Limpieza y Acondicionamiento del instrumental quirurgico
Enfermedades Mentales Y Adolescentes
1. El pediatra y las enfermedades mentales en adolescentes:
prohibido callar y dejar pasar.
Dra. Iliana Romero Giraldo
Pediatra- Serv. Medicina del Adolescente INSN
Para un padre de familia escuchar del pediatra que su hijo(a) necesita consultar con un
psiquiatra o un psicólogo puede resultarle atemorizante y hasta molesto.
En nuestra sociedad existe un gran prejuicio acerca de quien visita a estos profesionales
de salud esta loco o “mal de la cabeza”. Incluso puede resultar vergonzoso para un padre
o madre pensar que si alguien se entera, se vería mal socialmente pues se pone en tela
de juicio su capacidad como padres o que la familia como tal ha fallado y por eso tienen
un hijo(a) así. Si a esto se agrega la negación a reconocer que su hijo requiere ayuda o
a aceptar que hay necesidad de una evaluación y tratamiento, estamos frente a algo que
se repite con frecuencia en la consulta: adolescentes sin tratamiento para su depresión,
déficit de atención, trastorno alimentario o ansiedad, que empeoran en cada visita a vista
y paciencia de todos, incluyendo al pediatra que lo controla periódicamente por otras
razones.
De otro lado el adolescente, puede negarse a acudir por miedo o vergüenza o
simplemente porque no esta en la capacidad de poder darse cuenta de la necesidad que
tiene de recibir ayuda profesional en salud mental. En todo caso, la familia se convierte en
el primer punto de soporte que permite iniciar un manejo adecuado y a tiempo en estas
enfermedades y es por eso muy importante trabajar con ella en base a una relación de
mutua confianza, sinceridad y de comunicación fluida permamente.
En los últimos años ya es reconocido el incremento de casos de enfermedades mentales
entre adolescentes, sin embargo, su afronte es poco conocido o soslayado por los
pediatras, pues nos preocupamos más por la parte física que es mayormente la razón de
la consulta. Pero resulta contrario al espíritu de lograr obtener salud integral (entendido
como el bienestar en todas las áreas de la vida del ser humano) que al tener frente a mí a
un paciente con su asma aguda, deje pasar por alto indicarle –si no en ese mismo
momento por lo menos en la siguiente consulta de control- que requiere una evaluación y/
o tratamiento para su problema de salud mental.
Es cierto, que los pediatras no contamos con todas las herramientas y/o conocimientos
para realizar un diagnóstico preciso en ésta área, pero sí tenemos el suficiente criterio
clínico para poder sospechar una depresión, una esquizofrenia, etc. Y más aún, el simple
hecho de dar a conocer al adolescente y su familia la necesidad de buscar ayuda
profesional resulta sumamente importante pues en muchas de estas enfermedades el
tiempo de enfermedad prolongado sin tratamiento puede ensombrecer el pronóstico,
como por ejemplo ocurre en la anorexia o en la depresión.
2. Justo en el caso de la depresión, por ejemplo, esa pérdida de disfrute por las cosas que
antes le entusiasmaban, la irritabilidad, el aislamiento social, las variaciones en el apetito
y sueño, el bajo rendimiento escolar son señales que podemos fácilmente encontrar en la
conversación con adolescentes que pueden ayudar a detectar precozmente esta
enfermedad grave y mortal.
Las alucinaciones auditivas y/o visuales, las alteraciones del pensamiento, el aislarse de
los demás son señales de esquizofrenia, enfermedad que debuta muchas veces en estas
edades.
Ese temor irracional a aumentar de peso, la distorsión de la percepción de la imagen
corporal (verse gorda a pesar de estar muy delgada), las conductas como:
autoprovocarse vómitos, ayunar, hacer ejercicio excesivo, la preocupación exagerada por
el peso y los alimentos que se consumen, son indicios para sospechar una anorexia,
bulimia o los nuevos problemas de conducta alimentaria como vigorexia y ortorexia.
La quejas frecuentes sobre la conducta en clase, en el vecindario o en familia, el bajo
rendimiento escolar, las peleas frecuentes, la impulsividad pueden estar señalándonos un
déficit de atención con o sin hipercinesia, que amerita un tratamiento oportuno para
mejorar su calidad de vida.
Definitivamente ningún padre aceptará con una sonrisa este probable diagnóstico pero
como parte de nuestra labor de prevención tenemos el deber de informarle con claridad y
sencillez, no sólo que significa tener estas enfermedades sino además las consecuencias
de no recibir un tratamiento especializado y a tiempo, consecuencias que afectaran el
futuro de su adolescente en todos los aspectos de su vida. Aún así, habrán padres que
se negaran a que sus hijos sean evaluados por un psiquiatra, menos mal son los pocos,
pues la mayoría dándose cuenta que la intención que tenemos es ayudar y no causar
daño, ni molestar o hacerlos sentir mal y que estas enfermedades se presentan no sólo
en su hijo(a) sino en muchos adolescentes, pueden aceptar nuestra ayuda. Sobre todo si
somos enfáticos en señalar que nuestro deseo como el de ellos es darle lo mejor a su
adolescente no sólo para ahora sino para cuando sea adulto pueda desenvolverse en
forma plena y sin problemas de salud mental que puedan limitarlo en su vida diaria.
La clave entonces es preguntar y buscar estas enfermedades en cada consulta que
tengamos con adolescentes, no callar y dejar pasar al sospecharlas sino informar en
forma clara y simple a los familiares y al adolescente las razones por las que sugerimos
una evaluación psiquiátrica, acabar con los prejuicios sobre acudir al psiquiatra o
psicólogo incidiendo en que son profesionales de salud como nosotros pero que se
encargan de la parte más delicada de nuestro cuerpo que es la mente y que al ir con ellos
nosotros seguimos siendo sus médicos y estaremos siempre atentos a apoyarlos,
absolver sus dudas y acompañarlos cuando nos necesiten generando un compromiso
entre familia y pediatra que se convierta en un factor protector que permita un buen
diagnóstico, tratamiento y seguimiento de estas enfermedades mentales.