1. lección 1
29 de septiembre al 5 de octubre
el gran conflicto.
Los orígenes
«Pondré enemistad entre tú y la mujer, y entre tu simiente
y la de ella; su simiente te aplastará la cabeza,
pero tú le morderás el talón».
Génesis 3: 15
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2. Introducción
sábado
29 de septiembre
Génesis 2: 15;
Ezequiel 28: 13-17 Sencillamente
es un tema debatible
El término controversia significa «una prolongada disputa pública, un debate o
contienda», una disputa «respecto a asuntos subjetivos». Muchos de nosotros esta-
mos familiarizados con el gran conflicto existente entre Dios y Satanás, entre el
bien y el mal. Sin embargo, lo más difícil de identificar en esta controversia es qué
está siendo debatido, y quién tiene la razón.
¿Puede el hombre ser Dios?
Con el fin de determinar qué está siendo debatido, debemos volver a un mo-
mento cuando no existía controversia alguna. En el cielo había ángeles de deslum-
brante gloria y uno de ellos se destacaba en especial (Eze. 28: 13-17). Su nombre era
Lucifer. No sabemos cuándo su corazón cambió; sin embargo, algo es cierto: el
comenzó a poner en entredicho la autoridad de Dios, y al hacerlo ambicionó la
posición de Dios (Isa. 14: 14). En Génesis 3: 5, el diablo le habla a Eva, haciendo que
ella dude de la autoridad de Dios y que ambicione su posición: «Porque Dios sabe
que cuando ustedes coman del fruto sus ojos serán abiertos y serán como Dios, co-
nociendo el bien y el mal». (Recuerda que el enemigo estaba hablando de ser Dios,
de asumir el puesto de Dios, en vez de ser conformados a la imagen de Dios. Dios hizo
a los seres humanos a su imagen [Gén. 1: 27]; pero Lucifer quiso ser Dios y engañó a
los seres humanos para que pensaran que ellos también podrían serlo)
Desde entonces, parte de la obra de Dios ha consistido en defender su identi-
dad con el fin de demostrar que él es el único digno de ser llamado «El gran Yo
Soy», y de ser adorado. La mayor revelación de la persona de Dios se manifestó en
Jesús. Dios se humilló y asumió la forma humana para que mediante la obra de
redención podamos ser reformados conforme a su imagen. En Jesús tenemos la
oportunidad de aprender que únicamente Dios es Dios y que los seres humanos
fueron hechos a su imagen y no para ser dioses.
Y respecto a quién tiene la razón… Piensa en las evidencias y en la historia.
¿Puede el hombre ser Dios? ¿Qué rastro deja Satanás detrás de él? La Biblia nos dice
que únicamente Dios tiene la razón y que él será el vencedor en el gran conflicto.
Pero hasta el momento en que alguien decida de qué lado está, todo lo anterior
será sencillamente un material informativo. Entonces, ¿qué lado escoges?
Erome Daniel, Lincoln, Nebraska, EE. UU. 7
3. domingo
Génesis 3: 1-5, 15;
Deuteronomio 32: 17;
30 de septiembre Logos Josué 24: 15; Isaías 14: 4-21;
Ezequiel 28: 12-19;
El gran panorama Mateo 2: 1-18; Juan 3: 1, 17;
Romanos 1: 20-28;
Apocalipsis 12: 7-9, 17
El conflicto entre Dios y su amor y Satanás y su egoísmo, constituye el trasfondo
de todo lo que está escrito en la Biblia. Cada relato, desde Enoc hasta Sansón, desde
María Magdalena hasta Pablo, constituye otro capítulo del milenario esfuerzo divino
para salvar a sus hijos del pecado.
Aunque la gran controversia se observa en toda la Biblia, no podemos encontrar-
la en un solo versículo, capítulo o libro. Nuestro estudio para hoy contribuirá a aclarar
quién está involucrado en el conflicto, cómo comenzó, y en qué forma nos ha afecta-
do a nosotros y a nuestro mundo. Además estudiaremos el plan de Dios para dar fin
al conflicto y nuestro papel en el mismo. Con todo eso en mente, podremos identifi-
car con mayor claridad el tema del gran conflicto a través de las Escrituras.
¿Quiénes están involucrados? (Apoc. 12: 7-9, 17)
Miguel (Jesús) y sus ángeles luchan en contra del dragón (Satanás) y sus ángeles. El
dragón fue lanzado a la tierra donde se fue a hacer guerra contra la mujer y su descen-
dencia «los cuales obedecen los mandamientos de Dios y se mantienen fieles al testi-
monio de Jesús» (Apoc. 12: 17). ¡Eso nos incluye a nosotros! No solamente está
Satanás en guerra con Dios, sino que también intenta destruir al pueblo que sigue los
mandamientos de Dios y que está dispuesto a ser guiado por el espíritu de profecía que
se define en Apocalipsis 19: 10.
El comienzo (Isa. 14: 4-21; Eze. 28: 12-19)
Lucifer, aquel hermoso arcángel, permitió que el orgullo se arraigara y creciera en
su corazón. Sintió celos de Dios. Se opuso a la autoridad de Dios, recibiendo así el
nombre de «Satanás», o adversario.* Es imposible explicar cómo le sucedió eso a un ser
perfecto; sin embargo, es una evidencia del gran valor que Dios le concede al libre albe-
drío. Incluso en un mundo perfecto, Lucifer tuvo la oportunidad de poner en tela de
juicio la ley y la autoridad de Dios. Sin embargo, a la larga, Dios expulsó a Satanás del
cielo junto a los ángeles que este convenció para que se le unieran.
La lucha de Satanás (Gén. 3: 1-5; Deut. 32: 17, 18;
Mat. 2: 1-18; Rom. 1: 20-28)
Satanás, hablando a través de la serpiente, tentó a Eva para que comiera de la fruta
prohibida. Aunque Satanás presentó la tentación para pecar, fue por libre decisión que
Eva decidió voluntariamente aceptarla. Cuando ella le ofreció el fruto a Adán, él tam-
bién decidió desobedecer a Dios. Las acciones de ambos trajeron muerte, confusión,
dolor y depravación a la tierra y a sus moradores.
Desde ese entonces, Satanás ha realizado todo esfuerzo posible para desvirtuar la
la creación de Dios. Nuestro mundo lleva las cicatrices de miles de años de pecado. Peor
aún, es el efecto que el pecado ha tenido en nuestras mentes y corazones. Satanás desea
que adoremos cualquier cosa excepto al único Dios verdadero. Como resultado, la raza
humana se ha degradado desde la belleza que Dios originalmente le confirió. Aún así
este proceso de deterioro no es algo arbitrario; «Por eso Dios los entregó a los malos
deseos de sus corazones» (Rom. 1: 24). Dios nos permite escoger a quién vamos a ado-
8
4. rar y nuestro corazón se amolda de conformidad con esa decisión. Pero, aunque ese cua-
dro parezca muy sombrío, ¡Dios no nos abandona sin esperanza alguna! Él promete res-
taurar nuestros corazones al llenarlos con su Santo Espíritu (Sal. 51: 7-12).
Dios nos permite escoger a quién vamos a adorar,
y nuestro corazón se amolda de conformidad con esa decisión.
La respuesta de Dios (Gén. 3: 15; Juan 3: 16, 17)
Debido a su amor por nosotros, Dios nos ofrece el plan de salvación. Jesús vino a
nuestro mundo plenamente como Dios y plenamente como un ser humano. Aquí él
vivió y murió en lugar nuestro. Ese acto abrió la puerta de la salvación a todo aquel que
acepte a Jesús. La muerte expiatoria de Jesús y la decisión de Satanás de darle muerte
al inocente Hijo de Dios (al actuar a través de los sacerdotes), fue una muestra para el
mundo, para los ángeles y para el universo del verdadero carácter de Satanás y de sus
seguidores. Satanás no puede ya afirmar que Dios no es amoroso, justo o misericor-
dioso. Todo el universo ha observado la grandeza del amor divino al estar dispuesto a
entregar a su Hijo para pagar el precio por nuestros pecados. Satanás tampoco puede
afirmar que su gobierno es mejor que el Dios, porque todos hemos comprobado que
su desobediencia es motivo de muerte y sufrimientos; mientras que Dios nos concede
vida, gozo y paz.
Nuestra elección (Jos. 24: 15)
La muerte de Jesús nos ofrece el don de la salvación. Nos toca escoger a quién ser-
viremos. Dios jamás obliga a nadie a que lo sirva. Sin embargo, él dará todo paso nece-
sario para mostrarnos quién es él y cómo sus caminos aportan vida y luz. De esa forma,
el trato de Dios con cada persona es como una pequeña imagen del abarcante pano-
rama que representa el gran conflicto. De la misma forma en que cada uno debe deci-
dir a quién servirá, Dios contrasta los horrores del pecado con el abnegado e increíble
amor de Cristo. De esa forma todo el universo puede decidir a quién rendirá tributo y
obediencia.
PARA COMENTAR
1. ¿Acaso el conocimiento de que existe un conflicto universal entre Dios y el mal,
afecta el concepto que tienes de tus pruebas y luchas personales en contra de la
tentación? De ser así, ¿en que forma lo afecta?
2. ¿Cómo nos ayuda el gran conflicto a entender la razón por la que la muerte y el
sufrimiento existen aunque contemos con un Dios amante y todopoderoso?
______________
*Comentario bíblico adventista, t.7, p. 825.
David Skau, Oroville, California, EE. UU. 9
5. lunes
1 de octubre
º
Testimonio Efesios 6: 12
Tienes que defender
tus derechos
«La política de Satanás en este conflicto final con el pueblo de Dios es la misma
que la seguida por él al principio de la gran controversia en el cielo. Hacía como si
procurase la estabilidad del gobierno divino, mientras que por lo bajo hacía cuanto
podía por derribarlo y acusaba a los ángeles fieles de esa misma obra que estaba así
tratando de realizar. La misma política de engaño caracteriza la historia de la iglesia
romana. Ha profesado actuar como representante del cielo, mientras trataba de ele-
varse por encima de Dios y de mudar su ley. Bajo el reinado de Roma, los que sufrie-
ron la muerte por causa de su fidelidad al evangelio fueron denunciados como mal-
hechores; se los declaró en liga con Satanás, y se emplearon cuantos medios se pudo
para cubrirlos de oprobio y hacerlos pasar ante los ojos del pueblo y ante ellos mis-
mos por los más viles criminales».1
«Toda alma ha de pasar por la prueba decisiva…»
Nuestra lucha es constante, pero hay esperanzas que se les brindan a aquellos
que son fieles y leales a Dios.
«Solo los que hayan fortalecido su espíritu con las verdades de la Biblia podrán
resistir en el último gran conflicto. Toda alma ha de pasar por la prueba decisiva:
¿Obedeceré a Dios antes que a los hombres? La hora crítica se acerca. ¿Hemos asen-
tado los pies en la roca de la inmutable Palabra de Dios? ¿Estamos preparados para
defender firmemente los mandamientos de Dios y la fe de Jesús?».2
Dios nos ofrece esperanzas que obtendremos mediante la perseverancia y la
paciencia. No debemos luchar con los demás, sino más bien amarlos y trabajar uni-
dos en una vida de obediencia como lo hizo Cristo con el fin de derrotar al mal y
para poner fin a la gran controversia.
«Por tanto, hermanos, tengan paciencia hasta la venida del Señor. Miren cómo
espera el agricultor a que la tierra dé su precioso fruto y con qué paciencia aguarda
las temporadas de lluvia. Así también ustedes, manténganse firmes y aguarden con
paciencia la venida del Señor, que ya se acerca. No se quejen unos de otros, herma-
nos, para que no sean juzgados. ¡El juez ya está a la puerta!» (Sant. 5: 7-9).
Examina tu propia vida con la idea de reconocer la forma en que Satanás podría
estar tentándote. Analiza esta tentación a la luz de la gran controversia. Luego pide
a Dios que te ayude a asentar tus pies en su inmutable Palabra.
______________
1. El conflicto de los siglos, cap. 37, p. 577.
2. Ibíd., cap. 38, p. 580.
Santiago Fernández, Lincoln, Nebraska, EE. UU.
10
6. martes
2 de octubre
Génesis 3
Evidencia
La más excelsa promesa
El Edén era verdaderamente un paraíso. Adán y Eva podían explorar el lugar
sin preocuparse porque se podrían encontrar con animales feroces o por sentirse
agotados. Ellos podían comunicarse directamente con el creador. ¡Qué gran gozo
debe haber sido todo aquello! Lo que ellos hablaban con Dios se ha perdido en las
nieblas del tiempo, sin embargo podemos al menos imaginarnos cómo fue su con-
versación. Quizá señalaron a algunas de las criaturas más extrañas, preguntando al
Creador por qué el ornitorrinco tenía aquel físico, o expresando su asombro res-
pecto a los colores de algunas aves. Su conversación puede haberse dirigido a algu-
nos temas más relevantes, como preguntar acerca del árbol del que no debían comer.
¿Acaso le pidieron a Jesús que les explicara qué o quién era Satanás?
Cuando Dios apareció, les informó con gran tristeza cuáles
serían las consecuencias de sus acciones.
Un fatídico día Eva se alejó de Adán y se acercó al árbol prohibido. Al aproxi-
marse al árbol, la serpiente que estaba escondida allí pudo hablar con ella. Sin em-
bargo, aquella no era una serpiente común. Era el mismo Satanás. Él interrogó a
Eva utilizando una pregunta capciosa: «¿Es verdad que Dios les dijo que no comie-
ran de ningún árbol del jardín?» (Gén. 3: 1). La respuesta de Eva, quizá porque fue
sorprendida, exageró el peligro que implicaba el árbol (Gén. 3: 2, 3). Después de una
discusión con la serpiente, Eva tomó un pedazo de la fruta y lo comió. Poco después,
ella le dio un pedazo a Adán quien también comió de la fruta prohibida.
La siguiente reunión de Adán y Eva con el Creador no fue algo que ellos anti-
ciparan con gozo. Habían fallado la prueba y temían el resultado de su desobedien-
cia. Cuando Dios apareció, les informó con gran tristeza cuáles serían las conse-
cuencias de sus acciones. Serían expulsados del paraíso que habían aprendido a
amar. También se les prohibió comer del árbol de la Vida. Los animales se volverían
el uno contra el otro, al igual que en contra de ellos; además, todo lo que tenía vida
iba a morir. Sin embargo, Dios tenía buenas nuevas para ellos. Léelas en Génesis 3:
15. Ese texto constituye la primera promesa de la Biblia. En ella, se presenta el plan
de salvación. Esta promesa comenzó a cumplirse hace ya varios miles de años cuan-
do Jesús fue crucificado después de vivir una vida sin pecado. Quizá en aquel
momento, algunos de los habitantes del universo recordaron las palabras pronun-
ciadas en el jardín del Edén, en las que se les prometía la victoria a todos aquellos
que siguieran a Cristo sin importar las consecuencias.
PARA COMENTAR
Al estudiar las lecciones de este trimestre, trata de encontrar evidencias de esa
maravillosa promesa así como de otras promesas que el Señor nos ha dado.
Bryan Yates, Hollister, California, EE. UU. 11
7. miércoles
3 de octubre
Mateo 10: 30;
Cómo actuar Juan 3: 16, 17; 15: 13;
1 Corintios 13;
El amor es un arma 1 Pedro 4: 8
Ahora que estamos en la última etapa del plan de salvación, sabemos que el con-
flicto está en su fase final. Dios triunfará; mediante el amor. El más excelso acto de
amor fue la muerte redentora de Jesús. Jesús no es únicamente el Hijo de Dios.
Él que era Dios prefirió morir para darnos vida antes que vivir sin nosotros. Dios nos
ama más de lo que él se ama a sí mismo.
La aparente reacción natural a esta avasalladora pasión es amar con un desqui-
ciado abandono. Pero el amor, el verdadero ágape, el amor desprendido y centrado
en Dios, es algo común. Incluso si ese amor fuera tan sencillo como parece, nuestro
mundo no sería tampoco un lecho de rosas. A veces, las instrucciones más sencillas
son las más difíciles de observar. En todo caso las órdenes de Dios son simples: Ama
a Dios y a tu prójimo como a ti mismo.
No necesitamos un motivo para amar;
el amor es en sí un motivo.
Ama a Dios. Amar a Dios es tan fundamental como respirar. No podemos vivir
sin hacerlo. Por tanto, podrías pensar que en forma natural amamos a quien nos dio
la vida. Dios nos dice muchas veces en la Biblia que lo amemos. Cinco veces tan solo
en Deuteronomio (Deut. 6: 5; 11: 1, 22; 19: 9; 30: 6). Ahora bien, muy a menudo no
le prestamos atención. Dicho amor es fundamental. Sin embargo, la única forma en
que podemos amar a Dios aunque sea un poco, es mediante la ayuda de él.
Ámate a ti mismo. Esta es una tarea difícil porque muchos no reconocemos nues-
tro valor personal. Dios nos ama totalmente (Mat. 10: 30). Él es un nuevo padre, se
encuentra contando los deditos de su hija, acariciando su perfecto rostro. ¿Por qué
Dios habría de amar algo sin valor? Somos extremadamente valiosos para él. Despre -
ciarnos después de que él murió por nosotros equivale a escupirlo en su cara.
Ama a los demás. Cuando se me dificulta amar a alguien, recuerdo que Dios lo
ama tanto como me ama a mí. Es un pensamiento aleccionante. No obstante, no de -
beríamos amar a la gente porque Dios la ama (aunque esa es una buena razón).
Deberíamos amar a la gente porque son seres humanos. No necesitamos un motivo
para amar; el amor es en sí un motivo.
Recuerda, que no importa lo que hagamos, nada tiene valor alguno si no hay
amor (1 Cor. 13). El mayor amor consiste en amar a los demás más que a ti mismo
(Juan 15: 13). El amor cubre una multitud de pecados (1 Ped. 4: 8).
PARA COMENTAR
1. ¿Cuál de los tres amores mencionados es el que consideras más difícil? ¿Por qué?
2. ¿Cuál es tu motivación para amar a los demás?
Serena Stevens, Centerville, Ohio, EE. UU.
12
8. jueves
Deuteronomio 32: 17, 18; Opinión 4 de octubre
Josué 24: 15
La lucha por la atención
Mientras muchos podríamos suspirar en señal de incredulidad ante la idolatría
de Israel o la de Judá, en ocasiones olvidamos que la experiencia de ellos no es algo
único. La idolatría es hoy tan patente, y quizá más peligrosa, ya que los dioses de
nuestro mundo no llevan el cómodo nombre de Baal o Astarté. Más bien están astu-
tamente ocultos en el marco de nuestras vidas diarias con el fin de que debamos
prestar mayor atención, si es que deseamos identificarlos.
Cada momento de la vida
es una oportunidad para servir a Dios.
Probablemente podríamos redactar una lista de necesidades básicas que si no
somos cuidadosos, podrían entramparnos: Dinero, comida, vestimenta y alojamien -
to. Además de estos, también hay otros ídolos que Satanás utiliza para distraernos.
A menudo estas distracciones asumen la forma de entretenimientos y esparcimien-
tos. Para algunos de nosotros puede significar un equipo deportivo favorito al que
animamos fielmente con el fin de que obtenga la victoria. Para otros, quizá sea un
artista o un programa televisivo, con el que establecemos un vínculo intelectual o
emocional. Para unos más, es el permanente deseo de estar conectado o conectada
a una red social.
Esto no quiere decir que dichas actividades son inapropiadas en sí mismas. Pero
como cristianos y participantes activos en el gran conflicto, debemos estar en vigi-
lancia continua en contra de las trampas de Satanás, quien intenta separarnos del
Padre. Igualmente, como es el caso de nuestras vidas, deberíamos considerar since-
ramente si nuestras decisiones en cuanto a la recreación nos acercan más a Dios, o
si es que nos distraen de ese elevado propósito.
John Wesley creía que no hay un punto intermedio entre servir a Dios y servir
al diablo. Él estaba convencido de que cualquier aspecto de la vida «debe ser un sacri-
ficio presentado a Dios, o en su defecto al diablo».* Para el cristiano no existe dis-
tinción entre lo religioso y lo secular. Cada momento de la vida es una oportunidad
para servir a Dios y para acercarnos más a él. No importa si estos se consideran actos
de adoración, trabajo o diversión.
PARA COMENTAR
1. ¿Qué podría distraerte de una relación más íntima con Dios?
2. ¿En qué sentido tu concepto del gran conflicto afecta tus actividades recreativas?
______________
*John Wesley, «A Plain Account of Christian Perfection» (1777); en: The Works of John Wesley, t. 11, (1872)
pp. 366-446.
Edición distribuída por: Ryan Watson, Lincoln, Nebraska, EE. UU. 13
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9. viernes
5 de octubre Exploración
¿De qué lado estás? Josué 24: 15
PARA CONCLUIR
Mientras leía una reseña de un libro encontré la siguiente advertencia: Si no
deseas saber cómo concluye la obra, detente aquí. El autor de la reseña se dio cuenta
de que podría arruinar la lectura del libro para cualquiera que tuviera la intención
de disfrutar el desarrollo de la trama, página por página. Pero en lo que se refiere
al Gran Conflicto y al hecho de participar en él, es tranquilizante saber por antici-
pado cómo terminará todo. Dios nos ha mostrado a través de su Palabra ya que él
ha ganado el conflicto. Ahora todo lo que él espera es saber si ganará nuestros
corazones.
CONSIDERA
• Preparar un afiche que resalte la importancia de amar a los demás. Consi-
dera utilizar la siguiente frase: «Únicamente amaremos a Jesús del mismo
modo que a la persona a quien menos amamos».
• Redactar un breve resumen del Plan de Salvación con el fin de presentarlo
a un compañero y otro apropiado para un niño o niña de 8 años.
• Seleccionar tres o cuatro versículos de la Biblia relacionados con el tema de
la salvación, o al pronto regreso de Jesús. Copiar dichos versículos en tarje-
tas y repasarlos durante la próxima semana, hasta que los memorices. Luego,
busca oportunidades para compartir dichos versículos con los demás.
• Repartir literatura religiosa en un parque, centro comercial o en alguna ofi-
cina.
• Llevar un diario durante una semana, pidiéndole a Dios que te muestre si
hay algún ídolo que te impide realizar una entrega total a él.
• Pasar algún tiempo en contacto con la naturaleza tratando de identificar evi-
dencias en cuanto a la forma en que el pecado ha afectado el medio ambiente.
PARA CONECTAR
El conflicto de los siglos, caps. 37, 42.
How to Think About the End Time, Marvin Moore, (Pacific Press).
Here I Come, Ready or Not, Morris Venden (Pacific Press).
Renee Coffee, Gobles, Michigan, EE. UU.
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