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Suplemento Cultural del Centro
Río Cuarto . Río Tercero . San Francisco . Villa María Miércoles 16 de octubre de 2019 . Año 20 N° 875
El Corredor Mediterráneo
humorsolini
POR HERALDO MUSSOLINI
PÁG. 8
Durante su visita a la 15ª Feria del Libro Juan Filloy, ECM mantuvo un breve diálogo con el escritor
chaqueño sobre Don Juan, documental sobre la vida y la obra del icónico autor riocuartense, el exilio
y la lectura principalmente.
PÁG. 2-3
Breve entrevista a
Mempo Giardinelli
LA COLUMNA
Cerca del sueño
POR CLAUDIO ASAAD
PÁG. 8
HISTORIA
ENTRE
TODOS:
GENERAL
CABRERA
JUNTA MUNICIPAL
DE HISTORIA
DE GENERAL CABRERA
PÁG. 7
WALT-WHITMAN:
LA LIBERTAD
HECHA POESÍA
POR ISABEL REZMO
PÁG. 6
JUGAR CON JUAN
POR CANDELARIA DE OLMOS
PÁG. 4-5
Tras publicar su primera novela -
¿Quién prohibió el circo?- prohibida y
quemada por la Dictadura, Mempo
Giardinelli debió exiliarse a México,
donde desarrolló gran parte de su
obra, hoy reconocida en todo el
mundo. De regreso a Argentina en
1984, Giardinelli tuvo una activa parti-
cipación en favor de la restauración
democrática sin que esto le restara
tiempo a sus actividades culturales y
literarias. La revista Puro cuento, inspi-
rada en la mexicana El cuento, creada
por Edmundo Valadés, donde él había
colaborado, significó uno de sus apor-
tes más importantes al conocimiento
y la difusión de los creadores argenti-
nos del interior y al mismo tiempo uno
de los factores que cimentaron la
amistad entre Filloy y Giardinelli.
-VuelveunavezmásRíoCuartotrasla
estela de Juan Filloy, uno de los auto-
resmássobresalientesdelaliteratura
argentina del siglo XX y lo hace para
presentarenlaferiaquellevasunom-
bre un documental sobre él…
- Es cierto, y es como que se alinearon
los planetas para una celebración
emotiva y necesaria.
- En cierto modo, entre usted y don
Juan hay algunas cosas en común,
comoelhechodequeambosprefirie-
ron trabajar en ese territorio que los
metropolitanos llaman interior…
- También es cierto, y no descarto que
el ejemplo de Don Juan haya influído
en mí, aunque no conscientemente.
No obstante, lo que importa siempre
es la obra, no dónde se produce.
- Usted era un escritor veinteañero
cuando escribió su primera novela,
“¿Por qué prohibieron el circo?”, que
había sido reconocida por un jurado
compuesto por Roa Bastos, Julio
Cortázar,RodolfoWalshyJuanCarlos
Onetti, pero la que acabó perseguida
y quemada por la Dictadura fue la
novela ¿la consideraba usted subver-
siva?
- No, yo sólo había escrito una novela.
Es decir una historia ficcional que,
tuviera o no anclajes en personas o
hechos reales, para mí siempre y ante
todo fue y es, y seguirá siendo, una fic-
ción. O sea, literatura. Que es un terri-
torio en el que no importan tanto, o
no deberían importar, los adjetivos.
- En aquellos momentos ¿sentía usted
que la literatura debía comprometi-
da, como quería Sartre, o, como que-
ría Lévinas en “La realidad y su som-
bra”, una exploración que revelara la
realidad que las sombras ocultan?
-Nopuedoafirmarlonidesmentirlo,ni
es un tema que me desvele. Mi com-
promiso estético es y fue siempre
absoluto con la creación literaria en
tanto eso: literatura. La idea del "arte
comprometido" me parece hoy un
tanto arcaica, como desdibujada por
los años y por muchas obras de cues-
tionable o dudoso valor artístico.
- Siendo tan joven como era cuando
debió marcharse del país ¿sintió el
exilio como un no lugar?
-Comoun"nolugar",no,jamás.Elexi-
lio fue para mí un lugar concreto, y fue
una etapa en el compromiso y el amor
a mi país. Y también fue un aprendiza-
je de amor a México, país generoso,
de extraordinaria y sorprendente cul-
tura, y con tanta gente solidaria.
Jamás dudé que regresaría en cuanto
fuese posible y por eso para mí el des-
garro fue doble: primero por tener
que marchar al exilio; y después por
dejar México al regresar.
- La experiencia del destierro ¿influyó,
y no me refiero al paisaje o al ambien-
te de sus creaciones, en algo en su
escritura?
-Sinningunaduda.Elmagisteriolitera-
rio mexicano fue decisivo para mí.
Haber trabajado varios años en la
revista El cuento, junto a Edmundo
Valadés y Juan Rulfo, fue determinan-
te. Igual que la amistad generosa que
me dispensaron Elena Poniatowska,
Augusto Monterroso, Marco Antonio
Camposytantaspersonalidadeslitera-
rias más.
- Durante su residencia en México
publicóunensayodedicadoalgénero
negro ¿puede considerárselo, al
menos en las obras de los grandes
maestros estadounidenses, una
forma de literatura social?
- Pienso que sí, y no sólo en ese ensa-
yo, que hoy es básico para la iniciación
y comprensión del género negro. De
hecho mis cuatro o cinco novelas poli-
ciales, y varios de mis cuentos negros,
El Corredor Mediterráneo / Página 2
Breve entrevista
a Mempo
Giardinelli
Por Antonio Tello Fotografías: Soraya Clop
pueden ser leídos en esa tesitura. Pero
hoy no creo que este género literario
seaimportanteporsusalusionessocia-
les; creo que es importante en tanto
literatura que ha producido grandes
obras.
- En su Resistencia natal usted cuenta
con una fundación dedicada a promo-
ver el libro y la lectura ¿basta con el
hábito o es necesario también una
educación de la sensibilidad estética?
-Comoentodadisciplina,ylalecturalo
es, la educación es fundamental. En
nuestra Fundación tenemos un
InstitutodeEstudiosSuperioresquese
especializa en Pedagogía de la Lectura
Literaria, y desde allí formamos media-
dores bien capacitados, que a su vez
son formadores de lectores y lectoras.
- En estos momentos en los que se
aprecia un enorme ruido que a
muchos impide pensar con claridad y,
por tanto hablar y escribir con propie-
dad ¿cómo recuperar el espacio del
pensamiento racional?
- Esos ruidos existieron siempre, y con-
tinuarán. Lo interesante me parece
que es seguir pensando y producien-
do,porencimayapesardetodoruido.
El pensamiento no cesa jamás.
El Corredor Mediterráneo / Página 3
ElestrenodeDonJuan,documentalrealizadoalolargodevariosaños
de visitas y charlas con Juan Filloy por el escritor chaqueño es el inicio
del breve diálogo con él.
El Corredor Mediterráneo / Página 4
Con un atrevimiento que roza la altanería y
con la venia generosa de José di Marco y
Mónica Filloy (que no pudo ver este libro
terminado) me he permitido intervenir las
memorias de infancia de Juan Filloy, un
texto ya remoto y entrañable, publicado por
primera vez en 1994, el año en que Filloy
cumplía los cien.
Intervenir es consigna que UniRío les ha
dado a todos y cada uno de los artistas plás-
ticos que han diseñado las tapas de la
Colección Juan Filloy.
En esta ocasión –la de estas memorias que
se titulan Esto fui– la consigna recayó sobre
Ileana Gonella que ha hecho una hermosísi-
ma interpretación del ámbito en el que
Filloy vivió su infancia y que tiene fuerte
protagonismo en este libro: barrio General
Paz que se adivina en la cuadrícula dispues-
ta en forma de damero; el almacén de los
Filloy que es esa ventanita amarilla, abierta
al barrio, abierta al mundo; el río Suquía que
corre presuroso como la sangre en las
venas, como unas nervaduras de tinta y
deseo, como unas correntadas de vida
nueva y futuro.
Pero a mí… ¿quién me llamó a intervenir?
¿Quién me pidió que injertara –como le pedi-
mos a Ileana que injertara su imaginación en
ese retrato de Filloy ya pretérito, hecho por
Franklin Arregui Cano que supo ser su
amigo–, quién me pidió que injertara (digo)
unos textos en el texto de Juan Filloy?
Nadie. Decididamente nadie. Nadie me
pidió, pero nadie me impidió. Y entonces,
jugué a injertar. Injertar no al pie del texto
sino en los márgenes: injertar marginalias
que es un género muy atractivo y muy anti-
guo.
Dice Wikipedia que marginalia es el término
reservado para referir “a las notas, glosas y
comentarios editoriales hechos en el mar-
gen de un libro”. Dice también que los esco-
lios de los manuscritos clásicos son la forma
más antigua de marginalia que se conoce.
Hago click sobre la palabra escolio cuyo
color azul me hace saber que se trata de un
hipervínculo. Dice Wikipedia que los esco-
lios son “notas o breves comentarios gra-
maticales, críticos o explicativos que se
insertan en las márgenes del manuscrito de
un autor antiguo como glosa sucinta”.
Glosa es también una palabra azul, una pala-
bra hipervínculo. Hago click en glosa y dice
Wikipedia que es una “nota escrita en los
márgenes o entre las líneas de un libro”.
Libro es una palabra azul. Y también glosa-
rio. No hago click sobre ellas y vuelvo a mar-
ginalia. Dice Wikipedia que el término fue
acuñado por Samuel Taylor Coleridge que
hizo muy extensas notas en los márgenes
de todos los libros que leyó y que publicó
cinco volúmenes de puras notas, puras mar-
ginalias. Me pregunto si Samuel Taylor
Coleridge habrá realmente leído todos los
libros de su biblioteca, como dice Wikipedia.
Y me acuerdo otra vez de Filloy, que no leyó
todos los libros de su biblioteca pero que a
veces, en esos que sí leyó, hacía también
marginalias. Por ejemplo al final de un capí-
tulo de El Proceso de Kafka anotó: “Hasta
acá es el relato más fofo, desabrido y estúpi-
do que conozca”. Y, más adelante: “Esto es
insoportable, abotargantemente estúpido.
Soso a la n potencia”, y subrayó la n. A eso
no lo dice Wikipedia. A eso lo encontré hur-
gando la biblioteca que Filloy tenía de narra-
tiva y que hoy se conserva en el Centro
Cultural Trapalanda de Río Cuarto.
Es sabido que Edgar Alan Poe llamó a algu-
nas de sus reflexiones, marginalias. A eso sí
lo dice Wikipedia.Y que algunas marginalias
fueron marginalias por obligación, por las
circunstancias en que fueron escritas, que
eran las de la escasez de papel impuesta por
la pobreza, la prisión o la muerte. Wikipedia
ofrece tres ejemplos, uno más dramático
que otro: John Belthune, poeta inglés pobrí-
simo solo tenía los márgenes de los libros
que tomaba prestados para escribir.
Voltaire, en prisión, se las arregló para escri-
bir en los márgenes de lo que sea que haya
tenido a mano. Sir Walter Raleigh escribió
una declaración en los márgenes de algún
libro minutos antes de ser ejecutado.
Pienso que estas tres historias servirían para
escribir un ensayo que se titulara: “Usos no
convencionales del papel”. En esa historia
entraría también Mijaíl Bajtín que, dicen
algunos (no Wikipedia), que empleó el
papel de su trabajo La novela de educación
en Alemania, para armar cigarrillos que
luego se fumó uno por uno. En La vida invi-
sible, Silvya Iparraguirre ha desmentido esa
deliciosa anécdota.
Entraría también Filloy cuyo padre compra-
ba, en remates, carradas de libros que luego
le servían para envolver los jabones que
fabricaba Adolfo Boll y que él vendía en su
almacén de Barrio General Paz, en Córdoba.
Esta anécdota no ha sido desmentida por
nadie. Tampoco está en Wikipedia. Esa
anécdota consta en las memorias de Filloy
tituladas Esto fui, reeditadas por UniRío a
veinticinco años de su primera edición.
Pienso también que a Filloy le hubieran
encantado esas historias (la de Belthune, Sir
Raleigh y Voltaire. No creo que la de Bajtín).
Él que escribía en el reverso de formularios,
menús, cartas institucionales y en mitades y
cuartos de hoja. Él, que como pequeño aho-
rrista o, incluso, como un ecologista pruden-
te, aprovechaba al máximo lo que hay, la
totalidad de lo que hay: el anverso y el
reverso del papel para escribir, los márge-
nes para anotar, los sobres de la correspon-
dencia para guardar borradores, etc... A eso
no lo cuenta Filloy, lo cuento yo en una de
las marginalias que he injertado en sus
memorias.
Lo que cuenta Filloy es que a su padre,
Benito, le gustaba cazar. Entonces salía con
Manuel, su primogénito “en dirección a los
campos abiertos de El Quebrachal, la Chacra
de la Merced o las Sesenta Cuadras” a
comer asado y a cazar torcazas y perdices
con una escopeta calibre 16. Volvían con los
morrales llenos de pajaritos que tiraban arri-
ba de la mesa y se ponían todos a desplumar
“clasificando las plumas para almohadas,
cojines y edredones” y pregustando la
“exquisitez de las perdices en escabeche”.
Esa forma de aprovechar los pajaritos sin
desperdiciar ni plumas ni carne me recordó
a lo que había visto en los papeles persona-
les de Filloy, muchos de los cuales se conser-
van en el Archivo Histórico Municipal de Río
Cuarto: un aprovechamiento sin desperdicio
de papeles y papelitos.
Me recordó también lo que me había pareci-
do ver, no ya en sus papeles privados, sino
en los libros que hizo públicos (aunque
como se sabe, en ediciones también priva-
das) donde aprovechó los recursos del
modernismo y de la vanguardia. Y entonces,
con la excusa de los pajaritos, injerté allí una
marginalia que habla de su archivo y de su
literatura.
Y otra ahí donde habla de su medio herma-
no Pablo Cremer, que era un compadrito de
armas llevar, para decir que más adelante el
compadrito se compuso y se fue a Buenos
Aires y puso un taller de “plegado, borda-
dos, festones y vainillas” en Caballito, aun-
que se volvió burrero y bebedor, tan bebe-
dor que acabó muriendo de cirrosis a los cin-
cuenta y pico.
Y otra ahí donde Filloy recuerda sus terrores
nocturnos de niño, alimentados por los rela-
tos que en el almacén de su papá, que era
también despacho de bebidas, contaban los
parroquianos acerca de ciertos barrios
espantosos como El Abrojal y La Bomba. Y
entonces digo que El Abrojal, en efecto, era
Por Candelaria de Olmos
Jugar con Juan1
LECTURA
A propósito de la publicación de Esto fui, de Juan Filloy, por UniRío Editora,
la profesora Candelaria de Olmos escribe sobre algunos aspectos fundamen-
tales de este libro manifiestamente autobiográfico del autor de Caterva, Op
Oloop y La potra, entre otros.
El Corredor Mediterráneo / Página 5
un barrio pendenciero al que iban los estu-
diantes de las buenas familias para fre-
cuentar el prostíbulo y en el que supo
entrar Manuel Gálvez acompañado de la
policía para ilustrarse y luego escribir una
novela en clave realista. Digo que el barrio
es hoy Barrio Güemes tan frecuentado por
turistas como Palermo y San Telmo.
Las marginalias dicen este tipo de cosas:
un dato curioso de un personaje o de un
lugar ya desaparecidos y, en ocasiones,
alguna reflexión sobre la literatura que
Filloy produjo después que dejó de ser
niño y mucho antes de publicar Esto fui.
Destacadas, no en azul, pero sí en negri-
tas, algunas palabras, algunos fragmentos
del texto de Filloy disparan, como un
hipervínculo, este otro texto: una nota al
margen, una apostilla, como las hemos lla-
mado en la tapa del libro.
Ahora no sé si me gusta tanto el término
apostilla (a José Luis Ammann que tanto
trabajó en el diseño de tapa no le va a gus-
tar esto). Sucede que apostillar, apostillar
un documento, dice Google, es certificar,
autenticar y lo último que mis injertos pre-
tenden es autenticar nada. Menos que
menos las memorias de Filloy.
Wikipedia no dice nada de las apostillas,
solo de la Apostilla de La Haya. Consulto la
RAE y me reconcilio un poco con el térmi-
no. La RAE dice que una apostilla es “una
acotación que comenta, interpreta o com-
pleta un texto”. Mis acotaciones son eso:
acotaciones. No completan ni interpretan;
apenas comentan. El término acotación
nos devuelve al margen: “apunte en el
margen de algún escrito o impreso”, dice
la RAE.
Lo que está en el margen no es lo princi-
pal. Lo principal es lo que está en el centro
y lo que está en el centro de este libro es el
relato de la infancia de Juan Filloy. Un rela-
to que no es relato. No espere el lector
una narración en orden cronológico de los
sucesos que le acaecieron a Filloy niño,
sino unos fragmentos, unas estampas
acaso del mismo estilo de las que había en
Periplo, ese libro de viajes que tampoco es
relato y que es su primer libro, publicado
en 1931.
Si Periplo le permitió a Filloy inscribirse en
una larga tradición de escritores viajeros,
Esto fui le permite inscribirse en una no
menos larga tradición de escritura auto-
biográfica. Y si en aquél encontrábamos a
un joven inquieto yendo y viniendo de una
punta a la otra de Europa; en éste, los des-
plazamientos no se salen de Barrio
General Paz. El viaje es al pasado: a la
infancia remota de un señor al que conoci-
mos viejo (centenario) pero que también
fue niño: también fue a la escuela, también
hizo travesuras (como unir las polleras de
las señoras con alfileres de gancho, arrojar
muñecos rellenos de paja desde los puen-
tes, enjabonar palos con caca). Fue un
niño que sufrió accidentes de niño aunque
de niño de otra época (se cayó de la jardi-
nera de su padre, padeció la ira de un caba-
llo mal llamado El Manso que lo hizo volar
por el aire y “lo catapultó entre los chur-
ques” del río Suquía). Fue un niño que
tuvo mascota, tuvo amigos, tuvo miedo y
tuvo juguetes.
O no. No tuvo juguetes. Tuvo todo eso
menos juguetes. “¿Qué chico del suburbio
tenía juguetes a principios de siglo?”, se
pregunta Filloy en alguna parte de estas
memorias. Y también: “Fue una infancia
sin juguetes. Cuanto más un balero y una
pelota de trapo. Jamás vimos en nuestras
manos esos juguetes deslumbrantes que
tienen los niños ricos”. Y sin embargo
(ahora me doy cuenta), Esto fui está lleno
de juguetes. Vuelvo al libro que tantas
veces he visitado en este último tiempo
(junto con Daila Prado con quien comparti-
mos jornadas y jornadas de correcciones
de galera y Maxi Brito que estuvo jornadas
y jornadas trabajando en el diseño del inte-
rior)… vuelvo al libro y encuentro jugue-
tes: por todas partes, juguetes.
En las proximidades de la fábrica de papel
que visitan cuando falta la maestra a clase,
Filloy y sus compañeros recogen los resi-
duos industriales que dicha fábrica arroja
en el perfil de las barrancas del río: “era
una especie de ceniza fofa y amarillenta –
dice Filloy– dentro de la cual venían, para
deleite nuestro, miles y miles de gomitas
empleadas entonces en las cajas de fósfo-
ros. Con ellas, en carreteles vacíos corona-
dos por 4 o 6 clavitos, tejíamos y tejíamos
largos cordones en pacientes jornadas”.
Y también: “Ballenas de corset bien afila-
das nos servían para jugar a la cortadita de
los barriletes remontados. Atadas a las ori-
llas de la cola, mediante tirones del barrile-
te nuestro, su acero cortaba el hilo tenso y
mandaba al diablo la pandorga rival”
Y más adelante: “con auténticas vejigas de
chancho, que conseguíamos en el matade-
ro de San Vicente, los chicos del barrio
jugábamos al fútbol. Infladas con la boca,
su redondez semidura permitía a los pies
descalzos un juego menos aguerrido que
con las pelotas de trapo”.
Y ahora pienso que me hubiera gustado
injertar una marginalia que dijera algo de
los juguetes, de los juguetes que Filloy no
tiene pero fabrica. Una marginalia que
recogiera acaso las afirmaciones de Walter
Benjamin cuando dice que “solo en el siglo
XIX la fabricación de juguetes llega a con-
vertirse en una industria especializada” y
que hasta entonces los juguetes nacían en
los talleres artesanales de los caldereros
que hacían soldaditos de plomo, de los
tallistas que tallaban figuritas de madera,
de los pasteleros que hacían las miniaturas
de azúcar, de los fabricantes de velas que
hacían las de cera.
Una marginalia que dijera algo de los
juguetes que Filloy fabrica también artesa-
nalmente, pero con desperdicios. Que dije-
ra que esa fue, acaso, la manera como
armó sus libros: artesanalmente. Eligiendo
los tipos, diseñando las tapas, corrigiendo
las pruebas, enviándolos a los amigos, evi-
tándose el circuito industrial de editores y
el comercial de libreros.
Que dijera que esa fue la manera como
construyó su literatura: jugando con des-
perdicios, con eso que la sociedad dese-
cha: el lenguaje coloquial, el prostibulario,
el lunfardo, los géneros menores, los linye-
ras, los estafadores, los locos, las mendi-
gas, las putas, los viejos. Los viejos que
cuentan su infancia. Y que dijera (en un
arranque confesional) que injertar margi-
nalias fue también mi modo de jugar, de
jugar con Filloy que sabía jugar.
Ojalá ustedes quieran sumarse y leer que
es acaso la más hermosa manera de jugar
1. Texto leído en la presentación de Esto fui.
Memorias de la infancia, de Juan Filloy (UniRío,
2019) en la Feria del Libro de Buenos Aires el 27
de abril de 2019 y en Feria del Libro Juan Filloy
de Río Cuarto el 10 de octubre de 2019.
El Corredor Mediterráneo / Página 6
WALT-WHITMAN:
LALIBERTAD
HECHAPOESÍA
Por Isabel Rezmo
Admirado por otros grandes poetas y escrito-
res como León Felipe o Borges, Whitman sigue
siendo referencia obligada a los 200 años de su
nacimiento.
Se publican nuevas ediciones, biografías, estu-
dios, investigaciones y antologías de la obra de
este singular poeta norteamericano y muy
especialmente Hojas de Hierba , poemario
que fue puliendo, ampliando y reeditando a lo
largo de toda su vida, como una obra expansi-
va, viva, mutable, que iba creciendo con él y
con su entorno.
Whitman, nacido en Long Island (1819-1892),
de origen humilde, autodidacta, influido inicial-
mente por el Trascendentalismo y el realismo
filosófico; siempre se mostró como un radical
defensor de la Democracia y de sus principios
más profundos, ya ejerciera como carpintero,
como impresor, como maestro, como periodis-
ta, como editor o como auxiliar en hospitales
de campaña durante la Guerra de Secesión.
Está considerado entre los más influyentes
escritores del canon estadounidense y ha sido
llamado el padre del verso libre. Su trabajo fue
muy controvertido en su tiempo, en particular
por su libro Hojas de hierba, descrito como
obsceno por sus abiertas referencias a la
homosexualidad.
!Oh capitán, mi capitán!, versos escritos por
Whitman y dedicados al presidente Abrahan
Lincoln, fueron popularizados universalmente
gracias a El club de los poetas muertos, pelícu-
la dirigida por Peter Weir y protagonizada por
Robin Williams, que sin duda inspiró y acercó a
millones de personas al universo de la poesía y
a la figura del venerable barbudo.
Leyendo a Walt Whitman (1819-1892) pensa-
mos que la poesía, el poeta nace salvaje, es un
producto natural, silvestre, que se alimenta, se
abona con la propia realidad sin contaminar o
en su caso inmune a la nociva enfermedad del
artificio, de lo sofisticado. Entendiendo la poe-
sía, sus versos, como un producto inmaculado
que florece espontáneamente. Panteísta,
endógena, que brota de su propio ser, engen-
drada en su anatomía, en sus entrañas.
Borges, traductor de Whitman
Whitman ha sido a lo largo de estos dos siglos
modelo y guía para un buen número de poetas
y escritores que mostraron su admiración y su
influencia.
Entre los escritores que se han visto marcados
por su obra figuran Rubén Darío, Wallace
Stevens, León Felipe, D. H. Lawrence, T. S.
Eliot, Fernando Pessoa, Pablo de Rokha,
Federico García Lorca, Hart Crane, Jorge Luis
Borges, Pablo Neruda, Ernesto Cardenal, Allen
Ginsberg o John Ashbery, entre otros.
En el caso de Jorge Luis Borges, dejó una
excepcional traducción al castellano de Hojas
de Hierba (Barcelona, Lumen, 1972).
Borges defendía al poeta norteamericano de
algunos academicistas y sostenía que Hojas de
Hierba es un experimento vivo y mudable, que
se niega a que se le fije un sentido único, lleno
de términos filosóficos y de palabras extranje-
ras, que de alguna manera ilustran su genio. El
escritor argentino calificaba a Whitman como
místico del lenguaje que elige con cuidado las
palabras, de forma consciente, aunque en
algunos momentos pudieran parecer incon-
gruentes.
Sus poemas ciertamente contienen multitud
de arcaísmos, neologismos, americanismos,
palabras extranjeras y elementos heteróclitos.
Pero si leemos atentamente el autor nortea-
mericano poco le importaba:
“¿Me contradigo?
Muy bien, me contradigo. (Soy amplio, conten-
go multitudes)”
…
Ya no recibirás de segunda o de tercera mano
las cosas, ni mirarás por los ojos de los muer-
tos, ni te alimentarás por los espectros de los
libros. Tampoco mirarás por mis ojos, ni acep-
tarás lo que te digo”.
León Felipe y su paráfrasis de “Canto a mí
mismo”
Canto a mí mismo es el poema central y el
corazón de Hojas de Hierba. Contiene la esen-
cia de su concepción del mundo, de su poesía
y de sí mismo.
Nada mejor para entender ese universo de
Whitman que acercarnos a su más ferviente
admirador, el poeta español León Felipe, que
tradujo su obra del inglés al castellano y publi-
có su Paráfrasis de Canto a mí mismo.
En su particular homenaje, León Felipe presen-
ta este extenso poema de Whitman como su
momento más luminoso, donde están conteni-
dos su doctrina y su mensaje, como “una sinfo-
nía donde no falta ningún instrumento, ningu-
na voz, ningún paisaje”:
Quiero yo presentaros a este poeta
Se apellida Whitman
Pero Dios le llama Walt.
No tiene familia.
Es hijo de la tierra más que de la sangre, como
todo norteamericano legítimo. Que en esto se
diferencia del europeo. Y en esto se diferencia
también el pionero del conquistador.
No tiene genealogía.
…
Le basta con saber que todos fueron hijos,
como él, de la tierra y el viento, de esta tierra y
de este viento de América.
León Felipe, que nunca dejó de lado su propia
condición de exiliado y de hombre con con-
ciencia de su tiempo y fiel a sus ideas, vio en
Whitman al “hijo de la tierra más que de la san-
gre”, al “viejo camarada de Long Island”. En
cuanto al Canto a mí mismo, afirmaba, “no es
más que una invitación al heroísmo que se le
hace al hombre de la calle”. Consideró a
Whitman, además de un modelo literario inspi-
rador, su alter ego en la asunción de un com-
promiso ético, social y político, pues, como
señaló Luis Cernuda, para los dos “el poeta es
un profeta y no un artista, un profeta no tanto
en el sentido de vidente, sino de dirigente”.
También León Felipe adoptó como Walt
Whitman esa actitud unificadora que conside-
raba su trabajo como una sola cosa, un libro,
un conjunto de hojas que van modificándose
con la vida y sus avatares: “Toda mi poesía -
escribía León Felipe- no es más que un solo y
único poema”.
Influencia y legado
Whitman fue llamado el primer poeta de la
democracia estadounidense. Una amiga britá-
nica, Mary Smith Whitall Costelloe, escribió:
“No se puede entender realmente a los
Estados Unidos sin Walt Whitman, sin Hojas de
hierba... ". El poeta modernista Ezra Pound
dijo sobre Whitman -no sin cierto fervor-
“Poesía de América... Él es América”. Andrew
Carnegie lo catalogó como “el gran poeta de
América hasta el momento”
Escasamente reconocido por la crítica nortea-
mericana, Europa canta las excelencias de su
poesía. La ciudad de Boston responde prohi-
biendo Hojas de hierba por obscenidad.
Encerrado en casa de su hermano George en
Camden, New Jersey, prepara una última edi-
ción de Hojas de hierba, escribiendo poemas
“desde el lecho de muerte”. Compra un mau-
soleo para sus restos y los de su familia, y lo
visita en varias ocasiones.
El 26 de marzo de 1892 muere de bronquitis.
Tres mil personas acuden a honrar el cadáver.
Ya no es Walter Whitman, un hombre inseguro
e inestable, sino el Poeta de América.
En toda su poesía nos invita a ser protagonis-
tas de nuestra vida, no solo a ser espectadores
si no también actores, tomar la rienda de nues-
tro destino, mirar y asombrarnos de lo más
ínfimo en apariencia. Amar lo que se hace, lo
que se siente ,rechaza la fama y las satisfaccio-
nes consumistas; la obsesión por el dinero y
sus comedias humanas. Vive en la intimidad de
los cuerpos y la Naturaleza para no ser póstu-
mo en vida.
El Corredor Mediterráneo / Página 7
GENERALCABRERA:
ENTRELASVÍASDELTREN
YELSUEÑODELOSCOLONOS
Por Junta Municipal de Historia de General Cabrera.
La ciudad de General Cabrera está ubicada en
una vasta zona agrícola, ganadera, comercial
e industrial donde se produce el 98% del maní
del país. Favorecida por las condiciones climá-
ticas y de suelo, esta localidad del sur de la
provincia de Córdoba tiene una historia que
se trazó de la mano de la llegada del ferroca-
rril.
Antes del año 1880 existía al noreste de Río
Cuarto un establecimiento ganadero de
40.000 hectáreas, propiedad de una sociedad
de ingleses, denominado “El Tambito”. Según
investigaciones realizadas por historiadores
locales, en estas comarcas existía una posta,
ubicada al pie de los bañados El Español
Muerto y Dos Árboles, que era parte del
Camino Real del Oeste, trazado que unía
Buenos Aires con Cuyo.
Dichos campos fueron vendidos por el apode-
rado de la firma inglesa, Thomas Slater, al
Banco Agrícola Comercial del Río de la Plata -
entidad ya extinta - que cumplió un rol de des-
tacada importancia en la división, parcela-
miento y organización de la población.
En 1870 se aprobó la ley para la construcción
de la vía férrea Villa María – Río Cuarto, para
abrir caminos hacia los puertos y regiones
productivas. El primer tramo se libró al servi-
cio público el 13 de noviembre de 1873. Este
hito en la región impulsó la instalación de los
primigenios poblados y fomentó la llegada de
importantes contingentes de inmigrantes
interesados en las oportunidades que estas
tierras les ofrecían.
Primeros pobladores
El 2 de agosto de 1886 se sancionó en la
Provincia de Córdoba la Ley de Colonización,
lo que favoreció la conformación de una serie
de colonias en las tierras que eran ya propie-
dad del Banco Agrícola Comercial del Río de la
Plata. Ellas fueron: Cabrera, Columbus, San
Bernardo y La Agrícola. El mismo Banco hizo
mensurar y dividir esos campos en lotes de
100 hectáreas cada uno, demarcándose en
esa ocasión las actuales localidades de
General Cabrera y General Deheza, lotes que
el señor Hugo Stroeder – primer colonizador
de esos parajes y además administrador del
banco- vendió a razón de $25 la hectárea y a
pagar a largos plazos, proporcionando a los
colonos facilidades para adquirir parcelas de
tierra que de inmediato dedicaron al cultivo
de los cereales. Este loteo fue realizado por el
agrimensor ingeniero Eduardo Saint Remy
Urban.
Así llegaron a la zona los primeros inmigran-
tes de origen suizo-alemán y suizo-francés.
Familias enteras adquirieron campos y se ins-
talaron en los alrededores de lo que fue la pri-
migenia Estación de Ferrocarril de General
Cabrera.
Al Sr. Hugo Stroeder le sucedió en la adminis-
tración del Banco, el Sr. Fermín Maciel, quien
dio término a este plan colonizador, con la
venta de todos esos lotes que fueron adquiri-
dos por numerosos agricultores y chacareros.
De acuerdo con disposiciones legales, el
Banco donó los terrenos necesarios para que
se levantara en ellos la Iglesia, la Comisaría y
la Municipalidad.
En junio de 1893, el Sr. Deodoro Roca, como
Gerente del Banco Agrícola Comercial del Río
de la Plata, solicitó al Gobierno Provincial la
oficialización de las dos colonias: General
Cabrera y La Agrícola. En su misiva, destacaba
que los terrenos ya habían comenzado a ven-
derse y a sembrarse.
Finalmente, el 30 de junio, el Poder Ejecutivo
Provincial decretó la aprobación de los planos
presentados por el Banco y dejó fundadas las
colonias, lo que dio inicio oficial a la existencia
de General Cabrera que, sin embargo, ya con-
taba con antecedentes poblacionales.
Primeros años
Gracias al trazado del ferrocarril no sólo las
grandes empresas británicas comerciaban
productos, sino que también se fueron acer-
cando grandes contingentes de inmigrantes
tentados por la promesa de encontrar un
lugar tranquilo donde vivir y trabajar.
En esos comienzos, el poblado contaba solo
con 40 casas de ladrillo y 8 de barro y con 500
habitantes, de los cuales 272 eran niños.
También había un almacén precario con
mucho de pulpería.
En el año 1901 se creó la primera escuela, el
Centro Educativo Emilio Felipe Olmos, que
comenzó a funcionar en el mismo lugar en el
que está emplazada en la actualidad.
En ese mismo año, llega a General Cabrera el
Sr. Carlos Puddicomb, enviado como repre-
sentante del Banco Agrícola Comercial del Río
de la Plata, a quien se le concede un poder
especial para lotear y vender las tierras de
propiedad del Banco. También tuvo a su
cargo la administración de arrendamientos,
ceder novillos en préstamo, semillas para la
siembra y facilitar instrumentos y equipos
para labranza. De este modo, los inmigrantes
–que provenían principalmente de las regio-
nes italianas del Piamonte y Le Marche- podí-
an comenzar a transformar el “desierto” en
extensos campos de cultivo y pastoreo.
Este auge de inmigración condujo a la crea-
ción de la Sociedad Italiana de Socorros
Mutuos Umberto Primo en el año 1902. Los
principales fines de esta asociación fueron:
fomentar los vínculos de hermandad entre
los asociados, mantener vivo el espíritu de
nacionalidad, el socorro mutuo, la instruc-
ción, la educación y defender y promover el
bienestar moral de la clase obrera. En 1904, se
adquiere el terreno y luego se edifica la sede
social, donde se encuentra actualmente.
Camino hacia la organización institucional
Este crecimiento provocó la necesidad de una
incipiente organización política, la primera
Comisión de Fomento, que organizó la vida en
comunidad. Por aquellos años, se creó también
la oficina del Registro Civil.
Esta Comisión tuvo una importante misión: la
creación de otra escuela. Además, se abocó al
arreglo de frentes y calles, a la colocación de
plantas, a la recolección de basura, el ensanche
y limpieza del cementerio; se realizaron exposi-
ciones y ferias y se comenzó con el arreglo de
los caminos rurales que llegaban a Cabrera. A la
acción de esta primera Comisión de Fomento -
presidida por el Sr. Carlos Puddicomb- le siguie-
ron otras, conformadas por vecinos prominen-
tes de la localidad que trabajaron en pos del
beneficio colectivo.
A estas poblaciones nacientes las caracterizaba
un marcado sentido religioso, quizá por el
desarraigo sufrido por muchos de sus habitan-
tes. Es por ello que el esfuerzo de estas perso-
nas se vio plasmado desde el año 1900 con la
construcción del Templo Católico gracias a con-
tribuciones provenientes de los vecinos, en un
terreno donado a tal efecto por el Banco
Agrícola Comercial del Río de la Plata. Toda
esta zona dependía del curato de Villa Nueva.
La Parroquia, bajo el patronazgo de San José,
fue erigida el 8 de agosto de 1910 y le corres-
pondió los territorios de General Deheza,
Colonia Dolores y Carnerillo. El Reverendo
Padre José Giorgini fue su primer párroco.
En el año 1926 fue creada la Municipalidad. A
partir de ese entonces, las autoridades comu-
nales se encargaron de dar un nuevo impulso al
progreso local mediante obras que aún hoy
perduran.
El primer intendente electo fue el ingeniero
Martín Backhaus, quien tuvo a su cargo la
implantación del régimen comunal con toda su
organización correspondiente: presupuesto,
cobro de impuestos, nivelación de calles, desa-
gües, etc.
Al calor de las diversas intendencias que fueron
sucediéndose, se gestaron nuevas y dinámicas
instituciones, y se afianzaron otras, que hicie-
ron de General Cabrera la pujante localidad que
es en la actualidad. Son ya 126 años de existen-
cia oficial vividos con fervoroso empeño, años
en los que fueron sumándose alegrías y dificul-
tades, en los que prevaleció el empeño y el
deseo de progreso.
*Historia entre todos es un proyecto de la Red
Argentina de Ciudades Educadoras.
HISTORIA ENTRE TODOS*
El Corredor Mediterráneo / Página 8
MUNICIPALIDAD
DE LA CIUDAD
DE RÍO CUARTO
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La Columna
humorsolini
Por Heraldo Mussolini
Cartas de la palabra Río
Por Claudio Asaad
Cerca del sueño
Allí estoy. Pequeño como una semilla.
El que duerme no existe. Sólo la sombra
Tiembla en la muralla.
Lukas Modysson
No puedo dormir o no quiero. La noche es tan miserable como mi cuerpo,
acá tirado. Es un trapo más sacudido por la sangre, entorpecido por la
respiración. Un velo de oscuridad me separa. Hace una eternidad del últi-
mo resplandor que no termina de apagarse. No dice basta de una buena
vez, no sabe extinguirse. Sólo puede repetir su inercia, envolver las ceni-
zas, seguir mudo en la intemperie, sobre el desierto, y el ahogo, el peso y
la brutalidad de este verano. En el río los perros a la noche te huelen más.
Hociquean la penumbra, son ojos sin deseos, guirnaldas de a dos revisan-
do un rumbo sin destino.
Olvido, de apoco al tiempo. Pero el tiempo no. No olvida. Está revuelto
de descontento, me ha violentado cuatro o cinco veces con forma de
temblor. Me hace tiritar, se descompone justo adentro de las venas. Ola
pesada que nunca llega a romper. Estar vivo es siempre peor para la con-
ciencia. Deseo una muerte enana que me saque incluso de este relato. Un
gesto que no haga memoria, no tenga el deseo de la letra, de hablar por
hablar en otro insomnio.
Este río no suena. Sufre de debilidad. El viento no. Luce violento y ahora
se pone a ahorcar las formas del paisaje. O los arrastra porque sí al nudo
de la tormenta.
Suelta la lluvia es una herida sobre la noche. La destella hasta morderle la
cara. La prefiero oscura, conocida, no herida, a la noche.
No tengo nada para hacer si vos estas quieto. El miedo me apuñala de a
poquito con algo menos penoso que un alfiler. Quiero alcanzar con un
dedo alguna parte de tu piel, saber si temblás también o tiritás de ansie-
dad, o por el calor que se va porque el agua lo lava, o se lo lleva, o la eva-
pora hacia otro cielo, o lo deja cruzar el puente en cruz.
Vos querés que se termine este infierno. “Se termina este infierno”, dijis-
te. Yo, no se pronuncia, pero siente que el infierno abre infinitas puertas.
Yo siente ganas de correr a favor de irse, de escaparse, pero todo ha sido
previamente por el temor.
El miedo es un asesino que siempre está por matar, pero me mantiene en
agonía. ¿Cuántas arenas faltan para llegar al amanecer?
El agua ha dejado su siembra. Los brillos sobre la piel que la luz resucita,
una inquietud distinta.
Tu respiración, entre dos truenos lejanos. se fue al sueño. Mi miedo me
transformó en una botella que se va ahogando en el medio del río.
Repleto, pronto no podré escuchar los grillos ni los sapos, tampoco con-
trolar el jadeo entrecortado de tu respiración abismarse al vacío y regre-
sar por más aire y humedad del río.
Si hubo horizonte lo perdí de vista. No me dejaré enterrar por el frío acuá-
tico, ni el terror noctámbulo.
Hay una esperanza. Escucho a los perros respirar y buscar señales en tu
cuerpo. Las golondrinas han visto antes el aliento de la primera luz y vue-
lan por encima de los árboles. “Parecen cuervos”.
Me parece que decís, pero no te encuentro.
Me quiero despertar, pero vuelve a pasar otra vez. Me muero un ratito,
me hundo botella al fondo del lecho del río. Inmóvil y paralítico, tieso, sin
química básica, ni física para el impulso motriz. Hay que esperar. Hacerse
más el muertito, hasta que el engaño llame al cuerpo. Es un golpe del
regreso, una fatalidad eléctrica.
La tormenta puso roja la siesta. La habitación de las telas se tiñe por única
vez de este amarillo rosado.
No sé adónde te fuiste. Ahora perdí todo.
Lo que tenía cuando no estaba en este mundo, se evaporó y andará por
ahí perdido, todo suelto y sin saber por qué.
No hay remedio para la vigilia, para esta vida cubierta de razones.
No quiero salir a perderme de nuevo.
Elías
SUPLEMENTO CULTURAL DEL CENTRO
DECLARADO DE INTERÉS CULTURAL POR EL
CONCEJO DELIBERANTE DE RÍO CUARTO

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El Corredor Mediterráneo

  • 1. Suplemento Cultural del Centro Río Cuarto . Río Tercero . San Francisco . Villa María Miércoles 16 de octubre de 2019 . Año 20 N° 875 El Corredor Mediterráneo humorsolini POR HERALDO MUSSOLINI PÁG. 8 Durante su visita a la 15ª Feria del Libro Juan Filloy, ECM mantuvo un breve diálogo con el escritor chaqueño sobre Don Juan, documental sobre la vida y la obra del icónico autor riocuartense, el exilio y la lectura principalmente. PÁG. 2-3 Breve entrevista a Mempo Giardinelli LA COLUMNA Cerca del sueño POR CLAUDIO ASAAD PÁG. 8 HISTORIA ENTRE TODOS: GENERAL CABRERA JUNTA MUNICIPAL DE HISTORIA DE GENERAL CABRERA PÁG. 7 WALT-WHITMAN: LA LIBERTAD HECHA POESÍA POR ISABEL REZMO PÁG. 6 JUGAR CON JUAN POR CANDELARIA DE OLMOS PÁG. 4-5
  • 2. Tras publicar su primera novela - ¿Quién prohibió el circo?- prohibida y quemada por la Dictadura, Mempo Giardinelli debió exiliarse a México, donde desarrolló gran parte de su obra, hoy reconocida en todo el mundo. De regreso a Argentina en 1984, Giardinelli tuvo una activa parti- cipación en favor de la restauración democrática sin que esto le restara tiempo a sus actividades culturales y literarias. La revista Puro cuento, inspi- rada en la mexicana El cuento, creada por Edmundo Valadés, donde él había colaborado, significó uno de sus apor- tes más importantes al conocimiento y la difusión de los creadores argenti- nos del interior y al mismo tiempo uno de los factores que cimentaron la amistad entre Filloy y Giardinelli. -VuelveunavezmásRíoCuartotrasla estela de Juan Filloy, uno de los auto- resmássobresalientesdelaliteratura argentina del siglo XX y lo hace para presentarenlaferiaquellevasunom- bre un documental sobre él… - Es cierto, y es como que se alinearon los planetas para una celebración emotiva y necesaria. - En cierto modo, entre usted y don Juan hay algunas cosas en común, comoelhechodequeambosprefirie- ron trabajar en ese territorio que los metropolitanos llaman interior… - También es cierto, y no descarto que el ejemplo de Don Juan haya influído en mí, aunque no conscientemente. No obstante, lo que importa siempre es la obra, no dónde se produce. - Usted era un escritor veinteañero cuando escribió su primera novela, “¿Por qué prohibieron el circo?”, que había sido reconocida por un jurado compuesto por Roa Bastos, Julio Cortázar,RodolfoWalshyJuanCarlos Onetti, pero la que acabó perseguida y quemada por la Dictadura fue la novela ¿la consideraba usted subver- siva? - No, yo sólo había escrito una novela. Es decir una historia ficcional que, tuviera o no anclajes en personas o hechos reales, para mí siempre y ante todo fue y es, y seguirá siendo, una fic- ción. O sea, literatura. Que es un terri- torio en el que no importan tanto, o no deberían importar, los adjetivos. - En aquellos momentos ¿sentía usted que la literatura debía comprometi- da, como quería Sartre, o, como que- ría Lévinas en “La realidad y su som- bra”, una exploración que revelara la realidad que las sombras ocultan? -Nopuedoafirmarlonidesmentirlo,ni es un tema que me desvele. Mi com- promiso estético es y fue siempre absoluto con la creación literaria en tanto eso: literatura. La idea del "arte comprometido" me parece hoy un tanto arcaica, como desdibujada por los años y por muchas obras de cues- tionable o dudoso valor artístico. - Siendo tan joven como era cuando debió marcharse del país ¿sintió el exilio como un no lugar? -Comoun"nolugar",no,jamás.Elexi- lio fue para mí un lugar concreto, y fue una etapa en el compromiso y el amor a mi país. Y también fue un aprendiza- je de amor a México, país generoso, de extraordinaria y sorprendente cul- tura, y con tanta gente solidaria. Jamás dudé que regresaría en cuanto fuese posible y por eso para mí el des- garro fue doble: primero por tener que marchar al exilio; y después por dejar México al regresar. - La experiencia del destierro ¿influyó, y no me refiero al paisaje o al ambien- te de sus creaciones, en algo en su escritura? -Sinningunaduda.Elmagisteriolitera- rio mexicano fue decisivo para mí. Haber trabajado varios años en la revista El cuento, junto a Edmundo Valadés y Juan Rulfo, fue determinan- te. Igual que la amistad generosa que me dispensaron Elena Poniatowska, Augusto Monterroso, Marco Antonio Camposytantaspersonalidadeslitera- rias más. - Durante su residencia en México publicóunensayodedicadoalgénero negro ¿puede considerárselo, al menos en las obras de los grandes maestros estadounidenses, una forma de literatura social? - Pienso que sí, y no sólo en ese ensa- yo, que hoy es básico para la iniciación y comprensión del género negro. De hecho mis cuatro o cinco novelas poli- ciales, y varios de mis cuentos negros, El Corredor Mediterráneo / Página 2 Breve entrevista a Mempo Giardinelli Por Antonio Tello Fotografías: Soraya Clop
  • 3. pueden ser leídos en esa tesitura. Pero hoy no creo que este género literario seaimportanteporsusalusionessocia- les; creo que es importante en tanto literatura que ha producido grandes obras. - En su Resistencia natal usted cuenta con una fundación dedicada a promo- ver el libro y la lectura ¿basta con el hábito o es necesario también una educación de la sensibilidad estética? -Comoentodadisciplina,ylalecturalo es, la educación es fundamental. En nuestra Fundación tenemos un InstitutodeEstudiosSuperioresquese especializa en Pedagogía de la Lectura Literaria, y desde allí formamos media- dores bien capacitados, que a su vez son formadores de lectores y lectoras. - En estos momentos en los que se aprecia un enorme ruido que a muchos impide pensar con claridad y, por tanto hablar y escribir con propie- dad ¿cómo recuperar el espacio del pensamiento racional? - Esos ruidos existieron siempre, y con- tinuarán. Lo interesante me parece que es seguir pensando y producien- do,porencimayapesardetodoruido. El pensamiento no cesa jamás. El Corredor Mediterráneo / Página 3 ElestrenodeDonJuan,documentalrealizadoalolargodevariosaños de visitas y charlas con Juan Filloy por el escritor chaqueño es el inicio del breve diálogo con él.
  • 4. El Corredor Mediterráneo / Página 4 Con un atrevimiento que roza la altanería y con la venia generosa de José di Marco y Mónica Filloy (que no pudo ver este libro terminado) me he permitido intervenir las memorias de infancia de Juan Filloy, un texto ya remoto y entrañable, publicado por primera vez en 1994, el año en que Filloy cumplía los cien. Intervenir es consigna que UniRío les ha dado a todos y cada uno de los artistas plás- ticos que han diseñado las tapas de la Colección Juan Filloy. En esta ocasión –la de estas memorias que se titulan Esto fui– la consigna recayó sobre Ileana Gonella que ha hecho una hermosísi- ma interpretación del ámbito en el que Filloy vivió su infancia y que tiene fuerte protagonismo en este libro: barrio General Paz que se adivina en la cuadrícula dispues- ta en forma de damero; el almacén de los Filloy que es esa ventanita amarilla, abierta al barrio, abierta al mundo; el río Suquía que corre presuroso como la sangre en las venas, como unas nervaduras de tinta y deseo, como unas correntadas de vida nueva y futuro. Pero a mí… ¿quién me llamó a intervenir? ¿Quién me pidió que injertara –como le pedi- mos a Ileana que injertara su imaginación en ese retrato de Filloy ya pretérito, hecho por Franklin Arregui Cano que supo ser su amigo–, quién me pidió que injertara (digo) unos textos en el texto de Juan Filloy? Nadie. Decididamente nadie. Nadie me pidió, pero nadie me impidió. Y entonces, jugué a injertar. Injertar no al pie del texto sino en los márgenes: injertar marginalias que es un género muy atractivo y muy anti- guo. Dice Wikipedia que marginalia es el término reservado para referir “a las notas, glosas y comentarios editoriales hechos en el mar- gen de un libro”. Dice también que los esco- lios de los manuscritos clásicos son la forma más antigua de marginalia que se conoce. Hago click sobre la palabra escolio cuyo color azul me hace saber que se trata de un hipervínculo. Dice Wikipedia que los esco- lios son “notas o breves comentarios gra- maticales, críticos o explicativos que se insertan en las márgenes del manuscrito de un autor antiguo como glosa sucinta”. Glosa es también una palabra azul, una pala- bra hipervínculo. Hago click en glosa y dice Wikipedia que es una “nota escrita en los márgenes o entre las líneas de un libro”. Libro es una palabra azul. Y también glosa- rio. No hago click sobre ellas y vuelvo a mar- ginalia. Dice Wikipedia que el término fue acuñado por Samuel Taylor Coleridge que hizo muy extensas notas en los márgenes de todos los libros que leyó y que publicó cinco volúmenes de puras notas, puras mar- ginalias. Me pregunto si Samuel Taylor Coleridge habrá realmente leído todos los libros de su biblioteca, como dice Wikipedia. Y me acuerdo otra vez de Filloy, que no leyó todos los libros de su biblioteca pero que a veces, en esos que sí leyó, hacía también marginalias. Por ejemplo al final de un capí- tulo de El Proceso de Kafka anotó: “Hasta acá es el relato más fofo, desabrido y estúpi- do que conozca”. Y, más adelante: “Esto es insoportable, abotargantemente estúpido. Soso a la n potencia”, y subrayó la n. A eso no lo dice Wikipedia. A eso lo encontré hur- gando la biblioteca que Filloy tenía de narra- tiva y que hoy se conserva en el Centro Cultural Trapalanda de Río Cuarto. Es sabido que Edgar Alan Poe llamó a algu- nas de sus reflexiones, marginalias. A eso sí lo dice Wikipedia.Y que algunas marginalias fueron marginalias por obligación, por las circunstancias en que fueron escritas, que eran las de la escasez de papel impuesta por la pobreza, la prisión o la muerte. Wikipedia ofrece tres ejemplos, uno más dramático que otro: John Belthune, poeta inglés pobrí- simo solo tenía los márgenes de los libros que tomaba prestados para escribir. Voltaire, en prisión, se las arregló para escri- bir en los márgenes de lo que sea que haya tenido a mano. Sir Walter Raleigh escribió una declaración en los márgenes de algún libro minutos antes de ser ejecutado. Pienso que estas tres historias servirían para escribir un ensayo que se titulara: “Usos no convencionales del papel”. En esa historia entraría también Mijaíl Bajtín que, dicen algunos (no Wikipedia), que empleó el papel de su trabajo La novela de educación en Alemania, para armar cigarrillos que luego se fumó uno por uno. En La vida invi- sible, Silvya Iparraguirre ha desmentido esa deliciosa anécdota. Entraría también Filloy cuyo padre compra- ba, en remates, carradas de libros que luego le servían para envolver los jabones que fabricaba Adolfo Boll y que él vendía en su almacén de Barrio General Paz, en Córdoba. Esta anécdota no ha sido desmentida por nadie. Tampoco está en Wikipedia. Esa anécdota consta en las memorias de Filloy tituladas Esto fui, reeditadas por UniRío a veinticinco años de su primera edición. Pienso también que a Filloy le hubieran encantado esas historias (la de Belthune, Sir Raleigh y Voltaire. No creo que la de Bajtín). Él que escribía en el reverso de formularios, menús, cartas institucionales y en mitades y cuartos de hoja. Él, que como pequeño aho- rrista o, incluso, como un ecologista pruden- te, aprovechaba al máximo lo que hay, la totalidad de lo que hay: el anverso y el reverso del papel para escribir, los márge- nes para anotar, los sobres de la correspon- dencia para guardar borradores, etc... A eso no lo cuenta Filloy, lo cuento yo en una de las marginalias que he injertado en sus memorias. Lo que cuenta Filloy es que a su padre, Benito, le gustaba cazar. Entonces salía con Manuel, su primogénito “en dirección a los campos abiertos de El Quebrachal, la Chacra de la Merced o las Sesenta Cuadras” a comer asado y a cazar torcazas y perdices con una escopeta calibre 16. Volvían con los morrales llenos de pajaritos que tiraban arri- ba de la mesa y se ponían todos a desplumar “clasificando las plumas para almohadas, cojines y edredones” y pregustando la “exquisitez de las perdices en escabeche”. Esa forma de aprovechar los pajaritos sin desperdiciar ni plumas ni carne me recordó a lo que había visto en los papeles persona- les de Filloy, muchos de los cuales se conser- van en el Archivo Histórico Municipal de Río Cuarto: un aprovechamiento sin desperdicio de papeles y papelitos. Me recordó también lo que me había pareci- do ver, no ya en sus papeles privados, sino en los libros que hizo públicos (aunque como se sabe, en ediciones también priva- das) donde aprovechó los recursos del modernismo y de la vanguardia. Y entonces, con la excusa de los pajaritos, injerté allí una marginalia que habla de su archivo y de su literatura. Y otra ahí donde habla de su medio herma- no Pablo Cremer, que era un compadrito de armas llevar, para decir que más adelante el compadrito se compuso y se fue a Buenos Aires y puso un taller de “plegado, borda- dos, festones y vainillas” en Caballito, aun- que se volvió burrero y bebedor, tan bebe- dor que acabó muriendo de cirrosis a los cin- cuenta y pico. Y otra ahí donde Filloy recuerda sus terrores nocturnos de niño, alimentados por los rela- tos que en el almacén de su papá, que era también despacho de bebidas, contaban los parroquianos acerca de ciertos barrios espantosos como El Abrojal y La Bomba. Y entonces digo que El Abrojal, en efecto, era Por Candelaria de Olmos Jugar con Juan1 LECTURA A propósito de la publicación de Esto fui, de Juan Filloy, por UniRío Editora, la profesora Candelaria de Olmos escribe sobre algunos aspectos fundamen- tales de este libro manifiestamente autobiográfico del autor de Caterva, Op Oloop y La potra, entre otros.
  • 5. El Corredor Mediterráneo / Página 5 un barrio pendenciero al que iban los estu- diantes de las buenas familias para fre- cuentar el prostíbulo y en el que supo entrar Manuel Gálvez acompañado de la policía para ilustrarse y luego escribir una novela en clave realista. Digo que el barrio es hoy Barrio Güemes tan frecuentado por turistas como Palermo y San Telmo. Las marginalias dicen este tipo de cosas: un dato curioso de un personaje o de un lugar ya desaparecidos y, en ocasiones, alguna reflexión sobre la literatura que Filloy produjo después que dejó de ser niño y mucho antes de publicar Esto fui. Destacadas, no en azul, pero sí en negri- tas, algunas palabras, algunos fragmentos del texto de Filloy disparan, como un hipervínculo, este otro texto: una nota al margen, una apostilla, como las hemos lla- mado en la tapa del libro. Ahora no sé si me gusta tanto el término apostilla (a José Luis Ammann que tanto trabajó en el diseño de tapa no le va a gus- tar esto). Sucede que apostillar, apostillar un documento, dice Google, es certificar, autenticar y lo último que mis injertos pre- tenden es autenticar nada. Menos que menos las memorias de Filloy. Wikipedia no dice nada de las apostillas, solo de la Apostilla de La Haya. Consulto la RAE y me reconcilio un poco con el térmi- no. La RAE dice que una apostilla es “una acotación que comenta, interpreta o com- pleta un texto”. Mis acotaciones son eso: acotaciones. No completan ni interpretan; apenas comentan. El término acotación nos devuelve al margen: “apunte en el margen de algún escrito o impreso”, dice la RAE. Lo que está en el margen no es lo princi- pal. Lo principal es lo que está en el centro y lo que está en el centro de este libro es el relato de la infancia de Juan Filloy. Un rela- to que no es relato. No espere el lector una narración en orden cronológico de los sucesos que le acaecieron a Filloy niño, sino unos fragmentos, unas estampas acaso del mismo estilo de las que había en Periplo, ese libro de viajes que tampoco es relato y que es su primer libro, publicado en 1931. Si Periplo le permitió a Filloy inscribirse en una larga tradición de escritores viajeros, Esto fui le permite inscribirse en una no menos larga tradición de escritura auto- biográfica. Y si en aquél encontrábamos a un joven inquieto yendo y viniendo de una punta a la otra de Europa; en éste, los des- plazamientos no se salen de Barrio General Paz. El viaje es al pasado: a la infancia remota de un señor al que conoci- mos viejo (centenario) pero que también fue niño: también fue a la escuela, también hizo travesuras (como unir las polleras de las señoras con alfileres de gancho, arrojar muñecos rellenos de paja desde los puen- tes, enjabonar palos con caca). Fue un niño que sufrió accidentes de niño aunque de niño de otra época (se cayó de la jardi- nera de su padre, padeció la ira de un caba- llo mal llamado El Manso que lo hizo volar por el aire y “lo catapultó entre los chur- ques” del río Suquía). Fue un niño que tuvo mascota, tuvo amigos, tuvo miedo y tuvo juguetes. O no. No tuvo juguetes. Tuvo todo eso menos juguetes. “¿Qué chico del suburbio tenía juguetes a principios de siglo?”, se pregunta Filloy en alguna parte de estas memorias. Y también: “Fue una infancia sin juguetes. Cuanto más un balero y una pelota de trapo. Jamás vimos en nuestras manos esos juguetes deslumbrantes que tienen los niños ricos”. Y sin embargo (ahora me doy cuenta), Esto fui está lleno de juguetes. Vuelvo al libro que tantas veces he visitado en este último tiempo (junto con Daila Prado con quien comparti- mos jornadas y jornadas de correcciones de galera y Maxi Brito que estuvo jornadas y jornadas trabajando en el diseño del inte- rior)… vuelvo al libro y encuentro jugue- tes: por todas partes, juguetes. En las proximidades de la fábrica de papel que visitan cuando falta la maestra a clase, Filloy y sus compañeros recogen los resi- duos industriales que dicha fábrica arroja en el perfil de las barrancas del río: “era una especie de ceniza fofa y amarillenta – dice Filloy– dentro de la cual venían, para deleite nuestro, miles y miles de gomitas empleadas entonces en las cajas de fósfo- ros. Con ellas, en carreteles vacíos corona- dos por 4 o 6 clavitos, tejíamos y tejíamos largos cordones en pacientes jornadas”. Y también: “Ballenas de corset bien afila- das nos servían para jugar a la cortadita de los barriletes remontados. Atadas a las ori- llas de la cola, mediante tirones del barrile- te nuestro, su acero cortaba el hilo tenso y mandaba al diablo la pandorga rival” Y más adelante: “con auténticas vejigas de chancho, que conseguíamos en el matade- ro de San Vicente, los chicos del barrio jugábamos al fútbol. Infladas con la boca, su redondez semidura permitía a los pies descalzos un juego menos aguerrido que con las pelotas de trapo”. Y ahora pienso que me hubiera gustado injertar una marginalia que dijera algo de los juguetes, de los juguetes que Filloy no tiene pero fabrica. Una marginalia que recogiera acaso las afirmaciones de Walter Benjamin cuando dice que “solo en el siglo XIX la fabricación de juguetes llega a con- vertirse en una industria especializada” y que hasta entonces los juguetes nacían en los talleres artesanales de los caldereros que hacían soldaditos de plomo, de los tallistas que tallaban figuritas de madera, de los pasteleros que hacían las miniaturas de azúcar, de los fabricantes de velas que hacían las de cera. Una marginalia que dijera algo de los juguetes que Filloy fabrica también artesa- nalmente, pero con desperdicios. Que dije- ra que esa fue, acaso, la manera como armó sus libros: artesanalmente. Eligiendo los tipos, diseñando las tapas, corrigiendo las pruebas, enviándolos a los amigos, evi- tándose el circuito industrial de editores y el comercial de libreros. Que dijera que esa fue la manera como construyó su literatura: jugando con des- perdicios, con eso que la sociedad dese- cha: el lenguaje coloquial, el prostibulario, el lunfardo, los géneros menores, los linye- ras, los estafadores, los locos, las mendi- gas, las putas, los viejos. Los viejos que cuentan su infancia. Y que dijera (en un arranque confesional) que injertar margi- nalias fue también mi modo de jugar, de jugar con Filloy que sabía jugar. Ojalá ustedes quieran sumarse y leer que es acaso la más hermosa manera de jugar 1. Texto leído en la presentación de Esto fui. Memorias de la infancia, de Juan Filloy (UniRío, 2019) en la Feria del Libro de Buenos Aires el 27 de abril de 2019 y en Feria del Libro Juan Filloy de Río Cuarto el 10 de octubre de 2019.
  • 6. El Corredor Mediterráneo / Página 6 WALT-WHITMAN: LALIBERTAD HECHAPOESÍA Por Isabel Rezmo Admirado por otros grandes poetas y escrito- res como León Felipe o Borges, Whitman sigue siendo referencia obligada a los 200 años de su nacimiento. Se publican nuevas ediciones, biografías, estu- dios, investigaciones y antologías de la obra de este singular poeta norteamericano y muy especialmente Hojas de Hierba , poemario que fue puliendo, ampliando y reeditando a lo largo de toda su vida, como una obra expansi- va, viva, mutable, que iba creciendo con él y con su entorno. Whitman, nacido en Long Island (1819-1892), de origen humilde, autodidacta, influido inicial- mente por el Trascendentalismo y el realismo filosófico; siempre se mostró como un radical defensor de la Democracia y de sus principios más profundos, ya ejerciera como carpintero, como impresor, como maestro, como periodis- ta, como editor o como auxiliar en hospitales de campaña durante la Guerra de Secesión. Está considerado entre los más influyentes escritores del canon estadounidense y ha sido llamado el padre del verso libre. Su trabajo fue muy controvertido en su tiempo, en particular por su libro Hojas de hierba, descrito como obsceno por sus abiertas referencias a la homosexualidad. !Oh capitán, mi capitán!, versos escritos por Whitman y dedicados al presidente Abrahan Lincoln, fueron popularizados universalmente gracias a El club de los poetas muertos, pelícu- la dirigida por Peter Weir y protagonizada por Robin Williams, que sin duda inspiró y acercó a millones de personas al universo de la poesía y a la figura del venerable barbudo. Leyendo a Walt Whitman (1819-1892) pensa- mos que la poesía, el poeta nace salvaje, es un producto natural, silvestre, que se alimenta, se abona con la propia realidad sin contaminar o en su caso inmune a la nociva enfermedad del artificio, de lo sofisticado. Entendiendo la poe- sía, sus versos, como un producto inmaculado que florece espontáneamente. Panteísta, endógena, que brota de su propio ser, engen- drada en su anatomía, en sus entrañas. Borges, traductor de Whitman Whitman ha sido a lo largo de estos dos siglos modelo y guía para un buen número de poetas y escritores que mostraron su admiración y su influencia. Entre los escritores que se han visto marcados por su obra figuran Rubén Darío, Wallace Stevens, León Felipe, D. H. Lawrence, T. S. Eliot, Fernando Pessoa, Pablo de Rokha, Federico García Lorca, Hart Crane, Jorge Luis Borges, Pablo Neruda, Ernesto Cardenal, Allen Ginsberg o John Ashbery, entre otros. En el caso de Jorge Luis Borges, dejó una excepcional traducción al castellano de Hojas de Hierba (Barcelona, Lumen, 1972). Borges defendía al poeta norteamericano de algunos academicistas y sostenía que Hojas de Hierba es un experimento vivo y mudable, que se niega a que se le fije un sentido único, lleno de términos filosóficos y de palabras extranje- ras, que de alguna manera ilustran su genio. El escritor argentino calificaba a Whitman como místico del lenguaje que elige con cuidado las palabras, de forma consciente, aunque en algunos momentos pudieran parecer incon- gruentes. Sus poemas ciertamente contienen multitud de arcaísmos, neologismos, americanismos, palabras extranjeras y elementos heteróclitos. Pero si leemos atentamente el autor nortea- mericano poco le importaba: “¿Me contradigo? Muy bien, me contradigo. (Soy amplio, conten- go multitudes)” … Ya no recibirás de segunda o de tercera mano las cosas, ni mirarás por los ojos de los muer- tos, ni te alimentarás por los espectros de los libros. Tampoco mirarás por mis ojos, ni acep- tarás lo que te digo”. León Felipe y su paráfrasis de “Canto a mí mismo” Canto a mí mismo es el poema central y el corazón de Hojas de Hierba. Contiene la esen- cia de su concepción del mundo, de su poesía y de sí mismo. Nada mejor para entender ese universo de Whitman que acercarnos a su más ferviente admirador, el poeta español León Felipe, que tradujo su obra del inglés al castellano y publi- có su Paráfrasis de Canto a mí mismo. En su particular homenaje, León Felipe presen- ta este extenso poema de Whitman como su momento más luminoso, donde están conteni- dos su doctrina y su mensaje, como “una sinfo- nía donde no falta ningún instrumento, ningu- na voz, ningún paisaje”: Quiero yo presentaros a este poeta Se apellida Whitman Pero Dios le llama Walt. No tiene familia. Es hijo de la tierra más que de la sangre, como todo norteamericano legítimo. Que en esto se diferencia del europeo. Y en esto se diferencia también el pionero del conquistador. No tiene genealogía. … Le basta con saber que todos fueron hijos, como él, de la tierra y el viento, de esta tierra y de este viento de América. León Felipe, que nunca dejó de lado su propia condición de exiliado y de hombre con con- ciencia de su tiempo y fiel a sus ideas, vio en Whitman al “hijo de la tierra más que de la san- gre”, al “viejo camarada de Long Island”. En cuanto al Canto a mí mismo, afirmaba, “no es más que una invitación al heroísmo que se le hace al hombre de la calle”. Consideró a Whitman, además de un modelo literario inspi- rador, su alter ego en la asunción de un com- promiso ético, social y político, pues, como señaló Luis Cernuda, para los dos “el poeta es un profeta y no un artista, un profeta no tanto en el sentido de vidente, sino de dirigente”. También León Felipe adoptó como Walt Whitman esa actitud unificadora que conside- raba su trabajo como una sola cosa, un libro, un conjunto de hojas que van modificándose con la vida y sus avatares: “Toda mi poesía - escribía León Felipe- no es más que un solo y único poema”. Influencia y legado Whitman fue llamado el primer poeta de la democracia estadounidense. Una amiga britá- nica, Mary Smith Whitall Costelloe, escribió: “No se puede entender realmente a los Estados Unidos sin Walt Whitman, sin Hojas de hierba... ". El poeta modernista Ezra Pound dijo sobre Whitman -no sin cierto fervor- “Poesía de América... Él es América”. Andrew Carnegie lo catalogó como “el gran poeta de América hasta el momento” Escasamente reconocido por la crítica nortea- mericana, Europa canta las excelencias de su poesía. La ciudad de Boston responde prohi- biendo Hojas de hierba por obscenidad. Encerrado en casa de su hermano George en Camden, New Jersey, prepara una última edi- ción de Hojas de hierba, escribiendo poemas “desde el lecho de muerte”. Compra un mau- soleo para sus restos y los de su familia, y lo visita en varias ocasiones. El 26 de marzo de 1892 muere de bronquitis. Tres mil personas acuden a honrar el cadáver. Ya no es Walter Whitman, un hombre inseguro e inestable, sino el Poeta de América. En toda su poesía nos invita a ser protagonis- tas de nuestra vida, no solo a ser espectadores si no también actores, tomar la rienda de nues- tro destino, mirar y asombrarnos de lo más ínfimo en apariencia. Amar lo que se hace, lo que se siente ,rechaza la fama y las satisfaccio- nes consumistas; la obsesión por el dinero y sus comedias humanas. Vive en la intimidad de los cuerpos y la Naturaleza para no ser póstu- mo en vida.
  • 7. El Corredor Mediterráneo / Página 7 GENERALCABRERA: ENTRELASVÍASDELTREN YELSUEÑODELOSCOLONOS Por Junta Municipal de Historia de General Cabrera. La ciudad de General Cabrera está ubicada en una vasta zona agrícola, ganadera, comercial e industrial donde se produce el 98% del maní del país. Favorecida por las condiciones climá- ticas y de suelo, esta localidad del sur de la provincia de Córdoba tiene una historia que se trazó de la mano de la llegada del ferroca- rril. Antes del año 1880 existía al noreste de Río Cuarto un establecimiento ganadero de 40.000 hectáreas, propiedad de una sociedad de ingleses, denominado “El Tambito”. Según investigaciones realizadas por historiadores locales, en estas comarcas existía una posta, ubicada al pie de los bañados El Español Muerto y Dos Árboles, que era parte del Camino Real del Oeste, trazado que unía Buenos Aires con Cuyo. Dichos campos fueron vendidos por el apode- rado de la firma inglesa, Thomas Slater, al Banco Agrícola Comercial del Río de la Plata - entidad ya extinta - que cumplió un rol de des- tacada importancia en la división, parcela- miento y organización de la población. En 1870 se aprobó la ley para la construcción de la vía férrea Villa María – Río Cuarto, para abrir caminos hacia los puertos y regiones productivas. El primer tramo se libró al servi- cio público el 13 de noviembre de 1873. Este hito en la región impulsó la instalación de los primigenios poblados y fomentó la llegada de importantes contingentes de inmigrantes interesados en las oportunidades que estas tierras les ofrecían. Primeros pobladores El 2 de agosto de 1886 se sancionó en la Provincia de Córdoba la Ley de Colonización, lo que favoreció la conformación de una serie de colonias en las tierras que eran ya propie- dad del Banco Agrícola Comercial del Río de la Plata. Ellas fueron: Cabrera, Columbus, San Bernardo y La Agrícola. El mismo Banco hizo mensurar y dividir esos campos en lotes de 100 hectáreas cada uno, demarcándose en esa ocasión las actuales localidades de General Cabrera y General Deheza, lotes que el señor Hugo Stroeder – primer colonizador de esos parajes y además administrador del banco- vendió a razón de $25 la hectárea y a pagar a largos plazos, proporcionando a los colonos facilidades para adquirir parcelas de tierra que de inmediato dedicaron al cultivo de los cereales. Este loteo fue realizado por el agrimensor ingeniero Eduardo Saint Remy Urban. Así llegaron a la zona los primeros inmigran- tes de origen suizo-alemán y suizo-francés. Familias enteras adquirieron campos y se ins- talaron en los alrededores de lo que fue la pri- migenia Estación de Ferrocarril de General Cabrera. Al Sr. Hugo Stroeder le sucedió en la adminis- tración del Banco, el Sr. Fermín Maciel, quien dio término a este plan colonizador, con la venta de todos esos lotes que fueron adquiri- dos por numerosos agricultores y chacareros. De acuerdo con disposiciones legales, el Banco donó los terrenos necesarios para que se levantara en ellos la Iglesia, la Comisaría y la Municipalidad. En junio de 1893, el Sr. Deodoro Roca, como Gerente del Banco Agrícola Comercial del Río de la Plata, solicitó al Gobierno Provincial la oficialización de las dos colonias: General Cabrera y La Agrícola. En su misiva, destacaba que los terrenos ya habían comenzado a ven- derse y a sembrarse. Finalmente, el 30 de junio, el Poder Ejecutivo Provincial decretó la aprobación de los planos presentados por el Banco y dejó fundadas las colonias, lo que dio inicio oficial a la existencia de General Cabrera que, sin embargo, ya con- taba con antecedentes poblacionales. Primeros años Gracias al trazado del ferrocarril no sólo las grandes empresas británicas comerciaban productos, sino que también se fueron acer- cando grandes contingentes de inmigrantes tentados por la promesa de encontrar un lugar tranquilo donde vivir y trabajar. En esos comienzos, el poblado contaba solo con 40 casas de ladrillo y 8 de barro y con 500 habitantes, de los cuales 272 eran niños. También había un almacén precario con mucho de pulpería. En el año 1901 se creó la primera escuela, el Centro Educativo Emilio Felipe Olmos, que comenzó a funcionar en el mismo lugar en el que está emplazada en la actualidad. En ese mismo año, llega a General Cabrera el Sr. Carlos Puddicomb, enviado como repre- sentante del Banco Agrícola Comercial del Río de la Plata, a quien se le concede un poder especial para lotear y vender las tierras de propiedad del Banco. También tuvo a su cargo la administración de arrendamientos, ceder novillos en préstamo, semillas para la siembra y facilitar instrumentos y equipos para labranza. De este modo, los inmigrantes –que provenían principalmente de las regio- nes italianas del Piamonte y Le Marche- podí- an comenzar a transformar el “desierto” en extensos campos de cultivo y pastoreo. Este auge de inmigración condujo a la crea- ción de la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos Umberto Primo en el año 1902. Los principales fines de esta asociación fueron: fomentar los vínculos de hermandad entre los asociados, mantener vivo el espíritu de nacionalidad, el socorro mutuo, la instruc- ción, la educación y defender y promover el bienestar moral de la clase obrera. En 1904, se adquiere el terreno y luego se edifica la sede social, donde se encuentra actualmente. Camino hacia la organización institucional Este crecimiento provocó la necesidad de una incipiente organización política, la primera Comisión de Fomento, que organizó la vida en comunidad. Por aquellos años, se creó también la oficina del Registro Civil. Esta Comisión tuvo una importante misión: la creación de otra escuela. Además, se abocó al arreglo de frentes y calles, a la colocación de plantas, a la recolección de basura, el ensanche y limpieza del cementerio; se realizaron exposi- ciones y ferias y se comenzó con el arreglo de los caminos rurales que llegaban a Cabrera. A la acción de esta primera Comisión de Fomento - presidida por el Sr. Carlos Puddicomb- le siguie- ron otras, conformadas por vecinos prominen- tes de la localidad que trabajaron en pos del beneficio colectivo. A estas poblaciones nacientes las caracterizaba un marcado sentido religioso, quizá por el desarraigo sufrido por muchos de sus habitan- tes. Es por ello que el esfuerzo de estas perso- nas se vio plasmado desde el año 1900 con la construcción del Templo Católico gracias a con- tribuciones provenientes de los vecinos, en un terreno donado a tal efecto por el Banco Agrícola Comercial del Río de la Plata. Toda esta zona dependía del curato de Villa Nueva. La Parroquia, bajo el patronazgo de San José, fue erigida el 8 de agosto de 1910 y le corres- pondió los territorios de General Deheza, Colonia Dolores y Carnerillo. El Reverendo Padre José Giorgini fue su primer párroco. En el año 1926 fue creada la Municipalidad. A partir de ese entonces, las autoridades comu- nales se encargaron de dar un nuevo impulso al progreso local mediante obras que aún hoy perduran. El primer intendente electo fue el ingeniero Martín Backhaus, quien tuvo a su cargo la implantación del régimen comunal con toda su organización correspondiente: presupuesto, cobro de impuestos, nivelación de calles, desa- gües, etc. Al calor de las diversas intendencias que fueron sucediéndose, se gestaron nuevas y dinámicas instituciones, y se afianzaron otras, que hicie- ron de General Cabrera la pujante localidad que es en la actualidad. Son ya 126 años de existen- cia oficial vividos con fervoroso empeño, años en los que fueron sumándose alegrías y dificul- tades, en los que prevaleció el empeño y el deseo de progreso. *Historia entre todos es un proyecto de la Red Argentina de Ciudades Educadoras. HISTORIA ENTRE TODOS*
  • 8. El Corredor Mediterráneo / Página 8 MUNICIPALIDAD DE LA CIUDAD DE RÍO CUARTO Subsecretaría de Cultura. C.C. DEL ANDINO Tel. 0358 - 4671995 MUNICIPALIDAD DE LA CIUDAD DE VILLA MARÍA Bv. Sarmiento y San Martín Tel. 0353 4527092 Director: Antonio Tello Redacción: Diego Formía Soraya Clop Secretaria de Redacción: Salomé Amaya Diseño: Gonzalo Sosa Fotografía: Jorge Tello Ilustración: José Aranguez Paco Rodríguez Ortega Jorge Sarraute Rocío Toledo Colaboradores: Oscar Aimar Antonio Álvarez Claudio Asaad Silvia Barei Abelardo Barra Ruatta Leandro Calle Eva Cháves Sergio G. Colautti Pablo Dema Verónica Dema José Di Marco Marcelo Fagiano Jorge Felippa Concha García Hernán Genero Alberto Hernández Francisco Martínez Hoyos Hugo Morales Solá Heraldo Mussolini Gonzalo Otero Pizarro Daila Prado Isabel Rezmo Jorge Rodríguez Hidalgo Bachi Salas Mario Trecek Ingrid Waisman Miguel Zupán DIRECCIÓN MUNICIPAL DE CULTURA DE LA CIUDAD DE SAN FRANCISCO Bv. 9 de Julio 1190 (2400) San Francisco Tel. 03564-439157 La Columna humorsolini Por Heraldo Mussolini Cartas de la palabra Río Por Claudio Asaad Cerca del sueño Allí estoy. Pequeño como una semilla. El que duerme no existe. Sólo la sombra Tiembla en la muralla. Lukas Modysson No puedo dormir o no quiero. La noche es tan miserable como mi cuerpo, acá tirado. Es un trapo más sacudido por la sangre, entorpecido por la respiración. Un velo de oscuridad me separa. Hace una eternidad del últi- mo resplandor que no termina de apagarse. No dice basta de una buena vez, no sabe extinguirse. Sólo puede repetir su inercia, envolver las ceni- zas, seguir mudo en la intemperie, sobre el desierto, y el ahogo, el peso y la brutalidad de este verano. En el río los perros a la noche te huelen más. Hociquean la penumbra, son ojos sin deseos, guirnaldas de a dos revisan- do un rumbo sin destino. Olvido, de apoco al tiempo. Pero el tiempo no. No olvida. Está revuelto de descontento, me ha violentado cuatro o cinco veces con forma de temblor. Me hace tiritar, se descompone justo adentro de las venas. Ola pesada que nunca llega a romper. Estar vivo es siempre peor para la con- ciencia. Deseo una muerte enana que me saque incluso de este relato. Un gesto que no haga memoria, no tenga el deseo de la letra, de hablar por hablar en otro insomnio. Este río no suena. Sufre de debilidad. El viento no. Luce violento y ahora se pone a ahorcar las formas del paisaje. O los arrastra porque sí al nudo de la tormenta. Suelta la lluvia es una herida sobre la noche. La destella hasta morderle la cara. La prefiero oscura, conocida, no herida, a la noche. No tengo nada para hacer si vos estas quieto. El miedo me apuñala de a poquito con algo menos penoso que un alfiler. Quiero alcanzar con un dedo alguna parte de tu piel, saber si temblás también o tiritás de ansie- dad, o por el calor que se va porque el agua lo lava, o se lo lleva, o la eva- pora hacia otro cielo, o lo deja cruzar el puente en cruz. Vos querés que se termine este infierno. “Se termina este infierno”, dijis- te. Yo, no se pronuncia, pero siente que el infierno abre infinitas puertas. Yo siente ganas de correr a favor de irse, de escaparse, pero todo ha sido previamente por el temor. El miedo es un asesino que siempre está por matar, pero me mantiene en agonía. ¿Cuántas arenas faltan para llegar al amanecer? El agua ha dejado su siembra. Los brillos sobre la piel que la luz resucita, una inquietud distinta. Tu respiración, entre dos truenos lejanos. se fue al sueño. Mi miedo me transformó en una botella que se va ahogando en el medio del río. Repleto, pronto no podré escuchar los grillos ni los sapos, tampoco con- trolar el jadeo entrecortado de tu respiración abismarse al vacío y regre- sar por más aire y humedad del río. Si hubo horizonte lo perdí de vista. No me dejaré enterrar por el frío acuá- tico, ni el terror noctámbulo. Hay una esperanza. Escucho a los perros respirar y buscar señales en tu cuerpo. Las golondrinas han visto antes el aliento de la primera luz y vue- lan por encima de los árboles. “Parecen cuervos”. Me parece que decís, pero no te encuentro. Me quiero despertar, pero vuelve a pasar otra vez. Me muero un ratito, me hundo botella al fondo del lecho del río. Inmóvil y paralítico, tieso, sin química básica, ni física para el impulso motriz. Hay que esperar. Hacerse más el muertito, hasta que el engaño llame al cuerpo. Es un golpe del regreso, una fatalidad eléctrica. La tormenta puso roja la siesta. La habitación de las telas se tiñe por única vez de este amarillo rosado. No sé adónde te fuiste. Ahora perdí todo. Lo que tenía cuando no estaba en este mundo, se evaporó y andará por ahí perdido, todo suelto y sin saber por qué. No hay remedio para la vigilia, para esta vida cubierta de razones. No quiero salir a perderme de nuevo. Elías SUPLEMENTO CULTURAL DEL CENTRO DECLARADO DE INTERÉS CULTURAL POR EL CONCEJO DELIBERANTE DE RÍO CUARTO