La homilía argumenta que los judíos en tiempos de Jesús no reconocieron al Mesías esperado porque Jesús no se presentó como lo esperaban. De manera similar, a veces no reconocemos a Dios cuando llama a nuestra puerta de formas inesperadas o en personas necesitadas. La homilía concluye instando a los creyentes a tener ojos, corazón y oídos para reconocer a Dios que se manifiesta de diversas formas en nuestra vida cotidiana.