1. “La vida del creyente es una peregrinación en la tierra
tras el rostro del Señor. Creer es entregarse.
Entregarse es caminar incesantemente en pos del
Señor. Abraham es un eterno caminante en dirección
a una patria soberana que es el mismo Dios. Creer es
siempre un nuevo partir. Peregrinos no turistas. Un
turista sabe donde dormirá hoy, que museos visitará
mañana y qué ciudades recorrerá al día siguiente. Un
peregrino, en cambio, no sabe nada, ni dónde dormirá
hoy ni qué será el día de mañana.
2. La fatiga, la incertidumbre y la inseguridad son el pan
cotidiano del peregrino.
Sabemos que existe una meta, pero no se ve; sabemos
que a la palabra Dios corresponde una substancia, pero
en este mundo nunca tendremos la evidencia sensible de
dominar intelectualmente la substancia que corresponde
a la palabra Dios, el contenido que corresponde a las
fórmulas de fe.
3. Estamos en una situación semejante a la de los judíos en
su marcha hacia la Tierra Prometida. Después de
caminar durante cuarenta años, Moisés fue llamado por
Dios a lo alto del monte Sisgá. El Señor le dijo: siervo
mío, Moisés, todo aquello que se vislumbra a lo lejos,
las montañas de Canaán, el río Jordán, el torrente
Neguev, el altiplano de Jericó, en fin, todo aquello que
se ve desde el mar hasta el gran río, lo heredarán
algún día los hijos de Israel, pero tú no pasarás.
4. Ese no pasarás es la esencia misma de la fe. No
entrarás en la tierra de la promesa, no poseerás lo
prometido. Los pies de Moisés, efectivamente, nunca
pisaron las montañas de Canaán ni se mojaron en el río
Jordán. Murió caminando, ciudadano de fe,
saludando desde lejos la patria prometida, siempre
en marcha, sin entrar en la quietud de la posesión.
El Señor dijo a Abraham: sal de tu tierra y ven a una
tierra que te indicaré.
7. Decimos: si existe la sed, tiene que existir una fuente.
¿Has visto la fuente? –preguntan- No, pero tiene que
existir. La sed sería absurda sin la fuente. Antes que la
sed, ya existía la fuente. Si hay hambre del Eterno, el
Eterno tiene que existir, de otra manera el hambre no
tendría sentido.. Si palpita en mí el ansia de lo
transcendente, el Trascendente tiene que existir, y
mucho antes que mis ansias, aunque nadie haya visto su
rostro. Así, vamos avanzando a oscuras por la vía de
las deducciones, pero nunca cara a cara.
8. Nos internamos en la profunda espesura de un bosque
entre densas sombras. De pronto, se filtra un rayo de
luz. ¡Es el sol!, gritan unos. No –responden otros-, es
un pequeño destello del sol. Pero ahora sabemos que
detrás de la espesura brilla el sol, aunque nadie haya
visto su disco de fuego. Poco a poco, vislumbramos el
misterio de Dios en los vestigios de la Creación,
aunque nadie haya visto cara a cara su rostro.
***
Estamos acostumbrados a lo que se toca y se mide. Los
ojos están hechos para poseer el mundo de los colores,
las formas y las figuras. Cuando lo poseen, descansan
satisfechos.
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13. Si te pidieran que alcanzaras una estrella con la mano,
ni subiendo a la montaña más alta del mundo la podrías
alcanzar. Y toda la vida queriendo dar alcance a una
estrella, sabiendo de antemano que nunca lo vamos a
lograr…
Grito mil veces: ¿dónde está Aquél que busca mi
alma? Y el mundo entero se transforma en una
respuesta. El viento clama, los ríos cantan, las
estrellas ríen, los árboles preguntan, la brisa
responde… Pero mi Amado calla.