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A.INTRODUCCIÓN
El rey Fernando VII (1814-1833), apodado “el Deseado”, llegó al trono en 1808 tras
abdicar su padre Carlos IV, después del Motín de Aranjuez. Tras la invasión
francesa, Napoleón traslada a la familia real a Bayona y le obliga a abdicar en su
padre que renunciará al trono en favor de Napoleón que, a su vez, lo cedió a su
hermano José Bonaparte. El Estatuto de Bayona legitimará esta situación.
Paralelamente comenzó la Guerra de Independencia y las Cortes de Cádiz declaran a
Fernando VII legítimo rey de España.
Acaba la guerra, y se firma con Francia el Tratado de Valençay (1813): Napoleón
retira sus tropas y reconoce a Fernando VII como rey. Tras la derrota de Napoleón
(1.814), los vencedores (Inglaterra, Austria, Prusia, Rusia) iniciaron el proceso de La
Restauración Absolutista, acordando el principio de intervención militar (mediante la
Santa Alianza) en cualquier estado europeo donde renaciese una revolución liberal.
Este respaldo ayudó a Fenando VII a volver al absolutismo, ignorando los avances
políticos de la Constitución de 1812, en dura pugna con la fuerte oposición por parte
de los liberales. Su reinado está lleno de aspectos negativos: corrupción,
incompetencia de los ministros y del propio monarca, conspiraciones políticas y una
dura represión contra los liberales. Además tendrá lugar la independencia de las
colonias americanas lo que acentuó los problemas económicos del Estado.
B. DESARROLLO: FASES POLÍTICAS DEL REINADO
1. Primera restauración absolutista (1814-1820)
Los liberales recelaban de la vuelta de Fernando VII pese a sus promesas de jurar
la constitución al llegar a Madrid. En efecto, el rey, al llegar a Valencia, encontró
apoyos para restablecer su poder absoluto mediante la entrega por parte de un grupo
de diputados absolutistas, apoyados por nobleza e iglesia, del “Manifiesto de los
Persas”: En el, solicitaban la vuelta al Antiguo Régimen, la abolición de la constitución
de 1812 y de las leyes aprobadas en las Cortes de Cádiz. Movilizaron el apoyo del
pueblo que veía en el rey los principios por los que habían luchado en la guerra:
patria, independencia, monarquía y religión. El general Elío pone el ejército que
mandaba a disposición del monarca que dio un auténtico golpe de Estado mediante el
Decreto del 4 de mayo, por el que
• Se abolía la Constitución y toda la legislación de las Cortes de Cádiz, con la promesa
(incumplida) de convocar nuevas Cortes.
• Se ordena la detención de los diputados liberales
• Restauración de la Inquisición y devolución de propiedades incautadas a la Iglesia.
• Restauración del régimen señorial y de la sociedad estamental
• Suspensión de las medidas desamortizadoras y regreso al sistema gremial
• Suspensión de las libertades, entre ellas la de imprenta.
• Restauración del Sistema de Consejos y Secretarías.
La monarquía absoluta cerró el paso a cualquier reforma, siendo incapaz de afrontar
los serios problemas políticos y económicos agravados por un gobierno incompetente
que cambiaba constantemente de ministros, fruto de las intrigas de la camarilla que
asesoraba al rey. La Hacienda estaba agobiada por la deuda pública, los gastos de la
guerra y los ocasionados por la guerra de emancipación de las colonias americanas y
la consiguiente pérdida de las remesas de metal precioso.
La oposición liberal formada por burguesía y clases medias urbanas quería
restablecer lo conseguido en Cádiz, y tuvo que recurrir a la conspiración y la rebelión.
Acudieron al ejército, constituido por numerosos liberales y líderes plebeyos de la
Guerra de Independencia y a las sociedades secretas y de la masonería (defensores
de los principios ilustrados, liberales y revolucionarios).
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El descontento se expresó en pronunciamientos: golpes militares contra el poder
para implantar reformas políticas que se sucedieron durante 6 años, destacando los
liderados por Espoz y Mina, Lacy, Milans del Bosch o la “Conspiración del Triángulo”
(intentó el secuestro del rey para hacerle jurar la Constitución de Cádiz). Todos
fracasaron y acabaron con una dura represión (fusilamientos, exilios), excepto el
encabezado por el teniente coronel Riego.
2. El Trienio Liberal (1820-23)
En un ambiente de malestar generalizado, en enero de 1820, el teniente coronel
Riego, al frente de las tropas que debían partir al combate en América, se sublevó con
éxito en Cabezas de San Juan (Sevilla). Ante la debilidad del gobierno, la pasividad
del resto del ejército y las actuaciones de los liberales en las ciudades, el rey se vio
obligado a aceptar la Constitución de 1812 y a nombrar una Junta Provisional que
reimplantó la Constitución y de nuevo las libertades.
El nuevo gobierno liberal inició la modernización del país volviendo a la soberanía
nacional, suprimiendo la Inquisición y el régimen señorial. Se reactivó la
desamortización eclesiástica, reducción de monasterios, órdenes religiosas y el
diezmo. Se abolieron los gremios restableciendo la libertad de industria.
También se puso en marcha el Reglamento de Instrucción Pública (educación), el
primer Código Penal, la reforma del sistema fiscal y la división del país en 52
provincias. Otra medida importante fue la restauración de la Milicia Nacional creada
en Cádiz, concebida como una milicia civil (no integrada en el ejército) compuesta por
ciudadanos armados y sufragado su armamento por los ayuntamientos, con el fin de
defender la Constitución y el régimen liberal.
La libertad de imprenta, generó un debate público que ayudó a la aparición de las
“Sociedades Patrióticas”, grupos informales de liberales que discutían en cafés y
casinos los problemas del país y las ideas del liberalismo. Estas sociedades serán el
germen de los futuros partidos políticos y fueron dando forma a la división política
de los liberales en torno a dos corrientes enfrentadas:
* Liberales moderados o “doceañistas”. Gobernaron entre 1820-22 e integrados por
antiguos diputados liberales de Cádiz e intelectuales ilustrados (Martinez de la Rosa,
Canga Argüelles) que defendían reformas moderadas y con el consentimiento del rey
para no enfrentarse a nobleza e Iglesia ni asustar a los grandes burgueses y originar
una involución al Antiguo Régimen.
* Liberales exaltados o “veinteañistas”, que gobernaron de 1822 a 1823 e
integrados por protagonistas de la revolución de 1820, intelectuales liberales, oficiales
del ejército y clases medias urbanas (San Miguel, Mendizábal, Alcalá Galiano). Para
ellos, la Constitución de Cádiz había quedado obsoleta y había que reformarla de
forma rápida y radical.
La oposición contrarrevolucionaria absolutista, encabezada por el propio rey (que
vetaba todas las leyes que podía) y agrupaba a la nobleza, iglesia, altos oficiales del
ejército y al campesinado descontento. Acuñaron la frase “Dios, patría y Rey” y eran
conocidos como “realistas”, “apostólicos” o “serviles”. Su descontentó se manifestó en
rebeliones como la de la Guardia Real que intentó liberar al rey (fue sofocada por la
milicia nacional madrileña) o con la formación de la “Regencia de Urgel”, especie de
gobierno absolutista paralelo que también acabó sofocado.
Pero el fin del Trienio Liberal vino desde fuera. El rey solicitó el apoyo de las
potencias absolutistas europeas que, reunidas en el Congreso de Verona, decidieron
apoyar a Fernando VII para aplastar la revolución liberal. En abril de 1823, un ejército
francés (“Los cien mil hijos de San Luis”) al mando del duque de Angulema, entró en el
país ante la pasividad de la población y el apoyo de partidas absolutistas rurales. El
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gobierno, con escasos apoyos, huyó a Sevilla y después a Cádiz, llevando consigo al
rey. Pero meses después, capituló y liberó al monarca, terminando así la segunda
experiencia liberal con la reposición absolutista. A cambio, Francia obtuvo una
concesión comercial con América.
3. La Década “ominosa” o absolutista (1823-33)
Supuso la vuelta al absolutismo y la neutralización de los liberales que sufrieron una
feroz represión y depuración sobre todo en la administración y el ejército afectando a
funcionarios, profesores, oficiales del ejército y a todos aquellos que habían tenido
cargos municipales. La mayoría se exilió a Inglaterra, aunque muchos fueron
encarcelados y fusilados como los militares Torrijos, “El empecinado” o el propio
Riego. Se crearon comisiones de vigilancia y control, y un verdadero terror se
extendió por todo el país con la creación de un cuerpo militar defensor del
absolutismo: “Los voluntarios regios” apoyados por algunas guarniciones de los
“Cien mil hijos de S. Luis” que se quedaron algunos años.
Los graves problemas económicos del Estado agravados por la guerra y la pérdida
de las colonias obligaron a un programa de reformas tanto administrativas (Creación
del Consejo de Ministros para coordinar la política y del Ministerio de Fomento para
impulsar el desarrollo económico), como fiscales. Estas fueron impulsadas por López
Ballesteros, Ministro de Hacienda que elaboró los primeros Presupuestos Generales
del Estado, impulsó el nuevo Código de Comercio, el Tribunal de Cuentas, la Bolsa de
Madrid y el Banco de San Fernando (futuro Banco de España).
Para llevar a cabo todas estas medidas el monarca hubo de pedir colaboración a la
burguesía industrial y financiera (liberales moderados), acercamiento que fue muy mal
visto por nobleza y clero, apareciendo el grupo de los ultra-absolutistas. Esta
facción de los realistas, cada vez más reaccionaria, intentará mediante la conspiración
y la insurrección el mantenimiento del Antiguo Régimen. Se irán agrupando en torno a
Carlos María Isidro de Borbón (hermano del rey) y a sociedades secretas como “El
ángel exterminador” o “El ejército de la Fe”. Incluso organizaron la revuelta de los
malcontents o agraviados, apoyada por los campesinos catalanes descontentos con
impuestos y la administración, antecedente de las futuras guerras carlistas.
C. CONCLUSIÓN: La cuestión sucesoria.
Fernando VII no tenía hijos y designó heredero del trono a su hermano Carlos María
Isidro. Pero en 1830 nace su hija Isabel y el monarca, ya enfermo, publica la
Pragmática Sanción que abolía la Ley Sálica (que prohibía reinar a las mujeres) lo
que dejaba fuera del trono a su hermano. Tanto Carlos como los ultra-absolutistas
pensaron que era una maniobra de los liberales y manifestaron su oposición.
En ese momento, Fernando VII dio un giro a su política iniciando un
acercamiento a los liberales buscando su apoyo para que Isabel reinara. Disolvió a los
voluntarios realistas, puso al mando del ejército a militares partidarios de Isabel y
proclamó una amnistía para los liberales y permitió regresar a los exiliados y sustituyó
los ayuntamientos absolutistas por otros más aperturistas. En 1832 el rey, a punto de
morir, destierra a Carlos Mª Isidro, nombra reina regente a su esposa María Cristina y
forma un gobierno reformista moderado (Cea Bermúdez).
Los bandos estaban claros y se iniciará una guerra civil por imponer un modelo u
otro de sociedad: mantener la estamental o modernizarla con el Estado liberal.
En 1833 muere Fernando VII, deja el trono a su hija de 3 años y su mujer, Mª
Cristina, como regente con la ayuda de los liberales, ya que comprendió que sin la
ayuda de éstos su hija no podría reinar. El mismo día de su muerte Carlos Mª se
proclama rey y se inicia un levantamiento absolutista en el Norte, es la Primera Guerra
Carlista.
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