1. EL PERDON EN
LA BÍBLIA
Autor Eusebio Gómez Navarro
Edición en Power Point: Diácono Julio
Luna
2. Dios, como Padre, tiene muy mala
memoria para recordar pecados de sus
hijos; no lleva cuentas del mal, disculpa
siempre y “olvida siempre”.
Como buen Padre, quiere que
aprendamos a amar de tal forma que
seamos capaces de perdonar. Jesús nos
habla del perdón de Dios, de las
entrañas amorosas del Padre en la
parábola del Hijo Pródigo (Lc 15,11-32).
3. El Padre ama al Hijo y le deja en libertad
para que siga sus sueños, para que sea
él mismo, para que se pueda equivocar,
con el riesgo de perder su compañía y la
alegría de vivir en su casa. El Padre
espera la vuelta del hijo.
No la acelera, no se le agota la
paciencia. Su corazón no se amarga ni
se endurece en la tardanza, sino que
crece en él el ánimo de abrazar,
consolar y dar una fiesta, porque su hijo
estaba muerto y ha vuelto a la vida.
4. Cuando retorna el hijo arrepentido y
humillado, el Padre no le niega su
herencia ni le echa de casa, sigue
siendo el hijo muy amado.
El hijo puede olvidar tranquilamente su
pasado, porque el Padre no lo recuerda.
El cristiano ora frecuentemente esta
petición: “Perdona nuestras ofensas”.
5. Dios se olvida de nuestras faltas, a no
ser que alguien se las recuerde al no
amar y perdonar al hermano. Es
imposible amar a Dios a quien no vemos,
si no amamos al hermano a quien vemos
(1 Jn 4,20).
Es imposible abrirse a su gracia, acoger
el amor misericordioso del Padre, si no
se está abierto a amar y perdonar al
otro. El perdón se hace posible cuando
decimos: “perdonándonos mutuamente
como nos perdonó Dios en Cristo” (Ef
4,32).
6. La parábola del siervo sin entrañas, que
culmina la enseñanza del Señor sobre la
comunión eclesial (Mt 18,23-35), acaba
con esta frase: Esto mismo hará con
ustedes mi Padre celestial si cada uno
no perdona de corazón a su hermano.
Solamente se puede amar y perdonar
con la ayuda y la gracia de Dios. En el
perdón y el amor no hay límites ni
medidas. A nadie hay que deber nada
más que amor (Rm 13,8).
7. Al acercarse a pedir
perdón a Dios, hay que
estar dispuesto a amar
y perdonar al prójimo.
“ Dios no acepta el
sacrificio de los que
provocan la desunión;
los despide del altar
para que antes se
reconcilien con sus
hermanos” (San
Cipriano).