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EXCELENCIA PERSONAL, CLAVE PARA EL CRECIMIENTO PROFESIONAL
Hector Vicente Coy Beltrán MSc.
Investigador Docente CUN
Cuando se trata del crecimiento profesional, el enfoque más inmediato que se nos
viene a la cabeza es aquel que opta por reforzar las habilidades, destrezas y los talentos de
cada trabajador en el entorno en el que desempeña sus funciones.
Es decir, se detectan aquellas zonas que obstaculizan que cada persona ascienda en el
plano laboral, reforzándolas con soluciones específicas y complementarias. Si algo falla, se
insiste en ello hasta alcanzar los objetivos. Sin embargo, un segundo enfoque que ha
empezado a cobrar cada vez más peso es el que plantea un regreso a la parte individual del
trabajador. La premisa en este caso es clara: para poder destacarse como profesional, antes
es necesario revisar aspectos de la persona. Si esto no es posible, los cambios no serán
suficientes.
¿Qué conceptos engloba la excelencia personal?
El término clave en este sentido es el de excelencia personal, que hace referencia al
perfeccionamiento de nuestra condición humana para que, de esta forma, los cambios se
expandan a otras esferas, entre ellas la profesional.
Para entender mejor este concepto, repasemos cuáles son los principios y valores en
los que se basa la excelencia personal si lo entendemos como un estilo de vida que es
necesario alimentar diariamente:
Capacidad de influencia. La persona excelente influye positivamente en las personas que
le rodean y es motor de cambios esenciales.
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Comunicación eficaz. Además, sabe comunicar sus mensajes de forma clara y eficiente.
Tiene un buen dominio del lenguaje y del sentido de la oportunidad para cada una de las
cosas que expresa.
Claridad en sus propósitos. Tiene claro qué busca y diseña estrategias y vías para alcanzar
sus objetivos, bien sean profesionales o de otro tipo.
Originalidad. La persona excelente, además, destaca por aportar soluciones
originales, innovadoras y que sirvan para mejorar su medio.
Responsabilidad. Se hace cargo de las decisiones que toma; es consciente de lo que supone
cada uno de sus pasos.
Libertad. Es libre y tiene autonomía para tomar decisiones. Se apoya en los demás no para
evadir tareas, sino para generar compromiso entre sus círculos cercanos y estrechar sus lazos
con las personas que los conforman.
Intuición y alegría. La intuición es una de sus fortalezas. Además, es alegre y se enfrenta a
sus retos personales con una actitud positiva.
La excelencia personal, un proceso en construcción diaria
Convertirse en una persona excelente es una labor continua y progresiva. De hecho,
muchos profesionales de los Recursos Humanos y la gestión empresarial lo consideran un
proceso con etapas claramente definidas.
Si trasladamos este concepto al campo profesional, encontramos que ser una persona
excelente aporta beneficios como:
Mejora los niveles de rendimiento laboral.
Los trabajadores aumentan la satisfacción con las labores que realizan.
Potencia los niveles de empatía.
Consolida los valores personales de cada trabajador.
Incrementa la visión a largo plazo.
Refuerza la ética y la moral.
Orienta la ambición y las metas profesionales.
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Todo lo anterior nos lleva a concluir que la mejor manera de potenciar el crecimiento
profesional es reforzando la parte individual y personal. Los cambios serán mucho más
efectivos y duraderos y se asumirán como hábitos de vida que van más allá de la mera
circunstancia o coyuntura.
La gestión del tiempo en tu crecimiento profesional
En muchas empresas, el crecimiento profesional suele estar alentado por políticas de
Recursos Humanos. En esos casos, este departamento se encarga de promover climas
propicios para que los trabajadores puedan sacar lo mejor de sí y sus aportaciones al conjunto
de la empresa sean cada vez mejores.
No obstante este marco, sin duda necesario para aspirar a un crecimiento
personal adecuado, este aspecto depende en gran medida de cada individuo. O dicho de otra
forma, la autorrealización es su principal motivación.
Crecer profesionalmente está vinculado a elementos como la vocación, la experiencia
acumulada, los objetivos y los intereses. Sin embargo, un aspecto que no se suele tener en
cuenta, quizá porque todavía no somos conscientes de su verdadero impacto, es la gestión
del tiempo, el cual merece ser visto no tanto como un elemento más de nuestra rutina, sino
sobre todo como un factor de planificación a largo plazo y de desarrollo de proyectos
profesionales.
La gestión del tiempo y el crecimiento laboral
Una buena gestión del tiempo nos ayuda a ordenar nuestras rutinas laborales. De
hecho, está demostrado que los profesionales de mayor éxito son los que realizan una mejor
planificación de sus tareas y horarios. Sin embargo, es un aspecto que va mucho más lejos;
no sólo se refleja en lo inmediato, sino también en el largo plazo. Echemos un vistazo a
algunos aspectos que demuestran que la gestión del tiempo y el crecimiento profesional van
de la mano:
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Mejores niveles de desempeño. Los trabajadores con un buen manejo de su tiempo son más
productivos, eficientes y su desempeño se convierte en la mejor carta de presentación para
procesos de promoción interna, ascensos o, incluso, para abrirse campo a nuevas opciones
laborales.
Clarificación de objetivos. Una buena gestión del tiempo nos permite crear hábitos
eficientes y nos ayuda a clarificar nuestras ideas sobre lo que deseamos en el plano
profesional. Inmersos en la improvisación y en altos niveles de estrés, esto resulta imposible.
Nuevos contactos y oportunidades. La buena gestión del tiempo nos ayuda incluso a
dedicar momentos para actividades complementarias, por ejemplo, la búsqueda de nuevas
opciones profesionales o la ampliación de nuestros contactos.
Mayor formación y capacitación. Si aprendes a organizar tus rutinas, es casi seguro que
tendrás tiempo extra que puedes emplear en nuevas opciones de formación o capacitación.
Pues bien, ya tienes una razón más para distribuir tus horarios de tal forma que la
formación también forme parte de tu día a día. Tus posibilidades laborales aumentarán
notablemente.
El balance ideal entre trabajo y familia
Actualmente, uno de los retos más comunes de los trabajadores es el de compaginar
la vida familiar con sus obligaciones laborales. El tema ha ganado resonancia en los últimos
años, dando pie, incluso, a legislaciones específicas que definen un marco mínimo de
actuación en este sentido.
Si bien dichas leyes o normas intentan regular situaciones excepcionales, por ejemplo,
los embarazos y los incidentes familiares, no dejan de ser una referencia importante a la hora
de pensar en soluciones para todos los trabajadores.
La competitividad de los mercados y la agilidad de los procesos en general ha
provocado que muchos profesionales vuelquen casi toda su atención en su trabajo. Como es
obvio, las relaciones familiares se han visto afectadas, sobre todo en aquellos hogares con
hijos pequeños. Sin embargo, esto no significa que tener numerosas responsabilidades
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profesionales sea incompatible con la vida en familia. De hecho, la experiencia nos ofrece
numerosos casos de personas que saben mantener el equilibrio entre las dos esferas sin que
ninguna de las dos se vea afectada.
Lo primero que hay que decir es que no es un asunto sencillo, sobre todo si se tiene
en cuenta que trabajo y familia son dos esferas tan estrechamente ligadas que a veces es
difícil distinguir el límite que las separa.
En ese sentido, las dos situaciones más frecuentes son: o bien que las relaciones de la
familia influyan en el rendimiento y la productividad de cada persona, o bien que el trabajo
ocupe tiempo destinado a las relaciones propias del hogar. A esto nos referimos cuando
hablamos de equilibrio.
Aun así, más allá del volumen de las responsabilidades en el trabajo o del peso de las
relaciones familiares, cada persona debe fijar sus propios límites.
Elaborar un calendario en el que se incluyan las actividades laborales y los espacios
dedicados a la familia. De esta forma resultará más fácil planificar eventos tanto en uno
sentido como en otro.
En la medida de lo posible, elige trabajos flexibles y que te permitan realizar cambios
de jornada o de horarios con tus compañeros. Además, antes de ello valora si al emplearte en
un sitio específico no alterarás notablemente tu vida familiar o tus responsabilidades
individuales.
Delega actividades concretas. Es imposible estar en todos los sitios a la vez o tratar
de quedar bien con todo el mundo. Pon límites. Seguro que habrá cosas, tanto en tu trabajo
como en tu casa, que no requieren de tu presencia o de las que, directamente, puedes
prescindir.
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Siempre que puedas, realiza pagos, gestiones y otros trámites a través de Internet u
otros medios digitales. Esto te ahorrará desplazamientos y permitirá que te enfoques en
labores concretas.
Tanto en el trabajo como en la casa, aprende a distinguir las cosas que no necesitan
atención inmediata y las que sí. Ahorrarás mucho tiempo en tus rutinas aplicando esta
pequeña diferencia.
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Referencias
Delgado Rodríguez, M. (2012). CIBERESP: un instrumento para la promoción y la difusión
de la investigación de excelencia española. Gaceta Sanitaria, 26(5), 393-394.
Escalona Veloz, R. (2011). Consentimiento informado en anatomía patológica como
requerimiento ético para la calidad y la excelencia. Medisan, 15(1), 138-144.