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CHARLES CHAPLIN
Manuel González Riquelme
BIOGRAFÍA
Chaplin nace en Londres en 1889. Su éxito se debe a su capacidad para transformar las
ansiedades básicas y las preocupaciones de la vida humana en comedia. Un reflejo de sus
propias experiencias vitales. Fue hijo de actores que se separaron cuando era un bebé. Creció
en medio de una pobreza extrema y parte de su infancia la pasó en instituciones para niños
indigentes. A los 10 años cambió su suerte. Se hizo actor profesional. Sus dotes se
perfeccionaron gracias a los años con Fred karmo, el empresario de comedias más importante
por aquellos años.
Mientras estaba de gira por Estados Unidos fue descubierto por los estudios Keystone de Mack
Senett. Pronto se dio cuenta de que debía de seguir un camino propio, hacerse independiente.
Empezó a dirigir sus propias películas. De Keystone fue a Essanay y luego a la Mutual. Los
primeros cuatro años supusieron un paso más hacia las obras maestras de la Mutual: El
Emigrante, El Vagabundo, La Calle de la Paz, El Prestamista.
En 1918 tiene su propio estudio, el más moderno en su día. Transformó los horrores de la 1ª
Guerra Mundial en comedia en Armas al Hombro y encarnó las privaciones y ansiedades de su
propia infancia en The Kid.
En 1919, los cuatro gigantes del momento de Hollywood (Chaplin, Douglas Fairbanks, Mary
Pickford y D. W. Griffith) constituyeron la United Artist para distribuir sus propias películas. El
primer estreno fue Una mujer de París (1923). Una película pensada para Edna Purviance (su
fiel actriz principal y momentáneo interés amoroso desde 1915), en la que él hizo una fugaz
aparición. Fue el único fracaso de taquilla, lo compensó La quimera del oro donde Chaplin
demostró que la tragedia y la comedia siempre van de la mano ya que esta comedia se inspiró
en las agudas privaciones de los buscadores de oro de 1890 y en las novelas de Jack London.
La llegada del cine sonoro en 1927 supuso para Chaplin un reto mayor que para otros directores.
Su personaje de Charlot el Vagabundo, basado en el uso del mimo y la pantomima sin palabras,
se había ganado una audiencia mundial que inevitablemente disminuiría si hablaba en inglés. La
respuesta de Chaplin fue continuar haciendo películas mudas como Luces de la ciudad (1931) y
Tiempos Modernos (1935). En éstas, la banda sonora sólo se utilizó para efectos sonoros y
acompañamiento musical; dicho acompañamiento fue compuesto por Chaplin, un trabajo más a
los de director, productor, escritor y protagonista.
En Tiempos Modernos, Chaplin usó la comicidad como arma para denunciar la industrialización y
el enfrentamiento entre el capital y la mano de obra. Esta problemática había sido tratada por
Fritz Lang en Metrópolis (1926).
En El Gran Dictador (1940), su blanco fue el fascismo y sus líderes (Hitler y Mussolini) que
suponían, como los acontecimientos históricos vinieron a demostrar, el peligro más grave de la
época. Los críticos se quejaron de que Chaplin se estaba excediendo en su función.
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La defensa constante de los desamparados y su amistad con intelectuales de izquierdas,
siempre había sido vista con desconfianza por la derecha política norteamericana. La Guerra
Fría y la persecución de la izquierda por McCarthy, hicieron de Chaplin un blanco claro. En
Monsieur Verdoux (1947) establece un paralelismo entre las actividades de un asesino en serie y
el asesinato en la guerra, generó más ira. Fue la última película, Candilejas (1952) un recuerdo
triste de los teatros de juventud, dejó América para un exilio permanente en Suiza.
En Londres hizo una película más Un rey en New York (1957), una sátira de la política
norteamericana y La condesa de Hong-kong (1967). Publicó dos volúmenes con sus memorias.
Invirtió su tiempo en la componer la música para sus películas más antiguas y murió en la
navidad de 1977.
CAMPEÓN DE BOXEO (1915). ESSANAY (31 min.)
Charlot representa a “el vagabundo”, “el indigente” es un superviviente nato, como Ulises. Hay
una línea de continuidad entre Ulises, Diógenes “El perro”, Alonso Quijano, “el holandés errante”,
Robinson Crusoe y “Charlot”. Un personaje que pertenece al inconsciente colectivo que se
manifiesta en un sujeto que aprovecha los mínimos recursos para sobrevivir al borde, margen del
sistema. En este corto lo vemos junto a un perro compartiendo almuerzo. Hay un paralelismo
entre la vida de Chaplin y el compañero con el que comparte almuerzo. La escuela cínica que
surgió en el siglo V a. C., con Antístenes, contemporáneo de Sócrates y Diógenes su discípulo,
está inspirada la naturaleza canina. El mismo Diógenes viendo a un niño que bebía con sus
propias manos agua de un riachuelo, arrojó lejos el vaso que le permitía cierta comodidad.
Diógenes “el cínico”. Cínico viene de kinos que significa “perro”. Chaplin, de igual modo,
aprovecha el mínimo recurso para sacar el máximo rendimiento de la indigencia. Chaplin es un
Diógenes contemporáneo que al igual que su antepasado griego, denuncia los males de una
sociedad hipócrita. Cuando Diógenes aparece con una linterna encendida en el ágora, al
mediodía y es preguntado “¿qué haces con esa linterna, acaso no hay luz suficiente? ¿Es que
no ves?” Diógenes responderá: “busco a hombres, pues os miro a la cara y sólo veo peleles”.
Chaplin hubiera respondido con la misma contundencia. Nadie como él denunció los males
morales de la sociedad norteamericana de principios de siglo, con grandes desigualdades entre
ricos y pobres entre capitalistas y asalariados. Recordemos en Tiempos Modernos cuando
Chaplin se convierte en un líder anarquista accidental.
El hombre anónimo que denunciara Engels, el hombre de la multitud de Edgar Allan Poe,
inmerso en el flujo continuo de de las multitudes, la marea humana en marcha hacia las fábricas
de Eisenstein en El Acorazado Potenkim. Chaplin en Luces de la ciudad intentando evitar que un
gentleman se arroje al Hudson.
Ve un letrero que pone “se necesita sparring”. Entra en el gimnasio pero pronto advierte que algo
no anda bien. Su forma física no es la adecuada. Pero antes de entrar al gimnasio tropieza con
una herradura que posiblemente le traerá buena suerte. Ante el K.O técnico al que son
sometidos los aspirantes, decide utilizar la herradura dentro del guante de boxeo. Este recurso
(la astucia del desvalido) le da éxito. Se va desprendiendo de sus rivales con una rapidez
asombrosa y es presentado como el próximo aspirante a campeón de los pesos medios. Charlot,
eufórico por el éxito suscitado se deja llevar para comenzar un severo entrenamiento. Aquí es
cuando entra en escena la chica (siempre hay una chica), la hija del entrenador Edna, de la que
se ha enamorado. Hace todo lo posible por retenerla. Ni siquiera el corredor de apuestas logra
sobornarlo. Finalmente, gana el combate, y se queda con la chica gracias a la ayuda
desinteresada de su incansable perro.
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EL EMIGRANTE (1917). MUTUAL (25 min.)
En este corto Chaplin reproduce su propia experiencia de “emigrante”, si queréis de apátrida. El
constante flujo migratorio de principios del siglo XX hacia Estados Unidos semejante al continuo
flujo de inmigrantes que desde África llama a las puertas del supuesto Primer Mundo. Los barcos
cruzaban el Atlántico abarrotados de personas que, al igual que las pateras actuales, huían de la
miseria y pobreza crónicas de las grandes urbes europeas, en busca de una vida mejor. Chaplin
conocía bien esta situación. El mismo era emigrante, vagabundo, fugitivo, superviviente
moviéndose siempre en esa frágil línea que, como el círculo de Wittgenstein, tenía que ser
recorrida desde dentro. Como el lenguaje. Es imposible salirse del lenguaje. Como es imposible
salir de la trinchera. El lenguaje de la pantomima, el mimo, el gesto, traza el dominio chapliniano
del cual es imposible evadirse. El ambiente de hacinamiento y de impotencia tuvo que haberle
calado hondo, en la médula de los huesos. El sueño americano se presentaba como una
quimera llena de contradicciones. Para empezar, los emigrantes eran clasificados como ganado
según su lugar de procedencia, marcados tenían que esperar días en los muelles de Manhattan
antes de conseguir un visado de residencia. Muchos no conocían el inglés, Eran sometidos a
test de inteligencia y muchos eran repatriados al calificarlos de retrasados mentales. La situación
era dramática tras semanas y meses de travesía cuando las familias tenían que separarse
quizás para no encontrarse nunca más. Como en el film Un Nuevo Mundo de Emanuelle
Crialese, donde parte de la familia es repatriada por no considerarla apta para vivir en Estado
Unidos pero en la escena final los protagonistas se bañan en un río de leche y rosas.
Un barco se dirige a Nueva York: “el país de la libertad”. Esto es una ironía. A bordo, los
emigrantes se hacinan unos contra otro. Sin espacio para moverse denunciando las duras
condiciones del viaje. En 1917, con la guerra en Europa, todavía eran muchas las personas
llegaban a Estados Unidos huyendo de los horrores de la guerra de trincheras y el gas mostaza.
Chaplin resultó ser un reflejo en el que millones de personas de cualquier parte del mundo se
mirarían. Aquél hombrecito con bombín, viejas botas, fino bastón de bambú, y ropas raídas se
convirtió en un icono en el que muchas personas se identificarían. Un antihéroe como el
ingenioso hidalgo, Buster Keaton o Corto Maltés.
La cámara centra su atención en una viuda y su hija. Cerca de allí, un grupo pasa el tiempo
jugando a los dados. El pequeño Charlot tiene suerte. Gana mucho dinero. Uno del grupo que ha
perdido mucho dinero roba el dinero que la madre guardaba en un bolsillo sujeto al cuello, la hija,
entonces, llora desconsolada.
Chaplin, casualmente cae a su lado, advierte la situación delicada en la que se encuentran estas
personas, en un acto de generosidad introduce el dinero en la chaqueta de la chica sin que ésta
se de cuenta. Un sobrecargo observa la situación y confunde a Chaplin con un vulgar ladrón.
Llama a la chica que mira en su bolsillo lleno de dinero. La joven agradece a Chaplin su
generosidad intuyendo un “continuará” más tarde, en las calles de New York.
La escena de la comida es divertidísima cuando los pasajeros en las mesas son incapaces de
llevarse una cuchara a la boca por el movimiento del barco.
La policía de aduanas acordona la zona. A Chaplin se le escapa una patada al funcionario por el
trato denigrante al que son sometidos. Una genial patada que le reportaría muchas críticas. La
patada más genial de la historia del cine. Cuántos inmigrantes no se habrán sentidos
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identificados con Chaplin, cuántos hubieran deseado dar ellos mismos esa patada. Más tarde,
debidamente clasificados abandonan el barco.
La siguiente escena es en las calles de New York. El pequeño Charlot deambula por las calles
sin dirección, con un agujero en el estómago. De repente, tropieza con algo en el suelo, un
penique, ¡Qué buena suerte para almorzar! Lo guarda en el bolsillo pero está roto y se le cae al
suelo. Entra en el restaurante y pide un menú. Se suceden una tras otras escenas muy
divertidas. De pronto se da cuenta que la chica que había conocido en el barco está en otra
mesa cerca de la suya. Él la invita a sentarse juntos y piden otro menú.
En una mesa vecina, un cliente paga su cuenta pero le faltan unos peniques y es sometido a una
brutal paliza. A nuestro protagonista le asaltan dudas respecto a su solvencia, se palpa el bolsillo
del pantalón y advierte que ha perdido el penique que garantizaba su almuerzo. Se suceden una
serie de escenas divertidas relacionadas con este contratiempo. El corto acaba cuando un tercer
actor que dice ser artista y director de un proyecto entabla una conversación con ellos
proponiéndoles un trabajo. El camarero trae la cuenta de Charlot, el artista quiere pagar pero
Chaplin muestra una falsa cortesía al no permitirlo. Se produce un tira y afloja que termina con el
consentimiento de este personaje de que cada cual pague su cuenta. Éste último al pagar deja
un penique de propina que le sirve por fin a Chaplin para saldar su deuda. Quedan en verse al
día siguiente pero Chaplin pide al empresario un par de dólares de anticipo, el otro accede, de
forma que Chaplin aprovecha la oportunidad para dirigirse con la joven Edna a la oficina de
licencias matrimoniales. Le pide la mano debajo de un enorme aguacero que amenaza con
calarles los huesos hasta que por fin ella lo permite con un gentil beso.
EL AVENTURERO (1917). MUTUAL (24 min.)
“La caza del hombre” es el título con el que comienza este genial corto. “La caza del hombre” o
“la guerra de todos contra todos” que observara Hobbes en el Leviatán, podría ser el titular de la
Ámerica de principios de siglo, de las modernas sociedades postindustriales. Recordemos esa
genial película de 1926 El mundo marcha de King Vidor, o aquella otra de Billy Wilder El
apartamento con el remake de la escena de los oficinistas mirando el reloj. También Tiempos
Modernos nos presenta una crítica al hombre atomizado, instrumento más de una cadena de
montaje. Incapaz de desprenderse de los tics aprendidos en el trabajo: apretar una tuerca,
seleccionar una pieza, También ¿por qué no? La caza del insurgente, del sedicioso, del
sospechoso de…. Samarra, Bagdad o Basora.
La policía busca a un hombre. De nuevo Chaplin representa a un fuera de la ley. Un outsider que
se mueve por esa delgada línea que separa lo políticamente incorrecto y el delito. ¿Quién no se
ha sentido nunca víctima del sistema? En 1917 eran muchos los personajes anónimos que se
movían en esa intersección de caminos entre el bien y el mal.
Las playas de Los Ángeles sirven de escenario para una persecución policial de la que Chaplin
logra salir. Se lanza al mar. Consigue desprenderse de su uniforme de presidiario poniéndose el
bañador de un pescador y nadar hasta ponerse a salvo en la playa.
En la siguiente escena, una joven pasea acompañado de un señor que pretende cortejarla
cuando se oyen gritos de auxilio de alguien que está ahogándose: la madre de la chica. El primer
reflejo de la joven es lanzarse al agua. Tampoco ella se maneja bien entre las olas del Pacífico,
de modo que Chaplin que había logrado ponerse a salvo en la orilla, escucha los gritos de ayuda
y sin dudar un momento salta al agua. El tipo que la acompañaba duda un momento y cae
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también. Chaplin se convierte en un héroe circunstancial salvando a todos. “Escuché los gritos
desde mi yate”, comenta. Nuestro joven protagonista no sale bien parado de este incidente pues
al intentar salvar de nuevo al partner cobarde con intereses conyugales, recibe una patada que
lo deja semiinconsciente en la playa. El chofer de la dama lo rescata y acaba lo que podría ser la
primera parte de esta historia.
La segunda parte comienza cuando Chaplin despierta en una habitación desconocida, cree que
está en presidio. El pijama a rayas y los barrotes de la cama lo confunden. Pero se encuentran
en la casa de la joven y la madre rescatadas. Chaplin pasa por ser un rico gentleman que
alardea de buenos modales y exquisita educación. Hay una fiesta para celebrar el exitoso
salvamento. Fiesta a la que acude también su rival por hacerse con el corazón de la chica. La
joven presenta su padre al salvador, el juez Brown, quien parece conocer a Commodore Smart.
Comienza un pique entre ellos que acaba cuando el titular del periódico anuncia la fuga de un
convicto. “Commodore Slick, criminal fugado”. Chaplin se da cuenta de su complicada situación y
retoca la foto con la barba y los bigotes del tipo que le tenía tanta inquina. Acuden los tres a
identificar la foto del sospechoso que ahora se parece bastante al partner acusador, Chaplin
exclama: “le aconsejo que se afeite”. A Chaplin se le va de las manos la situación cuando éste
último llama a la policía informando que el fugitivo está en la casa del juez Brown. Con la llegada
de la policía se suceden, de nuevo, las persecuciones a las que tanto recurría Chaplin para
hacernos reír que acaban cuando logra zafarse de todo el mundo rompiendo el corazón de la
chica.
EL MÚSICO AMBULANTE (1916) MUTUAL (27 min.)
Los primeros segundos del film presentan a Charlot. Las puertas volanderas de un salón dejan
entrever dos botas viejas que anuncian la entrada en escena de un personaje. La cámara sube
hacia arriba, las puertas se abren y aparece un hombrecillo con mostacho, bombín, chaquetilla y
pantalones bombachos, debajo del brazo un violín: es Charlot, el músico ambulante. El
hombrecillo busca un lugar en la puerta del salón para tocar el violín. Un grupo más numeroso
aparece con más instrumentos: la competencia. Chaplin se anticipa, pasa el sombrero entre los
clientes del bar “hay que ganarse unos peniques”. El segundo grupo se dispone a hacer lo
mismo, pero los clientes del local los increpan y exclaman “¡otra vez!”. Hay una riña entonces
entre músicos, dos son multitud. Alguien tiene que ceder. Chaplin huye del lugar si no quiere ser
linchado por sus competidores.
La siguiente escena es un interior. Unas señoras realizan sus tareas; la cámara se fija en una de
ella que mira con tristeza la foto de una niña. ¿Una niña desaparecida? Nada sabemos de
momento sobre este tema.
Otra escena sitúa a Chaplin ¡cómo no podría ser de otro modo! En el camino. Charlot es un
personaje de carretera. Si queréis de carreteras secundarias. Es el viajero por excelencia. El
verdadero viaje es aquel en el que se suspenden los extremos no hay punto de partida ni hay
punto de llegada. La condición del viajero es estar siempre de viaje. Chaplin es El Viajero con
mayúsculas. Un sujeto que no viene de ningún sitio ni va a ninguna parte. Simplemente aparece
ahí. Nuestra vista lo capta justo antes en la salida de una curva, en una encrucijada, en la acera,
en una plaza, en un jardín, cruzando una calle con mucho tráfico. Con su paso al estilo de
Rummy Binks, ajeno al ruido de la gran ciudad, frágil pero intocable. Charlot también nos
necesita. La auténtica felicidad es aquella que es compartida, en el film Hacia rutas salvajes de
Sean Penn. El hombre es un animal político. La dialéctica entre el yo y los otros puede ser
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positiva y enriquecedora o negativa y esclavizadora. La nuestra es siempre una dialéctica
positiva.
Pero volvamos al cortometraje. Un tipo ejerce una violencia injustificada contra una joven. El
espectador no entiende la causa de tanta violencia. Chaplin deja una curva que le lleva hacia allí.
El tipo ha desaparecido y la joven lava unas ropas: “un público”, piensa Chaplin. Los artistas
necesitan del público, son la sangre que los alimenta, sus nutrientes. Sin público un artista no es
nada. El público es su razón de ser. Cuando lo encontramos, el siguiente paso es actuar. Toca
su violín y la música le parece a la chica como procedente del cielo. Nunca había oído nada
semejante, toda su vida maltratada y cuidada como una salvaje. La joven no tiene con qué
pagarle. “No importa tocaré para ti gratis”. La joven Edna le aplaude. El primer aplauso en mucho
tiempo. ¡Ah, los aplausos!, eso si que es una recompensa. Chaplin se emociona y sigue tocando.
El sonido de la música llega hasta el grupo que tutela a la joven. Aquel tipo se acerca, de nuevo
le pega y la arrastra hasta el grupo donde continúa pegándole. Chaplin, como si fuera un Quijote
contemporáneo, acude en ayuda de su Dulcinea del Toboso. Chaplin se convierte ahora en un
caballero andante. Obtiene un buen leño para contraatacar. Consigue librarse de todos sus
enemigos y escapar con la joven Edna a bordo de un carruaje.
A salvo. Chaplin siente que su vida ha cambiado con el único propósito de servirla. En su nueva
vida, se dividen las tareas. Chaplin prepara el almuerzo mientras ella va a por agua. Durante el
trayecto la chica encuentra a un joven pintor que había salido al campo para realizar trabajos al
natural. El artista no encuentra inspiración pero siente un flechazo al ver a la joven y le hace un
retrato que titula “El trébol viviente” por una marca que la chica llevaba en el brazo. Regresan al
campamento, Chaplin sorprendido, mira con recelo la nueva compañía e invita a cenar al joven
pintor. Los jóvenes ignoran al músico que tantas atenciones les había dedicado. Los
enamorados no tienen ni siquiera hambre. Como en El Banquete de Platón, el amante siente la
fuerza de Eros y no necesita nada más. El pintor y la joven se separan tristemente. Desde aquel
instante, Edna parece como abstraída, fuera de sí. Enamorada no para de pensar en aquella
joven promesa del arte. El músico intenta animarla. “Aprenderé a pintar”, le insinúa.
Entretanto, el joven expone su obra en la galería. “El trébol viviente” tiene mucho éxito. Es el
cuadro estrella de la exposición. Un grupo numeroso llega a la galería, cuando una de las
señoras empieza a llorar y exclama “¡es mi hija!” habiendo reconocido el trébol en el brazo de la
joven representada.
El pintor revela el lugar donde ha encontrado la modelo e inician un viaje para rescatarla. El
encuentro es emocionante. Madre e hija se reconocen. La joven Edna también se alegra por el
reencuentro con el pintor. Chaplin queda en un segundo plano. Siente que el mundo que había
imaginado junto a Edna se viene abajo. La madre extrae unos billetes a modo de finiquito por los
servicios prestados que Chaplin rechaza habiendo sido herido en su amor propio. El afecto que
sentía por la joven era algo que no se pagara con dinero. Todos se van y el pequeño músico
queda abatido, sentado en las escaleras del carromato. Su destino es diferente. Siempre dejado
de lado. Nunca considerado. Pero….
Durante el regreso Edna siente, como un flash que su verdadero amor era por aquel que la había
rescatado y le había regalado con la música los momentos más felices de su vida. Todos
regresan. Chaplin sorprendido, saluda afectivamente. Ella sonríe “no puedo vivir sin ti”. Se dan la
mano, montan en el coche y marchan hacia ¿quién sabe? Una vida juntos.
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¿DE DÓNDE SURGE EL PERSONAJE DE CHARLOT?
El debut del famoso atuendo. Chaplin hace el papel en un hombre que se coloca insistentemente
delante de la cámara, para fastidio del director en “Kid auto races at Venice” de (1914). “Había
una parada de coches cerca del estudio y un viejo personaje al que llamaban Rummy Binks era
uno de los tipos característicos del lugar… Cuando vi a Rummy arrastrarse por la acera para
conseguir una propina de un penique por sujetar las riendas del caballo de un cochero, me
quedé fascinado. El modo de caminar era tan curioso que lo imité. Cultivé esa forma de caminar
día tras día. Se convirtió en una obsesión. Siempre que lo hacía estaba seguro de obtener una
risa. Ahora sin importar qué más puedo hacer que resulte entretenido, no puedo deshacerme de
esa forma de caminar”. Declaraciones de Charles Chaplin al McClure´s Magazine (1916).