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La línea que cruza el centro de la tierra, es imaginaria. El ombligo del mundo es
imaginario. La gente, el pueblo, los ojos de mi amada.el temblor de la noche, la estrella
solitaria, es imaginaria. La fiesta del Elías, el reboso de la Juana, el aire de la casa es
imaginario. El tambor del Segundo suena en el imaginario. El jaguar, el cóndor, el tapir,
rasgan en el aire una huella imaginaria. En un día de sueño atravieso la nieve, me
remonto en el páramo, me pierdo en la selva, me agito junto al mar. Pinto, dibujo y
bailo con el imaginario. Imagino las cosas, las palabras, la tibieza del bosque, el rumor
de los ríos, el cuerno de la luna. la soledad del agua.
Vivo porque imagino. Imagino que vivo dentro de una palabra Imaginaria.
Raúl PérezTorres
lguna vez, hace mucho
tiempo y refiriéndose a América
Latina, le escuché decir a Felipe
Herrera, Presidente del BID en ese
entonces: «somos una gran nación
deshecha». Se refería claro está a todas
aquellas relaciones sociales y de
esfera pública, transformadas y
destruidas en la cultura de su
comportamiento, por la imposición
en todos los órdenes, de una cultura
única, dominante y ciega, basada
exclusivamente en el mercantilismo.
Es decir, el ropaje más claro de la
globalización neoliberal. De entre
esos deshechos, he expresado que ha
surgido un ogro que no tiene nada de
filantrópico —como fuera el de
Octavio Paz— un monstruo de mil
cabezas avanza lentamente por el más
oscuro pozo de las relaciones
humanas, un monstruo que a su paso
todo lo aniquila y envenena, que ha
destrozado el comportamiento social
y ético, un monstruo que se engorda
de la acumulación del capital como
alimento primero y último, un
monstruo que ha inutilizado la moral
personal y la trascendencia cultural
de nuestro pueblo y que va
ahondando la desigualdad en el
espíritu y en la economía.
Un monstruo anda suelto en nuestro
país: el monstruo de la corrupción.
El estado ecuatoriano ha legitimado
a este animalejo. Sus instituciones más
dignas y más sabias de otro tiempo,
han fertilizado el lugar pantanoso,
facilista y mediocre en el que repta
indiferente. Su enorme cuerpo se
asienta en el utilitarismo y el
individualismo, dos garras perversas
de la política neoliberal. Monstruo
que ha succionado la alegría y el
amor. Monstruo que muerde la
ganancia como único alimento, como
única moral; la acumulación
incesante, el control clientelar que ha
modificado la ética del pueblo y que
ha gestado una cultura de la
resignación, de la fatalidad y el
mercadeo, pero también de la
degeneración y la violencia
6
Cultura y política
en el Ecuador
por Raúl Pérez Torres*
*
Director de Educación y Cultura
del Gobierno de la Provincia de Pichincha.
A
De su vientre pútrido ha nacido otro
país. Un país sin dios ni ley, o más
bien con un dios único que ha
empezado también a anular nuestra
soberanía, nuestro pasado histórico,
nuestra identidad. Un poder
reordenado bajo la depravación de la
economía dolarizada y que ha dado el
tiro de gracia a nuestras ya
hambreadas formas de existencia
social, donde por lo menos
simbólicamente esa moneda guardaba
el recuerdo querido de una gesta
libertaria protagonizada por Antonio
José de Sucre.
Desechas las relaciones sociales por la
ambición de los poderosos, por esa
trilogía vil de la arbitrariedad, la
ilegalidad y la impunidad, es hora de
empezar a reconstruir el espíritu del
Ecuador, de escuchar el clamor de los
ríos subterráneos de la patria, de
plantear otros objetivos de vida,
nuevos y fraternales, que den
continuidad a una sociedad civil
entrañable, combativa, solidaria, a una
cultura dignificada por la historia, esa
religión cívica que nos permita el
diálogo profundo de inteligencias
y culturas ancestrales, con una
modernidad que afiance la condición
humana y la revalorice. No
acumulación de bienes, sino de
virtudes espirituales y éticas.
Un monstruo anda suelto por nuestro
país. Es necesario darle caza y
eliminar sus mil cabezas venenosas.
Frente a esta crisis de identidad, es
necesario volver a lo que planteaba
Benjamín Carrión, aquello de crear
una gran patria de cultura, pero antes
una gran patria de justicia, una gran
patria de libertad, de seguridad, una
patria que ponga en el tapete de su
sociedad civil la discusión prioritaria
sobre la fatalidad de la injusticia.
La patria no es una sino dos que
están en guerra, dice el poeta, es
decir, una de apariencia legal
conducida por la clase dominante
y otra real, multiracial y policultural,
llena de llagas, humillaciones y
olvidos. He dicho algunas veces que
las experiencias históricas, la médula
de los procesos culturales, nunca han
sido comunes ni indicadores en
nuestros países, porque la armonía de
la clase dominante nunca ha sido la
armonía de nuestros pueblos, y mal
que les pese, es en el quehacer
colectivo, en la equilibrada relación
del hombre con los demás, del
hombre consigo mismo, del hombre
con la naturaleza, en su solidaridad
y en su humanismo, en su carga
ancestral y en sus luchas reivindicati-
vas, donde nace esa conciencia
nacional que es la forma más
elaborada de la cultura.
La cultura de nuestros pueblos, es la
comunidad de su proceso espiritual
y material, es la carga de manifesta-
ciones mágicas, lúdicas, religiosas,
políticas, económicas. Es la portadora,
la generadora de valores,
insustituibles, identificables, de
tradiciones sobrellevadas con amor,
con sacrificio, con denuedo, a través
7
de los siglos, para completar la
humanidad, para hacerla digna de la
vida, de su maravilla y de
su tragedia.
Contra la cultura nada puede el
olvido; cultura es lo que queda
cuando se ha olvidado todo.
Cultura es todo lo que se ha agregado
a la naturaleza, y la naturaleza misma.
Cultura es toda la producción de la
tierra. La Cultura es más grande, más
magnífica y más profunda que
cualquier definición. Igual que la
poesía, las definiciones la limitan.
En nuestra cultura la imaginación es
parte de lo real, su alimento y su
verdad profunda. El pueblo corajudo
y generoso, confiado y siempre
traicionado, inventando a la par los
sueños y las utopías, verdades
subyacentes a golpes de tambor y
cosmogonías, verbo nuevo, palabras
fundadoras de un más acá, que quizá
no se lo ve, no se lo entiende, pero
que está omnipresente, iluminando
la continuidad de nuestro
quehacer cultural.
¿Cómo te llamas? ¿Quiénes fueron tus
padres? ¿Cómo se llamó antes esta
montaña? ¿y cómo se llama ahora este
río? ¿Cuáles son tus palabras? ¿Cómo
hablas? ¿Quién habla por ti? ¿Para
quién trabajas? ¿Qué recuerdas? ¿Qué
deseas? ¿Qué sueñas?
Estas preguntas angustiadas, a pesar
de su aparente simplicidad, se las
hacía Carlos Fuentes a esa sociedad
civil que es la portadora de la cultura
1.Fortalecer la democracia participativa que
aliente la soberanía, la defensa de los
derechos humanos, la paz, y el respeto a la
diversidad étnica y a la pluriculturalidad, en
todas las manifestaciones que se expresan
desde el imaginario de un pueblo, en sus
contenidos espirituales y morales y en su
tradición colectiva.
2. Incorporar al sistema educativo en los
procesos de desarrollo cultural a fin de
estimular la comprensión sobre la transver-
salidad de la cultura. El eje de todo proyec-
to es el individuo. Eso supone que cualquier
programa de educación, de construcción, de
infraestructura, de finanzas, etc. deberá
contener el rasgo cultural que aporte a la
calidad de vida de la población.
3. Preservar, multiplicar, fortalecer las identi-
dades locales y regionales, alentando la
creación de grupos, talleres, organizaciones
culturales, etc., que nazcan desde el trabajo
comunitario, como herramienta del desa-
rrollo integral del ser humano.
4. Proclamar la igualdad de oportunidades
para crear, difundir, disfrutar en libertad de
los bienes de la cultura.
5. Estimular la creatividad, difusión y consu-
mo de bienes culturales, recuperando y
fortaleciendo la memoria histórica de cada
región de la Provincia de Pichincha.
Decálogo Cultural
de la Provincia de
Pichincha
(y que en nuestro país esta
desapareciendo bajo un
individualismo deshumanizado y
globalizador de la miseria). Sociedad
civil que tiene que buscar desde el
pensamiento y la creatividad caminos
colectivos de desarrollo integral
nuevos y propios, que no sean
productos de un recetario ajeno,
y que contengan la soberanía y la
solidaridad como conceptos
espirituales y políticos.
Qué difícil aquello de la identidad,
ese ser multifacético que acaricia
cuando se trata de definirla y es
caricia en el extrañamiento. En todo
caso cuando pienso sobre ello,
siempre digo: el desarrollo tiene que
ver con nuestra identidad
cultural, y la identidad es como el
cuento que uno se cuenta a sí mismo,
mientras lo escribe con su vida y con
la vida de los demás que habitan mi
contorno. La identidad es el olor, el
lugar, el sexo, la edad, la lengua y su
comportamiento, la historia. Mi identi-
dad son mis manos, los ojos de mi
espíritu que me obligan a mirar la
imagen de mí mismo en el espejo de
todos los días, en el espejo de todas
las costumbres y las circunstancias
diarias.
Mi identidad es dialéctica y va
robustecida del entorno, de ese nuevo
espacio geocultural, simbólico,
educacional, económico y político, de
un espacio que deberá transmitir una
ética moral que armonice y se
catapulte en los elementos endógenos
6. Generar alianzas y establecer compromi-
sos entre la sociedad civil, la empresa
privada, los gremios de trabajadores de la
cultura y los gobiernos locales, procurando
desconcentrar las manifestaciones cultura-
les hacia todos los cantones de la Provincia.
7. Estimular la comprensión de una concien-
cia social de respeto y preservación de la
biodiversidad así como también del patri-
monio cultural tangible e intangible, valores
que constituyen un recurso estratégico para
el desarrollo sustentable de la región.
8. Asegurar las fuentes de financiamiento
y los recursos económicos indispensables y
eficientes para la difusión de los productos
culturales y para la multiplicación de sus
diversas manifestaciones.
9. Reconocer la libertad y autonomía de las
culturas y sus expresiones intrínsecas.
10. Consolidar en Pichincha la presencia del
Gobierno Provincial, como una entidad
vinculada a su cotidianidad y a su desarrollo,
coordinando el trabajo cultural de los
municipios, las juntas parroquiales y las
instituciones culturales.
de muestras culturas, en el respeto
a su variedad y a su riqueza
múltiple, a su historia y a la saga de
sus procesos sociales constructivos, a
su lengua y a sus costumbres, es
decir, a todas las formas de
comportamiento que van creando una
política cultural nacional y popular.
Desde las manifestaciones
espirituales del pueblo, como son las
formas de resistencia frente a los
mecanismos de colonización o
dominación, la comunicación oral, las
formas de elaboración mítica, mágica
y lúdica frente a la pretensión de
monopolizar las interpretaciones de la
relación del hombre con la naturaleza,
sus orígenes y su devenir, en
definitiva respetar aquello que
siempre se ha escamoteado, es decir,
la participación popular en la historia.
Por ello se dice que la cultura
escapa a cualquier
compartimentalización,
porque es un viento que refresca
la vida en su totalidad.
Ahora que vivimos quizá la crisis
política más aguda, el vacío
existencial, la mediocridad como
norma, la corrupción como espejo,
la globalización neoliberal como
herramienta para arrasar con las
culturas, la fuerza unipolar de un
imperio violento, criminal,
deshumanizado, que masacra
pueblos y ha destrozado la cultura
fundacional del mundo, que en la
Mesopotamia ha destruido
y usurpado la historia donde nació el
libro, el alfabeto, el Código de
Ammurabi, el registro de las leyes del
mundo, las tablillas de arcilla de la
escritura, y hasta los sueños de las mil
y una noche prostituidas por más
petróleo para sus máquinas de guerra.
Rescatar nuestra cultura, ecuatoriani-
zarla, como alguna vez dijo Hernán
Malo en relación a la universidad
ecuatoriana, es decir, ir a sus fuentes
primigenias, articularla al pensamiento
moderno, donde se escuchan ya esas
voces, antes inaudibles, esas presen-
cias antes invisibles, de la mujer, de
los indígenas, del entorno natural,
enriquecer nuestra sabiduría y
nuestra dignidad intelectual con el
estudio de las ciencias humanas, la
antropología, la etnología, la historia,
la ecología, la magia de las fuentes
artesanales, y todas aquellas formas
de conocimiento que preserven
nuestras entidades regionales y
nacionales, y que nos den luces para
respetar esa diversidad que finalmente
será nuestra identidad más precisa y
unificadora.
No una abstracta identidad de
pueblos, sino una concreta y
dialéctica unidad de diversidades, del
mismo modo que una orquesta no se
crea con idénticos
instrumentos sino con instrumentos de
timbre diferente, para tocar así una
hermosa partitura (Sábato).
Por otro lado, ya se sabe que la
cultura es una superestructura que
depende finalmente de la estructura
económica de la sociedad, pero por
10
ello mismo, los trabajadores de la
cultura debemos buscar la forma de
socializar la política en beneficio del
pueblo, combatir esa cultura de la
corrupción que es también la cultura
de la perversidad neoliberal, del
marketing, de la violencia y la
marginación, del racismo, de la
inflación y el desempleo, del
narcotráfico y la deuda eterna, del
regionalismo, de la desnutrición y la
miseria. Quizás sea este uno de los
frentes de lucha más importante de la
sociedad, humanizar la política para
humanizar la economía y
humanizarlas desde la cultura, desde
la crítica y la discusión permanente,
desde la defensa de los derechos
humanos.
Ahora, embarcados a contracorriente
en la globalización, en la
mundialización de la economía, es
necesario que cada uno de los países
de nuestra América reflexione sobre la
dimensión ética de estos cambios, la
eticidad de los adelantos científicos y
tecnológicos, la moral de los
procesos económicos, y la manera
consecuente de insertar las
manifestaciones culturales, la industria
cultural, la tecnología cultural, dentro
de esta mundialización, para procurar
utilizarlos al servicio del ser humano
y no al servicio únicamente de una
vulgar concepción mercantilista.
La paz entre los pueblos, el respeto a
su soberanía, los derechos humanos, la
multiplicación del pensamiento de la
patria por todos los medios y hacia
todos los países, la solidaridad y el
trabajo comunal y participativo, la
libertad de creación y asociación, de
religión y formas culturales, el rechazo
al racismo, la necesidad de una educa-
ción bilingüe que cuente por igual con
las mismas posibilidades tecnológicas
y científicas, el derecho a la salud, al
techo, a la comunicación moderna.
Estos y muchos más serán los
fundamentos que alienten una política
cultural de Estado, la misma que
deberá contar con los recursos
económicos y humanos que den
preferencia al desarrollo y
profundización de la temática cultural
y su extensa gama de posibilidades.
A principios de este siglo, tenemos al
menos una certeza en lo que
corresponde a delinear una política
cultural: la cultura es la más importante
y urgente frontera del desarrollo.
Sin cultura no hay desarrollo integral.
El desarrollo económico, sociopolítico
que no toma en cuenta a la cultura
nace atrofiado, se torna
contradictoriamente en
síntoma de decadencia. Un desarrollo
que privilegia programas estructurales,
economicistas, llenos de números, de
estadísticas y evaluaciones matemáticas,
que en algún caso, podrá solucionar
problemas materiales, pero de ninguna
manera evolucionará hacia el fin último
de la cultura, es decir hacia la
necesidad de buscar la armonía de los
individuos en una colectividad
equitativa y diversa.
11
12
Pensar el cine
repensando la sociedad
por Juan Martín Cueva*
Equipo
de
producción
de
la
película
«Esas
no
son
penas».
n «Gritos y susurros», todo
gira en torno a una enferma, Agnès,
cuidada por sus hermanas en su lecho
de muerte. Mis recuerdos son vagos,
tres excelentes actrices, maestría de la
puesta en escena de Bergman,
diálogos muy bien escritos, silencios
que lo dicen todo. Recuerdos vagos,
pero el título sirve: para repensar hoy
la política cultural que necesita la
sociedad ecuatoriana, no se pueden
escuchar solo los gritos del mercado,
también hay que hacer silencio y
escuchar los susurros, bajo las ruinas.
¿Está la cultura ecuatoriana enferma?
¿Padece cáncer terminal? ¿Hay que
acompañarla, consolarla, hacer que
sus últimas horas sean lo menos
dolorosas posible? ¿Llamamos al curita
para la extremaunción? Dramatizar.
Del gr. 2. Exagerar con
apariencias dramáticas o afectadas. En
lugar de dramatizar, tratemos de
analizar (análisis. Del gr.
2. Exámen que se hace de una obra,
de un escrito o de cualquier realidad
susceptible de estudio intelectual).
Si yo fuese de la Academia de la
Lengua, habría puesto entre los
antónimos de «analizar» la palabra
«quejarse». Ya es costumbre: aparece
«un nuevo espacio» para la cultura y,
los artistas y sus portavoces, aparecen
con las mismas viejas quejas. Los
escritores se duelen amargamente de
la falta de lectores, de las políticas
editoriales, de la ausencia de apoyo
público… de lo mismo que se
lamentan los teatreros, además del
cobro exagerado de impuestos, cosa
que atañe también a los músicos, que
además enfrentan el cáncer de la
piratería y la poca y torpe acción del
Estado frente a ello, problema
compartido por los cineastas, que
deben vérselas además con la
televisión y los enlatados, con
Hollywood y su maquinaria política
y económica, problemas parecidos
a los que aquejan a los artistas
plásticos, los bailarines, a todo
aquel que hace cultura.
Al cabo de tantos años, deberíamos
haber entendido que la queja no lleva
a nada. O a casi nada. Quizás a la
conmiseración, palabra horrible. A
atraer la atención de «las autoridades»,
pero nunca para cambiar las cosas de
verdad, a fondo, para establecer
nuevas relaciones entre el poder y la
cultura. En el mejor de los casos, por
esa vía, conseguimos una ayudita, una
caridad, un palmoteo en la espalda y
sigamos adelante. Esa se ha
convertido en una forma de vida
para muchos de nosotros: un primo
es diputado, un concejal era de la
jorga del barrio, un compañero de
colegio es director de cultura en
13
*Juan Martín Cueva
Cineasta y
documentalista
ecuatoriano.
Fundador del Festival
de Cine Cero Latitud.
Entre sus creaciones
están «Marineros» (1997),
«Ningún ser humano es
ilegal» (2001), y «El lugar
donde se juntan los
polos» (2002).
E
1. AGNES
alguna institución, yo le presento un
proyectito. Así redondeamos el
«salario mínimo vital», la corrupción
socialmente aceptada y la cultura
sigue en los márgenes de la ley, de
las preocupaciones nacionales, de la
política, como algo accesorio, un
hobby, un lujo, un adorno.
No se trata de la famosísima «falta
de recursos», pues recursos hay.
Cantidades nada despreciables de
recursos se destinan a «actividades
culturales», ¿pero cómo? ¿Cómo? Así:
catorce millones de dólares para la
elección de «Miss Universo», puestos
en la cuenta de la cultura. Así: una
buena parte de los fondos destinados
por ley al fomento cultural
(Foncultura) regresa a las arcas del
Estado para ser destinada, supongo,
a cosas más importantes, como el
pago de la deuda externa, por «falta
de proyectos». Así: gastando un
porcentaje muy alto de esos
recursos para sueldos, consultorías,
viáticos, gasto corriente.
Los problemas de la política cultural
en nuestro país no se van a resolver
con buenas voluntades en
determinados puestos, grandes artistas
en otros, gente de intachable rectitud
en cargos de decisión, de gestión
y administración. Si bastara con
encontrar un puñado de «buenas
gentes» que se sacrifiquen ejerciendo
cargos bien remunerados, la solución
estaría al alcance de la mano.
Es más, si bastara con eso, no habría
problema: esa es la situación, con
honrosas excepciones, de las
instituciones culturales en el Ecuador,
y es ahí donde hemos renunciado
a incidir en las políticas y nos hemos
acomodado en las prácticas. Hemos
cambiado la necesidad de una
estrategia por hábiles tácticas. Por eso
la queja es absurda, por ilegítima, por
inútil y por antipática.
El problema es mucho más profundo
y se viene arrastrando desde hace
largo tiempo. Los parches no han
hecho más que empeorar la infección
y se ha gangrenado todo el sistema.
Parece haber llegado el momento de
proponer una nueva forma de
administrar los recursos públicos en
cultura. Están dadas una serie de
circunstancias favorables para una
revisión y la construcción de un
nuevo edificio legal e institucional en
el área de la política pública de cul-
tura. La creación del Ministerio de
Cultura (y no olvidemos que el
decreto que lo creó declara el
«desarrollo cultural» como «política
de Estado»), la futura Asamblea
Constituyente con plenos poderes…
¿Qué más podemos pedir? Pues…
que todas esas cosas no sean letra
muerta, eso podemos pedir, podemos
exigir, podemos lograr, participando.
Prohibiéndonos desaprovechar el
momento. Que los procesos que se
han dado en la ciudadanía tengan
eco y consecuencias en el destino
de nuestra sociedad.
14
2. ELENA
¿Toda esta reflexión era necesaria para
hablar del cine ecuatoriano hoy? Creo
que sí: imposible pensar en el cine sin
pensar en la cultura, sin pensar en la
sociedad, sin pensar en la política.
Me pidieron que reflexione sobre el
momento actual del cine ecuatoriano
y un hecho se impuso de inmediato
como determinante: la reciente
aprobación de la Ley de Fomento al
Cine Nacional. Pero no solo el hecho,
sino cómo se dió: ha sido un proceso
inscrito en una larga historia de
producción y de agremiación de los
cineastas en nuestro país, y se
produce en una circunstancia
excepcionalmente positiva para la
cinematografía ecuatoriana. Se ha
dado además en un momento político
singular, marcado por muchas formas
de movilización y reflexión ciudadana
en todos los ámbitos de la sociedad, y
por supuesto en el de la cultura.
De la obra del primer cineasta de
ficción ecuatoriano, Augusto San
Miguel, no queda ni un fotograma.
La versión mítica quiere que el
cineasta haya pedido que lo entierren
con todos los rollos de sus películas.
Los grupos humanos siempre buscan
dotarse de un origen mitológico, de
héroes, de fechas que después se
puedan «institucionalizar», elementos
que les permitan afirmarse. Hace unos
años, alguien (¿el Congreso Nacional?)
15
Fotograma de la película «Esas no son penas».
decidió que el día del cine
ecuatoriano sea el 7 de agosto,
fecha conmemorativa de la primera
proyección de la ópera prima de
San Miguel. Y listo: tenemos un
mito fundacional.
El cine ecuatoriano, después de un
siglo de existencia, de décadas de
realismo mágico, socialista y «sucio»,
atraviesa uno de los mejores
momentos de su historia. Por realismo
mágico me refiero a cosas como lo
de San Miguel. Por realismo socialista,
la mayor parte de la producción,
muchas veces sumamente interesante,
de los sesentas a los ochentas,
militantismo, indigenismo, expresión
audiovisual de todas las utopías.
Luego de ésto viene una larga travesía
del desierto (los noventas) y los
balbuceos de ficción en lo que
algunos llaman «realismo sucio».
La última etapa es la que todos
conocemos: de Luzuriaga a Hermida,
pasando por Cordero y Arregui, de
Guayasamín a Mogrovejo, pasando
por Sarmiento y Herrera, una
producción respetable. Respetable en
ritmo, en audacia, en trascendencia,
con resultados de muy diversos temas,
estilos y calidades artísticas.
Elena es una quiteña de unos treinta
años. Tiene un hijo y está embarazada
de un segundo. Además, se hace
cargo de su hermano menor, que
tiene graves problemas siquiátricos.
Su marido vive lejos y no es ningún
apoyo para ella. Su padre le ayuda,
porque sabe que los tratamientos y la
mantención del hermano enfermo
significan para una «mujer sola» una
carga muy pesada. Elena tiene esta
noche un encuentro con sus amigas
de colegio, porque una de ellas
padece cáncer. Elena vive el día a día
de muchas mujeres ecuatorianas, pero
no existe en la «realidad real»: es uno
de los personajes de una película, no
de «Gritos y susurros» sino de «Esas no
son penas». Elena es una construcción
ficticia, un personaje que por su
fuerza, su soledad, su perseverancia
y su manera de seguir adelante, pese
a todo, carga con gran parte del relato
y hace que el espectador se interese
y se conmueva (drama. Del lat.
drama, y este del gr.
3. m. Suceso capaz de interesar
y conmover vivamente).
16
Equipo de producción de la película «Esas no son penas».
El problema es que una vez
terminada la película, el drama se
extiende a la vida real: Elena es
Anahi Hoeneisen, la directora, además
de actriz, de «Esas no son penas».
Durante el rodaje estaba embarazada,
como Elena en la película, y su hijo
de ficción es su hijo en la realidad.
Quizás ese hijo le cuesta menos que
este otro hijo que parió con su
marido, al cabo de un largo y difícil
embarazo: su primer largometraje.
Me imagino que Anahi y Daniel, su
esposo y director de fotografía de la
película, deben pagar la pensión de la
escuela, el Supermaxi (o cuando
menos el Santa María), los útiles, el
pediatra, la ropa y tantas otras cosas
para sus tres hijos de carne y hueso…
y para que su hijo de celuloide
empiece a gatear, han tenido que
endeudarse con Foncultura.
Y esas sí son penas.
Son penas porque el financiamiento
que administra el Consejo Nacional
de Cultura no está pensado para la
realidad de la producción cultural.
Nadie dice que se debe financiar sin
condición ni rendición de cuentas
cualquier proyecto cultural, nadie dice
que las salas de teatro no deben
pagar impuestos, nadie dice que los
artistas están por encima del bien y
del mal, por encima de la ley… Pero
si se invierten cientos de millones de
dólares en «cultura» no se entiende
cómo una película que ha sido
seleccionada por San Sebastián,
Guadalajara, Mar del Plata, Miami,
Toulouse, Goteborg y Nantes no
tenga ningún apoyo financiero por
parte de las instituciones públicas,
más que un préstamo de Foncultura,
que tendrán que reembolsar pase lo
que pase con la recaudación en su
exhibición pública. No se entiende
que a una sala como el Patio de
Comedias, aunque haya tenido
muchísimo éxito con alguna de sus
obras, se le exija más de trecientos
mil dólares en impuestos municipales.
No se entiende que por toda solución
se conceda un «perdón», una
«condonación» y todo sigue
igual que antes.
¿Dónde está la política de fomento
a la cultura? ¿Para qué sirven los
mecanismos de fomento si por otro
lado el sector público quiere obtener
ganancias de la actividad cultural?
¿No tiene nada que ver una
ordenanza municipal con un fondo
de fomento de una instancia nacional?
Las leyes y las instancias de
superponen, se contradicen y
confunden sus competencias, porque
no hay una estrategia nacional
consensuada que direccione hacia
abajo un ordenamiento coherente.
¿Un decreto que declara al desarrollo
cultural como política de Estado no
debería incidir en estos niveles?
«La Tigra», «Entre Marx y una mujer
desnuda», «Ratas, ratones y rateros»,
«Fuera de Juego», «Alegría de una vez»,
«Crónicas», «Qué tan lejos» y tantas
otras películas… todo esto se ha
hecho prácticamente sin apoyo
17
público. Cuándo éste ha existido,
nunca han sido las instituciones
culturales que se supone que existen
para ello las que han fomentado los
proyectos (Casa de la Cultura,
Consejo Nacional de Cultura y
Foncultura, Subsecretaría de
Cultura…) sino otras que, en
principio, solo marginalmente se
meten a estas cosas, desde la misma
Presidencia de la República,
municipios, consejos provinciales,
bancos centrales y hasta fonsales y
flacsos que por gracia divina se han
mojado el poncho.
3. ANTONIO
Casi coinciden en el tiempo la
creación del Ministerio de Cultura y la
constitución del Consejo Nacional de
Cinematografía. Los procesos y las
reflexiones que llevaron a lo uno y a
lo otro son distintos, pero era obvio
que iba a darse una interacción entre
ambas instancias. La coexistencia de
Ministerio y Consejo, a espaldas uno
de otro, hubiese sido absurda.
Un absurdo que bien podía pasar
desapercibido, pues así se ha hecho
casi siempre en lo que atañe a la
cultura, generando un entramado
laberíntico de instituciones y leyes
que se entrecruzan, se contradicen
o se encargan de lo mismo.
El Ministro de Cultura ha dado dos
muestras de apertura, dos signos de
que quiere entender y sintonizarse
con este proceso. Primero, aceptó la
sugerencia de los cineastas de no
crear una nueva autoridad en el
mismo ámbito en el que se acaba de
constituir el Consejo Nacional de
Cine. Renunció a organizar una
Dirección (o Subsecretaría) de Cine.
Después, ha cedido parte de sus
fondos al funcionamiento del CNC
y del Fondo de Fomento al Cine
Nacional. Es una demostración de
que ha entendido cuál es su papel
y cuáles pueden ser sus históricos
logros: canalizar las cosas, facilitar
los procesos, fortalecer las
instancias legítimas.
No debería detenerse ahí: en los otros
ámbitos de la producción y la
creación debería identificarse actores
y procesos ciudadanos, y facilitar su
desarrollo. Para construir un futuro
diferente hace falta enfrentar y asumir
el pasado. De otro modo, se
reproducen «un poquito mejor» las
viejas prácticas.
El ambiente político nacional invita
a otras audacias, a nuevas formas que
traduzcan renovados contenidos.
La revolución ciudadana no puede
hacerse sin una revisión a fondo de
la institucionalidad y la legislación
cultural en este país. Hay que partir
de un diagnóstico serio, para el cual
es indispensable contar con los
aportes de los grupos directamente
implicados en cada área, los actores
y gestores culturales, los gremios,
donde existan, y los ciudadanos
comunes y corrientes que son el
punto de partida y el destinatario
de la creación cultural.
18
La definición de las políticas
culturales exige apertura, escucha
y participación. Exige también
deponer susceptibilidades
y deshacerse de prejuicios, y
seguramente repensar las cosas que
damos por ciertas, por establecidas
y por correctas. Las cosas cambian:
esta Ley de Cine, que responde a la
realidad de principios de siglo,
seguramente deberá cambiarse en
algún tiempo. Asimismo, una
institución creada hace medio siglo
debe revisarse. Hemos estado parados
sobre una superposición de ruinas.
Después de los terremotos, se llama a
los socorristas, se levanta las ruinas
despacito, tratando de rescatar
sobrevivientes, luego se despeja el
terreno y se construye un edificio
sobre cimientos nuevos. No se puede
temer a las rupturas si lo que se
quiere es una transformación
verdadera, y ese es el mandato del
gobierno de Correa.
En el caso del cine, es curioso que
una ruptura haya sido necesaria para
dar continuidad a un proceso iniciado
en ese pasado que parece contaminar
todo. Esto se explica porque los
logros del cine ecuatoriano estuvieron
excentos, en gran medida, de
compromisos con las viejas
instituciones y las viejas prácticas
políticas. Porque el cine ecuatoriano
no tenía una ley que lo reconozca ni
una institución que se ocupe de él,
ha tenido la libertad de pensarse y
pensar para la sociedad una estrategia
funcional y coherente, una política.
La aprobación de la Ley de Cine es
fruto de un proceso que enfrentó en
la práctica las necesidades del nuevo
momento con las formas del viejo
Ecuador. Ese país caduco al que
respondían viejas formas de
agremiación, de corporativismo, de
búsqueda de soluciones por medio de
las corruptas formas de relación de la
ciudadanía con las instituciones y el
poder. En otros ámbitos de la
producción y la creación cultural,
puede ser más difícil identificar los
actores, los opuestos. Sin embargo,
debería ser premisa fundamental del
equipo que tiene en sus manos el
Ministerio de Cultura y la
responsabilidad inmensa de
establecer nuevas políticas y desterrar
para siempre viejas prácticas, actuar
con esa vigilancia permanente. Lograr
así alimentar los procesos ciudadanos
y participativos, las expresiones
democráticas y modernas, y
alimentarse de esa energía ciudadana
para cambiar las cosas:
hoy, eso es posible.
19
20
Semana del rock en Pichincha
Una tarde de rock
con Bacerola Mosh
por Sergio Salvador*
*
Promotor cultural, Dirección de Educación y Cultura
del Gobierno de la Provincia de Pichincha.
f o t o g r a f í a s d e D a n i l o Va l l e j o
Bacerola
Mosh
2001
·
Quito
·
1999
mediados del año 2003
convergieron cientos de hombres y
mujeres vestidos de negro, cabellos
largos, luces, guitarras eléctricas y
decenas de parlantes en el Ágora de
la Casa de la Cultura. Todo esto era
el inicio de un fenómeno casi
inconcebible en esta franciscana
ciudad: una institución pública
apoyaba por segunda ocasión
un concierto de Heavy Rock.
Alguien recordaba que el año anterior,
cuando hicieron el primer concierto
de rock dentro de las Jornadas
Culturales organizadas por el
Gobierno de la Provincia de
Pichincha, la madre de un ex
Presidente de la República —además
con el título de condesa— denunció
al Municipio de Quito la
contaminación sonora con la que esos
jóvenes «de mal vivir» profanaban la
paz de la gente decente.
En este entorno los eventos más
impensados se sucedían uno tras otro
con la precisión de un relojero. Otra
vez les permitían realizar libremente
una serie de foros y conciertos
durante una semana. Por si esto no
fuera extraño, personeros del
Gobierno de la Provincia asistían a los
conciertos para promover lo que
llamaban un proceso de reafirmación
cultural.
Diego Brito, Cristian Castro, como los
obcecados generadores desde hace
más de 15 años de lo que ellos
llaman «la movida rockera», junto con
un grupo de incrédulos muchachos
y un personaje extraño y desgarbado
que tomaba licor de una botella de
aguardiente, esperaban la presencia
del Prefecto para dar inicio a la
Semana del Rock.
Un largo silencio, impropio de los
foros de rock, acompañó, su ingreso.
Espectadores con chompas de cuero
y pulseras con inverosímiles
incrustaciones de metal oían atentos
las palabras de tolerancia y respeto
a una cultura nacida
y engrandecida desde el derecho
legítimo de ser distintos en una
sociedad. Sin poder creer lo que oían,
no daban crédito a las palabras del
alto funcionario que saludaba el
difícil objetivo de ser consecuentes
consigo mismos.
Como es conocido por todos, los
políticos son objeto de los calificativos
más ofensivos y provocadores por
parte de los jóvenes y de los sectores
marginales, pero las palabras del
alto funcionario rompieron la
desconfianza, tanto que al terminar
fue aplaudido y cientos de manos
con sus tres dedos rompiendo el aire,
lo aclamaban con el símbolo distintivo
de los rockeros.
El foro continuó, pero en la puerta de
salida del Ágora de la Casa de la
Cultura, mientras Diego y Cristian
agradecían la masiva asistencia, otra
vez aparecía el desgarbado personaje,
21
A
que con un particular ritual pleno de
confianza y respeto extendió la
botella para ofrecerle un trago, y sin
más protocolo agradeció la invitación
y lo tomó a pico de botella. Tras una
cortés despedida comenzó a caminar
fuera del Ágora, cuando lo alcanzaron
los gritos de una voz ronca,
destemplada y franca: Prefecto,
Bacerola Mosh te apoya.
II
Cuentan que se llama José Eduardo
y que nació en algún lugar de los
alrededores del edificio del Gobierno
Provincial de Pichincha. Su historia es
poco más o menos la historia del
movimiento rockero: agredido,
proscrito, repudiado, atacado por la
policía y por nuestros miedos de ver
algo distinto en un mundo indolente.
Por todo esto y como homenaje,
escribo esta suerte de memoria
y testimonio de respeto a nuestros
numerosos y cercanos amigos
rockeros que encontraron en la
música, una forma de vida capaz de
dignificar sus actos y construir desde
la irreverencia y la creatividad, una
cultura que los hace ver únicos
y distintos.
La historia de un niño lustrabotas, hijo
de una vendedora de dulces. El niño
que en los años 80, encontró afecto
entre esa gente extraña que tocaba
una música fuerte y vestía de negro,
en los altos de un almacén musical
ubicado frente al SIC, lugar donde se
perfilaron los amables locos de Al Sur
del Cielo.
Si bien las formalidades no son el
distintivo de nuestro personaje, la
historia la escribiremos con el nombre
de José Eduardo, que a estas alturas
le queda estrecho. Para llamarlo como
lo conocen sus hermanos rockeros,
llamaremos a este hombre por su
nombre verdadero, esto es, con el
que lo bautizaron en la calle y en los
conciertos de rock. Entonces dejemos
a José Eduardo en paz y hablemos de
un icono suburbial, porque si
queremos hablar de un fiel
seguidor del movimiento rockero
tendremos que referirnos a Bacerola
Mosh y no a José Eduardo, ya que
pretendemos construir desde
22
Ambato · 2006
Bacerola Mosh, el cuento del rockero
ecuatoriano.
El tiempo de lustrabotas pasó. Quien
ahora quiera conocerlo, debe ir a un
lado del parque El Ejido, donde se
dedica a lavar carros. Allí, encontrará
a Bacerola Mosh, un hombre de pelo
largo y barba descuidada, que con
cara de pocos amigos le atenderá
en lo que necesite. Bacerola es tan
solidario que si mira pasar a un
colega rockero saca de su bolsillo las
pocas monedas del día y pide al
hermano que se tome una colita
a nombre suyo. Nunca acepta que
alguno de los grupos de metal que le
aprecian le regalen un pase para un
concierto. Eso si, con muchos días de
anticipación trabaja más horas de lo
común hasta reunir el dinero
necesario para comprar con orgullo
su entrada, porque dice que
el mejor apoyo que se puede hacer
a «la movida rockera», es pagar
el pase como forma de acolitar
a las bandas.
Bacerola no entiende, ni quiere gastar
el tiempo en buscar la razón de por
qué lo han discriminado y maltratado
tantas veces. Tal vez lamenta haber
dejado las palabras de ternura
extraviadas en alguna pelea, contra
quienes le insultaron por verlo
distinto. Le hubiera gustado estudiar
música pero la vida no le dio esa
oportunidad. Por eso anima y aplaude
al rockero que a fuerza de
perseverancia aprendió a tocar un
instrumento sin haber recibido ningún
tipo de clases formales.
Por todo esto, por bronca, por su
condición de relegado, de excluído,
por esto viste de negro como sus
hermanos rockeros y reclama como
suyo ese color para su vestimenta.
El negro es el color de la antimoda,
pues la moda que prevalece siempre
es la de la intolerancia y el rechazo
hacia el otro que consideran distinto.
Muchas veces cuando alguien lo mira,
desvía su camino por no cruzarse
frente a un ser tan extraño, que
a juzgar por su apariencia, podría
lastimar. Antes gritaba pidiendo que
no le juzguen por verse distinto, pero
ahora calla. Sabe que el rockero no es
violento, sabe que la agresión viene
del sistema que los reprime y les
obliga a tener en la exclusión su
único espacio. Es el espacio desde lo
23 Eskatón · Quito · 2005
24
proscrito y la música como manera de
verse enteros por amor a su arte
como búsqueda para ser aceptados.
Por eso se los mira así. Con el grito
gutural, los sonidos agresivos, la
vestimenta negra, ante una sociedad
que hizo que el rockero tenga que
acorazarse bajo la falsa pose de
agresión para poder ser respetado.
Se que el trabajo se hace más duro
para tu cuerpo dolido de desplantes.
Tu voz pierde fuerza pero el corazón
se fortalece con los años, porque cada
vez eres más dueño de los días que el
destino te ofreció para vivir en lo que
llamas vida. Por eso amigo, por tu
extraña ternura y tu indeclinable
solidaridad recibe nuestro afecto de
quien quiere entregar el pase para el
vivificante concierto de la canción que
nos hermane a todos. El canto, amigo,
coreado en notas rockeras de
solidaridad hacia quién respeta al
semejante y admira de él su tesón por
vivir en su ideal. Recibe nuestras
palabras, aunque te seduzca el
infortunio y la aventura burlona otra
vez y como siempre, escondida tras el
guardabarro de un carro que algún
día dejarás brillando como el
sol de enero.
Ambato
·
2006
*
Promotor cultural,
Dirección de Educación y
Cultura del Gobierno de la
Provincia de Pichincha.
i hace dos o tres años alguien se
habría atrevido, en cualquier foro cultural,
formal o informal, a asegurar que el eje
conductor fundamental de la identidad de
los ecuatorianos era la diversidad,
posiblemente el resto del foro, en el
mejor de los casos hubiera sonreído.
En el peor, se hubiera retirado sintiéndose
totalmente desubicado.
Y es que hasta hace poco el cholerío era
lo fundamental. Era todo o el intento de
todo. No se alcanzaba a ver la sutil
diferencia entre la igualdad y la
uniformidad. Hasta hace poco la nación
ineludiblemente debía confluir en uno
sólo. No indios, no negros, no mestizos.
Sólo Cholos. No serranos, no costeños, no
orientales, si es que no eran un mito. Sólo
Cholos. Lo originario era lo folclórico, lo
atípico, lo exótico: una maceta en medio
de floreros. Lo diverso, era un problema
que necesariamente tenía que ser resuelto
o negado para poder desarrollar al país.
El Ayllu Cultural Machangarilla, viene
trabajando, desde hace un tiempo ya, en
el Sur de Quito. Específicamente en
donde estuvo alguna vez el recorrido de
la quebrada del río Machángara, la
Quebrada de los Chochos, que nace en
los sectores de Chilibulo y Magdalena Alta
y avanza a los sectores de Marcopamba,
la Magdalena, San José y la Villa Flora.
Quebrada —según ellos dicen
y legitiman— que sirvió antes de que el
tiempo empiece para que hombres y
mujeres desagüen el chocho y lo
intercambien con granos de otros lares
como el maíz, el fréjol o las habas.
Quebrada que, aunque ahora rellena en
su mayor parte, sirvió para que gentes de
una buena parte de América se purifiquen
antes de ir al ceremonial Panecillo,
a hermanarse con sus dioses.
Pese a semánticos, antropólogos
o lingüistas que se empeñan en buscar
pruebas de la existencia de lo que existe.
Los machangarillas parten del principio
fundamental del derecho de los pueblos a
su autodeterminación cultural. A ser ellos
mismos, con sus fondos, con sus formas.
Los machangarillas potencian, en su labor
cotidiana, el derecho y el deber de
cientos de familias asentadas en el sector
de preservar y difundir el legado cultural
de sus padres, de sus abuelos, de los que
todavía vivos tienen la mágica ventaja
frente a la vida de contar la vida.
Según ellos dicen, hay que conocer para
respetar, compartir para entender y, llevar
para difundir. Eso es, sin lugar a dudas, la
mejor manera de potenciar la identidad, la
nuestra, desde la diversidad.
Conoce, comparte y lleva
Nosotros somos de Aquí, somos el patrimonio intangible y vivo de Quito
y de la Provincia de Pichincha. Ayllu Cultural Machangarilla
por Paul Witt*
S
*
F reddy Simbaña
Originario de
Machangarilla, del Pueblo
Quitu-Cara, de la
provincia de Pichincha.
Especialista en
cosmovisión, oralidad y
sistematización de saberes.
Fue miembro del Consejo
Andino de Pueblos
Originarios CANO (Canadá).
Coordina el proyecto de
recursos culturales del
pueblo de Machangarilla.
27
a experiencia de vida que nos
ha tocado vivir, cuando la ciudad se
vino encima, ha significado sin lugar
a dudas, un motivo para no ser lo
que somos; es así que ser originario,
ancestral o «natural de Pichincha
o Quito», se ha convertido en motivo
de vergüenza y rechazo a nuestra
historia, procurando ignorarlo y
olvidarlo. Por eso, el originario, el
indígena o «natural de Pichincha» pre-
fiere ser reconocido como ciudadano
o mestizo, pero no como sujeto
ancestral. Esta actitud de no querer
ser ancestral, de ninguna manera se
puede condenar ni criticar; pues, ser
ancestral, por lo general ha tenido y
tiene una connotación de ignorante,
inculto, retrasado, marginado y sobre
todo destinado a la servidumbre,
a no tener la oportunidad de ser,
a no ser aceptado en la estructura
social, ser ancestral en sí mismo
refleja una condición de exclusión,
omisión y sobre todo de opresión.
El pueblo de Pichincha, tiene una
historia, un pasado que se ha
mantenido en la memoria de nuestros
antepasados, a la que de una u otra
forma debemos recurrir para conocer
nuestro origen cultural; el indagar; el
explorar en su organización y sus
relaciones; se constituye en el
fundamento de nuestro relato y de
nuestro existir como tal.
Estamos listos para reconstruir nuestra
identidad, no para volver al pasado
Historia y
experiencias ancestrales
de los pueblos Quitu-Cara
El momento ha llegado, es tiempo de decir quienes somos, es el momento de recordar nuestra memoria
histórica, de saber el principio de nuestra raíz de ser y existir.
L
por Freddy Simbaña*
28
sino para que desde él, iniciemos
una nueva historia.
Desde nuestro pasado histórico,
estamos aprendiendo a construir
nuestro presente, con presencia y con
sentimiento, con el vivo deseo de
decir que somos nosotros los que
construimos nuestra futura historia,
sin opresión ni dominación, sino con
el firme sentimiento de ser
nosotros mismos.
Nuestra memoria pichinchana, aquello
que nuestros antepasados nos han
dejado como testimonio, es para
nosotros el cimiento de nuestro ser;
siendo que desde ella, hoy en día
podemos conocer nuestra identidad,
nuestros valores, nuestra historia
y sobre todo nuestra orgullosa
tradición cultural. El pasado histórico,
no es un tiempo perdido, sino que es
un tiempo presente.
Pero el tiempo presente sin la
memoria de nuestra historia pasada,
carece de sentido, carece de
fundamento y de su esencia de vida.
Como hijos de esta tierra debemos
conocer nuestra historia, nuestros
pueblos, nuestra lengua, nuestros
principios, nuestros valores y nuestro
ser en sí mismo, y desde ella
caminar hacia un futuro distinto
para encontrarnos y reconocernos
como pichinchanos y pichinchanas.
Estamos convencidos que la
reconstrucción histórica comunitaria
Calendario agroastronómico en proceso.
Corporación Machangarilla, 2007.
29
se logra mediante los diálogos de
saberes orales y culturales de los
Pueblos de Pichincha, retenida en sus
habitantes y pobladores. Para ello se
deberán propiciar niveles de
participación que acompañen el
proceso de autoafirmación cultural
y precisión de las identidades y las
culturas en la Provincia, lo que
garantizará la permanencia de las
futuras generaciones que nacerán
AQUÍ. «Aquí» es un término que utili-
zan ancianos y ancianas del sector
La Magdalena (Machangarilla)
al momento de señalar su origen.
La Parroquia La Magdalena, la
conforman la Comuna Chilibulo,
Marcopamba, La Raya y doce barrios
más. Se encuentra a diez minutos de
la Plaza Grande, bordea el Centro
Histórico y es parte de la Zona Sur
Eloy Alfaro, del Distrito Metropolitano
de Quito.
TEJIENDO NUESTRO DESTINO
Artesanos diestros en el manejo de la
arcilla, tejedoras de manos expertas,
pintores con profundos
conocimientos, Taitas y Mamas
dedicados a la enseñanza de los
valores comunales, y prácticas
medicinales, maestros en la
reconstrucción lingüística, músicos
y danzantes. Trabajan organizados
silenciosamente, en la reconstrucción,
de las culturas.
La cruz cuadrada o Chacana
SISA SISTEMATIZACIÓN DE SABERES ANCESTRALES
30
SISTEMATIZACION
TRADICIONAL
Propone confiar y compartir al «otro»
sus saberes y conocimientos.
Y el «otro» escucha, graba, apunta,
escribe, filma, fotografía, etc.,
y después dice, con una sonrisa:
¡qué interesante!, ¡qué mágico!,
¡qué maravilloso!, dice gracias y se
marcha feliz… con toda la sabiduría
y conocimiento de miles de años.
Luego, «el otro», imprime libros, dicta
talleres, se vuelve especialista sobre
nuestras vidas, habla de nosotros
y piensa sobre nosotros…
COSMOVISION ANCESTRAL
Proponemos confiar-compartir
y compartir-confiar.
Aquí no existe el «otro», ya que todos
somos parte de una misma raíz, de
una misma familia. En la práctica
andina: Yo te comparto y tú me
compartes también.
Todos preparamos el fogón
y todos buscamos leña…
Aquí no solo esperamos sino
hacemos. Aquí, no solo escuchamos
sino también opinamos y proponemos.
Aquí, no solo aprendemos sino
también educamos…
LA CHACANA ADAPTADA A LA ORALIDAD Y A LOS SABERES
INFORMACIÓN VS. SABERES
En estos tiempos, comunidades
originarias, pueblos afro
descendientes y mestizos de diferente
extracción social, trabajan por el
reconocimiento y respeto a las
diferentes culturas autóctonas de
nuestro continente llegando a difundir
y desarrollar una conciencia cultural
con arraigo en lo ancestral.
Sabemos que los cambios que se
avecinan en este milenio requieren de
la recuperación de nuestros saberes
ancestrales, así como de una renovada
visión, cuyo enfoque esté
interrelacionado con la
madre naturaleza.
Por eso se ha propuesto
la sistematización de saberes andinos
o SISA, como una metodología
ancestral que facilita la descripción,
la reflexión, el análisis
y la documentación, de manera
contínua y participativa de procesos
y resultados de un proyecto de
autodeterminación, con sus
respectivos saberes, conocimientos
y espiritualidad de las culturas
originarias.
31
AUTOAFIRMACIÓN CULTURAL
Es una opción y un derecho
que tienen las personas y grupos,
para elegir su modelo
de desarrollo social, cultural
y político, en un territorio
geográficamente definido.
OBJETIVOS:
• Preservar los saberes.
• Asumir el entendimiento mutuo
y la cooperación.
• Fortalecer las capacidades de
gestión y organización cultural.
• Fortalecer las identidades.
• Promover el empoderamiento
popular e impulsar proyectos
identitarios sostenibles.
RECONSTRUCCIÓN CULTURAL
Los pueblos Quitu-Cara de la
Provincia de Pichincha
se encuentran en proceso
de reconstitución, de precisión de su
identidad, de definición linguística,
con formas de organización
y representación que les permita
ejercer de mejor manera sus derechos
colectivos y garantizar las condiciones
para un desarrollo y permanencia.
Al momento, se reconoce los
siguientes pueblos en el área de
Quito y Pichincha: Cotocollao,
Guamaní, Pomasqui, Collaqui,
Chilibulo, Machangarilla, Tulipe,
Yaruquí, Tumbaco, Ilaló, Cochasquí,
Chillogallo, Zámbiza y otros pueblos.
32
INFORMACIÓN:
La información no converge en un
diálogo social. Es solo producto
de una búsqueda de
conocimiento-información para
satisfacer una necesidad puntual
o un requerimiento. Puede ser
retroalimentada en libros, bibliotecas
o redes virtuales.
SABERES:
Los saberes son las responsabilidades
que poseen los seres, sean estos
humanos, minerales o naturales en un
proceso de diálogo social y natural.
En este diálogo social, el sagrado
fuego, representa el archivo universal.
Los saberes no son una búsqueda,
sino que llegan por sí solos.
EL ARCHIVO DE LOS SABERES
como política de comunicación de los
pueblos indígenas,1
se establece que
en toda reunión o encuentro de
carácter social, cultural, político,
diálogo de saberes, sistematizaciones,
proyectos históricos, etc., estará
presente el sagrado fuego durante
toda la actividad que se realice.
El fuego representa para los pueblos y
comunidades indígenas el Gran
Archivo Universal de los Saberes.
Será vital que todos y todas en
conjunto, asuman y promuevan
diversos procesos de reconstrucción
de toda la memoria histórica y todo el
legado cultural todavía existente.
Y desde esta óptica podamos mejorar
nuestra autoestima y aportar para un
desarrollo social, cultural y económico
de nuestra comunidad. Esto lo
deberemos asumir con fe, optimismo,
creatividad y prudencia realista para
proteger el patrimonio intangible de
nuestra provincia y del Ecuador, como
descendientes directos del sagrado río
del Machángara y de los pueblos
Quitu-Cara de Pichincha.
Estos saberes y letras quieren rendir
homenaje a nuestros abuelos
y abuelas: Pillajo, Tacuri, Achig,
Simbaña, Angos, Pilapaña, Lagla,
Mugliza, Maisincho, Tipantuña,
Toalombo, Almachi, Ushiña,
Montaguano, Lugmaña, Chinchin,
Tellos, Nazca, Cajamarca, Puma,
Chuquimarca, Quilachamín, Guamán.
Asitimbay, Casagallo, Cargua,
Chuchimbe, Tupizas, Columbas
y otros.
1
Mesa de Comunicación y Pueblos de la II
Cumbre de los Pueblos de América, Quito,
2004.
33
TAWA INTI SUYU PACHA-MAPU
AÑO 160000, 500-M KUTI, 15-P. KUTI
QUITU-ENERO 2007
TERRITORIOS:
TAWA INTI SUYU
IVI KATU «AMAZONÍA» BRASIL
Proyecto de reconstrucción en
Latinoamérica. Movimiento
generacional Tawa Inti Suyu, 2004.
(Cartografía en proceso)
l fenómeno de la tecnocumbia ha
generado un debate no resuelto entre dos
posiciones irreconciliables, algunos
defendiéndolo como expresión de la
cultura popular y otros cuestionándo y
negando su carácter cultural, o cuando
más «reconociéndolo» como producto de
una cultura de masas, signada por una
calidad musical mediocre y por una pobre
estética que refleja superficialidad y mal
gusto.
Con el fin de aportar al análisis creo que
conviene empezar por definir lo que
actualmente se entiende como cultura:
«un «tejido simbólico» y una dimensión
afectiva y práctica que, junto con las
formas económicas, configura nuestra
vida social a partir de la estructuración
de relaciones materiales y pulsiones
imaginarias (…) La cultura, cualquiera
que sea, da forma al sujeto y funda en él
una epistemología desde donde
interpretará el mundo. En ese sentido (…)
La Cultura entendida como una dimensión
«externa» a la que es necesario «acceder»
(muchas veces despojándose de lo
propio) no sería nada más que un efecto
ideológico claramente asociado a diversas
redes de poder que configuran la
dominación de unos grupos sobre otros.»2
La tecnocumbia en el Ecuador no es algo
nuevo de aparecimiento reciente,
34
La tecnocumbia
una mirada intercultural
Acercamiento a una manifestación
cultural que causa polémica
por Eduardo Puente*
E
*
Eduardo Puente
Doctor en Jurisprudencia,
obtuvo una maestría en
Estudios Latinoamericanos
con mención en Políticas
Culturales en la
Universidad Andina Simón
Bolívar, Sede Ecuador.
35
al contrario son varias décadas desde que
esta manifestación cultural se ha
introducido sobre todo en las barriadas
populares de las grandes ciudades, así
como también en los sectores rurales de
la Costa, la Sierra y la Amazonía. Y no
sólo en Ecuador, sino en los países
receptores de exiliados económicos que
en oleadas arroja este país. Ciertamente,
no hay un acuerdo unánime al tratar de
definirla; para algunos es un ritmo, para
otros es un género. Hay quienes piensan
que se trata de un estilo, en todo caso la
utilización de medios electrónicos, como
los sintetizadores (lo tecno), junto con la
facilidad con que se pega la música más
para mirarla y cantarla pero también para
bailarla, parecerían ser sus elementos
comunes:
En el caso de la tecnocumbia ecuatoriana,
aparte de cumplir con estos rasgos
característicos, según algunos, tiene
elementos que la singularizan.
Adrián de la Torre, considera que en el
Ecuador se conoce con este nombre
«A un conglomerado de géneros
musicales bailables derivados de la
mezcla entre ritmos regionales (sanjuán,
pasacalle, texmex, huayno, y otros), con
la cumbia (preponderantemente la
modalidad chucuchucu) y ciertos aires
disco, tecno o rock (…) la tecnocumbia
no es un ritmo en particular sino un estilo
que permite la coexistencia de todos los
elementos que lo integran.»3
En todo caso la tecnocumbia ecuatoriana
estaría marcada, sino de manera
exclusiva, al menos en sus orígenes y en
gran número, por elementos tradicionales
fusionados con elementos «modernos», lo
que no puede dejarse de lado si
intentamos una mirada intercultural
a esta expresión cultural: «el mundo actual
se compone de variaciones de la
modernidad resultantes de una infinidad
de encuentros entre la modernidad y las
tradiciones (…) de ahora en adelante
nos vemos abocados a la existencia de
modernidades híbridas, locales, mutantes,
alternativas o múltiples».4
A lo largo de estos años la tecnocumbia
en el Ecuador, ha ganado una posición
estelar dentro de las industrias culturales
en general, y dentro de la industria
fonográfica, en particular, puesto que se
ha convertido en la de mayor producción,
distribución y consumo en el mercado
musical ecuatoriano, y no solamente el
mercado formal se ha nutrido de este tipo
de música sino también el mercado
informal; el de la piratería.
La tecnocumbia es, por lo señalado, la
manifestación artística musical del
Ecuador más difundida en el país y en el
exterior, pudiendo considerarse como un
elemento de identidad de los
ecuatorianos.
En el caso de María de los Ángeles «En la
última gira realizada a España visitó ocho
ciudades: Barcelona, Murcia, Morata,
Albatera, Madrid, Pamplona, Valencia y
Zaragoza. La sala más grande fue la de
Madrid, con una capacidad para 1200
personas, tal fue el éxito en esta ciudad
que la gente se quedó fuera, pues el local
estuvo completamente lleno. Un dato
interesante es el hecho de que recibió
un en su último concierto en Zaragoza,
una placa por ser la artista ‘record
en taquilla’».5
La aceptación de esta manifestación
cultural, por sectores cada vez más
amplios de la población ecuatoriana,
ha hecho que en los últimos procesos
electorales no haya pasado inadvertida,
los políticos la han
utilizado para atraer al público, llegar a
sectores populares, difundir su
propaganda y conseguir seguidores.
Incluso, se ha dado el caso de que una
cantante que nació artísticamente en el
mundo de la tecnocumbia, como Silvana,
haya sido elegida diputada de la
República.
También en el fútbol aparece la
tecnocumbia para amenizar al público
antes de un partido o para promocionar
a un equipo. En las fiestas patronales de
diversos pueblos de la geografía
ecuatoriana las presentaciones de artistas
de la tecnocumbia son infaltables.
ALGUNOS ELEMENTOS
DE LA INTERCULTURALIDAD
El tema de la interculturalidad, para el
caso del Ecuador, ha sido abordado
principalmente desde lo étnico indígena,
lo que resulta explicable dado el papel
protagónico que el movimiento indígena
ha tenido a partir de los años noventa del
siglo pasado. Pero esto no quiere decir
que la interculturalidad se agota en la
relación entre la cultura indígena y la
cultura blanco mestiza; la interculturalidad
reclama ser vista desde y hacia los
afro-descendientes, las culturas urbanas,
las culturas juveniles, las culturas
populares, en fin, desde y hacia las
múltiples diversidades que habitan
este país.
La interculturalidad la asumimos como
la convivencia con la otredad a partir del
conocimiento y la comprensión de «ese
otro», aclarando que dicho conocimiento
y comprensión no puede darse desde una
aproximación externa, por el contrario
debemos partir desde un acercamiento
interno, que es precisamente lo que
marca la convivencia. En este proceso de
conocimiento y comprensión de la
otredad, el marco de representación
simbólica con el que se inicia ese
acercamiento se interculturaliza, es decir
se transforma en tanto que es atravesada
por la mirada del otro:
Ya no es solo la tolerancia del otro distinto
lo que esta en juego, sino la opción de la
autocreación propia en la interacción con
este otro. O más aún: la tolerancia frente al
otro es más apremiante por que la
autorecreación se ha vuelto una opción
inminente. Al viejo tema del respeto por el
otro se acopla, no sin conflicto, la nueva
aventura de mirarnos con los ojos del otro.
Y entrar en esa mirada del otro me hace a
mi ser otro respecto de mí.6
La tarea de interculturalizar no sólo la
forma de ver las expresiones culturales
subalternas sino las relaciones sociales se
vuelve entonces ineludible en la medida
en que las culturas son dinámicas, se
transforman, pero además se
interrelacionan y se mezclan en procesos
complejos que van armando la urdimbre
que marca la existencia de los sujetos, por
lo que pretender mantener una visión
monocultural para explicarnos el mundo
resulta anacrónica, por decir lo menos.
La interculturalidad por lo mismo es un
proceso de construcción de nuevos
sentidos para la convivencia, pero que
no está exento de conflictos y que
tampoco se reduce al mundo de las
representaciones simbólicas sino que
a partir de ellas y precisamente por ellas
se traslada al mundo de la lucha política,
en tanto cuestiona al poder y busca
*deconstruir y cuestionar la validez
36
37
de los elementos que legitiman ese poder.
«El significado de la interculturalidad está
en los procesos culturales, sociales y
políticos que intentan confrontar la
desigualdad y el problema del poder y,
a la vez, construir relaciones entre grupos,
prácticas, lógicas y saberes distintos».7
Este carácter político que en última
instancia asume la interculturalidad
entendida como la convivencia con el
otro o el diálogo entre culturas,
es lo que Arturo Escobar denomina
interculturalidad efectiva.
VARIAS CRÍTICAS
A LA TECNOCUMBIA
«Los países latinoamericanos son
actualmente resultado de la sedimentación,
yuxtaposición y entrecruzamiento de
tradiciones indígenas (sobre todo en las
áreas mesoamericana y andina), del
hispanismo colonial católico y de las accio-
nes políticas, educativas y comunicacionales
modernas. Pese a los
intentos de dar a la cultura de élite un per-
fil moderno, recluyendo lo indígena y lo
colonial en sectores
populares, un mestizaje
interclasista ha generado
formaciones híbridas en todos los estratos
sociales».8
Existen algunos sectores que rechazan la
tecnocumbia por las mezclas y fusiones
que ésta realiza, lo que consideran como
un irrespeto a las canciones y ritmos
originales. Otro aspecto que se critica en
la tecnocumbia, es la simplicidad del
contenido de las letras de las canciones.
Esto me parece una generalización
peligrosa, ya que primero se contradice
con aquella otra crítica que habla de la
utilización de canciones tradicionales que
ciertamente en algunos casos no adolecen
de la simplicidad aludida, pero además es
injusta ya que se la hace desde la cultura
letrada y el canon musical como lugar de
enunciación con marcados prejuicios.
En el campo del mercado musical, de
hecho se encuentran producciones de alto
nivel, pero también de mediocre calidad
en lo técnico y en lo artístico musical,
razón por la cual tachar de mala
producción exclusivamente a la
tecnocumbia, es una señal de
discriminación.
Frente a todo este corpus de críticas que
recibe esta expresión cultural, ¿cuál es la
postura de quienes están involucrados en
el circuito de la tecnocumbia? Pues
simplemente no les interesa «legitimarse»
en los espacios del canon de la «alta
cultura», asistimos de esta manera a un
Cortesía
de
Jaime
Enrique
Aymara
«enfrentamiento» de los detractores con los
fantasmas de su propia visión culturalista,
que los ubica como aquel boxeador que
se enfrenta con su propia sombra.
Los actores del campo artístico no parecen
muy interesados en confrontar su trabajo
en los lugares de legitimación cultural
establecidos, pues su interés no está en
disputar espacios de aceptación en las
agendas culturales que difunden los
«hacedores de cultura». Su argumento se
reduce a cuestionar la «falta de apoyo» a
los «artistas ecuatorianos» en un medio que
no valora lo «propio» al preferir siempre lo
«extranjero», pero que parecen conformarse
con el reconocimiento ante el público que
los aclama y con los réditos económicos
que esta fama les otorga.9
LAS REPRESENTACIONES
DESDE LAS ARTISTAS
Otro ángulo desde el cual se debe mirar
a la tecnocumbia, es el de la identidad,
partiendo desde las representaciones que
asumen los actores de esta expresión
cultural.
La mayoría de los grupos de tecnocumbia
evoca a través de sus denominaciones
elementos de identidad del sujeto
colectivo con el cual pretenden ponerse
en sintonía, se trata de remarcar lo latino,
la piel trigueña, lo sensual y lo festivo, de
allí se explica los nombres de algunos
grupos de tecnocumbia. como «Orgullo
Latino», «Tierra Canela», Grupo «Deseo»,
«Magia Latina», «La Farra», Grupo «Fuego».
Esos elementos de identidad del sujeto
colectivo también se expresan en las
letras de las canciones, por ello incluso
resulta explicable que la tecnocumbia
recurra a canciones tradicionales.
La temática es muy variada y precisamen-
te allí estriba uno de los elementos que
explican el éxito y su amplia aceptación.
La tecnocumbia tiene un mérito que le
hace llegar a la gente, y ese mérito es
cantar los conflictos cotidianos de la gente
común, los problemas vivenciales de la
gente anónima, sus alegrías y penas, sus
encuentros y desencuentros, sus ilusiones
y deseos, hasta los más recónditos, Por
ello atraviesa el tejido relacional del pue-
blo, es consumida por distintos sectores
sociales, económico —ocupacionales—
siendo un elemento de identificación del
sujeto colectivo, en el cual se reconocen
a su modo y ciertamente de manera
heterogénea desde soldados, policías,
delincuentes (choros), jóvenes, adultos y
hasta personas de la tercera edad, vende-
dores ambulantes «los informales»,
desempleados, obreros, empleadas
domésticas, oficinistas y artesanos,
chóferes de transporte colectivo, amas de
casa y estudiantes, mujeres y hombres,
habitantes de las grandes urbes y de los
sectores rurales, no sólo del país sino
incluso de los países vecinos.10
La tecnocumbia, también atraviesa las
diferencias económicas pues se la escucha
en conciertos al aire libre, en coliseos,
estadios, plazas de toros de pueblo,
recintos, parroquias, cantones y ciudades,
e irrumpe hasta en lugares exclusivos
como hoteles cinco estrellas (tal es el
caso de «Tierra Canela» y «Magia Latina»
que se han presentado en varias
ocasiones en el Swissotel, Hotel Quito)
o El Jardín de la Salsa en la ciudad de
Guayaquil (espacio dedicado sobre todo
a un público de clase media).
Los actores directos se asumen a sí
mismos como intérpretes «del sentimiento
nacional», y en tanto tales comparten el
38
sentimiento de la gente y se identifican
con sus alegrías y sus dolores; es el caso,
por ejemplo, de Ángel Guaraca, el
«Indio Cantor de América», quien en una
entrevista expresa: «quisiera estar ahí con
las gentes de los parques, de los
mercados (…) yo soy amigo del cargador,
del jornalero, del albañil, del estudiante,
del profesor, de los niños, ese es el cariño
que yo les doy y que ellos me dan a
mí»,11
igual es el caso de María de los
Ángeles al explicar lo que siente cuando
se presenta y canta ante su público: «Es
una mezcla de emociones, ver gente que
llora de sufrimiento, de sentimiento, de
esperanzas, escuchar que cantan mis
canciones me emociona mucho»12
.
En tales condiciones, los intérpretes de
tecnocumbia, se consideran legítimos
embajadores musicales del país. Para
María de los Ángeles por ejemplo, el reto
«es buscar por todos los medios hacer
conocer nuestra música a todo el mundo,
es luchar para lograr que peruanos,
colombianos, europeos canten nuestras
canciones»13
, y para Ángel Guaraca: «Hay
que valorar lo nuestro y hacer quedar
bien a nuestro país, produciendo música
nacional y exportándola al exterior, que
paradójicamente es donde más se aprecia
este ritmo», comentó el cantor de América.
(…) Con su manera de vestir quiere
llamar a la reflexión sobre la importancia
de rescatar nuestra cultura y no copiar de
otras que solo nos dejan sin identidad
(…) odia al racismo que existe en el país
y en el mundo.14
Sin embargo su
vestimenta es una copia de la vestimenta
que utilizan los cantantes del denominado
texmex, pues se presenta no con un
sombrero de alguna de las comunidades
indígenas del país sino uno de estilo
texano, con chaleco con flecos y con
pantalón de cuero negro.
LA TECNOCUMBIA
Y LAS RELACIONES DE GÉNERO
Esta es otra de las causas que
«descalifican» a la tecnocumbia, sostengo
que la presencia de la tecnocumbia
«molesta» porque confronta el poder
simbólico hegemónico, la estética
dominante, empezando por el montaje
escénico en donde la presencia de la
mujer, como interprete o como bailarina,
pone en conflicto el rol que
tradicionalmente la sociedad le ha
asignado. Por ello precisamente «molesta»
porque descubre, destapa problemas no
resueltos y porque visibiliza desde una
posición protagónica la imagen de la
mujer y su cuerpo en el espacio público,
lo que además las convierte en personajes
públicos y por ello es que existe maltrato
a las artistas, mucho más cuando la
mayoría de grupos de tecnocumbia
son femeninos.
Aquí podemos reconocer dos elementos
importantes en el análisis que entran en
tensión; por un lado el rol social de la
mujer y por otro el de la sexualidad, que
se expresan por: «…el hecho de que las
mujeres de la tecnocumbia se atreven a
hacer con su cuerpo algo que el resto no
tienen el valor de hacer: destaparse,
mostrándose sin miedo y sin prejuicios
sobre el que dirán».15
Si a los dos
elementos señalados se suma el origen
popular de la mayoría de mujeres insertas
en el mundo de la tecnocumbia se
produce una desestabilización de lo que
se considera «normalidad» en tanto se trata
de artistas populares, pues tal
39
40
«desestabilización» no se produce si se
trata de artistas internacionales
consagradas por las industrias culturales
multinacionales, las que por lo demás
son las que imponen la moda y el «best
seller». La «insolencia» de que mujeres de
extracción popular quieran parecerse a las
artistas internacionales es algo
«imperdonable» a pesar de que tal
conducta busca reproducir precisamente
esa representación simbólica dominante
a través del simulacro y que se expresa
en la utilización de vestidos como ropa
de cuero negro pegada al cuerpo o de
complementos a su vestido como gorras
o en la utilización de nombres artísticos
como es el caso de Paty Ray, cuyo
nombre verdadero es Patricia Salazar.
Esta actitud de «parecerse» al otro,
devenido en paradigma, no es en
absoluto un comportamiento privativo de
los artistas tecnocumbieros, yo diría que
es la actitud de amplios sectores de la
población mestiza que no se asume como
es. En el caso del mundo artístico hasta
podría explicarse este comportamiento
por estrategias de marketing, pero en el
comportamiento social el hecho de no
asumirnos como somos sería un reflejo de
probables traumas identitarios sobre los
que habría que profundizar en otros
estudios.
En el mundo de las artistas
tecnocumbieras, se evidencia una ruptura
con el rol social tradicional de la mujer en
los sectores populares, su completa
dependencia del hombre y su insustituible
presencia en el espacio doméstico
combinado con el ingreso al mundo
laboral en tareas secundarias. Las mujeres
involucradas en el fenómeno de la
tecnocumbia, por el contrario irrumpen
con roles protagónicos en el espacio
público como cantantes y bailarinas y lo
hacen explotando lo sensual y erótico.
Esta nueva situación no implicó dejar
de lado sus tareas domésticas y sus roles
de madres y esposas, pero en cambio si
produjo un desequilibrio en las
relaciones de poder dentro del núcleo
familiar, con todo el conflicto tensional
que esto genera, en algunos casos por
ejemplo, los hombres se han convertido
en ayudantes, managers, utileros,
arreglistas, etc., en todo caso en sus
segundos, pues cumplen roles
secundarios.
Tal protagonismo de la mujer y el
manejo de su sensualidad es un elemento
perturbador en una sociedad
eminentemente patriarcal, machista
e hipócrita, que disfruta y goza de manera
implícita, pero que rechaza y agrede de
manera explícita la sensualidad en los
movimientos de los cuerpos femeninos en
el baile, en la forma como cantan y en la
forma como visten.
Pero el rol protagónico de la mujer en el
caso de la tecnocumbia no sólo se reduce
a las cantantes y bailarinas, en tanto tales,
sino también como compositoras, empre-
sarias, productoras, relacionadoras
públicas e incluso a su presencia entre el
público cuando disfruta de esta música, es
decir como consumidora.
LO NACIONAL POPULAR
Históricamente, en nuestros países, la
construcción de la identidad nacional se
ha realizado desde las elites que han
manejado el Estado y no ha partir de las
culturas que habitan este territorio.
Dicha construcción discursiva se disemina
socialmente a través del aparato
institucional y educativo, dejando por
fuera a las culturas que no se enmarcan
en la matriz blanco mestiza occidental.
En el Ecuador también se produce (lo
que para Colombia, señala Arturo
Escobar) el hecho de que el país oficial
no ha sabido reconocer la otredad
interna, la otredad de indígenas, de
negros, de mujeres, de las clases
populares, sino que las ha construido
sobre la base de regímenes de
representación marcados por el racismo
y el discrimen.
Desde los sectores populares se ha ido
construyendo una idea de lo nacional
a partir de sus propios referentes, por
ejemplo: sus deportistas, su música, sus
artistas a los que sienten cercanos, parte
de su mundo. Y por ello son los
«genuinos representantes nacionales».
Es interesante que la selección de fútbol
del Ecuador, que por dos ocasiones logró
el tan ansiado cupo para el Mundial, esté
constituida en un 70% por afro
descendientes; que la única medalla
olímpica obtenida por Ecuador en la
historia sea lograda por un muchacho del
pueblo; y que la música que más se
exporte hoy por hoy sea la tecnocumbia.
Lo salido del pueblo es asumido como
representación de lo nacional y muestra
de la ecuatorianidad.
Esta construcción difiere de la idea
sustentada por los sectores hegemónicos
que encuentran en la historia oficial el
sustento de la nacionalidad ecuatoriana
y que se reproduce en los
comportamientos sociales marcados por
concepciones fuertemente excluyentes16
;
es allí donde surge el conflicto de
exclusión, como resultado de un ejercicio
de poder. Por lo visto la idea de nación
ecuatoriana admite construcciones
y lecturas diversas, dependiendo de
múltiples factores como la ubicación
geográfica, cultural, étnica o social, pero
enmarcadas ciertamente en el conjunto de
representaciones simbólicas comunes que
sustentan esa idea de nación. Con esta
óptica ¿hasta dónde podemos descalificar
esta construcción de lo nacional que se
hace desde los actores de la
tecnocumbia?, ¿no será más importante,
tratar de comprender que la tecnocumbia
incorporó en el marco de sus
representaciones lo nacional a partir de lo
popular, y que para hacerlo se
fundamentó en el capital simbólico de
amplios sectores de ecuatorianos que
habitan este país y que por la migración
habitan otras latitudes?
LA INTERCULTURALIDAD
EN LA TECNOCUMBIA
Para mirar desde la interculturalidad a la
tecnocumbia como expresión cultural,
resulta inevitable hablar de las relaciones
de poder, pues si de lo que se trata es de
«poner en diálogo» varias culturas, ese
diálogo, según Arturo Escobar, debe darse
en contextos de poder:
…lo que llamamos una ‘interculturalidad
efectiva’, que definimos simplemente como
‘un diálogo de culturas en contextos de
poder’, es decir; no solamente un diálogo
de culturas, una consideración de la
diversidad cultural, sino en un contexto
muy específico de poder entre grupos y
entre culturas que involucra un nuevo tipo
de receptividad hacia el Otro, sin descono-
cer la problemática del poder, y, más aún,
un abrirse al ser impregnado por el otro y
ser transformado en el proceso de esa
impregnación.17
Por lo que debemos partir del hecho de
que, en nuestras sociedades, las
relaciones que se establecen con la
41
otredad están signadas por profundas
asimetrías, lo que implica la existencia de
conflictos que deberán ser asumidos y
manejados como potencialidades que nos
permiten llegar a acuerdos en el proceso
de interculturalizar a la sociedad. Por ello
resulta necesario aclarar a qué nos
referimos cuando hablamos de poder:
El poder no está contenido en una
institución, ni en el Estado, ni en los
medios de comunicación. No es tampoco
cierta potencia de la que algunos estarían
dotados: ‘es el nombre que se presta a una
situación estratégica en una sociedad
dada’. Por lo tanto, los sectores llamados
populares coparticipan en esas relaciones
de fuerza, que se arman simultáneamente
en la producción y el consumo, en las
familias y en los individuos, en la fábrica y
el sindicato, en las cúpulas partidarias y en
los organismos de base, en los medios
masivos y en las estructuras de recepción
que acogen y resemantizan sus mensajes
(…) Por supuesto, las relaciones suelen no
ser igualitarias, pero es evidente que el
poder y la construcción del acontecimiento
son resultado de un tejido complejo y
descentrado de tradiciones reformuladas
e intercambios modernos, de actores
múltiples que se combinan.18
Es evidente que la modernidad nos ha
impuesto una forma de ver el mundo a
través del ejercicio de poder en distintas
esferas de la vida social, lo que ha
generado conflictos sociales como
habíamos señalado anteriormente y entre
ellos el conflicto de distribución cultural
que la interculturalidad intenta enfrentar:
«La modernidad dominante genera
problemas de distribución cultural,
negación de la diferencia cultural, se
impone una visión del mundo, una
norma, una forma de ver las cosas, se
impone un modelo local, el occidental,
que se universaliza por un efecto de
hegemonía y no en virtud de su
contenido de verdad».19
Resulta entonces claro que hay una
relación indiscutible entre poder y cultura,
que debe desentrañarse al abordar la
interculturalidad «¿Cómo definimos los
conflictos culturales distributivos?
Los definimos como aquellos conflictos
que surgen de las diferencias efectivas de
poder asociadas con valores y prácticas
culturales específicas. No surgen de la
diferencia cultural de por sí, sino de la
diferencia que esa diferencia hace en
relación con la definición de las normas
sociales y de las estructuras sociales.
Este concepto es una forma de señalar, de
introducir más directamente la relación
42
Afiche
que
anuncia
una
presentación
de
tecnocumbia
en
Nueva
York
entre cultura y poder. Si
bien es cierto que el
poder habita
significados, los
significados también son
fuentes de poder.»20
La tecnocumbia como
arte es una construcción
simbólica subalterna,
que pretende soslayarse
desde el poder
dominante, pero además
es una experiencia
colectiva: «el arte
popular no es una
colección de objetos, ni
la ideología subalterna
un sistema de ideas, ni
las costumbres,
repertorios fijos de
prácticas: todos son
dramatizaciones
dinámicas de la
experiencia colectiva».21
En tanto tal, genera
conflictos que se
expresan en relaciones
tensionales con ese
poder simbólico
dominante, puesto que
no sólo que intenta sino
que visibiliza y hasta
confronta la desigualdad
y la exclusión, en la
relación con los medios,
en el tratamiento de
género, en la disputa
por el control de las
representaciones
simbólicas de lo
nacional-popular, así
como, porque pone en
entredicho el poder
43
Grupo Tierra Canela
simbólico en el campo
estético, aparte de que por ser masiva
relaciona grupos
generacionales y ocupacionales y lógicas
diferentes en la fusión de lo tradicional
y lo moderno, dando lugar a lo que se
podría denominar una hibridación
intercultural. «Si bien estamos al medio de
una transformación cultural permeada por
el mercado, ello no significa que no
permanezcan vivos en el país rasgos
premodernos que transcurren
subterráneamente en otra temporalidad.
Probablemente no sea adecuado buscarlos
en formas culturales determinadas, sino
en elementos transversales que subyacen
a esas formas».22
Además en la
tecnocumbia podemos advertir un
fenómeno interesante de reelaboración
contínua entre lo que se adopta, o se
apropia de afuera con la tradición, una
forma de subvertir los cánones
simbólicos. Existe un término inglés
counterwork que, según Escobar, podría
traducirse como contralabor,
o reelaboración y que se definiría como
«la apropiación fenomenológica y
colectiva de las prácticas de la
modernidad dominante por grupos
populares al ser éstas recontextualizadas
en los mundos-vida culturales locales,
produciendo un cambio continuo. Es
decir, todo lo que llega a una cultura
determinada es necesariamente
procesado; toda la información que llega
de afuera se internaliza, se procesa, se
apropia, se subvierte de una forma muy
dinámica (…) la idea de
‘contraelaboración’, ‘contralabor’ sobre la
modernidad, sobre el desarrollo, es una
idea que permite una nueva forma de
entender la dinámica cultural, sobre todo
en contextos de poder donde los
subalternos están continua y
necesariamente procesando, por
necesidad histórica de supervivencia, los
contenidos de la modernidad y
creando de esa forma sus propias
culturas, sus propias visiones que son
hibridizadas, no en el sentido de dos
hilos puros de tradición y modernidad
que se encuentran sino de una madeja
completamente enredada donde ya no se
pueden sacar el hilo de la tradición y el
hilo de la modernidad, aunque hasta
cierto punto se puede hacer una
genealogía de las prácticas de la tradición,
la modernidad y sus encuentros múltiples.
De esa forma, la modernidad y el
desarrollo son procesados
continuamente.»23
Por lo dicho anteriormente, postulo la
tesis de que la tecnocumbia es una
expresión intercultural, a la que podría-
mos denominar «en sí» y no «para sí»; «en
sí» por ser una realidad fáctica que
relaciona y posibilita la convivencia de
distintos grupos, prácticas y lógicas, como
queda señalado, pero que también genera
conflictos en diversos sentidos, como los
expuestos en el presente trabajo al
abordar el tema de género, o del discurso
estético, por señalar dos casos, por lo
mismo no creo que sea una expresión
intercultural «para sí», en tanto que no
confronta al poder de manera explícita.
Es más, en muchos casos, es utilizada por
el poder como vía de acceso a los
subalternos y de aceptación y
legitimación de la dominación en
términos de hegemonía. Precisamente esta
investigación busca contribuir a visibilizar
los conflictos que su sola presencia
genera y que se agudizan cuando
irrumpen en espacios «sacralizados»,
analizar dichos conflictos y las
44
45
consecuencias que se desprenden de los
mismos podría servir como un aporte
para lograr la interculturalidad efectiva.
Esa ha sido la pretensión de este trabajo:
«Abordar estos conflictos conlleva
promover espacios para la
interculturalidad efectiva,
la interculturalidad como diálogo de
culturas dentro de contextos de poder,
y apoyar la activación de las formas
culturales «subalternas», en el sentido
gramsciano de la palabra».24
Es probable que exigir de la tecnocumbia
y de sus seguidores una actitud
contestataria, para asumirla como una
forma de interculturalidad «para sí», sea
demasiado. Efectivamente la tecnocumbia
nunca se ha planteado tal derrotero,
a punto tal que no hay canciones
«protesta» dentro de la expresión que
estamos analizando. Tal «falencia»
tampoco la descalifica como una forma
de expresión intercultural, por la que en
lo personal le apuesto al igual que Jaime
Bailón, en tanto es la expresión del «otro»
que esta sociedad lleva dentro.
«…la tecnocumbia y todos los actores
involucrados en esta movida vienen dando
una lección de un adecuado diálogo
intercultural, generando un intercambio
lúdico y creativo de las matrices culturales
locales y globales. Además, la tecnocumbia
ha demostrado su vitalidad y fuerza para
competir con productos patrocinados por
las grandes transnacionales de la música.
Queda evaluar si estos agenciamientos
propuestos por el fenómeno de la
tecnocumbia pueden converger y
traslaparse con las propuestas de otros
movimientos sociales. Pero nuestra apuesta
por la tecnocumbia es incondicional:
acabar con los purismos de todo cuño es
un primer paso contra la exclusión. Los
músicos chicha y su inmenso auditorio nos
están enseñando que no existen fronteras
ni límites para nuestros deseos de ser los
mismos y otros.»25
En conclusión considero que la
tecnocumbia es una expresión de
interculturalidad que se manifiesta en el
intercambio y la fusión de elementos
culturales tradicionales y modernos,
locales, regionales y globales, pero que
además se interculturaliza utilizando el
circuito propio en este caso de las
industrias culturales o sea el de la
producción, circulación y consumo de
bienes culturales. La tecnocumbia es un
bien cultural que llega y gusta a amplios
sectores poblacionales ubicados en
diversos estratos sociales portadores de
capitales simbólicos también diversos.
Y lo logra a partir de una construcción,
que se hace desde fuera del ámbito de la
cultura oficial, sin esperar su
«reconocimiento». Su legitimidad se
sustenta precisamente en esa cualidad de
interculturalizarse y lograr con ello la
aceptación de cientos de miles de
ecuatorianos que la sienten como la
música de su tierra.
46
NOTAS:
1
Este ensayo forma parte de una investigación más
amplia, auspiciada por la Universidad Andina
Simón Bolívar Sede Ecuador.
2
Vich, Víctor. «Sobre cultura, heterogeneidad,
diferencia». Estudios Culturales: Discursos, poderes,
pulsiones. Eds. Santiago López Maguiña et al. Lima,
Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales
en el Perú, 2001.
3
De la Torre, Adrián. La tecnocumbia: aproximación
a la música popular contemporánea en la sierra
ecuatoriana. Quito, Cuadernos Casa de la Cultura
Ecuatoriana «Benjamín Carrión», 2003.
4
Escobar, Arturo, Libia Grueso y Carlos Rosero.
«Diferencia, nación y modernidades alternativas».
Gaceta. Políticas Culturales Los Retos,
Bogotá, 2001, 2002.
5
«María de los Ángeles le canta al mundo entero, de
Ecuador a Europa, música de exportación». Estrellas
Ecuatorianas, Quito, 2004.
6
Hopenhayn, Martín. Transculturalidad y diferencia.
El lugar preciso es un lugar movedizo, (manuscrito).
7
Taller Intercultural de la UASB. ¿Qué entendemos
por políticas (Inter.) culturales? Un marco conceptual
puesto en práctica. Documento sobre políticas
interculturales para el Cantón Cotacachi,
Quito, UASB, 2004.
8
García Canclini, Néstor. Culturas híbridas: estrate-
gias para entrar y salir de la Modernidad, México,
Ed. Grijalbo S.A, 1990.
9
Santillán, Alfredo. «Lluchita la tecnocumbia voces
que legitiman: hacedores de cultura Y artistas popu-
lares», Revista 361º podemos decirlo, Quito, 2004.
10
En la única ciudad en la que la tecnocumbia no ha
entrado como en las demás es Esmeraldas, en
donde la salsa y el merengue dominan el ambiente
musical. En el resto de la provincia la tecnocumbia
en cambio sí predomina. Este hecho curioso amerita
un estudio más profundo.
11
«Ángel Guaraca embajador de la música ecuatoria-
na» Estrellas Ecuatorianas, Quito, 2004.
12
María de los Ángeles le canta al mundo entero, de
Ecuador a Europa, música de exportación. Estrellas
Ecuatorianas, Quito, 2004..
13
Ibidem.
14
Ob. Citada.
15
Estrella, Julieta y Elsa Tapia. La tecnocumbia al
desnudo, Quito, Somos punto y línea, 2004.
16
La idea de que para arreglar este país hay que
«mejorar la raza» todavía subyace en algunas mentali-
dades, que son las mismas que creían que el proble-
ma de la selección de fútbol de no clasificar al mun-
dial se solucionaría «blanqueándola».
17
Escobar, Arturo, Libia Grueso y Carlos Rosero.
«Diferencia, nación y modernidades alternativas».
Gaceta. Políticas Culturales Los Retos,
Bogotá, 2001, 2002.
18
García Canclini, Néstor. Culturas híbridas: estrate-
gias para entrar y salir de la Modernidad, México,
Ed. Grijalbo S.A, 1990.
19
Ob. Citada.
20
Ibidem.
21
Ob. Citada.
22
Protzel, Javier. «Conocimiento y estética al estudiar
la cultura». Estudios Culturales: Discursos, poderes,
pulsiones. Eds. Santiago López Maguiña et al. Lima,
Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el
Perú, 2001.
23
Ob. Citada.
24
Ibidem.
25
Bailón, Jaime. «La chicha no muere ni se destruye,
sólo se transforma. Vida, historia y milagros de la
cumbia peruana». ICONOS, Quito, 2004.
Chagras del páramo
fotografías de Pete Oxford
Dossier
Dossier 48
Pete Oxford, biólogo británico, ha sido desde su niñez un
apasionado por la naturaleza. La mayor aspiración de su
vida fue viajar a lo largo y ancho del mundo internándose
en la vida salvaje, conviviendo con pueblos y culturas
poco conocidas.
Las fotografías de Pete han aparecido en importantes
revistas como National Geographic, Geo, International
Wildlife, Smithsonian entre otras, siendo reconocido por
diez veces con el premio Mejor Fotógrafo del Año por la
BBC Wildlife. Su trabajo ha sido utilizado por
organizaciones ambientales como WWF,
Conservation International, UICN, Greenpeace, BBC,
Oxford University Press,Time Life Books, Kodak.
En Ecuador sus imágenes se han publicado en Diners,
Terra incógnita, Cosas y Soho.
Junto a su esposa sudafricana y colega fotógrafa,
Reneé Bish, ha viajado por todos los continentes,
encontrando los más bellos y remotos destinos,
descubriendo asombrosos paisajes, misteriosos pueblos
y la siempre imperturbable naturaleza en sus múltiples
representaciones.
Junto a Reneé ha publicado siete libros con temas
estrictamente ecuatorianos.
Su más reciente proyecto es un trabajo científico sobre la
conservación del águila arpía en el Ecuador.
Están en prensa dos extensos libros sobre
Madagascar y Mongolia.
La labor de Pete ha sido siempre promover la
conservación de la naturaleza y las culturas,
esperanzado en que las imágenes captadas circulen por el
mundo para llamar la atención de quienes pueden ayudar
en esta tarea que nos corresponde
a todos, salvar el planeta.
49 Dossier
Chagra y ganado (Chagra and Cattle)
Dossier 50
Chagra y ganado (Chagra and Cattle)
51 Dossier
Chagra cruzando el río (Chagra crossing stream)
Dossier 52
Caballo encabritado (Chagra-horse rearing)
53 Dossier
Chagra
Dossier 54
Rienda (Knotted Bridle)
55 Dossier
Rodeo (Sorting Cattle)
Cuentos del mundo
y del Ecuador
58
uy señor mío:
Me sorprendió tanto recibir su carta pre-
guntándome por mi hijo… ¿Cómo ha dado
conmigo? Me vine a vivir aquí hace años,
justo después de que empezara a suceder
todo aquello. Aquí nadie sabe quién soy,
pero de todas formas tengo miedo y de quien
tengo miedo es de él. Cuando miro el perió-
dico me tiemblan las manos y me pongo a
pensar. Leo lo que escriben sobre él y me
pregunto si ese hombre es realmente mi hijo,
si de verdad está haciendo todas esas cosas.
Era un buen chico, si dejamos aparte sus
arrebatos y el hecho de que nunca dijera la
verdad. No sé por qué razón. Todo empezó
un verano, hacia el cuatro de julio, cuando él
tenía unos quince años. Nos desapareció
Trudy, la gata, y no la vimos ni aquella noche
ni al día siguiente. Mrs. Cooper, la vecina de
atrás, vino al día siguiente por la noche a
decirme que Trudy se había arrastrado hasta
su jardín aquella tarde, agonizando, y que
estaba muerta. Estaba destrozada, me dijo,
pero aun así pudo reconocerla, y que la
había enterrado.
¿Destrozada?, dije. ¿Qué quiere decir?
Mr. Cooper había visto a dos chicos
metiéndole petardos por las orejas y en… ya
sabe dónde. Trató de detenerlos, pero esca-
paron corriendo.
¿Quién, quién estaba haciéndole eso a
Trudy? ¿Mr. Cooper vio quiénes eran?
Mr. Cooper no conocía al otro chico, pero
uno de ellos salió corriendo en esta direc-
ción, y Mr. Cooper creía que era mi hijo.
Yo negué con la cabeza. No, era imposi-
ble, él jamás haría algo semejante, él quería a
Trudy, Trudy llevaba años con nosotros. No,
no podía ser mi hijo.
Aquella noche le conté a mi hijo lo de
Trudy, y él se mostró sorprendido y afectado,
y dijo que deberíamos ofrecer una recompen-
sa. Escribió a máquina una nota y prometió
ponerla en el tablón de la escuela. Pero cuan-
do aquella noche se iba a su cuarto me dijo
no te lo tomes tan a pecho, mamá, Trudy era
vieja, en años de gato tendría unos sesenta y
cinco o setenta, una vida muy larga.
Se puso a trabajar las tardes y los sábados
en el almacén de Hartley’s. Una amiga mía
que trabajaba allí, Betty Wilks, me habló
acerca del empleo y me prometió recomen-
darle. Se lo dije a él aquella noche, y él me
dijo que estupendo, que era difícil para la
gente joven encontrar trabajo. La noche en
que iba a volver con su primera paga le pre-
paré su cena preferida, y cuando llegó a casa
se encontró con todo listo sobre la mesa.
Aquí está el hombre de la casa, le dije, abra-
zándolo. Estoy tan orgullosa, ¿cuánto has
¿Por qué, cariño?
por Raymond Carver
(Estados Unidos)
M
cobrado, cariño? Ochenta dólares, dijo. Me
dejó pasmada. Es maravilloso, cariño, no me
lo puedo ni creer. Estoy muerto de hambre,
dijo, vamos a comer.
Me sentía feliz, pero no acababa de com-
prenderlo: era más de lo que yo ganaba.
Cuando fui a hacer la colada encontré en
su bolsillo la matriz del talón de Hartley’s.
Eran veintiocho dólares, y él me había dicho
ochenta. ¿Por qué no me había contado la
verdad? No lograba entenderlo.
Le preguntaba ¿dónde estuviste anoche,
cariño? En el cine, respondía, y luego me
enteraba de que había ido al baile de la
escuela o de que había pasado la tarde
dando vueltas en el coche de un amigo. ¿Qué
más le dará decir la verdad?, pensaba yo. ¿Por
qué no es sincero? ¿Qué razón hay para men-
tirle a su madre?
Recuerdo una vez que se suponía que vol-
vía de una excursión al campo, y yo le pre-
gunté si habían visto algo interesante en la
excursión. Se encogió de hombros y me dijo
que formaciones de tierra, rocas y cenizas
volcánicas, y que les habían enseñado dónde
había habido un gran lago un millón de años
atrás, y que ahora no era más que un desier-
to. Me miró a los ojos y siguió hablando. Al
día siguiente recibí una nota de la escuela
pidiendo mi autorización para una excursión
al campo; si autorizaba a mi hijo para que
fuera.
Hacia finales de su último año en la escue-
la se compró un coche y se pasaba el día
fuera de casa. Yo estaba preocupada por sus
notas, pero él se reía. Sabrá usted que era un
excelente estudiante: si sabe algo de él, segu-
ro que no lo ignora. Y luego se compró una
escopeta y un cuchillo de caza.
Yo detestaba ver aquellas cosas en la casa,
y se lo dije. Se rió, siempre tenía una risa para
todo. Me dijo que guardaría la escopeta y el
cuchillo en el maletero del coche, que ade-
más allí los tendría más a mano.
Un sábado no vino a dormir a casa. Me
preocupé terriblemente. A la mañana siguien-
te, hacia las diez, entró en casa y me pidió
que le preparara el desayuno, que se le había
abierto el apetito cazando, que sentía mucho
no haber vuelto en toda la noche, que había
tenido que ir muy lejos en el coche para lle-
gar al sitio de la caza. La cosa me sonó extra-
ña. y él estaba nervioso.
¿Adónde fuiste?
Hasta Wenas. Disparamos unos cuantos
tiros.
¿Con quién estuviste, cariño?
Con Fred.
¿Con Fred?
Se quedó con la mirada fija y no dijo nada
más. Al domingo siguiente entré de puntillas
en su cuarto a coger las llaves del coche. Me
había prometido que al volver del trabajo la
noche anterior compraría unas cosas para el
desayuno, y pensé que quizá las había deja-
do en el coche. Vi sus zapatos nuevos sobre-
saliendo de debajo de la cama y cubiertos de
barro y arena. Abrió los ojos.
Cariño, ¿qué ha pasado con tus zapatos?
Míralos.
Me quedé sin gasolina, y tuve que ir hasta
una gasolinera. Se incorporó en la cama.
Además, ¿a ti qué te importa?
Soy tu madre.
Mientras estaba en la ducha cogí las llaves
y fui hasta el coche. Abrí el maletero. No
encontré las cosas del supermercado. Vi la
escopeta sobre una colcha y el cuchillo y una
59
60
de sus camisas hecha un ovillo, y la extendí
y vi que estaba llena de sangre. Húmeda aún.
La solté y se me cayó de las manos. Cerré el
maletero y volví hacia casa y le vi en la ven-
tana mirándome, y luego me abrió la puerta.
Se me olvidó contártelo, dijo. Me estuvo
sangrando la nariz de mala manera. No sé si se
podrá lavar esa camisa. Tírala, dijo, y sonrió.
Unos días después le pregunté qué tal le
iba en el trabajo. Muy bien, me dijo. Dijo que
le habían subido el sueldo. Pero me encontré
con Betty Wilks en la calle y me dijo que en
Hartley’s todos sentían mucho que mi hijo se
hubiera ido, que todo el mundo le apreciaba,
dijo Betty Wilks.
Dos noches después estaba yo en la cama
sin poder dormir. Con la mirada fija en el
techo. Oí que el coche subía hasta la entrada,
y escuché y oí cómo abría la puerta con la
llave y entraba y pasaba por la cocina y por
el pasillo y entraba en su cuarto y cerraba la
puerta. Me levanté. Vi luz por debajo de la
puerta, toqué y entreabrí la puerta y le dije:
¿Te apetece una taza de té calentito, cariño?
No puedo dormir. Estaba inclinado sobre la
cómoda, y cerró un cajón de golpe y se vol-
vió y me gritó: ¡Fuera! ¡Fuera de aquí! ¡Estoy
más que harto de que no dejes de espiarme!,
me gritó. Me fui a mi cuarto y lloré hasta que-
darme dormida. Aquella noche me destrozó
el corazón.
A la mañana siguiente, antes de que
pudiera verle, ya se había ido. Pero a mí me
pareció bien. En adelante lo trataría como a
un huésped, a menos que decidiera cambiar
de actitud. Ya no podía soportarlo más.
Tendría que disculparse si quería que fuéra-
mos algo más que extraños que viven bajo el
mismo techo.
Cuando llegué aquella noche, me tenía
preparada la cena. ¿Cómo estás?, me dijo. Me
ayudó a quitarme el abrigo. ¿Qué tal te ha ido
el día?
Le dije: Anoche no pude dormir, cariño.
Me prometí a mí misma no sacar a relucir el
asunto, y no intento hacer que te sientas cul-
pable, pero no estoy acostumbrada a que me
hable así mi propio hijo. Quiero enseñarte
algo, dijo, y me enseñó el trabajo que estaba
escribiendo para la clase de educación cívica.
Creo que trataba sobre las relaciones entre el
Congreso y el Tribunal Supremo. (¡Era el tra-
bajo con el que ganaría un premio al gra-
duarse!) Traté de leerlo, y entonces me dije:
éste es el momento. Cariño, me gustaría tener
una charla contigo. Es duro educar a un hijo
estando como están las cosas hoy día, y más
duro aún para nosotros, sin un padre en la
casa, sin un hombre a quien acudir cuando lo
necesitamos. Eres ya casi un hombre pero yo
aún soy la responsable, y creo que me
merezco algún respeto y consideración, y he
intentado ser sincera y justa contigo. Quiero
la verdad, eso es todo. Nunca te he pedido
más que eso: la verdad. Cariño, dije tomando
aliento, supón que tuvieras un hijo y que
cuando le preguntaras algo, cualquier cosa,
dónde ha estado o adónde va, en qué emplea
su tiempo, cualquiera de esas cosas, nunca
jamás te dijera la verdad. Un hijo que, si le
preguntaras si llueve, respondiera que no,
que hace un tiempo estupendo y soleado,
supongo que riéndose para sus adentros y
creyéndote demasiado estúpido o demasiado
viejo para notar que sus ropas están empapa-
das. ¿Qué necesidad tiene de mentirme?, te
preguntarías. ¿Qué es lo que gana?, te dirías,
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  • 1.
  • 2.
  • 3. La línea que cruza el centro de la tierra, es imaginaria. El ombligo del mundo es imaginario. La gente, el pueblo, los ojos de mi amada.el temblor de la noche, la estrella solitaria, es imaginaria. La fiesta del Elías, el reboso de la Juana, el aire de la casa es imaginario. El tambor del Segundo suena en el imaginario. El jaguar, el cóndor, el tapir, rasgan en el aire una huella imaginaria. En un día de sueño atravieso la nieve, me remonto en el páramo, me pierdo en la selva, me agito junto al mar. Pinto, dibujo y bailo con el imaginario. Imagino las cosas, las palabras, la tibieza del bosque, el rumor de los ríos, el cuerno de la luna. la soledad del agua. Vivo porque imagino. Imagino que vivo dentro de una palabra Imaginaria. Raúl PérezTorres
  • 4.
  • 5.
  • 6.
  • 7.
  • 8. lguna vez, hace mucho tiempo y refiriéndose a América Latina, le escuché decir a Felipe Herrera, Presidente del BID en ese entonces: «somos una gran nación deshecha». Se refería claro está a todas aquellas relaciones sociales y de esfera pública, transformadas y destruidas en la cultura de su comportamiento, por la imposición en todos los órdenes, de una cultura única, dominante y ciega, basada exclusivamente en el mercantilismo. Es decir, el ropaje más claro de la globalización neoliberal. De entre esos deshechos, he expresado que ha surgido un ogro que no tiene nada de filantrópico —como fuera el de Octavio Paz— un monstruo de mil cabezas avanza lentamente por el más oscuro pozo de las relaciones humanas, un monstruo que a su paso todo lo aniquila y envenena, que ha destrozado el comportamiento social y ético, un monstruo que se engorda de la acumulación del capital como alimento primero y último, un monstruo que ha inutilizado la moral personal y la trascendencia cultural de nuestro pueblo y que va ahondando la desigualdad en el espíritu y en la economía. Un monstruo anda suelto en nuestro país: el monstruo de la corrupción. El estado ecuatoriano ha legitimado a este animalejo. Sus instituciones más dignas y más sabias de otro tiempo, han fertilizado el lugar pantanoso, facilista y mediocre en el que repta indiferente. Su enorme cuerpo se asienta en el utilitarismo y el individualismo, dos garras perversas de la política neoliberal. Monstruo que ha succionado la alegría y el amor. Monstruo que muerde la ganancia como único alimento, como única moral; la acumulación incesante, el control clientelar que ha modificado la ética del pueblo y que ha gestado una cultura de la resignación, de la fatalidad y el mercadeo, pero también de la degeneración y la violencia 6 Cultura y política en el Ecuador por Raúl Pérez Torres* * Director de Educación y Cultura del Gobierno de la Provincia de Pichincha. A
  • 9. De su vientre pútrido ha nacido otro país. Un país sin dios ni ley, o más bien con un dios único que ha empezado también a anular nuestra soberanía, nuestro pasado histórico, nuestra identidad. Un poder reordenado bajo la depravación de la economía dolarizada y que ha dado el tiro de gracia a nuestras ya hambreadas formas de existencia social, donde por lo menos simbólicamente esa moneda guardaba el recuerdo querido de una gesta libertaria protagonizada por Antonio José de Sucre. Desechas las relaciones sociales por la ambición de los poderosos, por esa trilogía vil de la arbitrariedad, la ilegalidad y la impunidad, es hora de empezar a reconstruir el espíritu del Ecuador, de escuchar el clamor de los ríos subterráneos de la patria, de plantear otros objetivos de vida, nuevos y fraternales, que den continuidad a una sociedad civil entrañable, combativa, solidaria, a una cultura dignificada por la historia, esa religión cívica que nos permita el diálogo profundo de inteligencias y culturas ancestrales, con una modernidad que afiance la condición humana y la revalorice. No acumulación de bienes, sino de virtudes espirituales y éticas. Un monstruo anda suelto por nuestro país. Es necesario darle caza y eliminar sus mil cabezas venenosas. Frente a esta crisis de identidad, es necesario volver a lo que planteaba Benjamín Carrión, aquello de crear una gran patria de cultura, pero antes una gran patria de justicia, una gran patria de libertad, de seguridad, una patria que ponga en el tapete de su sociedad civil la discusión prioritaria sobre la fatalidad de la injusticia. La patria no es una sino dos que están en guerra, dice el poeta, es decir, una de apariencia legal conducida por la clase dominante y otra real, multiracial y policultural, llena de llagas, humillaciones y olvidos. He dicho algunas veces que las experiencias históricas, la médula de los procesos culturales, nunca han sido comunes ni indicadores en nuestros países, porque la armonía de la clase dominante nunca ha sido la armonía de nuestros pueblos, y mal que les pese, es en el quehacer colectivo, en la equilibrada relación del hombre con los demás, del hombre consigo mismo, del hombre con la naturaleza, en su solidaridad y en su humanismo, en su carga ancestral y en sus luchas reivindicati- vas, donde nace esa conciencia nacional que es la forma más elaborada de la cultura. La cultura de nuestros pueblos, es la comunidad de su proceso espiritual y material, es la carga de manifesta- ciones mágicas, lúdicas, religiosas, políticas, económicas. Es la portadora, la generadora de valores, insustituibles, identificables, de tradiciones sobrellevadas con amor, con sacrificio, con denuedo, a través 7
  • 10. de los siglos, para completar la humanidad, para hacerla digna de la vida, de su maravilla y de su tragedia. Contra la cultura nada puede el olvido; cultura es lo que queda cuando se ha olvidado todo. Cultura es todo lo que se ha agregado a la naturaleza, y la naturaleza misma. Cultura es toda la producción de la tierra. La Cultura es más grande, más magnífica y más profunda que cualquier definición. Igual que la poesía, las definiciones la limitan. En nuestra cultura la imaginación es parte de lo real, su alimento y su verdad profunda. El pueblo corajudo y generoso, confiado y siempre traicionado, inventando a la par los sueños y las utopías, verdades subyacentes a golpes de tambor y cosmogonías, verbo nuevo, palabras fundadoras de un más acá, que quizá no se lo ve, no se lo entiende, pero que está omnipresente, iluminando la continuidad de nuestro quehacer cultural. ¿Cómo te llamas? ¿Quiénes fueron tus padres? ¿Cómo se llamó antes esta montaña? ¿y cómo se llama ahora este río? ¿Cuáles son tus palabras? ¿Cómo hablas? ¿Quién habla por ti? ¿Para quién trabajas? ¿Qué recuerdas? ¿Qué deseas? ¿Qué sueñas? Estas preguntas angustiadas, a pesar de su aparente simplicidad, se las hacía Carlos Fuentes a esa sociedad civil que es la portadora de la cultura 1.Fortalecer la democracia participativa que aliente la soberanía, la defensa de los derechos humanos, la paz, y el respeto a la diversidad étnica y a la pluriculturalidad, en todas las manifestaciones que se expresan desde el imaginario de un pueblo, en sus contenidos espirituales y morales y en su tradición colectiva. 2. Incorporar al sistema educativo en los procesos de desarrollo cultural a fin de estimular la comprensión sobre la transver- salidad de la cultura. El eje de todo proyec- to es el individuo. Eso supone que cualquier programa de educación, de construcción, de infraestructura, de finanzas, etc. deberá contener el rasgo cultural que aporte a la calidad de vida de la población. 3. Preservar, multiplicar, fortalecer las identi- dades locales y regionales, alentando la creación de grupos, talleres, organizaciones culturales, etc., que nazcan desde el trabajo comunitario, como herramienta del desa- rrollo integral del ser humano. 4. Proclamar la igualdad de oportunidades para crear, difundir, disfrutar en libertad de los bienes de la cultura. 5. Estimular la creatividad, difusión y consu- mo de bienes culturales, recuperando y fortaleciendo la memoria histórica de cada región de la Provincia de Pichincha. Decálogo Cultural de la Provincia de Pichincha
  • 11. (y que en nuestro país esta desapareciendo bajo un individualismo deshumanizado y globalizador de la miseria). Sociedad civil que tiene que buscar desde el pensamiento y la creatividad caminos colectivos de desarrollo integral nuevos y propios, que no sean productos de un recetario ajeno, y que contengan la soberanía y la solidaridad como conceptos espirituales y políticos. Qué difícil aquello de la identidad, ese ser multifacético que acaricia cuando se trata de definirla y es caricia en el extrañamiento. En todo caso cuando pienso sobre ello, siempre digo: el desarrollo tiene que ver con nuestra identidad cultural, y la identidad es como el cuento que uno se cuenta a sí mismo, mientras lo escribe con su vida y con la vida de los demás que habitan mi contorno. La identidad es el olor, el lugar, el sexo, la edad, la lengua y su comportamiento, la historia. Mi identi- dad son mis manos, los ojos de mi espíritu que me obligan a mirar la imagen de mí mismo en el espejo de todos los días, en el espejo de todas las costumbres y las circunstancias diarias. Mi identidad es dialéctica y va robustecida del entorno, de ese nuevo espacio geocultural, simbólico, educacional, económico y político, de un espacio que deberá transmitir una ética moral que armonice y se catapulte en los elementos endógenos 6. Generar alianzas y establecer compromi- sos entre la sociedad civil, la empresa privada, los gremios de trabajadores de la cultura y los gobiernos locales, procurando desconcentrar las manifestaciones cultura- les hacia todos los cantones de la Provincia. 7. Estimular la comprensión de una concien- cia social de respeto y preservación de la biodiversidad así como también del patri- monio cultural tangible e intangible, valores que constituyen un recurso estratégico para el desarrollo sustentable de la región. 8. Asegurar las fuentes de financiamiento y los recursos económicos indispensables y eficientes para la difusión de los productos culturales y para la multiplicación de sus diversas manifestaciones. 9. Reconocer la libertad y autonomía de las culturas y sus expresiones intrínsecas. 10. Consolidar en Pichincha la presencia del Gobierno Provincial, como una entidad vinculada a su cotidianidad y a su desarrollo, coordinando el trabajo cultural de los municipios, las juntas parroquiales y las instituciones culturales.
  • 12. de muestras culturas, en el respeto a su variedad y a su riqueza múltiple, a su historia y a la saga de sus procesos sociales constructivos, a su lengua y a sus costumbres, es decir, a todas las formas de comportamiento que van creando una política cultural nacional y popular. Desde las manifestaciones espirituales del pueblo, como son las formas de resistencia frente a los mecanismos de colonización o dominación, la comunicación oral, las formas de elaboración mítica, mágica y lúdica frente a la pretensión de monopolizar las interpretaciones de la relación del hombre con la naturaleza, sus orígenes y su devenir, en definitiva respetar aquello que siempre se ha escamoteado, es decir, la participación popular en la historia. Por ello se dice que la cultura escapa a cualquier compartimentalización, porque es un viento que refresca la vida en su totalidad. Ahora que vivimos quizá la crisis política más aguda, el vacío existencial, la mediocridad como norma, la corrupción como espejo, la globalización neoliberal como herramienta para arrasar con las culturas, la fuerza unipolar de un imperio violento, criminal, deshumanizado, que masacra pueblos y ha destrozado la cultura fundacional del mundo, que en la Mesopotamia ha destruido y usurpado la historia donde nació el libro, el alfabeto, el Código de Ammurabi, el registro de las leyes del mundo, las tablillas de arcilla de la escritura, y hasta los sueños de las mil y una noche prostituidas por más petróleo para sus máquinas de guerra. Rescatar nuestra cultura, ecuatoriani- zarla, como alguna vez dijo Hernán Malo en relación a la universidad ecuatoriana, es decir, ir a sus fuentes primigenias, articularla al pensamiento moderno, donde se escuchan ya esas voces, antes inaudibles, esas presen- cias antes invisibles, de la mujer, de los indígenas, del entorno natural, enriquecer nuestra sabiduría y nuestra dignidad intelectual con el estudio de las ciencias humanas, la antropología, la etnología, la historia, la ecología, la magia de las fuentes artesanales, y todas aquellas formas de conocimiento que preserven nuestras entidades regionales y nacionales, y que nos den luces para respetar esa diversidad que finalmente será nuestra identidad más precisa y unificadora. No una abstracta identidad de pueblos, sino una concreta y dialéctica unidad de diversidades, del mismo modo que una orquesta no se crea con idénticos instrumentos sino con instrumentos de timbre diferente, para tocar así una hermosa partitura (Sábato). Por otro lado, ya se sabe que la cultura es una superestructura que depende finalmente de la estructura económica de la sociedad, pero por 10
  • 13. ello mismo, los trabajadores de la cultura debemos buscar la forma de socializar la política en beneficio del pueblo, combatir esa cultura de la corrupción que es también la cultura de la perversidad neoliberal, del marketing, de la violencia y la marginación, del racismo, de la inflación y el desempleo, del narcotráfico y la deuda eterna, del regionalismo, de la desnutrición y la miseria. Quizás sea este uno de los frentes de lucha más importante de la sociedad, humanizar la política para humanizar la economía y humanizarlas desde la cultura, desde la crítica y la discusión permanente, desde la defensa de los derechos humanos. Ahora, embarcados a contracorriente en la globalización, en la mundialización de la economía, es necesario que cada uno de los países de nuestra América reflexione sobre la dimensión ética de estos cambios, la eticidad de los adelantos científicos y tecnológicos, la moral de los procesos económicos, y la manera consecuente de insertar las manifestaciones culturales, la industria cultural, la tecnología cultural, dentro de esta mundialización, para procurar utilizarlos al servicio del ser humano y no al servicio únicamente de una vulgar concepción mercantilista. La paz entre los pueblos, el respeto a su soberanía, los derechos humanos, la multiplicación del pensamiento de la patria por todos los medios y hacia todos los países, la solidaridad y el trabajo comunal y participativo, la libertad de creación y asociación, de religión y formas culturales, el rechazo al racismo, la necesidad de una educa- ción bilingüe que cuente por igual con las mismas posibilidades tecnológicas y científicas, el derecho a la salud, al techo, a la comunicación moderna. Estos y muchos más serán los fundamentos que alienten una política cultural de Estado, la misma que deberá contar con los recursos económicos y humanos que den preferencia al desarrollo y profundización de la temática cultural y su extensa gama de posibilidades. A principios de este siglo, tenemos al menos una certeza en lo que corresponde a delinear una política cultural: la cultura es la más importante y urgente frontera del desarrollo. Sin cultura no hay desarrollo integral. El desarrollo económico, sociopolítico que no toma en cuenta a la cultura nace atrofiado, se torna contradictoriamente en síntoma de decadencia. Un desarrollo que privilegia programas estructurales, economicistas, llenos de números, de estadísticas y evaluaciones matemáticas, que en algún caso, podrá solucionar problemas materiales, pero de ninguna manera evolucionará hacia el fin último de la cultura, es decir hacia la necesidad de buscar la armonía de los individuos en una colectividad equitativa y diversa. 11
  • 14. 12 Pensar el cine repensando la sociedad por Juan Martín Cueva* Equipo de producción de la película «Esas no son penas».
  • 15. n «Gritos y susurros», todo gira en torno a una enferma, Agnès, cuidada por sus hermanas en su lecho de muerte. Mis recuerdos son vagos, tres excelentes actrices, maestría de la puesta en escena de Bergman, diálogos muy bien escritos, silencios que lo dicen todo. Recuerdos vagos, pero el título sirve: para repensar hoy la política cultural que necesita la sociedad ecuatoriana, no se pueden escuchar solo los gritos del mercado, también hay que hacer silencio y escuchar los susurros, bajo las ruinas. ¿Está la cultura ecuatoriana enferma? ¿Padece cáncer terminal? ¿Hay que acompañarla, consolarla, hacer que sus últimas horas sean lo menos dolorosas posible? ¿Llamamos al curita para la extremaunción? Dramatizar. Del gr. 2. Exagerar con apariencias dramáticas o afectadas. En lugar de dramatizar, tratemos de analizar (análisis. Del gr. 2. Exámen que se hace de una obra, de un escrito o de cualquier realidad susceptible de estudio intelectual). Si yo fuese de la Academia de la Lengua, habría puesto entre los antónimos de «analizar» la palabra «quejarse». Ya es costumbre: aparece «un nuevo espacio» para la cultura y, los artistas y sus portavoces, aparecen con las mismas viejas quejas. Los escritores se duelen amargamente de la falta de lectores, de las políticas editoriales, de la ausencia de apoyo público… de lo mismo que se lamentan los teatreros, además del cobro exagerado de impuestos, cosa que atañe también a los músicos, que además enfrentan el cáncer de la piratería y la poca y torpe acción del Estado frente a ello, problema compartido por los cineastas, que deben vérselas además con la televisión y los enlatados, con Hollywood y su maquinaria política y económica, problemas parecidos a los que aquejan a los artistas plásticos, los bailarines, a todo aquel que hace cultura. Al cabo de tantos años, deberíamos haber entendido que la queja no lleva a nada. O a casi nada. Quizás a la conmiseración, palabra horrible. A atraer la atención de «las autoridades», pero nunca para cambiar las cosas de verdad, a fondo, para establecer nuevas relaciones entre el poder y la cultura. En el mejor de los casos, por esa vía, conseguimos una ayudita, una caridad, un palmoteo en la espalda y sigamos adelante. Esa se ha convertido en una forma de vida para muchos de nosotros: un primo es diputado, un concejal era de la jorga del barrio, un compañero de colegio es director de cultura en 13 *Juan Martín Cueva Cineasta y documentalista ecuatoriano. Fundador del Festival de Cine Cero Latitud. Entre sus creaciones están «Marineros» (1997), «Ningún ser humano es ilegal» (2001), y «El lugar donde se juntan los polos» (2002). E 1. AGNES
  • 16. alguna institución, yo le presento un proyectito. Así redondeamos el «salario mínimo vital», la corrupción socialmente aceptada y la cultura sigue en los márgenes de la ley, de las preocupaciones nacionales, de la política, como algo accesorio, un hobby, un lujo, un adorno. No se trata de la famosísima «falta de recursos», pues recursos hay. Cantidades nada despreciables de recursos se destinan a «actividades culturales», ¿pero cómo? ¿Cómo? Así: catorce millones de dólares para la elección de «Miss Universo», puestos en la cuenta de la cultura. Así: una buena parte de los fondos destinados por ley al fomento cultural (Foncultura) regresa a las arcas del Estado para ser destinada, supongo, a cosas más importantes, como el pago de la deuda externa, por «falta de proyectos». Así: gastando un porcentaje muy alto de esos recursos para sueldos, consultorías, viáticos, gasto corriente. Los problemas de la política cultural en nuestro país no se van a resolver con buenas voluntades en determinados puestos, grandes artistas en otros, gente de intachable rectitud en cargos de decisión, de gestión y administración. Si bastara con encontrar un puñado de «buenas gentes» que se sacrifiquen ejerciendo cargos bien remunerados, la solución estaría al alcance de la mano. Es más, si bastara con eso, no habría problema: esa es la situación, con honrosas excepciones, de las instituciones culturales en el Ecuador, y es ahí donde hemos renunciado a incidir en las políticas y nos hemos acomodado en las prácticas. Hemos cambiado la necesidad de una estrategia por hábiles tácticas. Por eso la queja es absurda, por ilegítima, por inútil y por antipática. El problema es mucho más profundo y se viene arrastrando desde hace largo tiempo. Los parches no han hecho más que empeorar la infección y se ha gangrenado todo el sistema. Parece haber llegado el momento de proponer una nueva forma de administrar los recursos públicos en cultura. Están dadas una serie de circunstancias favorables para una revisión y la construcción de un nuevo edificio legal e institucional en el área de la política pública de cul- tura. La creación del Ministerio de Cultura (y no olvidemos que el decreto que lo creó declara el «desarrollo cultural» como «política de Estado»), la futura Asamblea Constituyente con plenos poderes… ¿Qué más podemos pedir? Pues… que todas esas cosas no sean letra muerta, eso podemos pedir, podemos exigir, podemos lograr, participando. Prohibiéndonos desaprovechar el momento. Que los procesos que se han dado en la ciudadanía tengan eco y consecuencias en el destino de nuestra sociedad. 14
  • 17. 2. ELENA ¿Toda esta reflexión era necesaria para hablar del cine ecuatoriano hoy? Creo que sí: imposible pensar en el cine sin pensar en la cultura, sin pensar en la sociedad, sin pensar en la política. Me pidieron que reflexione sobre el momento actual del cine ecuatoriano y un hecho se impuso de inmediato como determinante: la reciente aprobación de la Ley de Fomento al Cine Nacional. Pero no solo el hecho, sino cómo se dió: ha sido un proceso inscrito en una larga historia de producción y de agremiación de los cineastas en nuestro país, y se produce en una circunstancia excepcionalmente positiva para la cinematografía ecuatoriana. Se ha dado además en un momento político singular, marcado por muchas formas de movilización y reflexión ciudadana en todos los ámbitos de la sociedad, y por supuesto en el de la cultura. De la obra del primer cineasta de ficción ecuatoriano, Augusto San Miguel, no queda ni un fotograma. La versión mítica quiere que el cineasta haya pedido que lo entierren con todos los rollos de sus películas. Los grupos humanos siempre buscan dotarse de un origen mitológico, de héroes, de fechas que después se puedan «institucionalizar», elementos que les permitan afirmarse. Hace unos años, alguien (¿el Congreso Nacional?) 15 Fotograma de la película «Esas no son penas».
  • 18. decidió que el día del cine ecuatoriano sea el 7 de agosto, fecha conmemorativa de la primera proyección de la ópera prima de San Miguel. Y listo: tenemos un mito fundacional. El cine ecuatoriano, después de un siglo de existencia, de décadas de realismo mágico, socialista y «sucio», atraviesa uno de los mejores momentos de su historia. Por realismo mágico me refiero a cosas como lo de San Miguel. Por realismo socialista, la mayor parte de la producción, muchas veces sumamente interesante, de los sesentas a los ochentas, militantismo, indigenismo, expresión audiovisual de todas las utopías. Luego de ésto viene una larga travesía del desierto (los noventas) y los balbuceos de ficción en lo que algunos llaman «realismo sucio». La última etapa es la que todos conocemos: de Luzuriaga a Hermida, pasando por Cordero y Arregui, de Guayasamín a Mogrovejo, pasando por Sarmiento y Herrera, una producción respetable. Respetable en ritmo, en audacia, en trascendencia, con resultados de muy diversos temas, estilos y calidades artísticas. Elena es una quiteña de unos treinta años. Tiene un hijo y está embarazada de un segundo. Además, se hace cargo de su hermano menor, que tiene graves problemas siquiátricos. Su marido vive lejos y no es ningún apoyo para ella. Su padre le ayuda, porque sabe que los tratamientos y la mantención del hermano enfermo significan para una «mujer sola» una carga muy pesada. Elena tiene esta noche un encuentro con sus amigas de colegio, porque una de ellas padece cáncer. Elena vive el día a día de muchas mujeres ecuatorianas, pero no existe en la «realidad real»: es uno de los personajes de una película, no de «Gritos y susurros» sino de «Esas no son penas». Elena es una construcción ficticia, un personaje que por su fuerza, su soledad, su perseverancia y su manera de seguir adelante, pese a todo, carga con gran parte del relato y hace que el espectador se interese y se conmueva (drama. Del lat. drama, y este del gr. 3. m. Suceso capaz de interesar y conmover vivamente). 16 Equipo de producción de la película «Esas no son penas».
  • 19. El problema es que una vez terminada la película, el drama se extiende a la vida real: Elena es Anahi Hoeneisen, la directora, además de actriz, de «Esas no son penas». Durante el rodaje estaba embarazada, como Elena en la película, y su hijo de ficción es su hijo en la realidad. Quizás ese hijo le cuesta menos que este otro hijo que parió con su marido, al cabo de un largo y difícil embarazo: su primer largometraje. Me imagino que Anahi y Daniel, su esposo y director de fotografía de la película, deben pagar la pensión de la escuela, el Supermaxi (o cuando menos el Santa María), los útiles, el pediatra, la ropa y tantas otras cosas para sus tres hijos de carne y hueso… y para que su hijo de celuloide empiece a gatear, han tenido que endeudarse con Foncultura. Y esas sí son penas. Son penas porque el financiamiento que administra el Consejo Nacional de Cultura no está pensado para la realidad de la producción cultural. Nadie dice que se debe financiar sin condición ni rendición de cuentas cualquier proyecto cultural, nadie dice que las salas de teatro no deben pagar impuestos, nadie dice que los artistas están por encima del bien y del mal, por encima de la ley… Pero si se invierten cientos de millones de dólares en «cultura» no se entiende cómo una película que ha sido seleccionada por San Sebastián, Guadalajara, Mar del Plata, Miami, Toulouse, Goteborg y Nantes no tenga ningún apoyo financiero por parte de las instituciones públicas, más que un préstamo de Foncultura, que tendrán que reembolsar pase lo que pase con la recaudación en su exhibición pública. No se entiende que a una sala como el Patio de Comedias, aunque haya tenido muchísimo éxito con alguna de sus obras, se le exija más de trecientos mil dólares en impuestos municipales. No se entiende que por toda solución se conceda un «perdón», una «condonación» y todo sigue igual que antes. ¿Dónde está la política de fomento a la cultura? ¿Para qué sirven los mecanismos de fomento si por otro lado el sector público quiere obtener ganancias de la actividad cultural? ¿No tiene nada que ver una ordenanza municipal con un fondo de fomento de una instancia nacional? Las leyes y las instancias de superponen, se contradicen y confunden sus competencias, porque no hay una estrategia nacional consensuada que direccione hacia abajo un ordenamiento coherente. ¿Un decreto que declara al desarrollo cultural como política de Estado no debería incidir en estos niveles? «La Tigra», «Entre Marx y una mujer desnuda», «Ratas, ratones y rateros», «Fuera de Juego», «Alegría de una vez», «Crónicas», «Qué tan lejos» y tantas otras películas… todo esto se ha hecho prácticamente sin apoyo 17
  • 20. público. Cuándo éste ha existido, nunca han sido las instituciones culturales que se supone que existen para ello las que han fomentado los proyectos (Casa de la Cultura, Consejo Nacional de Cultura y Foncultura, Subsecretaría de Cultura…) sino otras que, en principio, solo marginalmente se meten a estas cosas, desde la misma Presidencia de la República, municipios, consejos provinciales, bancos centrales y hasta fonsales y flacsos que por gracia divina se han mojado el poncho. 3. ANTONIO Casi coinciden en el tiempo la creación del Ministerio de Cultura y la constitución del Consejo Nacional de Cinematografía. Los procesos y las reflexiones que llevaron a lo uno y a lo otro son distintos, pero era obvio que iba a darse una interacción entre ambas instancias. La coexistencia de Ministerio y Consejo, a espaldas uno de otro, hubiese sido absurda. Un absurdo que bien podía pasar desapercibido, pues así se ha hecho casi siempre en lo que atañe a la cultura, generando un entramado laberíntico de instituciones y leyes que se entrecruzan, se contradicen o se encargan de lo mismo. El Ministro de Cultura ha dado dos muestras de apertura, dos signos de que quiere entender y sintonizarse con este proceso. Primero, aceptó la sugerencia de los cineastas de no crear una nueva autoridad en el mismo ámbito en el que se acaba de constituir el Consejo Nacional de Cine. Renunció a organizar una Dirección (o Subsecretaría) de Cine. Después, ha cedido parte de sus fondos al funcionamiento del CNC y del Fondo de Fomento al Cine Nacional. Es una demostración de que ha entendido cuál es su papel y cuáles pueden ser sus históricos logros: canalizar las cosas, facilitar los procesos, fortalecer las instancias legítimas. No debería detenerse ahí: en los otros ámbitos de la producción y la creación debería identificarse actores y procesos ciudadanos, y facilitar su desarrollo. Para construir un futuro diferente hace falta enfrentar y asumir el pasado. De otro modo, se reproducen «un poquito mejor» las viejas prácticas. El ambiente político nacional invita a otras audacias, a nuevas formas que traduzcan renovados contenidos. La revolución ciudadana no puede hacerse sin una revisión a fondo de la institucionalidad y la legislación cultural en este país. Hay que partir de un diagnóstico serio, para el cual es indispensable contar con los aportes de los grupos directamente implicados en cada área, los actores y gestores culturales, los gremios, donde existan, y los ciudadanos comunes y corrientes que son el punto de partida y el destinatario de la creación cultural. 18
  • 21. La definición de las políticas culturales exige apertura, escucha y participación. Exige también deponer susceptibilidades y deshacerse de prejuicios, y seguramente repensar las cosas que damos por ciertas, por establecidas y por correctas. Las cosas cambian: esta Ley de Cine, que responde a la realidad de principios de siglo, seguramente deberá cambiarse en algún tiempo. Asimismo, una institución creada hace medio siglo debe revisarse. Hemos estado parados sobre una superposición de ruinas. Después de los terremotos, se llama a los socorristas, se levanta las ruinas despacito, tratando de rescatar sobrevivientes, luego se despeja el terreno y se construye un edificio sobre cimientos nuevos. No se puede temer a las rupturas si lo que se quiere es una transformación verdadera, y ese es el mandato del gobierno de Correa. En el caso del cine, es curioso que una ruptura haya sido necesaria para dar continuidad a un proceso iniciado en ese pasado que parece contaminar todo. Esto se explica porque los logros del cine ecuatoriano estuvieron excentos, en gran medida, de compromisos con las viejas instituciones y las viejas prácticas políticas. Porque el cine ecuatoriano no tenía una ley que lo reconozca ni una institución que se ocupe de él, ha tenido la libertad de pensarse y pensar para la sociedad una estrategia funcional y coherente, una política. La aprobación de la Ley de Cine es fruto de un proceso que enfrentó en la práctica las necesidades del nuevo momento con las formas del viejo Ecuador. Ese país caduco al que respondían viejas formas de agremiación, de corporativismo, de búsqueda de soluciones por medio de las corruptas formas de relación de la ciudadanía con las instituciones y el poder. En otros ámbitos de la producción y la creación cultural, puede ser más difícil identificar los actores, los opuestos. Sin embargo, debería ser premisa fundamental del equipo que tiene en sus manos el Ministerio de Cultura y la responsabilidad inmensa de establecer nuevas políticas y desterrar para siempre viejas prácticas, actuar con esa vigilancia permanente. Lograr así alimentar los procesos ciudadanos y participativos, las expresiones democráticas y modernas, y alimentarse de esa energía ciudadana para cambiar las cosas: hoy, eso es posible. 19
  • 22. 20 Semana del rock en Pichincha Una tarde de rock con Bacerola Mosh por Sergio Salvador* * Promotor cultural, Dirección de Educación y Cultura del Gobierno de la Provincia de Pichincha. f o t o g r a f í a s d e D a n i l o Va l l e j o Bacerola Mosh 2001 · Quito · 1999
  • 23. mediados del año 2003 convergieron cientos de hombres y mujeres vestidos de negro, cabellos largos, luces, guitarras eléctricas y decenas de parlantes en el Ágora de la Casa de la Cultura. Todo esto era el inicio de un fenómeno casi inconcebible en esta franciscana ciudad: una institución pública apoyaba por segunda ocasión un concierto de Heavy Rock. Alguien recordaba que el año anterior, cuando hicieron el primer concierto de rock dentro de las Jornadas Culturales organizadas por el Gobierno de la Provincia de Pichincha, la madre de un ex Presidente de la República —además con el título de condesa— denunció al Municipio de Quito la contaminación sonora con la que esos jóvenes «de mal vivir» profanaban la paz de la gente decente. En este entorno los eventos más impensados se sucedían uno tras otro con la precisión de un relojero. Otra vez les permitían realizar libremente una serie de foros y conciertos durante una semana. Por si esto no fuera extraño, personeros del Gobierno de la Provincia asistían a los conciertos para promover lo que llamaban un proceso de reafirmación cultural. Diego Brito, Cristian Castro, como los obcecados generadores desde hace más de 15 años de lo que ellos llaman «la movida rockera», junto con un grupo de incrédulos muchachos y un personaje extraño y desgarbado que tomaba licor de una botella de aguardiente, esperaban la presencia del Prefecto para dar inicio a la Semana del Rock. Un largo silencio, impropio de los foros de rock, acompañó, su ingreso. Espectadores con chompas de cuero y pulseras con inverosímiles incrustaciones de metal oían atentos las palabras de tolerancia y respeto a una cultura nacida y engrandecida desde el derecho legítimo de ser distintos en una sociedad. Sin poder creer lo que oían, no daban crédito a las palabras del alto funcionario que saludaba el difícil objetivo de ser consecuentes consigo mismos. Como es conocido por todos, los políticos son objeto de los calificativos más ofensivos y provocadores por parte de los jóvenes y de los sectores marginales, pero las palabras del alto funcionario rompieron la desconfianza, tanto que al terminar fue aplaudido y cientos de manos con sus tres dedos rompiendo el aire, lo aclamaban con el símbolo distintivo de los rockeros. El foro continuó, pero en la puerta de salida del Ágora de la Casa de la Cultura, mientras Diego y Cristian agradecían la masiva asistencia, otra vez aparecía el desgarbado personaje, 21 A
  • 24. que con un particular ritual pleno de confianza y respeto extendió la botella para ofrecerle un trago, y sin más protocolo agradeció la invitación y lo tomó a pico de botella. Tras una cortés despedida comenzó a caminar fuera del Ágora, cuando lo alcanzaron los gritos de una voz ronca, destemplada y franca: Prefecto, Bacerola Mosh te apoya. II Cuentan que se llama José Eduardo y que nació en algún lugar de los alrededores del edificio del Gobierno Provincial de Pichincha. Su historia es poco más o menos la historia del movimiento rockero: agredido, proscrito, repudiado, atacado por la policía y por nuestros miedos de ver algo distinto en un mundo indolente. Por todo esto y como homenaje, escribo esta suerte de memoria y testimonio de respeto a nuestros numerosos y cercanos amigos rockeros que encontraron en la música, una forma de vida capaz de dignificar sus actos y construir desde la irreverencia y la creatividad, una cultura que los hace ver únicos y distintos. La historia de un niño lustrabotas, hijo de una vendedora de dulces. El niño que en los años 80, encontró afecto entre esa gente extraña que tocaba una música fuerte y vestía de negro, en los altos de un almacén musical ubicado frente al SIC, lugar donde se perfilaron los amables locos de Al Sur del Cielo. Si bien las formalidades no son el distintivo de nuestro personaje, la historia la escribiremos con el nombre de José Eduardo, que a estas alturas le queda estrecho. Para llamarlo como lo conocen sus hermanos rockeros, llamaremos a este hombre por su nombre verdadero, esto es, con el que lo bautizaron en la calle y en los conciertos de rock. Entonces dejemos a José Eduardo en paz y hablemos de un icono suburbial, porque si queremos hablar de un fiel seguidor del movimiento rockero tendremos que referirnos a Bacerola Mosh y no a José Eduardo, ya que pretendemos construir desde 22 Ambato · 2006
  • 25. Bacerola Mosh, el cuento del rockero ecuatoriano. El tiempo de lustrabotas pasó. Quien ahora quiera conocerlo, debe ir a un lado del parque El Ejido, donde se dedica a lavar carros. Allí, encontrará a Bacerola Mosh, un hombre de pelo largo y barba descuidada, que con cara de pocos amigos le atenderá en lo que necesite. Bacerola es tan solidario que si mira pasar a un colega rockero saca de su bolsillo las pocas monedas del día y pide al hermano que se tome una colita a nombre suyo. Nunca acepta que alguno de los grupos de metal que le aprecian le regalen un pase para un concierto. Eso si, con muchos días de anticipación trabaja más horas de lo común hasta reunir el dinero necesario para comprar con orgullo su entrada, porque dice que el mejor apoyo que se puede hacer a «la movida rockera», es pagar el pase como forma de acolitar a las bandas. Bacerola no entiende, ni quiere gastar el tiempo en buscar la razón de por qué lo han discriminado y maltratado tantas veces. Tal vez lamenta haber dejado las palabras de ternura extraviadas en alguna pelea, contra quienes le insultaron por verlo distinto. Le hubiera gustado estudiar música pero la vida no le dio esa oportunidad. Por eso anima y aplaude al rockero que a fuerza de perseverancia aprendió a tocar un instrumento sin haber recibido ningún tipo de clases formales. Por todo esto, por bronca, por su condición de relegado, de excluído, por esto viste de negro como sus hermanos rockeros y reclama como suyo ese color para su vestimenta. El negro es el color de la antimoda, pues la moda que prevalece siempre es la de la intolerancia y el rechazo hacia el otro que consideran distinto. Muchas veces cuando alguien lo mira, desvía su camino por no cruzarse frente a un ser tan extraño, que a juzgar por su apariencia, podría lastimar. Antes gritaba pidiendo que no le juzguen por verse distinto, pero ahora calla. Sabe que el rockero no es violento, sabe que la agresión viene del sistema que los reprime y les obliga a tener en la exclusión su único espacio. Es el espacio desde lo 23 Eskatón · Quito · 2005
  • 26. 24 proscrito y la música como manera de verse enteros por amor a su arte como búsqueda para ser aceptados. Por eso se los mira así. Con el grito gutural, los sonidos agresivos, la vestimenta negra, ante una sociedad que hizo que el rockero tenga que acorazarse bajo la falsa pose de agresión para poder ser respetado. Se que el trabajo se hace más duro para tu cuerpo dolido de desplantes. Tu voz pierde fuerza pero el corazón se fortalece con los años, porque cada vez eres más dueño de los días que el destino te ofreció para vivir en lo que llamas vida. Por eso amigo, por tu extraña ternura y tu indeclinable solidaridad recibe nuestro afecto de quien quiere entregar el pase para el vivificante concierto de la canción que nos hermane a todos. El canto, amigo, coreado en notas rockeras de solidaridad hacia quién respeta al semejante y admira de él su tesón por vivir en su ideal. Recibe nuestras palabras, aunque te seduzca el infortunio y la aventura burlona otra vez y como siempre, escondida tras el guardabarro de un carro que algún día dejarás brillando como el sol de enero. Ambato · 2006
  • 27. * Promotor cultural, Dirección de Educación y Cultura del Gobierno de la Provincia de Pichincha. i hace dos o tres años alguien se habría atrevido, en cualquier foro cultural, formal o informal, a asegurar que el eje conductor fundamental de la identidad de los ecuatorianos era la diversidad, posiblemente el resto del foro, en el mejor de los casos hubiera sonreído. En el peor, se hubiera retirado sintiéndose totalmente desubicado. Y es que hasta hace poco el cholerío era lo fundamental. Era todo o el intento de todo. No se alcanzaba a ver la sutil diferencia entre la igualdad y la uniformidad. Hasta hace poco la nación ineludiblemente debía confluir en uno sólo. No indios, no negros, no mestizos. Sólo Cholos. No serranos, no costeños, no orientales, si es que no eran un mito. Sólo Cholos. Lo originario era lo folclórico, lo atípico, lo exótico: una maceta en medio de floreros. Lo diverso, era un problema que necesariamente tenía que ser resuelto o negado para poder desarrollar al país. El Ayllu Cultural Machangarilla, viene trabajando, desde hace un tiempo ya, en el Sur de Quito. Específicamente en donde estuvo alguna vez el recorrido de la quebrada del río Machángara, la Quebrada de los Chochos, que nace en los sectores de Chilibulo y Magdalena Alta y avanza a los sectores de Marcopamba, la Magdalena, San José y la Villa Flora. Quebrada —según ellos dicen y legitiman— que sirvió antes de que el tiempo empiece para que hombres y mujeres desagüen el chocho y lo intercambien con granos de otros lares como el maíz, el fréjol o las habas. Quebrada que, aunque ahora rellena en su mayor parte, sirvió para que gentes de una buena parte de América se purifiquen antes de ir al ceremonial Panecillo, a hermanarse con sus dioses. Pese a semánticos, antropólogos o lingüistas que se empeñan en buscar pruebas de la existencia de lo que existe. Los machangarillas parten del principio fundamental del derecho de los pueblos a su autodeterminación cultural. A ser ellos mismos, con sus fondos, con sus formas. Los machangarillas potencian, en su labor cotidiana, el derecho y el deber de cientos de familias asentadas en el sector de preservar y difundir el legado cultural de sus padres, de sus abuelos, de los que todavía vivos tienen la mágica ventaja frente a la vida de contar la vida. Según ellos dicen, hay que conocer para respetar, compartir para entender y, llevar para difundir. Eso es, sin lugar a dudas, la mejor manera de potenciar la identidad, la nuestra, desde la diversidad. Conoce, comparte y lleva Nosotros somos de Aquí, somos el patrimonio intangible y vivo de Quito y de la Provincia de Pichincha. Ayllu Cultural Machangarilla por Paul Witt* S
  • 28.
  • 29. * F reddy Simbaña Originario de Machangarilla, del Pueblo Quitu-Cara, de la provincia de Pichincha. Especialista en cosmovisión, oralidad y sistematización de saberes. Fue miembro del Consejo Andino de Pueblos Originarios CANO (Canadá). Coordina el proyecto de recursos culturales del pueblo de Machangarilla. 27 a experiencia de vida que nos ha tocado vivir, cuando la ciudad se vino encima, ha significado sin lugar a dudas, un motivo para no ser lo que somos; es así que ser originario, ancestral o «natural de Pichincha o Quito», se ha convertido en motivo de vergüenza y rechazo a nuestra historia, procurando ignorarlo y olvidarlo. Por eso, el originario, el indígena o «natural de Pichincha» pre- fiere ser reconocido como ciudadano o mestizo, pero no como sujeto ancestral. Esta actitud de no querer ser ancestral, de ninguna manera se puede condenar ni criticar; pues, ser ancestral, por lo general ha tenido y tiene una connotación de ignorante, inculto, retrasado, marginado y sobre todo destinado a la servidumbre, a no tener la oportunidad de ser, a no ser aceptado en la estructura social, ser ancestral en sí mismo refleja una condición de exclusión, omisión y sobre todo de opresión. El pueblo de Pichincha, tiene una historia, un pasado que se ha mantenido en la memoria de nuestros antepasados, a la que de una u otra forma debemos recurrir para conocer nuestro origen cultural; el indagar; el explorar en su organización y sus relaciones; se constituye en el fundamento de nuestro relato y de nuestro existir como tal. Estamos listos para reconstruir nuestra identidad, no para volver al pasado Historia y experiencias ancestrales de los pueblos Quitu-Cara El momento ha llegado, es tiempo de decir quienes somos, es el momento de recordar nuestra memoria histórica, de saber el principio de nuestra raíz de ser y existir. L por Freddy Simbaña*
  • 30. 28 sino para que desde él, iniciemos una nueva historia. Desde nuestro pasado histórico, estamos aprendiendo a construir nuestro presente, con presencia y con sentimiento, con el vivo deseo de decir que somos nosotros los que construimos nuestra futura historia, sin opresión ni dominación, sino con el firme sentimiento de ser nosotros mismos. Nuestra memoria pichinchana, aquello que nuestros antepasados nos han dejado como testimonio, es para nosotros el cimiento de nuestro ser; siendo que desde ella, hoy en día podemos conocer nuestra identidad, nuestros valores, nuestra historia y sobre todo nuestra orgullosa tradición cultural. El pasado histórico, no es un tiempo perdido, sino que es un tiempo presente. Pero el tiempo presente sin la memoria de nuestra historia pasada, carece de sentido, carece de fundamento y de su esencia de vida. Como hijos de esta tierra debemos conocer nuestra historia, nuestros pueblos, nuestra lengua, nuestros principios, nuestros valores y nuestro ser en sí mismo, y desde ella caminar hacia un futuro distinto para encontrarnos y reconocernos como pichinchanos y pichinchanas. Estamos convencidos que la reconstrucción histórica comunitaria Calendario agroastronómico en proceso. Corporación Machangarilla, 2007.
  • 31. 29 se logra mediante los diálogos de saberes orales y culturales de los Pueblos de Pichincha, retenida en sus habitantes y pobladores. Para ello se deberán propiciar niveles de participación que acompañen el proceso de autoafirmación cultural y precisión de las identidades y las culturas en la Provincia, lo que garantizará la permanencia de las futuras generaciones que nacerán AQUÍ. «Aquí» es un término que utili- zan ancianos y ancianas del sector La Magdalena (Machangarilla) al momento de señalar su origen. La Parroquia La Magdalena, la conforman la Comuna Chilibulo, Marcopamba, La Raya y doce barrios más. Se encuentra a diez minutos de la Plaza Grande, bordea el Centro Histórico y es parte de la Zona Sur Eloy Alfaro, del Distrito Metropolitano de Quito. TEJIENDO NUESTRO DESTINO Artesanos diestros en el manejo de la arcilla, tejedoras de manos expertas, pintores con profundos conocimientos, Taitas y Mamas dedicados a la enseñanza de los valores comunales, y prácticas medicinales, maestros en la reconstrucción lingüística, músicos y danzantes. Trabajan organizados silenciosamente, en la reconstrucción, de las culturas. La cruz cuadrada o Chacana SISA SISTEMATIZACIÓN DE SABERES ANCESTRALES
  • 32. 30 SISTEMATIZACION TRADICIONAL Propone confiar y compartir al «otro» sus saberes y conocimientos. Y el «otro» escucha, graba, apunta, escribe, filma, fotografía, etc., y después dice, con una sonrisa: ¡qué interesante!, ¡qué mágico!, ¡qué maravilloso!, dice gracias y se marcha feliz… con toda la sabiduría y conocimiento de miles de años. Luego, «el otro», imprime libros, dicta talleres, se vuelve especialista sobre nuestras vidas, habla de nosotros y piensa sobre nosotros… COSMOVISION ANCESTRAL Proponemos confiar-compartir y compartir-confiar. Aquí no existe el «otro», ya que todos somos parte de una misma raíz, de una misma familia. En la práctica andina: Yo te comparto y tú me compartes también. Todos preparamos el fogón y todos buscamos leña… Aquí no solo esperamos sino hacemos. Aquí, no solo escuchamos sino también opinamos y proponemos. Aquí, no solo aprendemos sino también educamos… LA CHACANA ADAPTADA A LA ORALIDAD Y A LOS SABERES INFORMACIÓN VS. SABERES En estos tiempos, comunidades originarias, pueblos afro descendientes y mestizos de diferente extracción social, trabajan por el reconocimiento y respeto a las diferentes culturas autóctonas de nuestro continente llegando a difundir y desarrollar una conciencia cultural con arraigo en lo ancestral. Sabemos que los cambios que se avecinan en este milenio requieren de la recuperación de nuestros saberes ancestrales, así como de una renovada visión, cuyo enfoque esté interrelacionado con la madre naturaleza. Por eso se ha propuesto la sistematización de saberes andinos o SISA, como una metodología ancestral que facilita la descripción, la reflexión, el análisis y la documentación, de manera contínua y participativa de procesos y resultados de un proyecto de autodeterminación, con sus respectivos saberes, conocimientos y espiritualidad de las culturas originarias.
  • 33. 31 AUTOAFIRMACIÓN CULTURAL Es una opción y un derecho que tienen las personas y grupos, para elegir su modelo de desarrollo social, cultural y político, en un territorio geográficamente definido. OBJETIVOS: • Preservar los saberes. • Asumir el entendimiento mutuo y la cooperación. • Fortalecer las capacidades de gestión y organización cultural. • Fortalecer las identidades. • Promover el empoderamiento popular e impulsar proyectos identitarios sostenibles. RECONSTRUCCIÓN CULTURAL Los pueblos Quitu-Cara de la Provincia de Pichincha se encuentran en proceso de reconstitución, de precisión de su identidad, de definición linguística, con formas de organización y representación que les permita ejercer de mejor manera sus derechos colectivos y garantizar las condiciones para un desarrollo y permanencia. Al momento, se reconoce los siguientes pueblos en el área de Quito y Pichincha: Cotocollao, Guamaní, Pomasqui, Collaqui, Chilibulo, Machangarilla, Tulipe, Yaruquí, Tumbaco, Ilaló, Cochasquí, Chillogallo, Zámbiza y otros pueblos.
  • 34. 32 INFORMACIÓN: La información no converge en un diálogo social. Es solo producto de una búsqueda de conocimiento-información para satisfacer una necesidad puntual o un requerimiento. Puede ser retroalimentada en libros, bibliotecas o redes virtuales. SABERES: Los saberes son las responsabilidades que poseen los seres, sean estos humanos, minerales o naturales en un proceso de diálogo social y natural. En este diálogo social, el sagrado fuego, representa el archivo universal. Los saberes no son una búsqueda, sino que llegan por sí solos. EL ARCHIVO DE LOS SABERES como política de comunicación de los pueblos indígenas,1 se establece que en toda reunión o encuentro de carácter social, cultural, político, diálogo de saberes, sistematizaciones, proyectos históricos, etc., estará presente el sagrado fuego durante toda la actividad que se realice. El fuego representa para los pueblos y comunidades indígenas el Gran Archivo Universal de los Saberes. Será vital que todos y todas en conjunto, asuman y promuevan diversos procesos de reconstrucción de toda la memoria histórica y todo el legado cultural todavía existente. Y desde esta óptica podamos mejorar nuestra autoestima y aportar para un desarrollo social, cultural y económico de nuestra comunidad. Esto lo deberemos asumir con fe, optimismo, creatividad y prudencia realista para proteger el patrimonio intangible de nuestra provincia y del Ecuador, como descendientes directos del sagrado río del Machángara y de los pueblos Quitu-Cara de Pichincha. Estos saberes y letras quieren rendir homenaje a nuestros abuelos y abuelas: Pillajo, Tacuri, Achig, Simbaña, Angos, Pilapaña, Lagla, Mugliza, Maisincho, Tipantuña, Toalombo, Almachi, Ushiña, Montaguano, Lugmaña, Chinchin, Tellos, Nazca, Cajamarca, Puma, Chuquimarca, Quilachamín, Guamán. Asitimbay, Casagallo, Cargua, Chuchimbe, Tupizas, Columbas y otros. 1 Mesa de Comunicación y Pueblos de la II Cumbre de los Pueblos de América, Quito, 2004.
  • 35. 33 TAWA INTI SUYU PACHA-MAPU AÑO 160000, 500-M KUTI, 15-P. KUTI QUITU-ENERO 2007 TERRITORIOS: TAWA INTI SUYU IVI KATU «AMAZONÍA» BRASIL Proyecto de reconstrucción en Latinoamérica. Movimiento generacional Tawa Inti Suyu, 2004. (Cartografía en proceso)
  • 36. l fenómeno de la tecnocumbia ha generado un debate no resuelto entre dos posiciones irreconciliables, algunos defendiéndolo como expresión de la cultura popular y otros cuestionándo y negando su carácter cultural, o cuando más «reconociéndolo» como producto de una cultura de masas, signada por una calidad musical mediocre y por una pobre estética que refleja superficialidad y mal gusto. Con el fin de aportar al análisis creo que conviene empezar por definir lo que actualmente se entiende como cultura: «un «tejido simbólico» y una dimensión afectiva y práctica que, junto con las formas económicas, configura nuestra vida social a partir de la estructuración de relaciones materiales y pulsiones imaginarias (…) La cultura, cualquiera que sea, da forma al sujeto y funda en él una epistemología desde donde interpretará el mundo. En ese sentido (…) La Cultura entendida como una dimensión «externa» a la que es necesario «acceder» (muchas veces despojándose de lo propio) no sería nada más que un efecto ideológico claramente asociado a diversas redes de poder que configuran la dominación de unos grupos sobre otros.»2 La tecnocumbia en el Ecuador no es algo nuevo de aparecimiento reciente, 34 La tecnocumbia una mirada intercultural Acercamiento a una manifestación cultural que causa polémica por Eduardo Puente* E * Eduardo Puente Doctor en Jurisprudencia, obtuvo una maestría en Estudios Latinoamericanos con mención en Políticas Culturales en la Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador.
  • 37. 35 al contrario son varias décadas desde que esta manifestación cultural se ha introducido sobre todo en las barriadas populares de las grandes ciudades, así como también en los sectores rurales de la Costa, la Sierra y la Amazonía. Y no sólo en Ecuador, sino en los países receptores de exiliados económicos que en oleadas arroja este país. Ciertamente, no hay un acuerdo unánime al tratar de definirla; para algunos es un ritmo, para otros es un género. Hay quienes piensan que se trata de un estilo, en todo caso la utilización de medios electrónicos, como los sintetizadores (lo tecno), junto con la facilidad con que se pega la música más para mirarla y cantarla pero también para bailarla, parecerían ser sus elementos comunes: En el caso de la tecnocumbia ecuatoriana, aparte de cumplir con estos rasgos característicos, según algunos, tiene elementos que la singularizan. Adrián de la Torre, considera que en el Ecuador se conoce con este nombre «A un conglomerado de géneros musicales bailables derivados de la mezcla entre ritmos regionales (sanjuán, pasacalle, texmex, huayno, y otros), con la cumbia (preponderantemente la modalidad chucuchucu) y ciertos aires disco, tecno o rock (…) la tecnocumbia no es un ritmo en particular sino un estilo que permite la coexistencia de todos los elementos que lo integran.»3 En todo caso la tecnocumbia ecuatoriana estaría marcada, sino de manera exclusiva, al menos en sus orígenes y en gran número, por elementos tradicionales fusionados con elementos «modernos», lo que no puede dejarse de lado si intentamos una mirada intercultural a esta expresión cultural: «el mundo actual se compone de variaciones de la modernidad resultantes de una infinidad de encuentros entre la modernidad y las tradiciones (…) de ahora en adelante nos vemos abocados a la existencia de modernidades híbridas, locales, mutantes, alternativas o múltiples».4 A lo largo de estos años la tecnocumbia en el Ecuador, ha ganado una posición estelar dentro de las industrias culturales en general, y dentro de la industria fonográfica, en particular, puesto que se ha convertido en la de mayor producción, distribución y consumo en el mercado musical ecuatoriano, y no solamente el mercado formal se ha nutrido de este tipo de música sino también el mercado informal; el de la piratería. La tecnocumbia es, por lo señalado, la manifestación artística musical del Ecuador más difundida en el país y en el exterior, pudiendo considerarse como un elemento de identidad de los ecuatorianos. En el caso de María de los Ángeles «En la última gira realizada a España visitó ocho ciudades: Barcelona, Murcia, Morata, Albatera, Madrid, Pamplona, Valencia y Zaragoza. La sala más grande fue la de Madrid, con una capacidad para 1200 personas, tal fue el éxito en esta ciudad que la gente se quedó fuera, pues el local estuvo completamente lleno. Un dato interesante es el hecho de que recibió un en su último concierto en Zaragoza, una placa por ser la artista ‘record en taquilla’».5 La aceptación de esta manifestación cultural, por sectores cada vez más amplios de la población ecuatoriana,
  • 38. ha hecho que en los últimos procesos electorales no haya pasado inadvertida, los políticos la han utilizado para atraer al público, llegar a sectores populares, difundir su propaganda y conseguir seguidores. Incluso, se ha dado el caso de que una cantante que nació artísticamente en el mundo de la tecnocumbia, como Silvana, haya sido elegida diputada de la República. También en el fútbol aparece la tecnocumbia para amenizar al público antes de un partido o para promocionar a un equipo. En las fiestas patronales de diversos pueblos de la geografía ecuatoriana las presentaciones de artistas de la tecnocumbia son infaltables. ALGUNOS ELEMENTOS DE LA INTERCULTURALIDAD El tema de la interculturalidad, para el caso del Ecuador, ha sido abordado principalmente desde lo étnico indígena, lo que resulta explicable dado el papel protagónico que el movimiento indígena ha tenido a partir de los años noventa del siglo pasado. Pero esto no quiere decir que la interculturalidad se agota en la relación entre la cultura indígena y la cultura blanco mestiza; la interculturalidad reclama ser vista desde y hacia los afro-descendientes, las culturas urbanas, las culturas juveniles, las culturas populares, en fin, desde y hacia las múltiples diversidades que habitan este país. La interculturalidad la asumimos como la convivencia con la otredad a partir del conocimiento y la comprensión de «ese otro», aclarando que dicho conocimiento y comprensión no puede darse desde una aproximación externa, por el contrario debemos partir desde un acercamiento interno, que es precisamente lo que marca la convivencia. En este proceso de conocimiento y comprensión de la otredad, el marco de representación simbólica con el que se inicia ese acercamiento se interculturaliza, es decir se transforma en tanto que es atravesada por la mirada del otro: Ya no es solo la tolerancia del otro distinto lo que esta en juego, sino la opción de la autocreación propia en la interacción con este otro. O más aún: la tolerancia frente al otro es más apremiante por que la autorecreación se ha vuelto una opción inminente. Al viejo tema del respeto por el otro se acopla, no sin conflicto, la nueva aventura de mirarnos con los ojos del otro. Y entrar en esa mirada del otro me hace a mi ser otro respecto de mí.6 La tarea de interculturalizar no sólo la forma de ver las expresiones culturales subalternas sino las relaciones sociales se vuelve entonces ineludible en la medida en que las culturas son dinámicas, se transforman, pero además se interrelacionan y se mezclan en procesos complejos que van armando la urdimbre que marca la existencia de los sujetos, por lo que pretender mantener una visión monocultural para explicarnos el mundo resulta anacrónica, por decir lo menos. La interculturalidad por lo mismo es un proceso de construcción de nuevos sentidos para la convivencia, pero que no está exento de conflictos y que tampoco se reduce al mundo de las representaciones simbólicas sino que a partir de ellas y precisamente por ellas se traslada al mundo de la lucha política, en tanto cuestiona al poder y busca *deconstruir y cuestionar la validez 36
  • 39. 37 de los elementos que legitiman ese poder. «El significado de la interculturalidad está en los procesos culturales, sociales y políticos que intentan confrontar la desigualdad y el problema del poder y, a la vez, construir relaciones entre grupos, prácticas, lógicas y saberes distintos».7 Este carácter político que en última instancia asume la interculturalidad entendida como la convivencia con el otro o el diálogo entre culturas, es lo que Arturo Escobar denomina interculturalidad efectiva. VARIAS CRÍTICAS A LA TECNOCUMBIA «Los países latinoamericanos son actualmente resultado de la sedimentación, yuxtaposición y entrecruzamiento de tradiciones indígenas (sobre todo en las áreas mesoamericana y andina), del hispanismo colonial católico y de las accio- nes políticas, educativas y comunicacionales modernas. Pese a los intentos de dar a la cultura de élite un per- fil moderno, recluyendo lo indígena y lo colonial en sectores populares, un mestizaje interclasista ha generado formaciones híbridas en todos los estratos sociales».8 Existen algunos sectores que rechazan la tecnocumbia por las mezclas y fusiones que ésta realiza, lo que consideran como un irrespeto a las canciones y ritmos originales. Otro aspecto que se critica en la tecnocumbia, es la simplicidad del contenido de las letras de las canciones. Esto me parece una generalización peligrosa, ya que primero se contradice con aquella otra crítica que habla de la utilización de canciones tradicionales que ciertamente en algunos casos no adolecen de la simplicidad aludida, pero además es injusta ya que se la hace desde la cultura letrada y el canon musical como lugar de enunciación con marcados prejuicios. En el campo del mercado musical, de hecho se encuentran producciones de alto nivel, pero también de mediocre calidad en lo técnico y en lo artístico musical, razón por la cual tachar de mala producción exclusivamente a la tecnocumbia, es una señal de discriminación. Frente a todo este corpus de críticas que recibe esta expresión cultural, ¿cuál es la postura de quienes están involucrados en el circuito de la tecnocumbia? Pues simplemente no les interesa «legitimarse» en los espacios del canon de la «alta cultura», asistimos de esta manera a un Cortesía de Jaime Enrique Aymara
  • 40. «enfrentamiento» de los detractores con los fantasmas de su propia visión culturalista, que los ubica como aquel boxeador que se enfrenta con su propia sombra. Los actores del campo artístico no parecen muy interesados en confrontar su trabajo en los lugares de legitimación cultural establecidos, pues su interés no está en disputar espacios de aceptación en las agendas culturales que difunden los «hacedores de cultura». Su argumento se reduce a cuestionar la «falta de apoyo» a los «artistas ecuatorianos» en un medio que no valora lo «propio» al preferir siempre lo «extranjero», pero que parecen conformarse con el reconocimiento ante el público que los aclama y con los réditos económicos que esta fama les otorga.9 LAS REPRESENTACIONES DESDE LAS ARTISTAS Otro ángulo desde el cual se debe mirar a la tecnocumbia, es el de la identidad, partiendo desde las representaciones que asumen los actores de esta expresión cultural. La mayoría de los grupos de tecnocumbia evoca a través de sus denominaciones elementos de identidad del sujeto colectivo con el cual pretenden ponerse en sintonía, se trata de remarcar lo latino, la piel trigueña, lo sensual y lo festivo, de allí se explica los nombres de algunos grupos de tecnocumbia. como «Orgullo Latino», «Tierra Canela», Grupo «Deseo», «Magia Latina», «La Farra», Grupo «Fuego». Esos elementos de identidad del sujeto colectivo también se expresan en las letras de las canciones, por ello incluso resulta explicable que la tecnocumbia recurra a canciones tradicionales. La temática es muy variada y precisamen- te allí estriba uno de los elementos que explican el éxito y su amplia aceptación. La tecnocumbia tiene un mérito que le hace llegar a la gente, y ese mérito es cantar los conflictos cotidianos de la gente común, los problemas vivenciales de la gente anónima, sus alegrías y penas, sus encuentros y desencuentros, sus ilusiones y deseos, hasta los más recónditos, Por ello atraviesa el tejido relacional del pue- blo, es consumida por distintos sectores sociales, económico —ocupacionales— siendo un elemento de identificación del sujeto colectivo, en el cual se reconocen a su modo y ciertamente de manera heterogénea desde soldados, policías, delincuentes (choros), jóvenes, adultos y hasta personas de la tercera edad, vende- dores ambulantes «los informales», desempleados, obreros, empleadas domésticas, oficinistas y artesanos, chóferes de transporte colectivo, amas de casa y estudiantes, mujeres y hombres, habitantes de las grandes urbes y de los sectores rurales, no sólo del país sino incluso de los países vecinos.10 La tecnocumbia, también atraviesa las diferencias económicas pues se la escucha en conciertos al aire libre, en coliseos, estadios, plazas de toros de pueblo, recintos, parroquias, cantones y ciudades, e irrumpe hasta en lugares exclusivos como hoteles cinco estrellas (tal es el caso de «Tierra Canela» y «Magia Latina» que se han presentado en varias ocasiones en el Swissotel, Hotel Quito) o El Jardín de la Salsa en la ciudad de Guayaquil (espacio dedicado sobre todo a un público de clase media). Los actores directos se asumen a sí mismos como intérpretes «del sentimiento nacional», y en tanto tales comparten el 38
  • 41. sentimiento de la gente y se identifican con sus alegrías y sus dolores; es el caso, por ejemplo, de Ángel Guaraca, el «Indio Cantor de América», quien en una entrevista expresa: «quisiera estar ahí con las gentes de los parques, de los mercados (…) yo soy amigo del cargador, del jornalero, del albañil, del estudiante, del profesor, de los niños, ese es el cariño que yo les doy y que ellos me dan a mí»,11 igual es el caso de María de los Ángeles al explicar lo que siente cuando se presenta y canta ante su público: «Es una mezcla de emociones, ver gente que llora de sufrimiento, de sentimiento, de esperanzas, escuchar que cantan mis canciones me emociona mucho»12 . En tales condiciones, los intérpretes de tecnocumbia, se consideran legítimos embajadores musicales del país. Para María de los Ángeles por ejemplo, el reto «es buscar por todos los medios hacer conocer nuestra música a todo el mundo, es luchar para lograr que peruanos, colombianos, europeos canten nuestras canciones»13 , y para Ángel Guaraca: «Hay que valorar lo nuestro y hacer quedar bien a nuestro país, produciendo música nacional y exportándola al exterior, que paradójicamente es donde más se aprecia este ritmo», comentó el cantor de América. (…) Con su manera de vestir quiere llamar a la reflexión sobre la importancia de rescatar nuestra cultura y no copiar de otras que solo nos dejan sin identidad (…) odia al racismo que existe en el país y en el mundo.14 Sin embargo su vestimenta es una copia de la vestimenta que utilizan los cantantes del denominado texmex, pues se presenta no con un sombrero de alguna de las comunidades indígenas del país sino uno de estilo texano, con chaleco con flecos y con pantalón de cuero negro. LA TECNOCUMBIA Y LAS RELACIONES DE GÉNERO Esta es otra de las causas que «descalifican» a la tecnocumbia, sostengo que la presencia de la tecnocumbia «molesta» porque confronta el poder simbólico hegemónico, la estética dominante, empezando por el montaje escénico en donde la presencia de la mujer, como interprete o como bailarina, pone en conflicto el rol que tradicionalmente la sociedad le ha asignado. Por ello precisamente «molesta» porque descubre, destapa problemas no resueltos y porque visibiliza desde una posición protagónica la imagen de la mujer y su cuerpo en el espacio público, lo que además las convierte en personajes públicos y por ello es que existe maltrato a las artistas, mucho más cuando la mayoría de grupos de tecnocumbia son femeninos. Aquí podemos reconocer dos elementos importantes en el análisis que entran en tensión; por un lado el rol social de la mujer y por otro el de la sexualidad, que se expresan por: «…el hecho de que las mujeres de la tecnocumbia se atreven a hacer con su cuerpo algo que el resto no tienen el valor de hacer: destaparse, mostrándose sin miedo y sin prejuicios sobre el que dirán».15 Si a los dos elementos señalados se suma el origen popular de la mayoría de mujeres insertas en el mundo de la tecnocumbia se produce una desestabilización de lo que se considera «normalidad» en tanto se trata de artistas populares, pues tal 39
  • 42. 40 «desestabilización» no se produce si se trata de artistas internacionales consagradas por las industrias culturales multinacionales, las que por lo demás son las que imponen la moda y el «best seller». La «insolencia» de que mujeres de extracción popular quieran parecerse a las artistas internacionales es algo «imperdonable» a pesar de que tal conducta busca reproducir precisamente esa representación simbólica dominante a través del simulacro y que se expresa en la utilización de vestidos como ropa de cuero negro pegada al cuerpo o de complementos a su vestido como gorras o en la utilización de nombres artísticos como es el caso de Paty Ray, cuyo nombre verdadero es Patricia Salazar. Esta actitud de «parecerse» al otro, devenido en paradigma, no es en absoluto un comportamiento privativo de los artistas tecnocumbieros, yo diría que es la actitud de amplios sectores de la población mestiza que no se asume como es. En el caso del mundo artístico hasta podría explicarse este comportamiento por estrategias de marketing, pero en el comportamiento social el hecho de no asumirnos como somos sería un reflejo de probables traumas identitarios sobre los que habría que profundizar en otros estudios. En el mundo de las artistas tecnocumbieras, se evidencia una ruptura con el rol social tradicional de la mujer en los sectores populares, su completa dependencia del hombre y su insustituible presencia en el espacio doméstico combinado con el ingreso al mundo laboral en tareas secundarias. Las mujeres involucradas en el fenómeno de la tecnocumbia, por el contrario irrumpen con roles protagónicos en el espacio público como cantantes y bailarinas y lo hacen explotando lo sensual y erótico. Esta nueva situación no implicó dejar de lado sus tareas domésticas y sus roles de madres y esposas, pero en cambio si produjo un desequilibrio en las relaciones de poder dentro del núcleo familiar, con todo el conflicto tensional que esto genera, en algunos casos por ejemplo, los hombres se han convertido en ayudantes, managers, utileros, arreglistas, etc., en todo caso en sus segundos, pues cumplen roles secundarios. Tal protagonismo de la mujer y el manejo de su sensualidad es un elemento perturbador en una sociedad eminentemente patriarcal, machista e hipócrita, que disfruta y goza de manera implícita, pero que rechaza y agrede de manera explícita la sensualidad en los movimientos de los cuerpos femeninos en el baile, en la forma como cantan y en la forma como visten. Pero el rol protagónico de la mujer en el caso de la tecnocumbia no sólo se reduce a las cantantes y bailarinas, en tanto tales, sino también como compositoras, empre- sarias, productoras, relacionadoras públicas e incluso a su presencia entre el público cuando disfruta de esta música, es decir como consumidora. LO NACIONAL POPULAR Históricamente, en nuestros países, la construcción de la identidad nacional se ha realizado desde las elites que han manejado el Estado y no ha partir de las culturas que habitan este territorio. Dicha construcción discursiva se disemina socialmente a través del aparato institucional y educativo, dejando por
  • 43. fuera a las culturas que no se enmarcan en la matriz blanco mestiza occidental. En el Ecuador también se produce (lo que para Colombia, señala Arturo Escobar) el hecho de que el país oficial no ha sabido reconocer la otredad interna, la otredad de indígenas, de negros, de mujeres, de las clases populares, sino que las ha construido sobre la base de regímenes de representación marcados por el racismo y el discrimen. Desde los sectores populares se ha ido construyendo una idea de lo nacional a partir de sus propios referentes, por ejemplo: sus deportistas, su música, sus artistas a los que sienten cercanos, parte de su mundo. Y por ello son los «genuinos representantes nacionales». Es interesante que la selección de fútbol del Ecuador, que por dos ocasiones logró el tan ansiado cupo para el Mundial, esté constituida en un 70% por afro descendientes; que la única medalla olímpica obtenida por Ecuador en la historia sea lograda por un muchacho del pueblo; y que la música que más se exporte hoy por hoy sea la tecnocumbia. Lo salido del pueblo es asumido como representación de lo nacional y muestra de la ecuatorianidad. Esta construcción difiere de la idea sustentada por los sectores hegemónicos que encuentran en la historia oficial el sustento de la nacionalidad ecuatoriana y que se reproduce en los comportamientos sociales marcados por concepciones fuertemente excluyentes16 ; es allí donde surge el conflicto de exclusión, como resultado de un ejercicio de poder. Por lo visto la idea de nación ecuatoriana admite construcciones y lecturas diversas, dependiendo de múltiples factores como la ubicación geográfica, cultural, étnica o social, pero enmarcadas ciertamente en el conjunto de representaciones simbólicas comunes que sustentan esa idea de nación. Con esta óptica ¿hasta dónde podemos descalificar esta construcción de lo nacional que se hace desde los actores de la tecnocumbia?, ¿no será más importante, tratar de comprender que la tecnocumbia incorporó en el marco de sus representaciones lo nacional a partir de lo popular, y que para hacerlo se fundamentó en el capital simbólico de amplios sectores de ecuatorianos que habitan este país y que por la migración habitan otras latitudes? LA INTERCULTURALIDAD EN LA TECNOCUMBIA Para mirar desde la interculturalidad a la tecnocumbia como expresión cultural, resulta inevitable hablar de las relaciones de poder, pues si de lo que se trata es de «poner en diálogo» varias culturas, ese diálogo, según Arturo Escobar, debe darse en contextos de poder: …lo que llamamos una ‘interculturalidad efectiva’, que definimos simplemente como ‘un diálogo de culturas en contextos de poder’, es decir; no solamente un diálogo de culturas, una consideración de la diversidad cultural, sino en un contexto muy específico de poder entre grupos y entre culturas que involucra un nuevo tipo de receptividad hacia el Otro, sin descono- cer la problemática del poder, y, más aún, un abrirse al ser impregnado por el otro y ser transformado en el proceso de esa impregnación.17 Por lo que debemos partir del hecho de que, en nuestras sociedades, las relaciones que se establecen con la 41
  • 44. otredad están signadas por profundas asimetrías, lo que implica la existencia de conflictos que deberán ser asumidos y manejados como potencialidades que nos permiten llegar a acuerdos en el proceso de interculturalizar a la sociedad. Por ello resulta necesario aclarar a qué nos referimos cuando hablamos de poder: El poder no está contenido en una institución, ni en el Estado, ni en los medios de comunicación. No es tampoco cierta potencia de la que algunos estarían dotados: ‘es el nombre que se presta a una situación estratégica en una sociedad dada’. Por lo tanto, los sectores llamados populares coparticipan en esas relaciones de fuerza, que se arman simultáneamente en la producción y el consumo, en las familias y en los individuos, en la fábrica y el sindicato, en las cúpulas partidarias y en los organismos de base, en los medios masivos y en las estructuras de recepción que acogen y resemantizan sus mensajes (…) Por supuesto, las relaciones suelen no ser igualitarias, pero es evidente que el poder y la construcción del acontecimiento son resultado de un tejido complejo y descentrado de tradiciones reformuladas e intercambios modernos, de actores múltiples que se combinan.18 Es evidente que la modernidad nos ha impuesto una forma de ver el mundo a través del ejercicio de poder en distintas esferas de la vida social, lo que ha generado conflictos sociales como habíamos señalado anteriormente y entre ellos el conflicto de distribución cultural que la interculturalidad intenta enfrentar: «La modernidad dominante genera problemas de distribución cultural, negación de la diferencia cultural, se impone una visión del mundo, una norma, una forma de ver las cosas, se impone un modelo local, el occidental, que se universaliza por un efecto de hegemonía y no en virtud de su contenido de verdad».19 Resulta entonces claro que hay una relación indiscutible entre poder y cultura, que debe desentrañarse al abordar la interculturalidad «¿Cómo definimos los conflictos culturales distributivos? Los definimos como aquellos conflictos que surgen de las diferencias efectivas de poder asociadas con valores y prácticas culturales específicas. No surgen de la diferencia cultural de por sí, sino de la diferencia que esa diferencia hace en relación con la definición de las normas sociales y de las estructuras sociales. Este concepto es una forma de señalar, de introducir más directamente la relación 42 Afiche que anuncia una presentación de tecnocumbia en Nueva York
  • 45. entre cultura y poder. Si bien es cierto que el poder habita significados, los significados también son fuentes de poder.»20 La tecnocumbia como arte es una construcción simbólica subalterna, que pretende soslayarse desde el poder dominante, pero además es una experiencia colectiva: «el arte popular no es una colección de objetos, ni la ideología subalterna un sistema de ideas, ni las costumbres, repertorios fijos de prácticas: todos son dramatizaciones dinámicas de la experiencia colectiva».21 En tanto tal, genera conflictos que se expresan en relaciones tensionales con ese poder simbólico dominante, puesto que no sólo que intenta sino que visibiliza y hasta confronta la desigualdad y la exclusión, en la relación con los medios, en el tratamiento de género, en la disputa por el control de las representaciones simbólicas de lo nacional-popular, así como, porque pone en entredicho el poder 43 Grupo Tierra Canela
  • 46. simbólico en el campo estético, aparte de que por ser masiva relaciona grupos generacionales y ocupacionales y lógicas diferentes en la fusión de lo tradicional y lo moderno, dando lugar a lo que se podría denominar una hibridación intercultural. «Si bien estamos al medio de una transformación cultural permeada por el mercado, ello no significa que no permanezcan vivos en el país rasgos premodernos que transcurren subterráneamente en otra temporalidad. Probablemente no sea adecuado buscarlos en formas culturales determinadas, sino en elementos transversales que subyacen a esas formas».22 Además en la tecnocumbia podemos advertir un fenómeno interesante de reelaboración contínua entre lo que se adopta, o se apropia de afuera con la tradición, una forma de subvertir los cánones simbólicos. Existe un término inglés counterwork que, según Escobar, podría traducirse como contralabor, o reelaboración y que se definiría como «la apropiación fenomenológica y colectiva de las prácticas de la modernidad dominante por grupos populares al ser éstas recontextualizadas en los mundos-vida culturales locales, produciendo un cambio continuo. Es decir, todo lo que llega a una cultura determinada es necesariamente procesado; toda la información que llega de afuera se internaliza, se procesa, se apropia, se subvierte de una forma muy dinámica (…) la idea de ‘contraelaboración’, ‘contralabor’ sobre la modernidad, sobre el desarrollo, es una idea que permite una nueva forma de entender la dinámica cultural, sobre todo en contextos de poder donde los subalternos están continua y necesariamente procesando, por necesidad histórica de supervivencia, los contenidos de la modernidad y creando de esa forma sus propias culturas, sus propias visiones que son hibridizadas, no en el sentido de dos hilos puros de tradición y modernidad que se encuentran sino de una madeja completamente enredada donde ya no se pueden sacar el hilo de la tradición y el hilo de la modernidad, aunque hasta cierto punto se puede hacer una genealogía de las prácticas de la tradición, la modernidad y sus encuentros múltiples. De esa forma, la modernidad y el desarrollo son procesados continuamente.»23 Por lo dicho anteriormente, postulo la tesis de que la tecnocumbia es una expresión intercultural, a la que podría- mos denominar «en sí» y no «para sí»; «en sí» por ser una realidad fáctica que relaciona y posibilita la convivencia de distintos grupos, prácticas y lógicas, como queda señalado, pero que también genera conflictos en diversos sentidos, como los expuestos en el presente trabajo al abordar el tema de género, o del discurso estético, por señalar dos casos, por lo mismo no creo que sea una expresión intercultural «para sí», en tanto que no confronta al poder de manera explícita. Es más, en muchos casos, es utilizada por el poder como vía de acceso a los subalternos y de aceptación y legitimación de la dominación en términos de hegemonía. Precisamente esta investigación busca contribuir a visibilizar los conflictos que su sola presencia genera y que se agudizan cuando irrumpen en espacios «sacralizados», analizar dichos conflictos y las 44
  • 47. 45 consecuencias que se desprenden de los mismos podría servir como un aporte para lograr la interculturalidad efectiva. Esa ha sido la pretensión de este trabajo: «Abordar estos conflictos conlleva promover espacios para la interculturalidad efectiva, la interculturalidad como diálogo de culturas dentro de contextos de poder, y apoyar la activación de las formas culturales «subalternas», en el sentido gramsciano de la palabra».24 Es probable que exigir de la tecnocumbia y de sus seguidores una actitud contestataria, para asumirla como una forma de interculturalidad «para sí», sea demasiado. Efectivamente la tecnocumbia nunca se ha planteado tal derrotero, a punto tal que no hay canciones «protesta» dentro de la expresión que estamos analizando. Tal «falencia» tampoco la descalifica como una forma de expresión intercultural, por la que en lo personal le apuesto al igual que Jaime Bailón, en tanto es la expresión del «otro» que esta sociedad lleva dentro. «…la tecnocumbia y todos los actores involucrados en esta movida vienen dando una lección de un adecuado diálogo intercultural, generando un intercambio lúdico y creativo de las matrices culturales locales y globales. Además, la tecnocumbia ha demostrado su vitalidad y fuerza para competir con productos patrocinados por las grandes transnacionales de la música. Queda evaluar si estos agenciamientos propuestos por el fenómeno de la tecnocumbia pueden converger y traslaparse con las propuestas de otros movimientos sociales. Pero nuestra apuesta por la tecnocumbia es incondicional: acabar con los purismos de todo cuño es un primer paso contra la exclusión. Los músicos chicha y su inmenso auditorio nos están enseñando que no existen fronteras ni límites para nuestros deseos de ser los mismos y otros.»25 En conclusión considero que la tecnocumbia es una expresión de interculturalidad que se manifiesta en el intercambio y la fusión de elementos culturales tradicionales y modernos, locales, regionales y globales, pero que además se interculturaliza utilizando el circuito propio en este caso de las industrias culturales o sea el de la producción, circulación y consumo de bienes culturales. La tecnocumbia es un bien cultural que llega y gusta a amplios sectores poblacionales ubicados en diversos estratos sociales portadores de capitales simbólicos también diversos. Y lo logra a partir de una construcción, que se hace desde fuera del ámbito de la cultura oficial, sin esperar su «reconocimiento». Su legitimidad se sustenta precisamente en esa cualidad de interculturalizarse y lograr con ello la aceptación de cientos de miles de ecuatorianos que la sienten como la música de su tierra.
  • 48. 46 NOTAS: 1 Este ensayo forma parte de una investigación más amplia, auspiciada por la Universidad Andina Simón Bolívar Sede Ecuador. 2 Vich, Víctor. «Sobre cultura, heterogeneidad, diferencia». Estudios Culturales: Discursos, poderes, pulsiones. Eds. Santiago López Maguiña et al. Lima, Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú, 2001. 3 De la Torre, Adrián. La tecnocumbia: aproximación a la música popular contemporánea en la sierra ecuatoriana. Quito, Cuadernos Casa de la Cultura Ecuatoriana «Benjamín Carrión», 2003. 4 Escobar, Arturo, Libia Grueso y Carlos Rosero. «Diferencia, nación y modernidades alternativas». Gaceta. Políticas Culturales Los Retos, Bogotá, 2001, 2002. 5 «María de los Ángeles le canta al mundo entero, de Ecuador a Europa, música de exportación». Estrellas Ecuatorianas, Quito, 2004. 6 Hopenhayn, Martín. Transculturalidad y diferencia. El lugar preciso es un lugar movedizo, (manuscrito). 7 Taller Intercultural de la UASB. ¿Qué entendemos por políticas (Inter.) culturales? Un marco conceptual puesto en práctica. Documento sobre políticas interculturales para el Cantón Cotacachi, Quito, UASB, 2004. 8 García Canclini, Néstor. Culturas híbridas: estrate- gias para entrar y salir de la Modernidad, México, Ed. Grijalbo S.A, 1990. 9 Santillán, Alfredo. «Lluchita la tecnocumbia voces que legitiman: hacedores de cultura Y artistas popu- lares», Revista 361º podemos decirlo, Quito, 2004. 10 En la única ciudad en la que la tecnocumbia no ha entrado como en las demás es Esmeraldas, en donde la salsa y el merengue dominan el ambiente musical. En el resto de la provincia la tecnocumbia en cambio sí predomina. Este hecho curioso amerita un estudio más profundo. 11 «Ángel Guaraca embajador de la música ecuatoria- na» Estrellas Ecuatorianas, Quito, 2004. 12 María de los Ángeles le canta al mundo entero, de Ecuador a Europa, música de exportación. Estrellas Ecuatorianas, Quito, 2004.. 13 Ibidem. 14 Ob. Citada. 15 Estrella, Julieta y Elsa Tapia. La tecnocumbia al desnudo, Quito, Somos punto y línea, 2004. 16 La idea de que para arreglar este país hay que «mejorar la raza» todavía subyace en algunas mentali- dades, que son las mismas que creían que el proble- ma de la selección de fútbol de no clasificar al mun- dial se solucionaría «blanqueándola». 17 Escobar, Arturo, Libia Grueso y Carlos Rosero. «Diferencia, nación y modernidades alternativas». Gaceta. Políticas Culturales Los Retos, Bogotá, 2001, 2002. 18 García Canclini, Néstor. Culturas híbridas: estrate- gias para entrar y salir de la Modernidad, México, Ed. Grijalbo S.A, 1990. 19 Ob. Citada. 20 Ibidem. 21 Ob. Citada. 22 Protzel, Javier. «Conocimiento y estética al estudiar la cultura». Estudios Culturales: Discursos, poderes, pulsiones. Eds. Santiago López Maguiña et al. Lima, Red para el Desarrollo de las Ciencias Sociales en el Perú, 2001. 23 Ob. Citada. 24 Ibidem. 25 Bailón, Jaime. «La chicha no muere ni se destruye, sólo se transforma. Vida, historia y milagros de la cumbia peruana». ICONOS, Quito, 2004.
  • 49. Chagras del páramo fotografías de Pete Oxford Dossier
  • 50. Dossier 48 Pete Oxford, biólogo británico, ha sido desde su niñez un apasionado por la naturaleza. La mayor aspiración de su vida fue viajar a lo largo y ancho del mundo internándose en la vida salvaje, conviviendo con pueblos y culturas poco conocidas. Las fotografías de Pete han aparecido en importantes revistas como National Geographic, Geo, International Wildlife, Smithsonian entre otras, siendo reconocido por diez veces con el premio Mejor Fotógrafo del Año por la BBC Wildlife. Su trabajo ha sido utilizado por organizaciones ambientales como WWF, Conservation International, UICN, Greenpeace, BBC, Oxford University Press,Time Life Books, Kodak. En Ecuador sus imágenes se han publicado en Diners, Terra incógnita, Cosas y Soho. Junto a su esposa sudafricana y colega fotógrafa, Reneé Bish, ha viajado por todos los continentes, encontrando los más bellos y remotos destinos, descubriendo asombrosos paisajes, misteriosos pueblos y la siempre imperturbable naturaleza en sus múltiples representaciones. Junto a Reneé ha publicado siete libros con temas estrictamente ecuatorianos. Su más reciente proyecto es un trabajo científico sobre la conservación del águila arpía en el Ecuador. Están en prensa dos extensos libros sobre Madagascar y Mongolia. La labor de Pete ha sido siempre promover la conservación de la naturaleza y las culturas, esperanzado en que las imágenes captadas circulen por el mundo para llamar la atención de quienes pueden ayudar en esta tarea que nos corresponde a todos, salvar el planeta.
  • 51. 49 Dossier Chagra y ganado (Chagra and Cattle)
  • 52. Dossier 50 Chagra y ganado (Chagra and Cattle)
  • 53. 51 Dossier Chagra cruzando el río (Chagra crossing stream)
  • 54. Dossier 52 Caballo encabritado (Chagra-horse rearing)
  • 58.
  • 59. Cuentos del mundo y del Ecuador
  • 60. 58 uy señor mío: Me sorprendió tanto recibir su carta pre- guntándome por mi hijo… ¿Cómo ha dado conmigo? Me vine a vivir aquí hace años, justo después de que empezara a suceder todo aquello. Aquí nadie sabe quién soy, pero de todas formas tengo miedo y de quien tengo miedo es de él. Cuando miro el perió- dico me tiemblan las manos y me pongo a pensar. Leo lo que escriben sobre él y me pregunto si ese hombre es realmente mi hijo, si de verdad está haciendo todas esas cosas. Era un buen chico, si dejamos aparte sus arrebatos y el hecho de que nunca dijera la verdad. No sé por qué razón. Todo empezó un verano, hacia el cuatro de julio, cuando él tenía unos quince años. Nos desapareció Trudy, la gata, y no la vimos ni aquella noche ni al día siguiente. Mrs. Cooper, la vecina de atrás, vino al día siguiente por la noche a decirme que Trudy se había arrastrado hasta su jardín aquella tarde, agonizando, y que estaba muerta. Estaba destrozada, me dijo, pero aun así pudo reconocerla, y que la había enterrado. ¿Destrozada?, dije. ¿Qué quiere decir? Mr. Cooper había visto a dos chicos metiéndole petardos por las orejas y en… ya sabe dónde. Trató de detenerlos, pero esca- paron corriendo. ¿Quién, quién estaba haciéndole eso a Trudy? ¿Mr. Cooper vio quiénes eran? Mr. Cooper no conocía al otro chico, pero uno de ellos salió corriendo en esta direc- ción, y Mr. Cooper creía que era mi hijo. Yo negué con la cabeza. No, era imposi- ble, él jamás haría algo semejante, él quería a Trudy, Trudy llevaba años con nosotros. No, no podía ser mi hijo. Aquella noche le conté a mi hijo lo de Trudy, y él se mostró sorprendido y afectado, y dijo que deberíamos ofrecer una recompen- sa. Escribió a máquina una nota y prometió ponerla en el tablón de la escuela. Pero cuan- do aquella noche se iba a su cuarto me dijo no te lo tomes tan a pecho, mamá, Trudy era vieja, en años de gato tendría unos sesenta y cinco o setenta, una vida muy larga. Se puso a trabajar las tardes y los sábados en el almacén de Hartley’s. Una amiga mía que trabajaba allí, Betty Wilks, me habló acerca del empleo y me prometió recomen- darle. Se lo dije a él aquella noche, y él me dijo que estupendo, que era difícil para la gente joven encontrar trabajo. La noche en que iba a volver con su primera paga le pre- paré su cena preferida, y cuando llegó a casa se encontró con todo listo sobre la mesa. Aquí está el hombre de la casa, le dije, abra- zándolo. Estoy tan orgullosa, ¿cuánto has ¿Por qué, cariño? por Raymond Carver (Estados Unidos) M
  • 61. cobrado, cariño? Ochenta dólares, dijo. Me dejó pasmada. Es maravilloso, cariño, no me lo puedo ni creer. Estoy muerto de hambre, dijo, vamos a comer. Me sentía feliz, pero no acababa de com- prenderlo: era más de lo que yo ganaba. Cuando fui a hacer la colada encontré en su bolsillo la matriz del talón de Hartley’s. Eran veintiocho dólares, y él me había dicho ochenta. ¿Por qué no me había contado la verdad? No lograba entenderlo. Le preguntaba ¿dónde estuviste anoche, cariño? En el cine, respondía, y luego me enteraba de que había ido al baile de la escuela o de que había pasado la tarde dando vueltas en el coche de un amigo. ¿Qué más le dará decir la verdad?, pensaba yo. ¿Por qué no es sincero? ¿Qué razón hay para men- tirle a su madre? Recuerdo una vez que se suponía que vol- vía de una excursión al campo, y yo le pre- gunté si habían visto algo interesante en la excursión. Se encogió de hombros y me dijo que formaciones de tierra, rocas y cenizas volcánicas, y que les habían enseñado dónde había habido un gran lago un millón de años atrás, y que ahora no era más que un desier- to. Me miró a los ojos y siguió hablando. Al día siguiente recibí una nota de la escuela pidiendo mi autorización para una excursión al campo; si autorizaba a mi hijo para que fuera. Hacia finales de su último año en la escue- la se compró un coche y se pasaba el día fuera de casa. Yo estaba preocupada por sus notas, pero él se reía. Sabrá usted que era un excelente estudiante: si sabe algo de él, segu- ro que no lo ignora. Y luego se compró una escopeta y un cuchillo de caza. Yo detestaba ver aquellas cosas en la casa, y se lo dije. Se rió, siempre tenía una risa para todo. Me dijo que guardaría la escopeta y el cuchillo en el maletero del coche, que ade- más allí los tendría más a mano. Un sábado no vino a dormir a casa. Me preocupé terriblemente. A la mañana siguien- te, hacia las diez, entró en casa y me pidió que le preparara el desayuno, que se le había abierto el apetito cazando, que sentía mucho no haber vuelto en toda la noche, que había tenido que ir muy lejos en el coche para lle- gar al sitio de la caza. La cosa me sonó extra- ña. y él estaba nervioso. ¿Adónde fuiste? Hasta Wenas. Disparamos unos cuantos tiros. ¿Con quién estuviste, cariño? Con Fred. ¿Con Fred? Se quedó con la mirada fija y no dijo nada más. Al domingo siguiente entré de puntillas en su cuarto a coger las llaves del coche. Me había prometido que al volver del trabajo la noche anterior compraría unas cosas para el desayuno, y pensé que quizá las había deja- do en el coche. Vi sus zapatos nuevos sobre- saliendo de debajo de la cama y cubiertos de barro y arena. Abrió los ojos. Cariño, ¿qué ha pasado con tus zapatos? Míralos. Me quedé sin gasolina, y tuve que ir hasta una gasolinera. Se incorporó en la cama. Además, ¿a ti qué te importa? Soy tu madre. Mientras estaba en la ducha cogí las llaves y fui hasta el coche. Abrí el maletero. No encontré las cosas del supermercado. Vi la escopeta sobre una colcha y el cuchillo y una 59
  • 62. 60 de sus camisas hecha un ovillo, y la extendí y vi que estaba llena de sangre. Húmeda aún. La solté y se me cayó de las manos. Cerré el maletero y volví hacia casa y le vi en la ven- tana mirándome, y luego me abrió la puerta. Se me olvidó contártelo, dijo. Me estuvo sangrando la nariz de mala manera. No sé si se podrá lavar esa camisa. Tírala, dijo, y sonrió. Unos días después le pregunté qué tal le iba en el trabajo. Muy bien, me dijo. Dijo que le habían subido el sueldo. Pero me encontré con Betty Wilks en la calle y me dijo que en Hartley’s todos sentían mucho que mi hijo se hubiera ido, que todo el mundo le apreciaba, dijo Betty Wilks. Dos noches después estaba yo en la cama sin poder dormir. Con la mirada fija en el techo. Oí que el coche subía hasta la entrada, y escuché y oí cómo abría la puerta con la llave y entraba y pasaba por la cocina y por el pasillo y entraba en su cuarto y cerraba la puerta. Me levanté. Vi luz por debajo de la puerta, toqué y entreabrí la puerta y le dije: ¿Te apetece una taza de té calentito, cariño? No puedo dormir. Estaba inclinado sobre la cómoda, y cerró un cajón de golpe y se vol- vió y me gritó: ¡Fuera! ¡Fuera de aquí! ¡Estoy más que harto de que no dejes de espiarme!, me gritó. Me fui a mi cuarto y lloré hasta que- darme dormida. Aquella noche me destrozó el corazón. A la mañana siguiente, antes de que pudiera verle, ya se había ido. Pero a mí me pareció bien. En adelante lo trataría como a un huésped, a menos que decidiera cambiar de actitud. Ya no podía soportarlo más. Tendría que disculparse si quería que fuéra- mos algo más que extraños que viven bajo el mismo techo. Cuando llegué aquella noche, me tenía preparada la cena. ¿Cómo estás?, me dijo. Me ayudó a quitarme el abrigo. ¿Qué tal te ha ido el día? Le dije: Anoche no pude dormir, cariño. Me prometí a mí misma no sacar a relucir el asunto, y no intento hacer que te sientas cul- pable, pero no estoy acostumbrada a que me hable así mi propio hijo. Quiero enseñarte algo, dijo, y me enseñó el trabajo que estaba escribiendo para la clase de educación cívica. Creo que trataba sobre las relaciones entre el Congreso y el Tribunal Supremo. (¡Era el tra- bajo con el que ganaría un premio al gra- duarse!) Traté de leerlo, y entonces me dije: éste es el momento. Cariño, me gustaría tener una charla contigo. Es duro educar a un hijo estando como están las cosas hoy día, y más duro aún para nosotros, sin un padre en la casa, sin un hombre a quien acudir cuando lo necesitamos. Eres ya casi un hombre pero yo aún soy la responsable, y creo que me merezco algún respeto y consideración, y he intentado ser sincera y justa contigo. Quiero la verdad, eso es todo. Nunca te he pedido más que eso: la verdad. Cariño, dije tomando aliento, supón que tuvieras un hijo y que cuando le preguntaras algo, cualquier cosa, dónde ha estado o adónde va, en qué emplea su tiempo, cualquiera de esas cosas, nunca jamás te dijera la verdad. Un hijo que, si le preguntaras si llueve, respondiera que no, que hace un tiempo estupendo y soleado, supongo que riéndose para sus adentros y creyéndote demasiado estúpido o demasiado viejo para notar que sus ropas están empapa- das. ¿Qué necesidad tiene de mentirme?, te preguntarías. ¿Qué es lo que gana?, te dirías,