El documento presenta varias leyendas de la ciudad de Riobamba, Ecuador. La primera habla sobre un jinete sin cabeza que se aparecía en las calles de la ciudad. La segunda narra la historia de una estatua de un niño tejedor que giró antes de un terremoto destruyera la ciudad. La tercera cuenta la historia de una viuda que asustaba a hombres infieles disfrazándose de calavera.
SELECCIÓN DE LA MUESTRA Y MUESTREO EN INVESTIGACIÓN CUALITATIVA.pdf
Leyendas del ecuador
1. El descabezado de Riobamba
Una noche, a inicios del siglo pasado, un personaje de ultratumba
apareció en las calles de Riobamba. Quienes lo miraron se quedaron
mudos de espanto. Era un jinete sin cabeza. Todos los habitantes de
la ciudad se guardaban muy temprano para huir de la mala visión,
pero nunca faltan los valerosos que lograron descubrir lo que
escondía detrás del fantasma.
El Agualongo
El 4 de febrero de 1797, un terremoto destruyó gran parte de la zona
central del Ecuador. Se cuenta que antes del desastre se produjeron
hechos misteriosos, como el que les contamos a continuación.
En la plaza central de la villa de Riobamba se levantaba la escultura
de un niño tejedor (agualongo en quichua). Se dice que un día antes
del pavoroso terremoto, hacía un insoportable calor, y muchos se
concentraron en la plaza para descansar. En esos momentos miraron
asombrados cómo la escultura de piedra giraba sobre su propio eje.
Los testigos regresaron a sus casas profundamente contrariados, sin
imaginar que al día siguiente Riobamba desaparecería y que por eso,
el Agualongo quiso verla por última vez.
2. La loca viuda
La Loca Viuda espantaba a los caballeros de vida disipada.
El inicio de esta leyenda urbana se remonta a la época republicana
cuando la ciudad de Riobamba era alumbrada por rudimentarios
faroles que apenas competían con la luz de las velas. La luna llena
completaba el ambiente propicio para los aparecidos y cuentos
tenebrosos.
El protagonista de esta leyenda es Carlos, uno de los tantos bohemios
que gustaba embriagarse en las cantinas y no desaprovechaba la
oportunidad de tener un desliz.
Una de aquellas noches de juerga, al dirigirse a casa, se encontró con
una extraña mujer vestida totalmente de negro y con una mantilla
que le cubría el rostro, que le hizo señas para que la siguiera.
Carlos sin pensarlo dos veces fue tras de la coqueta a lo largo de
varias callejuelas oscuras.
Al llegar a la Loma de Quito, el ebrio le dio alcance.
- “Bonita, ¿dónde me lleva? dijo.
Sin dar más explicaciones, la mujer dio la vuelta y Carlos recibió uno
de los impactos más grandes de su vida porque vio que la cara de la
mujer era la de una calavera.
3. De la impresión, Carlos cayó pesadamente sobre el suelo mientras
invocaba a todos los santos. Logró levantarse y emprendió la carrera
de regreso a casa.
Al llegar, el hombre encontró el refugio en su devota esposa Josefina.
Entendió que la visión fantasmagórica era el castigo por tantas
infidelidades. Y desde entonces se dedicó santamente a su hogar.
Lo que Carlos nunca se enteró es que su esposa estuvo detrás del
“alma en pena”. ¿Qué había sucedido? Después de muchas noches en
vela, Josefina se armó de valor para castigar las continuas
infidelidades de su cónyuge.
Una vecina le aconsejó darle un buen susto. Para el efecto le prestó
una careta de calavera y le recomendó vestirse de negro.
Sin estar segura, pero motivada por su amiga, la señora decidió
hacerlo.
Una noche oscura, se trajeó de negro, se puso la careta y se cubrió
con un velo. Lo sucedido después ustedes ya lo conocen.
La loca viuda fue el remedio para los caballeros que abandonaban el
hogar por una conquista galante. Los años pasaron y aún dicen que la
loca viuda se aparece en las noches…
La misteriosa ciudad oculta en
el
Chimborazo
4. Una misteriosa puerta abre el camino hacia la ciudad dentro del Chimborazo.
Hace muchos años, en el tiempo de las grandes haciendas, había gente
dedicada al servicio de la casa y de las tierras. Los vaqueros eran los
hombres dedicados a cuidar a los toros de lidia que eran criados en las
faldas del volcán Chimborazo.
Juan, uno de los vaqueros, se había criado desde muy pequeño en la
hacienda. Recibió techo y trabajo, pero así mismo, los maltratos del
mayordomo y del dueño.
Una mañana que cumplía su labor, los toros desaparecieron
misteriosamente. Juan se desesperó porque sabía que el castigo sería
terrible. Vagó horas y horas por el frío páramo, pero no encontró a los
toros.
Totalmente abatido, se sentó junto a una gran piedra negra y se echó a
llorar imaginando los latigazos que recibiría.
De pronto, en medio de la soledad más increíble del mundo, apareció un
hombre muy alto y blanco, que le habló con dulzura:
- ¿Por qué lloras hijito?
- Se me han perdido unos toros –respondió Juan- después de
reponerse del susto.
- No te preocupes, yo me los llevé –dijo el hombre- vamos que te los
voy a devolver.
Juan se puso de pie dispuesto a caminar, pero el hombre sonriendo tocó un
lado de la piedra, y ésta se retiró ante sus ojos.
- Sígueme –le ordenó.
Aquella roca realmente era la entrada a una gran cueva. Sin saber
realmente cómo, Juan estuvo de pronto en medio de una hermosa ciudad
escondida dentro de la montaña.
El vaquero miró construcciones que brillaban como si estuvieran hechas de
hielo. La gente era alegre y disfrutaba de la lidia de toros.
5. El hombre alto le entregó los animales, le dio de comer frutas exquisitas, y
como una forma de compensación le regaló unas mazorcas de maíz.
De la misma forma extraña en la que había llegado, pronto estuvo en el
páramo, con los toros y las mazorcas.
Al llegar a la hacienda todos se burlaron de él por lo que consideraban una
influencia del alcohol. Decepcionado, pero a la vez tranquilo por haberse
librado de la paliza, Juan fue a su casa y sacó las mazorcas. Para su
sorpresa eran de oro macizo.
Con este tesoro, el vaquero se compró una hacienda propia y se alejó para
siempre del lugar donde le habían maltratado tanto.
Desde entonces, los campesinos y los turistas tratan desesperadamente de
buscar la entrada a la ciudad del Chimborazo.
El duende de San Gerardo
El maestro universitario César Herrera Paula ha recopilado una serie de
leyendas y tradiciones de nuestra provincia. Una de ellas es la que
contamos a continuación.
En San Gerardo, población del cantón Guano, muy cerca de la ciudad de
Riobamba, Juan trabajaba en un lugar muy distante del centro parroquial.
Para llegar debía atravesar un bosque; salía de su casa a las 8 de la
mañana y retornaba a las 8 de la noche.
Cierta ocasión mientras volvía, creyó escuchar pasos. No dio importancia,
pero más allá escuchó una voz ronca que le dijo:
- No mire atrás… únicamente dame tu cigarrillo.
Así lo hizo y prosiguió su recorrido. Al día siguiente llevó una cajetilla y la
voz nuevamente se dejó escuchar.
De reojo observó que se trataba de un hombre muy pequeñito, portaba un
látigo en su mano, y llevaba en su cabeza un sombrero muy grande.
6. Juan se asustó y corrió desesperadamente. Al llegar a casa comentó lo
sucedido y su madre le aconsejó llevar siempre un crucifijo.
Así lo hizo y al día siguiente, el hombrecillo no le pidió cigarrillos sino que
empezó a castigarle con el látigo.
Juan sacó de su camisa el crucifijo y el enano se esfumó como por encanto.
Esta aparición y otras similares hicieron entender que se trataba del Duende
de San Gerardo.
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viernes, 29 de marzo de 2013
LeyendasGuayaquileñas
LA VIUDA DEL TAMARINDO
GUAYAQUIL Era un tamarindo antiguo que existía donde era la quinta
Pareja. La quinta Pareja quedaba donde es ahora la Clínica Guayaquil. Las
calles exactamente creo que son: Tomás Martínez y General Córdova, en
esa área. En esa época era una finca. No era una quinta. Se llamaba quinta
y era un lugar abandonado y los tunantes, o sea las personas que andaban
tras del trago, iban solos, y en camino a casa, mira*ban una mujer vestida
de negro que parecía muy bella. En ese tiempo no había pues mayor
alumbrado. En*tonces el tunante, pues, éste que estaba, seguía ¿no?
seguía, perseguía a la viuda ésta, a la aparición ésta, y ésta lo llevaba
siempre a un tamarindo añoso lo llevaba allí. Cuando él iba pues, cuando él
llegaba ya casi al pie del tamarindo y luego se volteaba y la viuda había sido
una calavera de la muerte! Una calavera, de decir: itremenda! El tunante
caía echando espuma por la boca.
VICTOR EMILIO ESTRADA Y EL
7. PACTO CON EL DEMONIO
Dice la leyenda que Víctor Emilio Estrada (ex presidente del Ecuador en
1911) era un hombre de fortuna, acaudalado y de sapiencia, todo un
caballero de fina estampa. Las personas de esa época decían que el
caballero había hecho un pacto con el Diablo, y que cuando muriera él
mismo vendría a su tumba a llevárselo. Víctor Emilio Estrada construyó una
tumba de cobre para que el Demonio no invadiera su descanso. Al morir fue
enterrado en su tumba de cobre, una de las más grandes del cementerio de
Guayaquil. El Demonio quiso llevarse su alma al infierno como habían
pactado, pero en vista de que no pudo éste lo maldijo y dejó varios
demonios de custodios fuera de su tumba para que lo vigilaran y no lo
dejaran descansar en paz. Desde ese día Víctor Emilio Estrada no descansa
en paz y todas las noches sale a las 23 horas con su sombrero de copa y su
traje de gala por la puerta uno del famoso cementerio de Guayaquil, a
conversar con las personas que se detienen a coger el bus en la parada.
LA DAMA TAPADA
Se dice que la Dama Tapada, es un ser de origen desconocido que se
aparecía en horas cercanas a la medianoche a las personas que
frecuentaban callejones no muy concurridos. Según las historias relatadas
por muchas personas acerca de estos acontecimientos, una extraña joven
se les aparecía, vistiendo un elegante vestido de la época, con sombrilla,
pero algo muy particular en ella era que llevaba su rostro tapado con un
velo, el cual no permitía que las víctimas la reconocieran. Al estar cerca de
la Dama, se dice que despedía a su entorno una fragancia agradable, y por
ello, casi todos los que la veían quedaban impactados al verla y estar cerca
de ella. Hacía señales para que la siguiesen y, en trance, las víctimas
accedían a la causa pero ella no permitía que se les acercara lo suficiente.
Así, los alejaba del centro urbano y en lugares remotos empezaba a
detenerse. Posteriormente cuando las víctimas se le acercaban a descubrirle
el rostro un olor nauseabundo contaminaba el ambiente, y al ver su rostro
8. apreciaban un cadáver aún en proceso de putrefacción, la cual tenía unos
ojos que parecían destellantes bolas de fuego. La mayoría de las víctimas
morían, algunos por el susto y otros por la pestilente fragancia que
emanaba el espectro al transformarse. Muy pocos sobrevivían y en la
cultura popular los llamaban tunantes. Desde aquellos acontecimientos, hay
quienes dicen que posteriormente aun transita por los callejones por las
noches.
ATAUD AMBULANTE
Por las noches y en los ríos que se juntan para formar elgran Guayas,
frecuentemente se observa un ataúd flotando en las oscuras aguas, con la
tapa levantada y unagran vela en la cabecera que ilumina los dos
cadáveresque yacen en su interior. Ahí descansan los cuerpos de la princesa
Mina y su hijo.Mina fue hija del último de los caciques de los
daulis:Chauma. A sus espaldas, y en contra del parecer de supadre, ella se
enamoró de un español con quien se caso ensecreto. Su padre, al conocer
la noticia, se molestó muchoporque los españoles habían matado a sus
antepasados y despojado a su pueblo de sus tierras. Lleno de ira maldijoa
su hija por casarse con un enemigo y convertirse encristiana. La maldición
de Chauma condenó al espíritu de Mina a no tener descanso después de que
se separara desu cuerpo. Luego de unos días, Mina, abrumada por la
melancolía quele provocó la huida de su casa y al conocer la muerte de
supadre cuando éste se disponía a asaltar la ciudad de Guayaquil, falleció
dando a luz a su primogénito que también nació muerto. Su esposo dio
cumplimiento al último deseo de la princesaque, presintiendo un triste
desenlace, pidió que al morirno la enterrase sino que, colocada dentro de un
ataúd, ladejase en el río con la tapa de la caja levantada. Apenassu esposo
abandonó el ataúd en el río, éste, en vez dehundirse permaneció en la
superficie y partió como unaflecha a la ribera más lejana. Cuando llegó, se
dirigió deinmediato hacia la otra orilla y así indefinidamente, almismo
tiempo que apareció una vela encendida en sucabecera para poder ver los
cadáveres.Desde entonces, ciertas noches, se observa el ataúd porlos ríos
Daule y Babahoyo. Muchos navegantes aseguran haber visto con claridad
los dos cadáveres y una nube demoscas que los rodea, sobre todo en la
noche del 25 defebrero, aniversario del deceso de la princesa, cuando
porúnica vez el ataúd se queda quieto en la superficie delagua ofreciendo a
los curiosos la oportunidad decontemplarlo.
LEYENDA EL JOE
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LeyendasCuencanas
EL CURA SIN CABEZA
"Esta leyenda también es común en varias ciudades interandinas del país;
se cuanta que en otra época vivía un sacerdote de escandalosas
costumbres, que mantuvo relaciones con numerosas beatas. Cuando el cura
murió su cabeza fue cortada y se la llevaron los demonios", manifestó Jorge
Castillo.
Desde entonces, el alma del Cura recorría las calles de Cuenca por las
noches, buscando inútilmente su cabeza. Una versión mas picaresca de la
leyenda asegura que el curita tenia la cabeza en su sitio, pero tan buena era
que, para evitar miradas indiscretas cuando salía a sus andanzas ocultaba el
cráneo bajo un manto, y de este modo se asimilaba a una alta figura
decapitada. El propio sacerdote se encargaba de propagar la versión de
"aparecido" para que sus buenos feligreses se abstuvieran de fisgonear por
las noches.
10. EL FAROL DE LA VIUDA
Se cuenta que en tiempos lejanos una mujer de livianas costumbres solía
verse con su amante por las noches, y que para ir a sus aventuras cargaba
a su pequeño hijo de unos pocos meses de nacido. La chasquivana, una
noche en el que cruzaba el rió Tomebamba, dejo caer a la criatura en las
turbulentas aguas. Desesperada y arrepentida, se proveyó de un "mechero"
o farolito de aceite, con el cual recorría incansablemente los márgenes del
Tomebamba lamentándose por su hijo perdido y buscándole enloquecida. La
afligida mujer murió pronto, pero quedo su espectro, que asustaba a los
cuencanos trasnochadores con sus desgarradores encuentros y el farolito
moviéndose al ras de la orilla del rió.
Castillo indicó que el aposento de esta dama se encontraba por el vado, y
junto a la cruz había la casa del ruido, que según averiguaciones se
imaginaban que eran producidos por un conocido doctorcillo por el día, y
gagon por la noche, que lanzaba piedrecillas a la ventana de su querida y
con flor de labios tenia estas coplas.
Todo lo de mi hija es tuyo…".
11. "Anoche me fui por verte
Por encima del tejado,
Salio tú mama y me dijo:
O esta otra, más impulsiva:
Anoche me fui por verte
Por abajo el canayuyu,
Salio tu madre y me dijo:
EL PERRO ENCADENADO
Este monstruo sobrenatural, no era mas que según la beatas de entonces,
la encarnación del demonio, porque era un perro con cuernos y de sus ojos
nacían ascuas que encandilaban en las tinieblas, y que dios había
consentido que salieran del infierno, para ver asustados un tanto a frailes y
“curuchupas”, que eran el azote de la incipiente sociedad cuencana; y que
eran los transeúntes de las noches, en sus andanzas amorosas.
12. Este enorme animal, arrastraba una pesada cadena por los barrios por los
que andaba y producía un gran estruendo que hacia temblar de los nervios
a quienes lo escuchaban, de tiempo en tiempo emitía un sonido similar a la
de un aullido, eran tan funestos que a veces coincidían con los graznidos de
un búho.
Estos sonidos eran de mal augurio, sobre todo para los campesinos o
indígenas, pues seguro quien los percibía estaba para morir muy pronto,
por lo que un jocoso e ilustre bardo decía:
El búho grazno,
el perro aúlla,
el indio muere;
parece chanza
pero sucede…
13. CHUZALONGO
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LeyendasQuiteñas
ORIGEN DE LAS LEYENDAS
ECUATORIANAS
Las leyendas ecuatorianas en su mayoría tienen su origen en época de la
conquista española.
14. Nace de anécdotas y experiencias de celebres personajes de ese tiempo que
al ser transmitidos de una a otra persona el ingenio popular va dejando sus
huellas hasta convertirla en una historia un tanto real y un tanto ficticia,
que se han ido contando de generación en generación.
LEYENDAS QUITEÑAS
CANTUÑA
Famosa es la leyenda que cuenta cómo el convento de San Francisco de
Quito fue construida por Cantuña mediante pacto con el diablo. Ésta relata
cómo Cantuña contratista, atrasado en la entrega de las obras, transó con
el maligno para que, a cambio de su alma, le ayudara a trabajar durante la
noche. Numerosos diablillos trabajaron mientras duró la oscuridad para
terminar la iglesia. Al amanecer los dos firmantes del contrato sellado con
sangre: Cantuña por un lado, y el diablo por el otro, se reunieron para
hacerlo efectivo.
El indígena, temeroso y resignado, iba a cumplir su parte cuando se dio
cuenta de que en un costado de la iglesia faltaba colocar una piedra; cuál
hábil abogado arguyó, lleno de esperanza, que la obra estaba incompleta,
que ya amanecía y con ello el plazo caducaba, y que, por lo tanto, el
contrato quedaba insubsistente .
15. Ahora bien, la historia, a pesar de haber contribuido al mito, es algo
diferente. Cantuña era solamente un guagua de noble linaje, cuando
Rumiñahui quemó la ciudad. Olvidado por sus mayores en la historia
colectiva ante el inminente arribo de las huestes españolas, Cantuña quedó
atrapado en las llamas que consumían al Quito incaico.
La suerte quiso que, pese a estar horriblemente quemado y grotescamente
deformado, el muchacho sobreviva. De él se apiadó uno de los
conquistadores llamado Hernán Suárez, que lo hizo parte de su servicio, lo
cristalizó, y, según dicen, lo trató casi como a propio hijo. Pasaron los años
y don Hernán, buen conquistador pero mal administrador, cayó en la
desgracia. Aquejado por las deudas, no atinaba cómo resolver sus
problemas cada vez más acuciantes. Estando a punto de tener que vender
casa y solar. Cantuña se le acercó ofreciéndole solucionar sus problemas,
poniendo una sola condición: que haga ciertas modificaciones en el subsuelo
de la casa.
La suerte del hombre cambió de la noche a la mañana, sus finanzas se
pusieron a tal punto que llegaron a estar más allá que en sus mejores días.
Pero no hay riqueza que pueda evitar lo inevitable: con los años a cuestas,
al ya viejo guerrero le sobrevino la muerte. Cantuña fue declarado su único
heredero y como tal siguió gozando de gran fortuna. Eran enormes las
contribuciones que el indígena realizaba a los franciscanos para la
construcción de su convento e iglesia. Los religiosos y autoridades, al no
comprender el origen de tan grandes y piadosas ofrendas, resolvieron
interrogarlo. Tantas veces acudieron a Cantuña con sus inoportunas
preguntas que éste resolvió zafarse de ellos de una vez por todas. El
indígena confesó ante los estupefactos curas que había hecho un pacto con
el demonio y que éste, a cambio de su alma, le procuraba todo el dinero
que le pidiese.
Algunos religiosos compasivos intentaron el exorcismo contra el demonio y
la persuasión con Cantuña para que devuelva lo recibido y rompa el trato.
Ante las continuas negativas, los extranjeros empezaron a verlo con una
mezcla de miedo y misericordia. A la muerte de Cantuña se descubrió en el
subsuelo de la casa, bajo un piso falso, una fragua para fundir oro. A un
costado había varios lingotes de oro y una cantidad de piezas incas listas
para ser fundidas.
EL PADRE ALMEIDA
16. En el convento de San Diego vivía hace algunos siglos un joven sacerdote,
el padre Almeida, cuya particularidad era su afición al aguardiente y la
juerga.
Cada noche, el padre Almeida sigilosamente iba hacia una pequeña ventana
que daba a la calle, pero como ésta se hallaba muy alta, él subía hasta ella
apoyándose en la escultura de un Cristo yaciente. Se dice que el Cristo,
cansado del diario abuso, cada noche le preguntaba al juerguista: "hasta
cuando padre Almeida"…a lo que él respondía: "hasta la vuelta, Señor"
Una vez alcanzada la calle, el joven sacerdote daba rienda suelta a su
ánimo festivo y el aguardiente corría por su garganta sin control
alguno…con los primeros rayos del sol volvía al convento.
Aparentemente, los planes del padre Almeida eran seguir en ese ritmo de
vida eternamente, pero el destino le jugó una broma pesada que le hizo
cambiar definitivamente. Una madrugada, el sacerdote volvía
tambaleándose por las empedradas calles quiteñas rumbo a su morada,
cuando de pronto vio que un cortejo fúnebre se aproximaba. Le pareció
muy extraño este tipo de procesión a esa hora y como era curioso, decidió
ver en el interior del ataúd, y al acercarse observó su cuerpo en el féretro.
17. El susto le quitó la borrachera. Corrió como un loco al convento, del que
nunca volvió a escaparse para ir de juerga.
LA BELLA AURORA
Esta es una de las leyendas más famosas de la ciudad de Quito. Y, según
cuenta la historia, todo empezó en la Plaza de La Independencia cuando allí
aún no existía ningún monumento.
En este lugar vivía Bella Aurora, una hermosa joven que asistió con sus
padres a una corrida de toros.
Según cuentan quienes asistieron a esa corrida, nadie sabe de dónde salió
un toro negro que se acercó a Bella Aurora de manera muy extraña. La
observó fijamente e hizo que la niña espantada se desmayara del miedo.
Sus padres desesperados salieron inmediatamente del lugar, llevándola a su
hogar y pidiendo ayuda a un doctor que no se explicaba el por qué Bella
Aurora no podía reaccionar desde aquel susto.
El toro al no ver a la niña en la Plaza, saltó la barrera dirigiéndose a la casa
1028, donde vivía Bella Aurora.
El animal entró en su casa y lleno de furia tumbó la puerta de su habitación.
La joven, que aún continuaba en un estado de nervios, solo alcanzó a gritar
y él la embistió, acabando con su vida.
Hasta ahora nadie sabe de dónde salió ese extraño toro y por qué atacó a la
niña. Al parecer ese será un mito que nunca podremos descubrir.
18. EL GALLO DE LA CATEDRAL
Había una vez un hombre muy rico que vivía como rey. Muy temprano en la
mañana comía el desayuno. Después dormía la siesta. Luego, almorzaba y, a la
tarde, oloroso a perfume, salía a la calle. Bajaba a la Plaza Grande. Se paraba
delante del gallo de la Catedral y burlándose le decía: ¡Qué gallito! ¡Qué disparate
de gallo!
Luego, don Ramón caminaba por la bajada de Santa Catalina. Entraba en la tienda
de la señora Mariana a tomar unas mistelas. Allí se quedaba hasta la noche. Al
regresar a su casa, don Ramón ya estaba coloradito. Entonces, frente a la Catedral,
gritaba: ¡Para mí no hay gallos que valgan! ¡Ni el gallo de la Catedral!
Don Ramón se creía el mejor gallo del mundo! Una vez al pasar, volvió a desafiar al
gallo: ¡Qué tontería de gallo! ¡No hago caso ni al gallo de la Catedral!
En ese momento, don Ramón sintió que una espuela enorme le rasgaba las piernas.
Cayó herido. El gallo lo sujetaba y no le permitía moverse. Una voz le dijo:
- ¡Prométeme que no volverás a tomar mistelas!
19. - ¡Ni siquiera tomaré agua!
- ¡Prométeme que nunca jamás volverás a insultarme!
- ¡Ni siquiera te nombraré!
- ¡Levántate, hombre! ¡Pobre de ti si no cumples tu palabra de honor!
- Gracias por tu perdón gallito.
Entonces el gallito regresó a su puesto.
Cuentan quienes vivieron en esos años, que don Ramón nunca más volvió a sus
andadas y que se convirtió en un hombre serio y responsable. Además dicen
algunas personas que el gallito nunca se movió de su sitio, sino que los propios
vecinos de San Juan, el sacristán de la Catedral, y algunos de los amigos de don
Ramón, cansados de su mala conducta, le prepararon una broma para quitarle el
vicio de las mistelas.