El documento discute la economía desde una perspectiva cristiana. Señala que la actividad económica debe estar al servicio de la persona humana y su dignidad, así como del Reino de Dios y la solidaridad. También analiza las posturas del Antiguo Testamento y de Jesús sobre la riqueza y los bienes, y promueve una economía de la solidaridad basada en el uso justo de los dones de Dios para el crecimiento integral de la humanidad.