la pregunta dónde quieres ir, sólo atiné a decir donde tú quieras y emprendió
camino a Coronel. Entramos al motel Verona que estaba a esa hora con las luces
que indicaban “ocupado”, encendida en la mayoría de las cabañas. Encontramos
una libre, era pequeña y sin jacuzzi. A quien le importa el jacuzzi le dije y sonreí.
Matías pagó la cuenta, pidió dos bebidas y algo para picar. Yo me senté en el
borde de la cama mientras el recuerdo de Tito me inundaba, si supiera donde
andaba su estúpida mujer, ésa que ignora hasta en el más mínimo de los detalles.
Un estremecimiento recorrió mi cuerpo. Si supiera. Ni se lo imagina. Aquí estoy
cobrando la cuenta por su descuido. Y la cuenta le va a doler más que el fracaso
de uno de sus infaltables negocios. Encogí los hombros y rodeé el cuello de
Matías, este hombre es mi consuelo pienso. Recosté mi cabeza en su pecho, la
tibieza de su respiración    me estremece, él busca con suavidad mis labios
mientras sus manos acarician mi espalda. Le entrego mi boca para ahuyentar mi
desdicha. El me levanta con ternura para pegarme a su cuerpo hasta completar el
abrazo, me dejo llevar. Me acarició un largo rato, recorrió con sus manos mi
cuerpo, todo. Ya en la cama, abrió mis piernas y frotó su miembro contra mi
clítoris suavemente como si tuviera temor de herirme, luego observó mi sexo y lo
besó, con su mano acarició mis genitales en un paseo que me pareció
interminable tocó la humedad y sentí el torbellino de su sangre, la agitación de su
pecho velludo. Me di cuenta que se contenía para hacerme sentir mayor placer.
Se dejó caer sobre mis pechos y besó mis pezones succionándolos como un
bebé. Sus manos recorrían mis costados hasta levantar mis glúteos yo extendí mis
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piernas mientras él introducía lentamente su pene en mi vagina, él temblaba
dentro de mi y yo acomodé mi clítoris al nacimiento de su sexo apresurada con el
deseo que Matías provocaba con sus manos. Le susurré, no lo hagamos rápido,
hazlo despacio, y avanzamos lentamente hasta gritar al unísono, eufóricos, el
vértigo maravilloso que inundó nuestros cuerpos. Yo me asombré de la confianza
que me inspiraba Matías, echados de espaldas fumamos unos cigarrillos y
tomamos coca cola para saciar la sed espantosa que provocó nuestro juego
amoroso. Quedamos de vernos el lunes al mediodía. Subí al auto de regreso a
casa con una sonrisa en mi interior, yo que me creía frígida.
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34 Sábado


Este sábado me atrapó. Los chicos fueron al colegio, Nicolás al grupo de música y
Camilo al club de ajedrez. Alberto no llegó a almorzar. Resumen, almorcé con la
Pepa amenizando mi pollo y el puré, con su cháchara. La pobre sigue con atraso,
me pidió que le comprara una inyección para provocar la regla. Aproveché de
echarle una buena pasada por tonta ¿cómo se le ocurre no cuidarse? Me miró
medio avergonzada, me dio pena ésta cabra, tendré que hacerle la paleteada de ir
a la farmacia y poner la cara por ella. Es mujer, y eso basta para no negarle mi
ayuda. Solidaridad femenina, ojala existiera ésta en los ambientes laborales, bolsa
de gatos, envidia a destajo, descarnados celos y hasta cinematográficas
aserruchadas de piso, dejan en claro que no es nada de fácil trabajar entre
mujeres.    Falta   solidaridad   de   género,   y   eso   no   puede   pasar   en
casa. No faltaba más.
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35 Domingo


Hoy fue un día inusual. Acompañé a la Pepa a ponerse la inyección donde una
enfermera inescrupulosa, pero necesaria. La pobre Pepiña nerviosa me preguntó
no se cuántas veces si le dolería, obvio te dolerá el pinchazo, así espero que
pienses la próxima vez que abras las piernas a otro huevón, fue mi respuesta. Ella
me dijo prometo que ahora me voy a cuidar, más te vale, respondí seria y
agregué, es por tu bien, y por tu vieja, no le vas a cargar la mata con otro cabro
más. Alberto fue a dar una vuelta al Parque Ecuador con Camilo, quien disfruta
como chancho en barro, de los juegos y de la caminata al Cerro Caracol. Quedó
de volver a las dos para almorzar, apenas me miró para decirme a esa hora
estaremos de regreso. Un nudo atrapó mi estómago, ¡Qué tonta!, debería estar
acostumbrada a la frialdad de Alberto. Camino por la vereda junto a la Pepa,
intercambiamos unas breves palabras y luego pienso en este vacío que no logro
llenar, esta soledad que corroe mis entrañas, este sentirse fuera de, ajena al
tráfico indómito del gentío, al mundo, la sensación de encontrarme en un desierto,
inunda mi interior. La Pepa se puso la inyección, yo pagué sin dejar de pensar lo
caro que cobran estas viejas, ensimismadas en nuestros pensamientos,
regresamos a la casa. Pongo los cubiertos en la mesa y la nana calienta la comida
en tanto aliña la ensalada, lechuga y tomate, mi preferida. Me acerco al buffet y
me sirvo un trago. Necesito evadirme de esta realidad plagada de nubarrones
grises y oquedad. Almorzamos, yo me mantuve taciturna y sonreí apenas con las
gracias de los chicos. Estoy al margen, me minimizo, me instalo en mi concha
para protegerme. Una tarde opaca se vislumbra a través de los cristales.
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36 Lunes


La mañana está iluminada por débiles rayos de sol. Un poco fría. Concepción se
caracteriza por su clima cambiante. Es posible que en la tarde esté más cálido.
Ojala. Anoche Tito empezó a acosarme. El y su sexo me aburren, para abreviar
abrí mis piernas y con la mirada en el cielo raso, me mantuve quieta y lo dejé que
saciara su sed orgásmica. Fingí, ¿qué mujer puede desear a un hombre que
padece de eyaculación precoz y la mayoría de las veces se masturba al lado de
ella tal si fuera un pendejo de mierda, un tipo que no se comunica sino para criticar
y hacerla sentir como una pulga miserable depositada en el planeta. Ni un solo
beso me dio, ni una caricia. Mientras estuvo encima de mí, mi mente trajo a Matías
y recordó su tibia ternura que me desarma hasta el éxtasis. Matías..., pienso en él
mientras miro el sol de la tarde. Si sólo pudiera amarlo. Pero no, mi alma no está
preparada para amar a nadie, por lo menos no ahora. Mi corazón está roto. Me
voy a dar una ducha, una bien larga, que limpie por dentro y por fuera. Esta noche
me encontraré con Matías, algo agradable para olvidar la pena y el hastío. Me
despido de los chicos y la Pepa, que me mira socarrona como adivinando el
motivo de mis salidas de los días lunes y jueves, le digo chao, voy a la casa de
una amiga, en tanto muevo la cabeza con una media sonrisa. Matías me espera y
la noche huele exquisito. Si llega o no llega Alberto, ¿a quién diablos le importa?
Guardo el cuaderno en el cajón secreto.
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37 Matías.


Salgo por la entrada que da hacia la calle Ongolmo, hoy Matías me espera a la
vuelta, en Victor Lamas, hacia el barrio universitario. Iremos a un restaurante
francés que se encuentra cerca. Caminamos sin rozarnos como si fuéramos dos
amigos. Marchamos en silencio. Reflexiono en nosotros, convertidos en amantes,
furtivos enamorados, en lo terrible que es la infidelidad, ella no nos hace más
felices, nos corrompe al convertirnos en embusteros. La trampa del engaño tiene
la ferocidad de un gato montés. Pienso: nos hiere en las cuerdas del placer.
Matías, ajeno a mis cavilaciones, me observa de lado, mientras da largas
chupadas a su cigarrillo. Va con una mano en el bolsillo de su pantalón, con la
derecha sostiene el cigarrillo, eterno camarada de sus labios dulces. Levanto el
rostro hacia él y lo miro casi al entrar al restaurante, pienso, éste hombre es un
gentleman y una sensación de agrado me invade, él me hace pasar, con un gesto
señala la entrada y me sigue. Tomamos una mesa en un costado. El ambiente de
este pequeño restaurante francés es agradable, se escucha una canción de Edith
Piaf, su inimitable voz cautiva con el tema “Non je ne Regrette rien” .Ya siento el
sabor de las papitas hilo y el pato a la naranja que me prometió. Nos sentamos
frente a frente y sonreímos. Un pisco sour para comenzar. Y la charla amena de
este hombre que me mira con amor, completa mi efímera felicidad. Me mira con
amor. Eso es lo verdaderamente importante, el amor que siente y demuestra.
Terminamos de comer y una grata conversación nos envolvió, tocamos el tema de
la infidelidad, Matías dice que Alberto debe ser infiel, su actitud avala lo que te
digo manifiesta, la persona que es infiel, difícilmente puede ocultarlo. Por lo
general, se muestra fría y distante, suele recalcar los defectos de su pareja más
de lo normal, para tener como justificarse en caso de ser “atrapada”. ¿Y no me
has dicho tú que esa es la actitud de Alberto?, pregunta mirándome a los ojos a lo
cual respondo si, así es y agrego, en todo caso no me afecta, dejó de importarme
hace mucho tiempo, para mí, es un alivio, así me molesta menos en la noche y me
deja tranquila, él consulta si estoy segura de lo que le comento y afirmo categórica
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lo estoy y agrego ¿a estas alturas luego de dieciséis años de vida juntos, puedes
pensar que me afecta?, no dudes Matías que sí, confieso que me duele ser infiel.
No soy feliz, no me hace feliz serlo, pero así se han dado las cosas y no puedo
cambiarlas, por lo menos no ahora. Y agrego ¿sabes algo? yo no recalco los
defectos de Tito, estoy distante. No hay diferencia desde que salgo contigo a los
meses anteriores, Matías pregunta ansioso ¿crees que no se ha dado cuenta de
que estás saliendo conmigo? No, Matías, no se ha dado cuenta, él no tiene tiempo
para mí, sólo para su trabajo y amigos, toda la vida he sido un taburete, algo que
ocupa cuando lo requiere, estoy segura que no me ama, dudo siquiera que me
quiera, ya te he dicho que nuestra relación sexual es pésima y las excusas para
estar ausente de casa son frecuentes, agrego, ni te digo la falta de comunicación
que reina en nuestra casa y añado, ten en cuenta que los pretextos para discutir o
pelear surgen a cada instante. Yo no creo que estos signos pueden únicamente
significar que Alberto pasa por un mal momento, frustración profesional o simple
depresión, lo conozco, te diría que poseo una sensibilidad especial para detectar
que no sólo hay algo que está fallando en la relación, sino que está deteriorada,
puede que en mi esté la falla, ¡qué sé yo!, somos tan diferentes. Te aseguro que él
no tiene ningún interés en mí. Curioso pregunta ¿te provoca sentimientos de
rabia, desilusión, resentimiento pensar que te es infiel? No, le digo, para nada,
todo se acabó entre nosotros. Y mirándome ilusionado pregunta como un niño
pidiendo un helado ¿Te irías a vivir conmigo? respondo con un rotundo no, y
añado aunque te parezca tonto, mis hijos están primero que yo, no puedo dejarlos
solos o alejarlos del padre, les haría daño, afirmo, como sea es su padre. El rostro
de Matías se ensombrece, vivamos esto día a día, sin promesas, ni nuncas ni
jamases, le digo. Responde te amo y yo le digo te quiero, no me hagas mas difícil
esta relación, deja que sea una instancia de tranquilidad, ternura y cariño déjala
así Matías y no te compliques ni me presiones. Consulta ¿Estarás siempre
conmigo? Y yo: No diré siempre, no mentiré en eso, sólo hasta que el sentimiento
que nos une, dure. Entiende y no lo hagas tan extremadamente doloroso, asiente
encendiendo un nuevo cigarrillo con expresión resignada, tomo su brazo y le
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acaricio con el dorso de la mano su mejilla morena. Sonrío y digo, eres tan lindo y
tierno, esboza una sonrisa mientras un será como tú dices nena, sale de su boca.
Me invade una gran sensación de paz y una ternura me colma, ha sido diferente
esta noche. Matías ha comprendido que no deseo una relación basada sólo en el
sexo, deseo mucho más, un amigo, un compañero, alguien con quien conversar
de lo más íntimo. El ha estado perfecto, la noche ha sido perfecta.
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38 Martes


La Pepa vino llorando al dormitorio, la inyección no ha hecho efecto y la pobre
está muerta de miedo, su mamá la va a retar me dice, y yo, te lo buscaste por
lacha ahora vas a tener que apechugar y armarte de valor para contarle a tus
viejos que metiste la pata de nuevo, me mira asustada y pregunta si estoy segura
que no le va ha hacer efecto la inyección, me armo de paciencia para responderle
han pasado varios días, ya es imposible, y no se te ocurra hacerte un aborto, eso
sí que no. Vale muy caro dice, no es eso Pepa, eso no agrada a dios, por lo
menos conmigo no cuentes para ello, compungida se retuerce las manos a la
altura del pecho, los ojos llenos de lágrimas, señora, por favor, ruega, y yo, no y
no, no arriesgaré tu vida ni pondré en peligro la de ese bebé, agrego, así que
señorita, este fin de semana habla con sus papás y ya. Es lo mejor, termino
diciéndole, ella seca sus lágrimas y tiembla como papel, la tomo de los hombros y
le digo serena, sin enojo, piensa que este hijo dios te lo da como un regalo.
¿Matarías un regalo de dios? Me mira, seguro ha recordado              sus padres
evangélicos, no señora, bueno, respondo, habla con tus viejos y dile eso mismo.
Está bien dice, me sonríe y emite un balbuceante gracias. Luego la acompaño a la
cocina y nos aprontamos al trabajo cotidiano. Nicolás llegó temprano, un dolor de
muelas lo tiene loco, llamo al dentista para pedirle una hora. La tarde se me fue
acompañando al Nico y escuchando sus alegatos contra la mano dura del
odontólogo. Al llegar a casa, Camilo se acerca corriendo, me abraza y me
pregunta ¿me trajiste algo?. Me abruma de pronto el desempleo. La rutina de
dueña de casa no se hizo para mí y los requerimientos de los chicos me afligen.
En la noche me preparo un largo trago vodka naranja para terminar un día
intranquilo y cosa rara, ni siquiera puedo catalogarlo como fastidioso. Entre la
Pepa y los chicos se me pasó volando.
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39 Miércoles


Salgo a tomar un cortadito al L ´ Ángolo, me encuentro con la Tatiana y unas
amigas. ¡Qué onda!, éstas niñas sí que están locas y me atrapan con su locura.
Una de ellas tuvo la idea de partir al Cinemark a ver una película. No tengo plata
digo y otra me dice, no importa vamos a ver Infidelidad con Richard Gere, me
dijeron que era fabulosa. Un sentimiento de culpabilidad emerge, me siento
pillada. ¡Qué tontería!, me digo, estas minas no saben nada. Ok, les digo vamos.
Subimos al auto de Sandra, otra de las chicas locas y vamos a ver la película.
Genial Gere, lo mejor como actor. Nos encantó. Discutimos la temática un rato
mientras engullimos unas hamburguesas con café. La Tatiana nos dice vamos nos
a la República, es temprano, hacemos hora en mi casa. Partimos para la casa de
la Tati y nos tomamos unas cervezas, cinco mujeres solas, charlamos sin
descanso. Nos reímos de las tallas que surgen porque a la Sandra la ronda una
mina. Qué cosa, los tiempos están cambiando vertiginosamente. Y tú qué le
pregunto a la Sandra, encoge los hombros. Nada, es una lesera, dice. A las once
de la noche nos pegamos una arregladita, una mano de elefante para vernos un
poco mejor, y emprendemos viaje a la Republica. Este es un pub disco en el
barrio estación. Es alternativo dice una de las chicas. Y yo ingenua, pregunto por
qué y la respuesta es ambiguo llega a mis oídos, cierto, me doy perfectamente
cuenta de que es un ambiente ambiguo. Hombres con hombres, mujeres con
mujeres, y entre medio parejas hombre y mujer. Observo a un hombre bailar con
dos mujeres. Es mi primera vez en un lugar así y me siento extraña, pero no me
importa lo que haga el resto. Pienso en Matías, debe estar esperando el llamado
que no le haré hoy. La Tatiana me saca a bailar y bailamos como dos horas
tonteando con otras mujeres. La Sandra pescó un mino, me dice la Cecilia. Veo
que se le acerca otro, un morenazo bastante atractivo le coquetea, le mueve los
hombros, la Sandra lo mira con ojos cazadores. Esta no se conforma con uno,
pienso y me sonrío, mientras tomo un poco de mi combinado y me siento a fumar.
Miro la hora, son las dos veinte. La Tati esta feliz, me toma por los hombros y me
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pregunta ¿viste que te hacía falta un día para ti, de carrete y locura?. Tenís que
juntarte mas seguido conmigo viejita, necesitas salir de tu rutina, lanza una
carcajada, mientras se aleja, dirigiendo sus pasos a otro grupo de chicas. Y yo
bebo otro sorbo de mi vaso. Me acuerdo de la casa, ni siquiera le avisé a la Pepa,
debe estar asustada, ni hablar de Alberto, si es que ha llegado, seguro esta
roncando. La música que arde, la gente repleta el lugar. Y los grupos de cuatro y
de a seis bailando me entretienen al observar los gestos sensuales que se dirigen
unos a otros. Es un juego, bailan formando casi una ronda, comparten chupadas
de cigarrillo y tragos. El mundo ha desaparecido para ellos, y yo disfruto este
cambio de ambiente. Un tipo me observa desde una silla al fondo a la izquierda,
me hace una seña y se incorpora, yo me dirijo a él. Estoy decidida a pasarlo bien.
Álvaro, es mi nombre, me dice, la música está a todo volumen y sólo es posible
conversar a gritos, yo respondo medio gritando, me llamo Verónica, entonces, me
toma de una mano y me lleva a la pista. Es un tipo de mediana estatura, su
atractivo radica en sus ojos verdes, un poco pálido me parece, tiene el pelo negro
que le cae sobre la frente, me fijo en su sonrisa, tiene unos dientes impecables.
Me gusta, tiene pinta de ejecutivo, en otros tiempos se diría que es cuesco
cabrera, como el personaje de Legrand. Viste pantalón gris y camisa blanquísima
de mangas arremangadas por el calor. Se acerca para musitar, tienes unos ojos
bellos, yo sonrío y agradezco. Qué tonto. Agradecer un piropo, agrego, tú también
tienes los ojos bellos. Sonríe. El tipo se las trae, me toma de ambas manos y me
hace girar sobre la cabeza luego él hace lo mismo. Mueve las caderas de miedo.
Es delgado y masculino, muy masculino. De pronto cesa la música electrónica y la
estridencia da paso a un lento, la letra de la canción de Luz Casals: Piensa en mí.
La música mueve nuestros cuerpos con seducción. Deposito mis manos en sus
hombros, él me acerca su mejilla, nuestras respiraciones se entrecruzan y siento
mariposas en mi estómago, el feeling empapa mi cuello, mi espalda, mis senos.
Giro la cabeza y busco sus labios, un beso y éste desconocido irrumpe en mí,
siento un fluido en mis genitales, me eleva en su ardor. Otro lento, una romántica
canción y luego la separación brutal de ese cuerpo cálido y agradable. De nuevo
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la música estridente y nos encontramos moviéndonos en la marea multicolor,
cegadora de la disco. Transcurren casi dos horas más y miro alrededor, la Tatiana
me observa y consulta ¿te vas con nosotras?, yo miro a Álvaro y él le responde,
no, déjala, se va conmigo y me dirige una mirada esperando mi aprobación, yo
respondo, si, me voy con él. La Tatiana me mira alegre y dice, a la noche te llamo.
Está bien, le contesto, me despido con una seña del resto. Álvaro consulta, ¿nos
vamos?, digo si, es hora, se pone su chaqueta, yo sigo montada en la nube que
me regaló Álvaro y me dirijo al guardarropía, retiro mi casaca y mi bolso. Álvaro
me toma firmemente del brazo, me siento como una zombie, con el corazón a
punto de estallar. A la salida me dice, busquemos el auto, toma mi brazo y
doblamos hacia la calle Freire, caminamos rápido, son las cuatro y tanto de la
madrugada y está helado. Álvaro abre la puerta para que yo entre y la cierra con
suavidad, luego sube al lado del conductor y pregunta ¿donde vives?, le indico la
dirección, pone en marcha el blanco Subaru Legacy. Quiero volver a verte dice y
yo me asusto como cuando llega Alberto y estoy leyendo en la cama a las tantas
de la noche. Álvaro, le digo, soy casada, y responde sereno, yo también. Me callo
la boca, pienso, aquí estoy, casada, con amante, y con otro prospecto, ¿qué
hacer? Dudo antes de emitir una sola palabra, elucubro, me invade un sudor
extremo, todas las reglas religiosas de la familia me aturden en segundos, seguro
ya tengo ganado el infierno, pero el hombre me gusta, Alberto no me quiere y no
estoy enamorada de Matías y digo sin más, sin duda alguna, si, nos veremos.
Álvaro estaciona el auto a media cuadra de mi casa. Le doy el número de teléfono,
le digo llámame en las mañanas de lunes a viernes, es lo mejor, responde te
llamaré, y se inclina para rozar mi mejilla con sus labios, musito un chao,que estés
bien y desciendo con un ligero estremecimiento que recorre mi cuerpo. Camino y
la interrogante ¿qué haces Verónica?, y las voces que dicen estás loca me
acosan, muevo la cabeza y procuro no pensar. Ya son casi las cinco. Ahora el
show para llegar a la habitación. Si Alberto se da cuenta de la hora que llego, será
pelea segura. Como buen perro de hortelano, no come ni deja comer. Me deslizo
sigilosa por el pasillo, paso al baño y me quito la ropa; los sostenes, los calzones,
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estoy húmeda, tomo un trozo de toalla nova, lo mojo con un hilo de agua y me
limpio, el corazón me salta, tengo miedo, voy al dormitorio y retiro el pijama
suavemente de la silla que se encuentra a los pies de la cama. Alberto ronca como
cerdo. Mejor. No enciendo la luz, me meto a la cama conteniendo la respiración.
Pienso en Álvaro y en el pobre Matías. Cierro los ojos.
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40 Jueves


No sentí cuando se levantó Tito, desperté a las once obligada por la Pepa y el
dichoso almuerzo. ¡Diablos!, me duele la cabeza, el hachazo no me lo saca nadie.
Pepa, le grito, dame unas dipironas y un vaso de leche. Llega con el vaso y las
pastillas al tiempo que me ataca con la bendita pregunta ¿qué vamos a hacer de
almuerzo hoy señora?, y yo, ¿qué hay?, ¿hay arroz, papas, fideos?, al escuchar
que solo quedan tallarines, le digo bien haz esos tallarines con la carne que queda
en el freezer, acompáñalo de una lechuga con zanahoria rallada y estamos bien.
La Pepa da media vuelta y me deja en paz. Al fin sola. El almuerzo, todos los días
el condenado almuerzo, sólo que hoy no me meto a la cocina. El ring del teléfono
a las doce del día me agita, es Matías, todo va bien en nuestra comunicación
telefónica hasta que le digo que será imposible vernos hoy, ¿algún problema?,
pregunta sobresaltado, no sólo que ayer llegué tardísimo, digo, y no creo que sea
conveniente repetir mi salida, debo cuidarme, un mutis largo para luego escuchar
la voz de Matías interrogándome, qué adónde salí anoche, entonces con voz
calma le digo quedamos que sin preguntas, sin ataques de celos, su respuesta es
rápida, no estoy celoso, y repite, no estoy celoso sólo me gustaría saber con quién
saliste, y yo, con unas amigas y no preguntes más, no seas curiosillo, hoy no
salgo, esta bien, me dice, te llamo mañana, respondo que estés bien, añado, no te
pases rollos, es que anoche no dormí muy bien, es todo lo que le digo, me reservo
los detalles de mi trasnoche, con cierto desaliento se despide y yo como si nada le
digo no te preocupes, te quiero Matías, y cuelgo sin más el auricular. Estos
hombres, pienso, la tratan a una con un sentido de posesión como si fueran el
marido, aunque a mí Tito jamás me ha dicho nada por mis salidas, creo que no le
importa, tengo plena libertad para mis escapadas, claro, jamás se imaginaría
Alberto que salgo con un varón, ni siquiera sabe que llego de amanecida. Soy
demasiado imbécil para él, no se le ocurriría pensar mal de su mujercita. Bien, no
sabe el caballero que la que peca de imbecilidad es precisamente su cabeza. En
la tarde estoy con los chicos, conversamos de todo, el colegio, las profesoras y
63



esa maniática compañera de Nico que le raya los delantales, su obsesión no deja
de causarnos risa. Insisto diciéndole que le pida por favor que no le pintarrajee
más sus cosas, él me dice que hace un par de días le grabó su nombre en la
calculadora, esa niña no tiene intenciones de dejarlo en paz. Miro al Nico, con su
edad adolescente no parece estar interesado en las niñitas. Lógico, las niñas
maduran más rápido que los hombres. Supiera Claudia lo infantil que es este hijo
mío, si todavía pelea con Camilo por el nintendo y los juegos del computador. La
Pepa me cuenta que ya habló con sus viejos, que éstos están terrible de
amargados pero qué hacer le dijeron, habrá que recibir esa guagua y arreglarnos
como podamos. La capacidad de amor y solidaridad de la gente no deja de
asombrarme. Bueno, problema resuelto. Todo parece marchar bien con los chicos.
El problema es Alberto y la tentación: el tincudo de Álvaro. Me llamó la Tati para la
copucha, que qué pasó con Álvaro, le digo nada, compartimos un poco de felling,
es todo, su voz suena incrédula al otro lado del teléfono, insiste, me dio la
impresión que fue algo más que un intercambio de química. No satisfago su
curiosidad y quedamos de vernos cualquier día. Reflexiono, tal parece que la
mentira se ha adueñado de mí. No me satisface, en fin, tampoco puedo exhibir por
el mundo mis aventuras extraconyugales. Un suspiro hondo me nace desde el
fondo.
64



41 Viernes


Don Álvaro al teléfono. Así me dijo la Pepa y yo me lavé las manos manchadas
con harina y dejé los moldes de queque tirados en cualquier parte de la cocina
para atender la llamada. Su voz me emociona, y mientras pienso, Álvaro es la
pasión y Matías la ternura, escucho preguntar ¿cuándo nos vemos chica? y yo
digo medio nerviosa ¿te parece el martes?, consulta ¿no puede ser antes?, le
explico que el fin de semana generalmente lo paso en familia, y continuo, el lunes
tengo clases de cocina, miento sin pudor alguno, el martes, sí, es buen día para
mi. Te llamo el martes entonces, dice y se despide afectuoso. Me conmueve y me
agito. No sé que haré en este triángulo inesperado que parece cobrar forma, mi
terquedad es mayor que todos los temores y me digo no me negaré el placer de
conocer a este tipo que provoca en mí sensaciones desconocidas, con esta
certeza reanudo mis tareas culinarias. Cierta desazón me invade al cavilar, si
Alberto fuera cariñoso, si fuera compañero, amigo, si tuviese mayor delicadeza,
consideración, yo no estaría enredada en el engaño. Debo pensar en mí, Alberto
nunca me ha sido fiel. Este pensamiento logra tranquilizarme. Al menos un poco.
Más silenciosa que mi sombra
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Más silenciosa que mi sombra

  • 1. PDF MÁS SILENCIOSA QUE MI SOMBRA Ingrid Odgers Toloza NOVELA
  • 2. 2 A mis hijos CARLOS Y PABLO
  • 3. 3 El más terrible de los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza perdida. Federico García Lorca El amor es el más ardiente olvido de todo. Victor Hugo
  • 4. 4 1 Lunes Alberto llegó tarde. Yo estaba leyendo un libro cuando sentí girar la llave en la cerradura. Siempre es igual. Dejé el libro a un lado de la cama, tomé el último remedio del día y deposité el vaso de agua en la mesita de noche. Escucho sus pasos cruzar el umbral del dormitorio. Se desabrocha la corbata, cuelga la chaqueta en la silla. Apenas dice hola y me mira con ojos entrecerrados y rostro serio, sus facciones duras me intimidan como de costumbre, contesto un hola y agrego, al ver que va a salir de la habitación hacia el pasillo, en el microondas está tu comida. No responde, nunca lo hace. Cierro los ojos mientras pienso: He permanecido pegada como una lapa a la misma roca, sintiéndome un taburete en el último rincón de la casa. Antes, cuando la primavera latía y todo danzaba en el centro de mí vislumbrando horizontes de coloridas ramas, yo podía elegir libremente, posarme en una u otra. Ya no es posible cambiar. Estoy comprometida. Elegí, aunque muchas veces, me parece que otros han elegido por mí, dirigiendo mis pasos. No sólo eso, me he dedicado a tejer una telaraña cuya textura pareciera estar a punto de desaparecer. Y yo con ella.
  • 5. 5 2 Martes Llevé a Camilo al colegio, la profesora jefe quería conversar conmigo. Camilo está distraído en clases, no hizo el último trabajo de ciencias sociales. Debo preocuparme más de él, dice que se lo pasa solo. Pasé a ver mis padres, ¡un desastre llegar a viejos!, falta dinero para unos remedios. Tendré que hablar con Alberto. Almuerzo sola. Los chicos llegan a las cinco, me arreglo para salir, un poco de maquillaje, un delineador suave y listo. La tarde es larga, demasiado larga. Le doy las instrucciones a la Pepa; que ponga la mesa y los niños coman el postre de quaker, que vigile que hagan las tareas. Me voy a dar una vuelta al centro, camino a paso lento, atravieso la Plaza de Armas, veo la pileta donde antes habían un montón de peces, recuerdo que cuando niña podía estar durante horas mirándolos extasiada, la fuente parecía un conjunto de mariposas a punto de emprender el vuelo, ahora esta sucia, envoltorios de confites, colillas y papeles se desparraman en su interior, el descuido es evidente, su aspecto me pareció desagradable, miro los añosos árboles, apenas anuncian la primavera, entro a un café, pido un cortado, garabateo en unas servilletas. El local esta semi desierto, la escasa iluminación es una espesa bruma que agobia, las horas me hunden en la más insoluble zozobra. Mis amigas trabajan. Estoy cesante, es espantosa la inercia laboral, como si te hubieran cortado las manos y te transformaran de pronto en un ser inútil, carente de valor. Me cansé de enviar currículum a todos los avisos que aparecen en el diario, es un gasto inútil. Levanto los ojos y observo el salón, sillas y mesas vacías, una que otra persona conversa en sordina, la penumbra del entorno me estremece. Enciendo un cigarrillo, quedo detenida en una grieta que descubro en la pared, es pequeña y parece profunda, alrededor la pintura está descascarada, alguna vez fue de color damasco, lentamente fumo y pienso: tengo treinta y cinco años y me siento una anciana, no sé qué voy a hacer con mi vida.
  • 6. 6 Llegué a las ocho p.m. a la casa, todo está en su lugar, la mesa puesta, impecable, se siente el aroma a tierra húmeda de las plantas recién regadas, los libros correctamente ordenados en el estante que ocupa parte del living, el piso reluciente, parece la casa perfecta. Alberto no ha llegado. Reviso las tareas de Camilo, Nicolás está encerrado en su pieza escuchando música, le pregunto cómo le fue, me responde que bien y agrega: estoy chato con la vieja de inglés, le digo que estudie. Y recalco, es tu única responsabilidad. Me dice: Ya lo sé, mamá, ya sé. Voy a la cocina, me preparo un té y me instalo en el living a conversar con la Pepa, ella tiene como treinta años, es morena, de estatura mediana y de risa fácil, es buena conversadora, bastante entretenida y usa unas falditas cortas, que son un horror. Cada cual con sus gustos.
  • 7. 7 3 Miércoles Anoche no vi a Alberto. Me quedé dormida, no sé a qué hora llegaría. La Pepa me dice que tampoco lo sintió venir. Tomo el desayuno en cama, en un rato más me ducho y voy a casa de mis viejos, pero antes tengo que mandar a la Pepa a comprar lo que falta para el almuerzo. Estirar el billete, pan de cada día desde que ya no trabajo. A punto de salir me llama Marcela, una invitación para mañana a cenar, no pueden faltar dice y yo le digo ojala vea a Alberto y pueda hablar con él para contarle. La Marcela no puede creer que hayan pasado dos días sin que él y yo hubiésemos conversado. Créelo hijita le digo, pienso llamarlo a la oficina y le corto agradeciendo la invitación. Emito un profundo suspiro luego de terminar la conversa con Marcela. Quedo de pie en el living, los rayos de sol se desvanecen en la alfombra como en mis vértebras, el silencio se esparce en las paredes y queda estancado en el fondo de mí. La verdad nadie me cree que la falta de comunicación es el punto negro en mi matrimonio. Por no decir el abismo que se cierne como buitre sobre nuestro hogar. En la tarde llamé a Alberto a la oficina, le cuento de la invitación a casa de Marcela, dice mañana viernes tengo que hacer. Le pregunto si puede postergar el asunto, responde, veré que hago, contesto Ok. Antes de colgar, le digo que necesito plata para comprarle remedios a papá, me responde mañana en la mañana te dejo, está bien digo. Me despido con un escueto chao, y cuelgo. Me parece verlo, alto, moreno, rostro hosco, tan distinto al hombre del que me enamoré. Suspiro. Hoy en la tarde no salí, estoy leyendo a Donoso. Me gusta, leer es mi deleite. El cine y la lectura son mi pasión. La última película fue cuando volví a arrendar “El pájaro canta hasta morir”, una belleza que encontré por suerte en el video club, me la traje junto a “Sexo con amor”, nueva película chilena, me pareció algo patética, muestra la realidad, creo, de la mayoría de las parejas. Tomo once con los niños, Nicolás pelea por unas tostadas con Camilo. Tiene siete años, Nicolás quince. Tanto que deseaba un hermanito el Nico y lo único que hace
  • 8. 8 es molestarlo. Camilo llora, me pongo histérica. Alberto nunca les dice nada a los niños, tengo que ser siempre la malvada, la vieja gritona que castiga. Termina la once y con ella el temporal. Nicolás sale a casa de un amigo, Camilo tiene tareas, es decir, tenemos tareas, le ayudo con la de matemáticas y ciencias, hay que buscar animales y sus características. Falta cartulina, siempre falta algo. Le pido a la Pepa que vaya a comprar, ojalá encuentre.
  • 9. 9 4 Jueves La Pepa trajo la cartulina y al final los tres terminamos el trabajo. Nos fuimos a acostar. Alberto no llegó temprano, típico, no pudimos hablar. Sentí cuando me quitó los lentes que tenía colgados en la nariz y el libro que sostenía en las manos. Apagó la luz, me acurruqué en mi lado, de costado y mirando hacia la puerta, como siempre. Desde la calle, un débil hilo de luz traspasó la ventana hasta la cama, un frío se coló por la puerta quedándose en mis sábanas, me agito. A las nueve de la mañana llamo a Alberto a la oficina, me dice con su característica voz grave: en la cómoda, en el primer cajón te dejé dinero para los remedios, le pregunto si iremos donde Marcela mañana, después te digo, me responde y yo me quedo en la cama con el sopor matutino y el sol haciéndome burla por la ventana. En la tarde voy donde mis padres, paso a buscar la receta, salgo a la farmacia y vuelvo con el remedio. Llega mi hermana conversamos un poco, tomo once con ellos y vemos una teleserie, me cargan pero donde manda capitán no manda marinero me digo y permanezco quieta, hay que aminorar la tarde. La casa de mis padres es mi refugio, la calidez de su hogar y la alegría sempiterna de mamá mengua el dolor que se asienta en mí. Nos da un ataque de frutas, mamá hace el merengue y hacemos tutti fruti. Conversamos de los niños, nos despedimos tardísimo. Son las veintitrés p.m. cuando llego a casa. La Pepa está en su habitación. Alberto acostado roncando, los niños duermen. Sólo el tic- tac del reloj rompe el sigilo. Voy al baño, me lavo, me pongo el pijama y me acuesto.
  • 10. 10 5 Viernes. Despierto de mal humor. Este animal todavía no me ha dicho si iremos o no a casa de Marcela, no insistiré, a ver qué pasa. Voy al supermercado, hay que hacer algunas compras. Dispongo el almuerzo, veo lo que falta en la despensa, anoto y salgo. El día está soleado pero un poco frío. Este tiempo no la deja a una vestir lo apropiado, o te mueres de frío o de calor o te sobra ropa o te falta. El supermercado estaba lleno de gente ¡Mierda! Regreso cargada, con los dedos adoloridos y bastante enrojecidos. Día de la quincena, me costó tomar un taxi, todos pasaban ocupados. El taxista me da la lata, yo no tengo ganas de hablar, realizo un esfuerzo y me hago la simpática, él no tiene la culpa de cómo me siento, la rutina de los días se extiende en la vereda, mujeres con bolsas, hombres con maletines, atraviesan la calzada a pasos rápidos. Subo a casa y desempaco, ordeno en la cocina el contenido de la caja y unas bolsas. Alberto ha llamado dos veces me cuenta la Pepa, le devuelvo el llamado y me dice que a las ocho p.m. me pasa a buscar. Está bien, le digo, agrega; no te demores, tienes que estar lista cuando pase a la casa. Pienso, es tan de él esa frase, le carga que lo haga esperar, pero no tiene contemplaciones con sus retrasos. Almuerzo conversando cualquier cosa con la Pepiña, después leo sumida en mi sillón predilecto. Me sirvo té en el comedor, enciendo un cigarrillo y quedo observando el cuadro colgado en la pared, el esbozo de un camino desguarnecido, sin horizontes, se asemeja al estío que me anega. Los niños llegan, no quieren once o por lo menos nada caliente. Les preparamos un vaso de leche fría y un sándwich de queso, comen hambrientos, después, van a ordenar las mochilas y se colocan el buzo. Es viernes en la tarde y ellos tienen chipe libre para jugar, Camilo se junta con sus amigos en el patio de abajo, Nicolás más tecnológico se pone de acuerdo con unos amigos para jugar en la red cibernética. Voy a la ducha y me cambio ropa para salir. Tomo otro té y lo acompaño con otro cigarrillo. Me quedo ante el ventanal que tiene las cortinas plegadas y las
  • 11. 11 persianas arriba. Clavada en el piso, miro las nubes que navegan imperceptibles el cielo. Después de disfrutar el tibio sabor del té, me zambullo en el closet, en busca de un bolso o una cartera apropiada para la noche, saco el conjunto negro, ese de peto y pantalón en seda, me parece adecuado, en tanto, Nicolás me pide a gritos desde su pieza que haga un queque, mañana respondo, mañana sábado. Le digo a la Pepa que a las nueve entre a Camilo y que se preocupe de prepararle la tina, sécale el pelo con el secador, no le vayan a doler los oídos. Insisto en que tiene que bañarse, sé que llega sucio con la tierra del parque. Vivimos en la calle Ongolmo, a una cuadra de la Universidad y del Parque Ecuador, un barrio tranquilo. Son las ocho y cinco y entra Alberto a cambiarse zapatos, camisa y chaqueta, se afeita rápido. Toma un café con tostadas y va a lavarse los dientes, no emite palabras, ¿Estamos listos? pregunta al fin y yo respondo, si, listos. Me despido del Nico y la Pepa, me miro en el espejo, la figura de una mujer de un metro sesenta, algo gruesa, blanca, de pelo castaño y ojos pardos me saluda, las personas suelen decir que mi mirada tiene un dejo de tristeza, muevo la cabeza y me digo, ésta soy, y salvo la tristeza, me gusta lo que veo, retoco los labios. Salgo detrás de Alberto, subimos al auto, no hablamos. Vamos a la cena. Paramos a comprar cigarrillos, él se baja en el supermercado Los Ramos, veo que intercambia algunas palabras con la cajera, regresa al vehículo, sin palabras me entrega una cajetilla de Kent, característico. Siempre que salimos compra Kent, es más light, según él es como especial para cuando salimos con los amigos. Tonteras de Alberto.
  • 12. 12 6 La cena. El marido de Marcela está de cumpleaños, nos enteramos al entrar. La verdad yo no tengo memoria para los cumpleaños, además pienso que cualquier día está bien para hacer un regalo, mucho mejor si de sorpresa y sólo de cariño. Un montón de amigos y varios regalos en unas sillas, hay amigos comunes, de los tiempos del colegio, de casas vecinas, algunos familiares sentados alrededor de la gran mesa del comedor. Una sala preciosa, amplia, confortable. Saludamos y se hace el brindis inicial con una copa de champagne, Alberto hace el brindis, tiene una oratoria que no falla. Ojalá hablara así en la casa, me digo mientras levanto la copa al mismo tiempo que los festivos comensales. Somos alrededor de treinta. La comida es asado a la chilena, ensaladas, papas, ají rojo, vino tinto, ponche, un trozo de torta de piña con café o té, pisco sour o piscola después del postre. Éste último es espectacular, helado, servido en unas gigantes y rectangulares copas color cielo, con harta fruta, crema y bañado en salsa chocolate. Al verlos, algunos aplauden felices. Luego del café, los cigarrillos humean iracundos entre las tallas. Es fastidioso estar sentados por horas, me disgusta. Después de las doce de la noche abren las botellas de whisky, los hombres se apiñan en un rincón de la sala color verde claro, conversan de pie alrededor de una mesa con picadillos y botellas de licor. Al otro lado, las mujeres se sientan en sofás y sillones, algunas conversan, otras fuman, limitándose a escuchar. La cháchara de costumbre de las féminas: los hijos, los títulos, el último viaje a Europa, que Estados Unidos, Miami y Cancún. Un verdadero tedio, no sé qué hago aquí. Alberto está en su salsa, es el centro de la conversación. Pasaron de la política al fútbol, de los seguros a la bolsa y las posibilidades de inversión. La mayoría son empresarios independientes, las mujeres, algunas comerciantes, otras amas de casa con profesión, pero no trabajan, dicen. El trabajo de la casa no cuenta para nadie y al parecer ni para ellas, eso que algunas dicen que primero son mamá. Incongruencias, me digo, ¡qué mierda hago aquí! entre tanta mujer que no habla nada interesante. Me habría gustado conversar con Marcela, ella está dando
  • 13. 13 vueltas por todos lados repartiéndose entre los invitados, definitivamente para hablar con ella, deberé invitarla a otro lugar, en otra ocasión y las dos solas. La sala repleta, las carcajadas, las copas danzando entre los dedos, son una bofetada para la tristeza que invade mis entrañas. Es un fastidio comprensible que haya invitado a tanta gente, el Pato tiene harta familia entre hermanos y sobrinos, no dejemos de lado las amistades. Miro la hora, son las dos de la mañana y nadie se mueve. Busco con la mirada la cara de Alberto y le hago un gesto disimulado de “quiero irme”. El levanta su mano libre de copa y me hace una seña indicándome que espere. Voy al baño, es grande, está cubierto de cerámicos color azul claro, las toallas son del mismo tono, las perchas y el toma confort son color plata, todo es fino y delicado, hay un espejo que cubre la pared, tiene gusto la Marcela, me miro, veo que el rimel se me corrió, me arreglo el borde de los ojos y la cara, me peino un poco y retoco mis labios. Me demoro en el baño, me fumo un cigarrillo encerrada, lo apago cuando alguien toca la puerta. Un último vistazo en el espejo, salgo hacia el pasillo y la hermana de la Marcela me dice linda, disculpa, ¡estoy con unas ganas de hacer pipí!, arruga la cara en gesto divertido, le sonrío, te entiendo, no te preocupes y me dirijo al comedor. Las empleadas siguen transportando bandejas, sacando copas y platos vacíos y colocando copas y bandejitas con picadillos. Los hombres toman y hablan como locos, las mujeres no lo hacen nada de mal. Hay que matar de alguna manera la noche. En la madrugada algunos empiezan a retirarse, la Marcela y el Pato los despiden, aprovecho de decirle a Alberto que nos vayamos. Está ebrio, me dice espérese pues mijita ¿cuál es el apuro? y no digo nada. Pienso, el apuro es salir del grupo de siúticos que me mortifican. Me fumo el último cigarrillo y me integro al resto de mujeres, me limito a escuchar las necedades que hablan. ¿Será todo el mundo igual? A las tres cincuenta y cinco de la mañana, el “pelota” de Alberto me indica que al fin nos vamos. Busco las chaquetas, mi bolso y nos despedimos. La escarcha cubre los vidrios del auto, enciende la calefacción, me apesta el zumbido, nos vamos a casa, entramos, las sombras nos saludan, no se siente ni el canto de un grillo, enciendo la luz y le pregunto si quiere un té. No, me dice,
  • 14. 14 vamos a acostarnos, este huevo quiere sal me digo, pienso que no tengo ganas y dejo que se vaya a acostar primero, instalada en el living tomo un vaso de coca- cola y fumo, las volutas se propagan una tras otra en la sala, mientras pienso que detesto tener sexo con un tipo bebido. La verdad que no me acuerdo si alguna vez fue grato estar con él y su aliento alcohólico carcomiendo mi rostro, menos mal que mi retraso dio resultado. Observo el entorno, apago el cigarro y la luz. Me voy a la cama ¡Qué rica la encuentro sin un vampiro que me acose! Claro, esto lo pienso ahora, antes hubo muchas noches que buscaba a Alberto por esa necesidad que tenemos las mujeres de ser regaloneadas, esa niña chica que habita en nuestro interior que quiere que la mimen y al final entregamos sexo a cambio de un par de caricias. Muchas veces dijo ¿qué te pasa?, déjame dormir que estoy cansado, con una cara odiosa indescriptible ¿Será el destino de nosotras? Antes, como decía, lo buscaba, ahora ni me atrevo. Por decir lo menos, tal vez no se trata de no atreverme sino que me faltan las ganas.
  • 15. 15 7 Sábado. Nos levantamos tarde. Nicolás y Camilo van al colegio al grupo de ajedrez y Alberto sale al mediodía como es habitual. No sé a dónde va, tampoco pregunto. Voy a la cocina y converso con la Pepa. Ella hace el aseo, yo cocino, enciendo la radio para animar el trabajo. A las dos llegan los niños, almorzamos sin el papá. Como es habitual los días sábados, no aparece sino hasta muy tarde. La Pepa pidió permiso para irse en la tarde a su casa y volver el domingo en la noche, no hay problemas le digo, hoy no saldremos a ninguna parte, a lo más iremos a arrendar unos videos para ver después de comida. Se apresura a lavar los platos, le digo que deje en el microondas el almuerzo a su jefe. Converso un poco con los niños, acaricio a Camilo, él va en busca de una naranja y sale a jugar, ¡te quiero mamy! me grita. Me hace feliz. Nicolás va a la pieza del computador. Me preparo un cafecito y enciendo un cigarrillo, el primero del día, su aroma me reconforta. Busco el libro “Este domingo”, para terminarlo, me parece bueno. Alberto llega a las cuatro p.m. con cara de pocos amigos y diente de caníbal. El sábado lo terminamos como pensaba: fuimos a arrendar videos al Blockbuster y los chicos tomaron bebidas acompañados de palomitas de maíz, nosotros, una piscola y un montón de papas fritas.
  • 16. 16 8 Domingo. A Tito le dio un ataque de religiosidad, fue a misa con Camilo. Almorzamos a las dos, después nos fue a dejar a casa de mis padres con Camilo. Nicolás fue a jugar fútbol. Conversamos con mis viejos, nos acordamos de los parientes. Todos están bien, claro, si alguno estuviera enfermo lo sabríamos, las malas noticias corren rápido. Se nos ocurrió con mamá hacer empanadas de queso, una forma de entretenerse en esta larga tarde dominguera, donde el sol apenas abre sus párpados. Terminamos la tertulia familiar con un mate y empanadas, conversamos de nuestros abuelos maternos y su vida en el campo, lo déspota que era el abuelo con la abuela y lo nada de fiel que fue con la pobre vieja, hasta tenía sus devaneos con las empleadas de la casa. Propio de los grandes propietarios de fundo, poder, abuso y machismo, este último por toneladas. ¡Pobres mujeres! no podían emitir palabra ante tanta arbitrariedad. No sé, los recuerdos de mi abuelo no me son gratos, me duele pensar que mi mamá creció con un padre así y con una madre golpeada por él. Aún cuando las mujeres de este siglo todavía sufrimos la infidelidad y el machismo, claro que ahora también algunas mujeres no se quedan atrás en cuestiones de amoríos extra maritales. No sé si yo sería capaz de engañar a Alberto, nunca se me ha pasado por la mente, el ejemplo de mis padres me hace desear un matrimonio para toda la vida. No sé hasta qué punto será posible, hay tanto que soportar. En todo caso fue agradable conversar y compartir, para llenar ese vacío, la terrible carencia afectiva que imagino todos tenemos en algún grado. Los viejos nos entregan tanto amor, es lo que cuenta. Tarde retornamos a casa y terminamos el día domingo viendo televisión. Es lo usual, callados, ensimismados en nosotros mismos, en tanto los hijos hacen los últimos preparativos para el colegio, luego de haberles planchado los delantales, los pantalones y revisar sus camisetas y calcetines. Es pesada la labor de la casa, menos mal que tengo a la Pepa, pienso. Porque no tengo dudas: no nací para dueña de casa pero, vaya que me ha tocado. Sobretodo con un marido que no ayuda en nada. Ya me imagino a Tito cocinando, se le caería tres veces el pelo o
  • 17. 17 patearía la cocina a los cinco minutos, si ni siquiera es capaz de prepararse una taza de café. Bendita sea mi suegra que en paz descanse, ¡puchas! que enseñó mal a sus retoños, me pregunto ¿qué diría el niño terrible que es Alberto si encontrara este cuaderno?, mejor ni pienso, si hasta el hecho que lea le parece estúpido. El fútbol, la política, los negocios, el café Haití. Es todo lo que le interesa, el resto puede desaparecer y seguro no se dará cuenta.
  • 18. 18 9 Lunes. Empezó otra semana, un aburrimiento. La rutina de siempre, los chicos al colegio, disponer el almuerzo y hacer las compras. Se me ocurre tejer un suéter para Camilo, salgo a comprar lana y llego a casa con ella y palillos nuevos. El Nico se pone celoso, ¡Cómo cresta agradar a todos! Pensará alguno en ¿cómo agradarme a mí? …. Lo dudo. Deseo que mis hijos se lleven bien como toda mamá y es lo natural por lazos sanguíneos y por el tiempo vivido en común. Pienso que una buena relación entre hermanos ayuda a sentirnos mejor. Yo no tuve eso con mi hermana, y pesa mucho, querámoslo o no, es un enorme vacío. No se porqué será que cuando el interlocutor es un amigo o un compañero de trabajo expresamos lo que sentimos o lo que queremos, podemos tratar las discrepancias e incluso los conflictos. Sin embargo a veces nos sentimos incapaces de tratar ciertas cuestiones con nuestros hermanos. Enseguida salta la chispa, la discusión, nos llenamos de rabia y resentimientos. O también puede ocurrir que nos encontremos con una fría acogida a nuestro propósito de entablar una conversación sobre el tema que nos interesa, lo que nos desanima a un nuevo intento. Definitivo, no me gustaría que mis hijos se llevaran mal. Me preocupa esto, simplemente porque no deseo que sean tan poco hermanables como mi hermana y yo. Supongo que tengo mucho que hacer con mis hijos por este motivo. ¿Quién dijo que en casa las mujeres no trabajan? Ya quisiera yo que los machos se vieran con labores de casa, plata justa, tareas escolares, y más encima actuar poco menos que de sicólogas para arreglar los conflictos de los niños. Agreguemos como gran filete: a los maridos ¡Qué fácil es la vida para los hombres! A ellos sólo les interesan las mujeres para que le hagan las cosas y ojala sean mudas. Así no se rompen los sesos tratando de comprenderlas. Creo que lo ideal para estos especimenes es que tengamos cerebro de pájaro y resistencia bruta. Para aguantar el morral de sus tonterías.
  • 19. 19 10 Miércoles. Ayer no escribí nada, amanecí bajoneada. Los recursos escuálidos me aquejan, es terrible pedirle plata al marido, no disponer de un peso. La cesantía me duele. Retomo el tejido, mientras me pregunto ¿Y para esto estudié? La amargura me invade, el horizonte se visualiza desteñido. La rutina doméstica agobia, hay frío en la atmósfera y traspasa mis huesos el desconsuelo. Me siento abandonada por el hombre con quien comparto la vida. Alguna vez tuvimos sueños, ilusiones, esos anhelos previos al matrimonio, una casa, hijos, un hogar, con el pasar de los días, meses, nos fuimos distanciando. Sería más apropiado decir que compartimos techo. Solo eso. El trabajo de Alberto y su ambición nos ha alejado. Luego, mis estudios y responsabilidad laboral, los horarios, los amigos de Tito y los niños, si, los niños, terminaron por alejarnos cada vez más. Subsiste el compromiso, las obligaciones. El amor creo que se marchitó en la prisa, en las duras jornadas de trabajo. Pasa que las llegadas tarde y el cansancio matan la calidad de vida y terminan por ser las armas destructoras del afecto y la caricia. Bueno es lo que pienso, tal vez sean otros los motivos pero no me atrevo ni siquiera a escribirlos, es duro verlos en la página, no estoy preparada para ello. Debo tener calma y encontrar algún atisbo que ilumine esta vida mía desarmada por la escasez de afecto. Alberto ya no es el mismo, es más, nosotros ya no somos los mismos. Y decir nosotros no parece exagerado cuando la garra del silencio se agiganta al pasar los días.
  • 20. 20 11 Jueves. Estoy sola, la Pepa salió a comprarse medias. Los niños están abajo con sus amigos. Alberto me buscó anoche para tener sexo, fue espantoso, mi vida sexual es un desastre y no sólo eso, me siento cada día más vacía. Una pálida y húmeda sonrisa baña las habitaciones de la casa, un temblor anida en mi pecho, la soledad se erige en la más fiel compañera. La sensación de ser ajena a este mundo invade mis huesos hasta sentir las lágrimas descender por mi cara mientras crece la angustia insoportable. Descubro que este llanto se ha deslizado como un largo gusano por los muros de un túnel en el que se hace inalcanzable vislumbrar un mínimo relámpago. Los años han pasado ocultando este dolor tras una apariencia de normalidad difícil de mantener. He sido siempre terriblemente desdichada, es primera vez que escribo esto, reconocerlo y leerlo en la página me hace sentir una bola de fuego aprisionándome el pecho, tengo el pulso acelerado y la garganta seca, tomo un vaso de agua y bajo las persianas. Se alborotan en mi mente las interrogantes sin respuestas, como si todo me hubiera abandonado.
  • 21. 21 12 Viernes. Fui a casa de los viejos, mi madre no estaba, sale con frecuencia a hacer los encargos de mi hermana Betty, es su costumbre. Antes de regresar a casa pasé al negocio de Susana y charlamos un rato. Ella se quejó de lo mal que iba el negocio, yo, del precipicio que mis pasos bordean. Mi vida transcurre plana. De nuevo hoy la angustia habita mi pecho, inevitablemente. Camino entre la gente, siento que el mundo se me cae encima, compro una flauta que Camilo tiene que llevar a clase de música, el colegio es un gasto que no para. Hablé por teléfono con mi cuñada Berta, me reclama que no la voy a ver, busco excusas y salgo bien parada, la verdad es que la parentela me apesta. Debo aclarar que Berta es muy afectuosa conmigo, pero no quiero que se de cuenta lo infeliz que soy con su hermano, ocultar a la familia de Tito nuestra infortunada relación ha sido mi costumbre, es la realidad hipócrita de siempre, la del medio en que nos movemos, del que es difícil escapar. ¡Cuánto durará este secreto! La crisis, la tristeza, hasta cuándo podré contenerla. Si alguno de mis cuñados pregunta algo, muy sutilmente le digo no preguntes tonteras y cambio el tema rápidamente. Jamás dejo ver que mi vida junto a su hermano carece de todo sentido. A fin de cuentas, es parte de la tradición de las mujeres de mi familia. Disimular, aparentar. Es lo aceptado socialmente. ¡Mierda!
  • 22. 22 13 Sábado. Alberto me dijo que fuéramos al supermercado. Me carga ir con él, es un idiota la cara se le transforma en el supermercado a causa de sus mañas. Me estresa. No se para qué insiste que vaya con él, no me deja elegir nada. Todo lo escoge él de las estanterías, como si yo no tuviera criterio para seleccionar la mercadería, él lo sabe todo, menos que me tiene harta. Hubo un tiempo en que las cosas eran diferentes. Días en que entrar juntos al supermercado, era una aventura, elegir felices, de común acuerdo las cosas y sacarlas con sonrisas de las estanterías. Entonces no existían rictus amargos en los labios, ni miradas llenas de reproches, ni un leve dolor de estómago, ni la estúpida sensación de culpabilidad. Hoy vivimos arrastrados por el torrente de cuentas, acosados por el próximo mes y su carga de responsabilidad. Millones de puntos álgidos ha acumulado el día, la noche, los amaneceres, y esas decepciones forman un gran orificio en la manta que alguna vez me encargué de tejer para proteger a mis hijos, a Alberto, a mí. Se cayeron los luceros de antaño a la gran ciénaga de la incertidumbre, al abismo de la indiferencia, los vehículos del encanto me dejaron plantada en la berma. Ninguno se ha detenido por mí.
  • 23. 23 14 Domingo. Los niños quieren que les cocine cosas ricas, las alternativas son pan amasado, panqueques con manjar, sopaipillas. Triunfan los panqueques. Igual hice unos pocos panes amasados, Alberto es loco por el pan caliente, yo apenas pruebo un panqueque. La tarde del domingo se me hace larguísima, como una cuncuna kilométrica. Tomo el tejido, la verdad es que me está quedando hermoso, eso me reanima. Hice once comida y luego planché los delantales de los niños, el rito dominguero. Reviso las tareas del chico, le ayudo a ordenar la mochila, le preparo el baño, me instalo frente a la TV hasta pasado las doce de la noche, no sé lo que veo, no logro concentrarme. Los pensamientos son lanzados en mi mente como un gran chorro de agua al verde prado. Inútil. Nada parece relucir, todo es estéril. Sentada en el sofá, me digo, esta es mi vida y lo será hasta el día que me muera, me dan ganas de llorar. Estoy en una prisión, me pregunto ¿qué voy ha hacer?, sin trabajo todo se complica, debo soportar las actitudes denigrantes de Alberto respecto al dinero, que me deje la plata en el velador sin decir palabra, o que me mire en forma despectiva cuando le pido dinero, y que me exija con voz de mando: anota los gastos en un cuaderno y no llames tanto por teléfono, los voy a revisar cada mes. Se hace insoportable el control económico y psicológico que está ejerciendo sobre mí y yo soy débil, una cobarde con los pies metidos en un gran pantano. Pienso en mis hijos, y es mi único aliento, por ahora. ¿Hasta cuándo? Ojala pudiera responder.
  • 24. 24 15 Lunes La Pepa me sirve desayuno, me consulta por la ropa que tiene que lavar. Le pido que me compre cigarrillos. Doy unas vueltas en la cocina, voy al comedor, saco el florero y lo limpio, dejo unas rosas amarillas en agua. Voy a la ducha, me miro largamente en el espejo: joven, nada de fea y aburrida. Me pongo unos jeans y un polerón delgado, tomo la cartera y salgo. Hoy no almuerzo en casa, me asilaré toda la tarde donde mis viejos, llevo un libro de Maupassant para entretenerme. No leí absolutamente nada, el plan lo echó abajo uno de mis queridos tíos de visita en casa de los viejos. ¿Cómo que no estás trabajando? Y ¿por qué?, con tus estudios deberías hacerlo y ganar buen dinero, y blablablabla…… lo increpo ¿se ha preguntado usted si hay mercado laboral para mujeres que han pasado los treinta años? Me mira asombrado y responde: es que tú no has hecho nada… y ¿cómo sabe usted? Se encoge un poco, hace un gesto con uno de sus hombros. Queda taciturno, me mira, yo sigo ¿ignora usted los índices de cesantía de este país?, de inmediato se pone a defender al gobierno y yo le digo por favor no, no más palabras, y voy a la cocina a echar un par de puteadas por este viejo de mierda que se viene a meter donde nadie lo llama. Mamá me observa con un pedazo de queso y un cuchillo enorme en su mano, dice perdónalo, es tu tío. Yo quisiera tomar el cuchillo, ir al living y cortarle la lengua a ese viejo huevón. Maupassant quedó en el olvido. Este lunes fue horrible, la impotencia es mayor que cualquier otro día, la amargura me inunda, creo que todo es hongo, un gran hongo, repito como tonta y me preparo un pisco sour gigante y me lo tomo sentada mirando el cielo sin luna ni estrellas.
  • 25. 25 16. Martes Me despertó Fabiola para invitarme a una reunión de ex compañeros de estudio. Le pregunto la dirección y le digo que trataré de ir. El miércoles a las 20 horas me recalca, no faltes, está bien respondo. Me levanté tarde, estuve tejiendo en la cama, terminé la parte delantera, me faltan las mangas. Camilo es tan tierno y amoroso, es lo único que me da vida, Camilo y Nicolás. Lo demás, una mierda. El resto es sinónimo de Alberto, alias Tito, alias el rey de la noche, alias el hombre que me tiene hasta más arriba de la coronilla. Me acurruco en la cama, que se asemeja a una barca a la deriva, me tapo hasta la cabeza sin dejar de pensar que estas quejas son tontas, inútiles, porque en el fondo sé que debo tomar una decisión, que esto no puede ser. No debe ser. ¡Qué bruta soy! Aquí en medio de todo, sin nada que me saque de esta inercia absurda y real como mi cobardía e indecisión.
  • 26. 26 17 Miércoles. El día transcurre lento y tranquilo. A las dieciocho treinta me levanto del sofá para meter mi humanidad bajo la ducha. Iré a la reunión que me invitó Fabiola para ver si sucede algo interesante. Por último algo de distracción que me aleje la monotonía, la casa, los niños y…..Alberto. Ubico un terno en el closet busco una blusa que le haga juego, unos zapatos cómodos, los mocasines negros le quedan bien. No le dije a Alberto que saldría, para qué, tal vez llegue más tarde. Me despido de los niños y de la Pepa, Camilo dice mamá tráeme algo, pienso, a la hora que regrese no habrá boliche abierto, lo beso y lo aprieto contra mi cuerpo. Amo a mis hijos. Es la verdad más verdad de toda esta vida. Salgo cabizbaja rumbo a la evasión, el imán cotidiano que me lleva por no sé qué camino.
  • 27. 27 18 Jueves. Escribo sentada en la cama, pareciera que estoy en una isla, una isla en la que puedo tomar un café amargo, que me irrita el estómago pero que logra despabilarme. Son las doce cuarenta y en puntillas como si alguien estuviera al acecho saqué el cuaderno del cajón con el lápiz infaltable entre sus hojas, me tiembla un poco el pulso y estoy con la cabeza pesada, pero el deseo de registrar lo que me inquieta es más fuerte que cualquier molestia, escucho a la Pepa tararear una canción en la cocina, los niños tardarán en llegar. Ayer llegué de madrugada. Se me pasó la mano, bebí demasiado, sin embargo no logré perder los quilates, eso es algo que me gustaría, tal vez me sentiría un poco más radiante. La felicidad es una negra desconocida para mí, la vida es como una enorme víbora que ahoga con su carga rutinaria, una gran mochila de responsabilidad y deber cuyo peso dobla mi espalda. El sol hiere mis ojos, su luz rasga la habitación y agiganta mi tristeza. Necesito amar y ser amada como la mujer que soy, he perdido la esperanza y no hay nada que me anime, a veces creo estar lista para tomar una decisión y luego tambaleo, soy débil pienso y viene la resignación. No tengo trabajo, eso complica y sume en un letargo indefinible. Mi vida son mis hijos, verlos crecer me emociona, la madre que me habita minimiza a la mujer. Ocurre a veces y creo que es mejor así. Olvidarse de ser mujer ¿acaso se puede? Con todo el peso de haber nacido en un hogar conservador, apegado a las reglas sociales, al parecer sí, sólo que ahora se está convirtiendo en algo sumamente difícil.
  • 28. 28 19. Viernes Hoy llevé a Camilo a control médico, al parecer sufre de colon, el gastroenterólogo le pidió unos exámenes. No sé por qué diablos este chico me salió tan nervioso, herencia materna parece. Cuando niña solía sufrir de dolores de estómago, nunca supe por qué. Mi madre me llenaba de agüitas calientes en la noche y agua del carmen en terrones de azúcar antes de irme al colegio, por si acaso, decía. No recuerdo como desaparecieron las molestias junto con esos ritos maternos. En la tarde recibí el llamado sorpresivo de Matías. Increíble. Me invitó a salir, y yo acepté. Quedamos de juntarnos en el Royal Pub, mañana a las ocho de la noche. Será la primera vez que salgo un sábado, sola, sin Alberto.
  • 29. 29 20. Sábado. Como todos los sábados preparé el desayuno, pan tostado con huevos revueltos. Anoche, casi después de las doce, se me ocurrió hacer un queque, así que acompañé las tazas de té con una gigantesca rebanada de dulce bañado con manjar, los chicos estaban felices, y yo por ellos. Hoy no fui a las compras. Lo hizo Alberto acompañado de los niños, me metí a la cocina y me puse a charlar con la Pepa. Está sufriendo de mal de amores, es que la Pepa es una polola incurable, me entretiene con sus historias, yo le digo cuidado no vayas a salir con un domingo siete, me mira y se mata de la risa, lo pasamos bien con la Pepa, nos queremos harto. Luego de ayudar con el almuerzo me fui a ver la ropa que usaré para la cita con Matías, espero que hoy Alberto salga con sus amigos para estar tranquila y sin culpa, típica enfermedad de las mujeres criadas con mentalidad machista, no destiño en eso, muy a mi pesar. El suéter para Camilo lo terminé, quedó hermoso y él feliz.
  • 30. 30 21. Domingo Anoche fue especial. Hacía tanto tiempo que alguien no me llenaba de atenciones. La noche estaba cálida el cielo plagado de estrellas y un lucero nos sonrió con desparpajo. Matías se confiesa mi admirador, dice que hace tiempo que deseaba verme, lo escucho y me hago la tonta. Me dejo regalonear. Nos tomamos unos combinados con una tablita. Estuvo delicioso y la velada también. Cual cenicienta me fue a dejar a la casa a las doce de la noche, quedamos de volver a vernos, qué rico. Matías me entretiene y ya no me siento tan sola. Suerte la mía, Alberto no ha regresado, fue a jugar pool con sus amigos, Nicolás salió a casa de Rodrigo su amigo de siempre, Camilo jugó hasta tarde y duerme plácido. Me encontré a la Pepa sentada en el living viendo tele. Pepiña pregunté, por qué no nos tomamos un café con galletitas y luego nos fumamos un cigarrito, me mira y sonríe al tiempo que dice ¡esa es mi patrona! y agrega, parece que le fue bien en la salida. Es pícara la Pepa, yo me quedé callada y desvié el tema. Hoy domingo serví de almuerzo lo que quedó de ayer, agregué una sopita y listo. Alberto fue al estadio con Nicolás, Camilo quiso quedarse conmigo, o mejor dicho jugando. Me puse a hacer pan amasado, rematé el domingo viendo televisión enterrada en un sillón del living. Cuando me fui a acostar me encontré a Tito con la boca abierta roncando y con el control en la mano, le retiré el control de la mano y le saqué los lentes, me miró con un ojo y la cara agria, protestó, no le hice caso, apagué la TV y la luz.
  • 31. 31 22. Lunes Demasiado tranquilo el fin de semana. Lo que no hablamos con Alberto lo discutimos enfurecidos en la mañana del lunes. Motivo: la plata, eterno problema de los matrimonios, que se gasta mucho en la casa, que soy una irresponsable, que no me preocupo lo suficiente de los niños, que no hago nada mientras él pobrecito, se saca la cresta por nosotros. Para abreviar le tiré el anillo por la cabeza, salió como un energúmeno, yo me quedé llorando como una estúpida. ¿Quién cresta inventaría el matrimonio? Obvio que no me hice mayor atado con el almuerzo, le dije a la Pepa que hiciera un puré con huevo frito y una gelatina con manzanas para los niños, y salí a casa de mi madre para alejarme de los hielos que habitan la mía y que amenazan con congelarme. No vuelvo hasta la noche, la casa me tiene harta. Posibilidades de trabajo: cero.
  • 32. 32 23. Martes Anoche llegué a casa tipo diez de la noche. Nicolás se acercó a darme un beso, me tomó la mano y mirándome con sus grandes ojos azules, me dijo que necesita zapatillas nuevas, le respondí que hablaré con papá, después, Camilo me atrapó con unas tareas de matemáticas, éste niñito no ve una con los números. Le ayudé a ordenar su mochila, lo acompañé a ponerse el pijama, le dije lo mucho que lo quería, él me abrazó y me dijo te amo mamy, yo me derretí, la vida solo por eso vale la pena. Me fui al living y llamé a la Pepa. El Nico todavía chatea con sus amigos, suerte que no ha llegado el ogro. La Pepa me cuenta como va la novela del canal nacional, nos fumamos un pucho, miro el reloj, las veintitrés cincuenta y ocho, Alberto no llega, que bueno, me daría lata verle la cara. Y no se la vi. Hoy martes fue un día normal, llamé al gásfiter para que arreglara las llaves de la cocina. Me llamó la Marcela para saber como estaba, como las peras le dije y le conté el episodio con Alberto, los hombres son una mierda me dijo. Estoy de acuerdo. Quedamos de salir un día, ella también está apestada con el Pato. Puros problemas.
  • 33. 33 24. Miércoles Matías llamó hoy, quiere que nos veamos de nuevo. Le digo que tengo un montón de cosas que hacer, que lo llamaré mañana. Medio descontento dice que esperará mi llamado, agrega no me dejes esperando, respondo te llamaré. Hoy llevé a Camilo a hacerse la endoscopía. A la vuelta del centro médico llamé a Marcela y nos juntamos en el Piazza, pedimos una lasaña exquisita y unos vinitos y piscos acompañaron la charla. No podía ser de otra manera, ambas tenemos la vida complicada, Marcela culpa a la falta de comunicación su maltrecha relación con Patricio y yo la escucho cuando se explaya: La fantasía del noviazgo es tan estrambótica, ¿qué pasa con los jóvenes esposos que tanto se amaban cuando eran novios? Si bien es cierto que durante la época de noviazgo se dieron en parte las condiciones para que la pareja se enamorara, al llegar al matrimonio, una vez " conquistados" se descuidaron elementos que un día permitieron que se fijaran el uno en el otro. ¡Ah! Ya sabes dice Marcela con aire de añoranza, el noviazgo es una época de intenso romance que indudablemente favorece la comunicación. Cuando estamos enamorados manifestamos continuamente que nos amamos, compartimos sueños, nos ponemos metas y ¿por qué no decirlo?, también preocupaciones y tristezas. Se saben interpretar los silencios y caras largas, con una flor o un chocolate, surge nuevamente la más alegre de las miradas; porque el corazón enamorado busca la felicidad del ser que ama, prosigue entusiasmada, contaba una amiga que hace cursillos en la iglesia, que recientemente en uno de preparación para el matrimonio se le preguntaba a una pareja de novios: " ¿han hablado de sus diferencias, de sus gustos, de sus cualidades y sus defectos?’ "Todo nos lo hemos dicho" fue la respuesta "¿Y qué cualidad te atrae más de tu novia?, preguntaban al muchacho y la respuesta fue: "todo". Y al preguntársele por el defecto que mas le disgustaba, su respuesta fue: " ninguno". ¿Qué sucede al llegar al matrimonio?, sabes chica, continúa la Marcela, no logro comprender lo que nos pasa, sólo que todo enseña que el lenguaje absoluto de los enamorados
  • 34. 34 es síntoma claro de la falta de objetividad que hay en el romance, con razón se dice que "el amor es ciego pero los vecinos no”, un par de carcajadas acompaña este afirmación al instante pone cara seria y dice, esta falta de objetividad crea falsas expectativas en los enamorados, es la que causa en el matrimonio las crisis en la comunicación, porque al llegar al matrimonio, nos damos cuenta que la realidad es otra. Ni uno ni otro somos tan virtuosos como para decir " Todo me gusta de él o de ella " o "Nada me molesta". Cuando empieza a faltar el botón en la camisa, o la llegada tarde, o los malos genios, o la ropa tirada, o la crema dental destapada, para añadir a la lista las angustias del pago de arriendo y la plata no alcanza, o la pelea porque hoy no quiero visitar a tu familia, o me molestan tu grupito de amigos etc. Le digo a Marcela que coincido con ella, que todo lo que ha enumerado contribuye a que la comunicación empiece a descender de nivel. Es donde empezamos a fastidiarnos por todo. El lenguaje absoluto que se utilizó durante el romance surge nuevamente pero invertido. Si se le pregunta a un esposo desilusionado de su matrimonio: "¿Que te gusta más de tu esposa? " casi con seguridad la respuesta será "nada". ¿Y que te molesta? Responderá "todo". Nos reímos a carcajadas de esta realidad tan nuestra que nos aflige, al tiempo que Marcela cuenta que en una oportunidad un consejero matrimonial le preguntaba a un joven que se estaba separando de su esposa" qué fue lo que te enamoró de fulanita? Respondió: "Su alegría, su orden y su franqueza”. ¿Y por qué te vas a separar? "por su alegría, su orden y su franqueza ", fueron las respuestas. Nos miramos sintiéndonos cómplices, sabemos que la práctica le da la razón a esta anécdota. Yo acoto, el hilo que nos mantenía unidos con Alberto se rompió con la deficiente comunicación que practicamos. Cuando no se le reconoce al otro sus propios valores, entre paréntesis pienso que mi marido no me reconoce ninguno, no sé si a ti te pasa pero acontece que no buscamos los momentos oportunos para decir las cosas, y en lugar de una comunicación respetuosa, abierta y transparente, se presentan las agresiones de doble vía; se acaba la paz del hogar y también la comunicación que quedaba. Afirmo, las relaciones familiares se deterioran al no saber decirse las cosas con amor y comprensión, al no saber el
  • 35. 35 uno interpretar lo que el otro le quiere decir, al tratar de cambiarle a como dé lugar para hacer realidad las expectativas que llevaron al matrimonio, al asumir actitudes defensivas cuando se sienten atacados en su intimidad, al no sentirse aceptados por ser como son, y al no contar con el estímulo para asumir con plena libertad la mejora personal. A esto se añade que ha desaparecido del lenguaje de los gestos, el detalle amoroso, la caricia tierna, el susurro al oído para decirle al otro "te quiero y me haces falta". Marcela opina que esto por lo general, conduce a una crisis total, o a un rompimiento definitivo, acomodándonos en una falsa tolerancia nada saludable para la relación. Y te digo nada saludable, porque lleva a que cada uno viva su vida en forma independiente, alejándose de la verdadera realidad de lo que es el matrimonio. Enciende un cigarrillo y me queda mirando, entonces, Marcela, le digo, fíjate que yo creo que siempre estuve abierta a la comunicación, siento que Alberto no quiso abrirse luego de pasado un tiempo de casados, creo que él cortó la comunicación, debo asumir que los dos hemos fracasado, el matrimonio es de a dos, ¿no?,si falla, ambos somos responsables. Marcela asiente y agrega: Pato y yo cerramos nuestro corazón de tal manera que ni siquiera sacamos unos minutos de nuestro valioso tiempo para hablar de los dos, de las inquietudes, temores, de lo que cada uno lleva dentro, ni siquiera de nuestras esperanzas e ilusiones. De todo lo que está afectando positiva o negativamente la relación. Con expresión filosófica y el ceño fruncido añade, a ninguna de las dos nos ha ido bien en nuestras relaciones de pareja, pero ¿qué podemos hacer?, ¿separarnos?, ¿y los niños?, siempre está presente el tema de los niños. Le digo Marcela, yo no comulgo con la separación pero no creo que esta sea más dañina que el hecho que los hijos experimenten el problema, es decir lo vivan día a día. No sé. Pienso eso sí que hay que ser muy valiente para tomar esa decisión y yo no estoy preparada. Tal vez debamos tomar un curso, no dicen que la comunicación es un ¿arte?, quizás podamos aprenderlo, nos sonreímos y alzamos las copas para desearnos suerte, sabemos que la tarea es difícil, Marcela puede que aún tenga fuerzas para mejorar la relación, pienso que es tarde para mi, no me interesa Alberto. Y señalo, Marcela, Tito y yo no tenemos nada en
  • 36. 36 común y tengo entendido que la comunicación no consiste simplemente en decir o en oír algo, la palabra comunicación en su sentido más profundo significa "comunión"; compartir ideas, sentimientos, etc. en un clima de reciprocidad, y termino, con Alberto estamos muertos el uno para el otro. Marcela, abre sus ojos ¿realmente lo sientes así?, y respondo: literalmente es así. Nos quedamos serias, sumidas en nuestros pensamientos palpando la elipsis sobrecogedora. ¿Qué puede ser más espantosa que la propia realidad? Nos despedimos levemente desahogadas y tranquilas dentro de lo que se puede estar, no vivimos una situación maravillosa, pero ¡Puchas, que es bueno!, contar con una oreja amiga. Al llegar a casa encuentro a todos durmiendo. ¡Qué bien!, así puedo escribir y me permite cerrar el día con mejor humor.
  • 37. 37 25. Jueves Temprano llamé a Matías y quedamos de juntarnos a las ocho en el mismo Royal, lo noté contento, cariñoso. Salí de compras con mamá temprano, luego almorcé con ella, llegó la Katty y estuvimos chachareando. La Katty es la amiga eterna de mamá. Me vine a casa a la hora que los chicos llegan del colegio, los acompañé a almorzar, Nicolás me mostró una prueba de castellano con un seis. Al fin mejora las notas. Batallamos con Camilo con unas tareas de matemáticas, luego cada uno salió. Me puse a coser unos botones del delantal de Camilo. ¡Que desastre! vive sin botones este niñito y yo los pego a regañadientes, detesto coser. A las siete me arreglo para salir, le aviso a la Pepa que llegaré tarde, que le vaya bien señora me dice, yo me sonrío apenas. En el Royal, Matías está fumando un cigarrillo, al verme se levanta y me dice pensé que no venías, Matías por dios me atrasé un minuto le respondo. Pedimos una pizza con cerveza, y yo que no soy conquistadora ni coqueta recibo los piropos de este hombre con una leve emoción. Al fin y al cabo me la paso sola y sus palabras me levantan el ánimo, casi me consuelan. Por primera vez él toma por un instante mi mano y dice me gustas, disimulo mi sobresalto. Nunca he pensado ser infiel le digo, me mira y me responde déjate llevar, tengo miedo balbuceo, Matías me dice salgamos de aquí, vamos a dar una vuelta. Sin palabras nos dirigimos a su auto. Veo que Matías toma el camino a Penco, se detiene en el mirador de Lirquén, me toma la mano y la besa, yo tiemblo, te quiero dice y yo lo miro muda. Nos besamos en los labios y nuevamente besa mis manos, nos quedamos absortos observando el paisaje, la playa, el fulgor del horizonte sobre el mar, un barco solitario, unos estudiantes de la mano. A nuestro lado se estaciona otro vehículo. Vamos, le digo mirándolo, él me observa callado, aprieta mi mano y pone en marcha el motor, pregunta si nos veremos de nuevo, si tú quieres, respondo. Sonríe. Mientras retornamos a Concepción me cuenta de su trabajo, del ascenso que espera en un par de meses, de las ganas que tiene que salgamos juntos un fin de semana,
  • 38. 38 permanezco callada, no sé cómo puedo hacer esto me digo. Me deja frente a mi casa diciendo, te llamo mañana, bueno le respondo. No quiero pensar. Subo con lentitud las escaleras mientras me pregunto si esperaba esto, no sé la respuesta, sólo sé que nunca me pasé un rollo con Matías ni con nadie. Saludo a la Pepiña, el caballero llegó temprano, comió y se fue a acostar agrega, qué bueno respondo, dame un tecito, y los niños consulto, duermen dice colocando sus manos juntas sobre la mejilla izquierda. ¿Y tú que estás haciendo despierta?; me puse a ver la película del canal trece dice, planché un poco también, enseguida me pregunta ¿cómo le fue?, y yo respondo bien, demasiado bien y me largo a reír para disimular mi nerviosismo, me observa y sonríe sin hacer comentarios. Voy al dormitorio de los niños, le tiro un beso al Nico, quedo mirando a Camilo, acaricio levemente su carita blanca, sus cabellos rubios, se da vuelta en la cama, tomo su brazo y le digo que se quede tranquilo y siga durmiendo, refunfuña algo que no entiendo, lo arropo y salgo a tomar ese té que la Pepa ya tiene en la mesa del comedor, conversamos, y luego, tarde, puse bajito el equipo con el concierto para piano de Chopin, envuelta en la música me puse a escribir.
  • 39. 39 26. Viernes Anoche me costó conciliar el sueño. Esta vez no fueron los desaforados ronquidos del ogro, me inquieta lo que pueda pasar con Matías, las repercusiones que pueden traer a casa, los niños están chicos, yo sin trabajo, no puedo pensar en una separación. A mis viejos se les caería el pelo y Betty, mi hermana mayor, tan conservadora y religiosa me recriminaría. Cerca de las cuatro de la mañana, luego de mirar el reloj y darme otro par de vueltas en la cama, me quedé dormida. Nada de tranquilo mi sueño. Alberto me despertó a las ocho, se dignó a dirigirme la palabra para decirme ahí tienes la plata para las zapatillas de Camilo y agregó con cara mustia resuelve hoy ese problema. Para él siempre es un problema comprar la ropa para los chicos, claro, si estaba acostumbrado que yo corriera con esos gastos. De ahí su indignación porque no trabajo. Y qué quiere que haga, los trabajos no llueven ahora. Matías quería que nos viésemos hoy, le dije no puedo hasta el lunes, casi se murió. Le expliqué que no podía repetir la salida hoy y el día sábado menos, sería problemático. Al fin entendió. Bueno, el lunes entonces a las ocho en el Royal, dijo en un tono no muy complaciente, está bien respondí y agregué cuídate mucho, tú igual querida mía, escucho que dice por el otro lado del auricular, me estremezco hasta ponérseme la piel de gallina, una sensación de placer se deslizó por mi entrepierna. Colgué rápido y para olvidar mis temores me metí a la cocina. Esa olvidada sensación me acompañó durante horas, una corriente electrizante devoró mi pecho, me miré al espejo y los ojos estaban brillantes, hasta me ví más joven. Alberto avisó que venía a comer con unos amigos. Pensé en preparar unas ensaladas con carne y vino tinto, de postre serviría helados con crema, que más, y adobé la carne para la noche mientras la Pepa se afanó en el almuerzo. Dormí siesta para reponerme de la trasnochada, traté de no traer a mi mente a Matías. A las cinco treinta partí al centro con Nicolás a comprar sus zapatillas, a la vuelta, tomé un café y fumé. Nicolás se puso la ansiada adquisición y bajó a lucirse con sus amistades. Arreglé el comedor,
  • 40. 40 preparé pisco sour con pequeñas bandejas de papas fritas, maní, aceitunas y souffles de queso, dejé todo listo mientras pensaba en mi marido con sus amigotes. Fui a revisar el baño, el jabón, las toallas, en tanto Camilo echado cuan largo era en su cama veía tele. Sobre la mesa puse las botellas de vino y arreglé las servilletas, aparentemente la casa estaba en orden. Esperé a que llegara el gran jefe, copuchando con la nana.
  • 41. 41 27. Sábado La comida de anoche resultó bien, eran simpáticos los amigos de Tito. Me reí harto, y bebí más. Hoy el desayuno fue al mediodía. Los niños salieron luego a almorzar donde los abuelos. Le di chipe libre a la Pepa, para qué tenerla encerrada si tengo poco que hacer y sin planes para salir. Después de almuerzo a Tito le dio por ponerse romántico, no lo pesqué y se enojó, tomó las llaves del auto y anunció con voz ronca salgo. No le dije nada, para qué. Llamé a mis viejos y mi mamá me pidió que dejara a los niños con ellos el fin de semana, le digo bueno mañana voy a almorzar y los traigo en la tarde, quedamos de acuerdo. Voy al dormitorio y me acuesto. Dormí tres horas. Estar sin nadie en la casa me relaja, la quietud me encanta. Como algo sola de pie en la cocina, me ducho y me pongo el pijama. Alberto llegó pasado las diez, grita, traigo unos pasteles. Me levanto y le sirvo once comida, intenta hacerse el gracioso. Vano intento, ya no me hace gracia. Permanezco muda ante la TV, fumo un cigarrillo tras otro. A las dos de la mañana voy a la cama, trato de no meter ruido, no me gustaría que Alberto despertase y empiece a molestar. Hace rato que no deseo al vampiro de mi marido.
  • 42. 42 28. Domingo A las nueve estaba tomando desayuno. Anoche pasó lo peor, el ogro despertó y dio inicio a sus arremetidas de conquistador. Lo evité a sabiendas que estas duran poco, lo que dura el juego previo, y éste es mínimo, Alberto sufre de eyaculación precoz y nunca se ha querido tratar. Furioso se dio vuelta en la cama y empezó a masturbarse, me sentí terrible, lo encontré asqueroso. Algo indefinible terminó de romperse en mi interior. Cierto, yo lo rechacé pero él me ha evitado cientos de veces en dieciséis años de casados, no creo que se masturbe porque yo lo rechace, creo que se masturba porque intuye que yo no soy feliz en la cama con él. No se equivoca, aparte de su problema biológico o síquico, hace tiempo se encargó de matar el amor, su machismo y soberbia han destruido la comunicación y el matrimonio. Salvo los hijos, excepto ellos, nada. Hoy más que nunca he deseado ver a Matías. Extraño en mí, pero normal en una mujer de mi edad falta de afecto. Fui a casa de mis papás, estuvimos todos juntos, casi, Alberto no apareció. Marido ausente, padre ausente, yerno ausente. Su alejamiento de nuestra tertulia familiar no me incomoda, al contrario, es un alivio.
  • 43. 43 29. Lunes Ayer llegué ciega a planchar. La Pepa volvió hoy, está preocupada, no le llega la regla, le digo eso te pasa por picada de la araña, me mira compungida. Estas mujeres que no se cuidan, son un cacho, me tinca que está embarazada. Sus escarceos amorosos la fregaron, ¡diablos! Me voy a quedar sin nana, puchas que soy egoísta. La tarde de ayer pasó sin pena ni gloria, una tarde familiar más. Algunos interesantes comentarios sobre la situación económica y lo fregados que estamos todos los chilenos, nada alentadora la conversación, pero escuchar cada una de las opiniones y los acalorados que nos ponemos para defender nuestra opinión, hace algo entretenida la tarde. Me puse de acuerdo con Matías, en realidad confirmamos nuestro encuentro. Me arreglo con mayor dedicación, ubico una falda y me pongo una blusa rosada, me cubro con un blazer azul, calzo unos mocasines de igual color. Me miro largamente en el espejo, hoy puede pasar cualquier cosa, el comportamiento de Alberto gatilla mi osadía. Le doy unas instrucciones a la nana, me fijo que tiene los ojos rojos. Tanto llorar, claro, qué más puede hacer. Después de dar comida a los niños si quieres te acuestas le digo, no me esperes, me da las gracias y apenas esboza una sonrisa. Me despido de los chicos para ir en busca de Matías.
  • 44. 44 30. Martes Hoy mostré al médico los resultados del examen de Camilo, le dio una tremenda receta. Confirmado, colon, y a su edad, pobre mi niño salió a su madre, me da lata. Anoche nos fuimos con Matías a un motel, camino a Penco, la luna extendía una enorme sonrisa y una agradable sensación de protección emanaba del rostro de Matías y hacía latir mi corazón con emoción. Del motel no me acuerdo el nombre, no importa, la cosa es que pasó lo que tenía que pasar, me dio un poco de plancha sacarme la ropa, me sentí tímida y hasta me sonrojé cuando él extendió las manos para desabrocharme el sostén, estaba apasionado, y yo un atado de nervios. En la mitad del acto sexual le dije, fumemos un cigarrillo. La verdad no podía concentrarme, un hombre desconocido, luego de tanto tiempo tener bajo mis manos una piel nueva, diferente, un olor diferente, me hizo sentir rara. Qué tonto le debió parecer que interrumpiera nuestro ejercicio sexual por un cigarrillo primero y después pidiéndole que me alcanzara un vaso de bebida. Aún así no dejó de ser tierno y paciente, tal vez exageradamente paciente. Fue eso lo que me hizo estallar de placer hasta las lágrimas, fue tierno y hermoso. El confiesa sentirse enamorado, me quedé callada, qué pena pensé, yo estoy sola, mientras tiraba una bocanada de humo y la veía perderse en el vacío. Él es un consuelo, nada más. En fin, no me proyecto con nadie, lo único que deseo es que los niños crezcan rápido, entonces consideraré enamorarme de nuevo. Aunque no creo, ya creo poco, menos en el amor.
  • 45. 45 31.Miércoles El día está latoso, sin embargo no he dejado de recordar a Matías. Es tierno y dulce, en realidad es él quien se hace recordar. Me llamó de mañana dos veces, apasionado, a través del hilo telefónico murmura que soy su mujer, su amante. A decir verdad no me gusta mucho ese posesivismo que emergió de Matías antenoche. Yo no soy de nadie pienso, me habría gustado ser de Alberto. Ese deseo latía en mi interior cuando lo amaba, pero él no quiere cargas ni amor. La Pepa entró al dormitorio para anunciar la llegada de una amiga, dejo el cuaderno escondido bajo la ropa en la cómoda, sería caótico que fuera descubierto. Virginia pasó a saludarme, vino a Mampower a inscribirse en un curso de inglés y se acordó que yo vivía cerca. Fue grato verla luego de tanto tiempo. Virginia es unos años mayor que yo, la conocí en un seminario de administración, está separada hace años, su ex marido es un médico con el cual su madre la obligó a casarse, no alcanzaba a tener los dieciocho años cuando ingresó al equipo de las casadas. Mamá de tres hijos, tuvo que soportar las infidelidades de su marido y su brutalidad. La golpeó cuando estaba embarazada del tercero, sólo porque se retiró de una fiesta donde él, borracho coqueteó con unas amigas de Virginia. Emilio no soportó que ella lo dejara tirado en casa de sus amigos. Cuando llegó a la casa la agarró de los hombros sacándola de la cama entre gritos y garabatos, le golpeó el rostro, la tiró en el piso y una vez allí la pateó. Afortunadamente no perdió al bebé, pero quedó maltrecha y en cama por una semana. Luego de eso, la Virginia sólo quería huir. No podía. La presión familiar era demasiado grande, sobretodo su madre, una mujer autoritaria que continuamente la amenazaba con desheredarla si se separaba de Emilio. Él es un médico importante y muy acaudalado, la madre de Virginia, mujer adinerada adoraba a Emilio y su dinero. Eso, sobre todo, su dinero. Nunca había conocido yo una mujer como la madre de Virginia, eso enfermaba a mi querida amiga. Años mas tarde, se enamoró y se atrevió a dejar su casa, y también a Emilio. Tomó sus hijos y se marchó. Pasó mil penurias, por la
  • 46. 46 mierda del mundo, contaba con ojos llenos de lágrimas. Todas sus amistades le dieron la espalda. Trabajó como administradora de una tienda. Luego, con ayuda de un abogado amigo, dio inicio a un largo juicio de nulidad matrimonial. Su ex marido la acusó de interdicta. Su pareja no tuvo la fortaleza para acompañarla en la batalla. Ella finalmente logró la nulidad, pese a este logro tuvo que seguir trabajando. No se queja, ella no evita el trabajo. Ha sabido librar la lucha, la admiro por eso. Es sensible y buena gente, fue enriquecedor charlar con ella mientras nos tomamos un cafecito con galletas, damos carta abierta a los recuerdos, las tallas, a esos compañeros de curso con sus aires de superioridad y su orgullo. Nos reímos hasta sentir dolor en la barriga. Prometimos no perdernos de vista, mantenernos en contacto, intercambiamos números telefónicos. Algo le conté de Matías, me dijo no vayas a cometer el mismo disparate que yo, no dejes tu casa. Le agradecí el consejo agregando, difícil que deje la casa, los niños están chicos todavía y Matías no es el amor de mi vida.
  • 47. 47 32. Jueves Me despertó el ring del teléfono. Matías y sus requerimientos amorosos. Nos quedamos de juntar en la noche, como siempre, a las ocho, pero en el Suiza, un café que tiene tortas deliciosas y un old fashion espectacular, una de mis debilidades. Matías es tan niño, su ternura y esos infinitos deseos de agradarme se hacen queribles, me recuerda a Ricardo, mi amigo de las clases de computación. Ricardo tenía la facultad de encantarme con sus bromas y su ingenio. Solíamos ir después de clases a beber cerveza con papitas fritas recién hechas. Era nuestra pasión. Creo que estuve a punto de enamorarme de él, pero siempre las normas, clamando por ser cumplidas, dentro y fuera de mi. Las garras del miedo no dejaban de acosarme. Un día dejó de asistir a las clases y yo nunca más lo llamé. Quizás me habrá llamado. Nunca lo supe. Ricardo, el tallero, el osado, el inteligente, estuvo a punto de capturarme en sus redes. Ahora lo recuerdo con cariño. Ha pasado el tiempo y sigo sintiendo por él un amor incomprensible. El también era casado y tenía unos rollos con su mujer y sus suegros. Vivía con ellos a imposición de su mujer, nunca despegó del lado de sus padres. Para él era insoportable vivir con los suegros, no porque fueran malas personas sino porque él no podía asumir el papel de dueño de casa. Tenía que someterse a las reglas de los padres de Magdalena, su esposa. Era una de esas situaciones que pesaban toneladas en los hombros de Ricardo. Su mujer no accedía a retornar a la casa que antes habitaban con sus pequeñas hijas. Pobre, no sabía qué hacer para salir de esa penosa situación. Confesaba seguido que amaba a su mujer e hijas. Creo que si me hubiera tirado a sus brazos habría ganado la carne. La carne y su debilidad, como siempre en los machos. Pero no quise dar rienda suelta al instinto. Habría sido mi primera infidelidad y no estaba preparada para luchar contra el complejo de culpa. Todavía no lo estoy, aunque los hechos en la actualidad ya están consumados. Dejo de escribir, Nicolás viene con unos amigos y tengo que ir a atenderlos. Estos chicos comen como
  • 48. 48 condenados. Ojalá que la Pepa haya ido a comprar pan de hamburguesas y la mayo con ketchup. Son fanáticos del ketchup, la Pepa y yo alcanzamos a tomarles el olor a las dichosas hamburguesas.
  • 49. 49 33 Viernes Anoche me retrasé. Nicolás y sus amigos nos dieron harta pega. Llegué al Suiza a las ocho cuarenta y cinco y Matías tenía cara de funeral. Me excusé diciendo no tuve tiempo para arreglarme, respondió no te preocupes estás aquí y es lo que cuenta. Nos servimos un exquisito trozo de torta y un trago. Acarició mi mano y me miró largamente al tiempo que consultó ¿nos vamos?, respondí afirmativamente, a la pregunta dónde quieres ir, sólo atiné a decir donde tú quieras y emprendió camino a Coronel. Entramos al motel Verona que estaba a esa hora con las luces que indicaban “ocupado”, encendida en la mayoría de las cabañas. Encontramos una libre, era pequeña y sin jacuzzi. A quien le importa el jacuzzi le dije y sonreí. Matías pagó la cuenta, pidió dos bebidas y algo para picar. Yo me senté en el borde de la cama mientras el recuerdo de Tito me inundaba, si supiera donde andaba su estúpida mujer, ésa que ignora hasta en el más mínimo de los detalles. Un estremecimiento recorrió mi cuerpo. Si supiera. Ni se lo imagina. Aquí estoy cobrando la cuenta por su descuido. Y la cuenta le va a doler más que el fracaso de uno de sus infaltables negocios. Encogí los hombros y rodeé el cuello de Matías, este hombre es mi consuelo pienso. Recosté mi cabeza en su pecho, la tibieza de su respiración me estremece, él busca con suavidad mis labios mientras sus manos acarician mi espalda. Le entrego mi boca para ahuyentar mi desdicha. El me levanta con ternura para pegarme a su cuerpo hasta completar el abrazo, me dejo llevar. Me acarició un largo rato, recorrió con sus manos mi cuerpo, todo. Ya en la cama, abrió mis piernas y frotó su miembro contra mi clítoris suavemente como si tuviera temor de herirme, luego observó mi sexo y lo besó, con su mano acarició mis genitales en un paseo que me pareció interminable tocó la humedad y sentí el torbellino de su sangre, la agitación de su pecho velludo. Me di cuenta que se contenía para hacerme sentir mayor placer. Se dejó caer sobre mis pechos y besó mis pezones succionándolos como un bebé. Sus manos recorrían mis costados hasta levantar mis glúteos yo extendí mis
  • 50. 50 piernas mientras él introducía lentamente su pene en mi vagina, él temblaba dentro de mi y yo acomodé mi clítoris al nacimiento de su sexo apresurada con el deseo que Matías provocaba con sus manos. Le susurré, no lo hagamos rápido, hazlo despacio, y avanzamos lentamente hasta gritar al unísono, eufóricos, el vértigo maravilloso que inundó nuestros cuerpos. Yo me asombré de la confianza que me inspiraba Matías, echados de espaldas fumamos unos cigarrillos y tomamos coca cola para saciar la sed espantosa que provocó nuestro juego amoroso. Quedamos de vernos el lunes al mediodía. Subí al auto de regreso a casa con una sonrisa en mi interior, yo que me creía frígida.
  • 51. 51 34 Sábado Este sábado me atrapó. Los chicos fueron al colegio, Nicolás al grupo de música y Camilo al club de ajedrez. Alberto no llegó a almorzar. Resumen, almorcé con la Pepa amenizando mi pollo y el puré, con su cháchara. La pobre sigue con atraso, me pidió que le comprara una inyección para provocar la regla. Aproveché de echarle una buena pasada por tonta ¿cómo se le ocurre no cuidarse? Me miró medio avergonzada, me dio pena ésta cabra, tendré que hacerle la paleteada de ir a la farmacia y poner la cara por ella. Es mujer, y eso basta para no negarle mi ayuda. Solidaridad femenina, ojala existiera ésta en los ambientes laborales, bolsa de gatos, envidia a destajo, descarnados celos y hasta cinematográficas aserruchadas de piso, dejan en claro que no es nada de fácil trabajar entre mujeres. Falta solidaridad de género, y eso no puede pasar en casa. No faltaba más.
  • 52. 52 35 Domingo Hoy fue un día inusual. Acompañé a la Pepa a ponerse la inyección donde una enfermera inescrupulosa, pero necesaria. La pobre Pepiña nerviosa me preguntó no se cuántas veces si le dolería, obvio te dolerá el pinchazo, así espero que pienses la próxima vez que abras las piernas a otro huevón, fue mi respuesta. Ella me dijo prometo que ahora me voy a cuidar, más te vale, respondí seria y agregué, es por tu bien, y por tu vieja, no le vas a cargar la mata con otro cabro más. Alberto fue a dar una vuelta al Parque Ecuador con Camilo, quien disfruta como chancho en barro, de los juegos y de la caminata al Cerro Caracol. Quedó de volver a las dos para almorzar, apenas me miró para decirme a esa hora estaremos de regreso. Un nudo atrapó mi estómago, ¡Qué tonta!, debería estar acostumbrada a la frialdad de Alberto. Camino por la vereda junto a la Pepa, intercambiamos unas breves palabras y luego pienso en este vacío que no logro llenar, esta soledad que corroe mis entrañas, este sentirse fuera de, ajena al tráfico indómito del gentío, al mundo, la sensación de encontrarme en un desierto, inunda mi interior. La Pepa se puso la inyección, yo pagué sin dejar de pensar lo caro que cobran estas viejas, ensimismadas en nuestros pensamientos, regresamos a la casa. Pongo los cubiertos en la mesa y la nana calienta la comida en tanto aliña la ensalada, lechuga y tomate, mi preferida. Me acerco al buffet y me sirvo un trago. Necesito evadirme de esta realidad plagada de nubarrones grises y oquedad. Almorzamos, yo me mantuve taciturna y sonreí apenas con las gracias de los chicos. Estoy al margen, me minimizo, me instalo en mi concha para protegerme. Una tarde opaca se vislumbra a través de los cristales.
  • 53. 53 36 Lunes La mañana está iluminada por débiles rayos de sol. Un poco fría. Concepción se caracteriza por su clima cambiante. Es posible que en la tarde esté más cálido. Ojala. Anoche Tito empezó a acosarme. El y su sexo me aburren, para abreviar abrí mis piernas y con la mirada en el cielo raso, me mantuve quieta y lo dejé que saciara su sed orgásmica. Fingí, ¿qué mujer puede desear a un hombre que padece de eyaculación precoz y la mayoría de las veces se masturba al lado de ella tal si fuera un pendejo de mierda, un tipo que no se comunica sino para criticar y hacerla sentir como una pulga miserable depositada en el planeta. Ni un solo beso me dio, ni una caricia. Mientras estuvo encima de mí, mi mente trajo a Matías y recordó su tibia ternura que me desarma hasta el éxtasis. Matías..., pienso en él mientras miro el sol de la tarde. Si sólo pudiera amarlo. Pero no, mi alma no está preparada para amar a nadie, por lo menos no ahora. Mi corazón está roto. Me voy a dar una ducha, una bien larga, que limpie por dentro y por fuera. Esta noche me encontraré con Matías, algo agradable para olvidar la pena y el hastío. Me despido de los chicos y la Pepa, que me mira socarrona como adivinando el motivo de mis salidas de los días lunes y jueves, le digo chao, voy a la casa de una amiga, en tanto muevo la cabeza con una media sonrisa. Matías me espera y la noche huele exquisito. Si llega o no llega Alberto, ¿a quién diablos le importa? Guardo el cuaderno en el cajón secreto.
  • 54. 54 37 Matías. Salgo por la entrada que da hacia la calle Ongolmo, hoy Matías me espera a la vuelta, en Victor Lamas, hacia el barrio universitario. Iremos a un restaurante francés que se encuentra cerca. Caminamos sin rozarnos como si fuéramos dos amigos. Marchamos en silencio. Reflexiono en nosotros, convertidos en amantes, furtivos enamorados, en lo terrible que es la infidelidad, ella no nos hace más felices, nos corrompe al convertirnos en embusteros. La trampa del engaño tiene la ferocidad de un gato montés. Pienso: nos hiere en las cuerdas del placer. Matías, ajeno a mis cavilaciones, me observa de lado, mientras da largas chupadas a su cigarrillo. Va con una mano en el bolsillo de su pantalón, con la derecha sostiene el cigarrillo, eterno camarada de sus labios dulces. Levanto el rostro hacia él y lo miro casi al entrar al restaurante, pienso, éste hombre es un gentleman y una sensación de agrado me invade, él me hace pasar, con un gesto señala la entrada y me sigue. Tomamos una mesa en un costado. El ambiente de este pequeño restaurante francés es agradable, se escucha una canción de Edith Piaf, su inimitable voz cautiva con el tema “Non je ne Regrette rien” .Ya siento el sabor de las papitas hilo y el pato a la naranja que me prometió. Nos sentamos frente a frente y sonreímos. Un pisco sour para comenzar. Y la charla amena de este hombre que me mira con amor, completa mi efímera felicidad. Me mira con amor. Eso es lo verdaderamente importante, el amor que siente y demuestra. Terminamos de comer y una grata conversación nos envolvió, tocamos el tema de la infidelidad, Matías dice que Alberto debe ser infiel, su actitud avala lo que te digo manifiesta, la persona que es infiel, difícilmente puede ocultarlo. Por lo general, se muestra fría y distante, suele recalcar los defectos de su pareja más de lo normal, para tener como justificarse en caso de ser “atrapada”. ¿Y no me has dicho tú que esa es la actitud de Alberto?, pregunta mirándome a los ojos a lo cual respondo si, así es y agrego, en todo caso no me afecta, dejó de importarme hace mucho tiempo, para mí, es un alivio, así me molesta menos en la noche y me deja tranquila, él consulta si estoy segura de lo que le comento y afirmo categórica
  • 55. 55 lo estoy y agrego ¿a estas alturas luego de dieciséis años de vida juntos, puedes pensar que me afecta?, no dudes Matías que sí, confieso que me duele ser infiel. No soy feliz, no me hace feliz serlo, pero así se han dado las cosas y no puedo cambiarlas, por lo menos no ahora. Y agrego ¿sabes algo? yo no recalco los defectos de Tito, estoy distante. No hay diferencia desde que salgo contigo a los meses anteriores, Matías pregunta ansioso ¿crees que no se ha dado cuenta de que estás saliendo conmigo? No, Matías, no se ha dado cuenta, él no tiene tiempo para mí, sólo para su trabajo y amigos, toda la vida he sido un taburete, algo que ocupa cuando lo requiere, estoy segura que no me ama, dudo siquiera que me quiera, ya te he dicho que nuestra relación sexual es pésima y las excusas para estar ausente de casa son frecuentes, agrego, ni te digo la falta de comunicación que reina en nuestra casa y añado, ten en cuenta que los pretextos para discutir o pelear surgen a cada instante. Yo no creo que estos signos pueden únicamente significar que Alberto pasa por un mal momento, frustración profesional o simple depresión, lo conozco, te diría que poseo una sensibilidad especial para detectar que no sólo hay algo que está fallando en la relación, sino que está deteriorada, puede que en mi esté la falla, ¡qué sé yo!, somos tan diferentes. Te aseguro que él no tiene ningún interés en mí. Curioso pregunta ¿te provoca sentimientos de rabia, desilusión, resentimiento pensar que te es infiel? No, le digo, para nada, todo se acabó entre nosotros. Y mirándome ilusionado pregunta como un niño pidiendo un helado ¿Te irías a vivir conmigo? respondo con un rotundo no, y añado aunque te parezca tonto, mis hijos están primero que yo, no puedo dejarlos solos o alejarlos del padre, les haría daño, afirmo, como sea es su padre. El rostro de Matías se ensombrece, vivamos esto día a día, sin promesas, ni nuncas ni jamases, le digo. Responde te amo y yo le digo te quiero, no me hagas mas difícil esta relación, deja que sea una instancia de tranquilidad, ternura y cariño déjala así Matías y no te compliques ni me presiones. Consulta ¿Estarás siempre conmigo? Y yo: No diré siempre, no mentiré en eso, sólo hasta que el sentimiento que nos une, dure. Entiende y no lo hagas tan extremadamente doloroso, asiente encendiendo un nuevo cigarrillo con expresión resignada, tomo su brazo y le
  • 56. 56 acaricio con el dorso de la mano su mejilla morena. Sonrío y digo, eres tan lindo y tierno, esboza una sonrisa mientras un será como tú dices nena, sale de su boca. Me invade una gran sensación de paz y una ternura me colma, ha sido diferente esta noche. Matías ha comprendido que no deseo una relación basada sólo en el sexo, deseo mucho más, un amigo, un compañero, alguien con quien conversar de lo más íntimo. El ha estado perfecto, la noche ha sido perfecta.
  • 57. 57 38 Martes La Pepa vino llorando al dormitorio, la inyección no ha hecho efecto y la pobre está muerta de miedo, su mamá la va a retar me dice, y yo, te lo buscaste por lacha ahora vas a tener que apechugar y armarte de valor para contarle a tus viejos que metiste la pata de nuevo, me mira asustada y pregunta si estoy segura que no le va ha hacer efecto la inyección, me armo de paciencia para responderle han pasado varios días, ya es imposible, y no se te ocurra hacerte un aborto, eso sí que no. Vale muy caro dice, no es eso Pepa, eso no agrada a dios, por lo menos conmigo no cuentes para ello, compungida se retuerce las manos a la altura del pecho, los ojos llenos de lágrimas, señora, por favor, ruega, y yo, no y no, no arriesgaré tu vida ni pondré en peligro la de ese bebé, agrego, así que señorita, este fin de semana habla con sus papás y ya. Es lo mejor, termino diciéndole, ella seca sus lágrimas y tiembla como papel, la tomo de los hombros y le digo serena, sin enojo, piensa que este hijo dios te lo da como un regalo. ¿Matarías un regalo de dios? Me mira, seguro ha recordado sus padres evangélicos, no señora, bueno, respondo, habla con tus viejos y dile eso mismo. Está bien dice, me sonríe y emite un balbuceante gracias. Luego la acompaño a la cocina y nos aprontamos al trabajo cotidiano. Nicolás llegó temprano, un dolor de muelas lo tiene loco, llamo al dentista para pedirle una hora. La tarde se me fue acompañando al Nico y escuchando sus alegatos contra la mano dura del odontólogo. Al llegar a casa, Camilo se acerca corriendo, me abraza y me pregunta ¿me trajiste algo?. Me abruma de pronto el desempleo. La rutina de dueña de casa no se hizo para mí y los requerimientos de los chicos me afligen. En la noche me preparo un largo trago vodka naranja para terminar un día intranquilo y cosa rara, ni siquiera puedo catalogarlo como fastidioso. Entre la Pepa y los chicos se me pasó volando.
  • 58. 58 39 Miércoles Salgo a tomar un cortadito al L ´ Ángolo, me encuentro con la Tatiana y unas amigas. ¡Qué onda!, éstas niñas sí que están locas y me atrapan con su locura. Una de ellas tuvo la idea de partir al Cinemark a ver una película. No tengo plata digo y otra me dice, no importa vamos a ver Infidelidad con Richard Gere, me dijeron que era fabulosa. Un sentimiento de culpabilidad emerge, me siento pillada. ¡Qué tontería!, me digo, estas minas no saben nada. Ok, les digo vamos. Subimos al auto de Sandra, otra de las chicas locas y vamos a ver la película. Genial Gere, lo mejor como actor. Nos encantó. Discutimos la temática un rato mientras engullimos unas hamburguesas con café. La Tatiana nos dice vamos nos a la República, es temprano, hacemos hora en mi casa. Partimos para la casa de la Tati y nos tomamos unas cervezas, cinco mujeres solas, charlamos sin descanso. Nos reímos de las tallas que surgen porque a la Sandra la ronda una mina. Qué cosa, los tiempos están cambiando vertiginosamente. Y tú qué le pregunto a la Sandra, encoge los hombros. Nada, es una lesera, dice. A las once de la noche nos pegamos una arregladita, una mano de elefante para vernos un poco mejor, y emprendemos viaje a la Republica. Este es un pub disco en el barrio estación. Es alternativo dice una de las chicas. Y yo ingenua, pregunto por qué y la respuesta es ambiguo llega a mis oídos, cierto, me doy perfectamente cuenta de que es un ambiente ambiguo. Hombres con hombres, mujeres con mujeres, y entre medio parejas hombre y mujer. Observo a un hombre bailar con dos mujeres. Es mi primera vez en un lugar así y me siento extraña, pero no me importa lo que haga el resto. Pienso en Matías, debe estar esperando el llamado que no le haré hoy. La Tatiana me saca a bailar y bailamos como dos horas tonteando con otras mujeres. La Sandra pescó un mino, me dice la Cecilia. Veo que se le acerca otro, un morenazo bastante atractivo le coquetea, le mueve los hombros, la Sandra lo mira con ojos cazadores. Esta no se conforma con uno, pienso y me sonrío, mientras tomo un poco de mi combinado y me siento a fumar. Miro la hora, son las dos veinte. La Tati esta feliz, me toma por los hombros y me
  • 59. 59 pregunta ¿viste que te hacía falta un día para ti, de carrete y locura?. Tenís que juntarte mas seguido conmigo viejita, necesitas salir de tu rutina, lanza una carcajada, mientras se aleja, dirigiendo sus pasos a otro grupo de chicas. Y yo bebo otro sorbo de mi vaso. Me acuerdo de la casa, ni siquiera le avisé a la Pepa, debe estar asustada, ni hablar de Alberto, si es que ha llegado, seguro esta roncando. La música que arde, la gente repleta el lugar. Y los grupos de cuatro y de a seis bailando me entretienen al observar los gestos sensuales que se dirigen unos a otros. Es un juego, bailan formando casi una ronda, comparten chupadas de cigarrillo y tragos. El mundo ha desaparecido para ellos, y yo disfruto este cambio de ambiente. Un tipo me observa desde una silla al fondo a la izquierda, me hace una seña y se incorpora, yo me dirijo a él. Estoy decidida a pasarlo bien. Álvaro, es mi nombre, me dice, la música está a todo volumen y sólo es posible conversar a gritos, yo respondo medio gritando, me llamo Verónica, entonces, me toma de una mano y me lleva a la pista. Es un tipo de mediana estatura, su atractivo radica en sus ojos verdes, un poco pálido me parece, tiene el pelo negro que le cae sobre la frente, me fijo en su sonrisa, tiene unos dientes impecables. Me gusta, tiene pinta de ejecutivo, en otros tiempos se diría que es cuesco cabrera, como el personaje de Legrand. Viste pantalón gris y camisa blanquísima de mangas arremangadas por el calor. Se acerca para musitar, tienes unos ojos bellos, yo sonrío y agradezco. Qué tonto. Agradecer un piropo, agrego, tú también tienes los ojos bellos. Sonríe. El tipo se las trae, me toma de ambas manos y me hace girar sobre la cabeza luego él hace lo mismo. Mueve las caderas de miedo. Es delgado y masculino, muy masculino. De pronto cesa la música electrónica y la estridencia da paso a un lento, la letra de la canción de Luz Casals: Piensa en mí. La música mueve nuestros cuerpos con seducción. Deposito mis manos en sus hombros, él me acerca su mejilla, nuestras respiraciones se entrecruzan y siento mariposas en mi estómago, el feeling empapa mi cuello, mi espalda, mis senos. Giro la cabeza y busco sus labios, un beso y éste desconocido irrumpe en mí, siento un fluido en mis genitales, me eleva en su ardor. Otro lento, una romántica canción y luego la separación brutal de ese cuerpo cálido y agradable. De nuevo
  • 60. 60 la música estridente y nos encontramos moviéndonos en la marea multicolor, cegadora de la disco. Transcurren casi dos horas más y miro alrededor, la Tatiana me observa y consulta ¿te vas con nosotras?, yo miro a Álvaro y él le responde, no, déjala, se va conmigo y me dirige una mirada esperando mi aprobación, yo respondo, si, me voy con él. La Tatiana me mira alegre y dice, a la noche te llamo. Está bien, le contesto, me despido con una seña del resto. Álvaro consulta, ¿nos vamos?, digo si, es hora, se pone su chaqueta, yo sigo montada en la nube que me regaló Álvaro y me dirijo al guardarropía, retiro mi casaca y mi bolso. Álvaro me toma firmemente del brazo, me siento como una zombie, con el corazón a punto de estallar. A la salida me dice, busquemos el auto, toma mi brazo y doblamos hacia la calle Freire, caminamos rápido, son las cuatro y tanto de la madrugada y está helado. Álvaro abre la puerta para que yo entre y la cierra con suavidad, luego sube al lado del conductor y pregunta ¿donde vives?, le indico la dirección, pone en marcha el blanco Subaru Legacy. Quiero volver a verte dice y yo me asusto como cuando llega Alberto y estoy leyendo en la cama a las tantas de la noche. Álvaro, le digo, soy casada, y responde sereno, yo también. Me callo la boca, pienso, aquí estoy, casada, con amante, y con otro prospecto, ¿qué hacer? Dudo antes de emitir una sola palabra, elucubro, me invade un sudor extremo, todas las reglas religiosas de la familia me aturden en segundos, seguro ya tengo ganado el infierno, pero el hombre me gusta, Alberto no me quiere y no estoy enamorada de Matías y digo sin más, sin duda alguna, si, nos veremos. Álvaro estaciona el auto a media cuadra de mi casa. Le doy el número de teléfono, le digo llámame en las mañanas de lunes a viernes, es lo mejor, responde te llamaré, y se inclina para rozar mi mejilla con sus labios, musito un chao,que estés bien y desciendo con un ligero estremecimiento que recorre mi cuerpo. Camino y la interrogante ¿qué haces Verónica?, y las voces que dicen estás loca me acosan, muevo la cabeza y procuro no pensar. Ya son casi las cinco. Ahora el show para llegar a la habitación. Si Alberto se da cuenta de la hora que llego, será pelea segura. Como buen perro de hortelano, no come ni deja comer. Me deslizo sigilosa por el pasillo, paso al baño y me quito la ropa; los sostenes, los calzones,
  • 61. 61 estoy húmeda, tomo un trozo de toalla nova, lo mojo con un hilo de agua y me limpio, el corazón me salta, tengo miedo, voy al dormitorio y retiro el pijama suavemente de la silla que se encuentra a los pies de la cama. Alberto ronca como cerdo. Mejor. No enciendo la luz, me meto a la cama conteniendo la respiración. Pienso en Álvaro y en el pobre Matías. Cierro los ojos.
  • 62. 62 40 Jueves No sentí cuando se levantó Tito, desperté a las once obligada por la Pepa y el dichoso almuerzo. ¡Diablos!, me duele la cabeza, el hachazo no me lo saca nadie. Pepa, le grito, dame unas dipironas y un vaso de leche. Llega con el vaso y las pastillas al tiempo que me ataca con la bendita pregunta ¿qué vamos a hacer de almuerzo hoy señora?, y yo, ¿qué hay?, ¿hay arroz, papas, fideos?, al escuchar que solo quedan tallarines, le digo bien haz esos tallarines con la carne que queda en el freezer, acompáñalo de una lechuga con zanahoria rallada y estamos bien. La Pepa da media vuelta y me deja en paz. Al fin sola. El almuerzo, todos los días el condenado almuerzo, sólo que hoy no me meto a la cocina. El ring del teléfono a las doce del día me agita, es Matías, todo va bien en nuestra comunicación telefónica hasta que le digo que será imposible vernos hoy, ¿algún problema?, pregunta sobresaltado, no sólo que ayer llegué tardísimo, digo, y no creo que sea conveniente repetir mi salida, debo cuidarme, un mutis largo para luego escuchar la voz de Matías interrogándome, qué adónde salí anoche, entonces con voz calma le digo quedamos que sin preguntas, sin ataques de celos, su respuesta es rápida, no estoy celoso, y repite, no estoy celoso sólo me gustaría saber con quién saliste, y yo, con unas amigas y no preguntes más, no seas curiosillo, hoy no salgo, esta bien, me dice, te llamo mañana, respondo que estés bien, añado, no te pases rollos, es que anoche no dormí muy bien, es todo lo que le digo, me reservo los detalles de mi trasnoche, con cierto desaliento se despide y yo como si nada le digo no te preocupes, te quiero Matías, y cuelgo sin más el auricular. Estos hombres, pienso, la tratan a una con un sentido de posesión como si fueran el marido, aunque a mí Tito jamás me ha dicho nada por mis salidas, creo que no le importa, tengo plena libertad para mis escapadas, claro, jamás se imaginaría Alberto que salgo con un varón, ni siquiera sabe que llego de amanecida. Soy demasiado imbécil para él, no se le ocurriría pensar mal de su mujercita. Bien, no sabe el caballero que la que peca de imbecilidad es precisamente su cabeza. En la tarde estoy con los chicos, conversamos de todo, el colegio, las profesoras y
  • 63. 63 esa maniática compañera de Nico que le raya los delantales, su obsesión no deja de causarnos risa. Insisto diciéndole que le pida por favor que no le pintarrajee más sus cosas, él me dice que hace un par de días le grabó su nombre en la calculadora, esa niña no tiene intenciones de dejarlo en paz. Miro al Nico, con su edad adolescente no parece estar interesado en las niñitas. Lógico, las niñas maduran más rápido que los hombres. Supiera Claudia lo infantil que es este hijo mío, si todavía pelea con Camilo por el nintendo y los juegos del computador. La Pepa me cuenta que ya habló con sus viejos, que éstos están terrible de amargados pero qué hacer le dijeron, habrá que recibir esa guagua y arreglarnos como podamos. La capacidad de amor y solidaridad de la gente no deja de asombrarme. Bueno, problema resuelto. Todo parece marchar bien con los chicos. El problema es Alberto y la tentación: el tincudo de Álvaro. Me llamó la Tati para la copucha, que qué pasó con Álvaro, le digo nada, compartimos un poco de felling, es todo, su voz suena incrédula al otro lado del teléfono, insiste, me dio la impresión que fue algo más que un intercambio de química. No satisfago su curiosidad y quedamos de vernos cualquier día. Reflexiono, tal parece que la mentira se ha adueñado de mí. No me satisface, en fin, tampoco puedo exhibir por el mundo mis aventuras extraconyugales. Un suspiro hondo me nace desde el fondo.
  • 64. 64 41 Viernes Don Álvaro al teléfono. Así me dijo la Pepa y yo me lavé las manos manchadas con harina y dejé los moldes de queque tirados en cualquier parte de la cocina para atender la llamada. Su voz me emociona, y mientras pienso, Álvaro es la pasión y Matías la ternura, escucho preguntar ¿cuándo nos vemos chica? y yo digo medio nerviosa ¿te parece el martes?, consulta ¿no puede ser antes?, le explico que el fin de semana generalmente lo paso en familia, y continuo, el lunes tengo clases de cocina, miento sin pudor alguno, el martes, sí, es buen día para mi. Te llamo el martes entonces, dice y se despide afectuoso. Me conmueve y me agito. No sé que haré en este triángulo inesperado que parece cobrar forma, mi terquedad es mayor que todos los temores y me digo no me negaré el placer de conocer a este tipo que provoca en mí sensaciones desconocidas, con esta certeza reanudo mis tareas culinarias. Cierta desazón me invade al cavilar, si Alberto fuera cariñoso, si fuera compañero, amigo, si tuviese mayor delicadeza, consideración, yo no estaría enredada en el engaño. Debo pensar en mí, Alberto nunca me ha sido fiel. Este pensamiento logra tranquilizarme. Al menos un poco.