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Pérgola a la serena
No por localizarse hacia algún confín divisor de la región, de identidad meridional y cardinal
de poniente, deja de ser uno de esos rincones de admirable complacencia para los sentidos. Sin
mucha compostura ni atavío, por innecesario, ya que se ha convertido en antonomasia de una
gran presencia de ánimo, tanto para atizar a la buena como para desengañar a la mala ventura.
El semejante que posea la capacidad de apreciar las explicaciones desde la sinceridad,
entenderá que parte, siendo parte, de unos sentimientos. De autóctona certidumbre, y un
ecúmene cuya explotación turística y cultural crea distintas opiniones de idoneidad: cierto es, a
cuento de la responsabilidad de conservación y protección ambiental, no ha demostrado aún el
ser humano que pueda conjugarlo en términos fiables de sostenibilidad con el desarrollo y el
crecimiento económico de otro tipo de actividades al rescate de la depresión demográfica,
económica y territorial.
Para nada es que ocupe un espacio que estuviere desvalido, quien sabe si por lo árido y
seco de la extensión, sino que da propiedad a un entorno natural desconocido. No es que se sitúe
allá donde la cola de un embalse haya ocupado los valles de ríos abandonados por sus fluidos
pluviales irregulares, alargando su manto de agua dulce por terrenos con atributos de paraje.
En longitud, son kilómetros de zona costera de un mar interior sobre un río, ¡admirado
Zújar!, cuyos embalses de función reguladora logran con exquisita efectividad unir la fortaleza que
transmite su refinada etimología: cauce naturalmente fortificado con rocas inexpugnables que
ante la carencia de lluvias surgen diseminadas zonas con agua estancada y aprovechable.
Y sí, por ahí, por cualquiera de sus enclaves, construir pérgolas que representen el balcón
para asomarse hacia una admirable sensación de concordia con su calma y armonía, las cuales
subliman las cualidades de un ambiente sano, libre, que presuma por la noche y por el día de
todo lo que le rodea. Convirtiendo lo cotidiano, subestimado por habitual y frecuente, en una
galería de historietas enaltecedores del conjunto de modos de vida y costumbres que cultivan los
conocimientos humanos. No podemos dejar dormir nuestra capacidad antropológica de deliberar
y reflexionar.
De momento se impone en mis esquemas una visión más protectora que abusadora,
porque suprimiendo toda querencia especuladora, desconozco un punto de encuentro más
cercano a la pureza bajo la unificación musical, conyugal y poética de quienes prefieran dominar
el poder de la seducción, concentrando a músicos, parejas y poetas en torno a una serenata bajo
un cielo despejado de nubes e imperfección: glosa usufructuaria de los que conocen y se
conceden el amor. ¿Cómo es el proceso de enamoramiento sino más que una secuencia de
sucesos que se forman tras la condensación de un vapor por exhalación fuera y dentro del
cuerpo?, reduciendo la presión térmica entre dos cuando la temperatura ha llegado hasta esos
extremos…; o mejor dicho, entrambos: siendo el uno para el otro.
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En definitiva las propiedades de una pérgola a la serena podrán ser diurnas o nocturnas a
fuera de ser justos, armónicos y dialécticos. Por el día, cuando el horizonte recibe la claridad del
sol durante cierto período de tiempo sin el menor rastro de celaje, un matiz se impondrá ante la
escena: su inmensidad azulenca. Por la noche, tras el crepúsculo por el que confiesa su ocaso
hasta el próximo día, proyectando un reflejo en nuestras almas humanas que equivalen a la
tranquilidad y apacibilidad más determinante todavía.
Y muchas otras propiedades de arraigo podrán darle sus pobladores: vecinos, dirigentes,
ciudadanos y habitantes no siempre articulando a la vez las gratas combinaciones de cada uno
de estos roles, lo que supone un claro deterioro y perjuicio de nuestra organización social; sobre
todo pendiente de vanidades y muy poco de humildades. Llegando a reproducir formas de
pensamiento y comportamiento incoherentes según lo ejercido y lo esperado. Hemos perdido la
ilusión de continuar siendo libres, sustituyendo tal condición por la otra ilusión de cómo vivir mejor
que un afín con el que me comparo en unidades monetarias de suelto y cambio. A pesar de que
haya que practicar sin remordimientos ni complejos la célebre expresión latina, tan aclaratoria, do
ut des: doy para que me des, es decir, la esperanza de la reciprocidad es el móvil interesado de
una acción.
Mi pérgola a la serena es tan solo una insinuación escrita desprovista de cualquier práctica
clientelar que impida a todo el mundo progresar en igualdad de condiciones, cuyo simbolismo se
reduce a un juicio de valor inmaterial de cómo continuar nosotros mismos dando soporte a una
comarca de máximas garantías, siempre que persigamos y continuemos entendiendo nuestro
entorno como fuente de prosperidad y bienandanza.
Félix Sánchez.
Domingo, 20 de noviembre de 2016.
Un ciudadano más.