2. Hoy es una fiesta del Señor: La Transfiguración.
Litúrgicamente es muy importante, de modo que,
al coincidir en domingo, prevalece sobre lo que
sería hoy la liturgia de un domingo del tiempo
ordinario.
3. Este suceso
fue importante
para los tres
discípulos que
asistieron y lo
sigue siendo
para nosotros
por el gran
mensaje o
varios
mensajes que
nos da.
4. San Pedro había dicho a Jesús que era el Cristo, el
Mesías, el Hijo de Dios vivo, y Jesús le había prometido el
Primado de la Iglesia. Pero Pedro y los demás tenían
mucho que aprender sobre el Mesías, que no se trataba
de un poder material, sino una entrega.
Y que algo
parecido
debía ser
quien fuera
«Primado»
o
responsable
principal en
la Iglesia.
5. Por eso comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que
Él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los
ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser
matado, pero resucitaría al tercer día.
6. El hecho de que iba a
morir lo habían
entendido. Lo que no
entendían es por qué
debía morir pronto,
siendo el Mesías, y
mucho menos
entendían que debía
resucitar. No lo
entendían sobre todo
porque tenían muy
metida en su alma la
idea del mesianismo
triunfalista. Para Jesús
esta idea triunfalista
era como una
tentación.
7. Por eso quiere
subir al monte
para poder
tener una
oración muy
profunda o
mística
pidiendo luz
para conocer
mejor el
sentido de su
muerte.
8. Y se lo quiere manifestar
a los tres discípulos que
estaban un poco más
preparados. Quiere que
comprendan la grandeza
de su muerte y de su vida
redentora. Hay algunos
que dicen que Jesús no
invitó a todos los
apóstoles, por no llevar a
Judas, que no se merecía
esta visión.
9. En la vida habrá momentos que nos parecerán difíciles,
tristes, con muchas confusiones; pero Dios nunca nos
abandona. Le abramos la puerta, le sigamos con
fidelidad… Y nuestra vida se transformará:
sentiremos
que
Jesucristo
es nuestro
Salvador y
que vive
dentro de
nuestro
corazón.
20. Pero veamos qué nos dice el evangelio de este día,
según san Mateo (Mt 17,1-9).
21. En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago
y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña
alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro
resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron
blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías
conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y
dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres,
haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para
Elías." Todavía estaba hablando cuando una nube
luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la
nube decía: "Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto.
Escuchadlo." Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces,
llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo:
"Levantaos, no temáis." Al alzar los ojos, no vieron a
nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la
montaña, Jesús les mandó: "No contéis a nadie la visión
hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los
muertos."
22. Subir a la montaña
para la mentalidad
judía era como una
facilidad para
ponerse en contacto
con Dios por medio
de la oración. Y
cuando estaba en
esa oración, se
transfiguró, dejó
transparentar la
grandeza de su
gloria divina
significado por el
resplandor como si
fuera un sol y por la
blancura de los
vestidos.
23. Y se sintió
persuadido
en los
motivos de
su muerte
al
conversar
con los
máximos
represen-
tantes del
Antiguo
Testamen-
to, Moisés
y Elías.
24. Moisés y Elías eran
como el compendio de
la ley y los profetas.
Era como investigar:
qué nos dicen la Ley y
los profetas sobre el
sentido del verdadero
mesianismo, que es
pasar por la muerte
entregada por amor
para poder realizar la
Salvación. Ellos
conversaban con
Jesús, no para celebrar
su triunfo, sino para
animarlo a su muerte.
25. Los tres apóstoles
que antes se
habían dormido,
ahora bien
despiertos
expresan su
estupor y su
alegría por medio
de san Pedro:
“¡Qué bien se está
aquí!” San Pedro y
sus dos
acompañantes,
que al principio
estaban llenos de
miedo, al ver la
gloria de Jesús, se
llenan de alegría.
26. Parece ser que
eran los días de
las fiestas de los
Tabernáculos en
que la gente hacía
chozas en las
terrazas o junto a
la casa
recordando el
paso de los
israelitas por el
desierto. Por eso
san Pedro quiere
hacer tres tiendas
para Jesús,
Moisés y Elías.
27. Una idea podemos
sacar del porqué se
revela a aquellos tres
un poco más
preparados. Dios nos
daría ya muchas
alegrías espirituales y
aun revelaciones, si
estuviéramos más
preparados. Porque
Dios hace ver
maravillas a aquellos
bien preparados, sobre
todo por una vida
sencilla y entregada al
Señor.
28. La mejor
preparación para
sentir a Jesús de
alguna manera
transfigurado en la
tierra y un día estar
con Él plenamente
en el cielo, es
escucharle y
seguirle. Hoy nos
dice el evangelio
que en ese momento
en que ven la gloria
de Jesús por ser
Mesías, les va a
hablar a los tres la
voz del Padre
celestial.
29. Dice el evangelio que
una nube luminosa
los cubrió con su
sombra, y una voz
desde la nube decía:
"Éste es mi Hijo, el
amado, mi predilecto.
Escuchadlo." La nube
luminosa en la Biblia
es la presencia
especial de Dios o del
Padre celestial. Y les
pide a los discípulos
que escuchen a
Jesús, su Hijo amado.
Y esto nos lo pide a
nosotros.
30. El principal
mensaje que hoy
la Iglesia nos
quiere dar se
expone en el
prefacio de la
Misa: “Jesús
revela su gloria
para preparar a
sus discípulos a
soportar el
escándalo de la
Cruz y anticipar el
destino
maravilloso de la
Iglesia”.
31. Lo primero es enseñarnos que las cruces de cada día no
son el fin en sí, sino que por esas cruces podemos
conseguir la gloria eterna.
32. En primer lugar la Cruz de Jesús sirvió para nuestra reden-
ción. Por eso era necesaria. Pero el final era la Resurrección.
33. Cuando se
escribió el
evangelio ya
entre los
cristianos
estaba la
persecución.
Esta escena
y su
enseñanza
debería
fortalecerles
en la fe.
34. Comentaba el papa
Pablo VI: «El
cristianismo no puede
dispensarse de la cruz:
la vida cristiana no es
posible sin el peso
fuerte y grande del
deber... si tratásemos
de quitarle esto a
nuestra vida, nos
crearíamos ilusiones y
debilitaríamos el
cristianismo; lo
habríamos
transformado en una
interpretación muelle y
cómoda de la vida”.
35. También nosotros necesitamos
momentos de gloria para
mantenernos firmes en los
momentos dolorosos. Hay veces
en la vida que nosotros andamos
desorientados, como estaban
entonces los apóstoles. Nuestra
alma a veces se encuentra como
sin luz, en la oscuridad. El hecho
es que Dios nos quiere iluminar,
como hoy lo hace con aquellos
tres apóstoles, como lo hará con
mayor luz con todos los
apóstoles cuando resucite.
Nosotros hoy se lo pidamos con
fervor: «Sé mi luz, enciende mi
noche». Y Jesús se transfigurará.
46. A los apóstoles les
costó entender esto,
sobre todo lo de la
Resurrección.
Cuando ya vieron a
Jesús resucitado,
pudieron ser testigos
de esta verdad. Por
eso les dijo Jesús a
los tres, cuando
bajaban del monte,
que no lo dijesen a
nadie hasta que
resucitase de entre
los muertos.
47. Así san Pedro,
con la luz del
Espíritu Santo,
lo atestiguaba
en sus cartas.
Esta 2ª carta parece ser que no la escribió el mismo san
Pedro, sino unos treinta o más años después lo haría
algún discípulo suyo, que se lo habría escuchado
muchas veces al apóstol. Y luego lo escribió, inspirado
por el Espíritu Santo.
48. Queridos hermanos: Cuando os dimos a conocer el
poder y la última venida de nuestro Señor Jesucristo, no
nos fundábamos en fábulas fantásticas, sino que
habíamos sido testigos oculares de su grandeza. Él
recibió de Dios Padre honra y gloria, cuando la Sublime
Gloria le trajo aquella voz: "Éste es mi Hijo amado, mi
predilecto." Esta voz, traída del cielo, la oímos nosotros,
estando con él en la montaña sagrada. Esto nos
confirma la palabra de los profetas, y hacéis muy bien en
prestarle atención, como a una lámpara que brilla en un
lugar oscuro, hasta que despunte el día, y el lucero
nazca en vuestros corazones
2Pedro 1,16-19
49. Y san Pablo
decía: “Los
padecimientos
del tiempo
presente no son
comparables
con la gloria
futura que se ha
de manifestar
en nosotros”.
51. Para ello oigamos en nuestro corazón las palabras que
oyeron los tres apóstoles: “Este es mi hijo amado,
escuchadle”.
52. Escuchar a
Jesús es
estar
dispuesto a
seguirle en
sus
enseñanzas y
en su vida.
Escuchar a Jesús es también estar atentos a las
enseñanzas de la Iglesia, según lo que Jesús les dijo a
sus discípulos: “Quien a vosotros oye, a mi me oye”.
53. El misterio que
celebramos no sólo fue
un signo y anticipo de la
glorificación de Cristo,
sino también de la
nuestra, pues, como nos
enseña San Pablo, el
Espíritu da testimonio
junto con nuestro espíritu
de que somos hijos de
Dios. Y si somos hijos
también herederos:
herederos de Dios,
coherederos de Cristo;
con tal que padezcamos
con Él, para ser con Él
también glorificados.
54. Hoy nos enseña Jesús a seguirle aquí en la tierra aunque
tengamos que sufrir, con la esperanza de que Él nos
espera con su gloria en el Cielo y que vale la pena
cualquier
sufrimiento
por
alcanzarlo.
55. ¡Cómo será verle en el
cielo! Vivamos con ese
anhelo como vivían los
santos. Santa Teresa de
Ávila oyó a una religiosa
joven recitar una canción,
en que deseaba ver a Jesús
en el cielo, y la santa quedó
en éxtasis como si ya
estuviera en un cielo
anticipado. Terminemos
nosotros diciendo también
a Jesús: Véante mis ojos,
dulce Jesús bueno, véante
mis ojos, muérame yo
luego».
Si a san Pedro le deslumbró tanto la luz celestial que
irradiaba Jesús