GUIÓN SIN CANCIONES DE LA SAGRADA FAMILIA. CICLO B. DIA 28 DE DICIEMBRE DEL 2014
1. SAGRADA FAMILIA
Moniciones de entrada:
La Familia de Jesús, pasó por muchos y graves apuros. No todo fue coser y cantar.
Jesús nació lejos de su hogar y en una cueva. Pronto tuvo que emigrar con su familia a Egipto,
porque el rey Herodes quería matar al Niño, al sentirse burlado y engañado por los Magos.
A la vuelta del exilio vivió de forma pobre y sencilla con María y José de Nazaret.
Es la historia dura de una familia, que nos recuerda la vida de muchas familias de hoy en día,
de nuestro entorno.
Familias rotas y separadas, familias que deben emigrar para poder subsistir. Familias
destrozadas por la guerra y las injusticias humanas.
En esta Celebración, vamos a tener un recuerdo y una oración para todas estas familias, para
que todas vean un rayo de luz al final del túnel de su penuria y aprietos.
Saludo del sacerdote:
Bendigamos a Dios, que quiere ser uno más de nuestra familia.
Que su paz, su amor y su gracia estén con todos vosotros…
Gesto de comienzo
Congregada la asamblea, entra una familia (abuelos, hijos y
nietos) trayendo:
– Uno una hogaza: mesa común
– Otro, una piña: familia unida.
– Otro un ramo de flores variadas: unidad y diversidad de la
familia.
– Otro, el Cirio encendido: Jesús, luz en la vida familiar.
– Otro, una bandeja grande con instrumentos de trabajo: agujas de hacer punto y ovillo, llave
inglesa, bayeta de polvo, libros de textos…
Esta familia preside con el sacerdote la celebración…
Pedimos perdón
Cada uno de nosotros ha nacido en una familia que nos ha dado el pan, el vestido y, sobre
todo, el cariño que la persona humana necesita para vivir. Pero muchas veces, nosotros, no
sabemos responder al cariño de nuestros padres con el nuestro.
Por eso, al empezar la Celebración, reconocemos nuestros fallos y pedimos perdón al Padre
Dios.
– Tú, que eres Padre y nos amas apasionadamente, a pesar de
nuestras infidelidades. Señor, ten piedad…
– Tú, que eres Hijo y supiste compartir nuestras debilidades. Cristo, ten piedad…
– Tú, que eres Espíritu Santo, Amor que unes al Padre y al Hijo
y has sido derramado en nuestros corazones. Señor, ten piedad.
2. Gloria:
Unidos en la única familia de los hijos de Dios, cantemos el himno de alabanza y acción de
gracias, que entonaron los ángeles en la noche del nacimiento de Jesucristo…
Oración colecta
Señor, gracias por lo que más queremos.
Gracias por nuestra Familia.
Esas personas son tu mejor regalo,
También Tú, cuando pensaste en humano
te metiste en el seno de una familia.
No querías perderte la caricia de una madre,
la compañía de un padre,
la ternura de unos abuelos…
Esas cosas, Señor, marcan nuestro desarrollo
y moldean nuestro corazón.
En la familia hemos aprendido
lo que significa la palabra “amor”
y, así, podemos entenderte mejor a Ti.
Gracias, Señor. ¡Cuídanos y cuida cada una de nuestras familias!.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Escuchamos la Palabra
Monición a las lecturas
En los tiempos de Jesús, los padres de un niño primogénito iban al templo para presentar a su
hijo a Dios y darle gracias por este
regalo. Como lo hacen María y José, como lo hace Simeón.
Debemos reconocer, en este Niño, la luz de las naciones, la salvación de todos los pueblos, la
luz y la salvación de todas nuestras familias.
Lectura del libro del Génesis
En aquellos días, Abrán recibió la palabra del Señor:
– No temas, Abrán, yo soy tu escudo, y tu paga será abundante.
Abrán contestó:
– Señor, ¿de qué me sirven tus dones, si soy estéril, y Eliezer de Damasco será el amo de mi
casa?
Y añadió:
– No me has dado hijos, y un criado de casa me heredará.
La palabra del Señor le respondió:
– No te heredará ése, sino uno salido de tus entrañas.
Y el Señor lo sacó afuera y le dijo:
– Mira al cielo; cuenta las estrellas, si puedes.
Y añadió:
– Así será tu descendencia.
3. Abrán creyó al Señor, y se le contó en su haber.
El Señor se fijó en Sara, como lo había dicho; el Señor cumplió a Sara lo que le había prometido.
Ella concibió y dio a luz un hijo a Abrán, ya viejo, en el tiempo que había dicho. Abrán llamó al
hijo que le había nacido, que le había dado Sara, Isaac.
Palabra de Dios
Salmo 127:
Dichoso el que teme al Señor, y sigue sus caminos.
+ Lectura del Evangelio según san Lucas
Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo
llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor:
«Todo primogénito varón será consagrado al Señor», y para entregar la oblación,como dice la
ley del Señor: «Un par de tórtolas o dos pichones». Vivía entonces en Jerusalén un hombre
llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu
Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes
de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo. Cuando entraban con el
niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y
bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz
para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel». Su padre y su madre estaban
admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: «Mira,
éste está para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así
quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma». Había
también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de
jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se
apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en
aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la
liberación de Jerusalén. Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se
volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se
llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.
Palabra del Señor
Homilía
En la primera lectura encontramos una fuerte interpelación en favor de los ancianos. Hoy
resulta más necesaria que nunca. Hoy, los abuelos estorban, no se les integra cordialmente en
las familias. Según van perdiendo facultades, se les va rebajando la estima, y ellos se dan
cuenta; según van perdiendo poder -del tipo que sea-, va desapareciendo el cariño, y ellos lo
saben.
Nuestros ancianos están faltos de cariño, son como los niños no acogidos ni queridos. Hoy hay
muchos padres sin hijos… (aunque biológicamente tengan varios…) Son padres ancianos,
desilusionados, tristes, refugiados en cualquier tipo de residencias. Se dice que los viejos
pierden la memoria; pero habrá que preguntarse quiénes son los que verdaderamente la
pierden…
4. No sería difícil analizar las causas de esta realidad. Echamos la culpa a esta sociedad dura,
competitiva, que da más importancia a los intereses que a los valores, que busca por encima
de todo el bienestar y la comodidad. Si hoy se prefiere tener un buen trabajo y unas buenas
vacaciones antes que tener otro hijo, ¿cómo no se va a preferir un poco más de confort y
diversión antes que tener un viejo o una vieja en casa?
«Hace mucho tiempo un padre casó a su hijo y le donó toda su fortuna. Solamente le pidió que
le permitiera quedarse a vivir con los recién casados. Al cabo de dos años nació su nieto y así
siguieron pasando los años, hasta que el nieto cumplió doce años. Para entonces, el abuelo,
que se había vuelto muy anciano, estaba enfermo, no podía andar sino apoyado en su bastón,
y se sentía muy triste porque su nuera, que era muy orgullosa y superficial, no lo quería y le
decía continuamente a su marido:
– Me voy a morir pronto si tu padre sigue viviendo con nosotros. Me es imposible aguantarlo
por más tiempo.
Entonces el marido le habló a su padre de esta manera:
– Padre, sal de mi casa. Ya te he mantenido durante catorce años. Vete donde quieras.
– Hijo, no me eches de tu casa. Soy viejo, estoy enfermo y nadie me querrá. Me conformo con
un rincón en el establo.
– No es posible, márchate. Mi mujer no quiere que sigas con nosotros.
– ¡Que Dios te bendiga, hijo mío! Me voy, ya que así lo deseas; pero al menos dame una manta
para abrigarme, pues estoy muerto de frío.
El marido llamó entonces a su hijo y le dijo:
– Baja al establo y dale a tu abuelo una manta de los caballos para que tenga con qué
abrigarse.
El niño bajó al establo con su abuelo; escogió la mejor manta de los caballos, la más grande y
menos vieja, la dobló por la mitad y, haciendo que su abuelo la sostuviera de uno de los
extremos, comenzó a cortarla sin hacer caso a lo que el anciano, tristemente, le decía:
– ¿Qué has hecho, niño? Tu padre te mandó que me la dieras entera. Voy a decírselo a él.
– Haz lo que quieras, contestó el muchacho.
El viejo salió del establo y, buscando a su hijo, le dijo:
– Mi nieto no ha cumplido tu orden: solamente me ha dado la mitad de una manta.
– Dásela entera, ordenó el padre al muchacho.
– No, contestó el niño. La otra mitad la guardaré para dártela a ti, cuando yo sea mayor y te
eche de mi casa.
El padre, al oír esto, llamó al abuelo, que ya se marchaba:
– ¡Vuelve, vuelve, padre mío! -le dijo-. Te hago dueño y señor de mi casa otra vez, lo prometo.
No comeré un pedazo de carne sin que tú hayas comido otro. Tendrás un buen aposento, un
buen fuego y ropa como la que llevo yo. Después de oír esto, el buen anciano lloró con el hijo
arrepentido».
Moraleja: ¡Qué niño más prudente y más sabio! ¡Qué gran lección les dio a los mayores! …
Dicen que la familia es el corazón de la sociedad. Precioso. Ya sabemos lo importante que es el
corazón para el organismo; por eso hay que cultivarlo y cuidarlo…llenando de bondad, de
amor, de gratitud… Así y sólo así lograremos que resplandezca en nuestros hogares los valores
de la Sagrada Familia que hoy recordamos, celebramos y pedimos.
5. Credo de la familia
Creemos en Dios Padre, Hijo y Espíritu,
comunidad y hogar de amor caliente,
que han inyectado ternura al universo
salpicando de cariño todo cuanto existe.
Por ello creemos en el amor,
que viene de Dios limpio y desinteresado.
Creemos en el cariño que une al hombre y a la mujer
en el camino de la vida.
Creemos en el amor
que se proyecta en cada hijo que nace.
Creemos en la familia, hogar de convivencia,
donde se comparte a diario el pan de la unidad,
la acogida y el perdón.
Damos gracias por lo mucho que nos ha dado
y nos comprometemos a cuidarla
como semilla del amor original de Dios.
Oraciones de los fieles
En esta fiesta de la Sagrada Familia queremos acordamos no
sólo de nuestros familiares y amigos, de los que más conocemos y
queremos, sino de todos aquellos que desearíamos conocer y
querer más, especialmente de los que más sufren o están más
solos.
Todos: Que nos amemos los unos a los otros.
– Te presentamos, Señor, a los enfermos que van a estar sin sus
familiares, viviendo la tristeza de un hospital.
– Te presentamos, Señor, a los deficientes psíquicos,
abandonados por sus familias en los centros psiquiátricos.
– Te presentamos, Señor, a los transeúntes y emigrantes, que
ruedan de una parte a otra, fuera de sus hogares.
– Te presentamos, Señor, a los encarcelados, sufriendo la
soledad de la prisión, sin ningún calor de familia.
– Te presentamos, Señor, a los drogadictos, que siguen
enganchados a su destrucción, originando sufrimiento sin límites para sus familias y para ellos
mismos.
– Te presentamos, Señor, a todos los refugiados, que han de vivir
la Navidad en un país extraño, marginados por las guerras y violencias.
– Te presentamos, Señor, a las familias que sufren las torturas
del hambre y la violencia en cualquier rincón del mundo.
Te presentamos, Señor, a toda la familia humana, para que la colmes de tu gracia y bendición.
6. Presentación de ofrendas:
a) Presentación del pan y del vino
(Esta ofrenda debiera hacerla una pareja trabajadora: hombre y mujer.Cada uno presenta uno
de los signos eucarísticos. Concluida la ofrenda intervienen los dos)
Hombre: Señor, yo quiero ofrecerte hoy este pan. Bien sabes que es el fruto de nuestro
trabajo, de lo que nos cuesta sobrevivir y
sacar adelante a nuestra familia. En él van todas nuestras
ilusiones, nuestros problemas, los de la convivencia y también los económicos, pero en él va
también nuestra acción de gracias, porque seguimos contando con tu auxilio, que nos sostiene,
nos une y nos hace permanecer fieles.
Mujer: Yo te traigo esta jarra de nuestro mejor vino. También me
ha costado ganarla, porque sabes de mis esfuerzos por realizarme
como mujer, a través del trabajo y del añadido que he de hacer para que todos en casa seamos
una auténtica familia. Con este
vino, te quiero ofrecer lo que de bonito, de convivencia y de fiesta
existe en mi familia, y en todas las familias de nuestra comunidad. Y, con él, te damos gracias,
porque sabemos que las
dificultades se vencen siempre con lo más característico de toda
fiesta, como es el compartir.
b) Presentación de un niño pequeño de la Parroquia
(Esta ofrenda la pueden hacer los padres o sus padrinos. Al niño se le puede llevar en su silla o
coche de paseo, que se puede aparcar en el mismo presbiterio)
Te traemos hoy, Señor, este último retoño de nuestra familia (de la familia de…) que
bautizamos recientemente; nos comprometimos a educarle según tus mandamientos. Hoy, al
ofrecértelo, no sólo traemos nuestra alegría, sino también nuestro renovado compromiso, y el
de todas las familias de la Parroquia,
de educar cristianamente. Estamos convencidos, además, de que de esa manera tú nos regalas
abundancia de felicidad y de paz,
porque nos ayudas a vivir lo que enseñamos de palabra.
c) Presentación de unos globos
(Los globos convenientemente inflados deben ser presentados por un niño, capaz de hacer la
ofrenda)
Señor, yo te traigo estos globos que son el signo de nuestros juegos infantiles y, también, de
nuestra función de alegría y de futuro en nuestras casas. Sé de nuestra guerra en casa, de las
travesuras y de los pequeños problemas, que entorpecen un poco
la paz familiar. De verdad, a todos los niños nos gustaría ser de
otra manera. Por eso, hoy te traigo nuestro compromiso de un mejor comportamiento, de
colaborar y de ser la alegría, cuando nuestras casas se tiñan de tristeza.
7. Padre nuestro
Estamos en familia y nos gusta mantener tradiciones familiares. Una de nuestras costumbres
más antiguas, cuando nos sentamos a
la mesa para comer, es rezar una oración de bendición. Y la
oración más antigua y más bella que se reza en todos los idiomas
y en todos los hogares es la que nos enseñó Jesús para hablar con Dios nuestro Padre. Todos
juntos lo decimos: Padre nuestro…
Pedimos la Paz
El saludo de paz que nos damos hoy tiene un sentido especial:
Comprometernos en que la paz del Señor reine en nuestros corazones y en nuestros hogares,
así como el contagiarla a todos los hombres y a todas las familias de la tierra. Para esta
reconciliación vino Cristo al mundo. Amigos, que la paz del Señor esté con todos vosotros…
Compartimos el pan
La familia se reúne alrededor de la mesa, pero cada vez nos cuesta más poder comer todos
juntos. Jesús nos invita ahora a su mesa a
comer el mismo Pan. Vamos a su encuentro, a sentarnos a la mesa
de la fraternidad.
Dichosos los invitados…
Oración
Nos vuelves más familiares
Señor, aunque, a veces, nosotros, somos egocéntricos,
Tú nos recuerdas al hermano, Tú nos haces familiares.
Aunque queramos acordarnos sólo de los nuestros,
Tú nos hablas del mundo, nos presentas a los otros humanos.
De niños sólo pensamos en nosotros, poco a poco vamos haciendo sitio a los demás en el
corazón, pero a veces, y poco a poco, vamos recuperando nuestros egoísmos, hasta terminar
viviendo centrados solamente en lo nuestro.
Tú, Señor, que eres salud para nuestra personalidad,
nos ayudas a salir de nosotros, nos abres a la vida de los demás, nos susurras sus historias, sus
preocupaciones y sus necesidades,
para que la entrega sea una forma de llenar nuestra vida de sentido.
Tú nos sacas de nuestra mirada raquítica que nos reduce el mundo a lo propio, Tú nos
trasladas de la pobreza del guardar a la grandeza de la entrega, Tú nos magnificas llenando
nuestra vida de sentido y de misión, Tú nos invitas a generar encuentros familiares, afectuosos
y cálidos.
Contigo, Señor, uno crece en amor.
El corazón parece que se estira,
que llega a mucha gente, a casi todas las personas…
8. y contigo el tiempo también crece,
y uno puede más de lo que cree,
porque en ti, Señor, nuestro amor aumenta
y nuestra persona se magnifica.
Gracias Padre, porque nos haces sentirnos hijos tuyos
y hermanos de todos los seres humanos,
constructores de esa gran familia humana,
en la que todos se cuidan, comparten
y viven la vida en abundancia.
Cada uno de tus hijos aquí reunidos,
te presentamos las familias del mundo,
con las dificultades de cada una de ellas y que Tú bien conoces;
te presentamos a cada niño, joven, adulto, o anciano,
que la forman, para que a todos, uno a uno,
les envuelvas en tu amor.
Haznos querernos como la gran familia humana y salir al encuentro del que está solo y sin
amor.
Bendición y despedida
Amigos, volvemos ahora a nuestros hogares, pero lo hacemos
después de haber escuchado la Palabra que Dios nos ha dirigido hoy y de haber comulgado el
Cuerpo entregado de Jesucristo por nosotros. Ahí ha de estar la clave de la novedad de nuestra
vida familiar y la fortaleza para vivirla y ser testimonio ante los
hombres y las otras familias. No olvidemos que la fe ha de ser el
cimiento sobre el que hemos de construir nuestras casas.
Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre
vosotros. Amén.
Adoración del niño
Antes de despedirnos, yo os pido que nos acerquemos hoy, familia tras familia, a adorar al
Niño Jesús. Cuando lleguéis aquí, yo os entregaré al Niño a cada uno de los padres, para que se
lo ofrezcáis a cada uno de los miembros de vuestra familia y
estampe en él su beso. Beso, por cierto, que yo os invito a que sea
vuestra firma del compromiso contraído de vivir en vuestras
familias la paz, la alegría, el respeto mutuo, el amor incondicional.