4. Al presentar al Espíritu Santo como nuestro
Consolador o Ayudador, Jesús nos indicó también
cuál sería su obra principal: convencer al mundo.
Además, estudiaremos dos aspectos más del
ministerio del Espíritu Santo en nuestro favor.
“Y cuando él venga, convencerá al mundo de
pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8)
“…habiendo oído la palabra de verdad, el
evangelio de vuestra salvación […] fuisteis sellados
con el Espíritu Santo de la promesa, que es las
arras de nuestra herencia” (Efesios 1:13-14)
“Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y
paz en el creer, para que abundéis en esperanza
por el poder del Espíritu Santo” (Romanos 15:13)
Nos convence:
De pecado
De justicia
De juicio
Nos da la
seguridad de la
salvación
Nos hace abundar
en esperanza
5. “De pecado, por cuanto no creen en mí”
(Juan 16:9)
Va más allá de convencernos de pecados
específicos. Va a la raíz del pecado, el
alejamiento de Dios, y nos presenta la
solución: Jesús. Necesitamos creer en
Jesús para que, arrepentidos, podamos
obtener la salvación.
Nosotros no podemos usurpar la obra del
Espíritu, ni realizar la obra del enemigo.
No nos toca acusar ni convencer de
pecado. Somos herramientas del Espíritu
para presentar a Jesús ante el mundo.
¿Qué diferencia hay entre convencer de
pecado y acusar?
La obra del enemigo es acusarnos de pecado
ante Dios, la del Espíritu es convencernos de
nuestro pecado.
6. “de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más” (Juan 16:10)
VOY AL PADRE. Hebreos 4:14-16; 7:25.
Nuestras mejores obras de justicia
(el cumplimiento de la Ley) son ante
Dios “como trapo de inmundicia”
(Isaías 64:6).
Jesús es el único ser humano que
cumplió “toda justicia” (Mateo 3:15).
Al ascender al Cielo, intercede por
nosotros brindándonos su justicia, la
única aceptable ante el Padre.
El Espíritu Santo nos convence para
que no busquemos nuestra propia
justicia sino la de Jesús.
De este modo, podemos reclamar su
justicia para nosotros, por la fe en
Cristo.
7. “de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más” (Juan 16:10)
Jesús mismo dijo que nos convenía que Él se
fuera y viniera el Consolador (Juan 16:7).
Jesús se fue, sin embargo, Pablo dice que
Cristo vive en él. Jesús vive en nosotros
cuando abrimos nuestro corazón al Espíritu.
Cuando esto sucede, caminamos por el
Espíritu (Romanos 8:4) y recibimos vida
nueva por Su poder (Gálatas 3:2-5; 5:16, 18).
Cuando el Padre aceptó la justicia de Jesús
por su sacrificio vicario, se aseguró Su
presencia en nosotros por medio del
Espíritu Santo.
Fortalecidos por el Espíritu Santo, crecemos
cada día en Cristo, conforme a Su justicia.
8. “y de juicio, por cuanto el príncipe de este
mundo ha sido ya juzgado” (Juan 16:11)
¿A qué juicio se está refiriendo aquí Jesús?
Ciertamente, no al Juicio Final (del que
habló en otras ocasiones), sino al juicio
hecho a Satanás.
En el Calvario, el diablo fue vencido,
juzgado, y condenado a la destrucción
eterna.
Él sabe que tiene poco tiempo (Ap. 12:12)
y, “como león rugiente, anda alrededor
buscando a quien devorar” (1P. 5:8).
Con su “rugido” intenta atemorizarnos
para que abandonemos nuestra relación
con Jesús y marchemos por el camino fácil.
Pero Pedro nos insta a echar toda nuestra
ansiedad sobre Jesús, ser sobrios, velar, y
resistir firmes en la fe (1P. 5:7-9).
9. “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de
vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu
Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención
de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria” (Efesios 1:13-14)
Las arras son una prenda o señal
entregada como garantía en algún
contrato o concierto.
El “contrato” consiste en concedernos la
salvación, “la redención de la posesión
adquirida” a través de la sangre de Jesús.
El Espíritu Santo es el sello puesto por
Dios en nuestro corazón como arras del
cumplimiento de su promesa.
“Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en
temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual
clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu,
de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de
Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para
que juntamente con él seamos glorificados” (Romanos 8:15-17)
10. Habiendo oído y creído el
Evangelio, somos sellados
con el Espíritu Santo como
garantía de nuestra salvación07
El Espíritu Santo nos
testifica que somos
herederos de Dios
05La misma vida que levantó a
Jesús de los muertos está
ahora activa en nosotros 06
Observa el proceso de la salvación y
cómo interviene el Espíritu Santo en él,
según Romanos 8:10-17.
“Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros,
el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros
cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Romanos 8:11)
Ya no somos enemigos de
Dios, sino que caminamos
según el Espíritu Santo.
03
El Espíritu Santo nos guía a
Jesús, cuya muerte sustitutiva
nos ha reconciliado con Dios01
Ponemos nuestros
pensamientos en las cosas
del Espíritu Santo 04
El perdón de Jesús nos da
nueva vida como hijos
adoptivos de Dios 02
11. “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer,
para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo”
(Romanos 15:13)
El Espíritu Santo nos da la esperanza
maravillosa de que Jesús vendrá otra vez
y nos llevará a su morada celestial.
Esta esperanza está basada en la
fidelidad de Dios. Él prometió y Él
cumplirá.
En Edén prometió aplastar la cabeza de
la serpiente y así lo cumplió en la cruz.
“No faltó palabra de todas las buenas
promesas que Jehová había hecho a la
casa de Israel; todo se cumplió”
(Josué 21:45).
Porque Él es digno de confianza y no
cambia (Malaquías 3:6), su
inmutabilidad y su verdad son el
fundamento de nuestra esperanza.
12. “En toda ocasión y lugar, en todas las
tristezas y aflicciones, cuando la perspectiva
parece sombría y el futuro nos deja perplejos
y nos sentimos impotentes y solos, se envía el
Consolador en respuesta a la oración de fe.
Las circunstancias pueden separarnos de
todo amigo terrenal, pero ninguna
circunstancia ni distancia puede separarnos
del Consolador celestial. Dondequiera que
estemos, dondequiera que vayamos, está
siempre a nuestra diestra para apoyarnos,
sostenernos y animarnos”
E.G.W. (El Deseado de todas las gentes, pg. 623)
13. El Espíritu Santo
Te invito a bajar y estudiar
cada una de las 13
lecciones que tratan sobre
el tema:
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