Informe presentado por el sitio sector catolico (www.sectorcatolico.com) que presenta un analisis sobre lasituacion de la teologia catolicas y plantea la necesidad de una contrarreforma, debido a la crisis que hoy se vive en el mundo catolico.
1. SECTOR CATÓLICO
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La necesidad de una
contrarreforma católica
a las tesis de la teología moderna
01/04/09
Introducción
La Teología católica sufre un periodo de extraordinaria crisis, crisis que afecta al
conjunto de la institución fundada por Jesucristo hace cerca de 2.000 años. Y es que
a lo largo de la Historia de la Iglesia, han sido muchos los intentos de restablecer el
carisma original y, por ello, no han sido menos, los esfuerzos de los grandes
reformadores, por poner fin a los excesos que en las distintas épocas han tenido
lugar.
Pensemos, por ejemplo, en san Francisco de Asís, iniciador de las órdenes
mendicantes, o santa Teresa de Jesús, con su reforma de la vida espiritual
carmelitana. Ya en tiempos recientes, el Concilio de Trento, hacía con retraso lo que
los mal llamados “reformadores” protestantes iniciaron en el norte de Europa. Todos
estos movimientos tienen, como objetivo principal, devolver a la Iglesia su verdadero
rostro, quizá desdibujado en ocasiones como consecuencia del pecado de los
hombres.
Sin embargo, no todas las reformas son iguales, pues unas se hacen desde el seno de
la Iglesia, con un espíritu de profunda humildad y obediencia a las autoridades
legítimas; y otras, por desgracia, caen en los extremismos y en la desobediencia
apartándose así de la comunión, e incluso, provocando grandes fracturas en la unidad
de la Fe católica. Fue el caso, por ejemplo, del monje agustino Martín Lutero, quien
se enfrentó primero a los abusos de las indulgencias, para terminar negando los
sacramentos y el papado.
Muchos fueron, por desgracia, los que se adhirieron a esas tesis, dando lugar así al
inicio del protestantismo, que cuajó en otros lugares, con la puesta en marcha de
algunas iglesias nacionales, como es el caso de la comunión anglicana en Inglaterra.
El presente Informe tiene como finalidad presentar algunos aspectos de la situación
actual de la teología católica, sobre todo, después de la celebración del Santo Sínodo
Vaticano II, que ha abundado en la enorme crisis abierta varios años atrás, sobre
todo, después de la Revolución francesa del siglo XVIII, que dio lugar al nacimiento
de la Ilustración y puso fin a las monarquías absolutistas en el Viejo Continente.
Dicha Revolución, cuyas consecuencias, son hoy todavía palpables, y no sólo en el
ámbito político, tuvieron sus consecuencias también en el pensamiento cristiano
occidental y fueron asumidas de manera poco crítica por algunos pensadores y
teólogos católicos, como impulsoras de la Modernidad.
Una Modernidad que llegó a la Iglesia de la mano de Juan XIII, cuando el Papa
convocó el Vaticano II allá por 1963. Un Concilio que pretendió dar una respuesta
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magisterial desde una perspectiva positiva, como contraposición a lo que los papas
anteriores habían venido haciendo, que era rebatir continuamente esos errores que
tienen sus raíces en los hechos de entonces. Errores como el liberalismo, el
socialismo, el naturalismo, el tradicionalismo, el agnosticismo, el ateísmo, el
comunismo, que llenaron las encíclicas de los papas del siglo XIX.
Es en este horizonte donde se entiende la celebración de un gran concilio ecuménico
que viniera a dar una respuesta en positivo del conjunto de la Iglesia Católica, y
anunciara la gran verdad de la Fe a un mundo en constante evolución y cambio. Un
mundo que ya había asumido las tesis de la modernidad planeadas desde Francia,
bajo el lema: “Liberté, Egalité, Fraternité”.
Por eso, es muy de agradecer el esfuerzo que hicieron los padres sinodales por
desarrollar y profundizar la enseñanza constante de la Iglesia, en materias muy
diversas, de manera que el mensaje cristiano se expusiera de manera global a un
mundo cada vez más secularizado.
Aun reconocido este esfuerzo tan importante por presentar el mensaje del Evangelio
al hombre de hoy, no estuvo exento de dificultades y problemas muy serios. Entre
ellos, la corrupción de algunas personas, pertenecientes a la jerarquía de la Iglesia,
que sucumbieron a las seducciones de organizaciones manifiestamente anticatólicas,
como es el caso de la Masonería, para tratar de difundir desde dentro los errores y la
confusión al conjunto del pueblo de Dios.
Esos intentos, denunciados por la prensa internacional y numerosos autores e
historiadores de reconocido prestigio, no dejan lugar a dudas sobre lo que ocurrió y
los intentos de manipulación que sufrió el Concilio y las comisiones posteriores que
se formaron para estudiar la aplicación del mismo. Errores que hicieron exclamar al
mismo Pablo VI: “El humo de satanás ha entrado dentro de la Iglesia”.
Recientemente hemos conocido, a través de una de las personas más cercanas al
Romano Pontífice de aquel entonces, el sentido profundo de la afirmación, que haría
referencia a los abusos litúrgicos cometidos por cientos de sacerdotes por todo el
mundo tras la aprobación del Novus Ordo de la Misa. Dichos abusos se prolongaron
demasiado en el tiempo, bajo algunos pretextos, como el de la experimentación
litúrgica, y aun hoy no han sido totalmente erradicados.
De hecho, no es extraño que de vez en cuando salgan a la palestra de la opinión
pública hechos escandalosos para la mayoría católica. España en esto no es ninguna
excepción. Es más, hay regiones, como es el caso de Galicia o Madrid, donde este
tipo de actuaciones están a la orden del día sin que los obispos diocesanos hagan
nada para remediarlo.
Entrando en materia
Pero no nos vayamos por las ramas y no abandonemos el hilo principal que ha dado
lugar a este nuevo Informe de SECTOR CATÓLICO: esas novedades, que situamos
históricamente después de la Revolución francesa, aun reconocido algunos de sus
aspectos positivos, tuvieron su impacto en el modo de hacer y entender la Teología
católica posterior.
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Una “nueva teología” lo invadió todo en este intento de exponer la doctrina de
siempre al hombre y a la mujer de hoy. Pero que falló en su análisis de fondo y
abandonó las grandes certezas enseñadas por la Iglesia desde antiguo. La Sagrada
Escritura empezó a interpretarse y a estudiarse siguiendo los postulados modernos de
la Ciencia lo que dio lugar al método “histórico-crítico”.
Al mismo tiempo, las tesis modernistas se abrieron camino en muchas facultades
eclesiásticas corrompiendo de este modo al clero secular y religioso, cuyo impacto en
la vida consagrada fue mayúsculo. De hecho, muchos movimientos recuperaron el
papel de los laicos, ante este debilitamiento tan espectacular de las órdenes de
siempre, que se situaron a la vanguardia de estas tesis, apartando de los puestos de
responsabilidad a los que manifestaban su adhesión al Magisterio perenne.
La consecuencia inevitable fue el aumento de la secularización de la sociedad,
puesto que los colegios y universidades católicas, ya no defendían la verdad de la Fe
sino que provocaron mayor confusión en los fieles. La pérdida de la presencia de la
Iglesia en la vida pública se ha traducido en el avance de los poderes omnímodos de
los estados modernos, y un menor protagonismo de la sociedad civil, a merced de
legislaciones llamadas democráticas y que, en realidad, no lo son.
Con lo cual, los católicos hoy en día tenemos un panorama ciertamente complicado
para vivir de manera normal nuestra Fe fuera de las iglesias; mientras que muchas
veces los medios de comunicación y otros grupos de poder silencian o manipulan las
intervenciones públicas del Magisterio, como últimamente hemos visto, con el caso
de las declaraciones de Benedicto XVI sobre los preservativos durante su reciente
vista apostólica a África.
La nueva teología
Pero, ¿en qué consiste este nuevo modo de entender y ejercer la “nueva teología”?
La Teología católica consiste en el estudio intelectual de la Revelación. Una
revelación que constituye el depósito de la Fe que la Iglesia debe conservar
fielmente y transmitir íntegro a las generaciones futuras. Éste depósito, lo
constituye, de manera principal, las enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo, que
fueron recogidas por sus apóstoles y a través de estos, a sus sucesores (los obispos)
desde los primeros tiempos del cristianismo.
El depósito de la Revelación, contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición es
interpretado auténticamente por el Magisterio, es decir, por el Papa y los obispos en
comunión con él. De esta forma, el pueblo de Dios tiene la certeza de vivir el modo
de vida que nos enseñó Jesús, y evitar los errores que pudieran darse de una falsa
interpretación.
La “nueva teología” sin embargo, ya no presta atención a su verdadera naturaleza y
obligación, sino que ésta se ha emancipado del Magisterio y ya no le sirve.
Su verdadera motivación es la de no escandalizar al hombre moderno con la
presentación de unas verdades que contrastan fuertemente con el modo de entender
la vida actual. Y que, muchas veces caen en lo “políticamente incorrecto”. Por eso, y
para evitar este posible escándalo, claudican de algunas de estas verdades
fundamentales, e intentan presentar un cristianismo camuflado en apariencias más
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en sintonía con el hombre moderno. El precio que hemos pagado es el olvido de lo
más valioso que tenemos: el don de la Fe, que nos da la vida eterna. Así, muchas de
las enseñanzas tradicionales ya no se entienden y se tiene que recurrir a argumentos
de lo más peregrino, y de corte inmanentista, que no satisfacen en modo alguno las
aspiraciones y expectativas de la naturaleza que nos es propia.
Con lo cual, el efecto que se ha conseguido ha sido, precisamente, el inverso. Las
iglesias se vacían mientras aumenta el número de libros religiosos de dudosa doctrina
en las estanterías de las librerías que aun se dicen católicas.
Así las cosas, la pregunta sería: ¿Somos capaces los católicos del siglo XXI de dar una
respuesta cabal, sensata a las necesidades, anhelos y esperanzas de nuestros
hermanos los hombres que aun no conocen a Cristo o que, conociéndole, no se
benefician de la contemplación de la totalidad de su divino rostro? ¿Será la Iglesia
capaz de realizar una verdadera contrarreforma católica que no pague el tributo de
la Modernidad sino que sea capaz de devolver la imagen verdadera del Dios hecho
hombre?
Éste a nuestro entender es el verdadero reto actual. Un reto que Benedicto XVI ha
señalado recientemente en su última carta a los obispos del mundo en la que nos
recuerda la necesidad tan grande que tiene el mundo de ser evangelizado. Pero no
por un evangelio cualquiera, sino por la buena noticia de Jesucristo, que es
custodiada fielmente por su Santa Iglesia.
Un reto que aumenta lo que se hizo en el pasado, por ejemplo, con la conversión del
Imperio Romano, pues nos dirigimos ya una humanidad post-cristiana que ha
abandonado la práctica de la religión de siempre, al no encontrar en ella una
respuesta que colme su sed de infinito, su sed del Dios verdadero, manifestado en
Cristo Jesús.
La verdadera contrarreforma católica no pasa a través de la fractura, ni con la
Tradición ni con las enseñanzas pastorales del Vaticano II, como muchos se empeñan
en sostener. Sino más bien, y como hemos hecho siempre los católicos, por la
continuidad. Es decir, recogiendo con fuerza y sin vergüenzas lo anterior ser capaces
de presentar en positivo la verdad íntegra del mensaje de salvación.
SECTOR CATÓLICO apuesta de manera decidida por avanzar en este camino. Por
recorrerlo sin cansancio y con una gran esperanza, convencidos en que “las puertas
del infierno no prevalecerán contra ella”, a pesar de la inmensa infidelidad que todos
somos capaces de sostener en algún momento. Porque ésta divino designio de
salvación nunca se realizará a pesar de nuestra libertad, de nuestra cooperación, sino
a través de ella.
Es momento, pues, de recuperar, la sana doctrina y el espíritu de obediencia a los
pastores legítimos, y la de éstos, al que es signo de unidad, el Papa. Una unidad
querida por Dios para su Iglesia y anhelada por todos, tanto dentro como fuera de su
estructura visible. Sabiendo que todo lo que es bueno, todo lo verdadero y bello,
viene de Dios y a Él conduce. Sin sabernos dueños de la verdad, sino partícipes de la
misma.
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Conclusiones
- La Teología católica sufre un periodo de extraordinaria crisis, crisis que afecta al
conjunto de la institución
- A lo largo de la Historia de la Iglesia han sido muchos los intentos de restablecer el
carisma original y, por ello, no han sido menos, los esfuerzos de los grandes
reformadores.
- Sin embargo, no todas las reformas son iguales, pues unas se hacen desde el seno
de la Iglesia, con un espíritu de profunda humildad y obediencia a las autoridades
legítimas; y otras, por desgracia, caen en los extremismos y en la desobediencia
- La crisis actual se sitúa en las consecuencias de la Revolución francesa del siglo
XVIII, que llegó a la Iglesia con la celebración del Santo Sínodo Vaticano II. Esas
novedades, aun reconocido algunos de sus aspectos positivos, tuvieron su impacto en
el modo de hacer y entender la Teología católica posterior.
- Es en este horizonte donde se entiende la celebración de un gran concilio
ecuménico que viniera a dar una respuesta en positivo del conjunto de la Iglesia
Católica, y anunciara la gran verdad de la Fe a un mundo en constante evolución y
cambio.
- Una “nueva teología” lo invadió todo en este intento de exponer la doctrina de
siempre al hombre y a la mujer de hoy. Pero que falló en su análisis de fondo y
abandonó las grandes certezas enseñadas por la Iglesia desde antiguo.
- La consecuencia inevitable fue el aumento de la secularización de la sociedad. De
ahí que los católicos tengamos hoy en día muchas dificultades para vivir nuestra Fe
de manera normal en la vida pública, fuera de las iglesias y las sacristías.
- Éste es, a nuestro entender, el verdadero reto actual: un reto que Benedicto XVI ha
señalado recientemente en su última carta a los obispos del mundo en la que nos
recuerda la necesidad tan grande que tiene el mundo de ser evangelizado.
- La verdadera contrarreforma católica no pasa a través de la fractura, ni con la
Tradición ni con las enseñanzas pastorales del Vaticano II, como muchos se empeñan
en sostener. Sino más bien, y como hemos hecho siempre los católicos, por la
continuidad.
- Es momento, pues, de recuperar, la sana doctrina y el espíritu de obediencia a los
pastores legítimos, y la de éstos, al que es signo de unidad, el Papa.
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