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Juguetes para Lonky
Hermes De Paula
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3
Luna de miel
La tarde lanzaba sobre el techo sus flechas
amarillas. Flumy llamaba con ansia los acostumbrados
pasos del reloj. Estaba imaginando en el trabajo la
desesperación de su esposa en el hogar. Sabía que lo
esperaba para servir el almuerzo y él no había podido salir
a la hora acostumbrada. Apoyó sobre el escritorio la frente
y entonces el reloj gritó con euforia el fin de la jornada. No
fue tan paciente como para esperar el autobús. Pensó que
en taxis lo haría más rápido, aunque gastase esa tarde del
lunes el pasaje de la semana completa. El peso de un día
agitado rondaba su cuerpo. A esto se sumaba la
preocupación por la soledad de Neichy.
Era muy fuerte y él lo tenía bien claro, ausentarse
todo el día, siendo éste el quinto de casados; pero no podía
dejar de realizar la ardua tarea que le daba, por lo menos, la
esperanza de cumplir con la renta del mes. Al fin llegó. No
encontró diferencia alguna en el rostro de su esposa. En la
mesa, tapado con un lado del mantel, estaba su comida,
más triste y angustiada que el rostro de Neichy. Dos platos
sucios en una esquina del fregadero y los pasos de un
desconocido que viene saliendo del baño, como si ahora
ocupase el puesto que a él le correspondía después de ocho
4
horas de trabajo y preocupaciones de recién casado,
cambiaron por un gesto de sospecha la sonrisa dibujada en
el rostro de Flumy. No dijo nada. Luego de una seca
presentación mediada por Neichy, salió para la farmacia a
comprar un calmante, lo cual ella calificó como un acto de
indecencia por no compartir con Robert, presentado como
un viejo amigo de la escuela y luego como el novio de su
amiga Flor. Flumy no era celoso, pero no le gustó
encontrarla acariciándole la mano derecha mientras lo
despedía. No comió, se acostó después del baño, pero ella
lo despertó para reclamarle por su actitud frente a Robert,
Ya veo que esta vaina no va a funcionar, no voy a perder
mis amigos por ti, le gritó sin importarle que sufriera un
fuerte dolor de cabeza.
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La casa grande
En aquella casa grande y, aparentemente
abandonada, hay unas muchachas que deshacen en sus
lenguas los impulsos rotos del deseo. El señor alto que usa
siempre un sombrero, sí ese mismo, el que maneja el carro
rojo y hace cuentos a los pasajeros de sus años en La
policía, me introdujo en ese mundo de húmedas bocas y
corazones vacíos. Yo apenas conocía los labios de Shena y
sus limitadas maniobras de cristiana casada, que con un
corazón casi explotándole el pecho, me enredaba entre
gemidos y sensaciones de frío.
Cuando Bartolo comenzó a mostrarme las mujeres,
clasificándolas según apariencia y precio por horas de
servicio, pensé que no valía la pena involucrarme en estos
asuntos. La primera vez que entré sentí mucho miedo. Ella
notó la tensión, pero nunca pensó que eran cosas de
principio, sino porque su cuerpo era totalmente diferente. Si
alguien me pregunta quién es ella, no sería capaz de darle
una respuesta. Ella es una de esas que te dan el primer
nombre que les llega a la mente… No me digas que sólo
viniste para verme desnuda, esa vaina de romanticismo ya
hay que dejársela a los viejos. Sé que mis senos son
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hermosos, ya me lo han dicho, pero nadie se había
conformado con solamente mirarlos.
Yo vaciaba en su pecho el libidinoso brillo de mis
ojos. Ella me miraba y sonreía cada segundo. Apretaba sus
formas redondas y rojizas como dos tesoros inalcanzables
aún por sus manos. Sólo habían pasado dos minutos cuando
me dijo, Si vas a hacer algo dímelo, que ya me tengo que ir.
No puedo quedarme todo el tiempo aquí contigo. Ando
buscando dinero. Este no es el cine, has llegado al lugar
equivocado. Yo no pierdo tiempo. Vengo a hacer lo que
tengo que hacer y cobro mi cuarto. Empezó la acción sin ni
siquiera decirme cuánto cobraría por ella. De que yo no era
capaz de engañarla ella se dio cuenta a simple vista,
situación que aprovechó para engañarme a mí. Eres un
hombre bueno, necesitas una mujer que te dé cariño. Si me
pagas el doble puedo darte algunas caricias, eso es lo que
realmente necesitas. Aunque en este momento quiso
adquirir aire de psicóloga, yo sabía que su intención era
aumentar los ingresos de la noche. Sus rústicas manos
sobre mi espalda delataban los duros trabajos del día. Ponte
pa’ esto que no tengo toda la noche, si no te concentras te
dejo aquí y me voy. Yo sabía que su lucha era en vano,
unas caricias vacías no superaban los instantes de lluvia
que Shena provocaba en una mañana cualquiera. “No tiene
7
arte ni para acariciar a un hombre. Es una maldita máquina
traga monedas”, pensé. Estaba dispuesto a dejarla ir, pero
quería seguir burlándome de sus femeninos instintos
vacíos. Es absurdo pagarle a una experta para luego tener
que enseñarle su propio oficio. Párate lentamente, le dije.
Se paró con rabia. Tú estás enfermo, a todos los que han
venido aquí los he despachado en menos de dos minutos y
contigo no logro ni siquiera... Si fuera un viejo yo no digo,
pero a un hombre joven debe de darle vergüenza. Yo
también quería salir de ese conflicto. Párate, ponte la faldita
y abrázame suavemente, no pelees por favor, sólo
acaríciame. Una sensación de triunfo arropaba su rostro, ya
no le importaba el dinero, sino demostrarme su grandeza
femenina.
8
Monólogo de Shasy
Que llore quien quiera. De estos ojos no van a ver
caer ni una sola lágrima. Lo que está pasando yo misma me
lo busqué. Él daba la vida por mí y yo no supe valorarlo. La
primera noche que lo conocí tuve la sensación de que
podría ser mi esposo. Tenía todas las cualidades para
someterse a una vida sumisa y hogareña, o por lo menos me
serviría para esa noche, situación que descarté cuando
respondió positivamente a mi acostumbrada pregunta: ¿eres
cristiano?
No perdí tiempo. Le dije con la mirada lo que
andaba buscando. Quería un hombre para casarme, ya
estaba cansada de hacer cosas a escondida de mami.
Hombres van y hombres vienen y mami siempre creyendo
que yo era una santa. Me sentía mal conmigo misma
cuando se paraba frente a mí y luego de una profunda
mirada me decía, Ay mi hija tan inocente. Con el rostro
lleno de satisfacción, creyéndose una madre digna de
reconocimiento por la crianza que me había dado. Sí está
bien, quería casarme, pero no con un hombre flojo, porque
9
los gallos hay que dejárselos a las gallinas. Lo probé
cuando le pedí que se acercara a mi boca a ver si olía a
cerveza. Me quedé esperando su respuesta o más bien su
acción. No me besó porque ya me había dicho que era
cristiano. Cuando vio que quería besarlo tuve que
detenerlo. Una les da un empujoncito y ellos se tiran al
hoyo. Ya lo había comprobado con los hermanos de la
iglesia adventista. Esa noche me lo gané. Me lo gané por
nueve largos años. Supo unir el sexo a la ternura. Nueve
años de fuego y húmedos gemidos nocturnos.
Mi hermana lo dañó todo. Su rabia con Dios por
darle el tercer mongólico y con su marido por abandonarla
por una gorda, la empujó a destruir mi hogar. Estoy
hablando de mi hermana, la misma santa que ustedes
conocen. La que se fue al hotel con el alemán para ver si
salía bueno; con el italiano para ver si le compraba un solar
y después con el norteamericano buscando que la pongan
en puesto y también falló. Lo que dice la gente del barrio,
no. Eso es especulando, pero la mujer que no pega una es
porque tiene algo raro. Ahora quien está pagando soy yo, la
tonta. La que tiene que resolver los problemas de su casa
para estar bien con todos. Lucy me dijo que tuviera
cuidado, que a veces las hermanas también sienten envidia.
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Es una vergüenza para la familia, pero es así. Ahora sufro
por no ponerle caso. Eso fue lo que más le dolió a mi
esposo. Sí, eso le dolió en el alma. No debí defenderla a
ella en la delegación. La razón se le da a quien la tiene. Soy
una maldita estúpida. No, no puede ser… cada vez que me
acuerdo de esto pienso que estoy soñando. No voy a
derramar media gota de lágrima. Dejaré que se me explote
el corazón. Todo el mundo sabe que las manos que dan
esperan. Me hizo perder mi marido, me buscó un hombre
para que se burle de mí como los otros se burlaron de ella,
y todavía quieren que llore su muerte.
11
Contar para qué
Puedes estar seguro de que a ti no te contaron eso
bien. A veces al que más le gusta contar es a aquel que
menos está empapado del asunto. Ustedes siempre creen
que tienen la razón. Leen una noticia en el periódico y
piensan que ya lo saben todo. Tú sabes que es así, no
siempre lo leen, sino que se llevan de los comentarios que
hacen en el callejón los jugadores de Dómino.
Yo tampoco he leído nada sobre ese asunto. Le
pregunté a una vecina de la madre del niño y siguió
caminando, meneando sus finas faldas cortas, Ni sé ni me
interesa. Después de contestarme hizo un gesto con todo el
cuerpo. Parece que ha tenido algún problemita con la
mujer, porque en los primeros días que se mudó en la
habitación de al lado, en esa casa era que ella hacía de todo.
El problema no es de racismo como dicen los
estúpidos e intrusos del Organismo, sino más bien de
cultura. Compartir el baño, el área de lavado, la lavadora y
hasta la pareja con una persona de otra cultura, puede traer
algunas desavenencias. Ahora no es el momento para entrar
12
en detalles… “Ese embarre de sangre en el baño no parece
de una mujer que tenga sus cinco sentidos, yo nunca dejé
que ustedes se encontraran con eso, a las mujeres de ahora
no les pesa el ruedo e la pollera”. Nunca había visto a la
madre de ese hombre tan enojada, pero esa tarde fue a
visitarlo y no pudo ni siquiera comer.
Según contaba el profesor de cívica, el niño tiene
dos semanas que no va al colegio y no se ha reportado la
primera excusa. Esta mañana se notó muy misteriosa la
oración del Equipo de fe. Esa gente ora por quien haya que
orar, pero es muy difícil que llore de esa manera. A veces
hay que ser un poco tolerante. Nada más hay que ser un
hombre joven y vivir solo para entender lo provocativa que
se ve una mujer en toalla acabada de bañarse, coqueteando
en el balcón. Si uno es inteligente lo deja pasar, no
simplemente por el imperativo hipotético de ¿qué sucederá
cuando el marido se dé cuenta?
El marido de esa mujer es un cobarde. No debió
herirla de esa manera. Él es el culpable de todo. Si no
quieres algo déjaselo a otro que lo necesite. Dicen que ella
fue tres veces a tocarle la puerta al vecino esa madrugada.
La primera vez a pedirle una capa plástica para cubrir el
13
cochecito del niño que se estaba mojando. Le hizo esperar
más de cinco minutos con ella, porque supuestamente el
plástico se enredó y ella no podía desenredarlo. La segunda
vez para mostrarle la instalación del baño, porque tenía
miedo de que al levantar la cabeza chocara con los
conductores. Arreglaron la instalación, y se quedó
mirándolo. Luego metió la mano derecha por debajo de la
toalla, se quitó la ropa interior y la colgó de un clavo que
estaba diseñado para tales fines. La tercera y última vez fue
para mostrarle un problema en la habitación, se cansaron de
buscarlo y no lo encontraron. Lo miró con rabia, se quitó la
tolla y lo tiró en la cama. La sublimidad de aquel momento
no tiene explicación, lo que se puede decir es que en tantos
años no se había visto algo semejante. Yo había aprendido
algunos detalles acerca de esta palabra en una conferencia,
pero me di cuenta de su verdadero significado cuando
juntos dijeron: Gracias.
14
Desnuda en el bosque
De la importancia de mi clase de geometría en
futuras construcciones nunca tuve duda alguna. Pero en
realidad no pude darme cuenta de que había tanta
relevancia en las formas redondas. Cuando falta formación,
los mortales dudan de la existencia de muchos objetos y
fenómenos (al menos eso escuché decir al viejo profesor de
filosofía, del cual empecé a dudar cuando vi que apostaba
la cabeza a que la muchacha era una divinidad.) Yo no la
conocía bien. Sólo sabía que su tío, un don Juan
internacional, le había aconsejado que con ese color y esa
hermosura no tenía que utilizar prendas innecesarias que
sólo servirían para producir calor y delatar la humedad.
“Eso maltrata la piel y es algo que no te sirve de nada. Tu
belleza es natural y por más que la cubras vas a mortificar a
todos los hombres y a algunas mujeres que quizá no
tendrán el valor de reconocerlo; pero van a saludarte con
eróticos besos y apretones de pecho”.
“Tu piel es perfecta, sobrina, si la maltratas
cometerás una de las más grandes herejías. Recuerda
siempre que el negro da a ese rosa un toque angelical. Un
fino vestido negro tendrá el honor de deslizarse por tus
piernas y allá arriba, donde las formas redondas dibujan el
15
arco de la perfección, todas las miradas describirán el
ángulo central de la existencia”. Con una mirada detenía el
tránsito en La autopista y el asiento de la camioneta de
Emiliano Rodríguez nunca fue lavado para conservar el
aroma que dejaban sus piernas cuando iba a la finca para
amansar al ganado. Los niños comentaban que la
madrugada era una diosa que salía del bosque; y expertos
en ganadería decían que ella se quitaba el vestido para
hipnotizar a las vacas.
16
La cita
Sodoma y Gomorra desaparecieron del mismo modo que esas
ciudades italianas enterradas bajo las lavas del Vesubio.
Marqués de Sade
Entre el ruido y las luces de neón, la madrugada
perdía el ritmo de sus pasos. No te vayas me dijo, que ahora
es que la vaina se va a poner buena. Entró al baño y me
quedé esperando con una desconfianza salpicada de
deseos. Salió con un aroma diferente al anterior y se acercó
calmadamente a decirme algo al oído, Mira voy a quedarme
contigo esta noche, pero tienes que salir de madrugada, y
no te acostumbres, que yo no llevo hombres a mi casa, lo
voy a hacer contigo porque se te nota que no eres un
hombre de problemas. Nos abrazamos y nos miramos
mutuamente, intenté besarla y me empujó, No me beses en
la calle, coño, que yo no soy cuero.
Tenía cierto temor. No quería entrar al callejón y
ella me empujó, Entra y deja tu miedo que tú eres un
hombre. Llegamos a la casa, se sentó en la cama y empezó
a desnudarse, le pregunté de nuevo su nombre, Ya te lo
dije, lo olvidaste tan rápido porque no te interesa, Morena
17
no es un nombre, respondí. Me miró y sonrió con cierta
sospecha. La cama estaba bien limpia, pero tantos olores
juntos a veces como que te quitan el deseo, me quedé
tranquilo y ella empezó a dar vueltecitas en ropa interior,
luego volvió a sentarse en la cama y me dijo, Dime a ver si
es que ahora tengo que violarte, y entonces acudí al
llamado. Su agresividad femenina me hizo pensar que tenía
que comprarle una nueva cama. Tal vez no tendría sentido
pensar por qué me tocaría a mí comprarla, si ni siquiera ella
bien sabía mi nombre. Recordé la tarde que nos conocimos
y, cómo no recordarla si dos días no son suficientes para
olvidar unas pocas palabras y su lengua dilatándose en mi
piel, Dime que no te gustan mis juegos. Así beso a mi
novio cuando quiero ponerlo rápido… Lástima que no
todas soportarán tus locuras… A mí nunca nadie me había
pedido eso. Pero si esto es lo que quieres no hay problemas.
Esas son tus fantasías eróticas, me susurraba.
No sé por qué rápidamente empecé a sentirme
dueño de algo que al principio miré con la única furia que
deparaba el instante, Y qué tiene que ver tu novio en este
momento tan importante, pregunté, No, pa’ ponerte claro.
Porque a ustedes los hombres les gusta adueñarse muy
pronto de las mujeres, contestó ella. Como es normal
18
siempre que se está haciendo ejercicio, las palabras salían
con un aire diferente, delatando los saltos verticales que
daba con tanta seguridad. Pásame esa toalla, por favor y se
paró rápidamente a contestar el teléfono móvil.
19
Un día de compra
Mi muchacho se come lo que le den aunque después
le repugne. Le he dicho que aprenda a elegir las cosas,
porque pronto irá él para viejo y yo para el hoyo… Otra
cosa, se me ha caído la lengua diciéndole que no se meta en
esos lugares. Ahí no hay nada que buscar. Bebida, bachata
y si anda con suficiente dinero, puede terminar con una
enfermedad incurable.
No sé lo que está pensando ahora, pero no creo que
tenga su conciencia tranquila. La mujer que está pagando
en la caja 10, sí, esa misma loca que quiere comérselo con
los ojos, tiene el carrito más lleno que el de nosotros. Y no
compra cosa mala, todo es filete. No pudo abrir las patas
sin vaciarle el bolsillo a mi hijo. ¿Qué tiene ella mejor que
mi muchacho para que él tenga que jartarla de cerveza y
después pagarle para que ella se dé su gustazo?
Esa no tiene vergüenza, las mujeres deben darse a
respetar. No es ni fea la loca esa. Lo que yo no le perdono
es que venga con el mismo vestido que tenía anoche y sin
el maquillaje que mi hijo le puso en el retrato esta
madrugada.
20
Misterio de un Centauro
Mira papa, ¡comiéndose…! Gritó el negrito con
toda la euforia que genera un instante de triunfo. La
reacción de Pablito pudo haber sido mucho más violenta
que la que el niño esperaba, o peor aún, cualquier persona
normal hubiera pensado que Pablito le partiría la boca a ese
niño tan vulgar. La frase no era común en un niño de seis
años y mucho menos en esa época; pero el abuelo
respondió con una carcajada, también estaba sorprendido
presenciando tal acción.
No estaba de moda la fabricación de pastillas para
aumentar la potencia sexual masculina y todos estaban
seguros de que a los caballos no les correspondían las
virtudes de los humanos, pero la forma en que aquel animal
miraba a las mujeres no era normal. Mientras deslizaba su
lengua por la esfera húmeda de la yegua de Juana, sus ojos
estaban concentrados en las piernas de Indy. El caballo de
Ciriaco, famoso por su fuerza brutal y habilidades para
tumbar la carga, era conocido y admirado por todos los
niños del lugar. Yo también admiraba al caballo ese y no
puedo negar que hasta llegué a envidiarlo, porque Indy no
21
era una cosa del otro mundo, pero fue la primera en
humedecer mis noches. La vi casi desnuda en la ventana un
día que venía del río con mi hermana y nunca pude dejar de
pensar en ella hasta que me puse a inventar y ssshuk, algo
extraño sentí en mi cuerpo.
Para los hombres y mujeres de Los Botados, este
animal era un símbolo de la impotencia sexual masculina.
Mi abuela me contaba que cuando una mujer decía a su
marido, “Eres como el caballo de Ciriaco”, el hombre tenía
que revisarse. Ella nunca contaba las historias completas,
entendía que había cosas que todavía su nieto no podía
saber. Yo seguía insistiendo hasta sacarle la última
información, Te pareces a tu difunto abuelo, todo lo quieres
saber, siempre me susurraba con una pequeña sonrisa antes
de darme todos los detalles. Esta vez, refiriéndose al
caballo de Ciriaco, respondió, Es que es mucha espuma y
poco chocolate.
Pablito, fabricante de ataúdes y padre de Indy, no
era muy querido por la gente de ese pueblo. No por negro,
como pensaban algunos, sino porque supuestamente hacía
rituales para llamar a la muerte. Cuando quería vender sus
malditas cajas de muertos, empezaba a tocar los atabales y
al minuto se escuchaban los gritos. Antes de morirse tenía
22
hecho su ataúd, pero no el de su esposa, porque nunca
reparó en que él podía morirse primero. Una tarde Pablito
salió para el río a bañarse con su nieto, por puro azar, se
encontraron con la morena desnuda limpiando el pozo,
minutos antes de soltarse el caballo de Ciriaco a demostrar
su pasión por las humanas.
23
La asistente
Hoy visité a mi psicóloga. Ni siquiera me miró.
Escuché claramente cuando le dijo a alguien, Hoy tiene una
depre más grande que todos los días. No sé, ni me interesa
saber, con qué diablos ella pudo medir tan rápido mi
depresión, pero tuve que pagarle la consulta. A través de la
puerta se siguieron colando pedazos de palabra, tomadas
del viejo folleto que había sugerido la maestra Virtudes…
Es neurótico y la familia se ha descuidado de él por mucho
tiempo, si sigue así llegará a ser psicótico. Aunque la
conversación entre ellas parecía una escena que se iba
desarrollando en otro plano del escenario, no pude contener
la rabia. Sabía que hablaban de mí. De una sola patada
rompí la puerta. Cuando me encontré solo con ellas, no
pude hacer más que dejar penetrar mis ojos en los de
aquella muchacha, que para ella era su asistente y para mí
la chica del bar que había amanecido conmigo la noche
anterior.
Hubo una pausa breve. El silencio arropó todo el
cuarto, nos miramos fijamente a los ojos y pareció que
habíamos ensayado ese Hola, salpicado de lágrimas y risas
fundidas. Siempre nos encontrábamos en el bar de la calle
primera y de ahí salíamos para el hotel. No dejaban de
24
haber pequeñas discusiones en la salida del bar. Deja tus
malditos celos, no soy tu mujer, te atiendo como a un
cliente cualquiera. Cuando salimos tú me pagas y yo te doy
lo tuyo, ninguno le debe al otro. Esas palabras a veces me
dolían, pero mis amigos trataban de consolarme, Esa mujer
te quiere, lo que pasa es que tú eres muy desesperado.
Ella no había terminado su carrera en la
Universidad, pero sentía todo el deseo de hacerlo. Unas
veces utilizaba el lenguaje de las compañeras del bar y
otras veces mal conjugaba el verbo Haber, imitando a la
psicóloga. Sabía combinar bien las acciones; usaba la
lengua casi a la perfección y tenía un húmedo fuego que
escandalizaba la madrugada. Trabajaba de día en el
consultorio y de noche en el bar. Hablaba siempre de
terminar la Universidad, Cuando me ponga pa’ eso no me
verás en este negocio. Por la estúpida decisión de estudiar
fuera del país, me ausenté por tres años y perdimos la
comunicación. Cuando regresé me salió a buscar. Yo no
sabía nada de ella, pero ella sabía todo de mí. Tiene su
propio consultorio en la calle 7. Amanecemos juntos todas
las noches, ahora ella se encarga de todos los gastos y hace
los oficios de la casa en su tiempo libre. Yo me he dedicado
totalmente a la Literatura.
25
Monólogo de una divorciada
En el espejo del ascensor, me vi, me sentí orgullosa
de ser linda y al mismo tiempo, inmensamente triste.
Augusto Roa Bastos
A mí no me importa que creas lo que estás
pensando, igual que cualquier otra, tengo derecho a elegir
lo que quiero. Me sentía presa en tus malditos brazos, pero
ya voy a descansar de ti. Con él. No con el espejo, como lo
creí la primera noche, aprendí a valorar mi cuerpo. ¿Qué te
pesaba a ti colocar los labios en mis oídos y susurrarme: te
amo, mientras hacíamos el amor? Eso era lo único que
reclamaba de ti, porque ni siquiera un trapo de ropa me
comprabas. Así querías verme. Mientras te cocinaba
temprano y guardaba tu comida en la mesa, tú salías con
otra perra a estrujar la ropa que con tanto trabajo te
planchaba. Ahora no tengo que hacer nada de eso, este es
un verdadero caballero. Parece que Dios me lo había
regalado y tu maldito egoísmo me lo tenía escondido. Estoy
orgullosa de mi cuerpo, ahora entiendo las maravillas que
26
puedo hacer con él. ¿Y tú sabes donde tengo un lunar? ¿A
que no sabes? Nunca fuiste capaz de ni siquiera conocerme.
A este hombre le agradezco en el alma. Puede
pasarme por encima un batallón de hombres y nunca
olvidaré lo que él ha hecho por mí. Me compraba los
pañales y la leche cuando llegaban las malditas vacaciones
de junio que nunca te pagaban. Y sí, hacía el amor con él
antes de salir de tu cárcel. Era por eso que me iba para
donde mami cuando tú llegabas, porque a esa hora él me
llamaba. Yo misma se lo pedía para que te doliera; y tú con
tu estúpida confianza nunca lo creíste. No lo supiste antes,
porque te hacías el loco. Un día lo llamé de tu propio
celular, además, no me puedes decir que no te diste cuenta
de que las facturas de la farmacia tenían su nombre.
El dinero que me dejabas, los miserables quinientos
pesos, se los daba a mi hermana para que saliera de los líos.
Siempre quise un hombre que me hiciera sentir mujer,
como el primero que tuve cuando fingí estar enamorada de
ti. El muchacho que encontraste en la habitación el día que
saliste con el dolor de cabeza no era de ninguna amiga. Era
mío. No sentía nada contigo, lo que hacías era maltratarme,
por eso fue que te intoxiqué con las pastillas. Me inventé
27
que la doctora te las había indicado para la infección, a ver
si te morías y me dejabas libre para siempre.
Te voy a pedir un favor: no me llames. No te
pongas a tomar para después estarme molestando, después
de las nueve de la noche no acepto llamadas, a esa hora
estoy acostada con mi marido y tus mocosos deambulando
en el vecindario. No me canso de mirarme al espejo. Llevo
un volcán entre las piernas. He encontrado suficiente frío
para enfriar el magma y suficiente fuego para encenderlo
cada vez que sea necesario. No olvides que los años te
están cayendo encima. Aunque esa palabra te queda muy
grande, tienes que hacerte Hombre. Después que salí de ti,
me he dado cuenta de lo que es un verdadero hombre.
¿Recuerdas el vestido negro que me compraste la última
noche que salimos de compra? No te imaginas lo que me he
divertido con él. Lo uso sin ropa interior para sentarme en
las piernas de mi marido, por eso nunca me lo has visto
puesto. Nunca he sido tan cruel y tú lo sabes; pero debo
decirte que eres una vergüenza universal.
Desde que te conocí supe que eras un tonto. Pude
comprobarlo mejor cuando me dabas el dinero para ir a la
clínica y yo lo usaba para pagar la cabaña. Lo que tú no
podías hacer con una y dos horas de lucha, él lo lograba
28
con dos palabras y un dedo atravesado verticalmente en
mis labios, en señal de silencio. Y que se sepa, no estuve
solamente con él. Buscaba entre los hombres la heredad
perdida. Todas las noches que estuve desnuda contigo en
una cama, como un castigo que parecía eterno, las recuperé
en sólo minutos. La primera vez que él y yo lo hicimos en
el fregadero, sentí una sensación un poco extraña, pero
inolvidable. Marcó mi vida para siempre, bueno, podría
decir que ahí empecé a vivir. Sus besos fueron como el
soplo de vida soñado por los autores del génesis.
29
Desde la habitación de al lado
El rostro de satisfacción se observaba a unos metros
de la puerta del hotel. Su sonrisa lucía diferente a los días
anteriores. Todos imaginaban lo que había sucedido en
aquella habitación. Parecía ilógico porque ella no había
hecho la visita acostumbrada a la farmacia, donde pedía el
asunto que no faltaba en la mesita de noche. Tampoco se
escuchó el escándalo que dejaba filtrar por la ventana
algunas gotas de angustia. “Ven que te lo voy a hacer para
que te duermas y me dejes tranquila. “Sí vas a hacer algo
hazlo ahora, porque cuando me duerma, no quiero que me
estés molestando…” Terminaba y le daba la espalda.
“Ahora a dormir, por favor, te doy lo que me pidas para que
no me despiertes”.
Después de la clase de Introducción al derecho, sus
amigas impartían lecciones de sexo y olvido; así como
otras maniobras de la cama. Esto no se quedaba en teoría,
las prácticas iban mejorando progresivamente, pero no
podían desviar el curso de la naturaleza. Era cosa de dos y
no de uno (como le aconsejaba su madre cuando la veía
llorar por el muchacho que conoció en la iglesia adventista)
si ya te cansaste de ese hombre es mejor que lo dejes y te
cases con este que parece bueno.
30
La espada del general
Lo que hay de relevante en Emilio no son las
lombrices que llenan su vientre, ni su buena cabeza para
entender las matemáticas. Lo de la barriguita se resuelve
con apasote y si se vuelve loco por los números, allá él.
Pronto se dará cuenta de que no le servirán para vivir, ni
mucho menos para cambiar su vida. Algo que me fascina
de este bicho (como le llamaba su padre, sin saber a fondo
el significado de esa palabra) es su cabellara negra, porque
cuando lo miro recuerdo que algún día fui una mujer amada
y sufrida, más amada que sufrida o quizá menos sufrida que
amada, aunque la explicación de la esencia de estas dos
últimas palabras no viene al caso.
Con apenas diez años, Emilio ha hecho cosas que ni
siquiera yo (con estas canas que denuncian todos los pasos
que he dado) tengo la cara de comentar. Anoche lo
encontraron en una calle de la capital que baja al
Malecón… No creo y, meto la mano en la candela, que la
espada del tipo que está sobre el caballo; que no sé bien si
es anexionista o libertador, por eso no entro en discusiones
vagas, sea él que la haya robado. El par de tenis que llevaba
31
sobre el cuerpecito, entre pecho y espalda, lo encontró
tirado en la arena. Le agradezco inmensamente al señor de
corbatas que intimidó al policía que se lo quería quitar,
Mire jovencito, pídale perdón al comandante y coja para su
casa.
32
La visita de la abuela
Supe que estaba en el hospital cuando mi abuela me mostró
el espejo roto que aún estaba más entero que mi cara, Esa
carita tuya lo dice todo. Ese muchacho si me ha salido
sinvergüenza. No me canso de mirarle la cara, parece que le
quitaron la del abuelo y se la pusieron al él (esta frase la
terminó con una de esas sonrisas que nunca he podido
olvidar) si quieres mujer cásate para que tengas cama hasta
que te canses. Hoy se ríen contigo y mañana te hacen llorar
lágrimas de sangre.
Era una de esas noches que la brisa riega sobre el
techo melancolía. Mi abuela se sentó en la cama, volvió a
mirar mi rostro desfigurado y empezó a llorar. Hice todo el
esfuerzo para ir hacia ella, pensé que me había dado la
espalda, pero se fue fundiendo poco a poco en el sueño
hasta que desapareció con la bata blanca que llevaba puesta
cuando le tomé su última fotografía.
33
El sueño se hizo carne
Hoy te levantaste con el pie izquierdo. Sí, te dio un
salto el corazón y anoche tuviste los sueños sombríos que a
nadie les importan; pero siguen ahí como el primer día que
alguien soñó cruzando el río sucio o una calle iluminada
por las luces de un escenario desconocido y después se
subió en el motor y le volaron los sesos. De acuerdo, no soy
un gran lector de libros clásicos, pero no estoy tan ayuno de
letras para no haber leído algún día que los sueños, sueños
son. Sólo sé que no es un buen día para salir de su casa. Es
absurdo imaginar las consecuencias de esos sueños.
Cuando soñaste que Francisquito y tú habían matado a
machetazos a Chichito el vecino, lo que vino después no
fue cosa chiquita. En la casa que se escondieron vivían los
hermanos de Chichito. Eso me lo contaron Los heraldos del
sueño, así los llamó la psicóloga psicoanalista que nunca
hubo en mi colegio. Tengo derecho a decir que nunca la
hubo, porque Xiomara y Cristina me confesaron en una
tertulia casi forzada que no conocían ni siquiera la
interpretación de los sueños de Freud y que ese tal Lacan
yo me lo había inventado.
34
No voy a entrar en detalles acerca de los temas
tratados en la tertulia. No quiero convertirme en un
conductista mediocre que se pasa el tiempo conjugando
dislates. Casi dibujando las palabras en los labios,
`cobrando en una oficina el dinero que con sangre y fuego
han logrado conservar los de arriba.
Te llamaron para decirte que Sor Serafina te iba a
renovar el contrato, pero que tenías que dejar de escribir
esos disparates que te llegaban a la mente cuando tardabas
horas y horas sin dormir. Entonces fue cuando empezaste a
escribir con gusto, porque la llamada venía de una maestra
de inglés que no era capaz de llevar un minuto de
conversación en el idioma que enseñaba y fue maestra del
año. La historia se iba haciendo cada vez más compleja.
Sor no hablaba con nadie en los pasillos, pero en chisme de
oficina tenía un doctorado.
Soltaste la libreta en el lado derecho de la almohada
y miraste hacia arriba, la volviste a tomar cuando viste un
pájaro que pasaba lentamente de un lado a otro de la pared
y su reflejo en el techo te hizo temblar los dedos.
Pensaste volver a dejar de escribir, porque la
historia no tenía ni pie ni cabeza. Iba tomando siempre
rumbos diferentes. Todo iba sucediendo muy rápido y de
35
manera absurda. Te estabas quedando dormido con el
rostro sobre la libreta, cuando de repente te llegó a la mente
un pensamiento raro. Recordaste que venía el apagón de las
once de la noche y podría prolongarse, como de costumbre,
hasta la seis de la mañana. No querías salir solo para la
calle. Pasaste los tres últimos días soñando con paisajes
sombríos. Llamaste, por fin, a los muchachos y quedaron
de juntarse en El nueve, para hablar de filosofía y tomar
algunas cervezas. Ahora falta que uno de los filósofos le
pregunte al otro, ¿Tú lees rápido? Y ahí termine la cuestión.
Te paraste en la puerta de la cafetería. Viste dos
mujeres y más de doce hombres, pero pronto comprendiste
que ellas estaban buscando quien gastara más y tú sólo
estabas esperando a los muchachos.
Los demás hombres hacían fila para bailar bachata.
Una de las chicas, La flaca, como decía llamarse, dejó de
bailar y salió a buscarte fingiendo ternura. Casi te besó en
la boca y volvió a bailar con el señor, que la esperó hasta
que terminó la seducción. Te decía ven con la mirada,
mientras el otro trataba de satisfacerla.
Cuando terminó la segunda bachata, después de tu
llegada, el moreno de la esquina se paró con todo el
salvajismo de esos que salen a manchar de rojo la noche.
36
Ahí quedó tirado el bailarín. El moreno corrió y tú
caminaste lentamente con los cabellos salpicados de sangre,
casi sintiendo los cristales penetrando en tu cráneo.
37
Juguetes para Lonky
Había salido del sueño y por tanto, bajado de la
rama seca del árbol de cacao, donde se encontraba a la hora
de empezar la pesadilla. Lonky cenó temprano. Sabía que
el gas de la lámpara se escaseaba por unos días y la media
botella que su padre buscó la semana anterior donde
Manuel Doñé (el único que conseguía unos cuantos galones
en tiempo de escasez) ya se había agotado.
La oscuridad tendía sus brazos sobre todo el
cacaotal y sólo la pálida luz de la luna penetraba por las
paredes de tabla de palma. Casi siempre la lluvia se bebía la
única gota de luz que traspasaba la noche. Lonky
aprovechaba la posición del radio Riviera azul que sus
padres conservaban por más de dos décadas sobre la alta
mesa de una sola pata, sostenido con una piedra, por
encima de su cama. Usted no tiene que recibir lecciones de
mecánica clásica para entender que si la mesita tenía una
sola pata, ésta estaba colocada en el centro del pedazo de
tabla que la componía. Pero este es otro asunto, lo que me
interesa ahora es decirle que la estrategia utilizada por el
niño nunca fue descubierta, pero él mismo se cansó de ella.
Sí, claro, era una estrategia, porque él sabía, que aunque no
se lo decían, sus padres lo querían y vivían pendientes de
38
él. En una casa de madera donde corrían ratones a
aprovechar la cosecha almacenada de un año para otro,
éstos podían hacer rodar la piedra que calzaba el radio
encima de la mesita que sobrepasaba su cama. Entonces lo
que hacía era que salía de una pesadilla y cualquier ropa
tendida en el medioceto (así llamaba su padre a la pared
cuyas tablas no llegaban al caballete) o un saco suspendido
con una soga en el mismo caballete, podían en un momento
dado, formar una figura misteriosa en medio de la
oscuridad, se tiraba la piedra encima y llamaba a su papá
para decirle que algo lo había lastimado. ¿Pero y la
reacción del viejo? No. Nada de duda. Cualquier niño que
lo conociera, incluso los hermanos de Lonky, no se atrevían
a hacerlo. A este hombre nunca lo veía uno pelando el
diente, pero Lonky sabía que él no iba a preguntar nada,
sino correr a ver qué le había sucedido. Así lo hacía noche
tras noche. Eso le permitía al niño mantenerlo despierto
para dormir tranquilo y no tener más pesadillas.
Las pesadillas seguían, parece que sólo lo
perseguían a él y todos los demás niños dormían tranquilos.
Ya sentía lástima por su padre y en un sueño, que por cierto
no era una pesadilla, lo vio desplazarse con su cabellera
blanca hacia su cama, un minuto antes de apagar la
lámpara. Luego de haberlo pensado bastante se le ocurrió la
39
idea de matar al diablo. Su tía le había contado que según el
padre Leonel, cura párroco de la parroquia Cristo Rey del
Universo, el culpable de todas esas pesadillas era el diablo.
Satanás, como le llamaba Padre Leonel y El enemigo malo,
como lo nombraba su tía con cierto temor y persignándose
a la vez, pero era la misma cosa. Después de haber clamado
más de tres horas corridas a los dioses de Villa Soledad,
cuyo trono era un enorme tronco hueco que se encontraba a
la orilla del río, Lonky subió cansado y desanimado como
consciente de que todos los dioses estaban dormidos y
nadie le podría proporcionar las herramientas para matar al
diablo.
Estaba convencido de que el culpable de sus sueños
no era visible, porque de la misma forma en que al
despertar dejaba de ver las imágenes del sueño, desaparecía
también su creador. Para probar la hipótesis de que este ser
era invisible, aprovechó que pasara Polonia, una señora que
según él no tenía más de treinta libras y que debido a su
ausencia de carne estaba muy relacionada con aquellos
seres invisibles. Muy caro le salió este planteamiento,
preguntarle a una señora tan respetada por todos, Doña,
usted ha visto al diablo. Es que lo estoy buscando para
matarlo, lejos de brindarle una recompensa por su gran
capacidad imaginativa, lo llevó a ser duramente castigado
40
por su madre, que recibió la noticia en el camino cuando
regresaba cansada de recoger gandules.
El escándalo que se formó no fue chiquito. Lonky
no era un niño prodigio, pero sus actos eran tomados muy
en serio, porque casi lograba todo lo que se proponía.
Cuando la idea quiso empezar a ser expresada por él, como
en una especie de monólogo, ya había llegado a los oídos
de Las legionarias de María y cosas que llegaban a los
oídos de estas señoras, señoritas en la mayoría de los casos,
de una vez llegaban a los oídos del padre Leonel. La casita
rosada, no sé por qué siempre rosada, que mis tías llamaban
casa curial estaba muy pegada de la capilla y ambas eran
de tablas de palma, pero siempre rosada la casita curial.
Llegar la idea de eliminar a Satanás a los oídos de
Padre Leonel convirtió la vida de Lonky en una pesadilla
permanente. Empezaron a vigilarlo día y noche, de día por
todos y de noche por los heraldos del sueño. Cualquier
juguete conseguido por Lonky era rápidamente destruido y
tirado a los pies de la cruz del frente de la casa. Cuando
Lonky fabricaba un objeto parecido a una cruz, la forma de
tirarlo a la basura era sencilla: la parte vertical a la
izquierda y la parte horizontal a la derecha, muy lejos una
de la otra. Ustedes lo ven muy fácil, dijo el padre, porque
41
se han basado en la inocencia del demonito ese, pero si se
ponen a pensar en la derrota que sería para la humanidad la
idea de eliminar al diablo, estuvieran tan preocupados
como yo. Imagínense ustedes a todo el mundo haciendo y
deshaciendo. Si no hay diablo no hay infierno y entonces
¿por qué motivos debe la gente portarse bien? La reunión
en la casa curial se tornó larga y los rostros de Las
legionarias de María exhibían todo el dramatismo de la
situación. Habiendo allí familiares de Lonky no era tan
fácil, a pesar de la fe, aceptar a unanimidad la idea del
padre Leonel: esconder al niño y decirles a todos los fieles
de la comunidad que una enorme fuerza lo hizo
desaparecer. El argumento de Ana, tía de Lonky y
superiora de Las legionarias de María, fue muy acertado, Si
escondemos al niño debe ser para siempre. Si lo
escondemos y luego lo sacamos debe haber en él alguna
anormalidad. La gente no va a creer que el enemigo malo lo
devolvió sin ni siquiera clavarle una uña en el cuello,
enredarle una serpiente o arrástralo por las espinas de una
javilla. Después de más de cinco horas de discusión
decidieron llamar al niño y ofrecerle vida y sueños felices.
También acordaron que tenían que mantener esto como un
secreto de la comunidad o más bien de los directivos de la
iglesia Cristo Rey del Universo, porque si los demás
42
religiosos se daban cuenta de esto, la vida de Lonky
quedaría en peligro. Aunque el padre no temía a la idea de
eliminar a Satanás, porque sabía que éste era un enigma
milenario; y que a él sólo le correspondía, por órdenes
superiores, crear el ambiente de galimatías, no detuvo su
lucha hasta llegar a un acuerdo con Lonky. El niño tenía
una imaginación perfecta y si lograba destruir el antiguo
enigma del enemigo de las almas, entonces ya no era
necesario una capilla ni mucho menos una casita curial.
La última vez que lo vi estábamos en la montaña.
Lonky levantó una enorme piedra y salió una jaiba casi tan
enorme como la piedra. Seguimos buscando y logramos
reunir más de dos docenas, también encontró una antigua
tinaja llena de oro. Mi tío dijo que tenía más de treinta y
cuatro años trabajando allí y nunca había visto ninguna de
las dos cosas. No les dijimos nada a Las legionarias de
María, tampoco les contamos que Lonky había soñado con
una enorme cruz de fuego dibujada en el aire minutos antes
de que el huracán destruyera la capilla y la casita rosada
donde vivía el padre.
43
El almanaque predice tiempos de
lágrimas
They remember your voice
strong, clear on quiets nights
as you sang them to sleep easily.
Luci Tapahonso
Estábamos sentados junto a la mesa. Esa noche las
hormigas no pararon de danzar alrededor de la lámpara.
Aquellas que perdían sus alas caían sobre mi espalda, ya
casi moribundas. Por dos razones no quería eliminarlas:
una porque cuando explotaban se sentía una extraña
sensación y la otra porque las creía indefensas ante mis
manos también moribundas.
La lluvia marcaba sus pasos sobre el techo de zinc y
las manos de mi madre dejaban sus huellas en mi espalda.
Estaba un poco distraído y mi mente se proponía formar
melodías con el sonido de las gotas sobre el techo.
44
Mi padre sonrió. Sé que no podía imaginar lo que
yo estaba pensando; pero veía mis dedos impacientes,
persiguiendo aquellas que volaban incansables y volvían a
caer. Miró firmemente a mi madre. Al darse cuenta de que
no estaban ambos concentrados en el mismo asunto, quiso
involucrarla rápidamente, Mire como caen todas encima de
ese tajalán, caramba no tiene ánimo ni siquiera para matar
una hormiga de alas, ese pendejo.
Quise ignorar todo lo que sucedía alrededor de la
mesa azul, donde mis hermanos quemaban las alas en el
fuego de la lámpara; pero como mi memoria estaba llena de
melodías, no pude dejar pasar por alto la última escena,
cuando todos me miraron sonrientes y cantaron al ritmo de
las gotas de lluvia sobre el techo: “cuando las hormigas se
quieren perder, alas les quieren nacer”. La brisa danzaba
junto al olor sombrío del arroyo. El canto de los pájaros se
escuchaba más lejano que el silbo del viento en la montaña.
Ahora no pienso en las gotas de lluvia formando melodías,
ni quiero unirme a quemar insectos alrededor de la lámpara.
Por fin escuché la voz de mi madre, Esas hormigas vienen
porque se está formando un tiempo de agua y las palmas
huecas de la loma de Ciriaco están anunciando el ventarrón.
Si esto sigue así se nos van a morir los muchachos, se está
pudriendo toda la yuquita que nos queda.
45
Mi padre alzó la cabeza y sus ojos claros cayeron
sobre nosotros. Quise unirme a la ardua tarea de quemar
hormigas, como si esto pudiera redimirnos. De repente se
escuchó un sonido, me puse a pensar si era un mango o un
coco para irlo a buscar. Salí al patio y ya una de mis
hermanas que estaba en la cocina lo traía entre la boca. El
fogón celebraba su cuarto día de siesta. El mango iba
perdiendo su forma en los dientes de mi hermanita, Ese era
el último de la cosecha, por eso le habían tirado tantas
piedras los hijos del difunto Cabito, argumentaba mi madre
con la voz casi gastada.
Cada uno iba inventando su historia acerca del
mango, yo sólo pensaba que no había podido conseguirlo,
porque mi hermana salió como un fantasma debajo de la
mata. Según la forma en que lo miraba, pude darme cuenta
de que ella estaba dejando la parte más dulce para
comérsela al final.
El caballo resopló debajo del árbol de cajuil y mis
hermanos dejaron de quemar alas de hormigas para ver si
alguien había llegado. Uno de ellos vio a mi hermana que
todavía estaba ahí mirándome y saboreando su mango. Me
miró con sus ojos tristes. Luego volvió hacia mí, tratando
de darme una razón para no sufrir ante la pérdida del último
46
mango de la cosecha, No te preocupes, manito, que yo vi
cuando ese mango cayó donde se cagaron los borrachos de
anoche. Entonces mi hermana lanzó el mango sobre una de
las patas del caballo que se encontraba ya en el patio
recortando la grama.
47
Que en ella se ensuelva
A veces los amigos quieren adivinarlo todo. Es por
eso que no me gusta que mis hijos se junten con los
muchachos del Cruce. Tú siempre has sido un muchacho
bueno, la difunta Ciana no estaba equivocada cuando me lo
decía. Con estos ojos que se los va a comer la tierra, vi lo
que estaba haciendo el maldito negro ese. Que digan lo que
quieran los vecinos, Dios sabe que no soy racista, porque
yo también soy prieta; pero ese negrito tiene el diablo
adentro. Yo quiero saber para qué estaba escondiendo tus
zapatos. No te apures que tarde o temprano, YO (se golpeó
el pecho con la mano derecha cuando dijo: yo) me voy a
dar cuenta, dijo mi madre muy enojada. Ella tenía razón.
Algunos amigos a veces quieren adivinarlo todo, pero en
este caso Johnny no lo adivinaba, él lo sabía. A penas eran
las seis de la mañana y el suicidio estaba pautado para las
siete de la noche.
Lo que pasó fue que el negro se precipitó en recoger
mis cosas. La doña odiaba la adivinación, nunca me había
dicho por qué no me dejaba leer el horóscopo, pero ya me
lo imaginaba. No fue leyendo el horóscopo que me di
48
cuenta de que ellos no eran buenos amigos. Parece que a
mamá se le había olvidado prohibirme soñar, esto era más
exacto que el horóscopo. Siempre que soñaba que tenía que
ir a la escuela, olvidaba algo y no podía llegar. Una
madrugada soñé que me fui desnudo, no sabía qué hacer y
entré al baño. Los correazos de mi padre me despertaron y
tuve que ir al río para limpiar el embarre que el sueño había
dejado sobre las sábanas. Soñar que caminaba por calles
sombrías, era mi temor para dormir. Siempre que me
quedaba dormido unos días antes de planificar la fiesta del
fin de los días, soñaba en esta misma calle. Sí, era la misma
calle, incluso el mismo techo de la casa donde me
encontraba el día que todos salieron y me dejaron solo.
Cuando soñé que la vaca negra de Francisquito colgaba
sobre árbol de cacao. Ya los muchachos se habían dividido
lo poco que quedaba y yo estaba ahí con la soga en la
mano, mirando para todos los lados a ver si venía alguien,
cuando desperté vi a mi madre contemplando cómo gritaba
la vaca. No hizo ningún esfuerzo por soltarla, sino que dio
la espalda, salió corriendo a buscarme, me abrazó
fuertemente y gritó: ¡Que en ella se ensuelva!
49
El beso de mi madre
En todo caso una mujer, no importa el nombre, no es una
madre.
Guillermo Cabrera Infante.
El trabajo de una psicóloga, sobre todo si nunca
leyó un buen libro, es molestar a los demás. No me
pregunten si he tenido algo personal con una psicóloga,
todas las que he conocido me han tratado muy bien y me
han tenido confianza. Lo que pasa es que ustedes no ven la
realidad de la misma forma que la veo yo. Un antiguo libro
de filosofía que leí cuando a tía Niní se le metió en la
cabeza que yo ingresara al seminario del pueblo, porque
según ella, se necesitaba un padre en la familia, decía que
la realidad era vista de manera diferente por una persona
común, por un filósofo y por un científico. Aunque esto no
viene al caso y mi intención no es que ustedes se cansen, en
estas tres categorías no he encontrado donde ubicar a las
psicólogas, o si no pregúntenle a Xiomara, que esa si sabe
de psicología. Una vez una estudiante le mostró un dibujo a
una psicóloga y empezaron a cuestionar a la muchacha,
50
ella y una mediocre maestra de literatura, empezaron a mal
interpretar el dibujo de la pobre muchacha, Yo siempre
voy más allá, dijo la maestra como queriendo satisfacer su
ego adivinando cosas en el dibujo de la joven estudiante,
Mire, profe, esto es una trompa de Falopio, dijo la
psicóloga mientras observaba una ventana en el dibujo de
la chica. A la maestra Virtudes no, que a ella no quiero
meterla en este asunto. No es que sienta algo especial por la
maestra Virtudes, pero me pareció muy gracioso cuando se
paró frente a mí y me dijo con mucha seguridad, Cuéntame,
¿cómo son tus sueños? ¿Recuerdas lo que sueñas? Mientras
compartíamos un café. Con ella aprendí que tenía que
enfrentar los sueños. Siempre ganarles a los intrusos que
perturban mis noches. Virtudes y yo casi coincidíamos,
porque yo lo que hacía cuando todavía ella no me había
dado ese consejo, era que me inventaba que mis dedos eran
una pistola y acababa con todos esos pendejos. Cuando los
tiros me fallaban era una pesadilla segura; pero yo hacía un
esfuerzo por despertar, porque ya estaba consciente de que
era un sueño.
Todas me enseñaron algo importante. Carolina me
enseñó, con gran acierto, que eso de estar soñando cosa
venía de la niñez y que ya era muy difícil superarlo. Ella y
Shenny tenían algo en común: decían la cosa de forma tal
51
que cualquiera podía creer en ellas. En realidad yo no
consultaba con estas psicólogas, eran diálogos amistosos
que yo manejaba a mi antojo, porque ya eso de estar
soñando dislates me colmaba la paciencia.
Con Xiomara aprendí, que para un hombre triunfar
en la vida tenía que ser blanco y vivir en Arroyo Hondo.
Ella y Cristina tenían algo en común: hacían énfasis en la
pronunciación de la letra S; vestían muy bien y sus diálogos
eran vacíos e incoherentes.
Le he dado muchas vueltas al asunto. Pueden
pensar que lo que estoy diciendo no tiene pie ni cabeza,
pero es que la vaina se complica. Ahora se está yendo la
luz a las dos de la madrugada. Ustedes saben que aquí en
Herrera llega a las once de la noche, se va a las dos y llega
de nuevo a las seis de la mañana y se va de nuevo a las
nueve. Santo Domingo es el único país donde están
computarizados los apagones.
Generalmente despierto cuando falla la energía
eléctrica y tengo que encender a cada rato la linterna de
manigueta que me regaló el más pequeño de mis hermanos.
Si logro dormir después de las dos de la madrugada,
ustedes pueden estar seguros de que voy a soñar muchas
cosas malas, siempre sueño que mi familia está en peligro.
52
Cuando era pequeño pasaron muchas cosas raras. Pienso
que Carolina y Shenny tienen razón. Caminaba y dormía
sin miedo hasta que mi hermano mayor se inventó que el
difunto Avellino Casso le estaba dando diez pesos debajo
del gran árbol de cacao. A él nunca le daba miedo. Era mi
héroe, pero siempre que salíamos juntos me preguntaba,
¿Tú viste tal cosa? Me cansaba de buscar y nada; pero él
seguía señalando con el dedo índice de la mano derecha,
míralo ahí, tú estás ciego, muchacho. Y entonces me
desesperaba, porque nunca podía ver nada. Un día nos
encontramos con un viejo a caballo, él lo vio, pero yo sólo
sentí el frío y los pasos del caballo.
Siempre me gustaba andar con él o con mi madre, la
doña nunca veía nada, pero no andaba conmigo a menos
que yo estuviera enfermo. Ustedes no me van a creer. No
recuerdo si alguna vez recibí un beso o un abrazo de mi
madre, pero mucho menos dejó que yo se lo diera, Quítate
de ahí, muchacho, que tengo calor. Ni siquiera el día que
me dieron el diploma en el liceo. Todos me abrazaron,
menos ella.
53
No era que no me quería, quizá tenía otra forma de
manifestarlo, porque cuando yo estaba enfermo me llevaba
cargado al hospital. Esto no tiene que ver con los sueños ni
con el miedo, que son la misma cosa, porque una viene con
la otra.
54
Juegos de patio
Eran aproximadamente las once de la mañana, si no
me equivoco. No puedo decir que lo vi, de lo que estoy
muy seguro es de haberlo escuchado claramente, A este
maldito haitianito parece que no le dieron costumbre, si se
hizo ahí, júrelo que se la voy a hacer comer y limpiar el
suelo con la lengua.
Me quedé callado por no armar el lío y más que a
esa hora a uno le da hambre. Una mujer como esa, que la
conozco yo, no va muy lejos para tirarle la comida encima
a cualquiera y dejar a uno sin comer. Muchas veces no es
necesario entrar en detalles acerca de la nacionalidad de un
niño, pero en este caso sí. Mi hermana, que no es ni negra
ni blanca, cambia de color cuando alguien le dice que ese
niño es haitiano. No se trata de racismo ni nada por el
estilo, si le dicen que es inglés también se pone rabiosa.
Ella sabe claramente quien era el padre del muchachito ese.
Mi madre nunca soportó a ese hombre, pero da la
vida por el muchacho, que a pesar de todo, lleva la sangre
del difundo Gallo. Cuando tarda una semana para visitarla
no duerme tranquila. Yo mismo tengo que confesar que me
55
hace falta el negrito ese, que ya no es negrito, sino negrote,
porque va creciendo como espuma.
Mi hermana no lo trata igual que a nosotros. Quiero
decir que no le pone los mismos castigos, pero sí le da
educación. Usted sabe que en estos campos olvidados
defecar en el patio es normal para un niño de esa edad y
cuando van creciendo corren al monte, porque a uno mismo
se le hace pesado sentarse en la letrina. Pensé que no era
tan en serio la idea de hacerle comer la mierda al
muchacho. Eso no se ve ni en una tribu salvaje. Lo que sale
por ahí es porque ya no sirve.
Odio ver a las mujeres haciendo escándalo con su
palabrerío y su maldita jaladera de cabellos. Cuando la
vecina empezó a colocar la boca del niño sobre las heces
fecales quise reír y callar, pero tratándose de mi sobrino, no
pude soportar. La mujer soltó el niño y caminó hacia mí
con violencia, Si das otro paso te vacío este ácido en la
cara, buen maricón. Yo me paré y ella volvió a agarrar al
muchacho.
Mi hermana salió sin saber lo que estaba sucediendo
en el patio. Cuando se encontró con la escena gritó, No yo
la limpio ahora. No hay que hacer un escándalo por eso, Es
a comérsela que va, yo se lo dije antes de cagarse, gritó la
56
señora con toda la vulgaridad que la caracterizaba.
Entonces mi hermana cerró los ojos, se mordió los labios y
corrió hacia ella. La vecina empezó a temblar y mi hermana
le hizo limpiar la mierda con la lengua.
57
No era una simple mariposa
Mátala, esas son de las que dan fiebre y dolor de
cabeza. No supe de quién era la voz, pero imaginé que
venía de un lugar lejano y solitario, porque se escuchaba el
estruendo de un enorme vacío. Era la segunda vez que
entraba al baño y el reloj marcaba todavía las tres de la
madrugada del lunes. La mariposa volaba de un lado a otro
del techo. Lo hacía de manera incansable y aunque es
común ver pajaritos volando alrededor de una lámpara,
cuando son grandes y tienen un color raro, además de
cansar apestan. En un primer lanzamiento, el jabón hizo
contacto con su cabeza. Cuando cayó la recogí con un poco
de miedo y con la mano izquierda la saqué del baño. A las
diez de la mañana todavía estaba viva, no podía volar, la
tomé de nuevo por una de sus alas y se la mostré a la señora
del segundo nivel. Mire doña, la maté en el baño. Dicen
que esas son de las que dan fiebre y dolor de cabeza, que
hasta traen mala suerte. Según su gesto, me di cuenta de
que la señora no estaba de acuerdo conmigo, No. Eso no es
verdad, esas son de las que dan los números. Búsquele
debajo de las alas, me dijo. Me puse a mirarla
58
detenidamente y encontré que estaba marcada con el
número tres.
-¿Cuáles números tiene?
-Sólo encontré el número tres.
-Ah, yo se lo dije, respondió. Siguió tendiendo su
ropa en el alambre y entonando salves extrañas, que
llenaban de recuerdo mis oídos.
Luego me explicaron sobre el número de la
mariposa y la relación con la señora del segundo nivel. A
ella se le derramó un caldero de aceite caliente sobre el
brazo izquierdo, su esposo se cayó de la motocicleta y
perdió una pierna y ahora me enteré de que a su hija la
degollaron en el hotel del km. 8
59
Hazañas de la noche
En estos últimos días se me ha hecho casi imposible
dormir. A veces me canso de dar vueltas en la cama y me
levanto. Empiezo a recordar cosas que ya se creían gastadas
por los años y eso me hace unas veces reír y otras veces
encender todas las luces.
Anoche se coló por la ventana un olor a flores que
me trajo recuerdos sombríos. La sombra de un animal
invadía mis sueños intranquilos. Mi tía, la que perturbaba
mis sueños infantiles con los cuadros de su altar, me enseñó
que no se debe hacer comentarios sobre las extrañas
hazañas de la noche. Cállate mi hijo, me gritaba muy
dramática, tú no ves que esas son cosas viejas de la noche.
Leí varias páginas de un libro que me regaló mi
hermano mayor cuando terminé la primaria. Sentí un poco
de sueño y traté de quedarme dormido, cuando de repente
vi la sombra de un enorme animal arropando mi habitación.
El olor de las flores se hacía cada vez más intenso. Empecé
a negar la teoría de mi abuela de que la soledad te acerca a
Dios, porque ella me había enseñado que Dios era grande.
Más grande que el mundo; pero nunca me dijo que tenía
60
forma de animal y sus huellas aromáticas escandalizaban la
noche.
Entonces recurrí a una teoría un poco más ingenua:
la de mi padre. Él pensaba; y decía que lo había
comprobado en varias ocasiones, que si se pisaba el dedo
grande del pie izquierdo, la imagen se repetía y otros
podían verla con facilidad. Sigo pensando en que se repetía,
ese pedacito se lo añadí yo. A él no le gustaba que yo dijera
eso, Que te calles muchachoeicoño, sino que creyera en su
teoría: la imagen se hace visible para el grupo, no es que se
repite. Y yo seguía ahí, haciéndole coger pique con mis
ideas de un cineasta frustrado, porque esonoepapobre,
decía él. Para no seguirte alargando el asunto, te cuento que
eso no me funcionó. Yo lo hice sí, pero sabiendo que era
algo estúpido y además, para qué iba yo a pisarme el dedo
grande del pie izquierdo si yo estaba solo en mi cuarto.
Coloqué la planta de mi pie derecho sobre el dedo grande
de mi pie izquierdo, casi lo aplasté, porque pensaba que así
podrían los vecinos ver la imagen. En ese instante, o sea,
cuando me pisé el dedo grande del pie izquierdo, hubo un
terremoto terrible. Tenía libros y algunos CDs sobre el
televisor y pensé que hasta se iba a caer la mesa. Parece
que las teorías de la física valen más que mil teorías, pero
los CDs y los libros se cayeron. Sí. Y el zinc hacía tiqui,
61
tiqui, tiqui, tiqui, como desprendiéndose de la madera del
caballete. Quería ver el alba asomarse a la ventana.
Escuchar la noticia y el bla bla bla de la gente por la
mañana, pero no hubo ningún comentario acerca de lo
ocurrido. Eso me hizo pensar que el estruendo del
terremoto, al igual que la sombra del animal, era una
pesadilla. Y cómo iba a ser una pesadilla si yo no hubiese
pegado un ojo. Lo que en realidad me sorprendió fue saber
que más nadie se enteró del terremoto.
62
Que lo cuente el cocinero
Por más que la dibujes, una mentira es una mentira.
El cocinero dominaba casi a la perfección, el arte de mentir.
Digo arte, porque él le dio esa categoría. Cuando sus
compañeros estaban cansados y no tenían la menor idea de
cómo escapar de la compañía, pagaban al cocinero la
elaboración de una excusa fascinante. Esa mañana le tocó a
él, no tuvo tiempo para inventar una mejor mentira, pero
gracias a su capacidad innata, hizo creer al general que la
carne estaba ahí. El general estaba convencido de que sólo
quedaba una pierna de cerdo en el refrigerador. Él mismo la
vio la última vez que pasaron inspección. Todos comieron.
No hubo quejas a la hora del almuerzo; y agradecieron al
cocinero la variación del menú, menos uno de los guardias
que extrañaba la desaparición repentina de los perros de
doña Tomasa. El general odiaba los planteamientos
axiológicos y nadie era capaz de herir sus sentimientos,
pero no pudo soportar que una simple mentira eliminara el
batallón.
63
Estampas del fin
La noche se desplaza entre los matorrales. Detrás de
los altos árboles de pino que atesoran la finca del general,
hay una enorme llanura. Sólo se ve la sombra de aquella
hermosa vegetación. Hay una brisa salpicada de gotas de
lluvia que golpea las hojas. El arroyo corre suavemente
debajo del gran árbol de ceiba, que lanza sus hojas sobre las
aguas serenas del charco azul, donde se bañan las
muchachas.
A través de las hojas de los árboles penetra la luz de
una enorme luna que dibuja excitada su mirada redonda.
Sentados sobre una enorme raíz, como condenados por los
dioses a la ardua tarea de eliminar luciérnagas, nos
encontramos ella y yo. Estamos desnudos y uno de los
cuerpos se funde en el otro.
Sólo se escucha el canto de los pájaros y el sonido
entrecortado de nuestra respiración. Un instante de frío se
apodera de mi cuerpo. Es como si quisiera convertirme en
la brisa que penetra su vientre cálido. La había conocido la
noche anterior en la esquina de un bar. Lo que al principio
parecía imposible, llegó a convertirse en un acto perfecto.
64
Ella me apretaba para sentir en su delicada piel, los latidos
de un corazón agrietado por más de cinco años de soledad.
Después de una mirada que me dijo todo lo que en mí, ella
había sentido, cerramos los ojos.
Los pasos de la madrugada en el matorral marcaban
su afanada intención de herir la noche. Sentí que estaba
solo. No quería abrir los ojos ni pensar que era un sueño; y
entonces escuché los gritos de mis hermanas y algunas
mujeres rezando. Abrí los ojos y vi a mi madre sonriendo
en mi cama: es una ladrona, quería quitarme mi muchacho.
65
Desaparecidos
Temis estaba ahí. Todavía no lo había venido a
buscar, para tragárselo de un sorbo, la serpiente tricolor.
Después de tres días sin saber nada de él, la madre buscó su
antigua foto, tomada por su esposa a la orilla de un charco
solitario. No dijo nada. Los hermanos de Temis pensaron
que la madre iba a salir para un canal de televisión, o por lo
menos, haría varias copias con un estúpido letrero:
DESAPARECIDO.
Doña Goya no iba a perder su tiempo en eso. Ella
sabía que su hijo no estaba desaparecido y que de todos
modos, desaparecer no significa irse para volver, sino
simplemente desaparecer. Pensó muchas cosas al pie de la
montaña, menos en la desaparición del muchacho. Luego
de haber mirado detenidamente la foto, le vino la idea de
que, fuera de la imaginación, aquel hermoso charco nunca
existió.
Ella tenía razón, lo que pasó fue que de la sangre
derramada por la cabeza roja de la serpiente, surgieron los
árboles de ardientes ramas y la cabeza blanca de la
serpiente se bebió la última gota de lluvia. Luego vino una
66
princesa de rostro reluciente, atuendo purpurado y con
adornos amarillentos. Todos miramos y de la otra cabeza de
la serpiente surgió una voz que decía: Temis nunca ha
existido. El maldito charco no significa nada y ustedes son
las sombras, no necesitan agua, ni luz y el aire subsidiado
que respiran llegará dos veces por semana.
67
Extraña sensación
Mi madre tenía razón, eso que vio debajo del árbol
de naranjo fue mi esqueleto. Sé que Salí anoche, pero no
tuve conciencia de lo que hice. Ahora quiero recordar
algunas cosas y no me llegan ideas completas, sino
fragmentos incoherentes que nunca contaré desde esta
enorme casa vacía.
En un libro de biografías de esas que hizo Jadier
Thomas después de haber sido humillado por mal poeta en
un festival de su provincia natal, leí que una poeta, su
favorita, había muerto de inanición. “De ella no han
quedado memoria, sino los recuerdos de Jadier, mal
contados en su banal poesía”. El entrecomillado fue
tomado de su texto: Memoria de un poeta insípido, que leí
una noche de insomnio y que según mi opinión, lo
convierten en un poeta que venideras generaciones tendrán
que valorar.
Más tarde; y después de haber leído el libro, me di
cuenta de que la poeta admirada por Jadier Thomas nunca
existió. Él se la había inventado para introducirse en el
68
mundo de la crítica, porque según revelaciones recientes,
ningún poeta le permitía comentarios sobre su poesía. La
palabra insípida, que forma parte del título de su libro, la
tomó directamente de los labios de un poeta de su
generación, que en medio de una tertulia literaria le gritó:
¡Usted es un poeta insípido! Thomas valoró mucho la frase
del poeta, no tomando en cuenta la forma en que se lo dijo,
sino lo que le dijo. Por lo menos este fue el primero en
llamarle poeta. Thomas no era gay ni afeminado, pero se
hubiera sentido mejor si este le hubiese gritado poetisa,
porque así nombraban, no sé si por sexismo o tradición, a
su admirada Brisky Natalia Condensada.
Aprendí de mi abuela que la soledad te acerca a
Dios. Sería una irreverencia emitir juicio sobre esta
afirmación utilizada por ella para consolarme cada vez que
sentía miedo. Pero no puedo negar que también la miseria
te lleva a la soledad y la soledad a la muerte.
Dios me libre de ser poeta. Rosa Antonia Popa, así
se llamaba mi última maestra de literatura del bachillerato,
me contó que los poetas eran seres extraños. Ahora bien –
dijo mientras compartíamos un jugo de naranja –, en esa
extrañez está la magia, la esencia de la vida. Me contó que
el cuento, la novela, el drama y otros géneros que me
69
recomendaba leer eran muy interesantes, pero que yo tenía
que leer y luego escribir poesía para honrar la memoria de
mi abuelo. No le pregunté nada sobre él. Era una deshonra
para mi familia el hecho de que una maestra de literatura
supiera más acerca de nuestro abuelo que nosotros.
Seguimos conversando, me contó también, la profe Popa,
que ella había aprendido de uno de sus maestros, que un
poeta no era cualquier persona que se dedicara a escribir en
líneas cortas y en una sola columna. Cuando regresé a la
casa, empecé a preguntarle a mi madre acerca del abuelo y
me contó que éste había muerto solo, abandonado en una
casita de madera. No quise preguntar más nada a mi madre,
bajó la cabeza igual que la profe mientras hablaba de él.
La única de mis profesoras de Lengua Española que
no odiaba la literatura era Rosa Antonia. Rosa Herminia,
que no sé por qué todas tenían que llamarse Rosa, odiaba la
literatura y también a los pobres. Eso lo aprendió ella en el
convento. Decía, con toda la razón, que antes cuando una
persona moría de hambre, se lo atribuían a la tuberculosis.
Anoche sentí una extraña sensación recorriéndome
todo el cuerpo. Estaba solo en un cuarto lleno de libros.
Pensé en mi madre y algo me llevó a la roca donde ella se
sentaba a vernos comer naranja después del almuerzo. Hace
70
ya más de cuarenta años aquello del bachillerato y las
conversaciones con Rosa Antonia. Las cosas han cambiado.
Ahora te dejan solo, cuando te queda poco tiempo y te vas
convirtiendo en un esqueleto, te anuncian con el SIDA.
71
Así me lo contó Maquindo
Maquindo siempre nos contaba historias cuando
bajábamos de la loma, se cogía el hambre con eso. Se
sentaba con nosotros hasta que llegara la hora de acostarse
las gallinas, con los labios blanquitos del hambre y los
dientes vencidos por las garras del tabaco. Nosotros le
asábamos batata, pero no le dejábamos agua para verlo
ahogándose. Un día nos contó esto y a mí, me gustó
muchísimo.
Si ven un hombre blanco, casi desollao, llámenle
americano. Sí, no se rían que eso es así. Y mira que eso no
lo aprendí yo en ninguna escuela. Cualquiera que tenga
algo de memoria lo sabe. Cuando yo era un muchachoncito
que iba donde mi tía, me sentaba debajo de la mata de
cacao grande. Ahí venían ellos en una camioneta, la
dejaban a la orilla del camino y subían a la loma como que
eso era de ellos.
Para mí que era el padre que le decía, porque cómo
diablo ellos sabían donde quiera que había oro. En la lomita
de mi tía había una piedra que ya ellos la conocían por
dentro y por fuera. Todos los días del mundo venían y la
verificaban con una camarita. Y ustedes saben ¿por qué yo
72
pienso que era el padre que les decía? Que Dios me
perdone, porque siempre paraban la camioneta donde
mismo se paraba el padre. La gente dice que no, pero yo
estoy seguro de que eso fue de maldad. Porque esa gente
goza matando a los inocentes. Un día trajeron camiones y
otros equipos rarísimos. Explotaron la piedra como que por
ahí no había nadie y mire usted, yo no quiero ni acordarme.
Ahí hay medio pueblo enterrao.
73
Se está acabando la película
Veo los cuadros moverse. Camino toda la
habitación y no siento mi cuerpo. Soy como uno de esos
rayos que a veces penetran en los aposentos. El peso de una
enorme soledad rodea mis noches. Me miro en el espejo y
no soy yo, sino una sombra borrosa que me hace volver a la
cama para ver si he salido de mi cuerpo y lo he dejado allí
tendido, pero no. No hay nada anormal en la cama.
Pienso que es un sueño. Toco mi rostro y me doy
cuenta de que estoy despierto, pero no puedo distinguir
nada en él. Los ojos, las narices y las cicatrices han
desaparecido. Sólo siento la piel lisa en mi rostro como si
tocara una de mis piernas. Apago las luces e intento dormir.
Escucho el sonido lejano de una pieza de Zamfir. Mi cama
se va elevando lentamente, me levanto y camino sin sentir
mis pies. Es como si caminara en el aire, que ahora es una
masa cálida que me hace mover suavemente a cualquier
lugar que me llegue a la mente. Trato de controlar mis
pensamientos para que la fuerza no me haga salir de la
habitación.
74
Miro la foto desnuda de un antiguo calendario y
pienso que a esta hora la actriz está dormida. La fuerza me
quiere llevar a la habitación donde ella está desnuda. Me
golpea contra la puerta, pero es una fuerza tan suave y
apacible que no puede abrirla. Entonces pienso de nuevo en
mi cama y la fuerza me dirige hacia ella. Parece que todo
quiere volver a la normalidad. La pantalla del televisor
tiene grabada toda la pesadilla, recordé que me dormí
mientras veía la película y ahora en el espejo he vuelto a ser
yo.
75
Escenas del fin
Cuando se acerca el fin, ya no quedan imágenes del
recuerdo; sólo quedan palabras.
Jorge Luis Borges.
Me empezó a coger confianza y cariño, como ella
misma verbalmente lo expresaba, la noche del Talent
Show. Estábamos concentrados en el desenvolvimiento que
tenía cada estudiante en la realización de las actividades
artísticas. Una pieza de aprendiz abrió el evento. Emmanuel
Monsanto con su teclado, provocando tensión en los
espectadores. La más atraída por la pieza fue su tía Emma
Monsanto, quien no esperó que terminara el evento para
hundirme en la oscuridad de una crítica forzada, Usted vio
ese jovencito que estaba tocando el piano. Ese es mi
sobrino. Venimos juntos todos los días, porque su madre y
yo somos hermanas.
Me llevó a vivir con ella desde que me divorcié y
todavía me tiene como a una de sus hijas; pero vive
76
peleando, porque no me siento ni un minuto. Le ayudo a la
muchacha del servicio con los quehaceres del hogar.
Después de una pausa breve y una sonrisa como de
orgullo por la participación de su sobrino, me preguntó,
Cómo lo vio. Qué tal le pareció. Bien, bien, contesté sin
euforia ni hipocresía. Tampoco le hice saber lo que había
dicho Ramón Segura acerca de la pieza, Eso lo hace
cualquiera. A todo el que empieza a estudiar piano le
enseñan a tocar esa pieza. Debí decirle esto. Ella lo hubiese
tomado en cuenta, porque Ramón era bueno en la música y
yo nunca pude afinar una nota. Luego recordé algunas de
las cosas que me gritaba mi maestro de solfeo, Tienes los
malditos oídos llenos de ruido, no puedo seguir contigo.
Busca el otorrino a ver si hace un milagro.
Emma era respetada por todos. Nadie tenía de ella
la mínima queja. Siempre estaba dispuesta a colaborar, pero
como es normal en los mortales, el gran Cronos había
dejado en su piel las infinitas marcas del fin. A veces iban
algunas madres y abuelas de niños del colegio que habían
sido alumnas de ella y contaban grandiosas experiencias.
Empezaba a llorar. Los párpados casi se les quedaban
pegados y entonces entraban en acción sus finos y pálidos
77
dedos. Me miraba fijamente y asentía. No abría los brazos
para completar el mensaje gestual, pero yo podía leer en
sus ojos, Y eso qué. Mira como estoy, gastada por los años
y los afanes, sin ni siquiera tener una habitación donde ir a
morir. Acostumbraba a hablar de su divorcio o más bien de
la brevedad de su matrimonio, Sólo pude soportarle dos
años. No procreamos hijos, quise haber tenido por lo menos
uno, pero ya no hay tiempo. Me casé con ese hombre
pensando que era lo que aparentaba. Por eso es que una
tiene que pensar bien las cosas. Las muchachas de ahora no
piensan en futuro ni en matrimonio. Viven el momento.
Dijo esta frase abriendo los ojos en señal de alerta, por eso
es que hay tantas enfermedades.
A veces los años te invitan a arrepentirte de muchas
cosas que hiciste en la juventud, pero también te hacen
reflexionar sobre aquellas que pudiendo haberlas hecho no
te atreviste a hacerlas. Quizá por esta razón la maestra
siempre recordaba con nostalgia los años de su juventud.
En la primera reunión hablaron de sus treinta y seis
años en el colegio. Le hicieron un pequeño regalo y le
otorgaron un reconocimiento por la perseverancia y sus
aportes a la institución. Terminada la reunión, el equipo
administrativo y de gestión de talento humano, se quedó
para discutir la situación de Emma en el colegio. Llegaron
78
a la conclusión de que, por su condición física, la maestra
no podía seguir en las aulas. La secretaria docente sugirió
que era bueno darle sus prestaciones laborales. El director
no estuvo de acuerdo. Según él, podría ser para ella una
derrota, Dinero para qué. Para qué quiero yo dinero, si mi
vida se ha quedado aquí, podría pensar ella. Parece que en
la mente del director ya estaba resuelto el problema, La
pensionamos por un año. Le damos un dinerito y le
seguimos pagando durante doce meses. Que se quede
sentada en su casa. Eso dijo y dio por terminada la reunión.
Emma miró el reloj. Hubo un silencio de
aproximadamente tres minutos. No entendí para qué
investigó la hora, porque los minutos de silencio siempre se
anuncian, a menos que uno no esté solo. Con una leve
mirada arropó la pared. Sospeché que comparaba la hora de
su reloj con aquella que nos miraba desde una de las
paredes del salón. Emma nunca paraba de hablar, me sentí
extraño, o más bien activo, como un actor que espera su
parte en la escena de una vida cuyo fin es reclamada por los
años.
79
Última fotografía
A veces en el mismo sueño, te das cuenta de que las
personas que ves están muertas, pero en esta ocasión, aún
despierto, no podía creerlo. Ya casi moribunda, su cuerpo
gastado por los años, el rostro de mi abuela se hacía cada
día más alegre. Recordé que en las pasadas vacaciones tuve
todo el deseo de grabar sus últimas horas en la memoria de
mi cámara fotográfica. Sorpréndela, dijo mi tía, que tú
sabes que a ella no le gustan las fotos. Hice poco caso a la
voz que traspasaba con todo el peso de las horas, la ventana
de madera. Vencida. Su mirada arropó mi rostro y una
sonrisa delató en sus labios la resignación. Ven, que ya se
lo que quieres, pero no seas sinvergüenza, no me la tires
con estos trapos de dormir. Con un hermoso vestido, y
empolvada la piel, empecé a enfocarla. Los pasos de un
gato sobre el techo de zinc hirieron mi sueño y tardé dos
minutos para recordar que ambas habían muerto.
80
81
Índice
Luna de miel …………………………………………… 3
La casa grande …………………………………………. 5
Monólogo de Shasy ……………………………………. 8
Contar para qué ……………………………………….. 11
Desnuda en el bosque…………………………………... 14
La cita…………………………………………………... 16
Misterio de un Centauro ……………………………….. 20
La asistente ……………………………………………. 23
Monólogo de una divorciada…………………………… 25
Desde la habitación de al lado …………………………. 29
La espada del general …………………………………... 30
La visita de la abuela …………………………………... 32
El sueño se hizo carne ………………………………….. 33
Juguetes para Lonky …………………………………… 37
El almanaque predice tiempos de lágrimas …………….. 43
Que en ella se ensuelva ………………………………… 47
El beso de mi madre ……………………………………. 49
Juegos de patio …………………………………………. 54
No era una simple mariposa ……………………………. 57
Hazañas de la noche ……………………………………. 59
Que lo cuente el cocinero ………………………………. 62
Estampas del fin ………………………………………... 63
82
Desaparecidos…………………………………………... 65
Extraña sensación ……………………………………… 67
Así me lo contó Maquindo …………………………….. 71
Se está acabando la película ……………………………. 73
Escenas del fin …………………………………………. 75
Última fotografía ……………………………………….. 79

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  • 3. 3 Luna de miel La tarde lanzaba sobre el techo sus flechas amarillas. Flumy llamaba con ansia los acostumbrados pasos del reloj. Estaba imaginando en el trabajo la desesperación de su esposa en el hogar. Sabía que lo esperaba para servir el almuerzo y él no había podido salir a la hora acostumbrada. Apoyó sobre el escritorio la frente y entonces el reloj gritó con euforia el fin de la jornada. No fue tan paciente como para esperar el autobús. Pensó que en taxis lo haría más rápido, aunque gastase esa tarde del lunes el pasaje de la semana completa. El peso de un día agitado rondaba su cuerpo. A esto se sumaba la preocupación por la soledad de Neichy. Era muy fuerte y él lo tenía bien claro, ausentarse todo el día, siendo éste el quinto de casados; pero no podía dejar de realizar la ardua tarea que le daba, por lo menos, la esperanza de cumplir con la renta del mes. Al fin llegó. No encontró diferencia alguna en el rostro de su esposa. En la mesa, tapado con un lado del mantel, estaba su comida, más triste y angustiada que el rostro de Neichy. Dos platos sucios en una esquina del fregadero y los pasos de un desconocido que viene saliendo del baño, como si ahora ocupase el puesto que a él le correspondía después de ocho
  • 4. 4 horas de trabajo y preocupaciones de recién casado, cambiaron por un gesto de sospecha la sonrisa dibujada en el rostro de Flumy. No dijo nada. Luego de una seca presentación mediada por Neichy, salió para la farmacia a comprar un calmante, lo cual ella calificó como un acto de indecencia por no compartir con Robert, presentado como un viejo amigo de la escuela y luego como el novio de su amiga Flor. Flumy no era celoso, pero no le gustó encontrarla acariciándole la mano derecha mientras lo despedía. No comió, se acostó después del baño, pero ella lo despertó para reclamarle por su actitud frente a Robert, Ya veo que esta vaina no va a funcionar, no voy a perder mis amigos por ti, le gritó sin importarle que sufriera un fuerte dolor de cabeza.
  • 5. 5 La casa grande En aquella casa grande y, aparentemente abandonada, hay unas muchachas que deshacen en sus lenguas los impulsos rotos del deseo. El señor alto que usa siempre un sombrero, sí ese mismo, el que maneja el carro rojo y hace cuentos a los pasajeros de sus años en La policía, me introdujo en ese mundo de húmedas bocas y corazones vacíos. Yo apenas conocía los labios de Shena y sus limitadas maniobras de cristiana casada, que con un corazón casi explotándole el pecho, me enredaba entre gemidos y sensaciones de frío. Cuando Bartolo comenzó a mostrarme las mujeres, clasificándolas según apariencia y precio por horas de servicio, pensé que no valía la pena involucrarme en estos asuntos. La primera vez que entré sentí mucho miedo. Ella notó la tensión, pero nunca pensó que eran cosas de principio, sino porque su cuerpo era totalmente diferente. Si alguien me pregunta quién es ella, no sería capaz de darle una respuesta. Ella es una de esas que te dan el primer nombre que les llega a la mente… No me digas que sólo viniste para verme desnuda, esa vaina de romanticismo ya hay que dejársela a los viejos. Sé que mis senos son
  • 6. 6 hermosos, ya me lo han dicho, pero nadie se había conformado con solamente mirarlos. Yo vaciaba en su pecho el libidinoso brillo de mis ojos. Ella me miraba y sonreía cada segundo. Apretaba sus formas redondas y rojizas como dos tesoros inalcanzables aún por sus manos. Sólo habían pasado dos minutos cuando me dijo, Si vas a hacer algo dímelo, que ya me tengo que ir. No puedo quedarme todo el tiempo aquí contigo. Ando buscando dinero. Este no es el cine, has llegado al lugar equivocado. Yo no pierdo tiempo. Vengo a hacer lo que tengo que hacer y cobro mi cuarto. Empezó la acción sin ni siquiera decirme cuánto cobraría por ella. De que yo no era capaz de engañarla ella se dio cuenta a simple vista, situación que aprovechó para engañarme a mí. Eres un hombre bueno, necesitas una mujer que te dé cariño. Si me pagas el doble puedo darte algunas caricias, eso es lo que realmente necesitas. Aunque en este momento quiso adquirir aire de psicóloga, yo sabía que su intención era aumentar los ingresos de la noche. Sus rústicas manos sobre mi espalda delataban los duros trabajos del día. Ponte pa’ esto que no tengo toda la noche, si no te concentras te dejo aquí y me voy. Yo sabía que su lucha era en vano, unas caricias vacías no superaban los instantes de lluvia que Shena provocaba en una mañana cualquiera. “No tiene
  • 7. 7 arte ni para acariciar a un hombre. Es una maldita máquina traga monedas”, pensé. Estaba dispuesto a dejarla ir, pero quería seguir burlándome de sus femeninos instintos vacíos. Es absurdo pagarle a una experta para luego tener que enseñarle su propio oficio. Párate lentamente, le dije. Se paró con rabia. Tú estás enfermo, a todos los que han venido aquí los he despachado en menos de dos minutos y contigo no logro ni siquiera... Si fuera un viejo yo no digo, pero a un hombre joven debe de darle vergüenza. Yo también quería salir de ese conflicto. Párate, ponte la faldita y abrázame suavemente, no pelees por favor, sólo acaríciame. Una sensación de triunfo arropaba su rostro, ya no le importaba el dinero, sino demostrarme su grandeza femenina.
  • 8. 8 Monólogo de Shasy Que llore quien quiera. De estos ojos no van a ver caer ni una sola lágrima. Lo que está pasando yo misma me lo busqué. Él daba la vida por mí y yo no supe valorarlo. La primera noche que lo conocí tuve la sensación de que podría ser mi esposo. Tenía todas las cualidades para someterse a una vida sumisa y hogareña, o por lo menos me serviría para esa noche, situación que descarté cuando respondió positivamente a mi acostumbrada pregunta: ¿eres cristiano? No perdí tiempo. Le dije con la mirada lo que andaba buscando. Quería un hombre para casarme, ya estaba cansada de hacer cosas a escondida de mami. Hombres van y hombres vienen y mami siempre creyendo que yo era una santa. Me sentía mal conmigo misma cuando se paraba frente a mí y luego de una profunda mirada me decía, Ay mi hija tan inocente. Con el rostro lleno de satisfacción, creyéndose una madre digna de reconocimiento por la crianza que me había dado. Sí está bien, quería casarme, pero no con un hombre flojo, porque
  • 9. 9 los gallos hay que dejárselos a las gallinas. Lo probé cuando le pedí que se acercara a mi boca a ver si olía a cerveza. Me quedé esperando su respuesta o más bien su acción. No me besó porque ya me había dicho que era cristiano. Cuando vio que quería besarlo tuve que detenerlo. Una les da un empujoncito y ellos se tiran al hoyo. Ya lo había comprobado con los hermanos de la iglesia adventista. Esa noche me lo gané. Me lo gané por nueve largos años. Supo unir el sexo a la ternura. Nueve años de fuego y húmedos gemidos nocturnos. Mi hermana lo dañó todo. Su rabia con Dios por darle el tercer mongólico y con su marido por abandonarla por una gorda, la empujó a destruir mi hogar. Estoy hablando de mi hermana, la misma santa que ustedes conocen. La que se fue al hotel con el alemán para ver si salía bueno; con el italiano para ver si le compraba un solar y después con el norteamericano buscando que la pongan en puesto y también falló. Lo que dice la gente del barrio, no. Eso es especulando, pero la mujer que no pega una es porque tiene algo raro. Ahora quien está pagando soy yo, la tonta. La que tiene que resolver los problemas de su casa para estar bien con todos. Lucy me dijo que tuviera cuidado, que a veces las hermanas también sienten envidia.
  • 10. 10 Es una vergüenza para la familia, pero es así. Ahora sufro por no ponerle caso. Eso fue lo que más le dolió a mi esposo. Sí, eso le dolió en el alma. No debí defenderla a ella en la delegación. La razón se le da a quien la tiene. Soy una maldita estúpida. No, no puede ser… cada vez que me acuerdo de esto pienso que estoy soñando. No voy a derramar media gota de lágrima. Dejaré que se me explote el corazón. Todo el mundo sabe que las manos que dan esperan. Me hizo perder mi marido, me buscó un hombre para que se burle de mí como los otros se burlaron de ella, y todavía quieren que llore su muerte.
  • 11. 11 Contar para qué Puedes estar seguro de que a ti no te contaron eso bien. A veces al que más le gusta contar es a aquel que menos está empapado del asunto. Ustedes siempre creen que tienen la razón. Leen una noticia en el periódico y piensan que ya lo saben todo. Tú sabes que es así, no siempre lo leen, sino que se llevan de los comentarios que hacen en el callejón los jugadores de Dómino. Yo tampoco he leído nada sobre ese asunto. Le pregunté a una vecina de la madre del niño y siguió caminando, meneando sus finas faldas cortas, Ni sé ni me interesa. Después de contestarme hizo un gesto con todo el cuerpo. Parece que ha tenido algún problemita con la mujer, porque en los primeros días que se mudó en la habitación de al lado, en esa casa era que ella hacía de todo. El problema no es de racismo como dicen los estúpidos e intrusos del Organismo, sino más bien de cultura. Compartir el baño, el área de lavado, la lavadora y hasta la pareja con una persona de otra cultura, puede traer algunas desavenencias. Ahora no es el momento para entrar
  • 12. 12 en detalles… “Ese embarre de sangre en el baño no parece de una mujer que tenga sus cinco sentidos, yo nunca dejé que ustedes se encontraran con eso, a las mujeres de ahora no les pesa el ruedo e la pollera”. Nunca había visto a la madre de ese hombre tan enojada, pero esa tarde fue a visitarlo y no pudo ni siquiera comer. Según contaba el profesor de cívica, el niño tiene dos semanas que no va al colegio y no se ha reportado la primera excusa. Esta mañana se notó muy misteriosa la oración del Equipo de fe. Esa gente ora por quien haya que orar, pero es muy difícil que llore de esa manera. A veces hay que ser un poco tolerante. Nada más hay que ser un hombre joven y vivir solo para entender lo provocativa que se ve una mujer en toalla acabada de bañarse, coqueteando en el balcón. Si uno es inteligente lo deja pasar, no simplemente por el imperativo hipotético de ¿qué sucederá cuando el marido se dé cuenta? El marido de esa mujer es un cobarde. No debió herirla de esa manera. Él es el culpable de todo. Si no quieres algo déjaselo a otro que lo necesite. Dicen que ella fue tres veces a tocarle la puerta al vecino esa madrugada. La primera vez a pedirle una capa plástica para cubrir el
  • 13. 13 cochecito del niño que se estaba mojando. Le hizo esperar más de cinco minutos con ella, porque supuestamente el plástico se enredó y ella no podía desenredarlo. La segunda vez para mostrarle la instalación del baño, porque tenía miedo de que al levantar la cabeza chocara con los conductores. Arreglaron la instalación, y se quedó mirándolo. Luego metió la mano derecha por debajo de la toalla, se quitó la ropa interior y la colgó de un clavo que estaba diseñado para tales fines. La tercera y última vez fue para mostrarle un problema en la habitación, se cansaron de buscarlo y no lo encontraron. Lo miró con rabia, se quitó la tolla y lo tiró en la cama. La sublimidad de aquel momento no tiene explicación, lo que se puede decir es que en tantos años no se había visto algo semejante. Yo había aprendido algunos detalles acerca de esta palabra en una conferencia, pero me di cuenta de su verdadero significado cuando juntos dijeron: Gracias.
  • 14. 14 Desnuda en el bosque De la importancia de mi clase de geometría en futuras construcciones nunca tuve duda alguna. Pero en realidad no pude darme cuenta de que había tanta relevancia en las formas redondas. Cuando falta formación, los mortales dudan de la existencia de muchos objetos y fenómenos (al menos eso escuché decir al viejo profesor de filosofía, del cual empecé a dudar cuando vi que apostaba la cabeza a que la muchacha era una divinidad.) Yo no la conocía bien. Sólo sabía que su tío, un don Juan internacional, le había aconsejado que con ese color y esa hermosura no tenía que utilizar prendas innecesarias que sólo servirían para producir calor y delatar la humedad. “Eso maltrata la piel y es algo que no te sirve de nada. Tu belleza es natural y por más que la cubras vas a mortificar a todos los hombres y a algunas mujeres que quizá no tendrán el valor de reconocerlo; pero van a saludarte con eróticos besos y apretones de pecho”. “Tu piel es perfecta, sobrina, si la maltratas cometerás una de las más grandes herejías. Recuerda siempre que el negro da a ese rosa un toque angelical. Un fino vestido negro tendrá el honor de deslizarse por tus piernas y allá arriba, donde las formas redondas dibujan el
  • 15. 15 arco de la perfección, todas las miradas describirán el ángulo central de la existencia”. Con una mirada detenía el tránsito en La autopista y el asiento de la camioneta de Emiliano Rodríguez nunca fue lavado para conservar el aroma que dejaban sus piernas cuando iba a la finca para amansar al ganado. Los niños comentaban que la madrugada era una diosa que salía del bosque; y expertos en ganadería decían que ella se quitaba el vestido para hipnotizar a las vacas.
  • 16. 16 La cita Sodoma y Gomorra desaparecieron del mismo modo que esas ciudades italianas enterradas bajo las lavas del Vesubio. Marqués de Sade Entre el ruido y las luces de neón, la madrugada perdía el ritmo de sus pasos. No te vayas me dijo, que ahora es que la vaina se va a poner buena. Entró al baño y me quedé esperando con una desconfianza salpicada de deseos. Salió con un aroma diferente al anterior y se acercó calmadamente a decirme algo al oído, Mira voy a quedarme contigo esta noche, pero tienes que salir de madrugada, y no te acostumbres, que yo no llevo hombres a mi casa, lo voy a hacer contigo porque se te nota que no eres un hombre de problemas. Nos abrazamos y nos miramos mutuamente, intenté besarla y me empujó, No me beses en la calle, coño, que yo no soy cuero. Tenía cierto temor. No quería entrar al callejón y ella me empujó, Entra y deja tu miedo que tú eres un hombre. Llegamos a la casa, se sentó en la cama y empezó a desnudarse, le pregunté de nuevo su nombre, Ya te lo dije, lo olvidaste tan rápido porque no te interesa, Morena
  • 17. 17 no es un nombre, respondí. Me miró y sonrió con cierta sospecha. La cama estaba bien limpia, pero tantos olores juntos a veces como que te quitan el deseo, me quedé tranquilo y ella empezó a dar vueltecitas en ropa interior, luego volvió a sentarse en la cama y me dijo, Dime a ver si es que ahora tengo que violarte, y entonces acudí al llamado. Su agresividad femenina me hizo pensar que tenía que comprarle una nueva cama. Tal vez no tendría sentido pensar por qué me tocaría a mí comprarla, si ni siquiera ella bien sabía mi nombre. Recordé la tarde que nos conocimos y, cómo no recordarla si dos días no son suficientes para olvidar unas pocas palabras y su lengua dilatándose en mi piel, Dime que no te gustan mis juegos. Así beso a mi novio cuando quiero ponerlo rápido… Lástima que no todas soportarán tus locuras… A mí nunca nadie me había pedido eso. Pero si esto es lo que quieres no hay problemas. Esas son tus fantasías eróticas, me susurraba. No sé por qué rápidamente empecé a sentirme dueño de algo que al principio miré con la única furia que deparaba el instante, Y qué tiene que ver tu novio en este momento tan importante, pregunté, No, pa’ ponerte claro. Porque a ustedes los hombres les gusta adueñarse muy pronto de las mujeres, contestó ella. Como es normal
  • 18. 18 siempre que se está haciendo ejercicio, las palabras salían con un aire diferente, delatando los saltos verticales que daba con tanta seguridad. Pásame esa toalla, por favor y se paró rápidamente a contestar el teléfono móvil.
  • 19. 19 Un día de compra Mi muchacho se come lo que le den aunque después le repugne. Le he dicho que aprenda a elegir las cosas, porque pronto irá él para viejo y yo para el hoyo… Otra cosa, se me ha caído la lengua diciéndole que no se meta en esos lugares. Ahí no hay nada que buscar. Bebida, bachata y si anda con suficiente dinero, puede terminar con una enfermedad incurable. No sé lo que está pensando ahora, pero no creo que tenga su conciencia tranquila. La mujer que está pagando en la caja 10, sí, esa misma loca que quiere comérselo con los ojos, tiene el carrito más lleno que el de nosotros. Y no compra cosa mala, todo es filete. No pudo abrir las patas sin vaciarle el bolsillo a mi hijo. ¿Qué tiene ella mejor que mi muchacho para que él tenga que jartarla de cerveza y después pagarle para que ella se dé su gustazo? Esa no tiene vergüenza, las mujeres deben darse a respetar. No es ni fea la loca esa. Lo que yo no le perdono es que venga con el mismo vestido que tenía anoche y sin el maquillaje que mi hijo le puso en el retrato esta madrugada.
  • 20. 20 Misterio de un Centauro Mira papa, ¡comiéndose…! Gritó el negrito con toda la euforia que genera un instante de triunfo. La reacción de Pablito pudo haber sido mucho más violenta que la que el niño esperaba, o peor aún, cualquier persona normal hubiera pensado que Pablito le partiría la boca a ese niño tan vulgar. La frase no era común en un niño de seis años y mucho menos en esa época; pero el abuelo respondió con una carcajada, también estaba sorprendido presenciando tal acción. No estaba de moda la fabricación de pastillas para aumentar la potencia sexual masculina y todos estaban seguros de que a los caballos no les correspondían las virtudes de los humanos, pero la forma en que aquel animal miraba a las mujeres no era normal. Mientras deslizaba su lengua por la esfera húmeda de la yegua de Juana, sus ojos estaban concentrados en las piernas de Indy. El caballo de Ciriaco, famoso por su fuerza brutal y habilidades para tumbar la carga, era conocido y admirado por todos los niños del lugar. Yo también admiraba al caballo ese y no puedo negar que hasta llegué a envidiarlo, porque Indy no
  • 21. 21 era una cosa del otro mundo, pero fue la primera en humedecer mis noches. La vi casi desnuda en la ventana un día que venía del río con mi hermana y nunca pude dejar de pensar en ella hasta que me puse a inventar y ssshuk, algo extraño sentí en mi cuerpo. Para los hombres y mujeres de Los Botados, este animal era un símbolo de la impotencia sexual masculina. Mi abuela me contaba que cuando una mujer decía a su marido, “Eres como el caballo de Ciriaco”, el hombre tenía que revisarse. Ella nunca contaba las historias completas, entendía que había cosas que todavía su nieto no podía saber. Yo seguía insistiendo hasta sacarle la última información, Te pareces a tu difunto abuelo, todo lo quieres saber, siempre me susurraba con una pequeña sonrisa antes de darme todos los detalles. Esta vez, refiriéndose al caballo de Ciriaco, respondió, Es que es mucha espuma y poco chocolate. Pablito, fabricante de ataúdes y padre de Indy, no era muy querido por la gente de ese pueblo. No por negro, como pensaban algunos, sino porque supuestamente hacía rituales para llamar a la muerte. Cuando quería vender sus malditas cajas de muertos, empezaba a tocar los atabales y al minuto se escuchaban los gritos. Antes de morirse tenía
  • 22. 22 hecho su ataúd, pero no el de su esposa, porque nunca reparó en que él podía morirse primero. Una tarde Pablito salió para el río a bañarse con su nieto, por puro azar, se encontraron con la morena desnuda limpiando el pozo, minutos antes de soltarse el caballo de Ciriaco a demostrar su pasión por las humanas.
  • 23. 23 La asistente Hoy visité a mi psicóloga. Ni siquiera me miró. Escuché claramente cuando le dijo a alguien, Hoy tiene una depre más grande que todos los días. No sé, ni me interesa saber, con qué diablos ella pudo medir tan rápido mi depresión, pero tuve que pagarle la consulta. A través de la puerta se siguieron colando pedazos de palabra, tomadas del viejo folleto que había sugerido la maestra Virtudes… Es neurótico y la familia se ha descuidado de él por mucho tiempo, si sigue así llegará a ser psicótico. Aunque la conversación entre ellas parecía una escena que se iba desarrollando en otro plano del escenario, no pude contener la rabia. Sabía que hablaban de mí. De una sola patada rompí la puerta. Cuando me encontré solo con ellas, no pude hacer más que dejar penetrar mis ojos en los de aquella muchacha, que para ella era su asistente y para mí la chica del bar que había amanecido conmigo la noche anterior. Hubo una pausa breve. El silencio arropó todo el cuarto, nos miramos fijamente a los ojos y pareció que habíamos ensayado ese Hola, salpicado de lágrimas y risas fundidas. Siempre nos encontrábamos en el bar de la calle primera y de ahí salíamos para el hotel. No dejaban de
  • 24. 24 haber pequeñas discusiones en la salida del bar. Deja tus malditos celos, no soy tu mujer, te atiendo como a un cliente cualquiera. Cuando salimos tú me pagas y yo te doy lo tuyo, ninguno le debe al otro. Esas palabras a veces me dolían, pero mis amigos trataban de consolarme, Esa mujer te quiere, lo que pasa es que tú eres muy desesperado. Ella no había terminado su carrera en la Universidad, pero sentía todo el deseo de hacerlo. Unas veces utilizaba el lenguaje de las compañeras del bar y otras veces mal conjugaba el verbo Haber, imitando a la psicóloga. Sabía combinar bien las acciones; usaba la lengua casi a la perfección y tenía un húmedo fuego que escandalizaba la madrugada. Trabajaba de día en el consultorio y de noche en el bar. Hablaba siempre de terminar la Universidad, Cuando me ponga pa’ eso no me verás en este negocio. Por la estúpida decisión de estudiar fuera del país, me ausenté por tres años y perdimos la comunicación. Cuando regresé me salió a buscar. Yo no sabía nada de ella, pero ella sabía todo de mí. Tiene su propio consultorio en la calle 7. Amanecemos juntos todas las noches, ahora ella se encarga de todos los gastos y hace los oficios de la casa en su tiempo libre. Yo me he dedicado totalmente a la Literatura.
  • 25. 25 Monólogo de una divorciada En el espejo del ascensor, me vi, me sentí orgullosa de ser linda y al mismo tiempo, inmensamente triste. Augusto Roa Bastos A mí no me importa que creas lo que estás pensando, igual que cualquier otra, tengo derecho a elegir lo que quiero. Me sentía presa en tus malditos brazos, pero ya voy a descansar de ti. Con él. No con el espejo, como lo creí la primera noche, aprendí a valorar mi cuerpo. ¿Qué te pesaba a ti colocar los labios en mis oídos y susurrarme: te amo, mientras hacíamos el amor? Eso era lo único que reclamaba de ti, porque ni siquiera un trapo de ropa me comprabas. Así querías verme. Mientras te cocinaba temprano y guardaba tu comida en la mesa, tú salías con otra perra a estrujar la ropa que con tanto trabajo te planchaba. Ahora no tengo que hacer nada de eso, este es un verdadero caballero. Parece que Dios me lo había regalado y tu maldito egoísmo me lo tenía escondido. Estoy orgullosa de mi cuerpo, ahora entiendo las maravillas que
  • 26. 26 puedo hacer con él. ¿Y tú sabes donde tengo un lunar? ¿A que no sabes? Nunca fuiste capaz de ni siquiera conocerme. A este hombre le agradezco en el alma. Puede pasarme por encima un batallón de hombres y nunca olvidaré lo que él ha hecho por mí. Me compraba los pañales y la leche cuando llegaban las malditas vacaciones de junio que nunca te pagaban. Y sí, hacía el amor con él antes de salir de tu cárcel. Era por eso que me iba para donde mami cuando tú llegabas, porque a esa hora él me llamaba. Yo misma se lo pedía para que te doliera; y tú con tu estúpida confianza nunca lo creíste. No lo supiste antes, porque te hacías el loco. Un día lo llamé de tu propio celular, además, no me puedes decir que no te diste cuenta de que las facturas de la farmacia tenían su nombre. El dinero que me dejabas, los miserables quinientos pesos, se los daba a mi hermana para que saliera de los líos. Siempre quise un hombre que me hiciera sentir mujer, como el primero que tuve cuando fingí estar enamorada de ti. El muchacho que encontraste en la habitación el día que saliste con el dolor de cabeza no era de ninguna amiga. Era mío. No sentía nada contigo, lo que hacías era maltratarme, por eso fue que te intoxiqué con las pastillas. Me inventé
  • 27. 27 que la doctora te las había indicado para la infección, a ver si te morías y me dejabas libre para siempre. Te voy a pedir un favor: no me llames. No te pongas a tomar para después estarme molestando, después de las nueve de la noche no acepto llamadas, a esa hora estoy acostada con mi marido y tus mocosos deambulando en el vecindario. No me canso de mirarme al espejo. Llevo un volcán entre las piernas. He encontrado suficiente frío para enfriar el magma y suficiente fuego para encenderlo cada vez que sea necesario. No olvides que los años te están cayendo encima. Aunque esa palabra te queda muy grande, tienes que hacerte Hombre. Después que salí de ti, me he dado cuenta de lo que es un verdadero hombre. ¿Recuerdas el vestido negro que me compraste la última noche que salimos de compra? No te imaginas lo que me he divertido con él. Lo uso sin ropa interior para sentarme en las piernas de mi marido, por eso nunca me lo has visto puesto. Nunca he sido tan cruel y tú lo sabes; pero debo decirte que eres una vergüenza universal. Desde que te conocí supe que eras un tonto. Pude comprobarlo mejor cuando me dabas el dinero para ir a la clínica y yo lo usaba para pagar la cabaña. Lo que tú no podías hacer con una y dos horas de lucha, él lo lograba
  • 28. 28 con dos palabras y un dedo atravesado verticalmente en mis labios, en señal de silencio. Y que se sepa, no estuve solamente con él. Buscaba entre los hombres la heredad perdida. Todas las noches que estuve desnuda contigo en una cama, como un castigo que parecía eterno, las recuperé en sólo minutos. La primera vez que él y yo lo hicimos en el fregadero, sentí una sensación un poco extraña, pero inolvidable. Marcó mi vida para siempre, bueno, podría decir que ahí empecé a vivir. Sus besos fueron como el soplo de vida soñado por los autores del génesis.
  • 29. 29 Desde la habitación de al lado El rostro de satisfacción se observaba a unos metros de la puerta del hotel. Su sonrisa lucía diferente a los días anteriores. Todos imaginaban lo que había sucedido en aquella habitación. Parecía ilógico porque ella no había hecho la visita acostumbrada a la farmacia, donde pedía el asunto que no faltaba en la mesita de noche. Tampoco se escuchó el escándalo que dejaba filtrar por la ventana algunas gotas de angustia. “Ven que te lo voy a hacer para que te duermas y me dejes tranquila. “Sí vas a hacer algo hazlo ahora, porque cuando me duerma, no quiero que me estés molestando…” Terminaba y le daba la espalda. “Ahora a dormir, por favor, te doy lo que me pidas para que no me despiertes”. Después de la clase de Introducción al derecho, sus amigas impartían lecciones de sexo y olvido; así como otras maniobras de la cama. Esto no se quedaba en teoría, las prácticas iban mejorando progresivamente, pero no podían desviar el curso de la naturaleza. Era cosa de dos y no de uno (como le aconsejaba su madre cuando la veía llorar por el muchacho que conoció en la iglesia adventista) si ya te cansaste de ese hombre es mejor que lo dejes y te cases con este que parece bueno.
  • 30. 30 La espada del general Lo que hay de relevante en Emilio no son las lombrices que llenan su vientre, ni su buena cabeza para entender las matemáticas. Lo de la barriguita se resuelve con apasote y si se vuelve loco por los números, allá él. Pronto se dará cuenta de que no le servirán para vivir, ni mucho menos para cambiar su vida. Algo que me fascina de este bicho (como le llamaba su padre, sin saber a fondo el significado de esa palabra) es su cabellara negra, porque cuando lo miro recuerdo que algún día fui una mujer amada y sufrida, más amada que sufrida o quizá menos sufrida que amada, aunque la explicación de la esencia de estas dos últimas palabras no viene al caso. Con apenas diez años, Emilio ha hecho cosas que ni siquiera yo (con estas canas que denuncian todos los pasos que he dado) tengo la cara de comentar. Anoche lo encontraron en una calle de la capital que baja al Malecón… No creo y, meto la mano en la candela, que la espada del tipo que está sobre el caballo; que no sé bien si es anexionista o libertador, por eso no entro en discusiones vagas, sea él que la haya robado. El par de tenis que llevaba
  • 31. 31 sobre el cuerpecito, entre pecho y espalda, lo encontró tirado en la arena. Le agradezco inmensamente al señor de corbatas que intimidó al policía que se lo quería quitar, Mire jovencito, pídale perdón al comandante y coja para su casa.
  • 32. 32 La visita de la abuela Supe que estaba en el hospital cuando mi abuela me mostró el espejo roto que aún estaba más entero que mi cara, Esa carita tuya lo dice todo. Ese muchacho si me ha salido sinvergüenza. No me canso de mirarle la cara, parece que le quitaron la del abuelo y se la pusieron al él (esta frase la terminó con una de esas sonrisas que nunca he podido olvidar) si quieres mujer cásate para que tengas cama hasta que te canses. Hoy se ríen contigo y mañana te hacen llorar lágrimas de sangre. Era una de esas noches que la brisa riega sobre el techo melancolía. Mi abuela se sentó en la cama, volvió a mirar mi rostro desfigurado y empezó a llorar. Hice todo el esfuerzo para ir hacia ella, pensé que me había dado la espalda, pero se fue fundiendo poco a poco en el sueño hasta que desapareció con la bata blanca que llevaba puesta cuando le tomé su última fotografía.
  • 33. 33 El sueño se hizo carne Hoy te levantaste con el pie izquierdo. Sí, te dio un salto el corazón y anoche tuviste los sueños sombríos que a nadie les importan; pero siguen ahí como el primer día que alguien soñó cruzando el río sucio o una calle iluminada por las luces de un escenario desconocido y después se subió en el motor y le volaron los sesos. De acuerdo, no soy un gran lector de libros clásicos, pero no estoy tan ayuno de letras para no haber leído algún día que los sueños, sueños son. Sólo sé que no es un buen día para salir de su casa. Es absurdo imaginar las consecuencias de esos sueños. Cuando soñaste que Francisquito y tú habían matado a machetazos a Chichito el vecino, lo que vino después no fue cosa chiquita. En la casa que se escondieron vivían los hermanos de Chichito. Eso me lo contaron Los heraldos del sueño, así los llamó la psicóloga psicoanalista que nunca hubo en mi colegio. Tengo derecho a decir que nunca la hubo, porque Xiomara y Cristina me confesaron en una tertulia casi forzada que no conocían ni siquiera la interpretación de los sueños de Freud y que ese tal Lacan yo me lo había inventado.
  • 34. 34 No voy a entrar en detalles acerca de los temas tratados en la tertulia. No quiero convertirme en un conductista mediocre que se pasa el tiempo conjugando dislates. Casi dibujando las palabras en los labios, `cobrando en una oficina el dinero que con sangre y fuego han logrado conservar los de arriba. Te llamaron para decirte que Sor Serafina te iba a renovar el contrato, pero que tenías que dejar de escribir esos disparates que te llegaban a la mente cuando tardabas horas y horas sin dormir. Entonces fue cuando empezaste a escribir con gusto, porque la llamada venía de una maestra de inglés que no era capaz de llevar un minuto de conversación en el idioma que enseñaba y fue maestra del año. La historia se iba haciendo cada vez más compleja. Sor no hablaba con nadie en los pasillos, pero en chisme de oficina tenía un doctorado. Soltaste la libreta en el lado derecho de la almohada y miraste hacia arriba, la volviste a tomar cuando viste un pájaro que pasaba lentamente de un lado a otro de la pared y su reflejo en el techo te hizo temblar los dedos. Pensaste volver a dejar de escribir, porque la historia no tenía ni pie ni cabeza. Iba tomando siempre rumbos diferentes. Todo iba sucediendo muy rápido y de
  • 35. 35 manera absurda. Te estabas quedando dormido con el rostro sobre la libreta, cuando de repente te llegó a la mente un pensamiento raro. Recordaste que venía el apagón de las once de la noche y podría prolongarse, como de costumbre, hasta la seis de la mañana. No querías salir solo para la calle. Pasaste los tres últimos días soñando con paisajes sombríos. Llamaste, por fin, a los muchachos y quedaron de juntarse en El nueve, para hablar de filosofía y tomar algunas cervezas. Ahora falta que uno de los filósofos le pregunte al otro, ¿Tú lees rápido? Y ahí termine la cuestión. Te paraste en la puerta de la cafetería. Viste dos mujeres y más de doce hombres, pero pronto comprendiste que ellas estaban buscando quien gastara más y tú sólo estabas esperando a los muchachos. Los demás hombres hacían fila para bailar bachata. Una de las chicas, La flaca, como decía llamarse, dejó de bailar y salió a buscarte fingiendo ternura. Casi te besó en la boca y volvió a bailar con el señor, que la esperó hasta que terminó la seducción. Te decía ven con la mirada, mientras el otro trataba de satisfacerla. Cuando terminó la segunda bachata, después de tu llegada, el moreno de la esquina se paró con todo el salvajismo de esos que salen a manchar de rojo la noche.
  • 36. 36 Ahí quedó tirado el bailarín. El moreno corrió y tú caminaste lentamente con los cabellos salpicados de sangre, casi sintiendo los cristales penetrando en tu cráneo.
  • 37. 37 Juguetes para Lonky Había salido del sueño y por tanto, bajado de la rama seca del árbol de cacao, donde se encontraba a la hora de empezar la pesadilla. Lonky cenó temprano. Sabía que el gas de la lámpara se escaseaba por unos días y la media botella que su padre buscó la semana anterior donde Manuel Doñé (el único que conseguía unos cuantos galones en tiempo de escasez) ya se había agotado. La oscuridad tendía sus brazos sobre todo el cacaotal y sólo la pálida luz de la luna penetraba por las paredes de tabla de palma. Casi siempre la lluvia se bebía la única gota de luz que traspasaba la noche. Lonky aprovechaba la posición del radio Riviera azul que sus padres conservaban por más de dos décadas sobre la alta mesa de una sola pata, sostenido con una piedra, por encima de su cama. Usted no tiene que recibir lecciones de mecánica clásica para entender que si la mesita tenía una sola pata, ésta estaba colocada en el centro del pedazo de tabla que la componía. Pero este es otro asunto, lo que me interesa ahora es decirle que la estrategia utilizada por el niño nunca fue descubierta, pero él mismo se cansó de ella. Sí, claro, era una estrategia, porque él sabía, que aunque no se lo decían, sus padres lo querían y vivían pendientes de
  • 38. 38 él. En una casa de madera donde corrían ratones a aprovechar la cosecha almacenada de un año para otro, éstos podían hacer rodar la piedra que calzaba el radio encima de la mesita que sobrepasaba su cama. Entonces lo que hacía era que salía de una pesadilla y cualquier ropa tendida en el medioceto (así llamaba su padre a la pared cuyas tablas no llegaban al caballete) o un saco suspendido con una soga en el mismo caballete, podían en un momento dado, formar una figura misteriosa en medio de la oscuridad, se tiraba la piedra encima y llamaba a su papá para decirle que algo lo había lastimado. ¿Pero y la reacción del viejo? No. Nada de duda. Cualquier niño que lo conociera, incluso los hermanos de Lonky, no se atrevían a hacerlo. A este hombre nunca lo veía uno pelando el diente, pero Lonky sabía que él no iba a preguntar nada, sino correr a ver qué le había sucedido. Así lo hacía noche tras noche. Eso le permitía al niño mantenerlo despierto para dormir tranquilo y no tener más pesadillas. Las pesadillas seguían, parece que sólo lo perseguían a él y todos los demás niños dormían tranquilos. Ya sentía lástima por su padre y en un sueño, que por cierto no era una pesadilla, lo vio desplazarse con su cabellera blanca hacia su cama, un minuto antes de apagar la lámpara. Luego de haberlo pensado bastante se le ocurrió la
  • 39. 39 idea de matar al diablo. Su tía le había contado que según el padre Leonel, cura párroco de la parroquia Cristo Rey del Universo, el culpable de todas esas pesadillas era el diablo. Satanás, como le llamaba Padre Leonel y El enemigo malo, como lo nombraba su tía con cierto temor y persignándose a la vez, pero era la misma cosa. Después de haber clamado más de tres horas corridas a los dioses de Villa Soledad, cuyo trono era un enorme tronco hueco que se encontraba a la orilla del río, Lonky subió cansado y desanimado como consciente de que todos los dioses estaban dormidos y nadie le podría proporcionar las herramientas para matar al diablo. Estaba convencido de que el culpable de sus sueños no era visible, porque de la misma forma en que al despertar dejaba de ver las imágenes del sueño, desaparecía también su creador. Para probar la hipótesis de que este ser era invisible, aprovechó que pasara Polonia, una señora que según él no tenía más de treinta libras y que debido a su ausencia de carne estaba muy relacionada con aquellos seres invisibles. Muy caro le salió este planteamiento, preguntarle a una señora tan respetada por todos, Doña, usted ha visto al diablo. Es que lo estoy buscando para matarlo, lejos de brindarle una recompensa por su gran capacidad imaginativa, lo llevó a ser duramente castigado
  • 40. 40 por su madre, que recibió la noticia en el camino cuando regresaba cansada de recoger gandules. El escándalo que se formó no fue chiquito. Lonky no era un niño prodigio, pero sus actos eran tomados muy en serio, porque casi lograba todo lo que se proponía. Cuando la idea quiso empezar a ser expresada por él, como en una especie de monólogo, ya había llegado a los oídos de Las legionarias de María y cosas que llegaban a los oídos de estas señoras, señoritas en la mayoría de los casos, de una vez llegaban a los oídos del padre Leonel. La casita rosada, no sé por qué siempre rosada, que mis tías llamaban casa curial estaba muy pegada de la capilla y ambas eran de tablas de palma, pero siempre rosada la casita curial. Llegar la idea de eliminar a Satanás a los oídos de Padre Leonel convirtió la vida de Lonky en una pesadilla permanente. Empezaron a vigilarlo día y noche, de día por todos y de noche por los heraldos del sueño. Cualquier juguete conseguido por Lonky era rápidamente destruido y tirado a los pies de la cruz del frente de la casa. Cuando Lonky fabricaba un objeto parecido a una cruz, la forma de tirarlo a la basura era sencilla: la parte vertical a la izquierda y la parte horizontal a la derecha, muy lejos una de la otra. Ustedes lo ven muy fácil, dijo el padre, porque
  • 41. 41 se han basado en la inocencia del demonito ese, pero si se ponen a pensar en la derrota que sería para la humanidad la idea de eliminar al diablo, estuvieran tan preocupados como yo. Imagínense ustedes a todo el mundo haciendo y deshaciendo. Si no hay diablo no hay infierno y entonces ¿por qué motivos debe la gente portarse bien? La reunión en la casa curial se tornó larga y los rostros de Las legionarias de María exhibían todo el dramatismo de la situación. Habiendo allí familiares de Lonky no era tan fácil, a pesar de la fe, aceptar a unanimidad la idea del padre Leonel: esconder al niño y decirles a todos los fieles de la comunidad que una enorme fuerza lo hizo desaparecer. El argumento de Ana, tía de Lonky y superiora de Las legionarias de María, fue muy acertado, Si escondemos al niño debe ser para siempre. Si lo escondemos y luego lo sacamos debe haber en él alguna anormalidad. La gente no va a creer que el enemigo malo lo devolvió sin ni siquiera clavarle una uña en el cuello, enredarle una serpiente o arrástralo por las espinas de una javilla. Después de más de cinco horas de discusión decidieron llamar al niño y ofrecerle vida y sueños felices. También acordaron que tenían que mantener esto como un secreto de la comunidad o más bien de los directivos de la iglesia Cristo Rey del Universo, porque si los demás
  • 42. 42 religiosos se daban cuenta de esto, la vida de Lonky quedaría en peligro. Aunque el padre no temía a la idea de eliminar a Satanás, porque sabía que éste era un enigma milenario; y que a él sólo le correspondía, por órdenes superiores, crear el ambiente de galimatías, no detuvo su lucha hasta llegar a un acuerdo con Lonky. El niño tenía una imaginación perfecta y si lograba destruir el antiguo enigma del enemigo de las almas, entonces ya no era necesario una capilla ni mucho menos una casita curial. La última vez que lo vi estábamos en la montaña. Lonky levantó una enorme piedra y salió una jaiba casi tan enorme como la piedra. Seguimos buscando y logramos reunir más de dos docenas, también encontró una antigua tinaja llena de oro. Mi tío dijo que tenía más de treinta y cuatro años trabajando allí y nunca había visto ninguna de las dos cosas. No les dijimos nada a Las legionarias de María, tampoco les contamos que Lonky había soñado con una enorme cruz de fuego dibujada en el aire minutos antes de que el huracán destruyera la capilla y la casita rosada donde vivía el padre.
  • 43. 43 El almanaque predice tiempos de lágrimas They remember your voice strong, clear on quiets nights as you sang them to sleep easily. Luci Tapahonso Estábamos sentados junto a la mesa. Esa noche las hormigas no pararon de danzar alrededor de la lámpara. Aquellas que perdían sus alas caían sobre mi espalda, ya casi moribundas. Por dos razones no quería eliminarlas: una porque cuando explotaban se sentía una extraña sensación y la otra porque las creía indefensas ante mis manos también moribundas. La lluvia marcaba sus pasos sobre el techo de zinc y las manos de mi madre dejaban sus huellas en mi espalda. Estaba un poco distraído y mi mente se proponía formar melodías con el sonido de las gotas sobre el techo.
  • 44. 44 Mi padre sonrió. Sé que no podía imaginar lo que yo estaba pensando; pero veía mis dedos impacientes, persiguiendo aquellas que volaban incansables y volvían a caer. Miró firmemente a mi madre. Al darse cuenta de que no estaban ambos concentrados en el mismo asunto, quiso involucrarla rápidamente, Mire como caen todas encima de ese tajalán, caramba no tiene ánimo ni siquiera para matar una hormiga de alas, ese pendejo. Quise ignorar todo lo que sucedía alrededor de la mesa azul, donde mis hermanos quemaban las alas en el fuego de la lámpara; pero como mi memoria estaba llena de melodías, no pude dejar pasar por alto la última escena, cuando todos me miraron sonrientes y cantaron al ritmo de las gotas de lluvia sobre el techo: “cuando las hormigas se quieren perder, alas les quieren nacer”. La brisa danzaba junto al olor sombrío del arroyo. El canto de los pájaros se escuchaba más lejano que el silbo del viento en la montaña. Ahora no pienso en las gotas de lluvia formando melodías, ni quiero unirme a quemar insectos alrededor de la lámpara. Por fin escuché la voz de mi madre, Esas hormigas vienen porque se está formando un tiempo de agua y las palmas huecas de la loma de Ciriaco están anunciando el ventarrón. Si esto sigue así se nos van a morir los muchachos, se está pudriendo toda la yuquita que nos queda.
  • 45. 45 Mi padre alzó la cabeza y sus ojos claros cayeron sobre nosotros. Quise unirme a la ardua tarea de quemar hormigas, como si esto pudiera redimirnos. De repente se escuchó un sonido, me puse a pensar si era un mango o un coco para irlo a buscar. Salí al patio y ya una de mis hermanas que estaba en la cocina lo traía entre la boca. El fogón celebraba su cuarto día de siesta. El mango iba perdiendo su forma en los dientes de mi hermanita, Ese era el último de la cosecha, por eso le habían tirado tantas piedras los hijos del difunto Cabito, argumentaba mi madre con la voz casi gastada. Cada uno iba inventando su historia acerca del mango, yo sólo pensaba que no había podido conseguirlo, porque mi hermana salió como un fantasma debajo de la mata. Según la forma en que lo miraba, pude darme cuenta de que ella estaba dejando la parte más dulce para comérsela al final. El caballo resopló debajo del árbol de cajuil y mis hermanos dejaron de quemar alas de hormigas para ver si alguien había llegado. Uno de ellos vio a mi hermana que todavía estaba ahí mirándome y saboreando su mango. Me miró con sus ojos tristes. Luego volvió hacia mí, tratando de darme una razón para no sufrir ante la pérdida del último
  • 46. 46 mango de la cosecha, No te preocupes, manito, que yo vi cuando ese mango cayó donde se cagaron los borrachos de anoche. Entonces mi hermana lanzó el mango sobre una de las patas del caballo que se encontraba ya en el patio recortando la grama.
  • 47. 47 Que en ella se ensuelva A veces los amigos quieren adivinarlo todo. Es por eso que no me gusta que mis hijos se junten con los muchachos del Cruce. Tú siempre has sido un muchacho bueno, la difunta Ciana no estaba equivocada cuando me lo decía. Con estos ojos que se los va a comer la tierra, vi lo que estaba haciendo el maldito negro ese. Que digan lo que quieran los vecinos, Dios sabe que no soy racista, porque yo también soy prieta; pero ese negrito tiene el diablo adentro. Yo quiero saber para qué estaba escondiendo tus zapatos. No te apures que tarde o temprano, YO (se golpeó el pecho con la mano derecha cuando dijo: yo) me voy a dar cuenta, dijo mi madre muy enojada. Ella tenía razón. Algunos amigos a veces quieren adivinarlo todo, pero en este caso Johnny no lo adivinaba, él lo sabía. A penas eran las seis de la mañana y el suicidio estaba pautado para las siete de la noche. Lo que pasó fue que el negro se precipitó en recoger mis cosas. La doña odiaba la adivinación, nunca me había dicho por qué no me dejaba leer el horóscopo, pero ya me lo imaginaba. No fue leyendo el horóscopo que me di
  • 48. 48 cuenta de que ellos no eran buenos amigos. Parece que a mamá se le había olvidado prohibirme soñar, esto era más exacto que el horóscopo. Siempre que soñaba que tenía que ir a la escuela, olvidaba algo y no podía llegar. Una madrugada soñé que me fui desnudo, no sabía qué hacer y entré al baño. Los correazos de mi padre me despertaron y tuve que ir al río para limpiar el embarre que el sueño había dejado sobre las sábanas. Soñar que caminaba por calles sombrías, era mi temor para dormir. Siempre que me quedaba dormido unos días antes de planificar la fiesta del fin de los días, soñaba en esta misma calle. Sí, era la misma calle, incluso el mismo techo de la casa donde me encontraba el día que todos salieron y me dejaron solo. Cuando soñé que la vaca negra de Francisquito colgaba sobre árbol de cacao. Ya los muchachos se habían dividido lo poco que quedaba y yo estaba ahí con la soga en la mano, mirando para todos los lados a ver si venía alguien, cuando desperté vi a mi madre contemplando cómo gritaba la vaca. No hizo ningún esfuerzo por soltarla, sino que dio la espalda, salió corriendo a buscarme, me abrazó fuertemente y gritó: ¡Que en ella se ensuelva!
  • 49. 49 El beso de mi madre En todo caso una mujer, no importa el nombre, no es una madre. Guillermo Cabrera Infante. El trabajo de una psicóloga, sobre todo si nunca leyó un buen libro, es molestar a los demás. No me pregunten si he tenido algo personal con una psicóloga, todas las que he conocido me han tratado muy bien y me han tenido confianza. Lo que pasa es que ustedes no ven la realidad de la misma forma que la veo yo. Un antiguo libro de filosofía que leí cuando a tía Niní se le metió en la cabeza que yo ingresara al seminario del pueblo, porque según ella, se necesitaba un padre en la familia, decía que la realidad era vista de manera diferente por una persona común, por un filósofo y por un científico. Aunque esto no viene al caso y mi intención no es que ustedes se cansen, en estas tres categorías no he encontrado donde ubicar a las psicólogas, o si no pregúntenle a Xiomara, que esa si sabe de psicología. Una vez una estudiante le mostró un dibujo a una psicóloga y empezaron a cuestionar a la muchacha,
  • 50. 50 ella y una mediocre maestra de literatura, empezaron a mal interpretar el dibujo de la pobre muchacha, Yo siempre voy más allá, dijo la maestra como queriendo satisfacer su ego adivinando cosas en el dibujo de la joven estudiante, Mire, profe, esto es una trompa de Falopio, dijo la psicóloga mientras observaba una ventana en el dibujo de la chica. A la maestra Virtudes no, que a ella no quiero meterla en este asunto. No es que sienta algo especial por la maestra Virtudes, pero me pareció muy gracioso cuando se paró frente a mí y me dijo con mucha seguridad, Cuéntame, ¿cómo son tus sueños? ¿Recuerdas lo que sueñas? Mientras compartíamos un café. Con ella aprendí que tenía que enfrentar los sueños. Siempre ganarles a los intrusos que perturban mis noches. Virtudes y yo casi coincidíamos, porque yo lo que hacía cuando todavía ella no me había dado ese consejo, era que me inventaba que mis dedos eran una pistola y acababa con todos esos pendejos. Cuando los tiros me fallaban era una pesadilla segura; pero yo hacía un esfuerzo por despertar, porque ya estaba consciente de que era un sueño. Todas me enseñaron algo importante. Carolina me enseñó, con gran acierto, que eso de estar soñando cosa venía de la niñez y que ya era muy difícil superarlo. Ella y Shenny tenían algo en común: decían la cosa de forma tal
  • 51. 51 que cualquiera podía creer en ellas. En realidad yo no consultaba con estas psicólogas, eran diálogos amistosos que yo manejaba a mi antojo, porque ya eso de estar soñando dislates me colmaba la paciencia. Con Xiomara aprendí, que para un hombre triunfar en la vida tenía que ser blanco y vivir en Arroyo Hondo. Ella y Cristina tenían algo en común: hacían énfasis en la pronunciación de la letra S; vestían muy bien y sus diálogos eran vacíos e incoherentes. Le he dado muchas vueltas al asunto. Pueden pensar que lo que estoy diciendo no tiene pie ni cabeza, pero es que la vaina se complica. Ahora se está yendo la luz a las dos de la madrugada. Ustedes saben que aquí en Herrera llega a las once de la noche, se va a las dos y llega de nuevo a las seis de la mañana y se va de nuevo a las nueve. Santo Domingo es el único país donde están computarizados los apagones. Generalmente despierto cuando falla la energía eléctrica y tengo que encender a cada rato la linterna de manigueta que me regaló el más pequeño de mis hermanos. Si logro dormir después de las dos de la madrugada, ustedes pueden estar seguros de que voy a soñar muchas cosas malas, siempre sueño que mi familia está en peligro.
  • 52. 52 Cuando era pequeño pasaron muchas cosas raras. Pienso que Carolina y Shenny tienen razón. Caminaba y dormía sin miedo hasta que mi hermano mayor se inventó que el difunto Avellino Casso le estaba dando diez pesos debajo del gran árbol de cacao. A él nunca le daba miedo. Era mi héroe, pero siempre que salíamos juntos me preguntaba, ¿Tú viste tal cosa? Me cansaba de buscar y nada; pero él seguía señalando con el dedo índice de la mano derecha, míralo ahí, tú estás ciego, muchacho. Y entonces me desesperaba, porque nunca podía ver nada. Un día nos encontramos con un viejo a caballo, él lo vio, pero yo sólo sentí el frío y los pasos del caballo. Siempre me gustaba andar con él o con mi madre, la doña nunca veía nada, pero no andaba conmigo a menos que yo estuviera enfermo. Ustedes no me van a creer. No recuerdo si alguna vez recibí un beso o un abrazo de mi madre, pero mucho menos dejó que yo se lo diera, Quítate de ahí, muchacho, que tengo calor. Ni siquiera el día que me dieron el diploma en el liceo. Todos me abrazaron, menos ella.
  • 53. 53 No era que no me quería, quizá tenía otra forma de manifestarlo, porque cuando yo estaba enfermo me llevaba cargado al hospital. Esto no tiene que ver con los sueños ni con el miedo, que son la misma cosa, porque una viene con la otra.
  • 54. 54 Juegos de patio Eran aproximadamente las once de la mañana, si no me equivoco. No puedo decir que lo vi, de lo que estoy muy seguro es de haberlo escuchado claramente, A este maldito haitianito parece que no le dieron costumbre, si se hizo ahí, júrelo que se la voy a hacer comer y limpiar el suelo con la lengua. Me quedé callado por no armar el lío y más que a esa hora a uno le da hambre. Una mujer como esa, que la conozco yo, no va muy lejos para tirarle la comida encima a cualquiera y dejar a uno sin comer. Muchas veces no es necesario entrar en detalles acerca de la nacionalidad de un niño, pero en este caso sí. Mi hermana, que no es ni negra ni blanca, cambia de color cuando alguien le dice que ese niño es haitiano. No se trata de racismo ni nada por el estilo, si le dicen que es inglés también se pone rabiosa. Ella sabe claramente quien era el padre del muchachito ese. Mi madre nunca soportó a ese hombre, pero da la vida por el muchacho, que a pesar de todo, lleva la sangre del difundo Gallo. Cuando tarda una semana para visitarla no duerme tranquila. Yo mismo tengo que confesar que me
  • 55. 55 hace falta el negrito ese, que ya no es negrito, sino negrote, porque va creciendo como espuma. Mi hermana no lo trata igual que a nosotros. Quiero decir que no le pone los mismos castigos, pero sí le da educación. Usted sabe que en estos campos olvidados defecar en el patio es normal para un niño de esa edad y cuando van creciendo corren al monte, porque a uno mismo se le hace pesado sentarse en la letrina. Pensé que no era tan en serio la idea de hacerle comer la mierda al muchacho. Eso no se ve ni en una tribu salvaje. Lo que sale por ahí es porque ya no sirve. Odio ver a las mujeres haciendo escándalo con su palabrerío y su maldita jaladera de cabellos. Cuando la vecina empezó a colocar la boca del niño sobre las heces fecales quise reír y callar, pero tratándose de mi sobrino, no pude soportar. La mujer soltó el niño y caminó hacia mí con violencia, Si das otro paso te vacío este ácido en la cara, buen maricón. Yo me paré y ella volvió a agarrar al muchacho. Mi hermana salió sin saber lo que estaba sucediendo en el patio. Cuando se encontró con la escena gritó, No yo la limpio ahora. No hay que hacer un escándalo por eso, Es a comérsela que va, yo se lo dije antes de cagarse, gritó la
  • 56. 56 señora con toda la vulgaridad que la caracterizaba. Entonces mi hermana cerró los ojos, se mordió los labios y corrió hacia ella. La vecina empezó a temblar y mi hermana le hizo limpiar la mierda con la lengua.
  • 57. 57 No era una simple mariposa Mátala, esas son de las que dan fiebre y dolor de cabeza. No supe de quién era la voz, pero imaginé que venía de un lugar lejano y solitario, porque se escuchaba el estruendo de un enorme vacío. Era la segunda vez que entraba al baño y el reloj marcaba todavía las tres de la madrugada del lunes. La mariposa volaba de un lado a otro del techo. Lo hacía de manera incansable y aunque es común ver pajaritos volando alrededor de una lámpara, cuando son grandes y tienen un color raro, además de cansar apestan. En un primer lanzamiento, el jabón hizo contacto con su cabeza. Cuando cayó la recogí con un poco de miedo y con la mano izquierda la saqué del baño. A las diez de la mañana todavía estaba viva, no podía volar, la tomé de nuevo por una de sus alas y se la mostré a la señora del segundo nivel. Mire doña, la maté en el baño. Dicen que esas son de las que dan fiebre y dolor de cabeza, que hasta traen mala suerte. Según su gesto, me di cuenta de que la señora no estaba de acuerdo conmigo, No. Eso no es verdad, esas son de las que dan los números. Búsquele debajo de las alas, me dijo. Me puse a mirarla
  • 58. 58 detenidamente y encontré que estaba marcada con el número tres. -¿Cuáles números tiene? -Sólo encontré el número tres. -Ah, yo se lo dije, respondió. Siguió tendiendo su ropa en el alambre y entonando salves extrañas, que llenaban de recuerdo mis oídos. Luego me explicaron sobre el número de la mariposa y la relación con la señora del segundo nivel. A ella se le derramó un caldero de aceite caliente sobre el brazo izquierdo, su esposo se cayó de la motocicleta y perdió una pierna y ahora me enteré de que a su hija la degollaron en el hotel del km. 8
  • 59. 59 Hazañas de la noche En estos últimos días se me ha hecho casi imposible dormir. A veces me canso de dar vueltas en la cama y me levanto. Empiezo a recordar cosas que ya se creían gastadas por los años y eso me hace unas veces reír y otras veces encender todas las luces. Anoche se coló por la ventana un olor a flores que me trajo recuerdos sombríos. La sombra de un animal invadía mis sueños intranquilos. Mi tía, la que perturbaba mis sueños infantiles con los cuadros de su altar, me enseñó que no se debe hacer comentarios sobre las extrañas hazañas de la noche. Cállate mi hijo, me gritaba muy dramática, tú no ves que esas son cosas viejas de la noche. Leí varias páginas de un libro que me regaló mi hermano mayor cuando terminé la primaria. Sentí un poco de sueño y traté de quedarme dormido, cuando de repente vi la sombra de un enorme animal arropando mi habitación. El olor de las flores se hacía cada vez más intenso. Empecé a negar la teoría de mi abuela de que la soledad te acerca a Dios, porque ella me había enseñado que Dios era grande. Más grande que el mundo; pero nunca me dijo que tenía
  • 60. 60 forma de animal y sus huellas aromáticas escandalizaban la noche. Entonces recurrí a una teoría un poco más ingenua: la de mi padre. Él pensaba; y decía que lo había comprobado en varias ocasiones, que si se pisaba el dedo grande del pie izquierdo, la imagen se repetía y otros podían verla con facilidad. Sigo pensando en que se repetía, ese pedacito se lo añadí yo. A él no le gustaba que yo dijera eso, Que te calles muchachoeicoño, sino que creyera en su teoría: la imagen se hace visible para el grupo, no es que se repite. Y yo seguía ahí, haciéndole coger pique con mis ideas de un cineasta frustrado, porque esonoepapobre, decía él. Para no seguirte alargando el asunto, te cuento que eso no me funcionó. Yo lo hice sí, pero sabiendo que era algo estúpido y además, para qué iba yo a pisarme el dedo grande del pie izquierdo si yo estaba solo en mi cuarto. Coloqué la planta de mi pie derecho sobre el dedo grande de mi pie izquierdo, casi lo aplasté, porque pensaba que así podrían los vecinos ver la imagen. En ese instante, o sea, cuando me pisé el dedo grande del pie izquierdo, hubo un terremoto terrible. Tenía libros y algunos CDs sobre el televisor y pensé que hasta se iba a caer la mesa. Parece que las teorías de la física valen más que mil teorías, pero los CDs y los libros se cayeron. Sí. Y el zinc hacía tiqui,
  • 61. 61 tiqui, tiqui, tiqui, como desprendiéndose de la madera del caballete. Quería ver el alba asomarse a la ventana. Escuchar la noticia y el bla bla bla de la gente por la mañana, pero no hubo ningún comentario acerca de lo ocurrido. Eso me hizo pensar que el estruendo del terremoto, al igual que la sombra del animal, era una pesadilla. Y cómo iba a ser una pesadilla si yo no hubiese pegado un ojo. Lo que en realidad me sorprendió fue saber que más nadie se enteró del terremoto.
  • 62. 62 Que lo cuente el cocinero Por más que la dibujes, una mentira es una mentira. El cocinero dominaba casi a la perfección, el arte de mentir. Digo arte, porque él le dio esa categoría. Cuando sus compañeros estaban cansados y no tenían la menor idea de cómo escapar de la compañía, pagaban al cocinero la elaboración de una excusa fascinante. Esa mañana le tocó a él, no tuvo tiempo para inventar una mejor mentira, pero gracias a su capacidad innata, hizo creer al general que la carne estaba ahí. El general estaba convencido de que sólo quedaba una pierna de cerdo en el refrigerador. Él mismo la vio la última vez que pasaron inspección. Todos comieron. No hubo quejas a la hora del almuerzo; y agradecieron al cocinero la variación del menú, menos uno de los guardias que extrañaba la desaparición repentina de los perros de doña Tomasa. El general odiaba los planteamientos axiológicos y nadie era capaz de herir sus sentimientos, pero no pudo soportar que una simple mentira eliminara el batallón.
  • 63. 63 Estampas del fin La noche se desplaza entre los matorrales. Detrás de los altos árboles de pino que atesoran la finca del general, hay una enorme llanura. Sólo se ve la sombra de aquella hermosa vegetación. Hay una brisa salpicada de gotas de lluvia que golpea las hojas. El arroyo corre suavemente debajo del gran árbol de ceiba, que lanza sus hojas sobre las aguas serenas del charco azul, donde se bañan las muchachas. A través de las hojas de los árboles penetra la luz de una enorme luna que dibuja excitada su mirada redonda. Sentados sobre una enorme raíz, como condenados por los dioses a la ardua tarea de eliminar luciérnagas, nos encontramos ella y yo. Estamos desnudos y uno de los cuerpos se funde en el otro. Sólo se escucha el canto de los pájaros y el sonido entrecortado de nuestra respiración. Un instante de frío se apodera de mi cuerpo. Es como si quisiera convertirme en la brisa que penetra su vientre cálido. La había conocido la noche anterior en la esquina de un bar. Lo que al principio parecía imposible, llegó a convertirse en un acto perfecto.
  • 64. 64 Ella me apretaba para sentir en su delicada piel, los latidos de un corazón agrietado por más de cinco años de soledad. Después de una mirada que me dijo todo lo que en mí, ella había sentido, cerramos los ojos. Los pasos de la madrugada en el matorral marcaban su afanada intención de herir la noche. Sentí que estaba solo. No quería abrir los ojos ni pensar que era un sueño; y entonces escuché los gritos de mis hermanas y algunas mujeres rezando. Abrí los ojos y vi a mi madre sonriendo en mi cama: es una ladrona, quería quitarme mi muchacho.
  • 65. 65 Desaparecidos Temis estaba ahí. Todavía no lo había venido a buscar, para tragárselo de un sorbo, la serpiente tricolor. Después de tres días sin saber nada de él, la madre buscó su antigua foto, tomada por su esposa a la orilla de un charco solitario. No dijo nada. Los hermanos de Temis pensaron que la madre iba a salir para un canal de televisión, o por lo menos, haría varias copias con un estúpido letrero: DESAPARECIDO. Doña Goya no iba a perder su tiempo en eso. Ella sabía que su hijo no estaba desaparecido y que de todos modos, desaparecer no significa irse para volver, sino simplemente desaparecer. Pensó muchas cosas al pie de la montaña, menos en la desaparición del muchacho. Luego de haber mirado detenidamente la foto, le vino la idea de que, fuera de la imaginación, aquel hermoso charco nunca existió. Ella tenía razón, lo que pasó fue que de la sangre derramada por la cabeza roja de la serpiente, surgieron los árboles de ardientes ramas y la cabeza blanca de la serpiente se bebió la última gota de lluvia. Luego vino una
  • 66. 66 princesa de rostro reluciente, atuendo purpurado y con adornos amarillentos. Todos miramos y de la otra cabeza de la serpiente surgió una voz que decía: Temis nunca ha existido. El maldito charco no significa nada y ustedes son las sombras, no necesitan agua, ni luz y el aire subsidiado que respiran llegará dos veces por semana.
  • 67. 67 Extraña sensación Mi madre tenía razón, eso que vio debajo del árbol de naranjo fue mi esqueleto. Sé que Salí anoche, pero no tuve conciencia de lo que hice. Ahora quiero recordar algunas cosas y no me llegan ideas completas, sino fragmentos incoherentes que nunca contaré desde esta enorme casa vacía. En un libro de biografías de esas que hizo Jadier Thomas después de haber sido humillado por mal poeta en un festival de su provincia natal, leí que una poeta, su favorita, había muerto de inanición. “De ella no han quedado memoria, sino los recuerdos de Jadier, mal contados en su banal poesía”. El entrecomillado fue tomado de su texto: Memoria de un poeta insípido, que leí una noche de insomnio y que según mi opinión, lo convierten en un poeta que venideras generaciones tendrán que valorar. Más tarde; y después de haber leído el libro, me di cuenta de que la poeta admirada por Jadier Thomas nunca existió. Él se la había inventado para introducirse en el
  • 68. 68 mundo de la crítica, porque según revelaciones recientes, ningún poeta le permitía comentarios sobre su poesía. La palabra insípida, que forma parte del título de su libro, la tomó directamente de los labios de un poeta de su generación, que en medio de una tertulia literaria le gritó: ¡Usted es un poeta insípido! Thomas valoró mucho la frase del poeta, no tomando en cuenta la forma en que se lo dijo, sino lo que le dijo. Por lo menos este fue el primero en llamarle poeta. Thomas no era gay ni afeminado, pero se hubiera sentido mejor si este le hubiese gritado poetisa, porque así nombraban, no sé si por sexismo o tradición, a su admirada Brisky Natalia Condensada. Aprendí de mi abuela que la soledad te acerca a Dios. Sería una irreverencia emitir juicio sobre esta afirmación utilizada por ella para consolarme cada vez que sentía miedo. Pero no puedo negar que también la miseria te lleva a la soledad y la soledad a la muerte. Dios me libre de ser poeta. Rosa Antonia Popa, así se llamaba mi última maestra de literatura del bachillerato, me contó que los poetas eran seres extraños. Ahora bien – dijo mientras compartíamos un jugo de naranja –, en esa extrañez está la magia, la esencia de la vida. Me contó que el cuento, la novela, el drama y otros géneros que me
  • 69. 69 recomendaba leer eran muy interesantes, pero que yo tenía que leer y luego escribir poesía para honrar la memoria de mi abuelo. No le pregunté nada sobre él. Era una deshonra para mi familia el hecho de que una maestra de literatura supiera más acerca de nuestro abuelo que nosotros. Seguimos conversando, me contó también, la profe Popa, que ella había aprendido de uno de sus maestros, que un poeta no era cualquier persona que se dedicara a escribir en líneas cortas y en una sola columna. Cuando regresé a la casa, empecé a preguntarle a mi madre acerca del abuelo y me contó que éste había muerto solo, abandonado en una casita de madera. No quise preguntar más nada a mi madre, bajó la cabeza igual que la profe mientras hablaba de él. La única de mis profesoras de Lengua Española que no odiaba la literatura era Rosa Antonia. Rosa Herminia, que no sé por qué todas tenían que llamarse Rosa, odiaba la literatura y también a los pobres. Eso lo aprendió ella en el convento. Decía, con toda la razón, que antes cuando una persona moría de hambre, se lo atribuían a la tuberculosis. Anoche sentí una extraña sensación recorriéndome todo el cuerpo. Estaba solo en un cuarto lleno de libros. Pensé en mi madre y algo me llevó a la roca donde ella se sentaba a vernos comer naranja después del almuerzo. Hace
  • 70. 70 ya más de cuarenta años aquello del bachillerato y las conversaciones con Rosa Antonia. Las cosas han cambiado. Ahora te dejan solo, cuando te queda poco tiempo y te vas convirtiendo en un esqueleto, te anuncian con el SIDA.
  • 71. 71 Así me lo contó Maquindo Maquindo siempre nos contaba historias cuando bajábamos de la loma, se cogía el hambre con eso. Se sentaba con nosotros hasta que llegara la hora de acostarse las gallinas, con los labios blanquitos del hambre y los dientes vencidos por las garras del tabaco. Nosotros le asábamos batata, pero no le dejábamos agua para verlo ahogándose. Un día nos contó esto y a mí, me gustó muchísimo. Si ven un hombre blanco, casi desollao, llámenle americano. Sí, no se rían que eso es así. Y mira que eso no lo aprendí yo en ninguna escuela. Cualquiera que tenga algo de memoria lo sabe. Cuando yo era un muchachoncito que iba donde mi tía, me sentaba debajo de la mata de cacao grande. Ahí venían ellos en una camioneta, la dejaban a la orilla del camino y subían a la loma como que eso era de ellos. Para mí que era el padre que le decía, porque cómo diablo ellos sabían donde quiera que había oro. En la lomita de mi tía había una piedra que ya ellos la conocían por dentro y por fuera. Todos los días del mundo venían y la verificaban con una camarita. Y ustedes saben ¿por qué yo
  • 72. 72 pienso que era el padre que les decía? Que Dios me perdone, porque siempre paraban la camioneta donde mismo se paraba el padre. La gente dice que no, pero yo estoy seguro de que eso fue de maldad. Porque esa gente goza matando a los inocentes. Un día trajeron camiones y otros equipos rarísimos. Explotaron la piedra como que por ahí no había nadie y mire usted, yo no quiero ni acordarme. Ahí hay medio pueblo enterrao.
  • 73. 73 Se está acabando la película Veo los cuadros moverse. Camino toda la habitación y no siento mi cuerpo. Soy como uno de esos rayos que a veces penetran en los aposentos. El peso de una enorme soledad rodea mis noches. Me miro en el espejo y no soy yo, sino una sombra borrosa que me hace volver a la cama para ver si he salido de mi cuerpo y lo he dejado allí tendido, pero no. No hay nada anormal en la cama. Pienso que es un sueño. Toco mi rostro y me doy cuenta de que estoy despierto, pero no puedo distinguir nada en él. Los ojos, las narices y las cicatrices han desaparecido. Sólo siento la piel lisa en mi rostro como si tocara una de mis piernas. Apago las luces e intento dormir. Escucho el sonido lejano de una pieza de Zamfir. Mi cama se va elevando lentamente, me levanto y camino sin sentir mis pies. Es como si caminara en el aire, que ahora es una masa cálida que me hace mover suavemente a cualquier lugar que me llegue a la mente. Trato de controlar mis pensamientos para que la fuerza no me haga salir de la habitación.
  • 74. 74 Miro la foto desnuda de un antiguo calendario y pienso que a esta hora la actriz está dormida. La fuerza me quiere llevar a la habitación donde ella está desnuda. Me golpea contra la puerta, pero es una fuerza tan suave y apacible que no puede abrirla. Entonces pienso de nuevo en mi cama y la fuerza me dirige hacia ella. Parece que todo quiere volver a la normalidad. La pantalla del televisor tiene grabada toda la pesadilla, recordé que me dormí mientras veía la película y ahora en el espejo he vuelto a ser yo.
  • 75. 75 Escenas del fin Cuando se acerca el fin, ya no quedan imágenes del recuerdo; sólo quedan palabras. Jorge Luis Borges. Me empezó a coger confianza y cariño, como ella misma verbalmente lo expresaba, la noche del Talent Show. Estábamos concentrados en el desenvolvimiento que tenía cada estudiante en la realización de las actividades artísticas. Una pieza de aprendiz abrió el evento. Emmanuel Monsanto con su teclado, provocando tensión en los espectadores. La más atraída por la pieza fue su tía Emma Monsanto, quien no esperó que terminara el evento para hundirme en la oscuridad de una crítica forzada, Usted vio ese jovencito que estaba tocando el piano. Ese es mi sobrino. Venimos juntos todos los días, porque su madre y yo somos hermanas. Me llevó a vivir con ella desde que me divorcié y todavía me tiene como a una de sus hijas; pero vive
  • 76. 76 peleando, porque no me siento ni un minuto. Le ayudo a la muchacha del servicio con los quehaceres del hogar. Después de una pausa breve y una sonrisa como de orgullo por la participación de su sobrino, me preguntó, Cómo lo vio. Qué tal le pareció. Bien, bien, contesté sin euforia ni hipocresía. Tampoco le hice saber lo que había dicho Ramón Segura acerca de la pieza, Eso lo hace cualquiera. A todo el que empieza a estudiar piano le enseñan a tocar esa pieza. Debí decirle esto. Ella lo hubiese tomado en cuenta, porque Ramón era bueno en la música y yo nunca pude afinar una nota. Luego recordé algunas de las cosas que me gritaba mi maestro de solfeo, Tienes los malditos oídos llenos de ruido, no puedo seguir contigo. Busca el otorrino a ver si hace un milagro. Emma era respetada por todos. Nadie tenía de ella la mínima queja. Siempre estaba dispuesta a colaborar, pero como es normal en los mortales, el gran Cronos había dejado en su piel las infinitas marcas del fin. A veces iban algunas madres y abuelas de niños del colegio que habían sido alumnas de ella y contaban grandiosas experiencias. Empezaba a llorar. Los párpados casi se les quedaban pegados y entonces entraban en acción sus finos y pálidos
  • 77. 77 dedos. Me miraba fijamente y asentía. No abría los brazos para completar el mensaje gestual, pero yo podía leer en sus ojos, Y eso qué. Mira como estoy, gastada por los años y los afanes, sin ni siquiera tener una habitación donde ir a morir. Acostumbraba a hablar de su divorcio o más bien de la brevedad de su matrimonio, Sólo pude soportarle dos años. No procreamos hijos, quise haber tenido por lo menos uno, pero ya no hay tiempo. Me casé con ese hombre pensando que era lo que aparentaba. Por eso es que una tiene que pensar bien las cosas. Las muchachas de ahora no piensan en futuro ni en matrimonio. Viven el momento. Dijo esta frase abriendo los ojos en señal de alerta, por eso es que hay tantas enfermedades. A veces los años te invitan a arrepentirte de muchas cosas que hiciste en la juventud, pero también te hacen reflexionar sobre aquellas que pudiendo haberlas hecho no te atreviste a hacerlas. Quizá por esta razón la maestra siempre recordaba con nostalgia los años de su juventud. En la primera reunión hablaron de sus treinta y seis años en el colegio. Le hicieron un pequeño regalo y le otorgaron un reconocimiento por la perseverancia y sus aportes a la institución. Terminada la reunión, el equipo administrativo y de gestión de talento humano, se quedó para discutir la situación de Emma en el colegio. Llegaron
  • 78. 78 a la conclusión de que, por su condición física, la maestra no podía seguir en las aulas. La secretaria docente sugirió que era bueno darle sus prestaciones laborales. El director no estuvo de acuerdo. Según él, podría ser para ella una derrota, Dinero para qué. Para qué quiero yo dinero, si mi vida se ha quedado aquí, podría pensar ella. Parece que en la mente del director ya estaba resuelto el problema, La pensionamos por un año. Le damos un dinerito y le seguimos pagando durante doce meses. Que se quede sentada en su casa. Eso dijo y dio por terminada la reunión. Emma miró el reloj. Hubo un silencio de aproximadamente tres minutos. No entendí para qué investigó la hora, porque los minutos de silencio siempre se anuncian, a menos que uno no esté solo. Con una leve mirada arropó la pared. Sospeché que comparaba la hora de su reloj con aquella que nos miraba desde una de las paredes del salón. Emma nunca paraba de hablar, me sentí extraño, o más bien activo, como un actor que espera su parte en la escena de una vida cuyo fin es reclamada por los años.
  • 79. 79 Última fotografía A veces en el mismo sueño, te das cuenta de que las personas que ves están muertas, pero en esta ocasión, aún despierto, no podía creerlo. Ya casi moribunda, su cuerpo gastado por los años, el rostro de mi abuela se hacía cada día más alegre. Recordé que en las pasadas vacaciones tuve todo el deseo de grabar sus últimas horas en la memoria de mi cámara fotográfica. Sorpréndela, dijo mi tía, que tú sabes que a ella no le gustan las fotos. Hice poco caso a la voz que traspasaba con todo el peso de las horas, la ventana de madera. Vencida. Su mirada arropó mi rostro y una sonrisa delató en sus labios la resignación. Ven, que ya se lo que quieres, pero no seas sinvergüenza, no me la tires con estos trapos de dormir. Con un hermoso vestido, y empolvada la piel, empecé a enfocarla. Los pasos de un gato sobre el techo de zinc hirieron mi sueño y tardé dos minutos para recordar que ambas habían muerto.
  • 80. 80
  • 81. 81 Índice Luna de miel …………………………………………… 3 La casa grande …………………………………………. 5 Monólogo de Shasy ……………………………………. 8 Contar para qué ……………………………………….. 11 Desnuda en el bosque…………………………………... 14 La cita…………………………………………………... 16 Misterio de un Centauro ……………………………….. 20 La asistente ……………………………………………. 23 Monólogo de una divorciada…………………………… 25 Desde la habitación de al lado …………………………. 29 La espada del general …………………………………... 30 La visita de la abuela …………………………………... 32 El sueño se hizo carne ………………………………….. 33 Juguetes para Lonky …………………………………… 37 El almanaque predice tiempos de lágrimas …………….. 43 Que en ella se ensuelva ………………………………… 47 El beso de mi madre ……………………………………. 49 Juegos de patio …………………………………………. 54 No era una simple mariposa ……………………………. 57 Hazañas de la noche ……………………………………. 59 Que lo cuente el cocinero ………………………………. 62 Estampas del fin ………………………………………... 63
  • 82. 82 Desaparecidos…………………………………………... 65 Extraña sensación ……………………………………… 67 Así me lo contó Maquindo …………………………….. 71 Se está acabando la película ……………………………. 73 Escenas del fin …………………………………………. 75 Última fotografía ……………………………………….. 79