La Eucaristía, es la máxima expresión de la presencia de Jesús entre nosotros, de una manera inimaginable ¡como alimento! Que nos fortalece espiritualmente, en el maravilloso camino de la fe.
2. Cuando decimos “Eucaristía” estamos pensando en el
amor inmenso de Jesús hacia nosotros, que no sólo
murió y resucitó para darnos la verdadera vida, sino que
se quedó permanente en la Eucaristía para mejor
ayudarnos.
Hoy es la
fiesta
especial
de la
Eucaris-
tía.
3. Que el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y la
Sangre de Cristo; que le podemos recibir como el mejor
alimento para la vida eterna; y que sabiendo que está
realmente presente entre nosotros, le podemos adorar y
con ello aumentar nuestro amor.
Sobre la
Eucaristía
hay tres
verdades
principales
que
expresan
el inmenso
amor de
Dios:
4. En esta fiesta del Corpus (del Cuerpo y Sangre de Cristo)
nos fijamos de una manera especial en su presencia. Y
por ello se organizan solemnes procesiones, donde a
través de ropas, arcos y flores queremos con alegría
vivir esa presencia, como cuando le cantamos:
14. Cuando llevamos en procesión la imagen de la
Virgen o de un santo, queremos venerar a la
Virgen o un santo que está en el cielo.
Y con ello
queremos
indicar que
deseamos
seguir sus
pasos para
ir al cielo.
15. Pero en la
procesión con
el Santísimo
nosotros le
adoramos,
porque
sabemos que
está realmente
presente.
16. Durante los primeros siglos del
cristianismo Jesús en la Eucaristía,
después de la misa, se guardaba de una
manera privada. Se hacía para que
sirviera de viático a los enfermos.
17. Por el año mil o poco
antes hubo varios herejes
que decían que Jesús no
estaba realmente presente
en la Eucaristía después
de la misa, sino sólo en
símbolo. Desde entonces
la Iglesia fomentó la
adoración privada y
solemne, haciendo
sagrarios hermosos y
custodias para la
adoración, hasta que por
fin se instituyó esta fiesta
del Corpus, precisamente
para fomentar la
adoración eucarística.
18. La ocasión fue un famoso
milagro. Era el año 1264
cuando un sacerdote, que
dudaba de la presencia
eucarística de Jesús, fue a
Roma, a la tumba del
apóstol san Pedro, a pedir
robustecimiento de su fe.
Al pasar por Bolsena y
celebrar la misa, la Sagrada
Forma comenzó a destilar
sangre hasta quedar
completamente mojado el
corporal.
El papa Urbano VI, que estaba en Orvieto, ciudad cercana,
cuando comprobó el milagro, instituyó la fiesta del Corpus
y encargó los himnos de la fiesta a Sto. Tomás de Aquino.
19. Así que no sólo
sabemos el hecho de
que está Jesús
presente en la
Eucaristía por lo que
atestiguan los
evangelios y el
dogma de la Iglesia,
sino porque Jesús ha
querido hacer
verdaderos milagros
para que podamos
creer que Él está
presente en la
Eucaristía, en el
sagrario.
32. En este año, ciclo A, las
lecturas de la misa
insisten más en la
necesidad de
alimentarnos con el
Cuerpo y Sangre de
Cristo y lo que esto
significa para nuestra
vida religiosa actual y
futura. El evangelio es
una parte de la
proclamación de la
eucaristía, cuando
estaba Jesús en
Cafarnaún. Dice así:
Juan 6,51-58
33. En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: "Yo soy el pan
vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan
vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para
la vida del mundo." Disputaban los judíos entre sí:
"¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?" Entonces
Jesús les dijo: "Os aseguro que si no coméis la carne del
Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en
vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene
vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi carne es
verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El
que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en
él. El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el
Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Éste es el pan que ha bajado del cielo; no como el de
vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que
come este pan vivirá para siempre."
34. Jesús, para ayudarnos
mejor, nos da a comer
su propio Cuerpo. Lo
llama “pan de vida”. El
pan es, además de
alimento, un símbolo de
bondad. Cuando una
persona es buena se
suele decir: Es más
bueno que el pan. Dios
es más bueno, más
generoso y tierno que
el pan. Dios se deja
comer como el pan.
35. Jesús al anunciar el “pan
de vida” hace una
comparación con el maná
que los israelitas
comieron por el desierto.
El maná fue un alimento
transitorio, que les ayudó
en aquel periodo de su
vida. La Eucaristía es un
alimento que nos da la
verdadera vida, una vida
que será para siempre. De
ese maná les recordaba
Moisés al final de su vida
para que lo agradeciesen
a Dios. Así nos lo dice la
1ª lectura: Dt 8,2-3.14b-16a
36. Moisés habló al pueblo, diciendo: "Recuerda el
camino que el Señor, tu Dios, te ha hecho recorrer
estos cuarenta años por el desierto; para afligirte,
para ponerte a prueba y conocer tus intenciones: si
guardas sus preceptos o no. Él te afligió haciéndote
pasar hambre, y después te alimentó con el maná,
que tú no conocías ni conocieron tus padres, para
enseñarte que no sólo vive el hombre de pan, sino de
todo cuanto sale de la boca de Dios. No te olvides del
Señor, tu Dios, que te sacó de Egipto, de la
esclavitud, que te hizo recorrer aquel desierto
inmenso y terrible, con dragones y alacranes, un
sequedal sin una gota de agua, que sacó agua para ti
de una roca de pedernal; que te alimentó en el
desierto con un maná que no conocían tus padres."
37. Si los israelitas
debían agradecer a
Dios por ese pan
provisional, ¡Cuánto
más deberemos
nosotros hacerlo por
este Pan de vida! El
hombre puede
alimentarse de Dios.
Es fuerza y energía
para nuestra vida.
Sobre todo la vida
importante, la del
espíritu.
38. En varias ocasiones,
para que quede claro
que es fuerza y energía,
Dios ha concedido a
algunas personas
mantenerse también en
el cuerpo sin tomar otro
alimento durante largas
temporadas o en varios
años. Algunas de estas
personas han sido
declaradas santas, otras
no; pero han vivido con
intensidad su fe.
39. Cuando uno toma un alimento, este alimento llega a
mezclarse con nuestra naturaleza llegando a hacerse
parte de nosotros mismos. Pero cuando nos
alimentamos del Cuerpo y Sangre de Cristo, como es un
alimento tan superior, tiende a que nosotros nos
convirtamos en Cristo, nos cristifiquemos.
40. Pero ello depende de
lo que dejemos actuar
al mismo Jesucristo
que viene a nosotros.
Porque Dios no nos
fuerza, respeta
nuestra libertad. Dios
siempre actúa con
amor. Quiso valerse
del pan para significar
su amor a los
hombres, un amor
misericordioso y
oblativo, un amor que
busca saciar el
principal hambre: el
hambre de Dios.
41. El ser humano tiene muchas clases de hambres. Hay
hambres de vida, de verdad, de libertad, de belleza, de
bondad. En el fondo es hambre de Dios, porque el
hombre no se puede llenar de nada si no es con Dios.
Pero Dios está
dispuesto a
saciar a sus
hijos. Por eso se
hace Pan, para
darlo gratis y en
abundancia.
42. Con este Pan de vida podemos conseguir la entrada
para el cielo. El maná sólo valía para esta vida. Este
Pan, que es el Cuerpo de Jesús, tiene valor para la vida
eterna. Esta es una primera gran verdad para apreciar
cada vez más la grandeza de la comunión sacramental.
43. Otra segunda gran
verdad es que el Pan
de Cristo nos debe
llevar a una unión más
íntima con todos los
demás. Nos debe llevar
a compartir más con
misericordia, con
entrega como Jesús.
Cuerpo de Cristo son
también los pobres.
Cuando uno lo siente
de verdad se debería
uno poner de rodillas
ante los pobres.
44. Se dice de la vida de san Juan Pablo II que en cierta
ocasión, al dar la comunión a unos niños enfermos
pobres de la India, sintiendo grandemente este mensaje,
se puso de rodillas adorando allí a Cristo no sólo por
estar en la Eucaristía, sino por estar en los pobres
enfermos.
Y de rodillas
para hacerse
como ellos, y
de rodillas
también para
pedirles
perdón.
45. No es que tengamos que ponernos de rodillas, sino que
vivamos más lo que significa la comunión, que no es
sólo, aunque ya es bastante, el podernos unir cada vez
más con Jesucristo en su vida y sentimientos, sino que
la comunión es signo de unidad universal y es autora de
esa unidad que debemos tener con los demás.
46. Hoy en la segunda lectura san Pablo nos habla de esa
unidad por medio de la comunión. Nos dice que todos
somos parte del Cuerpo Místico de Jesucristo. Pero lo
mostramos y realizamos al comer el mismo alimento, que
es el mismo Cuerpo de Jesús.
Dice
así:
1Corintios
10,16-17
47. Hermanos: El cáliz de la bendición
que bendecimos, ¿no es comunión
con la sangre de Cristo? Y el pan
que partimos, ¿no es comunión con
el cuerpo de Cristo? El pan es uno,
y así nosotros, aunque somos
muchos, formamos un solo cuerpo,
porque comemos todos del mismo
pan.
48. En la eucaristía
encontramos el gozo
de la fraternidad. Está
el encuentro con Dios
a niveles muy
profundos o sublimes;
pero está la urgencia
de caridad. Una
verdadera fraternidad
no se puede dar si no
hay un compromiso de
entrega. A la Eucaris-
tía, donde todos
recibimos el mismo
“Pan”, debemos ir con
el compromiso de
“compartir”.
54. Como la Eucaristía es
lo más grandioso en
entrega y amor, este
día del Corpus en
muchas partes es el
día propio de la
caridad; es el día en
que se busca no sólo
compartir buenos
sentimientos, sino
compartir con las
manos y con nuestras
pertenencias
materiales.
55. La comunión es común unión, pues aun siendo muchos,
somos un solo pan y un solo cuerpo, pues todos
participamos de un solo pan, como nos ha dicho san
Pablo. La unión profunda en Cristo nos lleva a la unión
entre los comensales.
Ese
banquete
es
alimento,
pero es
también
lugar de
encuentro.
56. El sacramento de la
unidad nos hace
solidarios y fraternales.
De tal manera que,
como nos dice el mismo
Jesús, si vas a
comulgar teniendo en tu
corazón un odio contra
algún hermano, no
puedes comulgar. San
Pablo nos diría: “comes
y bebes tu propio
castigo”.
57. Recordemos que el amor no se debe expresar sólo con
buenas palabras y sentimientos, sino que se debe
expresar con obras. De esta manera quiere la Iglesia que
participemos en el día del Corpus.
58. Terminamos
recordando que
Jesús nos quiere
tanto que no sólo
nos ayuda desde
el cielo, sino que
está realmente
muy cerca de
nosotros, en el
sacramento de la
Eucaristía y
permanece en el
Sagrario para
atender todas
nuestras súplicas.