La Estándar llegó tarde a Venezuela
We fight for oil
trust norteamericanos
Royal-Dutch
Departamento de Estado.
reservas petrolíferas venezolanas
John D. Rockefeller
Sir Henry Deterding
“la audacia de Napoleón y la profundidad de Cromwell”.
fuel-oíl
1. La Estándar llegó tarde a Venezuela
Ludwell Denny, en su excelente monografía We fight for oil (“peleamos por petróleo”), titula así el capítulo
dedicado a la historiar las luchas entre los trust norteamericanos y británicos por el control del subsuelo
venezolano:
“La Standard llego tarde a Venezuela.”
En efecto, la concurrente mundial de la Royal-Dutch llego con retardo a nuestras costas. La rival ya estaba
instalada desde hace varios años. Esto resulta de primera impresión difícil de comprender, sobre todo en Venezuela
gobernada entonces por un régimen para cuyo advenimiento había contribuido tan eficazmente el Departamento de
Estado.
Varias circunstancias explican la tardía presencia del capital norteamericano en la explotación del petróleo de
Venezuela. Antes de la guerra del 14 no existía en los Estados Unidos una conciencia nacional en torno a la
importancia vital de los combustibles minerales; y aún no había arribado el capitalismo norteamericano, en la
proporción alcanzada en el transcurso de la primera gran contienda mundial, a su etapa típicamente financiera, en el
cual predomina la explotación de capitales.
2. Otros factores adicionales concurrieron para determinar ese fenómeno de la precedencia británica en la
explotación de las reservas petrolíferas venezolanas.
Los forjadores del moderno imperio del petróleo, John D. Rockefeller y Sir Henry Deterding tuvieron
inicialmente acerca de la estructura de la industria. Rockefeller concentraba su interés en dominar el negocio dentro del
ámbito doméstico explotando el vasto mercado estadounidenses, y más por el control monopolista de las refinerías, de
los medios de transporte y de los canales de venta, que por el aparcamiento de pozos productores. Deterding afirmaba,
por lo contrario, ya para 1920, “que la ventaja de no concentrar la producción en un país determinado, sino de
dispersarla en el mundo entero, de suerte que pueda ser distribuida en condiciones geográficas favorables, ha sido
claramente establecida”. Es la concepción del astuto holandés que se conoce en la historia del petróleo como política
de la línea recta, teoría de la integración total, horizontal y vertical, de la industria del petróleo, que ha conducido a la
formación contemporánea de monopolios tan completos como no existen en ninguna otra rama de la producción
3. La tesis de Deterding, aplicada a través de mares y continentes por la Royal-Dutch Shell, coincidía con los propios
puntos de vista del gobierno británico. Su apoyo diplomático fue dispensado en forma sistemática a los esfuerzos para
acaparar petróleo donde lo hubiere adelantados por Deterding, en quien Lord Fisher, Primer Lord del Almirantazgo,
descubría “la audacia de Napoleón y la profundidad de Cromwell”. En contraste con la posición privilegiada de su
concurrente inglés, la Standard Oíl estuvo, en la primera década del siglo xx, bajo el fuego cruzado de la crítica pública
y de la hostilidad oficial dentro de los Estados Unidos. “Hasta la primera Guerra Mundial – escribe P.H. Frankel, lucido
expositor del tema petrolero – la Estándar Oíl no tenia nada que esperar del gobierno, personificado para ella en el
recaudador [de impuestos] y en el departamento de justicia, aplicando la ley Sherman.” El 1911, en virtud de los
preconceptos de esa legislación anti-trust, la Standard había sido condenada, en ruidoso proceso publico, a desarticular
su arquitectura monopolista. En lo formal, cuando menos, esa sentencia fue cumplida, y la empresa de Rockefeller tuvo
que agudizar el ingenio para seguir siendo un monopolio, sin parecerlo. Pero el panorama cambió en el curso de la
primera Guerra Mundial.
4. Es que rebaso todas las previsiones la importancia adquirida por el petróleo durante el desarrollo de
la contienda entre los aliados y los Imperios Centrales. La guerra motorizada sustituyo progresivamente
a la infantería. Tanques, aviones, vehículos de transporte, submarinos y buques quemaron, en proporción
creciente, petróleo crudo, fuel-oíl, gasolina. Fue tanta la importancia asignada a la búsqueda y
distribución de eso combustible y tan insoslayable la necesidad para los Estados beligerantes de racionar
cuidadosamente su consumo, que surgieron Ministros del Petróleo en todos los Gabinetes de la entente.
Por último se formó el “consejo Inter-aliado del petróleo”, encargado de controlar la producción y
distribución del aceite crudo y de sus derivados entre todos los países de la Entente.
5. Alemania acorralada por la falta de petróleo (a esa falla culpara Ludendorff, en sus Memorias, la derrota
de los Imperios Centrales), acudió a la táctica de entorpecerle a los Aliados el aprovisionamiento de
combustible requerido para movilizar su aparato motorizado de guerra. Sus submarinos persiguieron en todos
los mares, con tenaz persistencia, a los buques –tanques de la Entente. Inglaterra sintió los efectos de esa
táctica y redujo el porcentaje de los buques de su escuadra que quemaban petróleo. Años después de concluida
la guerra, el Almirante Británico Wilmont Nicholson Publico en el Sunday express, de Londres (mayo de1935),
un artículo en el cual recordaba una situación calificada por el mismo de asombrosa. “los navíos – dice —
movidos por petróleo y reputados por más rápidos eran guardados en los puertos y los barcos que quemaban
carbón debían desplazarse con lentitud par no adelantarse a los que usaban petróleo los cuales avanzaban poco
a poco a fin de economizar combustible.”
6. La situación de Francia llegó a ser crítica en lo que se refiere al abastecimiento de combustible. Entre
los años 14 y 17 las importaciones crecieron en forma incesante. Y la premiosa hambre de petróleo que
experimentaba el Estado Mayor se puso de manifiesto en patético mensaje, que ha llegado a ser clásico,
dirigido por el Jefe del gobierno Francés, en el año de 1917, al Presiente de los Estados Unidos:
El Premier Clemenceau solicita personalmente del Presiente Wilson que éste emplee su autoridad gubernamental para encausar cien mil
toneladas [de petróleo] hacia los puertos Franceses. Si los Aliados no quieren perder la guerra, es preciso que la Francia combatiente, en la hora
suprema del gran choque germano, posea la esencia, tan necesaria como la sangre misma en las batallas del mañana
7. Terminada la guerra en los campos de batalla cntinuo otra secreta y tan encarnizada como la anterior, librada en los
despachos Ministeriales y sobre la arena de las conferencias Internacionales: la guerra del petróleo. Las Conferencias de
Genova y la Haya fueron escenario de una pugna enconada, detrás de bastidores, entre la Estándar Oil t la Royal-Dutch,
a tal extremo que Louis Fischer, en su libro Oil Imperialism, llega a decir, refiriéndose a las incidencias de ese evento:
“hoy los diplomáticos no son sino instrumentos de las gigantescas organizaciones petroleras.” Y las disputas entre los
triunfadores por las fuentes de petróleo ganadas como botín de guerra amenazaron con culminar en violencia ruptura
entre quienes días antes estaban combatiendo al Boche desde una misma trinchera. El reparto del subsuelo de Mossul
entre Francia e Inglaterra, a espaldas de los Estados Unidos, provoco una tirante situación entre el Departamento de
Estado y la Cancillería inglesa. El Pacto de San Remo vino a poner fin a la agria disidencia.
8. Alrededor de Moscú se tejían las redes de las proposiciones halagüeñas, para explotar los yacimientos
nacionalizados de Bakú. Proposiciones coincidentes con el apoyo prestado a los ejércitos zaristas para que adelantaran
la guerra civil y con la amenaza de una intervención armada de las potencias europeas, para rescatar el petróleo “robado
a sus legítimos propietarios”.
Era que la contienda del 14 al 18 había enseñado a las naciones triunfadoras en ella – como observa Barcia Trelles
en su excelente obra el imperialismo del petróleo y la paz mundial – que la formula bismarckiana: las guerras se ganan
con hierro y sangre, debía sustituirse con otra más actual: las guerras de ganan con petróleo y sangre.
Al propio tiempo comprobaban algunas de esa potencias – los Estados Unidos entre ellas – cómo la explotación
intensiva, y por imperativos de guerra, los pozos situados dentro de sus propios territorios, había hecho disminuir sus
reservas. Aleccionados por la experiencia de la guerra recién concluida; imbuidos de la verdad que encerraba a la
poética frase Lord Curson acerca de esa victoria que le llego a los aliados “volando sobre olas de petróleo” y
conscientes de que habían salido de la contienda con rol de gran potencia, los Estados Unidos se lanzaron, a la
deseperada, a la busqueda de fuentes de nuevas de aceite mineral. Era que había hecho conciencia entre sus hombres de
gobierno una tesis que años después, al inaugurar las actividades del Federal Oil Conservation Board, expondrá el
Presidente Harding con estas crudas palabras: “Es lo presumible que llegara el día en que la hegemonía mundial
pertenezca a la nación que posea petróleo y sus derivados.”
9. El 28 de abril de 1920, el Senado tomó la resolución de autorizar a la Secretaria de Marina para constituir reservas
de petróleo dentro del territorio de la Unión. Seis días después de esa decisión senatorial, el Servicio Geológico del
Gobierno Federal hacia público un informe muy franco, en el cual apuntaba el riesgo de que se agotasen pronto las
reservas acumuladas en el subsuelo nacional. Y señalaba, en tono admonitivo, el camino a seguir, en el párrafo final de
ese documento: “En lugar de explotar nuestras reservas tan rápidamente debemos, pues, obtener más petróleo en los
países extranjeros o reducir nuestro consumo. Nuestros hijos harán seguramente las dos cosas.” Irónicamente ha
comentado alguien que los “padres” adopten el primer medio.
Los Estados Unidos, ante de la amenaza de agotamiento de las reservas nacionales, emplearon a fondo sus
poderosos recursos para obtener petrolero donde lo hubiera. Diplomacia y aceite comenzaron a mezclarse. Vínculos
subterráneos, estratificados al correr de los años, conectaron a partir de entonces al Departamento de Estado con la
Standar Oil y las otras grandes compañías norteamericanas de petróleo. Este proceso lo subraya, con cierto dejo irónico,
el escritor P.H. Frankel:
10. La actividad de las firmas americanas en el extranjero -- escribe – Ha podido no interesarle a
Washington mientras se limitó a la búsqueda de mercados. Pero a partir de 1920, cuando el espectro de
una penuria de petróleo había ya mostrado a los Estados Unidos su perfil inquietante, se estableció una
forma de cooperación muy verosímil entre los intereses petroleros y el Departamento de Estado. Creer
que no haya sucedido así seria subestimas la inteligencia y responsabilidades de ambas partes. Las
protestas en el sentido contrario solo prueban que los americanos han adoptado ahora la actitud
clásica de los británicos, quienes pretenden haber conquistado un Imperio… por inadvertencia.
11. Y ninguna zona más propicia a los Estados Unidos para la formación de un imperio petrolífero, como la del
Caribe. Estaba en las vecindades geográficas de la “metrópoli”, con fáciles rutas de acceso hacia los mercados
de consumo y con las regiones potencialmente productivas ubicadas en las cercanías de las costas. Había,
además, mano de obra barata.
México ha debido se la lógica meta inmediata. En los inicios de la cruzada petrolífera estadounidense, ya
aquel país era productor importante de aceite mineral, y Venezuela no. Hacia el año de 1921, los pozos
venezolanos arrojaron por sus bocas, apenas un millón de barriles de crudo, y los mexicanos, 193 millones. Pero
vientos de fronda sacudían al altiplano azteca. Yo no gobernaba Porfirio Díaz con su patriarcalismo imperioso y
su plegadiza sumisión al extranjero, sino que la Revolución estaba en su momento de pleamar. En Querétaro, los
constituyentes habían incorporado a la Constitución el Artículo 27, nacionalizando el subsuelo. Arisca hostilidad
manifestaban varios letrados y generales insurgente hacia la inversión incontrolada de nuevos capitales
extranjeros.
12. En contraste con ese panorama, el de Venezuela no podía ser más favorable para la conquista fácil. El régimen
Gomecista era cada vez ms implacable, pero con los criollos. Su capacidad sin fronteras para oprimir y exaccionar
al venezolano se transformaba en sumisión y obsecuencias con el extranjero poderoso.
En los mismos días en que el Presidente Wilson enunciaba sus catorce puntos, con acompañamiento de
encendidas loas a la democracia universal y su Secretario de Estado Lansing entonaba un responso por las tiranías
europeas, el despotismo venezolano logra coger los hilos de un complot cívico militar para derribarlo. Las cárceles
se llenaron de secuestrados políticos, con las medievales barras de cien libras ajustadas a los tobillos. El propio hijo
del dictador Jose Vicente Gómez, dirigía en un edifico nombrado “Villa Zoila” las torturas físicas a los militares y
civiles apresados: colgaduras por los pies y los órganos genitales, cintillos (el “tortol”) apretados con torniquete en
torno de la cabeza, hasta casi hacer saltar los ojos. Docenas de hombres fueron envenenados, con arsénico, detrás de
los espesos muros de la Rotunda, mazmorra colonial pero Venezuela no solo era tiranía terror y sangre. Era
fundamentalmente petróleo, mucho petróleo. Y hacia Venezuela volcaron sus capitales y sus apetencias,
codiciosamente, los hombres de Wall Street.
13. En términos muy claro le había hecho la invitación al vals el delegado enviado por Gómez a la Conferencia
Panamericana de Finanzas, reuida en Wshington el 24 de mayo de 1915. Con transparente e inconfundible acento
colonial hablo ese delegado, Pedro M: Rincones, en una de las sesiones de la Conferencia:
Este es el tiempo –dijo – en que el capital norteamericano debe aprovechar la gran oportunidad que se le presenta para el desarrollo industrial de los países latinoamericanos. Los
últimos 15 años han presenciado una actividad inusitada por parte de los norteamericanos para entrar en los campos suramericanos del comercio y de la industria. El problema principal que se
ha presentado a las personas interesadas en dicha campaña ha sido: ¿Cómo podremos manejar los mercados suramericanos que por tanto tiempo han estado en manos de los competidores
europeos? ¿Cuál es el plan que puede adoptarse para obtener el buen éxito allí?
Terminada la guerra, los rectores de los grandes consorcios norteamericanos del petroleo recordaron la
invitación. Y no se la hicieron repetir. Se lanzaron con la avidez de quien había llegado retrasado al festín, a la
adquisición de concesiones. Gómez por su parte, gano un motivo má para la admiración de los cínicos y de los
papanatas. ¡Era genail! Genialidad que consistía en imitar la política de Porfirio Díaz, en Mexico, prorrateando, sin
control estatal vigilante, la principal riqueza natural del país entre magnates extranjeros protegidos por diversas
banderas, “Como Díaz – escribe Ludwell Denny—Gómez encontró un expediente para balancear el poder
monopolístico de un grupo extranjero, mediante concesiones a un segundo grupo, en este caso norteamericano.
14. La agresiva incorporación del capital norteamericano a la industria petrolera de Venezuela fue pintada
en rápidos y gráficos brochazos por la revista Fortune (abril de 1949):
La producción comercial venezolana no era más que un hilo hasta mediados del periodo del 1920 a 30, cuando las compañías americanas, que habían apostado todo en
México, empezaron a buscar mejores fuentes al sur de la frontera de mexicana. Alentadas por la concesiones liberales de Venezuela y descorazonadas por la merma en la
producción y por el creciente movimiento de expropiación en México, unas 35copañias norteamericanas entraron con bastante dinero en el juego del petróleo venezolano.
Lo cierto es que después de ser adaptada la legislación del país a los propios fines de los inversionistas
– como más adelante se leerá – abrió la marcha la Stándard Oil, a tambor batiente y banderas desplegadas.
Volcó sobre Venezuela sus millones de dólares, unos cuantos expertos en intrigas del palacio y varias
docenas de geólogos. En el curso de escasos años, en sus manos estaba concertadas excelentes tierras
petrolíferas, trabajadas a través de varias compañías operantes: Lago Petroleum Corporation, Creole
Petroleum Company, Vacuum Oil Company, Standard Oil of Venezuela, Richmond Petroleum Company y
otras.
La Lago Petroleum Corporation, la Creole Petroleum Corporation y la Standard Oil of Venezuela, fueron las
filiales más favorecidas en el reparto de concesiones.
15. La Lago fue organizada en 1932. Diez años después controlaba más de 3.5, millones de acres (alrededor de 1.4
millones de hectáreas) en los Estados Monagas, Sucre, Zulia. Entre sus mejores concesiones obtuvo la que abarca la
totalidad del lecho del Lago de Maracaibo – rico “criadero” de petróleo – con la sola excepción de la llamada
“concesión marítima”, consistente en una faja, de un kilómetro de ancho, que bordea la costa del Lago.
La Creole Petroleum Corporation (uqe en la actualidad centraliza todas las actividades de la Standard Oíl en
Venezuela) fue organizada en 1920. Inicialmente exploto la “Concesión Marítima” a que se hizo referencia. Y para
1932, la Creole había evolucionado hacia la modalidad de Holding Company (compañía tenedora de acciones),
poseyendo el 100% de las acciones de a Standard Oíl of Venezuela, 51% de la acciones de la Rio Palma Land & Timber
Co., y el 70,65% de las acciones de la Mérida Oíl Co. De acuerdo con los arreglos internos realizados por el trust de
Rockefeller, la Creole llegó a controlar 6.5 millones de acres (alrededor de 2.6 millones de hectáreas) de territorio,
extensión reducida progresivamente al ser devueltas a la nación las tierras que se habían demostrado improductivas.
La Standard Oíl en Venezuela centró sus actividades en el oriente de la Republica.
16. Si en los Estados petrolíferos del occidente venezolano –Zulia y Falcón – el inicial predominio británico pervivo
durante algunos años, en cambio el capital norteamericano, en especial el invertido por la Standard Oíl, domino en las
zonas orientales, sin casi dejarle sitio al concurrente inglés.
La explotación del subsuelo del Estado Monagas se hizo activa a partir de 1928. En ese año comenzaron a
explotarse, con gran rendimiento, los dos primeros pozos “Caripito”. Para el año 36, la Standard Oíl en Venezuela
controlaba concesiones, ubicadas en su mayoría en las regiones del oriente nacional, por un total de 3.7 millones de
hectáreas.
En 1923, los interese Mellon también tomaron posiciones. La Venezuela Gulf Oíl Company (hoy Mene Grande Oíl
Company), filial de trust cuyo principal accionista era Andrew Mellon, el ex Tesorero del Gobierno de los Estados
Unidos durante la Administraciones de Harding, Coolidge y Hoover, adquirió de la Maracaibo Oil Company y de otros,
concesiones muy productivas. En la jerga familiar de los gerentes de las compañías petroleras de Venezuela se habla de
los tres grandes cuando se refieren a los mayores productores. En esa escala de importancias, a la Mene Grande Oil le
corresponde el tercer sitio, después de los gigantes de la Industria: la Standard Oíl y la Royal-Dutch.
17. El agresivo ímpetu juvenil del capitalismo norteamericano había hecho su faena. Llego tarde pero termino de
puntero. Retrocedo el competidor inglés en un maratón desproporcionado corrido entre la reumática libra esterlina y el
ágil dólar las inversiones de este último crecían a saltos: $11 millones en 1924; $72 millones en 1925; $ 128 millones
en 1926; $157 millones en 1928. Venezuela se había inscrito como el filón más preciado ene l imperio Petrolero del Tío
Sam.
Británicos y norteamericanos venían librando ruda y sorda pelea en torno el petróleo venezolano. Los bufetes de
abogados al servicio de la Shell y de la Standard eran reductos enemigos y viveros de intrigas políticas y de maniobras
financieras. El mercado negro de las influencias pujaban dólares y las libras esterlinas para conquistar apoyo de los
válidos y parientes de Gómez.
Y detrás de los inversionistas de la City y del Wall Street, azuzándolos, respaldándolos en la empresa de explotar la
indefensión de un pueblo y la codicia de quienes lo despotizaban, el Foreing Office y el Departamento de Estado.
Los métodos que utilizaron en esa disputa por el petróleo venezolano las Cancillerías de Londres y de Washington
fueron tan poco escépticos como los de las propias Empresas inversionistas.
18. En nota a su Cancillería, fechada en Caracas el 21 de noviembre de 1919, el ministro de los Estados Unidos,
Preton McGoodwin, se quejaba de que las Compañías británicas enviaban a sus empleados yanquis,
disfrazados de agentes de compañías norteamericanas, a solicitar ayuda e informaciones de la Legación de
los Estados Unidos en Caracas. “Las tácticas americanas no eran más honorables”, comenta Edwin Lieuwen
(Petroleum in Venezuela. A History. University of California Press, 1954 p.20). Y recuerda un incidente en
apoyo de esa opinión. Washington obtuvo la información de que la Nort Venezuela Petroleum Company,
beneficiaria de la Concesión Arráiz, estaba controlada por la Anglo-Persian. Esta compañía siempre estuvo
bajo el directo control de la Corona Británica y, por lo tanto, su status era ilegal en Venezuela porque la
antigua Ley de Minas y la Ley de Petróleos entonces vigentes prohibían expresamente la tenencia de
concesiones por gobierno extranjeros. Entonces el secretario de Estado Adee instruyo al ministro
McGoodwin (nota del 23 de marzo de 1921) para preguntar al Gobierno de Gómez si las actividades “de la
Anglo Persian Oíl Company, en relación con las leyes petroleras (de Venezuela), habían sido consideradas
por las autoridades”. McGoodwin (nota al departamento de Estado de 14 de junio de 1921) informo a sus
superiores que el Gobierno de Venezuela estaba en vías de anular las concesiones de la Empresa británica,
dándose notificado del “consejo” que le venía del Potomac.
19. Los ingleses, no cortos ni perezosos, aflojaron los cordones a la bolsa. La Anglo-Persian, y también la British Oilfield,
ambas dirigidas y poseídas por el gobierno Imperial, continuaron sus actividades, en flagrante violación de normas escritas
en todas las leyes mineras que han regido en Venezuela. Pero fue a partir de 1915 cuando las maniobras diplomáticas de
norteamericanos y de británicos adquirieron especial relieve. Un incidente en torno a la Concesión Vigas, que devino
prolongado y complejo proceso, revela cómo las Legaciones de Washington y de Londres en Caracas actuaban agresiva y
desembozadamente en respaldo de las compañías privadas cubiertas por las respectivas banderas.
La Concesión Vigas, otorgada por Castro en 1907, había pasado a las manos de la Colon Development, una subsidiaria de la
Shell. En 1915, fecha en que expiraba el plazo legal de explotación, la compañía debía devolver al Estado las extensiones aún
no seleccionadas. No obstante tener escogidos para esa fecha sólo tres lotes, la Colon argumentaba que era legitima su
aspiración a mantener bajo control, durante 50 años, la vasta pertenencia que detentaba y que cubría toda la extensión
territorial del Distrito Colon, Estado Zulia. No quería pagar impuestos, por otra parte, sino sobre los lotes que ya había
seleccionado. Es decir, sólo Bs. 1,200, anuales, en vez de los Bs. 3800,000 reclamados por el Ministerio de Fomento.
20. La disputa se mantuvo sin resolución hasta abril de 1920. En esa fecha, el Gobierno reclamo a la subsidiaria
de la Shell que pagara los 3.800,000 anuales estimados por Fomento y que ese pago tuviera efecto retroactivo, a
partir de 1915. Además, se hizo del conocimiento de los ansiosas compañías norteamericanas, comidas de envida
por el rico filón de los ingleses, que el procedimiento administrativo iniciado iba a culminar con la rescisión de la
Concesión Vigas. La Colon Development sería despojada, en beneficio de sus concurrentes norteamericanos. Estos
se apresuraron a hacer ofertas. En notas al Departamento de Estado (enero 5, abril5-26 de 1920) en ministro
McGoodwin registraba esa propicias perspectivas. Sin rubor alguno, y pensar cabe que tampoco lo experimentaban
los receptores de su correspondencia, informo que un de la compañías norteamericanas había ofrecido ya
$1.350,000 por los derechos de explotación durante un año de la Concesión Vigas y suma igual a Gómez como
Soborno (bribe).
21. El gobierno venezolano llevo su disputa con la Colon developement a estrado judiciales. El
Procurador General de la Nación demando a la compañía por ante la Corte Federal y de Casación. Y
entonces salto una sorpresiva liebre. La Carib Syndicate, una compañía norteamericana presidida por C.K
Mcfaden, resulto propietario de una cuarta parte del stock de acciones de la empresa británica. “Vitales
intereses americanos están amenazados”, grito McFaden en el Departamento de Estado. Sus argumentos no
parecieron impresionar mucho en esas alturas. El Secretario Adee, en sus comunicaciones a McGoodwin
(28 de abril de 1920) y al propio McFaden (29 de mayo de 1920) dejó entender claramente que para
proteger intereses minoritarios de una compañía estadounidense no debía prestarse apoyo a los ingleses. El
objetivo era de mayor monta, definitivamente ambicioso: erradicar de una vez por todas al competidor de
ultramar de la rica área petrolífera venezolana.
22. Pareció que esta aspiración norteamericana iba a ser lograda y con creces. En sentencia del 12 de junio de 1920, la
Corte anuló la Concesión Vigas y dejó en manos de la Colon Development apenas los tres lotes que había denunciado.
Esta sentencia tenia implicaciones trascendentales. Porque en situación idéntica a la anulada Concesión Vigas estaban
las otras que integraban la próvida de cornucopia aceitera en manos de los ingleses: la Concesión Aranguren (controlada
por la Shell), la Concesión Planas (controlada por la British Oilfield) y la Concesión Arráiz (controlada por la North
Venezuelan Petroleum). Tan claro parecía que el inicial monopolio anglo-holandés iba a ser desmontado. Hasta la
última pieza, que el ministro McGoodwin pudo informar el Departamento d Estado (nota de 11 de junio de1920) que
seis importantes compañías norteamericanas estaban lista para distribuirse los despojos del vencido. Habían hecho ya
sus ofertas y estaban seguras de que las Concesiones en trance de revertir a la nación pasarían a manos suyas, antes de
que el Congreso de marionetas de Gómez iniciase las reuniones de 1920.
23. En el discurso de ese proceso se introdujo un elemento inesperado: una “chapucería diplomática” del
gobierno de los Estados Unidos, según lo califica Lieuwen (Petroleum in Venezuela, ob. Cit., p 22). El
departamento de Estado, que antes había resulto dejar en la estacada a la Carib Syndicate, con el evidente
propósito de que se sacrificase una parte para lograr el todo, hizo de San Cristóbal, echándose sobre los
hombros a la empresa de McFaden. ¿De McFaden? De John Pierpont Morgan, su principal accionista,
magnate de tan seguras influencias en los medios gobernantes de Washington. Tal vez allí está la clave de la
nota del señor Davis, del Departamento de Estado, para el ministro McGoodwin (24 de junio de 1920). En
ella se instruía al diplomático estadounidense en Caracas para que se acercara a Gómez y le leyera la
cartilla. Debía decirle que “en la disposición de las propiedades cubiertas por la Concesión (Vigas) debían
ser reconocidas y protegidas todos los derechos, equitativamente”.
24. Gómez acepto lo que consideraba una orden. La que creyó exigencia norteamericana venia por otra parte, a
allanarle dificultades con los ingleses. El ministro británico en Caracas había hablado también en lenguaje
proconsular. No se tiene acceso a fuentes del Foreing Office, que mantiene siempre en secreto sus papeles
diplomáticos, pero a través de los que dijo la Legación de los Estados Unidos en Caracas a su Cancillería se
aprecia el tono de violencia y desprecio con que los ingleses trataron a Gómez en esa oportunidad. J.C. White,
funcionario de la Legación de los Estados Unidos en Venezuela, en nota al Departamento de Estado de 14 de
noviembre de 1921, escribió: “El Encargado de Negocios Británico adoptó una vigorosa actitud en este asunto,
yendo tan lejos como informar verbalmente al Ministro de Relaciones Exteriores que el Gobierno Ingles no
reconocería una decisión adversa a la compañía ( la Shell)por los tribunales venezolanos y que el asunto debía
ser llevado a conocimiento personal de Gómez, en virtud de cuyas instrucciones la sentencia había sido dictada.”
Además de esta acción diplomática abrupta, otras manobras realizaron los hombres de la Shell. Artífice de ellas
fue su gerente de entonces en Venezuela, W.T. Doyle, un norteamericano que conocía perfectamente los más
íntimos mecanismos secretos de la diplomacia del Potomac.
25. Era, nada más ni nada menos, que ex Jefe de la División de Asuntos Latinoamericanos del
Departamento de Estado. Este complejo de factores condujo a una solución del problema creado en
torno a la Concesión Vigas que dejo e indignados a los petroleros norteamericanos. El 15 de
febrero de 1921, se hizo pública la noticia de que el gobierno de Gómez había llegado a un acuerdo
extrajudicial con la Shell. La sentencia de la Alta Corte, anulando la Concesión Vigas, fue tirada a la
Basura. Arreglos similares se hicieron con respecto a las otras Concesiones otorgadas en 1907 y para
entonces en manos inglesas.
El Departamento de Estado se hizo vocero del exasperado estupor de las compañías
norteamericanas. McGoodwin, en nota a su Cancillería (22 de marzo de 1992) se apresuró a salir garante
de la sumisión de Gómez a Washington. “no hay duda – escribió – de que el Gobierno de Venezuela ha
llegado a un acuerdo [con la Shell] en el deseo de proteger la cuarta parte de intereses americanos en esa
compañía.”
26. Esas explicaciones no parecieron convencer a Washington. En el Departamento de Estado hubo irritación no
disimulada. McGoodwin a pesar de su íntima vinculación con Gómez y de lo útil que había sido a las compañías
norteamericanas en sus pugnas con las británicas, fue destituido. Parece que se le imputaba ineptitud para
presentar ante Gómez las aspiraciones de su Gobierno en el caso de la Concesión Vigas. Aspiraciones y
frustraciones expresadas con inconfundibles lenguaje en un memorándum del señor Murry, de la División de
asuntos Latinoamericanos del Departamento de Estado, de fecha 27 de abril de 1924. En él se lee: “ha sido un
negocio particularmente infortunado que esa tremenda concesión británica haya podido prolongar su vida a
pesar de los esfuerzos de nuestro Ministro, cuando ha sido propósito principal del Departamento ver cancelada
esa Concesión. “
27. Esta pugna sin cuartel entre británicos y norteamericanos continuó en años posteriores. Hasta que a partir de
1928 se “adecento” también en Venezuela la concurrencia a dentelladas entre ingleses y sus primos-hermanos de
aquende el Océano. En ese año se había celebrado el famoso “Acuerdo de Achnacarry”. En el aristocrático
Castillo de ese nombre, ubicado en Escocia, con el deportivo pretexto de la caza del zorro, se habían juntado dos
parientes humanos de esa especie zoológica: Sir Henry W.A. Deterding, de la Royal-Dutch Shell y Mr. Walter C.
Teagle, de la Standard Oíl of New Jersey. Allí concertaron, en escala mundial, un pacto de paz, el llamado
acuerdo AS IS. Así se comprometieron a que ambos mamuts dejaran de meter patas y hocicos en los predios del
concurrente.