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GUlA DEL ZAPATERO
POR
Profesor de corte para calzado.
Octuvo primer premio en la Exposición del Centenario
de la Independencia de Colombia en el año de 1910.
¡
MEDAI.I.A DE ORO Y DlPLO)-JA DE HONOR
Bnero 1.° de 1917
PIP. DE IlIAZ LB "lOS
BOGOTÁ
Los aquí firmados pertenecientes al gremio de zapateros
de Bogotá
CERTll<ICAM()S:
Que habiendo examinado detenidamente el tratado de
corte geométrico, para la confección del calzado, levantado
por el señor Adolfo Villamarín G., lo hemos encontrado su-
mamente útil, y lo consideramos al alcance de' todas las inte-
ligencias por su fácil aprendizaje. Por tanto, en obsequio de la
verdad, nos es muy grato expedirle el presente.
Juan de la C. Osorio, Telésforo Gómez O., Francisco Garzón
Garzón, Tomás Olarte 8., Tomás Silva U., Esteban Vargas, Ca-
yetano Cuervo L., Celso Rico, José del C. Gutiérrez. Roberto
González, Tobías Galindo, Luis S. Castañeda, Martín Silva, Jena-
ro Pedroza, Pedro Vicente Aldana, Julio Medina, Heraclio Blanco,
Tcódulo C. Ramírez, Cecilio Díaz V., RamÓn Gaitán, Carlos Zam-
brano, Juan Bcnavides, Hipólito Bolívar, Pablo Arévalo V., Sitnón
García V., Fernando Morales B., Israel Amaya,Inocencio Achuri,
Víctor Rodríguez, Pablo E. Arévalo, Eustaquio Gómez, Joaquín
Contreras, Pablo Galindo D., Lconardo Millán, Pedro Ortiz, Rafael
Rodrfguez H., Crecencio Ortiz G., EJeuterio Vargas, Alberto Rinc6n
E., Eccehomo Ardila, Francisco J. Nieto, Ismael Hernández M.,
Ricardo Rojas, Martín Robayo, Antonio Herrera, Marco Antonio
Rodrfguez, José Asunción Ruiz, Pedro de J. Malagón, Braulio Quin-
tero, Cayetano Guzmán, Alberto Lara, José Gabriel Forero, JUéJn
Benavides Z., Florentino Hurtado, Daniel Orduz, Juan c. Silva,
Rafael Silva -M., Asunción León, Anselmo Díaz, Tomás Jiménez F.,
H. Peña F., JOSé del C. Galindo, Pedro A López A, Francisco
González M., Marco A. Díaz, Andrés Amaya, Emilio V. Pardo.,
Jorge M. Velásquez, Rogelio Torres Cortés, Abelardo Forero, Tobías
Melo V., Miguel A García, Ignacio Niño M., José 1. BaJlén, Abdón
Montero, Fortunato Riaño, Marco A. Pedraza, Valeriano Solórzano,
Manuel Vtas,. Luis Alberto Bohórquez, Ramón Medina, Heraclio
González, . eoncio Avella c., VaJentín Jiménez, Vicente Lombana,
Manuel A . amírez, Rubén Duque, Roque Ospii1a, Jorge Sánchez
P., Otoniel Gutiérrez R., Jesús Flórez, Jesús Prieto, Campo Elías
Ruiz M., Marco A. Sarmiento, Julio Ortiz, Pedro P. Pinzón, Mar-
co A Delgado, Oliverio Pérez, Pablo Ospína. Julio Pomareda 0.,
Roberto Lamouroux, [vartfn Rodrfguez R., Samuel Rodrfgl!eZ, ';1-
- 2-
tonio Laverde, Luís F. López, Policarpo Bustos, ~rancisco García,
Dionisio Galvis E., Simón García 0., Pedro J. Delgado, Francisco
Varga.s D., Jesús Robayo, Manuel Martínez, Jacinto Ramírez, Carlos
N. Ordóftez, Jorge Sánchez P., Bemgno Rodríguez, José Vicente
González V., Roberto López, Eduardo Rosito, Manuel J. Neira,
Félix Antonio Ramírez, Israel Caro H., Gregorio Cajiao, Antonio
H. Acevedo, Leonidas Parra M., Rubén Duque M., Roberto Pinto,
Daniel Garzón M., Agustín Rodríguez V., Bonifacio Mendoza, Jesús
Malagón G., Pedro F. Ramírez, Pedro P.· Baracaldo, Francisco
A. Mejía, Aristides Caipa, Moisés Nivia S., Daniel María Garzón,
Manuel Peña, Alfredo Plazas, Abdón Triviño, Eustasio Mora,
Abraham Losada, Carlos Julio Amaya, Rafael Liévano, Alcides
Peña 8., Julio Gómez, Marco Tulio Sarmiento.
(siguen más firmas).
ARTE PROFESIONAL
Por el progreso de un gremio
Toda profesión tiene su parte técnica, más o menos extensa,
o más o menos complicada, y por tanto el conocimiento de ella,
o mejor dicho el dominio absoluto del tecnicismo en sus dos as-
pectos, o sea de una parte la técnica de la construcción, y de
la otra los nombres de las distintas herramientas, labores, etc., es
sumamente difícil, y pocos logran el llegar a ser lo que suele lla-
marse un artista completo.
Pues bien: esto que en términos generales dejo apuntado, es
aún más difícil tratándose del arte de la zapatería, y me es-
forzaré en demostrar esta opinión: el arte de la zapatería, mal que
pese a sus detractores, es arte, y no de los más fáciles de poseer
en toda su extensión; abarca tantos artículos, se necesita paracons-
truir o fabricar las distintas clases de calzado que se usan, tal nú-
mero de fierros, herramientas, máquinas y accesorios, que existen
operarios y aún muchos maestros que, figurando en primera fila
en sus respectivas categorías, es tánta su ignorancia no sólo con
respecto a los útiles que se emplean en su oficio, sino que en
varios casos llega hasta la forma de construír algunas clases de calza-
do, no ya de fantasía, sino de clases corrientes (y entiéndase que
esto no se refiere a la generalidad, y menos con el deliberado pro-
pósito de incomodar).
Todo arte es sublime, y los que en cada profesión llegan a
poder ostentar legítimamente el título de artistas, son unos verda-
deros apóstoles, en los cuales llega a constituir una obsesión el
cónsagrar todos sus amores, un mayor desarrollo, un más alto ni-
vel intelectual, con un desprendimiento innato en todos ellos, pues
por término general todo genio se cuida más de la prosperidad de sus
discípulos qu~ de la suya propia; su espíritu elevado lo coloca por
encima de las viles pa~iones; la envidia no es compañera del ge-
nio; por tanto éstos, si alguna vez parecen descubrir ambiciones,
éstas no son más que de gloria, deseos de poseer medios de pro-
pagar, de ser útiles a la humanidad ..
-4-
El arte de la zapatería, más querido cuanto más estamos con-
vencidos de que eA Colombia subsiste grande y sublime como
art~·con verdaderas legiones de artistas, pero dispersos y sin ele-
mentos, necesita de encauzamiento; la enseñanza no sólo está des-
cuidada, sino que se ejercita como en los tiempos primitivos. Se
nos argilirá que entonces si no hay una enseñanza práctica y útil,
cómo se forman artistas, más la contestaciól1 es sencillísima: hay ma-
teria prima, sólo que nosotros carecemos del necesario mecanismo
para convertirla en lo que debe ser, y ese elemento hay que po-
seerlo .•
En todos los órdenes de la vida descuellan algunos individuos
por su facilidad en la comprensión en ejecutar, mejorar o crear;
éstos son los que suelen llegar al pináculo; pero adviértase en
qué condiciones; con una educación incompleta, tiene que limitar-
se a propagar o enseñar lo que le enseñaron o logró aprender,
con lo cual los hombres establecemos una excepción y hacemos
un agravio a nuestros semejantes, a los cuales consideramos peor
que a las cosas, objetos o animales, pudiendo tomar como ejem-
plo el diamante y el caballo: si al primero no se le pulimenta,
será una piedra en bruto; y si al segundo no se le doma, no pue-
den utilizarse sus servicios.
Nosotros, desgraciadamente carecemos de escuelas profesio-
nales, pues no existe ninguna oficial, y si hubiere una o dos
particulares en Bogotá, son para algunas de las materias, incom-
pletas y sin los elementos necesarios.
Las escuelas que necesitamos para la perfección del arte de
la zapatería, deben abarcar, además de la enseñaza teórico-prácti-
ca de las herramientas, máquinas y toda clase de accesorios que
se emplean en la confección del calzado, de los distintos que se cons-
truyen y la forma de ejecutar cada operación, las pieles todas,
sus cualidades, conveniente aplicación y aprovechamiento de las
hormas y su construcción, el corte en toda su extensión y la for-
ma más exacta de sacar toda clase de patronajes, a cuyo efecto
deberá aprenderse dibujo aplicado a la industria y geometría, de-
biendo, además, darse cursos completos de la anatomía del pie
humano ..
El calzado que se ordene sobre medidas, debe ser confeccio-
nado conforme a las irregularidades de los pies, siendo necesario
para esto modelarlos en yeso, para que con los modelos a la vista
se pueda entrar en un estudio detenido, y, así construfr las hormas
y las formas cuidando de copiar en ellas las imperfecciones que
tuvieren.
Las formas prestan al cliente servicio muy importante, porque
el calzado cuando se humedece demasiado y seca simplemente a
aire, o las más de las veces al calor obligado, indudablemente
que las pieles se recogen y pierden totalmeJ1te la forma quedando
inservibles, mientras que esto no sucederá calzándola, porque en-
tonces secará sobre ésta conservando la primitiva, y con esto aho-
-5-
rrado la molestia que generalmente causan los zapatos que no
tienen ni el más insignificante parecido a la forma de los pies que
se los calzan.
Bien entendido tenemos, que el ligero trazo o plantilla que
deja la huella del lápiz cuando tomamos una medida, no es la que
puede llevamos a confeccionar un calzado que reúna las condicio-
nes apetecibles, nó, es el sistema científico que he venido tratan-
do y enseñando a varios compañeros en el arte.
Los años que he consagrado al estudio científico y detenido
en la profesión, los muchos progresos que he obtenido, y los que
llevaré hasta donde me fuere posible adelante, me ponen una vez
más en capacidad de presentar a mis comprofesores este sistema de
corte geométrico; innovación bastante útil, y al alcance de todas
las inteligencias por su fácil comprensión, y por el cual recibí como
primer premio medalla de oro y diploma de honor en la exposi-
ción del centenario de la Independencia de Colombia en el año de
1910, y con el que espero sean colmados mis esfuezos, si con ver-
dadero entusiasmo y decisión fueren acogidos los estrechos Ifmi-
tes de mi modesto trabajo, por la juventud laboriosa.
Un aprendizaje así proporcionado haría buenos maestros, exce-
lentes encargados de talleres y operarios capaces para toda clase
de funciones; elevaría el nivel intelectual de' quienes se dedican
a la industria del calzado, y nos pondría en condiciones de tras-
formar en todo tiempo nuestro sistema de construcción.
Tal es mi pensamiento con respecto a lo que debe ser la téc-
nica profesional, y en tal sistema hemos de trabajar.
Mas nuestro esfuerzo habrá de resultar estéril, si no somos
secundados por los gremios y sociedades, ya de obreros, ya de
patronos, pues a todos interesa; así como someto a su deliberación
y estudio este plan, que, reformable y todo, podría buscarse el me-
dio más apropiado para lIevarlo a la práctica, que si ello es difí-
cil, la magnitud de la obra lo merece.
EN DEFENSA DE LA CLASE
ZAPATEI-O A TUS ZAPATOS
Nuestros lectores conocen la a,nécdota, verdadera o falsa, que
esto no nos meteremos a averiguarlo nosotros, origen del dicho
Zapatero a tus zapatos.
Parece que habiendo pintado un cuadro el famoso Apeles, lo
expuso al público para que diesen las gentes su parecer sobre la obra.
En el pueblo griego, tan conocedor y artista, no podían faltarle
críticos. Cno de éstos, que era un zapatero, señaló un defecto en
el calzado de las figuras. Apeles convino en que el bucn hombre
tenía razón y corrigió el defecto conforme a las indicaciones de su
interlocutor.
Nuestro zapatero se animó con esto y empezó a criticar otras
partes del cuadro, censurando varias cosas y aconsejando reformas.
Sea que Apeles no encontrara justas las nuevas observaciones, sea
que le molestasen tantos reparos en su amor propio de artista, pa-
rece lo cierto que se impacientó y dijo al critico: Zapatero a tus
zapatos.
Desde entoces ha servido la expresión, tanto en los idiomas
muertos de la antigiledad, como en los modernos, para imponer
silencio a los que se meten a hablar de lo que no entienden.
Por desgracia, no siempre se le aplica así, y en boca de mu-
chos ha venido a ser como una frase desdeñosa encaminada a re-
bajar nuestra profesión. ;;
Es casi como decir que el zapatero no entiende ni Quede en-
tender más que de zapatos. Sinembargo, la historia demuestra que
de nuestro oficio han salido muchísimos hombres eminentes, más
que de ningún otro oficio manual.
Esto prueba que la monotonía de nuestra vida, la circunstan-
cia de estar sentados trabajando con cierta tranquilidad, nos hace
observadores y desarrolla en nosotros la reflexión.
Hagamos, pues, una rápida enumeración de las glorias que
nuestro oficio ha dado a las ciencias y a las artes.
Por ella se verá el caso que han hecho los zapateros de la frase
de Apeles. Muchos han salido de sus zapatos y se han mostrado
en sus nuevas profesiones tan distinguidos, tan eminentes como
en la de hacer calzado.
En el siglo XVI mencionan las crónicas al zapatero Hans Sachs,
alemán, autor dramático que escribió obras admiradas aún por los eru-
ditos ..
7 .-
Rogerio Sherman, zapatero norteamericano, fue uno de lospri-
meros hombres de estado de su época.
Fax, fundador de la secta de los cuáqueros, era zapatero.
Johll Brand, empezó por ser zapatero, después tomó el título
de doctor en la' universidad inglesa de Oxford; llegó a formar parte
de la sotiedad de anticuarios y escribió libros sumamente abun,dan-
tes en detalles de valor.
Otro zapatero inglés, David Parcus, llegó en su patria ,a pro-
fesor de teología.
El zapatero Gifford, se distinguió mucho con sus escritos, que
las revistas inglesas se disputaban. Al fin llegó a ser director .de
la Cuaterly Reoiew. No se crea que esto es, o era, un cargo in-
significante. En nuestros países, un director de revista no tiene.-
gran cosa que hacer, y a más de cuatro conocemos que apenas
saben escribir. En Inglaterra no llasa lo mismo.
Allf el público lee ávidamente los trabajos insertos en las pu-
blicaciones de esta clase y por 10 mismo escriben en ellas sólo
hombres distinguidos.
Puede desde luego asegurarse, al ver la firma de un artfculo
de revista inglesa, que su autor no es cualquiera.
Santiago Pantaleón, zapatero de Troyes, fue el papa Urbano IV.
Balduino, otro zapatero, figura entre los hombres más ilus-
tres de su época.
Hardfn, chambelán del gran Duque de Wutemberg, empezó por
ser zapaten¡ antes de ocupar altas posiciones en una corte meticulosa.
Lestag, zapatero de Burdeos, era poeta, y escribió multitud de
composiciones muy apreciadas.
Sellier, zapatero y poeta parisiense del siglo XVIII, se hizo cé-
lebre con su publicación semanal, Los lunes del remendador de los
borceguíes de Apolo. El título es un tanto rebuscado y pretencioso,
pero el periódico tenía mérito.
Rigaut, zapatero parisiense escribió unas memorias matemáti-
cas para sustituir la aritmética por la geometría, en algunos casos.
La comunicación que sobre este punto dirigió a la Academia fran-
cesa de Ciencias fue bien acogida por este cuerpo, que la elogió
en extremo.
Con todo, los nombres más gloriosos de antiguos zapateros que
al abandonar su primitiva profesión, han tomado otra en que fueron
estrellas de primera magnitud, son los de Wincklemann y Linneo.
Wincklemann, zapatero, e hijo de zapatero, escribió una obra in-
mortal, que los eruditos del mundo entero colocan entre las más nobles
producciones del genio humano, la ffistoria del arte en la antigii~
dad, pasmosa resurrección del aspecto más brillante de la vida grie-
ga, libro en que no se sabe qué admirar más, si lo extenso y pro-
fundo del saber, o lo claro del juicio.
Por lo que toca a Linneo, sábese de él que aprendió la zapate-
rfa, y cuando era estudiante en Upsal, vivió con 10 que ganaba com-
-8-
poniendo las botas de sus compañeros. Así pudo elevarse hasta las
_alturas en la historia natural y dejar en las ciencias nombre im-
perecedero.
Por no extendemos más por ahora, terminamos aquí, sin traer
a esta apología a multitud de zapateros de los demás países del
mundo; figuras que han surgido como representantes a congresos,
asambleas y cámaras; generales de ejércitos, grados que confiere la
gloriosa carrera de las armas a los hombres de mérito; abogados,
cómicos, cantores y notables profesores en el divino arte de Belliny.
Se ve, pues, que la frase zapatero a tus zapatos, no puede
repetirse en tono desdeñoso, sin evidente injusticia.
Nuestra profesión no embrutece al hombre, sino muy al contra-
 rio, le comunica costumbres de reflexión, de minuciosidad, y espíritu
de armonía y de crítica, que cuando se trata de un zapatero de genio
desarrollan en grado muy alto y de manera armónica las facultades
más apreciadas.
Nuestra profesión puede decir con orgullo que sus exigencias
han servido de disciplina intelectual, eficacísima a hombres tan ilus-
tres como los que acabamos de citar.
Aceptemos, pues, lo de zapatero a tus 2apatos, porque nues-
tro oficio merece que nos consagremos a él, pero no como un diplo-
ma de incapacidad, sino como una presea y como un orgullo.
GUlA DEL ZAPATERO
HERRAMIENTAS QUE DEBEN EMPLEARSE.
Un cuadrante. un compás, un metro o medida y una re.la curva.
Principiaremos por levantar un patrón No. 39, como término
medio, y que es el que demostramos en la figura '11.
Las figuras pequeñas solo nos sirven en este caso, para buscar
con más facilidad las líneas de que se trate en cada lección, porque
excepto la primera que está construída con cuatro Hneas, todas las
demás sólo progresan de la una a la otra figura, con dos líneas,
observando que cada línea que se trace, desde la primera hasta la
última, se marcará en los extremos con su respectiva letra y en el
orden alfabético.
La figura 10 que es la que representa la horma N.O 39, nos
indica las medidas que debemos tomar.
La figura 12 representa la regla curva N.O 1.0 en sus tres co-
locaciones para cerrar el patrón y debemos calcarla en cartón o zinc,
para servimos mejor de ella.
TEORIA
Véase la figura 1
Trácese con el cuadrante un ángulo recto, calculando el ta-
maño del patrón que vamos a levantar, y las líneas que lo com-
ponen las marcaremos con las letras A. B.
Tómese el largo en la planta de la horma, sobre la cual va-
mos a levantar el patrón, y la medida que nos diere en centíme-
tros, aumentándole tres más, se pondrá sobre la línea horizontal B.
y .marcaremos con un punto ..
EJEMPLO.-26 centímetros nos dió el largo de la horma núme-
ro 39 y tres centimetros más que aumentamos son 29; éste es el
largo total del patrón.
(Este aumento de los tres centímetros se hace en toda clase
de patrones).
De este punto trazamos una línea vertical que forme un án-
gulo recto con la horizontal B. y la marcaremos con la letra C.
Del vértice A. B. del ángulo recto, trácese una línea oblicua,
dividiéndolo en dos ángulos agudos de 450, y la marcamos con la
letra D.
Tómese la medida de entrada en la horma, de la mitad del
talón hacia la punta de la pieza, como lo indica la figura 10, y el re-
sultado de esta medida en centímetros, colóquese sobre la línea obli-
cua D. desde el vértíce hasta su prolongación, y marcaremos con un
- 10 --
punto. De este punto trazamos una Iinea horizontal formando escua-
dra con la lfnea vertical A. y la marcaremos con la letra E.
Vtase la figura 2
Del mismo punto trácese una línea vertical formando escu adra
con la lfnea horizontal B. y la marcaremos con la letra F.
Del vértice que forman las lfneas A. E. trácese una línea
transversal al vértice que forman las lfneas B. F. Yla marcaremos
con la letra G.
Vtase la figura. 3
Del punto céntrico del cuadrado trácese una línea horizontal
sobre la vertical A. formando escuadra con ésta y la marcaremos
con la letra H.
Del mismo punto céntrico del cuadrado trácese una lfnea ver-
tical sobre la horizontal E. formando escuadra con ésta, y se mar-
cará con la letra 1.
Vtase la figura 4
Averigliese el alto del tacón, y el resultado que nos.diere esta
medida en centimetros colóquese del vértice A. E. sobre la lf-
nea vertical A. hacia abajo, y marcaremos con un punto. De este
punto trazamos una línea transversal al vértice que forman las lf·
neas E. F. Y la marcaremos con la letra J.
Del vértice que forman las líneas 1. J. trácese una línea obli-
cua hacia arriba formando escuadra con la línea J. y la marcare-
mos con la letra K.
-.,-",
Vtase la figura 5
Multiplíquese el largo del patrón por trece.
~
~
Ejemplo: ':7
3717_
exclúyase la última cifra de la derecha, y el resultado que nos
quedare son miHmetros que los colocaremos del vértice que for-
man las líneas J. 1. hacia arriba y sobre la Hnea K. y pondremos
un punto. Esta medida nos indica donde queda el tobillo, y debe
multiplicarse siempre el largo de toda clase de patrones por tre-
ce; y de este modo la obtendremos.
De este punto trácese una línea transversal formando escua-
dra con la lfnea K. y la marcaremos con la letra L.
AverlgUese el alto de la caña (supongamos 16 tentimetros),
éstos los colocamos de la línea horizontal B. hacia arriba y sobre
la Hnea oblicua K. y marcaremos con un punto.
De este punto trácese una línea transversal formando escua-
dra con la Unea K. y la marcaremos con la letra LL.
Averlgiiese el ancho de la caña, y la mitad del resultado que
nos diere esta medida en centimetros colóquese sobre la línea LL.
- 11-
derecha e izquierda, repartida por iguales partes, apreciand? co-
mo centro el punto que pusimos sobre la línea K. para avenguar
el alto de la caña, y la marcaremos con dos puntos.
La misma operación haremos sobre la línea L. disminuyéndole
tres miHmetros por cada extremo y marcándola igualmente con
dos puntos.
V~ase la figura 6
AverígUese el alto del empeine de la horma, y la mitad del
resultado que nos diere esta medida en cenUmetros, colóquese del
vértice que forman las fneas E. F. al vértice que forman las líneas
F. B. Y marcaremos con un punto.
Busquemos la mitad de esta nueva medida y sobre la línea
F. la marcaremos con otro punto. Del punto céntrico del cuadra-
do, y pasando por sobre el punto que pusimos sobre la línea F.
trazamos una línea transversal hasta encontrarse con la vertical C.
y la marcaremos con la letra M.
Del punto que nos dio la medida del alto del empeine en la
parte de abajo, al vértice que forman las líneas M. C. trazamos
una línea transversal y la marcaremos con la letra N.
V~ase la figura 7
Divídase la línea horizontal B. que es el largo del patrón en
tres partes iguales. Ejemplo: 29 centímetros nos dió el largo de
la horma número 39 sobre la cual levantamos el patrón; la terce-
ra parte son 9 centimetros, 7 milímetros o para mayor facilidad di-
vidamos esta línea en tres partes iguales, con el compás. Esta tercera
parte la colocaremos del vértice que forman las líneas B. C. y sobre
la fnea horizontal B. hacia la izquierda, y marcar~mos con un punto •.
(Esta operación se aplica a toda clase de patrones).
Del punto que nos indicó esta medida trazamos una línea per-
pendicular, prolongándola _unos tres centímetros hacia abajo, y la
marcaremos con la letra N.
Del vértice que form.!!n las Uneas E. F. al punto de intersec-
ción entre las fneas N. N. trácese una línea oblicua, y la marca- .,
remos con la letra O.
Vtase la figura 8
AverrgUese el ancho de los dedos en la horma y divídase en
tres partes iguales el resultado que nos diere. Ejemplo: el ancho
de los dedos es 21 centímetros, la tercera parte son 7.
Esta tercera parte colóquese sobre la perpendicular Ñ. obser-
vando que la mitad de esta ter~era parte quede en el punto de
intersección entre las líneas N. N. Y la marcaremos con dos pun-
tos: uno hacia arriba y el otro hacia abajo.
Tómese el largo de la línea. oblicua O. y la décima parte de
esta medida colóquese sobre la misma oblicua O. del vértIce E. F.
hacia abajo, y la marcaremos con un punto. Ejemplo: el largo de
- 12-
la oblícua O. de este patrón son 12 centímetros; la décima parte
son 12 milímetros.
De este punto trazamos ul)a línea oblícua al punto que mar-
eamos sobre la perpendicular N. en la parte de arriba y la mar-
caremos con la letra P.
Del mismo punto tracemos una línea oblícua al vértice que
forman las líneas M. C. yla marcaremos con la letra Q.
Véase la figura 9
Del punto que qlJeda cerca al vértice B. F. donde marcamos
el alto del empeine, trácese l!na línea oblicua al punto que mar-
camos sobre la perpendicular N. en la parte de abajo y la marca-
remos con la letra R.
Del vértice que forman las líneas M. C. y sobre la !fnea ver-
tical C. hacia abajo, se miden dos centímetros más, o menos, se-
gún el ancho de la punta de la horma, y pondremos un punto;
de este punto trazarelllos una línea transversal al vértice que for-
man la perpendicular N. y la oblicua R. y la marcaremos con la.
letra S.
Colóquese la regla curva N.o 1.0 del vértice M. C. a los pun-
tos que marcamos del ancho de la caña, y a la derecha trácese
una !fnea curva, y le habremos dado la forma delantera al patrón.
Colóquese la misma regla N.O 1.0 por el otro extremo, y de
los puntos que tomamos la medida del ancho de la caña a la iz-
quierda; al vértice que forman las líneas A. D. B. corriéndola un
centímetro hacia abajo, trácese una línea curva, y le habremos dado
la forma trasera al patrón.
Del punto que nos dé la regla curva en el vértice A. D. B.
trácese una línea orizontal al vértice N. R. del ángulo agudo y la
marcaremos con la letra T.
Colóquese la misma regla N.O 1.0 por el otro extremo del vér-
tice qt!e forman las Iineas M. C. N. al vértice que forman las lí-
neas N. R. trácese una línea curva y le habremos dado la forma
de la parte baja al patrón.
La colocación de la regla curva N.O 1.0 en sus tres empleos
~para cerrar el patrón lo indica la figura 10.
Véase la figura 11
Para buscar el resorte divídase en cuatro partes iguales el
ancho de la caño y marcaremos con puntos del punto que divida
la cuarta parte hacia la i~quierda y trazaremos una línea oblicua
al vértice que forman las líneas H. l. M. del centro del cuadrado.
Divídase el mismo ancho de la caña en tres partes iguales,
y una t~rcera parte colóquese del vértice H. 1. M. Y sobre la Unea
horizontal M. la marcaremos con un punto,' de este punto trazare-
mos una oblicua al otro punto que nos dio la cuarta parte de la dere-
cha de la caña.
Quedando trazado el corte de resorte, la demás diversidad de
cortes quedan al dibujo, habilidad Y gusto del cortador.
Brblaa445246

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  • 1. GUlA DEL ZAPATERO POR Profesor de corte para calzado. Octuvo primer premio en la Exposición del Centenario de la Independencia de Colombia en el año de 1910. ¡ MEDAI.I.A DE ORO Y DlPLO)-JA DE HONOR Bnero 1.° de 1917 PIP. DE IlIAZ LB "lOS BOGOTÁ
  • 2.
  • 3. Los aquí firmados pertenecientes al gremio de zapateros de Bogotá CERTll<ICAM()S: Que habiendo examinado detenidamente el tratado de corte geométrico, para la confección del calzado, levantado por el señor Adolfo Villamarín G., lo hemos encontrado su- mamente útil, y lo consideramos al alcance de' todas las inte- ligencias por su fácil aprendizaje. Por tanto, en obsequio de la verdad, nos es muy grato expedirle el presente. Juan de la C. Osorio, Telésforo Gómez O., Francisco Garzón Garzón, Tomás Olarte 8., Tomás Silva U., Esteban Vargas, Ca- yetano Cuervo L., Celso Rico, José del C. Gutiérrez. Roberto González, Tobías Galindo, Luis S. Castañeda, Martín Silva, Jena- ro Pedroza, Pedro Vicente Aldana, Julio Medina, Heraclio Blanco, Tcódulo C. Ramírez, Cecilio Díaz V., RamÓn Gaitán, Carlos Zam- brano, Juan Bcnavides, Hipólito Bolívar, Pablo Arévalo V., Sitnón García V., Fernando Morales B., Israel Amaya,Inocencio Achuri, Víctor Rodríguez, Pablo E. Arévalo, Eustaquio Gómez, Joaquín Contreras, Pablo Galindo D., Lconardo Millán, Pedro Ortiz, Rafael Rodrfguez H., Crecencio Ortiz G., EJeuterio Vargas, Alberto Rinc6n E., Eccehomo Ardila, Francisco J. Nieto, Ismael Hernández M., Ricardo Rojas, Martín Robayo, Antonio Herrera, Marco Antonio Rodrfguez, José Asunción Ruiz, Pedro de J. Malagón, Braulio Quin- tero, Cayetano Guzmán, Alberto Lara, José Gabriel Forero, JUéJn Benavides Z., Florentino Hurtado, Daniel Orduz, Juan c. Silva, Rafael Silva -M., Asunción León, Anselmo Díaz, Tomás Jiménez F., H. Peña F., JOSé del C. Galindo, Pedro A López A, Francisco González M., Marco A. Díaz, Andrés Amaya, Emilio V. Pardo., Jorge M. Velásquez, Rogelio Torres Cortés, Abelardo Forero, Tobías Melo V., Miguel A García, Ignacio Niño M., José 1. BaJlén, Abdón Montero, Fortunato Riaño, Marco A. Pedraza, Valeriano Solórzano, Manuel Vtas,. Luis Alberto Bohórquez, Ramón Medina, Heraclio González, . eoncio Avella c., VaJentín Jiménez, Vicente Lombana, Manuel A . amírez, Rubén Duque, Roque Ospii1a, Jorge Sánchez P., Otoniel Gutiérrez R., Jesús Flórez, Jesús Prieto, Campo Elías Ruiz M., Marco A. Sarmiento, Julio Ortiz, Pedro P. Pinzón, Mar- co A Delgado, Oliverio Pérez, Pablo Ospína. Julio Pomareda 0., Roberto Lamouroux, [vartfn Rodrfguez R., Samuel Rodrfgl!eZ, ';1-
  • 4. - 2- tonio Laverde, Luís F. López, Policarpo Bustos, ~rancisco García, Dionisio Galvis E., Simón García 0., Pedro J. Delgado, Francisco Varga.s D., Jesús Robayo, Manuel Martínez, Jacinto Ramírez, Carlos N. Ordóftez, Jorge Sánchez P., Bemgno Rodríguez, José Vicente González V., Roberto López, Eduardo Rosito, Manuel J. Neira, Félix Antonio Ramírez, Israel Caro H., Gregorio Cajiao, Antonio H. Acevedo, Leonidas Parra M., Rubén Duque M., Roberto Pinto, Daniel Garzón M., Agustín Rodríguez V., Bonifacio Mendoza, Jesús Malagón G., Pedro F. Ramírez, Pedro P.· Baracaldo, Francisco A. Mejía, Aristides Caipa, Moisés Nivia S., Daniel María Garzón, Manuel Peña, Alfredo Plazas, Abdón Triviño, Eustasio Mora, Abraham Losada, Carlos Julio Amaya, Rafael Liévano, Alcides Peña 8., Julio Gómez, Marco Tulio Sarmiento. (siguen más firmas).
  • 5. ARTE PROFESIONAL Por el progreso de un gremio Toda profesión tiene su parte técnica, más o menos extensa, o más o menos complicada, y por tanto el conocimiento de ella, o mejor dicho el dominio absoluto del tecnicismo en sus dos as- pectos, o sea de una parte la técnica de la construcción, y de la otra los nombres de las distintas herramientas, labores, etc., es sumamente difícil, y pocos logran el llegar a ser lo que suele lla- marse un artista completo. Pues bien: esto que en términos generales dejo apuntado, es aún más difícil tratándose del arte de la zapatería, y me es- forzaré en demostrar esta opinión: el arte de la zapatería, mal que pese a sus detractores, es arte, y no de los más fáciles de poseer en toda su extensión; abarca tantos artículos, se necesita paracons- truir o fabricar las distintas clases de calzado que se usan, tal nú- mero de fierros, herramientas, máquinas y accesorios, que existen operarios y aún muchos maestros que, figurando en primera fila en sus respectivas categorías, es tánta su ignorancia no sólo con respecto a los útiles que se emplean en su oficio, sino que en varios casos llega hasta la forma de construír algunas clases de calza- do, no ya de fantasía, sino de clases corrientes (y entiéndase que esto no se refiere a la generalidad, y menos con el deliberado pro- pósito de incomodar). Todo arte es sublime, y los que en cada profesión llegan a poder ostentar legítimamente el título de artistas, son unos verda- deros apóstoles, en los cuales llega a constituir una obsesión el cónsagrar todos sus amores, un mayor desarrollo, un más alto ni- vel intelectual, con un desprendimiento innato en todos ellos, pues por término general todo genio se cuida más de la prosperidad de sus discípulos qu~ de la suya propia; su espíritu elevado lo coloca por encima de las viles pa~iones; la envidia no es compañera del ge- nio; por tanto éstos, si alguna vez parecen descubrir ambiciones, éstas no son más que de gloria, deseos de poseer medios de pro- pagar, de ser útiles a la humanidad ..
  • 6. -4- El arte de la zapatería, más querido cuanto más estamos con- vencidos de que eA Colombia subsiste grande y sublime como art~·con verdaderas legiones de artistas, pero dispersos y sin ele- mentos, necesita de encauzamiento; la enseñanza no sólo está des- cuidada, sino que se ejercita como en los tiempos primitivos. Se nos argilirá que entonces si no hay una enseñanza práctica y útil, cómo se forman artistas, más la contestaciól1 es sencillísima: hay ma- teria prima, sólo que nosotros carecemos del necesario mecanismo para convertirla en lo que debe ser, y ese elemento hay que po- seerlo .• En todos los órdenes de la vida descuellan algunos individuos por su facilidad en la comprensión en ejecutar, mejorar o crear; éstos son los que suelen llegar al pináculo; pero adviértase en qué condiciones; con una educación incompleta, tiene que limitar- se a propagar o enseñar lo que le enseñaron o logró aprender, con lo cual los hombres establecemos una excepción y hacemos un agravio a nuestros semejantes, a los cuales consideramos peor que a las cosas, objetos o animales, pudiendo tomar como ejem- plo el diamante y el caballo: si al primero no se le pulimenta, será una piedra en bruto; y si al segundo no se le doma, no pue- den utilizarse sus servicios. Nosotros, desgraciadamente carecemos de escuelas profesio- nales, pues no existe ninguna oficial, y si hubiere una o dos particulares en Bogotá, son para algunas de las materias, incom- pletas y sin los elementos necesarios. Las escuelas que necesitamos para la perfección del arte de la zapatería, deben abarcar, además de la enseñaza teórico-prácti- ca de las herramientas, máquinas y toda clase de accesorios que se emplean en la confección del calzado, de los distintos que se cons- truyen y la forma de ejecutar cada operación, las pieles todas, sus cualidades, conveniente aplicación y aprovechamiento de las hormas y su construcción, el corte en toda su extensión y la for- ma más exacta de sacar toda clase de patronajes, a cuyo efecto deberá aprenderse dibujo aplicado a la industria y geometría, de- biendo, además, darse cursos completos de la anatomía del pie humano .. El calzado que se ordene sobre medidas, debe ser confeccio- nado conforme a las irregularidades de los pies, siendo necesario para esto modelarlos en yeso, para que con los modelos a la vista se pueda entrar en un estudio detenido, y, así construfr las hormas y las formas cuidando de copiar en ellas las imperfecciones que tuvieren. Las formas prestan al cliente servicio muy importante, porque el calzado cuando se humedece demasiado y seca simplemente a aire, o las más de las veces al calor obligado, indudablemente que las pieles se recogen y pierden totalmeJ1te la forma quedando inservibles, mientras que esto no sucederá calzándola, porque en- tonces secará sobre ésta conservando la primitiva, y con esto aho-
  • 7. -5- rrado la molestia que generalmente causan los zapatos que no tienen ni el más insignificante parecido a la forma de los pies que se los calzan. Bien entendido tenemos, que el ligero trazo o plantilla que deja la huella del lápiz cuando tomamos una medida, no es la que puede llevamos a confeccionar un calzado que reúna las condicio- nes apetecibles, nó, es el sistema científico que he venido tratan- do y enseñando a varios compañeros en el arte. Los años que he consagrado al estudio científico y detenido en la profesión, los muchos progresos que he obtenido, y los que llevaré hasta donde me fuere posible adelante, me ponen una vez más en capacidad de presentar a mis comprofesores este sistema de corte geométrico; innovación bastante útil, y al alcance de todas las inteligencias por su fácil comprensión, y por el cual recibí como primer premio medalla de oro y diploma de honor en la exposi- ción del centenario de la Independencia de Colombia en el año de 1910, y con el que espero sean colmados mis esfuezos, si con ver- dadero entusiasmo y decisión fueren acogidos los estrechos Ifmi- tes de mi modesto trabajo, por la juventud laboriosa. Un aprendizaje así proporcionado haría buenos maestros, exce- lentes encargados de talleres y operarios capaces para toda clase de funciones; elevaría el nivel intelectual de' quienes se dedican a la industria del calzado, y nos pondría en condiciones de tras- formar en todo tiempo nuestro sistema de construcción. Tal es mi pensamiento con respecto a lo que debe ser la téc- nica profesional, y en tal sistema hemos de trabajar. Mas nuestro esfuerzo habrá de resultar estéril, si no somos secundados por los gremios y sociedades, ya de obreros, ya de patronos, pues a todos interesa; así como someto a su deliberación y estudio este plan, que, reformable y todo, podría buscarse el me- dio más apropiado para lIevarlo a la práctica, que si ello es difí- cil, la magnitud de la obra lo merece.
  • 8. EN DEFENSA DE LA CLASE ZAPATEI-O A TUS ZAPATOS Nuestros lectores conocen la a,nécdota, verdadera o falsa, que esto no nos meteremos a averiguarlo nosotros, origen del dicho Zapatero a tus zapatos. Parece que habiendo pintado un cuadro el famoso Apeles, lo expuso al público para que diesen las gentes su parecer sobre la obra. En el pueblo griego, tan conocedor y artista, no podían faltarle críticos. Cno de éstos, que era un zapatero, señaló un defecto en el calzado de las figuras. Apeles convino en que el bucn hombre tenía razón y corrigió el defecto conforme a las indicaciones de su interlocutor. Nuestro zapatero se animó con esto y empezó a criticar otras partes del cuadro, censurando varias cosas y aconsejando reformas. Sea que Apeles no encontrara justas las nuevas observaciones, sea que le molestasen tantos reparos en su amor propio de artista, pa- rece lo cierto que se impacientó y dijo al critico: Zapatero a tus zapatos. Desde entoces ha servido la expresión, tanto en los idiomas muertos de la antigiledad, como en los modernos, para imponer silencio a los que se meten a hablar de lo que no entienden. Por desgracia, no siempre se le aplica así, y en boca de mu- chos ha venido a ser como una frase desdeñosa encaminada a re- bajar nuestra profesión. ;; Es casi como decir que el zapatero no entiende ni Quede en- tender más que de zapatos. Sinembargo, la historia demuestra que de nuestro oficio han salido muchísimos hombres eminentes, más que de ningún otro oficio manual. Esto prueba que la monotonía de nuestra vida, la circunstan- cia de estar sentados trabajando con cierta tranquilidad, nos hace observadores y desarrolla en nosotros la reflexión. Hagamos, pues, una rápida enumeración de las glorias que nuestro oficio ha dado a las ciencias y a las artes. Por ella se verá el caso que han hecho los zapateros de la frase de Apeles. Muchos han salido de sus zapatos y se han mostrado en sus nuevas profesiones tan distinguidos, tan eminentes como en la de hacer calzado. En el siglo XVI mencionan las crónicas al zapatero Hans Sachs, alemán, autor dramático que escribió obras admiradas aún por los eru- ditos ..
  • 9. 7 .- Rogerio Sherman, zapatero norteamericano, fue uno de lospri- meros hombres de estado de su época. Fax, fundador de la secta de los cuáqueros, era zapatero. Johll Brand, empezó por ser zapatero, después tomó el título de doctor en la' universidad inglesa de Oxford; llegó a formar parte de la sotiedad de anticuarios y escribió libros sumamente abun,dan- tes en detalles de valor. Otro zapatero inglés, David Parcus, llegó en su patria ,a pro- fesor de teología. El zapatero Gifford, se distinguió mucho con sus escritos, que las revistas inglesas se disputaban. Al fin llegó a ser director .de la Cuaterly Reoiew. No se crea que esto es, o era, un cargo in- significante. En nuestros países, un director de revista no tiene.- gran cosa que hacer, y a más de cuatro conocemos que apenas saben escribir. En Inglaterra no llasa lo mismo. Allf el público lee ávidamente los trabajos insertos en las pu- blicaciones de esta clase y por 10 mismo escriben en ellas sólo hombres distinguidos. Puede desde luego asegurarse, al ver la firma de un artfculo de revista inglesa, que su autor no es cualquiera. Santiago Pantaleón, zapatero de Troyes, fue el papa Urbano IV. Balduino, otro zapatero, figura entre los hombres más ilus- tres de su época. Hardfn, chambelán del gran Duque de Wutemberg, empezó por ser zapaten¡ antes de ocupar altas posiciones en una corte meticulosa. Lestag, zapatero de Burdeos, era poeta, y escribió multitud de composiciones muy apreciadas. Sellier, zapatero y poeta parisiense del siglo XVIII, se hizo cé- lebre con su publicación semanal, Los lunes del remendador de los borceguíes de Apolo. El título es un tanto rebuscado y pretencioso, pero el periódico tenía mérito. Rigaut, zapatero parisiense escribió unas memorias matemáti- cas para sustituir la aritmética por la geometría, en algunos casos. La comunicación que sobre este punto dirigió a la Academia fran- cesa de Ciencias fue bien acogida por este cuerpo, que la elogió en extremo. Con todo, los nombres más gloriosos de antiguos zapateros que al abandonar su primitiva profesión, han tomado otra en que fueron estrellas de primera magnitud, son los de Wincklemann y Linneo. Wincklemann, zapatero, e hijo de zapatero, escribió una obra in- mortal, que los eruditos del mundo entero colocan entre las más nobles producciones del genio humano, la ffistoria del arte en la antigii~ dad, pasmosa resurrección del aspecto más brillante de la vida grie- ga, libro en que no se sabe qué admirar más, si lo extenso y pro- fundo del saber, o lo claro del juicio. Por lo que toca a Linneo, sábese de él que aprendió la zapate- rfa, y cuando era estudiante en Upsal, vivió con 10 que ganaba com-
  • 10. -8- poniendo las botas de sus compañeros. Así pudo elevarse hasta las _alturas en la historia natural y dejar en las ciencias nombre im- perecedero. Por no extendemos más por ahora, terminamos aquí, sin traer a esta apología a multitud de zapateros de los demás países del mundo; figuras que han surgido como representantes a congresos, asambleas y cámaras; generales de ejércitos, grados que confiere la gloriosa carrera de las armas a los hombres de mérito; abogados, cómicos, cantores y notables profesores en el divino arte de Belliny. Se ve, pues, que la frase zapatero a tus zapatos, no puede repetirse en tono desdeñoso, sin evidente injusticia. Nuestra profesión no embrutece al hombre, sino muy al contra- rio, le comunica costumbres de reflexión, de minuciosidad, y espíritu de armonía y de crítica, que cuando se trata de un zapatero de genio desarrollan en grado muy alto y de manera armónica las facultades más apreciadas. Nuestra profesión puede decir con orgullo que sus exigencias han servido de disciplina intelectual, eficacísima a hombres tan ilus- tres como los que acabamos de citar. Aceptemos, pues, lo de zapatero a tus 2apatos, porque nues- tro oficio merece que nos consagremos a él, pero no como un diplo- ma de incapacidad, sino como una presea y como un orgullo.
  • 11. GUlA DEL ZAPATERO HERRAMIENTAS QUE DEBEN EMPLEARSE. Un cuadrante. un compás, un metro o medida y una re.la curva. Principiaremos por levantar un patrón No. 39, como término medio, y que es el que demostramos en la figura '11. Las figuras pequeñas solo nos sirven en este caso, para buscar con más facilidad las líneas de que se trate en cada lección, porque excepto la primera que está construída con cuatro Hneas, todas las demás sólo progresan de la una a la otra figura, con dos líneas, observando que cada línea que se trace, desde la primera hasta la última, se marcará en los extremos con su respectiva letra y en el orden alfabético. La figura 10 que es la que representa la horma N.O 39, nos indica las medidas que debemos tomar. La figura 12 representa la regla curva N.O 1.0 en sus tres co- locaciones para cerrar el patrón y debemos calcarla en cartón o zinc, para servimos mejor de ella. TEORIA Véase la figura 1 Trácese con el cuadrante un ángulo recto, calculando el ta- maño del patrón que vamos a levantar, y las líneas que lo com- ponen las marcaremos con las letras A. B. Tómese el largo en la planta de la horma, sobre la cual va- mos a levantar el patrón, y la medida que nos diere en centíme- tros, aumentándole tres más, se pondrá sobre la línea horizontal B. y .marcaremos con un punto .. EJEMPLO.-26 centímetros nos dió el largo de la horma núme- ro 39 y tres centimetros más que aumentamos son 29; éste es el largo total del patrón. (Este aumento de los tres centímetros se hace en toda clase de patrones). De este punto trazamos una línea vertical que forme un án- gulo recto con la horizontal B. y la marcaremos con la letra C. Del vértice A. B. del ángulo recto, trácese una línea oblicua, dividiéndolo en dos ángulos agudos de 450, y la marcamos con la letra D. Tómese la medida de entrada en la horma, de la mitad del talón hacia la punta de la pieza, como lo indica la figura 10, y el re- sultado de esta medida en centímetros, colóquese sobre la línea obli- cua D. desde el vértíce hasta su prolongación, y marcaremos con un
  • 12. - 10 -- punto. De este punto trazamos una Iinea horizontal formando escua- dra con la lfnea vertical A. y la marcaremos con la letra E. Vtase la figura 2 Del mismo punto trácese una línea vertical formando escu adra con la lfnea horizontal B. y la marcaremos con la letra F. Del vértice que forman las lfneas A. E. trácese una línea transversal al vértice que forman las lfneas B. F. Yla marcaremos con la letra G. Vtase la figura. 3 Del punto céntrico del cuadrado trácese una línea horizontal sobre la vertical A. formando escuadra con ésta y la marcaremos con la letra H. Del mismo punto céntrico del cuadrado trácese una lfnea ver- tical sobre la horizontal E. formando escuadra con ésta, y se mar- cará con la letra 1. Vtase la figura 4 Averigliese el alto del tacón, y el resultado que nos.diere esta medida en centimetros colóquese del vértice A. E. sobre la lf- nea vertical A. hacia abajo, y marcaremos con un punto. De este punto trazamos una línea transversal al vértice que forman las lf· neas E. F. Y la marcaremos con la letra J. Del vértice que forman las líneas 1. J. trácese una línea obli- cua hacia arriba formando escuadra con la línea J. y la marcare- mos con la letra K. -.,-", Vtase la figura 5 Multiplíquese el largo del patrón por trece. ~ ~ Ejemplo: ':7 3717_ exclúyase la última cifra de la derecha, y el resultado que nos quedare son miHmetros que los colocaremos del vértice que for- man las líneas J. 1. hacia arriba y sobre la Hnea K. y pondremos un punto. Esta medida nos indica donde queda el tobillo, y debe multiplicarse siempre el largo de toda clase de patrones por tre- ce; y de este modo la obtendremos. De este punto trácese una línea transversal formando escua- dra con la lfnea K. y la marcaremos con la letra L. AverlgUese el alto de la caña (supongamos 16 tentimetros), éstos los colocamos de la línea horizontal B. hacia arriba y sobre la Hnea oblicua K. y marcaremos con un punto. De este punto trácese una línea transversal formando escua- dra con la Unea K. y la marcaremos con la letra LL. Averlgiiese el ancho de la caña, y la mitad del resultado que nos diere esta medida en centimetros colóquese sobre la línea LL.
  • 13.
  • 14.
  • 15. - 11- derecha e izquierda, repartida por iguales partes, apreciand? co- mo centro el punto que pusimos sobre la línea K. para avenguar el alto de la caña, y la marcaremos con dos puntos. La misma operación haremos sobre la línea L. disminuyéndole tres miHmetros por cada extremo y marcándola igualmente con dos puntos. V~ase la figura 6 AverígUese el alto del empeine de la horma, y la mitad del resultado que nos diere esta medida en cenUmetros, colóquese del vértice que forman las fneas E. F. al vértice que forman las líneas F. B. Y marcaremos con un punto. Busquemos la mitad de esta nueva medida y sobre la línea F. la marcaremos con otro punto. Del punto céntrico del cuadra- do, y pasando por sobre el punto que pusimos sobre la línea F. trazamos una línea transversal hasta encontrarse con la vertical C. y la marcaremos con la letra M. Del punto que nos dio la medida del alto del empeine en la parte de abajo, al vértice que forman las líneas M. C. trazamos una línea transversal y la marcaremos con la letra N. V~ase la figura 7 Divídase la línea horizontal B. que es el largo del patrón en tres partes iguales. Ejemplo: 29 centímetros nos dió el largo de la horma número 39 sobre la cual levantamos el patrón; la terce- ra parte son 9 centimetros, 7 milímetros o para mayor facilidad di- vidamos esta línea en tres partes iguales, con el compás. Esta tercera parte la colocaremos del vértice que forman las líneas B. C. y sobre la fnea horizontal B. hacia la izquierda, y marcar~mos con un punto •. (Esta operación se aplica a toda clase de patrones). Del punto que nos indicó esta medida trazamos una línea per- pendicular, prolongándola _unos tres centímetros hacia abajo, y la marcaremos con la letra N. Del vértice que form.!!n las Uneas E. F. al punto de intersec- ción entre las fneas N. N. trácese una línea oblicua, y la marca- ., remos con la letra O. Vtase la figura 8 AverrgUese el ancho de los dedos en la horma y divídase en tres partes iguales el resultado que nos diere. Ejemplo: el ancho de los dedos es 21 centímetros, la tercera parte son 7. Esta tercera parte colóquese sobre la perpendicular Ñ. obser- vando que la mitad de esta ter~era parte quede en el punto de intersección entre las líneas N. N. Y la marcaremos con dos pun- tos: uno hacia arriba y el otro hacia abajo. Tómese el largo de la línea. oblicua O. y la décima parte de esta medida colóquese sobre la misma oblicua O. del vértIce E. F. hacia abajo, y la marcaremos con un punto. Ejemplo: el largo de
  • 16. - 12- la oblícua O. de este patrón son 12 centímetros; la décima parte son 12 milímetros. De este punto trazamos ul)a línea oblícua al punto que mar- eamos sobre la perpendicular N. en la parte de arriba y la mar- caremos con la letra P. Del mismo punto tracemos una línea oblícua al vértice que forman las líneas M. C. yla marcaremos con la letra Q. Véase la figura 9 Del punto que qlJeda cerca al vértice B. F. donde marcamos el alto del empeine, trácese l!na línea oblicua al punto que mar- camos sobre la perpendicular N. en la parte de abajo y la marca- remos con la letra R. Del vértice que forman las líneas M. C. y sobre la !fnea ver- tical C. hacia abajo, se miden dos centímetros más, o menos, se- gún el ancho de la punta de la horma, y pondremos un punto; de este punto trazarelllos una línea transversal al vértice que for- man la perpendicular N. y la oblicua R. y la marcaremos con la. letra S. Colóquese la regla curva N.o 1.0 del vértice M. C. a los pun- tos que marcamos del ancho de la caña, y a la derecha trácese una !fnea curva, y le habremos dado la forma delantera al patrón. Colóquese la misma regla N.O 1.0 por el otro extremo, y de los puntos que tomamos la medida del ancho de la caña a la iz- quierda; al vértice que forman las líneas A. D. B. corriéndola un centímetro hacia abajo, trácese una línea curva, y le habremos dado la forma trasera al patrón. Del punto que nos dé la regla curva en el vértice A. D. B. trácese una línea orizontal al vértice N. R. del ángulo agudo y la marcaremos con la letra T. Colóquese la misma regla N.O 1.0 por el otro extremo del vér- tice qt!e forman las Iineas M. C. N. al vértice que forman las lí- neas N. R. trácese una línea curva y le habremos dado la forma de la parte baja al patrón. La colocación de la regla curva N.O 1.0 en sus tres empleos ~para cerrar el patrón lo indica la figura 10. Véase la figura 11 Para buscar el resorte divídase en cuatro partes iguales el ancho de la caño y marcaremos con puntos del punto que divida la cuarta parte hacia la i~quierda y trazaremos una línea oblicua al vértice que forman las líneas H. l. M. del centro del cuadrado. Divídase el mismo ancho de la caña en tres partes iguales, y una t~rcera parte colóquese del vértice H. 1. M. Y sobre la Unea horizontal M. la marcaremos con un punto,' de este punto trazare- mos una oblicua al otro punto que nos dio la cuarta parte de la dere- cha de la caña. Quedando trazado el corte de resorte, la demás diversidad de cortes quedan al dibujo, habilidad Y gusto del cortador.