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El presente documento tiene como finalidad impulsar la lectura hacia
aquellas regiones de habla hispana en las cuales son escasas o nulas las
publicaciones, cabe destacar que dicho documento fue elaborado sin fines
de lucro, así que se le agradece a todas las colaboradoras que aportaron su
esfuerzo, dedicación y admiración para con el libro original para sacar
adelante este proyecto.
3
Índice
Índice.....................................................................................................................................3
Sinopsis...................................................................................................................................4
Capítulo 1..............................................................................................................................6
Capítulo 2............................................................................................................................26
Capítulo 3............................................................................................................................44
Capítulo 4............................................................................................................................64
Capítulo 5............................................................................................................................82
Capítulo 6............................................................................................................................98
Capítulo 7..........................................................................................................................110
Capítulo 8..........................................................................................................................123
Capítulo 9..........................................................................................................................136
Capítulo 10........................................................................................................................155
Capítulo 11........................................................................................................................172
Capítulo 12........................................................................................................................183
Capítulo 13........................................................................................................................199
Capítulo 14........................................................................................................................214
Capítulo 15........................................................................................................................231
Capítulo 16........................................................................................................................242
Capítulo 17........................................................................................................................255
Capítulo 18........................................................................................................................275
Capítulo 19........................................................................................................................289
Epílogo...............................................................................................................................299
Próximo libro:.....................................................................................................................303
Sobre la Autora: ...............................................................................................................304
Staff de Fallen Angels......................................................................................................305
Staff Bookzinga.................................................................................................................306
4
Sinopsis
Soñar con muertos podría significar una mala noche para cualquiera, pero
para Nina Grey esto era una advertencia.
Aún recuperándose de su último encuentro con el Infierno, Nina lucha con
no sólo su vida como estudiante de la Universidad de Brown, sino también
como interna en Titan Shipping, la compañía de su padre. Las pesadillas
recurrentes sobre la muerte violenta de su padre se han convertido en un
evento nocturno, pero al estar abrumada por la culpa de la inesperada
partida de Ryan a las Fuerzas Armadas, y con el corazón roto por Claire
estando al otro lado del océano para protegerlo, Nina cree que sus noches
de insomnio son el menor de sus problemas… pero se equivoca.
Preocupado por el deterioro de la salud de Nina, Jared debe robar de
nuevo el libro de Shax en busca de respuestas. En la lucha contra los
nuevos enemigos y con la ayuda de nuevos amigos, el peor temor de Jared
llega a buen término. Desesperado, se enfrenta a una elección: Luchar con
el Infierno solo o iniciar una guerra con el Cielo.
Segundo libro de la serie Providence
5
Para Eden y Hailey… mis pequeños faros de luz
Mi sol eterno
6
Capítulo 1
Tres
Traducido por luisa
Corregido por Angeles Rangel
staba de regreso. Envueltos por la oscuridad, dos borrosas formas
estaban inclinadas delante de una caja fuerte abierta, escondida
detrás de un gran librero abisagrado. Respiraban fuertemente,
trabajando a un ritmo frenético por encontrar lo que habían estado
buscando durante los últimos meses. Uno de los hombres se congeló y
cesó cualquier movimiento. Se inclinó dentro de la caja fuerte, utilizando
ambas manos para sacar un grueso libro encuadernado en cuero.
—Éste es. Dios mío, éste es —susurró Jack.
Cada rincón de la habitación ocultaba una advertencia. Alumbrada sólo
por la luna filtrándose a través de la persiana de una única ventana,
espadas y hachas antiguas colgaban en las paredes, bordeando paisajes
pintados a mano sobre guerra y muerte. El aire estancado a falta de
pulmones humanos para hacerlo circular.
Muchas veces había estado en ese lugar y, aún así mis manos temblaban,
sabiendo que muy pronto me entraría el pánico. Estaba llegando pero no
podía pararlo. Se desplegaba ante mí una y otra vez como si estuviese
atrapada en el tiempo, en una pesadilla… o en el Infierno.
Los dedos de Jack recorrieron el sello lacrado en el centro, y miró a su
amigo.
—¿Jack, estás seguro que quieres hacer esto?
—¿Estás seguro de que es ella, Gabe? —respondió Jack. Gabe asintió
lentamente, y entonces Jack continuó, suspirando—. Entonces sabes la
respuesta.
Escuchando lo que los oídos humanos de Jack no podían, la cabeza de
Gabe se giró bruscamente a un lado.
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—Es demasiado tarde —dijo él, mientras escuchaba, sus ojos se movían
nerviosamente de un lado a otro—. Ya están aquí.
Volvieron a meter los documentos, las joyas y demás artefactos en la caja
fuerte, el hombre de cabello claro aplastó sin dificultad el pesado librero
contra la pared, en un intento de encubrir cualquier evidencia de sus
presencias.
—¡Gabe, no te preocupes ahora por ello! ¡Vayámonos! —gruñó Jack.
—¡Estoy intentando ganarnos algo de tiempo!
Mientras los hombres huían de la habitación, sus sombras se deslizaron
sobre el suelo entarimado; yo me hice a un lado, observándolos en silencio,
siendo conocedora de su destino.
Gabe corrió delante, pistola en mano, acostumbrado a que Jack se
quedase rezagado. Esperó a su amigo al final del pasillo, calculando una
vía de escape.
—El techo —susurré en su oído—. Tú siempre utilizas el techo.
Una larga y caliente mano salió disparada, y Jack fue empujado contra la
pared.
—¿Qué estás...? —empezó Jack.
Gabe levantó el dedo a su boca, y después señaló hacía el piso superior.
Jack asintió rápidamente, quitando su cansado cuerpo de la pared.
Corrieron por un pasillo, rodearon una esquina, y entonces se lanzaron
escaleras arriba. Ambos hombres subieron dos peldaños a la vez, sus
manos agarrando el pasamanos para ayudarse cada vez que daban un
salto.
—¡El techo! —gritó Gabe mientras una multitud de voces resonaban bajo
ellos, ninguna de ellas humana.
Los ojos de Jack se abrieron de par en par cuando un terrorífico chillido le
llegó desde abajo. Su pisada se alargó mientras pasaba por otra puerta,
subiendo un segundo trecho de escaleras. Expulsó un suspiro de alivio.
Las estrechas paredes de derruido hormigón predecían que el techo se
encontraba a escasos pasos.
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Ya en lo alto del tramo de escaleras, Gabe pasó por una puerta externa y
corrió a través del tejado, llegando al borde. Miró hacía abajo, cuatro pisos
hasta la calle, y después a su amigo.
—Jack, aún nos quedan dos minutos. ¿Estás seguro?
—¿Te parezco indeciso? —gritó él, agarrando con fuerza el libro contra su
pecho—. ¡Debo encontrar una manera para detenerlo!
Fruncí el ceño. En el pasado, había rogado a mi padre que dejara el libro
atrás. Una docena de visitas a este lugar me enseñaron que el aprieto de
Jack y Gabe se reproduciría de la misma manera. Cada vez que intentaba
cambiar el desenlace, sólo hacía el final más difícil de digerir.
Gabe suspiró sumiso, y entonces giró abruptamente la cabeza hacia el
norte, estimando la distancia de su huida.
—Entonces que comience.
Los chillidos se intensificaron, y Jack cerró los ojos.
—Tengo que salvarla —dijo con la voz suave y apenada.
El cuerpo de Jack se abalanzó hacía adelante. Su corbata chocó contra su
cuello, y el viento aulló a través de su oído mientras volaba cruzando el
firmamento negro. Parecía que al segundo en que despegó para volar,
había aterrizado ya en el otro tejado, cuatro edificios más allá. Con el
abrupto aterrizaje, Jack se tambaleó hacía adelante doblándose por la
cintura, emitiendo un fuerte gruñido cuando, por el súbito impacto, el aire
le fue forzosamente expulsado. Entonces, Gabe le soltó.
—Jamás me acostumbraré a eso. —Jack sonrió, alisando su chaqueta y
corbata.
—Podría haberte dejado tomar las escaleras de incendio, hermano, pero
con esas bestias pisándote los talones, sólo unos cuantos trozos tuyos
hubiesen conseguido llegar hasta la calle —dijo Gabe, sonriendo con
suficiencia. Al levantar la mirada, su sonrisa se congeló al instante—. Se
sienten atraídos a él. Necesitamos más distancia.
Jack asintió. A unos cuantos metros de ellos, se encontraba una puerta
idéntica de la cual escaparon. De un tirón abrió la puerta y Gabe le siguió
bajando la escalera. Después de tres tramos, Jack moderó el ritmo y su
pecho jadeaba.
9
—¡Vamos! —gruñó Gabe.
—¡Ya voy! —espetó Jack, inhalando profundamente antes de descender los
últimos dos tramos.
Justo cuando la salida estaba a la vista, se elevaron los chillidos y
gruñidos. Jack miró por encima de su hombro y vio cómo Gabe se
quedaba atrás, su arma sujeta cerca de su cara.
—No vamos a conseguirlo. Están demasiado cerca —suspiró Gabe.
—¡GABRIEL! —un siseó brutal sonó por encima de ellos. Era una voz, pero
también eran muchas.
Gabe amartilló su arma y entrecerró los ojos.
—Vete Jack. Les contendré.
—Gabe…
—¡Sí quieres salvar a tu hija, entonces vete! —gritó Gabe.
Jack aferró el libro contra su pecho y se encaminó hacia el exterior.
Emergió de la puerta, y entonces se agarró las rodillas, incapaz de tomar
aire. Se apoyó contra la puerta y alzó el rostro al cielo, cerrando sus ojos.
—Dios me ayude —susurró.
Los chillidos cesaron momentáneamente antes de perforar de nuevo el
aire.
Por primera vez, Jack me miró a los ojos. Tenía miedo, cosa que nunca
antes había visto en él. Al principio me pareció extraño, como si no debiera
haberme visto. Vi una mirada familiar llena de decisión en su rostro.
—Voy a salvarte, Nina.
Como si no me hubiese hablado, los ojos de Jack se desplazaron en cada
dirección para determinar el mejor camino de escape.
Justo cuando tomaba su decisión para escapar, la madera estalló detrás
de él, y una docena de largas manos con garras atravesaron la puerta. Los
ojos de Jack se abrieron con pánico mientras los demonios agarraban su
pecho, sus piernas, su cuello y su cara. Las afiladas uñas le hicieron trizas
la camisa, y se hundieron en su piel; sangre brotando de sus heridas
abiertas.
10
—¡Nina! —gritó. Su carne se desgarró bajo la presión de las enormes
garras. Sus brazos y piernas fueron empujados hacía adelante, después su
cuerpo se dobló en dos y desapareció, engullido al infierno que le esperaba
adentro.
—¡Papá! —grité en la oscuridad.
Manos agarraron mis brazos extendidos y las aparté, golpeándolas.
—¡No! ¡NO! ¡Papá! —lloré, intentando apartarlas. No era lo suficientemente
fuerte.
—¡Nina, para! ¡Soy yo!
Cuando me golpeó la realidad, dejé de luchar. Jared estaba sentado a mi
lado sobre nuestra cama, sujetando mis muñecas contra su pecho.
—¿Nina? —inquirió él, inclinándose para encender la lámpara.
Mis ojos se cerraron, rechazando la luz. El sudor empapaba mi camisón de
algodón, y mi cabello húmedo se apelmazaba contra mi frente. Con dedos
temblorosos, aparté de mi cara los mechones mojados. Siempre tardaba
algunos minutos en calmarme, pero en esta ocasión no era miedo. Estaba
enfadada.
—Están empeorando —dijo Jared, preocupado.
Tuve que aclarar mi garganta.
—Son tan reales —suspiré.
Aún podía oler la colonia de mi padre, y los chillidos seguían resonando en
mis oídos. Regresar cada noche al mismo lugar donde mi padre murió, era
una tortura. El resentimiento reemplazó al temor, y eso era una buena
cosa; estaba mejor preparada para manejar el miedo que la aplastante
impotencia con la cual me despertaba normalmente.
—¿Nina?
Lamí la sal de mis labios.
—Estoy bien.
—Es la tercera vez en esta semana. No creo que estés bien —dijo Jared, su
rostro tenso—. ¿La misma?
11
Reacia, asentí. Jared se preocupaba cada vez más de forma obsesiva
cuando me despertaba de una pesadilla. Estaba atormentado por los
gritos, los temblores, y la imposibilidad de poder detenerlos. Me miró
fijamente durante un momento antes de atraerme a su regazo.
—Quizá deberías hablar con alguien.
—Jared, no necesito un loquero. Sólo son sueños —dije, más para mí
misma que para él.
Me empujó con él, apoyando la espalda contra el cabecero. Intenté
relajarme. Mis días sin él la primavera pasada me vinieron muy bien al no
querer preocuparle con mis ridículos miedos y sentimientos humanos.
Pero luchaba contra mis pesadillas, incluso luego de meses de intentar
perfeccionar mi talento.
Intenté pensar en cualquier otra cosa, en lugar de las terroríficas imágenes
de mi padre siendo desgarrado en jirones, para poder relajarme y
dormirme. El pecho afiebrado de Jared contra mi mejilla fue reconfortante,
e inhalé su increíble aroma. En cualquier otro momento me habría sentido
tranquila al instante, pero después de la tercera repetición de la peor
pesadilla de todos los tiempos, no funcionó.
—Voy a tomar una ducha —dije, deshaciéndome rápidamente de las
mantas que me envolvían.
—Nina, son las tres de la mañana. De todas formas tienes que levantarte
dentro de tres horas para ir a trabajar. ¿Por qué no intentas dormir?
Me moví al borde de la cama, y apoyé mis pies sobre el suelo, dándole la
espalda a Jared.
—¿Tú has dormido? —pregunté.
Después de una breve pausa, dejó escapar un exasperado suspiro.
—Sí.
—Entonces no hay ningún motivo para que me vuelva a dormir. Además,
no quiero dormir. Cada vez que cierro los ojos ocurre lo mismo. —Esperé
un instante, y cuando Jared no siguió discutiendo, me levanté de la cama
y me fui al baño.
12
Las tuberías chirriaron cuando giré las manijas de la ducha, esperando
frente al lavabo a que el agua se calentara. Las visiones de mi sueño
emergieron en cortas y ruidosas escenas. Los chillidos, el sonido de los
zapatos de mi padre subiendo las escaleras corriendo; no paraban.
Cerrando los ojos, intentando enfocar, me froté la cara con las manos y
después me miré en el espejo.
Desde la primera vez que Jared y yo nos conocimos, mis rasgos habían
cambiado. Al pasar la mayor parte del verano en casa mientras se curaba
mi pierna, mi piel había quedado pálida y sin vida, y ahora mostraba unos
círculos morados bajo mis ojos.
Nuestra experiencia casi mortal en el restaurante parecía muy lejana.
Aparte de las ocasionales noticias sobre las excelentes reuniones en el
departamento de policía, inoportunamente acabadas en extraños
accidentes sin relación, nuestros días continuaron como si Grahm, Sax y
el libro nunca existieron.
Dejé caer mi camisón, y luego me metí en la ducha, suspirando cuando el
chorro de agua cayó sobre mi cara.
Jared entró, apoyándose contra el lavabo, cruzando los brazos sobre el
pecho.
—¿Está todo bien? —pregunté.
Jared se movió incómodo.
—Estoy preocupado por ti.
—El semestre de otoño está por empezar. Tengo clases extras, y con mi
período de prácticas, probablemente sólo es estrés.
—No lo entiendo —dijo Jared—. Han pasado meses desde que alguno de…
ellos se ha pasado por aquí. Son pocas las veces en que les he visto en
toda mi vida, y sin embargo tú... —Jared se frotó la nuca—. No tiene
sentido que ahora tengas estos sueños.
—Jared, la gente tiene pesadillas todo el tiempo sin que aparezcan
demonios. No significa nada —dije, restregando el champú en mi cabello.
—Eso es lo que tú piensas.
Puse los ojos en blanco.
13
—Venga ya. Estás exagerando. Si prometo dejar de tener los sueños, ¿me
prometerás dejar de ponerte frenético sobre ello?
—Me prometerás dejar de tener esos sueños —repitió, su voz llena de
ironía.
Asomé la cabeza llena de espuma de entre las cortinas de la ducha, la
espuma chorreando por mi cara.
—Bien, no te lo puedo prometer, pero me estás acomplejando. A menos
que sepas algo que yo no sé, sólo son sueños.
Jared sonrió, limpiando la línea de jabón de mi frente, y de pronto besando
mis labios.
—Muy bien. Sólo son sueños.
Asentí en aprobación, y entonces cerré la cortina.
—Hoy me tengo que pasar por la oficina, ¿te importa? —pregunté, a
sabiendas que le importaría.
—Quieres decir, ¿más que cualquier otro día?
Escoltarme a Titan Shipping era como otro día de trabajo para Jared, pero
de tantas veces que le pedí entrar, se convirtió en una broma privada entre
nosotros. Todos los días preguntaba y cada día declinaba amablemente.
Durante años los pasillos de Titan Shipping fueron utilizados por el padre
de Jared, Gabe. Jared no hablaba sobre ello, pero asumí que su
declinación a enfrentarlo debía estar relacionada con sentimientos no
resueltos con respecto a su padre.
Las horas previas al alba pasaron con lentitud y, después de mi ducha,
Jared y yo pasamos los últimos momentos del crepúsculo en la mesa del
desayuno. Cuando por fin los rayos del sol se asomaron entre las
persianas, sonreí a la brillante luz dibujando rectángulos sobre la pared.
Pasé horas mirando fijamente a esa pared, esperando a que se curara mi
pierna. Beth me visitó ocasionalmente, ocupada en decorar su nuevo
apartamento. Kim pasó sus vacaciones veraniegas en la carretera, y Claire
eliminó incansablemente cualquier amenaza hacia nosotros. Jared pasó la
mayor parte de su tiempo manteniendo a raya la soledad, y
entreteniéndome. Empezamos a intimar, y la vida se normalizó más que
nunca. El único recuerdo sobre la noche que estuve a punto de morir, era
la cicatriz en mi muslo.
14
Jared trabajando en la cocina captó mi atención, y escuché el chisporroteo
y salpicar en la sartén con nuestro desayuno. Puso una tortilla francesa
sobre la mesa junto con un pequeño montón de correo.
—¿Algo interesante? —pregunté mientras ojeaba los sobres.
Jared se quedó quieto, entrecerrando los ojos mientras leía la dirección
escrita a mano en un sobre.
—¿Qué?
—Es para ti —dijo, deslizándolo hacía mí.
La esquina superior izquierda explicaba la expresión de Jared. Era de
Ryan.
Por la expresión de Jared, supe que no contenía buenas noticias.
—Ya lo sabes, ¿verdad? —dije, extrayendo una simple hoja procedente de
un cuaderno de notas.
—Tengo una idea.
—Algo que deberías haberme contado antes —le acusé, leyendo
rápidamente la carta.
Querida Nigh,
Quería que lo escucharas de mi boca, pero no sé cómo explicarlo, por lo tanto lo escribiré.
No volveré a Brown. Lo he discutido con un reclutador del ejército y pienso que en estos
momentos es el mejor lugar para mí. Te conozco mejor de lo que crees, y en estos momentos
te sientes culpable. Bien, pues no lo sientas. Eres feliz y eso es lo más importante para mí,
y es la pura verdad. Siento que te tengas que enterar a través de esta estúpida carta, pero
todo se desarrolló muy rápido, y no tuve tiempo de llamar. Nigh, cuídate mucho. Pensaré
en ti todos los días.
Ryan
15
La carta se deslizó de entre mis manos y cayó al suelo, lenta y
suavemente. El entumecimiento era inesperado pero bienvenido; sabía que
muy pronto la culpabilidad se apoderaría de mí y sería intolerable.
—Se ha ido.
Jared me tocó la mano.
—Claire llamó. Él está bien.
—¿Claire se ha ido? —gemí, levantándome de mi asiento. La ira era
siempre preferible que el dolor. Jared dio un paso hacia mí, pero yo
retrocedí—. ¡Ni siquiera me dejaste despedir de ella! ¡De ninguno de los
dos!
Las cejas de Jared se estrecharon.
—Nina, él quiso hacerlo de esta manera. De todas formas, no podrías
haberlo detenido.
—Pero tú sabías lo que estaba sucediendo —dije con suavidad—. Debiste
decírmelo. —La falta de sueño ya me estaba haciendo efecto, y mi cuerpo
se sentía pesado. No tenía la energía suficiente para estar enfadada.
Mis ojos se desviaron a la carta sobre el suelo.
—Esto es por mi culpa.
—Nina, no.
Asentí.
—Yo hice esto. Rompí su corazón y no pudo quedarse aquí —sacudí la
cabeza—. Debí dejarle en paz. Ahí afuera va a morir.
—Ryan tomó su decisión —dijo Jared.
Su tono seco no fue muy convincente. Tenía derecho en estar enfadado,
viendo cómo su prometida se angustiaba por el hombre con el que estaba
destinada a estar. Para Jared, el que Ryan fuese el Taleh de Claire
significaba que yo pertenecía a otro, y yo lo utilicé para mantener apartado
a Jared cuando pensaba que al estar conmigo ponía a su familia en
peligro. Mi brillante plan funcionó para enviar a Ryan a enlistarse en una
guerra al otro lado del mundo. Sin importar lo que Jared dijese, o lo
mucho que odiase verme disgustada, no lamentaba ver partir a Ryan.
16
Tan enfadada como estaba, la única culpable era yo, y ambos lo sabíamos.
Moví la cabeza.
—Tengo que darme prisa. Debo mandar esos documentos por fax a más
tardar a las ocho.
Jared suspiró.
—¿Si te lo hubiese dicho, qué más hubieses hecho aparte de preocuparte?
Coloqué mi bolso sobre el hombro.
—No lo sé —dije, sacando mi teléfono móvil. Me desplacé por la agenda
hasta que encontré el número de Ryan, después acerqué el teléfono a mi
oído. Como esperaba, su buzón de voz saltó de inmediato.
El sonido de su voz hizo que mis entrañas se retorcieran, pero cuando el
bip me instó a hablar, se desató mi temperamento.
—Necesito que me llames. Llámame ahora mismo, lo digo en serio. Acabo
de recibir tu carta y no puedes hacer esto. Simplemente no puedes. Tienes
que llamarme para poder solucionarlo. Por favor.
Jared me arrebató el teléfono de la mano y lo cerró lentamente.
—Cariño, no va a recibir ese mensaje.
—Tenía que intentarlo —dije, abriendo mi bolso para que él pudiese
meterlo dentro—. Alguien tenía que hacerlo.
Jared tocó mi brazo.
—Nina, él es el recluta más seguro en el ejército. Tiene a Claire.
—¿Y cómo se supone que funcionará? ¿Clarie se unirá al ejército?
Jared sonrió.
—No. Ya hemos hablado sobre ello. Ella estará pendiente de Ryan de la
misma forma que nos permitieron entrenar. Tenemos conexiones.
—No se trata de eso.
—Lo sé —dijo Jared, abriendo la puerta.
17
Cuando pasé por la puerta no lo besé, o cuando él me abrió la puerta de
pasajero como siempre hacía, o antes de dejarme para acomodarse en el
asiento del conductor. No intentó disculparse, lo cual hacía cuando
pensaba llevar la razón. Saber eso me enfurecía aún más.
—Siento que estés enfadada —dijo él.
Le miré furiosa.
—Es una pobre excusa y lo sabes. ¡En primer lugar no me contaste sobre
el reclutamiento de Ryan! ¡No me permitiste despedirme de Claire! Siento
estar enfadada… —musité las últimas palabras y crucé los brazos,
acomodándome en un estado inflexible de pésimo humor. Cuando Jared
no respondió, le miré de reojo. Él estaba intentando aguantar la risa.
—¡Jared, no es gracioso!
Su boca inmediatamente se convirtió en una línea delgada.
—No dije que lo fuese, sólo que tú —Movió la cabeza mientras tomaba la
curva antes de llegar a Titan Shipping—, estás intentando estar enfadada,
con tu preciosa cara con una serie de graciosas expresiones; es divertido,
lo siento.
—¡Deja de disculparte y empieza a ser… no sé! ¡Lo siento!
Un borde de la boca de Jared se rebeló y se alzó levemente para dejarlo
caer enseguida.
—Ten un buen día.
Cerré de golpe la puerta, pasando a tener una pelea con él. A veces
resultaba ser una locura lo enamorado que estaba de mí.
Tomé unos pasos hacía el edificio y después me paré. Volví al Escalade y
suspiré. Avergonzada, abrí la puerta.
—¿Vas a entrar?
—Hoy no. —Sonrió él.
De niño, Jared pasó interminables horas en Titan Shipping, y era el lugar
donde menos le gustaba ir con su padre. No ayudaba para nada que los
demás empleados se le quedaran mirando como si fuese un animal de
18
zoológico. No podían entender nuestra relación, aunque la mayoría de ellos
sabían que Jared era hijo de Gabe, y mi guardaespaldas.
Ver a Gabe siendo la sombra de mi padre cuando caminaba por los
pasillos, era sólo otro día en la oficina; pero ahora cuando era aparente
que necesitaba protección, quien resultaba ser mi prometido, empezó más
de una sucesión de cotilleos sobre mi familia.
En particular mi compañera pasante, Sasha, quien tuvo un repentino
interés en Jared. No perdió el tiempo con azucaradas galanterías; todo lo
contrario, conmigo era bastante odiosa sobre el asunto.
—Así que… Jared… —empezó mientras caminábamos al despacho que
compartíamos. Mientras hablaba miraba el Escalade desde la ventana.
—Sasha, tengo mucho que hacer.
—¿Él te protege? —Cuando no respondí, ella se encaminó para situarse
delante de mi mesa, golpeándola hasta que levanté la vista—. ¿De qué? —
dijo ella, dudando.
Miré fijamente sus largas uñas golpeando contra la madera y luego a ella.
—Estoy ocupada.
—Pero es tu novio, ¿cierto?
—No.
—¿No? —dijo ella, su voz subiendo una octava.
—Estamos comprometidos.
—¿No es, ya sabes, un conflicto de intereses?
—En realidad, no —dije, hojeando una pila de papeles.
—No lo entiendo, quiero decir —Ella soltó una risita—, me doy cuenta que
eres la princesa de Titan Shipping, pero, ¿no te sientes un poco ridícula
cuando estás a su lado? Hacen una pareja tan extraña.
Dándome cuenta a lo que se refería, mi cabeza se alzó de golpe, y mis ojos
se entrecerraron.
—¿Disculpa?
19
Entonces Sasha se encogió de hombros, recorriendo con el dedo el borde
de mi mesa, mientras se deslizaba alrededor de mí.
—¿No te sientes cohibida? Las mujeres deben de arrojarse a su cuello todo
el tiempo.
—En realidad, no —espeté mientras ella caminaba a la puerta.
Sasha sonrió con suficiencia, esquivando mi mirada fulminante.
—Hmm. Muy interesante. —Cuando giró en la esquina, movió su larga
coleta pelirroja, y sentí el calor irradiar de mi cara.
En el momento justo, sonó mi teléfono.
—¿Va todo bien? —preguntó Jared al otro lado de la línea.
Cubrí mis ojos con mi mano, intentando calmarme antes de responder.
—Todo bien. Es sólo… Sasha acaba de estar aquí.
—Oh, eso lo explica todo. ¿Está dejando de nuevo su taza de café sobre tus
papeles? —Jared se rió entre dientes. Fuera por lo que fuera, le divertía
que esta mujer se metiese bajo mi piel de una forma que me impedía
pensar con claridad.
Suspiré.
—No. Ella es… no puedo decir lo que me gustaría decir, por lo tanto no lo
haré.
—Sabes que la compañía te pertenece. No tienes por qué trabajar con ella.
—Jared, en estos momentos soy una pasante. Y… —Suspiré de nuevo,
viendo cómo ella coqueteaba con el Director de Recursos Humanos—, no
me tientes.
—¿Crees que podrás escabullirte un poco antes? —preguntó Jared.
—Posiblemente. ¿Por qué?
—Mañana es tu primer día de vuelta a Brown. Pensé que podríamos tomar
las bicis e irnos al árbol de roble, tener un almuerzo…
—¿El árbol de roble…?
—Aquél al que te he querido llevar… a donde mi padre llevaba a mi madre.
20
Sonreí.
—Eso suena fantástico, pero primero tengo una reunión.
—Bien —dijo Jared, disimulando haberlo olvidado.
Enderecé la cinturilla de mi falda y después pulsé el botón al tercer piso.
Podría pasar mi último día de libertad entero con Jared, pero el Sr.
Patocka pidió a los pasantes acudir a una última reunión antes de
empezar la escuela. Algunos de ellos no volverían y él necesitaba
redistribuir responsabilidades. Llevaba toda la semana ansiosa a la espera
de esta reunión, sólo porque era el último día de Sasha. Era razón
suficiente para celebrarlo.
—Pasantes —empezó el Sr. Patocka, hojeando los papeles que sujetaba en
sus manos. Siempre pronunciaba “pasantes” como si le dejase un mal
sabor de boca.
—Anna, Brad y Evan nos dejarán, dejando a Shannon, John, Nina y Sasha
con nuevas responsabilidades. Me gustaría decir…
Cuando asimilé las palabras del Sr. Patocka, me di cuenta que puso a
Sasha en la categoría equivocada.
—¿Disculpe, Sr. Patocka?
—¿Sí, Señorita Grey? —dijo él, obviamente irritado. Estaba muy consciente
que si otro pasante lo hubiese interrumpido se le hubiese pedido
inmediatamente abandonar la reunión, pero todos sabían, incluso el Sr.
Patocka, que yo no era sólo una simple pasante.
—Creo que ha cometido un error. Sasha no se va a quedar —dije tan
profesionalmente como fui capaz.
—Sigues sin prestar atención a tus informes —dijo Sasha bruscamente—.
Me quedaré durante todo el año escolar.
—¿Qué? —dije, mi tono más disgustado de lo que pretendía. Miré al Sr.
Patocka, quien asintió mientras miraba increíblemente aburrido el giro que
tomaba la conversación.
—Yo… ella… —trastabillé sobre mis palabras, intentando pensar en
alguna forma de salvar mi dignidad después de dejar bien claro estar
conmocionada y consternada por la noticia.
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—Está bien, Nina. Vamos a seguir siendo compañeras —ronroneó Sasha.
Su sonrisa era la de un gato siendo amable con el pájaro justo antes de
comérselo.
—Continuando —prosiguió el Sr. Patocka—. Sasha, te harás cargo de las
funciones de Brad, Shannon tú te harás cargo de las funciones de Anna, y
John se hará cargo de las de Evan. Espero que los que se marchan dejen
instrucciones exactas a los que se quedan.
—¿Qué pasa con Nina? —dijo Sasha, mirándome fijamente por encima del
hombro.
El Sr. Patocka suspiró.
—Sasha, durante el año escolar, Nina se formará con Grant. Por favor, no
me hagas sentir como si estuviese haciendo de niñera más de lo debido.
—¿Con Grant? —se quejó Sasha.
Grant era el segundo al mando en Titan. Cuando murió Jack, él asumió
las responsabilidades de dirección hasta que yo estuviese preparada para
asumir el cargo. Trabajar con él no era algo que ansiara; pasé mis años de
adolescente viendo cómo Grant adulaba a mi padre sin cesar, y para
diversión de Jack, coquetear descaradamente conmigo.
Jack veía algo en Grant que yo no podía —o no quería— ver. No sólo le
concedió ascenso tras ascenso, sino que incansablemente intentaba
persuadirme en salir con su prometedor, e increíblemente inteligente,
empleado estrella.
Aún cuando estando a tres metros de Grant algunas veces me invadían
las náuseas, Sasha, desde el primer día estuvo intrigando para conseguir
ser su asistente. La decisión del Sr. Patocka en darme la misma posición
por la cual ella estuvo maquinando, sin duda, dispararía más aún su
irritación hacía mí.
Sonreí ante el pensamiento. Significaría una guerra abierta.
—¿Sasha, hay algún problema? —pregunté, intentando preservar un poco
de respeto de mis futuros empleados.
—¿Problema? Para nada —dijo Sasha, emitiendo esa nauseabunda risita,
con la cual, normalmente se libraba de situaciones incómodas creadas por
22
ella misma—. Lo siento, Nina. No me había dado cuenta que fueras tan
sensible. —Sonrió ella.
Miré al Sr. Patocka.
—¿Hemos terminado ya?
—He acabado con la reunión, pero Nina, necesito que me acompañes al
despacho de Grant. Él necesita darte algunas instrucciones antes de tu
comienzo la semana que viene.
Los demás pasantes huyeron de la sala, estrechando manos y
despidiéndose. Asentí a cada uno de ellos mientras se iban zumbando al
ascensor, pero no antes de devolver la barata sonrisilla de Sasha con una
de las mías.
El Sr. Patocka me acompañó por el pasillo y dentro del ascensor, pulsando
el botón cuatro, en donde aún se encontraba el despacho de mi padre. El
despacho de Grant se encontraba al otro lado del pasillo, paralelo al de
Jack. La mitad de sus paredes estaban cubiertas de diplomas y fotos de
caballos de polo y, la otra mitad ocupada por un gran ventanal, con vistas
al Fleet Rink y permitiendo entrar el sol.
El Sr. Patocka llamó a la puerta media abierta de Grant.
—Eh… ¿Sr. Bristol? Nina está aquí para verle.
—Hágala pasar.
Entré en su despacho, me senté en una acolchada silla verde, por una vez,
sintiéndome amigable. Grant estuvo trabajando para mi padre durante
diez años, y como en cada cliché de ascensos, Grant empezó en un bajo
puesto. La única cosa que haría que su historia fuese aún más aburrida,
era el haber empezado en las trincheras clasificando el correo. Teníamos
una oficina de clasificación de correspondencia. Pero Grant no empezó en
Titan como chico de correo.
Él empezó como pasante.
—Nina —me saludó Grant por encima de sus finas gafas cuadradas.
—Grant —reconocí con un asentimiento de cabeza.
Grant miró al Sr. Patocka y sonrió educadamente.
23
—Gracias, Eugene.
El Sr. Patocka se escabulló por la puerta y la cerró detrás de él. Aunque yo
veía a Grant como algún tipo de comadreja, el resto de los empleados le
consideraban como su salvador personal.
—¿Bien, Grant, de qué van toda estas formalidades? —dije, cruzando los
brazos.
—Dame un respiro, Cacahuate. —Sonrió él.
Se sentó en su silla, relajado, con los tobillos cruzados encima de la mesa.
Fruncí el ceño al ver sus ridículos calcetines de rombos. Ellos
representaban precisamente lo que odiaba de Grant Bristol. Era guapo de
una manera insoportable, exasperante. Su claro cabello castaño y su bien
afeitada cara de niño provocaban que la mayoría de las mujeres en
nuestra oficina se extasiaran.
Él vestía bien y era culto, y supongo que a veces incluso era gracioso. Todo
ello me provocaba querer estampar mi puño en su barbilla cuadrada. Me
recordaba a una simbólica estrella de telenovela. Sus palabras eran falsas,
su sonrisa era falsa, y su mera presencia me afectaba como uñas
arañando una pizarra.
—Ugh… sabes que odio cuando me llamas así —gemí—. Si vamos a
trabajar juntos deberás parar eso, Grant. Lo digo en serio.
—Lo que tú digas —sonrió con sus dientes demasiado rectos y blancos—.
Te quiero aquí cuando no estés en clase. Si yo lo pude hacer, tú también lo
puedes hacer. Sin excusas.
Intentando refrenar mi temperamento, me puse de pie y le ofrecí una leve
sonrisa.
—Te veo mañana.
—Una cosa más… —dijo Grant. Me di la vuelta y esperé—. Bonita falda,
Cacahuate.
Pisando fuerte, salí de la oficina de Grant, intentando no patear cualquier
cosa que encontrase a mi paso. Cuando salí por la puerta de entrada, vi el
Escalade de Jared, como siempre, estacionada en el bordillo al otro lado de
la calle, sólo que esta vez él se encontraba apoyado contra la puerta
24
extremadamente incómodo, mientras Sasha estaba apoyada con su
hombro contra su auto, a una distancia inferior a tres metros de él.
Pude ver cómo Jared intentaba ser educado mientras mantenía los brazos
cruzados, siendo cauto para no reaccionar a su coqueteo, pero mis ojos
prestaron atención a las risitas de Sasha y la forma de tocar su camisa,
pecho y brazos con cada dos palabras que pronunciaba.
—¡Nina! Hola, cariño —dijo Jared, mi interrupción un alivio. Me tomó entre
sus brazos e hizo toda una exhibición al plantarme un beso sobre los
labios.
—Hola, Nina —dijo Sasha efusivamente—. Le estaba comentando a Jared
que alguna vez deberíamos tener una cita doble.
—No —espeté, mi paciencia estaba más allá de mis límites. Jared me
acompañó a la puerta de pasajero y la abrió—. Puedo entrar en el auto por
mí misma —dije áspera.
—Nina… —Jared sonrió, divertido por mi malhumor.
—Nada de “Nina” —dije, mirando fijamente hacía adelante.
—Bien —gritó Sasha desde el otro lado del todoterreno, elevando las
cejas—. Supongo que te veré el lunes. Jared, ha sido agradable tener la
oportunidad de hablar.
Ignorando la última tentativa de Sasha por atraer su atención, Jared me
miró durante un momento, intentando descifrar mis emociones.
Finalmente, rodeó la camioneta para llegar a su lado y se deslizó en el
asiento a mi lado. Observó a Sasha cruzar la calle y después sacudió la
cabeza.
—No creerás de verdad que yo…
—No. No creo que estuvieses flirteando con ella —refunfuñé.
Jared se alejó del bordillo y asintió.
—Bien, porque es totalmente ridículo. No sólo estoy locamente enamorado
de ti… ella es… —Jared sacudió su cabeza, produciendo una serie de
caras hastiadas mientras intentaba pensar cómo describirla
correctamente—. Ella es otra cosa.
—Esa es una buena palabra para ello —dije yo, cruzando los brazos.
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—¿Cómo fue tu reunión? —preguntó.
—¿Me quieres decir que no lo sabes?
—Estaba atento, pero con Sasha a cinco centímetros de mi cara, fue difícil
captar los detalles. ¿Grant sigue siendo un imbécil?
—Sí —asentí.
—¿Pasa algo? —Jared se quedó callado por un momento y entonces sus
cejas se alzaron—. Oh.
—¿Qué se supone significa eso?
—Nada. No quería dar a entender nada —dijo Jared, intentando no
sonreír.
Sacudí la cabeza, observando a través de la ventana como pasaban los
árboles. Un día Eli nos comentó que cuando nos comprometíamos de una
manera física, los sentidos de Jared hacía mí se agudizarían. Todavía no
podía asegurar lo que eso implicaba. Jared nunca dio a entender que algo
hubiese cambiado, pero cuando su acuciante curiosidad de antaño, sobre
los motivos concernientes a mi humor o sentimientos desaparecieron, supe
que algo era distinto. Le arrinconé en más de una ocasión para que me
explicara su nueva empatía, pero siempre lograba escaquearse de la
conversación con eficiente e irresistible diversión.
—¿Sigue en pie nuestra cita para el almuerzo? —pregunté, mi atención
aún puesta en el paisaje en el exterior de la ventana.
—Por supuesto. Tengo una sorpresa para ti —dijo Jared, tomando mi
mano, llevándosela a su boca.
Mi humor cambió enseguida cuando la tibieza de sus labios se disparó por
mi brazo.
—Me gustan las sorpresas.
—Lo sé —dijo él contra mi piel.
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Capítulo 2
Ido
Traducido por Puchurin
Corregido por francatemartu
alló tu nombre? ¿En un árbol? ¡Eso es tan dulce!
—chilló Beth.
—Sí, en una agotadora forma de lo he-hecho-
miles-de-veces —dijo Kim monótonamente, sin
estar impresionada.
Ignorándola, sonreí hacia Beth.
—Él me llevó a un campo que tiene un solitario roble en el centro.
Extendimos una manta para picnic que habíamos traído. Fue perfecto.
—Eres la siguiente —dijo Kim dándome con el codo.
—Oh —dije mirando rápidamente el menú que colgaba del techo—. Café
grande. Negro. —La chica detrás del mostrador asintió, y presionó los
botones en la caja registradora, esperando por mi tarjeta de débito. Le di
un codazo a Beth—. ¿Quieres algo?
—No, hoy no.
Puse los ojos en blanco.
—Para ella, un Mochachino grande descremado, por favor.
—Dije que no quería nada —dijo Beth fingiendo molestia—. ¿Y desde
cuándo tomas café negro?
—No vamos a tener nuestra conversación mañanera en el primer día de
clases sin café —dije—. Sé que las cosas entre Chad y tu están un poco
tensas en este momento. Mudarse es costoso. No es un problema.
—No soy de arrimarse.
—¿T
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—Hospitalidad sureña. ¿No es así como la llamas? —le guiñé un ojo.
—Tú eres una Yankee —murmuró Beth.
La chica se volteó para preparar nuestras bebidas, y Beth se inclinó.
—Y el árbol…
Sonreí.
—El tallado era increíble. Brillantemente detallado. Nunca había visto algo
como eso. Él me llevó al otro lado, y las iniciales de sus padres también
estaban talladas allí, como desde… hace años.
—¡No puede ser! —gritó Beth. Ella miró alrededor, calmándose antes de su
próxima pregunta—. ¿Ya han establecido una fecha? ¿Para la boda?
Bajé la mirada.
—Eh… no. Pero fue un buen almuerzo.
—¿Un buen almuerzo? —preguntó Kim.
—Él no lo mencionó —les dije.
—Bueno, es la primera vez —bromeó Beth.
No era difícil adivinar por qué las preguntas de Jared sobre la fecha de la
boda habían disminuido: él estaba preocupado por las pesadillas, y no
quería que empeoraran. Sé que Jared quería fijar una fecha. A medida que
pasaban las semanas y yo seguía renuente a discutirlo, él comenzó a
ponerse ansioso. Una vez que comenzaron las noches sin dormir, la boda
pasó a ser el asunto más lejano en su mente.
Nos ubicamos en nuestro lugar al lado de la ventana, y nos pusimos al día
sobre el verano de cada una. Beth y Chad habían reducido las horas en su
trabajo por el semestre de otoño. El dinero era escaso pero ellos se habían
divertido jugando a la casita. Kim había viajado a ver a su familia, pero
regresó antes.
—Mi dormitorio me extrañaba —dijo ella sonriendo.
—¿Cómo conseguiste que te dejaran entrar? —preguntó Beth.
—Tengo el poder de persuasión —dijo Kim, frotándose sus dedos.
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—Así que viajaste casi todo el verano, no trabajaste, y ¿tienes dinero
suficiente para sobornar a los poderes para estar en la Universidad de
Brown? —pregunté—. Seguro.
Kim se encogió de hombros.
—Robé dos bancos y una licorería de camino a Chicago.
—Genial —dije, tomando otro sorbo de mi café.
—Así que, ¿Ryan está en el Ejercito? —preguntó Kim.
—Jesús, Kim —dijo Beth, sacudiendo su cabeza.
Asentí.
—Me escribió una carta, y la dejó en el correo de camino a la guerra. Como
si no fuera nada. Como si fuera una maldita tarjeta de cumpleaños.
—O una postal —añadió Kim.
—Con soldados en ella —dijo Beth. Ella bajó la vista, tratando de no reír.
—En trajes de camuflaje, y grandes armas —Kim sonrió.
Beth esperó un momento, y luego habló de nuevo.
—En traje de baños camuflados.
—Tendido en una hamaca en la playa, con «Saludos desde la Guerra» en
grandes letras amarillas y burbujeantes —fruncí el ceño.
Beth se rió antes de hacer un pobre intento de poner su cara seria.
—No es tu culpa.
—Es completamente mi culpa. Debí haberlo detenido.
La sonrisa de Beth desapareció. Ella me tocó mi brazo.
—Nigh, ni siquiera sabías como para detenerlo.
—No, estoy segura que no —dije en voz baja sabiendo que Jared podía
oírlo.
Arrojamos nuestros vasos vacíos a la basura antes de ir al campus. El
paseo pareció más largo que en años anteriores. Recordé caminando el
29
mismo sendero, preguntándome si podría encontrar a Jared, con la
esperanza de poder robar otro momento con él. Una sonrisa tocó mi cara
cuando miré detrás de nosotras. El Escalade estaba estacionado al otro
lado de la calle, a media manzana de distancia.
Muchas cosas habían cambiado desde que me había sentado en el banco
de parque. La vida había ido de mal a peor, de maravillosa a increíble, y
ahora mis días eran tan mundanos como cualquier otro estudiante de
segundo año. Si tan sólo pudiera cerrar mis ojos sin ver a mi padre, pero
eso era pedir demasiado.
Beth me echó un vistazo de vez en cuando. Finalmente mi curiosidad
superó mi aversión a sus largas explicaciones.
—Está bien, Beth. ¿Tengo algo en mi cara? —pregunté.
—Un moco —dijo Kim sin expresión señalando hacia mi nariz.
—¿Tengo un moco en mi nariz? —Di un grito ahogado, mi mano voló a
cubrirla.
—No —dijo Kim.
Beth sonrió.
—Se ve que no has podido dormir lo suficiente, es todo.
Mi mano no dejó mi rostro sin limpiarme la nariz varias veces, y entonces
le hice una mueca a Kim.
—No he podido, supongo.
—¿Supones? —insistió Beth.
—Pesadillas —dijo Kim.
—¿Cómo lo sabes? —pregunté.
Kim se encogió de hombros.
—Sólo una suposición. ¿De qué se tratan?
—Mayormente de Jack.
La boca de Beth se deslizó a un lado, y entonces frunció el ceño a Kim con
desaprobación. Kim ni se inmutó.
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—¿Qué pasa con tu padre? —dijo Kim.
Me rasqué la cabeza y miré al tráfico… estancada, por supuesto, incómoda
por la dirección que había tomado la conversación.
—Sólo la manera en que murió. Pero es diferente.
—¿Cómo diferente? —presionó Kim.
Beth se detuvo a medio paso.
—¡Por Dios, Kim, déjalo ya!
—Nina, algunas veces hablar de ello te puede ayudar —dijo Kim ignorando
a Beth.
—Hoy no —dije, mirando hacia arriba al ladrillo envejecido del edificio de
Comercio—. Chicas, las veré en el almuerzo.
La clase fue interminable. Mi mente estaba llena con los pensamientos de
Sasha, Jared y Claire esperando bajo el inconcebible sol del desierto para
salvar a Ryan de sí mismo. Mientras el tiempo pasaba, me sentí más y más
enojada. La culpa me siguió por donde quiera que fuera, y la falta de
sueño me dejaba irritable. Cuando la clase finalizó, salí por la puerta, sin
hacerle caso a las miradas atónitas de los estudiantes mientras caminaba.
Kim me detuvo en seco.
—¡Oye!
Tomé unas pocas respiraciones necesarias antes de poder hablar.
—Disculpa… estaba… no lo sé.
—¿La clase fue tan mala, eh?
—No lo recuerdo —dije, frotándome la sien donde había chocado con el
huesudo hombro de Kim.
Kim miró hacia el corredor, y luego a mí.
—Está bien. ¿Qué está pasando contigo? No eres tú.
—Sólo estoy cansada —dije, deslizándome más allá de ella para escapar
por las escaleras.
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En el parque, el banco más cercano llevó la peor parte de mi ira cuando
tiré mi mochila contra él, antes de desplomarme allí. Mi próxima clase era
en diez minutos, y no tenía ninguna motivación para escuchar reglas y
monótonos itinerarios.
Los estudiantes pasaban riendo y hablando con la esperada energía del
primer día de escuela. El sol del verano estaba ya muy cálido para esta
hora temprana, y sin brisa, podía sentir las gotas de sudor formarse entre
mi ropa y la madera. El campus ya no se sentía como mi hogar, nunca
más. Sentí como si hubieran pasado muchos años de las risas que
compartí con mis amigas, sentadas en el almuerzo, en las cafeterías, y en
el pub. Mi estado de ánimo empeoró, y me negué a moverme de mi banco.
Y entonces él se sentó a mi lado.
—Un día cálido, ¿eh? —me preguntó sin mirar hacia mí.
—Supongo.
—¿Perdiste el autobús? —me preguntó, mirándome por el rabillo del ojo.
Suspiré.
—Lo dejé pasar para que el amor de mi vida pudiera salvarme tomando un
taxi.
Él sonrió.
—Voy hacer que esto mejore, cariño. Ryan… los sueños… vamos a salir de
esto. —Él me tomó bajo su brazo, y entonces presionó sus labios en mi
frente. Me dejé derretir contra su cuerpo, y gradualmente el enojo se fue.
Con mochila en mano, suavemente tiró de mis dedos—. ¿Puedo
acompañarte a clase?
Con una pequeña aceptación, me motivó a moverme a paso lento a través
del campus. Caminamos en silencio, pero él apretó mi mano
intermitentemente para darme valor. No se sentía bien estar aquí sin el
rostro sonriente de Ryan. Los pensamientos de las noches en el pub o el
grupo de estudio sólo eran un recordatorio de su ausencia para todos —y
el por qué se fue— era incómodo por decir lo menos.
El día fue largo, pero estuve desconectada de él. Jared me llevó a la oficina
después de clases, y tratar con Grant, montañas de papeleo, y las
prácticas apartó de mi mente los pensamientos oscuros.
32
—Te vamos a mudar hoy —dijo Grant con su amplia sonrisa y profundos
hoyuelos.
—¿Mudarme a dónde? —dije, preguntándome para qué otra cosa me tenía
que preparar. He estado en cada departamento de la compañía, y había
comenzado el adiestramiento gerencial. A decir verdad, había dominado
todo lo que Grant podía hacer mucho antes de mi internado, y podía
hacerlo mejor. Tenía una excelente relación con los clientes, y por mi duro
trabajo en el verano, los empleados me habían aceptado. A excepción de
enviarme al extranjero, no había nada que no hubiera visto.
—Por allá —señaló Grant.
No me volteé. Sabía a dónde estaba señalando. Me estaban mudando a la
oficina de mi padre, el único espacio en el edificio entero al que le estaba
huyendo.
—Todavía no necesito eso —dije, tratando de ocultar mi malestar.
—Nina, tu eres la Directora Ejecutiva de esta compañía. Es tiempo de que
ocupes la oficina.
—¿Por qué la prisa Grant? ¿Quieres retirarte? —pregunté, arreglándome la
blusa.
—No te estoy pidiendo que manejes la compañía, pero no puedes ganarte
el respeto del personal estando con los pasantes. Solidifica tu posición con
los empleados antes de graduarte y toma el control.
El ascensor se abrió y apareció Sasha, deslizando un tubo de brillo labial
sobre su muy brillante lápiz labial.
—Grant, enviaron por error un paquete para ti a nuestra oficina —dijo
entregándole el gran sobre de papel—. Esta mañana vi a una vagabunda
con una camisa igual a esa —dijo señalándome con repugnancia—. Nina,
en realidad, hay mejores lugares para comprar que las tiendas de segunda
mano…
Miré hacia abajo y luego hacia ella de nuevo, de repente abierta a la idea
de cambiar de oficinas.
—Sasha, me alegra que estés aquí. Grant quiere que tome la oficina de mi
padre. Te dejaré a cargo de mudar mis cosas.
33
—¿Vas a…? —Sasha miró a Grant en búsqueda de apoyo, pero él levantó
sus cejas expectante. Su expresión pasó por varias emociones desde
conmoción, coraje, a derrota, y entonces finalmente se volvió sobre sus
talones—. Me haré cargo de inmediato —dijo entre dientes.
Había dormido la noche anterior, mi ánimo había subido como la espuma,
pero simplemente miré la puerta de la oficina de mi padre y suspiré.
Grant me dio una palmada en mi hombro.
—Te lo has ganado, Cacahuate. Y si te hace sentir mejor… me gusta tu
camisa.
—Gracias —dije liberándome de su tacto.
Carl, de mantenimiento, salió del ascensor y pasó frente a nosotros con
una bolsa de herramientas, un cubo, y una escobilla de goma. Se detuvo
en la puerta de la oficina de mi padre y miró las letras negras en el cristal:
Jack Grey
Director Ejecutivo
Él sacó una navaja de su bolsillo, y comenzó a raspar las letras.
—¡No! —grité. Carl se congeló, y corrí hacia la puerta, suavizando la Y del
nombre de mi padre—. Déjalo —dije suavemente.
—Sí, señora —dijo Carl claramente preocupado. Él miró a Grant, y luego
se fue por donde vino.
—Lo siento. Asumí que querrías tu nombre en tu puerta. Pensé que te
gustaría —dijo Grant.
—Los dos pueden acomodarse —dije—. Sólo pon mi nombre debajo del de
él.
—Tú eres el jefe —dijo Grant, su expresión igualando su tono de voz.
Presioné el botón para el primer piso, y luego me incliné contra la pared
posterior del ascensor.
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—Demasiado para un día —murmuré.
Por encima de la puerta, el número uno brilló con un suave resplandor,
acompañado por un sonido relajante. La doble puerta se abrió y entrecerré
mis ojos por la luz solar que penetraba por las paredes del cristal del
vestíbulo. Para mi sorpresa, Jared estaba de pie en las puertas giratorias.
—Ha sido mucho para ti hoy. Vamos a casa.
Sonreí, recordando lo dicho en el ascensor.
Dejó que me inclinara contra él mientras caminábamos hacia el Escalade
tomados de la mano. Las gaviotas parecían particularmente ruidosas,
llamándose unas a otras en el muelle. La brisa trajo el dulce acre olor del
pescado y aceite de motor. Los sonidos y olores que rodeaban a Titan
siempre me recordaban a mi padre.
—No es de extrañar que esté teniendo los sueños —dije.
—¿Qué sueños? —bromeó Jared.
Sonreí.
—Viniendo aquí todos los días, estando cerca de todo lo que representa, lo
que recuerdo de Jack. No es ningún misterio sobrenatural. Simplemente
estoy rodeada por él.
Jared sólo respondió asintiendo. Él fue cuidadoso en evitar el tema
durante el viaje a casa, aferrándose al tiempo y los acontecimientos en
Brown. Cuando llegamos al apartamento, estaba ansioso por comenzar a
preparar la cena, por lo que lo dejé con sus pensamientos y corrí a
preparar la bañera.
Después de estar bajo el agua fría por mucho tiempo, me envolví en una
toalla y abrí la puerta, notando un solo plato de comida. Jared estaba en la
esquina, bañado en sudor.
—¿Comiste sin mí? —pregunté, sentándome en la mesa.
—No quería molestarte —dijo Jared gruñendo por la masiva cantidad de
peso sobre él.
Jared estaba escondiendo algo, y su conducta me decía que era algo que
probablemente yo no quería saber.
35
Terminé mi cena y encendí el lavavajillas, luego subí las escaleras. Me
puse mi bata de noche y me metí en la cama junto a Jared. Él estaba
leyendo, y bajó su libro lo suficiente para darme un beso en mi frente. Me
relajé, tratando de pensar en cosas pacíficas. Me pregunté si levantarme
gritando no ayudaría a mantener a distancia los sueños, por lo que forcé
mi mente en el recuerdo de Jared y nuestro árbol de roble.
—¿No estudias hoy? —dijo Jared.
—El examen es el lunes. Esta noche estoy muy cansada.
Jared asintió.
—Mi madre llamó hoy. Bex regresa a casa mañana.
Un bostezo interrumpió mi respuesta, pero hablé a pesar de ello.
—¿Ah, sí?
—Lo invité a cenar. Pensé que podía hacer un asado de cerdo.
Sonreí, a la deriva.
—Suena bien.
Cuando Jared me dio un beso de buenas noches, caí varios miles de pies a
un piso polvoriento de madera. Aterricé boca abajo, con las palmas de mis
manos pegadas en el piso. Dudé en moverme hasta estar segura de los
alrededores. Estaba oscuro y calmado, excepto por la sutil interrupción del
crujido de papeles. Volteé mi cabeza, luchando para enfocar dos sombras
en el piso; dos figuras inclinadas buscando desesperadamente.
Cerré mis ojos.
—No me voy a mover —dije cerrando mis manos en puños—. No voy a ver.
Se detuvo el crujido de papeles, y Gabe susurró la advertencia a mi padre.
—Ya están aquí.
—No voy a verte morir esta noche —dije apretando mis dientes.
Jack y Gabe escaparon con su libro, y me senté sobre mis rodillas. El
chillido resonó en los pasillos, y mi corazón latió rápido. Me levanté,
determinada a permanecer de pie, enfocándome en el cuarto donde estaba,
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tratando de ignorar los ruidos infernales y aterradores que aumentaban
mientras se acercaban. Era mi sueño. Me quedaría donde estaba.
La habitación se tornó borrosa, y el tiempo me apartó. Mi estómago tiró, y
luego me había ido, empujada violentamente hacia el techo. Gabe tomó a
mi padre en sus brazos, y saltó con todas sus fuerzas al lugar del brutal
final de mi padre. Una vez más me negué a moverme, bloqueando mis
rodillas en el lugar. El tirón comenzó, pero mis pies se mantuvieron en su
lugar.
Justo entonces, un sinnúmero de sombras pasaron de largo, viajando con
tal impulso que mi cabello voló hacia delante, como si dos trenes pasaran
a velocidad máxima a cada lado. Los sonidos que venían de las sombras
eran indescriptibles, tan altos que automáticamente mis manos cubrieron
mis oídos. Grité alto tratando de ahogar el mal que me rodeaba. Luego
todo desapareció.
Esperé. Sonidos provenientes de la calle sustituyeron el ensordecedor
rugido de Shax y sus esbirros, y mis rodillas cedieron, dejándome caer al
suelo.
—Detente, por favor —murmuré, sabiendo que nadie me podría oír.
Mi respiración se aceleró. El aire pareció muy cargado, y el tirón comenzó
de nuevo.
—No —supliqué, justo cuando un agujero se abrió debajo de mí. Caí,
aterrizando en el cemento fresco del callejón.
Un familiar par de zapatos se detuvo frente a mí, y seguí con mis ojos el
traje de sastre para encontrar a mi asustado padre. Sus manos estaban
envolviendo el libro, sus nudillos estaban blancos. Cerré mis ojos,
esperando por lo que sucedería a continuación. El sonido de manos
explotando a través de la puerta, y el ruidoso sonido del destrozo de la
ropa y piel de Jack fueron más reales cuando me negué a ver. Los huesos
de su columna vertebral se quebraron mientras los demonios tiraban de él
a través del agujero en la puerta y hacia el edificio para una muerte brutal.
Grité. No como un grito, sino como un gemido bajo, llorando por mi padre.
El callejón tembló, como si la tierra por debajo temblara por la presencia
de tal maldad. La oscuridad se volvió una luz tenue, y me enfoqué
mientras las cálidas manos de Jared me sacudían para despertarme.
37
—¿Nina? —dijo, sujetando mis mejillas en sus manos, esperando a que lo
mirara a los ojos.
Una vez más, empapada en mi propio sudor, me arranqué las uñas de las
palmas de mis manos, todavía apretadas tratando de permanecer en un
solo lugar. Jared miró hacia abajo, luego se fue por un momento, trayendo
dos trapos.
—Jesús, Nina —se ahogó al decir.
Las toallas blancas taparon cuatro pequeñas medias lunas en cada mano,
pero rápidamente revelaron el daño mientras se volvían rojas.
Jared colocó otro trapo, este frío y húmedo, en mi frente, limpiando el
sudor y las lágrimas. Mis ojos se sentían hinchados y tirantes. Aunque el
sueño había terminado, no podía parar de llorar. La expresión de Jared era
devastadora. Era la misma expresión que tenía cuando él soltó mi mano en
la sala de emergencias, como si yo estuviese muriendo frente a sus ojos.
—No puedo arreglar esto —dijo con voz entrecortada—. No sé qué hacer
para ayudarte.
—Me estás ayudando —dije, mi voz era ronca y débil. Dejé mi trapo con
sangre en la manta, y toqué su rostro con mi mano. Demasiado cansada
para sostener mí propio brazo, este cayó en el colchón. Vetas de sangre
mancharon las mejillas de Jared, provocando que volteara mis manos
hacia arriba para ver mi piel.
—Me encargaré de eso —dijo Jared, buscando bajo la cama el botiquín de
primeros auxilios.
Mi cabeza descansó contra la cabecera mientras él atendía mis heridas,
besando mis dedos cuando terminaba con cada mano.
—¿Jared?
—¿Sí, cariño? —dijo, con un rastro de agonía.
—¿Me harías un poco de café?
—Sí —dijo sencillamente.
Me dejó sola, bajando las escaleras rápidamente. Miré a mis manos
manchadas de rojo, y luego al reloj. Leía las 3:30 am. Frotándome los ojos,
me forcé en bloquear los gritos que aún resonaban en mis oídos.
38
Jared regresó con una humeante taza de café amargo y oscuro. Él se sentó
en la cama junto a mí con una esperanza renovada.
—Está bien —dijo, pasándome la taza con cuidado—. Vamos hablar de
esto.
—No.
—¿No? —Mi respuesta lo tomó con la guardia baja. Le llevó un momento
recuperarse—. Nina, tiene que haber una razón para esto.
Tomé un trago y suspiré.
—Ya te lo dije. Estoy en Titan todos los días. Estoy rodeada por Jack y sus
recuerdos durante horas. Piensa en ello. Los sueños no comenzaron hasta
que comencé mi pasantía.
—Eso no cuadra, Nina. Deberías estar a gusto allí a estas alturas. Los
sueños deberían haber cesado, no empeorado.
Fue inútil el intentar pensar racionalmente. Mi mente estaba nublada por
la fatiga, y no pasó mucho tiempo en frustrarme y rendirme.
—No quiero pensar en eso, Jared.
—Debes estar exhausta. Pero, déjame intentarlo. Cuéntame sobre el
sueño. —Jared sonrió cuando cedí con un suspiro—. ¿Por favor?
—Fue diferente esta vez. Traté de controlarlo y dejar que ocurriera sin
estar allí para verlo, pero tiraba de mí.
—¿Qué tiraba de ti?
Me encogí de hombros.
—No sé. ¿El sueño? Me paré y me concentré en estar allí en un solo lugar,
y entonces fui empujada a otra escena. Pero una vez… me mantuve por un
rato. Vi algo que no había visto antes.
—¿Sí? —preguntó, ansioso por encontrar respuestas.
—El…
—Nina —dijo Jared, interrumpiéndome firmemente.
Asentí con entendimiento, y continué:
39
—Me quedé atrás. Gabe y Jack saltaron al siguiente edificio como siempre
hacen, pero esta vez permanecí de pie en el techo, y los «Otros», me
rodearon. Docenas de ellos, cientos de ellos, no sé, ellos pasaron a través
de mí.
Jared asintió, esperando todavía por una epifanía.
—… y luego caí por un agujero, aterrizando en el callejón. No miré esta
vez. Mantuve mis ojos cerrados.
—¿Eso te ayudó?
—Los ruidos fueron igual de malos.
Él esperó a que algo llegara a él. Claramente los pensamientos corrían a
través de su mente como si verificara metódicamente cada escenario, cada
explicación posible, y luego seguía al próximo. La frustración se desplazó
por su rostro y se levantó, caminando hacia la barandilla que corría a lo
largo del borde de nuestro dormitorio. Miró hacia el piso inferior,
apretando el metal tan fuerte que resonó mientras él retorcía sus manos
adelante y atrás.
El café finalmente se abrió paso a través de mi cuerpo, corriendo por mis
venas. Pateé las sábanas a un lado y planté mis pies descalzos en el piso.
—¿Una película? —pregunté, pero él estaba perdido en sus pensamientos.
Bajo la tenue luz, pude ver su boca moviéndose, pero no hacía ningún
sonido—. ¿Jared?
Sus labios continuaron moviéndose, y el metal siguió quejándose bajo su
agarre.
—Vas a romper la barandilla —dije, caminando los pocos pasos hasta
alcanzarlo.
Se puso rígido bajo mi toque.
—Ellos no contestan.
—¿Quiénes?
—Eli. Samuel. Cualquiera.
—Quizás estén ocupados.
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—Exactamente —dijo él, sus hombros cayendo—. Nina, puedo sentir lo
exhausta que estás. No sé cómo puedes seguir funcionando. Puedo sentir
cómo tu cuerpo se tensa y entra en pánico cuando tienes estos sueños. No
quiero asustarte, pero esto es… si tú quieres creer que es Titan, está bien.
Pero necesito resolver esto.
—¿Qué quieres decir?
—Voy a llamar a Bex. Voy a pedirle que venga por unos días mientras trato
de encontrar algunas respuestas.
—¿Te vas?
—Sólo por unos días, cariño.
Agarré su camisa, el pánico apretando mi garganta. No nos habíamos
separado por mucho tiempo, el simple pensamiento de estar pocos días sin
él me aterraba. Me sentiría desnuda… vulnerable.
—Pero lo prometiste. Prometiste que nunca tendrías que irte.
—Lo hice. No me voy a ir —dijo, tocando mi mejilla—. Estaré a una
llamada de distancia.
—No. No… envía a Bex.
—Bex no tiene mis conexiones, Nina. Todavía no. Él no sabe dónde tiene
que buscar, él no sabe las preguntas que debe hacer. Tengo que hacerlo.
Cambié mi peso de una pierna a otra, tratando de relajarme y apagar mis
miedos.
—No puedes ir… no puedes.
Jared tocó con sus pulgares la delicada piel debajo de mis ojos, señalando
silenciosamente mis círculos oscuros. Sin más palabras, Jared sacó su
teléfono de su bolsillo trasero y marcó.
—Bex. Necesito que te quedes con Nina por un tiempo. —Cerró su teléfono,
con los ojos fijos en mí.
—No hagas esto.
Jared metió mi cabello detrás de mis orejas.
—Estás exagerando.
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—¿Por favor?
—Es sólo por unos pocos días.
Fruncí el ceño.
—No lo sabes.
—Si no encuentro nada, simplemente regresaré. Cuarenta y ocho horas, y
estaré de vuelta aquí. Lo prometo.
—Prometiste que nunca me dejarías.
Él se rió de mi terquedad.
—No te estoy dejando. Voy a trabajar.
Levanté un lado de mi boca y suspiré. Jared se inclinó, besando mi frente
con sus suaves y cálidos labios.
El motor de una motocicleta se elevó más cerca del apartamento,
deteniéndose justo afuera. En cuestión de segundos después del silencio,
un tranquilo golpe vino de la puerta. Mi sonrisa se desvaneció, y Jared
arrojó unas cuantas cosas en su bolsa de lona mientras Bex se estiraba en
el sofá de la planta baja.
—Mamá quiere que la llames —dijo Bex, sujetando el control remoto
delante de él mientras cambiaba canales en la televisión.
—Bájale el volumen, Bex. Nina está tratando de dormir.
Crucé mis brazos, molesta porque se negó a comprometerse.
—No puedo dormir sin ti. Si piensas que estoy exhausta ahora, en
cuarenta y ocho horas entraré en coma.
Sus brazos me rodearon, besándome una vez más.
—Por lo menos conseguirás dormir un poco.
Él estaba tratando de mantener el ánimo ligero con su partida. Jared no
disfrutaba dejarme más que yo, pero él sentía más que seguro de que era
necesario romper la promesa por mis recurrentes pesadillas. Esa realidad
simplemente me dejó más confundida.
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Suavemente, Jared sacó mis dedos de su camisa. Las impresiones de mis
dedos permanecieron en su camisa, por lo que me apresuré a alisarla con
la palma de mis manos.
—Regresa pronto a casa —susurré, tratando de evitar llorar.
Jared tocó mis labios con los suyos, y entonces miró a su hermano.
—¿Bex?
—Lo tengo —dijo levantando sus pulgares en el aire.
Antes de que mis ojos terminaran de parpadear, él había bajado las
escaleras y salía por la puerta.
No sentí nada por unos momentos, pero al segundo que el aire llenó mis
pulmones, una abrumadora sensación de tristeza cayó sobre mí. Jared no
había estado a más de una manzana de distancia de mí cuando recuperé
mis sentidos y le rogué que regresara el pasado mayo.
La cama parecía estar a kilómetros de distancia, pero lentamente caminé
hacia ella. En el momento que mi espalda tocó el colchón, oí un fuerte
pisoteo subiendo las escaleras. Bex corrió a toda prisa hacia mí, saltando y
tomando vuelo, aterrizando precisamente a unos centímetros de distancia.
No me estremecí.
—Oye —dijo Bex, dándome un codazo—. Están dando Death Jungle. Ven a
verla conmigo.
—¿A dónde fue Jared?
—No lo sé… ven —dijo él.
Su voz era más profunda, y era más alto que yo desde hacía varios meses.
Si no supiera que todavía él era un niño, habría pensado que era un colega
universitario. Pero todavía no se había desarrollado completamente… la
única cosa que lo delataba.
Tiró de mí para que lo siguiera abajo, y acepté de mala gana, descansando
mi cabeza en el brazo del sofá.
Una variedad de ridículas mutilaciones y caos llenó la pantalla. Bex la
miraba con un enfoque inquebrantable, pero mis ojos batallaban por
permanecer abiertos. Moviéndome para encontrar una posición más
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cómoda, me ubiqué y dejé que mi mente fuera a la deriva. En la oscuridad,
con los gritos de los vagabundos moribundos de la selva al fondo,
permanecí lejos de alguna manera del oscuro edificio y de mi padre.
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Capítulo 3
Más de un Metro
Traducido por erikayure
Corregido por Juli_Arg
or favor? —preguntó Bex, manteniendo abierta la
puerta del pasajero.
Puse mis ojos en blanco.
—Bien, no le digas a tu mamá.
—¡No lo haré! —dijo. Agarró mi mochila y la aventó en la parte de atrás
mientras yo me acomodaba en el asiento. En cuestión de segundos él
estaba a mi lado, encendiendo el motor.
—Eres tan genial —dijo, con una amplia sonrisa.
—La única razón por la que te estoy dejando manejar es porque
completaste tu curso de manejo en Cleet. Si pudiste evadir los policías,
asumo que no arruinaras la única cosa que me queda de Jack.
Bex frunció el ceño.
—Aguafiestas.
Él se apartó del departamento, usando la direccional y obedeciendo todas
las leyes de tránsito durante el camino. Miré pasar los árboles, los rojos y
naranjas señalando la llegada del otoño. El paradero de Jared se mantuvo
al frente en mi mente, pero la pared que había aprendido a formar
alrededor de mis sentimientos había sido por mucho tiempo una rutina.
No quería que Jared cometiera un error, o saliera lastimado porque
sintiera mi ansiedad.
—Cafetería, a las siete en punto —comentó Bex, estacionando detrás del
deteriorado Sentra de Kim.
Le di una mirada de incredulidad.
—¿P
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—¿En serio?
—Jared dijo que te ibas a reunir con tus amigas Kim y Beth aquí, ser
puntual, y vigilar una manzana al norte, con la puerta frontal a la vista.
—Soy yo, Bex. No actúes como un robot militar. Me saca de quicio.
Bex sonrió.
—Sólo quiero hacer esto bien.
Le devolví la sonrisa y le di un abrazo.
—Lo estás haciendo muy bien —le dije antes de salir a la acera.
Metiendo mis manos en los bolsillos para guardarlas del aire frío de la
mañana, caminé hacia la puerta frontal de nuestra cafetería favorita. La
puerta verde se abrió y cerró con clientes que entraban y salían varias
veces antes de que yo alcanzara la manija. Apenas entré, alguien corrió
hacia mí desde atrás, casi mandándome al suelo.
Una risita familiar provino detrás de mí.
—¡Cielos, lo siento! —dijo Beth, sin duda utilizando hasta el último
pedacito de su encanto sureño—. Estaba tratando de alcanzarte —respiró.
Mis cejas se alzaron.
—Está bien… ¿por qué?
Ella me pasó una hoja de cuaderno.
—Esto. Joshua recibió esto con el correo ayer, y se lo dio a Chad. Es de
Ryan.
Lo arranqué de su mano y le eché un vistazo. Todo parecía estar bien. Él
había completado el campo de entrenamiento, y ahora estaba en un
entrenamiento especializado; algo sobre explosivos y ser un experto en
armas.
—Grandioso —dije.
—¡Pero lo está haciendo bien! Parece estar bien, ¿cierto?
—Sí —le dije, regresándole el papel.
Kim me empujó por detrás.
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—¡Oye!
—¿Qué pasa con ustedes dos hoy? —dije.
—Vi a Beth hacerlo. Parecía divertido. ¿Te puedo patear más tarde? —dijo
Kim, con una expresión carente de humor.
—No, sin duda no puedes. —Me di la vuelta para ordenar, estirando mi
cuello una vez más hacia Kim para probarle que no estaba de humor para
sus travesuras.
Nos sentamos en nuestra mesa de siempre, quejándonos de los próximos
exámenes y trabajos. Beth compartió la carta de Ryan con Kim, y se quejó
del recorte de horas en el trabajo, dejando sus alacenas más desnudas que
lo usual. Mientras Kim y Beth discutían el mal humor de Chad debido a la
sensación de que su condición del hombre de la casa estaba en riesgo,
tuve una epifanía.
—¿Qué te están pagando ahora? —pregunté.
—Frijoles —dijo Beth.
—Bueno… soy la Directora Ejecutiva de Titan Mercantile. Necesito un
asistente.
Beth inmediatamente se animó.
—¿Cuántas horas? Mis clases tienen tiempo inestable, ya sabes.
—Lo sé. —Asentí—. Si puedes pasar al menos una hora al día, cada vez
que puedas ir, te igualaré el pago que estabas recibiendo este verano.
Tendrías tiempo para respirar un poco entonces, ¿cierto?
—¡Eso es un robo! —chilló Beth.
—Oh, cállate —replicó Kim—. Nina tiene dinero para quemar. A ella ni
siquiera le pagan por trabajar ahí.
—Aún —intercedí.
Kim continuó:
—Ella es tu amiga rica, Oklahoma, toma ventaja.
—Tienes pasantes para esas cosas… —dijo Beth, moviendo la cabeza con
desdén.
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—Ellos están ocupados.
Después de un breve momento de reflexión, la boca de Beth se extendió en
una amplia sonrisa.
—¿En serio?
—En serio.
Se arrojó sobre la mesa, envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello.
—¡No puedo esperar para contarle a Chad! Lo siento… ¡Tengo que irme! —
Recogió sus cosas, dio unos cuantos pasos, girando sobre sus talones—.
¿Cuándo empiezo?
Sonreí pacientemente.
—¿Cuándo puedes empezar?
—¿La próxima semana?
—Te veo el lunes.
La ya amplia sonrisa de Beth se extendió a su límite. Ella abrió la puerta,
caminando con renovada energía en su paso.
—Las demostraciones públicas de generosidad me marean un poquito —
dijo Kim sin expresión.
—¿Por qué crees que lo hice? —pregunté.
—Estás enferma —dijo, guiñando un ojo—. Así que, ¿qué piensas acerca
de la carta de Ryan?
—Él le escribió a Josh y no a mí, eso es lo que pienso —resoplé.
—Nigh…
—Ya sé —dije, mirando por la ventana.
—No lo sabes. Tú pensaste que él se quedaría alrededor, suspirando por ti
por años hasta que finalmente se fuera a las montañas, prometiendo ser
un ermitaño hasta morir de un corazón roto. Él estaba enamorado de ti;
hizo algo drástico. Déjalo ir.
—No quiero que él suspire por mí. ¡Tampoco quiero que muera porque lo
lastimé!
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Kim me miró por un momento, sin afectarse por mi enfado.
—No te ves tan cansada hoy. ¿Los sueños se fueron?
—No —espeté.
—¿Pero dormiste anoche?
—Sí. Jared se fue de la ciudad, y es como si hubiera caído en un coma o
algo.
—Interesante —dijo Kim. Me di la vuelta para mirarla, pero ella estaba
viendo fuera de la ventana como si estuviera buscando algo.
—¿Qué es? —le pregunté.
—Nada —dijo, girando la cara hacia mí.
—Estás actuando rara.
—¿Y? —dijo Kim sin arrepentimiento.
—Tienes razón, no es diferente de cualquier otro día.
Reunimos nuestras cosas, y después Kim se ofreció a llevarme al campus.
Asentí en dirección a Bex tan sutilmente como pude, y entonces tiré de la
puerta del pasajero del Sentra. Se abrió sólo un poco, y luego se quedó
atorada.
—¿En serio? —me quejé.
Kim pacientemente caminó alrededor de la parte delantera del auto,
apartándome del camino. Con un ligero tirón, abrió la puerta sin esfuerzo,
y luego regresó a su lugar. Ambas nos sentamos en nuestros asientos, y
esperé a que Kim fuera a través de su rutina de una falsa oración católica
antes de encender el motor.
—La manera en que sigue funcionando este auto me supera. ¿Cómo es que
sobrevivió al viaje de verano?
Kim se encogió de hombros.
—Lo dejé. Renté un auto.
—¿Ah, sí? ¿Tan lejos? Bastante caro. ¿Cómo lo costeaste? —pregunté.
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Kim redujo la velocidad ante un semáforo en rojo, y esperó antes de
contestar.
—Te lo dije, robé unas cuantas licorerías por el camino.
—La verdad esta vez.
—Te lo acabo de decir —dijo Kim, estoica.
—Robaste una licorería. Con un arma de fuego —dije dudosa.
—Y pantimedias.
La luz cambió a verde, y seguimos en silencio hasta que llegamos al
campus. Kim me ayudó con la puerta, y luego caminamos juntas, nuestra
primera clase era en el mismo edificio. Mientras caminábamos, sentí
burbujear dentro de mí una pregunta candente. La respuesta era
potencialmente algo que me lamentaría saber. A pesar de todo, tenía que
saber.
—No robaste una licorería realmente, ¿verdad, Kim? —dije, sintiéndome
ridícula por preguntar.
—No —dijo, volviéndose en dirección a su clase.
Esperé en el pasillo, mirándola alejarse. Había estado tan preocupada con
mis sueños, que no me di cuenta que las historias de Kim no habían
coincidido, y no entendí que ella estaba usando su sarcasmo para
esconder algo. ¿Pero esconder qué? Eso es todo lo que necesitaba: algo
nuevo con lo que obsesionarme.
Bex me esperaba cuando salí al estacionamiento, en el mismo lugar en que
usualmente estaba el Escalade. Yo aún estaba como a seis metros de
distancia cuando Bex me ayudó con mi mochila, y me acompañó el resto
del camino hacia el BMW. Me miró por un momento, con sus grandes ojos
azules.
—Sí —dije, abriendo la puerta del pasajero.
Una gran sonrisa infantil irradió de su boca de extremo a extremo, y
entusiasmadamente se apoderó del asiento del conductor una vez más.
—Jared llamó, pero tú estabas en clase.
—Conveniente.
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—Él quería que estuvieras actualizada en el momento en que terminaras.
No ha tenido mucha suerte. Unas cuantas pistas, las estará investigando
hoy mismo, y estará en casa mañana por la noche como prometió.
—¿Por qué no me llamó él mismo? —pregunté, incapaz de borrar el veneno
de mi voz. El enojo surgió del dolor de extrañarlo. Irónicamente, dejar que
un emoción se deslicé de vez en cuando la hace más fácil de controlar.
Bex suspiró.
—Él te extraña. Tenía miedo de que escuchar tu voz lo hiciera peor. No
quería que le convencieras de regresar a casa.
Una de las comisuras de mi boca se levantó, pero rápidamente la sometí.
—Tengo que parar por la oficina por un segundo.
—Sip —asintió Bex, girando en dirección hacia Titan.
La velada consistió en tareas y la cena. Bex demostró ser un consumado
cocinero, sin duda aprendió de Lillian como lo hizo Jared. Preparó una
increíble ensalada de pasta con pollo y guisantes, seguido por Camarones
Alfredo salteados con pimienta. Ya estaba tan llena para el momento en
que sirvió el postre, que no tuve suficiente espacio para apreciar
completamente el pequeño pedazo de pastel de queso que puso delante de
mí.
—Me estás consintiendo demasiado —dije, recostándome en el respaldo de
la silla.
—Sé que Jared cocina para ti todo el tiempo. Sólo estoy tratando de
continuar con el estilo de vida al cual has empezado a acostumbrarte.
—Si tú lo dices… —bromeé.
—Y me gusta cocinar. —Sonrió.
—Es una maravilla que no haya ganado veinte kilos viviendo con Jared —
dije, llevando mi plato al fregadero.
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—Yo lo hago, ve a descansar —dijo Bex, quitándome el plato de las manos.
—Déjalo. Es cincuenta-cincuenta aquí.
—Sí, pero yo lo puedo hacer mucho más rápido. —Sonrió con suficiencia.
—Es cierto —dije, bostezando.
Subí las escaleras. La gula, además de dos semanas sin una noche de
sueño adecuado, me dejó casi debilitada. Mis perezosos brazos batallaron
con la pijama rosa a rayas que me había ingeniado para sacar del cajón, y
una vez que mi cuerpo cayó sobre el colchón, fui incapaz de abrir los ojos.
Y luego ya era de mañana.
Nada de Jack, ni Gabe, ni Shax. Había dormido toda la noche sin un solo
sueño, mucho menos una pesadilla. No recordaba nada. Una noche
completa de sueño era menos que un recuerdo, y era extraño sentirse
descansada.
El olor a tocino llenó el aire. Salté fuera de la cama, y corrí hacia la
barandilla.
—¿Dormiste? —le pregunté a Bex, quien se movía al ritmo de una canción
en su cabeza.
—Sí —dijo en voz alta—. Estaba preparado desde temprano para atender
tus episodios psicóticos de los que Jared continúa hablando. Estoy
decepcionado.
—Bueno, yo no lo estoy —dije, retrocediendo hacia la ducha.
Una noche sin el sueño no tenía sentido. Habíamos estado por la oficina;
hasta había hablado brevemente con Kim acerca de los sueños, y… nada.
Lo que sea que fuera, tenía que creer que las pesadillas habían terminado.
Dormir toda la noche en los brazos de Jared sin despertar gritando y
mojando las sábanas con mi sudor era definitivamente algo a lo que
aspiraba. Estaba aún más emocionada de que él viniera a casa.
—¿Él llamó? —pregunté, abrochando mi cinturón mientras bajaba las
escaleras.
—No, pero Cynthia lo hizo.
—¿Ah, sí? ¿Dijo por qué?
52
—No lo sé, Nina. ¿Tal vez porque no has hablado con ella en tres semanas?
Empezó a notarlo cuando se quedó sin eventos de caridad que la
mantuvieran ocupada.
—Está bien, está bien —dije, levantando el teléfono.
—Buenos días, querida —dijo Cynthia antes de que el primer timbrazo
terminara.
—¿Cómo estás?
—Ocupada, ocupada. ¿Por qué no vienes para la cena esta noche? No te he
visto en… ¿sabes que no recuerdo? Qué ridículo. Ven a cenar. Seis en
punto.
—Sí, madre.
—Te veo entonces, querida.
—Eso fue rápido —dijo Bex, deslizando dos huevos de la espátula a mi
plato.
—Gracias. Y siempre lo es. Ella no es de largas conversaciones telefónicas.
Bex contestó con un movimiento de cabeza. Él estaba empezando a
parecerse mucho a Jared, no era de muchas palabras, pero era obvio lo
que pensaba sólo por el mínimo cambio en sus ojos. No es que un hijo de
Lillian sería diferente, pero estaba muy orgullosa del hombre en el que Bex
estaba convirtiéndose. Me hacía sentir igual de segura como con Jared o
Claire, y era una de las personas más amables que conocía.
Bex era un constante recordatorio de la noche que los secuaces de Shax
trataron de capturarme en la casa de Lillian, y los meses posteriores que
pasé sin Jared. Cada vez que Bex estaba alrededor, cada vez que alguien
mencionaba su nombre, el sonido de las vértebras de Harry Crenshaw
quebrándose resonaba en mi mente. Bex matando a alguien parecía tan
imposible, pero yo más que nadie sabía que lo imposible no existía.
El viaje hasta Brown fue largo. Cada minuto que pasé en cada clase fue
una eternidad. Incluso el almuerzo pareció arrastrarse. El reloj demandaba
mi atención en minutos desde la última vez que lo había visto.
Normalmente la irritación que me rodeaba sería insoportable, pero ponerse
al día con el sueño perdido pareció ayudar.
53
—¿Eso es un no? —preguntó Beth, empujándome.
—¿Qué? —dije, dándome cuenta que me había perdido una gran parte de
la conversación en la mesa. Nos sentábamos en nuestro lugar de siempre
en el comedor, con una silla vacía en honor a la ausencia de Ryan. Fue
entonces que noté que una segunda silla también estaba vacía.
—Dije, ¿has oído de Kim? Ella no estaba en la clase de Público Americano.
No está aquí. Traté llamar a su teléfono pero me mandó al correo de voz.
—No, no lo hecho —dije, mirando alrededor del comedor—. No desde esta
mañana.
Beth frunció el ceño, apoyándose contra Chad, como siempre lo hacía
cuando estaba inquieta.
—Ella nunca falta a clases.
Nuestra mesa del almuerzo estuvo relativamente en silencio después de
eso, haciendo que los minutos pasaran más lento, si eso fuera posible.
La tarde me pareció una eternidad, y para el momento en que Bex me dejó
frente a la entrada de Titan, quería escapar de mi propia piel.
Sasha pareció el blanco probable para sacar mi frustración, pero aún no
había entrado. Molesta, me metí al elevador hacia el tercer piso,
decidiéndome por Grant como segunda opción.
—Buenas tardes, Cacahuate —gritó Grant desde su oficia.
—Vete a la mierda.
Instantáneamente, me sentí mejor.
—Si no fueras dueña de la compañía, te despediría por insubordinación —
dijo con una sonrisa divertida.
—La insubordinación requiere hacer caso omiso a una orden. Simplemente
respondí a tu saludo —dije, deteniéndome abruptamente en la puerta de
mi oficina.
—¿Es eso lo que tenías en mente? —preguntó Grant, metiendo las manos
en sus bolsillos, rebosando de orgullo.
—Yo… —tropecé con las palabras, leyendo las letras una vez más.
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Nina Grey
Directora Ejecutiva Interina
Jack Grey
Director Ejecutivo
—Apenas se está secando —dijo Grant, balanceándose hacia atrás y
adelante.
Miré fuera de la ventana más cercana, y a cualquier otro lado que no fuera
la puerta para esconder mi expresión.
—Está bien —dije, empujando más allá de él, y cerrando la puerta antes
de que él pudiera hablar otra vez.
Respirando profundamente, dejé que mi cuerpo se fundiera contra la
puerta. La oficina aún olía a caoba, madera pulida y un ligero atisbo de
tabaco. Era como si la habitación se hubiera congelado al momento que él
murió. Casi podía escucharlo hablando fuerte y con autoridad en el
teléfono.
Caminé a través de la habitación lentamente, observando las fotos de él
con miembros del Congreso, placas, un escudo de armas y grados
adornaban las paredes. Para mi disgusto, la gran pintura de mi madre y yo
aún colgaba entre los dos grandes ventanales mirando sobre Fleet Rink.
—Eso se va a tener que ir —dije, dejándome caer en la enorme silla de
cuero negro de Jack.
El montón de sobres sin abrir era mi primera orden de negocio, y luego
leer los correos electrónicos de la compañía. Aburrida como estaba, al
menos mantenía mi mente lejos de Jared y del tiempo. Justo cuando el sol
empezaba a ponerse, mi teléfono sonó.
—Hola Bex —dije entre un bostezo—, ya casi termino.
—Bueno, esas son buenas noticias, cariño —dijo Jared.
55
—¡Hola! —dije, mi voz demasiado alta para fingir otra cosa que euforia. En
reacción, me incliné para mirar fuera de la ventana hacia la calle. Ningún
Escalade negro.
—No vas a venir a casa esta noche, ¿verdad? —dije desanimada.
—Por el contrario. Estaré en casa a las diez. ¿Es muy tarde para cenar?
El ruido de la carretera debería haberlo delatado, pero yo había esperado
estar decepcionada.
—¿Dónde estás?
—En camino —dijo.
Suspiré.
—¿Necesito permiso de seguridad para esa respuesta?
Jared se rió.
—Te diré todo acerca de esto cuando llegue a casa. Bex me contó que
tuviste una buena noche de sueño. ¿Es eso cierto?
—Lo es. No hubo malos sueños.
—Estoy ansioso de verte dormir toda la noche entonces.
—Te veo pronto. —Sonreí.
Mis pasos fueron ligeros mientras salía del edificio, y no pude contener mi
sonrisa cuando me senté en el asiento del pasajero del BMW.
—Hablaste con Jared —dijo Bex con una sonrisa de reconocimiento.
—Está regresando a casa. —Sonreí.
—Mejor movamos sus cosas de lugar y escondamos su gimnasio de casa —
dijo Bex divertido, alejándose de la acera—. Él va a odiar eso.
Me reí.
—Tú estás a cargo del gimnasio. Yo mezclaré los tenedores y las cucharas.
—Lo tengo cubierto —dijo Bex con una sonrisa maliciosa—. Tú tienes
planes para cenar.
56
—Oh, es cierto —dije, encogiéndome con un resoplido.
Bex aceleró hacia la casa de Cynthia más rápido y con más precisión que
en cualquier persecución por televisión que haya visto, mucho menos
tomado parte. Giró con brusquedad el volante, y dejó que el BMW
patinara, en sentido contrario, dentro del espacio paralelo del
estacionamiento.
—Uno de ustedes conseguirá ser detenido uno de estos días, y me voy a
reír —dije tratando de no perder el equilibrio una vez que toqué el
pavimento.
—Nuestro jefe tiene suficiente dinero para sacarnos del apuro —sonrió.
—Yo no pagaré la fianza para sacarte. Me burlaré.
—¿Aunque fuera Jared? —dijo Bex, acompañándome a subir los escalones
de hierro.
—Especialmente si fuera Jared.
—No te creo. Y si Clare se enterara de eso…
—Tienes razón. Te pagaría la fianza. —Asentí.
Me cambié de ropa rápidamente, y después seguí a Bex hacia el auto una
vez más, dejándolo manejar como un maníaco controlado hacia la casa de
mis padres.
Llegando en cuestión de minutos, Bex saltó fuera del lado del conductor
para abrir mi puerta. Intercambiamos una pequeña charla mientras él
caminaba conmigo por los peldaños de concreto. Ambos esperando que
esta fuera una de nuestras visitas más cortas. Al momento que alcancé la
manija, Cynthia abrió la puerta, sorprendiéndome.
—Madre…
—Agatha está enferma hoy. Casi no he sido capaz de atender la cena. De
todos los días para que ella se enfermara… —dijo Cynthia. Mirándose
inusualmente desaliñada. Sus ojos se dirigieron a Bex.
—Buenas tardes, Sra. Grey —dijo Bex.
Ella asintió educadamente.
—¿Te vas a unir a nosotras, Bex?
57
—No, señora. Simplemente estoy cubriendo un cambio.
Los ojos fríos de Cynthia se entrecerraron hacia él cuando ella me ofreció
su brazo para introducirme en la casa.
—Esperaré aquí —susurró Bex.
—Probablemente es más seguro —le susurré de vuelta.
Ella no perdió el tiempo.
—¿Y dónde está Jared?
—Er… descansando —dije, encogiéndome ante mis palabras. Seguramente
para ahora debería ser mejor mintiendo.
—Hmm… —dijo ella, claramente poco convencida. No insistió sobre el
asunto, asumí que era por el hecho que estaba a salvo. Aparte de que no
se molestó en preguntar.
La mesa había sido puesta, pero yo ayudé trayendo la sopa, la ensalada, y
el plato principal.
—Siento que siempre tenga que preguntar —dije, esperando por su infame
mueca.
—Eres predecible —espetó. Su expresión pronto se suavizó mientras
revisaba la mesa—. Pensé que podría tratar algo diferente. Sopa de pollo y
coco, y guisado de setas sobre Polenta.
—Sea lo que sea eso —dije abrumada.
—Nina, en serio. Actúas como si hubieras sido alimentada con comida
para llevar toda tu vida. Siempre he disfrutado cocinar.
—Y tú nunca paras de sorprenderme —dije sonriendo.
Ella no preguntó acerca del paradero de Jared otra vez. Nos trabamos en
una pequeña charla, y educadamente discutimos sobre el tiempo. Cynthia
no ha mencionado a mi padre desde que regresé a casa desde el hospital.
Me pregunté si alguna vez lo haría. Los círculos residuales bajos mis ojos
fueron un breve tema de conversación, y después le ayudé a limpiar los
platos de la cena antes de despedirme.
—¿La cena estuvo sin incidentes? —preguntó Bex, manteniendo la puerta
del pasajero abierta.
58
Entrecerré los ojos mirando a mi antigua casa.
—Ella está tramando algo. ¿Estás seguro de que no ha llamado o hablado
con Jared?
—No he escuchado una palabra. —Bex se encogió de hombros.
En el apartamento, me encontré luchando por mantenerme despierta para
ver la llegada de Jared a casa. Los programas de reality mantuvieron mi
atención por un rato, pero finalmente subí las escaleras con derrota.
—Aw… pero ellos iban a meterse en el jacuzzi en un segundo. ¡Las chicas
se meten en una pelea de gatas, es divertido!
—Despiertamente cuando él llegue a casa —dije.
—Sí, sí, Capitán —respondió.
—Sabes que no debes hablarme en idiomas extranjeros —me quejé,
cayendo sobre la cama con la ropa puesta. Mi voz no fue lo suficiente
fuerte para viajar hasta el primer piso, pero Bex podía escucharla,
independientemente.
—No estaba… olvídalo —dijo Bex, demasiado envuelto en la fiesta disco del
jacuzzi para discutir.
Tan pronto como cerré los ojos, se abrieron otra vez. La alarma del reloj del
lado de Jared decía 9:30.
—¿Estás bien, Nina? —Me despertó Bex—. ¿Malos sueños?
—No —susurré. Sólo ese pequeño esfuerzo fue todo lo que pude manejar.
No me había dado cuenta que estaba tan cansada, y era mucho más fácil
quedarme dormida sin el temor de gritar hasta despertarme.
Había hielo debajo de mí, y los dedos de mis pies desnudos se movían
contra la suave y brillante blancura debajo. Esa fue la única manera en
que fui consciente de que era un sueño; mis pies estaban calientes y
cómodos. La ventana de la oficina de mi padre apareció por encima de mí.
Yo estaba parada sola en medio de Fleet Rink. Pronto mis pies desnudos
estuvieron adornados con un par nuevo de patines de hielo, y Jack parado
en la ventana, me sonreía en lo alto. Una multitud, joven y vieja, rodeaban
el espacio donde yo estaba parada. Ostentando narices rojas a juego, sus
alientos brumosos salían con cada palabra o risa.
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Lo saludé, y él me devolvió el saludo. Empujando hacia adelante, pude
escuchar la cuchilla de mis patines arañando la superficie sobre el hielo.
Mirando hacia arriba de nuevo, noté que Jack ya no estaba sonriendo. En
su lugar se balanceaba dentro y fuera de la visibilidad, iba y venía en su
oficina, y entonces vi a Gabe.
Ellos estaban discutiendo.
Oh, no, pensé, sintiendo la sensación de tirar de nuevo. ¡No!
De vuelta en la polvorienta y rancia oficina, aterricé en cuatro patas otra
vez. La ira se apoderó de mí. Mis noches estaban regresando a la
normalidad. Yo quería dormir toda la noche en los brazos de Jared. Quería
que él viera que las cosas estaban mejorando, que yo estaba mejorando.
—¡No voy a hacer esto otra vez! —grité, sorprendiendo a Jack y Gabe.
Me ignoraron, repitiendo el mismo diálogo de antes.
—¡Alto! —dije—. ¡No quiero hacer esto nunca más!
—¿Estás seguro que quieres hacer esto, Jack? —preguntó Gabe.
Mi boca se formó alrededor de cada una de las palabras de Jack.
—¿Estás seguro que es ella, Gabe? —Se detuvo por la respuesta de Gabe,
y después continuó—: Entonces ya sabes la respuesta.
Negué moviendo la cabeza de lado a lado mientras hablaba junto con él,
copiándolo como un niño enojado y sarcástico.
Una feroz ira me abrumó, y agarré el libro de las manos de Jack.
El tiempo se detuvo. Varias veces antes, yo había intentado interrumpir
físicamente, y fallé. Jack, Gabe y el libro eran siempre muy reales, pero
cuando trataba de interferir, eran de la consistencia de un holograma.
Esta vez el libro estaba en mis manos.
La cabeza de Gabe se giró rápidamente hacia mí, sus ojos de un negro
sólido.
—Ars Notoria —susurró en una voz que no era la suya.
El cambio de los acontecimientos me asustó. Tropecé hacia atrás, lejos de
mi padre y su amigo. Estaban congelados en el tiempo como todo lo demás
en la habitación. Hasta las motas de polvo iluminadas por la luna
60
colgaban inmóviles en el aire, pero podía escuchar los gritos de los
demonios mientras se acercaban.
Las dimensiones de la habitación se estiraron, y la madera gimió y crujió.
Mientras yo luchaba por mantener mis pies debajo de mí, agarré el libro
más fuerte en mis manos. La posibilidad de llevarlo conmigo cruzó por mi
mente. Esa era la única razón por la que sería capaz de tomarlo de Gabe.
Miré hacia el gran ventanal y cerré los ojos.
—Es sólo un sueño —dije suavemente, confiando en que la caída me
despertaría. Abrir los ojos con el Naissance de Demoniac en mis manos no
sería la cosa más imposible que alguna vez me haya pasado.
A toda carrera, con rumbo a la ventana, me preparé para saltar a través
del vidrio y a la noche, pero antes de que pudiera hacerlo, un dolor
punzante se extendió por mis manos. Abruptamente me detuve y arrojé el
libro al suelo. Aunque el cuero ya no tocaba mi piel, la parte de mis dedos
y las palmas que habían estado en contacto directo con la cubierta
estaban carbonizadas y humeantes. Mis manos temblaban violentamente
mientras las quemaduras viajaban por mis brazos, y gemí por el intenso
calor extendiéndose a través de mi cuerpo; era como si yo estuviera en
llamas. La sensación no se pareció a nada que hubiera experimentado
antes, pero no podría imaginar nada más insoportable.
El sonido emanando de mi garganta no sonaba como mío mientras
protestaba por la tortura que me consumía. En cualquier momento los
demonios vendrían, y yo les rogaría por la muerte.
Un agujero se abrió bajo mis pies y caí. En ese instante el dolor se había
ido, y un suave, y fresco colchón estaba debajo de mí. Sentándome con
alarma, mantuve los brazos frente a mí. Eran de color melocotón y sin
quemaduras.
Jared y Bex estaban junto a la cama con terror en sus ojos.
—¡Ella estaba a más de un metro de la cama! —dijo Bex, sus ojos
abiertos—. ¿Ha pasado eso antes?
—No —dijo Jared, su expresión más intensa que la mirada agonizante con
la que me había acostumbrado al despertar. Él tenía miedo.
—¿Por encima de la cama? —pregunté, confundida.
61
Bex se sentó sobre la cama y me observó por un momento, luego tomó las
sábanas y me secó el sudor de la línea del cabello.
—¡Estabas suspendida realmente en el aire! ¡Era como algo sacado
directamente del Exorcista!
Tuve la esperanza por un momento de que Bex estuviera siendo Bex,
tratando de aligerar la situación. Calibrando la tormenta en los ojos de
Jared, supe que era verdad.
—¿Cómo es eso siquiera posible? ¿Qué significa? —dije, asustada.
Jared miró hacia otro lado.
Bex tiró suavemente de mi camisa.
—¿El mismo sueño?
—No —dije, sacudiendo la cabeza—. Yo estaba enojada… tan enojada que
les quité el libro. Estaba en mis manos.
—Habías tratado eso antes y tus manos pasaban a través de él —dijo
Jared, con sus ojos en el piso.
—No esta vez, estaba tan malditamente enojada que les grité y después
agarré el libro. Y entonces Gabe… él me miró.
Jared se arrodilló a mi lado, entonces. Toqué su rostro. Él estaba
desesperado por la orientación de su padre.
—No era él —le advertí—. Sus ojos eran de color negro sólido. Como los de
Shax.
Bex movió la cabeza negando.
—¿Cómo puede ser eso? Si eran… ellos lo hubiera sabido. Todo el tiempo
estuviste estirada… suspendida… no había ningún...
—Bex —le advirtió Jared.
—Ni uno solo —continuó Bex, perdido en sus pensamientos—. Ellos
atiborran la casa de mamá más que eso.
—¿Ninguno? —preguntó Jared. Bex asintió y Jared se puso de pie
nuevamente, y luego comenzó a caminar. Finalmente, habló—: Algo está
mal.
62
—Pero tú puedes sentirlos también —le dije a Jared. Su pregunta a Bex
me desconcertó.
—Puedo. Bex está más sintonizado con sus presencias; más que cualquier
hibrido. Su sensibilidad a ellos rivaliza con la de Samuel.
—Algunas veces puedo decir cuando están pensando en venir —añadió
Bex.
El ceño de Bex se frunció alarmándome. Mi mente corrió cada segundo por
el sueño, tratando de pensar en algo que pudiera ayudar. No estaba
segura de por qué estaban tan perturbados, pero por Bex en particular, la
incertidumbre no era algo que manejaran bien.
—“Ars Notes” algo —dije.
El rostro de Jared pasó de la preocupación a la ira.
—¿Qué?
Busqué de nuevo en mis recuerdos.
—Gabe dijo “Ars Notary o Ars Notas…” algo parecido.
Bex miró a su hermano mayor.
—Ars Notoria.
—¡Eso es! —dije—. ¿Qué significa eso?
Jared se sentó en la orilla de la cama y tiernamente tocó los lados de mi
mandíbula, mirándome a los ojos.
—Significa que vamos a tener que conseguir el Naissance de Demoniac. Y
no sólo cualquier biblia. La de Shax. Mi padre está tratando de decirnos
algo.
Mis cejas se juntaron.
—¿Qué estás diciendo?
—No son los demonios que están haciendo esto —dijo Bex, pareciendo
irritado.
—Eso nos deja una cosa —dijo Jared.
—Ustedes creen que es Gabe —dije, horrorizada.
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Jared me atrajo más cerca, y luego apoyó su mejilla contra mi cabello.
—Necesitamos ese libro.
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  • 1. 1
  • 2. 2 El presente documento tiene como finalidad impulsar la lectura hacia aquellas regiones de habla hispana en las cuales son escasas o nulas las publicaciones, cabe destacar que dicho documento fue elaborado sin fines de lucro, así que se le agradece a todas las colaboradoras que aportaron su esfuerzo, dedicación y admiración para con el libro original para sacar adelante este proyecto.
  • 3. 3 Índice Índice.....................................................................................................................................3 Sinopsis...................................................................................................................................4 Capítulo 1..............................................................................................................................6 Capítulo 2............................................................................................................................26 Capítulo 3............................................................................................................................44 Capítulo 4............................................................................................................................64 Capítulo 5............................................................................................................................82 Capítulo 6............................................................................................................................98 Capítulo 7..........................................................................................................................110 Capítulo 8..........................................................................................................................123 Capítulo 9..........................................................................................................................136 Capítulo 10........................................................................................................................155 Capítulo 11........................................................................................................................172 Capítulo 12........................................................................................................................183 Capítulo 13........................................................................................................................199 Capítulo 14........................................................................................................................214 Capítulo 15........................................................................................................................231 Capítulo 16........................................................................................................................242 Capítulo 17........................................................................................................................255 Capítulo 18........................................................................................................................275 Capítulo 19........................................................................................................................289 Epílogo...............................................................................................................................299 Próximo libro:.....................................................................................................................303 Sobre la Autora: ...............................................................................................................304 Staff de Fallen Angels......................................................................................................305 Staff Bookzinga.................................................................................................................306
  • 4. 4 Sinopsis Soñar con muertos podría significar una mala noche para cualquiera, pero para Nina Grey esto era una advertencia. Aún recuperándose de su último encuentro con el Infierno, Nina lucha con no sólo su vida como estudiante de la Universidad de Brown, sino también como interna en Titan Shipping, la compañía de su padre. Las pesadillas recurrentes sobre la muerte violenta de su padre se han convertido en un evento nocturno, pero al estar abrumada por la culpa de la inesperada partida de Ryan a las Fuerzas Armadas, y con el corazón roto por Claire estando al otro lado del océano para protegerlo, Nina cree que sus noches de insomnio son el menor de sus problemas… pero se equivoca. Preocupado por el deterioro de la salud de Nina, Jared debe robar de nuevo el libro de Shax en busca de respuestas. En la lucha contra los nuevos enemigos y con la ayuda de nuevos amigos, el peor temor de Jared llega a buen término. Desesperado, se enfrenta a una elección: Luchar con el Infierno solo o iniciar una guerra con el Cielo. Segundo libro de la serie Providence
  • 5. 5 Para Eden y Hailey… mis pequeños faros de luz Mi sol eterno
  • 6. 6 Capítulo 1 Tres Traducido por luisa Corregido por Angeles Rangel staba de regreso. Envueltos por la oscuridad, dos borrosas formas estaban inclinadas delante de una caja fuerte abierta, escondida detrás de un gran librero abisagrado. Respiraban fuertemente, trabajando a un ritmo frenético por encontrar lo que habían estado buscando durante los últimos meses. Uno de los hombres se congeló y cesó cualquier movimiento. Se inclinó dentro de la caja fuerte, utilizando ambas manos para sacar un grueso libro encuadernado en cuero. —Éste es. Dios mío, éste es —susurró Jack. Cada rincón de la habitación ocultaba una advertencia. Alumbrada sólo por la luna filtrándose a través de la persiana de una única ventana, espadas y hachas antiguas colgaban en las paredes, bordeando paisajes pintados a mano sobre guerra y muerte. El aire estancado a falta de pulmones humanos para hacerlo circular. Muchas veces había estado en ese lugar y, aún así mis manos temblaban, sabiendo que muy pronto me entraría el pánico. Estaba llegando pero no podía pararlo. Se desplegaba ante mí una y otra vez como si estuviese atrapada en el tiempo, en una pesadilla… o en el Infierno. Los dedos de Jack recorrieron el sello lacrado en el centro, y miró a su amigo. —¿Jack, estás seguro que quieres hacer esto? —¿Estás seguro de que es ella, Gabe? —respondió Jack. Gabe asintió lentamente, y entonces Jack continuó, suspirando—. Entonces sabes la respuesta. Escuchando lo que los oídos humanos de Jack no podían, la cabeza de Gabe se giró bruscamente a un lado. E
  • 7. 7 —Es demasiado tarde —dijo él, mientras escuchaba, sus ojos se movían nerviosamente de un lado a otro—. Ya están aquí. Volvieron a meter los documentos, las joyas y demás artefactos en la caja fuerte, el hombre de cabello claro aplastó sin dificultad el pesado librero contra la pared, en un intento de encubrir cualquier evidencia de sus presencias. —¡Gabe, no te preocupes ahora por ello! ¡Vayámonos! —gruñó Jack. —¡Estoy intentando ganarnos algo de tiempo! Mientras los hombres huían de la habitación, sus sombras se deslizaron sobre el suelo entarimado; yo me hice a un lado, observándolos en silencio, siendo conocedora de su destino. Gabe corrió delante, pistola en mano, acostumbrado a que Jack se quedase rezagado. Esperó a su amigo al final del pasillo, calculando una vía de escape. —El techo —susurré en su oído—. Tú siempre utilizas el techo. Una larga y caliente mano salió disparada, y Jack fue empujado contra la pared. —¿Qué estás...? —empezó Jack. Gabe levantó el dedo a su boca, y después señaló hacía el piso superior. Jack asintió rápidamente, quitando su cansado cuerpo de la pared. Corrieron por un pasillo, rodearon una esquina, y entonces se lanzaron escaleras arriba. Ambos hombres subieron dos peldaños a la vez, sus manos agarrando el pasamanos para ayudarse cada vez que daban un salto. —¡El techo! —gritó Gabe mientras una multitud de voces resonaban bajo ellos, ninguna de ellas humana. Los ojos de Jack se abrieron de par en par cuando un terrorífico chillido le llegó desde abajo. Su pisada se alargó mientras pasaba por otra puerta, subiendo un segundo trecho de escaleras. Expulsó un suspiro de alivio. Las estrechas paredes de derruido hormigón predecían que el techo se encontraba a escasos pasos.
  • 8. 8 Ya en lo alto del tramo de escaleras, Gabe pasó por una puerta externa y corrió a través del tejado, llegando al borde. Miró hacía abajo, cuatro pisos hasta la calle, y después a su amigo. —Jack, aún nos quedan dos minutos. ¿Estás seguro? —¿Te parezco indeciso? —gritó él, agarrando con fuerza el libro contra su pecho—. ¡Debo encontrar una manera para detenerlo! Fruncí el ceño. En el pasado, había rogado a mi padre que dejara el libro atrás. Una docena de visitas a este lugar me enseñaron que el aprieto de Jack y Gabe se reproduciría de la misma manera. Cada vez que intentaba cambiar el desenlace, sólo hacía el final más difícil de digerir. Gabe suspiró sumiso, y entonces giró abruptamente la cabeza hacia el norte, estimando la distancia de su huida. —Entonces que comience. Los chillidos se intensificaron, y Jack cerró los ojos. —Tengo que salvarla —dijo con la voz suave y apenada. El cuerpo de Jack se abalanzó hacía adelante. Su corbata chocó contra su cuello, y el viento aulló a través de su oído mientras volaba cruzando el firmamento negro. Parecía que al segundo en que despegó para volar, había aterrizado ya en el otro tejado, cuatro edificios más allá. Con el abrupto aterrizaje, Jack se tambaleó hacía adelante doblándose por la cintura, emitiendo un fuerte gruñido cuando, por el súbito impacto, el aire le fue forzosamente expulsado. Entonces, Gabe le soltó. —Jamás me acostumbraré a eso. —Jack sonrió, alisando su chaqueta y corbata. —Podría haberte dejado tomar las escaleras de incendio, hermano, pero con esas bestias pisándote los talones, sólo unos cuantos trozos tuyos hubiesen conseguido llegar hasta la calle —dijo Gabe, sonriendo con suficiencia. Al levantar la mirada, su sonrisa se congeló al instante—. Se sienten atraídos a él. Necesitamos más distancia. Jack asintió. A unos cuantos metros de ellos, se encontraba una puerta idéntica de la cual escaparon. De un tirón abrió la puerta y Gabe le siguió bajando la escalera. Después de tres tramos, Jack moderó el ritmo y su pecho jadeaba.
  • 9. 9 —¡Vamos! —gruñó Gabe. —¡Ya voy! —espetó Jack, inhalando profundamente antes de descender los últimos dos tramos. Justo cuando la salida estaba a la vista, se elevaron los chillidos y gruñidos. Jack miró por encima de su hombro y vio cómo Gabe se quedaba atrás, su arma sujeta cerca de su cara. —No vamos a conseguirlo. Están demasiado cerca —suspiró Gabe. —¡GABRIEL! —un siseó brutal sonó por encima de ellos. Era una voz, pero también eran muchas. Gabe amartilló su arma y entrecerró los ojos. —Vete Jack. Les contendré. —Gabe… —¡Sí quieres salvar a tu hija, entonces vete! —gritó Gabe. Jack aferró el libro contra su pecho y se encaminó hacia el exterior. Emergió de la puerta, y entonces se agarró las rodillas, incapaz de tomar aire. Se apoyó contra la puerta y alzó el rostro al cielo, cerrando sus ojos. —Dios me ayude —susurró. Los chillidos cesaron momentáneamente antes de perforar de nuevo el aire. Por primera vez, Jack me miró a los ojos. Tenía miedo, cosa que nunca antes había visto en él. Al principio me pareció extraño, como si no debiera haberme visto. Vi una mirada familiar llena de decisión en su rostro. —Voy a salvarte, Nina. Como si no me hubiese hablado, los ojos de Jack se desplazaron en cada dirección para determinar el mejor camino de escape. Justo cuando tomaba su decisión para escapar, la madera estalló detrás de él, y una docena de largas manos con garras atravesaron la puerta. Los ojos de Jack se abrieron con pánico mientras los demonios agarraban su pecho, sus piernas, su cuello y su cara. Las afiladas uñas le hicieron trizas la camisa, y se hundieron en su piel; sangre brotando de sus heridas abiertas.
  • 10. 10 —¡Nina! —gritó. Su carne se desgarró bajo la presión de las enormes garras. Sus brazos y piernas fueron empujados hacía adelante, después su cuerpo se dobló en dos y desapareció, engullido al infierno que le esperaba adentro. —¡Papá! —grité en la oscuridad. Manos agarraron mis brazos extendidos y las aparté, golpeándolas. —¡No! ¡NO! ¡Papá! —lloré, intentando apartarlas. No era lo suficientemente fuerte. —¡Nina, para! ¡Soy yo! Cuando me golpeó la realidad, dejé de luchar. Jared estaba sentado a mi lado sobre nuestra cama, sujetando mis muñecas contra su pecho. —¿Nina? —inquirió él, inclinándose para encender la lámpara. Mis ojos se cerraron, rechazando la luz. El sudor empapaba mi camisón de algodón, y mi cabello húmedo se apelmazaba contra mi frente. Con dedos temblorosos, aparté de mi cara los mechones mojados. Siempre tardaba algunos minutos en calmarme, pero en esta ocasión no era miedo. Estaba enfadada. —Están empeorando —dijo Jared, preocupado. Tuve que aclarar mi garganta. —Son tan reales —suspiré. Aún podía oler la colonia de mi padre, y los chillidos seguían resonando en mis oídos. Regresar cada noche al mismo lugar donde mi padre murió, era una tortura. El resentimiento reemplazó al temor, y eso era una buena cosa; estaba mejor preparada para manejar el miedo que la aplastante impotencia con la cual me despertaba normalmente. —¿Nina? Lamí la sal de mis labios. —Estoy bien. —Es la tercera vez en esta semana. No creo que estés bien —dijo Jared, su rostro tenso—. ¿La misma?
  • 11. 11 Reacia, asentí. Jared se preocupaba cada vez más de forma obsesiva cuando me despertaba de una pesadilla. Estaba atormentado por los gritos, los temblores, y la imposibilidad de poder detenerlos. Me miró fijamente durante un momento antes de atraerme a su regazo. —Quizá deberías hablar con alguien. —Jared, no necesito un loquero. Sólo son sueños —dije, más para mí misma que para él. Me empujó con él, apoyando la espalda contra el cabecero. Intenté relajarme. Mis días sin él la primavera pasada me vinieron muy bien al no querer preocuparle con mis ridículos miedos y sentimientos humanos. Pero luchaba contra mis pesadillas, incluso luego de meses de intentar perfeccionar mi talento. Intenté pensar en cualquier otra cosa, en lugar de las terroríficas imágenes de mi padre siendo desgarrado en jirones, para poder relajarme y dormirme. El pecho afiebrado de Jared contra mi mejilla fue reconfortante, e inhalé su increíble aroma. En cualquier otro momento me habría sentido tranquila al instante, pero después de la tercera repetición de la peor pesadilla de todos los tiempos, no funcionó. —Voy a tomar una ducha —dije, deshaciéndome rápidamente de las mantas que me envolvían. —Nina, son las tres de la mañana. De todas formas tienes que levantarte dentro de tres horas para ir a trabajar. ¿Por qué no intentas dormir? Me moví al borde de la cama, y apoyé mis pies sobre el suelo, dándole la espalda a Jared. —¿Tú has dormido? —pregunté. Después de una breve pausa, dejó escapar un exasperado suspiro. —Sí. —Entonces no hay ningún motivo para que me vuelva a dormir. Además, no quiero dormir. Cada vez que cierro los ojos ocurre lo mismo. —Esperé un instante, y cuando Jared no siguió discutiendo, me levanté de la cama y me fui al baño.
  • 12. 12 Las tuberías chirriaron cuando giré las manijas de la ducha, esperando frente al lavabo a que el agua se calentara. Las visiones de mi sueño emergieron en cortas y ruidosas escenas. Los chillidos, el sonido de los zapatos de mi padre subiendo las escaleras corriendo; no paraban. Cerrando los ojos, intentando enfocar, me froté la cara con las manos y después me miré en el espejo. Desde la primera vez que Jared y yo nos conocimos, mis rasgos habían cambiado. Al pasar la mayor parte del verano en casa mientras se curaba mi pierna, mi piel había quedado pálida y sin vida, y ahora mostraba unos círculos morados bajo mis ojos. Nuestra experiencia casi mortal en el restaurante parecía muy lejana. Aparte de las ocasionales noticias sobre las excelentes reuniones en el departamento de policía, inoportunamente acabadas en extraños accidentes sin relación, nuestros días continuaron como si Grahm, Sax y el libro nunca existieron. Dejé caer mi camisón, y luego me metí en la ducha, suspirando cuando el chorro de agua cayó sobre mi cara. Jared entró, apoyándose contra el lavabo, cruzando los brazos sobre el pecho. —¿Está todo bien? —pregunté. Jared se movió incómodo. —Estoy preocupado por ti. —El semestre de otoño está por empezar. Tengo clases extras, y con mi período de prácticas, probablemente sólo es estrés. —No lo entiendo —dijo Jared—. Han pasado meses desde que alguno de… ellos se ha pasado por aquí. Son pocas las veces en que les he visto en toda mi vida, y sin embargo tú... —Jared se frotó la nuca—. No tiene sentido que ahora tengas estos sueños. —Jared, la gente tiene pesadillas todo el tiempo sin que aparezcan demonios. No significa nada —dije, restregando el champú en mi cabello. —Eso es lo que tú piensas. Puse los ojos en blanco.
  • 13. 13 —Venga ya. Estás exagerando. Si prometo dejar de tener los sueños, ¿me prometerás dejar de ponerte frenético sobre ello? —Me prometerás dejar de tener esos sueños —repitió, su voz llena de ironía. Asomé la cabeza llena de espuma de entre las cortinas de la ducha, la espuma chorreando por mi cara. —Bien, no te lo puedo prometer, pero me estás acomplejando. A menos que sepas algo que yo no sé, sólo son sueños. Jared sonrió, limpiando la línea de jabón de mi frente, y de pronto besando mis labios. —Muy bien. Sólo son sueños. Asentí en aprobación, y entonces cerré la cortina. —Hoy me tengo que pasar por la oficina, ¿te importa? —pregunté, a sabiendas que le importaría. —Quieres decir, ¿más que cualquier otro día? Escoltarme a Titan Shipping era como otro día de trabajo para Jared, pero de tantas veces que le pedí entrar, se convirtió en una broma privada entre nosotros. Todos los días preguntaba y cada día declinaba amablemente. Durante años los pasillos de Titan Shipping fueron utilizados por el padre de Jared, Gabe. Jared no hablaba sobre ello, pero asumí que su declinación a enfrentarlo debía estar relacionada con sentimientos no resueltos con respecto a su padre. Las horas previas al alba pasaron con lentitud y, después de mi ducha, Jared y yo pasamos los últimos momentos del crepúsculo en la mesa del desayuno. Cuando por fin los rayos del sol se asomaron entre las persianas, sonreí a la brillante luz dibujando rectángulos sobre la pared. Pasé horas mirando fijamente a esa pared, esperando a que se curara mi pierna. Beth me visitó ocasionalmente, ocupada en decorar su nuevo apartamento. Kim pasó sus vacaciones veraniegas en la carretera, y Claire eliminó incansablemente cualquier amenaza hacia nosotros. Jared pasó la mayor parte de su tiempo manteniendo a raya la soledad, y entreteniéndome. Empezamos a intimar, y la vida se normalizó más que nunca. El único recuerdo sobre la noche que estuve a punto de morir, era la cicatriz en mi muslo.
  • 14. 14 Jared trabajando en la cocina captó mi atención, y escuché el chisporroteo y salpicar en la sartén con nuestro desayuno. Puso una tortilla francesa sobre la mesa junto con un pequeño montón de correo. —¿Algo interesante? —pregunté mientras ojeaba los sobres. Jared se quedó quieto, entrecerrando los ojos mientras leía la dirección escrita a mano en un sobre. —¿Qué? —Es para ti —dijo, deslizándolo hacía mí. La esquina superior izquierda explicaba la expresión de Jared. Era de Ryan. Por la expresión de Jared, supe que no contenía buenas noticias. —Ya lo sabes, ¿verdad? —dije, extrayendo una simple hoja procedente de un cuaderno de notas. —Tengo una idea. —Algo que deberías haberme contado antes —le acusé, leyendo rápidamente la carta. Querida Nigh, Quería que lo escucharas de mi boca, pero no sé cómo explicarlo, por lo tanto lo escribiré. No volveré a Brown. Lo he discutido con un reclutador del ejército y pienso que en estos momentos es el mejor lugar para mí. Te conozco mejor de lo que crees, y en estos momentos te sientes culpable. Bien, pues no lo sientas. Eres feliz y eso es lo más importante para mí, y es la pura verdad. Siento que te tengas que enterar a través de esta estúpida carta, pero todo se desarrolló muy rápido, y no tuve tiempo de llamar. Nigh, cuídate mucho. Pensaré en ti todos los días. Ryan
  • 15. 15 La carta se deslizó de entre mis manos y cayó al suelo, lenta y suavemente. El entumecimiento era inesperado pero bienvenido; sabía que muy pronto la culpabilidad se apoderaría de mí y sería intolerable. —Se ha ido. Jared me tocó la mano. —Claire llamó. Él está bien. —¿Claire se ha ido? —gemí, levantándome de mi asiento. La ira era siempre preferible que el dolor. Jared dio un paso hacia mí, pero yo retrocedí—. ¡Ni siquiera me dejaste despedir de ella! ¡De ninguno de los dos! Las cejas de Jared se estrecharon. —Nina, él quiso hacerlo de esta manera. De todas formas, no podrías haberlo detenido. —Pero tú sabías lo que estaba sucediendo —dije con suavidad—. Debiste decírmelo. —La falta de sueño ya me estaba haciendo efecto, y mi cuerpo se sentía pesado. No tenía la energía suficiente para estar enfadada. Mis ojos se desviaron a la carta sobre el suelo. —Esto es por mi culpa. —Nina, no. Asentí. —Yo hice esto. Rompí su corazón y no pudo quedarse aquí —sacudí la cabeza—. Debí dejarle en paz. Ahí afuera va a morir. —Ryan tomó su decisión —dijo Jared. Su tono seco no fue muy convincente. Tenía derecho en estar enfadado, viendo cómo su prometida se angustiaba por el hombre con el que estaba destinada a estar. Para Jared, el que Ryan fuese el Taleh de Claire significaba que yo pertenecía a otro, y yo lo utilicé para mantener apartado a Jared cuando pensaba que al estar conmigo ponía a su familia en peligro. Mi brillante plan funcionó para enviar a Ryan a enlistarse en una guerra al otro lado del mundo. Sin importar lo que Jared dijese, o lo mucho que odiase verme disgustada, no lamentaba ver partir a Ryan.
  • 16. 16 Tan enfadada como estaba, la única culpable era yo, y ambos lo sabíamos. Moví la cabeza. —Tengo que darme prisa. Debo mandar esos documentos por fax a más tardar a las ocho. Jared suspiró. —¿Si te lo hubiese dicho, qué más hubieses hecho aparte de preocuparte? Coloqué mi bolso sobre el hombro. —No lo sé —dije, sacando mi teléfono móvil. Me desplacé por la agenda hasta que encontré el número de Ryan, después acerqué el teléfono a mi oído. Como esperaba, su buzón de voz saltó de inmediato. El sonido de su voz hizo que mis entrañas se retorcieran, pero cuando el bip me instó a hablar, se desató mi temperamento. —Necesito que me llames. Llámame ahora mismo, lo digo en serio. Acabo de recibir tu carta y no puedes hacer esto. Simplemente no puedes. Tienes que llamarme para poder solucionarlo. Por favor. Jared me arrebató el teléfono de la mano y lo cerró lentamente. —Cariño, no va a recibir ese mensaje. —Tenía que intentarlo —dije, abriendo mi bolso para que él pudiese meterlo dentro—. Alguien tenía que hacerlo. Jared tocó mi brazo. —Nina, él es el recluta más seguro en el ejército. Tiene a Claire. —¿Y cómo se supone que funcionará? ¿Clarie se unirá al ejército? Jared sonrió. —No. Ya hemos hablado sobre ello. Ella estará pendiente de Ryan de la misma forma que nos permitieron entrenar. Tenemos conexiones. —No se trata de eso. —Lo sé —dijo Jared, abriendo la puerta.
  • 17. 17 Cuando pasé por la puerta no lo besé, o cuando él me abrió la puerta de pasajero como siempre hacía, o antes de dejarme para acomodarse en el asiento del conductor. No intentó disculparse, lo cual hacía cuando pensaba llevar la razón. Saber eso me enfurecía aún más. —Siento que estés enfadada —dijo él. Le miré furiosa. —Es una pobre excusa y lo sabes. ¡En primer lugar no me contaste sobre el reclutamiento de Ryan! ¡No me permitiste despedirme de Claire! Siento estar enfadada… —musité las últimas palabras y crucé los brazos, acomodándome en un estado inflexible de pésimo humor. Cuando Jared no respondió, le miré de reojo. Él estaba intentando aguantar la risa. —¡Jared, no es gracioso! Su boca inmediatamente se convirtió en una línea delgada. —No dije que lo fuese, sólo que tú —Movió la cabeza mientras tomaba la curva antes de llegar a Titan Shipping—, estás intentando estar enfadada, con tu preciosa cara con una serie de graciosas expresiones; es divertido, lo siento. —¡Deja de disculparte y empieza a ser… no sé! ¡Lo siento! Un borde de la boca de Jared se rebeló y se alzó levemente para dejarlo caer enseguida. —Ten un buen día. Cerré de golpe la puerta, pasando a tener una pelea con él. A veces resultaba ser una locura lo enamorado que estaba de mí. Tomé unos pasos hacía el edificio y después me paré. Volví al Escalade y suspiré. Avergonzada, abrí la puerta. —¿Vas a entrar? —Hoy no. —Sonrió él. De niño, Jared pasó interminables horas en Titan Shipping, y era el lugar donde menos le gustaba ir con su padre. No ayudaba para nada que los demás empleados se le quedaran mirando como si fuese un animal de
  • 18. 18 zoológico. No podían entender nuestra relación, aunque la mayoría de ellos sabían que Jared era hijo de Gabe, y mi guardaespaldas. Ver a Gabe siendo la sombra de mi padre cuando caminaba por los pasillos, era sólo otro día en la oficina; pero ahora cuando era aparente que necesitaba protección, quien resultaba ser mi prometido, empezó más de una sucesión de cotilleos sobre mi familia. En particular mi compañera pasante, Sasha, quien tuvo un repentino interés en Jared. No perdió el tiempo con azucaradas galanterías; todo lo contrario, conmigo era bastante odiosa sobre el asunto. —Así que… Jared… —empezó mientras caminábamos al despacho que compartíamos. Mientras hablaba miraba el Escalade desde la ventana. —Sasha, tengo mucho que hacer. —¿Él te protege? —Cuando no respondí, ella se encaminó para situarse delante de mi mesa, golpeándola hasta que levanté la vista—. ¿De qué? — dijo ella, dudando. Miré fijamente sus largas uñas golpeando contra la madera y luego a ella. —Estoy ocupada. —Pero es tu novio, ¿cierto? —No. —¿No? —dijo ella, su voz subiendo una octava. —Estamos comprometidos. —¿No es, ya sabes, un conflicto de intereses? —En realidad, no —dije, hojeando una pila de papeles. —No lo entiendo, quiero decir —Ella soltó una risita—, me doy cuenta que eres la princesa de Titan Shipping, pero, ¿no te sientes un poco ridícula cuando estás a su lado? Hacen una pareja tan extraña. Dándome cuenta a lo que se refería, mi cabeza se alzó de golpe, y mis ojos se entrecerraron. —¿Disculpa?
  • 19. 19 Entonces Sasha se encogió de hombros, recorriendo con el dedo el borde de mi mesa, mientras se deslizaba alrededor de mí. —¿No te sientes cohibida? Las mujeres deben de arrojarse a su cuello todo el tiempo. —En realidad, no —espeté mientras ella caminaba a la puerta. Sasha sonrió con suficiencia, esquivando mi mirada fulminante. —Hmm. Muy interesante. —Cuando giró en la esquina, movió su larga coleta pelirroja, y sentí el calor irradiar de mi cara. En el momento justo, sonó mi teléfono. —¿Va todo bien? —preguntó Jared al otro lado de la línea. Cubrí mis ojos con mi mano, intentando calmarme antes de responder. —Todo bien. Es sólo… Sasha acaba de estar aquí. —Oh, eso lo explica todo. ¿Está dejando de nuevo su taza de café sobre tus papeles? —Jared se rió entre dientes. Fuera por lo que fuera, le divertía que esta mujer se metiese bajo mi piel de una forma que me impedía pensar con claridad. Suspiré. —No. Ella es… no puedo decir lo que me gustaría decir, por lo tanto no lo haré. —Sabes que la compañía te pertenece. No tienes por qué trabajar con ella. —Jared, en estos momentos soy una pasante. Y… —Suspiré de nuevo, viendo cómo ella coqueteaba con el Director de Recursos Humanos—, no me tientes. —¿Crees que podrás escabullirte un poco antes? —preguntó Jared. —Posiblemente. ¿Por qué? —Mañana es tu primer día de vuelta a Brown. Pensé que podríamos tomar las bicis e irnos al árbol de roble, tener un almuerzo… —¿El árbol de roble…? —Aquél al que te he querido llevar… a donde mi padre llevaba a mi madre.
  • 20. 20 Sonreí. —Eso suena fantástico, pero primero tengo una reunión. —Bien —dijo Jared, disimulando haberlo olvidado. Enderecé la cinturilla de mi falda y después pulsé el botón al tercer piso. Podría pasar mi último día de libertad entero con Jared, pero el Sr. Patocka pidió a los pasantes acudir a una última reunión antes de empezar la escuela. Algunos de ellos no volverían y él necesitaba redistribuir responsabilidades. Llevaba toda la semana ansiosa a la espera de esta reunión, sólo porque era el último día de Sasha. Era razón suficiente para celebrarlo. —Pasantes —empezó el Sr. Patocka, hojeando los papeles que sujetaba en sus manos. Siempre pronunciaba “pasantes” como si le dejase un mal sabor de boca. —Anna, Brad y Evan nos dejarán, dejando a Shannon, John, Nina y Sasha con nuevas responsabilidades. Me gustaría decir… Cuando asimilé las palabras del Sr. Patocka, me di cuenta que puso a Sasha en la categoría equivocada. —¿Disculpe, Sr. Patocka? —¿Sí, Señorita Grey? —dijo él, obviamente irritado. Estaba muy consciente que si otro pasante lo hubiese interrumpido se le hubiese pedido inmediatamente abandonar la reunión, pero todos sabían, incluso el Sr. Patocka, que yo no era sólo una simple pasante. —Creo que ha cometido un error. Sasha no se va a quedar —dije tan profesionalmente como fui capaz. —Sigues sin prestar atención a tus informes —dijo Sasha bruscamente—. Me quedaré durante todo el año escolar. —¿Qué? —dije, mi tono más disgustado de lo que pretendía. Miré al Sr. Patocka, quien asintió mientras miraba increíblemente aburrido el giro que tomaba la conversación. —Yo… ella… —trastabillé sobre mis palabras, intentando pensar en alguna forma de salvar mi dignidad después de dejar bien claro estar conmocionada y consternada por la noticia.
  • 21. 21 —Está bien, Nina. Vamos a seguir siendo compañeras —ronroneó Sasha. Su sonrisa era la de un gato siendo amable con el pájaro justo antes de comérselo. —Continuando —prosiguió el Sr. Patocka—. Sasha, te harás cargo de las funciones de Brad, Shannon tú te harás cargo de las funciones de Anna, y John se hará cargo de las de Evan. Espero que los que se marchan dejen instrucciones exactas a los que se quedan. —¿Qué pasa con Nina? —dijo Sasha, mirándome fijamente por encima del hombro. El Sr. Patocka suspiró. —Sasha, durante el año escolar, Nina se formará con Grant. Por favor, no me hagas sentir como si estuviese haciendo de niñera más de lo debido. —¿Con Grant? —se quejó Sasha. Grant era el segundo al mando en Titan. Cuando murió Jack, él asumió las responsabilidades de dirección hasta que yo estuviese preparada para asumir el cargo. Trabajar con él no era algo que ansiara; pasé mis años de adolescente viendo cómo Grant adulaba a mi padre sin cesar, y para diversión de Jack, coquetear descaradamente conmigo. Jack veía algo en Grant que yo no podía —o no quería— ver. No sólo le concedió ascenso tras ascenso, sino que incansablemente intentaba persuadirme en salir con su prometedor, e increíblemente inteligente, empleado estrella. Aún cuando estando a tres metros de Grant algunas veces me invadían las náuseas, Sasha, desde el primer día estuvo intrigando para conseguir ser su asistente. La decisión del Sr. Patocka en darme la misma posición por la cual ella estuvo maquinando, sin duda, dispararía más aún su irritación hacía mí. Sonreí ante el pensamiento. Significaría una guerra abierta. —¿Sasha, hay algún problema? —pregunté, intentando preservar un poco de respeto de mis futuros empleados. —¿Problema? Para nada —dijo Sasha, emitiendo esa nauseabunda risita, con la cual, normalmente se libraba de situaciones incómodas creadas por
  • 22. 22 ella misma—. Lo siento, Nina. No me había dado cuenta que fueras tan sensible. —Sonrió ella. Miré al Sr. Patocka. —¿Hemos terminado ya? —He acabado con la reunión, pero Nina, necesito que me acompañes al despacho de Grant. Él necesita darte algunas instrucciones antes de tu comienzo la semana que viene. Los demás pasantes huyeron de la sala, estrechando manos y despidiéndose. Asentí a cada uno de ellos mientras se iban zumbando al ascensor, pero no antes de devolver la barata sonrisilla de Sasha con una de las mías. El Sr. Patocka me acompañó por el pasillo y dentro del ascensor, pulsando el botón cuatro, en donde aún se encontraba el despacho de mi padre. El despacho de Grant se encontraba al otro lado del pasillo, paralelo al de Jack. La mitad de sus paredes estaban cubiertas de diplomas y fotos de caballos de polo y, la otra mitad ocupada por un gran ventanal, con vistas al Fleet Rink y permitiendo entrar el sol. El Sr. Patocka llamó a la puerta media abierta de Grant. —Eh… ¿Sr. Bristol? Nina está aquí para verle. —Hágala pasar. Entré en su despacho, me senté en una acolchada silla verde, por una vez, sintiéndome amigable. Grant estuvo trabajando para mi padre durante diez años, y como en cada cliché de ascensos, Grant empezó en un bajo puesto. La única cosa que haría que su historia fuese aún más aburrida, era el haber empezado en las trincheras clasificando el correo. Teníamos una oficina de clasificación de correspondencia. Pero Grant no empezó en Titan como chico de correo. Él empezó como pasante. —Nina —me saludó Grant por encima de sus finas gafas cuadradas. —Grant —reconocí con un asentimiento de cabeza. Grant miró al Sr. Patocka y sonrió educadamente.
  • 23. 23 —Gracias, Eugene. El Sr. Patocka se escabulló por la puerta y la cerró detrás de él. Aunque yo veía a Grant como algún tipo de comadreja, el resto de los empleados le consideraban como su salvador personal. —¿Bien, Grant, de qué van toda estas formalidades? —dije, cruzando los brazos. —Dame un respiro, Cacahuate. —Sonrió él. Se sentó en su silla, relajado, con los tobillos cruzados encima de la mesa. Fruncí el ceño al ver sus ridículos calcetines de rombos. Ellos representaban precisamente lo que odiaba de Grant Bristol. Era guapo de una manera insoportable, exasperante. Su claro cabello castaño y su bien afeitada cara de niño provocaban que la mayoría de las mujeres en nuestra oficina se extasiaran. Él vestía bien y era culto, y supongo que a veces incluso era gracioso. Todo ello me provocaba querer estampar mi puño en su barbilla cuadrada. Me recordaba a una simbólica estrella de telenovela. Sus palabras eran falsas, su sonrisa era falsa, y su mera presencia me afectaba como uñas arañando una pizarra. —Ugh… sabes que odio cuando me llamas así —gemí—. Si vamos a trabajar juntos deberás parar eso, Grant. Lo digo en serio. —Lo que tú digas —sonrió con sus dientes demasiado rectos y blancos—. Te quiero aquí cuando no estés en clase. Si yo lo pude hacer, tú también lo puedes hacer. Sin excusas. Intentando refrenar mi temperamento, me puse de pie y le ofrecí una leve sonrisa. —Te veo mañana. —Una cosa más… —dijo Grant. Me di la vuelta y esperé—. Bonita falda, Cacahuate. Pisando fuerte, salí de la oficina de Grant, intentando no patear cualquier cosa que encontrase a mi paso. Cuando salí por la puerta de entrada, vi el Escalade de Jared, como siempre, estacionada en el bordillo al otro lado de la calle, sólo que esta vez él se encontraba apoyado contra la puerta
  • 24. 24 extremadamente incómodo, mientras Sasha estaba apoyada con su hombro contra su auto, a una distancia inferior a tres metros de él. Pude ver cómo Jared intentaba ser educado mientras mantenía los brazos cruzados, siendo cauto para no reaccionar a su coqueteo, pero mis ojos prestaron atención a las risitas de Sasha y la forma de tocar su camisa, pecho y brazos con cada dos palabras que pronunciaba. —¡Nina! Hola, cariño —dijo Jared, mi interrupción un alivio. Me tomó entre sus brazos e hizo toda una exhibición al plantarme un beso sobre los labios. —Hola, Nina —dijo Sasha efusivamente—. Le estaba comentando a Jared que alguna vez deberíamos tener una cita doble. —No —espeté, mi paciencia estaba más allá de mis límites. Jared me acompañó a la puerta de pasajero y la abrió—. Puedo entrar en el auto por mí misma —dije áspera. —Nina… —Jared sonrió, divertido por mi malhumor. —Nada de “Nina” —dije, mirando fijamente hacía adelante. —Bien —gritó Sasha desde el otro lado del todoterreno, elevando las cejas—. Supongo que te veré el lunes. Jared, ha sido agradable tener la oportunidad de hablar. Ignorando la última tentativa de Sasha por atraer su atención, Jared me miró durante un momento, intentando descifrar mis emociones. Finalmente, rodeó la camioneta para llegar a su lado y se deslizó en el asiento a mi lado. Observó a Sasha cruzar la calle y después sacudió la cabeza. —No creerás de verdad que yo… —No. No creo que estuvieses flirteando con ella —refunfuñé. Jared se alejó del bordillo y asintió. —Bien, porque es totalmente ridículo. No sólo estoy locamente enamorado de ti… ella es… —Jared sacudió su cabeza, produciendo una serie de caras hastiadas mientras intentaba pensar cómo describirla correctamente—. Ella es otra cosa. —Esa es una buena palabra para ello —dije yo, cruzando los brazos.
  • 25. 25 —¿Cómo fue tu reunión? —preguntó. —¿Me quieres decir que no lo sabes? —Estaba atento, pero con Sasha a cinco centímetros de mi cara, fue difícil captar los detalles. ¿Grant sigue siendo un imbécil? —Sí —asentí. —¿Pasa algo? —Jared se quedó callado por un momento y entonces sus cejas se alzaron—. Oh. —¿Qué se supone significa eso? —Nada. No quería dar a entender nada —dijo Jared, intentando no sonreír. Sacudí la cabeza, observando a través de la ventana como pasaban los árboles. Un día Eli nos comentó que cuando nos comprometíamos de una manera física, los sentidos de Jared hacía mí se agudizarían. Todavía no podía asegurar lo que eso implicaba. Jared nunca dio a entender que algo hubiese cambiado, pero cuando su acuciante curiosidad de antaño, sobre los motivos concernientes a mi humor o sentimientos desaparecieron, supe que algo era distinto. Le arrinconé en más de una ocasión para que me explicara su nueva empatía, pero siempre lograba escaquearse de la conversación con eficiente e irresistible diversión. —¿Sigue en pie nuestra cita para el almuerzo? —pregunté, mi atención aún puesta en el paisaje en el exterior de la ventana. —Por supuesto. Tengo una sorpresa para ti —dijo Jared, tomando mi mano, llevándosela a su boca. Mi humor cambió enseguida cuando la tibieza de sus labios se disparó por mi brazo. —Me gustan las sorpresas. —Lo sé —dijo él contra mi piel.
  • 26. 26 Capítulo 2 Ido Traducido por Puchurin Corregido por francatemartu alló tu nombre? ¿En un árbol? ¡Eso es tan dulce! —chilló Beth. —Sí, en una agotadora forma de lo he-hecho- miles-de-veces —dijo Kim monótonamente, sin estar impresionada. Ignorándola, sonreí hacia Beth. —Él me llevó a un campo que tiene un solitario roble en el centro. Extendimos una manta para picnic que habíamos traído. Fue perfecto. —Eres la siguiente —dijo Kim dándome con el codo. —Oh —dije mirando rápidamente el menú que colgaba del techo—. Café grande. Negro. —La chica detrás del mostrador asintió, y presionó los botones en la caja registradora, esperando por mi tarjeta de débito. Le di un codazo a Beth—. ¿Quieres algo? —No, hoy no. Puse los ojos en blanco. —Para ella, un Mochachino grande descremado, por favor. —Dije que no quería nada —dijo Beth fingiendo molestia—. ¿Y desde cuándo tomas café negro? —No vamos a tener nuestra conversación mañanera en el primer día de clases sin café —dije—. Sé que las cosas entre Chad y tu están un poco tensas en este momento. Mudarse es costoso. No es un problema. —No soy de arrimarse. —¿T
  • 27. 27 —Hospitalidad sureña. ¿No es así como la llamas? —le guiñé un ojo. —Tú eres una Yankee —murmuró Beth. La chica se volteó para preparar nuestras bebidas, y Beth se inclinó. —Y el árbol… Sonreí. —El tallado era increíble. Brillantemente detallado. Nunca había visto algo como eso. Él me llevó al otro lado, y las iniciales de sus padres también estaban talladas allí, como desde… hace años. —¡No puede ser! —gritó Beth. Ella miró alrededor, calmándose antes de su próxima pregunta—. ¿Ya han establecido una fecha? ¿Para la boda? Bajé la mirada. —Eh… no. Pero fue un buen almuerzo. —¿Un buen almuerzo? —preguntó Kim. —Él no lo mencionó —les dije. —Bueno, es la primera vez —bromeó Beth. No era difícil adivinar por qué las preguntas de Jared sobre la fecha de la boda habían disminuido: él estaba preocupado por las pesadillas, y no quería que empeoraran. Sé que Jared quería fijar una fecha. A medida que pasaban las semanas y yo seguía renuente a discutirlo, él comenzó a ponerse ansioso. Una vez que comenzaron las noches sin dormir, la boda pasó a ser el asunto más lejano en su mente. Nos ubicamos en nuestro lugar al lado de la ventana, y nos pusimos al día sobre el verano de cada una. Beth y Chad habían reducido las horas en su trabajo por el semestre de otoño. El dinero era escaso pero ellos se habían divertido jugando a la casita. Kim había viajado a ver a su familia, pero regresó antes. —Mi dormitorio me extrañaba —dijo ella sonriendo. —¿Cómo conseguiste que te dejaran entrar? —preguntó Beth. —Tengo el poder de persuasión —dijo Kim, frotándose sus dedos.
  • 28. 28 —Así que viajaste casi todo el verano, no trabajaste, y ¿tienes dinero suficiente para sobornar a los poderes para estar en la Universidad de Brown? —pregunté—. Seguro. Kim se encogió de hombros. —Robé dos bancos y una licorería de camino a Chicago. —Genial —dije, tomando otro sorbo de mi café. —Así que, ¿Ryan está en el Ejercito? —preguntó Kim. —Jesús, Kim —dijo Beth, sacudiendo su cabeza. Asentí. —Me escribió una carta, y la dejó en el correo de camino a la guerra. Como si no fuera nada. Como si fuera una maldita tarjeta de cumpleaños. —O una postal —añadió Kim. —Con soldados en ella —dijo Beth. Ella bajó la vista, tratando de no reír. —En trajes de camuflaje, y grandes armas —Kim sonrió. Beth esperó un momento, y luego habló de nuevo. —En traje de baños camuflados. —Tendido en una hamaca en la playa, con «Saludos desde la Guerra» en grandes letras amarillas y burbujeantes —fruncí el ceño. Beth se rió antes de hacer un pobre intento de poner su cara seria. —No es tu culpa. —Es completamente mi culpa. Debí haberlo detenido. La sonrisa de Beth desapareció. Ella me tocó mi brazo. —Nigh, ni siquiera sabías como para detenerlo. —No, estoy segura que no —dije en voz baja sabiendo que Jared podía oírlo. Arrojamos nuestros vasos vacíos a la basura antes de ir al campus. El paseo pareció más largo que en años anteriores. Recordé caminando el
  • 29. 29 mismo sendero, preguntándome si podría encontrar a Jared, con la esperanza de poder robar otro momento con él. Una sonrisa tocó mi cara cuando miré detrás de nosotras. El Escalade estaba estacionado al otro lado de la calle, a media manzana de distancia. Muchas cosas habían cambiado desde que me había sentado en el banco de parque. La vida había ido de mal a peor, de maravillosa a increíble, y ahora mis días eran tan mundanos como cualquier otro estudiante de segundo año. Si tan sólo pudiera cerrar mis ojos sin ver a mi padre, pero eso era pedir demasiado. Beth me echó un vistazo de vez en cuando. Finalmente mi curiosidad superó mi aversión a sus largas explicaciones. —Está bien, Beth. ¿Tengo algo en mi cara? —pregunté. —Un moco —dijo Kim sin expresión señalando hacia mi nariz. —¿Tengo un moco en mi nariz? —Di un grito ahogado, mi mano voló a cubrirla. —No —dijo Kim. Beth sonrió. —Se ve que no has podido dormir lo suficiente, es todo. Mi mano no dejó mi rostro sin limpiarme la nariz varias veces, y entonces le hice una mueca a Kim. —No he podido, supongo. —¿Supones? —insistió Beth. —Pesadillas —dijo Kim. —¿Cómo lo sabes? —pregunté. Kim se encogió de hombros. —Sólo una suposición. ¿De qué se tratan? —Mayormente de Jack. La boca de Beth se deslizó a un lado, y entonces frunció el ceño a Kim con desaprobación. Kim ni se inmutó.
  • 30. 30 —¿Qué pasa con tu padre? —dijo Kim. Me rasqué la cabeza y miré al tráfico… estancada, por supuesto, incómoda por la dirección que había tomado la conversación. —Sólo la manera en que murió. Pero es diferente. —¿Cómo diferente? —presionó Kim. Beth se detuvo a medio paso. —¡Por Dios, Kim, déjalo ya! —Nina, algunas veces hablar de ello te puede ayudar —dijo Kim ignorando a Beth. —Hoy no —dije, mirando hacia arriba al ladrillo envejecido del edificio de Comercio—. Chicas, las veré en el almuerzo. La clase fue interminable. Mi mente estaba llena con los pensamientos de Sasha, Jared y Claire esperando bajo el inconcebible sol del desierto para salvar a Ryan de sí mismo. Mientras el tiempo pasaba, me sentí más y más enojada. La culpa me siguió por donde quiera que fuera, y la falta de sueño me dejaba irritable. Cuando la clase finalizó, salí por la puerta, sin hacerle caso a las miradas atónitas de los estudiantes mientras caminaba. Kim me detuvo en seco. —¡Oye! Tomé unas pocas respiraciones necesarias antes de poder hablar. —Disculpa… estaba… no lo sé. —¿La clase fue tan mala, eh? —No lo recuerdo —dije, frotándome la sien donde había chocado con el huesudo hombro de Kim. Kim miró hacia el corredor, y luego a mí. —Está bien. ¿Qué está pasando contigo? No eres tú. —Sólo estoy cansada —dije, deslizándome más allá de ella para escapar por las escaleras.
  • 31. 31 En el parque, el banco más cercano llevó la peor parte de mi ira cuando tiré mi mochila contra él, antes de desplomarme allí. Mi próxima clase era en diez minutos, y no tenía ninguna motivación para escuchar reglas y monótonos itinerarios. Los estudiantes pasaban riendo y hablando con la esperada energía del primer día de escuela. El sol del verano estaba ya muy cálido para esta hora temprana, y sin brisa, podía sentir las gotas de sudor formarse entre mi ropa y la madera. El campus ya no se sentía como mi hogar, nunca más. Sentí como si hubieran pasado muchos años de las risas que compartí con mis amigas, sentadas en el almuerzo, en las cafeterías, y en el pub. Mi estado de ánimo empeoró, y me negué a moverme de mi banco. Y entonces él se sentó a mi lado. —Un día cálido, ¿eh? —me preguntó sin mirar hacia mí. —Supongo. —¿Perdiste el autobús? —me preguntó, mirándome por el rabillo del ojo. Suspiré. —Lo dejé pasar para que el amor de mi vida pudiera salvarme tomando un taxi. Él sonrió. —Voy hacer que esto mejore, cariño. Ryan… los sueños… vamos a salir de esto. —Él me tomó bajo su brazo, y entonces presionó sus labios en mi frente. Me dejé derretir contra su cuerpo, y gradualmente el enojo se fue. Con mochila en mano, suavemente tiró de mis dedos—. ¿Puedo acompañarte a clase? Con una pequeña aceptación, me motivó a moverme a paso lento a través del campus. Caminamos en silencio, pero él apretó mi mano intermitentemente para darme valor. No se sentía bien estar aquí sin el rostro sonriente de Ryan. Los pensamientos de las noches en el pub o el grupo de estudio sólo eran un recordatorio de su ausencia para todos —y el por qué se fue— era incómodo por decir lo menos. El día fue largo, pero estuve desconectada de él. Jared me llevó a la oficina después de clases, y tratar con Grant, montañas de papeleo, y las prácticas apartó de mi mente los pensamientos oscuros.
  • 32. 32 —Te vamos a mudar hoy —dijo Grant con su amplia sonrisa y profundos hoyuelos. —¿Mudarme a dónde? —dije, preguntándome para qué otra cosa me tenía que preparar. He estado en cada departamento de la compañía, y había comenzado el adiestramiento gerencial. A decir verdad, había dominado todo lo que Grant podía hacer mucho antes de mi internado, y podía hacerlo mejor. Tenía una excelente relación con los clientes, y por mi duro trabajo en el verano, los empleados me habían aceptado. A excepción de enviarme al extranjero, no había nada que no hubiera visto. —Por allá —señaló Grant. No me volteé. Sabía a dónde estaba señalando. Me estaban mudando a la oficina de mi padre, el único espacio en el edificio entero al que le estaba huyendo. —Todavía no necesito eso —dije, tratando de ocultar mi malestar. —Nina, tu eres la Directora Ejecutiva de esta compañía. Es tiempo de que ocupes la oficina. —¿Por qué la prisa Grant? ¿Quieres retirarte? —pregunté, arreglándome la blusa. —No te estoy pidiendo que manejes la compañía, pero no puedes ganarte el respeto del personal estando con los pasantes. Solidifica tu posición con los empleados antes de graduarte y toma el control. El ascensor se abrió y apareció Sasha, deslizando un tubo de brillo labial sobre su muy brillante lápiz labial. —Grant, enviaron por error un paquete para ti a nuestra oficina —dijo entregándole el gran sobre de papel—. Esta mañana vi a una vagabunda con una camisa igual a esa —dijo señalándome con repugnancia—. Nina, en realidad, hay mejores lugares para comprar que las tiendas de segunda mano… Miré hacia abajo y luego hacia ella de nuevo, de repente abierta a la idea de cambiar de oficinas. —Sasha, me alegra que estés aquí. Grant quiere que tome la oficina de mi padre. Te dejaré a cargo de mudar mis cosas.
  • 33. 33 —¿Vas a…? —Sasha miró a Grant en búsqueda de apoyo, pero él levantó sus cejas expectante. Su expresión pasó por varias emociones desde conmoción, coraje, a derrota, y entonces finalmente se volvió sobre sus talones—. Me haré cargo de inmediato —dijo entre dientes. Había dormido la noche anterior, mi ánimo había subido como la espuma, pero simplemente miré la puerta de la oficina de mi padre y suspiré. Grant me dio una palmada en mi hombro. —Te lo has ganado, Cacahuate. Y si te hace sentir mejor… me gusta tu camisa. —Gracias —dije liberándome de su tacto. Carl, de mantenimiento, salió del ascensor y pasó frente a nosotros con una bolsa de herramientas, un cubo, y una escobilla de goma. Se detuvo en la puerta de la oficina de mi padre y miró las letras negras en el cristal: Jack Grey Director Ejecutivo Él sacó una navaja de su bolsillo, y comenzó a raspar las letras. —¡No! —grité. Carl se congeló, y corrí hacia la puerta, suavizando la Y del nombre de mi padre—. Déjalo —dije suavemente. —Sí, señora —dijo Carl claramente preocupado. Él miró a Grant, y luego se fue por donde vino. —Lo siento. Asumí que querrías tu nombre en tu puerta. Pensé que te gustaría —dijo Grant. —Los dos pueden acomodarse —dije—. Sólo pon mi nombre debajo del de él. —Tú eres el jefe —dijo Grant, su expresión igualando su tono de voz. Presioné el botón para el primer piso, y luego me incliné contra la pared posterior del ascensor.
  • 34. 34 —Demasiado para un día —murmuré. Por encima de la puerta, el número uno brilló con un suave resplandor, acompañado por un sonido relajante. La doble puerta se abrió y entrecerré mis ojos por la luz solar que penetraba por las paredes del cristal del vestíbulo. Para mi sorpresa, Jared estaba de pie en las puertas giratorias. —Ha sido mucho para ti hoy. Vamos a casa. Sonreí, recordando lo dicho en el ascensor. Dejó que me inclinara contra él mientras caminábamos hacia el Escalade tomados de la mano. Las gaviotas parecían particularmente ruidosas, llamándose unas a otras en el muelle. La brisa trajo el dulce acre olor del pescado y aceite de motor. Los sonidos y olores que rodeaban a Titan siempre me recordaban a mi padre. —No es de extrañar que esté teniendo los sueños —dije. —¿Qué sueños? —bromeó Jared. Sonreí. —Viniendo aquí todos los días, estando cerca de todo lo que representa, lo que recuerdo de Jack. No es ningún misterio sobrenatural. Simplemente estoy rodeada por él. Jared sólo respondió asintiendo. Él fue cuidadoso en evitar el tema durante el viaje a casa, aferrándose al tiempo y los acontecimientos en Brown. Cuando llegamos al apartamento, estaba ansioso por comenzar a preparar la cena, por lo que lo dejé con sus pensamientos y corrí a preparar la bañera. Después de estar bajo el agua fría por mucho tiempo, me envolví en una toalla y abrí la puerta, notando un solo plato de comida. Jared estaba en la esquina, bañado en sudor. —¿Comiste sin mí? —pregunté, sentándome en la mesa. —No quería molestarte —dijo Jared gruñendo por la masiva cantidad de peso sobre él. Jared estaba escondiendo algo, y su conducta me decía que era algo que probablemente yo no quería saber.
  • 35. 35 Terminé mi cena y encendí el lavavajillas, luego subí las escaleras. Me puse mi bata de noche y me metí en la cama junto a Jared. Él estaba leyendo, y bajó su libro lo suficiente para darme un beso en mi frente. Me relajé, tratando de pensar en cosas pacíficas. Me pregunté si levantarme gritando no ayudaría a mantener a distancia los sueños, por lo que forcé mi mente en el recuerdo de Jared y nuestro árbol de roble. —¿No estudias hoy? —dijo Jared. —El examen es el lunes. Esta noche estoy muy cansada. Jared asintió. —Mi madre llamó hoy. Bex regresa a casa mañana. Un bostezo interrumpió mi respuesta, pero hablé a pesar de ello. —¿Ah, sí? —Lo invité a cenar. Pensé que podía hacer un asado de cerdo. Sonreí, a la deriva. —Suena bien. Cuando Jared me dio un beso de buenas noches, caí varios miles de pies a un piso polvoriento de madera. Aterricé boca abajo, con las palmas de mis manos pegadas en el piso. Dudé en moverme hasta estar segura de los alrededores. Estaba oscuro y calmado, excepto por la sutil interrupción del crujido de papeles. Volteé mi cabeza, luchando para enfocar dos sombras en el piso; dos figuras inclinadas buscando desesperadamente. Cerré mis ojos. —No me voy a mover —dije cerrando mis manos en puños—. No voy a ver. Se detuvo el crujido de papeles, y Gabe susurró la advertencia a mi padre. —Ya están aquí. —No voy a verte morir esta noche —dije apretando mis dientes. Jack y Gabe escaparon con su libro, y me senté sobre mis rodillas. El chillido resonó en los pasillos, y mi corazón latió rápido. Me levanté, determinada a permanecer de pie, enfocándome en el cuarto donde estaba,
  • 36. 36 tratando de ignorar los ruidos infernales y aterradores que aumentaban mientras se acercaban. Era mi sueño. Me quedaría donde estaba. La habitación se tornó borrosa, y el tiempo me apartó. Mi estómago tiró, y luego me había ido, empujada violentamente hacia el techo. Gabe tomó a mi padre en sus brazos, y saltó con todas sus fuerzas al lugar del brutal final de mi padre. Una vez más me negué a moverme, bloqueando mis rodillas en el lugar. El tirón comenzó, pero mis pies se mantuvieron en su lugar. Justo entonces, un sinnúmero de sombras pasaron de largo, viajando con tal impulso que mi cabello voló hacia delante, como si dos trenes pasaran a velocidad máxima a cada lado. Los sonidos que venían de las sombras eran indescriptibles, tan altos que automáticamente mis manos cubrieron mis oídos. Grité alto tratando de ahogar el mal que me rodeaba. Luego todo desapareció. Esperé. Sonidos provenientes de la calle sustituyeron el ensordecedor rugido de Shax y sus esbirros, y mis rodillas cedieron, dejándome caer al suelo. —Detente, por favor —murmuré, sabiendo que nadie me podría oír. Mi respiración se aceleró. El aire pareció muy cargado, y el tirón comenzó de nuevo. —No —supliqué, justo cuando un agujero se abrió debajo de mí. Caí, aterrizando en el cemento fresco del callejón. Un familiar par de zapatos se detuvo frente a mí, y seguí con mis ojos el traje de sastre para encontrar a mi asustado padre. Sus manos estaban envolviendo el libro, sus nudillos estaban blancos. Cerré mis ojos, esperando por lo que sucedería a continuación. El sonido de manos explotando a través de la puerta, y el ruidoso sonido del destrozo de la ropa y piel de Jack fueron más reales cuando me negué a ver. Los huesos de su columna vertebral se quebraron mientras los demonios tiraban de él a través del agujero en la puerta y hacia el edificio para una muerte brutal. Grité. No como un grito, sino como un gemido bajo, llorando por mi padre. El callejón tembló, como si la tierra por debajo temblara por la presencia de tal maldad. La oscuridad se volvió una luz tenue, y me enfoqué mientras las cálidas manos de Jared me sacudían para despertarme.
  • 37. 37 —¿Nina? —dijo, sujetando mis mejillas en sus manos, esperando a que lo mirara a los ojos. Una vez más, empapada en mi propio sudor, me arranqué las uñas de las palmas de mis manos, todavía apretadas tratando de permanecer en un solo lugar. Jared miró hacia abajo, luego se fue por un momento, trayendo dos trapos. —Jesús, Nina —se ahogó al decir. Las toallas blancas taparon cuatro pequeñas medias lunas en cada mano, pero rápidamente revelaron el daño mientras se volvían rojas. Jared colocó otro trapo, este frío y húmedo, en mi frente, limpiando el sudor y las lágrimas. Mis ojos se sentían hinchados y tirantes. Aunque el sueño había terminado, no podía parar de llorar. La expresión de Jared era devastadora. Era la misma expresión que tenía cuando él soltó mi mano en la sala de emergencias, como si yo estuviese muriendo frente a sus ojos. —No puedo arreglar esto —dijo con voz entrecortada—. No sé qué hacer para ayudarte. —Me estás ayudando —dije, mi voz era ronca y débil. Dejé mi trapo con sangre en la manta, y toqué su rostro con mi mano. Demasiado cansada para sostener mí propio brazo, este cayó en el colchón. Vetas de sangre mancharon las mejillas de Jared, provocando que volteara mis manos hacia arriba para ver mi piel. —Me encargaré de eso —dijo Jared, buscando bajo la cama el botiquín de primeros auxilios. Mi cabeza descansó contra la cabecera mientras él atendía mis heridas, besando mis dedos cuando terminaba con cada mano. —¿Jared? —¿Sí, cariño? —dijo, con un rastro de agonía. —¿Me harías un poco de café? —Sí —dijo sencillamente. Me dejó sola, bajando las escaleras rápidamente. Miré a mis manos manchadas de rojo, y luego al reloj. Leía las 3:30 am. Frotándome los ojos, me forcé en bloquear los gritos que aún resonaban en mis oídos.
  • 38. 38 Jared regresó con una humeante taza de café amargo y oscuro. Él se sentó en la cama junto a mí con una esperanza renovada. —Está bien —dijo, pasándome la taza con cuidado—. Vamos hablar de esto. —No. —¿No? —Mi respuesta lo tomó con la guardia baja. Le llevó un momento recuperarse—. Nina, tiene que haber una razón para esto. Tomé un trago y suspiré. —Ya te lo dije. Estoy en Titan todos los días. Estoy rodeada por Jack y sus recuerdos durante horas. Piensa en ello. Los sueños no comenzaron hasta que comencé mi pasantía. —Eso no cuadra, Nina. Deberías estar a gusto allí a estas alturas. Los sueños deberían haber cesado, no empeorado. Fue inútil el intentar pensar racionalmente. Mi mente estaba nublada por la fatiga, y no pasó mucho tiempo en frustrarme y rendirme. —No quiero pensar en eso, Jared. —Debes estar exhausta. Pero, déjame intentarlo. Cuéntame sobre el sueño. —Jared sonrió cuando cedí con un suspiro—. ¿Por favor? —Fue diferente esta vez. Traté de controlarlo y dejar que ocurriera sin estar allí para verlo, pero tiraba de mí. —¿Qué tiraba de ti? Me encogí de hombros. —No sé. ¿El sueño? Me paré y me concentré en estar allí en un solo lugar, y entonces fui empujada a otra escena. Pero una vez… me mantuve por un rato. Vi algo que no había visto antes. —¿Sí? —preguntó, ansioso por encontrar respuestas. —El… —Nina —dijo Jared, interrumpiéndome firmemente. Asentí con entendimiento, y continué:
  • 39. 39 —Me quedé atrás. Gabe y Jack saltaron al siguiente edificio como siempre hacen, pero esta vez permanecí de pie en el techo, y los «Otros», me rodearon. Docenas de ellos, cientos de ellos, no sé, ellos pasaron a través de mí. Jared asintió, esperando todavía por una epifanía. —… y luego caí por un agujero, aterrizando en el callejón. No miré esta vez. Mantuve mis ojos cerrados. —¿Eso te ayudó? —Los ruidos fueron igual de malos. Él esperó a que algo llegara a él. Claramente los pensamientos corrían a través de su mente como si verificara metódicamente cada escenario, cada explicación posible, y luego seguía al próximo. La frustración se desplazó por su rostro y se levantó, caminando hacia la barandilla que corría a lo largo del borde de nuestro dormitorio. Miró hacia el piso inferior, apretando el metal tan fuerte que resonó mientras él retorcía sus manos adelante y atrás. El café finalmente se abrió paso a través de mi cuerpo, corriendo por mis venas. Pateé las sábanas a un lado y planté mis pies descalzos en el piso. —¿Una película? —pregunté, pero él estaba perdido en sus pensamientos. Bajo la tenue luz, pude ver su boca moviéndose, pero no hacía ningún sonido—. ¿Jared? Sus labios continuaron moviéndose, y el metal siguió quejándose bajo su agarre. —Vas a romper la barandilla —dije, caminando los pocos pasos hasta alcanzarlo. Se puso rígido bajo mi toque. —Ellos no contestan. —¿Quiénes? —Eli. Samuel. Cualquiera. —Quizás estén ocupados.
  • 40. 40 —Exactamente —dijo él, sus hombros cayendo—. Nina, puedo sentir lo exhausta que estás. No sé cómo puedes seguir funcionando. Puedo sentir cómo tu cuerpo se tensa y entra en pánico cuando tienes estos sueños. No quiero asustarte, pero esto es… si tú quieres creer que es Titan, está bien. Pero necesito resolver esto. —¿Qué quieres decir? —Voy a llamar a Bex. Voy a pedirle que venga por unos días mientras trato de encontrar algunas respuestas. —¿Te vas? —Sólo por unos días, cariño. Agarré su camisa, el pánico apretando mi garganta. No nos habíamos separado por mucho tiempo, el simple pensamiento de estar pocos días sin él me aterraba. Me sentiría desnuda… vulnerable. —Pero lo prometiste. Prometiste que nunca tendrías que irte. —Lo hice. No me voy a ir —dijo, tocando mi mejilla—. Estaré a una llamada de distancia. —No. No… envía a Bex. —Bex no tiene mis conexiones, Nina. Todavía no. Él no sabe dónde tiene que buscar, él no sabe las preguntas que debe hacer. Tengo que hacerlo. Cambié mi peso de una pierna a otra, tratando de relajarme y apagar mis miedos. —No puedes ir… no puedes. Jared tocó con sus pulgares la delicada piel debajo de mis ojos, señalando silenciosamente mis círculos oscuros. Sin más palabras, Jared sacó su teléfono de su bolsillo trasero y marcó. —Bex. Necesito que te quedes con Nina por un tiempo. —Cerró su teléfono, con los ojos fijos en mí. —No hagas esto. Jared metió mi cabello detrás de mis orejas. —Estás exagerando.
  • 41. 41 —¿Por favor? —Es sólo por unos pocos días. Fruncí el ceño. —No lo sabes. —Si no encuentro nada, simplemente regresaré. Cuarenta y ocho horas, y estaré de vuelta aquí. Lo prometo. —Prometiste que nunca me dejarías. Él se rió de mi terquedad. —No te estoy dejando. Voy a trabajar. Levanté un lado de mi boca y suspiré. Jared se inclinó, besando mi frente con sus suaves y cálidos labios. El motor de una motocicleta se elevó más cerca del apartamento, deteniéndose justo afuera. En cuestión de segundos después del silencio, un tranquilo golpe vino de la puerta. Mi sonrisa se desvaneció, y Jared arrojó unas cuantas cosas en su bolsa de lona mientras Bex se estiraba en el sofá de la planta baja. —Mamá quiere que la llames —dijo Bex, sujetando el control remoto delante de él mientras cambiaba canales en la televisión. —Bájale el volumen, Bex. Nina está tratando de dormir. Crucé mis brazos, molesta porque se negó a comprometerse. —No puedo dormir sin ti. Si piensas que estoy exhausta ahora, en cuarenta y ocho horas entraré en coma. Sus brazos me rodearon, besándome una vez más. —Por lo menos conseguirás dormir un poco. Él estaba tratando de mantener el ánimo ligero con su partida. Jared no disfrutaba dejarme más que yo, pero él sentía más que seguro de que era necesario romper la promesa por mis recurrentes pesadillas. Esa realidad simplemente me dejó más confundida.
  • 42. 42 Suavemente, Jared sacó mis dedos de su camisa. Las impresiones de mis dedos permanecieron en su camisa, por lo que me apresuré a alisarla con la palma de mis manos. —Regresa pronto a casa —susurré, tratando de evitar llorar. Jared tocó mis labios con los suyos, y entonces miró a su hermano. —¿Bex? —Lo tengo —dijo levantando sus pulgares en el aire. Antes de que mis ojos terminaran de parpadear, él había bajado las escaleras y salía por la puerta. No sentí nada por unos momentos, pero al segundo que el aire llenó mis pulmones, una abrumadora sensación de tristeza cayó sobre mí. Jared no había estado a más de una manzana de distancia de mí cuando recuperé mis sentidos y le rogué que regresara el pasado mayo. La cama parecía estar a kilómetros de distancia, pero lentamente caminé hacia ella. En el momento que mi espalda tocó el colchón, oí un fuerte pisoteo subiendo las escaleras. Bex corrió a toda prisa hacia mí, saltando y tomando vuelo, aterrizando precisamente a unos centímetros de distancia. No me estremecí. —Oye —dijo Bex, dándome un codazo—. Están dando Death Jungle. Ven a verla conmigo. —¿A dónde fue Jared? —No lo sé… ven —dijo él. Su voz era más profunda, y era más alto que yo desde hacía varios meses. Si no supiera que todavía él era un niño, habría pensado que era un colega universitario. Pero todavía no se había desarrollado completamente… la única cosa que lo delataba. Tiró de mí para que lo siguiera abajo, y acepté de mala gana, descansando mi cabeza en el brazo del sofá. Una variedad de ridículas mutilaciones y caos llenó la pantalla. Bex la miraba con un enfoque inquebrantable, pero mis ojos batallaban por permanecer abiertos. Moviéndome para encontrar una posición más
  • 43. 43 cómoda, me ubiqué y dejé que mi mente fuera a la deriva. En la oscuridad, con los gritos de los vagabundos moribundos de la selva al fondo, permanecí lejos de alguna manera del oscuro edificio y de mi padre.
  • 44. 44 Capítulo 3 Más de un Metro Traducido por erikayure Corregido por Juli_Arg or favor? —preguntó Bex, manteniendo abierta la puerta del pasajero. Puse mis ojos en blanco. —Bien, no le digas a tu mamá. —¡No lo haré! —dijo. Agarró mi mochila y la aventó en la parte de atrás mientras yo me acomodaba en el asiento. En cuestión de segundos él estaba a mi lado, encendiendo el motor. —Eres tan genial —dijo, con una amplia sonrisa. —La única razón por la que te estoy dejando manejar es porque completaste tu curso de manejo en Cleet. Si pudiste evadir los policías, asumo que no arruinaras la única cosa que me queda de Jack. Bex frunció el ceño. —Aguafiestas. Él se apartó del departamento, usando la direccional y obedeciendo todas las leyes de tránsito durante el camino. Miré pasar los árboles, los rojos y naranjas señalando la llegada del otoño. El paradero de Jared se mantuvo al frente en mi mente, pero la pared que había aprendido a formar alrededor de mis sentimientos había sido por mucho tiempo una rutina. No quería que Jared cometiera un error, o saliera lastimado porque sintiera mi ansiedad. —Cafetería, a las siete en punto —comentó Bex, estacionando detrás del deteriorado Sentra de Kim. Le di una mirada de incredulidad. —¿P
  • 45. 45 —¿En serio? —Jared dijo que te ibas a reunir con tus amigas Kim y Beth aquí, ser puntual, y vigilar una manzana al norte, con la puerta frontal a la vista. —Soy yo, Bex. No actúes como un robot militar. Me saca de quicio. Bex sonrió. —Sólo quiero hacer esto bien. Le devolví la sonrisa y le di un abrazo. —Lo estás haciendo muy bien —le dije antes de salir a la acera. Metiendo mis manos en los bolsillos para guardarlas del aire frío de la mañana, caminé hacia la puerta frontal de nuestra cafetería favorita. La puerta verde se abrió y cerró con clientes que entraban y salían varias veces antes de que yo alcanzara la manija. Apenas entré, alguien corrió hacia mí desde atrás, casi mandándome al suelo. Una risita familiar provino detrás de mí. —¡Cielos, lo siento! —dijo Beth, sin duda utilizando hasta el último pedacito de su encanto sureño—. Estaba tratando de alcanzarte —respiró. Mis cejas se alzaron. —Está bien… ¿por qué? Ella me pasó una hoja de cuaderno. —Esto. Joshua recibió esto con el correo ayer, y se lo dio a Chad. Es de Ryan. Lo arranqué de su mano y le eché un vistazo. Todo parecía estar bien. Él había completado el campo de entrenamiento, y ahora estaba en un entrenamiento especializado; algo sobre explosivos y ser un experto en armas. —Grandioso —dije. —¡Pero lo está haciendo bien! Parece estar bien, ¿cierto? —Sí —le dije, regresándole el papel. Kim me empujó por detrás.
  • 46. 46 —¡Oye! —¿Qué pasa con ustedes dos hoy? —dije. —Vi a Beth hacerlo. Parecía divertido. ¿Te puedo patear más tarde? —dijo Kim, con una expresión carente de humor. —No, sin duda no puedes. —Me di la vuelta para ordenar, estirando mi cuello una vez más hacia Kim para probarle que no estaba de humor para sus travesuras. Nos sentamos en nuestra mesa de siempre, quejándonos de los próximos exámenes y trabajos. Beth compartió la carta de Ryan con Kim, y se quejó del recorte de horas en el trabajo, dejando sus alacenas más desnudas que lo usual. Mientras Kim y Beth discutían el mal humor de Chad debido a la sensación de que su condición del hombre de la casa estaba en riesgo, tuve una epifanía. —¿Qué te están pagando ahora? —pregunté. —Frijoles —dijo Beth. —Bueno… soy la Directora Ejecutiva de Titan Mercantile. Necesito un asistente. Beth inmediatamente se animó. —¿Cuántas horas? Mis clases tienen tiempo inestable, ya sabes. —Lo sé. —Asentí—. Si puedes pasar al menos una hora al día, cada vez que puedas ir, te igualaré el pago que estabas recibiendo este verano. Tendrías tiempo para respirar un poco entonces, ¿cierto? —¡Eso es un robo! —chilló Beth. —Oh, cállate —replicó Kim—. Nina tiene dinero para quemar. A ella ni siquiera le pagan por trabajar ahí. —Aún —intercedí. Kim continuó: —Ella es tu amiga rica, Oklahoma, toma ventaja. —Tienes pasantes para esas cosas… —dijo Beth, moviendo la cabeza con desdén.
  • 47. 47 —Ellos están ocupados. Después de un breve momento de reflexión, la boca de Beth se extendió en una amplia sonrisa. —¿En serio? —En serio. Se arrojó sobre la mesa, envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello. —¡No puedo esperar para contarle a Chad! Lo siento… ¡Tengo que irme! — Recogió sus cosas, dio unos cuantos pasos, girando sobre sus talones—. ¿Cuándo empiezo? Sonreí pacientemente. —¿Cuándo puedes empezar? —¿La próxima semana? —Te veo el lunes. La ya amplia sonrisa de Beth se extendió a su límite. Ella abrió la puerta, caminando con renovada energía en su paso. —Las demostraciones públicas de generosidad me marean un poquito — dijo Kim sin expresión. —¿Por qué crees que lo hice? —pregunté. —Estás enferma —dijo, guiñando un ojo—. Así que, ¿qué piensas acerca de la carta de Ryan? —Él le escribió a Josh y no a mí, eso es lo que pienso —resoplé. —Nigh… —Ya sé —dije, mirando por la ventana. —No lo sabes. Tú pensaste que él se quedaría alrededor, suspirando por ti por años hasta que finalmente se fuera a las montañas, prometiendo ser un ermitaño hasta morir de un corazón roto. Él estaba enamorado de ti; hizo algo drástico. Déjalo ir. —No quiero que él suspire por mí. ¡Tampoco quiero que muera porque lo lastimé!
  • 48. 48 Kim me miró por un momento, sin afectarse por mi enfado. —No te ves tan cansada hoy. ¿Los sueños se fueron? —No —espeté. —¿Pero dormiste anoche? —Sí. Jared se fue de la ciudad, y es como si hubiera caído en un coma o algo. —Interesante —dijo Kim. Me di la vuelta para mirarla, pero ella estaba viendo fuera de la ventana como si estuviera buscando algo. —¿Qué es? —le pregunté. —Nada —dijo, girando la cara hacia mí. —Estás actuando rara. —¿Y? —dijo Kim sin arrepentimiento. —Tienes razón, no es diferente de cualquier otro día. Reunimos nuestras cosas, y después Kim se ofreció a llevarme al campus. Asentí en dirección a Bex tan sutilmente como pude, y entonces tiré de la puerta del pasajero del Sentra. Se abrió sólo un poco, y luego se quedó atorada. —¿En serio? —me quejé. Kim pacientemente caminó alrededor de la parte delantera del auto, apartándome del camino. Con un ligero tirón, abrió la puerta sin esfuerzo, y luego regresó a su lugar. Ambas nos sentamos en nuestros asientos, y esperé a que Kim fuera a través de su rutina de una falsa oración católica antes de encender el motor. —La manera en que sigue funcionando este auto me supera. ¿Cómo es que sobrevivió al viaje de verano? Kim se encogió de hombros. —Lo dejé. Renté un auto. —¿Ah, sí? ¿Tan lejos? Bastante caro. ¿Cómo lo costeaste? —pregunté.
  • 49. 49 Kim redujo la velocidad ante un semáforo en rojo, y esperó antes de contestar. —Te lo dije, robé unas cuantas licorerías por el camino. —La verdad esta vez. —Te lo acabo de decir —dijo Kim, estoica. —Robaste una licorería. Con un arma de fuego —dije dudosa. —Y pantimedias. La luz cambió a verde, y seguimos en silencio hasta que llegamos al campus. Kim me ayudó con la puerta, y luego caminamos juntas, nuestra primera clase era en el mismo edificio. Mientras caminábamos, sentí burbujear dentro de mí una pregunta candente. La respuesta era potencialmente algo que me lamentaría saber. A pesar de todo, tenía que saber. —No robaste una licorería realmente, ¿verdad, Kim? —dije, sintiéndome ridícula por preguntar. —No —dijo, volviéndose en dirección a su clase. Esperé en el pasillo, mirándola alejarse. Había estado tan preocupada con mis sueños, que no me di cuenta que las historias de Kim no habían coincidido, y no entendí que ella estaba usando su sarcasmo para esconder algo. ¿Pero esconder qué? Eso es todo lo que necesitaba: algo nuevo con lo que obsesionarme. Bex me esperaba cuando salí al estacionamiento, en el mismo lugar en que usualmente estaba el Escalade. Yo aún estaba como a seis metros de distancia cuando Bex me ayudó con mi mochila, y me acompañó el resto del camino hacia el BMW. Me miró por un momento, con sus grandes ojos azules. —Sí —dije, abriendo la puerta del pasajero. Una gran sonrisa infantil irradió de su boca de extremo a extremo, y entusiasmadamente se apoderó del asiento del conductor una vez más. —Jared llamó, pero tú estabas en clase. —Conveniente.
  • 50. 50 —Él quería que estuvieras actualizada en el momento en que terminaras. No ha tenido mucha suerte. Unas cuantas pistas, las estará investigando hoy mismo, y estará en casa mañana por la noche como prometió. —¿Por qué no me llamó él mismo? —pregunté, incapaz de borrar el veneno de mi voz. El enojo surgió del dolor de extrañarlo. Irónicamente, dejar que un emoción se deslicé de vez en cuando la hace más fácil de controlar. Bex suspiró. —Él te extraña. Tenía miedo de que escuchar tu voz lo hiciera peor. No quería que le convencieras de regresar a casa. Una de las comisuras de mi boca se levantó, pero rápidamente la sometí. —Tengo que parar por la oficina por un segundo. —Sip —asintió Bex, girando en dirección hacia Titan. La velada consistió en tareas y la cena. Bex demostró ser un consumado cocinero, sin duda aprendió de Lillian como lo hizo Jared. Preparó una increíble ensalada de pasta con pollo y guisantes, seguido por Camarones Alfredo salteados con pimienta. Ya estaba tan llena para el momento en que sirvió el postre, que no tuve suficiente espacio para apreciar completamente el pequeño pedazo de pastel de queso que puso delante de mí. —Me estás consintiendo demasiado —dije, recostándome en el respaldo de la silla. —Sé que Jared cocina para ti todo el tiempo. Sólo estoy tratando de continuar con el estilo de vida al cual has empezado a acostumbrarte. —Si tú lo dices… —bromeé. —Y me gusta cocinar. —Sonrió. —Es una maravilla que no haya ganado veinte kilos viviendo con Jared — dije, llevando mi plato al fregadero.
  • 51. 51 —Yo lo hago, ve a descansar —dijo Bex, quitándome el plato de las manos. —Déjalo. Es cincuenta-cincuenta aquí. —Sí, pero yo lo puedo hacer mucho más rápido. —Sonrió con suficiencia. —Es cierto —dije, bostezando. Subí las escaleras. La gula, además de dos semanas sin una noche de sueño adecuado, me dejó casi debilitada. Mis perezosos brazos batallaron con la pijama rosa a rayas que me había ingeniado para sacar del cajón, y una vez que mi cuerpo cayó sobre el colchón, fui incapaz de abrir los ojos. Y luego ya era de mañana. Nada de Jack, ni Gabe, ni Shax. Había dormido toda la noche sin un solo sueño, mucho menos una pesadilla. No recordaba nada. Una noche completa de sueño era menos que un recuerdo, y era extraño sentirse descansada. El olor a tocino llenó el aire. Salté fuera de la cama, y corrí hacia la barandilla. —¿Dormiste? —le pregunté a Bex, quien se movía al ritmo de una canción en su cabeza. —Sí —dijo en voz alta—. Estaba preparado desde temprano para atender tus episodios psicóticos de los que Jared continúa hablando. Estoy decepcionado. —Bueno, yo no lo estoy —dije, retrocediendo hacia la ducha. Una noche sin el sueño no tenía sentido. Habíamos estado por la oficina; hasta había hablado brevemente con Kim acerca de los sueños, y… nada. Lo que sea que fuera, tenía que creer que las pesadillas habían terminado. Dormir toda la noche en los brazos de Jared sin despertar gritando y mojando las sábanas con mi sudor era definitivamente algo a lo que aspiraba. Estaba aún más emocionada de que él viniera a casa. —¿Él llamó? —pregunté, abrochando mi cinturón mientras bajaba las escaleras. —No, pero Cynthia lo hizo. —¿Ah, sí? ¿Dijo por qué?
  • 52. 52 —No lo sé, Nina. ¿Tal vez porque no has hablado con ella en tres semanas? Empezó a notarlo cuando se quedó sin eventos de caridad que la mantuvieran ocupada. —Está bien, está bien —dije, levantando el teléfono. —Buenos días, querida —dijo Cynthia antes de que el primer timbrazo terminara. —¿Cómo estás? —Ocupada, ocupada. ¿Por qué no vienes para la cena esta noche? No te he visto en… ¿sabes que no recuerdo? Qué ridículo. Ven a cenar. Seis en punto. —Sí, madre. —Te veo entonces, querida. —Eso fue rápido —dijo Bex, deslizando dos huevos de la espátula a mi plato. —Gracias. Y siempre lo es. Ella no es de largas conversaciones telefónicas. Bex contestó con un movimiento de cabeza. Él estaba empezando a parecerse mucho a Jared, no era de muchas palabras, pero era obvio lo que pensaba sólo por el mínimo cambio en sus ojos. No es que un hijo de Lillian sería diferente, pero estaba muy orgullosa del hombre en el que Bex estaba convirtiéndose. Me hacía sentir igual de segura como con Jared o Claire, y era una de las personas más amables que conocía. Bex era un constante recordatorio de la noche que los secuaces de Shax trataron de capturarme en la casa de Lillian, y los meses posteriores que pasé sin Jared. Cada vez que Bex estaba alrededor, cada vez que alguien mencionaba su nombre, el sonido de las vértebras de Harry Crenshaw quebrándose resonaba en mi mente. Bex matando a alguien parecía tan imposible, pero yo más que nadie sabía que lo imposible no existía. El viaje hasta Brown fue largo. Cada minuto que pasé en cada clase fue una eternidad. Incluso el almuerzo pareció arrastrarse. El reloj demandaba mi atención en minutos desde la última vez que lo había visto. Normalmente la irritación que me rodeaba sería insoportable, pero ponerse al día con el sueño perdido pareció ayudar.
  • 53. 53 —¿Eso es un no? —preguntó Beth, empujándome. —¿Qué? —dije, dándome cuenta que me había perdido una gran parte de la conversación en la mesa. Nos sentábamos en nuestro lugar de siempre en el comedor, con una silla vacía en honor a la ausencia de Ryan. Fue entonces que noté que una segunda silla también estaba vacía. —Dije, ¿has oído de Kim? Ella no estaba en la clase de Público Americano. No está aquí. Traté llamar a su teléfono pero me mandó al correo de voz. —No, no lo hecho —dije, mirando alrededor del comedor—. No desde esta mañana. Beth frunció el ceño, apoyándose contra Chad, como siempre lo hacía cuando estaba inquieta. —Ella nunca falta a clases. Nuestra mesa del almuerzo estuvo relativamente en silencio después de eso, haciendo que los minutos pasaran más lento, si eso fuera posible. La tarde me pareció una eternidad, y para el momento en que Bex me dejó frente a la entrada de Titan, quería escapar de mi propia piel. Sasha pareció el blanco probable para sacar mi frustración, pero aún no había entrado. Molesta, me metí al elevador hacia el tercer piso, decidiéndome por Grant como segunda opción. —Buenas tardes, Cacahuate —gritó Grant desde su oficia. —Vete a la mierda. Instantáneamente, me sentí mejor. —Si no fueras dueña de la compañía, te despediría por insubordinación — dijo con una sonrisa divertida. —La insubordinación requiere hacer caso omiso a una orden. Simplemente respondí a tu saludo —dije, deteniéndome abruptamente en la puerta de mi oficina. —¿Es eso lo que tenías en mente? —preguntó Grant, metiendo las manos en sus bolsillos, rebosando de orgullo. —Yo… —tropecé con las palabras, leyendo las letras una vez más.
  • 54. 54 Nina Grey Directora Ejecutiva Interina Jack Grey Director Ejecutivo —Apenas se está secando —dijo Grant, balanceándose hacia atrás y adelante. Miré fuera de la ventana más cercana, y a cualquier otro lado que no fuera la puerta para esconder mi expresión. —Está bien —dije, empujando más allá de él, y cerrando la puerta antes de que él pudiera hablar otra vez. Respirando profundamente, dejé que mi cuerpo se fundiera contra la puerta. La oficina aún olía a caoba, madera pulida y un ligero atisbo de tabaco. Era como si la habitación se hubiera congelado al momento que él murió. Casi podía escucharlo hablando fuerte y con autoridad en el teléfono. Caminé a través de la habitación lentamente, observando las fotos de él con miembros del Congreso, placas, un escudo de armas y grados adornaban las paredes. Para mi disgusto, la gran pintura de mi madre y yo aún colgaba entre los dos grandes ventanales mirando sobre Fleet Rink. —Eso se va a tener que ir —dije, dejándome caer en la enorme silla de cuero negro de Jack. El montón de sobres sin abrir era mi primera orden de negocio, y luego leer los correos electrónicos de la compañía. Aburrida como estaba, al menos mantenía mi mente lejos de Jared y del tiempo. Justo cuando el sol empezaba a ponerse, mi teléfono sonó. —Hola Bex —dije entre un bostezo—, ya casi termino. —Bueno, esas son buenas noticias, cariño —dijo Jared.
  • 55. 55 —¡Hola! —dije, mi voz demasiado alta para fingir otra cosa que euforia. En reacción, me incliné para mirar fuera de la ventana hacia la calle. Ningún Escalade negro. —No vas a venir a casa esta noche, ¿verdad? —dije desanimada. —Por el contrario. Estaré en casa a las diez. ¿Es muy tarde para cenar? El ruido de la carretera debería haberlo delatado, pero yo había esperado estar decepcionada. —¿Dónde estás? —En camino —dijo. Suspiré. —¿Necesito permiso de seguridad para esa respuesta? Jared se rió. —Te diré todo acerca de esto cuando llegue a casa. Bex me contó que tuviste una buena noche de sueño. ¿Es eso cierto? —Lo es. No hubo malos sueños. —Estoy ansioso de verte dormir toda la noche entonces. —Te veo pronto. —Sonreí. Mis pasos fueron ligeros mientras salía del edificio, y no pude contener mi sonrisa cuando me senté en el asiento del pasajero del BMW. —Hablaste con Jared —dijo Bex con una sonrisa de reconocimiento. —Está regresando a casa. —Sonreí. —Mejor movamos sus cosas de lugar y escondamos su gimnasio de casa — dijo Bex divertido, alejándose de la acera—. Él va a odiar eso. Me reí. —Tú estás a cargo del gimnasio. Yo mezclaré los tenedores y las cucharas. —Lo tengo cubierto —dijo Bex con una sonrisa maliciosa—. Tú tienes planes para cenar.
  • 56. 56 —Oh, es cierto —dije, encogiéndome con un resoplido. Bex aceleró hacia la casa de Cynthia más rápido y con más precisión que en cualquier persecución por televisión que haya visto, mucho menos tomado parte. Giró con brusquedad el volante, y dejó que el BMW patinara, en sentido contrario, dentro del espacio paralelo del estacionamiento. —Uno de ustedes conseguirá ser detenido uno de estos días, y me voy a reír —dije tratando de no perder el equilibrio una vez que toqué el pavimento. —Nuestro jefe tiene suficiente dinero para sacarnos del apuro —sonrió. —Yo no pagaré la fianza para sacarte. Me burlaré. —¿Aunque fuera Jared? —dijo Bex, acompañándome a subir los escalones de hierro. —Especialmente si fuera Jared. —No te creo. Y si Clare se enterara de eso… —Tienes razón. Te pagaría la fianza. —Asentí. Me cambié de ropa rápidamente, y después seguí a Bex hacia el auto una vez más, dejándolo manejar como un maníaco controlado hacia la casa de mis padres. Llegando en cuestión de minutos, Bex saltó fuera del lado del conductor para abrir mi puerta. Intercambiamos una pequeña charla mientras él caminaba conmigo por los peldaños de concreto. Ambos esperando que esta fuera una de nuestras visitas más cortas. Al momento que alcancé la manija, Cynthia abrió la puerta, sorprendiéndome. —Madre… —Agatha está enferma hoy. Casi no he sido capaz de atender la cena. De todos los días para que ella se enfermara… —dijo Cynthia. Mirándose inusualmente desaliñada. Sus ojos se dirigieron a Bex. —Buenas tardes, Sra. Grey —dijo Bex. Ella asintió educadamente. —¿Te vas a unir a nosotras, Bex?
  • 57. 57 —No, señora. Simplemente estoy cubriendo un cambio. Los ojos fríos de Cynthia se entrecerraron hacia él cuando ella me ofreció su brazo para introducirme en la casa. —Esperaré aquí —susurró Bex. —Probablemente es más seguro —le susurré de vuelta. Ella no perdió el tiempo. —¿Y dónde está Jared? —Er… descansando —dije, encogiéndome ante mis palabras. Seguramente para ahora debería ser mejor mintiendo. —Hmm… —dijo ella, claramente poco convencida. No insistió sobre el asunto, asumí que era por el hecho que estaba a salvo. Aparte de que no se molestó en preguntar. La mesa había sido puesta, pero yo ayudé trayendo la sopa, la ensalada, y el plato principal. —Siento que siempre tenga que preguntar —dije, esperando por su infame mueca. —Eres predecible —espetó. Su expresión pronto se suavizó mientras revisaba la mesa—. Pensé que podría tratar algo diferente. Sopa de pollo y coco, y guisado de setas sobre Polenta. —Sea lo que sea eso —dije abrumada. —Nina, en serio. Actúas como si hubieras sido alimentada con comida para llevar toda tu vida. Siempre he disfrutado cocinar. —Y tú nunca paras de sorprenderme —dije sonriendo. Ella no preguntó acerca del paradero de Jared otra vez. Nos trabamos en una pequeña charla, y educadamente discutimos sobre el tiempo. Cynthia no ha mencionado a mi padre desde que regresé a casa desde el hospital. Me pregunté si alguna vez lo haría. Los círculos residuales bajos mis ojos fueron un breve tema de conversación, y después le ayudé a limpiar los platos de la cena antes de despedirme. —¿La cena estuvo sin incidentes? —preguntó Bex, manteniendo la puerta del pasajero abierta.
  • 58. 58 Entrecerré los ojos mirando a mi antigua casa. —Ella está tramando algo. ¿Estás seguro de que no ha llamado o hablado con Jared? —No he escuchado una palabra. —Bex se encogió de hombros. En el apartamento, me encontré luchando por mantenerme despierta para ver la llegada de Jared a casa. Los programas de reality mantuvieron mi atención por un rato, pero finalmente subí las escaleras con derrota. —Aw… pero ellos iban a meterse en el jacuzzi en un segundo. ¡Las chicas se meten en una pelea de gatas, es divertido! —Despiertamente cuando él llegue a casa —dije. —Sí, sí, Capitán —respondió. —Sabes que no debes hablarme en idiomas extranjeros —me quejé, cayendo sobre la cama con la ropa puesta. Mi voz no fue lo suficiente fuerte para viajar hasta el primer piso, pero Bex podía escucharla, independientemente. —No estaba… olvídalo —dijo Bex, demasiado envuelto en la fiesta disco del jacuzzi para discutir. Tan pronto como cerré los ojos, se abrieron otra vez. La alarma del reloj del lado de Jared decía 9:30. —¿Estás bien, Nina? —Me despertó Bex—. ¿Malos sueños? —No —susurré. Sólo ese pequeño esfuerzo fue todo lo que pude manejar. No me había dado cuenta que estaba tan cansada, y era mucho más fácil quedarme dormida sin el temor de gritar hasta despertarme. Había hielo debajo de mí, y los dedos de mis pies desnudos se movían contra la suave y brillante blancura debajo. Esa fue la única manera en que fui consciente de que era un sueño; mis pies estaban calientes y cómodos. La ventana de la oficina de mi padre apareció por encima de mí. Yo estaba parada sola en medio de Fleet Rink. Pronto mis pies desnudos estuvieron adornados con un par nuevo de patines de hielo, y Jack parado en la ventana, me sonreía en lo alto. Una multitud, joven y vieja, rodeaban el espacio donde yo estaba parada. Ostentando narices rojas a juego, sus alientos brumosos salían con cada palabra o risa.
  • 59. 59 Lo saludé, y él me devolvió el saludo. Empujando hacia adelante, pude escuchar la cuchilla de mis patines arañando la superficie sobre el hielo. Mirando hacia arriba de nuevo, noté que Jack ya no estaba sonriendo. En su lugar se balanceaba dentro y fuera de la visibilidad, iba y venía en su oficina, y entonces vi a Gabe. Ellos estaban discutiendo. Oh, no, pensé, sintiendo la sensación de tirar de nuevo. ¡No! De vuelta en la polvorienta y rancia oficina, aterricé en cuatro patas otra vez. La ira se apoderó de mí. Mis noches estaban regresando a la normalidad. Yo quería dormir toda la noche en los brazos de Jared. Quería que él viera que las cosas estaban mejorando, que yo estaba mejorando. —¡No voy a hacer esto otra vez! —grité, sorprendiendo a Jack y Gabe. Me ignoraron, repitiendo el mismo diálogo de antes. —¡Alto! —dije—. ¡No quiero hacer esto nunca más! —¿Estás seguro que quieres hacer esto, Jack? —preguntó Gabe. Mi boca se formó alrededor de cada una de las palabras de Jack. —¿Estás seguro que es ella, Gabe? —Se detuvo por la respuesta de Gabe, y después continuó—: Entonces ya sabes la respuesta. Negué moviendo la cabeza de lado a lado mientras hablaba junto con él, copiándolo como un niño enojado y sarcástico. Una feroz ira me abrumó, y agarré el libro de las manos de Jack. El tiempo se detuvo. Varias veces antes, yo había intentado interrumpir físicamente, y fallé. Jack, Gabe y el libro eran siempre muy reales, pero cuando trataba de interferir, eran de la consistencia de un holograma. Esta vez el libro estaba en mis manos. La cabeza de Gabe se giró rápidamente hacia mí, sus ojos de un negro sólido. —Ars Notoria —susurró en una voz que no era la suya. El cambio de los acontecimientos me asustó. Tropecé hacia atrás, lejos de mi padre y su amigo. Estaban congelados en el tiempo como todo lo demás en la habitación. Hasta las motas de polvo iluminadas por la luna
  • 60. 60 colgaban inmóviles en el aire, pero podía escuchar los gritos de los demonios mientras se acercaban. Las dimensiones de la habitación se estiraron, y la madera gimió y crujió. Mientras yo luchaba por mantener mis pies debajo de mí, agarré el libro más fuerte en mis manos. La posibilidad de llevarlo conmigo cruzó por mi mente. Esa era la única razón por la que sería capaz de tomarlo de Gabe. Miré hacia el gran ventanal y cerré los ojos. —Es sólo un sueño —dije suavemente, confiando en que la caída me despertaría. Abrir los ojos con el Naissance de Demoniac en mis manos no sería la cosa más imposible que alguna vez me haya pasado. A toda carrera, con rumbo a la ventana, me preparé para saltar a través del vidrio y a la noche, pero antes de que pudiera hacerlo, un dolor punzante se extendió por mis manos. Abruptamente me detuve y arrojé el libro al suelo. Aunque el cuero ya no tocaba mi piel, la parte de mis dedos y las palmas que habían estado en contacto directo con la cubierta estaban carbonizadas y humeantes. Mis manos temblaban violentamente mientras las quemaduras viajaban por mis brazos, y gemí por el intenso calor extendiéndose a través de mi cuerpo; era como si yo estuviera en llamas. La sensación no se pareció a nada que hubiera experimentado antes, pero no podría imaginar nada más insoportable. El sonido emanando de mi garganta no sonaba como mío mientras protestaba por la tortura que me consumía. En cualquier momento los demonios vendrían, y yo les rogaría por la muerte. Un agujero se abrió bajo mis pies y caí. En ese instante el dolor se había ido, y un suave, y fresco colchón estaba debajo de mí. Sentándome con alarma, mantuve los brazos frente a mí. Eran de color melocotón y sin quemaduras. Jared y Bex estaban junto a la cama con terror en sus ojos. —¡Ella estaba a más de un metro de la cama! —dijo Bex, sus ojos abiertos—. ¿Ha pasado eso antes? —No —dijo Jared, su expresión más intensa que la mirada agonizante con la que me había acostumbrado al despertar. Él tenía miedo. —¿Por encima de la cama? —pregunté, confundida.
  • 61. 61 Bex se sentó sobre la cama y me observó por un momento, luego tomó las sábanas y me secó el sudor de la línea del cabello. —¡Estabas suspendida realmente en el aire! ¡Era como algo sacado directamente del Exorcista! Tuve la esperanza por un momento de que Bex estuviera siendo Bex, tratando de aligerar la situación. Calibrando la tormenta en los ojos de Jared, supe que era verdad. —¿Cómo es eso siquiera posible? ¿Qué significa? —dije, asustada. Jared miró hacia otro lado. Bex tiró suavemente de mi camisa. —¿El mismo sueño? —No —dije, sacudiendo la cabeza—. Yo estaba enojada… tan enojada que les quité el libro. Estaba en mis manos. —Habías tratado eso antes y tus manos pasaban a través de él —dijo Jared, con sus ojos en el piso. —No esta vez, estaba tan malditamente enojada que les grité y después agarré el libro. Y entonces Gabe… él me miró. Jared se arrodilló a mi lado, entonces. Toqué su rostro. Él estaba desesperado por la orientación de su padre. —No era él —le advertí—. Sus ojos eran de color negro sólido. Como los de Shax. Bex movió la cabeza negando. —¿Cómo puede ser eso? Si eran… ellos lo hubiera sabido. Todo el tiempo estuviste estirada… suspendida… no había ningún... —Bex —le advirtió Jared. —Ni uno solo —continuó Bex, perdido en sus pensamientos—. Ellos atiborran la casa de mamá más que eso. —¿Ninguno? —preguntó Jared. Bex asintió y Jared se puso de pie nuevamente, y luego comenzó a caminar. Finalmente, habló—: Algo está mal.
  • 62. 62 —Pero tú puedes sentirlos también —le dije a Jared. Su pregunta a Bex me desconcertó. —Puedo. Bex está más sintonizado con sus presencias; más que cualquier hibrido. Su sensibilidad a ellos rivaliza con la de Samuel. —Algunas veces puedo decir cuando están pensando en venir —añadió Bex. El ceño de Bex se frunció alarmándome. Mi mente corrió cada segundo por el sueño, tratando de pensar en algo que pudiera ayudar. No estaba segura de por qué estaban tan perturbados, pero por Bex en particular, la incertidumbre no era algo que manejaran bien. —“Ars Notes” algo —dije. El rostro de Jared pasó de la preocupación a la ira. —¿Qué? Busqué de nuevo en mis recuerdos. —Gabe dijo “Ars Notary o Ars Notas…” algo parecido. Bex miró a su hermano mayor. —Ars Notoria. —¡Eso es! —dije—. ¿Qué significa eso? Jared se sentó en la orilla de la cama y tiernamente tocó los lados de mi mandíbula, mirándome a los ojos. —Significa que vamos a tener que conseguir el Naissance de Demoniac. Y no sólo cualquier biblia. La de Shax. Mi padre está tratando de decirnos algo. Mis cejas se juntaron. —¿Qué estás diciendo? —No son los demonios que están haciendo esto —dijo Bex, pareciendo irritado. —Eso nos deja una cosa —dijo Jared. —Ustedes creen que es Gabe —dije, horrorizada.
  • 63. 63 Jared me atrajo más cerca, y luego apoyó su mejilla contra mi cabello. —Necesitamos ese libro.