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Gálatas
           Una respuesta apasionada para una iglesia con problemas
                               Carl P. Cosaert



                            CAPÍTULO 6


                  La prioridad
                 de la promesa

¿D
             ónde quería ser enterrada? ¿Quién era el padre de su hija?
             ¿Y quién se convertiría en el tutor legal de la enorme heren-
             cia de esa niña? Tales preguntas constituían una pesadilla
             legal y provocaron un frenesí periodístico que, durante se-
manas, captó los titulares de la prensa sensacionalista y dominó la aten-
ción de los programas de noticias de la televisión por cable y de los pro-
gramas radiofónicos de tertulia en el año 2007. El origen de todo este
caos estaba en la triste y trágica desaparición de Anna Nicole Smith, ac-
triz y modelo que falleció por una sobredosis accidental de drogas sin
haber puesto al día su testamento tras el nacimiento de su hija, Danie-
lynn, y la posterior muerte de su hijo, Daniel.
Todas las personas relacionadas con el caso –y hasta las no implicadas
en él– parecían tener una opinión diferente sobre lo que Anna Nicole
Smith habría querido. Algunos decían que habría querido ser enterrada
en Texas, cerca de su familia; otros decían que en Los Ángeles, y aún
otros defendían que su deseo habría sido ser enterrada junto a la tumba
de su hijo en las Bahamas. Después, en un vuelco de los acontecimientos
más bien estrambótico, al menos cinco hombres diferentes pretendieron
ser el posible padre de Danielynn, la hija de Anna. Tal drama sensacio-
nalista alimentó un circo mediático como hacía años que no se veía en el
mundo de la abogacía. Al final, lo único en lo que todas las partes parec-
ían estar de acuerdo era en lo diferente que habría sido toda la situación
si tan solo Anna Nicole Smith hubiera dejado un testamento actualizado
que especificase con claridad qué quería que sucediese tras su falleci-
miento.



                         © Recursos Escuela Sabática
En marcado contraste con toda la incertidumbre que rodeó los deseos
de Anna Nicole Smith en el momento de su muerte, no hay duda alguna,
afortunadamente, en cuanto a los deseos de Dios para su pueblo. La Pa-
labra de Dios es segura e inmutable. Y, según la Carta de Pablo a los
Gálatas, el Señor puso de manifiesto, en su trato con Abraham, que la
salvación es por la fe; por la fe sola. La obediencia humana a la ley de
Dios no aporta nada a la aceptación de una persona ante él. Sin embar-
go, la gran insistencia del apóstol en la fe suscita preguntas muy impor-
tantes. Si, verdaderamente, la fe es cuanto hay en términos de la acepta-
ción ante Dios, ¿por qué, de entrada, el Señor dio la ley a los hijos de Is-
rael? ¿No significó ello que Dios había reemplazado, anulado o, al me-
nos, alterado el pacto que había hecho con Abraham 430 años antes?
¿Cuál es la debida relación entre la fe y la ley de Dios? Los adversarios
de Pablo en Galacia se preguntaban exactamente lo mismo. En Gálatas
3:15-20 el apóstol presenta un argumento final a favor de la suficiencia
de la fe por sí sola, y luego pasa a abordar el asunto de la relación entre
la fe y la ley.

Los gálatas como «hermanos»
En Gálatas 3:10, Pablo inicia sus comentarios con una palabra que podr-
íamos fácilmente pasar por alto como si careciera de importancia, pero
que en realidad merece nuestra atención. Se dirige a los gálatas como
«hermanos» (versículo 15). ¿Por qué merece nuestra atención la pala-
bra? Hasta este instante, podríamos sentirnos tentados a considerar que
la relación del apóstol con los gálatas era completamente hostil, si no de
puro odio. Después de todo, el apóstol se saltó la expresión de acción de
gracias con la que suele comenzar sus Epístolas, pronunció una maldi-
ción contra todo aquel que enseñe un evangelio diferente y luego dijo de
los gálatas que eran unos descerebrados y que estaban hechizados
(Gálatas 3:1). Aunque no hay duda de que estaba disgustado, malinter-
pretaríamos gravemente la naturaleza de su relación con los gálatas si
no reparásemos en que también se refiere a ellos como «hermanos». Y
esto tampoco es un desliz de la lengua por su parte. Se dirige a ellos
nueve veces con esa expresión de cariño (Gálatas 1:11; 3:15; 4:12, 28, 31;
5:11,13; 6:1,18) y casi llega a las lágrimas en el llamamiento que les ex-
tiende (Gálatas 4:12-16,19, 20). Su reiterada referencia a los gálatas co-
mo hermanos suyos indica que, pese a sus diferencias, sigue creyendo
que entre él y ellos existe una relación estrecha. No son sus enemigos;
son miembros de la familia.
Es preciso que tamicemos toda su terminología apasionada y fogosa a
través de esta perspectiva. Pablo está enfrascado en una riña interna en-
tre hermanos. Y, aunque su manera de ser era, desde luego, más franca
                         © Recursos Escuela Sabática
que aquella con la que nos sentiríamos cómodos en la actualidad, sigue
siendo importante que recordemos que una riña entre hermanos es
enormemente diferente de un desacuerdo entre dos personas sin paren-
tesco. Aunque las palabras puedan ser las mismas en ambos casos, el
impacto es radicalmente diferente. Lo que se dice en una riña entre
miembros de una familia siempre se ve suavizado por una relación com-
partida. Sin embargo, cuando otra persona dice esas mismas palabras,
no hay un amortiguador que las suavice. Ya no se trata de un «noso-
tros», sino de un «ellos». Si no interpretamos la disputa de Pablo con
los gálatas desde este contexto, corremos el riesgo no solo de distorsio-
nar nuestra imagen de Pablo, sino de convertir el libro de Gálatas en po-
co más que una arenga.

La inmutable promesa divina (Gálatas 3:15-18)
En intento final por demostrar a los gálatas que el pacto de Dios con
Abraham y todos sus descendientes se basaba en la fe sin las obras de la
ley, Pablo se vale de un ejemplo tomado de la vida cotidiana. Afirma:
«Un testamento debidamente otorgado nadie puede anularlo ni se le
puede añadir una cláusula» (Gálatas 3:15, NBE).
La terminología y la lógica de la ilustración de Pablo han intrigado por
igual a traductores y comentaristas. La palabra traducida como «testa-
mento» (diathéke) también puede traducirse perfectamente por «pac-
to». Cualquiera de las dos traducciones es igualmente válida. Podemos
percibir esta diferencia comparando la forma en que vierten el versículo
diferentes versiones de la Biblia. Sin embargo, el problema estriba en
que existe una tremenda diferencia entre un pacto y un testamento.
Típicamente, un pacto es un acuerdo mutuo entre dos o más personas,
que a menudo recibe la denominación de contrato o tratado. Un testa-
mento es una declaración de una única persona. La referencia de Pablo
a Abraham en los versículos precedentes podría sugerir que el contexto
indica que «pacto» es el término que tenía en mente. Es verdad que la
Septuaginta, traducción griega de las Escrituras hebreas, usa a menudo
la palabra diathéke de esa manera. La dificultad estriba en que el térmi-
no griego diathéke, en las fuentes seculares, siempre se refiere a la últi-
ma voluntad y testamento de una persona. 1 Por ello, básicamente, la
evidencia a favor de cada una de las dos palabras está dividida por igual.
Entonces, ¿de qué habla la ilustración de Pablo? ¿Es «pacto» o «testa-
mento»? La respuesta es que el apóstol parece tener en mente ambos
conceptos.
1Donald Guthrie, Galatians [Gálatas], New Century Bible Commentary (Grand Rapids: Eerdmans,
1973), p. 101.
                                  © Recursos Escuela Sabática
Aunque las palabras «pacto» y «testamento» son muy diferentes en es-
pañol, en griego no están tan desvinculadas. La traducción griega del
Antiguo Testamento nunca vierte la palabra hebrea (berít) usada para
referirse al pacto de Dios con Abraham con la palabra griega usada en
los acuerdos o contratos entre dos partes (synthéke). En vez de ello, la
Septuaginta emplea la palabra usada típicamente para un testamento
(diathéke). ¿Por qué? Probablemente porque los traductores se percata-
ron de que el pacto de Dios con Abraham no fue como un tratado entre
dos personas que realizaban promesas vinculantes mutuas. Al contrario,
el pacto de Dios estaba basado únicamente en que así le agradó. No con-
tiene una retahíla de condicionantes ni de conjunciones copulativas o
adversativas. Abraham, sencillamente, tenía que fiarse de la palabra del
Señor.
Parece que Pablo percibió este doble significado de la palabra para ex-
presar las ideas de testamento y de pacto, y lo usa para poner de relieve
características específicas del pacto de Dios con Abraham. Por ejemplo,
igual que un testamento humano, el pacto de Dios se refiere a un benefi-
ciario específico: Abraham y su descendencia (Génesis 12:1-5; Gálatas
3:16). También conlleva una herencia (Génesis 13:15; 17:8; Romanos
4:13). Sin embargo, para Pablo lo más importante es la naturaleza inmu-
table del pacto divino. Si un testamento ratificado no puede ser alterado
o modificado de ninguna manera una vez que fallece el testador, las
promesas contractuales de Dios a Abraham son aún más inmutables. Su
pacto es una promesa (Gálatas 3:16) y en modo alguno quebranta sus
promesas (Isaías 46:11; Hebreos 6:18).
Sin embargo, el pacto inviolable que Dios hizo con Abraham no es una
mera cuestión de antigüedad. En un sentido, abarca en realidad todos
los tiempos, dado que no estaba limitado solo a Abraham, sino que tam-
bién se aplicaba a su descendencia (Génesis 17:1-8). La referencia a la
descendencia de Abraham evoca un comentario parentètico por parte de
Pablo en cuanto al significado de la palabra «descendencia». «No dice:
"Y a los descendientes", como si hablara de muchos, sino como de uno:
"Y a tu descendencia", la cual es Cristo» (Gálatas 3:16). Igual que en es-
pañol, la palabra «descendencia» puede tener en hebreo y griego un
sentido colectivo, aunque sea en realidad singular en número. Para Pa-
blo, el hecho de que «descendencia» sea singular sugiere que es una re-
ferencia a Cristo como el auténtico descendiente individual de Abraham
y el beneficiario definitivo por medio del cual Dios bendeciría a todas las
naciones del mundo.
Aunque el razonamiento de Pablo puede parecer un ejemplo de nimie-
dades gramaticales, no solo demuestra su atención al detalle en las Es-

                         © Recursos Escuela Sabática
crituras, sino que revela una percepción significativa en su comprensión
de la promesa que Dios hizo a Abraham. Desde la perspectiva de Pablo,
ni uno solo de los descendientes literales de Abraham heredó jamás de
verdad la plena cuantía de las promesas que el Señor hizo al patriarca
(cf. Hebreos 11:39). Todas las naciones de la tierra han sido benditas
únicamente en Cristo, la auténtica descendencia de Abraham. Según se-
ñala Donald Guthrie, «la auténtica bendición que ha llegado a judío y a
gentil por igual lo ha hecho únicamente en Cristo. Este es la Descenden-
cia de Abraham por antonomasia, y todos los que están en él son igual-
mente hijos de Abraham». 2 Por esa razón, Cristo es cuanto importa de
verdad, porque, como afirma Pablo en Gálatas 3:29, «si vosotros sois de
Cristo, ciertamente descendientes de Abraham sois, y herederos según
la promesa».
No queriendo que los gálatas dejasen de captarlo principal de su compa-
ración del pacto de Dios con la última voluntad y testamento de una
persona, el apóstol la formula claramente: «Quiero decir esto: una
herencia ya debidamente otorgada por Dios no iba a anularla una ley
que apareció cuatrocientos treinta años más tarde, dejando sin efecto la
promesa» (versículo 17, NBE). Los gálatas pueden decir cuánto quieran
de la ley, pero la realidad es que Dios nunca se relacionó con Abraham
partiendo de tal base. El Señor la dio a los hijos de Israel mucho des-
pués. La fe era cuanto demandaba en el pacto que hizo con Abraham y
sus descendientes. Decir que ahora la ley es un requisito para recibir la
promesa de Dios significaría que el Señor incumplió su promesa. Frank
Matera resume muy bien el fundamento lógico del planteamiento de
Pablo:
    «Para Pablo, es inconcebible que la ley pudiera anular la promesa
    o actuar de codicilo del testamento de Dios. Si así fuera, Dios ser-
    ía caprichoso. Si la ley anuló la promesa, Dios sería infiel a sí
    mismo, al igual que a Abraham. No, la ley apareció de forma tard-
    ía; fue promulgada en Sinaí 430 años después de que Dios ratifi-
    case legalmente su testamento con Abraham. Por lo tanto, por
    importante y santa que sea la ley, no puede añadir ni anular lo
    que Dios ya ha prometido mediante un solemne juramento a
    Abraham». 3




2Ibíd., p. 102.
3 F. Matera, Galatians [Gálatas], Colección Sacra Pagina (Collegeville, Minnesota: Liturgical Press, 1992),
vol. 9, p. 132.
                                   © Recursos Escuela Sabática
¿Por qué dio Dios la ley? (Gálatas 3:19,20)
Pablo se adelanta a la pregunta para cuya formulación sus adversarios
probablemente estaban deseando saltar de sus asientos. «Si las prome-
sas contractuales de Dios a Abraham no se vieron afectadas en absoluto
por la ley ¿por qué, de entrada, dio Dios la ley?».
El apóstol contesta: «Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta
que viniera la descendencia a quien fue hecha la promesa» (versículo
19). ¿Qué quiere decir exactamente? Su respuesta es tan sucinta, que
genera varias preguntas importantes –y debatidas– que es preciso res-
ponder antes de que podamos entender realmente lo que dice. ¿Qué ley
fue añadida? ¿Por qué fue «añadida»? ¿Y durante cuánto tiempo lo fue?
Consideraremos las preguntas una a una.

1. ¿Qué ley fue añadida?
Pablo dice que la ley fue añadida, pero, ¿de qué habla exactamente?
Responder esta pregunta no resulta tan fácil como puede parecer al
principio, dado que la palabra «ley» puede referirse a varias cosas en
sus Cartas. La palabra «ley» aparece más de cien veces en sus Epístolas.
Pablo puede usarla para referirse a la voluntad de Dios para su pueblo,
al Pentateuco (Romanos 3:21), a un libro específico del Antiguo Testa-
mento (1 Corintios 14:21), a todo el Antiguo Testamento (Romanos 3:10-
19; 5:13) o incluso, simplemente, a un principio general (Romanos 7:21).
Por si no bastaba con eso, algunos estudiosos han afirmado que la ley de
Gálatas se refiere únicamente a las leyes ceremoniales que tienen que
ver con los sacrificios y las ofrendas. Y otros la identifican con la ley mo-
ral en particular. ¿Qué conclusión podemos sacar?
No deja de tener su interés que el asunto de la identidad de la ley de
Gálatas fuese una cuestión muy debatida entre los adventistas del
séptimo día de finales del siglo XIX. De hecho, generó varios debates y
artículos controvertidos, y hasta dio para la publicación de varios libros
dedicados en su totalidad a abordar el tema. 4 Si crees que esta sección
es tediosa, ¡imagina qué no será leer doscientas páginas sobre este tema!
La interpretación tradicional entre los primeros pastores y evangelistas
adventistas había sido que la «ley añadida» se refería a la ley ceremo-
nial, y que esa ley acabó siendo eliminada con el sacrificio de Cristo en el
Calvario. Veían la confirmación de su interpretación en la creencia de
que la palabra «hasta» del versículo 19 indica que esa ley era solamente
4
  Véase Woodrow W. Whidden, E. J. Waggoner: From the Physician of Good News to Agent of Division [E.
J. Waggoner: De médico de la buena nueva a agente de la división] (Hagerstown, Maryland: Review and
Herald, 2008), pp. 98-105.
                                 © Recursos Escuela Sabática
de duración temporal. Se vio que era una interpretación popular, pues
ayudaba a los adventistas a demostrar que la ley moral de Dios –y en
particular el sábado– no había sido abolida en el Calvario. En oposición
al punto de vista tradicional, un grupo constituido por pastores más
jóvenes defendía que la ley moral tenía mucho más sentido en el argu-
mento general de Pablo en Gálatas. El debate acabó haciéndose tan
polémico que Elena G. de White tuvo que reprender a ambos grupos por
su falta de civismo cristiano. La realidad es que ambos grupos distaban
de entender lo que Pablo quiso decir.
La identidad de la ley en Gálatas debe ser interpretada teniendo en
cuenta el mensaje global de Pablo en esa Epístola. Aunque el apóstol ar-
gumenta contra la necesidad de la circuncisión, su preocupación por los
gálatas no se circunscribe simplemente a rituales ceremoniales. Su men-
saje tiene un alcance mucho más amplio que ese asunto. Declara que to-
do empeño de relacionarnos con Dios desde una perspectiva de la ley o
la obediencia es insuficiente, con independencia de si su centro de in-
terés está en los requisitos ya sea de la ley ceremonial o de la moral. Un
análisis minucioso de la más de treinta veces que la palabra «ley» (grie-
go nomos) aparece en la Epístola ilustra precisamente esto. Cuando Pa-
blo menciona la «ley» en Gálatas, el contexto indica que casi siempre
tiene en mente una definición más general (Gálatas 2:21; 5:3, 4, 23;
6:13). Así, cuando habla de la «ley» en Gálatas, no contempla un grupo
de normas ceremoniales en contraposición a un grupo aparte de requisi-
tos morales. Tan estrictas divisiones son, en realidad, consecuencia de
intentos modernos de sistematización más que categorías bíblicas. An-
tes bien, cuando refiere que la ley fue «añadida» 430 años después del
pacto hecho con Abraham, tiene en cuenta la totalidad de la legislación
dada a Moisés en el monte Sinaí, tanto en sus dimensiones ceremoniales
como en las morales.

2. ¿Por qué fue añadida?
Si el uso de «ley» por parte de Pablo incluye los Diez Mandamientos,
¿cómo puede decir que fue «añadida» en el monte Sinaí? La pregunta es
buena. Es obvio que conocía las Escrituras lo bastante bien como para
haber entendido que está claro que la ley de Dios existía antes de que el
Señor la presentase a los hijos de Israel en el desierto. Las Escrituras in-
cluyen referencias al sábado en Génesis y Éxodo antes de la promulga-
ción de los Diez Mandamientos (Génesis 2:1-3; Éxodo 16:22-26), y se di-
ce de Abraham que guardaba los mandamientos, los estatutos y las leyes
de Dios (Génesis 26:5). De hecho, ni siquiera el sistema sacrificial era
nuevo del todo. Todos los patriarcas ofrecieron sacrificios animales an-

                         © Recursos Escuela Sabática
tes del éxodo. Si «añadida» no implica que la ley nunca existiera con an-
terioridad, ¿qué significa?
Cuando Pablo dice que la ley fue «añadida», no quiere dar a entender
que no existiera antes. Tampoco quiere decir que fuese incorporada al
pacto de Dios con Abraham, como si fuese un añadido posterior a un
testamento que, de algún modo, alterase sus disposiciones originales.
Antes bien, el apóstol nos dice que la ley fue «añadida» o «dada» a los
hijos de Israel con un fin completamente diferente del de la promesa.
Fue «añadida a causa de las transgresiones».
¿Qué fin contempla Pablo? Podemos ver una respuesta parcial en un
comentario similar que efectúa en Romanos 5:20: «La ley se añadió pa-
ra que aumentara el pecado» (DHH). La palabra traducida «añadió» en
la versión Dios Habla Hoy es un término griego distinto del que el após-
tol usa en Gálatas 3:19. En Romanos 5:20, la palabra griega es pa-
reisélthen y literalmente significa «llegar por un camino secundario». La
iconografía de Pablo parece ser esta: El camino principal es el pacto
irrevocable que Dios hizo con Abraham. Sin embargo, la ley dada en el
monte Sinaí es un camino secundario. Jamás se previó que este camino
secundario fuese una nueva manera de obtener las promesas de Dios,
sino una ruta que pudiera reencaminar «a los viajeros para que regresa-
sen al camino principal». 5 ¿Cómo logra eso la ley?
La promulgación de la ley en el monte Sinaí destaca como un aconteci-
miento excepcional en la historia de la salvación. Según señala el Co-
mentario bíblico adventista, «la diferencia entre los tiempos anteriores
y los posteriores al Sinaí no fue una diferencia en cuanto a la existencia
de grandes leyes procedentes de Dios, sino en cuanto a la revelación
explícita de ellas». 6 No fue preciso que Dios revelara su ley a Abraham
con truenos, relámpagos ni bajo amenaza de pena capital (Éxodo 19:10-
23). Los israelitas, sin embargo, eran diferentes. Habían perdido de vis-
ta la grandeza de Dios y las normas morales elevadas, y, en consecuen-
cia, del grado de su propia pecaminosidad.
La presentación de la ley en el monte Sinaí reveló a los hijos de Israel el
grado de su condición pecaminosa y su necesidad de la gracia de Dios, y
hace lo mismo por nosotros hoy. El Señor no se propuso que la ley fuese
un programa de diez pasos para «ganar» la salvación. Al contrario, la ley
fue dada, según afirma Pablo, «para que aumentara el pecado» (Roma-

5 Timothy George, Galatians [Gálatas], The New American Commentary (Nashville: Broadman and Holman,
1994), tomo 30, p. 253.
6 Comentario bíblico adventista del séptimo día (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Asso-

ciation, 1996), tomo 6, p. 957.
                                   © Recursos Escuela Sabática
nos 5:20, DHH), es decir, para que el pecado, por causa del mandamien-
to, se revelara sumamente pecaminoso (Romanos 7:13). La ley moral,
con sus «No harás», revela que el pecado no es simplemente nuestra
condición natural, sino que es también la violación de la ley de Dios
(Romanos 3:20; 5:13, 20; 7:7, 8, 13). Por eso, Pablo dice que donde no
hay ley no hay transgresión (Romanos 4:15). E incluso las leyes ceremo-
niales de los sacrificios y las ofrendas se ampliaron tanto en número
como en detalle para señalar la condición quebrada de la humanidad
ante Dios y su necesidad del perdón divino. William Hendriksen lo ex-
plica así: «La ley actúa como una lupa. En realidad, el artilugio no au-
menta el número de manchas que afean una prenda, sino que hace que
destaquen con más claridad y revela muchas más de la que podemos ver
a simple vista». 7
Aunque, desde luego, es útil considerar los comentarios similares de Pa-
blo en Romanos 5:20 para contribuir a encontrar sentido a lo que dice
en Gálatas 3:19, también es importante interpretar Gálatas en su propio
contexto y no únicamente teniendo en cuenta Romanos, Carta que Pablo
escribió probablemente casi diez años después. Aunque existen simili-
tudes entre Gálatas 3:19 y Romanos 5:20, también hay diferencias im-
portantes que deberían disuadirnos de interpretar los dos pasajes de
manera idéntica. Dos de las más significativas son la ausencia de la pa-
labra «aumentar» en Gálatas 3:19 y el uso en Romanos de la palabra
«pecado» (griego paráptoma), término que se refiere específicamente
para un acto pecaminoso deliberado, en lugar del que aparece en Gála-
tas: «transgresión» (griego parábasis), término más genérico que signi-
fica «desobediencia». El uso de estos dos términos en Romanos limita el
papel de la ley en el monte Sinaí a una función completamente negativa:
señala el pecado. Aunque esto es verdad, el apóstol no llega a ser tan
explícito en Gálatas.
En Gálatas 3:19 Pablo dice simplemente que la ley fue añadida a causa
de la transgresión. La naturaleza genérica de su afirmación no limita su
significado al aspecto negativo de meramente señalar el pecado. Antes
bien, su terminología es lo bastante amplia como para entender la «adi-
ción» de la ley también como una respuesta positiva: «a causa de las
transgresiones». Según señala Dunn, la adición de la ley no fue comple-
tamente negativa: produjo el beneficio positivo de proporcionar un re-
medio para la transgresión. 8 Desde esta perspectiva, Pablo también pa-

7 Wiilliam Hendriksen, Exposition of Galatians [Exposición de Gálatas], New Testament Commentary
(Grand Rapids, Baker, 1979), p. 141.
8 James D. G. Dunn, The Epistle to the Galatians [La epístola a los Gálatas], Black’s New Testament

Commentary (Peabody, Massachusetts: Hendrickson, 1993), pp. 189, 190.
                                 © Recursos Escuela Sabática
rece contemplar «toda esa dimensión de la ley tan perdida de vista en
los análisis cristianos modernos de Pablo, concretamente, el sistema sa-
crificial, mediante el cual podían abordarse las transgresiones, y a través
del cual se proporcionaba la expiación». 9 Igual los hijos de Israel hab-
ían olvidado la gravedad del pecado durante su esclavitud en Egipto,
también habían perdido de vista el remedio del pecado proporcionado
en el sistema sacrificial. En el monte Sinaí, Dios amplió las leyes de los
sacrificios y las ofrendas relacionadas con el sistema sacrificial para se-
ñalar más plenamente a su plan para proporcionar una expiación defini-
tiva a la pecaminosidad humana.
¿Por qué se «añadió» la ley en Sinaí? La respuesta es doble: para señalar
el pecado y también para dirigir al pueblo de Dios al remedio del pecado
encontrado en el sistema sacrificial asociado con el santuario.

3. ¿Durante cuánto tiempo fue añadida?
Esto nos lleva a nuestra última pregunta. ¿Qué quiere decir Pablo cuan-
do dice que la ley se añadió «hasta que viniera la descendencia a quien
fue hecha la promesa» (Gálatas 3:19)?
Muchos han entendido que el pasaje indica que la ley dada en el monte
Sinaí fue solamente de naturaleza temporal. Se introdujo 430 años des-
pués de Abraham y terminó cuando Cristo vino. Ahora bien, hasta cierto
punto esa afirmación es correcta. Es verdad que las leyes sacrificiales
presentadas a Moisés eran únicamente símbolos que predecían el sacri-
ficio supremo de Cristo. Ahora que Cristo, nuestro Cordero pascual, ha
sido sacrificado (1 Corintios 5:7), ya no existe necesidad alguna de que
sea sacrificado ningún animal (Hebreos 9; 10). Sin embargo, algunos
cristianos también aplican esto a la ley moral de Dios. Afirman que, en
la cruz, Cristo no solo puso fin a las leyes ceremoniales, sino que tam-
bién eliminó la ley moral.
Aunque el uso que hace Pablo de «ley» en Gálatas incluye, en efecto,
tanto sus aspectos ceremonial como moral, no es correcto concluir que
en Gálatas 3:19 esté proclamando que la ley moral ha sido abolida. Tal
conclusión parece incorrecta por al menos dos razones.
En primer lugar, Pablo niega específicamente tales alegaciones. En una
presentación similar hallada en Romanos 3:31, pregunta: «Luego, ¿por
la fe invalidamos la ley?». En griego, la palabra traducida «invalidar» es
katargéo. La usa frecuentemente en sus Cartas, y puede ser traducida
«anular» (Romanos 6:6), «abolir» (Efesios 2:15), «perder su poder»

9   Ibíd. p. 190.
                         © Recursos Escuela Sabática
(Romanos 6:6, NVI) y hasta «destruir» (1 Corintios 6:13). Sin duda, si
Pablo quería respaldar la idea de que la cruz puso término a la ley, esta
habría sido la ocasión de decirlo. Sin embargo, no solo niega esa inter-
pretación con un no rotundo, sino que, de hecho, afirma que el evange-
lio «confirma» la ley. Además, esa interpretación también está en des-
acuerdo con lo que dice en cuanto a la importancia de la ley en Romanos
4:15. Hasta el propio Jesús rechazó semejante idea en Mateo 5:17-19.
Una segunda razón por la que Pablo no indica que el Calvario aboliese la
ley moral es que la palabra traducida «hasta» en Gálatas 3:19 «no impli-
ca un límite temporal para la acción mencionada en la frase». 10 Aunque
la palabra «hasta» puede a veces sugerir el final de un lapso específico,
no siempre tiene ese tipo de sentido temporal, como podemos ver en va-
rios ejemplos de las Escrituras. En Apocalipsis 2:25 Jesús dice: «Lo que
tenéis, retenedlo hasta que yo venga». ¿Quiere decir Jesús que, una vez
que vuelva, ya no es preciso que seamos fieles? ¡Claro que no! O, ¿qué
decir de las instrucciones que Pablo dio a Timoteo? «Hasta que yo lle-
gue, dedícate a la lectura, a la exhortación, a la enseñanza» (1 Timoteo
4:13, BJ). Aunque la llegada de Pablo, ciertamente, alteraría algunas co-
sas, no quiere decir que Timoteo dejaría de hacer ninguna de esas cosas.
En cada ejemplo, «hasta» no implica una terminación de la actividad
descrita. Meramente recalca un cambio que acontece.
Lo mismo puede decirse del uso que hace Pablo de la palabra «hasta» en
Gálatas 3:19. El papel de la ley no acabó con la venida de Cristo. Sigue
señalando el pecado. Pablo afirma que el advenimiento de Cristo marca
un punto de inflexión decisivo en la historia humana. Aunque la pro-
mulgación de la ley en el Sinaí fue el punto definitorio de la historia de
Israel, la encarnación de Cristo la eclipsa ampliamente. Cristo puede
hacer lo que las leyes morales y ceremoniales jamás pudieron lograr:
proporcionar un auténtico remedio para el pecado, es decir, justificar a
los pecadores y, mediante su Espíritu, cumplir su ley en ellos (Romanos
8:3,4). El apóstol amplía este concepto con mayor detalle en los versícu-
los 23-26.

Vivir hoy en consideración de la promesa
Dado que somos descendientes espirituales de Abraham, las promesas
contractuales hechas por Dios a Abraham también son promesas que
nos ha hecho a nosotros. Tenemos tanto derecho a ellas como Abraham.
Por ello, siempre que la conciencia de nuestro propio fracaso nos aplaste
con la sensación impotente de la culpa y la condena, encontremos con-

10   Erwin Gane, The Battle for Freedom [La batalla por la libertad] (Boise, Idaho: Pacific Press, 1990), p. 79.
                                       © Recursos Escuela Sabática
suelo en recordar que nuestra esperanza no depende de nuestra obe-
diencia a la ley, por importante que sea, sino, más bien, en la promesa
irrevocable dada por Dios a Abraham y aceptada por fe. Es preciso que
nuestro centro de interés esté en Cristo y no es nuestros fracasos; ni si-
quiera en «nuestros» logros. Únicamente centrándonos en Cristo po-
demos seguir su dirección y su voluntad para nuestra vida.




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2011 04-06 complementario

  • 1. Gálatas Una respuesta apasionada para una iglesia con problemas Carl P. Cosaert CAPÍTULO 6 La prioridad de la promesa ¿D ónde quería ser enterrada? ¿Quién era el padre de su hija? ¿Y quién se convertiría en el tutor legal de la enorme heren- cia de esa niña? Tales preguntas constituían una pesadilla legal y provocaron un frenesí periodístico que, durante se- manas, captó los titulares de la prensa sensacionalista y dominó la aten- ción de los programas de noticias de la televisión por cable y de los pro- gramas radiofónicos de tertulia en el año 2007. El origen de todo este caos estaba en la triste y trágica desaparición de Anna Nicole Smith, ac- triz y modelo que falleció por una sobredosis accidental de drogas sin haber puesto al día su testamento tras el nacimiento de su hija, Danie- lynn, y la posterior muerte de su hijo, Daniel. Todas las personas relacionadas con el caso –y hasta las no implicadas en él– parecían tener una opinión diferente sobre lo que Anna Nicole Smith habría querido. Algunos decían que habría querido ser enterrada en Texas, cerca de su familia; otros decían que en Los Ángeles, y aún otros defendían que su deseo habría sido ser enterrada junto a la tumba de su hijo en las Bahamas. Después, en un vuelco de los acontecimientos más bien estrambótico, al menos cinco hombres diferentes pretendieron ser el posible padre de Danielynn, la hija de Anna. Tal drama sensacio- nalista alimentó un circo mediático como hacía años que no se veía en el mundo de la abogacía. Al final, lo único en lo que todas las partes parec- ían estar de acuerdo era en lo diferente que habría sido toda la situación si tan solo Anna Nicole Smith hubiera dejado un testamento actualizado que especificase con claridad qué quería que sucediese tras su falleci- miento. © Recursos Escuela Sabática
  • 2. En marcado contraste con toda la incertidumbre que rodeó los deseos de Anna Nicole Smith en el momento de su muerte, no hay duda alguna, afortunadamente, en cuanto a los deseos de Dios para su pueblo. La Pa- labra de Dios es segura e inmutable. Y, según la Carta de Pablo a los Gálatas, el Señor puso de manifiesto, en su trato con Abraham, que la salvación es por la fe; por la fe sola. La obediencia humana a la ley de Dios no aporta nada a la aceptación de una persona ante él. Sin embar- go, la gran insistencia del apóstol en la fe suscita preguntas muy impor- tantes. Si, verdaderamente, la fe es cuanto hay en términos de la acepta- ción ante Dios, ¿por qué, de entrada, el Señor dio la ley a los hijos de Is- rael? ¿No significó ello que Dios había reemplazado, anulado o, al me- nos, alterado el pacto que había hecho con Abraham 430 años antes? ¿Cuál es la debida relación entre la fe y la ley de Dios? Los adversarios de Pablo en Galacia se preguntaban exactamente lo mismo. En Gálatas 3:15-20 el apóstol presenta un argumento final a favor de la suficiencia de la fe por sí sola, y luego pasa a abordar el asunto de la relación entre la fe y la ley. Los gálatas como «hermanos» En Gálatas 3:10, Pablo inicia sus comentarios con una palabra que podr- íamos fácilmente pasar por alto como si careciera de importancia, pero que en realidad merece nuestra atención. Se dirige a los gálatas como «hermanos» (versículo 15). ¿Por qué merece nuestra atención la pala- bra? Hasta este instante, podríamos sentirnos tentados a considerar que la relación del apóstol con los gálatas era completamente hostil, si no de puro odio. Después de todo, el apóstol se saltó la expresión de acción de gracias con la que suele comenzar sus Epístolas, pronunció una maldi- ción contra todo aquel que enseñe un evangelio diferente y luego dijo de los gálatas que eran unos descerebrados y que estaban hechizados (Gálatas 3:1). Aunque no hay duda de que estaba disgustado, malinter- pretaríamos gravemente la naturaleza de su relación con los gálatas si no reparásemos en que también se refiere a ellos como «hermanos». Y esto tampoco es un desliz de la lengua por su parte. Se dirige a ellos nueve veces con esa expresión de cariño (Gálatas 1:11; 3:15; 4:12, 28, 31; 5:11,13; 6:1,18) y casi llega a las lágrimas en el llamamiento que les ex- tiende (Gálatas 4:12-16,19, 20). Su reiterada referencia a los gálatas co- mo hermanos suyos indica que, pese a sus diferencias, sigue creyendo que entre él y ellos existe una relación estrecha. No son sus enemigos; son miembros de la familia. Es preciso que tamicemos toda su terminología apasionada y fogosa a través de esta perspectiva. Pablo está enfrascado en una riña interna en- tre hermanos. Y, aunque su manera de ser era, desde luego, más franca © Recursos Escuela Sabática
  • 3. que aquella con la que nos sentiríamos cómodos en la actualidad, sigue siendo importante que recordemos que una riña entre hermanos es enormemente diferente de un desacuerdo entre dos personas sin paren- tesco. Aunque las palabras puedan ser las mismas en ambos casos, el impacto es radicalmente diferente. Lo que se dice en una riña entre miembros de una familia siempre se ve suavizado por una relación com- partida. Sin embargo, cuando otra persona dice esas mismas palabras, no hay un amortiguador que las suavice. Ya no se trata de un «noso- tros», sino de un «ellos». Si no interpretamos la disputa de Pablo con los gálatas desde este contexto, corremos el riesgo no solo de distorsio- nar nuestra imagen de Pablo, sino de convertir el libro de Gálatas en po- co más que una arenga. La inmutable promesa divina (Gálatas 3:15-18) En intento final por demostrar a los gálatas que el pacto de Dios con Abraham y todos sus descendientes se basaba en la fe sin las obras de la ley, Pablo se vale de un ejemplo tomado de la vida cotidiana. Afirma: «Un testamento debidamente otorgado nadie puede anularlo ni se le puede añadir una cláusula» (Gálatas 3:15, NBE). La terminología y la lógica de la ilustración de Pablo han intrigado por igual a traductores y comentaristas. La palabra traducida como «testa- mento» (diathéke) también puede traducirse perfectamente por «pac- to». Cualquiera de las dos traducciones es igualmente válida. Podemos percibir esta diferencia comparando la forma en que vierten el versículo diferentes versiones de la Biblia. Sin embargo, el problema estriba en que existe una tremenda diferencia entre un pacto y un testamento. Típicamente, un pacto es un acuerdo mutuo entre dos o más personas, que a menudo recibe la denominación de contrato o tratado. Un testa- mento es una declaración de una única persona. La referencia de Pablo a Abraham en los versículos precedentes podría sugerir que el contexto indica que «pacto» es el término que tenía en mente. Es verdad que la Septuaginta, traducción griega de las Escrituras hebreas, usa a menudo la palabra diathéke de esa manera. La dificultad estriba en que el térmi- no griego diathéke, en las fuentes seculares, siempre se refiere a la últi- ma voluntad y testamento de una persona. 1 Por ello, básicamente, la evidencia a favor de cada una de las dos palabras está dividida por igual. Entonces, ¿de qué habla la ilustración de Pablo? ¿Es «pacto» o «testa- mento»? La respuesta es que el apóstol parece tener en mente ambos conceptos. 1Donald Guthrie, Galatians [Gálatas], New Century Bible Commentary (Grand Rapids: Eerdmans, 1973), p. 101. © Recursos Escuela Sabática
  • 4. Aunque las palabras «pacto» y «testamento» son muy diferentes en es- pañol, en griego no están tan desvinculadas. La traducción griega del Antiguo Testamento nunca vierte la palabra hebrea (berít) usada para referirse al pacto de Dios con Abraham con la palabra griega usada en los acuerdos o contratos entre dos partes (synthéke). En vez de ello, la Septuaginta emplea la palabra usada típicamente para un testamento (diathéke). ¿Por qué? Probablemente porque los traductores se percata- ron de que el pacto de Dios con Abraham no fue como un tratado entre dos personas que realizaban promesas vinculantes mutuas. Al contrario, el pacto de Dios estaba basado únicamente en que así le agradó. No con- tiene una retahíla de condicionantes ni de conjunciones copulativas o adversativas. Abraham, sencillamente, tenía que fiarse de la palabra del Señor. Parece que Pablo percibió este doble significado de la palabra para ex- presar las ideas de testamento y de pacto, y lo usa para poner de relieve características específicas del pacto de Dios con Abraham. Por ejemplo, igual que un testamento humano, el pacto de Dios se refiere a un benefi- ciario específico: Abraham y su descendencia (Génesis 12:1-5; Gálatas 3:16). También conlleva una herencia (Génesis 13:15; 17:8; Romanos 4:13). Sin embargo, para Pablo lo más importante es la naturaleza inmu- table del pacto divino. Si un testamento ratificado no puede ser alterado o modificado de ninguna manera una vez que fallece el testador, las promesas contractuales de Dios a Abraham son aún más inmutables. Su pacto es una promesa (Gálatas 3:16) y en modo alguno quebranta sus promesas (Isaías 46:11; Hebreos 6:18). Sin embargo, el pacto inviolable que Dios hizo con Abraham no es una mera cuestión de antigüedad. En un sentido, abarca en realidad todos los tiempos, dado que no estaba limitado solo a Abraham, sino que tam- bién se aplicaba a su descendencia (Génesis 17:1-8). La referencia a la descendencia de Abraham evoca un comentario parentètico por parte de Pablo en cuanto al significado de la palabra «descendencia». «No dice: "Y a los descendientes", como si hablara de muchos, sino como de uno: "Y a tu descendencia", la cual es Cristo» (Gálatas 3:16). Igual que en es- pañol, la palabra «descendencia» puede tener en hebreo y griego un sentido colectivo, aunque sea en realidad singular en número. Para Pa- blo, el hecho de que «descendencia» sea singular sugiere que es una re- ferencia a Cristo como el auténtico descendiente individual de Abraham y el beneficiario definitivo por medio del cual Dios bendeciría a todas las naciones del mundo. Aunque el razonamiento de Pablo puede parecer un ejemplo de nimie- dades gramaticales, no solo demuestra su atención al detalle en las Es- © Recursos Escuela Sabática
  • 5. crituras, sino que revela una percepción significativa en su comprensión de la promesa que Dios hizo a Abraham. Desde la perspectiva de Pablo, ni uno solo de los descendientes literales de Abraham heredó jamás de verdad la plena cuantía de las promesas que el Señor hizo al patriarca (cf. Hebreos 11:39). Todas las naciones de la tierra han sido benditas únicamente en Cristo, la auténtica descendencia de Abraham. Según se- ñala Donald Guthrie, «la auténtica bendición que ha llegado a judío y a gentil por igual lo ha hecho únicamente en Cristo. Este es la Descenden- cia de Abraham por antonomasia, y todos los que están en él son igual- mente hijos de Abraham». 2 Por esa razón, Cristo es cuanto importa de verdad, porque, como afirma Pablo en Gálatas 3:29, «si vosotros sois de Cristo, ciertamente descendientes de Abraham sois, y herederos según la promesa». No queriendo que los gálatas dejasen de captarlo principal de su compa- ración del pacto de Dios con la última voluntad y testamento de una persona, el apóstol la formula claramente: «Quiero decir esto: una herencia ya debidamente otorgada por Dios no iba a anularla una ley que apareció cuatrocientos treinta años más tarde, dejando sin efecto la promesa» (versículo 17, NBE). Los gálatas pueden decir cuánto quieran de la ley, pero la realidad es que Dios nunca se relacionó con Abraham partiendo de tal base. El Señor la dio a los hijos de Israel mucho des- pués. La fe era cuanto demandaba en el pacto que hizo con Abraham y sus descendientes. Decir que ahora la ley es un requisito para recibir la promesa de Dios significaría que el Señor incumplió su promesa. Frank Matera resume muy bien el fundamento lógico del planteamiento de Pablo: «Para Pablo, es inconcebible que la ley pudiera anular la promesa o actuar de codicilo del testamento de Dios. Si así fuera, Dios ser- ía caprichoso. Si la ley anuló la promesa, Dios sería infiel a sí mismo, al igual que a Abraham. No, la ley apareció de forma tard- ía; fue promulgada en Sinaí 430 años después de que Dios ratifi- case legalmente su testamento con Abraham. Por lo tanto, por importante y santa que sea la ley, no puede añadir ni anular lo que Dios ya ha prometido mediante un solemne juramento a Abraham». 3 2Ibíd., p. 102. 3 F. Matera, Galatians [Gálatas], Colección Sacra Pagina (Collegeville, Minnesota: Liturgical Press, 1992), vol. 9, p. 132. © Recursos Escuela Sabática
  • 6. ¿Por qué dio Dios la ley? (Gálatas 3:19,20) Pablo se adelanta a la pregunta para cuya formulación sus adversarios probablemente estaban deseando saltar de sus asientos. «Si las prome- sas contractuales de Dios a Abraham no se vieron afectadas en absoluto por la ley ¿por qué, de entrada, dio Dios la ley?». El apóstol contesta: «Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniera la descendencia a quien fue hecha la promesa» (versículo 19). ¿Qué quiere decir exactamente? Su respuesta es tan sucinta, que genera varias preguntas importantes –y debatidas– que es preciso res- ponder antes de que podamos entender realmente lo que dice. ¿Qué ley fue añadida? ¿Por qué fue «añadida»? ¿Y durante cuánto tiempo lo fue? Consideraremos las preguntas una a una. 1. ¿Qué ley fue añadida? Pablo dice que la ley fue añadida, pero, ¿de qué habla exactamente? Responder esta pregunta no resulta tan fácil como puede parecer al principio, dado que la palabra «ley» puede referirse a varias cosas en sus Cartas. La palabra «ley» aparece más de cien veces en sus Epístolas. Pablo puede usarla para referirse a la voluntad de Dios para su pueblo, al Pentateuco (Romanos 3:21), a un libro específico del Antiguo Testa- mento (1 Corintios 14:21), a todo el Antiguo Testamento (Romanos 3:10- 19; 5:13) o incluso, simplemente, a un principio general (Romanos 7:21). Por si no bastaba con eso, algunos estudiosos han afirmado que la ley de Gálatas se refiere únicamente a las leyes ceremoniales que tienen que ver con los sacrificios y las ofrendas. Y otros la identifican con la ley mo- ral en particular. ¿Qué conclusión podemos sacar? No deja de tener su interés que el asunto de la identidad de la ley de Gálatas fuese una cuestión muy debatida entre los adventistas del séptimo día de finales del siglo XIX. De hecho, generó varios debates y artículos controvertidos, y hasta dio para la publicación de varios libros dedicados en su totalidad a abordar el tema. 4 Si crees que esta sección es tediosa, ¡imagina qué no será leer doscientas páginas sobre este tema! La interpretación tradicional entre los primeros pastores y evangelistas adventistas había sido que la «ley añadida» se refería a la ley ceremo- nial, y que esa ley acabó siendo eliminada con el sacrificio de Cristo en el Calvario. Veían la confirmación de su interpretación en la creencia de que la palabra «hasta» del versículo 19 indica que esa ley era solamente 4 Véase Woodrow W. Whidden, E. J. Waggoner: From the Physician of Good News to Agent of Division [E. J. Waggoner: De médico de la buena nueva a agente de la división] (Hagerstown, Maryland: Review and Herald, 2008), pp. 98-105. © Recursos Escuela Sabática
  • 7. de duración temporal. Se vio que era una interpretación popular, pues ayudaba a los adventistas a demostrar que la ley moral de Dios –y en particular el sábado– no había sido abolida en el Calvario. En oposición al punto de vista tradicional, un grupo constituido por pastores más jóvenes defendía que la ley moral tenía mucho más sentido en el argu- mento general de Pablo en Gálatas. El debate acabó haciéndose tan polémico que Elena G. de White tuvo que reprender a ambos grupos por su falta de civismo cristiano. La realidad es que ambos grupos distaban de entender lo que Pablo quiso decir. La identidad de la ley en Gálatas debe ser interpretada teniendo en cuenta el mensaje global de Pablo en esa Epístola. Aunque el apóstol ar- gumenta contra la necesidad de la circuncisión, su preocupación por los gálatas no se circunscribe simplemente a rituales ceremoniales. Su men- saje tiene un alcance mucho más amplio que ese asunto. Declara que to- do empeño de relacionarnos con Dios desde una perspectiva de la ley o la obediencia es insuficiente, con independencia de si su centro de in- terés está en los requisitos ya sea de la ley ceremonial o de la moral. Un análisis minucioso de la más de treinta veces que la palabra «ley» (grie- go nomos) aparece en la Epístola ilustra precisamente esto. Cuando Pa- blo menciona la «ley» en Gálatas, el contexto indica que casi siempre tiene en mente una definición más general (Gálatas 2:21; 5:3, 4, 23; 6:13). Así, cuando habla de la «ley» en Gálatas, no contempla un grupo de normas ceremoniales en contraposición a un grupo aparte de requisi- tos morales. Tan estrictas divisiones son, en realidad, consecuencia de intentos modernos de sistematización más que categorías bíblicas. An- tes bien, cuando refiere que la ley fue «añadida» 430 años después del pacto hecho con Abraham, tiene en cuenta la totalidad de la legislación dada a Moisés en el monte Sinaí, tanto en sus dimensiones ceremoniales como en las morales. 2. ¿Por qué fue añadida? Si el uso de «ley» por parte de Pablo incluye los Diez Mandamientos, ¿cómo puede decir que fue «añadida» en el monte Sinaí? La pregunta es buena. Es obvio que conocía las Escrituras lo bastante bien como para haber entendido que está claro que la ley de Dios existía antes de que el Señor la presentase a los hijos de Israel en el desierto. Las Escrituras in- cluyen referencias al sábado en Génesis y Éxodo antes de la promulga- ción de los Diez Mandamientos (Génesis 2:1-3; Éxodo 16:22-26), y se di- ce de Abraham que guardaba los mandamientos, los estatutos y las leyes de Dios (Génesis 26:5). De hecho, ni siquiera el sistema sacrificial era nuevo del todo. Todos los patriarcas ofrecieron sacrificios animales an- © Recursos Escuela Sabática
  • 8. tes del éxodo. Si «añadida» no implica que la ley nunca existiera con an- terioridad, ¿qué significa? Cuando Pablo dice que la ley fue «añadida», no quiere dar a entender que no existiera antes. Tampoco quiere decir que fuese incorporada al pacto de Dios con Abraham, como si fuese un añadido posterior a un testamento que, de algún modo, alterase sus disposiciones originales. Antes bien, el apóstol nos dice que la ley fue «añadida» o «dada» a los hijos de Israel con un fin completamente diferente del de la promesa. Fue «añadida a causa de las transgresiones». ¿Qué fin contempla Pablo? Podemos ver una respuesta parcial en un comentario similar que efectúa en Romanos 5:20: «La ley se añadió pa- ra que aumentara el pecado» (DHH). La palabra traducida «añadió» en la versión Dios Habla Hoy es un término griego distinto del que el após- tol usa en Gálatas 3:19. En Romanos 5:20, la palabra griega es pa- reisélthen y literalmente significa «llegar por un camino secundario». La iconografía de Pablo parece ser esta: El camino principal es el pacto irrevocable que Dios hizo con Abraham. Sin embargo, la ley dada en el monte Sinaí es un camino secundario. Jamás se previó que este camino secundario fuese una nueva manera de obtener las promesas de Dios, sino una ruta que pudiera reencaminar «a los viajeros para que regresa- sen al camino principal». 5 ¿Cómo logra eso la ley? La promulgación de la ley en el monte Sinaí destaca como un aconteci- miento excepcional en la historia de la salvación. Según señala el Co- mentario bíblico adventista, «la diferencia entre los tiempos anteriores y los posteriores al Sinaí no fue una diferencia en cuanto a la existencia de grandes leyes procedentes de Dios, sino en cuanto a la revelación explícita de ellas». 6 No fue preciso que Dios revelara su ley a Abraham con truenos, relámpagos ni bajo amenaza de pena capital (Éxodo 19:10- 23). Los israelitas, sin embargo, eran diferentes. Habían perdido de vis- ta la grandeza de Dios y las normas morales elevadas, y, en consecuen- cia, del grado de su propia pecaminosidad. La presentación de la ley en el monte Sinaí reveló a los hijos de Israel el grado de su condición pecaminosa y su necesidad de la gracia de Dios, y hace lo mismo por nosotros hoy. El Señor no se propuso que la ley fuese un programa de diez pasos para «ganar» la salvación. Al contrario, la ley fue dada, según afirma Pablo, «para que aumentara el pecado» (Roma- 5 Timothy George, Galatians [Gálatas], The New American Commentary (Nashville: Broadman and Holman, 1994), tomo 30, p. 253. 6 Comentario bíblico adventista del séptimo día (Mountain View, California: Pacific Press Publishing Asso- ciation, 1996), tomo 6, p. 957. © Recursos Escuela Sabática
  • 9. nos 5:20, DHH), es decir, para que el pecado, por causa del mandamien- to, se revelara sumamente pecaminoso (Romanos 7:13). La ley moral, con sus «No harás», revela que el pecado no es simplemente nuestra condición natural, sino que es también la violación de la ley de Dios (Romanos 3:20; 5:13, 20; 7:7, 8, 13). Por eso, Pablo dice que donde no hay ley no hay transgresión (Romanos 4:15). E incluso las leyes ceremo- niales de los sacrificios y las ofrendas se ampliaron tanto en número como en detalle para señalar la condición quebrada de la humanidad ante Dios y su necesidad del perdón divino. William Hendriksen lo ex- plica así: «La ley actúa como una lupa. En realidad, el artilugio no au- menta el número de manchas que afean una prenda, sino que hace que destaquen con más claridad y revela muchas más de la que podemos ver a simple vista». 7 Aunque, desde luego, es útil considerar los comentarios similares de Pa- blo en Romanos 5:20 para contribuir a encontrar sentido a lo que dice en Gálatas 3:19, también es importante interpretar Gálatas en su propio contexto y no únicamente teniendo en cuenta Romanos, Carta que Pablo escribió probablemente casi diez años después. Aunque existen simili- tudes entre Gálatas 3:19 y Romanos 5:20, también hay diferencias im- portantes que deberían disuadirnos de interpretar los dos pasajes de manera idéntica. Dos de las más significativas son la ausencia de la pa- labra «aumentar» en Gálatas 3:19 y el uso en Romanos de la palabra «pecado» (griego paráptoma), término que se refiere específicamente para un acto pecaminoso deliberado, en lugar del que aparece en Gála- tas: «transgresión» (griego parábasis), término más genérico que signi- fica «desobediencia». El uso de estos dos términos en Romanos limita el papel de la ley en el monte Sinaí a una función completamente negativa: señala el pecado. Aunque esto es verdad, el apóstol no llega a ser tan explícito en Gálatas. En Gálatas 3:19 Pablo dice simplemente que la ley fue añadida a causa de la transgresión. La naturaleza genérica de su afirmación no limita su significado al aspecto negativo de meramente señalar el pecado. Antes bien, su terminología es lo bastante amplia como para entender la «adi- ción» de la ley también como una respuesta positiva: «a causa de las transgresiones». Según señala Dunn, la adición de la ley no fue comple- tamente negativa: produjo el beneficio positivo de proporcionar un re- medio para la transgresión. 8 Desde esta perspectiva, Pablo también pa- 7 Wiilliam Hendriksen, Exposition of Galatians [Exposición de Gálatas], New Testament Commentary (Grand Rapids, Baker, 1979), p. 141. 8 James D. G. Dunn, The Epistle to the Galatians [La epístola a los Gálatas], Black’s New Testament Commentary (Peabody, Massachusetts: Hendrickson, 1993), pp. 189, 190. © Recursos Escuela Sabática
  • 10. rece contemplar «toda esa dimensión de la ley tan perdida de vista en los análisis cristianos modernos de Pablo, concretamente, el sistema sa- crificial, mediante el cual podían abordarse las transgresiones, y a través del cual se proporcionaba la expiación». 9 Igual los hijos de Israel hab- ían olvidado la gravedad del pecado durante su esclavitud en Egipto, también habían perdido de vista el remedio del pecado proporcionado en el sistema sacrificial. En el monte Sinaí, Dios amplió las leyes de los sacrificios y las ofrendas relacionadas con el sistema sacrificial para se- ñalar más plenamente a su plan para proporcionar una expiación defini- tiva a la pecaminosidad humana. ¿Por qué se «añadió» la ley en Sinaí? La respuesta es doble: para señalar el pecado y también para dirigir al pueblo de Dios al remedio del pecado encontrado en el sistema sacrificial asociado con el santuario. 3. ¿Durante cuánto tiempo fue añadida? Esto nos lleva a nuestra última pregunta. ¿Qué quiere decir Pablo cuan- do dice que la ley se añadió «hasta que viniera la descendencia a quien fue hecha la promesa» (Gálatas 3:19)? Muchos han entendido que el pasaje indica que la ley dada en el monte Sinaí fue solamente de naturaleza temporal. Se introdujo 430 años des- pués de Abraham y terminó cuando Cristo vino. Ahora bien, hasta cierto punto esa afirmación es correcta. Es verdad que las leyes sacrificiales presentadas a Moisés eran únicamente símbolos que predecían el sacri- ficio supremo de Cristo. Ahora que Cristo, nuestro Cordero pascual, ha sido sacrificado (1 Corintios 5:7), ya no existe necesidad alguna de que sea sacrificado ningún animal (Hebreos 9; 10). Sin embargo, algunos cristianos también aplican esto a la ley moral de Dios. Afirman que, en la cruz, Cristo no solo puso fin a las leyes ceremoniales, sino que tam- bién eliminó la ley moral. Aunque el uso que hace Pablo de «ley» en Gálatas incluye, en efecto, tanto sus aspectos ceremonial como moral, no es correcto concluir que en Gálatas 3:19 esté proclamando que la ley moral ha sido abolida. Tal conclusión parece incorrecta por al menos dos razones. En primer lugar, Pablo niega específicamente tales alegaciones. En una presentación similar hallada en Romanos 3:31, pregunta: «Luego, ¿por la fe invalidamos la ley?». En griego, la palabra traducida «invalidar» es katargéo. La usa frecuentemente en sus Cartas, y puede ser traducida «anular» (Romanos 6:6), «abolir» (Efesios 2:15), «perder su poder» 9 Ibíd. p. 190. © Recursos Escuela Sabática
  • 11. (Romanos 6:6, NVI) y hasta «destruir» (1 Corintios 6:13). Sin duda, si Pablo quería respaldar la idea de que la cruz puso término a la ley, esta habría sido la ocasión de decirlo. Sin embargo, no solo niega esa inter- pretación con un no rotundo, sino que, de hecho, afirma que el evange- lio «confirma» la ley. Además, esa interpretación también está en des- acuerdo con lo que dice en cuanto a la importancia de la ley en Romanos 4:15. Hasta el propio Jesús rechazó semejante idea en Mateo 5:17-19. Una segunda razón por la que Pablo no indica que el Calvario aboliese la ley moral es que la palabra traducida «hasta» en Gálatas 3:19 «no impli- ca un límite temporal para la acción mencionada en la frase». 10 Aunque la palabra «hasta» puede a veces sugerir el final de un lapso específico, no siempre tiene ese tipo de sentido temporal, como podemos ver en va- rios ejemplos de las Escrituras. En Apocalipsis 2:25 Jesús dice: «Lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga». ¿Quiere decir Jesús que, una vez que vuelva, ya no es preciso que seamos fieles? ¡Claro que no! O, ¿qué decir de las instrucciones que Pablo dio a Timoteo? «Hasta que yo lle- gue, dedícate a la lectura, a la exhortación, a la enseñanza» (1 Timoteo 4:13, BJ). Aunque la llegada de Pablo, ciertamente, alteraría algunas co- sas, no quiere decir que Timoteo dejaría de hacer ninguna de esas cosas. En cada ejemplo, «hasta» no implica una terminación de la actividad descrita. Meramente recalca un cambio que acontece. Lo mismo puede decirse del uso que hace Pablo de la palabra «hasta» en Gálatas 3:19. El papel de la ley no acabó con la venida de Cristo. Sigue señalando el pecado. Pablo afirma que el advenimiento de Cristo marca un punto de inflexión decisivo en la historia humana. Aunque la pro- mulgación de la ley en el Sinaí fue el punto definitorio de la historia de Israel, la encarnación de Cristo la eclipsa ampliamente. Cristo puede hacer lo que las leyes morales y ceremoniales jamás pudieron lograr: proporcionar un auténtico remedio para el pecado, es decir, justificar a los pecadores y, mediante su Espíritu, cumplir su ley en ellos (Romanos 8:3,4). El apóstol amplía este concepto con mayor detalle en los versícu- los 23-26. Vivir hoy en consideración de la promesa Dado que somos descendientes espirituales de Abraham, las promesas contractuales hechas por Dios a Abraham también son promesas que nos ha hecho a nosotros. Tenemos tanto derecho a ellas como Abraham. Por ello, siempre que la conciencia de nuestro propio fracaso nos aplaste con la sensación impotente de la culpa y la condena, encontremos con- 10 Erwin Gane, The Battle for Freedom [La batalla por la libertad] (Boise, Idaho: Pacific Press, 1990), p. 79. © Recursos Escuela Sabática
  • 12. suelo en recordar que nuestra esperanza no depende de nuestra obe- diencia a la ley, por importante que sea, sino, más bien, en la promesa irrevocable dada por Dios a Abraham y aceptada por fe. Es preciso que nuestro centro de interés esté en Cristo y no es nuestros fracasos; ni si- quiera en «nuestros» logros. Únicamente centrándonos en Cristo po- demos seguir su dirección y su voluntad para nuestra vida. Material provisto por RECURSOS ESCUELA SABATICA © http://ar.groups.yahoo.com/group/Comentarios_EscuelaSabatica http://groups.google.com.ar/group/escuela-sabatica?hl=es Suscríbase para recibir gratuitamente recursos para la Escuela Sabática © Recursos Escuela Sabática