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Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, España) •
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Argentina) • Laura Páez Díaz de León (Universidad Nacional
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y subtítulos, de la redacción.
Paideia se distribuye en: Puestos de periódicos, Red de librerías
de la UAM (en sus tres unidades académicas), Librerías Gandhi y
Librerías del Fondo de Cultura Económica. El Parnaso, El Juglar, El
Sótano, Frente Zapatista de Liberación Nacional. Suscripciones e
Informes: Tel/Fax. 5782.5999. Correo-e: marcuse@servidor.unam.mx.
Paideia, revista de estudios culturales, filosofía política y ciencias
sociales. Septiembre de 2002. Editor Responsable: Abel Arróniz
Muñoz. Número Certificado de Reserva otorgado por el Instituto
Nacional del Derecho de Autor: 1665-4021. Número de
Certificado de Licitud de título: 12375. Número de Certificado de
Licitud de contenido: 9939. Domicilio de la publicación: Ricardo
Flores Magón, 15. Edificio 12-5-201 Col. Tlatelolco, C.P. 06900.
Imprenta: Editorial pendiente, D.F. Distribuidor: Despacho Gloria
González Santillán. Domicilio: Ignacio Mariscal, 44-B. Col.
Tabacalera C.P. 06030, México D.F.
D I R E C T O R I O S U M A R I O
‘ESTADO DE GUERRA PERMANENTE’ Y RAZÓN CÍNICA
Enrique Dussel . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4
LOS NUEVOS PROCESOS DE DEPENDENCIA Y
SU FORMULACIÓN TEÓRICA CONTEMPORÁNEA:
HACIA UNA PERSPECTIVA DE SÍNTESIS
Blanca Muñoz López . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 8
NUEVO ORDEN MUNDIAL, GUERRAS PREVENTIVAS
Y FUTURO DE LA ONU
José J. Borjón Nieto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 3
UNIVERSALISMO MORAL, HUMANISMO Y
EUROCENTRISMO: EL ESTATUTO DEL SUJETO
Dr. Pedro Enrique García Ruiz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 9
T.W. ADORNO. MEMORIA DE UN SIGLO
Javier Corona Fernández. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 0
LA SOCIOLOGÍA NEGATIVA DE LA EDUCACIÓN DE T.W. ADORNO
Francesc Jesús Hernàndez i Dobon . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 9
DIGNA OCHOA, A DOS AÑOS DE SU ASESINATO
Bárbara Zamora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 2
DOMINACIÓN, INSUBORDINACIÓN Y POLÍTICA
NOTAS SOBRE EL GRITO DE HOLLOWAY
Rhina Roux . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 4
RACIONALIDAD TÉCNICA Y RACIONALIDAD COMUNICATIVA
Marco Arturo Toscano. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8 2
Agradecemos la colaboración en este número de los
prominentes investigadores y académicos Dr. Enrique
Dussel, Dra. Blanca Muñoz López, Dr. José J. Borjón
Nieto, Dr. Pedro Enrique García Ruiz, Mtra. Rhina Roux
y el Dr. Marco Arturo Toscano, quienes nos han honra-
do con sus trabajos para vestir este quinto número. Es
meritorio el trabajo del Mtro. Javier Corona Fernández
y el Dr. Francesc Jesús Hernàndez i Dobon por sus co-
laboraciones en el dossier sobre los 100 años del naci-
miento de Theodor W. Adorno.
Retrospectiva y horizontes de Occidente, tema indefectible,
mueve a preguntar sobre la posición y el quehacer que he-
mos de asumir en la actualidad quienes constituimos el rizo-
ma cultural de Occidente. ¿Cuáles son las perspectivas de la
cultura occidental después de 11 de septiembre de 2001
(autoataque, o no; presunto, o no), después del reposiciona-
miento imperial precedido por las invasiones a Afganistán e
Iraq, por la desaparición eo ipso de la débil legalidad inter-
nacional y por la colapso del orden bipolar surgido el Trata-
do de Yalta? Estos hechos coronan el fin de la racionalidad
ilustrada como paradigma que ha dominado el mundo occi-
dental, anunciado hace 60 años en la Dialéctica de la Ilusta-
ción, de Horkheimer y Adorno… ¿qué sigue?, ¿cómo con-
trarrestar la racionalidad cínica de la superpotencia cuyo po-
der es proporcional a su estulticia y peligrosidad?
Creemos imperativo mover el enfoque analítico en di-
rección del entendimiento del nuestro devenir cultural y
posteriormente hacia el análisis prospectivo: ¿cómo es
que hemos llegado a ser ésto que somos? ¿Hacia
dónde vamos? ¿Cómo construir algo diferente a la
inercia histórica erigida sobre los cimientos del
capital, con sus imaginarios, su superestructura
simbiotizadas globalmente y acentuadas en
sus rasgos más perniciosos? La articulación de
la Filosofía política (la Escuela de Frankfurt, la
Filosofía de la Liberación, y otras.), y los mo-
vimientos de liberación y autonomía, (el
neozapatismo, Foro de Sao Paolo, los “pi-
queteros” y obreros autogestivos argentinos,
la Europa rebelde, la sociedad boliviana), su-
gieren encontrar quizás las claves para algu-
na salida.
El sentido nominal de nuestra publicación,
Paideia, alude a la “formación del hombre en
los altos valores de la cultura”. Nosotros lo tra-
ducimos como construcción de la conciencia y
pensamiento críticos convertidos en generación de
circunstancia, en trascendencia del pensamiento estereo-
tipado y unidimensional. Buscamos un nuevo sentido a
la razón, que mueva al acto, que ubique a los sujetos so-
ciales un paso adelante de la inmediatez y permita construir
–más allá de nihilismos de cualquier tipo–, una entelequia,
una nueva Utopía fáctica, una forma de imaginar y caminar ha-
cia otras formas posibles de organización, sustentada en
una nueva racionalidad distinta de la falsa esperanza sus-
tentada en los beneficios de la acumulación del capital y el
democratismo representativo que ha llevado al poder a dic-
tadores, encumbrado caudillos y reinstalado partidos-go-
bierno.
Retrospectiva y horizontes de Occidente en este senti-
do, pretende ser una temática que lleve del análisis crítico a
formas organizativas para conseguir el propósito antes
enunciado. Valga, pues, nuestra pretensión.
Las imágenes fueron proporcionadas por el estimado maestro Benjamín León Estrada. Queremos expresar
a él nuestro más profundo agradecimiento por su colaboración en este número de Paideia y manifestar
nuestra admiración por su bien lograda obra.
P R E S E N T A C I Ó N
Post Scriptum. Cumple Paideia un año, para festejarlo
proponemos a los lectores organizar presentaciones de
este y los siguientes números en sus espacios, y dar ma-
yor cobertura a la divulgación del pensamiento crítico.
‘ESTADO DE GUERRA PERMANENTE’ Y
RAZÓN CÍNICA
Enrique Dussel*
Universidad Autónoma Metropolitana, México.
En ocasión del IX Seminario de Diálogo Filosófico Norte-
Sur, con la presencia, entre otros, de mis colegas Karl-Ot-
to Apel, Franz Hinkelammert, Georges Labica y tantos
otros amigos, y en el panel organizado en LASA (Dallas,
2003), junto a Walter Mignolo, Nelson Maldonado,
Eduardo Mendieta y Ramón Grosfoguel, se ha ido bos-
quejando un horizonte teórico que desearía presentar a la
discusión, ya que se trata de algunas tesis que se me im-
ponen ante la gravedad de la situación mundial, la cual
nos interpela como filósofos, especialmente en el nivel de
la ética y filosofía política.
* Entre otras, el profesor Enrique Dussel es doctor en filosofía y en Historia-Estudios
Ibéricos por la Universidad Central Complutense de Madrid y La Sorbona de París,
respectivamente. Es Doctor Honoris Causa por la Universidad de Freiburg, Suiza
y la Universidad Mayor de San Andrés, en La Paz Bolivia, y Profesor Distinguido
de la Universidad Nacional Autónoma de México y de la Universidad Autónoma
Metropolitana, plantel Iztapalapa.
TEORÍA • Paideia 5
E n r i q u e D u s s e l
1. Algo de geopolítica después del 1989
Desde el “Derrumbe de la Unión Soviética” la humanidad, como un to-
do, vive una experiencia geopolítica de la que los filósofos parecieran no
haber comprendido su importancia estratégica, teórica, ética. Por prime-
ra vez en la Historia Mundial sensu strictu, y aún más, por primera vez
desde que la especie homo adoptó la forma erecta hace millones de años,
el Globo terráqueo, nuestro pequeño planeta Tierra, se encuentra bajo el
poder militar de una sola potencia. Su hegemonía no es cultural ni polí-
tica, y aún en la economía su poder va proporcionalmente en declive, pe-
ro militarmente desde 1989 tiene una indiscutida primacía, que se ha ma-
nifestado en cuatro guerras situadas en el Tercer Mundo –ya que Europa
Oriental se ha “tercermundizado”. Estados Unidos tiene, después de esa
fecha, clara intención de constituir al mundo socialista cuasiperiférico de
la antigua Unión Soviética en su propia periferia capitalista, y ejercer un
dominio absoluto, despótico, en Medio Oriente.
Ante las guerras de Afganistán y de Iraq (y su secuela en Israel contra
inocentes palestinos), que contemplamos atónitos y apesadumbrados
diariamente, el intelectual militarista Samuel Huntington pudiera hacer-
nos creer que se trata de El choque de civilizaciones, como de una Recon-
figuración del orden mundial1
; siendo en realidad algo más simple y cla-
ro, pero cuyo sentido se encuentra encubierto por una maraña de argu-
mentos y declaraciones puramente aparentes. Henry Kissinger enseñó
que la geopolítica no se inspira en “buenas intenciones”, sino en la defen-
sa de los “propios intereses”. Se nos inculca a diestra y siniestra que se
trata de una “cruzada contra el terrorismo”, como si los servicios de inte-
ligencia del Imperio no fueran la maestra del terrorismo en África (con-
tra Angola y Mozambique, por ejemplo); en América Latina, incentivado
desde 1954 (desde el golpe de estado contra Jacobo Arbenz), pasando
por la invasión de Bahía de los Cochinos en Cuba, por los Contras (te-
rroristas contra el gobierno sandinista democrático de Nicaragua, el cual,
a su vez, destituyó al tirano Somoza, educado en las escuelas militares del
Norte), y en la actual “Guerra de Colombia”; en Medio Oriente (desde la
caída de Nasser en 1954); y en Asia (desde el golpe contra Sukarno en
el mismo año). Como si los terroristas hoy perseguidos en Afganistán no
fueran los disciplinados “aprendices de mago” de esa misma escuela (es
decir, discípulos que pasan de esos “servicios de inteligencia” de un ban-
do a otro, como Noriega en Panamá o como los grupos armados de los
fundamentalistas islamistas contra la antigua URSS en Afganistán, para
después ser perseguidos, encarcelados o destruidos como terroristas
cuando ya nos sirven a “nuestros intereses”), incluido el mismo Sadam
Hussein, quien sirvió a los fines de Occidente en la guerra contra Irán.
Terrorista es, según la definición hoy vigente, el que atenta contra “nues-
tros intereses”. Los terroristas de hoy se “equivocan” porque no saben que
“nuestros intereses” han cambiado, y permanecen tercamente sos-
1 Simon and Schuter, Nueva York, 1996. Digo “militarista” porque una de sus conclusiones finales es la
de “mantener la superioridad tecnológica y militar de occidente sobre otras civilizaciones” (trad. cast.,
Paidós, México, 2001, p.374).
Toro (detalle)
6 Paideia • TEORÍA
E s t a d o d e g u e r r a p e r m a n e n t e y r a z ó n c í n i c a
teniendo “nuestras enseñanzas” contra nuestros “enemigos” de ayer, o, aún
peor, cuando pretenden descubrir ellos mismos a sus nuevos “enemigos” (sus
maestros de terrorismo de ayer).
En las últimas cuatro guerras ha habido una escalada. El Imperio, durante
la Guerra Fría -así llamada por los productores de armas, no por los pueblos
de Vietnam, Mozambique, Nicaragua, Afganistán o Iraq, que debieron usarlas
contra sus hermanos-, fue el baluarte del derecho internacional, desde la ONU
y otros organismos, para oponerse a la URSS. Desde 1989 ya no es necesaria
esa política. Peter Spiro2
muestra cómo Estados Unidos se retira de hecho de
todos los organismos internacionales, y aun se opone a ellos (no pagaba las
cuotas a la ONU, no apoya un Tribunal Penal Internacional [ICC], no firma el
Protocolo de Kyoto, no deja redefinir los fines del Banco Mundial y del FMI,
se opone contra una efectiva Fuerza Internacional de Paz de la ONU, no aprue-
ba la Ley de la Convención del Mar, ni la Convención de Diversidad Biológica,
etcétera). El mismo millonario filantrópico George Soros3
sugiere la necesidad
de constituir instituciones internacionales para implantar una paz duradera y
evitar la futura gran crisis global financiera que anuncia, pero que encuentra a
las elites del poder en Estados Unidos hoy como el enemigo principal de tales
medidas e instituciones políticas globales. Soros llama a la doctrina de los gru-
pos estadounidenses aislacionistas el nuevo “fundamentalismo de mercado”
(market fundamentalism)4
, al que pertenece el equipo de George W. Bush. Pro-
pone, en oposición a la actual política exterior de Estados Unidos, una “Alianza
de los Estados Democráticos” de toda la tierra. Debo reconocer que paradóji-
camente la obra de Soros es mucho más interesante, progresista y realista que
la visión postmoderna de Hardt-Negri5
.
En efecto, si consideramos, aunque sea superficialmente, los últimos cuatro
conflictos armados podemos ver que hay un creciente “aislacionismo”, o un au-
mento de autonomía en el obrar del país del Norte. En la Guerra del Golfo se
obró con el apoyo de la ONU, de la OTAN, de los países árabes y de muchos
del Tercer Mundo. En la Guerra de Kosovo, sólo se contó con la OTAN. En la
Guerra de Afganistán se decidió y se operó solo, no hubo necesidad de ningu-
na colaboración efectiva de nadie fuera del ejército estadounidense (las inter-
venciones de Tony Blair con los soldados ingleses, o de los alemanes fueron
solamente simbólicas). En la Guerra de Iraq se obra, de hecho, contra la vo-
luntad del Consejo de Seguridad de la ONU, ya que la votación se manifesta-
ba contraria a una intervención armada, en favor de continuar con el trabajo
de los observadores. Además, nunca se ha podido probar la existencia de “ar-
mas de destrucción masiva” (el aparente fundamento de la intervención). Pue-
den entonces confirmarse una vez más las hipótesis de la política de los new
sovereigntists de Spiro y del “fundamentalismo de mercado” de Soros.
2 “The New Sovereigntists. American Exceptionalism and Its False Prophets”, en Foreign Affairs, vol. 79, 6, Nov.-
Dec. (2000), pp. 9-15. Bradley y Goldsmith escriben en Harvard Law Review (1997) que “not only does the
United States have the power to reject international regimes, but in many instances the federal government has a
constitutional duty to reject them” (Spiro, p.113).
3 2000, Open Society. Reforming Global Capitalism, Public Affairs, New York, pp. 330 ss.
4 “It may be a shocking thing to say, but the United States has become the greatest obstacle to establishing the rule
of law in international affairs” (Op cit, p. 333).
5 Hardt, Michael y Negri, Antonio, 2000, Empire, Harvard University Press, Cambridge (Mass.), donde el “Im-
perio” se volatiliza, el Estado se anarquiza, y el “ciudadano global” queda sin mediaciones políticas estratégicas.
Tecuiciztecatl
(detalle)
TEORÍA • Paideia 7
E n r i q u e D u s s e l
Pero al final, y estratégicamente, ¿qué se ha intentado
en estas cuatro guerras? Siempre un mismo objetivo: la
expansión global de la presencia militar como garantía de
la expansión del mercado global, con especial referencia a
la fuente principal de energía: el petróleo. La política ha
dejado lugar a la guerra. La Guerra del Golfo permitió a
Estados Unidos imponer su presencia en Arabia Saudita
(la “Tierra Santa” del Islam) y en Kuwait (en el centro del
Medio Oriente petrolero). La Guerra de Kosovo, no dirigi-
da por petroleros, situó en lugar secundario a la Rusia
postURSS (que ya no pudo ayudar a su aliado eslavo, ser-
bio y ortodoxo) y movió a su voluntad a Europa con la
OTAN. En la Guerra de Afganistán la potencia hegemóni-
ca ha instalado bases militares en el norte de Afganistán,
y sea cual sea el nuevo gobierno y su orientación, le debe-
rá al Pentágono haber destruido al régimen talibán; es
decir, le será dependiente y le permitirá pasar el gas y el
petróleo de sus vecinos por su territorio, y también de
otros servicios eventuales en el futuro. Además instala ba-
ses militares en las antiguas repúblicas soviéticas islámicas
del sur, y se encuentra ahora como “vecino” de China, Ru-
sia e India, los tres poderes asiáticos por excelencia. En la
Guerra de Iraq se han apropiado del país que tiene la se-
gunda reserva de petróleo en el mundo, y el único país en
Medio Oriente, aunque fuera una dictadura injustificable
de todo punto de vista, que afirmaba una política nacio-
nalista y no entregaba la explotación del petróleo a com-
pañías privadas occidentales.
Esta geopolítica militar manifiesta no sólo una “Volun-
tad de Poder” omnímoda y que no acepta compartir la he-
gemonía con nadie (menos aún con una Europa alejándose
geopolíticamente de Estados Unidos y acercando a Rusia
y China), sino también, y principalmente para el filósofo, ma-
nifiesta una racionalidad política que puede ser analizada
éticamente, y que determina el horizonte interpretativo de
la Filosofía Política al comienzo del siglo XXI –filosofía
que tenga alguna pretensión de pensar “lo real” y no me-
ras piezas arqueológicas.
2. “Estado de guerra” y la
“razón tautológica” del Imperio
El mundo anglosajón, que inicia su hegemonía con el Im-
perio inglés, como es sabido, nace ante todo gracias a la
piratería y la esclavitud. Francis Drake y muchos otros, en-
tre 1585 y 1603, cuentan hasta con 183 barcos que rea-
Toro
8 Paideia • TEORÍA
E s t a d o d e g u e r r a p e r m a n e n t e y r a z ó n c í n i c a
lizan 74 ataques mayores. La explotación del azúcar en
Barbados da la oportunidad para comenzar la trata de es-
clavos –con 50 individuos-6
. John Selden, en su obra Ma-
re Clausum (editado en 1653), justifica el comercio con un
mundo colonial. Jeremy Taylor, con su Ductor Dubitan-
dium (publicado en Londres en 1660) demuestra que es
de derecho natural y fundado en el Antiguo Testamento el
ocupar las nuevas tierras descubiertas, y “therefore to save
my own life, I can kill another or twenty, or a hundred, or
take from his hands to please myself”7
. John Vaughan o
Thomas Hobbes opinarán de la misma manera.
Después de la Glorious Revolution, la visión tradicio-
nal del pensamiento liberal queda expresada en la posi-
ción de John Locke (1632-1704)8
, el primero entre sus
pares9
. Lo tratamos aquí porque constituye un capítulo
abierto y que no se cerrará, de una u otra manera, hasta
el presente, porque aún en nuestro tiempo se siguen esgri-
miendo argumentos filosóficos políticos dentro de la “ló-
gica” que expone sobre el tema Locke, en especial en el
ámbito de la política global y en los foros internaciona-
les10
. Se trata de una aplicación particular de la “lógica de
6 Véase Robin Blackburn, 1999, The Making of New World Slavery. From the
Baroque to the Modern 1492-1800, Verso, London; pp. 235 y ss.
7 Op cit, p.249.
8 Véase el reciente trabajo de Franz Hinkelammert, “La inversión de los derechos
humanos: el caso de John Locke”, en Herrera Flores (Ed.), 2000, El vuelo del Anteo.
Derechos humanos y crítica de la razón liberal, Desclée de Brouwer, Bilbao, pp.79-
113.
9 Hegel, por ejemplo, repite la argumentación lockeana, ya que la relación externa
entre los Estados (contra la opinión de Kant) vuelve al “Estado de naturaleza”, sien-
do la única relación posible: “La guerra tiene una significación superior [...] Los
pueblos que no quieren soportar o que tiemblan ante la soberanía interior son con-
quistados por otros” (Rechtsphilosophie, § 324; Hegel, 1971, Werke, Suhrkamp,
Frankfurt, vol. 7, pp.492-493).
10 En el Encuentro de las Naciones Unidas sobre el racismo, la Unión Europea no
aceptó reconocer fácilmente a la esclavitud como un crimen contra la humanidad,
el 7 de septiembre de 2001 en Sudáfrica. Estados Unidos e Israel se retiraron del
Encuentro bajo protesta.
la totalidad”11
, pero con una coherencia tautológica ejem-
plar que permite justificar, dentro del espíritu de la revolu-
ción inglesa del 1688, la trata de esclavos (y la esclavitud
como institución), business en el que Locke privadamente
tenía invertidos algunos de sus haberes, pero también el
mundo colonial, a partir de los mismos argumentos. En el
segundo de los Two Treatises on Civil Government, publi-
cado en 1690, se ocupa frecuentemente de estos temas.
Opuesto a la Iglesia anglicana y al absolutismo monárqui-
co del partido Tory, expresó de manera secularizada y
agresiva la nueva posición burguesa de los whigs. La trata
de esclavos era un comercio en auge, lo mismo que el es-
tablecimiento de colonias en América, donde Inglaterra
competía con Portugal y España, e igualmente con Holan-
da. Todo se inicia con una declaración universal sobre la
igualdad:
“[El Estado natural] es también un Estado de igualdad
[...] en el que nadie tiene más que otro [...]; nacidos
para participar sin distinción de todas las ventajas de
la naturaleza [...]; siendo también iguales entre ellos,
sin subordinación ni sometimiento”12
.
11 Tema central de mi obra E. Dussel, 1973, Hacia una ética de la liberación lati-
noamericana, Siglo XXI, Buenos Aires, vol.1-2.
12 Two Treatises on Civil Government, § 4; John Locke, 1976, Ensayo sobre el
Gobierno civil, Aguilar, Madrid, p.5.
Chac-mool (detalle)
TEORÍA • Paideia 9
E n r i q u e D u s s e l
13 Ibid, § 6, p. 6.
14 Ibid, § 7, p. 7.
15 Ibid, § 8, p. 8.
16 Ibid.
17 Ibid.
18 De nuevo: ¿quién juzga que alguien se ha opuesto a la ley natural? Locke respon-
dería: “Cualquiera”.
19 No hay que olvidar que esos pronombres “nosotros” y “yo” que se usan en el texto
son el sujeto que juzga sobre el culpable, que se arroga la defensa del género
humano, pero que históricamente y de hecho es la burguesía liberal triunfante en
Inglaterra.
20 Ibid, § 16; p.14.
21 Ibid, § 17; p.15.
Ante tal declaración sería de esperar la imposibilidad
de la esclavitud y de un mundo colonial. Pero no es así.
¿Cómo se las arregla Locke para poder justificar la escla-
vitud y un mundo colonial? Su argumentación parte de la
exigencia de la conservación de la vida propia y de los de-
más13
en el “Estado de naturaleza”, de donde se deduce
que no puede negarse el derecho de castigar a los que no
cumplen con la ley natural, y por ello “tiene cualquiera el
derecho de castigar a los transgresores de esa ley [... Éste]
defiende de ese modo a los inocentes poniendo un obstá-
culo a los culpables”14
. El trasgresor, por el hecho de no
cumplir con la ley, “viene a manifestar que con él no rige
la ley de la razón y la equidad común [...] Al hacerlo se
convierte en un peligro para el género humano”15
.
Las preguntas obvias serían: ¿quién y cómo puede de-
terminar el crimen del culpable?, ¿cómo se puede elegir al
juez que pueda “defender a la especie humana en gene-
ral”?16
La respuesta de Locke, suponiendo que estamos en
el “Estado de naturaleza”, pareciera simple y evidente:
“cualquier hombre tiene el derecho de castigar al culpa-
ble”17
. El culpable, por haberse opuesto a la ley natural18
,
queda desprovisto de derechos, ya que “no rige con él la
razón”. Pero para poder atacar al culpable es necesario pa-
sar del mero “Estado de naturaleza” al “Estado de guerra”,
que para Hobbes se daban simultáneamente. Para Locke,
por el contrario, el Estado de naturaleza no es el Estado de
guerra. Se entra en el “Estado de guerra” cuando hay al-
guien que se opone a la ley natural o nos odia sin motivo
justo:
“Se puede destruir a un hombre [...] que ha manifesta-
do odio contra nosotros19
, por la misma razón que pode-
mos matar a un lobo o a un león. Esa clase de hombres
no se somete a los lazos de la ley común de la razón;
por ello pueden ser tratados como fieras”20
. “Quien tra-
ta de esclavizarme se coloca a sí mismo en Estado de
guerra conmigo [...] La libertad es la base de todo”21
.
En el “Estado de guerra” no impera ya el “Estado de na-
turaleza”, pero tampoco el “Estado civil” o político. Es jus-
tamente para superar el Estado de naturaleza y evitar el
Estado de guerra, es decir, para poder tener un juez con
derecho, con legitimidad, que nace la “sociedad civil” o po-
lítica (el “Estado civil”). Pero un juez civil o político tiene
sólo autoridad intraestatal. Las relaciones entre Estados,
entre naciones, en cambio, pasan a un “Estado de guerra”,
porque les “falta un juez común con autoridad”22
, y en ese
caso “soy yo el único juez dentro de mi propia conciencia”23
.
Como la esclavitud y las relaciones coloniales se establecen
en una referencia externa a los Estados o las naciones (p.e.
de Inglaterra con las comunidades africanas o america-
nas), no hay autoridad supranacional política para diluci-
dar el conflicto, sino que sólo impera el Estado de guerra,
cuando una nación ofende a otra nación o cuando se ve
exigida a lanzar una “guerra justa”. El “Estado de guerra”
es, sin embargo, un “Estado de excepción”, à la Carl Schmitt,
en la que el Otro, la dignidad de la Alteridad, es aniquila-
do. Esta negación de todo derecho del Otro, que, como
veremos, queda nuevamente reafirmada en el concepto de
“poder despótico”, es lo que Locke debía probar, pero dar-
lo como un supuesto, torna tautológico todo su argumen-
to.
Levinas comprendió muy bien este argumento tautoló-
gico, totalitario, fundamento mismo de la Modernidad (y
de la concepción de los derechos humanos ad extra entre
los liberales de Estados Unidos –no hablemos de los con-
servadores fundamentalistas-, desde el tiempo de la Cons-
titución hasta la “guerra de Afganistán”24
) cuando escribe
en el Prefacio de Totalidad e Infinito:
“El Estado de guerra25
suspende la moral; despoja a las
instituciones y a las obligaciones eternas de su eterni-
22 Ibid, § 19; p.16.
23 Ibid, § 20; p.18.
24 Estados Unidos, en su política externa muestra una doctrina hermenéutica en la que
los Derechos Humanos tienen en su definición a Estados Unidos como “juez”, últi-
ma instancia, que declara lo que es o no es defensa o ataque de un Derecho Hu-
mano. Ningún tribunal fuera del propio Estado es aceptado como referencia. Se
sobrentiende que en la relación entre los Estados nos encontramos, entonces, en el
mejor de los casos, en el “Estado de naturaleza”. Véase John Rawls, 1999, The
Law of peoples, Harvard University Press, Cambridge, Mass.). Rawls se cuida muy
bien de distinguir entre la “law of People” y la “law of State”. Los “States” exigi-
rían un derecho internacional y el comenzar a promulgar un “International State”,
al menos leyes e instituciones internacionales, que permitieran salir del “Estado de
naturaleza” a las relaciones entre los Estados. Rawls encuentra muy confortable el
estado razonable (de guerra) en el que su propio país (Estados Unidos) siga sien-
do el sujeto del juicio, el juez, de quien sea o no un “decent people” (p.63). Es una
obra completamente tautológica: la comunidad de liberales norteamericanos es la
“última instancia” de todos los juicios políticos, incluyendo el saber cuando se dan
las condiciones de la “guerra justa” (pp.89 ss.). Continúa paso a paso la argumen-
tación de Locke.
25 Debe indicarse que Levinas no habla de la “guerra”, sino estrictamente del “Estado
de guerra”, que, como veremos, es el “estado permanente” ad extra de los Estados
Unidos desde su emancipación. La conquista del “far West”, de México, del
Pacífico y el Caribe, hasta su hegemonía mundial actual, ha sido un permanente,
nunca interrumpido, “Estado de guerra” ad extra –mientras que ad intra se pre-
tende ser el leader del “Estado civil” democrático. Veremos que esta contradicción
es in the long run insostenible.
Xiuhtecutli (Señor del fuego)
TEORÍA • Paideia 11
E n r i q u e D u s s e l
dad y, desde entonces, anula en lo provisorio los im-
perativos incondicionales [...] La guerra no se sitúa so-
lamente como la mayor entre las interpelaciones de la
moral. Ella la torna ridícula. El arte de prever y de ga-
nar por todos los medios la guerra [...] se impone des-
de entonces como el ejercicio mismo de la razón”26
.
En la ética levinasiana –y en la Ética de la Liberación-
el Otro nunca puede perder sus derechos, su dignidad, y
jamás podrá ser objeto de un “poder despótico”, tal como
Locke pretende. Es decir, si una comunidad juzga, ya que
“cualquiera” tiene este derecho natural ante Dios –según
Locke-, que el africano, el indio o el mexicano ha negado
la ley natural, o se ha levantado en armas injustamente, o
simplemente “me odia”, a partir de tal “juicio”, pierde de
inmediato dicho extraño todo derecho y queda determina-
do como enemigo (el inimicus y no el hostis de Schmitt)
al que se le puede declarar una “guerra justa”. Si es venci-
do –y ahora todo depende de la tecnología militar, puro
efecto de la “razón instrumental”- será definido “justamen-
te” como esclavo o como súbdito colonial. Analicemos pa-
so a paso el proceso argumentativo en el capítulo IV “De
la esclavitud” y en el capítulo XVI “De la conquista”, entre
otros parágrafos referidos a los temas.
Locke sabe que Inglaterra comienza sus riquezas gra-
cias a los piratas. Por ello comienza por desautorizarlos,
partiendo de una premisa mayor o principio universal,
cuando afirma:
“Quienes no creen que los ladrones y los piratas po-
seen dominio legal sobre aquellos a quienes han logra-
do vencer por la fuerza [...] no otorgarán jamás derecho
sobre los vencidos en una guerra injusta de esa cla-
se”27
.
Hecha esta declaración para todos aceptable, pasa a
exponer la posibilidad de una “guerra justa”. Veamos pri-
mero el caso de la esclavitud. Continúa su argumento
enunciando otro principio universal, que intentará acotar
para poder justificar la esclavitud. Su estrategia argumen-
tativa es entonces enunciar positivamente lo que intenta
negar como excepción:
“El hombre, que no tiene poder sobre su propia vida,
no puede hacerse esclavo de otro por contrato o por
su propio consentimiento [...] Quien no dispone del
poder de acabar con su propia vida no puede dar a
otra persona poder para hacerlo”28
.
Pero de inmediato se introduce una excepción a la re-
gla, partiendo del cautivo de una “guerra justa”:
“Sin duda alguna que quien ha perdido, por su propia
culpa29
y mediante algún acto merecedor de la pena de
muerte30
, el derecho a su propia vida31
, puede encon-
trarse con que aquel que puede disponer de esa vida32
retrase, por algún tiempo, el quitársela cuando ya lo
tiene en poder suyo33
, sirviéndose de él para su propia
conveniencia, y con ello no le causa prejuicio alguno.
Si alguna vez cree que las penalidades de su esclavitud
pesan más que el valor de su vida, puede atraer sobre
sí la muerte que desea34
con sólo que se niegue a obe-
decer las voluntades de su señor”35
.
Y concluye:
“Tal es la auténtica condición de la esclavitud; ésta no
es sino la prolongación de un Estado de guerra entre
un vencedor y un cautivo”36
.
De la misma manera se argumenta la posibilidad de
un mundo colonial o contra el indígena americano. Prime-
26 Totalité et Infinit. Essai sur l’Extériorité, Nijhoff, La Haye, 1968, Preface, p.ix.
27 Ibid, § 176; pp. 134-135.
28 Locke, 1976, § 23; p.20.
29 Es interesante que para Ginés de Sepúlveda el indígena que lucha contra el con-
quistador español (en propia defensa para Bartolomé de Las Casas) tiene la “cul-
pa” de rechazar el ser civilizado. El mismo Kant en la definición de Aufklaerung
incluye esta “inmadurez culpable” (verschuldeten Unmundigkeit) (véase E. Dussel,
1995, The Invention of the Americas. The Eclipse of “the Other” and the Myth of
Modernity, Continuum, New York, cap. 1). A la víctima se la transforma primero
en culpable, de manera que el criminal se juzga (invirtiendo la cuestión) asesina-
do por su víctima. El victimador reclama a su víctima el haberlo victimado. De otra
manera, Locke, el esclavizador inglés, acusa al esclavo africano por haberle exigi-
do cumplir la tarea de esclavizarlo, y por ello demandará aún reparaciones de los
gastos a los que su víctima le ha obligado a efectuar.
30 Locke debería probar que los pobres campesinos bantúes inocentes atrapados
como animales y vendidos como “mercancías” merecieron dicha pena. Bartolomé
de Las Casas vio estas cuestiones con mayor claridad racional y lógica.
31 Por la propia argumentación de Locke nadie puede “perder el derecho a su vida”,
porque nadie “tiene” tal derecho: ¿Cómo podría tenerse “derecho a la vida” si la
vida es el presupuesto y fundamento de todos los derechos? Para tener “derecho a
la vida” habría que ser un sujeto de derecho anterior a la propia vida, lo cual es
absurdo. Si no se tiene “derecho” ni “poder” sobre su propia vida, menos se puede
perder lo que nunca se tuvo. La inteligencia de Locke en este punto pareciera que
ha quedado oscurecida por la pasión inmoderada en desear justificar su business,
y el de su patria: la trata de esclavos.
32 Esto supone una teoría de la “guerra justa” y del “Estado de guerra” en la que el
vencedor tuviera ahora “derecho a la vida del otro”. Pero, nuevamente, si ni
siquiera el sujeto humano viviente tiene derecho a su propia vida, menos aún de
un tercero. Nadie puede tener “derecho sobre la vida ajena”, o habría que pro-
barlo. Locke, nuevamente, afirma un absurdo por mera tradición tautológica,
totalitaria, contraria al dogma liberal: “la libertad es la base de todo” (Ibid, § 17;
p.15).
33 Aquí Locke cae ya en un cinismo que supera al de Ginés de Sepúlveda. En primer
lugar al expresarse sobre una persona humana como lo que se “tiene en poder
suyo” –cosificación de la Alteridad, que muestra la bajeza ética del filósofo inglés-
, y en segundo lugar por la manera que expresa en este texto (y en otros que citaré)
lo que puede hacerse con esa “cosa” que se “tiene” (no solo usarlo en el trabajo
o como objeto de sexo, sino torturarlo y hasta matarlo por puro capricho). ¿De
dónde ha sacado nuestro autor esa destitución absoluta ética del Otro?
34 Locke alcanza aquí un sadismo increíble, consolando al esclavo misericordiosa-
mente con el suicidio. Ante un juicio tan brutal, bestial, el lector queda enmudeci-
do, absorto, silencioso...
35 Ibid.
36 Ibid, § 23; p.20.
12 Paideia • TEORÍA
E s t a d o d e g u e r r a p e r m a n e n t e y r a z ó n c í n i c a
la estrategia militar. En realidad la Modernidad se impuso
siempre sobre los amerindios y los africanos (desde el siglo
XVI) simplemente y en última instancia por la violencia
de las armas. Pero esto no puede aceptarse en la “civiliza-
ción” como una razón suficiente. A esta acción ilegítima
hay que darle una “apariencia” moral. Locke intenta enton-
ces encontrar esas “razones” dentro de la tradición.
En efecto, se inspira en Aristóteles cuando distingue
entre un “poder despótico” (despoteía) y un “poder políti-
co”45
. Aplica así la conocida distinción, entre el poder en
el “Estado de naturaleza” o en el “Estado político”, del ejer-
cicio del poder en el “Estado de guerra”, e invierte los he-
chos (ya que los africanos o los indígenas americanos son
los atacados injustamente y se los describe como agreso-
res). Repitamos su argumento:
“Poder despótico es el absoluto y arbitrario [poder] que
permite a un hombre atentar contra la vida de otro
cuando así le agrade46
[...] El agresor se ha salido de la
ley de la razón que Dios47
estableció como regla para
las relaciones entre los hombres y de los recursos pa-
cíficos que esa regla enseña48
, recurriendo a la fuerza
para imponer sus pretensiones injustas y carentes de
derecho [...] Por esa razón, los prisioneros capturados
en una guerra justa y legítima, y solamente ellos se en-
cuentran sometidos a un poder despótico [...] que es
en el fondo una prolongación del Estado de guerra”49
.
“El poder que un conquistador adquiere sobre aque-
llos a quienes vence en una guerra justa es totalmente
despótico”50
.
Para Locke, como en el caso de las relaciones entre
Estados, no se retorna simplemente al “Estado de natura-
leza” (como para Hobbes o posteriormente para Hegel),
45 Pol, 1, 2, 1255 b 16-17. Locke debió leer pocas líneas después de la definición
del “esclavo por naturaleza” esta distinción: “El señorío político se ejerce sobre
hombres libres por naturaleza, el despótico sobre los esclavos por naturaleza”
(Ibid, 1255 b 17-18).
46 Está de más decir que el tal “poder despótico” es injustificable, menos aún en un
Estado de naturaleza (ni siquiera un animal puede cumplir tal definición o la tal
especie se habría extinguido prontamente), desde cualquier punto de vista ético,
etnográfico o histórico, y describe simplemente una voluntad tiránica, irracional y
totalitaria, autodestructiva.
47 Uno se pregunta qué agrega el poner aquí a “Dios” en esta expresión de cinismo.
Pareciera ampararse en la divinidad para expresar un pseudo-argumento totali-
tario.
48 Como no ha cumplido el “enemigo” con la ley establecida queda “fuera de la ley”,
y como no aceptó los “recursos pacíficos” se le aplican los recursos más violentos.
Aunque el pobre campesino africano hubiera estado fuera de la ley y no hubiera
sido pacífico (lo cual es falso, porque nunca estuvo fuera de “sus costumbres” y
nunca atacó a ningún europeo), no perdería por ello sus derechos que tiene como
persona humana, y no podría tratárselo como una “fiera” a la que se la puede
matar porque “le agrade” (al sádico).
49 Ibid, § 172; p.132.
50 Ibid, § 180; p.138. Locke justifica por ello mismo la conquista de América, porque
“el poder que un conquistador adquiere sobre aquellos a quienes vence en una
guerra justa es totalmente despótico” (Ibid, § 179; p. 138). Puede concluirse que
el esclavo africano, el indio americano y el mundo colonial son negados e igno-
rados en su derecho en la filosofía política del fundador del pensamiento liberal.
ro la afirmación general para generar “buena conciencia”:
“Dios ha dado el mundo a los hombres en común”37
. Y
ahora la excepción:
“Pueden, a pesar de todo, encontrarse aún grandes ex-
tensiones de tierras cuyos habitantes no se unieron al
resto del género humano [léase: el liberal burgués in-
glés] en el acuerdo para el empleo del dinero común y
que permanecen incultas”38
. “Allí donde existen más
tierras que las poseídas por sus habitantes y que estos
son capaces de cultivar39
, allí puede cualquiera aprove-
charse de las no cultivadas”40
.
El ocupar esas tierras, entonces, no es usurpar el dere-
cho de nadie, ya que estaban “vacías”, incultivadas, mal
empleadas. Por supuesto que el criterio de la buena ocu-
pación y empleo de las tierras es el de Locke (occidental,
capitalista mercantil, colonialista, racistas, machista, etc.).
Pero cuando no hay juez humano (porque se trata de
la relación entre Estados, y no habiendo un Estado inter-
nacional), “quien apela al Cielo deberá estar seguro de que
tiene el derecho de su parte”41
, siendo sin embargo e ine-
vitablemente él mismo su último juez empírico:
“Pero suponiendo que la victoria favorezca al bando
que tiene de su parte el derecho, pasemos a estudiar la
situación del que triunfa en una guerra justa, y veamos
el poder que le da la victoria, y contra quién se lo da
[...] En mi entender, se trata de un poder totalmente
despótico42
. El conquistador detenta un poder absolu-
to sobre la vida de quienes, por haber hecho una gue-
rra injusta, han perdido su derecho a la vida”43
.
Y como al conquistador se le deberá “indemnizar de
los daños que ha sufrido en la guerra”44
, podrá apropiarse
de los bienes de los conquistados “como gastos de guerra”.
Si repasamos el argumento, podemos comprender que
se ha dado una conclusión tautológica, que además se in-
muniza de toda crítica. El propio actor define quién es el
enemigo y da la razón de la “justicia” de su guerra contra
el dicho enemigo. De hecho se ha ejercido el poder del
más fuerte, del mejor equipado técnicamente en el arte y
37 Ibid, § 33; p.27. Aún dirá más extensamente: “Los gobiernos no pueden originarse
primitivamente [...], y las sociedades políticas no pueden fundamentarse en nada
que no sea el consentimiento del pueblo” (Ibid, § 175; p. 134).
38 Ibid, § 45; p.36.
39 Como si todos los pueblos fueran agricultores.
40 Ibid, § 184; p.143.
41 Ibid; p.136.
42 Escribe más adelante: “El vencedor, si ha hecho la guerra por una causa justa,
posee un derecho despótico sobre las personas [...] que han tomado parte en la
misma, y lo posee también a indemnizarse de los perjuicios recibidos y del costo
de la guerra...” (Ibid, § 196; p.148).
43 Ibid, § 178; p.137.
44 Ibid, § 182; p.140.
TEORÍA • Paideia 13
E n r i q u e D u s s e l
sino que se accede a un “Estado de guerra” permanente.Y,
como hemos citado ya en Levinas: “el Estado de guerra
suspende la moral”. La esclavitud y el colonialismo son
hechos injustificables para la moral, pero se puede probar
su legitimidad dentro de otra lógica, la del “Estado de gue-
rra”, “lógica totalitaria” de la Modernidad cuyo silogismo
autorreferente (y que se inmuniza de toda discusión) resu-
mido es aproximadamente el siguiente:
1. En el Estado de naturaleza todos son iguales y libres.
2. Si alguien deja de cumplir la ley natural se transforma
en un “fuera de la ley”, en el “enemigo” que puede ser
muerto como las fieras salvajes, por ser peligroso para
la comunidad. No se le atribuye ya igualdad y libertad.
Se actúa entonces en el horizonte del Estado de guerra.
3. El juez con autoridad sólo existe en el Estado civil o
político. En la relación entre los Estados, y más con
respecto al mundo colonial objeto de conquista, no
hay autoridad suprema (porque no hay un Estado
mundial). Nos encontramos igualmente en un Estado
de guerra.
4. Cuando un Estado cualquiera juzga que otro lo haya
agredido, o lo haya tratado con injusticia, o simple-
mente lo odia, juzga a dicho Estado o nación como el
agresor, y por ello lo define como el enemigo fuera de
la ley y del derecho, contra el que puede declarase una
guerra justa. Sólo Dios puede juzgar la falsedad de es-
te juicio práctico.
5. El vencedor (evidentemente el más fuerte, el mejor ar-
mado) puede entonces esclavizar al vencido, constituir-
lo como esclavo o como colonia conquistada, porque
estando fuera de la ley y del derecho se tiene sobre él
poder despótico, como poder justo y legítimo. Además,
los bienes de los vencidos resarcen las pérdidas de la
guerra justa.
Como puede observarse, esta argumentación produce
una completa inversión de lo que acontece en la realidad,
y, además, es puramente tautológica, autorreferente en su
sentido ético y político. Primero, porque al inocente cam-
pesino africano, indígena americano o comunidad colo-
nial se lo ha definido como un violento agresor (inversión
de los hechos empíricos). Segundo, porque el “juez” (en el
momento 4. de la argumentación), aunque no tiene auto-
ridad o poder político por no estar en condiciones de ser
miembros de un inexistente Estado mundial, se encuentra
en un inevitable Estado de guerra. Si en este “Estado” re-
sulta vencedor, y teniendo sólo a Dios por juez, posee
sobre los vencidos legítimamente poder despótico. Con
estas razones todo Estado puede juzgar a cualquier otro
como “fuera de la ley”, simplemente por no cumplir con su
interpretación “cultural” o etnocéntrica de la ley natural o
de lo que Dios [el nuestro] estableció como regla. Se trata
de una tautología autorreferente radical, sin ningún crite-
rio objetivo o en relación con una empírica intersubjetiva
suficiente. Es lo puramente subjetivo, arbitrario, intracultu-
ral, dogmático, totalitario. Este argumento, sin embargo,
expresa la racionalidad misma de la “Razón moderna” es-
clavista y colonial. Este tipo de argumento fundamentó
(aparentemente) el comportamiento de las metrópolis eu-
ropeas hacia el mundo colonial y hacia la esclavitud en la
Modernidad hasta el presente. Se trata de una exclusión
radical de la dignidad de la Alteridad, del derecho de la
Identidad propia del africano esclavizado, del indígena
americano, del mundo colonial, contra toda razón univer-
sal, no meramente etnocéntrica, eurocéntrica.
Sin embargo, cuando leemos en los diarios y escucha-
mos en la televisión que el secretario de Estado de EU, el
general Colin Powell, anuncia que se deberá continuar la
guerra contra los “terroristas” aunque fuera solos –ante la
negativa europea, rusa o china por seguir la guerra contra
Iraq o Irán (habiendo, sin embargo, ya comenzado la de
“Guerra de Colombia”), se repite una vez más el argumento
de Locke: en el “Estado de guerra”, el Estado hegemónico
se afirma como juez para decidir quién es su enemigo (en
este caso los “terroristas”51
), y en referencia última toma
como testigo de su propio juicio a Dios mismo52
.
3. La “doble moral” o el cinismo político:
Democracia ad intra y despotismo ad extra
Las potencias metropolitanas durante toda la Moderni-
dad, y hasta el presente ante el mundo postcolonial, han
ejercido una “doble moral”. Hacia adentro (ad intra) han
propuesto un “Principio democrático” como participación
simétrica de los afectados en la creación de instituciones
que organicen la procedimentalidad legítima, pero exclu-
yendo de dicha participación a los esclavos, a los indios,
a los pueblos coloniales durante la época colonialista, y a
muchos otros. Posteriormente, los pueblos postcoloniales
51 Antes fueron las “Potencias del Eje” (desde la crisis de los 30), después los
“Comunistas” (en tiempos de la “Guerra Fría”), pero últimamente estaba faltando
un “enemigo” creíble, consistente, suficiente. Los antiguos “subversivos comunistas”
han dejado lugar ahora a los “terroristas”.
52 Claro que “Dios” hará conocer su juicio en el “Juicio final”, y para los geopolíticos
del Pentágono dicho juicio deja suficiente tiempo como para ganar las guerras
empíricas de la historia –que son las que le interesan-. C. Schmit, por otra parte,
tampoco tiene otro criterio para determinar a su enemigo. Es tan tautológico como
Locke.
14 Paideia • TEORÍA
E s t a d o d e g u e r r a p e r m a n e n t e y r a z ó n c í n i c a
nunca pudieron acceder a una soberanía popular real, sino que siguieron ejer-
ciéndose sobre ellos presiones, opresiones o exclusiones políticas, económicas,
culturales, religiosas, militares.
El gran país del Norte, bajo el gobierno del grupo de George W. Bush, es
hoy la última expresión de ese “Estado de guerra” permanente como horizonte
argumentativo para negar a todos los demás pueblos o Estados un derecho de
igualdad internacional. Este grupo del Estado hegemónico niega la existencia
de todo un orden internacional supraestatal que pudiera limitar su hegemonía
militar omnipresente (por sus naves que navegan en todos los océanos), omni-
potente (por el poder destructor de su aviación), omnisciente (por sus satélites
espías y sus servicios de inteligencia).
Inesperadamente, mi argumentación filosófica ante la Ética del Discurso de
hace algunos años se torna ahora más clara que nunca53
. La “razón cínica”, di-
je en otro trabajo, es la razón del que tiene el Poder y no está decidido a com-
partirlo. Por ello no acepta argumentos, ni entra en debates ni discusiones que
puedan poner en cuestión su Poder. Por el contrario, intenta desarrollar un ar-
gumento que lo inmuniza de entrar en toda argumentación ajena a la propia.
Este argumento tautológico, etnocéntrico, intenta fundamentar su (“aparente”)
pretensión democrática (ad intra), y ocultar su política despótica (ad extra). El
tipo de argumento de John Locke enunciado más arriba permite adecuadamen-
te aportar esa “apariencia” de fundamentación racional, no siendo sino una
pseudoargumentación tautológica, autoinmunizante, que permite no “entrar”
en ninguna discusión racional con otros Estados o pueblos. Cuando alguno de
ellos opina lo contrario, el Estado hegemónico puede declararlo su enemigo,
“terrorista”, ya que se ha puesto por propia culpa fuera de la ley y de las razones
dadas por Dios (evidentemente de las leyes y del Dios propios). Declarados a
priori sin derechos humanos (como los prisioneros afganos en Guantána-
mo54
), toda guerra contra ellos (sea en Iraq, en Kosovo o en Afganistán) es una
“guerra justa”. El argumento es tautológico, y digo tautológico porque el agen-
te de la acción es el único juez que emite la razón que se propone para funda-
mentar su propia acción: el círculo se cierra en la pura identidad de la subjeti-
vidad autista, esquizoide, dogmática, fundamentalista, totalitaria. El imperio
define lo que es un terrorista, y declara deductiva y hermenéuticamente, a par-
tir de su definición, quiénes son en concreto terroristas (sin ningún otro juez
humano que pueda invalidar su decisión; falta todo criterio intersubjetivo, ob-
jetivo, exterior, internacional, que dé algún viso de justicia y equidad a su de-
cisión). Este juicio tautológico autoriza “legítimamente” (para el propio juez y
el heroico ejecutor militar de la sentencia) la total destrucción del “terrorista”.
Se ha llegado a la total irracionalidad. La Totalidad totalizada emite un juicio
53 Véase mi ponencia “Del escéptico al cínico”, en Dussel, E. 1993, Apel, Ricoeur, Rorty y la Filosofía de la Libe-
ración, Universidad de Guadalajara, Guadalajara (México), pp. 85-95; en inglés en Dussel, E. 1996, The Un-
derside of Modernity, Humanities Press, New Jersey, pp. 64-72.
54 Si se los aceptara como “prisioneros de guerra”, habría que aplicárseles las convenciones internacionales, como
la de Ginebra. Pero para negarles que sean prisioneros “de guerra” debería fundarse en que no ha habido gue-
rra en Afganistán, porque no se había declarado tal guerra a los Talibanes, meros “terroristas”, y por tanto “sin
derechos”, a los que puede matárselos como lobos o leones peligrosos. Pero, en ese caso, la agresión a Afganis-
tán sería un acto “terrorista”, porque se atacó a otro Estado sin cumplir las condiciones para un ataque dentro de
algún criterio ético internacional. Lo que acontece es que Estados Unidos, en permanente Estado de guerra, no
logra entender que está usando el “argumento de Locke”, pero ese argumento, por tautológico es irracional, in-
moral, y no puede proferirse “en público”, sólo entre los “amigos” de la misma “mafia” o de una “banda de la-
drones”; en un “nosotros” entre los que los argumentos tautológicos son aceptados como verdaderos sin mayores
exigencias lógicas.
Aquí estoy sólo, mi corazón desgarrado (detalle)
TEORÍA • Paideia 15
E n r i q u e D u s s e l
desde su propio fundamento. El Otro ha sido aniquilado
como otro.
Por todo ello podrá ahora comprenderse que se parte
del supuesto sobre el que se ejerce la “razón cínica”. La “ra-
zón cínica” usa siempre un pseudoargumento tautológico:
es la razón que se da a sí mismo el que ostenta el Poder,
y por la que no necesita “entrar” jamás en una auténtica
discusión (la de la “razón discursiva”), porque no está dis-
puesta, desde el punto de partida, a dejarse juzgar por nin-
gún otro Poder. La decisión de no compartir el Poder, y de
ejercerlo omnímoda y despóticamente sobre toda la hu-
manidad, le impide “entrar” auténticamente en alguna dis-
cusión con “pretensión” de verdad, y de validez55
. El impe-
rio no necesita tener ninguna “pretensión” de verdad,
“tiene” la verdad, y solo exige su aceptación –es el pseu-
doargumento que justifica la “guerra santa”56
, otra deno-
minación de la “guerra justa” de John Locke-. Un cierto
“fundamentalismo de mercado” –como expresaba G. So-
ros- se encuentra detrás como actitud ética originaria.
Por ello, aunque se declara ser un Poder “democrático”
con respecto a su propio pueblo (ad intra)57
, sin embargo
su cinismo con respecto al Otro, a la Alteridad, al resto
externo de la humanidad (ad extra), impide el ejercicio ho-
nesto y serio del Principio democrático con sentido nor-
mativo. ¿Cómo puede darse éticamente el reconocimiento
de la igualdad humana a todos los miembros de la propia
comunidad política, cuando se le atribuye a esa misma co-
munidad el derecho de declarar “inhumano” al resto de la
humanidad?, ¿cómo puede un demócrata, que conciba la
democracia no meramente como un procedimiento políti-
co etnocéntrico, sino al mismo tiempo con exigencias nor-
mativas, ser despótico con los Otros, con los débiles, con
los vencidos, con los postcoloniales...? El que mata a los
otros insensiblemente termina por suicidarse en el “sin-
sentido” de un orden inmoral.
La “doble moral” de las empresas trasnacionales, que
cumplen con las exigencias normativas ad intra en el pro-
pio Estado metropolitano, mientras que corrompen, simu-
lan, roban, y extraen ganancias excesivas ad extra, termina
por corroer a toda la estructura normativa. La inmorali-
dad ad extra termina por imponerse también ad intra. Es
el caso de la trasnacional Enron, que con su doble conta-
bilidad y política financiera engañó primero a los otros
Estados, y al final al propio “home-State” (y hoy se tiene
sospecha que la costumbre se ha generalizado, dándose ya
otros ejemplos dudosos como en el caso de la IBM, la Co-
ca-Cola, el City Bank, ya ligado al “blanqueo de dinero” de
la droga, etcétera).
4. “Razón material” y “razón crítica”:
responsabilidad consensual de la
comunidad de las víctimas
Al “argumento de Locke”, a la “razón cínica”, debe oponér-
sele: a) una argumentación material y crítica (que es nece-
saria, porque crea el fundamento del consenso crítico de
los oprimidos), que se enfrente a la imposibilidad del Po-
der hegemónico de aceptar un argumento contrario (y que
por ello no puede “entrar” en la discusión, porque simple-
mente tiene el Poder de evitar dicha discusión contra los
débiles); b) una organización política del Poder material y
crítico de los oprimidos, de los excluidos, de los que reci-
ben en su corporalidad los efectos negativos de las
decisiones tautológicas del “argumento de Locke”. Tales
Nuevos Movimientos Sociales se hicieron visibles en los
grupos reunidos, entre otras manifestaciones recientes (co-
mo las de Seattle, Cancún, Génova, Barcelona), en espe-
cial en el Foro Social Mundial de Porto Alegre, en Brasil.
En este último evento asistieron unos cien mil participan-
tes, entre intelectuales orgánicos y militantes. Se testimo-
nió el hecho de que los “excluidos” constituyen entre sí
“comunidades consensuales”, descubriendo argumentos,
comunicándose y viviendo experiencias que permitan ir
lentamente rompiendo la “moral” del Poder del imperio y
la pseudoargumentación lockeana. Nacieron así miles de
redes de organismos de base. El 15 de febrero de 2003,
por primera vez en la historia universal, en más de 70 países
millones de personas se opusieron a la Guerra de Iraq. Es
un hecho sin precedente. No es de dominador el que tie-
ne el derecho de “juzgar” al Otro, su víctima. Es de la co-
munidad consensual y crítica, por ser y exponer las razones
de las víctimas, la que tiene deber de juzgar al Poder do-
minador despótico –usando la denominación lockeana.
Son los africanos esclavos, los indios conquistados, las
55 Véase en mi obra Dussel, E. 1998, Ética de la Liberación en la edad de la glob-
alización y la exclusión, Trotta, Madrid, la diferenciación entre “pretensión de ver-
dad” y “pretensión de validez” (caps.1-3).
56 Leemos en el diario que John Ashcroft, nombrado procurador general por Bush,
“pidió esta semana lanzar una guerra santa en defensa de la civilización y contra
el terrorismo” (La Jornada, México, 24 de Febrero de 2002, p.31). Bush, que
había hablado de “cruzada” (cristiana contra los musulmanes) al comienzo de la
guerra contra Afganistán, nuevamente se refirió a una “cruzada” en su viaje a
Japón (en el mes de febrero), hecho criticado por Zogby (Ibid).
57 Hoy sabemos que esto tampoco es cierto, porque nunca los servicios de inteligen-
cia norteamericanos han espiado de manera tan sofisticada a un ser humano como
se está organizando espiar al ciudadano estadounidense, no sólo conociendo qué
libros ha pedido en bibliotecas durante su vida, qué mercancías ha comprado,
etcétera, sino que aun puede detectárselo desde satélites por su modo de caminar
(el único inconveniente en este caso es que cuando una mujer cambia su tipo de
zapato, de tacón bajo o alto, cambia igualmente de identidad). Al fin el despo-
tismo ad extra se ha transformado igualmente en despotismo ad intra, y no podía
ser de otra manera: la coherencia se impone al final.
16 Paideia • TEORÍA
E s t a d o d e g u e r r a p e r m a n e n t e y r a z ó n c í n i c a
comunidades coloniales y postcoloniales, las feministas,
los antiracistas, los obreros y campesinos, y tantos otros,
los que deben mostrar que las pretendidas “guerras justas”
fueron en realidad unas de las más injustas y perversas
que puedan imaginarse en toda la historia mundial. Los
13 millones de africanos esclavizados y los quince millo-
nes de indígenas muertos en el proceso de la conquista y
la colonización muestran dos inmensos genocidios mo-
derno-europeos que el “argumento de Locke” tornó invisi-
bles. Los esclavizados, conquistados y colonizados no
eran humanos; eran bestias; hoy son los “terroristas”58
.
Seis millones de judíos eran exterminados por la potencia
nazi. Para los imperios de turno no morían seres huma-
nos; perecían “cosas” que habían sido destituidas de su huma-
nidad previamente por razones similares al “argumento de
Locke”.
Llegamos así al problema filosófico de fondo59
. A la ra-
zón estratégica del cínico, que se funda en el Poder para
proferir un pseudoargumento tautológico (el “argumento
de Locke”), no puede oponérsele una mera razón discursiva,
porque el cínico no “entra” en dicha discusión. La filosofía
de la liberación intenta en cambio enfrentar estratégica y
teóricamente la situación, pero lo hace abriendo otros
frentes.
En primer lugar, muestra la tautología (y esto es un
“trabajo” filosófico) que inmuniza el pretendido argumen-
to autorreferente. En segundo lugar, enfrenta al Poder he-
gemónico desde el contrapoder antihegemónico de los
Nuevos Movimientos Sociales (feminismo, antirracismo,
afirmación de las culturas negadas por el colonialismo, li-
beración de las naciones periféricas postcoloniales, de las
clases dominadas, de las etnias excluidas, de la tercera
edad, de los niños, de las generaciones futuras a través del
problema ecológico, etcétera, cuyas “redes” se fortalecie-
ron mundialmente en el foro de Porto Alegre). En tercer
lugar, la fundamentación antiescéptica (del escepticismo
de la razón hegemónica, subproducto cómplice de la do-
minación, como en el caso de un Richard Rorty o de al-
gunos ejemplos del movimiento Postmoderno) no se dirige
a una mera afirmación de la razón en general, sino hacia
un dar argumentos a las indicadas comunidades de libera-
ción de los Nuevos Movimientos Sociales, a fin de legiti-
mar a la “razón crítica”: a) tanto por sus contenidos (la
razón práctico-material crítica que justifica no sólo la produc-
ción y la reproducción de la vida humana en comunidad
con pretensión de universalidad, sino su desarrollo desde
la afirmación de las víctimas60
); b) como por su validez (la
razón discursiva crítica, desde el consenso de los excluidos
contra el consenso hegemónico que profiere autorreferen-
temente el “argumento de Locke”)61
, y c) por su factibili-
dad crítica (la praxis propia de la liberación, que supone
la toma de conciencia y la organización de las víctimas
“negadas” en su Alteridad por el Poder hegemónico)62
.
Por ello, si es verdad que todo régimen democrático
debe “poner límites”63
y por ello hay inevitables exclusiones
–al menos de los ciudadanos de otros Estados, aún reco-
nocidos como tales-, lo que deseamos recalcar es que al-
gunas Filosofías Políticas de Estados Unidos y Europa no
vislumbran la diferencia entre: a) la situación de “Estado
de derecho” en el “centro” del sistema-mundo actual (el
“Grupo de los Siete”, siendo seis de ellos semiperiféricos
de la superpotencia hegemónica), y b) la situación políti-
ca de los Estados postcoloniales periféricos (en África,
Asia y América Latina), como “fuera del derecho” y redu-
cidos a la miseria por cinco siglos de economía colonial.
Dicha diferencia es un efecto negativo de un “Estado de
guerra” permanente que se originó con la Modernidad,
con la conquista de América en 1492 como sistema colo-
nial, con el capitalismo como acumulación originaria de
los metales preciosos americanos y con la trata de escla-
vos, acumulación acrecentada siglo por siglo y aumentada
de manera nunca observada desde finales de la llamada
Segunda Guerra Mundial (1945) y en especial desde
1989. Los pueblos y sus Estados periféricos postcolonia-
les siguen sufriendo una imposibilidad estructural de alcan-
zar un grado de desarrollo y autonomía mínima, aceptable
para poder establecer sistemas políticos democráticos
58 Es evidente que siempre ha habido terroristas. Lo criticable del hecho es que no se
acepten tribunales internacionales, como el Consejo de Seguridad de la ONU, que
pudieran intervenir en una definición de su concepto. En realidad las resoluciones
de dicho Consejo nunca son aceptadas por Estados Unidos o por Israel. Vemos
entonces que las “mil reuniones, discusiones, acuerdos” de poco valen cuando se
oponen a la “Voluntad de Poder” del Imperio
59 Véase Dussel, E. “From the Skeptic to the Cynic”, en 1996, The Underside of
Modernity. Apel, Ricoeur, Rorty, Taylor and the Philosophy of Liberation, Humanities
Press, New Jersey, pp. 64 y ss.
60 Véase Dussel, E. 2000, Ética de la liberación en la edad de la globalización y la
exclusión, Trotta, Madrid, 3era ed, caps.1 y 4; en resumida traducción alemana
en 2000, Prinzip Befreiung, Wissenschaftsverlag Mainz, Aachen, caps.1 (pp.15
ss) y 4 (pp. 85 ss). Lo que no había enunciado en dicha ponencia claramente eran
dos cuestiones. La primera, que el cínico no “entra” en una discusión honesta, no
sólo porque tiene el Poder, sino porque tiene un argumento, el “argumento de
Locke” (pseudoargumento autoreferente que se hace evidente para el dominador y
sus “amigos”). La segunda, que la fundamentación que hay que efectuar no se
dirige tanto a una justificación en general de la razón ambigua de los grupos
dominantes (como en el caso de K.-O. Apel), sino como justificación de una razón
consensual y material crítica de las comunidades excluidas, dominadas, negadas.
El filósofo crítico (filosofía de liberación) argumenta en favor de grupos empíricos
que necesitan dicha fundamentación para su acción estratégica liberadora, inno-
vadora, creadora.
61 Ibid, caps. 2 y 5.
62 Ibid, caps.3 y 6.
63 Véase por ejemplo Iris Marion Young, 2000, Inclusion and Democracy, Oxford
University Press, Oxford.
TEORÍA • Paideia 17
E n r i q u e D u s s e l
–donde pudiera ejercerse la soberanía de los pueblos-. Hablar en estos Estados
postcoloniales de un sistema democrático supondría dejar de sufrir el constante
acoso de las potencias centrales, que agobian permanentemente sus explotadas
economías en un grado tal que los pueblos miserables terminan por expresar su
desesperación como aún lo hacen las clases pequeño burguesas (no se diga las
marginales) de Argentina en los sucesos dramáticos del 19 al 20 de diciembre
de 2001. Este hecho manifiesta un “malestar” creciente entre los pueblos, que
indica que la democracia debe ser redefinida, para no inscribirla exclusivamen-
te dentro de un procedentalismo que ya no se sostiene (siendo sólo el momen-
to de pura legitimidad formal de la política) cuando la reproducción misma de
la vida de la población es puesta en cuestión (el momento político ecológico-
económico o material de la vida). Las masas hambrientas gritan: “Pan y traba-
jo”64
, como momento constitutivo de la política, y como condición del consenso
que funda la legitimidad formal. No hay representación o consenso sin “ciuda-
danos vivos”, y en el mundo periférico-postcolonial esto no está garantizado
de ninguna manera, dado el inmenso grado de transferencia de plusvalor que
procedente de los países explotados sigue fluyendo hacia el “centro” –privile-
gio que los países centrales, no solo Estados Unidos, sino también Europa, Ja-
pón y algunos otros-. Democracia y reproducción aceptable de la vida de los
ciudadanos son dos aspectos del bien común; es la justa articulación del as-
pecto formal de legitimidad discursiva y el aspecto material de satisfacción re-
productiva de la vida.
En último término, el “argumento de Locke” ocultaba que el Estado metro-
politano justificaba la negación de la vida del Otro, del esclavo, del indígena,
del colono periférico, de todos los excluidos actuales del mercado. El cínico
pretende justificar éticamente la negación de la vida del Otro; el escéptico pre-
tende justificar moralmente la negación de la razón critica; el conservador pre-
tende justificar la negación de la posibilidad de la utopía del poder vivir, que
imposibilita el consenso crítico anti-hegemónico del desear una “vida mejor”
(no sólo una “vida buena”). Tres negaciones que hacen a la política una praxis
antidemocrática, bajo la apariencia de cumplir ad intra con las exigencias libe-
rales de la Democracia.
Ante lo que acontece debemos expresar, para concluir, que al proyecto utó-
pico de Kant manifestado en su obra sobre la “Paz perpetua” ha dejado lugar en el
presente, y en el orden de la realidad geopolítica y militar esta vigente un proyecto
de una “Guerra perpetua”, ahora como “Guerra preventiva”. No es ya que “la guerra
es el origen de todo” como para Heráclito de Efeso, sino que “el Estado de guerra
es el ser mismo permanente de todo”. ¡Se trata de una ontología de la muerte!
64 En tiempos de las dictaduras periféricas, instaladas por la potencia hegemónica, como en el caso de la dictadu-
ra de Augusto Pinochet contra el gobierno democrático de Salvador Allende en 1973, golpe de Estado decidido
y promovido por Henry Kissinger desde el Departamento de Estado (como en este febrero y marzo de 2002 se
está promoviendo de la misma manera el golpe de estado contra Hugo Chávez en Venezuela, por pretender te-
ner una política propia en la OPEP y con respecto al petróleo), en tiempo de las dictaduras (repito) se gritaba:
“Pan, paz y trabajo”. Ahora no se grita “Paz”, porque la “Guerra Sucia” de los militares ya no es necesaria pa-
ra el imperio. Pero la vida del pueblo oprimido y excluido sigue gritando el aspecto material de la política: comi-
da y empleo (porque el capitalismo ha destruido toda otra manera de reproducir la vida). En el II Foro de Porto
Alegre, sin embargo, pudo observarse el nacimiento de una “Economía solidaria” que cuenta en Argentina has-
ta dos millones de miembros. El movimiento se expresó ya hace años con la obra de Luis Razeto Migliaro, 1982,
Empresas de trabajadores y economía de mercado, Programa de Economía de Trabajo, Santiago de Chile en
1985, Economía de Solidaridad y Mercado democrático, PET, Santiago, vol. 2, y en 1988 el vol. 3. Se trata de
la mera subsistencia de una población de excluidos, marginales, que antes que morir de hambre reinventan un
sistema de “trueque”, con moneda propia, por la organización de la producción y el consumo dentro de una co-
munidad barrial o local cerrada. ¡El mundo de los excluidos sobrevive!
LOS NUEVOS PROCESOS DE DEPENDENCIA Y
SU FORMULACIÓN TEÓRICA CONTEMPORÁNEA:
HACIA UNA PERSPECTIVA DE SÍNTESIS
Blanca Muñoz López*
Universidad ‘Carlos III’ de Madrid
La transformación del sistema bipolar de relaciones inter-
nacionales ha provocado, como consecuencia, unos cam-
bios en cadena que afectan a todos los sectores de la actual
sociedad post-industrial. Se puede decir que se ha pasado
de un modelo en el que la bipolaridad se articulaba sobre
el antagonismo entre Este-Oeste, a consolidar una divi-
sión, de nuevo dicotómica, en la que el conflicto se sitúa
entre Norte-Sur.
* Es catedrática titular e investigadora de la Universidad Carlos III de Madrid (España),
Premio a la Investigación Científica, 1982 y miembro de la Presidencia Honoraria
de Paideia. Ha realizado innumerables ensayos de análisis del “nuevo modelo
cultural” y ha escrito las siguientes obras:
- Theodor W. Adorno: Teoría Crítica de Masas (2000) Ed. Fundamentos
- Teoría de la Pseudocultura. (1995) Ed. Fundamentos
- Cultura y Comunicación (1989) Ed. Barcanova.
TEORÍA • Paideia 19
B l a n c a M u ñ o z L ó p e z
Lo significativo de la reciente diferenciación bipolar
no puede considerarse, -como en el modelo anterior-, que
proviene de dos sistemas económico-políticos como era el
caso de los bloques soviético-comunista y norteamerica-
no-capitalista, sino que, en el momento actual, esta dife-
renciación radical se produce en función de una etiqueta
tan desdichada como es la clasificación entre países ricos
y países pobres. La pobreza sustituye lo que con anteriori-
dad venía definido más por el tipo de estructura estatal, ya
fuera centralizada y planificada tal y como se daba en los
países del bloque comunista; o, por la preeminencia del
mercado y la supeditación del Estado a los imperativos de
la acumulación y especulación privada de capital. En am-
bos casos, subyacía una tendencia centrada en la búsque-
da de un cierto bienestar para los ciudadanos que se con-
vertía en la garantía con la cual legitimar los avances eco-
nómicos y sociales de cada modelo económico.Y, pese a la
situación de una posible tercera guerra mundial, el creci-
miento se planteaba como la garantía de la estabilidad so-
cial de cada bloque y de sus países de influencia.
Todo esta articulación internacional se desestructura,
en el año l989, con la caída del muro de Berlín y la desar-
ticulación del bloque del Este. Se entra en una nueva fase
histórica en la que el capitalismo, a su vez, se reajusta y
transforma. El tardocapitalismo o capitalismo tardío, en
terminología de Offe y Habermas1
, comienza a desplegar
una serie de fenómenos que, como se analizará más ade-
lante, alteran el contexto sociopolítico global no sólo des-
de profundas mutaciones experimentadas en el interior de
los Estados sino, especialmente, en el conjunto de las re-
laciones interestatales y supraestatales externas. Pero, sobre
todo, se modifica el concepto y el significado del término
político de dependencia. Es aquí en donde surgen aspec-
tos nuevos que requieren un replanteamiento no sólo del
concepto de dependencia, cuanto de fenómenos tales co-
mo: la redefinición del centro y la periferia, la conexión
entre desarrollo-subdesarrollo, el colonialismo interior y
el colonialismo exterior, la formación de una economía
dual y, desde luego, la aparición asimismo de un ‘juego’
de relaciones internacionales también dualizado y férrea-
mente jerarquizado. Por tanto, a continuación, estudiaremos
los graves interrogantes que el reajuste del neocapitalismo
post-industrial está introduciendo y sus repercusiones en
nuevas formas de dependencia que afectan no sólo al fun-
cionamiento estatal e interestatal sino, a la par, al ámbito
de la vida cotidiana de los ciudadanos ya sean del Primer
y Segundo Mundo como del actualmente constituido ‘blo-
que’ del Tercer Mundo.
1 Habermas, J.: Problemas de legitimación en el capitalismo tardío. Amorrortu,
Buenos Aires, 1986. págs. 49-117, y asimismo, Offe, Cl.: Contradicciones en el
Estado del Bienestar. Alianza Universidad, Madrid, 1990. págs. 72-105.
Perfil de fuego
20 Paideia • TEORÍA
L o s n u e v o s p r o c e s o s d e d e p e n d e n c i a
El concepto de dependencia:
su reformulación contemporánea
Como ya se ha comentado la sustitución del bloque bipo-
lar Este-Oeste por el modelo bipolar Norte-Sur introduce
unas características nuevas en el sistema internacional que
afectan especialmente a los procesos de división del traba-
jo. Así, hay que referirse a tres procesos básicos que llevan
a un reajuste global del sistema neocapitalista. Estos pro-
cesos son:
a) Una nueva división internacional del trabajo.
b) Una globalización y mundialización económica sin
precedentes históricos anteriores.
c) La consolidación y sustitución del modelo bipolar an-
terior por el modelo bipolar Norte-Sur, países ricos
frente a países pobres.
La nueva división internacional del trabajo se articula
sobre una transformación geopolítica no sólo de los mer-
cados que ‘abaratan la mano de obra’, sino también de los
mercados de ‘mano de obra especializada’.
La colonización anglosajona llevada a cabo en el siglo
XIX abasteció de trabajadores que carecían de cualquier
derecho social y político, los mercados agrícolas e indus-
triales que permitieron la primera acumulación de capi-
tal2
. En ese sentido, frente a la colonización portuguesa y
española que fueron, sobre todo, colonizaciones mercan-
tiles-religiosas, la colonización inglesa se desarrolló como
proceso específicamente económico. Las poblaciones au-
tóctonas se utilizaron o bien como fuerzas productivas; o
bien, fueron vendidas como una mercancía más de los
nuevos territorios. La contrautopía de Robinson Crusoe de
Daniel Defoe refleja de una forma muy significativa la vi-
sión y la mentalidad del colonizador inglés3
. Robinson
habita la isla rodeado de los objetos que han quedado del
naúfragio. Él mismo se organiza y distribuye el tiempo, si-
guiendo la máxima luterana de que "el tiempo es oro". Pe-
ro su soledad es ficticia, el negro Viernes también está en
la isla. Y, sin embargo, para Robinson Crusoe, Viernes no
es un ser humano. Es una cosa. Lo contrario del mundo
artifícial creado por el colonizador y, como tal, un ser pe-
ligroso y extraño.
Precisamente, ‘Robinson Crusoe’ reflecta el sistema de
la colonización económica: sujetos y objetos son percibi-
dos como mercancías. Esta situación que Marx con poste-
rioridad denominará como cosificación, permite entender
la apertura de mercados en Asía, África y Latinoamérica.
Desde la India hasta Australia, la colonización anglosajo-
na negocia con materias primas y trafica con seres humanos.
En último término, el proceso de acumulación de capital
hace cierta la consigna con la que Maquiavelo definía al
"príncipe-poder" y según la cual "el fin justificaba los me-
dios"4
. Esta situación se prolongará hasta finales del siglo
pasado, transformándose con la descolonización de los
países dependientes desde mediados del siglo XX. Mas, la
descolonización no significará sino la entrada en nuevos
fenómenos de dependencia de índole más sofisticada y
compleja como se verá más adelante.
Desde finales de la década de los años ochenta y tras
la caía de los países del bloque soviético, la colonización
de mercados pasa de un proceso de expansión cuantitati-
vo a un proceso de aprovechamiento cualitativo. En efec-
to, los países del Este aportan un trabajador cualificado y
profesionalizado que no existe en los países del sur de
Asía o de Africa. Se abre así un mercado de grandes posi-
bilidades para el capital especulativo. Y la consecuencia
más evidente será la sustitución de una mano de obra sin
cualificar por otra que ha sido educada y adaptada al mo-
delo productivo post-industrial durante el Estado soviético5
.
De pronto, para los inversores occidentales, se descubre
un auténtico filón laboral y unido a ello, asimismo, hay
que hablar de la avidez de estas poblaciones por ‘entrar’
en el sistema económico capitalista. El efecto de efectos
no dejará de ser sino el abandono de las poblaciones de
grandes áreas del planeta a su suerte. Asia, Latinoamérica
y África no podrán competir con las nuevas condiciones
de la división internacional del trabajo.
Pero no sólo la sustitución del bloque bipolar Este-
Oeste por el de Norte-Sur conlleva ese mercado laboral
‘virgen’, el abaratamiento de los gastos de transporte y de
comunicación incide en la consolidación del bloque ex-so-
viético como sustituto laboral de los países subdesarrolla-
dos. De esta forma, la nueva división internacional del tra-
bajo proveniente de los Estados del Este europeo amplía
los límites del neocapitalismo hasta abarcar la totalidad
del planeta. Será la consumación de la economía mundia-
lizada y globalizada que había ido extendiéndose desde
los inicios del capitalismo monopolista6
.
2 Ver, Magdoff, H.: La era del imperialismo. Ed. Actual, México, 1973. págs. 30-
80.
3 Macpherson, C.B.: La Teoría política del individualismo posesivo. Fontanella,
Barcelona, 1970. págs. 21-50. También, Coleman, D.C.: Revisions in
Mercantilism. Methuen, Londres, 1969. págs. 81-97.
4 Una interesante interpretación en: Skinner, Q.: Maquiavelo. Alianza, Madrid,
1984.
5 Un conjunto de artículos sobre Transición, democracia y mercado en Europa del
Este, en la revista Zona Abierta, número 72-73, 1995. págs. 5-33.
6 Baran, P.A. y Sweezy, P.M.: El capital monopolista. Siglo XXI, México, 1969.
págs. 174-198.
TEORÍA • Paideia 21
B l a n c a M u ñ o z L ó p e z
La tendencia a la mundialización económica median-
te una nueva división del trabajo ya fue advertida en los
años setenta por los economistas críticos alemanes. Fröbel,
Heinrichs y Kreye subrayaron las condiciones inherentes a
la valorización de capital en una economía mundializada:
"Nuestra tesis central es que este conjunto de nuevas
condiciones para la valorización y acumulación del capi-
tal empezó a ser decisivo por primera vez en los años se-
senta de este siglo. Ha creado un mercado mundial de
fuerza de trabajo y un mercado mundial de centros de pro-
ducción que, por primera vez, abarcan a los países subde-
sarrollados. Los capitales individuales que se encuentran
con este conjunto de condiciones pueden obtener benefi-
cios adicionales mediante una adecuada reorganización
de su producción, en cuanto convierten en utilizable a nivel
mundial, mediante la fragmentación del proceso producti-
vo y por medio de una tecnología avanzada de transpor-
tes y comunicaciones, al ejército industrial de reserva. Las
exigencias de la competencia convierten en necesidad es-
ta posibilidad de obtener beneficios adicionales mediante
una nueva organización de la producción a escala mun-
dial, para garantizar la valorización del capital individual.
En muchos casos, esto significa que, por primera vez en la
historia del capitalismo mundial, los centros de produc-
ción en los países subdesarrollados son aprovechables, y
competitivos, para una fabricación parcial o total dentro
de la industria de la transformación. A causa de la limita-
da demanda solvente creada en estos países por la propia
evolución del sistema capitalista, estas producciones están,
por fuerza, destinadas mayoritariamente a la exporta-
ción."7
En una economía mundializada la reexportación de
productos desde el Tercer Mundo al Primer Mundo se con-
vierte en un factor de valorización y acumulación de capi-
tal en los países dominantes. Pero no ocurre lo mismo con
los trabajadores de los países periféricos que por su poca
cualificación ‘pierden interés’ para los centros industria-
les. Esta tesis de los autores alemanes se confirma con la
introducción de los trabajadores de los países del bloque
soviético en el mercado globalizado. Así, para los econo-
mistas críticos:
“A esta tendencia que (a) pone en tela de juicio la di-
visión tradicional del mundo en unos pocos países indus-
trializados, por una parte, y la gran mayoría de los países
subdesarrollados, incluidos en la economía-mundo como
suministradores de materias primas, por otra, y que (b)
7 Fröbel, F./ Heinrichs, J./Kreye, O.: La nueva división internacional del traba-
jo. Siglo XXI, Madrid, 1980. págs. 50-51.
Sigo la Línea luminosa, el perfil de la Cuesta
22 Paideia • TEORÍA
L o s n u e v o s p r o c e s o s d e d e p e n d e n c i a
obliga a una creciente división de los procesos producti-
vos en producciones parciales en diferentes centros a nivel
mundial, la definimos nosotros como la nueva división
del trabajo (división del trabajo entendida en el sentido de
un proceso en marcha y no en el sentido de un resultado
ya definido).”8
Pues bien, ese proceso en marcha se agudiza en la dé-
cada de los años noventa. La reciente división internacio-
nal del trabajo significará una mutación de las estructuras
del capitalismo hacia un neocapitalismo que no sólo utili-
zará al Estado (capitalismo tardío) como un mecanismo
más de la organización del mercado, sino que fundamen-
talmente se produce un reajuste generalizado de todo el
sistema en su conjunto9
. Tal reajuste supone el ascenso y
‘triunfo’ del neoliberalismo que va a pasar a ser el mode-
lo económico que sintetice la nueva división del trabajo,
la sustitución del anterior modelo bipolar en el actual
Norte-Sur y, por último, la mundialización de la valoriza-
ción del capital. De este modo, al neoliberalismo le va a
corresponder asimismo una transformación del modelo
de dependencia existente hasta finales de la década de los
ochenta. Neoliberalismo y neodependencia serán los dos
polos desde los que hay que observar las modificaciones
de las relaciones internacionales contemporáneas.
La consolidación internacional del
modelo económico neoliberal
El liberalismo, planteado como teoría político-social y
económica, irá elaborándose y fundamentándose desde el
siglo XVI. Para entender este proceso hay que remontarse
a los inicios de dos procesos históricos nuevos: la creación
de los Estados nacionales y la constitución de la economía
capitalista y sus iniciales fases de acumulación. A partir de
la formación de tales procesos se puede hablar de la en-
trada en la Modernidad10
. Sin embargo, este tránsito des-
de el Antiguo Régimen medieval hasta la culminación de
la Edad Moderna requiere unas mutaciones que van a ser
de dos órdenes diferentes pero que convergen en una pro-
fundísima modificación no sólo de las estructuras materiales
y técnicas sino, ante todo, de las conciencias y mentalida-
des colectivas.
El capitalismo, por tanto, tiene que ser entendido co-
mo un modo productivo económico y como un tipo de
psicología que es asimilada y aceptada por la población
de manera que permita poder ser legitimada pese a sus
enormes desequilibrios y desigualdades sociales. Siguien-
do en esta formulación las obras de Werner Sombart y
Max Weber11
, es indudable la necesidad que la nueva eco-
nomía tiene de asentarse sobre una moral de transición
que admita el tema de la riqueza y elimine el dogma cris-
tiano y católico según el cual "antes, pasará un camello
por el ojo de una aguja que un rico al reino de los cielos".
La concepción de la pobreza como camino de salvación -que
se había radicalizado con los movimientos revoluciona-
rios milenaristas y sus secuelas en las revueltas sociales de
inspiración teológica como, por ejemplo, la encabezada
por Thomas Münze- aparecía como el gran obstáculo pa-
ra la aprobación social de la nueva economía articulada
sobre el lucro y el beneficio. La reforma religiosa luterana
hará creíble a través de su prioridad de la creencia edifica-
da sobre el tribunal de la conciencia individual (y, espe-
cialmente, con los ideales de disciplina y de deber) el paso
hacia una moral en la que la riqueza es señal de pertene-
cer al grupo de los elegidos por el dios construido expresa-
mente como ‘mano invisible’. Idea ésta tan determinante en
el liberalismo económico enunciado posteriormente por
Adam Smith no sólo en La riqueza de las naciones12
sino
también en su Tratado de las pasiones morales13
.
En consecuencia, tanto Thomás Hobbes como John
Locke desarrollan una poderosa justificación teórica del
ascenso al poder de la nueva clase burguesa y comercial14
.
El caso de Hobbes es el reflejo más característico de la ne-
cesidad de fundar una antropología pesimista y negativa
del sur humano acorde con los principios de las leyes de
competición mercantil. El homo homini lupus est introduce
una perspectiva psicológica en la que la ‘maldad natural’
del individuo justifica la aparición de un Estado-Leviatán
que mediante un pacto de sujeción entre los súbditos y el
rey elimina el estado de naturaleza en el que prevalece "la
guerra de todos contra todos"15
.
Esa antropología pesimista hobbesiana será el sustrato
más profundo de la ideología liberal-capitalista. El indivi-
dualismo posesivo queda exculpado de cualquier responsa-
bilidad mediante el artificio teórico de la maldad instintiva
11 Son fundamentales a este respecto: Weber, M.: La ética protestante y el espíritu
del capitalismo. Península, Barcelona, 1983, y Sombart, W.: El burgués. Alianza
Universidad, Madrid, 1980.
12 Smith, A.: La riqueza de las naciones. Alianza, Madrid, 1994.
13 Smith, A.: Tratado de las pasiones morales. Alianza, Madrid, 1996.
14 Macpherson, C.B.: La democracia liberal y su época. Alianza, Madrid, 1991.
págs. 19-35.
15 Una reinterpretación del hobbesianismo en: Habermas, J.: Teoría y Praxis.
Tecnos, Madrid, 1987. págs. 68-72.
8 Op. cit., pág. 51.
9 VV. AA.: El Estado en el capitalismo contemporáneo. Siglo XXI, México, 1988.
págs. 224-303.
10 Macfarlane, L.J.: Teoría política moderna. Espasa-Calpe, Madrid, 1978. págs.
313-363.
TEORÍA • Paideia 23
B l a n c a M u ñ o z L ó p e z
de la especie humana.Y no solamente el modelo del ‘hom-
bre lobo para el hombre’ sustituye al modelo del indivi-
duo sociable propio de la antropología griega clásica sino
que, a la par, coloca como relación de relaciones entre los
sujetos la relación contractual en ese hipotético ‘Contrato
social’ con el que, según el empirista inglés, surge la His-
toria. El zoón politicón logoi, el animal sociable de la po-
lis y con capacidad de lenguaje racional se ve sustituido
por el hombre guiado por dos instintos: el de superviven-
cia y el instinto de egoísmo. Con la teoría política de Hobbes
se conformará ya definitivamente una forma de conciencia
europea que no sólo no ha desaparecido en nuestros días,
sino que reaparece con una fuerza impensable hace tan
sólo unos pocos años atrás.
La expansión colonial inglesa encuentra la ideología
imprescindible para su defensa. Pero, a la vez, la teoría de
la propiedad de Locke autoriza esta expansión colonial.
Para el autor del Tratado sobre el gobierno civil16
y del En-
sayo sobre la tolerancia17
, la propiedad es signo distintivo
de racionalidad. Nunca antes se había edificado el tema
de la razón sobre el proceso de acumulación de capital.
Más, con la teoría lockeana, el rico había mostrado su in-
teligencia como ‘elegido’, recordando en gran medida los
argumentos luteranos y reformistas. Por consiguiente, el
derecho al sufragio debía estar sólo en el grupo de quie-
nes habían mostrado tal racionalidad. El sufragio censita-
rio se va a constituir en el mecanismo esencial para que
definitivamente el parlamento sea regido por la clase bur-
guesa liberal propietaria de los procesos de la nueva eco-
nomía.
A partir de estos supuestos en los que se asegura el po-
der de la clase ascendente, se observa la radical sustitución
de la teología medieval -que había servido para afianzar el
poder jerárquico estamental medieval-, por la economía li-
beral. El planteamiento metafísico de la ‘mano invisible’
que rige el mercado y equilibra sus leyes, facilita la asimi-
lación colectiva de los cambios estructurales que hacen
pasar a la sociedad europea de una estratificación esta-
mental a un sistema de clases en el que los trabajadores
van a ser libres para venderse como mercancías. La econo-
mía de mercado levanta no tanto unos mecanismos de in-
tercambio cuanto una sociedad de mercado en la que la
psicología colectiva interioriza las pautas de la riqueza co-
mo el estilo de vida dominante.
En el pensamiento hobbesiano-liberal, no obstante, ya
están implícitas gran parte de las ideas conservadoras y
darwinistas del siglo XIX18
. La agudización de los proce-
sos de colonización anglosajona en Asia y África obligará
a una exacerbación ideológica. En este sentido, el darwi-
nismo social de Herbert Spencer, como se verá más ade-
lante, nace como una imperiosa necesidad de argumentar
‘lógicamente’ en defensa de la venta de esclavos y del trá-
fico de estos. La división entre ‘razas superiores’ y ‘razas
inferiores’ recuerda en sus argumentos el tipo de discurso
expuesto en el Leviatán19
de Hobbes.
Tres siglos fueron necesarios para el ascenso y triunfo
del modelo económico de la preeminencia del mercado
sobre el Estado. Durante estos tres siglos, el proceso de
acumulación corrió paralelo con un tipo de Estado que
garantizaba a través de la legalidad jurídica y de las fuer-
zas de control, el flujo de los intercambios mercantiles. La
quiebra que en el siglo XX va a experimentar este mode-
lo, determina la aparición de los fascismos y del nazismo
como fases superiores de la valoración privada de capital,
tal y como han subrayado los estudiosos de la economía
de los totalitarismos20
. De esta forma, tras el final de la Se-
gunda Guerra Mundial, será imprescindible para la conti-
nuidad del modelo económico liberal el evitar los errores
que habían conducido a una catástrofe histórica y de con-
ciencia colectiva sin precedentes. El keynesianismo resulta
ser la reformulación de una economía liberal estructurada
sobre la demanda y que lleva a cabo una redistribución
económica mediante un sistema de impuestos y unas po-
líticas económicas de carácter social.
Se entra en un momento en el que se suavizan las con-
diciones de valorización del capital. La institucionaliza-
ción del Estado social y de derecho será un logro lógico
tras la situación de catástrofe que supuso el conflicto bélico.
Los casi cincuenta millones de muertos que ha conllevado
la guerra no pueden ser olvidados retornando al estado de
cosas anterior. Al contrario, el Estado del Bienestar tiene
que ser entendido como una reparación de guerra por par-
te de las élites a la comunidad. Mas, la economía de de-
manda con la que Keynes busca eliminar el conflicto y la
imposibilidad de nuevas revoluciones, evoluciona hacia
una acentuación del sistema de clases que, paradójicamen-
te, se va a denominar como "sociedad de masas". Para el
teórico alemán Theodor W. Adorno, ese concepto de ‘ma-
16 Locke, J.: Tratado sobre el gobierno civil. Alianza, Madrid, 1984. Una recapitu-
lación del contractualismo inglés en: Hill, Ch.: Los orígenes intelectuales de la re-
volución inglesa. Ariel, Barcelona, 1979.
17 Locke, J.: Ensayo sobre la tolerancia. Tecnos, Madrid, 1987.
18 Ver, Bottomore, T. y Nisbet, R.: Historia del análisis sociológico. Amorrortu,
Buenos Aires, 1988. págs. 105-146.
19 Hobbes, Th.: Leviatán. Alianza Universidad, Madrid, 1995. Un análisis clásico el
de Tönnies, F.: Thomas Hobbes. Alianza Universidad, Madrid, 1993.
20 Neuman, F.: Behemoth. Oxford University Press, Nueva York, 1966.
24 Paideia • TEORÍA
L o s n u e v o s p r o c e s o s d e d e p e n d e n c i a
sas’ tendrá un uso ideológico ya que con él se ocultan las diferencias en los
estilos de vida y de consumo entre los diversos sectores de clase y subclases
sociales21
. Sin embargo, es un hecho que a lo largo de las décadas de los años
sesenta y setenta se produce una expansión económica que repercute en el
asentamiento de derechos para toda la población y entre estos derechos los
de sanidad, educación, seguros de vejez e incapacidad serán representativos
de un concepto de legitimidad fundado en una redistribución económica a
partir de impuestos progresivos y generalizados.
Este panorama se altera, precisamente, desde mediados de los años seten-
ta y, sobre todo, se transforma radicalmente tras la caída de los países del blo-
que soviético, aunque a lo largo de la década de los ochenta iban tomando
forma las tendencias que conducirían al paso del capitalismo social al capitalis-
mo neoliberal. En su artículo Neoliberalismo y globalización: Notas para una
demarcación de fronteras y de políticas alternativas, Jaime Osorio comenta:
"En la actual economía internacional, que se reorganiza, las franjas del ca-
pital que encabezan este proceso reclaman una política económica neoliberal
para tales efectos. Sólo en este sentido parece pertinente la noción de 'modelo
neoliberal': una política económica que se aplica en muchos países y de ma-
nera más o menos simultánea, en tanto modelo o recetario, para provocar
transformaciones estructurales...
En el marco de la crisis de las políticas económicas y los patrones produc-
tivos que han sido englobados en la noción de Estado de Bienestar, las políti-
cas neoliberales fueron convocadas, en primer lugar, para hacer frente a agu-
dos o crónicos procesos inflacionarios. Su aplicación se hizo en un cuadro de
necesidades de cambios estructurales en el campo económico, que se exten-
dió posteriormente al terreno político.
En este terreno, el neoliberalismo es también un proyecto de refundación
societal. Aquí, a los aspectos de política económica y modelo, la noción de
neoliberalismo asume -al menos- las propuestas políticas de los que se ha da-
do en llamar el pensamiento neoconservador.
Al igual que en el campo económico, en donde se le atribuyen al merca-
do racionalidades que emergen de la acción de individuos que buscan opti-
mizar beneficios, con resultados positivos para el conjunto de la sociedad, el
mercado político termina por generar los mejores resultados en términos socia-
les, sobre la base de racionalidades individuales que buscan alcanzar 'más'
que 'menos', al decir de Buchanan y Tullock.
En este nivel el neoliberalismo pone en discusión desde las alianzas de cla-
se que sostuvieron a los Estados de Bienestar o simplemente las democracias
liberales, hasta los espacios institucionales para realizar acuerdos y dirimir
conflictos."22
.
El capitalismo neoliberal retorna a los viejos principios y fundamentos de
la ideología empirista-liberal del siglo XVII. Sólo que, ahora, el hombre hob-
besiano egoísta y competitivo se convierte en un sistema de lucha de todos
contra todos generalizado. Es aquí en donde hay que volver a conectar el pa-
ralelismo entre liberalismo y justificación de la colonización anglosajona en
21 Adorno, Th. W.: La sociedad. Proteo, Buenos Aires, 1969. págs. 76-91
22 Osorio J.: "Neoliberalismo y globalización: Notas para una demarcación de fronteras y de políticas alterna-
tivas", en: VV.: Alternativas de izquierda al neoliberalismo. F.I.M., Madrid, 1996. págs. 89.
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Paideia no5[1].

  • 1.
  • 2. Poniendo a MeJdco al dia y a Ia vanguardia
  • 3. PRESIDENCIA HONORARIA. • Blanca Muñoz López Universidad Carlos III. Madrid, España • Hugo Zemelman Merino Colegio de México, Distrito Federal, México DIRECCIÓN Y EDICIÓN • Abel Arróniz Muñoz • María Luz Díaz Arias CONSEJO ASESOR INTERNACIONAL • José María Mardones Martínez (Instituto de Filosofía Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, España) • Francisco Colom González (Instituto de Filosofía Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, España) • Juan Carlos Velasco Arroyo (Instituto de Filosofía Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, España) • Angela María Pires Caniato (Universidade Estadual de Maringá, Brasil) • Gladys Adamson (Escuela de Psicología Social del Sur, Quilmes, Argentina) • Laura Páez Díaz de León (Universidad Nacional Autónoma de México, D.F., México). CONSEJO EDITORIAL • Erick Gómez Tagle López (UNAM/INACIPE) • Eduardo Velázquez Suárez (Universidad Pedagógica Nacional) • Renahud Hernández Morales (Universidad Nacional Autónoma de México) • Javier Corona Fernández. (Universidad Autónoma de Guanajuato) CONSEJO DE COLABORACIÓN • Manuel Ángel Vázquez Medel (Universidad de Sevilla) • Blanca Solares Altamirano (UNAM) • Francisco Ávila-Fuenmayor (UNERMB-Venezuela) • Gerardo Ávalos Tenorio (UAM) • Javier Meza González (UAM) • Laura Ciancaglini (UBA-Argentina) • Luis Ignacio Sáinz Chávez, (UAM) • Manuel Cruz (Universidad de Barcelona) • Paulino María Íñigo (Centro Alfeón, España) • Pedro Enrique García Ruiz (UNAM) • Rhina Roux (UAM) • Tanuis Karam (UCM) • Kande Mutsaku Kimilamba (ITESM). RELACIONES PÚBLICAS • Andrés Alvarado Flores • Arturo Suárez Ramírez ADMINISTRACIÓN COMERCIAL • Carlos Lemus • Celerino Casillas Gutiérrez PORTADA • Juan Carlos Guarneros Huerta DISEÑO Y FORMACIÓN • Comunicación Gráfica Manuel Belmares MATERIAL VISUAL EN ESTE NÚMERO Artista plástico: Benjamín León Estrada DISTRIBUCIÓN • Editorial Plaza y Valdés • Editorial Porrúa Todos los artículos son responsabilidad de sus autores; los títulos y subtítulos, de la redacción. Paideia se distribuye en: Puestos de periódicos, Red de librerías de la UAM (en sus tres unidades académicas), Librerías Gandhi y Librerías del Fondo de Cultura Económica. El Parnaso, El Juglar, El Sótano, Frente Zapatista de Liberación Nacional. Suscripciones e Informes: Tel/Fax. 5782.5999. Correo-e: marcuse@servidor.unam.mx. Paideia, revista de estudios culturales, filosofía política y ciencias sociales. Septiembre de 2002. Editor Responsable: Abel Arróniz Muñoz. Número Certificado de Reserva otorgado por el Instituto Nacional del Derecho de Autor: 1665-4021. Número de Certificado de Licitud de título: 12375. Número de Certificado de Licitud de contenido: 9939. Domicilio de la publicación: Ricardo Flores Magón, 15. Edificio 12-5-201 Col. Tlatelolco, C.P. 06900. Imprenta: Editorial pendiente, D.F. Distribuidor: Despacho Gloria González Santillán. Domicilio: Ignacio Mariscal, 44-B. Col. Tabacalera C.P. 06030, México D.F. D I R E C T O R I O S U M A R I O ‘ESTADO DE GUERRA PERMANENTE’ Y RAZÓN CÍNICA Enrique Dussel . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 4 LOS NUEVOS PROCESOS DE DEPENDENCIA Y SU FORMULACIÓN TEÓRICA CONTEMPORÁNEA: HACIA UNA PERSPECTIVA DE SÍNTESIS Blanca Muñoz López . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 8 NUEVO ORDEN MUNDIAL, GUERRAS PREVENTIVAS Y FUTURO DE LA ONU José J. Borjón Nieto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 3 UNIVERSALISMO MORAL, HUMANISMO Y EUROCENTRISMO: EL ESTATUTO DEL SUJETO Dr. Pedro Enrique García Ruiz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 9 T.W. ADORNO. MEMORIA DE UN SIGLO Javier Corona Fernández. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 0 LA SOCIOLOGÍA NEGATIVA DE LA EDUCACIÓN DE T.W. ADORNO Francesc Jesús Hernàndez i Dobon . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 9 DIGNA OCHOA, A DOS AÑOS DE SU ASESINATO Bárbara Zamora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 2 DOMINACIÓN, INSUBORDINACIÓN Y POLÍTICA NOTAS SOBRE EL GRITO DE HOLLOWAY Rhina Roux . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 4 RACIONALIDAD TÉCNICA Y RACIONALIDAD COMUNICATIVA Marco Arturo Toscano. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8 2
  • 4. Agradecemos la colaboración en este número de los prominentes investigadores y académicos Dr. Enrique Dussel, Dra. Blanca Muñoz López, Dr. José J. Borjón Nieto, Dr. Pedro Enrique García Ruiz, Mtra. Rhina Roux y el Dr. Marco Arturo Toscano, quienes nos han honra- do con sus trabajos para vestir este quinto número. Es meritorio el trabajo del Mtro. Javier Corona Fernández y el Dr. Francesc Jesús Hernàndez i Dobon por sus co- laboraciones en el dossier sobre los 100 años del naci- miento de Theodor W. Adorno. Retrospectiva y horizontes de Occidente, tema indefectible, mueve a preguntar sobre la posición y el quehacer que he- mos de asumir en la actualidad quienes constituimos el rizo- ma cultural de Occidente. ¿Cuáles son las perspectivas de la cultura occidental después de 11 de septiembre de 2001 (autoataque, o no; presunto, o no), después del reposiciona- miento imperial precedido por las invasiones a Afganistán e Iraq, por la desaparición eo ipso de la débil legalidad inter- nacional y por la colapso del orden bipolar surgido el Trata- do de Yalta? Estos hechos coronan el fin de la racionalidad ilustrada como paradigma que ha dominado el mundo occi- dental, anunciado hace 60 años en la Dialéctica de la Ilusta- ción, de Horkheimer y Adorno… ¿qué sigue?, ¿cómo con- trarrestar la racionalidad cínica de la superpotencia cuyo po- der es proporcional a su estulticia y peligrosidad? Creemos imperativo mover el enfoque analítico en di- rección del entendimiento del nuestro devenir cultural y posteriormente hacia el análisis prospectivo: ¿cómo es que hemos llegado a ser ésto que somos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Cómo construir algo diferente a la inercia histórica erigida sobre los cimientos del capital, con sus imaginarios, su superestructura simbiotizadas globalmente y acentuadas en sus rasgos más perniciosos? La articulación de la Filosofía política (la Escuela de Frankfurt, la Filosofía de la Liberación, y otras.), y los mo- vimientos de liberación y autonomía, (el neozapatismo, Foro de Sao Paolo, los “pi- queteros” y obreros autogestivos argentinos, la Europa rebelde, la sociedad boliviana), su- gieren encontrar quizás las claves para algu- na salida. El sentido nominal de nuestra publicación, Paideia, alude a la “formación del hombre en los altos valores de la cultura”. Nosotros lo tra- ducimos como construcción de la conciencia y pensamiento críticos convertidos en generación de circunstancia, en trascendencia del pensamiento estereo- tipado y unidimensional. Buscamos un nuevo sentido a la razón, que mueva al acto, que ubique a los sujetos so- ciales un paso adelante de la inmediatez y permita construir –más allá de nihilismos de cualquier tipo–, una entelequia, una nueva Utopía fáctica, una forma de imaginar y caminar ha- cia otras formas posibles de organización, sustentada en una nueva racionalidad distinta de la falsa esperanza sus- tentada en los beneficios de la acumulación del capital y el democratismo representativo que ha llevado al poder a dic- tadores, encumbrado caudillos y reinstalado partidos-go- bierno. Retrospectiva y horizontes de Occidente en este senti- do, pretende ser una temática que lleve del análisis crítico a formas organizativas para conseguir el propósito antes enunciado. Valga, pues, nuestra pretensión. Las imágenes fueron proporcionadas por el estimado maestro Benjamín León Estrada. Queremos expresar a él nuestro más profundo agradecimiento por su colaboración en este número de Paideia y manifestar nuestra admiración por su bien lograda obra. P R E S E N T A C I Ó N Post Scriptum. Cumple Paideia un año, para festejarlo proponemos a los lectores organizar presentaciones de este y los siguientes números en sus espacios, y dar ma- yor cobertura a la divulgación del pensamiento crítico.
  • 5. ‘ESTADO DE GUERRA PERMANENTE’ Y RAZÓN CÍNICA Enrique Dussel* Universidad Autónoma Metropolitana, México. En ocasión del IX Seminario de Diálogo Filosófico Norte- Sur, con la presencia, entre otros, de mis colegas Karl-Ot- to Apel, Franz Hinkelammert, Georges Labica y tantos otros amigos, y en el panel organizado en LASA (Dallas, 2003), junto a Walter Mignolo, Nelson Maldonado, Eduardo Mendieta y Ramón Grosfoguel, se ha ido bos- quejando un horizonte teórico que desearía presentar a la discusión, ya que se trata de algunas tesis que se me im- ponen ante la gravedad de la situación mundial, la cual nos interpela como filósofos, especialmente en el nivel de la ética y filosofía política. * Entre otras, el profesor Enrique Dussel es doctor en filosofía y en Historia-Estudios Ibéricos por la Universidad Central Complutense de Madrid y La Sorbona de París, respectivamente. Es Doctor Honoris Causa por la Universidad de Freiburg, Suiza y la Universidad Mayor de San Andrés, en La Paz Bolivia, y Profesor Distinguido de la Universidad Nacional Autónoma de México y de la Universidad Autónoma Metropolitana, plantel Iztapalapa.
  • 6. TEORÍA • Paideia 5 E n r i q u e D u s s e l 1. Algo de geopolítica después del 1989 Desde el “Derrumbe de la Unión Soviética” la humanidad, como un to- do, vive una experiencia geopolítica de la que los filósofos parecieran no haber comprendido su importancia estratégica, teórica, ética. Por prime- ra vez en la Historia Mundial sensu strictu, y aún más, por primera vez desde que la especie homo adoptó la forma erecta hace millones de años, el Globo terráqueo, nuestro pequeño planeta Tierra, se encuentra bajo el poder militar de una sola potencia. Su hegemonía no es cultural ni polí- tica, y aún en la economía su poder va proporcionalmente en declive, pe- ro militarmente desde 1989 tiene una indiscutida primacía, que se ha ma- nifestado en cuatro guerras situadas en el Tercer Mundo –ya que Europa Oriental se ha “tercermundizado”. Estados Unidos tiene, después de esa fecha, clara intención de constituir al mundo socialista cuasiperiférico de la antigua Unión Soviética en su propia periferia capitalista, y ejercer un dominio absoluto, despótico, en Medio Oriente. Ante las guerras de Afganistán y de Iraq (y su secuela en Israel contra inocentes palestinos), que contemplamos atónitos y apesadumbrados diariamente, el intelectual militarista Samuel Huntington pudiera hacer- nos creer que se trata de El choque de civilizaciones, como de una Recon- figuración del orden mundial1 ; siendo en realidad algo más simple y cla- ro, pero cuyo sentido se encuentra encubierto por una maraña de argu- mentos y declaraciones puramente aparentes. Henry Kissinger enseñó que la geopolítica no se inspira en “buenas intenciones”, sino en la defen- sa de los “propios intereses”. Se nos inculca a diestra y siniestra que se trata de una “cruzada contra el terrorismo”, como si los servicios de inte- ligencia del Imperio no fueran la maestra del terrorismo en África (con- tra Angola y Mozambique, por ejemplo); en América Latina, incentivado desde 1954 (desde el golpe de estado contra Jacobo Arbenz), pasando por la invasión de Bahía de los Cochinos en Cuba, por los Contras (te- rroristas contra el gobierno sandinista democrático de Nicaragua, el cual, a su vez, destituyó al tirano Somoza, educado en las escuelas militares del Norte), y en la actual “Guerra de Colombia”; en Medio Oriente (desde la caída de Nasser en 1954); y en Asia (desde el golpe contra Sukarno en el mismo año). Como si los terroristas hoy perseguidos en Afganistán no fueran los disciplinados “aprendices de mago” de esa misma escuela (es decir, discípulos que pasan de esos “servicios de inteligencia” de un ban- do a otro, como Noriega en Panamá o como los grupos armados de los fundamentalistas islamistas contra la antigua URSS en Afganistán, para después ser perseguidos, encarcelados o destruidos como terroristas cuando ya nos sirven a “nuestros intereses”), incluido el mismo Sadam Hussein, quien sirvió a los fines de Occidente en la guerra contra Irán. Terrorista es, según la definición hoy vigente, el que atenta contra “nues- tros intereses”. Los terroristas de hoy se “equivocan” porque no saben que “nuestros intereses” han cambiado, y permanecen tercamente sos- 1 Simon and Schuter, Nueva York, 1996. Digo “militarista” porque una de sus conclusiones finales es la de “mantener la superioridad tecnológica y militar de occidente sobre otras civilizaciones” (trad. cast., Paidós, México, 2001, p.374). Toro (detalle)
  • 7. 6 Paideia • TEORÍA E s t a d o d e g u e r r a p e r m a n e n t e y r a z ó n c í n i c a teniendo “nuestras enseñanzas” contra nuestros “enemigos” de ayer, o, aún peor, cuando pretenden descubrir ellos mismos a sus nuevos “enemigos” (sus maestros de terrorismo de ayer). En las últimas cuatro guerras ha habido una escalada. El Imperio, durante la Guerra Fría -así llamada por los productores de armas, no por los pueblos de Vietnam, Mozambique, Nicaragua, Afganistán o Iraq, que debieron usarlas contra sus hermanos-, fue el baluarte del derecho internacional, desde la ONU y otros organismos, para oponerse a la URSS. Desde 1989 ya no es necesaria esa política. Peter Spiro2 muestra cómo Estados Unidos se retira de hecho de todos los organismos internacionales, y aun se opone a ellos (no pagaba las cuotas a la ONU, no apoya un Tribunal Penal Internacional [ICC], no firma el Protocolo de Kyoto, no deja redefinir los fines del Banco Mundial y del FMI, se opone contra una efectiva Fuerza Internacional de Paz de la ONU, no aprue- ba la Ley de la Convención del Mar, ni la Convención de Diversidad Biológica, etcétera). El mismo millonario filantrópico George Soros3 sugiere la necesidad de constituir instituciones internacionales para implantar una paz duradera y evitar la futura gran crisis global financiera que anuncia, pero que encuentra a las elites del poder en Estados Unidos hoy como el enemigo principal de tales medidas e instituciones políticas globales. Soros llama a la doctrina de los gru- pos estadounidenses aislacionistas el nuevo “fundamentalismo de mercado” (market fundamentalism)4 , al que pertenece el equipo de George W. Bush. Pro- pone, en oposición a la actual política exterior de Estados Unidos, una “Alianza de los Estados Democráticos” de toda la tierra. Debo reconocer que paradóji- camente la obra de Soros es mucho más interesante, progresista y realista que la visión postmoderna de Hardt-Negri5 . En efecto, si consideramos, aunque sea superficialmente, los últimos cuatro conflictos armados podemos ver que hay un creciente “aislacionismo”, o un au- mento de autonomía en el obrar del país del Norte. En la Guerra del Golfo se obró con el apoyo de la ONU, de la OTAN, de los países árabes y de muchos del Tercer Mundo. En la Guerra de Kosovo, sólo se contó con la OTAN. En la Guerra de Afganistán se decidió y se operó solo, no hubo necesidad de ningu- na colaboración efectiva de nadie fuera del ejército estadounidense (las inter- venciones de Tony Blair con los soldados ingleses, o de los alemanes fueron solamente simbólicas). En la Guerra de Iraq se obra, de hecho, contra la vo- luntad del Consejo de Seguridad de la ONU, ya que la votación se manifesta- ba contraria a una intervención armada, en favor de continuar con el trabajo de los observadores. Además, nunca se ha podido probar la existencia de “ar- mas de destrucción masiva” (el aparente fundamento de la intervención). Pue- den entonces confirmarse una vez más las hipótesis de la política de los new sovereigntists de Spiro y del “fundamentalismo de mercado” de Soros. 2 “The New Sovereigntists. American Exceptionalism and Its False Prophets”, en Foreign Affairs, vol. 79, 6, Nov.- Dec. (2000), pp. 9-15. Bradley y Goldsmith escriben en Harvard Law Review (1997) que “not only does the United States have the power to reject international regimes, but in many instances the federal government has a constitutional duty to reject them” (Spiro, p.113). 3 2000, Open Society. Reforming Global Capitalism, Public Affairs, New York, pp. 330 ss. 4 “It may be a shocking thing to say, but the United States has become the greatest obstacle to establishing the rule of law in international affairs” (Op cit, p. 333). 5 Hardt, Michael y Negri, Antonio, 2000, Empire, Harvard University Press, Cambridge (Mass.), donde el “Im- perio” se volatiliza, el Estado se anarquiza, y el “ciudadano global” queda sin mediaciones políticas estratégicas. Tecuiciztecatl (detalle)
  • 8. TEORÍA • Paideia 7 E n r i q u e D u s s e l Pero al final, y estratégicamente, ¿qué se ha intentado en estas cuatro guerras? Siempre un mismo objetivo: la expansión global de la presencia militar como garantía de la expansión del mercado global, con especial referencia a la fuente principal de energía: el petróleo. La política ha dejado lugar a la guerra. La Guerra del Golfo permitió a Estados Unidos imponer su presencia en Arabia Saudita (la “Tierra Santa” del Islam) y en Kuwait (en el centro del Medio Oriente petrolero). La Guerra de Kosovo, no dirigi- da por petroleros, situó en lugar secundario a la Rusia postURSS (que ya no pudo ayudar a su aliado eslavo, ser- bio y ortodoxo) y movió a su voluntad a Europa con la OTAN. En la Guerra de Afganistán la potencia hegemóni- ca ha instalado bases militares en el norte de Afganistán, y sea cual sea el nuevo gobierno y su orientación, le debe- rá al Pentágono haber destruido al régimen talibán; es decir, le será dependiente y le permitirá pasar el gas y el petróleo de sus vecinos por su territorio, y también de otros servicios eventuales en el futuro. Además instala ba- ses militares en las antiguas repúblicas soviéticas islámicas del sur, y se encuentra ahora como “vecino” de China, Ru- sia e India, los tres poderes asiáticos por excelencia. En la Guerra de Iraq se han apropiado del país que tiene la se- gunda reserva de petróleo en el mundo, y el único país en Medio Oriente, aunque fuera una dictadura injustificable de todo punto de vista, que afirmaba una política nacio- nalista y no entregaba la explotación del petróleo a com- pañías privadas occidentales. Esta geopolítica militar manifiesta no sólo una “Volun- tad de Poder” omnímoda y que no acepta compartir la he- gemonía con nadie (menos aún con una Europa alejándose geopolíticamente de Estados Unidos y acercando a Rusia y China), sino también, y principalmente para el filósofo, ma- nifiesta una racionalidad política que puede ser analizada éticamente, y que determina el horizonte interpretativo de la Filosofía Política al comienzo del siglo XXI –filosofía que tenga alguna pretensión de pensar “lo real” y no me- ras piezas arqueológicas. 2. “Estado de guerra” y la “razón tautológica” del Imperio El mundo anglosajón, que inicia su hegemonía con el Im- perio inglés, como es sabido, nace ante todo gracias a la piratería y la esclavitud. Francis Drake y muchos otros, en- tre 1585 y 1603, cuentan hasta con 183 barcos que rea- Toro
  • 9. 8 Paideia • TEORÍA E s t a d o d e g u e r r a p e r m a n e n t e y r a z ó n c í n i c a lizan 74 ataques mayores. La explotación del azúcar en Barbados da la oportunidad para comenzar la trata de es- clavos –con 50 individuos-6 . John Selden, en su obra Ma- re Clausum (editado en 1653), justifica el comercio con un mundo colonial. Jeremy Taylor, con su Ductor Dubitan- dium (publicado en Londres en 1660) demuestra que es de derecho natural y fundado en el Antiguo Testamento el ocupar las nuevas tierras descubiertas, y “therefore to save my own life, I can kill another or twenty, or a hundred, or take from his hands to please myself”7 . John Vaughan o Thomas Hobbes opinarán de la misma manera. Después de la Glorious Revolution, la visión tradicio- nal del pensamiento liberal queda expresada en la posi- ción de John Locke (1632-1704)8 , el primero entre sus pares9 . Lo tratamos aquí porque constituye un capítulo abierto y que no se cerrará, de una u otra manera, hasta el presente, porque aún en nuestro tiempo se siguen esgri- miendo argumentos filosóficos políticos dentro de la “ló- gica” que expone sobre el tema Locke, en especial en el ámbito de la política global y en los foros internaciona- les10 . Se trata de una aplicación particular de la “lógica de 6 Véase Robin Blackburn, 1999, The Making of New World Slavery. From the Baroque to the Modern 1492-1800, Verso, London; pp. 235 y ss. 7 Op cit, p.249. 8 Véase el reciente trabajo de Franz Hinkelammert, “La inversión de los derechos humanos: el caso de John Locke”, en Herrera Flores (Ed.), 2000, El vuelo del Anteo. Derechos humanos y crítica de la razón liberal, Desclée de Brouwer, Bilbao, pp.79- 113. 9 Hegel, por ejemplo, repite la argumentación lockeana, ya que la relación externa entre los Estados (contra la opinión de Kant) vuelve al “Estado de naturaleza”, sien- do la única relación posible: “La guerra tiene una significación superior [...] Los pueblos que no quieren soportar o que tiemblan ante la soberanía interior son con- quistados por otros” (Rechtsphilosophie, § 324; Hegel, 1971, Werke, Suhrkamp, Frankfurt, vol. 7, pp.492-493). 10 En el Encuentro de las Naciones Unidas sobre el racismo, la Unión Europea no aceptó reconocer fácilmente a la esclavitud como un crimen contra la humanidad, el 7 de septiembre de 2001 en Sudáfrica. Estados Unidos e Israel se retiraron del Encuentro bajo protesta. la totalidad”11 , pero con una coherencia tautológica ejem- plar que permite justificar, dentro del espíritu de la revolu- ción inglesa del 1688, la trata de esclavos (y la esclavitud como institución), business en el que Locke privadamente tenía invertidos algunos de sus haberes, pero también el mundo colonial, a partir de los mismos argumentos. En el segundo de los Two Treatises on Civil Government, publi- cado en 1690, se ocupa frecuentemente de estos temas. Opuesto a la Iglesia anglicana y al absolutismo monárqui- co del partido Tory, expresó de manera secularizada y agresiva la nueva posición burguesa de los whigs. La trata de esclavos era un comercio en auge, lo mismo que el es- tablecimiento de colonias en América, donde Inglaterra competía con Portugal y España, e igualmente con Holan- da. Todo se inicia con una declaración universal sobre la igualdad: “[El Estado natural] es también un Estado de igualdad [...] en el que nadie tiene más que otro [...]; nacidos para participar sin distinción de todas las ventajas de la naturaleza [...]; siendo también iguales entre ellos, sin subordinación ni sometimiento”12 . 11 Tema central de mi obra E. Dussel, 1973, Hacia una ética de la liberación lati- noamericana, Siglo XXI, Buenos Aires, vol.1-2. 12 Two Treatises on Civil Government, § 4; John Locke, 1976, Ensayo sobre el Gobierno civil, Aguilar, Madrid, p.5. Chac-mool (detalle)
  • 10. TEORÍA • Paideia 9 E n r i q u e D u s s e l 13 Ibid, § 6, p. 6. 14 Ibid, § 7, p. 7. 15 Ibid, § 8, p. 8. 16 Ibid. 17 Ibid. 18 De nuevo: ¿quién juzga que alguien se ha opuesto a la ley natural? Locke respon- dería: “Cualquiera”. 19 No hay que olvidar que esos pronombres “nosotros” y “yo” que se usan en el texto son el sujeto que juzga sobre el culpable, que se arroga la defensa del género humano, pero que históricamente y de hecho es la burguesía liberal triunfante en Inglaterra. 20 Ibid, § 16; p.14. 21 Ibid, § 17; p.15. Ante tal declaración sería de esperar la imposibilidad de la esclavitud y de un mundo colonial. Pero no es así. ¿Cómo se las arregla Locke para poder justificar la escla- vitud y un mundo colonial? Su argumentación parte de la exigencia de la conservación de la vida propia y de los de- más13 en el “Estado de naturaleza”, de donde se deduce que no puede negarse el derecho de castigar a los que no cumplen con la ley natural, y por ello “tiene cualquiera el derecho de castigar a los transgresores de esa ley [... Éste] defiende de ese modo a los inocentes poniendo un obstá- culo a los culpables”14 . El trasgresor, por el hecho de no cumplir con la ley, “viene a manifestar que con él no rige la ley de la razón y la equidad común [...] Al hacerlo se convierte en un peligro para el género humano”15 . Las preguntas obvias serían: ¿quién y cómo puede de- terminar el crimen del culpable?, ¿cómo se puede elegir al juez que pueda “defender a la especie humana en gene- ral”?16 La respuesta de Locke, suponiendo que estamos en el “Estado de naturaleza”, pareciera simple y evidente: “cualquier hombre tiene el derecho de castigar al culpa- ble”17 . El culpable, por haberse opuesto a la ley natural18 , queda desprovisto de derechos, ya que “no rige con él la razón”. Pero para poder atacar al culpable es necesario pa- sar del mero “Estado de naturaleza” al “Estado de guerra”, que para Hobbes se daban simultáneamente. Para Locke, por el contrario, el Estado de naturaleza no es el Estado de guerra. Se entra en el “Estado de guerra” cuando hay al- guien que se opone a la ley natural o nos odia sin motivo justo: “Se puede destruir a un hombre [...] que ha manifesta- do odio contra nosotros19 , por la misma razón que pode- mos matar a un lobo o a un león. Esa clase de hombres no se somete a los lazos de la ley común de la razón; por ello pueden ser tratados como fieras”20 . “Quien tra- ta de esclavizarme se coloca a sí mismo en Estado de guerra conmigo [...] La libertad es la base de todo”21 . En el “Estado de guerra” no impera ya el “Estado de na- turaleza”, pero tampoco el “Estado civil” o político. Es jus- tamente para superar el Estado de naturaleza y evitar el Estado de guerra, es decir, para poder tener un juez con derecho, con legitimidad, que nace la “sociedad civil” o po- lítica (el “Estado civil”). Pero un juez civil o político tiene sólo autoridad intraestatal. Las relaciones entre Estados, entre naciones, en cambio, pasan a un “Estado de guerra”, porque les “falta un juez común con autoridad”22 , y en ese caso “soy yo el único juez dentro de mi propia conciencia”23 . Como la esclavitud y las relaciones coloniales se establecen en una referencia externa a los Estados o las naciones (p.e. de Inglaterra con las comunidades africanas o america- nas), no hay autoridad supranacional política para diluci- dar el conflicto, sino que sólo impera el Estado de guerra, cuando una nación ofende a otra nación o cuando se ve exigida a lanzar una “guerra justa”. El “Estado de guerra” es, sin embargo, un “Estado de excepción”, à la Carl Schmitt, en la que el Otro, la dignidad de la Alteridad, es aniquila- do. Esta negación de todo derecho del Otro, que, como veremos, queda nuevamente reafirmada en el concepto de “poder despótico”, es lo que Locke debía probar, pero dar- lo como un supuesto, torna tautológico todo su argumen- to. Levinas comprendió muy bien este argumento tautoló- gico, totalitario, fundamento mismo de la Modernidad (y de la concepción de los derechos humanos ad extra entre los liberales de Estados Unidos –no hablemos de los con- servadores fundamentalistas-, desde el tiempo de la Cons- titución hasta la “guerra de Afganistán”24 ) cuando escribe en el Prefacio de Totalidad e Infinito: “El Estado de guerra25 suspende la moral; despoja a las instituciones y a las obligaciones eternas de su eterni- 22 Ibid, § 19; p.16. 23 Ibid, § 20; p.18. 24 Estados Unidos, en su política externa muestra una doctrina hermenéutica en la que los Derechos Humanos tienen en su definición a Estados Unidos como “juez”, últi- ma instancia, que declara lo que es o no es defensa o ataque de un Derecho Hu- mano. Ningún tribunal fuera del propio Estado es aceptado como referencia. Se sobrentiende que en la relación entre los Estados nos encontramos, entonces, en el mejor de los casos, en el “Estado de naturaleza”. Véase John Rawls, 1999, The Law of peoples, Harvard University Press, Cambridge, Mass.). Rawls se cuida muy bien de distinguir entre la “law of People” y la “law of State”. Los “States” exigi- rían un derecho internacional y el comenzar a promulgar un “International State”, al menos leyes e instituciones internacionales, que permitieran salir del “Estado de naturaleza” a las relaciones entre los Estados. Rawls encuentra muy confortable el estado razonable (de guerra) en el que su propio país (Estados Unidos) siga sien- do el sujeto del juicio, el juez, de quien sea o no un “decent people” (p.63). Es una obra completamente tautológica: la comunidad de liberales norteamericanos es la “última instancia” de todos los juicios políticos, incluyendo el saber cuando se dan las condiciones de la “guerra justa” (pp.89 ss.). Continúa paso a paso la argumen- tación de Locke. 25 Debe indicarse que Levinas no habla de la “guerra”, sino estrictamente del “Estado de guerra”, que, como veremos, es el “estado permanente” ad extra de los Estados Unidos desde su emancipación. La conquista del “far West”, de México, del Pacífico y el Caribe, hasta su hegemonía mundial actual, ha sido un permanente, nunca interrumpido, “Estado de guerra” ad extra –mientras que ad intra se pre- tende ser el leader del “Estado civil” democrático. Veremos que esta contradicción es in the long run insostenible.
  • 12. TEORÍA • Paideia 11 E n r i q u e D u s s e l dad y, desde entonces, anula en lo provisorio los im- perativos incondicionales [...] La guerra no se sitúa so- lamente como la mayor entre las interpelaciones de la moral. Ella la torna ridícula. El arte de prever y de ga- nar por todos los medios la guerra [...] se impone des- de entonces como el ejercicio mismo de la razón”26 . En la ética levinasiana –y en la Ética de la Liberación- el Otro nunca puede perder sus derechos, su dignidad, y jamás podrá ser objeto de un “poder despótico”, tal como Locke pretende. Es decir, si una comunidad juzga, ya que “cualquiera” tiene este derecho natural ante Dios –según Locke-, que el africano, el indio o el mexicano ha negado la ley natural, o se ha levantado en armas injustamente, o simplemente “me odia”, a partir de tal “juicio”, pierde de inmediato dicho extraño todo derecho y queda determina- do como enemigo (el inimicus y no el hostis de Schmitt) al que se le puede declarar una “guerra justa”. Si es venci- do –y ahora todo depende de la tecnología militar, puro efecto de la “razón instrumental”- será definido “justamen- te” como esclavo o como súbdito colonial. Analicemos pa- so a paso el proceso argumentativo en el capítulo IV “De la esclavitud” y en el capítulo XVI “De la conquista”, entre otros parágrafos referidos a los temas. Locke sabe que Inglaterra comienza sus riquezas gra- cias a los piratas. Por ello comienza por desautorizarlos, partiendo de una premisa mayor o principio universal, cuando afirma: “Quienes no creen que los ladrones y los piratas po- seen dominio legal sobre aquellos a quienes han logra- do vencer por la fuerza [...] no otorgarán jamás derecho sobre los vencidos en una guerra injusta de esa cla- se”27 . Hecha esta declaración para todos aceptable, pasa a exponer la posibilidad de una “guerra justa”. Veamos pri- mero el caso de la esclavitud. Continúa su argumento enunciando otro principio universal, que intentará acotar para poder justificar la esclavitud. Su estrategia argumen- tativa es entonces enunciar positivamente lo que intenta negar como excepción: “El hombre, que no tiene poder sobre su propia vida, no puede hacerse esclavo de otro por contrato o por su propio consentimiento [...] Quien no dispone del poder de acabar con su propia vida no puede dar a otra persona poder para hacerlo”28 . Pero de inmediato se introduce una excepción a la re- gla, partiendo del cautivo de una “guerra justa”: “Sin duda alguna que quien ha perdido, por su propia culpa29 y mediante algún acto merecedor de la pena de muerte30 , el derecho a su propia vida31 , puede encon- trarse con que aquel que puede disponer de esa vida32 retrase, por algún tiempo, el quitársela cuando ya lo tiene en poder suyo33 , sirviéndose de él para su propia conveniencia, y con ello no le causa prejuicio alguno. Si alguna vez cree que las penalidades de su esclavitud pesan más que el valor de su vida, puede atraer sobre sí la muerte que desea34 con sólo que se niegue a obe- decer las voluntades de su señor”35 . Y concluye: “Tal es la auténtica condición de la esclavitud; ésta no es sino la prolongación de un Estado de guerra entre un vencedor y un cautivo”36 . De la misma manera se argumenta la posibilidad de un mundo colonial o contra el indígena americano. Prime- 26 Totalité et Infinit. Essai sur l’Extériorité, Nijhoff, La Haye, 1968, Preface, p.ix. 27 Ibid, § 176; pp. 134-135. 28 Locke, 1976, § 23; p.20. 29 Es interesante que para Ginés de Sepúlveda el indígena que lucha contra el con- quistador español (en propia defensa para Bartolomé de Las Casas) tiene la “cul- pa” de rechazar el ser civilizado. El mismo Kant en la definición de Aufklaerung incluye esta “inmadurez culpable” (verschuldeten Unmundigkeit) (véase E. Dussel, 1995, The Invention of the Americas. The Eclipse of “the Other” and the Myth of Modernity, Continuum, New York, cap. 1). A la víctima se la transforma primero en culpable, de manera que el criminal se juzga (invirtiendo la cuestión) asesina- do por su víctima. El victimador reclama a su víctima el haberlo victimado. De otra manera, Locke, el esclavizador inglés, acusa al esclavo africano por haberle exigi- do cumplir la tarea de esclavizarlo, y por ello demandará aún reparaciones de los gastos a los que su víctima le ha obligado a efectuar. 30 Locke debería probar que los pobres campesinos bantúes inocentes atrapados como animales y vendidos como “mercancías” merecieron dicha pena. Bartolomé de Las Casas vio estas cuestiones con mayor claridad racional y lógica. 31 Por la propia argumentación de Locke nadie puede “perder el derecho a su vida”, porque nadie “tiene” tal derecho: ¿Cómo podría tenerse “derecho a la vida” si la vida es el presupuesto y fundamento de todos los derechos? Para tener “derecho a la vida” habría que ser un sujeto de derecho anterior a la propia vida, lo cual es absurdo. Si no se tiene “derecho” ni “poder” sobre su propia vida, menos se puede perder lo que nunca se tuvo. La inteligencia de Locke en este punto pareciera que ha quedado oscurecida por la pasión inmoderada en desear justificar su business, y el de su patria: la trata de esclavos. 32 Esto supone una teoría de la “guerra justa” y del “Estado de guerra” en la que el vencedor tuviera ahora “derecho a la vida del otro”. Pero, nuevamente, si ni siquiera el sujeto humano viviente tiene derecho a su propia vida, menos aún de un tercero. Nadie puede tener “derecho sobre la vida ajena”, o habría que pro- barlo. Locke, nuevamente, afirma un absurdo por mera tradición tautológica, totalitaria, contraria al dogma liberal: “la libertad es la base de todo” (Ibid, § 17; p.15). 33 Aquí Locke cae ya en un cinismo que supera al de Ginés de Sepúlveda. En primer lugar al expresarse sobre una persona humana como lo que se “tiene en poder suyo” –cosificación de la Alteridad, que muestra la bajeza ética del filósofo inglés- , y en segundo lugar por la manera que expresa en este texto (y en otros que citaré) lo que puede hacerse con esa “cosa” que se “tiene” (no solo usarlo en el trabajo o como objeto de sexo, sino torturarlo y hasta matarlo por puro capricho). ¿De dónde ha sacado nuestro autor esa destitución absoluta ética del Otro? 34 Locke alcanza aquí un sadismo increíble, consolando al esclavo misericordiosa- mente con el suicidio. Ante un juicio tan brutal, bestial, el lector queda enmudeci- do, absorto, silencioso... 35 Ibid. 36 Ibid, § 23; p.20.
  • 13. 12 Paideia • TEORÍA E s t a d o d e g u e r r a p e r m a n e n t e y r a z ó n c í n i c a la estrategia militar. En realidad la Modernidad se impuso siempre sobre los amerindios y los africanos (desde el siglo XVI) simplemente y en última instancia por la violencia de las armas. Pero esto no puede aceptarse en la “civiliza- ción” como una razón suficiente. A esta acción ilegítima hay que darle una “apariencia” moral. Locke intenta enton- ces encontrar esas “razones” dentro de la tradición. En efecto, se inspira en Aristóteles cuando distingue entre un “poder despótico” (despoteía) y un “poder políti- co”45 . Aplica así la conocida distinción, entre el poder en el “Estado de naturaleza” o en el “Estado político”, del ejer- cicio del poder en el “Estado de guerra”, e invierte los he- chos (ya que los africanos o los indígenas americanos son los atacados injustamente y se los describe como agreso- res). Repitamos su argumento: “Poder despótico es el absoluto y arbitrario [poder] que permite a un hombre atentar contra la vida de otro cuando así le agrade46 [...] El agresor se ha salido de la ley de la razón que Dios47 estableció como regla para las relaciones entre los hombres y de los recursos pa- cíficos que esa regla enseña48 , recurriendo a la fuerza para imponer sus pretensiones injustas y carentes de derecho [...] Por esa razón, los prisioneros capturados en una guerra justa y legítima, y solamente ellos se en- cuentran sometidos a un poder despótico [...] que es en el fondo una prolongación del Estado de guerra”49 . “El poder que un conquistador adquiere sobre aque- llos a quienes vence en una guerra justa es totalmente despótico”50 . Para Locke, como en el caso de las relaciones entre Estados, no se retorna simplemente al “Estado de natura- leza” (como para Hobbes o posteriormente para Hegel), 45 Pol, 1, 2, 1255 b 16-17. Locke debió leer pocas líneas después de la definición del “esclavo por naturaleza” esta distinción: “El señorío político se ejerce sobre hombres libres por naturaleza, el despótico sobre los esclavos por naturaleza” (Ibid, 1255 b 17-18). 46 Está de más decir que el tal “poder despótico” es injustificable, menos aún en un Estado de naturaleza (ni siquiera un animal puede cumplir tal definición o la tal especie se habría extinguido prontamente), desde cualquier punto de vista ético, etnográfico o histórico, y describe simplemente una voluntad tiránica, irracional y totalitaria, autodestructiva. 47 Uno se pregunta qué agrega el poner aquí a “Dios” en esta expresión de cinismo. Pareciera ampararse en la divinidad para expresar un pseudo-argumento totali- tario. 48 Como no ha cumplido el “enemigo” con la ley establecida queda “fuera de la ley”, y como no aceptó los “recursos pacíficos” se le aplican los recursos más violentos. Aunque el pobre campesino africano hubiera estado fuera de la ley y no hubiera sido pacífico (lo cual es falso, porque nunca estuvo fuera de “sus costumbres” y nunca atacó a ningún europeo), no perdería por ello sus derechos que tiene como persona humana, y no podría tratárselo como una “fiera” a la que se la puede matar porque “le agrade” (al sádico). 49 Ibid, § 172; p.132. 50 Ibid, § 180; p.138. Locke justifica por ello mismo la conquista de América, porque “el poder que un conquistador adquiere sobre aquellos a quienes vence en una guerra justa es totalmente despótico” (Ibid, § 179; p. 138). Puede concluirse que el esclavo africano, el indio americano y el mundo colonial son negados e igno- rados en su derecho en la filosofía política del fundador del pensamiento liberal. ro la afirmación general para generar “buena conciencia”: “Dios ha dado el mundo a los hombres en común”37 . Y ahora la excepción: “Pueden, a pesar de todo, encontrarse aún grandes ex- tensiones de tierras cuyos habitantes no se unieron al resto del género humano [léase: el liberal burgués in- glés] en el acuerdo para el empleo del dinero común y que permanecen incultas”38 . “Allí donde existen más tierras que las poseídas por sus habitantes y que estos son capaces de cultivar39 , allí puede cualquiera aprove- charse de las no cultivadas”40 . El ocupar esas tierras, entonces, no es usurpar el dere- cho de nadie, ya que estaban “vacías”, incultivadas, mal empleadas. Por supuesto que el criterio de la buena ocu- pación y empleo de las tierras es el de Locke (occidental, capitalista mercantil, colonialista, racistas, machista, etc.). Pero cuando no hay juez humano (porque se trata de la relación entre Estados, y no habiendo un Estado inter- nacional), “quien apela al Cielo deberá estar seguro de que tiene el derecho de su parte”41 , siendo sin embargo e ine- vitablemente él mismo su último juez empírico: “Pero suponiendo que la victoria favorezca al bando que tiene de su parte el derecho, pasemos a estudiar la situación del que triunfa en una guerra justa, y veamos el poder que le da la victoria, y contra quién se lo da [...] En mi entender, se trata de un poder totalmente despótico42 . El conquistador detenta un poder absolu- to sobre la vida de quienes, por haber hecho una gue- rra injusta, han perdido su derecho a la vida”43 . Y como al conquistador se le deberá “indemnizar de los daños que ha sufrido en la guerra”44 , podrá apropiarse de los bienes de los conquistados “como gastos de guerra”. Si repasamos el argumento, podemos comprender que se ha dado una conclusión tautológica, que además se in- muniza de toda crítica. El propio actor define quién es el enemigo y da la razón de la “justicia” de su guerra contra el dicho enemigo. De hecho se ha ejercido el poder del más fuerte, del mejor equipado técnicamente en el arte y 37 Ibid, § 33; p.27. Aún dirá más extensamente: “Los gobiernos no pueden originarse primitivamente [...], y las sociedades políticas no pueden fundamentarse en nada que no sea el consentimiento del pueblo” (Ibid, § 175; p. 134). 38 Ibid, § 45; p.36. 39 Como si todos los pueblos fueran agricultores. 40 Ibid, § 184; p.143. 41 Ibid; p.136. 42 Escribe más adelante: “El vencedor, si ha hecho la guerra por una causa justa, posee un derecho despótico sobre las personas [...] que han tomado parte en la misma, y lo posee también a indemnizarse de los perjuicios recibidos y del costo de la guerra...” (Ibid, § 196; p.148). 43 Ibid, § 178; p.137. 44 Ibid, § 182; p.140.
  • 14. TEORÍA • Paideia 13 E n r i q u e D u s s e l sino que se accede a un “Estado de guerra” permanente.Y, como hemos citado ya en Levinas: “el Estado de guerra suspende la moral”. La esclavitud y el colonialismo son hechos injustificables para la moral, pero se puede probar su legitimidad dentro de otra lógica, la del “Estado de gue- rra”, “lógica totalitaria” de la Modernidad cuyo silogismo autorreferente (y que se inmuniza de toda discusión) resu- mido es aproximadamente el siguiente: 1. En el Estado de naturaleza todos son iguales y libres. 2. Si alguien deja de cumplir la ley natural se transforma en un “fuera de la ley”, en el “enemigo” que puede ser muerto como las fieras salvajes, por ser peligroso para la comunidad. No se le atribuye ya igualdad y libertad. Se actúa entonces en el horizonte del Estado de guerra. 3. El juez con autoridad sólo existe en el Estado civil o político. En la relación entre los Estados, y más con respecto al mundo colonial objeto de conquista, no hay autoridad suprema (porque no hay un Estado mundial). Nos encontramos igualmente en un Estado de guerra. 4. Cuando un Estado cualquiera juzga que otro lo haya agredido, o lo haya tratado con injusticia, o simple- mente lo odia, juzga a dicho Estado o nación como el agresor, y por ello lo define como el enemigo fuera de la ley y del derecho, contra el que puede declarase una guerra justa. Sólo Dios puede juzgar la falsedad de es- te juicio práctico. 5. El vencedor (evidentemente el más fuerte, el mejor ar- mado) puede entonces esclavizar al vencido, constituir- lo como esclavo o como colonia conquistada, porque estando fuera de la ley y del derecho se tiene sobre él poder despótico, como poder justo y legítimo. Además, los bienes de los vencidos resarcen las pérdidas de la guerra justa. Como puede observarse, esta argumentación produce una completa inversión de lo que acontece en la realidad, y, además, es puramente tautológica, autorreferente en su sentido ético y político. Primero, porque al inocente cam- pesino africano, indígena americano o comunidad colo- nial se lo ha definido como un violento agresor (inversión de los hechos empíricos). Segundo, porque el “juez” (en el momento 4. de la argumentación), aunque no tiene auto- ridad o poder político por no estar en condiciones de ser miembros de un inexistente Estado mundial, se encuentra en un inevitable Estado de guerra. Si en este “Estado” re- sulta vencedor, y teniendo sólo a Dios por juez, posee sobre los vencidos legítimamente poder despótico. Con estas razones todo Estado puede juzgar a cualquier otro como “fuera de la ley”, simplemente por no cumplir con su interpretación “cultural” o etnocéntrica de la ley natural o de lo que Dios [el nuestro] estableció como regla. Se trata de una tautología autorreferente radical, sin ningún crite- rio objetivo o en relación con una empírica intersubjetiva suficiente. Es lo puramente subjetivo, arbitrario, intracultu- ral, dogmático, totalitario. Este argumento, sin embargo, expresa la racionalidad misma de la “Razón moderna” es- clavista y colonial. Este tipo de argumento fundamentó (aparentemente) el comportamiento de las metrópolis eu- ropeas hacia el mundo colonial y hacia la esclavitud en la Modernidad hasta el presente. Se trata de una exclusión radical de la dignidad de la Alteridad, del derecho de la Identidad propia del africano esclavizado, del indígena americano, del mundo colonial, contra toda razón univer- sal, no meramente etnocéntrica, eurocéntrica. Sin embargo, cuando leemos en los diarios y escucha- mos en la televisión que el secretario de Estado de EU, el general Colin Powell, anuncia que se deberá continuar la guerra contra los “terroristas” aunque fuera solos –ante la negativa europea, rusa o china por seguir la guerra contra Iraq o Irán (habiendo, sin embargo, ya comenzado la de “Guerra de Colombia”), se repite una vez más el argumento de Locke: en el “Estado de guerra”, el Estado hegemónico se afirma como juez para decidir quién es su enemigo (en este caso los “terroristas”51 ), y en referencia última toma como testigo de su propio juicio a Dios mismo52 . 3. La “doble moral” o el cinismo político: Democracia ad intra y despotismo ad extra Las potencias metropolitanas durante toda la Moderni- dad, y hasta el presente ante el mundo postcolonial, han ejercido una “doble moral”. Hacia adentro (ad intra) han propuesto un “Principio democrático” como participación simétrica de los afectados en la creación de instituciones que organicen la procedimentalidad legítima, pero exclu- yendo de dicha participación a los esclavos, a los indios, a los pueblos coloniales durante la época colonialista, y a muchos otros. Posteriormente, los pueblos postcoloniales 51 Antes fueron las “Potencias del Eje” (desde la crisis de los 30), después los “Comunistas” (en tiempos de la “Guerra Fría”), pero últimamente estaba faltando un “enemigo” creíble, consistente, suficiente. Los antiguos “subversivos comunistas” han dejado lugar ahora a los “terroristas”. 52 Claro que “Dios” hará conocer su juicio en el “Juicio final”, y para los geopolíticos del Pentágono dicho juicio deja suficiente tiempo como para ganar las guerras empíricas de la historia –que son las que le interesan-. C. Schmit, por otra parte, tampoco tiene otro criterio para determinar a su enemigo. Es tan tautológico como Locke.
  • 15. 14 Paideia • TEORÍA E s t a d o d e g u e r r a p e r m a n e n t e y r a z ó n c í n i c a nunca pudieron acceder a una soberanía popular real, sino que siguieron ejer- ciéndose sobre ellos presiones, opresiones o exclusiones políticas, económicas, culturales, religiosas, militares. El gran país del Norte, bajo el gobierno del grupo de George W. Bush, es hoy la última expresión de ese “Estado de guerra” permanente como horizonte argumentativo para negar a todos los demás pueblos o Estados un derecho de igualdad internacional. Este grupo del Estado hegemónico niega la existencia de todo un orden internacional supraestatal que pudiera limitar su hegemonía militar omnipresente (por sus naves que navegan en todos los océanos), omni- potente (por el poder destructor de su aviación), omnisciente (por sus satélites espías y sus servicios de inteligencia). Inesperadamente, mi argumentación filosófica ante la Ética del Discurso de hace algunos años se torna ahora más clara que nunca53 . La “razón cínica”, di- je en otro trabajo, es la razón del que tiene el Poder y no está decidido a com- partirlo. Por ello no acepta argumentos, ni entra en debates ni discusiones que puedan poner en cuestión su Poder. Por el contrario, intenta desarrollar un ar- gumento que lo inmuniza de entrar en toda argumentación ajena a la propia. Este argumento tautológico, etnocéntrico, intenta fundamentar su (“aparente”) pretensión democrática (ad intra), y ocultar su política despótica (ad extra). El tipo de argumento de John Locke enunciado más arriba permite adecuadamen- te aportar esa “apariencia” de fundamentación racional, no siendo sino una pseudoargumentación tautológica, autoinmunizante, que permite no “entrar” en ninguna discusión racional con otros Estados o pueblos. Cuando alguno de ellos opina lo contrario, el Estado hegemónico puede declararlo su enemigo, “terrorista”, ya que se ha puesto por propia culpa fuera de la ley y de las razones dadas por Dios (evidentemente de las leyes y del Dios propios). Declarados a priori sin derechos humanos (como los prisioneros afganos en Guantána- mo54 ), toda guerra contra ellos (sea en Iraq, en Kosovo o en Afganistán) es una “guerra justa”. El argumento es tautológico, y digo tautológico porque el agen- te de la acción es el único juez que emite la razón que se propone para funda- mentar su propia acción: el círculo se cierra en la pura identidad de la subjeti- vidad autista, esquizoide, dogmática, fundamentalista, totalitaria. El imperio define lo que es un terrorista, y declara deductiva y hermenéuticamente, a par- tir de su definición, quiénes son en concreto terroristas (sin ningún otro juez humano que pueda invalidar su decisión; falta todo criterio intersubjetivo, ob- jetivo, exterior, internacional, que dé algún viso de justicia y equidad a su de- cisión). Este juicio tautológico autoriza “legítimamente” (para el propio juez y el heroico ejecutor militar de la sentencia) la total destrucción del “terrorista”. Se ha llegado a la total irracionalidad. La Totalidad totalizada emite un juicio 53 Véase mi ponencia “Del escéptico al cínico”, en Dussel, E. 1993, Apel, Ricoeur, Rorty y la Filosofía de la Libe- ración, Universidad de Guadalajara, Guadalajara (México), pp. 85-95; en inglés en Dussel, E. 1996, The Un- derside of Modernity, Humanities Press, New Jersey, pp. 64-72. 54 Si se los aceptara como “prisioneros de guerra”, habría que aplicárseles las convenciones internacionales, como la de Ginebra. Pero para negarles que sean prisioneros “de guerra” debería fundarse en que no ha habido gue- rra en Afganistán, porque no se había declarado tal guerra a los Talibanes, meros “terroristas”, y por tanto “sin derechos”, a los que puede matárselos como lobos o leones peligrosos. Pero, en ese caso, la agresión a Afganis- tán sería un acto “terrorista”, porque se atacó a otro Estado sin cumplir las condiciones para un ataque dentro de algún criterio ético internacional. Lo que acontece es que Estados Unidos, en permanente Estado de guerra, no logra entender que está usando el “argumento de Locke”, pero ese argumento, por tautológico es irracional, in- moral, y no puede proferirse “en público”, sólo entre los “amigos” de la misma “mafia” o de una “banda de la- drones”; en un “nosotros” entre los que los argumentos tautológicos son aceptados como verdaderos sin mayores exigencias lógicas. Aquí estoy sólo, mi corazón desgarrado (detalle)
  • 16. TEORÍA • Paideia 15 E n r i q u e D u s s e l desde su propio fundamento. El Otro ha sido aniquilado como otro. Por todo ello podrá ahora comprenderse que se parte del supuesto sobre el que se ejerce la “razón cínica”. La “ra- zón cínica” usa siempre un pseudoargumento tautológico: es la razón que se da a sí mismo el que ostenta el Poder, y por la que no necesita “entrar” jamás en una auténtica discusión (la de la “razón discursiva”), porque no está dis- puesta, desde el punto de partida, a dejarse juzgar por nin- gún otro Poder. La decisión de no compartir el Poder, y de ejercerlo omnímoda y despóticamente sobre toda la hu- manidad, le impide “entrar” auténticamente en alguna dis- cusión con “pretensión” de verdad, y de validez55 . El impe- rio no necesita tener ninguna “pretensión” de verdad, “tiene” la verdad, y solo exige su aceptación –es el pseu- doargumento que justifica la “guerra santa”56 , otra deno- minación de la “guerra justa” de John Locke-. Un cierto “fundamentalismo de mercado” –como expresaba G. So- ros- se encuentra detrás como actitud ética originaria. Por ello, aunque se declara ser un Poder “democrático” con respecto a su propio pueblo (ad intra)57 , sin embargo su cinismo con respecto al Otro, a la Alteridad, al resto externo de la humanidad (ad extra), impide el ejercicio ho- nesto y serio del Principio democrático con sentido nor- mativo. ¿Cómo puede darse éticamente el reconocimiento de la igualdad humana a todos los miembros de la propia comunidad política, cuando se le atribuye a esa misma co- munidad el derecho de declarar “inhumano” al resto de la humanidad?, ¿cómo puede un demócrata, que conciba la democracia no meramente como un procedimiento políti- co etnocéntrico, sino al mismo tiempo con exigencias nor- mativas, ser despótico con los Otros, con los débiles, con los vencidos, con los postcoloniales...? El que mata a los otros insensiblemente termina por suicidarse en el “sin- sentido” de un orden inmoral. La “doble moral” de las empresas trasnacionales, que cumplen con las exigencias normativas ad intra en el pro- pio Estado metropolitano, mientras que corrompen, simu- lan, roban, y extraen ganancias excesivas ad extra, termina por corroer a toda la estructura normativa. La inmorali- dad ad extra termina por imponerse también ad intra. Es el caso de la trasnacional Enron, que con su doble conta- bilidad y política financiera engañó primero a los otros Estados, y al final al propio “home-State” (y hoy se tiene sospecha que la costumbre se ha generalizado, dándose ya otros ejemplos dudosos como en el caso de la IBM, la Co- ca-Cola, el City Bank, ya ligado al “blanqueo de dinero” de la droga, etcétera). 4. “Razón material” y “razón crítica”: responsabilidad consensual de la comunidad de las víctimas Al “argumento de Locke”, a la “razón cínica”, debe oponér- sele: a) una argumentación material y crítica (que es nece- saria, porque crea el fundamento del consenso crítico de los oprimidos), que se enfrente a la imposibilidad del Po- der hegemónico de aceptar un argumento contrario (y que por ello no puede “entrar” en la discusión, porque simple- mente tiene el Poder de evitar dicha discusión contra los débiles); b) una organización política del Poder material y crítico de los oprimidos, de los excluidos, de los que reci- ben en su corporalidad los efectos negativos de las decisiones tautológicas del “argumento de Locke”. Tales Nuevos Movimientos Sociales se hicieron visibles en los grupos reunidos, entre otras manifestaciones recientes (co- mo las de Seattle, Cancún, Génova, Barcelona), en espe- cial en el Foro Social Mundial de Porto Alegre, en Brasil. En este último evento asistieron unos cien mil participan- tes, entre intelectuales orgánicos y militantes. Se testimo- nió el hecho de que los “excluidos” constituyen entre sí “comunidades consensuales”, descubriendo argumentos, comunicándose y viviendo experiencias que permitan ir lentamente rompiendo la “moral” del Poder del imperio y la pseudoargumentación lockeana. Nacieron así miles de redes de organismos de base. El 15 de febrero de 2003, por primera vez en la historia universal, en más de 70 países millones de personas se opusieron a la Guerra de Iraq. Es un hecho sin precedente. No es de dominador el que tie- ne el derecho de “juzgar” al Otro, su víctima. Es de la co- munidad consensual y crítica, por ser y exponer las razones de las víctimas, la que tiene deber de juzgar al Poder do- minador despótico –usando la denominación lockeana. Son los africanos esclavos, los indios conquistados, las 55 Véase en mi obra Dussel, E. 1998, Ética de la Liberación en la edad de la glob- alización y la exclusión, Trotta, Madrid, la diferenciación entre “pretensión de ver- dad” y “pretensión de validez” (caps.1-3). 56 Leemos en el diario que John Ashcroft, nombrado procurador general por Bush, “pidió esta semana lanzar una guerra santa en defensa de la civilización y contra el terrorismo” (La Jornada, México, 24 de Febrero de 2002, p.31). Bush, que había hablado de “cruzada” (cristiana contra los musulmanes) al comienzo de la guerra contra Afganistán, nuevamente se refirió a una “cruzada” en su viaje a Japón (en el mes de febrero), hecho criticado por Zogby (Ibid). 57 Hoy sabemos que esto tampoco es cierto, porque nunca los servicios de inteligen- cia norteamericanos han espiado de manera tan sofisticada a un ser humano como se está organizando espiar al ciudadano estadounidense, no sólo conociendo qué libros ha pedido en bibliotecas durante su vida, qué mercancías ha comprado, etcétera, sino que aun puede detectárselo desde satélites por su modo de caminar (el único inconveniente en este caso es que cuando una mujer cambia su tipo de zapato, de tacón bajo o alto, cambia igualmente de identidad). Al fin el despo- tismo ad extra se ha transformado igualmente en despotismo ad intra, y no podía ser de otra manera: la coherencia se impone al final.
  • 17. 16 Paideia • TEORÍA E s t a d o d e g u e r r a p e r m a n e n t e y r a z ó n c í n i c a comunidades coloniales y postcoloniales, las feministas, los antiracistas, los obreros y campesinos, y tantos otros, los que deben mostrar que las pretendidas “guerras justas” fueron en realidad unas de las más injustas y perversas que puedan imaginarse en toda la historia mundial. Los 13 millones de africanos esclavizados y los quince millo- nes de indígenas muertos en el proceso de la conquista y la colonización muestran dos inmensos genocidios mo- derno-europeos que el “argumento de Locke” tornó invisi- bles. Los esclavizados, conquistados y colonizados no eran humanos; eran bestias; hoy son los “terroristas”58 . Seis millones de judíos eran exterminados por la potencia nazi. Para los imperios de turno no morían seres huma- nos; perecían “cosas” que habían sido destituidas de su huma- nidad previamente por razones similares al “argumento de Locke”. Llegamos así al problema filosófico de fondo59 . A la ra- zón estratégica del cínico, que se funda en el Poder para proferir un pseudoargumento tautológico (el “argumento de Locke”), no puede oponérsele una mera razón discursiva, porque el cínico no “entra” en dicha discusión. La filosofía de la liberación intenta en cambio enfrentar estratégica y teóricamente la situación, pero lo hace abriendo otros frentes. En primer lugar, muestra la tautología (y esto es un “trabajo” filosófico) que inmuniza el pretendido argumen- to autorreferente. En segundo lugar, enfrenta al Poder he- gemónico desde el contrapoder antihegemónico de los Nuevos Movimientos Sociales (feminismo, antirracismo, afirmación de las culturas negadas por el colonialismo, li- beración de las naciones periféricas postcoloniales, de las clases dominadas, de las etnias excluidas, de la tercera edad, de los niños, de las generaciones futuras a través del problema ecológico, etcétera, cuyas “redes” se fortalecie- ron mundialmente en el foro de Porto Alegre). En tercer lugar, la fundamentación antiescéptica (del escepticismo de la razón hegemónica, subproducto cómplice de la do- minación, como en el caso de un Richard Rorty o de al- gunos ejemplos del movimiento Postmoderno) no se dirige a una mera afirmación de la razón en general, sino hacia un dar argumentos a las indicadas comunidades de libera- ción de los Nuevos Movimientos Sociales, a fin de legiti- mar a la “razón crítica”: a) tanto por sus contenidos (la razón práctico-material crítica que justifica no sólo la produc- ción y la reproducción de la vida humana en comunidad con pretensión de universalidad, sino su desarrollo desde la afirmación de las víctimas60 ); b) como por su validez (la razón discursiva crítica, desde el consenso de los excluidos contra el consenso hegemónico que profiere autorreferen- temente el “argumento de Locke”)61 , y c) por su factibili- dad crítica (la praxis propia de la liberación, que supone la toma de conciencia y la organización de las víctimas “negadas” en su Alteridad por el Poder hegemónico)62 . Por ello, si es verdad que todo régimen democrático debe “poner límites”63 y por ello hay inevitables exclusiones –al menos de los ciudadanos de otros Estados, aún reco- nocidos como tales-, lo que deseamos recalcar es que al- gunas Filosofías Políticas de Estados Unidos y Europa no vislumbran la diferencia entre: a) la situación de “Estado de derecho” en el “centro” del sistema-mundo actual (el “Grupo de los Siete”, siendo seis de ellos semiperiféricos de la superpotencia hegemónica), y b) la situación políti- ca de los Estados postcoloniales periféricos (en África, Asia y América Latina), como “fuera del derecho” y redu- cidos a la miseria por cinco siglos de economía colonial. Dicha diferencia es un efecto negativo de un “Estado de guerra” permanente que se originó con la Modernidad, con la conquista de América en 1492 como sistema colo- nial, con el capitalismo como acumulación originaria de los metales preciosos americanos y con la trata de escla- vos, acumulación acrecentada siglo por siglo y aumentada de manera nunca observada desde finales de la llamada Segunda Guerra Mundial (1945) y en especial desde 1989. Los pueblos y sus Estados periféricos postcolonia- les siguen sufriendo una imposibilidad estructural de alcan- zar un grado de desarrollo y autonomía mínima, aceptable para poder establecer sistemas políticos democráticos 58 Es evidente que siempre ha habido terroristas. Lo criticable del hecho es que no se acepten tribunales internacionales, como el Consejo de Seguridad de la ONU, que pudieran intervenir en una definición de su concepto. En realidad las resoluciones de dicho Consejo nunca son aceptadas por Estados Unidos o por Israel. Vemos entonces que las “mil reuniones, discusiones, acuerdos” de poco valen cuando se oponen a la “Voluntad de Poder” del Imperio 59 Véase Dussel, E. “From the Skeptic to the Cynic”, en 1996, The Underside of Modernity. Apel, Ricoeur, Rorty, Taylor and the Philosophy of Liberation, Humanities Press, New Jersey, pp. 64 y ss. 60 Véase Dussel, E. 2000, Ética de la liberación en la edad de la globalización y la exclusión, Trotta, Madrid, 3era ed, caps.1 y 4; en resumida traducción alemana en 2000, Prinzip Befreiung, Wissenschaftsverlag Mainz, Aachen, caps.1 (pp.15 ss) y 4 (pp. 85 ss). Lo que no había enunciado en dicha ponencia claramente eran dos cuestiones. La primera, que el cínico no “entra” en una discusión honesta, no sólo porque tiene el Poder, sino porque tiene un argumento, el “argumento de Locke” (pseudoargumento autoreferente que se hace evidente para el dominador y sus “amigos”). La segunda, que la fundamentación que hay que efectuar no se dirige tanto a una justificación en general de la razón ambigua de los grupos dominantes (como en el caso de K.-O. Apel), sino como justificación de una razón consensual y material crítica de las comunidades excluidas, dominadas, negadas. El filósofo crítico (filosofía de liberación) argumenta en favor de grupos empíricos que necesitan dicha fundamentación para su acción estratégica liberadora, inno- vadora, creadora. 61 Ibid, caps. 2 y 5. 62 Ibid, caps.3 y 6. 63 Véase por ejemplo Iris Marion Young, 2000, Inclusion and Democracy, Oxford University Press, Oxford.
  • 18. TEORÍA • Paideia 17 E n r i q u e D u s s e l –donde pudiera ejercerse la soberanía de los pueblos-. Hablar en estos Estados postcoloniales de un sistema democrático supondría dejar de sufrir el constante acoso de las potencias centrales, que agobian permanentemente sus explotadas economías en un grado tal que los pueblos miserables terminan por expresar su desesperación como aún lo hacen las clases pequeño burguesas (no se diga las marginales) de Argentina en los sucesos dramáticos del 19 al 20 de diciembre de 2001. Este hecho manifiesta un “malestar” creciente entre los pueblos, que indica que la democracia debe ser redefinida, para no inscribirla exclusivamen- te dentro de un procedentalismo que ya no se sostiene (siendo sólo el momen- to de pura legitimidad formal de la política) cuando la reproducción misma de la vida de la población es puesta en cuestión (el momento político ecológico- económico o material de la vida). Las masas hambrientas gritan: “Pan y traba- jo”64 , como momento constitutivo de la política, y como condición del consenso que funda la legitimidad formal. No hay representación o consenso sin “ciuda- danos vivos”, y en el mundo periférico-postcolonial esto no está garantizado de ninguna manera, dado el inmenso grado de transferencia de plusvalor que procedente de los países explotados sigue fluyendo hacia el “centro” –privile- gio que los países centrales, no solo Estados Unidos, sino también Europa, Ja- pón y algunos otros-. Democracia y reproducción aceptable de la vida de los ciudadanos son dos aspectos del bien común; es la justa articulación del as- pecto formal de legitimidad discursiva y el aspecto material de satisfacción re- productiva de la vida. En último término, el “argumento de Locke” ocultaba que el Estado metro- politano justificaba la negación de la vida del Otro, del esclavo, del indígena, del colono periférico, de todos los excluidos actuales del mercado. El cínico pretende justificar éticamente la negación de la vida del Otro; el escéptico pre- tende justificar moralmente la negación de la razón critica; el conservador pre- tende justificar la negación de la posibilidad de la utopía del poder vivir, que imposibilita el consenso crítico anti-hegemónico del desear una “vida mejor” (no sólo una “vida buena”). Tres negaciones que hacen a la política una praxis antidemocrática, bajo la apariencia de cumplir ad intra con las exigencias libe- rales de la Democracia. Ante lo que acontece debemos expresar, para concluir, que al proyecto utó- pico de Kant manifestado en su obra sobre la “Paz perpetua” ha dejado lugar en el presente, y en el orden de la realidad geopolítica y militar esta vigente un proyecto de una “Guerra perpetua”, ahora como “Guerra preventiva”. No es ya que “la guerra es el origen de todo” como para Heráclito de Efeso, sino que “el Estado de guerra es el ser mismo permanente de todo”. ¡Se trata de una ontología de la muerte! 64 En tiempos de las dictaduras periféricas, instaladas por la potencia hegemónica, como en el caso de la dictadu- ra de Augusto Pinochet contra el gobierno democrático de Salvador Allende en 1973, golpe de Estado decidido y promovido por Henry Kissinger desde el Departamento de Estado (como en este febrero y marzo de 2002 se está promoviendo de la misma manera el golpe de estado contra Hugo Chávez en Venezuela, por pretender te- ner una política propia en la OPEP y con respecto al petróleo), en tiempo de las dictaduras (repito) se gritaba: “Pan, paz y trabajo”. Ahora no se grita “Paz”, porque la “Guerra Sucia” de los militares ya no es necesaria pa- ra el imperio. Pero la vida del pueblo oprimido y excluido sigue gritando el aspecto material de la política: comi- da y empleo (porque el capitalismo ha destruido toda otra manera de reproducir la vida). En el II Foro de Porto Alegre, sin embargo, pudo observarse el nacimiento de una “Economía solidaria” que cuenta en Argentina has- ta dos millones de miembros. El movimiento se expresó ya hace años con la obra de Luis Razeto Migliaro, 1982, Empresas de trabajadores y economía de mercado, Programa de Economía de Trabajo, Santiago de Chile en 1985, Economía de Solidaridad y Mercado democrático, PET, Santiago, vol. 2, y en 1988 el vol. 3. Se trata de la mera subsistencia de una población de excluidos, marginales, que antes que morir de hambre reinventan un sistema de “trueque”, con moneda propia, por la organización de la producción y el consumo dentro de una co- munidad barrial o local cerrada. ¡El mundo de los excluidos sobrevive!
  • 19. LOS NUEVOS PROCESOS DE DEPENDENCIA Y SU FORMULACIÓN TEÓRICA CONTEMPORÁNEA: HACIA UNA PERSPECTIVA DE SÍNTESIS Blanca Muñoz López* Universidad ‘Carlos III’ de Madrid La transformación del sistema bipolar de relaciones inter- nacionales ha provocado, como consecuencia, unos cam- bios en cadena que afectan a todos los sectores de la actual sociedad post-industrial. Se puede decir que se ha pasado de un modelo en el que la bipolaridad se articulaba sobre el antagonismo entre Este-Oeste, a consolidar una divi- sión, de nuevo dicotómica, en la que el conflicto se sitúa entre Norte-Sur. * Es catedrática titular e investigadora de la Universidad Carlos III de Madrid (España), Premio a la Investigación Científica, 1982 y miembro de la Presidencia Honoraria de Paideia. Ha realizado innumerables ensayos de análisis del “nuevo modelo cultural” y ha escrito las siguientes obras: - Theodor W. Adorno: Teoría Crítica de Masas (2000) Ed. Fundamentos - Teoría de la Pseudocultura. (1995) Ed. Fundamentos - Cultura y Comunicación (1989) Ed. Barcanova.
  • 20. TEORÍA • Paideia 19 B l a n c a M u ñ o z L ó p e z Lo significativo de la reciente diferenciación bipolar no puede considerarse, -como en el modelo anterior-, que proviene de dos sistemas económico-políticos como era el caso de los bloques soviético-comunista y norteamerica- no-capitalista, sino que, en el momento actual, esta dife- renciación radical se produce en función de una etiqueta tan desdichada como es la clasificación entre países ricos y países pobres. La pobreza sustituye lo que con anteriori- dad venía definido más por el tipo de estructura estatal, ya fuera centralizada y planificada tal y como se daba en los países del bloque comunista; o, por la preeminencia del mercado y la supeditación del Estado a los imperativos de la acumulación y especulación privada de capital. En am- bos casos, subyacía una tendencia centrada en la búsque- da de un cierto bienestar para los ciudadanos que se con- vertía en la garantía con la cual legitimar los avances eco- nómicos y sociales de cada modelo económico.Y, pese a la situación de una posible tercera guerra mundial, el creci- miento se planteaba como la garantía de la estabilidad so- cial de cada bloque y de sus países de influencia. Todo esta articulación internacional se desestructura, en el año l989, con la caída del muro de Berlín y la desar- ticulación del bloque del Este. Se entra en una nueva fase histórica en la que el capitalismo, a su vez, se reajusta y transforma. El tardocapitalismo o capitalismo tardío, en terminología de Offe y Habermas1 , comienza a desplegar una serie de fenómenos que, como se analizará más ade- lante, alteran el contexto sociopolítico global no sólo des- de profundas mutaciones experimentadas en el interior de los Estados sino, especialmente, en el conjunto de las re- laciones interestatales y supraestatales externas. Pero, sobre todo, se modifica el concepto y el significado del término político de dependencia. Es aquí en donde surgen aspec- tos nuevos que requieren un replanteamiento no sólo del concepto de dependencia, cuanto de fenómenos tales co- mo: la redefinición del centro y la periferia, la conexión entre desarrollo-subdesarrollo, el colonialismo interior y el colonialismo exterior, la formación de una economía dual y, desde luego, la aparición asimismo de un ‘juego’ de relaciones internacionales también dualizado y férrea- mente jerarquizado. Por tanto, a continuación, estudiaremos los graves interrogantes que el reajuste del neocapitalismo post-industrial está introduciendo y sus repercusiones en nuevas formas de dependencia que afectan no sólo al fun- cionamiento estatal e interestatal sino, a la par, al ámbito de la vida cotidiana de los ciudadanos ya sean del Primer y Segundo Mundo como del actualmente constituido ‘blo- que’ del Tercer Mundo. 1 Habermas, J.: Problemas de legitimación en el capitalismo tardío. Amorrortu, Buenos Aires, 1986. págs. 49-117, y asimismo, Offe, Cl.: Contradicciones en el Estado del Bienestar. Alianza Universidad, Madrid, 1990. págs. 72-105. Perfil de fuego
  • 21. 20 Paideia • TEORÍA L o s n u e v o s p r o c e s o s d e d e p e n d e n c i a El concepto de dependencia: su reformulación contemporánea Como ya se ha comentado la sustitución del bloque bipo- lar Este-Oeste por el modelo bipolar Norte-Sur introduce unas características nuevas en el sistema internacional que afectan especialmente a los procesos de división del traba- jo. Así, hay que referirse a tres procesos básicos que llevan a un reajuste global del sistema neocapitalista. Estos pro- cesos son: a) Una nueva división internacional del trabajo. b) Una globalización y mundialización económica sin precedentes históricos anteriores. c) La consolidación y sustitución del modelo bipolar an- terior por el modelo bipolar Norte-Sur, países ricos frente a países pobres. La nueva división internacional del trabajo se articula sobre una transformación geopolítica no sólo de los mer- cados que ‘abaratan la mano de obra’, sino también de los mercados de ‘mano de obra especializada’. La colonización anglosajona llevada a cabo en el siglo XIX abasteció de trabajadores que carecían de cualquier derecho social y político, los mercados agrícolas e indus- triales que permitieron la primera acumulación de capi- tal2 . En ese sentido, frente a la colonización portuguesa y española que fueron, sobre todo, colonizaciones mercan- tiles-religiosas, la colonización inglesa se desarrolló como proceso específicamente económico. Las poblaciones au- tóctonas se utilizaron o bien como fuerzas productivas; o bien, fueron vendidas como una mercancía más de los nuevos territorios. La contrautopía de Robinson Crusoe de Daniel Defoe refleja de una forma muy significativa la vi- sión y la mentalidad del colonizador inglés3 . Robinson habita la isla rodeado de los objetos que han quedado del naúfragio. Él mismo se organiza y distribuye el tiempo, si- guiendo la máxima luterana de que "el tiempo es oro". Pe- ro su soledad es ficticia, el negro Viernes también está en la isla. Y, sin embargo, para Robinson Crusoe, Viernes no es un ser humano. Es una cosa. Lo contrario del mundo artifícial creado por el colonizador y, como tal, un ser pe- ligroso y extraño. Precisamente, ‘Robinson Crusoe’ reflecta el sistema de la colonización económica: sujetos y objetos son percibi- dos como mercancías. Esta situación que Marx con poste- rioridad denominará como cosificación, permite entender la apertura de mercados en Asía, África y Latinoamérica. Desde la India hasta Australia, la colonización anglosajo- na negocia con materias primas y trafica con seres humanos. En último término, el proceso de acumulación de capital hace cierta la consigna con la que Maquiavelo definía al "príncipe-poder" y según la cual "el fin justificaba los me- dios"4 . Esta situación se prolongará hasta finales del siglo pasado, transformándose con la descolonización de los países dependientes desde mediados del siglo XX. Mas, la descolonización no significará sino la entrada en nuevos fenómenos de dependencia de índole más sofisticada y compleja como se verá más adelante. Desde finales de la década de los años ochenta y tras la caía de los países del bloque soviético, la colonización de mercados pasa de un proceso de expansión cuantitati- vo a un proceso de aprovechamiento cualitativo. En efec- to, los países del Este aportan un trabajador cualificado y profesionalizado que no existe en los países del sur de Asía o de Africa. Se abre así un mercado de grandes posi- bilidades para el capital especulativo. Y la consecuencia más evidente será la sustitución de una mano de obra sin cualificar por otra que ha sido educada y adaptada al mo- delo productivo post-industrial durante el Estado soviético5 . De pronto, para los inversores occidentales, se descubre un auténtico filón laboral y unido a ello, asimismo, hay que hablar de la avidez de estas poblaciones por ‘entrar’ en el sistema económico capitalista. El efecto de efectos no dejará de ser sino el abandono de las poblaciones de grandes áreas del planeta a su suerte. Asia, Latinoamérica y África no podrán competir con las nuevas condiciones de la división internacional del trabajo. Pero no sólo la sustitución del bloque bipolar Este- Oeste por el de Norte-Sur conlleva ese mercado laboral ‘virgen’, el abaratamiento de los gastos de transporte y de comunicación incide en la consolidación del bloque ex-so- viético como sustituto laboral de los países subdesarrolla- dos. De esta forma, la nueva división internacional del tra- bajo proveniente de los Estados del Este europeo amplía los límites del neocapitalismo hasta abarcar la totalidad del planeta. Será la consumación de la economía mundia- lizada y globalizada que había ido extendiéndose desde los inicios del capitalismo monopolista6 . 2 Ver, Magdoff, H.: La era del imperialismo. Ed. Actual, México, 1973. págs. 30- 80. 3 Macpherson, C.B.: La Teoría política del individualismo posesivo. Fontanella, Barcelona, 1970. págs. 21-50. También, Coleman, D.C.: Revisions in Mercantilism. Methuen, Londres, 1969. págs. 81-97. 4 Una interesante interpretación en: Skinner, Q.: Maquiavelo. Alianza, Madrid, 1984. 5 Un conjunto de artículos sobre Transición, democracia y mercado en Europa del Este, en la revista Zona Abierta, número 72-73, 1995. págs. 5-33. 6 Baran, P.A. y Sweezy, P.M.: El capital monopolista. Siglo XXI, México, 1969. págs. 174-198.
  • 22. TEORÍA • Paideia 21 B l a n c a M u ñ o z L ó p e z La tendencia a la mundialización económica median- te una nueva división del trabajo ya fue advertida en los años setenta por los economistas críticos alemanes. Fröbel, Heinrichs y Kreye subrayaron las condiciones inherentes a la valorización de capital en una economía mundializada: "Nuestra tesis central es que este conjunto de nuevas condiciones para la valorización y acumulación del capi- tal empezó a ser decisivo por primera vez en los años se- senta de este siglo. Ha creado un mercado mundial de fuerza de trabajo y un mercado mundial de centros de pro- ducción que, por primera vez, abarcan a los países subde- sarrollados. Los capitales individuales que se encuentran con este conjunto de condiciones pueden obtener benefi- cios adicionales mediante una adecuada reorganización de su producción, en cuanto convierten en utilizable a nivel mundial, mediante la fragmentación del proceso producti- vo y por medio de una tecnología avanzada de transpor- tes y comunicaciones, al ejército industrial de reserva. Las exigencias de la competencia convierten en necesidad es- ta posibilidad de obtener beneficios adicionales mediante una nueva organización de la producción a escala mun- dial, para garantizar la valorización del capital individual. En muchos casos, esto significa que, por primera vez en la historia del capitalismo mundial, los centros de produc- ción en los países subdesarrollados son aprovechables, y competitivos, para una fabricación parcial o total dentro de la industria de la transformación. A causa de la limita- da demanda solvente creada en estos países por la propia evolución del sistema capitalista, estas producciones están, por fuerza, destinadas mayoritariamente a la exporta- ción."7 En una economía mundializada la reexportación de productos desde el Tercer Mundo al Primer Mundo se con- vierte en un factor de valorización y acumulación de capi- tal en los países dominantes. Pero no ocurre lo mismo con los trabajadores de los países periféricos que por su poca cualificación ‘pierden interés’ para los centros industria- les. Esta tesis de los autores alemanes se confirma con la introducción de los trabajadores de los países del bloque soviético en el mercado globalizado. Así, para los econo- mistas críticos: “A esta tendencia que (a) pone en tela de juicio la di- visión tradicional del mundo en unos pocos países indus- trializados, por una parte, y la gran mayoría de los países subdesarrollados, incluidos en la economía-mundo como suministradores de materias primas, por otra, y que (b) 7 Fröbel, F./ Heinrichs, J./Kreye, O.: La nueva división internacional del traba- jo. Siglo XXI, Madrid, 1980. págs. 50-51. Sigo la Línea luminosa, el perfil de la Cuesta
  • 23. 22 Paideia • TEORÍA L o s n u e v o s p r o c e s o s d e d e p e n d e n c i a obliga a una creciente división de los procesos producti- vos en producciones parciales en diferentes centros a nivel mundial, la definimos nosotros como la nueva división del trabajo (división del trabajo entendida en el sentido de un proceso en marcha y no en el sentido de un resultado ya definido).”8 Pues bien, ese proceso en marcha se agudiza en la dé- cada de los años noventa. La reciente división internacio- nal del trabajo significará una mutación de las estructuras del capitalismo hacia un neocapitalismo que no sólo utili- zará al Estado (capitalismo tardío) como un mecanismo más de la organización del mercado, sino que fundamen- talmente se produce un reajuste generalizado de todo el sistema en su conjunto9 . Tal reajuste supone el ascenso y ‘triunfo’ del neoliberalismo que va a pasar a ser el mode- lo económico que sintetice la nueva división del trabajo, la sustitución del anterior modelo bipolar en el actual Norte-Sur y, por último, la mundialización de la valoriza- ción del capital. De este modo, al neoliberalismo le va a corresponder asimismo una transformación del modelo de dependencia existente hasta finales de la década de los ochenta. Neoliberalismo y neodependencia serán los dos polos desde los que hay que observar las modificaciones de las relaciones internacionales contemporáneas. La consolidación internacional del modelo económico neoliberal El liberalismo, planteado como teoría político-social y económica, irá elaborándose y fundamentándose desde el siglo XVI. Para entender este proceso hay que remontarse a los inicios de dos procesos históricos nuevos: la creación de los Estados nacionales y la constitución de la economía capitalista y sus iniciales fases de acumulación. A partir de la formación de tales procesos se puede hablar de la en- trada en la Modernidad10 . Sin embargo, este tránsito des- de el Antiguo Régimen medieval hasta la culminación de la Edad Moderna requiere unas mutaciones que van a ser de dos órdenes diferentes pero que convergen en una pro- fundísima modificación no sólo de las estructuras materiales y técnicas sino, ante todo, de las conciencias y mentalida- des colectivas. El capitalismo, por tanto, tiene que ser entendido co- mo un modo productivo económico y como un tipo de psicología que es asimilada y aceptada por la población de manera que permita poder ser legitimada pese a sus enormes desequilibrios y desigualdades sociales. Siguien- do en esta formulación las obras de Werner Sombart y Max Weber11 , es indudable la necesidad que la nueva eco- nomía tiene de asentarse sobre una moral de transición que admita el tema de la riqueza y elimine el dogma cris- tiano y católico según el cual "antes, pasará un camello por el ojo de una aguja que un rico al reino de los cielos". La concepción de la pobreza como camino de salvación -que se había radicalizado con los movimientos revoluciona- rios milenaristas y sus secuelas en las revueltas sociales de inspiración teológica como, por ejemplo, la encabezada por Thomas Münze- aparecía como el gran obstáculo pa- ra la aprobación social de la nueva economía articulada sobre el lucro y el beneficio. La reforma religiosa luterana hará creíble a través de su prioridad de la creencia edifica- da sobre el tribunal de la conciencia individual (y, espe- cialmente, con los ideales de disciplina y de deber) el paso hacia una moral en la que la riqueza es señal de pertene- cer al grupo de los elegidos por el dios construido expresa- mente como ‘mano invisible’. Idea ésta tan determinante en el liberalismo económico enunciado posteriormente por Adam Smith no sólo en La riqueza de las naciones12 sino también en su Tratado de las pasiones morales13 . En consecuencia, tanto Thomás Hobbes como John Locke desarrollan una poderosa justificación teórica del ascenso al poder de la nueva clase burguesa y comercial14 . El caso de Hobbes es el reflejo más característico de la ne- cesidad de fundar una antropología pesimista y negativa del sur humano acorde con los principios de las leyes de competición mercantil. El homo homini lupus est introduce una perspectiva psicológica en la que la ‘maldad natural’ del individuo justifica la aparición de un Estado-Leviatán que mediante un pacto de sujeción entre los súbditos y el rey elimina el estado de naturaleza en el que prevalece "la guerra de todos contra todos"15 . Esa antropología pesimista hobbesiana será el sustrato más profundo de la ideología liberal-capitalista. El indivi- dualismo posesivo queda exculpado de cualquier responsa- bilidad mediante el artificio teórico de la maldad instintiva 11 Son fundamentales a este respecto: Weber, M.: La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Península, Barcelona, 1983, y Sombart, W.: El burgués. Alianza Universidad, Madrid, 1980. 12 Smith, A.: La riqueza de las naciones. Alianza, Madrid, 1994. 13 Smith, A.: Tratado de las pasiones morales. Alianza, Madrid, 1996. 14 Macpherson, C.B.: La democracia liberal y su época. Alianza, Madrid, 1991. págs. 19-35. 15 Una reinterpretación del hobbesianismo en: Habermas, J.: Teoría y Praxis. Tecnos, Madrid, 1987. págs. 68-72. 8 Op. cit., pág. 51. 9 VV. AA.: El Estado en el capitalismo contemporáneo. Siglo XXI, México, 1988. págs. 224-303. 10 Macfarlane, L.J.: Teoría política moderna. Espasa-Calpe, Madrid, 1978. págs. 313-363.
  • 24. TEORÍA • Paideia 23 B l a n c a M u ñ o z L ó p e z de la especie humana.Y no solamente el modelo del ‘hom- bre lobo para el hombre’ sustituye al modelo del indivi- duo sociable propio de la antropología griega clásica sino que, a la par, coloca como relación de relaciones entre los sujetos la relación contractual en ese hipotético ‘Contrato social’ con el que, según el empirista inglés, surge la His- toria. El zoón politicón logoi, el animal sociable de la po- lis y con capacidad de lenguaje racional se ve sustituido por el hombre guiado por dos instintos: el de superviven- cia y el instinto de egoísmo. Con la teoría política de Hobbes se conformará ya definitivamente una forma de conciencia europea que no sólo no ha desaparecido en nuestros días, sino que reaparece con una fuerza impensable hace tan sólo unos pocos años atrás. La expansión colonial inglesa encuentra la ideología imprescindible para su defensa. Pero, a la vez, la teoría de la propiedad de Locke autoriza esta expansión colonial. Para el autor del Tratado sobre el gobierno civil16 y del En- sayo sobre la tolerancia17 , la propiedad es signo distintivo de racionalidad. Nunca antes se había edificado el tema de la razón sobre el proceso de acumulación de capital. Más, con la teoría lockeana, el rico había mostrado su in- teligencia como ‘elegido’, recordando en gran medida los argumentos luteranos y reformistas. Por consiguiente, el derecho al sufragio debía estar sólo en el grupo de quie- nes habían mostrado tal racionalidad. El sufragio censita- rio se va a constituir en el mecanismo esencial para que definitivamente el parlamento sea regido por la clase bur- guesa liberal propietaria de los procesos de la nueva eco- nomía. A partir de estos supuestos en los que se asegura el po- der de la clase ascendente, se observa la radical sustitución de la teología medieval -que había servido para afianzar el poder jerárquico estamental medieval-, por la economía li- beral. El planteamiento metafísico de la ‘mano invisible’ que rige el mercado y equilibra sus leyes, facilita la asimi- lación colectiva de los cambios estructurales que hacen pasar a la sociedad europea de una estratificación esta- mental a un sistema de clases en el que los trabajadores van a ser libres para venderse como mercancías. La econo- mía de mercado levanta no tanto unos mecanismos de in- tercambio cuanto una sociedad de mercado en la que la psicología colectiva interioriza las pautas de la riqueza co- mo el estilo de vida dominante. En el pensamiento hobbesiano-liberal, no obstante, ya están implícitas gran parte de las ideas conservadoras y darwinistas del siglo XIX18 . La agudización de los proce- sos de colonización anglosajona en Asia y África obligará a una exacerbación ideológica. En este sentido, el darwi- nismo social de Herbert Spencer, como se verá más ade- lante, nace como una imperiosa necesidad de argumentar ‘lógicamente’ en defensa de la venta de esclavos y del trá- fico de estos. La división entre ‘razas superiores’ y ‘razas inferiores’ recuerda en sus argumentos el tipo de discurso expuesto en el Leviatán19 de Hobbes. Tres siglos fueron necesarios para el ascenso y triunfo del modelo económico de la preeminencia del mercado sobre el Estado. Durante estos tres siglos, el proceso de acumulación corrió paralelo con un tipo de Estado que garantizaba a través de la legalidad jurídica y de las fuer- zas de control, el flujo de los intercambios mercantiles. La quiebra que en el siglo XX va a experimentar este mode- lo, determina la aparición de los fascismos y del nazismo como fases superiores de la valoración privada de capital, tal y como han subrayado los estudiosos de la economía de los totalitarismos20 . De esta forma, tras el final de la Se- gunda Guerra Mundial, será imprescindible para la conti- nuidad del modelo económico liberal el evitar los errores que habían conducido a una catástrofe histórica y de con- ciencia colectiva sin precedentes. El keynesianismo resulta ser la reformulación de una economía liberal estructurada sobre la demanda y que lleva a cabo una redistribución económica mediante un sistema de impuestos y unas po- líticas económicas de carácter social. Se entra en un momento en el que se suavizan las con- diciones de valorización del capital. La institucionaliza- ción del Estado social y de derecho será un logro lógico tras la situación de catástrofe que supuso el conflicto bélico. Los casi cincuenta millones de muertos que ha conllevado la guerra no pueden ser olvidados retornando al estado de cosas anterior. Al contrario, el Estado del Bienestar tiene que ser entendido como una reparación de guerra por par- te de las élites a la comunidad. Mas, la economía de de- manda con la que Keynes busca eliminar el conflicto y la imposibilidad de nuevas revoluciones, evoluciona hacia una acentuación del sistema de clases que, paradójicamen- te, se va a denominar como "sociedad de masas". Para el teórico alemán Theodor W. Adorno, ese concepto de ‘ma- 16 Locke, J.: Tratado sobre el gobierno civil. Alianza, Madrid, 1984. Una recapitu- lación del contractualismo inglés en: Hill, Ch.: Los orígenes intelectuales de la re- volución inglesa. Ariel, Barcelona, 1979. 17 Locke, J.: Ensayo sobre la tolerancia. Tecnos, Madrid, 1987. 18 Ver, Bottomore, T. y Nisbet, R.: Historia del análisis sociológico. Amorrortu, Buenos Aires, 1988. págs. 105-146. 19 Hobbes, Th.: Leviatán. Alianza Universidad, Madrid, 1995. Un análisis clásico el de Tönnies, F.: Thomas Hobbes. Alianza Universidad, Madrid, 1993. 20 Neuman, F.: Behemoth. Oxford University Press, Nueva York, 1966.
  • 25. 24 Paideia • TEORÍA L o s n u e v o s p r o c e s o s d e d e p e n d e n c i a sas’ tendrá un uso ideológico ya que con él se ocultan las diferencias en los estilos de vida y de consumo entre los diversos sectores de clase y subclases sociales21 . Sin embargo, es un hecho que a lo largo de las décadas de los años sesenta y setenta se produce una expansión económica que repercute en el asentamiento de derechos para toda la población y entre estos derechos los de sanidad, educación, seguros de vejez e incapacidad serán representativos de un concepto de legitimidad fundado en una redistribución económica a partir de impuestos progresivos y generalizados. Este panorama se altera, precisamente, desde mediados de los años seten- ta y, sobre todo, se transforma radicalmente tras la caída de los países del blo- que soviético, aunque a lo largo de la década de los ochenta iban tomando forma las tendencias que conducirían al paso del capitalismo social al capitalis- mo neoliberal. En su artículo Neoliberalismo y globalización: Notas para una demarcación de fronteras y de políticas alternativas, Jaime Osorio comenta: "En la actual economía internacional, que se reorganiza, las franjas del ca- pital que encabezan este proceso reclaman una política económica neoliberal para tales efectos. Sólo en este sentido parece pertinente la noción de 'modelo neoliberal': una política económica que se aplica en muchos países y de ma- nera más o menos simultánea, en tanto modelo o recetario, para provocar transformaciones estructurales... En el marco de la crisis de las políticas económicas y los patrones produc- tivos que han sido englobados en la noción de Estado de Bienestar, las políti- cas neoliberales fueron convocadas, en primer lugar, para hacer frente a agu- dos o crónicos procesos inflacionarios. Su aplicación se hizo en un cuadro de necesidades de cambios estructurales en el campo económico, que se exten- dió posteriormente al terreno político. En este terreno, el neoliberalismo es también un proyecto de refundación societal. Aquí, a los aspectos de política económica y modelo, la noción de neoliberalismo asume -al menos- las propuestas políticas de los que se ha da- do en llamar el pensamiento neoconservador. Al igual que en el campo económico, en donde se le atribuyen al merca- do racionalidades que emergen de la acción de individuos que buscan opti- mizar beneficios, con resultados positivos para el conjunto de la sociedad, el mercado político termina por generar los mejores resultados en términos socia- les, sobre la base de racionalidades individuales que buscan alcanzar 'más' que 'menos', al decir de Buchanan y Tullock. En este nivel el neoliberalismo pone en discusión desde las alianzas de cla- se que sostuvieron a los Estados de Bienestar o simplemente las democracias liberales, hasta los espacios institucionales para realizar acuerdos y dirimir conflictos."22 . El capitalismo neoliberal retorna a los viejos principios y fundamentos de la ideología empirista-liberal del siglo XVII. Sólo que, ahora, el hombre hob- besiano egoísta y competitivo se convierte en un sistema de lucha de todos contra todos generalizado. Es aquí en donde hay que volver a conectar el pa- ralelismo entre liberalismo y justificación de la colonización anglosajona en 21 Adorno, Th. W.: La sociedad. Proteo, Buenos Aires, 1969. págs. 76-91 22 Osorio J.: "Neoliberalismo y globalización: Notas para una demarcación de fronteras y de políticas alterna- tivas", en: VV.: Alternativas de izquierda al neoliberalismo. F.I.M., Madrid, 1996. págs. 89. Perfil de fuego (detalle)