1. La hojita
de los niños
Año XIX • nº 1.176 • 30 de marzo de 2014
¡la buena noticia para todos! • domingo 4º de Cuaresma
El mEnsajE dE la Palabra dE dios Para Esta sEmana
Los sacerdotes de la época de Jesús se preguntaban de dónde provenía su
poder porque no sabían reconocer que él era el Hijo de Dios.
¿Sabemos reconocer todo lo que Dios hace en nosotros?
No se trata de lo que vemos a través de los ojos.
Estamos ciegos cuando no sabemos descubrir cuál es el camino del amor y
cuando creemos que vamos a lograr lo que queremos con caprichos o por la
fuerza.
En esta semana de Cuaresma, podemos reflexionar acerca de cómo vemos
a los demás: ¿los juzgamos todo el tiempo o hacemos algo para ayudarlos?
¿No es éste el que se sentaba a
pedir limosna?
Soy realmente yo.
¿Cómo has llegado a ver?
Me puso barro sobre los ojos, me lavé y veo.
Y tú, ¿qué dices del que te abrió los ojos? ¿Quién es, Señor,
para que crea en él?
Es un profeta.
¿Crees en el Hijo del hombre?
P r e g u n t a s y r e s P u e s t a s
Teniendo en cuenta el Evangelio de hoy,
uní con flechas la respuesta a cada pregunta.
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2. l Señor dijo a Samuel: «¡Llena tu frasco de aceite y parte! Yo te envío a Jesé, el de Be-
lén, porque he visto entre sus hijos al que quiero como rey».
Samuel fue, purificó a Jesé y a sus hijos y los invitó al sacrificio.
Cuando ellos se presentaron, Samuel vio a Eliab y pensó: «Seguro que el Señor tiene ante él a su ungido».
Pero el Señor dijo a Samuel: «No te fijes en su aspecto ni en lo elevado de su estatura, porque yo lo he des-
cartado. Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el corazón».
Así Jesé hizo pasar ante Samuel a siete de sus hijos, pero Samuel dijo a Jesé: «El Señor no ha elegido a nin-
guno de éstos».
Entonces Samuel preguntó a Jesé: «¿Están aquí todos los muchachos?». Él respondió: «Queda todavía el más
joven, que ahora está apacentando el rebaño».
Samuel dijo a Jesé: «Manda a buscarlo, porque no nos sentaremos a la mesa hasta que llegue aquí».
Jesé lo hizo venir: era de tez clara, de hermosos ojos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel:
«Levántate y úngelo, porque es éste».
Samuel tomó el frasco de óleo y lo ungió en presencia de sus hermanos. Y desde aquel día, el espíritu del Se-
ñor descendió sobre David.
esús vio a un hombre cie-
go de nacimiento.
Escupió en la tierra, hizo barro con la saliva y lo puso
sobre los ojos del ciego, diciéndole: «Ve a lavarte a
la piscina de Siloé», que significa Enviado.
El ciego fue, se lavó y, al regresar, ya veía.
Los vecinos y los que antes lo habían visto mendigar,
se preguntaban: ¿No es éste el que se sentaba a pe-
dir limosna? Unos opinaban: «es el mismo». «No»,
respondían otros. «Es uno que se le parece». Él de-
cía: «Soy realmente yo».
El que había sido ciego fue llevado ante los fariseos.
Era sábado cuando Jesús hizo barro y le abrió los
ojos. Los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo ha-
bía llegado a ver.
Él les respondió: «Me puso barro sobre los ojos, me
lavé y veo». Algunos fariseos decían: «Ese hombre
no viene de Dios, porque no observa el sábado».
Otros replicaban: «¿Cómo un pecador puede hacer
semejantes signos?».
Y se produjo una división entre ellos. Entonces dije-
ron nuevamente al ciego: «Y tú, ¿qué dices del que
te abrió los ojos?».
El hombre respondió: «Es un profeta».
Ellos le respondieron: «Tú naciste lleno de pecado, y
¿quieres darnos lecciones?». Y lo echaron.
Jesús se enteró de que lo habían echado y, al encon-
trarlo, le preguntó: «¿Crees en el Hijo del hombre?».
Él respondió:
«¿Quién es, Señor, para que crea en él?».
Jesús le dijo:
«Tú lo has visto: es el que te está hablando».
Entonces él exclamó:
«Creo, Señor», y se postró ante él.
la biblia, el libro de la Palabra de dios
las lECturas dE la misa dEl domingo
PrimEra lECtura
1 samuEl 16, 1. 5b-7. 10-13a
EvangElio
juan 9, 1.6-9 13-17. 34-38
E
J
d
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3. Aníbal había asumido la responsabilidad de escribir
la crónica de lo sucedido el sábado anterior. También
pegó la foto del grupo con Chela, en su casa, que nos
había sacado su papá. Chela se veía feliz, con su nieta
en un brazo y sosteniendo la carta en la mano.
Yo llevé impresa la foto del sobre encontrado en el
escritorio de la estación de tren para agregarla al cua-
derno de tapas rojas.
Esa semana me tocó a mí lle-
var algo para la merienda. Mi
mamá había preparado cho-
colatada y había hecho unas
galletitas de maicena.
Nos sentamos a merendar
sobre un mantel de variados
colores, bajo la sombra de un
árbol, mientras cada uno iba
mostrando en su celular al-
guna de las fotos que había
tomado durante la semana.
Había imágenes muy intere-
santes, pero la que más nos llamó la atención fue una
ventana iluminada, la única con luz, que parecía estar
flotando en medio de la noche.
Nadie supo de dónde la había tomado Pili.
Fuimos diciendo diferentes lugares hasta que nos
dimos por vencidos, y ella nos contó que la había sa-
cado la noche del martes, cuando había tenido que
acompañar a su abuela al hospital porque no se sen-
tía bien y estaban ellas dos solas en su casa.
Por suerte, el hospital quedaba cerquita, justo a la
vuelta de la casa de la abuela. Como tenía la presión
un poco alta, le dieron una medicación y le dijeron
que se quedara un rato recostada en la camilla para
volver a controlarla.
Pili salió de la habitación para tomar aire en el patio.
Al llegar su mamá del trabajo, en medio de la noche,
vio la ventana con la luz encendida.
Había tenido la misma impresión que nosotros: que
la ventana parecía que flotaba.
Decidimos ir hasta el hospital. Las calles estaban va-
cías como todos los sábados a la hora de la siesta, y
la puerta del hospital también. Entramos y camina-
mos en silencio pegados a una de las paredes del pa-
sillo. Teníamos que pasar por delante de la puerta de
la guardia. En ese lugar siempre había alguien, así que
nos agachamos para que no nos vieran por el vidrio
de la parte de arriba de la
puerta.
En un momento, escuchamos
voces y nos quedamos parali-
zados. Una puerta se abrió, y
salieron dos enfermeras que,
por suerte, nos dieron la es-
palda y caminaron hacia la en-
trada del hospital.
Llegamos a la puerta que es-
taba al final de pasillo y sali-
mos al patio donde Pili había
estado la noche que había
acompañado a su abuela.
El patio, en realidad, era una pequeña playa de esta-
cionamiento. Había dos ambulancias y tres autos es-
tacionados. Nos sentamos en el mismo banco donde
había estado Pili e intentamos descubrir cuál era la
ventana iluminada. Tan compenetrados estábamos
que no nos dimos cuenta de que a nuestro lado se
había parado un señor que miraba en nuestra misma
dirección.
–¿Qué están mirando? –preguntó.
Los cinco nos sobresaltamos.
–¿Tienen algún familiar internado? Éste no es un
lugar para que estén los niños.
Hasta ese momento. Leo no se había acordado que
su tío trabajaba en el hospital los fines de semana ha-
ciendo guardias como enfermero.
Le contamos lo que estábamos haciendo y el tío miró
la foto, se sentó en medio de nosotros y él también
Cazadores de imágenes
CaPítulo 5 • la vEntana iluminada
dE maría inés Casalá y juan Carlos Pisano - dibujo dE Hania KollEnbErgEr
Este cuento tiene once capítulos que se publican en La Hojita de los Niños desde el 2 de marzo hasta el
27 de abril de 2014. Si querés el relato completo, pedilo por mail a inescasala@gmail.com
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4. • ¿Qué somos capaces de hacer por
los demás?
• ¿Somos capaces de ofrecer nuestro tiempo
libre para ayudar a otro?
Para pensar y
conversar con los amigos
Los adelantos de la ciencia
son obra del hombre.
Sin embargo, las maravillas de
la naturaleza como el instinto de los an-
imales, la fotosensibilidad de las plantas
y la inteligencia humana
son verdaderamente
obras de Dios insuperables.
intentó reconocer cuál era la ventana. En ese ins-
tante, una nube negra ocultó el sol y pudimos ver
que la tercera ventana de la izquierda, del tercer
piso, estaba con la luz prendida.
Pasó la nube, el sol volvió a brillar nuevamente y ya
no pudimos ver más la luz.
–Esa ventana –dijo el tío–, si no me equivoco, es
donde están los archivos, en el piso de adultos. El
lugar es muy oscuro y por eso, aunque sea de día,
se debe encender la luz. Sin embargo, los fines de
semana no debería haber alguien ahí. Esperen acá,
en silencio, que yo voy a investigar.
El tío se fue y nos dejó ahí esperándolo. No hacía
falta decirnos que no habláramos porque el silencio
era tan grande que nadie se atrevía a romperlo.
Pasaron unos diez minutos interminables, y apare-
ció el tío con la solución del misterio. Rosita, una de
las enfermeras del piso, cuando tenía un ratito libre,
se iba al cuartito para ayudar a la encargada a archi-
var todos los papeles que a diario debía acomodar.
La señora encargada del archivo era bastante mayor,
y Rosita se había ofrecido a darle una mano porque
todavía necesitaba trabajar aunque ya estuviera ju-
bilada desde hacía unos años.
Los chicos se alegraron de que la respuesta al mis-
terio de la ventana que flotaba en el aire, se hubiera
solucionado tan fácil y tan bien.
Ya eran más de la cinco, y cada uno se fue a su casa.
La semana siguiente Pili se encargaría de la me-
rienda.
La hojita de los niños. Semanario religioso infantil de uso litúrgico.No reemplaza el uso de los leccionarios.
Nihil Obstat: Conferencia Episcopal Argentina.Imprimatur: Arquidiócesis de Buenos Aires.Edita: Sociedad de San Pablo.
Propietario Sociedad de San Pablo.Registro Nacional de la Propiedad Intelectual: nº 5.092.508 - 24/4/13
Dirección: P.Aderico Dolzani y Juan Carlos Pisano.Redactores: Inés Casalá y Juan Carlos Pisano.
Dibujos: Hania Kollenberger (cuento).Gladys y Margarita «Las Melli» Pérez.
Dirección y administración: Riobamba 230 C1025ABF Bs.As.,Argentina.
Horario: Lunes a viernes de 9.00 a 18.00 / Teléfono (011) 5555-2424 / Fax: (011) 5555-2425
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