La libertad de expresión y de cultos probablemente no tiene ese mismo carácter de lo sagrado en las culturas musulmanas. Sin embargo, quizás luego de ubicarnos en el “entre” podamos comprender que ese otro musulmán que ha salido a la calle a manifestar su indignación también tiene valores sagrados que no está dispuesto a negociar.
1. COMPRENDER LA INCOMPRENSIÓN
Fuente de la imagen: http://peru.com/
Edwin Cruz
Palabras al Margen. Por el Derecho a decirlo todo, 20 Enero 2015
La libertad de expresión y de cultos probablemente no tiene ese
mismo carácter de lo sagrado en las culturas musulmanas. Sin
embargo, quizás luego de ubicarnos en el “entre” podamos
comprender que ese otro musulmán que ha salido a la calle a
manifestar su indignación también tiene valores sagrados que no está
dispuesto a negociar.
El pasado miércoles 14 de enero el semanario “Charlie Hebdo. Journal
irresponsable” volvió a circular luego de la execrable masacre de su
equipo periodístico. La edición ordinaria se agotó rápidamente y las
subsecuentes reimpresiones alcanzaron más de tres millones de
ejemplares. Como una muestra de lo que su redactor jefe, Gerard
Biard, considera una defensa de la libertad de religióni, la portada de
la publicación exhibió una caricatura supuestamente de Mahoma,
titulada “Todo está perdonado”, en la que el Profeta sostiene un
cartel donde puede leerse “Je suis Charlie”ii. Desde el viernes
siguiente, miles de musulmanes y musulmanas en distintos países se
volcaron a las calles para protestar por lo que consideran una nueva
ofensa a su credo religiosoiii.
La insistencia de la revista en publicar caricaturas del Profeta
Mahoma, junto con la mayoría de los argumentos esgrimidos sobre el
caso, nos hablan de un inmenso problema de incomprensión, que
difícilmente puede reducirse a los problemas geopolíticos y
económicos, ni a las complejas constelaciones de intereses en que se
desenvuelve la cuestión, aunque tampoco se justifique obviarlas. Los
2. occidentales, incluso los de “segunda mano” como decía la canción,
tenemos grandes dificultades cuando se trata de comprender al otro.
El problema empieza por asumir un punto de vista egocéntrico en el
que los valores propios se erigen como norma para enjuiciar los
ajenos.
No sólo un problema de “fanáticos”
Tras la masacre, las opiniones se dirigieron a condenar con toda
razón los “extremistas”, “fanáticos” o “fundamentalistas”, al tiempo
que se instaba a no caer en la islamofobia. Se asumía sin más que
solo unas mentes alienadas por el opio de la religión podrían sentirse
ofendidas hasta ese punto por una caricatura que, se afirmó
posteriormente, no se burlaba del musulmán de a pie sino de los
terroristas. Se recordaba entonces la centenaria tradición satírica
francesa, que a lo largo del tiempo se ha encargado de criticar lo
sagrado, y no solamente lo islámico, en la que se inscribe la
publicación. Difícilmente se nos ocurría que una inofensiva parodia
pudiese constituir un agravio moral para personas que no fuesen
“extremistas”, “fanáticos” o “fundamentalistas”, aun cuando protestas
como las de los últimos días ya habían tenido lugar años atrás.
Pues bien, estas protestas se han encargado de refutar esa creencia.
Para miles o millones de practicantes del Islam, tales caricaturas son
altamente ofensivas. Tanto como para motivar inmensas acciones
colectivas. Obviamente, un agravio moral no justifica desde ningún
punto de vista una masacre. También es obvio que la inmensa
mayoría de los musulmanes no comparte el proceder del terrorismo.
El punto es que muchos occidentales asumieron acríticamente que,
dado que una caricatura de Mahoma o de Jesucristo no resulta
ofensiva para una buena cantidad de occidentales, y teniendo en
cuenta la muy seria tradición de crítica mordaz en donde se ubica,
entonces no tendría por qué ofender a nadie, al menos a nadie
distinto de los “fundamentalistas”. De ahí titulares de prensa como
“se asesinó el humor”. A muchos periodistas y opinadores
occidentales les cuesta mucho comprender que aquello que para la
cultura occidental constituye parte del “humor”, e incluso de la crítica,
la sátira política o la libertad de expresión, para otros puede ser una
grave ofensa a lo que se considera como sagrado. En otras palabras,
erigen sus valores sagrados, como el secularismo o la libertad de
expresión que reivindica Charlie Hebdo –porque lejos de criticar todo
lo que se considera sagrado dicha publicación también defiende
valores considerados como sagrados o innegociables, aunque sean
distintos a los de una religión-, como baremo para otras formaciones
culturales.
Secularismo occidental
3. La separación entre política y religión se erigió en occidente como
consecuencia de las guerras religiosas. Desde entonces se pensó que
la condición para la coexistencia de distintos cultos es que el Estado
sea laico y que, en correspondencia, lo atinente a la fe sea confinado
en el ámbito de lo privado. De esa manera, los individuos podrían
operar en calidad de ciudadanos abstractos libres e iguales en el
espacio público y frente al Estado, independientemente de su religión.
Tal vez donde más se afincó esta idea fue en la República Francesa,
donde incluso los símbolos del mayoritario credo católico fueron
proscritos del ámbito público. No fue así en muchos otros casos,
como Colombia, donde en distintos momentos el Estado ha optado
por favorecer la religión de la mayoría en detrimento de las minorías,
incluso cuando se declara formalmente laico. Pero el modelo en sí no
carece de problemas.
Por una parte, se trata de un producto cultural particular de
occidente. Por consiguiente, no es del todo correcto que se quiera
imponer como la norma universal en virtud de la cual juzgar otras
formaciones culturales. Incluso si se está convencido de que el
secularismo occidental es mejor, es necesario entender que para los
otros no occidentales no resulta obvio, posible ni en muchos casos
deseable, que la religión y la política, lo público y lo privado, deban
estar separados. Por lo tanto, debe comprenderse que un agravio
moral, como las caricaturas de Mahoma, no puede justificarse en
virtud del carácter secular de la cultura occidental. Eso no pasa de ser
una autojustificación, una justificación egocéntrica totalmente
despreocupada por el conocimiento y el reconocimiento del otro.
Por otra parte, se trata de un secularismo en cierto grado
“mentiroso”, en tanto que las instituciones políticas y sociales
occidentales no se han desprendido de valores que en últimas están
asentados en ciertas tradiciones de fe, y tampoco han abandonado
distintas concepciones de lo sagrado, así para los occidentales esos
valores sean los mejores. Las instituciones políticas occidentales
están fuertemente enraizadas en la tradición judeocristiana, muchas
de las prácticas que se desarrollan en el escenario público político no
tendrían ningún sentido sin valores fundamentales de dicha tradición
(piénsese por ejemplo en la “emancipación humana”, entre otros por
el estilo) incluso en países como Francia, donde se ha conseguido una
república laica. Tal vez sólo la mirada del otro, en este caso
musulmán, es capaz de percibir ese enraizamiento.
Por lo demás, resulta paradójico que en defensa del republicanismo
laico Charlie Hebdo opte por convertir la religión en un tema público
político, precisamente en defensa de valores sagrados de la cultura
4. occidental como la tolerancia y la libertad de expresión. ¿Cómo
entender esa paradoja?
Tolerancia o pluralismo entre los iguales
En teoría, el modelo de secularidad occidental permite la coexistencia
de personas adscritas a distintos credos religiosos por dos vías. Por
una parte, como antes se dijo, confinando las diferencias al espacio
de lo privado y asumiendo los individuos como ciudadanos
abstractos, libres e iguales, en el público. Por otra, mediante la
reivindicación del valor de la tolerancia. No obstante, una coyuntura
como la actual pone de presente los límites de este valor que se
asume como sagrado en la cultura occidental.
Un problema es que la tolerancia tiene un carácter negativo. Tolerar
es sinónimo de soportar, en este caso, al otro diferente. A mayor
tolerancia mayor capacidad para soportar. En el fondo, tolerar se
asume como un mal menor en cuanto implica que lo ideal sería no
soportar al otro pero, dado que eso no es posible, hay que hacerlo.
Así, la tolerancia no implica necesariamente conocer al otro,
relacionarse con él, ni mucho menos llegar a comprenderlo. La
tolerancia lleva a una actitud de despreocupación por el otro: no me
importa lo que ocurra con él o ella siempre y cuando no me afecte.
El otro problema es que para “ganar” la tolerancia, es necesario
aceptar las condiciones de una sociedad secular. Es necesario, al
menos en algún grado, abandonar la cultura propia y tratar de
asimilarse a la ajena como condición para ser incluido entre los
sujetos potenciales de la tolerancia. En otras palabras, sólo los
individuos y grupos dispuestos a confinar los aspectos atinentes a su
fe en la esfera privada y a separar lo que la cultura occidental
considera político y lo que concibe como religioso, son tolerados. Se
trata, en consecuencia, de una tolerancia que afirma el pluralismo
entre iguales y excluye a los otros radicalmente diferentes.
Precisamente, esos otros radicalmente diferentes, quienes no solo no
están dispuestos sino que muchas veces están imposibilitados para
concebir e imaginar tales separaciones, irrumpen en el modelo para
alterarlo, sin que éste tenga una respuesta convincente, más allá de
la incomprensión, la burla o la represión.
Esto permite entender paradojas como las que se presentan cuando,
en aras de la defensa de los más altos valores occidentales, se
termina por incurrir en su negación. Por ejemplo, una sociedad laica
erige la libertad de expresión como un valor sagrado e innegociable,
pero al mismo tiempo prohíbe que las musulmanas expresen su fe
mediante el uso de atuendos tradicionales o burkas en espacios
públicos o, en el mismo sentido, una revista satírica politiza
5. problemas como la religión propios del fuero privado e incluso íntimo
de las personas con el fin de reivindicar que la religión no debe ser un
problema público político.
El respeto y la comprensión
Cuando alguien osa resaltar las sinsalidas del secularismo liberal, sus
defensores saltan para exigir alternativas menos malas. Asumen que
en efecto lo que tenemos por sociedad liberal constituye un modelo,
acaso emanado de las neuronas de algún filósofo ilustrado, en lugar
de concebirlo como el resultado de un proceso sociopolítico conflictivo
y contingente.
Ganaríamos bastante si por lo menos tratáramos de cambiar el valor
de la tolerancia por el respeto. A diferencia de la tolerancia, el
respeto tiene un carácter positivo: no se puede respetar al otro sin
conocerlo y sin previamente relacionarse con él o ella. El respeto es el
resultado de una relación y no un prejuicio a priori, como la
tolerancia. Por consiguiente, apostar por el respeto favorece la
comprensión del otro o, cuando menos, relativiza nuestros prejuicios.
Es obvio que no se trata de respetar o comprender a los terroristas.
Sólo alguien que redujera el Islam a terrorismo arribaría a ese
postulado. El respeto absoluto sin límites no tiene sentido porque en
últimas equivale a adoptar irremisiblemente la perspectiva del otro
aunque se apoye en la injusticia. Por eso, el principal límite a lo
respetable en el otro es el uso de la violencia. Me refiero a la
violencia “fenoménica”, aquella que puede constatarse como “hechos
de sangre” o generadores de terror, entre otros. Es cierto que existen
otras formas de violencia, simbólica y estructural, de índole
transcultural: prohibir el uso del velo en Francia puede constituir una
de esas formas de violencia tanto como obligar a usarlo en un país
musulmán. Pero esa violencia “fenoménica”, que se expresa en el
daño al cuerpo y en el irrespeto a la vida, no es una característica
esencial de ninguna formación cultural y en todos los casos está
confinada al terreno de lo excepcional aunque sus usos puedan ser
contradictorios desde un punto de vista externo.
De otra parte, es cierto que las creencias profundas difícilmente se
prestan para discusiones racionales y argumentadas. Una discusión
de ese tipo tiene como fin persuadir al otro o dejarse persuadir
mediante los argumentos de mejor calidad, más convincentes. Pero
difícilmente es una discusión cuando se asume de entrada que el
punto de vista propio –laico o religioso- es absolutamente superior al
del otro y no hay por qué cambiarlo, y menos cuando no hay la más
mínima intención de respetar la perspectiva ajena. La comprensión
no aspira de entrada a persuadir, se refiere a otra cosa. Su propósito,
al menos como punto de partida, no debe ser el de convencer al otro
6. de su propio error visto desde nuestro acierto, lo que implica una
perspectiva colonial, sino el de encontrar un punto de vista que
permita relativizar tanto ese supuesto error como ese supuesto
acierto. Un segundo momento puede estar constituido por un diálogo
intercultural en el que sea posible la discusión.
Alternativas
Existen alternativas para el entendimiento entre las culturas más allá
del “choque de civilizaciones”, el relativismo posmoderno o el
universalismo liberal, como la “hermenéutica diatópica” formulada
por Raimon Panikkar y retomada por Boaventura de Souza Santos,
que consiste, grosso modo, en dos movimientos: primero, ubicarse
en el “entre” de las culturas: un lugar desde donde es posible tomar
distancia de la cultura propia y aproximarse a la ajena para percibir
ambas orillas de otra manera; segundo, la identificación de
“equivalentes homeomórficos”: elementos propios de cada cultura
que desempeñan un papel similar o están revestidos de un valor
equivalente, que hacen posible el respeto.
Mucha de la incomprensión que se observa en la obcecación de
Charlie Hebdo al publicar nuevamente caricaturas de Mahoma radica
en la asunción de una actitud alejada de ese lugar del “entre” las
culturas y su refugio en el seguro locus del “sí mismo”. Para
occidente los valores de la libertad de expresión y de cultos son
sagrados, no pueden ser objeto de negociación. Así, al pretender que
nadie se ofenda por las caricaturas, se asume una posición
egocéntrica donde prima la defensa de lo que occidente considera
como sagrado y se apuesta porque el otro acepte sin remedio esos
valores.
La libertad de expresión y de cultos probablemente no tiene ese
mismo carácter de lo sagrado en las culturas musulmanas. Sin
embargo, quizás luego de ubicarnos en el “entre” podamos
comprender que ese otro musulmán que ha salido a la calle a
manifestar su indignación también tiene valores sagrados que no está
dispuesto a negociar. En otras palabras, que para él o ella la imagen
del profeta Mahoma se ubica en un lugar equivalente a donde los
occidentales ubicamos valores como la libertad de expresión y de
cultos.
Tal vez este tipo de procedimientos hermenéuticos puedan llegar a
institucionalizarse o por lo menos a volverse parte de nuestra cultura
política. Lo deseable es reemplazar las ofensas y la violencia de
distintos tipos por el diálogo intercultural hasta que sea posible una
argumentación razonada. Desde luego, habría que perfilar los
mecanismos institucionales que harían posible este tipo de alternativa
7. en el interior de los Estados nación y entre ellos, con todas las
complejidades que eso supone.
Es claro que difícilmente esto impedirá que el terrorismo continúe,
puesto que no se explica únicamente por la incomprensión entre las
culturas y los terroristas han optado por el camino contrario a la
comprensión, o que se violente la libertad de expresión, que en
occidente no sólo ni sobre todo se vulnera cuando alguien siente que
ha padecido un agravio moral. Pero al menos constituye un horizonte
deseable que permite comprender a esos miles de musulmanes
ofendidos que jamás optarían por el terrorismo y, tal vez andando el
tiempo, permitirá afirmar los valores realmente importantes de la
cultura occidental sin incurrir al mismo tiempo en su negación. En fin,
aun cuando esta alternativa no nos llevara a la comprensión del otro,
al menos no sin ningún traumatismo, por lo menos nos ayudaría a
comprender nuestra propia incomprensión.
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ihttp://www.infobae.com/2015/01/17/1621540-las-caricaturas-
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iihttp://www.charliehebdo.fr
iiihttp://www.prensa.com.co/nuevas-caricaturas-de-mahoma-
provocan-protestas-y-disturbios-en-muchos-paises-musulmanes