2. “Pero así dice Jehová a la casa de
Israel: Buscadme, y viviréis” (Amós 5:4)
Cómo buscar a Dios:
Aborreciendo el mal y amando el
bien (Amós 5:14-15)
Abandonando el formalismo
religioso (Amós 5:5, 21-27)
Resultados de rechazar el mensaje:
El ejemplo de Amasías
(Amós 7:10-17)
El silencio de Dios (Amós 8:11-12)
Resultados de aceptar el mensaje:
Un reino de justicia y prosperidad
(Amós 9:11-15)
3. Ante la creciente maldad de Israel, Amós aconseja: “Buscad el
bien y no el mal… ¡Odiad el mal y amad el bien!” (Amós 5:14-15)
El primer paso que debemos dar es adquirir la capacidad de
distinguir entre lo bueno y lo malo. El apóstol Pablo nos dice
que, con la ayuda de Dios, debemos ejercitarnos para
conseguirlo.
“En cambio, el alimento sólido es para
los adultos, para los que tienen la
capacidad de distinguir entre lo bueno y
lo malo, pues han ejercitado su facultad
de percepción espiritual” (Hebreos 5:14)
Si este ejercicio no lo hacemos con oración y
buscando la voluntad de Dios, podemos caer
en el error del que nos avisa Isaías: “¡Ay de
los que llaman a lo malo bueno y a lo bueno
malo, que tienen las tinieblas por luz y la luz
por tinieblas, que tienen lo amargo por
dulce y lo dulce por amargo!” (Isaías 5:20)
Pero no es suficiente conocer y buscar el bien, tenemos que llegar a odiar el mal: “El Espíritu
de Dios hará que odiemos el pecado, mientras que a la vez estamos dispuestos a hacer
cualquier sacrificio por salvar al pecador” (E.G.W., Testimonios, tomo 5, pg. 160)
4. “y no busquéis a Bet-el, ni entréis en
Gilgal, ni paséis a Beerseba; porque Gilgal
será llevada en cautiverio, y Bet-el será
deshecha… Y si me ofreciereis vuestros
holocaustos y vuestras ofrendas, no los
recibiré, ni miraré a las ofrendas de paz
de vuestros animales engordados” (Amós 5:5, 22)
Aunque eran centros idolátricos, Israel
pensaba que podía adorar al verdadero Dios
en esos lugares.
Pero sus sacrificios y sus cantos eran mero
formulismo. No tenían a Dios en sus
corazones. Su vida de injusticia, crueldad e
inhumanidad negaba su fe.
El libro de Amós es una invitación a
reconsiderar nuestras vidas y nuestras
motivaciones, buscar a Dios y vivir.
5. “Ellos aborrecieron al reprensor en la puerta de la
ciudad, y al que hablaba lo recto abominaron”
(Amós 5:10)
Tomando a Amós por un profeta
“profesional”, al que se podía
comprar con regalos, Amasías
(sacerdote de Bet-el) le invita a ir a
Judá, donde sus profecías serían
mejor recibidas.
“Por tanto, así ha dicho
Jehová: Tu mujer será
ramera en medio de la
ciudad, y tus hijos y tus
hijas caerán a espada, y
tu tierra será repartida
por suertes; y tú morirás
en tierra inmunda, e
Israel será llevado
cautivo lejos de su
tierra” (Amós 7:17)
La actitud de Amasías al
rechazar el mensaje de Dios
tuvo graves consecuencias, que
serían compartidas por todo el
pueblo de Israel si se negaba a
buscar a Dios.
Pero Amós es un simple pastor
que ha recibido un llamado de
Dios y tiene muy clara su
misión: “Ve y profetiza a mi
pueblo Israel” (Amós 7:15)
6. “E irán errantes de mar a
mar; desde el norte hasta el
oriente discurrirán buscando
palabra de Jehová, y no la
hallarán” (Amós 8:12)
Cuando las personas rechazan reiteradamente los llamamientos del Espíritu Santo
hasta el punto de cauterizar sus conciencias, ya no hay Palabra de Dios para ellos,
tan solo “una horrenda expectación de juicio” (Hebreos 10:27)
Esto será especialmente cierto para la última generación. Cuando la gracia termine,
los impíos buscarán palabras que calmen sus conciencias pero, como ocurrió con el
rey Saúl, no las hallarán.
“Entonces me llamarán, y no
responderé; me buscarán de mañana, y
no me hallarán” (Proverbios 1:28)
7. «Entonces vi que Jesús se despojaba de sus vestiduras sacerdotales y se
revestía de sus más regias galas. Llevaba en la cabeza muchas coronas, una
corona dentro de otra. Rodeado de la hueste angélica, dejó el cielo. Las
plagas estaban cayendo sobre los moradores de la tierra. Algunos acusaban
a Dios y lo maldecían. Otros acudían presurosos al pueblo de Dios para
suplicarle que les enseñara cómo escapar de los juicios divinos. Pero los
santos no tenían nada que decirles. La última lágrima había sido
derramada en favor de los pecadores, había sido ofrecida la última
angustiosa oración, se había soportado la última carga y se había dado el
postrer aviso. La dulce voz de la misericordia ya no había de invitarlos.
Cuando los santos y el cielo entero se interesaban por su salvación, ellos no
se habían interesado en sí mismos. La vida y la muerte estuvieron frente a
ellos. Muchos deseaban la vida, pero no se esforzaron por obtenerla. No
escogieron la vida, y ya no había sangre expiatoria para purificar a los
culpables ni Salvador compasivo que abogara por ellos y exclamase: “¡Dale
al pecador un poco de tiempo todavía!” Todo el cielo se unió a Jesús cuando
oyó estas palabras: “Hecho está. Consumado es”. El plan de salvación se
había cumplido, pero pocos habían querido aceptarlo. Y cuando se silenció
la dulce voz de la misericordia, el miedo y el horror invadieron a los
malvados. Con terrible claridad oyeron estas palabras: “¡Demasiado tarde!
¡Demasiado tarde!”»
E.G.W. (La historia de la Redención, cp. 59, pg. 424)
8. “En aquel día yo levantaré el
tabernáculo caído de David, y
cerraré sus portillos y levantaré sus
ruinas, y lo edificaré como en el
tiempo pasado; para que aquellos
sobre los cuales es invocado mi
nombre posean el resto de Edom, y
a todas las naciones, dice Jehová
que hace esto” (Amós 9:11-12)
Todos aquellos que
acepten
arrepentidos el
mensaje de perdón
ofrecido por Dios,
poseerán el reino
preparado por
Jesús.
“Entonces el Rey
dirá a los de su
derecha: Venid,
benditos de mi
Padre, heredad
el reino
preparado para
vosotros desde
la fundación del
mundo” (Mateo 25:34)