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La teoría del apego de John Bowlby
La necesidad de bebé de estar próximo a su madre, de ser acunado en brazos, protegido y
cuidado ha sido estudiada científicamente.
La experiencia de su trabajo en instituciones con niños privados de la figura materna
condujo al psicólogo John Bowlby a formular la teoría del apego.
El apego es el vínculo emocional que desarrolla el niño con sus cuidadores o figuras de
apego (Caregivers) y que le proporciona la seguridad emocional indispensable para un buen
desarrollo de la personalidad. La tesis fundamental de la Teoría del Apego es que el estado
de seguridad, ansiedad o temor de un niño es determinado en gran medida por la
accesibilidad y capacidad de respuesta de su principal figura de afecto (persona con que se
establece el vínculo).
El apego proporciona la seguridad emocional del niño: ser aceptado y protegido
incondicionalmente. Este planteamiento también puede observarse en distintas especies
animales y que tiene las mismas consecuencias: la proximidad deseada de la madre como
base para la protección y la continuidad de la especie.
El trabajo de Bowlby estuvo influenciado por Konrad Lorenz (1903-1989) quien en sus
estudios con gansos y patos en los años 50, reveló que las aves podían desarrollar un fuerte
vínculo con la madre (teoría instintiva) sin que el alimento estuviera por medio. Pero fue
Harry Harlow (1905-1981) con sus experimentos con monos, y su descubrimiento de la
necesidad universal de contacto quien le encaminó de manera decisiva en la construcción
de la Teoría del Apego.
El bebé ±según ésta teoría- nace con un repertorio de conductas las cuales tienen como
finalidad producir respuestas en los padres: la succión, las sonrisas reflejas, el balbuceo, la
necesidad de ser acunado y el llanto, no son más que estrategias por decirlo de alguna
manera del bebé para vincularse con sus papás. Con este repertorio los bebés buscan
mantener la proximidad con la figura de apego, resistirse a la separación, protestar si se
lleva a cabo (ansiedad de separación), y utilizar la figura de apego como base de seguridad
desde la que explora el mundo.
Más tarde Mary Ainsworth (1913-1999) en su trabajo con niños en Uganda, encontró una
información muy valiosa para el estudio de las diferencias en la calidad de la interacción
madre-hijo y su influencia sobre la formación del apego. Ainsworth encontró tres patrones
principales de apego: niños de apego seguro que lloraban poco y se mostraban contentos
cuando exploraban en presencia de la madre; niños de apego inseguro, que lloraban
frecuentemente, incluso cuando estaban en brazos de sus madres; y niños que parecían no
mostrar apego ni conductas diferenciales hacia sus madres. Estos comportamientos
dependían de la sensibilidad de la madre a las peticiones del niño.
La teoría del apego tiene una relevancia universal, la importancia del contacto continuo con
el bebé, sus cuidados y la sensibilidad a sus demandas están presentes en todos los modelos
de crianza, con variaciones según el medio cultural, pero manteniéndose la universalidad de
la importancia del apego.
³Un niño que sabe que su figura de apego es accesible y sensible a sus demandas les da un
fuerte y penetrante sentimiento de seguridad, y la alimenta a valorar y continuar la
relación´ (John Bowlby).
M. Ainsworth J.
Bowlby
La Teoría del Apego, esta es una teoría iniciada en los años cincuenta que parte de una
perspectiva etológica, bien a tono con los derroteros epistemológicos de su tiempo. Sus
principales exponentes, J. Bolwby y M. Aisworth plantean que la separación producida entre un
niño pequeño y una figura de apego es de por sí perturbadora y suministra las condiciones
necesarias para que se experimente con facilidad un miedo muy intenso. Como resultado, cuando
el niño visualiza ulteriores perspectivas de separación, surge en él cierto grado de ansiedad. El
propio Bolwby cree que su planteo es una combinación de la Teoría de las señales y de la Teoría
del apego frustrado (Bolwby, 1985).
Bolwby pensaba que la relación entre lo que provoca temor y lo que realmente puede
dañarnos es indirecta. Sin embargo compartimos con los animales ciertos temores: el
desconocimiento del otro ser o de un objeto; el temor a objetos que aumentan de tamaño o se
aproximan rápidamente; el temor a los ruidos intensos y el temor a la oscuridad y el aislamiento.
Nada de esto es peligroso en sí mismo pero desde el punto de vista evolutivo tiene explicación:
son señales de peligro, por ejemplo, la presencia de depredadores que se perciben como seres
extraños y que se aproximan comúnmente durante la noche y la cercanía de un desastre natural
(Bolwby, 1985).
La tesis fundamental de la Teoría del Apego es que el estado de seguridad, ansiedad o
zozobra de un niño o un adulto es determinado en gran medida por la accesibilidad y capacidad de
respuesta de su principal figura de afecto. Cuando Bowlby se refiere a presencia de la figura de
apego quiere decir no tanto presencia real inmediata sino accesibilidad inmediata. La figura de
apego no sólo debe estar accesible sino responder de manera apropiada dando protección y
consuelo.
Su teoría defiende tres postulados básicos:
Cuando un individuo confía en contar con la presencia o apoyo de la figura de apego siempre
que la necesite, será mucho menos propenso a experimentar miedos intensos o crónicos que
otra persona que no albergue tal grado de confianza.
La confianza se va adquiriendo gradualmente durante los años de inmadurez y tiende a
subsistir por el resto de la vida.
Las diversas expectativas referentes a la accesibilidad y capacidad de respuesta de la figura de
apego forjados por diferentes individuos durante sus años inmaduros constituyen un reflejo
relativamente fiel de sus experiencias reales.
Relevancia de la Teoría del Apego
Es una teoría que a pesar de su declarada filiación etológica, de adaptación, maneja
muchos conceptos propiamente psicológicos y de cualificación de la relación. Se destaca
además por investigar la perspectiva evolutiva del apego, lo cual no es común en otros
modelos.
Bolwby parte de una perspectiva evolutiva de sesgo darwiniano, sin embargo, a
pesarde mostrar una indudable orientación etológica al considerar el apego entre madre e
hijo como una conducta instintiva con un claro valor adaptativo de sobrevivencia, su
concepción de la conducta instintiva iba más allá de las explicaciones que habían ofrecido
etólogos como Lorenz, con un modelo energético-hidraúlico muy en consonancia con los
antiguos postulados de la física mecánica. Basándose en la teoría de los sistemas de control,
Bolwlby planteó que la conducta instintiva no es una pauta fija de comportamiento que se
reproduce siempre de la misma forma ante una determinada estimulación, sino un plan
programado con corrección de objetivos en función de la retroalimentación, que se adapta,
modificándose, a las condiciones ambientales (Oliva, s/a)
Es interesante señalar que la Teoría del Apego investiga la ontogenia de las respuestas a
la separación e incluye referencias a Piaget al hablar de la interacción del apego con el desarrollo
cognitivo del bebé en la segunda mitad del primer año de vida, cuando este logra permanencia
del objeto. En las 28-30 semanas de vida se da el punto de viraje es decir aparecen las respuestas a
la separación como evidentes; el bebé ha empezado a percibir el objeto como algo que existe
independientemente de sí mismo, aún cuando no lo perciba directamente por lo cual puede iniciar
su búsqueda. Hay experimentos de los 70 que demuestran que la permanencia de las personas se
produce primero que la permanencia de los objetos inanimados (Oliva, s/a).
La tendencia a reaccionar con temor a la presencia de extraños, la oscuridad, los ruidos
fuertes, etc, son interpretados por Bolwby como el desarrollo de tendencias genéticamente
determinadas que redundan en una predisposición a enfrentar peligros reales de la especie y que
existen en el hombre durante toda la vida. Aunque inicialmente esta postura podría evaluarse
como demasiado sesgada hacia la carga biológica, en realidad, Bolwby completa su postura
refiriéndose a una serie de circunstancias psicológicas y culturales que dan lugar a estas
reacciones. En este sentido hace referencia a los peligros imaginarios, los indicios culturales
aprendidos de otras personas sobre el peligro, la racionalización, la atribución de significado a las
conductas de los niños por parte de los padres, la proyección y el contexto familiar (Bolwby, 1985).
A. La teoría formulada por John Bowlby y Mary Ainsworth sobre el vínculo
afectivo que se establece entre madre e hijo es un planteo teórico de mucha fuerza en el área
del desarrollo socio-emocional. Con el paso del tiempo esta teoría se ha fortalecido y
enriquecido gracias a una gran cantidad de investigaciones realizadas en los últimos años que la
han convertido en una de las principales áreas de investigación evolutiva (Oliva, s/a).
Esta teoría está basada en observaciones naturalistas y en una extensa investigación
empírica.
En la década del 40, Anna Freud y Burlingham describieron la experiencia de cuidado de
niños en una guardería separados de sus madres. Ellos observaron que los niños poco tiempo
después de estar en las guarderías, desarrollaban un sentimiento intenso de posesión hacia las
niñeras y daban señales de inquietud cuando esta no estaba disponible. Durante los años sesenta,
Schaffer y Emerson (1964) realizaron en Escocia una serie de observaciones sobre sesenta bebés y
sus familias durante los dos primeros años de vida. Este estudio puso de manifiesto que el tipo de
vínculo que los niños establecían con sus padres dependía fundamentalmente de la sensibilidad y
capacidad de respuesta del adulto con respecto a las necesidades del bebé (en Bolwby, 1985).
En 1970 Ainsworth y Bell diseñaron la Situación del Extraño (en Bolwby, 1985) para
examinar el equilibrio entre las conductas de apego y de exploración, bajo condiciones de alto
estrés. Desde este momento la Situación del Extraño se convirtió en el paradigma experimental
por excelencia de la Teoría del Apego.
La Situación del Extraño es una situación de laboratorio de unos veinte minutos de
duración con ocho episodios. La madre y el niño son introducidos en una sala de juego en la que se
incorpora una desconocida. Mientras esta persona juega con el niño, la madre sale de la
habitación dejando al niño con la persona extraña. La madre regresa y vuelve a salir, esta vez con
la desconocida, dejando al niño completamente solo. Finalmente regresan la madre y la extraña.
Tal y como esperaba, Ainsworth encontró que los niños exploraban y jugaban más en
presencia de su madre, y que esta conducta disminuía cuando entraba la desconocida y, sobre
todo, cuando salía la madre. A partir, de estos datos, quedaba claro que el niño utilizaba a la
madre como una base segura para la exploración, y que la percepción de cualquier amenaza
activaba las conductas de apego y hacía desaparecer las conductas exploratorias (Oliva, s/a).
Como resultado de este experimento Aisworth y Bell postularon lo que se conoce como
los diferentes tipos de apego:
Apego seguro:
Es un tipo de relación con la figura de apego que se caracteriza porque en la situación
experimental los niños lloraban poco y se mostraban contentos cuando exploraban en
presencia de la madre. Inmediatamente después de entrar en la sala de juego, estos niños
usaban a su madre como una base a partir de la que comenzaban a explorar. Cuando la
madre salía de la habitación, su conducta exploratoria disminuía y se mostraban
claramente afectados. Su regreso les alegraba claramente y se acercaban a ella buscando
el contacto físico durante unos instantes para luego continuar su conducta exploratoria. Al
mismo tiempo en observaciones naturalistas llevadas a cabo en el hogar de estas familias
se encontró que las madres se habían comportado en la casa como muy sensibles y
responsivas a las llamadas del bebé, mostrándose disponibles cuando sus hijos las
necesitaban.
Apego inseguro-evitativo:
Es un tipo de relación con la figura de apego que se caracteriza porque los niños se
mostraban bastante independientes en la Situación del Extraño. Desde el primer momento
comenzaban a explorar e inspeccionar los juguetes, aunque sin utilizar a su madre como
base segura, ya que no la miraban para comprobar su presencia, por el contrario la
ignoraban. Cuando la madre abandonaba la habitación no parecían verse afectados y
tampoco buscaban acercarse y contactar físicamente con ella a su regreso. Incluso si su
madre buscaba el contacto, ellos rechazaban el acercamiento. Su desapego era semejante
al mostrado por los niños que habían experimentado separaciones dolorosas. En la
observación en el hogar las madres de estos niños se habían mostrado relativamente
insensibles a las peticiones del niño y/o rechazantes. Los niños se mostraban inseguros, y
en algunos casos muy preocupados por la proximidad de la madre, lloraban incluso en sus
brazos.
La interpretación global de Ainsworth en este caso era que cuando estos niños
entraban enla Situación del Extraño comprendían que no podían contar con el apoyo
de su madre y reaccionaban de forma defensiva, adoptando una postura de
indiferencia. Como habían sufrido muchos rechazos en el pasado, intentaban negar
la necesidad que tenían de su madre para evitar frustraciones. Así, cuando la madre
regresaba a la habitación, ellos renunciaban a mirarla, negando cualquier tipo de
sentimientos hacia ella (Oliva, s/a).
Apego inseguro-ambivalente:
Estos niños se mostraban muy preocupados por el paradero de sus madres y apenas
exploraban en la Situación del Extraño. La pasaban mal cuando ésta salía de la
habitación, y ante su regreso se mostraban ambivalentes. Estos niños vacilaban
entre la irritación, la resistencia al contacto, el acercamiento y las conductas de
mantenimiento de contacto. En el hogar, las madres de estos niños habían procedido
de forma inconsistente, se habían mostrado sensibles y cálidas en algunas ocasiones
y frías e insensibles en otras. Estas pautas de comportamiento habían llevado al niño
a la inseguridad sobre la disponibilidad de su madre cuando la necesitasen (Oliva,
s/a).
Además de los datos de Ainsworth, diversos estudios realizados en distintas
culturas han encontrado relación entre el apego inseguro-ambivalente y la escasa
disponibilidad de la madre. Frente a las madres de los niños de apego seguro que se
muestran disponibles y responsivas, y las de apego inseguro-evitativo que se muestran
rechazantes, el rasgo que mejor define a estas madres es el no estar siempre disponibles
para atender las llamadas del niño. Son poco sensibles y atienden menos al niño, iniciando
menos interacciones.
Otros estudios (Isabella, Stevenson-Hinde y Shouldice, en Oliva, s/a) encontraron que en
ciertas circunstancias estas madres se mostraban responsivas y sensibles, lo que habla de una
capacidad de actuar adecuadamente a las necesidades de sus hijos. Sin embargo, el no hacerlo
siempre hace pensar a los investigadores que el comportamiento de las madres está afectado por
su humor y su grado de tolerancia al estrés.
El niño en este caso se comporta de modo tal que responde a una figura de apego que
esta mínima o inestablemente disponible; el niño puede desarrollar una estrategia para conseguir
su atención: exhibir mucha dependencia. Entonces acentúa su inmadurez y la dependencia puede
resultar adaptativa a nivel biológico, ya que sirve para mantener la proximidad de la figura de
apego. Sin embargo, a nivel psicológico no es tan adaptativa, ya que impide al niño desarrollar sus
tareas evolutivas (Oliva, s/a).
B. Teoría que centra el interés en el vínculo y la calidad de la interacción
afectiva inicial, congruente con toda la investigación posterior.
El término interacción fue utilizado por primera vez por Bolwby en un famoso
artículo ³La índole del vínculo del hijo con su madre´ (Brazelton, 1993). Este
artículo ejerció una poderosa influencia en la aplicación de un modelo
observacional de la relación. Bowlby a diferencia de los psicoanalistas anteriores
sostuvo que el intercambio con la madre no se basa únicamente en la simple
gratificación oral y su concomitante reducción de la tensión.
Bowlby tomó en cuenta la etología al describir el carácter muy activo de las conductas de
vínculo del niño. El pensamiento analítico anterior hacía mucho hincapié en la dependencia del
bebé con respecto a la madre, en la necesidad de gratificación para mantener bajo control la
tensión instintual. A diferencia de esto, en Bowlby se aprecia el reconocimiento del rol del bebé en
su voluntad de suscitar respuestas en su madre, y se hace énfasis en la actividad y no en la
indefensión, en la facultad de promover conductas y no en la pasividad (Brazelton, 1993).
Al hacer referencia al rol de la interacción Bowlby plantea que la experiencia de
separación real mina la confianza pero no es suficiente para que surja la ansiedad de separación.
Para ello es necesario que intervengan otras variables como amenazas de abandono con fines
disciplinarios, discusiones de los padres con significado implícito de riesgo de separación, etc. Es
muy típico escuchar a muchos padres con la amenaza de: ͞Si no te portas bien, te llamo al policía
para que te lleve͟; o ͞Te dejaremos solo͟; o ͞Papá se marchará͟; o ͞Mamá se enfermará y se
morirá͟, o amenazas y/o intentos reales de suicidio.
C. Teoría de alto valor heurístico, que continúa generando investigación y debate en la
psicología.
Es sorprendente el número de investigaciones en Psicología que se ha generado a partir
de la Teoría del Apego. En su artículo ͞Estado actual de la Teoría del Apego͟, A. Oliva resume
varias líneas de investigación que se han abierto a partir de los debates que generan aún hoy los
planteamientos cincuentenarios de Ainsworth y Bolwby.
Reseñaremos a continuación algunas de las polémicas más importantes al interior de cada
una de estas líneas de investigación.
1. Trasmisión generacional del apego. La transmisión intergeneracional de la seguridad
en el apego ha sido cuestionada e investigada en varios estudios. El hecho de que los
padres seguros tengan hijos con apego seguro, los padres preocupados niños con
apego inseguro-ambivalente, y los padres rechazados niños de apego inseguro-
evitativo, ha sido probado en varias investigaciones (Benoit y Parker, 1994; Fonagy,
Steele y Steele, en Oliva, s/a). Se ha encontrado que la capacidad predictiva que las
representaciones maternas tienen sobre el tipo de apego que establecen sus hijos es
de alrededor del 80%.
Estos datos ponen el acento en la transmisión intergeneracional del tipo de apego
entre padres e hijos. Los investigadores explican este fenómeno a partir de los
modelos internos activos que son trasmitidos a los hijos; que fueron construidos
durante la infancia y reelaborados posteriormente. Este último aspecto es muy
importante, ya que como señala Bretherton (en Oliva, s/a) lo importante no es el
tipo de relación que el adulto sostuvo durante su infancia con sus figuras de apego,
sino la posterior elaboración e interpretación de estas experiencias. Es decir, no es
tan determinante el tipo de apego que se tuvo con los padres propios sino la
reelaboración consciente e inconsciente que luego, durante la vida y el
cumplimiento del rol de padres se haga de aquella experiencia.
El hecho de que exista la transmisión generacional del apego no debe llevarnos a
pensar que siempre es una copia exacta del apego materno. Si bien los modelos
representacionales del tipo de apego parecen tener mucha estabilidad, algunos
acontecimientos en la vida de los padres, pueden provocar su cambio.
2. Apego múltiple. Aunque Bowlby admitió que el niño puede llegar a establecer
vínculos afectivos con distintas personas, pensaba que los niños estaban
predispuestos a vincularse especialmente con una figura principal, y que el apego
con esta figura sería especial y distinto cualitativamente del establecido con otras
figuras secundarias.
A esto lo llamó monotropía o monotropismo y planteaba que era lo más conveniente
para el niño/a. Consecuentemente, una situación donde los niños fueran criados por
varias personas no sería adecuada. Más tarde Bolwby afirmó haber sido
malinterpretado sobre este particular (Oliva, s/a).
Es común que cuando un niño/a está triste o enfermo busque la compañía de su
madre preferentemente, pero también es posible que prefiera al padre.
Investigaciones realizadas en este sentido prueban que en el momento del
nacimiento los padres pueden comportarse tan sensibles y dispuestos a responder a
los bebés como las madres (Oliva, s/a).
El apego no sólo se produce con relación a las figuras parentales. Aunque se admite
que hay poca investigación al respecto, se sabe que con los hermanos se logran
verdaderas relaciones de apego. Los niños se ofrecen unos a otros ayuda y consuelo
en situaciones desconocidas o amenazantes (Oliva, s/a).
En conclusión, los niños son capaces de establecer vínculos de apego con distintas
figuras, siempre que éstas se muestren sensibles y cariñosas. No es de antemano
negativa la existencia de varias figuras de apego. Por el contrario puede ser muy
conveniente, pues facilita elaboración de los celos, el aprendizaje por imitación y la
estimulación variada. Incluso es una garantía para una mejor adaptación en caso de
una inevitable separación de los padres en caso de accidente, enfermedad o muerte
(Oliva, s/a).
3. Temperamento y Apego. Se ha pensado que existe una relación entre el
temperamento del niño y el tipo de apego que pueda llegar a establecerse. Este
tema ha creado un fuerte debate en los últimos años, sin que se haya llegado a un
acuerdo absoluto.
Hay varias hipótesis entre las cuales la que parece recibir mayor apoyo es la que se
conoce como: el modelo de bondad de ajuste (Thomas y Chess, en Oliva, s/a). Esta
postula que el factor clave es la interacción entre las características
temperamentales del niño y las características de los padres. Es decir, ciertos rasgos
del niño pueden influir en el tipo de interacción adulto-niño y, por tanto, en la
seguridad del apego, pero en función de la personalidad y circunstancias del adulto.
Por ejemplo, la irritabilidad en el niño puede suscitar respuestas completamente
diferentes en dos personas de distintas características de personalidad.
4. Apego madre-apego padre. Bretherton, (en Oliva, s/a) plantea que hay una
concordancia entre el tipo de apego que el niño establece con ambos progenitores.
Cuando el niño muestra un tipo de apego seguro en la Situación del Extraño con la
madre, es muy probable que también sea clasificado como de apego seguro cuando
es el padre quien acompaña al niño en esta situación. También hay una clara
similitud en cuanto al tipo concreto de apego inseguro mostrado hacia ambos
padres. Sin embargo, los resultados reseñados parecen contradecir la hipótesis de
͞bondad de ajuste͟. Habría que investigar la influencia del paradigma experimental
de la situación del extraño en el tipo de apego encontrado, según la clasificación
tradicional.
5. Apego y ͞Day Care͟. Hay muchas investigaciones con datos algo contradictorios en
torno al asunto de los cuidados alternativos a los bebés en su primera infancia y la
relación de apego.
Al parecer, los datos hacen difícil la generalización acerca de las influencias de los
cuidados alternativos sobre el vínculo que el niño establece con sus padres. No
puede decirse con certeza que estos cuidados necesariamente implican mayor
probabilidad de inseguridad en este vínculo. El elemento esencial parece ser la
calidad de los cuidados que se ofrecen al niño como alternativa a los cuidados de los
padres. Esto será lo que determinará la seguridad del apego. Si los cuidados son
adecuados y promueven que el niño pueda interactuar con los padres sin ansiedad,
no se espera que aparezcan problemas emocionales.
Por otra parte, la experiencia clínica ha aportado sobre ciertos elementos a tener en
cuenta en estos casos. Brazelton (1992) indica la importancia de que los padres
reconozcan los sentimientos dolorosos asociados a dejar al bebé en un cuido; el
tenerlos claros puede ser muy útil para manejar la situación emocional que se
genera en el ambiente familiar. Este autor recomienda para facilitar la transición del
hogar al cuido, que los padres deben prepararse para ese proceso, deben comentar
al niño/a , sobre lo atractivo de jugar con otros niños, presentarlo a su cuidador/ra,
permitirle que lleven consigo un objeto de casa y recordarle cuándo regresarán a
buscarlo.
6. Validez trascultural de la Teoría del Apego. Siempre ha sido común entre los
investigadores de este tema, la idea de que distintas culturas que representan
distintos ambientes de adaptación, tendrán diferentes prácticas de crianza
consideradas como las más adecuadas. Esto traerá por consecuencia que variarán
los comportamientos y reacciones de los padres ante las llamadas y señales de sus
hijos. Las prácticas establecidas con los niños, que se consideran adecuadas en la
cultura de pertenencia, no tienen porqué ser compatibles con los principios de
adaptación filogenética o individual (Hinde y Stevenson-Hinde, en Oliva, s/a). Este es
precisamente el punto central de la polémica.
En tal sentido Oliva (s/a) reseña abundante investigación transcultural que prueba
que en ciertas culturas un tipo de respuesta ante las necesidades de los bebés es
más frecuente que en otras. Tomando como base el comportamiento típico de los
niños/as en la Situación del extraño se ha llegado a plantear la mayor o menor
frecuencia de aparición de los tres tipos de apego según distintas culturas, lo que
desde el punto de vista teórico es cuestionable. Creemos que lo que está en
evidencia aquí
además de la diferenciación cultural es la validez de este diseño experimental para
dar conclusiones sobre la ͞adecuación͟ de diferentes interacciones y prácticas de
apego.
Otras voces se han levantado para apoyar la validez de una supuesta universalidad
de la teoría del apego es decir, postular la existencia de una relación, también
independiente de factores culturales, entre la responsividad materna y el tipo de
apego establecido por el niño. Tampoco sobre este punto se disponen de datos
transculturales suficientes. El propio Oliva cree que ͙͞hay que definir mejor la
sensitividad o responsividad materna/paterna, teniendo en cuenta los factores
culturales. Pensamos que aunque puede haber un cuerpo o núcleo común de
respuestas o conductas del adulto cuya relación con un desarrollo favorable en el
niño sea ajena a la cultura, también habrá otras muchas que adquirirán su sentido
en un determinado contexto cultural, de forma que su influencia positiva o negativa
sobre el desarrollo socio-emocional del niño estará claramente mediada
culturalmente͟ (Oliva, s/a, p.20).
Referencias:
Bowlby, J. (1985). La separación afectiva. Ediciones Paidos: Barcelona.
Brazelton, T. y Cramer, B. (1993). La relación más temprana. Padres, bebés y el drama
del apego inicial. Ediciones Paidos: Buenos Aires.
Brazelton, T. (1992). 35 Separation. En Touchpoints: your child͛s emotional and
behavioral development. Perseus Books. Reading: Massachussetts.
Oliva, A. Estado actual de la teoría del apego. Universidad de Sevilla.
http://www.pdipas.us.es/o/oliva/investigacion.html
[Accesado 1 de noviembre de 2004]
Revista Latinoamericana de Psicología 2006, volumen 38, No 3, 493-507
APEGO, EMOCIÓN Y REGULACIÓN EMOCIONAL. IMPLICACIONES PARA LA SALUD
LUSMENIA GARRIDO-ROJAS1
Universidad Católica del Maule, Talca, Chile
ABSTRACT This article aims to make a theoretical revision on the relations between different styles
of attachment, emotions that characterize these styles, and emotional regulation strategies used
in each one of them. It is also explained how these attachment styles develop in relation with the
appearance of emotions and regulation strategies. This idea is discussed considering the main
results of relevant research, and the implications of the presence of specific emotions and the use
of different strategies of emotional regulation upon people͛s well-being and physical health. Key
words: attachment, emotions, emotional regulation.
RESUMEN El presente artículo tiene como objetivo realizar una revisión teórica, que permita
conocer las relaciones que se han encontrado entre los distintos estilos de apego, las emociones
que caracterizan estos estilos, y las distintas estrategias de regulación emocional utilizadas en cada
uno de ellos. Para lograr una mayor comprensión, se explicita además cómo se van desarrollando
los estilos de apego en los sujetos, en la medida que esto se encuentra en íntima relación con la
aparición de las emociones y las estrategias de regulación. Se discute lo anterior considerando los
principales hallazgos de investigaciones relevantes en el tema, y las implicancias de la presencia de
emociones específicas y utilización de las distintas estrategias de regulación emocional, en el
bienestar y salud física de las personas. Palabras clave: apego, emociones, regulación emocional.
1
Correspondencia: LUSMENIA GARRIDO ROJAS, Universidad Católica del Maule, Talca, Chile. E-mail:
lgarrido@ucm.cl
494
LA TEORÍA DE APEGO
GARRIDO-ROJAS
John Bowlby (1986, 1998), psiquiatra y psicoanalista, trabajó durante años en clínica infantil y
planteó la teoría del apego, la que concibió como una tendencia de los seres humanos a establecer
vínculos afectivos sólidos con personas determinadas a través de la vida. A través del tiempo, la
propuesta de Bowlby se ha convertido en una de las teorías más influyentes en la psicología,
siendo de interés para distintos autores; incluso es considerada actualmente como un cuerpo
sólido y sistemático con importante investigación empírica (Feeney & Noller, 2001; Hazan &
Shaver, 1994; Lecannelier, 2001, 2002a; Marrone, 2001; Martínez & Santelices, 2005; Moneta,
2003; Shaver & Mikulincer, 2002b). Para Bowlby (1986), el comportamiento de apego es todo
aquel que permite al sujeto conseguir o mantener proximidad con otra persona diferenciada y
generalmente considerada más fuerte y/o sabia, propio del ser humano, que motiva la búsqueda
de proximidad entre el niño pequeño y sus padres o cuidadores. Se enfatiza que la experiencia del
niño con sus padres tiene un rol fundamental en la capacidad posterior del niño de establecer
vínculos afectivos y que las funciones principales de ellos serían proporcionar al niño una base
segura y, desde allí, animarlos a explorar; es importante que el niño pueda depender de sus
figuras de apego y que éstas puedan contener y proteger al niño cuando lo necesita. La interacción
que se produzca entre el cuidador y el niño podrá dar cuenta de la calidad del vínculo, lo que
tendría que ver con lo que Bowlby (1980) identificó como modelos operantes internos, que serían
expectativas que posee el niño acerca de sí mismo y de los demás, y que le hacen posible
anticipar, interpretar y responder a la conducta de sus figuras de apego, ya que integran
experiencias presentes y pasadas en esquemas cognitivos y emocionales. En la misma línea,
Fonagy et al. (1995) señalan que a partir de experiencias repetidas con sus figuras de apego, los
niños desarrollan expectativas en cuanto a la naturaleza de las interacciones. Así,
las relaciones tempranas de apego poseen amplia influencia en la capacidad para regular el estrés,
en la regulación de la atención y en la función mentalizadora de los sujetos (Fonagy & Target,
2002). Crittenden (1990, 1995) también habla de modelos internos, que implican cierta forma de
procesar la información acerca de la conducta de las figuras de apego y, asimismo, mayor o menor
tendencia a ciertos tipos de psicopatología. Diferencias individuales en la calidad del apego Las
primeras investigaciones detalladas de las diferencias individuales en apego fueron dirigidas por
Ainsworth (Fenney & Noller, 2001), quien trabajó con Bowlby en una asociación importante y
prolífica (Marrone, 2001). Basándose en una serie de observaciones realizadas a través de un
procedimiento estandarizado de laboratorio llamado Situación Extraña (Strange Situation), de
interacciones madre-hijo, Ainsworth, Blehar, Waters y Wall (1978) desarrollaron la primera
clasificación de apego en niños y describieron tres patrones generales: seguro, inseguro evitativo y
ambivalente. A través de la situación extraña, bebés con apego seguro presentan conductas de
exploración activa, se disgustan ante la separación del cuidador pero cuando éste vuelve tienen
una respuesta positiva frente a él y suelen consolarse con facilidad; bebés con apego evitativo
presentan conductas de distanciamiento, no lloran al separarse del progenitor, suelen
concentrarse en los juguetes y evitan el contacto cercano; por último, bebés con apego
ambivalente reaccionan fuertemente a la separación, presentan conductas ansiosas y de protesta
como llorar y aferrarse, suelen mostrar rabia, no se calman con facilidad y no retoman la
exploración. Posteriormente, Main y Solomon (1986), agregaron una cuarta categoría
desorganizada para algunos bebés que muestran conductas desorientadas en presencia del
progenitor. Un aspecto interesante de esta clasificación, es que se basa en la expresión y
regulación emocional; la calidad del apego se establece fundamentalmente dependiendo de cuán
bien está la regulación emocional diádica
APEGO, EMOCIÓN Y REGULACIÓN EMOCIONAL
495
al servicio de la exploración y el dominio (Sroufe, 2000b). A través del tiempo, el interés por la
evaluación se amplió al ámbito del apego adulto. Una de las pioneras fue Mary Main, quien junto a
su equipo diseñaron la Adult Attachment Interview (George, Kaplan & Main, 1985, citado en
Feeney & Noller, 2001), que mide las representaciones actuales de las experiencias de apego a
través de la narrativa. Se establecieron tres patrones de apego: seguro, indiferente y preocupado.
Más tarde se formularon dos nuevas categorías: irresuelto/desorganizado e inclasificable
(Marrone, 2001). Adultos seguros realizan relatos coherentes y consistentes de su infancia,
integran experiencias distintas, reflexionan acerca de sus vivencias y poseen sentido de equilibrio;
adultos indiferentes realizan relatos incoherentes e incompletos y tienen vacíos en su memoria,
minimizan la relevancia del apego, tienen imagen positiva de las figuras de apego pero no logran
dar ejemplos concretos de ello y suelen negar experiencias negativas; adultos preocupados se
aprecian rabiosos, otorgan relatos detallados de los conflictos que tuvieron con sus figuras de
apego, oscilan entre evaluaciones positivas y negativas sin notarlo y su lenguaje suele ser confuso,
vago y poco claro (Moneta, 2003). Martínez y Santelices (2005), señalan que luego de estos
primeros intentos y hasta la actualidad, ha sido enorme la diversificación en la medición del apego
adulto. Esto ha implicado complejidades y desafíos a los investigadores, ya que los estudios han
surgido desde áreas diversas de la psicología y, además, han realizado distintos énfasis en la
conceptualización del apego adulto, en la forma de evaluar, en el foco de la evaluación, en el tipo
de instrumentos utilizados, entre otros (Bartholomew, 1994; Bifulco, 2002; Griffin & Bartholomew,
1994; Harris, 2002; Hazan & Shaver, 1994; Jacobvitz, Curran & Moller, 2002; Martínez &
Santelices, 2005; Shaver & Mikulincer, 2002b; Stein, Jacobs, Ferguson, Allen & Fonagy, 1998; Stein
et al., 2002; Waters, Crowell, Elliott, Corcoran & Treboux, 2002). Aún considerando
estas dificultades (para un análisis más exhaustivo, dirigirse a las referencias ya mencionadas), se
reportarán los resultados más comunes de investigaciones que han utilizado metodologías
distintas en sus procesos de evaluación. ESTILOS DE APEGO Y EMOCIONES CARACTERÍSTICAS
Existe cierto acuerdo actualmente, en relación con la presencia de emociones específicas, en
mayor o menor grado e intensidad, en cada estilo de apego. Tomando el aporte de distintos
autores, es posible dilucidar qué relaciones se han ido estableciendo y, aunque existe un amplio
espectro de investigaciones en el área, se aprecian ciertas coincidencias que son las que se tratará
de relevar. Apego seguro Ainsworth et al. (1978), señalan que las emociones más frecuentes de los
bebés con apego seguro en la situación extraña, son la angustia ante las separaciones del cuidador
y la calma cuando éste vuelve; en la interacción con el cuidador relevan la calidez, confianza y
seguridad. Kobak y Sceery (1988), en investigación en adolescentes y apego, concluyen que
cuando los pares evalúan a sujetos con apego seguro aprecian menores índices de ansiedad en
comparación con ambos grupos inseguros, e índices más bajos de hostilidad que en el estilo
evitativo; el reporte de los sujetos con apego seguro involucra menos síntomas de estrés.
Mikulincer, Shaver y Pereg (2003), reportan que en el estilo seguro existe baja ansiedad y
evitación, seguridad en el apego, comodidad con la cercanía y con la interdependencia, y confianza
en la búsqueda de apoyo y otros medios constructivos de afrontamiento al estrés. Para Magai,
Hunziker, Mesias y Culver (2000), este estilo está marcado por expresiones faciales de alegría y un
sesgo favorecedor de la vergüenza; por el contrario, está negativamente asociado al rasgo de
emoción negativa y a la tendencia de que los afectos negativos recorran
496
GARRIDO-ROJAS
la conciencia. En la rabia en particular, Mikulincer (1998) señala que cuando personas seguras
están enojadas tienden a aceptar su ira, expresar su enojo controladamente y buscar soluciones a
la situación. En un estudio que explora la relación entre estilos de apego y síntomas de ansiedad y
depresión (Muris, Mayer & Meesters, 2000), se reporta que niños con estilo de apego seguro
exhiben menores niveles de ansiedad y depresión, comparado a los niños con estilos inseguros.
Kerr, Melley, Travea y Pole (2003), exploran la relación entre apego adulto, experiencia y
expresión emocional, y encuentran que el grupo seguro reporta niveles más altos de afecto
positivo, gran cantidad de energía y placer, alta concentración y bajos niveles de tristeza y apatía.
En la vejez, Consedine y Magai (2003) señalan que mayor seguridad en el apego se asocia con
mayor alegría, interés, tristeza, rabia y miedo; esto se explica por la presencia de un repertorio
emocional balanceado y apertura a la experiencia emocional, lo que incluye la habilidad de
reconocer y expresar estrés emocional; además, este estilo se asocia no sólo con contacto más
frecuente y mayor intimidad, sino también con un mayor número de individuos en la red social, lo
que posibilita en estos sujetos mayor cantidad de experiencia emocional. Apego ansioso
ambivalente Ainsworth et al. (1978), señalan que las emociones más frecuentes de los bebés con
apego ambivalente en la situación extraña es la angustia exacerbada ante las separaciones del
cuidador y la dificultad para lograr la calma cuando éste vuelve; en la interacción con el cuidador
relevan la ambivalencia, enojo y preocupación. Kochanska (2001), en investigación con niños
pequeños, señala que el grupo ambivalente exhibe la mayor disminución en el desarrollo de
emociones positivas entre los 9 y 33 meses, y el mayor malestar en episodios dirigidos a elicitar
emociones positivas; responden más temerosos no sólo a estímulos que producen temor, sino
también a estímulos
elicitadores de alegría. El miedo fue la emoción más fuerte. Mikulincer (2003), enfatiza que en el
estilo ansioso ambivalente se aprecia alta ansiedad y baja evitación, inseguridad en el apego,
fuerte necesidad de cercanía, preocupaciones en cuanto a las relaciones y miedo a ser rechazado.
En la misma línea, Mikulincer, Gillath y Shaver (2002), señalan que en este estilo se facilita la
accesibilidad a las preocupaciones en relación al rechazo; para Lecannelier (2002b), el estado
emocional predominante es la preocupación y el miedo a la separación. Valdés (2002), además de
enfatizar las emociones de miedo y ansiedad, indica una baja tolerancia al dolor. Consedine y
Magai (2003) coinciden, al señalar que en la vejez tardía el estilo ambivalente posee alta
afectividad negativa, presentando miedo, ansiedad y vergüenza. Kobak y Sceery (1988), incluso
llaman preocupado a este estilo; se caracteriza por evidentes sentimientos de ansiedad durante la
entrevista de apego adulto; los pares también los caracterizan con un predominio en los índices de
ansiedad, y los sujetos con este patrón tienen una percepción mayor de síntomas que el estilo
seguro. Magai et al. (2000), coinciden en el estilo preocupado, encontrando que éste se asocia con
la presencia de un conflicto interno, emociones de rabia, enojo, estrés y afecto depresivo.
Asimismo, Crittenden (1995), enfatiza la presencia de rabia y ansiedad en este estilo.
Considerando la rabia en particular, Mikulincer (1998) señala que los sujetos ambivalentes
propenden a la ira, caracterizándose por presentar enojos con alta hostilidad. Kerr et al. (2003),
señalan que sujetos pertenecientes al estilo ambivalente reportan los niveles más altos de afecto
negativo; malestar, enojo, repugnancia, culpa, miedo y nerviosismo y menores niveles de calma y
serenidad. Apego ansioso evitativo Ainsworth et al. (1978), señalan que las emociones más
frecuentes de los bebés con
APEGO, EMOCIÓN Y REGULACIÓN EMOCIONAL
497
apego evitativo en la situación extraña es la ausencia de angustia y de enojo ante las separaciones
del cuidador, y la indiferencia cuando vuelve; en la interacción relevan distancia y evitación.
Mikulincer (2003), enfatiza que en el estilo evitativo no hay seguridad en el apego, se produce una
autosuficiencia compulsiva y existe preferencia por una distancia emocional de los otros. Sin
embargo, se ha constatado en niños con este estilo que, aunque éstos parecen despreocupados
por las separaciones, muestran signos fisiológicos que denotan la presencia de ansiedad y esta
activación se mantiene por mucho más tiempo que en los niños seguros (ByngHall, 1995), lo que
también ha sido demostrado en bebés (Sroufe & Waters, 1977). En una investigación realizada con
niños en la etapa de ingreso a la guardería, Ahnert, Gunnar, Lamb y Barthel (2004), encontraron
mayores niveles de cortisol, de llanto y agitación, en la fase de adaptación de los niños con apegos
inseguros a la madre. Lo anterior concuerda con los resultados de Kobak y Sceery (1988), quienes
señalan que el autoreporte de los sujetos con estilo evitativo no refleja afecto negativo ni
síntomas de estrés y, sin embargo, los pares los consideran ansiosos y con un predominio de la
hostilidad. Los autores conceptualizan esta incongruencia como un sesgo hacia el no
reconocimiento de afecto negativo. Kochanska (2001) reporta que los niños evitativos son muy
temerosos a los 33 meses, y con altas probabilidades de expresar ese temor, y que presentan los
puntajes más altos al examinar el total de emociones negativas a esta edad. Kerr et al. (2003)
coinciden al señalar que este grupo reporta bajos niveles de emociones positivas; experimentan
más afecto negativo que el grupo seguro y menor afecto negativo que el grupo ambivalente.
Específicamente en relación con la rabia, Mikulincer (1998) señala que el estilo evitativo se inclina
a la ira pero, aunque presenten intensos episodios de enojo con alta hostilidad, tienden a
esconder su ira mediante la negación de su emoción o mostrándose positivo. En la vejez tardía,
este estilo se asocia con menor alegría y más interés, menos vergüenza y
miedo; esto es conceptualizado por los autores como un indicador de la tendencia de este estilo a
la minimización del afecto (Consedine & Magai, 2003). DESARROLLO DE LOS ESTILOS DE APEGO En
la teoría e investigación acerca del apego, se mantiene la hipótesis de que las reglas que regulan el
estrés relacionado a los afectos, evolucionan en el contexto de la responsividad parental a las
señales de estrés del niño (Kobak & Sceery, 1988; Sroufe, 2000a). En esta línea, una propuesta
interesante de cómo pueden desarrollarse los distintos estilos a través de la interacción de los
niños con sus figuras de apego, es realizada por Crittenden (1995). En el apego seguro, los
cuidadores responden a las conductas reflejas, afectivas y condicionadas del niño, y son capaces
de confortarlos cuando es necesario, de modo que éstos son reforzados en su comportamiento
(Crittenden, 1995); las principales características del cuidador son la capacidad de animar e
interactuar con el niño, sensibilidad a las señales emocionales y habilidades en apaciguar y
modificar conductas en respuesta a las señales del niño (Perris, 2000). Los sujetos de este grupo
representan a sus padres como amables y disponibles en momentos de estrés, y tienen un buen
recuerdo de sus experiencias de apego (Kobak & Sceery, 1988). Lo anterior se relaciona con los
resultados encontrados por Magai et. al. (2000), ya que el apego seguro presenta una asociación
negativa con las prácticas de crianza que incluyen como método la retirada del amor al niño. En los
niños con apego evitativo, de algún modo las madres han rechazado las señales afectivas lo que se
convierte en un castigo, y el niño aprende a inhibir las respuestas castigadas. Si el niño protesta
por el rechazo de la madre, ésta responde con la emoción de rabia; así, al inhibir la señal afectiva
se reduce el rechazo y la rabia de la madre y, a la vez, el niño aprende que la expresión de afectos
es contraproducente (Crittenden, 1995). Perris (2000), señala que los
498
GARRIDO-ROJAS
cuidadores de estos niños se caracterizan por una carencia en la validación de las señales
emocionales, no disponibilidad emocional, rechazo en forma manifiesta y aversión al contacto
corporal cercano. También Byng-Hall (1995), refiere que al observar niños con estilo evitativo en
sus hogares, se aprecia que son rechazados por sus padres; éstos sienten aversivo que el niño
busque contacto físico y tienden a retirarse ante su tristeza. Esto coincide con el reporte de
sujetos con este estilo, quienes señalan haber experimentado considerable rechazo y carencia de
amor desde los padres (Kobak & Sceery, 1988). En cuanto a las prácticas de crianza de los padres
de niños con estilo evitativo, se señala que giran en torno al castigo físico y la retirada del amor
(Magai et al., 2000). En el caso del apego ambivalente, la conducta afectiva de los cuidadores es
errática, cambiante o inconsistente, ya que la mayoría de las veces no responden en forma
adecuada a las necesidades del niño, pudiendo producirse una sobre o sub-responsividad. Así, el
niño no logra predecir cómo responderán sus cuidadores, lo que les genera rabia y ansiedad
(Crittenden, 1995). Son cuidadores que se caracterizan por la intermitencia en su capacidad de
responder con sensibilidad, inaccesibles en lo emocional, y con mezclas impredecibles de
respuestas que no satisfacen de modo consistente las necesidades de apego del niño (Perris,
2000). En relación con la teoría del aprendizaje esto se explica a través del condicionamiento
operante, donde la conducta de la madre se estructura en un programa de reforzamiento
impredecible, lo que aumentaría la tasa de respuesta del niño; éstos experimentan la asociación
temporal de su deseo y satisfacción, con emociones de rabia, miedo e incertidumbre (Crittenden,
1995). Todo lo anterior, implica la generación de emociones diversas que integran estructuras
cognitivo-afectivas; niños seguros aprenden el valor predictivo y comunicacional de las señales
interpersonales, dando sentido a cogniciones y afectos; niños evitativos aprenden a utilizar su
cognición en ausencia de interpretación de seña-
les afectivas y niños ambivalentes se refuerzan por sus conductas afectivas, aunque no aprenden
una organización cognitiva que les permita reducir la inconsistencia en sus madres (Crittenden,
1995). Aún considerando esta propuesta, es necesario señalar que no todas las investigaciones
muestran la primacía de las conductas de la madre como fuente principal en la formación de los
estilos de apego (Grossmann et al., 2002; Grossmann, Grossmann & Zimmermann, 1999; Lamb,
2005). De Wolff e Ijzendoorn (1997), realizan un meta-análisis que incluye 66 estudios con
antecedentes parentales que se relacionan con seguridad en el apego, con el objetivo de dilucidar
si la sensibilidad materna se asocia con la seguridad del apego en el niño, y con qué fuerza. Los
resultados muestran una asociación mediana entre sensibilidad materna y apego seguro,
concluyendo que es un factor importante pero no único, lo que subraya la necesidad de una
aproximación multidi-mensional de los determinantes del apego y la regulación emocional, en
lugar de centrarse sólo en la sensibilidad materna; parece necesario acercarse al contexto global y
ambiental, que incluya la interacción entre la sensibilidad materna, acumulación de estresores y
factores de riesgo, sistemas familiares y eventos vitales (De Wolff & Ijzendoorn, 1997). Esto ya ha
sido incorporado en investigaciones actuales, en que se han integrado otras posibles figuras de
apego como la presencia de abuelas en el caso de madres adolescentes (Carrillo, Maldonado,
Saldarriaga, Vega & Díaz, 2004). ESTILOS DE APEGO Y ESTRATEGIAS DE REGULACIÓN EMOCIONAL
Los estilos de apego se asocian a ciertas emociones y, además, se relacionan con la expresión de
éstas y su regulación; de este modo, las estrategias utilizadas para expresar y regular emociones,
actúan de acuerdo al estilo de apego (Kobak & Sceery, 1988; Lecannelier, 2002a; Valdés, 2002). En
la literatura científica revisada, es posible apreciar la inexistencia de un acuerdo en relación al
concepto de regulación emocional; se discute la delimitación entre emo-
APEGO, EMOCIÓN Y REGULACIÓN EMOCIONAL
499
ción y regulación emocional (Cole, Martín & Dennis, 2004; Eisenberg & Spinrad, 2004; Reeve,
2003; Ulich, 1985); la presencia de distintas perspectivas tanto teóricas como metodológicas
(Langlois, 2004); la insistencia en la complejidad y multidimensionalidad del concepto (Stifter,
2002; Diamond & Aspinwall, 2003); las distinciones en la conceptualización, medición e
importancia del contexto (Fox & Calkins, 2003; Kopp & Neufeld, 2003); aspectos biológicos y
efectividad de las estrategias (Silva, 2003), y las relaciones entre desarrollo y regulación emocional
(Bell & Calkins, 2000; Diener et al., 2002; Eisenberg & Moore, 1997; Lecannelier, 2002a; Sroufe,
2000a, 2000b; Stifter, 2002; Walden & Smith, 1997). No es tema de este artículo esta discusión,
aunque parece relevante explicitarla, y señalar cuál es la conceptualización que se adopta en éste.
Thompson (1994), define regulación emocional como el ͞proceso de iniciar, mantener, modular o
cambiar la ocurrencia, intensidad o duración de los estados afectivos internos y los procesos
fisiológicos, a menudo con el objetivo de alcanzar una meta͟ (p. 106). Esta definición se considera
como base, ya que permite conceptualizar la regulación emocional como un proceso que ayuda al
ser humano a manejar sus estados emocionales, para lo que puede utilizar distintos tipos de
estrategias que conducen a ese objetivo. Una de las tesis de este artículo, enfatiza que la elección
de estas estrategias, tiene que ver con el estilo de apego que tenga el sujeto, es decir, en cada
estilo se tienden a privilegiar ciertas formas de manejar y regular las emociones. Para Sroufe
(2000a), el apego es concebido como la regulación diádica de la emoción; pronostica que cuando
esta regulación es eficaz en la primera infancia a través de un apego seguro, tendrá consecuencias
en la expresión, modulación y flexibilidad en el control de las emociones por el niño. Señala que
niños con apego seguro expresan directamente sus emociones, exhiben notable curiosidad, gusto
por la exploración y expresividad afectiva; en situaciones de afecto
intenso permanecen organizados, manifiestan esfuerzos por modular la excitación, presentan
flexibilidad en lo emocional adecuando la expresión de sus impulsos y emocionalidad al contexto.
Además, acuden eficazmente a otros cuando sus propias capacidades fallan. Por el contrario,
Sroufe enfatiza que en general, sujetos con historias de apego ansioso tienden a experimentar
dificultades para manejar los desafíos emocionales de las relaciones con sus iguales. Lo anterior
concuerda con los resultados de una investigación realizada por Kerr et al. (2003), cuyo objetivo
era explorar la relación entre el estilo de apego adulto, experiencia y expresividad emocional, en
que los participantes con estilo seguro son los más expresivos emocionalmente y reportan niveles
más bajos de inhibición emocional; participantes con estilos inseguros, tanto ambivalentes como
evitivos, presentan indicadores de expresión emocional significativamente más bajos que los de
estilo seguro y ambos grupos reportan mayor inhibición emocional que los del grupo seguro. En
cuanto a experiencia emocional, los grupos de estilos seguros y ambivalentes reportan los más
altos niveles de intensidad emocional total y el grupo seguro es significativamente más alto que el
grupo evitativo. Al examinar por separado experiencias afectivas positivas y negativas, el grupo
ambivalente reporta los niveles más altos de afecto negativo, mientras que el grupo seguro
reporta los niveles más altos de afecto positivo. El grupo evitativo reporta los niveles más bajos de
experiencia emocional total y bajos niveles de emociones positivas. Kerr et al. (2003), concluyen
que si bien el grupo ambivalente no se considera a sí mismo expresando más emoción que el
grupo seguro, estos tienen altos niveles de inhibición emocional y de experiencia emocional total,
y los más altos niveles de afecto negativo. Estos resultados apoyan la noción que los niveles de
expresividad en su conjunto, de sujetos con estilo ambivalente, no representan la cantidad de
emoción que ellos experimentan, especialmente emociones negativas. Por otro lado, en el estilo
evitativo se aprecia una incongruencia importante, ya que reporta niveles bajos de experiencia
emocional total y, sin embargo, sus puntajes en inhibición fueron tan altos como
500
GARRIDO-ROJAS
los de los participantes ambivalentes, lo que sugiere una falta de conciencia o incapacidad de
reconocer sus experiencias emocionales internas y dificultad en la expresión de emociones. Más
aún, Kobak y Sceery (1988), señalan que existe dificultad en el recuerdo de experiencias
estresantes en la niñez, y lo conceptualizan como un intento de aislar o minimizar el estrés en el
ámbito de los afectos, asociado a la experiencia de rechazo. En una línea similar, Diener et al.
(2002) realizan una investigación que examina las estrategias conductuales para la regulación
emocional, expresión emocional, estilos reguladores y calidad del apego con la madre y el padre
de niños de 12 y 13 meses de edad. Los autores concluyen que los niños con apego seguro a
ambos padres, muestran mayor consistencia en estrategias orientadas hacia éstos, que los niños
con apego inseguro a uno o ambos padres. Otro aspecto relevante, es que el nivel de malestar y
estrés experimentado es mayor en los niños ambivalentes que en los seguros, cuando se desvía la
atención parental y el niño no tiene alternativas de ocupar su atención. En relación a la utilización
de estrategias conductuales, los resultados de Diener et al. (2002) muestran que niños con estilo
de apego evitativo hacia el padre, son más propensos a comprometerse en técnicas distractoras
en situaciones estresantes, que niños con apego seguro o ambivalente. En cambio, niños
ambivalentes con sus padres tienden a la auto-tranquilización, comprometiéndose en conductas
tales como chuparse el pulgar. Los descubrimientos de esta investigación aportan evidencia
empírica en que la calidad del apego del niño al padre se encuentra asociado en forma significativa
al desarrollo de estilos de regulación emocional. Mikulincer y Sheffi (2000), relacionan estilos de
apego con ciertas reacciones cognitivas ante el afecto positivo; personas con apego seguro
reaccionan a éste con una mejor ejecución en la resolución creativa de problemas, personas con
apego evitativo no presentan diferencias en sus reacciones cognitivas tendiendo a
distanciarse mentalmente del material afectivo, y sujetos con apego ambivalente, no reportan
aumento en el afecto positivo y muestran una peor ejecución en la resolución creativa de
problemas en afecto positivo. En este último caso, los sujetos suelen adoptar una postura rígida y
una actitud hipervigilante hacia la novedad y la incertidumbre, y activan reacciones defensivas que
intentan negar la experiencia afectiva; esto puede tener que ver con la emoción predominante de
temor, encontrada en otras investigaciones (Kochanska, 2001). Lecannelier (2002b) señala cómo
niños con distintos patrones de apego presentan diferencias en su narrativa, lo que muestra
énfasis en ciertas estrategias de regulación emocional. En el estilo de apego seguro, Lecannelier
(2002b) plantea que existe una descripción y elaboración de las emociones, a la vez que una
contextualización relacional de éstas; para el codificador queda la percepción de un niño que se
siente cómodo en la expresión de sus afectos, sin restricciones emocionales, y sin índices de
ansiedad durante la entrevista. Al contrario, en el caso del estilo evitativo aparece una
sobrerregulación emocional; es escasa la aparición de los afectos en la discusión, ya sean positivos
o negativos, quedando la impresión de que el sujeto intenta dejar fuera los estados emocionales,
haciendo la menor referencia posible a ellos. En el estilo ambivalente, una de las características
principales tiene que ver con la presencia de un estado emocional constante que es la
preocupación, sobretodo en relación con las figuras de apego, y el predominio del miedo a la
separación, por lo que una estrategia es estar muy cerca de los padres. Otros autores como
Mikulincer et al. (2003), también establecen relaciones entre estilos de apego y regulación
emocional, y señalan que una de las mayores fuentes de variación en las estrategias de regulación
del afecto, tiene que ver con la disponibilidad de la figura de apego. En el apego seguro se describe
una disponibilidad de esta figura, que promueve la formación de un sentido de seguridad; así, se
forman expectativas positivas acerca de la disponibilidad
APEGO, EMOCIÓN Y REGULACIÓN EMOCIONAL
501
de los otros y visiones positivas del sí mismo como competente y valorado. Cuando otros
significativos no están disponibles o no responden a las necesidades, la búsqueda de proximidad
fracasa en aliviar el malestar y no se logra seguridad en el apego; así, se forman representaciones
negativas del sí mismo y los otros, y se desarrollan estrategias de regulación afectiva distintas a la
búsqueda de proximidad (Mikulincer et al., 2003). Así, los estilos de apego inseguros son
caracterizados por el fracaso del alivio del estrés a través de la búsqueda de proximidad, lo que
trae como consecuencia la adopción de otras estrategias de regulación emocional. Esto coincide
con los resultados de Florian, Mikulincer y Bucholtz (1995), que reportan que personas con estilo
seguro reportan una búsqueda mayor de apoyo emocional e instrumental que los estilos inseguros
y, a su vez, tienden a percibir a los otros significativos como entregando altos niveles de apoyo. Lo
contrario sucede en personas con estilos inseguros, ya que tienden a percibir un nivel
relativamente bajo de disponibilidad en el apoyo emocional e instrumental de otros y presentan
una baja tendencia a la búsqueda de apoyo social en tiempos de necesidad. Lo anterior es
coherente con los resultados de Kobak y Sceery (1988), quienes señalan que sujetos con estilo
seguro reconocen el estrés y recurren a otros en búsqueda de apoyo, en cambio, el estilo evitativo
está organizado por reglas que limitan el reconocimiento del estrés y, asimismo, los intentos
asociados de búsqueda de apoyo. En el estilo ambivalente, reportan una atención directa al estrés
y a las figuras de apego, en un modo hipervigilante, que finalmente inhibe el desarrollo de la
autonomía y autoconfianza. En la misma línea se encuentra lo reportado por Byng-Hall (1995),
quien señala que los niños que poseen un estilo evitativo tendrían como estrategia el mantener
distancia, tanto física como emocional, para reducir la probabilidad de arrebatos emocionales que
puedan conducir al rechazo; de tal modo, el niño no aprende a explorar sentimientos e intimidad.
Al contrario, en el estilo ambivalente la estrategia es mantener cercanía, pegarse al padre, ser
demandante, infan-
til, e incluso, amenazar con mayor distancia para estimular a la otra persona a estar más cerca.
Shaver y Mikulincer (2002a), realizan una recopilación de una serie de investigaciones en relación
con estilos de apego y estrategias de regulación afectiva. Señalan que individuos con apego seguro
se sienten menos amenazados por información potencialmente estresante, pueden experimentar,
expresar y autorevelar verbalmente emociones, y no llegan a estar perdidos en una escalada de
preocupaciones y memorias negativas. Buscan apoyo cuando se encuentran bajo estrés y utilizan
medios constructivos de afrontamiento; sienten comodidad al explorar nuevos estímulos, son
menos hostiles a miembros de otros grupos y más empáticos hacia personas que lo necesitan. Los
sujetos evitativos se caracterizan por realizar una desactivación de estrategias, incluyendo una
exclusión defensiva de pensamientos y recuerdos dolorosos, no reconocimiento de su propia
hostilidad, segregación de los sistemas mentales y disociación entre los niveles conciente e
inconsciente de respuesta. Por último, individuos ansiosos exhiben una variedad de efectos
compatibles con la noción de la hiperactivación de estrategias, incluyendo rápido acceso a
recuerdos dolorosos, propagación automática de la emoción negativa desde un incidente
recordado a otro, y un cierre cognitivo paradójico en respuesta a la inducción de afecto positivo.
Su inhabilidad para regular recuerdos emocionales negativos, es compatible con la constante
preocupación en que permanecen; a menudo pueden llegar a estar perdidos en recuerdos
emocionales negativos (Shaver & Mikulincer, 2002a). En relación con lo anterior, y como una
forma de organizar la información teórica y empírica que ha surgido en la temática, Shaver y
Mikulincer (2002a) proponen un modelo integrativo de la activación, sobreactivación y
desactivación del sistema de apego. Sujetos con apego seguro, ante los signos de amenaza activan
el sistema de apego, buscan la proximidad de la figura de apego y, si ésta es disponible, hay un
sentido de base segura activándose estrate-
502
GARRIDO-ROJAS
gias de compromiso en exploración, afiliación, toma de riesgos, actividades prosociales y dar
cuidado. En cambio, cuando la figura de apego no está disponible, hay inseguridad en el apego y
pueden producirse dos situaciones; si la opción de búsqueda de proximidad no es viable, hay una
desactivación de estrategias, como la supresión de emociones negativas y de cogniciones, y un
distanciamiento de la amenaza y de los contextos de apego, lo que se produce comúnmente en el
estilo evitativo; la distancia incluye inatención activa a los eventos amenazantes y supresión e
inhibición de pensamientos y recuerdos evocadores de estrés y de sentimientos de vulnerabilidad.
La otra posibilidad, es que la búsqueda de proximidad sí sea viable y se produzca una
sobreactivación de estrategias, con lo que aumenta el estrés, se produce una hipervigilancia y
rumiación, lo que tiende a suceder en el estilo ambivalente. Esto tiende a mantener un sentido de
malestar y dolor, lo que concuerda plenamente con la investigación de Mikulincer et al. (2002),
que reporta una aumentada activación de las representaciones de las figuras de apego en el estilo
ambivalente, tanto en contextos neutrales como amenazadores; lo anterior sugiere una activación
crónica y disfuncional del sistema de apego, preocupaciones en relación al apego y la
imposibilidad de diferenciar los contextos de amenaza, lo que exacerba el estrés. DISCUSIÓN Este
artículo tenía como objetivo realizar una revisión acerca de las relaciones que se han encontrado
entre estilos de apego, emoción y regulación emocional y discutir posibles relaciones con la salud
física de los seres humanos a partir de diversas investigaciones en el área. Lo anterior surge como
relevante ya que si bien la literatura en apego es sumamente amplia y variada, no es posible
encontrar una sistematización, en nuestro medio, que permita conectar los distintos temas;
Waters et al. (2002), señalan que existe relativamente poca investigación que conecte la seguridad
en el apego a la regulación del afecto. Más difícil aún es encontrar investigaciones que relacionen
los estilos de apego con la salud física.
Lo anterior da cuenta de un área potencial de investigación que ha sido escasamente explorada,
ya que el énfasis a través de la historia han sido las relaciones entre apego y psicopatología. En
cuanto a estilos de apego y emociones más frecuentes, en el apego seguro se presentan mayor
cantidad de emociones como confianza, alegría, placer, calma y tranquilidad; en el estilo evitativo
predominan emociones de ansiedad, miedo, rabia, hostilidad y desconfianza y, en el estilo
ambivalente, resaltan emociones como preocupación, rabia, miedo, estrés y ansiedad. Con
respecto a las estrategias de regulación emocional, en el estilo seguro se utilizan mayormente
estrategias de búsqueda de proximidad, afiliación, exploración; alta expresión de las emociones y
búsqueda de apoyo social. En el estilo evitativo se tienden a utilizar estrategias de inhibición
emocional, distanciamiento de lo emocional y afectivo, exclusión de recuerdos y pensamientos
dolorosos, inhibición de búsqueda de proximidad, supresión de emociones negativas y
distanciamiento de los contextos de apego. En el estilo ambivalente se utilizan con mayor
frecuencia estrategias de búsqueda de proximidad hacia las figuras de apego, hipervigilancia,
rumiación, y sobreactivación general del organismo, inhibición emocional, atención directa al
estrés, acceso constante a recuerdos emocionales negativos, activación crónica y disfuncional del
sistema de apego. Considerando estos hallazgos, surgen algunos análisis que parece relevante
destacar, y que se relacionan con tres áreas principales; por un lado, la presencia de ciertas
emociones y estrategias en cada estilo, conducen a preguntarse por la salud física de los sujetos,
debido a la multiplicidad de investigaciones que vinculan la presencia de emociones específicas y
la salud del ser humano. Luego, este mismo análisis, conduce al cuestionamiento de la efectividad
de las estrategias de regulación utilizadas ya que, a la luz de estos hallazgos, algunas estrategias
podrían parecer más bien desrreguladoras. Por último, surge la relevancia de los estilos de apego
por sus implicancias para el desarrollo de cada sujeto, y
APEGO, EMOCIÓN Y REGULACIÓN EMOCIONAL
503
desde allí, rescatar el aporte de investigaciones que enfatizan la importancia de distintos factores
en la formación de estos, enfatizando por cierto la familia, y centrándose no sólo en la díada
madrehijo, sino también en el vínculo que se produce entre padre-hijo, lo que puede influir en el
diseño y aplicación de programas de prevención, ampliando las posibilidades de favorecer el
desarrollo de apego seguro en los niños. El primer análisis se relaciona con la presencia de
distintas emociones en cada estilo y los efectos en la salud física. Diversos autores enfatizan que se
ha comprobado que hay ciertas emociones dañinas para la salud física (Barra, 2003a, 2003b;
Cacioppo, 2003; Crossley & Morgado, 2004; Fredrickson, 2001; Mendoza & Mendoza, 2001; Nieto-
Munuera, Abad, Albert & Arreal, 2003; Ryff & Singer, 2003; Salovey, Rothman, Detweiler &
Steward, 2000; Suinn, 2001; Valdés & De Flores, 1990), entre las que destacan la rabia, ira,
ansiedad, hostilidad y estrés; éstas pueden afectar la probabilidad, inicio y progresión de
enfermedades diversas, como afecciones cardíacas, cáncer, artritis, SIDA, hipertensión arterial,
entre otras. Al relacionar esto con los estilos de apego, se hipotetiza que los estilos inseguros,
tanto ambivalente como evitativo, están más expuestos a problemas de salud física por la
presencia constante, justamente, de las emociones que producen los mayores daños según lo
reportado en la mayoría de las investigaciones. Todo lo contrario debería ocurrir en el estilo de
apego seguro; el hecho de presentar en mayor medida emociones como alegría, confianza,
seguridad y tranquilidad, podría conducir a un mayor bienestar en la salud del individuo; según lo
que reporta Fredrickson (2001), las emociones positivas ayudan al crecimiento social, a la
resiliencia psicológica, a la conexión social, a ampliar repertorios de acción y pensamiento, a
deshacer la persistencia de emociones negativas y mejorar el bienestar emocional. En la misma
línea, Ryff y Singer (2003) enfatizan que las emociones positivas pueden ser protectoras y
promover una salud positiva.
En un segundo análisis, al considerar qué efectos podrían tener las estrategias de regulación
emocional utilizadas en los distintos estilos, se podría continuar con hipótesis tendientes a esperar
una mejor salud física en estilos de apego seguro, y un deterioro mayor de ésta, en ambos estilos
inseguros. El estilo seguro se caracteriza por estrategias centradas, por un lado, en la búsqueda de
apoyo y proximidad, y por otro, en la expresión de las emociones que sienten, ya sean positivas o
negativas; estas estrategias de regulación son consideradas como positivas y protectoras de la
salud de los sujetos, especialmente el apoyo social y la expresión emocional (Barra, 2003a, 2003b;
King & Miner, 1998; Pennebaker, 1997; Pennebaker & Seagal, 1999; Salovey et al., 2000). En el
estilo evitativo en cambio, la tendencia central es a la supresión emocional e inhibición de
búsqueda de proximidad. Las investigaciones enfatizan que la supresión e inhibición de las
emociones produce efectos perjudiciales en la salud física de los sujetos (Barra, 2003a, 2003b;
Giese-Davis & Spiegel, 2003; Salovey et al., 2000; Silva, 2003), así como también la falta de apoyo
social (Salovey et al., 2000). Por otra parte, el estilo ambivalente se caracteriza por una
hipervigilancia, rumiación, y sobreactivación general del organismo como estrategias reguladoras,
sumado a la inhibición emocional, atención directa al estrés y acceso constante a recuerdos
emocionales negativos. Diversas investigaciones señalan que la afectividad negativa perjudica la
salud física (Barra, 2003a, 2003b; Salovey et al., 2000); a lo anterior se suma lo perjudicial de la
inhibición emocional, ya explicado anteriormente, y también la atención constante al estrés e
hipervigilancia, que van perpetuando la sobreactivación del organismo y así, la generación y
mantenimiento de diversa sintomatología en la salud física de los individuos (Barra, 2003a, 2003b;
Crossley & Morgado, 2004; Martínez-Sánchez, Páez, Pennebaker & Rimé, 2002; Mendoza &
Mendoza, 2001; NietoMunuera, Abad, Albert & Arreal, 2003; Salovey et al., 2000; Suinn, 2001;
Valdés & De Flores, 1990).
504
GARRIDO-ROJAS
A partir del análisis realizado, surge como relevante la pregunta de qué tan efectivas son las
estrategias utilizadas por los sujetos en la regulación de sus emociones. Si se consideran los
resultados más destacados de las investigaciones, parece más bien que en el caso de ambos estilos
inseguros, tanto evitativo como ambivalente, las estrategias escogidas pueden hacer al sujeto más
vulnerable a determinadas problemáticas en su salud física, ya que además de no lograr terminar
con las emociones que gatillaron las estrategias, estas emociones tienen efectos negativos en la
salud de los sujetos. A partir de esto, parece pertinente el cuestionamiento de si en este caso se
podría hablar de estrategias que pueden llegar a ser incluso desrreguladoras para estos sujetos,
debido a la ineficacia en la modulación de las emociones, y la mayor probabilidad de
consecuencias negativas posterior a su utilización. Más aún, sería interesante dilucidar si existe
mayor riesgo en uno de los dos estilos inseguros, o si, dependiendo de las distintas estrategias
utilizadas, existan tendencias diferenciales en la generación y desarrollo de enfermedades
específicas. Esto conduce al tercer análisis, que se centra en la relevancia de los estilos de apego
en la salud de los seres humanos y la consecuente sensación de una necesidad creciente de
generar propuestas de promoción e intervención, en relación a mejorar la calidad del estilo de
apego en búsqueda de la formación de apegos seguros. Esto ya ha sido puesto en práctica en
diversos lugares, y la investigación da cuenta de resultados positivos; un ejemplo de ello, es el
desarrollo que ha tenido en Colombia el Programa Madre Canguro (PMC), que ya ha sido objeto
de estudio y que se ha evaluado como un factor protector de díadas madre-hijo (Ortiz, Borré,
Carrillo & Gutiérrez,
2006). Además, parece también fundamental poner atención a las diversas investigaciones que
han comenzado a relevar la importancia no sólo de la madre, sino también de otros vínculos en
este proceso de formación, lo que amplía las posibilidades de integrar a otros miembros de la
familia en el desarrollo de programas de prevención y/o intervención, aumentando a su vez, las
opciones de generar un apego seguro con al menos uno de los padres. Un desafío pendiente, es
realizar investigaciones que permitan evaluar relaciones entre estilos de apego y salud física, para
así poder evaluar las hipótesis aquí planteadas. Aunque en la literatura se han documentado
relaciones entre estilos de apego y psicopatología (Allen et al., 2001; Andersson & Perris, 2000;
Bowlby, 1986, 1988; Crittenden, 1995; Egeland & Carlson, 2004; González & Méndez, 2006; Green
& Goldwyn, 2002; Moneta, 2003; Muris, Mayer & Meesters; 2000; Sroufe, 1997; Sroufe, 2000b), se
aprecia una carencia en torno a lo que sucede con la salud física que sería importante dilucidar, ya
que se esperaría confirmar que los estilos inseguros poseen diversos factores de riesgo, que
implican una mayor propensión al desarrollo de afecciones en su salud física. Por último, es
necesario señalar que las investigaciones utilizan instrumentos diversos que no necesariamente
coinciden en los resultados encontrados, lo que mantiene preguntas sin respuestas definitivas en
distintas temáticas relacionadas al apego. Esto reafirma la necesidad de seguir investigando, con el
objetivo último de llegar a resultados fiables y así poder mejorar la calidad de vida del ser humano.
APEGO, EMOCIÓN Y REGULACIÓN EMOCIONAL
505
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Teoria del apego de John Bowlby

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Teoria del apego de John Bowlby

  • 1. La teoría del apego de John Bowlby La necesidad de bebé de estar próximo a su madre, de ser acunado en brazos, protegido y cuidado ha sido estudiada científicamente. La experiencia de su trabajo en instituciones con niños privados de la figura materna condujo al psicólogo John Bowlby a formular la teoría del apego. El apego es el vínculo emocional que desarrolla el niño con sus cuidadores o figuras de apego (Caregivers) y que le proporciona la seguridad emocional indispensable para un buen desarrollo de la personalidad. La tesis fundamental de la Teoría del Apego es que el estado de seguridad, ansiedad o temor de un niño es determinado en gran medida por la accesibilidad y capacidad de respuesta de su principal figura de afecto (persona con que se establece el vínculo). El apego proporciona la seguridad emocional del niño: ser aceptado y protegido incondicionalmente. Este planteamiento también puede observarse en distintas especies animales y que tiene las mismas consecuencias: la proximidad deseada de la madre como base para la protección y la continuidad de la especie. El trabajo de Bowlby estuvo influenciado por Konrad Lorenz (1903-1989) quien en sus estudios con gansos y patos en los años 50, reveló que las aves podían desarrollar un fuerte vínculo con la madre (teoría instintiva) sin que el alimento estuviera por medio. Pero fue Harry Harlow (1905-1981) con sus experimentos con monos, y su descubrimiento de la necesidad universal de contacto quien le encaminó de manera decisiva en la construcción de la Teoría del Apego. El bebé ±según ésta teoría- nace con un repertorio de conductas las cuales tienen como finalidad producir respuestas en los padres: la succión, las sonrisas reflejas, el balbuceo, la necesidad de ser acunado y el llanto, no son más que estrategias por decirlo de alguna manera del bebé para vincularse con sus papás. Con este repertorio los bebés buscan mantener la proximidad con la figura de apego, resistirse a la separación, protestar si se lleva a cabo (ansiedad de separación), y utilizar la figura de apego como base de seguridad desde la que explora el mundo. Más tarde Mary Ainsworth (1913-1999) en su trabajo con niños en Uganda, encontró una información muy valiosa para el estudio de las diferencias en la calidad de la interacción madre-hijo y su influencia sobre la formación del apego. Ainsworth encontró tres patrones principales de apego: niños de apego seguro que lloraban poco y se mostraban contentos cuando exploraban en presencia de la madre; niños de apego inseguro, que lloraban frecuentemente, incluso cuando estaban en brazos de sus madres; y niños que parecían no mostrar apego ni conductas diferenciales hacia sus madres. Estos comportamientos dependían de la sensibilidad de la madre a las peticiones del niño. La teoría del apego tiene una relevancia universal, la importancia del contacto continuo con el bebé, sus cuidados y la sensibilidad a sus demandas están presentes en todos los modelos
  • 2. de crianza, con variaciones según el medio cultural, pero manteniéndose la universalidad de la importancia del apego. ³Un niño que sabe que su figura de apego es accesible y sensible a sus demandas les da un fuerte y penetrante sentimiento de seguridad, y la alimenta a valorar y continuar la relación´ (John Bowlby). M. Ainsworth J. Bowlby La Teoría del Apego, esta es una teoría iniciada en los años cincuenta que parte de una perspectiva etológica, bien a tono con los derroteros epistemológicos de su tiempo. Sus principales exponentes, J. Bolwby y M. Aisworth plantean que la separación producida entre un niño pequeño y una figura de apego es de por sí perturbadora y suministra las condiciones necesarias para que se experimente con facilidad un miedo muy intenso. Como resultado, cuando el niño visualiza ulteriores perspectivas de separación, surge en él cierto grado de ansiedad. El propio Bolwby cree que su planteo es una combinación de la Teoría de las señales y de la Teoría del apego frustrado (Bolwby, 1985).
  • 3. Bolwby pensaba que la relación entre lo que provoca temor y lo que realmente puede dañarnos es indirecta. Sin embargo compartimos con los animales ciertos temores: el desconocimiento del otro ser o de un objeto; el temor a objetos que aumentan de tamaño o se aproximan rápidamente; el temor a los ruidos intensos y el temor a la oscuridad y el aislamiento. Nada de esto es peligroso en sí mismo pero desde el punto de vista evolutivo tiene explicación: son señales de peligro, por ejemplo, la presencia de depredadores que se perciben como seres extraños y que se aproximan comúnmente durante la noche y la cercanía de un desastre natural (Bolwby, 1985). La tesis fundamental de la Teoría del Apego es que el estado de seguridad, ansiedad o zozobra de un niño o un adulto es determinado en gran medida por la accesibilidad y capacidad de respuesta de su principal figura de afecto. Cuando Bowlby se refiere a presencia de la figura de apego quiere decir no tanto presencia real inmediata sino accesibilidad inmediata. La figura de apego no sólo debe estar accesible sino responder de manera apropiada dando protección y consuelo. Su teoría defiende tres postulados básicos: Cuando un individuo confía en contar con la presencia o apoyo de la figura de apego siempre que la necesite, será mucho menos propenso a experimentar miedos intensos o crónicos que otra persona que no albergue tal grado de confianza. La confianza se va adquiriendo gradualmente durante los años de inmadurez y tiende a subsistir por el resto de la vida. Las diversas expectativas referentes a la accesibilidad y capacidad de respuesta de la figura de apego forjados por diferentes individuos durante sus años inmaduros constituyen un reflejo relativamente fiel de sus experiencias reales. Relevancia de la Teoría del Apego Es una teoría que a pesar de su declarada filiación etológica, de adaptación, maneja muchos conceptos propiamente psicológicos y de cualificación de la relación. Se destaca además por investigar la perspectiva evolutiva del apego, lo cual no es común en otros modelos. Bolwby parte de una perspectiva evolutiva de sesgo darwiniano, sin embargo, a pesarde mostrar una indudable orientación etológica al considerar el apego entre madre e hijo como una conducta instintiva con un claro valor adaptativo de sobrevivencia, su concepción de la conducta instintiva iba más allá de las explicaciones que habían ofrecido etólogos como Lorenz, con un modelo energético-hidraúlico muy en consonancia con los antiguos postulados de la física mecánica. Basándose en la teoría de los sistemas de control, Bolwlby planteó que la conducta instintiva no es una pauta fija de comportamiento que se reproduce siempre de la misma forma ante una determinada estimulación, sino un plan
  • 4. programado con corrección de objetivos en función de la retroalimentación, que se adapta, modificándose, a las condiciones ambientales (Oliva, s/a) Es interesante señalar que la Teoría del Apego investiga la ontogenia de las respuestas a la separación e incluye referencias a Piaget al hablar de la interacción del apego con el desarrollo cognitivo del bebé en la segunda mitad del primer año de vida, cuando este logra permanencia del objeto. En las 28-30 semanas de vida se da el punto de viraje es decir aparecen las respuestas a la separación como evidentes; el bebé ha empezado a percibir el objeto como algo que existe independientemente de sí mismo, aún cuando no lo perciba directamente por lo cual puede iniciar su búsqueda. Hay experimentos de los 70 que demuestran que la permanencia de las personas se produce primero que la permanencia de los objetos inanimados (Oliva, s/a). La tendencia a reaccionar con temor a la presencia de extraños, la oscuridad, los ruidos fuertes, etc, son interpretados por Bolwby como el desarrollo de tendencias genéticamente determinadas que redundan en una predisposición a enfrentar peligros reales de la especie y que existen en el hombre durante toda la vida. Aunque inicialmente esta postura podría evaluarse como demasiado sesgada hacia la carga biológica, en realidad, Bolwby completa su postura refiriéndose a una serie de circunstancias psicológicas y culturales que dan lugar a estas reacciones. En este sentido hace referencia a los peligros imaginarios, los indicios culturales aprendidos de otras personas sobre el peligro, la racionalización, la atribución de significado a las conductas de los niños por parte de los padres, la proyección y el contexto familiar (Bolwby, 1985). A. La teoría formulada por John Bowlby y Mary Ainsworth sobre el vínculo afectivo que se establece entre madre e hijo es un planteo teórico de mucha fuerza en el área del desarrollo socio-emocional. Con el paso del tiempo esta teoría se ha fortalecido y enriquecido gracias a una gran cantidad de investigaciones realizadas en los últimos años que la han convertido en una de las principales áreas de investigación evolutiva (Oliva, s/a). Esta teoría está basada en observaciones naturalistas y en una extensa investigación empírica. En la década del 40, Anna Freud y Burlingham describieron la experiencia de cuidado de niños en una guardería separados de sus madres. Ellos observaron que los niños poco tiempo después de estar en las guarderías, desarrollaban un sentimiento intenso de posesión hacia las niñeras y daban señales de inquietud cuando esta no estaba disponible. Durante los años sesenta, Schaffer y Emerson (1964) realizaron en Escocia una serie de observaciones sobre sesenta bebés y sus familias durante los dos primeros años de vida. Este estudio puso de manifiesto que el tipo de vínculo que los niños establecían con sus padres dependía fundamentalmente de la sensibilidad y capacidad de respuesta del adulto con respecto a las necesidades del bebé (en Bolwby, 1985). En 1970 Ainsworth y Bell diseñaron la Situación del Extraño (en Bolwby, 1985) para examinar el equilibrio entre las conductas de apego y de exploración, bajo condiciones de alto
  • 5. estrés. Desde este momento la Situación del Extraño se convirtió en el paradigma experimental por excelencia de la Teoría del Apego. La Situación del Extraño es una situación de laboratorio de unos veinte minutos de duración con ocho episodios. La madre y el niño son introducidos en una sala de juego en la que se incorpora una desconocida. Mientras esta persona juega con el niño, la madre sale de la habitación dejando al niño con la persona extraña. La madre regresa y vuelve a salir, esta vez con la desconocida, dejando al niño completamente solo. Finalmente regresan la madre y la extraña. Tal y como esperaba, Ainsworth encontró que los niños exploraban y jugaban más en presencia de su madre, y que esta conducta disminuía cuando entraba la desconocida y, sobre todo, cuando salía la madre. A partir, de estos datos, quedaba claro que el niño utilizaba a la madre como una base segura para la exploración, y que la percepción de cualquier amenaza activaba las conductas de apego y hacía desaparecer las conductas exploratorias (Oliva, s/a). Como resultado de este experimento Aisworth y Bell postularon lo que se conoce como los diferentes tipos de apego: Apego seguro: Es un tipo de relación con la figura de apego que se caracteriza porque en la situación experimental los niños lloraban poco y se mostraban contentos cuando exploraban en presencia de la madre. Inmediatamente después de entrar en la sala de juego, estos niños usaban a su madre como una base a partir de la que comenzaban a explorar. Cuando la madre salía de la habitación, su conducta exploratoria disminuía y se mostraban claramente afectados. Su regreso les alegraba claramente y se acercaban a ella buscando el contacto físico durante unos instantes para luego continuar su conducta exploratoria. Al mismo tiempo en observaciones naturalistas llevadas a cabo en el hogar de estas familias se encontró que las madres se habían comportado en la casa como muy sensibles y responsivas a las llamadas del bebé, mostrándose disponibles cuando sus hijos las necesitaban. Apego inseguro-evitativo: Es un tipo de relación con la figura de apego que se caracteriza porque los niños se mostraban bastante independientes en la Situación del Extraño. Desde el primer momento comenzaban a explorar e inspeccionar los juguetes, aunque sin utilizar a su madre como base segura, ya que no la miraban para comprobar su presencia, por el contrario la ignoraban. Cuando la madre abandonaba la habitación no parecían verse afectados y tampoco buscaban acercarse y contactar físicamente con ella a su regreso. Incluso si su madre buscaba el contacto, ellos rechazaban el acercamiento. Su desapego era semejante
  • 6. al mostrado por los niños que habían experimentado separaciones dolorosas. En la observación en el hogar las madres de estos niños se habían mostrado relativamente insensibles a las peticiones del niño y/o rechazantes. Los niños se mostraban inseguros, y en algunos casos muy preocupados por la proximidad de la madre, lloraban incluso en sus brazos. La interpretación global de Ainsworth en este caso era que cuando estos niños entraban enla Situación del Extraño comprendían que no podían contar con el apoyo de su madre y reaccionaban de forma defensiva, adoptando una postura de indiferencia. Como habían sufrido muchos rechazos en el pasado, intentaban negar la necesidad que tenían de su madre para evitar frustraciones. Así, cuando la madre regresaba a la habitación, ellos renunciaban a mirarla, negando cualquier tipo de sentimientos hacia ella (Oliva, s/a). Apego inseguro-ambivalente: Estos niños se mostraban muy preocupados por el paradero de sus madres y apenas exploraban en la Situación del Extraño. La pasaban mal cuando ésta salía de la habitación, y ante su regreso se mostraban ambivalentes. Estos niños vacilaban entre la irritación, la resistencia al contacto, el acercamiento y las conductas de mantenimiento de contacto. En el hogar, las madres de estos niños habían procedido de forma inconsistente, se habían mostrado sensibles y cálidas en algunas ocasiones y frías e insensibles en otras. Estas pautas de comportamiento habían llevado al niño a la inseguridad sobre la disponibilidad de su madre cuando la necesitasen (Oliva, s/a). Además de los datos de Ainsworth, diversos estudios realizados en distintas culturas han encontrado relación entre el apego inseguro-ambivalente y la escasa disponibilidad de la madre. Frente a las madres de los niños de apego seguro que se muestran disponibles y responsivas, y las de apego inseguro-evitativo que se muestran rechazantes, el rasgo que mejor define a estas madres es el no estar siempre disponibles para atender las llamadas del niño. Son poco sensibles y atienden menos al niño, iniciando menos interacciones. Otros estudios (Isabella, Stevenson-Hinde y Shouldice, en Oliva, s/a) encontraron que en ciertas circunstancias estas madres se mostraban responsivas y sensibles, lo que habla de una capacidad de actuar adecuadamente a las necesidades de sus hijos. Sin embargo, el no hacerlo siempre hace pensar a los investigadores que el comportamiento de las madres está afectado por su humor y su grado de tolerancia al estrés. El niño en este caso se comporta de modo tal que responde a una figura de apego que esta mínima o inestablemente disponible; el niño puede desarrollar una estrategia para conseguir su atención: exhibir mucha dependencia. Entonces acentúa su inmadurez y la dependencia puede resultar adaptativa a nivel biológico, ya que sirve para mantener la proximidad de la figura de
  • 7. apego. Sin embargo, a nivel psicológico no es tan adaptativa, ya que impide al niño desarrollar sus tareas evolutivas (Oliva, s/a). B. Teoría que centra el interés en el vínculo y la calidad de la interacción afectiva inicial, congruente con toda la investigación posterior. El término interacción fue utilizado por primera vez por Bolwby en un famoso artículo ³La índole del vínculo del hijo con su madre´ (Brazelton, 1993). Este artículo ejerció una poderosa influencia en la aplicación de un modelo observacional de la relación. Bowlby a diferencia de los psicoanalistas anteriores sostuvo que el intercambio con la madre no se basa únicamente en la simple gratificación oral y su concomitante reducción de la tensión. Bowlby tomó en cuenta la etología al describir el carácter muy activo de las conductas de vínculo del niño. El pensamiento analítico anterior hacía mucho hincapié en la dependencia del bebé con respecto a la madre, en la necesidad de gratificación para mantener bajo control la tensión instintual. A diferencia de esto, en Bowlby se aprecia el reconocimiento del rol del bebé en su voluntad de suscitar respuestas en su madre, y se hace énfasis en la actividad y no en la indefensión, en la facultad de promover conductas y no en la pasividad (Brazelton, 1993). Al hacer referencia al rol de la interacción Bowlby plantea que la experiencia de separación real mina la confianza pero no es suficiente para que surja la ansiedad de separación. Para ello es necesario que intervengan otras variables como amenazas de abandono con fines disciplinarios, discusiones de los padres con significado implícito de riesgo de separación, etc. Es muy típico escuchar a muchos padres con la amenaza de: ͞Si no te portas bien, te llamo al policía para que te lleve͟; o ͞Te dejaremos solo͟; o ͞Papá se marchará͟; o ͞Mamá se enfermará y se morirá͟, o amenazas y/o intentos reales de suicidio. C. Teoría de alto valor heurístico, que continúa generando investigación y debate en la psicología. Es sorprendente el número de investigaciones en Psicología que se ha generado a partir de la Teoría del Apego. En su artículo ͞Estado actual de la Teoría del Apego͟, A. Oliva resume varias líneas de investigación que se han abierto a partir de los debates que generan aún hoy los planteamientos cincuentenarios de Ainsworth y Bolwby. Reseñaremos a continuación algunas de las polémicas más importantes al interior de cada una de estas líneas de investigación. 1. Trasmisión generacional del apego. La transmisión intergeneracional de la seguridad en el apego ha sido cuestionada e investigada en varios estudios. El hecho de que los padres seguros tengan hijos con apego seguro, los padres preocupados niños con
  • 8. apego inseguro-ambivalente, y los padres rechazados niños de apego inseguro- evitativo, ha sido probado en varias investigaciones (Benoit y Parker, 1994; Fonagy, Steele y Steele, en Oliva, s/a). Se ha encontrado que la capacidad predictiva que las representaciones maternas tienen sobre el tipo de apego que establecen sus hijos es de alrededor del 80%. Estos datos ponen el acento en la transmisión intergeneracional del tipo de apego entre padres e hijos. Los investigadores explican este fenómeno a partir de los modelos internos activos que son trasmitidos a los hijos; que fueron construidos durante la infancia y reelaborados posteriormente. Este último aspecto es muy importante, ya que como señala Bretherton (en Oliva, s/a) lo importante no es el tipo de relación que el adulto sostuvo durante su infancia con sus figuras de apego, sino la posterior elaboración e interpretación de estas experiencias. Es decir, no es tan determinante el tipo de apego que se tuvo con los padres propios sino la reelaboración consciente e inconsciente que luego, durante la vida y el cumplimiento del rol de padres se haga de aquella experiencia. El hecho de que exista la transmisión generacional del apego no debe llevarnos a pensar que siempre es una copia exacta del apego materno. Si bien los modelos representacionales del tipo de apego parecen tener mucha estabilidad, algunos acontecimientos en la vida de los padres, pueden provocar su cambio. 2. Apego múltiple. Aunque Bowlby admitió que el niño puede llegar a establecer vínculos afectivos con distintas personas, pensaba que los niños estaban predispuestos a vincularse especialmente con una figura principal, y que el apego con esta figura sería especial y distinto cualitativamente del establecido con otras figuras secundarias. A esto lo llamó monotropía o monotropismo y planteaba que era lo más conveniente para el niño/a. Consecuentemente, una situación donde los niños fueran criados por varias personas no sería adecuada. Más tarde Bolwby afirmó haber sido malinterpretado sobre este particular (Oliva, s/a). Es común que cuando un niño/a está triste o enfermo busque la compañía de su madre preferentemente, pero también es posible que prefiera al padre. Investigaciones realizadas en este sentido prueban que en el momento del nacimiento los padres pueden comportarse tan sensibles y dispuestos a responder a los bebés como las madres (Oliva, s/a). El apego no sólo se produce con relación a las figuras parentales. Aunque se admite que hay poca investigación al respecto, se sabe que con los hermanos se logran
  • 9. verdaderas relaciones de apego. Los niños se ofrecen unos a otros ayuda y consuelo en situaciones desconocidas o amenazantes (Oliva, s/a). En conclusión, los niños son capaces de establecer vínculos de apego con distintas figuras, siempre que éstas se muestren sensibles y cariñosas. No es de antemano negativa la existencia de varias figuras de apego. Por el contrario puede ser muy conveniente, pues facilita elaboración de los celos, el aprendizaje por imitación y la estimulación variada. Incluso es una garantía para una mejor adaptación en caso de una inevitable separación de los padres en caso de accidente, enfermedad o muerte (Oliva, s/a). 3. Temperamento y Apego. Se ha pensado que existe una relación entre el temperamento del niño y el tipo de apego que pueda llegar a establecerse. Este tema ha creado un fuerte debate en los últimos años, sin que se haya llegado a un acuerdo absoluto. Hay varias hipótesis entre las cuales la que parece recibir mayor apoyo es la que se conoce como: el modelo de bondad de ajuste (Thomas y Chess, en Oliva, s/a). Esta postula que el factor clave es la interacción entre las características temperamentales del niño y las características de los padres. Es decir, ciertos rasgos del niño pueden influir en el tipo de interacción adulto-niño y, por tanto, en la seguridad del apego, pero en función de la personalidad y circunstancias del adulto. Por ejemplo, la irritabilidad en el niño puede suscitar respuestas completamente diferentes en dos personas de distintas características de personalidad. 4. Apego madre-apego padre. Bretherton, (en Oliva, s/a) plantea que hay una concordancia entre el tipo de apego que el niño establece con ambos progenitores. Cuando el niño muestra un tipo de apego seguro en la Situación del Extraño con la madre, es muy probable que también sea clasificado como de apego seguro cuando es el padre quien acompaña al niño en esta situación. También hay una clara similitud en cuanto al tipo concreto de apego inseguro mostrado hacia ambos padres. Sin embargo, los resultados reseñados parecen contradecir la hipótesis de ͞bondad de ajuste͟. Habría que investigar la influencia del paradigma experimental de la situación del extraño en el tipo de apego encontrado, según la clasificación tradicional. 5. Apego y ͞Day Care͟. Hay muchas investigaciones con datos algo contradictorios en torno al asunto de los cuidados alternativos a los bebés en su primera infancia y la relación de apego. Al parecer, los datos hacen difícil la generalización acerca de las influencias de los cuidados alternativos sobre el vínculo que el niño establece con sus padres. No
  • 10. puede decirse con certeza que estos cuidados necesariamente implican mayor probabilidad de inseguridad en este vínculo. El elemento esencial parece ser la calidad de los cuidados que se ofrecen al niño como alternativa a los cuidados de los padres. Esto será lo que determinará la seguridad del apego. Si los cuidados son adecuados y promueven que el niño pueda interactuar con los padres sin ansiedad, no se espera que aparezcan problemas emocionales. Por otra parte, la experiencia clínica ha aportado sobre ciertos elementos a tener en cuenta en estos casos. Brazelton (1992) indica la importancia de que los padres reconozcan los sentimientos dolorosos asociados a dejar al bebé en un cuido; el tenerlos claros puede ser muy útil para manejar la situación emocional que se genera en el ambiente familiar. Este autor recomienda para facilitar la transición del hogar al cuido, que los padres deben prepararse para ese proceso, deben comentar al niño/a , sobre lo atractivo de jugar con otros niños, presentarlo a su cuidador/ra, permitirle que lleven consigo un objeto de casa y recordarle cuándo regresarán a buscarlo. 6. Validez trascultural de la Teoría del Apego. Siempre ha sido común entre los investigadores de este tema, la idea de que distintas culturas que representan distintos ambientes de adaptación, tendrán diferentes prácticas de crianza consideradas como las más adecuadas. Esto traerá por consecuencia que variarán los comportamientos y reacciones de los padres ante las llamadas y señales de sus hijos. Las prácticas establecidas con los niños, que se consideran adecuadas en la cultura de pertenencia, no tienen porqué ser compatibles con los principios de adaptación filogenética o individual (Hinde y Stevenson-Hinde, en Oliva, s/a). Este es precisamente el punto central de la polémica. En tal sentido Oliva (s/a) reseña abundante investigación transcultural que prueba que en ciertas culturas un tipo de respuesta ante las necesidades de los bebés es más frecuente que en otras. Tomando como base el comportamiento típico de los niños/as en la Situación del extraño se ha llegado a plantear la mayor o menor frecuencia de aparición de los tres tipos de apego según distintas culturas, lo que desde el punto de vista teórico es cuestionable. Creemos que lo que está en evidencia aquí además de la diferenciación cultural es la validez de este diseño experimental para dar conclusiones sobre la ͞adecuación͟ de diferentes interacciones y prácticas de apego. Otras voces se han levantado para apoyar la validez de una supuesta universalidad de la teoría del apego es decir, postular la existencia de una relación, también independiente de factores culturales, entre la responsividad materna y el tipo de
  • 11. apego establecido por el niño. Tampoco sobre este punto se disponen de datos transculturales suficientes. El propio Oliva cree que ͙͞hay que definir mejor la sensitividad o responsividad materna/paterna, teniendo en cuenta los factores culturales. Pensamos que aunque puede haber un cuerpo o núcleo común de respuestas o conductas del adulto cuya relación con un desarrollo favorable en el niño sea ajena a la cultura, también habrá otras muchas que adquirirán su sentido en un determinado contexto cultural, de forma que su influencia positiva o negativa sobre el desarrollo socio-emocional del niño estará claramente mediada culturalmente͟ (Oliva, s/a, p.20). Referencias: Bowlby, J. (1985). La separación afectiva. Ediciones Paidos: Barcelona. Brazelton, T. y Cramer, B. (1993). La relación más temprana. Padres, bebés y el drama del apego inicial. Ediciones Paidos: Buenos Aires. Brazelton, T. (1992). 35 Separation. En Touchpoints: your child͛s emotional and behavioral development. Perseus Books. Reading: Massachussetts. Oliva, A. Estado actual de la teoría del apego. Universidad de Sevilla. http://www.pdipas.us.es/o/oliva/investigacion.html [Accesado 1 de noviembre de 2004] Revista Latinoamericana de Psicología 2006, volumen 38, No 3, 493-507 APEGO, EMOCIÓN Y REGULACIÓN EMOCIONAL. IMPLICACIONES PARA LA SALUD LUSMENIA GARRIDO-ROJAS1 Universidad Católica del Maule, Talca, Chile ABSTRACT This article aims to make a theoretical revision on the relations between different styles of attachment, emotions that characterize these styles, and emotional regulation strategies used in each one of them. It is also explained how these attachment styles develop in relation with the appearance of emotions and regulation strategies. This idea is discussed considering the main results of relevant research, and the implications of the presence of specific emotions and the use
  • 12. of different strategies of emotional regulation upon people͛s well-being and physical health. Key words: attachment, emotions, emotional regulation. RESUMEN El presente artículo tiene como objetivo realizar una revisión teórica, que permita conocer las relaciones que se han encontrado entre los distintos estilos de apego, las emociones que caracterizan estos estilos, y las distintas estrategias de regulación emocional utilizadas en cada uno de ellos. Para lograr una mayor comprensión, se explicita además cómo se van desarrollando los estilos de apego en los sujetos, en la medida que esto se encuentra en íntima relación con la aparición de las emociones y las estrategias de regulación. Se discute lo anterior considerando los principales hallazgos de investigaciones relevantes en el tema, y las implicancias de la presencia de emociones específicas y utilización de las distintas estrategias de regulación emocional, en el bienestar y salud física de las personas. Palabras clave: apego, emociones, regulación emocional. 1 Correspondencia: LUSMENIA GARRIDO ROJAS, Universidad Católica del Maule, Talca, Chile. E-mail: lgarrido@ucm.cl
  • 13. 494 LA TEORÍA DE APEGO GARRIDO-ROJAS John Bowlby (1986, 1998), psiquiatra y psicoanalista, trabajó durante años en clínica infantil y planteó la teoría del apego, la que concibió como una tendencia de los seres humanos a establecer vínculos afectivos sólidos con personas determinadas a través de la vida. A través del tiempo, la propuesta de Bowlby se ha convertido en una de las teorías más influyentes en la psicología, siendo de interés para distintos autores; incluso es considerada actualmente como un cuerpo sólido y sistemático con importante investigación empírica (Feeney & Noller, 2001; Hazan & Shaver, 1994; Lecannelier, 2001, 2002a; Marrone, 2001; Martínez & Santelices, 2005; Moneta, 2003; Shaver & Mikulincer, 2002b). Para Bowlby (1986), el comportamiento de apego es todo aquel que permite al sujeto conseguir o mantener proximidad con otra persona diferenciada y generalmente considerada más fuerte y/o sabia, propio del ser humano, que motiva la búsqueda de proximidad entre el niño pequeño y sus padres o cuidadores. Se enfatiza que la experiencia del niño con sus padres tiene un rol fundamental en la capacidad posterior del niño de establecer vínculos afectivos y que las funciones principales de ellos serían proporcionar al niño una base segura y, desde allí, animarlos a explorar; es importante que el niño pueda depender de sus figuras de apego y que éstas puedan contener y proteger al niño cuando lo necesita. La interacción que se produzca entre el cuidador y el niño podrá dar cuenta de la calidad del vínculo, lo que tendría que ver con lo que Bowlby (1980) identificó como modelos operantes internos, que serían expectativas que posee el niño acerca de sí mismo y de los demás, y que le hacen posible anticipar, interpretar y responder a la conducta de sus figuras de apego, ya que integran experiencias presentes y pasadas en esquemas cognitivos y emocionales. En la misma línea, Fonagy et al. (1995) señalan que a partir de experiencias repetidas con sus figuras de apego, los niños desarrollan expectativas en cuanto a la naturaleza de las interacciones. Así, las relaciones tempranas de apego poseen amplia influencia en la capacidad para regular el estrés, en la regulación de la atención y en la función mentalizadora de los sujetos (Fonagy & Target, 2002). Crittenden (1990, 1995) también habla de modelos internos, que implican cierta forma de procesar la información acerca de la conducta de las figuras de apego y, asimismo, mayor o menor tendencia a ciertos tipos de psicopatología. Diferencias individuales en la calidad del apego Las primeras investigaciones detalladas de las diferencias individuales en apego fueron dirigidas por Ainsworth (Fenney & Noller, 2001), quien trabajó con Bowlby en una asociación importante y prolífica (Marrone, 2001). Basándose en una serie de observaciones realizadas a través de un procedimiento estandarizado de laboratorio llamado Situación Extraña (Strange Situation), de
  • 14. interacciones madre-hijo, Ainsworth, Blehar, Waters y Wall (1978) desarrollaron la primera clasificación de apego en niños y describieron tres patrones generales: seguro, inseguro evitativo y ambivalente. A través de la situación extraña, bebés con apego seguro presentan conductas de exploración activa, se disgustan ante la separación del cuidador pero cuando éste vuelve tienen una respuesta positiva frente a él y suelen consolarse con facilidad; bebés con apego evitativo presentan conductas de distanciamiento, no lloran al separarse del progenitor, suelen concentrarse en los juguetes y evitan el contacto cercano; por último, bebés con apego ambivalente reaccionan fuertemente a la separación, presentan conductas ansiosas y de protesta como llorar y aferrarse, suelen mostrar rabia, no se calman con facilidad y no retoman la exploración. Posteriormente, Main y Solomon (1986), agregaron una cuarta categoría desorganizada para algunos bebés que muestran conductas desorientadas en presencia del progenitor. Un aspecto interesante de esta clasificación, es que se basa en la expresión y regulación emocional; la calidad del apego se establece fundamentalmente dependiendo de cuán bien está la regulación emocional diádica
  • 15. APEGO, EMOCIÓN Y REGULACIÓN EMOCIONAL 495 al servicio de la exploración y el dominio (Sroufe, 2000b). A través del tiempo, el interés por la evaluación se amplió al ámbito del apego adulto. Una de las pioneras fue Mary Main, quien junto a su equipo diseñaron la Adult Attachment Interview (George, Kaplan & Main, 1985, citado en Feeney & Noller, 2001), que mide las representaciones actuales de las experiencias de apego a través de la narrativa. Se establecieron tres patrones de apego: seguro, indiferente y preocupado. Más tarde se formularon dos nuevas categorías: irresuelto/desorganizado e inclasificable (Marrone, 2001). Adultos seguros realizan relatos coherentes y consistentes de su infancia, integran experiencias distintas, reflexionan acerca de sus vivencias y poseen sentido de equilibrio; adultos indiferentes realizan relatos incoherentes e incompletos y tienen vacíos en su memoria, minimizan la relevancia del apego, tienen imagen positiva de las figuras de apego pero no logran dar ejemplos concretos de ello y suelen negar experiencias negativas; adultos preocupados se aprecian rabiosos, otorgan relatos detallados de los conflictos que tuvieron con sus figuras de apego, oscilan entre evaluaciones positivas y negativas sin notarlo y su lenguaje suele ser confuso, vago y poco claro (Moneta, 2003). Martínez y Santelices (2005), señalan que luego de estos primeros intentos y hasta la actualidad, ha sido enorme la diversificación en la medición del apego adulto. Esto ha implicado complejidades y desafíos a los investigadores, ya que los estudios han surgido desde áreas diversas de la psicología y, además, han realizado distintos énfasis en la conceptualización del apego adulto, en la forma de evaluar, en el foco de la evaluación, en el tipo de instrumentos utilizados, entre otros (Bartholomew, 1994; Bifulco, 2002; Griffin & Bartholomew, 1994; Harris, 2002; Hazan & Shaver, 1994; Jacobvitz, Curran & Moller, 2002; Martínez & Santelices, 2005; Shaver & Mikulincer, 2002b; Stein, Jacobs, Ferguson, Allen & Fonagy, 1998; Stein et al., 2002; Waters, Crowell, Elliott, Corcoran & Treboux, 2002). Aún considerando estas dificultades (para un análisis más exhaustivo, dirigirse a las referencias ya mencionadas), se reportarán los resultados más comunes de investigaciones que han utilizado metodologías distintas en sus procesos de evaluación. ESTILOS DE APEGO Y EMOCIONES CARACTERÍSTICAS Existe cierto acuerdo actualmente, en relación con la presencia de emociones específicas, en mayor o menor grado e intensidad, en cada estilo de apego. Tomando el aporte de distintos autores, es posible dilucidar qué relaciones se han ido estableciendo y, aunque existe un amplio espectro de investigaciones en el área, se aprecian ciertas coincidencias que son las que se tratará de relevar. Apego seguro Ainsworth et al. (1978), señalan que las emociones más frecuentes de los bebés con apego seguro en la situación extraña, son la angustia ante las separaciones del cuidador y la calma cuando éste vuelve; en la interacción con el cuidador relevan la calidez, confianza y seguridad. Kobak y Sceery (1988), en investigación en adolescentes y apego, concluyen que
  • 16. cuando los pares evalúan a sujetos con apego seguro aprecian menores índices de ansiedad en comparación con ambos grupos inseguros, e índices más bajos de hostilidad que en el estilo evitativo; el reporte de los sujetos con apego seguro involucra menos síntomas de estrés. Mikulincer, Shaver y Pereg (2003), reportan que en el estilo seguro existe baja ansiedad y evitación, seguridad en el apego, comodidad con la cercanía y con la interdependencia, y confianza en la búsqueda de apoyo y otros medios constructivos de afrontamiento al estrés. Para Magai, Hunziker, Mesias y Culver (2000), este estilo está marcado por expresiones faciales de alegría y un sesgo favorecedor de la vergüenza; por el contrario, está negativamente asociado al rasgo de emoción negativa y a la tendencia de que los afectos negativos recorran
  • 17. 496 GARRIDO-ROJAS la conciencia. En la rabia en particular, Mikulincer (1998) señala que cuando personas seguras están enojadas tienden a aceptar su ira, expresar su enojo controladamente y buscar soluciones a la situación. En un estudio que explora la relación entre estilos de apego y síntomas de ansiedad y depresión (Muris, Mayer & Meesters, 2000), se reporta que niños con estilo de apego seguro exhiben menores niveles de ansiedad y depresión, comparado a los niños con estilos inseguros. Kerr, Melley, Travea y Pole (2003), exploran la relación entre apego adulto, experiencia y expresión emocional, y encuentran que el grupo seguro reporta niveles más altos de afecto positivo, gran cantidad de energía y placer, alta concentración y bajos niveles de tristeza y apatía. En la vejez, Consedine y Magai (2003) señalan que mayor seguridad en el apego se asocia con mayor alegría, interés, tristeza, rabia y miedo; esto se explica por la presencia de un repertorio emocional balanceado y apertura a la experiencia emocional, lo que incluye la habilidad de reconocer y expresar estrés emocional; además, este estilo se asocia no sólo con contacto más frecuente y mayor intimidad, sino también con un mayor número de individuos en la red social, lo que posibilita en estos sujetos mayor cantidad de experiencia emocional. Apego ansioso ambivalente Ainsworth et al. (1978), señalan que las emociones más frecuentes de los bebés con apego ambivalente en la situación extraña es la angustia exacerbada ante las separaciones del cuidador y la dificultad para lograr la calma cuando éste vuelve; en la interacción con el cuidador relevan la ambivalencia, enojo y preocupación. Kochanska (2001), en investigación con niños pequeños, señala que el grupo ambivalente exhibe la mayor disminución en el desarrollo de emociones positivas entre los 9 y 33 meses, y el mayor malestar en episodios dirigidos a elicitar emociones positivas; responden más temerosos no sólo a estímulos que producen temor, sino también a estímulos elicitadores de alegría. El miedo fue la emoción más fuerte. Mikulincer (2003), enfatiza que en el estilo ansioso ambivalente se aprecia alta ansiedad y baja evitación, inseguridad en el apego, fuerte necesidad de cercanía, preocupaciones en cuanto a las relaciones y miedo a ser rechazado. En la misma línea, Mikulincer, Gillath y Shaver (2002), señalan que en este estilo se facilita la accesibilidad a las preocupaciones en relación al rechazo; para Lecannelier (2002b), el estado emocional predominante es la preocupación y el miedo a la separación. Valdés (2002), además de enfatizar las emociones de miedo y ansiedad, indica una baja tolerancia al dolor. Consedine y Magai (2003) coinciden, al señalar que en la vejez tardía el estilo ambivalente posee alta afectividad negativa, presentando miedo, ansiedad y vergüenza. Kobak y Sceery (1988), incluso llaman preocupado a este estilo; se caracteriza por evidentes sentimientos de ansiedad durante la entrevista de apego adulto; los pares también los caracterizan con un predominio en los índices de
  • 18. ansiedad, y los sujetos con este patrón tienen una percepción mayor de síntomas que el estilo seguro. Magai et al. (2000), coinciden en el estilo preocupado, encontrando que éste se asocia con la presencia de un conflicto interno, emociones de rabia, enojo, estrés y afecto depresivo. Asimismo, Crittenden (1995), enfatiza la presencia de rabia y ansiedad en este estilo. Considerando la rabia en particular, Mikulincer (1998) señala que los sujetos ambivalentes propenden a la ira, caracterizándose por presentar enojos con alta hostilidad. Kerr et al. (2003), señalan que sujetos pertenecientes al estilo ambivalente reportan los niveles más altos de afecto negativo; malestar, enojo, repugnancia, culpa, miedo y nerviosismo y menores niveles de calma y serenidad. Apego ansioso evitativo Ainsworth et al. (1978), señalan que las emociones más frecuentes de los bebés con
  • 19. APEGO, EMOCIÓN Y REGULACIÓN EMOCIONAL 497 apego evitativo en la situación extraña es la ausencia de angustia y de enojo ante las separaciones del cuidador, y la indiferencia cuando vuelve; en la interacción relevan distancia y evitación. Mikulincer (2003), enfatiza que en el estilo evitativo no hay seguridad en el apego, se produce una autosuficiencia compulsiva y existe preferencia por una distancia emocional de los otros. Sin embargo, se ha constatado en niños con este estilo que, aunque éstos parecen despreocupados por las separaciones, muestran signos fisiológicos que denotan la presencia de ansiedad y esta activación se mantiene por mucho más tiempo que en los niños seguros (ByngHall, 1995), lo que también ha sido demostrado en bebés (Sroufe & Waters, 1977). En una investigación realizada con niños en la etapa de ingreso a la guardería, Ahnert, Gunnar, Lamb y Barthel (2004), encontraron mayores niveles de cortisol, de llanto y agitación, en la fase de adaptación de los niños con apegos inseguros a la madre. Lo anterior concuerda con los resultados de Kobak y Sceery (1988), quienes señalan que el autoreporte de los sujetos con estilo evitativo no refleja afecto negativo ni síntomas de estrés y, sin embargo, los pares los consideran ansiosos y con un predominio de la hostilidad. Los autores conceptualizan esta incongruencia como un sesgo hacia el no reconocimiento de afecto negativo. Kochanska (2001) reporta que los niños evitativos son muy temerosos a los 33 meses, y con altas probabilidades de expresar ese temor, y que presentan los puntajes más altos al examinar el total de emociones negativas a esta edad. Kerr et al. (2003) coinciden al señalar que este grupo reporta bajos niveles de emociones positivas; experimentan más afecto negativo que el grupo seguro y menor afecto negativo que el grupo ambivalente. Específicamente en relación con la rabia, Mikulincer (1998) señala que el estilo evitativo se inclina a la ira pero, aunque presenten intensos episodios de enojo con alta hostilidad, tienden a esconder su ira mediante la negación de su emoción o mostrándose positivo. En la vejez tardía, este estilo se asocia con menor alegría y más interés, menos vergüenza y miedo; esto es conceptualizado por los autores como un indicador de la tendencia de este estilo a la minimización del afecto (Consedine & Magai, 2003). DESARROLLO DE LOS ESTILOS DE APEGO En la teoría e investigación acerca del apego, se mantiene la hipótesis de que las reglas que regulan el estrés relacionado a los afectos, evolucionan en el contexto de la responsividad parental a las señales de estrés del niño (Kobak & Sceery, 1988; Sroufe, 2000a). En esta línea, una propuesta interesante de cómo pueden desarrollarse los distintos estilos a través de la interacción de los niños con sus figuras de apego, es realizada por Crittenden (1995). En el apego seguro, los cuidadores responden a las conductas reflejas, afectivas y condicionadas del niño, y son capaces de confortarlos cuando es necesario, de modo que éstos son reforzados en su comportamiento (Crittenden, 1995); las principales características del cuidador son la capacidad de animar e
  • 20. interactuar con el niño, sensibilidad a las señales emocionales y habilidades en apaciguar y modificar conductas en respuesta a las señales del niño (Perris, 2000). Los sujetos de este grupo representan a sus padres como amables y disponibles en momentos de estrés, y tienen un buen recuerdo de sus experiencias de apego (Kobak & Sceery, 1988). Lo anterior se relaciona con los resultados encontrados por Magai et. al. (2000), ya que el apego seguro presenta una asociación negativa con las prácticas de crianza que incluyen como método la retirada del amor al niño. En los niños con apego evitativo, de algún modo las madres han rechazado las señales afectivas lo que se convierte en un castigo, y el niño aprende a inhibir las respuestas castigadas. Si el niño protesta por el rechazo de la madre, ésta responde con la emoción de rabia; así, al inhibir la señal afectiva se reduce el rechazo y la rabia de la madre y, a la vez, el niño aprende que la expresión de afectos es contraproducente (Crittenden, 1995). Perris (2000), señala que los
  • 21. 498 GARRIDO-ROJAS cuidadores de estos niños se caracterizan por una carencia en la validación de las señales emocionales, no disponibilidad emocional, rechazo en forma manifiesta y aversión al contacto corporal cercano. También Byng-Hall (1995), refiere que al observar niños con estilo evitativo en sus hogares, se aprecia que son rechazados por sus padres; éstos sienten aversivo que el niño busque contacto físico y tienden a retirarse ante su tristeza. Esto coincide con el reporte de sujetos con este estilo, quienes señalan haber experimentado considerable rechazo y carencia de amor desde los padres (Kobak & Sceery, 1988). En cuanto a las prácticas de crianza de los padres de niños con estilo evitativo, se señala que giran en torno al castigo físico y la retirada del amor (Magai et al., 2000). En el caso del apego ambivalente, la conducta afectiva de los cuidadores es errática, cambiante o inconsistente, ya que la mayoría de las veces no responden en forma adecuada a las necesidades del niño, pudiendo producirse una sobre o sub-responsividad. Así, el niño no logra predecir cómo responderán sus cuidadores, lo que les genera rabia y ansiedad (Crittenden, 1995). Son cuidadores que se caracterizan por la intermitencia en su capacidad de responder con sensibilidad, inaccesibles en lo emocional, y con mezclas impredecibles de respuestas que no satisfacen de modo consistente las necesidades de apego del niño (Perris, 2000). En relación con la teoría del aprendizaje esto se explica a través del condicionamiento operante, donde la conducta de la madre se estructura en un programa de reforzamiento impredecible, lo que aumentaría la tasa de respuesta del niño; éstos experimentan la asociación temporal de su deseo y satisfacción, con emociones de rabia, miedo e incertidumbre (Crittenden, 1995). Todo lo anterior, implica la generación de emociones diversas que integran estructuras cognitivo-afectivas; niños seguros aprenden el valor predictivo y comunicacional de las señales interpersonales, dando sentido a cogniciones y afectos; niños evitativos aprenden a utilizar su cognición en ausencia de interpretación de seña- les afectivas y niños ambivalentes se refuerzan por sus conductas afectivas, aunque no aprenden una organización cognitiva que les permita reducir la inconsistencia en sus madres (Crittenden, 1995). Aún considerando esta propuesta, es necesario señalar que no todas las investigaciones muestran la primacía de las conductas de la madre como fuente principal en la formación de los estilos de apego (Grossmann et al., 2002; Grossmann, Grossmann & Zimmermann, 1999; Lamb, 2005). De Wolff e Ijzendoorn (1997), realizan un meta-análisis que incluye 66 estudios con antecedentes parentales que se relacionan con seguridad en el apego, con el objetivo de dilucidar si la sensibilidad materna se asocia con la seguridad del apego en el niño, y con qué fuerza. Los resultados muestran una asociación mediana entre sensibilidad materna y apego seguro, concluyendo que es un factor importante pero no único, lo que subraya la necesidad de una
  • 22. aproximación multidi-mensional de los determinantes del apego y la regulación emocional, en lugar de centrarse sólo en la sensibilidad materna; parece necesario acercarse al contexto global y ambiental, que incluya la interacción entre la sensibilidad materna, acumulación de estresores y factores de riesgo, sistemas familiares y eventos vitales (De Wolff & Ijzendoorn, 1997). Esto ya ha sido incorporado en investigaciones actuales, en que se han integrado otras posibles figuras de apego como la presencia de abuelas en el caso de madres adolescentes (Carrillo, Maldonado, Saldarriaga, Vega & Díaz, 2004). ESTILOS DE APEGO Y ESTRATEGIAS DE REGULACIÓN EMOCIONAL Los estilos de apego se asocian a ciertas emociones y, además, se relacionan con la expresión de éstas y su regulación; de este modo, las estrategias utilizadas para expresar y regular emociones, actúan de acuerdo al estilo de apego (Kobak & Sceery, 1988; Lecannelier, 2002a; Valdés, 2002). En la literatura científica revisada, es posible apreciar la inexistencia de un acuerdo en relación al concepto de regulación emocional; se discute la delimitación entre emo-
  • 23. APEGO, EMOCIÓN Y REGULACIÓN EMOCIONAL 499 ción y regulación emocional (Cole, Martín & Dennis, 2004; Eisenberg & Spinrad, 2004; Reeve, 2003; Ulich, 1985); la presencia de distintas perspectivas tanto teóricas como metodológicas (Langlois, 2004); la insistencia en la complejidad y multidimensionalidad del concepto (Stifter, 2002; Diamond & Aspinwall, 2003); las distinciones en la conceptualización, medición e importancia del contexto (Fox & Calkins, 2003; Kopp & Neufeld, 2003); aspectos biológicos y efectividad de las estrategias (Silva, 2003), y las relaciones entre desarrollo y regulación emocional (Bell & Calkins, 2000; Diener et al., 2002; Eisenberg & Moore, 1997; Lecannelier, 2002a; Sroufe, 2000a, 2000b; Stifter, 2002; Walden & Smith, 1997). No es tema de este artículo esta discusión, aunque parece relevante explicitarla, y señalar cuál es la conceptualización que se adopta en éste. Thompson (1994), define regulación emocional como el ͞proceso de iniciar, mantener, modular o cambiar la ocurrencia, intensidad o duración de los estados afectivos internos y los procesos fisiológicos, a menudo con el objetivo de alcanzar una meta͟ (p. 106). Esta definición se considera como base, ya que permite conceptualizar la regulación emocional como un proceso que ayuda al ser humano a manejar sus estados emocionales, para lo que puede utilizar distintos tipos de estrategias que conducen a ese objetivo. Una de las tesis de este artículo, enfatiza que la elección de estas estrategias, tiene que ver con el estilo de apego que tenga el sujeto, es decir, en cada estilo se tienden a privilegiar ciertas formas de manejar y regular las emociones. Para Sroufe (2000a), el apego es concebido como la regulación diádica de la emoción; pronostica que cuando esta regulación es eficaz en la primera infancia a través de un apego seguro, tendrá consecuencias en la expresión, modulación y flexibilidad en el control de las emociones por el niño. Señala que niños con apego seguro expresan directamente sus emociones, exhiben notable curiosidad, gusto por la exploración y expresividad afectiva; en situaciones de afecto intenso permanecen organizados, manifiestan esfuerzos por modular la excitación, presentan flexibilidad en lo emocional adecuando la expresión de sus impulsos y emocionalidad al contexto. Además, acuden eficazmente a otros cuando sus propias capacidades fallan. Por el contrario, Sroufe enfatiza que en general, sujetos con historias de apego ansioso tienden a experimentar dificultades para manejar los desafíos emocionales de las relaciones con sus iguales. Lo anterior concuerda con los resultados de una investigación realizada por Kerr et al. (2003), cuyo objetivo era explorar la relación entre el estilo de apego adulto, experiencia y expresividad emocional, en que los participantes con estilo seguro son los más expresivos emocionalmente y reportan niveles más bajos de inhibición emocional; participantes con estilos inseguros, tanto ambivalentes como evitivos, presentan indicadores de expresión emocional significativamente más bajos que los de estilo seguro y ambos grupos reportan mayor inhibición emocional que los del grupo seguro. En
  • 24. cuanto a experiencia emocional, los grupos de estilos seguros y ambivalentes reportan los más altos niveles de intensidad emocional total y el grupo seguro es significativamente más alto que el grupo evitativo. Al examinar por separado experiencias afectivas positivas y negativas, el grupo ambivalente reporta los niveles más altos de afecto negativo, mientras que el grupo seguro reporta los niveles más altos de afecto positivo. El grupo evitativo reporta los niveles más bajos de experiencia emocional total y bajos niveles de emociones positivas. Kerr et al. (2003), concluyen que si bien el grupo ambivalente no se considera a sí mismo expresando más emoción que el grupo seguro, estos tienen altos niveles de inhibición emocional y de experiencia emocional total, y los más altos niveles de afecto negativo. Estos resultados apoyan la noción que los niveles de expresividad en su conjunto, de sujetos con estilo ambivalente, no representan la cantidad de emoción que ellos experimentan, especialmente emociones negativas. Por otro lado, en el estilo evitativo se aprecia una incongruencia importante, ya que reporta niveles bajos de experiencia emocional total y, sin embargo, sus puntajes en inhibición fueron tan altos como
  • 25. 500 GARRIDO-ROJAS los de los participantes ambivalentes, lo que sugiere una falta de conciencia o incapacidad de reconocer sus experiencias emocionales internas y dificultad en la expresión de emociones. Más aún, Kobak y Sceery (1988), señalan que existe dificultad en el recuerdo de experiencias estresantes en la niñez, y lo conceptualizan como un intento de aislar o minimizar el estrés en el ámbito de los afectos, asociado a la experiencia de rechazo. En una línea similar, Diener et al. (2002) realizan una investigación que examina las estrategias conductuales para la regulación emocional, expresión emocional, estilos reguladores y calidad del apego con la madre y el padre de niños de 12 y 13 meses de edad. Los autores concluyen que los niños con apego seguro a ambos padres, muestran mayor consistencia en estrategias orientadas hacia éstos, que los niños con apego inseguro a uno o ambos padres. Otro aspecto relevante, es que el nivel de malestar y estrés experimentado es mayor en los niños ambivalentes que en los seguros, cuando se desvía la atención parental y el niño no tiene alternativas de ocupar su atención. En relación a la utilización de estrategias conductuales, los resultados de Diener et al. (2002) muestran que niños con estilo de apego evitativo hacia el padre, son más propensos a comprometerse en técnicas distractoras en situaciones estresantes, que niños con apego seguro o ambivalente. En cambio, niños ambivalentes con sus padres tienden a la auto-tranquilización, comprometiéndose en conductas tales como chuparse el pulgar. Los descubrimientos de esta investigación aportan evidencia empírica en que la calidad del apego del niño al padre se encuentra asociado en forma significativa al desarrollo de estilos de regulación emocional. Mikulincer y Sheffi (2000), relacionan estilos de apego con ciertas reacciones cognitivas ante el afecto positivo; personas con apego seguro reaccionan a éste con una mejor ejecución en la resolución creativa de problemas, personas con apego evitativo no presentan diferencias en sus reacciones cognitivas tendiendo a distanciarse mentalmente del material afectivo, y sujetos con apego ambivalente, no reportan aumento en el afecto positivo y muestran una peor ejecución en la resolución creativa de problemas en afecto positivo. En este último caso, los sujetos suelen adoptar una postura rígida y una actitud hipervigilante hacia la novedad y la incertidumbre, y activan reacciones defensivas que intentan negar la experiencia afectiva; esto puede tener que ver con la emoción predominante de temor, encontrada en otras investigaciones (Kochanska, 2001). Lecannelier (2002b) señala cómo niños con distintos patrones de apego presentan diferencias en su narrativa, lo que muestra énfasis en ciertas estrategias de regulación emocional. En el estilo de apego seguro, Lecannelier (2002b) plantea que existe una descripción y elaboración de las emociones, a la vez que una contextualización relacional de éstas; para el codificador queda la percepción de un niño que se siente cómodo en la expresión de sus afectos, sin restricciones emocionales, y sin índices de
  • 26. ansiedad durante la entrevista. Al contrario, en el caso del estilo evitativo aparece una sobrerregulación emocional; es escasa la aparición de los afectos en la discusión, ya sean positivos o negativos, quedando la impresión de que el sujeto intenta dejar fuera los estados emocionales, haciendo la menor referencia posible a ellos. En el estilo ambivalente, una de las características principales tiene que ver con la presencia de un estado emocional constante que es la preocupación, sobretodo en relación con las figuras de apego, y el predominio del miedo a la separación, por lo que una estrategia es estar muy cerca de los padres. Otros autores como Mikulincer et al. (2003), también establecen relaciones entre estilos de apego y regulación emocional, y señalan que una de las mayores fuentes de variación en las estrategias de regulación del afecto, tiene que ver con la disponibilidad de la figura de apego. En el apego seguro se describe una disponibilidad de esta figura, que promueve la formación de un sentido de seguridad; así, se forman expectativas positivas acerca de la disponibilidad
  • 27. APEGO, EMOCIÓN Y REGULACIÓN EMOCIONAL 501 de los otros y visiones positivas del sí mismo como competente y valorado. Cuando otros significativos no están disponibles o no responden a las necesidades, la búsqueda de proximidad fracasa en aliviar el malestar y no se logra seguridad en el apego; así, se forman representaciones negativas del sí mismo y los otros, y se desarrollan estrategias de regulación afectiva distintas a la búsqueda de proximidad (Mikulincer et al., 2003). Así, los estilos de apego inseguros son caracterizados por el fracaso del alivio del estrés a través de la búsqueda de proximidad, lo que trae como consecuencia la adopción de otras estrategias de regulación emocional. Esto coincide con los resultados de Florian, Mikulincer y Bucholtz (1995), que reportan que personas con estilo seguro reportan una búsqueda mayor de apoyo emocional e instrumental que los estilos inseguros y, a su vez, tienden a percibir a los otros significativos como entregando altos niveles de apoyo. Lo contrario sucede en personas con estilos inseguros, ya que tienden a percibir un nivel relativamente bajo de disponibilidad en el apoyo emocional e instrumental de otros y presentan una baja tendencia a la búsqueda de apoyo social en tiempos de necesidad. Lo anterior es coherente con los resultados de Kobak y Sceery (1988), quienes señalan que sujetos con estilo seguro reconocen el estrés y recurren a otros en búsqueda de apoyo, en cambio, el estilo evitativo está organizado por reglas que limitan el reconocimiento del estrés y, asimismo, los intentos asociados de búsqueda de apoyo. En el estilo ambivalente, reportan una atención directa al estrés y a las figuras de apego, en un modo hipervigilante, que finalmente inhibe el desarrollo de la autonomía y autoconfianza. En la misma línea se encuentra lo reportado por Byng-Hall (1995), quien señala que los niños que poseen un estilo evitativo tendrían como estrategia el mantener distancia, tanto física como emocional, para reducir la probabilidad de arrebatos emocionales que puedan conducir al rechazo; de tal modo, el niño no aprende a explorar sentimientos e intimidad. Al contrario, en el estilo ambivalente la estrategia es mantener cercanía, pegarse al padre, ser demandante, infan- til, e incluso, amenazar con mayor distancia para estimular a la otra persona a estar más cerca. Shaver y Mikulincer (2002a), realizan una recopilación de una serie de investigaciones en relación con estilos de apego y estrategias de regulación afectiva. Señalan que individuos con apego seguro se sienten menos amenazados por información potencialmente estresante, pueden experimentar, expresar y autorevelar verbalmente emociones, y no llegan a estar perdidos en una escalada de preocupaciones y memorias negativas. Buscan apoyo cuando se encuentran bajo estrés y utilizan medios constructivos de afrontamiento; sienten comodidad al explorar nuevos estímulos, son menos hostiles a miembros de otros grupos y más empáticos hacia personas que lo necesitan. Los sujetos evitativos se caracterizan por realizar una desactivación de estrategias, incluyendo una
  • 28. exclusión defensiva de pensamientos y recuerdos dolorosos, no reconocimiento de su propia hostilidad, segregación de los sistemas mentales y disociación entre los niveles conciente e inconsciente de respuesta. Por último, individuos ansiosos exhiben una variedad de efectos compatibles con la noción de la hiperactivación de estrategias, incluyendo rápido acceso a recuerdos dolorosos, propagación automática de la emoción negativa desde un incidente recordado a otro, y un cierre cognitivo paradójico en respuesta a la inducción de afecto positivo. Su inhabilidad para regular recuerdos emocionales negativos, es compatible con la constante preocupación en que permanecen; a menudo pueden llegar a estar perdidos en recuerdos emocionales negativos (Shaver & Mikulincer, 2002a). En relación con lo anterior, y como una forma de organizar la información teórica y empírica que ha surgido en la temática, Shaver y Mikulincer (2002a) proponen un modelo integrativo de la activación, sobreactivación y desactivación del sistema de apego. Sujetos con apego seguro, ante los signos de amenaza activan el sistema de apego, buscan la proximidad de la figura de apego y, si ésta es disponible, hay un sentido de base segura activándose estrate-
  • 29. 502 GARRIDO-ROJAS gias de compromiso en exploración, afiliación, toma de riesgos, actividades prosociales y dar cuidado. En cambio, cuando la figura de apego no está disponible, hay inseguridad en el apego y pueden producirse dos situaciones; si la opción de búsqueda de proximidad no es viable, hay una desactivación de estrategias, como la supresión de emociones negativas y de cogniciones, y un distanciamiento de la amenaza y de los contextos de apego, lo que se produce comúnmente en el estilo evitativo; la distancia incluye inatención activa a los eventos amenazantes y supresión e inhibición de pensamientos y recuerdos evocadores de estrés y de sentimientos de vulnerabilidad. La otra posibilidad, es que la búsqueda de proximidad sí sea viable y se produzca una sobreactivación de estrategias, con lo que aumenta el estrés, se produce una hipervigilancia y rumiación, lo que tiende a suceder en el estilo ambivalente. Esto tiende a mantener un sentido de malestar y dolor, lo que concuerda plenamente con la investigación de Mikulincer et al. (2002), que reporta una aumentada activación de las representaciones de las figuras de apego en el estilo ambivalente, tanto en contextos neutrales como amenazadores; lo anterior sugiere una activación crónica y disfuncional del sistema de apego, preocupaciones en relación al apego y la imposibilidad de diferenciar los contextos de amenaza, lo que exacerba el estrés. DISCUSIÓN Este artículo tenía como objetivo realizar una revisión acerca de las relaciones que se han encontrado entre estilos de apego, emoción y regulación emocional y discutir posibles relaciones con la salud física de los seres humanos a partir de diversas investigaciones en el área. Lo anterior surge como relevante ya que si bien la literatura en apego es sumamente amplia y variada, no es posible encontrar una sistematización, en nuestro medio, que permita conectar los distintos temas; Waters et al. (2002), señalan que existe relativamente poca investigación que conecte la seguridad en el apego a la regulación del afecto. Más difícil aún es encontrar investigaciones que relacionen los estilos de apego con la salud física. Lo anterior da cuenta de un área potencial de investigación que ha sido escasamente explorada, ya que el énfasis a través de la historia han sido las relaciones entre apego y psicopatología. En cuanto a estilos de apego y emociones más frecuentes, en el apego seguro se presentan mayor cantidad de emociones como confianza, alegría, placer, calma y tranquilidad; en el estilo evitativo predominan emociones de ansiedad, miedo, rabia, hostilidad y desconfianza y, en el estilo ambivalente, resaltan emociones como preocupación, rabia, miedo, estrés y ansiedad. Con respecto a las estrategias de regulación emocional, en el estilo seguro se utilizan mayormente estrategias de búsqueda de proximidad, afiliación, exploración; alta expresión de las emociones y búsqueda de apoyo social. En el estilo evitativo se tienden a utilizar estrategias de inhibición emocional, distanciamiento de lo emocional y afectivo, exclusión de recuerdos y pensamientos
  • 30. dolorosos, inhibición de búsqueda de proximidad, supresión de emociones negativas y distanciamiento de los contextos de apego. En el estilo ambivalente se utilizan con mayor frecuencia estrategias de búsqueda de proximidad hacia las figuras de apego, hipervigilancia, rumiación, y sobreactivación general del organismo, inhibición emocional, atención directa al estrés, acceso constante a recuerdos emocionales negativos, activación crónica y disfuncional del sistema de apego. Considerando estos hallazgos, surgen algunos análisis que parece relevante destacar, y que se relacionan con tres áreas principales; por un lado, la presencia de ciertas emociones y estrategias en cada estilo, conducen a preguntarse por la salud física de los sujetos, debido a la multiplicidad de investigaciones que vinculan la presencia de emociones específicas y la salud del ser humano. Luego, este mismo análisis, conduce al cuestionamiento de la efectividad de las estrategias de regulación utilizadas ya que, a la luz de estos hallazgos, algunas estrategias podrían parecer más bien desrreguladoras. Por último, surge la relevancia de los estilos de apego por sus implicancias para el desarrollo de cada sujeto, y
  • 31. APEGO, EMOCIÓN Y REGULACIÓN EMOCIONAL 503 desde allí, rescatar el aporte de investigaciones que enfatizan la importancia de distintos factores en la formación de estos, enfatizando por cierto la familia, y centrándose no sólo en la díada madrehijo, sino también en el vínculo que se produce entre padre-hijo, lo que puede influir en el diseño y aplicación de programas de prevención, ampliando las posibilidades de favorecer el desarrollo de apego seguro en los niños. El primer análisis se relaciona con la presencia de distintas emociones en cada estilo y los efectos en la salud física. Diversos autores enfatizan que se ha comprobado que hay ciertas emociones dañinas para la salud física (Barra, 2003a, 2003b; Cacioppo, 2003; Crossley & Morgado, 2004; Fredrickson, 2001; Mendoza & Mendoza, 2001; Nieto- Munuera, Abad, Albert & Arreal, 2003; Ryff & Singer, 2003; Salovey, Rothman, Detweiler & Steward, 2000; Suinn, 2001; Valdés & De Flores, 1990), entre las que destacan la rabia, ira, ansiedad, hostilidad y estrés; éstas pueden afectar la probabilidad, inicio y progresión de enfermedades diversas, como afecciones cardíacas, cáncer, artritis, SIDA, hipertensión arterial, entre otras. Al relacionar esto con los estilos de apego, se hipotetiza que los estilos inseguros, tanto ambivalente como evitativo, están más expuestos a problemas de salud física por la presencia constante, justamente, de las emociones que producen los mayores daños según lo reportado en la mayoría de las investigaciones. Todo lo contrario debería ocurrir en el estilo de apego seguro; el hecho de presentar en mayor medida emociones como alegría, confianza, seguridad y tranquilidad, podría conducir a un mayor bienestar en la salud del individuo; según lo que reporta Fredrickson (2001), las emociones positivas ayudan al crecimiento social, a la resiliencia psicológica, a la conexión social, a ampliar repertorios de acción y pensamiento, a deshacer la persistencia de emociones negativas y mejorar el bienestar emocional. En la misma línea, Ryff y Singer (2003) enfatizan que las emociones positivas pueden ser protectoras y promover una salud positiva. En un segundo análisis, al considerar qué efectos podrían tener las estrategias de regulación emocional utilizadas en los distintos estilos, se podría continuar con hipótesis tendientes a esperar una mejor salud física en estilos de apego seguro, y un deterioro mayor de ésta, en ambos estilos inseguros. El estilo seguro se caracteriza por estrategias centradas, por un lado, en la búsqueda de apoyo y proximidad, y por otro, en la expresión de las emociones que sienten, ya sean positivas o negativas; estas estrategias de regulación son consideradas como positivas y protectoras de la salud de los sujetos, especialmente el apoyo social y la expresión emocional (Barra, 2003a, 2003b; King & Miner, 1998; Pennebaker, 1997; Pennebaker & Seagal, 1999; Salovey et al., 2000). En el estilo evitativo en cambio, la tendencia central es a la supresión emocional e inhibición de búsqueda de proximidad. Las investigaciones enfatizan que la supresión e inhibición de las
  • 32. emociones produce efectos perjudiciales en la salud física de los sujetos (Barra, 2003a, 2003b; Giese-Davis & Spiegel, 2003; Salovey et al., 2000; Silva, 2003), así como también la falta de apoyo social (Salovey et al., 2000). Por otra parte, el estilo ambivalente se caracteriza por una hipervigilancia, rumiación, y sobreactivación general del organismo como estrategias reguladoras, sumado a la inhibición emocional, atención directa al estrés y acceso constante a recuerdos emocionales negativos. Diversas investigaciones señalan que la afectividad negativa perjudica la salud física (Barra, 2003a, 2003b; Salovey et al., 2000); a lo anterior se suma lo perjudicial de la inhibición emocional, ya explicado anteriormente, y también la atención constante al estrés e hipervigilancia, que van perpetuando la sobreactivación del organismo y así, la generación y mantenimiento de diversa sintomatología en la salud física de los individuos (Barra, 2003a, 2003b; Crossley & Morgado, 2004; Martínez-Sánchez, Páez, Pennebaker & Rimé, 2002; Mendoza & Mendoza, 2001; NietoMunuera, Abad, Albert & Arreal, 2003; Salovey et al., 2000; Suinn, 2001; Valdés & De Flores, 1990).
  • 33. 504 GARRIDO-ROJAS A partir del análisis realizado, surge como relevante la pregunta de qué tan efectivas son las estrategias utilizadas por los sujetos en la regulación de sus emociones. Si se consideran los resultados más destacados de las investigaciones, parece más bien que en el caso de ambos estilos inseguros, tanto evitativo como ambivalente, las estrategias escogidas pueden hacer al sujeto más vulnerable a determinadas problemáticas en su salud física, ya que además de no lograr terminar con las emociones que gatillaron las estrategias, estas emociones tienen efectos negativos en la salud de los sujetos. A partir de esto, parece pertinente el cuestionamiento de si en este caso se podría hablar de estrategias que pueden llegar a ser incluso desrreguladoras para estos sujetos, debido a la ineficacia en la modulación de las emociones, y la mayor probabilidad de consecuencias negativas posterior a su utilización. Más aún, sería interesante dilucidar si existe mayor riesgo en uno de los dos estilos inseguros, o si, dependiendo de las distintas estrategias utilizadas, existan tendencias diferenciales en la generación y desarrollo de enfermedades específicas. Esto conduce al tercer análisis, que se centra en la relevancia de los estilos de apego en la salud de los seres humanos y la consecuente sensación de una necesidad creciente de generar propuestas de promoción e intervención, en relación a mejorar la calidad del estilo de apego en búsqueda de la formación de apegos seguros. Esto ya ha sido puesto en práctica en diversos lugares, y la investigación da cuenta de resultados positivos; un ejemplo de ello, es el desarrollo que ha tenido en Colombia el Programa Madre Canguro (PMC), que ya ha sido objeto de estudio y que se ha evaluado como un factor protector de díadas madre-hijo (Ortiz, Borré, Carrillo & Gutiérrez, 2006). Además, parece también fundamental poner atención a las diversas investigaciones que han comenzado a relevar la importancia no sólo de la madre, sino también de otros vínculos en este proceso de formación, lo que amplía las posibilidades de integrar a otros miembros de la familia en el desarrollo de programas de prevención y/o intervención, aumentando a su vez, las opciones de generar un apego seguro con al menos uno de los padres. Un desafío pendiente, es realizar investigaciones que permitan evaluar relaciones entre estilos de apego y salud física, para así poder evaluar las hipótesis aquí planteadas. Aunque en la literatura se han documentado relaciones entre estilos de apego y psicopatología (Allen et al., 2001; Andersson & Perris, 2000; Bowlby, 1986, 1988; Crittenden, 1995; Egeland & Carlson, 2004; González & Méndez, 2006; Green & Goldwyn, 2002; Moneta, 2003; Muris, Mayer & Meesters; 2000; Sroufe, 1997; Sroufe, 2000b), se aprecia una carencia en torno a lo que sucede con la salud física que sería importante dilucidar, ya que se esperaría confirmar que los estilos inseguros poseen diversos factores de riesgo, que implican una mayor propensión al desarrollo de afecciones en su salud física. Por último, es
  • 34. necesario señalar que las investigaciones utilizan instrumentos diversos que no necesariamente coinciden en los resultados encontrados, lo que mantiene preguntas sin respuestas definitivas en distintas temáticas relacionadas al apego. Esto reafirma la necesidad de seguir investigando, con el objetivo último de llegar a resultados fiables y así poder mejorar la calidad de vida del ser humano.
  • 35. APEGO, EMOCIÓN Y REGULACIÓN EMOCIONAL 505 REFERENCIAS Ahnert, L., Gunnar, M., Lamb, M. & Barthel. M. (2004). Transition to child care: associations with infant-mother attachment, infant negative emotion and cortisol elevations. Child Development, 75, 639-650. Ainsworth, M., Blehar, M., Waters, E. & Wall, S. (1978). Patterns of attachment: A study of the strange situation. Hillsdale, N.J.: Erlbaum. Allen, J., Huntoon, J., Fultz, J., Stein, H., Fonagy, P. & Evans, R. (2001). A model for brief assessment of attachment and its application to women in inpatient treatment for trauma-related psychiatric disorders. Journal of Personality Assessment, 76, 421-447. Andersson, P. & Perris, C. (2000). Attachment styles and dysfunctional assumptions in adults. Clinical Psychology and Psychotherapy, 7, 47-53. Barra, E. (2003a) Influencia del estado emocional en la salud física. Revista Terapia Psicológica, 21, 55-60. Barra, E. (2003b). Psicología de la salud. Santiago: Mediterráneo. Bartholomew, K. (1994). Assesment of individual differences in adult attachment. Psychological Inquiry, 5, 23-67. Bell, K. & Calkins, S. (2000). Relationships as inputs and outputs of emotion regulation. Psychological Inquiry, 11, 160-163. Bifulco, A. (2002). Attachment style measurement: A clinical and epidemiological perspective. Attachment & Human Development, 4, 180-188. Bowlby, J. (1980). La pérdida afectiva. Buenos Aires: Paidós. Bowlby, J. (1986). Vínculos afectivos: formación, desarrollo y pérdida. Madrid: Morata. Bowlby, J. (1998). El apego y la pérdida ʹ 1. El apego. Barcelona: Paidós. Byng-Hall, J. (1995). Creating a secure family base: some implications of attachment theory for family therapy. Family Process, 34, 45-58. Cacioppo, J. (2003). Introduction: emotion and health. En R. Davidson, K. Scherer, H. & H. Goldsmith (Eds.), Handbook of Affective Sciences (pp. 1047- 1052). New York: Oxford University Press. Carrillo, S., Maldonado, C., Saldarriaga, L., Vega, L. & Díaz, S. (2004). Patrones de apego en familias de tres generaciones: abuela, madre adolescente, hijo. Revista Latinoamericana de Psicología, 36, 409-430. Cole, P., Martin, S. & Dennis, T. (2004). Emotion regulation as a scientific construct: methodological challenges and directions for child development research. Child Development, 75, 317-333. Consedine, N. & Magai, C. (2003). Attachment and emotion experience in later life: the view from emotions theory. Attachment & Human Development, 5, 165-187. Crittenden, P. (1990). Internal representational models of attachment relations. Infant Mental Health Journal, 11, 259-277. Crittenden, P. (1995). Attachment and psychopatology. En S. Goldberg, R. Muir & J. Kerr (Eds.), John Bowlby͛s Attachment Theory: Historical, Clinical and Social Significance. New York: The Analytic Press. Crossley, J. & Morgado, F. (2004). De fantasmas y demonios. El papel de la emoción en la génesis y recuperación de las enfermedades (3ª ed.). Santiago: Grijalbo. De Wolff, M. & Ijzendoorn, M. (1997). Sensitivity and attachment: a meta-analysis on parental antecedents of infant attachment. Child Development, 68, 571-591. Diamond, L. & Aspinwall, L. (2003). Emotion regulation across the life span: An integrative perspective emphasizing self-regulation, positive affect and dyadic processes. Motivation and Emotion, 27, 125-156. Diener, M., Mangelsdorf, S., McHale, J. & Frosch,
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