Este documento describe un episodio del Evangelio de Juan en el que Jesús evita condenar a una mujer sorprendida en adulterio. Los escribas y fariseos desafían a Jesús a condenarla según la ley de Moisés, pero él les dice a ellos que quien esté libre de pecado arroje la primera piedra, haciéndolos retirarse. Luego Jesús le dice a la mujer que tampoco la condena y la exhorta a no pecar más.
1. V Domingo de Cuaresma «Yo tampoco te condeno»
Una mujer sorprendida en adulterio
Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y
todo el pueblo acudía a el. Entonces se sentó y comenzó a
enseñarles. Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que
había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de
todos, dijeron a Jesús: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en
flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta
clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?».
Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero
Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo.
Como insistían, se enderezó y les dijo: «El que no tenga pecado,
que arroje la primera piedra». E inclinándose nuevamente, siguió
escribiendo en el suelo.
Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando
por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que
permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: «Mujer, ¿dónde
están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?».
Ella le respondió: «Nadie, Señor». «Yo tampoco te condeno, le dijo
Jesús. Vete, no peques más en adelante».
Evangelio de Juan 8,1-11
2. V Domingo de Cuaresma «Yo tampoco te condeno»
Dijeron a Jesús…
A pesar de ser colocada en medio del público reunido, esta
mujer permanece en la periferia del relato. No representa el
centro de atención de quienes la llevaron hasta ese lugar. De
quien se está pendiente, en realidad, es de Jesús y de la
respuesta que se espera de él.
Los Evangelios nos muestran varios episodios en que la
autoridad de Jesús es desafiada por sus interlocutores. El
demonio plantea: si eres Hijo de Dios… Referentes religiosos
lo llaman Maestro. De la respuesta acertada a las cuestiones
planteadas dependía la validación de esos títulos.
Este tipo de relación era frecuente en la sociedad del antiguo
Mediterráneo. Constituye un modo de comunicación en la
que se quiere compartir o disputar el honor de otra persona.
También a otras personas muy conocidas se les hizo algunas
de las preguntas formuladas a Jesús. Sus respuestas fueron
aumentando (o disminuyendo) su estima ante sus oyentes.
3. V Domingo de Cuaresma «Yo tampoco te condeno»
«Maestro, tú, ¿qué dices?».
Si a Jesús le preguntaron «¿Puede uno repudiar a su mujer
por un motivo cualquiera?» (Mt 19,3). Pero también lo
hicieron a otros maestros:
«La escuela de Shammay afirma: nadie se divorciará de su
mujer a no ser sólo si encuentra en ella indecencia, ya que está
escrito: porque encontró en ella algo ignominioso [Dt 24,1]. La
escuela de Hillel enseña: incluso si dejó quemar la comida, ya
que está escrito: porque encontró en ella algo ignominioso. R.
Aquiba dice: incluso porque encontró a otra más hermosa que
ella, ya que está escrito: si no encuentra gracia a sus ojos
(Mishná Guittín 9,10).
Jesús, cercano siempre a la interpretación flexible de Hillel, en este caso se
distancia de él y se muestra más cercano al estricto e impopular Shammay:
«Moisés, teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón, os permitió repudiar a vuestras
mujeres; pero al principio no fue así. Ahora bien, os digo que quien repudie a su mujer - no
por fornicación - y se case con otra, comete adulterio» (Mt 19,8-9).
4. V Domingo de Cuaresma «Yo tampoco te condeno»
«Maestro, tú, ¿qué dices?».
Si a Jesús le preguntan ¿Es lícito pagar tributo al César o
no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?» (Mc 12,14), es para
confrontar su respuesta con las ya conocidas declaraciones
de un famoso líder rebelde:
[Judas el Galileo] «decía que era una vergüenza aceptar pagar
tributo a Roma y soportar, después de Dios, a unos dueños
mortales» (Josefo, Guerra de los Judíos II,118).
Jesús hábilmente evitó una respuesta que pudiera usarse como acusación frente a
la autoridad romana:
«¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea». Se lo trajeron y les dice: «¿De
quién es esta imagen y la inscripción?»
Ellos le dijeron: «Del César».
Jesús les dijo: «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios» (Mc 12,15-17).
Pero probablemente perdió con esa declaración una buena parte de la adhesión
popular que antes había conseguido.
5. V Domingo de Cuaresma «Yo tampoco te condeno»
«Maestro, tú, ¿qué dices?».
Los saduceos desafiaron a Jesús con un planteo cercano a
lo ridículo respecto a la resurrección (Mt 22,23-28). Pero lo
harán más tarde también con el célebre fariseo Gamaliel:
«¿De dónde sabemos por la Escritura que el Santo, bendito sea,
resucita a los muertos?». [Gamaliel] no pudo convencerlos hasta
que citó este pasaje de la Escritura: «Para que tengáis largos
días, vosotros y vuestros hijos, en la tierra que el Señor juró
darles a vuestros padres» [Dt 11,21]. No se dice «daros», sino
«darles» (Talmud B., Sanedrín 90b).
La respuesta de Gamaliel se apoya en el mismo principio que sostiene Jesús: si a los
antiguos Patriarcas de Israel (y no sólo a su descendencia) se les prometió la tierra,
es porque vivirían más allá de su muerte para recibirla.
Jesús les dijo: «Que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la
zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.
No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven» (Lc 20,37-38).
6. V Domingo de Cuaresma «Yo tampoco te condeno»
Desafío - respuesta
Así, toda interacción fuera del propio grupo familiar se vivía
como una contienda en la que los participantes intentaban
ganar o, al menos, empatar.
Todo esto sucedía públicamente, ya que así se obligaba al
que era desafiado a que reaccionara de algún modo. Su falta
de reacción se interpretaría como una incapacidad para
responder y quedaría desacreditado delante de todos.
Este tipo de relación tiene
al menos tres fases ACCION Desafío
Positivo Negativo
RECEPCION Por parte del desafiado y del
público presente
REACCION Respuesta / Silencio
7. V Domingo de Cuaresma «Yo tampoco te condeno»
Lanzamiento del desafío
El desafío es un intento de entrar en el espacio social de otro.
Una motivación positiva para hacerlo podría ser el deseo de
beneficiarse mutuamente a través de la cooperación. Para
eso se envía un mensaje positivo (mediante palabra u obra).
Una motivación negativa podría ser desalojar al otro de la
posición social ocupada. Para eso se busca desacreditarlo
públicamente.
Todas estas acciones
constituyen el mensaje que debe ACCION Desafío
ser percibido por la persona
desafiada y por el público Positivo Negativo
(Palabra) Elogio Insulto
(Obra) Regalo Afrenta física
(Palabra) Pedido de ayuda Amenaza
(Palabra) Promesa de ayuda Amenaza
8. V Domingo de Cuaresma «Yo tampoco te condeno»
Recepción del desafío
La persona interpelada debe interpretar el mensaje y juzgar
si se intenta atacar su estima.
El desafío tiene lugar sólo cuando el desafiado se considera
socialmente igual al otro. Jesús acepta el desafío de los
fariseos porque los considera oponentes del mismo nivel. En
cambio los sumos sacerdotes y Pilato no ven un desafío en
las acciones de Jesús (como la expulsión de vendedores del
Templo o la entrada triunfal en Jerusalén): lo desprecian
como un inferior a quien pueden eliminar con facilidad.
RECEPCION Por parte del desafiado y del
público presente
El desafío se realiza siempre DESAFIADO DESAFIANTE
entre varones, aunque a veces
se usen acciones dirigidas a las igual compiten igual
mujeres. Por eso la adúltera
permanece pasiva entre Jesús y superior ofende inferior
los fariseos. desprecia
9. V Domingo de Cuaresma «Yo tampoco te condeno»
Respuesta al desafío
El público determina quién se quedó con más crédito: el
desafiado por haber respondido bien; o el retador, si no
hubo respuesta o si ésta fue insatisfactoria.
REACCION
RECHAZO RESPUESTA SILENCIO
burla Contra- Incapacidad
desprecio desafío de responder
Requiere venganza Continúa el Descrédito
del retador si el intercambio para el
desafiado es igual; desafiado
nada si el desafiado
es superior.
10. V Domingo de Cuaresma «Yo tampoco te condeno»
Contra-desafío de Jesús
Jesús es puesto en la disyuntiva de contradecir la Ley
(«Moisés nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres» [Dt
22,22-24 ordena al hombre y a la mujer]) o contradecir su
propio mensaje sobre la misericordia. En ambos casos
quedaría desacreditado.
Por eso devuelve el desafío comprometiendo a los
acusadores, que abandonan el lugar desacreditados:
Los testigos
ACCION Desafío «Y tú, ¿qué dices?» debían arrojar la
primera piedra
Negativo Decían esto para (Dt 17,7).
ponerlo a prueba
Jesús los desafía
RECEPCION Manifestación de haber se enderezó y les dijo a ser primero
recibido el mensaje testigos de sus
propios pecados.
REACCION Contra-desafío «El que no tenga pecado, que
arroje la primera piedra».
11. V Domingo de Cuaresma «Yo tampoco te condeno»
Un texto misterioso
Si en la cultura mediterránea una escena como la descrita
podía ser algo no tan raro, sí es bastante extraño el texto que
nos transmite el relato:
Está agregado en el lugar en que hoy lo leemos. Se puede
pasar de Jn 7,53 a 8,12 sin que se note un salto en la lectura.
De hecho el pasaje falta en todos los manuscritos griegos
conocidos hasta el siglo V, aunque autores del siglo IV
afirman conocer el relato.
Los primeros comentadores del Evangelio de Juan (entre
los siglo II-IV) no comentan este texto. Es mencionado por
primera vez en un escrito sirio sobre disciplina eclesiástica, la
Didaskalia (siglo III), para exhortar a los obispos a la
misericordia con los pecadores.
La inserción del texto podría remontarse a final del siglo
III. Pero seguramente formaba parte de una tradición
auténtica sobre Jesús, ya que responde perfectamente al tema
abordado en Lucas 7,36-50.
12. V Domingo de Cuaresma «Yo tampoco te condeno»
Un relato problemático
¿Por qué habría sido dejado de lado este valioso relato
durante tanto tiempo? Los debates éticos de la época de su
reaparición nos pueden sugerir una explicación.
En el cristianismo primitivo se consideraba al adulterio entre
los pecados que, además de ser incompatibles con la
condición del bautizado, quedaban fuera del alcance de la
misericordia de Dios. Algunas referencias epistolares
muestran esta tendencia:
¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros… heredarán el Reino de
Dios (1 Co 6,9-10).
Tened todos en gran honor el matrimonio, y el lecho conyugal sea inmaculado; que a los
fornicarios y adúlteros los juzgará Dios (Heb 13,4).
Los que tienen los ojos llenos de adulterio, que no se sacian de pecado, seducen a las
almas débiles, tienen el corazón ejercitado en la codicia, ¡son hijos de maldición! (2 Pe 2,14).
Una enseñanza de Jesús como la contenida en nuestro relato exigía la difícil tarea
de compaginar la severidad con el pecado con la indulgencia con el pecador.
13. V Domingo de Cuaresma «Yo tampoco te condeno»
Un relato problemático
En el siglo III cristianos rigoristas criticaban a los obispos
que perdonaban a quienes cometían adulterio. Afirmaban
que había que ser inflexibles para preservar la santidad de la
comunidad:
«La Iglesia tiene el poder de perdonar el pecado; pero no lo hará,
no sea que se cometan más pecados todavía» (Tertuliano, De
pudicitia 21,7)
La recuperación del relato de la mujer adúltera nos ayuda a resolver el dilema.
Porque sigue considerando la gravedad del pecado y exhorta a dejarlo
definitivamente: «no peques más en adelante». Pero también deja en claro cuál debe
ser la actitud del creyente ante el pecador: «Yo tampoco te condeno».
El texto no dice qué ocurrió después con aquella mujer, como tampoco el relato del
hijo pródigo refiere qué decidió el hermano mayor. También aquí se nos invita a
dejar nuestros temores que nos retienen en el pasado, y a contemplar el horizonte
de vida nueva que Dios abre a cada persona a través del perdón.