El documento habla sobre varias parábolas de Jesús relacionadas con tesoros escondidos y el Reino de los Cielos. Jesús usa estas parábolas para enseñar que el Reino de Dios vale más que cualquier tesoro material y que para alcanzarlo se debe estar dispuesto a renunciar a todo. El documento también resalta la necesidad de sabiduría para discernir entre lo antiguo y lo nuevo a la luz del Evangelio.
2. Siempre en la vida hay
personas que se
encuentran por
casualidad tesoros
escondidos. Por los
tiempos de Jesús, cuando
funcionaban poco los
bancos, había personas,
si tenían que hacer un
viaje largo, que
enterraban algún tesoro
donde sólo ellos sabían.
Quizá morían sin volver y
otra persona, años
después, encontraba ese
tesoro.
3. En los tiempos modernos alguno ha encontrado alguna
mina por casualidad, o por investigación. Lo mismo
podríamos decir de algún lugar de donde se pueda
sacar petróleo.
Y hay
personas
que se
dedican a
buscar
tesoros en
barcos
hundidos
hace mucho
tiempo.
4. Cuando se encuentra una mina o un pozo de petróleo o
un barco hundido, se suele necesitar mucho dinero y
esfuerzo por rentabilizarlo. – Pues de esto nos habla
hoy Jesús en el evangelio por medio de parábolas.
5. Mateo 13,44-46
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: "El
reino de los cielos se parece a un tesoro
escondido en el campo: el que lo encuentra lo
vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a
vender todo lo que tiene y compra el campo.
El reino de los cielos se parece también a un
comerciante en perlas finas que, al encontrar
una de gran valor, se va a vender todo lo que
tiene y la compra.
6. ese reino que está dentro de nosotros, pero casi siempre
oculto, el que debe extenderse por el mundo, el reino de
paz, de justicia y sobre todo de amor. Encontrarlo es
como encontrar un tesoro.
Jesús
siempre, de
una o de
otra
manera,
hablaba del
“Reino de
Dios”:
7. Hoy también
Jesús nos
habla de un
tesoro
escondido
que vale
mucho más
que todas
las cosas
materiales.
Lo primero que Dios quiere es que estemos en
disposición benévola de recibir su mensaje y que pueda
encenderse nuestra ilusión.
13. Una primera enseñanza puede ser el hecho de que todos
los tesoros materiales se gastan, se terminan. Y lo
esencial es que nosotros nos desgastamos en su
posesión. Todos tienen un valor limitado. Sin embargo el
único tesoro de verdad, el Reino de Dios, dura por
siempre.
14. Otra enseñanza es que para conquistar este reino, que es
vida y verdad, hay que trabajar y esforzarse. Hay que
vender muchas cosas, saber desprenderse de esas cosas.
Y esto es porque solemos preferir lo que deslumbra a
corto plazo, como es el dinero, el placer de los sentidos,
el éxito, el aplauso de la gente.
15. Esto es lo que muchos padres desean para sus
hijos en forma prioritaria. Sin embargo hay otros
valores mucho más importantes, como es la
cultura con los estudios, la amistad, la vida de
familia.
16. Pero para los cristianos Jesús nos dice que el tesoro más
importante es buscar el reino de Dios. No es porque se
vayan a quitar las otras cosas.
En realidad,
como dijo
Jesús, todo
eso se nos
dará “por
añadidura”.
21. Por lo tanto saber dejar otras cosas que no son
compatibles con el reino. Sería como quien pretende
comprar algo sin pagar el precio justo. O sería como
querer estar en el reino sin renunciar al enemigo.
Buscar el
reino de
Dios, no sólo
en teoría o
deseo, sino
en la
práctica,
sabiendo
comprar y
vender.
22. Para adherirse a una cosa importante, hay que separarse
de lo que le enreda. Para conseguir la perla de gran valor
debe uno deshacerse de otras perlas pequeñas que son
como bagatelas.
Hay personas
que quieren lo
importante sin
quitar los
estorbos y se
encuentran
como
personas
frustradas o
como “en el
aire”.
23. Para hacer bien
esa compra
debemos conocer
el valor de las
cosas, para
inclinarnos a lo
que tenga más
peso o valor.
El Reino de Dios vale inmensamente más
que todos los tesoros y perlas. Jesús nos
dijo: “Donde está tu tesoro, allí está tu
corazón”. Examinemos el corazón.
24. PODEMOS COMPRAR - NO PODEMOS
la cama - el sueño,
la comida - la digestión,
el lujo - la belleza,
el remedio - la salud,
la convivencia - el amor,
la diversión - la felicidad,
un crucifijo - la fe,
lugar en el cementerio - lugar en el cielo.
25. Este tesoro
escondido, que
es el reino de
Dios, es un don
de Dios.
Nosotros no lo
podemos
fabricar; pero sí
podemos y
debemos
buscarlo.
26. Y cuando uno ha llegado a encontrar ese “tesoro”, se
llena de una alegría especial. Muchas personas lo han
encontrado en algún encuentro espiritual, especialmente
si ha sido en plan de retiro.
27. Quien ha encontrado la
alegría en el espíritu ha
encontrado un gran
tesoro, que
permanecía escondido.
Y la alegría espiritual
consiste en alegrarse
no sólo cuando los
asuntos materiales van
bien, como lo hacen
los que no conocen (o
experimentan) a Dios,
sino aun cuando las
cosas van mal, como
lo hacían los santos. Como lo hacían San Pedro
y san Juan ante el tribunal.
28. Así hoy lo dice hermosamente san Pablo en la 2ª lectura:
(Rom 8,28-30).
“Hermanos: Sabemos que a los
que aman a Dios todo les sirve
para el bien: a los que ha
llamado conforme a su
designio. A los que había
escogido, Dios los predestinó a
ser imagen de su Hijo, para que
él fuera el primogénito de
muchos hermanos. A los que
predestinó, los llamó; a los que
llamó, los justificó; a los que
justificó, los glorificó.”
29. Esa es la gran diferencia de los que aman a Dios con los
que no le aman. A los primeros todo les sirve para el
bien. Y el bien da alegría y mucho optimismo en la vida.
30. Sólo sabemos que todo coopera para el bien de
los que aman a Dios.
Automático
37. Este es el designio de
Dios. Nos ha destinado
a ser imagen de su Hijo.
Encontrar la mejor
manera de ser imagen
del Hijo de Dios debe
consistir nuestro tesoro
y por lo tanto será
nuestra mayor felicidad.
Por ello nuestra tarea
será conocerle y amarle
más, siguiendo sus
enseñanzas.
38. Mientras dura esta vida terrena Dios tiene mucha
paciencia y siempre espera; pero llegará un tiempo en
que nos ha de juzgar y habrá una total y definitiva
separación entre los que hayan actuado bien y los que
hayan actuado mal.
Eso
será
el día
del
juicio.
39. recordando lo que
suelen hacer los
pescadores en la
orilla del mar.
Así nos lo dice hoy
Jesús en otra parábola
(Mateo 13,47-51)
40. El reino de los cielos se parece también a la
red que echan en el mar y recoge toda clase
de peces: cuando está llena, la arrastran a la
orilla, se sientan, y reúnen los buenos en
cestos y los malos los tiran. Lo mismo
sucederá al final del tiempo: saldrán los
ángeles, separarán a los malos de los buenos
y los echarán al horno encendido. Allí será el
llanto y el rechinar de dientes. ¿Entendéis
bien todo esto?" Ellos le contestaron: "Sí."
41. En este mundo están
juntos los buenos y
los malos. No
tenemos porqué
juzgar a nadie, sino
trabajar para que los
que están más flacos
en la gracia y en la fe,
puedan llenarse más
de este espíritu y
poder un día
participar con los
santos en el cielo.
42. Y todavía hay otra
pequeñita parábola,
al final del evangelio
de hoy, con la que
se termina la serie
de parábolas que
san Mateo reúne en
este capítulo 13
dedicado a decirnos
cómo Jesús nos
quiere dar grandes
enseñanzas
tomando como
motivo faenas
normales de la vida.
Dice así:
43. Él les dijo: "Ya veis, un escriba que entiende del
reino de los cielos es como un padre de familia que
va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo."
44. Hay personas a
quienes les agrada
todo lo antiguo y
desprecian las
novedades. Y hay
otros que
desprecian todo lo
antiguo y sólo
admiten lo moderno.
Pues dice Jesús que
no debe ser así: dice
que hay cosas
buenas entre las
antiguas y cosas
buenas entre las
modernas.
45. Jesús lo dice refiriéndose al plano de la religión, del modo
de acercarse a Dios, aun de prácticas y normas. Cada uno
tiene que tener la sabiduría de saber escoger lo que mejor
le convenga para sí mismo o para la comunidad. Y
también será diferente en un momento y en otro.
Como decía
san Pablo:
“Hay que
saber probar
un poco de
todo; pero
quedarse
con lo
bueno”.
46. Para discernir todo esto se necesita mucha sabiduría,
como en general para encontrar el tesoro escondido de
que nos habla hoy Jesús. Por eso debemos pedir a Dios
esa sabiduría, que es un don del Espíritu Santo, como lo
hizo el rey Salomón.
1Reyes 3,5.7-12
Y esto sí que
le agradó al
Señor. Así
nos lo dice
hoy la 1ª
lectura:
47. En aquellos días, el Señor se apareció en sueños a
Salomón y le dijo: "Pídeme lo que quieras." Respondió
Salomón: "Señor, Dios mío, tú has hecho que tu siervo
suceda a David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un
muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra
en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable,
innumerable. Da a tu siervo un corazón dócil para
gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues,
¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan
numeroso?" Al Señor le agradó que Salomón hubiera
pedido aquello, y Dios le dijo: "Por haber pedido esto y no
haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus
enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar
y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio
e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá
después de ti."
48. Terminamos hoy pidiendo a Dios que nos conceda esta
sabiduría de saber encontrar el verdadero tesoro, para
no cambiarlo por todo el dinero de la tierra.