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V Domingo de Cuaresma                                       «Yo tampoco te condeno»

                          Una mujer sorprendida en adulterio
                        Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y
                        todo el pueblo acudía a el. Entonces se sentó y comenzó a
                        enseñarles. Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que
                        había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de
                        todos, dijeron a Jesús: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en
                        flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta
                        clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?».
                        Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero
                        Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo.
                        Como insistían, se enderezó y les dijo: «El que no tenga pecado,
                        que arroje la primera piedra». E inclinándose nuevamente, siguió
                        escribiendo en el suelo.
                        Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando
                        por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que
                        permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: «Mujer, ¿dónde
                        están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?».
                        Ella le respondió: «Nadie, Señor». «Yo tampoco te condeno, le dijo
                        Jesús. Vete, no peques más en adelante».

                                                                  Evangelio de Juan 8,1-11
V Domingo de Cuaresma                                   «Yo tampoco te condeno»

                                       Dijeron a Jesús…
                        A pesar de ser colocada en medio del público reunido, esta
                        mujer permanece en la periferia del relato. No representa el
                        centro de atención de quienes la llevaron hasta ese lugar. De
                        quien se está pendiente, en realidad, es de Jesús y de la
                        respuesta que se espera de él.
                        Los Evangelios nos muestran varios episodios en que la
                        autoridad de Jesús es desafiada por sus interlocutores. El
                        demonio plantea: si eres Hijo de Dios… Referentes religiosos
                        lo llaman Maestro. De la respuesta acertada a las cuestiones
                        planteadas dependía la validación de esos títulos.
                        Este tipo de relación era frecuente en la sociedad del antiguo
                        Mediterráneo. Constituye un modo de comunicación en la
                        que se quiere compartir o disputar el honor de otra persona.
                        También a otras personas muy conocidas se les hizo algunas
                        de las preguntas formuladas a Jesús. Sus respuestas fueron
                        aumentando (o disminuyendo) su estima ante sus oyentes.
V Domingo de Cuaresma                                           «Yo tampoco te condeno»

                                      «Maestro, tú, ¿qué dices?».
                             Si a Jesús le preguntaron «¿Puede uno repudiar a su mujer
                           por un motivo cualquiera?» (Mt 19,3). Pero también lo
                           hicieron a otros maestros:

                             «La escuela de Shammay afirma: nadie se divorciará de su
                             mujer a no ser sólo si encuentra en ella indecencia, ya que está
                             escrito: porque encontró en ella algo ignominioso [Dt 24,1]. La
                             escuela de Hillel enseña: incluso si dejó quemar la comida, ya
                             que está escrito: porque encontró en ella algo ignominioso. R.
                             Aquiba dice: incluso porque encontró a otra más hermosa que
                             ella, ya que está escrito: si no encuentra gracia a sus ojos
                             (Mishná Guittín 9,10).


     Jesús, cercano siempre a la interpretación flexible de Hillel, en este caso se
     distancia de él y se muestra más cercano al estricto e impopular Shammay:

  «Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón, os permitió repudiar a vuestras
  mujeres; pero al principio no fue así. Ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer - no
  por fornicación - y se case con otra, comete adulterio» (Mt 19,8-9).
V Domingo de Cuaresma                                          «Yo tampoco te condeno»

                                     «Maestro, tú, ¿qué dices?».
                            Si a Jesús le preguntan ¿Es lícito pagar tributo al César o
                          no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?» (Mc 12,14), es para
                          confrontar su respuesta con las ya conocidas declaraciones
                          de un famoso líder rebelde:

                            [Judas el Galileo] «decía que era una vergüenza aceptar pagar
                            tributo a Roma y soportar, después de Dios, a unos dueños
                            mortales» (Josefo, Guerra de los Judíos II,118).

  Jesús hábilmente evitó una respuesta que pudiera usarse como acusación frente a
  la autoridad romana:

  «¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea». Se lo trajeron y les dice: «¿De
  quién es esta imagen y la inscripción?»
  Ellos le dijeron: «Del César».
  Jesús les dijo: «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios» (Mc 12,15-17).

  Pero probablemente perdió con esa declaración una buena parte de la adhesión
  popular que antes había conseguido.
V Domingo de Cuaresma                                        «Yo tampoco te condeno»

                                   «Maestro, tú, ¿qué dices?».
                             Los saduceos desafiaron a Jesús con un planteo cercano a
                          lo ridículo respecto a la resurrección (Mt 22,23-28). Pero lo
                          harán más tarde también con el célebre fariseo Gamaliel:

                           «¿De dónde sabemos por la Escritura que el Santo, bendito sea,
                           resucita a los muertos?». [Gamaliel] no pudo convencerlos hasta
                           que citó este pasaje de la Escritura: «Para que tengáis largos
                           días, vosotros y vuestros hijos, en la tierra que el Señor juró
                           darles a vuestros padres» [Dt 11,21]. No se dice «daros», sino
                           «darles» (Talmud B., Sanedrín 90b).


 La respuesta de Gamaliel se apoya en el mismo principio que sostiene Jesús: si a los
 antiguos Patriarcas de Israel (y no sólo a su descendencia) se les prometió la tierra,
 es porque vivirían más allá de su muerte para recibirla.

  Jesús les dijo: «Que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la
  zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.
  No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven» (Lc 20,37-38).
V Domingo de Cuaresma                                     «Yo tampoco te condeno»

                                         Desafío - respuesta
                          Así, toda interacción fuera del propio grupo familiar se vivía
                          como una contienda en la que los participantes intentaban
                          ganar o, al menos, empatar.
                          Todo esto sucedía públicamente, ya que así se obligaba al
                          que era desafiado a que reaccionara de algún modo. Su falta
                          de reacción se interpretaría como una incapacidad para
                          responder y quedaría desacreditado delante de todos.

      Este tipo de relación tiene
             al menos tres fases       ACCION                   Desafío

                                                    Positivo                  Negativo


                                     RECEPCION         Por parte del desafiado y del
                                                             público presente


                                     REACCION              Respuesta / Silencio
V Domingo de Cuaresma                                        «Yo tampoco te condeno»

                                     Lanzamiento del desafío
                          El desafío es un intento de entrar en el espacio social de otro.
                          Una motivación positiva para hacerlo podría ser el deseo de
                          beneficiarse mutuamente a través de la cooperación. Para
                          eso se envía un mensaje positivo (mediante palabra u obra).
                          Una motivación negativa podría ser desalojar al otro de la
                          posición social ocupada. Para eso se busca desacreditarlo
                          públicamente.

Todas estas acciones
constituyen el mensaje que debe        ACCION                   Desafío
ser percibido por la persona
desafiada y por el público                           Positivo                Negativo

                                      (Palabra)     Elogio                      Insulto
                                        (Obra)      Regalo                Afrenta física
                                      (Palabra)     Pedido de ayuda          Amenaza
                                      (Palabra)     Promesa de ayuda         Amenaza
V Domingo de Cuaresma                                     «Yo tampoco te condeno»

                                        Recepción del desafío
                           La persona interpelada debe interpretar el mensaje y juzgar
                           si se intenta atacar su estima.
                           El desafío tiene lugar sólo cuando el desafiado se considera
                           socialmente igual al otro. Jesús acepta el desafío de los
                           fariseos porque los considera oponentes del mismo nivel. En
                           cambio los sumos sacerdotes y Pilato no ven un desafío en
                           las acciones de Jesús (como la expulsión de vendedores del
                           Templo o la entrada triunfal en Jerusalén): lo desprecian
                           como un inferior a quien pueden eliminar con facilidad.


                                      RECEPCION        Por parte del desafiado y del
                                                             público presente

    El desafío se realiza siempre     DESAFIADO                         DESAFIANTE
  entre varones, aunque a veces
 se usen acciones dirigidas a las         igual          compiten         igual
     mujeres. Por eso la adúltera
 permanece pasiva entre Jesús y         superior          ofende          inferior
                     los fariseos.                      desprecia 
V Domingo de Cuaresma                                            «Yo tampoco te condeno»

                                             Respuesta al desafío
                        El público determina quién se quedó con más crédito: el
                        desafiado por haber respondido bien; o el retador, si no
                        hubo respuesta o si ésta fue insatisfactoria.




                            REACCION
                                            RECHAZO           RESPUESTA       SILENCIO

                                               burla            Contra-      Incapacidad
                                             desprecio          desafío      de responder




                                       Requiere venganza       Continúa el    Descrédito
                                       del retador si el       intercambio     para el
                                       desafiado es igual;                    desafiado
                                       nada si el desafiado
                                       es superior.
V Domingo de Cuaresma                                         «Yo tampoco te condeno»

                                    Contra-desafío de Jesús
                         Jesús es puesto en la disyuntiva de contradecir la Ley
                         («Moisés nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres» [Dt
                         22,22-24 ordena al hombre y a la mujer]) o contradecir su
                         propio mensaje sobre la misericordia. En ambos casos
                         quedaría desacreditado.
                         Por eso devuelve el desafío comprometiendo a los
                         acusadores, que abandonan el lugar desacreditados:


                                                                            Los testigos
   ACCION      Desafío                             «Y tú, ¿qué dices?»    debían arrojar la
                                                                           primera piedra
                              Negativo              Decían esto para          (Dt 17,7).
                                                    ponerlo a prueba
                                                                          Jesús los desafía
 RECEPCION      Manifestación de haber           se enderezó y les dijo     a ser primero
                 recibido el mensaje                                       testigos de sus
                                                                          propios pecados.

  REACCION        Contra-desafío         «El que no tenga pecado, que
                                             arroje la primera piedra».
V Domingo de Cuaresma                                 «Yo tampoco te condeno»

                                   Un texto misterioso
                    Si en la cultura mediterránea una escena como la descrita
                    podía ser algo no tan raro, sí es bastante extraño el texto que
                    nos transmite el relato:
                      Está agregado en el lugar en que hoy lo leemos. Se puede
                    pasar de Jn 7,53 a 8,12 sin que se note un salto en la lectura.
                      De hecho el pasaje falta en todos los manuscritos griegos
                    conocidos hasta el siglo V, aunque autores del siglo IV
                    afirman conocer el relato.
                      Los primeros comentadores del Evangelio de Juan (entre
                    los siglo II-IV) no comentan este texto. Es mencionado por
                    primera vez en un escrito sirio sobre disciplina eclesiástica, la
                    Didaskalia (siglo III), para exhortar a los obispos a la
                    misericordia con los pecadores.
                       La inserción del texto podría remontarse a final del siglo
                    III. Pero seguramente formaba parte de una tradición
                    auténtica sobre Jesús, ya que responde perfectamente al tema
                    abordado en Lucas 7,36-50.
V Domingo de Cuaresma                                            «Yo tampoco te condeno»

                                         Un relato problemático
                           ¿Por qué habría sido dejado de lado este valioso relato
                           durante tanto tiempo? Los debates éticos de la época de su
                           reaparición nos pueden sugerir una explicación.
                           En el cristianismo primitivo se consideraba al adulterio entre
                           los pecados que, además de ser incompatibles con la
                           condición del bautizado, quedaban fuera del alcance de la
                           misericordia de Dios. Algunas referencias epistolares
                           muestran esta tendencia:

    ¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros… heredarán el Reino de
  Dios (1 Co 6,9-10).
    Tened todos en gran honor el matrimonio, y el lecho conyugal sea inmaculado; que a los
  fornicarios y adúlteros los juzgará Dios (Heb 13,4).
    Los que tienen los ojos llenos de adulterio, que no se sacian de pecado, seducen a las
  almas débiles, tienen el corazón ejercitado en la codicia, ¡son hijos de maldición! (2 Pe 2,14).

  Una enseñanza de Jesús como la contenida en nuestro relato exigía la difícil tarea
  de compaginar la severidad con el pecado con la indulgencia con el pecador.
V Domingo de Cuaresma                                       «Yo tampoco te condeno»

                                     Un relato problemático
                       En el siglo III cristianos rigoristas criticaban a los obispos
                       que perdonaban a quienes cometían adulterio. Afirmaban
                       que había que ser inflexibles para preservar la santidad de la
                       comunidad:

                         «La Iglesia tiene el poder de perdonar el pecado; pero no lo hará,
                         no sea que se cometan más pecados todavía» (Tertuliano, De
                         pudicitia 21,7)


La recuperación del relato de la mujer adúltera nos ayuda a resolver el dilema.
Porque sigue considerando la gravedad del pecado y exhorta a dejarlo
definitivamente: «no peques más en adelante». Pero también deja en claro cuál debe
ser la actitud del creyente ante el pecador: «Yo tampoco te condeno».
El texto no dice qué ocurrió después con aquella mujer, como tampoco el relato del
hijo pródigo refiere qué decidió el hermano mayor. También aquí se nos invita a
dejar nuestros temores que nos retienen en el pasado, y a contemplar el horizonte
de vida nueva que Dios abre a cada persona a través del perdón.

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5.yo tampoco te condeno

  • 1. V Domingo de Cuaresma «Yo tampoco te condeno» Una mujer sorprendida en adulterio Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a el. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?». Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: «El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra». E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?». Ella le respondió: «Nadie, Señor». «Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante». Evangelio de Juan 8,1-11
  • 2. V Domingo de Cuaresma «Yo tampoco te condeno» Dijeron a Jesús… A pesar de ser colocada en medio del público reunido, esta mujer permanece en la periferia del relato. No representa el centro de atención de quienes la llevaron hasta ese lugar. De quien se está pendiente, en realidad, es de Jesús y de la respuesta que se espera de él. Los Evangelios nos muestran varios episodios en que la autoridad de Jesús es desafiada por sus interlocutores. El demonio plantea: si eres Hijo de Dios… Referentes religiosos lo llaman Maestro. De la respuesta acertada a las cuestiones planteadas dependía la validación de esos títulos. Este tipo de relación era frecuente en la sociedad del antiguo Mediterráneo. Constituye un modo de comunicación en la que se quiere compartir o disputar el honor de otra persona. También a otras personas muy conocidas se les hizo algunas de las preguntas formuladas a Jesús. Sus respuestas fueron aumentando (o disminuyendo) su estima ante sus oyentes.
  • 3. V Domingo de Cuaresma «Yo tampoco te condeno» «Maestro, tú, ¿qué dices?». Si a Jesús le preguntaron «¿Puede uno repudiar a su mujer por un motivo cualquiera?» (Mt 19,3). Pero también lo hicieron a otros maestros: «La escuela de Shammay afirma: nadie se divorciará de su mujer a no ser sólo si encuentra en ella indecencia, ya que está escrito: porque encontró en ella algo ignominioso [Dt 24,1]. La escuela de Hillel enseña: incluso si dejó quemar la comida, ya que está escrito: porque encontró en ella algo ignominioso. R. Aquiba dice: incluso porque encontró a otra más hermosa que ella, ya que está escrito: si no encuentra gracia a sus ojos (Mishná Guittín 9,10). Jesús, cercano siempre a la interpretación flexible de Hillel, en este caso se distancia de él y se muestra más cercano al estricto e impopular Shammay: «Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón, os permitió repudiar a vuestras mujeres; pero al principio no fue así. Ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer - no por fornicación - y se case con otra, comete adulterio» (Mt 19,8-9).
  • 4. V Domingo de Cuaresma «Yo tampoco te condeno» «Maestro, tú, ¿qué dices?». Si a Jesús le preguntan ¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?» (Mc 12,14), es para confrontar su respuesta con las ya conocidas declaraciones de un famoso líder rebelde: [Judas el Galileo] «decía que era una vergüenza aceptar pagar tributo a Roma y soportar, después de Dios, a unos dueños mortales» (Josefo, Guerra de los Judíos II,118). Jesús hábilmente evitó una respuesta que pudiera usarse como acusación frente a la autoridad romana: «¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea». Se lo trajeron y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?» Ellos le dijeron: «Del César». Jesús les dijo: «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios» (Mc 12,15-17). Pero probablemente perdió con esa declaración una buena parte de la adhesión popular que antes había conseguido.
  • 5. V Domingo de Cuaresma «Yo tampoco te condeno» «Maestro, tú, ¿qué dices?». Los saduceos desafiaron a Jesús con un planteo cercano a lo ridículo respecto a la resurrección (Mt 22,23-28). Pero lo harán más tarde también con el célebre fariseo Gamaliel: «¿De dónde sabemos por la Escritura que el Santo, bendito sea, resucita a los muertos?». [Gamaliel] no pudo convencerlos hasta que citó este pasaje de la Escritura: «Para que tengáis largos días, vosotros y vuestros hijos, en la tierra que el Señor juró darles a vuestros padres» [Dt 11,21]. No se dice «daros», sino «darles» (Talmud B., Sanedrín 90b). La respuesta de Gamaliel se apoya en el mismo principio que sostiene Jesús: si a los antiguos Patriarcas de Israel (y no sólo a su descendencia) se les prometió la tierra, es porque vivirían más allá de su muerte para recibirla. Jesús les dijo: «Que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven» (Lc 20,37-38).
  • 6. V Domingo de Cuaresma «Yo tampoco te condeno» Desafío - respuesta Así, toda interacción fuera del propio grupo familiar se vivía como una contienda en la que los participantes intentaban ganar o, al menos, empatar. Todo esto sucedía públicamente, ya que así se obligaba al que era desafiado a que reaccionara de algún modo. Su falta de reacción se interpretaría como una incapacidad para responder y quedaría desacreditado delante de todos. Este tipo de relación tiene al menos tres fases ACCION Desafío Positivo Negativo RECEPCION Por parte del desafiado y del público presente REACCION Respuesta / Silencio
  • 7. V Domingo de Cuaresma «Yo tampoco te condeno» Lanzamiento del desafío El desafío es un intento de entrar en el espacio social de otro. Una motivación positiva para hacerlo podría ser el deseo de beneficiarse mutuamente a través de la cooperación. Para eso se envía un mensaje positivo (mediante palabra u obra). Una motivación negativa podría ser desalojar al otro de la posición social ocupada. Para eso se busca desacreditarlo públicamente. Todas estas acciones constituyen el mensaje que debe ACCION Desafío ser percibido por la persona desafiada y por el público Positivo Negativo (Palabra) Elogio Insulto (Obra) Regalo Afrenta física (Palabra) Pedido de ayuda Amenaza (Palabra) Promesa de ayuda Amenaza
  • 8. V Domingo de Cuaresma «Yo tampoco te condeno» Recepción del desafío La persona interpelada debe interpretar el mensaje y juzgar si se intenta atacar su estima. El desafío tiene lugar sólo cuando el desafiado se considera socialmente igual al otro. Jesús acepta el desafío de los fariseos porque los considera oponentes del mismo nivel. En cambio los sumos sacerdotes y Pilato no ven un desafío en las acciones de Jesús (como la expulsión de vendedores del Templo o la entrada triunfal en Jerusalén): lo desprecian como un inferior a quien pueden eliminar con facilidad. RECEPCION Por parte del desafiado y del público presente El desafío se realiza siempre DESAFIADO DESAFIANTE entre varones, aunque a veces se usen acciones dirigidas a las igual  compiten  igual mujeres. Por eso la adúltera permanece pasiva entre Jesús y superior  ofende inferior los fariseos. desprecia 
  • 9. V Domingo de Cuaresma «Yo tampoco te condeno» Respuesta al desafío El público determina quién se quedó con más crédito: el desafiado por haber respondido bien; o el retador, si no hubo respuesta o si ésta fue insatisfactoria. REACCION RECHAZO RESPUESTA SILENCIO burla Contra- Incapacidad desprecio desafío de responder Requiere venganza Continúa el Descrédito del retador si el intercambio para el desafiado es igual; desafiado nada si el desafiado es superior.
  • 10. V Domingo de Cuaresma «Yo tampoco te condeno» Contra-desafío de Jesús Jesús es puesto en la disyuntiva de contradecir la Ley («Moisés nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres» [Dt 22,22-24 ordena al hombre y a la mujer]) o contradecir su propio mensaje sobre la misericordia. En ambos casos quedaría desacreditado. Por eso devuelve el desafío comprometiendo a los acusadores, que abandonan el lugar desacreditados: Los testigos ACCION Desafío «Y tú, ¿qué dices?» debían arrojar la primera piedra Negativo Decían esto para (Dt 17,7). ponerlo a prueba Jesús los desafía RECEPCION Manifestación de haber se enderezó y les dijo a ser primero recibido el mensaje testigos de sus propios pecados. REACCION Contra-desafío «El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra».
  • 11. V Domingo de Cuaresma «Yo tampoco te condeno» Un texto misterioso Si en la cultura mediterránea una escena como la descrita podía ser algo no tan raro, sí es bastante extraño el texto que nos transmite el relato: Está agregado en el lugar en que hoy lo leemos. Se puede pasar de Jn 7,53 a 8,12 sin que se note un salto en la lectura. De hecho el pasaje falta en todos los manuscritos griegos conocidos hasta el siglo V, aunque autores del siglo IV afirman conocer el relato. Los primeros comentadores del Evangelio de Juan (entre los siglo II-IV) no comentan este texto. Es mencionado por primera vez en un escrito sirio sobre disciplina eclesiástica, la Didaskalia (siglo III), para exhortar a los obispos a la misericordia con los pecadores. La inserción del texto podría remontarse a final del siglo III. Pero seguramente formaba parte de una tradición auténtica sobre Jesús, ya que responde perfectamente al tema abordado en Lucas 7,36-50.
  • 12. V Domingo de Cuaresma «Yo tampoco te condeno» Un relato problemático ¿Por qué habría sido dejado de lado este valioso relato durante tanto tiempo? Los debates éticos de la época de su reaparición nos pueden sugerir una explicación. En el cristianismo primitivo se consideraba al adulterio entre los pecados que, además de ser incompatibles con la condición del bautizado, quedaban fuera del alcance de la misericordia de Dios. Algunas referencias epistolares muestran esta tendencia: ¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros… heredarán el Reino de Dios (1 Co 6,9-10). Tened todos en gran honor el matrimonio, y el lecho conyugal sea inmaculado; que a los fornicarios y adúlteros los juzgará Dios (Heb 13,4). Los que tienen los ojos llenos de adulterio, que no se sacian de pecado, seducen a las almas débiles, tienen el corazón ejercitado en la codicia, ¡son hijos de maldición! (2 Pe 2,14). Una enseñanza de Jesús como la contenida en nuestro relato exigía la difícil tarea de compaginar la severidad con el pecado con la indulgencia con el pecador.
  • 13. V Domingo de Cuaresma «Yo tampoco te condeno» Un relato problemático En el siglo III cristianos rigoristas criticaban a los obispos que perdonaban a quienes cometían adulterio. Afirmaban que había que ser inflexibles para preservar la santidad de la comunidad: «La Iglesia tiene el poder de perdonar el pecado; pero no lo hará, no sea que se cometan más pecados todavía» (Tertuliano, De pudicitia 21,7) La recuperación del relato de la mujer adúltera nos ayuda a resolver el dilema. Porque sigue considerando la gravedad del pecado y exhorta a dejarlo definitivamente: «no peques más en adelante». Pero también deja en claro cuál debe ser la actitud del creyente ante el pecador: «Yo tampoco te condeno». El texto no dice qué ocurrió después con aquella mujer, como tampoco el relato del hijo pródigo refiere qué decidió el hermano mayor. También aquí se nos invita a dejar nuestros temores que nos retienen en el pasado, y a contemplar el horizonte de vida nueva que Dios abre a cada persona a través del perdón.