El documento describe los orígenes del castellano, incluyendo las lenguas prerromanas como el ibérico y el celta, así como las influencias posteriores del latín, el árabe y el visigodo. Resalta que el castellano conserva rasgos léxicos, fonéticos y morfológicos de las lenguas prerromanas, y también incorporó vocabulario del latín, árabe y germánico visigodo, especialmente términos relacionados con la agricultura, el comercio, la guerra y la religión.