El poder de la comunión en el estilo de vida tema 9
1. EL PODER DE LA COMUNIÓN EN EL ESTILO DE VIDA – I (tomado
del SEE IV)
No es suficiente ir a la iglesia y escuchar sermones. Se necesita algo más: tener
una devoción personal habitual.
“El oír sermones sábado tras sábado, el leer la Biblia de tapa a tapa, o el explicarla
versículo por versículo, no nos beneficiará a nosotros ni a los que nos oigan, a no
ser que llevemos las verdades de la Biblia al terreno de nuestra experiencia
personal”
(El ministerio de curación, p. 411).
1. YO, UN SANTO DE DIOS
“Aconteció también que un día pasaba Eliseo por Sunem; y había allí una mujer
importante, que le invitaba insistentemente a que comiese; y cuando él pasaba por
allí, venía a la casa de ella a comer”
(2 Reyes 4:8).
Cuando las personas lo observan, ¿qué ven?
Cuando la vida de Jesús esté inmersa en su vida es imposible que las
personas no lo vean como “un santo hombre de Dios”.
“Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios
y la fe de Jesús”
(Apocalipsis 14:12).
2. LOS SANTOS PRIORIZAN LOS VALORES ETERNOS
“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os
serán añadidas”
(Mateo 6:33).
Para ser santos Jesús debe dar la primera indicación cada mañana.
El camino a la vida eterna pasa por el examen de las Escrituras.
“Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida
eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39).
La Biblia es el “GPS” de Dios que señala el camino seguro para la vida
eterna.
2. “Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios”
(Mateo 22:29).
Cuando priorizamos la búsqueda del reino de Dios, vivimos en el contexto
de la abundancia del reino.
“Es imposible calcular los buenos resultados de una hora, o aun media hora, cada
día, dedicadas de una manera gozosa y sociable a la Palabra de Dios”
(Consejos sobre la obra de la Escuela Sabática, p. 46).
“El tiempo que se dedique al estudio de la Palabra de Dios y a la oración producirá
una cosecha del ciento por uno”
(Exaltad a Jesús, p.105).
El tiempo que no se dedica al estudio de la Biblia y la oración será un
perjuicio centuplicado.
“No tiene límite la utilidad de quien, poniendo el yo a un lado, da lugar a la obra del
Espíritu Santo en su corazón y lleva una vida dedicada por completo a Dios”
(El ministerio de curación, p. 116).
“Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no
conoces” (Jeremías 33:3).
“Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más
abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en
nosotros.”
(Efesios 3:20).
3. LOS SANTOS VIVEN EN LA PRESENCIA DE JESÚS, EN ADORACIÓN
“Permaneced en mí, y yo en vosotros. Si permanecéis en mí, y mis palabras
permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho”
(Juan 15:4,7).
“El que enseña la Palabra debe vivir en comunión consciente y frecuente con Dios
por la oración y el estudio de su Palabra; porque ésta es la fuente de la fortaleza.”
(Los hechos de los Apóstoles, p. 299).
3. Cuando aceptamos a Cristo como nuestro Señor y Salvador, quedamos
inseparablemente unidos a él y él toma el control de nuestra vida.
“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra
potestades, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”
(Efesios 6:12).
“Al permitir que nuestra comunión con Dios se interrumpa, perdemos nuestra
defensa”
(El ministerio de curación, p. 408).
Solo el poder que viene de nuestra comunión con Dios es lo que nos hará
vencedores en los momentos más difíciles e inesperados.
“Cultivad la costumbre de conversar con el Salvador cuando estéis solos, cuando
andéis o estéis ocupados en vuestro trabajo cotidiano...
...Elévese el corazón de continuo en silenciosa petición de ayuda, de luz, de
fuerza, de conocimiento. Sea cada respiración una oración”
(ibíd.).
“Cristo en el corazón, Cristo en la vida: tal es nuestra seguridad. La atmósfera de
su presencia llenará el alma de aborrecimiento a todo lo malo […] en pensamiento
y propósito seremos uno con él”
(ibíd., p. 409).
“Cada día que transcurre sin que Jesús sea admitido en el alma es un día perdido”
(Cada día con Dios, p. 51).