Luisa de Marillac y la educación de las niñas pobres
SPE SALVI (resumen para ir comentado al grupo)
1. PARROQUI
A DE SAN P. FEDERICO
FRANCISC ALMENARA
O DE ASIS
MADRID
Charlas cuaresmales
2. CARTA ENCÍCLICA
SPE SALVI
DEL SUMO PONTÍFICE
BENEDICTO XVI
A LOS OBISPOS
A LOS PRESBÍTEROS Y
DIÁCONOS
A LAS PERSONAS
CONSAGRADAS
Y A TODOS LOS FIELES
LAICOS
SOBRE LA ESPERANZA
CRISTIANA
3. PRIMERA PARTE
ESPERANZA
CRISTIANA Y
ESPERANZAS DEL
MUNDO
(1-31)
4. Introducción (1)
La salvación no es algo que nos ha ocurrido y
ya está. La salvación se nos ofrece como
esperanza fiable que nos ayuda a vivir.
Esta esperanza ilumina el presente y nos
permite avanzar hacia el futuro, seguros
de la meta y, por esa razón, capaces de
afrontar las dificultades del camino.
Pero, ¿qué clase de esperanza es capaz de
producir este efecto, capaz realmente de
salvarnos? ¿De qué certeza se trata?
5. La fe es esperanza (2)
• Esperanza es una palabra central en la Biblia.
En muchos pasajes fe y esperanza parecen
intercambiables.
• “No os aflijáis como hombres sin esperanza”
(1Ts 4,13). No conocemos los detalles de
nuestro futuro pero sabemos algo
importante, cierto, que nos permite sobrellevar el
presente. Para los creyentes la puerta oscura
del futuro se ha abierto de par en par.
• Eso sí: quien tiene esta esperanza, vive de una
manera nueva.
6. Una esperanza
que cambia la
vida (3)
El único modo de alcanzar esta esperanza es
buscar y conocer al Dios verdadero (Ef 2,12).
Para nosotros, acostumbrados a vivir en esta
esperanza, puede que esta noticia ya no nos
sorprenda. Pero para los que descubren la
fe, la esperanza en Cristo transforma
radicalmente la vida.
7. La esperanza de la Iglesia
primitiva (4)
• Jesús no traía un mensaje
revolucionario sino una propuesta
radical: el encuentro con el Dios
vivo.
• Pero su propuesta tiene consecuencias en
las relaciones sociales como se refleja en
la carta de Pablo a Filemón, al
recomendarle que acoja a Onésimo, su
antiguo esclavo, como hermano. Así la
sociedad cambia desde dentro incluso si
las estructuras sociales son las mismas.
8. Esperanza para
los pobres y para
todo ser humano
(5)
• El cristianismo fue un mensaje liberador para
esclavos y oprimidos pero también hubo
conversiones en las clases cultas y acomodadas.
• La esperanza cristiana libera del determinismo
cósmico y de la creencia de que todo está regido
por las leyes de la materia. La vida no es producto
de un destino cerrado o de una simple casualidad:
en última instancia hay un sentido, una voluntad
personal, un Espíritu que en Jesús se ha revelado
como amor.
9. Cristo, filósofo y pastor
(6)
• En la imaginería de los sarcófagos antiguos,
Cristo se representa como filósofo y como
pastor.
• En aquel tiempo el filósofo no era el intelectual
sino el maestro que enseñaba el arte de vivir y morir
rectamente. Así Cristo era percibido y representado como el
filósofo por excelencia, que conocía el camino verdadero. Un
camino que lleva más allá de la muerte.
• Lo mismo puede decirse de la imagen de pastor. El pastor
verdadero es aquel capaz de acompañar por sendas
oscuras (Sal 22), incluso de atravesar el valle de la muerte.
Tener la convicción de que Cristo es ese filósofo y ese
pastor, es la nueva esperanza que se extiende con rapidez
en el mundo antiguo.
10. La fe, substancia de lo que se
espera (Hb 11,1) (7)
• Este texto nos dice que por la fe, de manera incipiente, ya
están realmente presentes en nosotros las realidades que
esperamos.
• La realidad substancial de la fe genera una certeza: lo
que todavía no vemos, está sin embargo en camino y ya
podemos percibirlo.
• Es importante subrayarlo: la fe no es una disposición
subjetiva que espera lo que ha de venir. La fe nos aporta
ya algo, concreto y significativo, de aquello que
esperamos. El hecho de que ese futuro existe, cambia
nuestro presente.
11. Una fe que genera libertad (8)
• Donde está viva la substancia de la fe, queda
relativizada lo que la mayoría considera
verdaderamente substancial, es decir, la
seguridad económica (Hb 10, 34).
• La fe otorga a la vida una base nueva. La fe
crea libertad. Y esa libertad está en la base de
la aceptación de las grandes
renuncias, incluso del martirio. Libertad de
quienes dejan todo por amor a Cristo y para
transmitir a Cristo.
• La vida de esos testigos reflejan que la fe es
realmente “substancia” y fundamento de una
esperanza sólida.
12. Perseverancia y
valentía (9)
El creyente sabe esperar,
pacientemente las pruebas,
hasta alcanzar la plenitud
de la promesa (Hb 10,36).
Puede perseverar con
fidelidad porque su
existencia se basa en la
certeza de una esperanza.
• Esa certeza hace que, en una situación
arriesgada, en vez de retraernos con
miedo, podamos defender lo que es verdadero y
justo (Hb 10,39).
13. ¿Qué es la vida
eterna? (10)
La forma clásica de acogida
al rito del Bautismo pregunta
a los padres:
¿Qué pedís a la Iglesia? La fe.
Y ¿qué da la fe? La vida
eterna.
Pero, ¿qué es vivir
eternamente? A muchos hoy
esta propuesta les produce rechazo.
Vivir sin fin les parece aburrido e incluso
insoportable.
14. Confusos, seguimos buscando
•
(11) cierto grado de contradicción: por un lado no
Sufrimos
queremos morir; por otro tampoco queremos seguir
existiendo ilimitadamente y además la tierra no lo
soportaría.
• Dice San Agustín:
Nos gustaría vivir la vida en plenitud;
aspiramos y pedimos en la oración
constantemente la felicidad para
nosotros y para nuestros seres
queridos. Aunque no sabemos lo
que deseamos, lo que nos conviene
(Rm 8, 26), estamos convencidos de
que debe existir algo diferente, algo
hacia lo que nos sentimos
impulsados.
15. Eternidad intemporal (12)
Esta realidad desconocida a la que
aspiramos es, al mismo
tiempo, causa de impulsos
positivos y destructivos, motivo de
esperanza y desesperación.
Desde esta experiencia ambivalente, la
expresión “vida eterna”, entendida
como prolongación sin fin de la vida
que conocemos, no resulta una
perspectiva atractiva. 6,22).
Pero la intemporalidad de Dios no es una sucesión
ilimitada del tiempo que conocemos sino la experiencia
prolongada de un momento de plenitud. Jesús lo expresa
así: “volveré a veros, se alegrará vuestro corazón y nadie
os quitará vuestra alegría” (Jn 1
16. Esperanza individualista
(13)
Este saber que no sabe, esta esperanza
que busca concretarse, ha sido
representada de maneras diversas a lo
largo de la historia.
Algunas de esas representaciones
han sido acusadas de individualismo,
de ser una búsqueda de salvación
eterna exclusivamente privada que
abandona el mundo a su miseria.
17. Esperanza
comunitaria (14)
• En la teología de los
Padres la salvación es
siempre comunitaria. •La vida verdadera hacia la
El pecado es que buscamos
destrucción de la
reorientarnos siempre de
unidad del género
nuevo, solo puede
humano; por eso la
realizarse dentro de un
redención refleja de
manera sacramental y “nosotros.” El aislamiento
real, el en el “yo” es incompatible
restablecimiento de con la experiencia de la
esa unidad. alegría de Dios y con Dios
mismo.
18. Esperanza y mundo presente
(15)
• La búsqueda de la vida plena, va más allá del mundo
presente pero tiene también que ver con la
edificación de este mundo.
• Incluso los monasterios medievales tenían
conciencia clara de sus responsabilidades en el
mundo. Bernardo lo expresa así: aunque el
monasterio no puede restablecer el Paraíso, se
esfuerza, cultivando la espiritualidad y el
trabajo, en preparar el nuevo Paraíso, talando los
árboles de la soberbia y extirpando las malas
hierbas que hacen inservible el terreno.
• Hoy lo comprobamos una vez más: allí donde las
almas crecen salvajes, no es posible una
organización justa y humana del mundo.
19. La esperanza cristiana se
transforma: la fe en el progreso
(16-17)
• En el siglo XVII, con
Francis Bacon, la
ciencia moderna
promete al hombre
una nueva forma de
redención: el
restablecimiento del
dominio sobre la
creación, la vuelta al
paraíso perdido.
• Así la redención ya no
se espera de la fe.
20. Progreso en razón y libertad
(18)
• La idea de “progreso” se vincula a dos categorías
centrales: “razón” (progreso como creciente dominio de
la razón) y “libertad” (progreso que nos permite superar
todas las dependencias)
.
• En un primer momento las condiciones políticas de
este “reino humano” de razón y libertad aparecen
poco definidas. Se considera que la bondad
intrínseca de estas ideas garantiza el logro de una
comunidad humana perfecta.
• Pero es clara la potencialidad revolucionaria de este
modo de pensar: cuestiona los vínculos de la fe y de
la Iglesia, así como los ordenamientos estatales de
la época.
21. La revolución francesa (19)
• La revolución francesa es el intento de instaurar en un
ordenamiento político el ideal de esa fe en el progreso de la
razón y la libertad.
• Kant lo interpreta así: el Reino de Dios del que había
hablado Jesús, se redefine y se concreta. La fe eclesiástica
es reemplazada por la fe en la razón.
• Más adelante Kant expresará un
temor: la substitución de la fe
cristiana por otra secular podría
resultar en un régimen “fundado
presumiblemente en el miedo y el
egoísmo” que, tras un breve periodo
de tiempo evolucione en una
perspectiva moral hacia “un final
perverso de todas
las cosas.”
22. La revolución proletaria (20)
• Pero el “progreso” presentó pronto otra cara:
la tecnología y la industrialización crearon
rupturas sociales y un enorme colectivo de
pobres.
• Engels y Marx anuncian la necesidad de una
nueva revolución, esta vez proletaria, que iba
a suponer el paso definitivo en la historia de
la salvación, la etapa final de lo que Kant
había denominado la llegada del Reino de
Dios.
•Así la verdad del más allá (ahora irrelevante) se convierte en
la verdad del más acá, la crítica del cielo en crítica de la
tierra, la batalla contra la teología en batalla política.
•Ahora el progreso no se espera automáticamente de la
ciencia sino de la política, de un ordenamiento social
científicamente construido.
23. El error de Marx
(21)
• Marx indicó con exactitud cómo promover la
revolución pero no nos dijo nada sobre qué se
debía hacer después. Suponía que acabando con el
capitalismo llegaría una “nueva Jerusalén” en la
que desaparecerían todas las contradicciones y
tensiones históricas.
•Tras este error se esconde
otro más de fondo: Marx olvidó
que el ser humano es siempre
ser humano, no tomó en cuenta
su libertad. Creyó que
transformando las condiciones
económicas todo quedaba
solucionado. El error de fondo
de Marx es su materialismo.
24. La ambigüedad del progreso técnico
(22)
• El cristianismo tiene que
repensar su esperanza para
saber lo que puede y lo que no
puede ofrecer al mundo.
• La idea de progreso, ya lo
anunció Adorno, se ha
manifestado enormemente
ambigua: el progreso puede
ponerse al servicio del bien o
abrir terribles posibilidades para
el mal.
• Si el progreso técnico no
conlleva una correspondiente
formación ética, un
crecimiento interior del ser
humano (Ef3,16; 2Cor4,16), se
convierte en una amenaza
para el mundo.
25. Un “Reino de Dios” sin Dios
(23)
Dicho de modo sencillo y directo: el hombre necesita de Dios. Sin
él se queda sin esperanza. La búsqueda de un “Reino de Dios”
secular, es decir sin Dios, desemboca en el “final perverso de
todas las cosas” al que se refirió Kant.
26. Progreso moral y libertad humana
(24a)
• En el ámbito científico y
tecnológico es posible un
progreso acumulativo y
creciente pero en el ámbito
de la conciencia ética y la
decisión moral, esa
posibilidad no existe porque
la libertad del ser humano
es siempre nueva y tiene
que tomar sus decisiones.
• La libertad humana presupone que cada ser humano, cada
generación, tiene un nuevo inicio. Cierto que ellas pueden
construir a partir del tesoro moral acumulado en la
humanidad pero también pueden rechazarlo.
27. Progreso moral y libertad humana
(24b)
(Textos de la encíclica citados literalmente por su interés)
a. El recto estado de las cosas humanas, el bienestar moral del
mundo, nunca puede garantizarse solamente a través de
estructuras, por muy válidas que éstas sean. Dichas estructuras no
sólo son importantes, sino necesarias; sin embargo, no pueden ni
deben dejar al margen la libertad del hombre. Incluso las mejores
estructuras funcionan únicamente cuando en una comunidad existen
unas convicciones vivas capaces de motivar a los hombres para una
adhesión libre al ordenamiento comunitario. La libertad necesita una
convicción; una convicción no existe por sí misma, sino que ha de ser
conquistada comunitariamente siempre de nuevo.
b. Puesto que el hombre sigue siendo siempre libre y su libertad es
también siempre frágil, nunca existirá en este mundo el reino del
bien definitivamente consolidado. Quien promete el mundo mejor
que duraría irrevocablemente para siempre, hace una falsa
promesa, pues ignora la libertad humana. La libertad debe ser
conquistada para el bien una y otra vez. La libre adhesión al bien
nunca existe simplemente por sí misma. Si hubiera estructuras
que establecieran de manera definitiva una determinada –buena–
condición del mundo, se negaría la libertad del hombre, y por
eso, a fin de cuentas, en modo alguno serían estructuras buenas.
28. Ampliar el horizonte de la esperanza cristiana (25)
• Cada nueva generación puede y
debe hacer su contribución para
establecer ordenamientos justos y
convincentes en la estructura
social. Pero esa búsqueda será
siempre lenta, fatigosa e
inacabada.
• El cristianismo, acomplejado
ante los avances científicos, ha
concentrado gran parte de sus
esfuerzos en el individuo y la
salvación personal. De este
modo ha reducido el horizonte
de su esperanza y limitado su
responsabilidad ante el mundo.
29. Solo el amor incondicional redime al ser humano
(26)
• La ciencia no salva. El hombre es
redimido por el amor. Nuestra propia
experiencia confirma esta convicción
fundamental. Pero el amor humano es
frágil y el ser humano necesita amor
incondicional, esa certeza de que “ni
muerte, ni vida, ni ángeles ni
principados, ni presente ni futuro…
podrá apartarnos del amor de Dios,
manifestado en Cristo Jesús, Señor
nuestro” (Rm8,38-39).
• Solo la certeza absoluta de este amor
absoluto puede redimir al ser
humano, a todo ser humano, en
cualquier situación y condición.
30. Esperar la vida en plenitud (27)
• Desde la experiencia de la fe
podemos decir que quien no
conoce a Dios, aunque tenga
múltiples esperanzas, está
sin esperanza (Ef2,12).
• Quien ha sido tocado por el
amor que nos ama “hasta el
extremo” (Jn13,1) empieza a
entender lo que es la
esperanza cristiana y a
entender que “la vida eterna”
es, sencillamente, vida en
plenitud (Jn10,10).
• Y esa vida no es vida para sí
sino vida en relación con quien
no muere, con quien es la
fuente de la Vida y el Amor.
31. En comunión con Jesús (28)
• La comunión con Jesús nos
impide caer en un
planteamiento individualista
de salvación y nos hace
participar de su “ser para
todos.”
• Esta comunión con Jesús
resulta en una inmediata
responsabilidad por el otro:
búsqueda de la
justicia, bondad en las
relaciones
humanas, libertad interior
respecto a bienes
materiales. Vivir para Cristo
(2Cor5,15) significa dejarse
32. La esperanza de Agustín
(29)
Agustín, a pesar de la
situación límite del
Africa romana en la que
le tocó vivir, quiso
transmitir esperanza
participando con todas
sus fuerzas, a pesar de
su carácter
introvertido, en la
gestión de la vida
pública.
33. Resumen de lo dicho hasta aquí
(30-31)
(Nota: Estos dos números quieren ser un
resumen sencillo de las principales
ideas desarrolladas en esta primera
parte que hemos titulado, “Esperanza
cristiana y esperanzas del mundo.” Por
esa razón se recogen a continuación en
su literalidad.)
34. 30. Resumamos lo que hasta ahora ha aflorado en el desarrollo de nuestras reflexiones. A lo
largo de su existencia, el hombre tiene muchas esperanzas, más grandes o más
pequeñas, diferentes según los períodos de su vida. A veces puede parecer que una de estas
esperanzas lo llena totalmente y que no necesita de ninguna otra. En la juventud puede ser
la esperanza del amor grande y satisfactorio; la esperanza de cierta posición en la
profesión, de uno u otro éxito determinante para el resto de su vida. Sin embargo, cuando
estas esperanzas se cumplen, se ve claramente que esto, en realidad, no lo era todo. Está
claro que el hombre necesita una esperanza que vaya más allá. Es evidente que sólo puede
contentarse con algo infinito, algo que será siempre más de lo que nunca podrá alcanzar. En
este sentido, la época moderna ha desarrollado la esperanza de la instauración de un mundo
perfecto que parecía poder lograrse gracias a los conocimientos de la ciencia y a una
política fundada científicamente. Así, la esperanza bíblica del reino de Dios ha sido
reemplazada por la esperanza del reino del hombre, por la esperanza de un mundo mejor
que sería el verdadero « reino de Dios ». Esta esperanza parecía ser finalmente la esperanza
grande y realista, la que el hombre necesita. Ésta sería capaz de movilizar –por algún
tiempo– todas las energías del hombre; este gran objetivo parecía merecer todo tipo de
esfuerzos. Pero a lo largo del tiempo se vio claramente que esta esperanza se va alejando
cada vez más. Ante todo se tomó conciencia de que ésta era quizás una esperanza para los
hombres del mañana, pero no una esperanza para mí. Y aunque el « para todos » forme
parte de la gran esperanza –no puedo ciertamente llegar a ser feliz contra o sin los otros–
, es verdad que una esperanza que no se refiera a mí personalmente, ni siquiera es una
verdadera esperanza. También resultó evidente que ésta era una esperanza contra la
libertad, porque la situación de las realidades humanas depende en cada generación de la
libre decisión de los hombres que pertenecen a ella. Si, debido a las condiciones y a las
estructuras, se les privara de esta libertad, el mundo, a fin de cuentas, no sería
bueno, porque un mundo sin libertad no sería en absoluto un mundo bueno. Así, aunque sea
necesario un empeño constante para mejorar el mundo, el mundo mejor del mañana no
puede ser el contenido propio y suficiente de nuestra esperanza. A este propósito se plantea
siempre la pregunta: ¿Cuándo es « mejor » el mundo? ¿Qué es lo que lo hace bueno?
¿Según qué criterio se puede valorar si es bueno? ¿Y por qué vías se puede alcanzar esta «
35. 31. Más aún: nosotros necesitamos tener esperanzas –más grandes o más
pequeñas–, que día a día nos mantengan en camino. Pero sin la gran
esperanza, que ha de superar todo lo demás, aquellas no bastan. Esta
gran esperanza sólo puede ser Dios, que abraza el universo y que nos
puede proponer y dar lo que nosotros por sí solos no podemos alcanzar.
De hecho, el ser agraciado por un don forma parte de la esperanza. Dios
es el fundamento de la esperanza; pero no cualquier dios, sino el Dios que
tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo, a cada uno
en particular y a la humanidad en su conjunto. Su reino no es un más allá
imaginario, situado en un futuro que nunca llega; su reino está presente allí
donde Él es amado y donde su amor nos alcanza. Sólo su amor nos da la
posibilidad de perseverar día a día con toda sobriedad, sin perder el
impulso de la esperanza, en un mundo que por su naturaleza es
imperfecto. Y, al mismo tiempo, su amor es para nosotros la garantía de
que existe aquello que sólo llegamos a intuir vagamente y que, sin
embargo, esperamos en lo más íntimo de nuestro ser: la vida que es «
realmente » vida. Trataremos de concretar más esta idea en la última
parte, fijando nuestra atención en algunos « lugares » de aprendizaje y
ejercicio práctico de la esperanza.
36. SEGUNDA PARTE
LUGARES DE APRENDIZAJE Y
EJERCICIO DE LA
ESPERANZA
La oración (32-34)
El actuar y el sufrir (35-40)
El juicio (41-48)
37. La oración, escuela de esperanza (32-34)
Cuando nadie me escucha, Dios todavía me
escucha. Si no puedo hablar con nadie, ni
invocar a nadie, siempre puedo hablar con
Dios. Si nadie puede ayudarme, El puede
ayudarme. Quien reza no está totalmente solo.
Agustín ilustra de forma bella la relación entre oración
y esperanza. Define la oración como un ejercicio de
deseo. El hombre ha sido creado para ser colmado por
Dios mismo. Pero su corazón es demasiado pequeño.
Necesita ser ensanchado. Dios, retardando su don,
ensancha el deseo; con el deseo, ensancha el alma y así
la hace capaz de su don.” Agustín entiende así a San
Pablo que dice estar lanzado a lo que está delante
(Flp3,13).
La oración verdadera supone purificación del vinagre
interior y de su sabor, produce una apertura que recibe
el don de Dios y resulta en apertura a los demás. La
oración enseña a purificar deseos y esperanzas de las
mentiras con las que nos engañamos a nosotros
mismos.
La oración debe ser personal pero también ha
de estar iluminada por las grandes oraciones
de la Iglesia y de los santos. De este modo nos
hacemos capaces de Dios y de servir a los
hombres. Así nos hacemos capaces de la gran
esperanza y nos hacemos ministros de
esperanzas para los demás.
38. El actuar: escuela de esperanza
(35)
• Pero para que los esfuerzos
cotidianos no nos cansen o no se
conviertan en fanatismo, estos
deben ser iluminados por la luz de
una esperanza más grande. Una
esperanza que no se acaba cuando
mi debilidad física o las limitaciones
de la situación histórica que me toca
vivir nos dejan sin otras esperanzas.
• Con nuestras fuerzas no
construimos Reino de Dios sino
reinos del hombre. Aquel es don
y nunca es merecido. Pero
nuestro esfuerzo merece la pena
como trabajo para abrir al mundo
a Dios. Y esto siempre tiene
sentido, incluso cuando en
apariencia las fuerzas hostiles
son mucho más poderosas que
las nuestras.
39. Sufrimiento: escuela de
esperanza (36)
• El sufrimiento es parte de la experiencia
humana. Resulta de nuestra finitud y de
la gran cantidad de culpas acumuladas
en la historia.
• Se debe luchar contra el sufrimiento pero, por ser reflejo de nuestra
limitación y de la fuerza del mal, nunca vamos a extirparlo por completo.
Además en las últimas décadas ha aumentado el sufrimiento de
inocentes y las dolencias psíquicas.
• Nuestra esperanza incluye una salvación, don de Dios, que “quita el
pecado del mundo” y nos libera del sufrimiento. Esta esperanza nos da
valor para ponernos de parte del bien. Pero es esperanza y aún no es
realización plena. En esta existencia “el poder de la culpa permanece
como una presencia terrible, incluso para el futuro.”
40. Sufrimiento: camino de
crecimiento humano y cristiano(37)
• La tribulación ayuda a
madurar y adquiere pleno
sentido en la unión con
Cristo, que sufrió con
amor infinito.
•En algunos casos, como el del mártir
vietnamita Pablo Le-Bao-Thin, la experiencia del
infierno acompañado por Cristo que descendió
a los infiernos, sin dejar de ser sufrimiento, se
convierte en canto de alabanza.
41. Actitud ante el sufrimiento: medida de
humanidad (38)
• La grandeza ética de una sociedad se expresa en su capacidad de
compadecerse ante el sufrimiento.
• Pero una sociedad no aceptará y sostendrá a los que sufren si sus
miembros no lo hacen. Y éstos no lo harán si no ven en el sufrimiento
un sentido, un camino de maduración. Cuando el sufrimiento es vivido
junto a otros, queda traspasado por la luz del amor y adquiere así un
sentido nuevo.
• La defensa del bien, de la verdad y de la justicia conlleva en muchas
situaciones una dosis de sufrimiento. Si el único valor es mi
bienestar, si nadie quiere arriesgar nada por defender lo justo, nuestra
vida se convierte en una gran mentira.
• Además el amor verdadero es fuente de sufrimiento porque exige
renuncias de mi yo, en las que me dejo modelar y aprendo a
madurar. De otro modo no es amor sino egoísmo disfrazado.
42. Sentido cristiano del sufrimiento
(39)
• El cristianismo ha demostrado históricamente
su capacidad de dar sentido a estos modos de
sufrir decisivos para la humanidad.
La compasión de Dios
manifestada en la vida
y en la muerte de
Cristo entra en cada
sufrimiento como
“con-solatio”, como
consuelo del amor
cercano de Dios que
hace surgir la estrella
de la esperanza.
43. “Ofrecer” los propios sufrimientos
(40)
• La espiritualidad tradicional
animaba a los creyentes a
“ofrecer” contrariedades y
sufrimientos personales,
• dándoles así un sentido religioso.
•Ese “ofrecer” era un modo de conectar sus
dificultades con el gran tesoro de
compasión que necesita el género
humano, de integrarlas en el gran océano
de “compasión” de Cristo.
44. Juicio: lugar de
aprendizaje y ejercicio de
esperanza (41)
El credo concluye con
estas palabras sobre
Cristo: “de nuevo
vendrá con gloria para
juzgar a vivos y
muertos.”
Desde los primeros tiempos la perspectiva del
juicio ha influido en los cristianos:
1. Como llamada a la conciencia para ordenar su vida
presente.
2. Como esperanza en la justicia de Dios.
45. Una justicia imposible
(42)
• En la época moderna la idea cristiana del
juicio final se ha debilitado y se ha visto
transformada en algo diferente.
• Se dice: un mundo con tanta injusticia no
puede ser la obra de un Dios bueno. La
búsqueda moral de una sociedad justa
lleva a cuestionar a Dios. Y ya que no hay
un Dios que cree justicia, el mismo ser
humano está llamado a restablecerla.
•Si la protesta contra Dios es comprensible, la pretensión de que la
humanidad pueda y deba hacer lo que ningún Dios hace o puede
hacer, es presuntuosa e intrínsecamente falsa. No por casualidad de
esta premisa se han derivado las más grandes crueldades y
violaciones de la justicia.
•Un mundo condenado a crear justicia por sí mismo es un mundo sin
esperanza. Nadie ni nada responde al sufrimiento de los siglos. Nadie
ni nada asegura contra el cinismo del poder que se oculta tras diversos
revestimientos ideológicos.
46. Juicio final como
justicia plena (43)
•Nuestra confianza en la justicia divina se
asienta en la vida, muerte y resurrección de
Cristo: Dios sabe crear justicia de un modo
que nosotros no somos capaces de
comprender del todo pero que, sin
embargo, podemos intuir en la fe.
•la historia no puede ser la última palabra
La fe en el juicio final es ante todo esperanza en el triunfo definitivo
de la justicia: “estoy convencido de que la cuestión de la justicia es
el argumento esencial o, en todo caso, el argumento más fuerte a
favor de la vida eterna.” La búsqueda de la plenitud que aquí no
alcanzamos y de la inmortalidad del amor que esperamos, son dos
motivos importantes para creer en la vida eterna. Pero la necesidad
del retorno de Cristo llega a ser plenamente convincente sólo desde
la convicción de que la injusticia de
47. Juicio final: esperanza, responsabilidad y
gracia (44)
• Así pues el juicio final, más que producir
terror, es la imagen decisiva de la
• esperanza. Eso sí, al mismo tiempo exige
responsabilidad.
• Dios es justicia y crea justicia. Pero en su
justicia hay también gracia. Ambas –justicia y
gracia- han de ser vistas en una relación
equilibrada. La gracia no excluye la justicia.
No es un cepillo que borra todo, desdibujando
lo que cada cual ha hecho en la tierra.
• En la parábola del rico Epulón (Lc16,19-31)
Jesús nos presenta la imagen de un alma
que ha cavado ella misma un foso
infranqueable entre sí y el pobre: el foso de
su cerrazón, el foso del olvido del otro y de
la incapacidad para amar.
48. La vida entera ante el juez (45-
46)
• Tras la muerte, la vida del ser humano está toda ella ante el Juez. Su opción
puede tener distintas formas:
– Puede haberse destruido totalmente el deseo de verdad y la disponibilidad
para el amor.
– Puede haber personas purísimas, completamente abiertas al prójimo que se
han dejado impregnar completamente por Dios.
– La mayoría estaremos entre estos dos extremos: serán personas abiertas a la
verdad en su ser íntimo pero con mucha suciedad acumulada en una vida
con muchas decisiones que recubren esa pureza.
• San Pablo (1Cor3,12-15) nos dice que los cristianos construimos sobre
Jesucristo, cimiento común, casas de mayor o menor calidad. Esas
construcciones serán probadas a fuego en el juicio. Algunas resistirán y otras
sufrirán daño.
49. Juicio final: encuentro de fuego con Cristo (47)
• Así se entiende mejor la relación
“justicia-gracia”: nuestro modo de
vivir no es irrelevante pero
nuestra inmundicia no nos
ensucia eternamente, al menos si
permanecemos orientados a
Cristo que con su pasión y cruz
ya ha quemado esa suciedad. Si
este encuentro fuera solamente
gracia, lo terrenal sería
irrelevante. Si fuera solo
justicia, el juicio sería motivo de
temor. Esperamos nuestra
salvación “con temor y temblor”
(Fil2,12). Pero la realidad de la
gracia nos permite encaminarnos
con confianza al encuentro con el
juez, que también es nuestro
abogado (1Jn2,1).
50. Rezar por los difuntos
(48)
La tradición cristiana ha defendido siempre que el amor
llega más allá de la muerte, que es posible un recíproco
dar y recibir a ambos lados de lo que para muchos es una
barrera infranqueable, que por la Eucaristía, la oración y
la limosna las almas de los difuntos pueden tener
consuelo y alivio.
Ahora bien, si el purgatorio es una experiencia de
purificación en el fuego que es Cristo, ¿cómo puede
intervenir un tercero, por mucho que sea cercano?
•Nadie vive solo, ninguno peca solo, nadie se salva solo. Mi vida entra en la de
los demás, tanto en el bien como en el mal. Por eso la intercesión por otra
persona tiene sentido incluso después de la muerte. En el entramado del ser
mi gratitud, mi oración puede significar parte de su purificación.
•Así se aclara otro aspecto de la esperanza cristiana: nuestra esperanza es
siempre y esencialmente esperanza para los otros. Solo así será también
esperanza para mí. El cristiano no debe preguntar solo por su propia salvación.
El camino más pleno de la salvación personal es siempre este: ¿qué puedo
hacer para que otros se salven, para que también para ellos surja la estrella de
la esperanza?
51. María, estrella de la
esperanza (49) •
La vida es un viaje a través de
un borrascoso mar. ¿Quién
mejor que María, la “estrella del
mar” para orientar esa travesía?
• Invoquemos confianza a la que
con su “sí” abrió en el mundo
una esperanza que no
defrauda, un sí que inauguró un
reino distinto al esperado pero
que iniciado en la encarnación
de Cristo ya nunca tendrá fin.
• María, madre de Dios y madre
nuestra, enséñanos a
creer, esperar y amar contigo.
“Stella maris”, brilla sobre
nosotros y guía nuestro
camino.