1. MI OVITUARIO
Mi nombre es Delia Quispe Sapacayo, nací el 8 de agosto de 1993 en Cusco durante una
fría noche, mis padres pensaron que moriría pues parecía estar enferma, en aquellos años no
había doctores que pudieran acudir a un recién nacida en un lugar lejano como en el que
nací, un pueblito lejos de la cuidad al que incluso a caballo era difícil llegar, felizmente
para mí y mis queridos padres, sobreviví.
Pasé en Cusco los tres primeros años de mi vida, después mis padres decidieron emigrar
hacia Arequipa, en un principio aprendí a hablar el quechua, pero al venir a Arequipa tuve
que aprender el castellano, pronto olvidé mi lengua originaria, lo comprendía, pero no lo
podía hablar, era algo extraño.
Ingresé al jardín a los 5 años, y un día como cualquiera, antes de aprender a leer o escribir
aprendí que nunca debía cruzar una pista sin mirar hacia arriba y abajo, ¿cómo lo aprendí?,
la combi me lo enseñó, con un fuerte impacto, que me hizo volar muchos metros, desperté
en el hospital cuando el doctor me invitaba a tomar un líquido que parecía el peor castigo
por haber cruzado la avenida sin mirar, nunca supe lo que era. Lo bueno es, que pude
superar aquel fatal momento.
Entré a la primaria a los 7 años, nací en agosto y por eso no me recibieron a los 6, cursé
toda la primaria con excelentes notas y diplomas, era el orgullo de mis padres, siempre
participaba en diferentes concursos, poesía, dibujo y pintura, razonamiento matemático y
comprensión de lectura.
A los 12 años ingresé a la secundaria, en el mismo colegio, fue en ese periodo en el que
viví experiencias muy significativas, tuve el mismo rendimiento, solía ser la mano derecha
de mis profesores a los que nunca olvidé, culminé la secundaria a los 17 años
satisfactoriamente, obtuve una beca que por motivos que es mejor no mencionar no la supe
aprovechar.
Planeaba estudiar guía de turismo pues me encantaba el idioma inglés, estuve solo 3 meses
en la carrera, hasta que mi padre enfermó, fue entonces que tuve que aprender a trabajar
pues ya no contaba con el apoyo de mis padres para seguir una carrera, aprendí a aparar
calzado, una actividad muy conocida en el rubro del calzado, con dicha ocupación culminé
la carrera de diseño gráfico y cosmetología, carreras cortas que me ayudarían a seguir la
carrera profesional que siempre soñé ‘’SER PROFESORA’’
En el año 2017 , a los 23 años, después de afrontar mi miedo a los exámenes de admisión,
ingresé al IESPA mi alma mater, el primer año fue lleno de nuevas experiencias que me
hacían amar mi carrera cada vez más, en el segundo año de mi carrera profesional, casi tres
semanas después de haber iniciado el semestre impar, ingresó un profesor, que parecía ser
muy serio pero resultó ser muy singular, nos dio una clase sobre religión, sí, religión, la risa
era el lenguaje, acompañado de gestos y miradas llenas de emoción, a decir verdad nunca
había conocido un profesor así, me di cuenta de que todos los docentes tenían una forma
2. particular de enseñar y que su mejor herramienta era el amor por lo que hacían, los miraba
con admiración anhelando algún día ser como ellos.
Culminé mi carrera en el año 2021, y lo que me hizo más feliz era saber que pude terminar
mi tesis, a la que en los primeros años le tenía un miedo espeluznante. Di mi examen de
suficiencia para la que me había preparado noches enteras y lo hice muy bien, incluso me
felicitaron, fue el momento más feliz de mi vida, había logrado cumplir mis sueños y estaba
lista para cambiar mi país desde el aula de de un colegio.
Ese mismo año salí a buscar trabajo, estaba muy nerviosa por la entrevista, me había
preparado mucho, y felizmente todo salió bien. No trabajé en la cuidad, me fui a mi tierra, a
Cusco, quería ayudar a los niños que me necesitaban y así lo hice, trabajé allí tres años, los
estudiantes con diferentes realidades cada uno fueron como los hijos que aún no tenía, los
quise demasiado.
Volví a Arequipa, y postulé a otro colegio, y me aceptaron, di también lo mejor de mí,
estaba realizada profesionalmente, a la par con el trabajo saqué mi bachiller y maestría.
A los 32 años, decidí tener a mi primer hijo, estaba felizmente enamorada y era momento
de formar mi propia familia, disfrutaba de cada momento de mi embarazo, mis estudiantes
preguntaban cómo me sentía y estaban muy emocionados por la llegada de mi hijo.
Finalmente di a luz un 2 de febrero del año 2026, fue el día más hermoso de mi vida, pude
experimentar lo más hermoso que le puede suceder a una mujer. Vi crecer a mis dos hijos,
la segunda llegó tan solo dos años después, estaba totalmente realizada, disfrutando de mi
trabajo y mi familia. Postulé a la carrera pública magisterial y logré obtener una plaza,
estaba más que feliz, contentísima. Así pasaron muchos años, llenos de bellos momentos,
mis hijos estudiaron lo que más les gustaba, mi querida hija decidió seguir la misma carrera
que yo y eso me hacía muy feliz.
Pronto, mis capacidades visuales y auditivas así como corporales poco a poco iban
disminuyendo, ya tenía 60 años, al mirar atrás supe que había logrado todo lo que me había
propuesto en la vida, cumplí mis sueños, siempre me había puesto a pensar en cómo habría
sufrido mi padre al no poder respirar por su enfermedad en los pulmones, y fue
precisamente lo que me tocó experimentar, poco a poco se me hacía mucho más difícil
respirar y me agitaba mucho, el menor movimiento era el mayor de los esfuerzos, un día, al
despertar, sentía que ni una molécula de oxígeno ingresaba a mi organismo, la vida se me
iba, pero sabía que había sido una buena persona, que había ayudado a muchos de mis
estudiantes a encaminar sus vidas y que les había brindado un amor sincero al igual que a
mis hijos, mis padres, mis hermanos y mi querido esposo, así, en el último intento por
respirar me perdí en la nada, yo, me había vuelto nada, ya no existía.