La Sostenibilidad Corporativa. Administración Ambiental
Tríptico. las identidades. poesía. Felipe Benítez Reyes.
1. Las identidades
FELIPE BENÍTEZ REYES
IES Vega del Guadalete
ENCUENTROS
LITERARIOS
Tampoco incluye en esa falacia “Hospital” ni los
otros poemas del libro en que se alude –con pudor– a
una muerte cercana. El olor, la luz artificial, el pasillo con
perspectiva de túnel, los enfermos entrevistos…
HOSPITAL
El olor, sobre todo
(algo, no sé, de laboratorio de alquimista y
de comedor de beneficencia),
indica que se trata
de un universo aparte: solo puede oler así
la mezcla de la asepsia
y la putrefacción, del vendaje y la llaga,
de lo químicamente puro
y de lo humanamente enfermo,
en su palpitación peculiar por sobrevivir.
La luz artificial sugiere un blindaje escenográfico
ante el goteo del tiempo en los relojes:
ni la noche ni el día.
Apenas hay sombras: se opta
por la fulguración , por los matices
esterilizados del color y la luz.
Los temerosos suplican
un segundo diagnóstico,
una clave para racionalizar el infortunio.
una bata puede ser el uniforme de un dios.
Ante la máquina de golosinas,
un paciente con su sonda vesical,
como ante el árbol de la ciencia,
sin saber qué elegir.
En el pasillo con perspectiva de túnel,
una niña muy pálida y sin pelo
acaricia el pelo de su muñeca de ojos fijos.
En la cafetería bulliciosa,
los exégetas de la fragilidad ajena
dibujan en el aire con sus gestos
el contorno de la incertidumbre.
Y el olor, sobre todo.
Finalmente, la tercera, "Entre sombras y
bosquejos", oscila entre la nostalgia por el pasado y a
la incertidumbre sobre lo que nos espera, tema muy
presente en su obra lírica. Las paradojas del tiempo, del
olvido, de la identidad –de las identidades sucesivas que
nos constituyen– son formuladas en poemas que
avanzan entre tanteos, que recurren una y otra vez a la
paradoja, que no buscan el golpe de efecto ni la imagen
brillante. De estos poemas destacamos el de los viajes
soñados en la infancia, el dedo sobre el mapa (“Atlas
Geográfico Universal, 1972”).
ATLAS GEOGRÁFICO UNIVERSAL, 1972
Allí estaban los mares, en azules cautivos;
las estepas , el invierno entre los montes, los jardines
que extenúan el invierno. Allí estaban los ríos,
los polos metafísicos. El mundo entre unos límites.
Allí estaban marcados con colores vivaces
los países remotos y el lugar que era el tuyo.
los grandes lagos eran una mota en el aire,
las ciudades soberbian cabían en un punto.
… Lluvia tras el cristal.
En cuadernos cuidados
copiabas esos nombres que eran su propio eco:
regiones que sonaban a reino imaginario,
ínsulas que sabían en la boca a secreto.
La infancia viaja siempre por sus mares inmóviles
a ciudades que tienen las luces apagadas.
(El Sur está hecho desierto, y tan nevado el Norte,
y allá lejos los oros sobre el oro de Asia…)
Aprenderte sus nombres, y pensar cómo era
aquel mundo infinito trazado en miniatura,
como se guarda el tiempo en un reloj de arena.
Y saber que algún día la vida sería tuya.
Y ese firme soñar.
Comentarios
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Textos
Las identidades. Ed. Visor, 2012.
2. Las identidades (Visor, 2012)
Este volumen reúne 64 poemas escritos por Felipe
Benítez Reyes entre el 2006 y el 2012. El libro está
dividido en tres partes.
La primera, titulada "Los protocolos inversos" es
más abstracta y reflexiva, poemas que juegan a la
vaguedad, a las grandes cuestiones sobre el tiempo y el
olvido, sobre el ser y la nada.
MITOS
Todos los mitos nos afectan. Todos
somos, en esencia, paradigmas de un mito:
somos Apolo o somos Dafne,
la carrera imposible hacia otro cuerpo,
el temor a otro cuerpo;
somos Caronte en la noche de hospital,
mientras lloramos en un pasillo de luz fría
el tránsito de alguien al lugar sin espacio;
somos el Minotauro en el laberinto
de toda incertidumbre,
somos la soledad de Polifemo, somos
Sísifo y somos la Arcadia y Eldorado
Y un fauno.
Somos
Qué
La segunda parte, "Actualidades y símbolos al
paso", acoge impresiones, viajes, homenajes literarios y
varios poemas sobre la actualidad, como los dedicados al
dinero y la crisis. Se trata de poemas más anecdóticos y
circunstanciales, en algunos casos casi, o sin casi, postales
viajeras (“Postal del Báltico” se titula uno de ellos).
A la poesía viajera –hay también un “Cuento de
Tokio”, que parece reescribir un relato de Clarín, y un
poema titulado “Turistas”– se añaden las muestras de lo
que podría denominarse poesía social, no demasiado
frecuentada por Benítez Reyes (al contrario de lo que
ocurre con García Montero, su compañero de
generación).
DINERO
Tras una combinación difícil, bajo llave,
Protegido por poleas de acero,
camuflado en unas siglas
o en el cajón secreto del avaro,
duerme en su soledad plenipotente
de dios convencional de todo esto:
de los teatros mercantiles,
de la Bolsa enigmática y cambiante
como la luna, en su condición
de testaferro manoseado del oro.
Suma y resta del todo y del vacío,
multiplicador del poder y de la angustia,
irrealidad portátil en su ruta estratégica,
hundiendo, rescatando, inflacionando,
dragón herido siempre por la espada
enmohecida de la incertidumbre,
en su cueva especulativa.
Mendigo arrogante de la capa bordada,
misterio desvelado en la exactitud de los porcentajes,
por activo y por pasivo,
abstracción callejera, metal de calderilla,
prestidigitador de operaciones en el aire
a escala mundial y, sin embargo, también de casi nada:
el niño que cuenta unas monedas
ante el kiosko, midiendo su poder
de apropiación del mundo, calculando
lo que cuesta un deseo, la mercancía
del corazón, el ansia oscura.
Los poemas “El precio de un soldado” y “Playa de
Rota, octubre de 2003” nos hablan del negocio de la
guerra y de la emigración clandestina y lo hacen sin
incurrir en el tópico inane ni en la falacia patética.
PLAYA DE ROTA, OCTUBRE DE 2003
Los antepasados de estas aguas de hoy
conocieron los naufragios y el trasiego mercader
de las naves venidas de las Indias,
sintieron
el peso afortunado del oro y la caoba,
de la plata aún impura, de abalorios labrados
para el goce litúrgico de un dios.
Estas aguas corsarias contienen la niñez
de quienes fuimos aquí
los dueños de un castillo en la arena mojada,
el escándalo silencioso de la vista y no vista juventud,
la vejez apacible de veraneantes sucesivos
bajo parasoles inestables.
El zafiro pulimentado de estas aguas de octubre,
la mar de los fenicios y de Heracles,
ha devuelto del cadáver y el ensueño forzado
de treinta y siete fugitivos del reino de Marruecos.
Se desconoce su identidad.
Serán enterrados con un número.
La cadencia bisílaba del oleaje manso
al romper en la orilla escribirá
su epitafio perpetuo, como un mantra:
25 de octubre. Treinta y siete.