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El umbral de
las palabras


Un nuevo libro
       de
Daniel Cabreton

                  1
En homenaje al Grupo Literario Acuarela y a
MARTA BONORA, iniciadora del grupo y mi
gestora.
Edición de autor.
(Para el UMBRAL DE LAS LETRAS)
Todas las imágenes y los dibujos fueron
seleccionadas por el autor.
Primer libro en formato digital que completa
la serie SEDUCCIÓN DE VIDA.
Ediciones EL UMBRAL (para su web
www.seducciondevida.com)
Yrigoyen 1776- Pehuajó (6450)Buenos Aires
mail: dcabreton@yahoo.com.ar
Tel 02396478072




                                               2
3
PROLOGO

Hola: Simplemente Hola. Hubo un tiempo
   de silencio.
Hoy las voces renacieron.
 Tristeza a pesar de la ansiedad de la
   gestación.
Tristeza por Marta. Tristeza por los que han
   quedado.




                                           4
CARTA DE AM OR PARA UNA
       AUS ENCI A PROGRAMADA

A vos, mi cielo:
                     A través de mi ventana
se derrumba un mortecino amanecer; un
crepúsculo encendido que pinta de sepia el
paisaje.
Han pasado dos días desde tu partida. Mis
ojos se disfrazan de nostalgia. Una aurora
ocre se desliza por los muros agotados de
miradas.
¿Cae un tenue rocío o soy yo el que
provoca esta llovizna gris?. Son mis ojos.
Te extraño y sin embargo sonrío.
Oteo de reojo y con sorna esta lánguida
soledad que me acaricia. Sus labios fríos se
deslizan por mi piel deshabitada pero no
puede minar mi entereza y eso la
enloquece.

                                          5
Sabe que pronto vas a volver. Se enoja.
Te recuerdo.
             No entraste en mi vida con la
celeridad de un flechazo, ni        alteraste
abruptamente cada uno de mis sentidos.
Este amor fue creciendo con los años. No
te amé desde un principio ni aún en aquel
instante en que vi tus ojos marroquíes
hospedarse en mis retinas. Pausado, suave,
sin espinas fue el camino que esbozamos.
¿Será por eso que te amo tanto?
Nunca dije:
       -Eres todo lo que quiero
 y tú jamás dijiste que viviríamos una vida
juntos, ni tampoco escribiste en mi
cuaderno:
      -Si me dejas muero de tristeza.
Es por eso que crecimos sin temor a la
despedida.


                                           6
Fui poema y rosa, pero al mismo tiempo fui
cardo y hiel. Vos fuiste sueños, desengaño,
brisa y piel.
       Fui la nevada en tu sendero cristalino,
fuiste estío en la noche de mi vergel.
Compartimos el llanto, no sólo la alegría fue
por ello que tal vez aprendimos a creer.
        No puedo mentir y decir que te daría
lo imposible. Simplemente te escribo
poemas y te regalo alguna rosa para vestirte
de primavera.
Te amo (lo sabes). Me amas (lo sé).
      Se desangra mi pecho pensando en tu
ausencia, es por eso que te doy mi amor.
Así como tú lo quieres, simple, sin
envolturas, ni moños, ni tarjetas, puro, de
corazón. Tibio, sin frases rebuscadas, con
las manos ahuecadas y abiertas, sin
sombras, con los ojos cristalinos.


                                            7
Te doy mi amor porque así lo quiero, porque
es tuyo, porque no tiene secretos, porque no
tiene sentido no dártelo, porque me miras y
me derrites, me rozas y me estremeces,
porque te veo y desapareces y porque estás
cuando no te llamo … Te doy mi amor
simplemente porque te amo.
        Por que no concibo mi vida fuera de tu
vida. Porque antes el silencio se apretujaba
en mis oídos como una filosa daga que
laceraba mis sentidos. Porque contigo
descubrí el dolor de amar y la agonía del
abandono. Porque ya el gris es un color que
no domino y sólo veo tus ojos cuando diviso
el horizonte. Porque me diste tres retoños
que invadieron el baúl de mis tesoros.
Porque me diste tu vida y no pediste nada a
cambio, sólo mis manos y mis hombros para
llorar en ellos … por todo esto y muchos más
TE AMO.
                Posdata: te espero ansioso
                            Tu BB.
                                            8
PARA KEVIN CABRETON
              DE PAPI Y MAMI
Negro; nos encantaría
decirte tantas cosas
maravillosas. Pintarte
un universo distinto,
lleno de sueños
realizables, de alegrías
constantes, de dulces
encuentros. Pero no es así,
 es éste el mundo que te ofrecemos,
uno de esfuerzo, de lucha,
de diferencias, de sinsabores y de
sacrificio. Pero es un mundo maravilloso
si vos estás en él, si lo enfrentamos y lo
dominamos juntos, si lo compartimos y lo
abrazamos.
Estás en el final de una etapa idealista y
soñadora. Fuiste desde el principio un
ejemplo de conducta y de humildad.

                                             9
Tenés una responsabilidad que asombra y
una sensibilidad que sólo poseen los que
miran con el corazón y vos sos el dueño de
un corazón tan grande como el infinito.
Pronto, en el tiempo, luego de los festejos y
los abrazos, en tu cuarto quedará un vacío
de piel que nos resultará extraño. Cuando
llevemos el desayuno a la pieza más de una
vez tendremos que refregarnos los ojos y
convencernos de que ahora no son dos
tazas, sino una , y en el lecho vacío, que
antes llenaban tus sueños, sólo veremos
“eso” un vacío de ausencia, vos estarás
buscando tu puerto. Estarás desplegando
tus alas tratando de forjarte un horizonte en
el cual se asienten tus ilusiones, un
horizonte en el que papi y mami dejarán de
ser el centro para transformarse en los
cimientos de tu futuro.



                                           10
Confieso (yo, papi):       tengo miedo. Me
encantaría que te quedaras y que desde
nuestro nido trataras de armar el tuyo, pero
vos necesitás espacio para que tus alas
puedan volar libremente, necesitas cielo y
tierra, necesitás chocar y caer y levantarte …
solo.
Aunque sabés, muy dentro tuyo, allí donde tu
pecho se hace ternura, que jamás estarás
solo, aquí tendrás a este “viejo” que pondrá
su hombro para que vos puedas apoyarte.
Siempre serás mi negrito y el negrito de
mamá. “Ese” que me acompañaba a todos
lados, que me ayudaba en las tareas de la
casa, que me esperaba ansioso cada noche
ilusionado con alguna golosina, que se
ocultaba en los árboles de la plaza jugando a
la escondida, el que pedía que me quedara
siempre a su lado.


                                          11
Algo está empañando mis ojos cansados, no
es la vejez, es una lágrima caprichosa que
se empecina en caer … perdoná si soy algo
sentimental … Te voy a extrañar …
 Los domingos cuando esté solo vociferando
por River, me va a faltar tu vos, tu aliento.
No va a ser lo mismo mirar al millo sin tus
ojos, sin tus reflexiones, sin tus gritos (venite,
haceme la gauchada)… Nos va a costar
acostumbrarnos a no verte, a sólo llamarte, a
sentir tu voz a través del teléfono o ver tus
ocurrencias en un mail … para nosotros
nunca vas a dejar de ser nuestro “chiquito”…
TE QUEREMOS            papi y mami




                                               12
A MI HIJA ADOLESCENTE
Estás en el umbral de tu vuelo. No
importa si aún no tienes un destino.
No importa si tus sueños siguen
dormidos en esa niñez que se niega
a partir. Llegará tu tiempo. La vida irá
llenando esos vacíos que anidan en
tu pecho.
Hoy tus brazos, como inquietas y
frágiles alas, te visten de hada. Y
saldrás vestida de primavera para
vestir nuestros ojos de nostalgia.
Queremos que decidas por vos. Que
el futuro te llegue despacio, sin prisa,
sin pausa, pero que sea tu futuro …
y si te equivocas, no importa,
volverás a empezar. Vive a tu
manera y sobre todo busca la
felicidad.
No te desesperes por partir y dejar el
nido vacío. Aquí estará siempre tu
“guarida”, tu “covacha”, más allá de
                                           13
tu libertad, de tu independencia.
Lógicamente cuando te vayas,
cerraremos     una   etapa    en
nuestras vidas. Siempre cuesta el
desarraigo. De igual modo
seguirás aquí, en tus banderas,
en tus adornos, en tus peluches,
en tus dibujos, ese que siempre
vamos a llevar como estandarte
de tu cariño, un concierto de
palotes garabateados en un hoja
rayada y esa frase al pie de la
obra: “Eres el mejor papá del
mundo y nunca te olvidaré”
Disfrutá.   Te amamos
            PA Y MA




                                    14
CuENTO
El banderín
  amarillo




              15
La imagen del polaquito viene a mi
memoria como un bálsamo. Hace
tiempo que no sé nada de él. Te
recuerdo, querido amigo, y por un
momento logro olvidar donde estoy.
  Tu imagen se materializa en mis
retinas como una nube fugaz que viste
de algodón el tenue cielo de mediodía.
¿Por qué habito esta trinchera cavada
en el corazón herido de la tierra?. No lo
sé. Sostengo un fusil entre mis manos
temblorosas.
He gastado varios cargadores, tratando
de herir el aire.
                                            16
Me acurruco en esa cavidad lóbrega
que me protege y dejo aflorar los
recuerdos. Me transporto a mi niñez no
tan lejana. La figura del polaquito me
dibuja una sonrisa. Lo conocí una
soleada mañana de primavera. Los dos
cursábamos el 7º año escolar. Él, en una
escuela del sur de la provincia de
Buenos Aires y yo, en una del Oeste,
cerca del límite con La Pampa.
El gobierno provincial había organizado
un torneo de fútbol que agrupaba a
colegios carenciados, de bajos recursos
o de alto riesgo.
Toda la provincia reunida en la ciudad
del polaquito. Eran más de 25 institutos,
cada uno representado por un equipo. El
del polaquito se llamaba “Cruz del Sur”,
el nuestro, Centro Oeste. Sociabilizar era
el lema principal.

                                        17
A pesar de que los compañeros del
polaquito no eran muy avezados con el
balón, él hacia gala de una destreza y
rapidez poco común para un niño de su
edad. Pero, solo, sin cómplices que
entendieran la esencia de este juego, poco
duraría su ilusión y su bloque quedaría fuera
en la primera ronda.
 Nuestros jugadores eran todos muy parejos
en cuanto a aptitudes para el juego, sin gran
técnica pero con mucha garra y sacrificio. Ni
siquiera habíamos completado el cupo
mínimo. Por esa razón llevábamos a una
mujer en la delantera. Y a pesar de que era
la goleadora del plantel poco duró en
nuestra agrupación ya que conoció a una
chica de otra congregación durante el
campeonato y prefirió entablar amistad con
ella a seguir jugando para nuestro colegio. Y
para colmo habíamos pasado a la siguiente
etapa.

                                          18
Entonces se nos ocurrió una idea, anotar
al polaquito para nuestro equipo, ya que él
estaba afuera y merecía por su maestría
otra oportunidad. El organizador permitió
que se hiciera el cambio ya que sostenía
que lo importante era que todos
compartiéramos un par de días de
esparcimiento y camaradería.
Con el polaquito en nuestro bando todo se
simplificó. El jugaba y el resto de nuestro
bloque defendía. Nosotros hacíamos el
juego pesado y el dibujaba con sus piernas
prodigiosas.     Firuletes y cabriolas por
doquier y adentro (gol), a veces nos dejaba
bien ubicados a nosotros para que
cualquiera pudiera embocarla.
Y salimos campeones. Nuestra institución
recibió un set completo de pintura para
rejuvenecer toda la escuela, más varias
colecciones enciclopédicas y un par de
computadoras.
                                         19
La directora decidió donar parte de la
bibliografía y una computadora al colegio
del polaquito. Fue un gesto maravilloso de
su parte que hermanó a ambos
establecimientos.
Con el polaquito entablamos una amistad
que transcendió el torneo. Nos mantuvimos
en contacto a través de cartas graciosas y
extensas que nos enviábamos cada tanto.
Un par de veces viajé a su ciudad a visitarlo
y me quedé en su casa varios días. Su
pueblo, tranquilo y nostálgico, retenía el mar
azul de la bahía dibujando una postal que
enamoraba al transeúnte.
Jamás voy a olvidar el sobrenombre que le
pusimos al polaquito. Cuando hubo que
darle la casaca de nuestro equipo, la única
que permanecía libre era la más grande y a
él no le quedó otra opción que tomarla. Le
sobraba tela por todos lados. La remera le
caía hacia las rodillas asemejando a una
larga pollera. Los hombros resbalaban por 20
sus brazos hasta quedar en los codos
punzantes y a pesar de ser de mangas
cortas, las mismas le terminaban en las
muñecas delgadas y rosadas. Causaba
gracia verlo correr mientras su camisa
flameaba al viento como una bandera.
Gracia que se trastocaba en admiración
cuando sus piernas delgadas inventaban
malabares con el balón. La blusa era
amarilla, cruzaba los hombros un grueso y
llamativo vivo verde.       Ondeaba en el
cuerpo del polaquito como una banderola,
como un banderín, un banderín amarillo,
así le pusimos luego al polaquito: el
banderín amarillo.
El tiempo y la adultez nos fueron alejando.
Las cartas se hicieron cada vez más
espaciadas. Las primeras aventuras
amorosas y los desengaños dieron lugar a
otros intereses y la distancia abrió un
abismo en nuestra amistad.
Y aquí estoy yo, oteando este horizonte de
                                            21
tierra y tristeza, recordando una parte de mi
niñez, esperando. Los recuerdos no me
permitieron ver llegar al hombre, al
soldado. Su cuerpo tapó el sol del
mediodía y disfrazó de sombra mi cueva.
Por instinto intenté tomar mi fusil.
-No lo hagas- dijo titubeando él - y pude
ver entre sus brazos otro rifle, extendido
hacia mi, amenazante. Comprendí que
era tarde. Tarde para reaccionar. Tarde
para luchar. Dejé caer mis brazos
resignado.
Él bajó su arma confiado y se acercó;
también era una víctima. Se sentó a mi
lado. Me tendió su mano. Hablamos de
esta locura sin sentido. De la necesidad
de parar este infierno de fuego. Yo le
conté de mi compañía que ni sabía qué
número, ni qué nombre tenía y él me
habló de la suya, de sus compañeros. De
la tristeza que le causaba estar allí. De
repente se desprendió la chaqueta y
extrajo de entre sus ropas desalineadas
                                         22
un atado estrujado de cigarrillos.
Fue entonces cuando vi su casaca. Era
amarilla con vivos verdes sobre los
hombros.
Me miró con atención y yo contesté su
mirada. Parecíamos dos niños esperando
recibir una noticia mágica.
¡Era él, para mí!. ¡Era yo, para él!.
¡Ahí estábamos los dos, el polaquito y su
remera, yo y mis recuerdos!.
Nos fundimos en un largo y fuerte abrazo.
Por un instante logramos olvidarnos de la
trinchera.    Yo    miraba     la     camiseta
asombrado.
- Sí … es la del equipo- dijo – La uso de
amuleto- agregó y volvimos a abrazarnos
empachados de felicidad.
Pero fue un mísero intervalo de placidez.
Una voz firme y áspera tronó en el cálido
mediodía. Una orden lacónica y fulgurante
nos quitó del ensueño en el que nos
habíamos sumergido.
                                            23
-Dejalo- se escuchó gritar con tono bronco.
El polaquito y yo nos separamos.
Una explosión quebró la tenue calma que
habíamos inventado. Vislumbré de soslayo
un fogonazo. Escuché al polaco clamar
algo. Un ardor lacerante atravesó mi
pecho. Caí hacia atrás impulsado por el
destello.. Todo comenzó a girar en mi
mente. El cielo pareció incrustarse en mis
retinas. Vi el       cuerpo del polaquito
desencajado por los perdigones caer
dentro de la fosa. Más explosiones y
centelleos pincelaron de muerte el
tenebroso paisaje.
El fuego cruzado no reconoce víctimas ni
victimarios.
Algunas corridas. Voces. Gritos. Lejos.
Cada vez más lejos. Después, el silencio.
Imagino que la muerte debe ser como el
silencio, sosegada, apacible, intangible.

                                        24
Aletargado,      como      si    estuviera
experimentando un sueño, veo erguirse
al polaquito, aún deshilachado por los
disparos. Se mueve con llamativa
agilidad. Si no lo hubiese visto caer diría
que no tiene ninguna herida. Se quita la
chamarra y luego la casaca amarilla. Con
premura me levanta y no sin esfuerzo
logra colocarme la camisa … y de
repente despierto. Ya no hay dolor, ni
cansancio, ni sueño. El cielo celeste se
refleja en las pupilas encendidas del
muchacho. ¡¡¡Estoy vivo!!!. Se escuchan
algunos estampidos a lo lejos, como si
pertenecieran a otra historia. -¿Qué
pasó?- pregunto mientras busco debajo
de la casaca, en mi pecho y en mi
espalda la lesión. Sólo toco la chaquetilla
empapada de sangre. Mi cuerpo delgado
y tembloroso late sin un rasguño. - ¿Qué
                                          25
pasó?- vuelvo a cuestionar.
Él me pide la casaca amarilla. Se la pone
sin apuro y con una delicadeza extrema,
que habla claramente de su cariño por ese
trapo. No contesta, simplemente me
abraza. Lloramos o soy yo el que solloza y
me parece que él también …
Luego tranquilamente, como dos niños que
han recuperado un pedazo de sus vidas,
salimos de la fosa y nos vamos caminando
abrazados. Ya casi no se escuchan
explosiones. La camisola amarilla flamea
en el cuerpo del polaquito como un
gracioso banderín amarillo, irradia una luz
propia, potente pero suave, cálida,
milagrosa … a veces se debe creer en la
magia … a veces quisiera creer en otra
vida.




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Presentación1

  • 1. El umbral de las palabras Un nuevo libro de Daniel Cabreton 1
  • 2. En homenaje al Grupo Literario Acuarela y a MARTA BONORA, iniciadora del grupo y mi gestora. Edición de autor. (Para el UMBRAL DE LAS LETRAS) Todas las imágenes y los dibujos fueron seleccionadas por el autor. Primer libro en formato digital que completa la serie SEDUCCIÓN DE VIDA. Ediciones EL UMBRAL (para su web www.seducciondevida.com) Yrigoyen 1776- Pehuajó (6450)Buenos Aires mail: dcabreton@yahoo.com.ar Tel 02396478072 2
  • 3. 3
  • 4. PROLOGO Hola: Simplemente Hola. Hubo un tiempo de silencio. Hoy las voces renacieron. Tristeza a pesar de la ansiedad de la gestación. Tristeza por Marta. Tristeza por los que han quedado. 4
  • 5. CARTA DE AM OR PARA UNA AUS ENCI A PROGRAMADA A vos, mi cielo: A través de mi ventana se derrumba un mortecino amanecer; un crepúsculo encendido que pinta de sepia el paisaje. Han pasado dos días desde tu partida. Mis ojos se disfrazan de nostalgia. Una aurora ocre se desliza por los muros agotados de miradas. ¿Cae un tenue rocío o soy yo el que provoca esta llovizna gris?. Son mis ojos. Te extraño y sin embargo sonrío. Oteo de reojo y con sorna esta lánguida soledad que me acaricia. Sus labios fríos se deslizan por mi piel deshabitada pero no puede minar mi entereza y eso la enloquece. 5
  • 6. Sabe que pronto vas a volver. Se enoja. Te recuerdo. No entraste en mi vida con la celeridad de un flechazo, ni alteraste abruptamente cada uno de mis sentidos. Este amor fue creciendo con los años. No te amé desde un principio ni aún en aquel instante en que vi tus ojos marroquíes hospedarse en mis retinas. Pausado, suave, sin espinas fue el camino que esbozamos. ¿Será por eso que te amo tanto? Nunca dije: -Eres todo lo que quiero y tú jamás dijiste que viviríamos una vida juntos, ni tampoco escribiste en mi cuaderno: -Si me dejas muero de tristeza. Es por eso que crecimos sin temor a la despedida. 6
  • 7. Fui poema y rosa, pero al mismo tiempo fui cardo y hiel. Vos fuiste sueños, desengaño, brisa y piel. Fui la nevada en tu sendero cristalino, fuiste estío en la noche de mi vergel. Compartimos el llanto, no sólo la alegría fue por ello que tal vez aprendimos a creer. No puedo mentir y decir que te daría lo imposible. Simplemente te escribo poemas y te regalo alguna rosa para vestirte de primavera. Te amo (lo sabes). Me amas (lo sé). Se desangra mi pecho pensando en tu ausencia, es por eso que te doy mi amor. Así como tú lo quieres, simple, sin envolturas, ni moños, ni tarjetas, puro, de corazón. Tibio, sin frases rebuscadas, con las manos ahuecadas y abiertas, sin sombras, con los ojos cristalinos. 7
  • 8. Te doy mi amor porque así lo quiero, porque es tuyo, porque no tiene secretos, porque no tiene sentido no dártelo, porque me miras y me derrites, me rozas y me estremeces, porque te veo y desapareces y porque estás cuando no te llamo … Te doy mi amor simplemente porque te amo. Por que no concibo mi vida fuera de tu vida. Porque antes el silencio se apretujaba en mis oídos como una filosa daga que laceraba mis sentidos. Porque contigo descubrí el dolor de amar y la agonía del abandono. Porque ya el gris es un color que no domino y sólo veo tus ojos cuando diviso el horizonte. Porque me diste tres retoños que invadieron el baúl de mis tesoros. Porque me diste tu vida y no pediste nada a cambio, sólo mis manos y mis hombros para llorar en ellos … por todo esto y muchos más TE AMO. Posdata: te espero ansioso Tu BB. 8
  • 9. PARA KEVIN CABRETON DE PAPI Y MAMI Negro; nos encantaría decirte tantas cosas maravillosas. Pintarte un universo distinto, lleno de sueños realizables, de alegrías constantes, de dulces encuentros. Pero no es así, es éste el mundo que te ofrecemos, uno de esfuerzo, de lucha, de diferencias, de sinsabores y de sacrificio. Pero es un mundo maravilloso si vos estás en él, si lo enfrentamos y lo dominamos juntos, si lo compartimos y lo abrazamos. Estás en el final de una etapa idealista y soñadora. Fuiste desde el principio un ejemplo de conducta y de humildad. 9
  • 10. Tenés una responsabilidad que asombra y una sensibilidad que sólo poseen los que miran con el corazón y vos sos el dueño de un corazón tan grande como el infinito. Pronto, en el tiempo, luego de los festejos y los abrazos, en tu cuarto quedará un vacío de piel que nos resultará extraño. Cuando llevemos el desayuno a la pieza más de una vez tendremos que refregarnos los ojos y convencernos de que ahora no son dos tazas, sino una , y en el lecho vacío, que antes llenaban tus sueños, sólo veremos “eso” un vacío de ausencia, vos estarás buscando tu puerto. Estarás desplegando tus alas tratando de forjarte un horizonte en el cual se asienten tus ilusiones, un horizonte en el que papi y mami dejarán de ser el centro para transformarse en los cimientos de tu futuro. 10
  • 11. Confieso (yo, papi): tengo miedo. Me encantaría que te quedaras y que desde nuestro nido trataras de armar el tuyo, pero vos necesitás espacio para que tus alas puedan volar libremente, necesitas cielo y tierra, necesitás chocar y caer y levantarte … solo. Aunque sabés, muy dentro tuyo, allí donde tu pecho se hace ternura, que jamás estarás solo, aquí tendrás a este “viejo” que pondrá su hombro para que vos puedas apoyarte. Siempre serás mi negrito y el negrito de mamá. “Ese” que me acompañaba a todos lados, que me ayudaba en las tareas de la casa, que me esperaba ansioso cada noche ilusionado con alguna golosina, que se ocultaba en los árboles de la plaza jugando a la escondida, el que pedía que me quedara siempre a su lado. 11
  • 12. Algo está empañando mis ojos cansados, no es la vejez, es una lágrima caprichosa que se empecina en caer … perdoná si soy algo sentimental … Te voy a extrañar … Los domingos cuando esté solo vociferando por River, me va a faltar tu vos, tu aliento. No va a ser lo mismo mirar al millo sin tus ojos, sin tus reflexiones, sin tus gritos (venite, haceme la gauchada)… Nos va a costar acostumbrarnos a no verte, a sólo llamarte, a sentir tu voz a través del teléfono o ver tus ocurrencias en un mail … para nosotros nunca vas a dejar de ser nuestro “chiquito”… TE QUEREMOS papi y mami 12
  • 13. A MI HIJA ADOLESCENTE Estás en el umbral de tu vuelo. No importa si aún no tienes un destino. No importa si tus sueños siguen dormidos en esa niñez que se niega a partir. Llegará tu tiempo. La vida irá llenando esos vacíos que anidan en tu pecho. Hoy tus brazos, como inquietas y frágiles alas, te visten de hada. Y saldrás vestida de primavera para vestir nuestros ojos de nostalgia. Queremos que decidas por vos. Que el futuro te llegue despacio, sin prisa, sin pausa, pero que sea tu futuro … y si te equivocas, no importa, volverás a empezar. Vive a tu manera y sobre todo busca la felicidad. No te desesperes por partir y dejar el nido vacío. Aquí estará siempre tu “guarida”, tu “covacha”, más allá de 13 tu libertad, de tu independencia.
  • 14. Lógicamente cuando te vayas, cerraremos una etapa en nuestras vidas. Siempre cuesta el desarraigo. De igual modo seguirás aquí, en tus banderas, en tus adornos, en tus peluches, en tus dibujos, ese que siempre vamos a llevar como estandarte de tu cariño, un concierto de palotes garabateados en un hoja rayada y esa frase al pie de la obra: “Eres el mejor papá del mundo y nunca te olvidaré” Disfrutá. Te amamos PA Y MA 14
  • 15. CuENTO El banderín amarillo 15
  • 16. La imagen del polaquito viene a mi memoria como un bálsamo. Hace tiempo que no sé nada de él. Te recuerdo, querido amigo, y por un momento logro olvidar donde estoy. Tu imagen se materializa en mis retinas como una nube fugaz que viste de algodón el tenue cielo de mediodía. ¿Por qué habito esta trinchera cavada en el corazón herido de la tierra?. No lo sé. Sostengo un fusil entre mis manos temblorosas. He gastado varios cargadores, tratando de herir el aire. 16
  • 17. Me acurruco en esa cavidad lóbrega que me protege y dejo aflorar los recuerdos. Me transporto a mi niñez no tan lejana. La figura del polaquito me dibuja una sonrisa. Lo conocí una soleada mañana de primavera. Los dos cursábamos el 7º año escolar. Él, en una escuela del sur de la provincia de Buenos Aires y yo, en una del Oeste, cerca del límite con La Pampa. El gobierno provincial había organizado un torneo de fútbol que agrupaba a colegios carenciados, de bajos recursos o de alto riesgo. Toda la provincia reunida en la ciudad del polaquito. Eran más de 25 institutos, cada uno representado por un equipo. El del polaquito se llamaba “Cruz del Sur”, el nuestro, Centro Oeste. Sociabilizar era el lema principal. 17
  • 18. A pesar de que los compañeros del polaquito no eran muy avezados con el balón, él hacia gala de una destreza y rapidez poco común para un niño de su edad. Pero, solo, sin cómplices que entendieran la esencia de este juego, poco duraría su ilusión y su bloque quedaría fuera en la primera ronda. Nuestros jugadores eran todos muy parejos en cuanto a aptitudes para el juego, sin gran técnica pero con mucha garra y sacrificio. Ni siquiera habíamos completado el cupo mínimo. Por esa razón llevábamos a una mujer en la delantera. Y a pesar de que era la goleadora del plantel poco duró en nuestra agrupación ya que conoció a una chica de otra congregación durante el campeonato y prefirió entablar amistad con ella a seguir jugando para nuestro colegio. Y para colmo habíamos pasado a la siguiente etapa. 18
  • 19. Entonces se nos ocurrió una idea, anotar al polaquito para nuestro equipo, ya que él estaba afuera y merecía por su maestría otra oportunidad. El organizador permitió que se hiciera el cambio ya que sostenía que lo importante era que todos compartiéramos un par de días de esparcimiento y camaradería. Con el polaquito en nuestro bando todo se simplificó. El jugaba y el resto de nuestro bloque defendía. Nosotros hacíamos el juego pesado y el dibujaba con sus piernas prodigiosas. Firuletes y cabriolas por doquier y adentro (gol), a veces nos dejaba bien ubicados a nosotros para que cualquiera pudiera embocarla. Y salimos campeones. Nuestra institución recibió un set completo de pintura para rejuvenecer toda la escuela, más varias colecciones enciclopédicas y un par de computadoras. 19
  • 20. La directora decidió donar parte de la bibliografía y una computadora al colegio del polaquito. Fue un gesto maravilloso de su parte que hermanó a ambos establecimientos. Con el polaquito entablamos una amistad que transcendió el torneo. Nos mantuvimos en contacto a través de cartas graciosas y extensas que nos enviábamos cada tanto. Un par de veces viajé a su ciudad a visitarlo y me quedé en su casa varios días. Su pueblo, tranquilo y nostálgico, retenía el mar azul de la bahía dibujando una postal que enamoraba al transeúnte. Jamás voy a olvidar el sobrenombre que le pusimos al polaquito. Cuando hubo que darle la casaca de nuestro equipo, la única que permanecía libre era la más grande y a él no le quedó otra opción que tomarla. Le sobraba tela por todos lados. La remera le caía hacia las rodillas asemejando a una larga pollera. Los hombros resbalaban por 20
  • 21. sus brazos hasta quedar en los codos punzantes y a pesar de ser de mangas cortas, las mismas le terminaban en las muñecas delgadas y rosadas. Causaba gracia verlo correr mientras su camisa flameaba al viento como una bandera. Gracia que se trastocaba en admiración cuando sus piernas delgadas inventaban malabares con el balón. La blusa era amarilla, cruzaba los hombros un grueso y llamativo vivo verde. Ondeaba en el cuerpo del polaquito como una banderola, como un banderín, un banderín amarillo, así le pusimos luego al polaquito: el banderín amarillo. El tiempo y la adultez nos fueron alejando. Las cartas se hicieron cada vez más espaciadas. Las primeras aventuras amorosas y los desengaños dieron lugar a otros intereses y la distancia abrió un abismo en nuestra amistad. Y aquí estoy yo, oteando este horizonte de 21 tierra y tristeza, recordando una parte de mi
  • 22. niñez, esperando. Los recuerdos no me permitieron ver llegar al hombre, al soldado. Su cuerpo tapó el sol del mediodía y disfrazó de sombra mi cueva. Por instinto intenté tomar mi fusil. -No lo hagas- dijo titubeando él - y pude ver entre sus brazos otro rifle, extendido hacia mi, amenazante. Comprendí que era tarde. Tarde para reaccionar. Tarde para luchar. Dejé caer mis brazos resignado. Él bajó su arma confiado y se acercó; también era una víctima. Se sentó a mi lado. Me tendió su mano. Hablamos de esta locura sin sentido. De la necesidad de parar este infierno de fuego. Yo le conté de mi compañía que ni sabía qué número, ni qué nombre tenía y él me habló de la suya, de sus compañeros. De la tristeza que le causaba estar allí. De repente se desprendió la chaqueta y extrajo de entre sus ropas desalineadas 22 un atado estrujado de cigarrillos.
  • 23. Fue entonces cuando vi su casaca. Era amarilla con vivos verdes sobre los hombros. Me miró con atención y yo contesté su mirada. Parecíamos dos niños esperando recibir una noticia mágica. ¡Era él, para mí!. ¡Era yo, para él!. ¡Ahí estábamos los dos, el polaquito y su remera, yo y mis recuerdos!. Nos fundimos en un largo y fuerte abrazo. Por un instante logramos olvidarnos de la trinchera. Yo miraba la camiseta asombrado. - Sí … es la del equipo- dijo – La uso de amuleto- agregó y volvimos a abrazarnos empachados de felicidad. Pero fue un mísero intervalo de placidez. Una voz firme y áspera tronó en el cálido mediodía. Una orden lacónica y fulgurante nos quitó del ensueño en el que nos habíamos sumergido. 23
  • 24. -Dejalo- se escuchó gritar con tono bronco. El polaquito y yo nos separamos. Una explosión quebró la tenue calma que habíamos inventado. Vislumbré de soslayo un fogonazo. Escuché al polaco clamar algo. Un ardor lacerante atravesó mi pecho. Caí hacia atrás impulsado por el destello.. Todo comenzó a girar en mi mente. El cielo pareció incrustarse en mis retinas. Vi el cuerpo del polaquito desencajado por los perdigones caer dentro de la fosa. Más explosiones y centelleos pincelaron de muerte el tenebroso paisaje. El fuego cruzado no reconoce víctimas ni victimarios. Algunas corridas. Voces. Gritos. Lejos. Cada vez más lejos. Después, el silencio. Imagino que la muerte debe ser como el silencio, sosegada, apacible, intangible. 24
  • 25. Aletargado, como si estuviera experimentando un sueño, veo erguirse al polaquito, aún deshilachado por los disparos. Se mueve con llamativa agilidad. Si no lo hubiese visto caer diría que no tiene ninguna herida. Se quita la chamarra y luego la casaca amarilla. Con premura me levanta y no sin esfuerzo logra colocarme la camisa … y de repente despierto. Ya no hay dolor, ni cansancio, ni sueño. El cielo celeste se refleja en las pupilas encendidas del muchacho. ¡¡¡Estoy vivo!!!. Se escuchan algunos estampidos a lo lejos, como si pertenecieran a otra historia. -¿Qué pasó?- pregunto mientras busco debajo de la casaca, en mi pecho y en mi espalda la lesión. Sólo toco la chaquetilla empapada de sangre. Mi cuerpo delgado y tembloroso late sin un rasguño. - ¿Qué 25 pasó?- vuelvo a cuestionar.
  • 26. Él me pide la casaca amarilla. Se la pone sin apuro y con una delicadeza extrema, que habla claramente de su cariño por ese trapo. No contesta, simplemente me abraza. Lloramos o soy yo el que solloza y me parece que él también … Luego tranquilamente, como dos niños que han recuperado un pedazo de sus vidas, salimos de la fosa y nos vamos caminando abrazados. Ya casi no se escuchan explosiones. La camisola amarilla flamea en el cuerpo del polaquito como un gracioso banderín amarillo, irradia una luz propia, potente pero suave, cálida, milagrosa … a veces se debe creer en la magia … a veces quisiera creer en otra vida. 26
  • 27. 27