2. DIALOGAMOS
¿Qué significa para ti amar a Dios sobre todas
las cosas?
¿Qué cosas son más importantes que Dios para
algunas personas?
¿Quién es tu prójimo?
¿Por qué crees tú que dice Jesús que hay que
amar al prójimo como a uno mismo?
¿Qué tiene que ver eso con el amor a Dios?
3. ¿Has participado en alguna campaña solidaria?
¿Has ayudado a alguien que lo necesitaba?
¿Cómo te sentiste?
¿Cómo se sienten las personas
que son ayudadas?
4. En tiempos de Jesús, los judíos vivían la ley de
Moisés llamada Torah. La base de esta ley
eran los Diez Mandamientos, a través de ellos
podían conocer la voluntad de Dios y ponerla
en práctica.
Jesús era un judío diferente.
Un día un fariseo preguntó a Jesús:
Leemos Mt 22, 34-40
5. 1. Escribe la respuesta de Jesús.
2. Escribe qué significa esa respuesta.
7. 3. ¿Cuál es el mensaje de la parábola?
4. ¿Qué le dice Jesús al final?
5. ¿Qué significa eso que le dice?
8. Jesús habla del amor de Dios a todo el mundo: a
los pecadores, a los niños, a las mujeres, a los
enfermos, a los extranjeros,…
Leemos el encuentro de Jesús
con la samaritana (Jn 4, 3-14)
El encuentro con Zaqueo
(Lc 19,1-10)
El encuentro con Bartimeo
(Mc 10, 46-52)
¿Qué son cada uno?
¿Cómo los ama Jesús?
9.
10. 6. Averigua el significado de las siglas ONG .
Escribe el nombre de alguna ONG cristiana.
7.Escribe dos cosas que puedes hacer para
amar al prójimo.
8. ¿Cuál es el mandamiento principal? ¿Y el
segundo? ¿Cuál es más importante?
11. Comentamos el caso de la página 64.
RESPONSABILIDAD:
Obligación
de responder de algo a
lo que uno se
ha comprometido.
12. • Jesús renovó la ley cuando enseñó a vivir según
el mandamiento más importante: amar a Dios y
amar al prójimo.
• Jesús habló a la samaritana del amor de Dios
para enseñarnos que el Reino de Dios es para
todas las personas.
• Los cristianos aman al prójimo cuando ayudan a
las personas necesitadas.
• Hemos de esforzarnos en ser responsables de
nuestros actos.
13. Paseando por una calle de Rusia, durante la hambruna que acompañó a la
guerra, el gran escritor Tolstoi se encontró con un mendigo. Tolstoi revisó sus
bolsillos para ver qué encontraba para darle a ese pobre hombre. Pero no
tenía nada: ya lo había dado todo antes. Movido a compasión, abrazó al
mendigo, besó sus mejillas y le dijo:
-No te enfades conmigo, hermano, no tengo nada que darte.
El rostro macilento del mendigo se iluminó. Y brillaron las lágrimas en sus
ojos, mientras le decía agradecido:
-Pero tú me has abrazado y me has llamado hermano. ¡Eso es un gran
regalo!
(Tomado de Lewis, Hedwig, “En casa con Dios”, Mensajero, Bilbao)