1. El producto más franco y más libre de la mente, y del corazón humano es una carta de amor, el escritor consigue su libertad ilimitada de declarar y expresar, por su percepción de que ningún extraño va a ver lo que él está escribiendo.
2. Beethoven a su “amada inmortal” Mi ángel, mi todo, mi yo...¿Por qué esa profunda pesadumbre cuando es la necesidad quien habla? ¿Puede nuestro amor en otra cosa que en sacrificios, en exigencias de todo y nada? ¿Puedes cambiar el hecho de que tú no seas enteramente mía y yo enteramente tuyo? ¡Ay Dios! Contempla la hermosa naturaleza y tranquiliza tu ánimo en presencia de lo inevitable. El amor exige todo y con pleno derecho a mí para contigo y a ti para conmigo. Sólo que olvidas tan facilmente que yo tengo que vivir para mí y para ti. Si estuviéramos completamente unidos ni tú, ni yo hubiéramos sentido lo doloroso. Mi viaje fue horrible.... Alégrate, sé mi más fiel y único tesoro, mi todo, como yo para ti. Lo demás que tenga que ocurrir y deba ocurrir con nosotros, los dioses habrán de enviarlo...
3. Tarde del lunes...Tú sufres. ¡Ay! Donde yo estoy, también allí estás tu conmigo. Conmigo y contigo haré yo que pueda vivir a tu lado.¡Qué vida! ¡Así! Sin ti...perseguido por la bondad de algunas personas, que no quiero recibir, porque no las merezco. Me duele la humildad del hombre hacia el hombre. Y cuando me considero en conexión con el Universo, ¿qué soy yo y qué es aquel a quien llaman el más grande? Y sin embargo... Ahí aparece de nuevo lo divino del hombre. Lloro al pensar que probablemente no recibirás mi primera noticia antes del sábado. Tanto como tú me amas ¡ mucho más te amo yo a ti!...¡Buenas noches! En mi calidad de bañista, debo irme a dormir. ¡Ay Dios! ¡Tan lejos! ¿No es nuestro amor una verdadera morada del cielo? ¡Y tan firme como las murallas del cielo! Continuación de Beethoven
4. Estoy preso aquí en el nombre del rey; pueden tomar mi vida, pero no el amor que siento por ti. Sí, mi amante adorable, te veré esta noche, asi tenga que poner mi cabeza en un atascadero para hacerlo. Por todos los cielos, no me escribas en los términos desastrosos que lo hiciste; debes de vivir y ser cautelosa; guárdate de tu madre como de tu peor enemigo. ¿Qué digo? Guárdate de todos, no confíes en nadie, mantente lista, tan pronto como la luna sea visible, saldré del hotel de incógnito, tomaré un carruaje o una silla, y conduciremos como el viento a Sheveningen. Llevaré el papel y la tinta conmigo; escribiremos nuestras cartas. Si me amas, tranquilízate, y llama toda tu fortaleza y presencia de la mente en tu ayuda, no dejes que tu madre note nada, intenta tener tus cuadros, y estés segura de que la amenaza de las torturas más grandes no me impedirá cumplir. No, nada tiene la energía de apartarme de ti, nuestro amor se basa en la virtud, y durará mientras nuestras vidas lo hagan. Adieu, no hay nada que no afronte por tu bien, mereces mucho más que eso, ¡Adieu, mi corazón querido! Voltaire a Olimpia Dunover (1713)
5. Charlotte Bronté al profesor Constantin Heger (8-1-1845) Monsieur, los pobres no necesitan mucho para sustentarse. Piden solamente las migas que caen de la mesa de los ricos. Pero si se les rechazan las migas, mueren de hambre. Nadie – ni yo – necesito mucho afecto de aquellos que ama. No sabría qué hacer con una amistad entera y completa, no estoy acostumbrada a ella. Pero usted me demostró en otros tiempos un cierto interés, cuando era alumna en Bruselas, y me mantengo aferrada a ese poco interés. Me aferro a él como me aferraría a la vida.
6. He apretado tu carta una y otra vez contra mis labios, dulcísima Hellen, bañado en lágrimas de alegría o de una “divina desesperación”. Pero yo, a quien tardíamente en tu presencia, alardeaba sobre el “poder de las palabras” ¿De qué me sirven ahora? Yo puedo creer en la eficacia de las plegarias al Dios de los Cielos, yo puedo efectivamente arrodillarme humildemente, arrodillarme en esta la más formal época de mi vida, suplicando de rodillas por palabras. Todos los pensamientos, todas las pasiones, parecen ahora mezcladas en este único deseo que me consume... Edgar Allan Poe a Hellen Whitman
7. Carta de Einstein a Milera Maric Querida Fräulein Marie, Por favor, no te enojes conmigo por mantenerme alejado tanto tiempo. Estuve seriamente enfermo, tanto que no me animé a dejar mi cuarto. Todavía mis piernas están algo débiles. De todos modos, hoy junté el coraje y me aventuré a salir, para dar un paseo, le dije a la Sra. Bäch que invitara a los huéspedes que lo desearan a una reunión, y deseo que tú estés entre los que vengan. Pero si no puedes venir, ya te visitaré tan pronto como me sienta lo suficientemente bien. Y si no soy capaz de salir, esperaré con ilusión tu pronta visita. Con mis mejores deseos, tu Albert Einstein.
8. Fidelina, mi única, única amada: Te aburriré de nuevo con mis reflexiones sobre inspiración y creatividad, pero como te habrás dando cuenta, estas reflexiones están directamente ligadas a ti. He reflexionado largamente sobre la inspiración y la creatividad, y lenta, lentamente descubrí la naturaleza esencial de estos dones. La inspiración y la creatividad vienen a mí sólo cuando me abstengo de una mujer por un largo período. Cuando, con pasión, he vaciado mi fluido en una mujer hasta secarme, la inspiración me rehuye y las ideas no avanzan en mi mente. ¡Considera cuán extraño y maravilloso es que las mismas energías que van a fertilizar a una mujer y crear un ser humano, puedan destinarse a crear una obra de arte! Y aún un hombre gasta el precioso fluido de la vida por un momento de éxtasis... Chopin a Delfina Potocka
9. Desde que te conozco, hay un eco en cada rama que repite tu nombre, en las ramas altas, lejanas, en las ramas que están junto a nosotros, se oye. Se oye como si despertáramos de un sueño en el alba. Se respira en las hojas, se mueve como se mueven las gotas del agua. Clara: corazón, rosa, amor... Junto a tu nombre el dolor es una cosa extraña. Es una cosa que nos mira y se va, como se va la sangre de una herida, como se va la muerte de la vida. Y la vida se llena con tu nombre: Clara, claridad esclarecida. Yo pondría mi corazón entre tus manos sin que él se rebelara. No tendría ni así de miedo, porque sabría quién lo tomaba. Y un corazón que sabe y que presiente cuál es la mano amiga, manejada por otro corazón, no teme nada. ¿Y qué mejor amparo tendría él, que esas tus manos, Clara? He aprendido a decir tu nombre mientras duermo. Lo he aprendido a decir entre la noche iluminada. Lo han aprendido ya el árbol y la tarde... Y el viento lo ha llevado hasta los montes y lo ha puesto en las espigas de los trigales. Y lo murmura el río... Juan Ruflo a Clara Aparicio
10. Creo que es un error tuyo negarte a tener un contacto más íntimo, Mary. Un hombre en su pasión se guía por tres cosas, la lógica, el corazón y el sexo. Cada una de estas cosas lo gobiernan durante un determinado período; la lógica y el corazón me gobernaron durante muchos años. Pero, ahora, aparece el deseo sexual. Me dijiste: “Querido Kahlil, vamos a dejar el mañana por el mañana”. Y en ese momento me sentí pequeño e ingenuo. A las cosas importantes las has venido tratando como si no fueran nada. Yo te amo. Mi deseo es mayor que tu deseo hacia mí. Cada vez que te encuentro, tu presencia llena todo el espacio que me rodea. Yo te amo, y sé que el contacto físico tiene su momento. Después, este momento desaparece. No quiero que nada de lo que sea muy importante entre nosotros termine por desaparecer, porque no sabemos qué puede suceder después de eso. Nuestra relación ya es suficientemente fuerte, pero no sé a dónde pueden llevar los límites que se le imponen al amor. A pesar de todo, me entrego en tus manos. Un hombre solamente puede entregarse en las manos de alguien, cuando el amor es tan grande que el resultado de esta entrega es libertad total. Yo te amo con todo lo que existe en mí. Kahlil Gibrán a Mary Haskell
11. Don Quijote a Dulcinea Soberana y alta señora: El herido de punta de ausencia, y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mí pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer, que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que además de ser fuerte, es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación. ¡Oh bella ingrata, amada, enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo. Si gustares de socorrerme, tuyo soy; y si no, lo que le viniere en gusto, que con acabar mi vida, habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo. Tuyo hasta la muerte. El Caballero de la Triste Figura.
12. Esta en una carta muy importante. Adéle, de ahora en adelante todo entre nosotros depende de la impresión que te causé. Trataré de ordenar coherentemente algunas ideas, y ciertamente tendré que desvelarme esta noche peleando de nuevo. Voy a hablarte seria e íntimamente, y sólo deseo que ello pueda ser en persona, porque entonces podré tener tu respuesta (que esperaré con impaciencia) en el acto, y juzgar por mí mismo, por tu expresión, el efecto que mis palabras están teniendo sobre ti, un efecto que será crucial para decidir nuestro futuro común. Hay una palabra Adéle, que aparentemente hasta ahora hemos tenido miedo de usar – la palabra amor -, no obstante que lo que siento por ti es amor genuino; el problema es uno de complicidad, si lo que sientes por mí es también amor. Esta carta removerá esta duda, sobre cuya resolución depende mi vida entera... Victor Hugo a Adéle Foucher
13. Mi queridísima Teresa, He leído este libro en tu jardin; mi amor, tú estabas ausente, de lo contrario no lo hubiera leído. Este libro es uno de tus favoritos, y el escritor fue amigo mío. Tú no entenderás estas palabras en inglés, y otros no las entenderán, que es la razón por las que no las garabateé en italiano. Pero tu reconocerás la letra de quien te ama apasionadamente, y lo adivinarás. En un libro que fue tuyo, el sólo puede pensar en amor. En esa palabra, bella en todos los idiomas, pero aún más en el tuyo Amor mío, está incluida mi existencia ahora, y de aquí en más. Siento que existo ahora, y que existiré, para el propósito que decidas, mi destino reposa contigo, y tú eres una mujer... Lord Byron a Teresa Guiccioli 25-8-1819
14. Señor, Corresponde solamente a la augusta mente de un gran rey, a quien la naturaleza ha dado un corazón de generosidad hacia mi sexo, compensar con favores tan extraordinarios una conversación ingenua y corta con una muchacha. Inagotable como es el tesoro de su generosidad de su majestad, le ruego considerar que pueda no ser suficiente para su generosidad, porque, si usted recompensa tan leve conversación con regalos tan grandes, ¿qué podrá usted hacer por los que están listos a consagrar su obediencia entera a sus deseos? Cuán grandes pueden ser los obsequios que he recibido, la alegría que siento por ser amada por un rey a quien adoro, y a quien con placer sacrificaría mi corazón. Si la fortuna lo ha hecho digno de ofrecerlo, estaré infinitamente agradecida. El mandato de dama de honor de la reina, me induce a pensar que su majestad tiene cierta estima por mí, y puesto que mi ocupación me da medios de verle frecuentemente, podré asegurarle por mis propios labios (lo cual haré en la primera oportunidad) que soy la más atenta y obediente sierva de su majestad, sin ninguna reserva. Ana Bolena a Enrique VIII
15. Te regalo un cuento para que puedas llevarlo contigo, dobladito en el bolsillo, o entre las páginas de un libro. Te regalo un cuento improvisado. De esos que empiezas a escribir sin pensar y que no sabes cuándo acaban. Te regalo esta noche y todas las demás. Te ofrezco mi sonrisa sin parada, sin conservantes, ni colorantes. Te dejo abierta la ventana para que puedas observar la luna, las estrellas, el infinito. Te regalo una idea. El concepto más hermoso de complicidad, un escenario vacío en el que buscar la manera de encontrarse. Te regalo un cuento que habla de amigos y de sueños, de noches de verano, un arco iris después de la lluvia. Te regalo un maletín completo de cariño. Te regalo. Lo único que necesitas es apagar la luz, cerrar los ojos y la puerta de tu habitación. Te regalo un deseo. Llenarte de unas ganas locas de reír y disfrutar de la vida, de los amigos. Te regalo un cuento sin papel de colores, ni un “espero te guste”. Un cuento que hable de ti y de mí, y que pueda leerse cualquier día del año, a cualquier hora, sea cuál sea tu estado de ánimo. Te regalo este cuento. De Garabatos_2002 (a.s.b.) a sus Amigos