1. OPOSICIÓN AL SISTEMA. EL NACIMIENTO DE LOS NACIONALISMOS PERIFÉRICOS
Tras el fallido intento de instaurar un régimen democrático durante el Sexenio, en
1874 se restauró la monarquía borbónica y España volvió al liberalismo moderado. El nuevo
sistema ideado por Cánovas del Castillo, se basó en la alternancia en el poder de dos grandes
partidos, el conservador y el liberal. La Restauración abarca los reinados de Alfonso XII y
Alfonso XIII, durante los cuales se consolidó el régimen constitucional, pero a pesar del
establecimiento del sufragio universal masculino en 1890, el régimen nunca llegó a ser
plenamente democrático. Estuvo dominado por una burguesía oligárquica que utilizó el
caciquismo como forma de controlar el poder. Con el paso del tiempo, los dos partidos se
fueron descomponiendo. Durante esta etapa, las fuerzas que se oponían a los principios de la
Restauración: republicanos, carlistas, organizaciones obreras y los crecientes movimientos
nacionalistas quedaron relegados a la oposición y nunca consiguieron obtener un número
suficiente de diputados, por lo que quedan excluidos del sistema.
1. REPUBLICANOS
Después del fracaso de la experiencia republicana durante el Sexenio, los republicanos
tuvieron que hacer frente a la represión de los gobiernos monárquicos, y además de hallaban
fuertemente divididos. La postura más moderada la representa Emilio Castelar, que creó el
Partido Republicano Posibilista, mientras que los más radicales, presididos por Ruiz Zorrilla,
formaron el Partido Republicano Progresista, que no descartaba las prácticas insurreccionales.
Esto provocó la salida de Salmerón de este partido y la creación del Partido Republicano
Centrista. Por último, el partido republicanismo con más seguidores fue el Partido
Republicano Federal cuyo líder seguía siendo Pi y Margall.
El sufragio universal masculino comportó una cierta revitalización del republicanismo y
estimuló la formación de alianzas electorales. A pesar de que las alianzas permitieron
aumentar los escaños parlamentarios, el republicanismo perdió parte de sus antiguas bases
sociales y tuvo que luchar por los votos populares en competencia con el nuevo obrerismo
representado por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE).
2. CARLISTAS
La derrota carlista en 1876 supuso la expulsión de España del pretendiente don Carlos
de Borbón y el carlismo entró en una grave crisis, después de que destacados miembros de
sus filas reconocieran a Alfonso XII. Además, la Constitución de 1876 descartaba de la sucesión
al trono a toda la rama carlista de los Borbones.
La dirección del carlismo tardó algún tiempo en readaptar su actividad para convertirse
en un nuevo partido político capaz de tomar parte en las contiendas electorales. Los carlistas
mantuvieron su fuerza en Navarra, el País Vasco y Cataluña, pero su influencia era escasa en
el resto del territorio español. La renovación del partido corrió a cargo de Juan Vázquez de
Mella, quien en 1886 propuso un programa adaptado a la nueva situación política. La
propuesta carlista renovada mantenía la vigencia de antiguos principios como la unidad
católica, el fuerismo y la oposición a la democracia, pero ya no se manifestaba a favor del
Antiguo Régimen y aceptaba el nuevo orden liberal-capitalista.
Sin embargo, en el seno del partido tomó fuerza la disputa religiosa y apareció el
Partido Católico Nacional, que dejó de reconocer como rey a don Carlos y se convirtió en un
partido católico integrista. El Partido Carlista continuó manteniendo las jerarquías militares y
fundó una milicia, el Requeté, que adquirió importancia en la década de 1930.
2. 3. EL MOVIMIENTO OBRERO
Mientras el republicanismo ejerció una oposición exclusivamente política al régimen
de la Restauración, el movimiento obrero -entendido como la actividad política y social de los
obreros y campesinos para mejorar su situación y defender sus derechos- se opuso
frontalmente a todo el sistema.
El movimiento obrero en España adquirió madurez y extensión organizativa a partir del
Sexenio Democrático. Las dos corrientes de la Internacional, marxismo y anarquismo,
encontraron eco en España; pero fue sobre todo la anarquista, por medio de la visita que
Giuseppe Fanelli, discípulo de Bakunin, realizó a España, la que adquirió mayor difusión. Creó
en Madrid y Barcelona la sección española de la AIT (Federación Regional Española), en 1870.
La corriente marxista se aglutinó en torno a un núcleo madrileño que entró en contacto con
Paul Lafargue, yerno de Marx, en 1871. A los pocos días del golpe de Estado del general Pavía
un decreto disolvía las asociaciones dependientes de la Asociación Internacional de
Trabajadores y las obligaba a entrar en la clandestinidad. Esta situación se mantuvo en los
inicios de la Restauración, hasta que la llegada de los liberales al gobierno en 1881 permitió la
legalización de las organizaciones obreras.
3.1 Los anarquistas
En 1881 el anarquismo recuperó la legalidad, creándose la Federación de
Trabajadores de la Región Española a la que se incorporaron un gran número de nuevos
afiliados. Su mayor implantación se dio en Andalucía y Cataluña. Los desacuerdos dentro de la
organización y la constante represión a que eran sometidos favorecieron que una parte del
anarquismo optara por el uso de la violencia para atentar contra los pilares del capitalismo:
atentados contra Cánovas y Martínez Campos, bombas en el Liceo de Barcelona o durante la
procesión del Corpus. Este sector violento fue acusado de estas detrás de la Mano Negra,
organización que actuó de forma muy violenta en Andalucía. La represión contra el
movimiento anarquista tuvo su momento clave en los procesos de Montjuic, en los que se
condenó a muerte a cinco anarquistas. Otro sector dentro del anarquismo se mostraba
contrario a la violencia y optaron por formar organizaciones sindicales como la CNT fundada
en 1910.
3.2 El socialismo
La otra tendencia del movimiento obrero, la socialista, se limitaba en 1874 a unos
reducidos núcleos de seguidores de las ideas de Marx entre los que se hallaba Pablo Iglesias
que, el 2 de mayo de 1879 fundó el Partido Socialista Obrero Español y creó una comisión
encargada de redactar el programa. En su ideario destacan los objetivos marxistas: la
conquista del poder político por la clase trabajadora, ya bien sea por la vía electoral (cosa
improbable) o bien a través de la revolución obrera. Presentaba también un programa de
reformas: derecho de asociación reunión y manifestación, sufragio universal, reducción de la
jornada laboral y otras medidas de carácter social. El crecimiento del partido fue lento y se
extendió sobre todo por Madrid, el País Vasco y Asturias. La crisis económica de 1887, que
trajo consigo cierre de fábricas, incremento del paro, etc., llevó al Partido Socialista a crear un
sindicato afín al partido. El resultado fue la fundación en agosto de 1888, en Barcelona, de la
Unión General de Trabajadores (UGT).
3. 4. MOVIMIENTOS NACIONALISTAS
A la oposición al sistema se sumaron en algunas regiones los movimientos
regionalistas y nacionalistas. La confluencia de los particularismos regionales, el espíritu
romántico y el renacimiento cultural que los acompañó permitieron la manifestación
espontánea de una diversidad regional o nacional que se hizo especialmente evidente en
Cataluña y en el País Vasco, precisamente las regiones con más independencia económica. Los
regionalismos periféricos fueron originariamente manifestaciones de las medianas y pequeñas
burguesías, más que de las altas, que intentaban recuperar su identidad nacional a través de la
defensa de sus históricas peculiaridades forales frente al unificador Estado liberal. Sus
objetivos eran en algunos casos, moderados (como la creación de instituciones propias o la
consecución de la autonomía administrativa para las regiones), y en otros, más radicales
(lograr la independencia de sus territorios, a los que consideraban auténticas naciones). Entre
ellos destacaron el nacionalismo catalán y el vasco y, en menor medida, el gallego, el
valenciano, el aragonés y el andaluz.
4.1 El nacionalismo catalán
La región pionera en desarrollar un movimiento regionalista fue Cataluña, que a lo
largo de su historia había sido una entidad política con lengua, leyes y gobierno propio hasta
que fueron suprimidos por los Decretos de Nueva Planta en el siglo XVIII. Además, a lo largo
del siglo XIX, había tenido lugar un crecimiento económico superior al de cualquier otra región
española. La industrialización había hecho de Barcelona y su entorno la primera zona
industrial de España y había propiciado el nacimiento de una influyente burguesía de
empresarios industriales. Este nuevo grupo social sentía que sus intereses económicos estaban
poco representados en los diferentes gobiernos e hizo de la defensa del proteccionismo un
elemento aglutinador. El desarrollo socioeconómico de Cataluña coincidió con un notable
renacimiento de la cultura catalana y una expansión del uso de su lengua vernácula, el catalán.
En este contexto, y a mediados del siglo XIX, nació un movimiento cultural y literario, conocido
como la Renaixença cuyo objetivo era la recuperación de la lengua y de las señas de identidad
catalanas. De este modo, el catalanismo surgió de la conjunción del progreso económico y el
renacimiento cultural.
Los primeros movimientos prenacionalistas de carácter político los encontramos en el
carlismo y su pretensión de recuperar los fueros, y en el federalismo, de la mano de Pi i
Margall. Los dos movimientos, por la situación del momento, fracasaron.
Las primeras formulaciones catalanistas con un contenido político vinieron de la mano
de Valentí Almirall, un republicano federal decepcionado, que fundó el Centre Català (1882),
organización de carácter progresista que pretendía sensibilizar la opinión pública catalana para
conseguir la autonomía y que en 1885 impulsó la redacción de un Memorial de Agravios que
denunciaba la opresión de Cataluña y reclamaba la armonía entre los intereses y las
aspiraciones de las diferentes regiones españolas. Almirall en su obra “Lo catalanisme”
defendía la necesidad de respetar y fomentar la "manera de ser y las costumbres
tradicionales" de las comarcas forales y reivindicaba las divisiones "naturales" frente a las
provincias "artificiales" surgidas del unitarismo liberal.
La versión conservadora del catalanismo llegó con la creación de la Unió Catalanista
(1891). Su programa quedó fijado en las Bases de Manresa en 1892, que proponía un régimen
de autogobierno para Cataluña y un reparto de funciones entre el poder estatal central y el
poder regional autónomo. El regionalismo pasó entonces en convertirse en verdadero
nacionalismo. La Unió Catalanista, con esta propuesta, intentó unificar todas las tendencias en
torno a la burguesía nacionalista, ilustrada y conservadora.
En 1901 se crea en 1901 un nuevo partido, la Lliga Regionalista, que contó entre sus
principales líderes a Enric Prat de la Riba y Francesc Cambó. La Lliga presentaba un programa
4. político conservador, centrado en la lucha contra el corrupto e ineficaz sistema de
Restauración y a favor de un reformismo político que otorgase la autonomía a Cataluña. El
nuevo partido recogía el interés de la burguesía catalana por tener su propia representación
política, para participar en las instituciones y defender los intereses del catalanismo. Sus éxitos
electorales en Barcelona a partir de 1901 la convirtieron en la fuerza mayoritaria en Cataluña
hasta 1923.
4.2 El nacionalismo vasco.
El nacionalismo vasco surgió en la década de 1890. En sus orígenes hay que considerar
la reacción ante la pérdida de una parte sustancial de los fueros tras la derrota del carlismo;
pero también el desarrollo de una corriente cultural en defensa de la lengua vasca, el euskera,
mezclada con un importante componente religioso y de defensa de las tradiciones. Su gran
impulsor fue Sabino Arana, que sentía una gran pasión por la cultura autóctona de
Euskalerría. Arana creyó ver un gran peligro para la subsistencia de la cultura vasca en la
llegada de inmigrantes procedentes de otras regiones de España a la zona industrial de Bilbao.
Pensaba que esta población de maketos (inmigrantes no vascos), ponía en peligro el euskera,
las tradiciones y la etnia vasca. Las propuestas de Arana fueron acogidas sobre todo entre la
pequeña burguesía, y en 1895, se creó en Bilbao el Partido Nacionalista Vasco (PNV). Arana
popularizó un nombre para su patria, Euzkadi, y también diseñó la ikurriña o bandera nacional
vasca. Estas ideas se identificaban con una línea de pensamiento católica y antiliberal que se
resumía en el lema “Dios y ley antigua”. A partir de 1898, el nacionalismo vasco osciló entre el
independentismo radical y la integración del País Vasco como entidad autónoma dentro de
España. Pero el partido no fue capaz de conseguir nada mientras se mantuvo en la órbita de
los primeros seguidores de Arana -la pequeña burguesía bilbaína tradicionalista-, por lo que se
vio obligado a ampliar sus bases hacia una burguesía más moderna e industrial. El progreso
electoral del PNV fue constante en las primeras décadas del siglo XX. Su principal rival en la
defensa de la identidad vasca fue el carlismo.
4.3 Otros movimientos nacionalistas.
Además de estos dos grandes movimientos nacionalistas, catalán y vasco, surgieron
en esta etapa otros movimientos de carácter regionalista y nacionalista en otras regiones de
España donde no alcanzaron tanta implantación como los anteriores. Entre estos
nacionalismos destaca el galleguismo, que tuvo un carácter estrictamente cultural hasta bien
entrado el siglo XX. El galleguismo dio lugar al nacimiento de la corriente llamada
Rexurdimiento, que aspiraban a recuperar el gallego como lengua culta. La figura literaria de
mayor influencia fue la poesía de Rosalía de Castro. Unas minorías cultas, empezaron a
responsabilizar del atraso económico a la subordinación política de Galicia, que forzaba a
muchos gallegos a la emigración. En la última etapa de la Restauración, el galleguismo fue
adquiriendo un carácter más político, pero este movimiento se mantuvo muy minoritario a
pesar del prestigio de algunos de sus componentes.
Otro fue el movimiento valencianista, que nació como una corriente cultural de reivindicación
de la lengua y la cultura propias. El nacimiento del valencianismo político hay que situarlo a
principios del s. XX, con la creación de la organización Valencia Nova (1904) que reclamaba la
autonomía. El aragonesismo, surgió en la segunda mitad del siglo XX, en el seno de una
incipiente burguesía que impulso la defensa del Derecho Civil aragonés, la reivindicación de
valores culturales particularistas y la recuperación romántica de los orígenes del reino y de sus
instituciones medievales. El creador del andalucismo fue el notario Blas Infante que fue
heredero de los movimientos republicanos y federalistas del s. XIX. Esta iniciativa logro escaso
respaldo popular.
5. El auge de todos estos movimientos políticos, que constituyen la oposición a la
Restauración, contribuyó a la crisis del sistema. A pesar de que en la última década del siglo se
mantuvo el turno pacífico de partidos, estos fueron sufriendo un deterioro por su excesiva
dependencia de la personalidad de sus líderes y por su incapacidad para ampliar sus bases y
permitir la entrada de nuevas fuerzas como el movimiento obrero y el republicanismo.
Además, la manipulación electoral y las prácticas fraudulentas, llevaron al desencanto de una
buena parte de la población, lo que se concretó en un elevado abstencionismo electoral. La
crisis del sistema se agudizó con la pérdida de las últimas colonias (Cuba, Puerto Rico y
Filipinas), en el llamado “desastre del 98”. Como reacción a esta situación de crisis y
decadencia, surge el regeneracionismo, que defendía la necesidad de reformas para
modernizar y regenerar el país.