2. Como era la última noche que iba a estar
en Boaco, no tenía ninguna razón para
llegar temprano al hotel adonde se había
apeado.
Entonces se anduvo recorriendo el
pueblo. Fue al cine y después se quedó
fresqueando en el parque, dándose
cuenta al rato que ya casi nadie quedaba
por ahí.
3. Se vino entonces tranquilo al hotel; pero a esa hora, ya estaba cerrado, y para
mayor tuerce, cuando se buscó en el pantalón se fijó que tampoco andaba la llave...
El hombre empezó a golpear la puerta.
Consiguió, a pesar de llamar varias
veces, que alguien del hotel le viniera a
abrir.
4. Leyó después lo que había escrito y tal
vez cansado, se ha de haber quedado
adormilado, sentado en la acera bajo el
reflejo de la luz del poste del alumbrado
que le cortaba la cara. Sintió algo así
como frío, o más bien como un repelo,
tal vez por el miedo de sentirse solo.
Entonces sacó de su camisa el cuaderno que llevaba de su diario y se sentó allí
mismo en el pretil de la acera y apuntó para no dejar fuera ningún detalle, lo que
le estaba pasando esa noche.
5. —¿No será, tal vez que me estoy muriendo...? —se le
ocurrió pensar.
—No. —Le dijo la muerte— Nadie se muere antes de
tiempo.
—¿...ni yo, pues...?
—Ni vos tampoco, le dijo la muerte.
Eso también lo anotó en el cuaderno.
6. En ese momento alguien abrió la puerta del
hotel; pero él como estaba ocupado
escribiendo no dijo nada.
Esperó un rato todavía, cuando en eso, vio la
muerte que pasó a la orilla por donde estaba
sentado en la acera y entró al hotel por la
puerta abierta.
7. —¡Ajá! —le gritó el hombre riéndose—
...entonces es por otro y no por mí por quién
venís.
La muerte salió enseguida del hotel. El
hombre la quedó viendo sin decirle nada,
mientras seguía escribiendo en el mismo
lugar adonde se había sentado.
La muerte dio unos pasos adelante y se
inclinó después, leyendo sobre su hombro lo
que el hombre tenía escrito.
8. —Corrija eso.. —le ordenó la muerte. El hombre puso el cuaderno sin
entender nada. La muerte le agarró entonces la mano para hacerlo
escribir lo que le iba a decir.
—Escriba —le dijo la muerte— ...que el día de hoy 11 de marzo del año
2001, a las 2:00 a.m., ya no le quedan a usted más páginas adonde
pueda seguir escribiendo.