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La ira es un veneno que uno toma esperando que muera el otro.
William Shakespeare
Definición de ira. Localización de la ira en el cerebro. Influencias del
aprendizaje. Modificaciones y tolerancia. Trastornos comunes. Tratamiento a
estas reacciones
Julio. 2017
INTRODUCCIÓN
Definir y conceptualizar la ira con precisión se convierte en un trabajo básico y
primordial para la investigación de esta emoción, puesto que como recuerda Berkowitz
(1999; Berkowitz y Harmon-Jones, 2004), el termino de ira ha tenido múltiples
significados en la investigación psicológica, al igual que en el lenguaje cotidiano,
refiriéndose tanto a sentimientos, como a reacciones corporales o fisiológicas, o como
a actitudes hacia otras personas.
A pesar de todo ello, parece consolidado entender la ira como una de las
emociones básicas, y así está asumido por la gran mayoría de autores (p.ej. Ekman,
1984; Frijda, 1986; Izard, 1977; Plutchik, 1980; Weiner, 1986).
Al tratarse de una emoción, el estudio de la ira se ve sujeto a las características
que definen las respuestas emocionales, y por ello es necesario, antes de definir la ira,
reconocer, al menos brevemente, en qué términos podemos conceptualizar y entender
una emoción.
En este sentido, el afecto, o la estructura afectiva de las emociones se convierte
en un elemento fundamental del análisis científico de las mismas. La expresión facial
de ira ha sido definida con una alta precisión hasta el punto de permitir el desarrollo de
una importante línea de investigación en relación a la detección de expresiones
emocionales de ira como amenazantes y su procesamiento, a través del paradigma
“face-in-the-crowd” (Hansen y Hansen, 1988, 1994; Öhman, Flykt y Lundqvist, 1996).
La expresión facial de ira ha sido descrita en muchos estudios, y se ha llegado a
encontrar en bebés de cuatro y hasta de dos meses (Stenberg y Campos, 1990; Sullivan
y Lewis, 1993). Sin embargo, parece que a medida que se avanza en el desarrollo de la
persona y aumenta la complejidad de la relación de la persona con el ambiente, la ira
estará elicitada en mayor medida por variables relacionadas con la interpretación que
se hace de los eventos o de las situaciones, como, por ejemplo, las valoraciones sobre
la violación de normas, o las atribuciones de responsabilidad hacia otros (Mascolo y
Griffin, 1998).
DEFINICIÓN DE IRA.
La ira es una emoción que nos acompaña a lo largo de nuestra vida. No en vano,
la ira siempre está presente en situaciones de conflicto, ya sean con otros o con nosotros
mismos y puede oscilar desde una leve irritación hasta el más profundo de los odios.
Cuando percibimos que somos tratados injustamente, cuando nos sentimos
heridos o cuando vemos dificultada la consecución de alguna meta importante,
sentimos ira. Sentir esta emoción en estas circunstancias nos predispone a la acción en
un intento de protegernos de aquello que nos hace daño y que es el origen de esta
emoción.
Parte de la psicología que estudia los fenómenos psíquicos y las leyes que los
rigen utilizando los métodos de la fisiología. La rama de la psicología fisiológica (o
psicofisiología) se desarrolló a partir de la psicología.
El hecho de que la ira haya tenido distintos significados y conceptualizaciones
en la investigación psicológica nos obliga, tanto a buscar aquellos elementos comunes
a las distintas aproximaciones que se han realizado a esta emoción, como a diferenciar
también la ira de otras respuestas cercanas o similares que en ocasiones obstaculizan el
estudio de esta emoción.
Desde que Lang (1968) extendiese el triple sistema de respuesta emocional, ha
habido una tendencia a considerar todas las emociones desde una óptica que nos
permite agrupar los diferentes elementos que las forman en tres grupos: elementos más
cognitivos, ideacionales o pensamientos; elementos fisiológicos, somáticos o
corporales; y elementos más conductuales, motores o acciones concretas.
Este hecho permite ver como las aproximaciones y definiciones realizadas sobre
la emoción de la ira por diferentes autores, están marcadas por el énfasis que se dé a
uno u otro sistema de respuesta; en la ya clásica revisión sobre definiciones de ira que
llevó a cabo Diamond (1982) esto se puede comprobar fácilmente.
Una de las definiciones más amplias y desde las que más fácil resulta entender la
ira es la dada por Izard (1977, 1991) que como ya se ha visto la describe como una
emoción primaria que se presenta cuando un organismo es bloqueado en la consecución
de una meta o en la obtención o satisfacción de una necesidad.
Tanto Izard (1993) como Danesh (1977) o Berkowitz (1993a, 1999), parten de
que el organismo responde ante la percepción de una amenaza con un impulso de
ataque, que sería la ira, o con un impulso de huida, más relacionado con el miedo y la
ansiedad. Esta idea, sin embargo, puede ser matizada si recordamos el planteamiento
de Rothenburg (1971) en el que en organismos superiores, la ira ocurrirá en contextos
de relaciones significativas y ha de tener un significado comunicacional.
Así, la ira, para autores como Averill (1982), es una respuesta emocional que se
da de acuerdo a un rol social y que cumple una función en ese sistema social.
Entre las definciones pioneras de la ira se encuentran la ofrecida por Buss (1961),
que incluye factores faciales-esqueléticos y autonómicos en la definición de la ira; la
dada por Feshbach (1964) en la que la ira es un estado indiferenciado de activación o
arousal emocional; o la dada por Kaufman (1970) que la ve como un estado de
activación física que coexiste con actos fantaseados o intencionados y que culmina con
efectos perjudiciales para otras personas.
Estas primeras definiciones de la ira ponían especial énfasis en los síntomas
fisiológicos, consiguiéndose desde entonces alcanzar una buena descripción de la ira
en lo relativo a los cambios fisiológicos que acompañan a esta respuesta emocional.
Algunos estudios transculturales (ver Scherer, Wallbott y Summerfield, 1986; Scherer
y Wallbott, 1994) muestran la estabilidad de un conjunto de síntomas fisiológicos como
son, el arousal displacentero, el “sentirese caliente”, la tensión muscular o el
incremento de la presión aarterial, si bien es cierto que el peso de estos síntomas podía
variar de unos países a otros (Rimé y Giovannini, 1986).
En la última década (Berkowitz, 1999) hay un importante acuerdo en la
descripción de los síntomas fisiológicos de la ira (ver Cacioppo, Berntson, Larsen,
Poehlmann e Ito, 2000) remarcándose la activación del sistema simpático, lo que
favorece un substancial incremento de la frecuencia cardiaca, y un importante
incremento de la tensión muscular.
Estos síntomas son también característicos del miedo, aunque según Berkowitz
(1999) se dan en menor proporción en la ira, que se diferenciaría también
fisiológicamente del miedo en el hecho de que típicamente la ira es descrita como un
sentimiento “caliente” mientras que el miedo se experimenta como una experiencia
más fría..
La definición y conceptualización de la ira ha estado sujeta a las limitaciones
derivadas del campo y perspectiva teórica desde la que se realizaba la aproximación al
fenómeno emocional de la ira, sin embargo su estudio desde una perspectiva básica, es
amplio y fructífero habiéndose conseguido delimitar sus características tanto a nivel
fisiológico como cognitivo y también a nivel conductual, diferenciándola de otras
respuestas emocionales como la frustración o conductuales como la agresividad.
En este sentido la ira se puede entender como una respuesta emocional
caracterizada por una alta activación a nivel simpático, vinculada a una estructura
cognitiva de daño y atribucionalidad externa para el mismo, que favorece conductas de
ataque pero ante la que el individuo puede poner en marcha distintas estrategias de
afrontamiento que le permitan controlar su expresión y su experiencia.
Todos sabemos lo que es la ira, y todos la hemos sentido, ya sea como una
molestia pasajera o como un sentimiento de rabia en toda regla.
La ira es una emoción humana completamente normal y, en ocasiones, resulta
adaptativa. Pero cuando escapa a nuestro control y se vuelve destructiva, puede
conducirnos a situaciones problemáticas; en el trabajo, en las relaciones personales,
etc. Afecta a la calidad global de nuestra vida y nos puede hacer sentir como si
estuviéramos a merced de una emoción impredecible y poderosa. Este artículo está
destinado a ayudarnos a entender y controlar la ira.
¿Qué es la ira?
La naturaleza de la ira
La ira es “un estado emocional que varía en intensidad desde una leve irritación
a la furia y la rabia intensa”, según Charles Spielberger, psicólogo especializado en el
estudio de la misma. Al igual que otras emociones, está acompañada de cambios
fisiológicos y biológicos, y cuando alguien se enoja, su frecuencia cardíaca y su presión
arterial aumentan, al igual que los niveles hormonales, en especial los de adrenalina y
noradrenalina.
La ira puede ser causada por los estímulos externos e internos. Nos podemos
enfadar con una persona específica (un compañero de trabajo o supervisor), un
acontecimiento (un atasco de tráfico, un vuelo cancelado), o el enfado puede ser
causado por preocuparse o meditar acerca de nuestros problemas personales. Los
recuerdos de eventos traumáticos también pueden provocar sentimientos de rabia.
LOCALIZACIÓN DE LA IRA EN EL CEREBRO.
La inducción de emociones genera cambios profundos en el sistema nervioso
autónomo y en el sistema endocrino. Se altera también la actividad cerebral, en especial
en los lóbulos frontales y temporales. Tal como Charles Darwin (1809-1882) ya señaló,
cada una de las seis emociones básicas, felicidad, tristeza, sorpresa, aversión (asco),
miedo e ira, se acompaña de patrones de respuesta fisiológica específicos.
Así, en el caso concreto de la ira, la respuesta fisiológica se caracteriza por un
incremento de la frecuencia cardiaca y la tensión arterial sistólica, además de un
aumento de la resistencia vascular periférica, de modo que la tensión arterial diastólica
sube (al contrario de lo que sucede con el miedo). En el sistema neuroendocrino, el
efecto de la ira y de la agresión ofensiva (en humanos y en primates no humanos)
supone unos niveles altos de testosterona (hormona vinculada a la conducta agresiva y
dominante), así como niveles bajos de cortisol.
Ya en el sistema nervioso central, destaca la actividad cerebral asimétrica de los
lóbulos frontales que se produce cuando experimentamos emociones. En este contexto,
existen dos modelos conceptuales. Por un lado, el modelo de valencia emocional, según
el cual la región frontal izquierda del cerebro se halla implicada en la experiencia de
emociones positivas, mientras que la región frontal derecha se relaciona más con las
emociones negativas.
El segundo modelo, de dirección motivacional, vincula la región frontal izquierda
con la experiencia de emociones que provocan el acercamiento, y la región frontal
derecha con las emociones que incitan a la retirada. En general, las emociones
positivas, como la felicidad, se asocian con una motivación de acercamiento; las
negativas, como el miedo o la tristeza, con la retirada. Sin embargo, al experimentar
ira, ambos modelos entran en contradicción.
Desde la perspectiva de las últimas propuestas del modelo de Scherer (1999a) a
partir de su ya clásico sistema de chequeos de evaluación de estímulos, la ira aparece
relacionada de la siguiente forma con sus dimensiones de valoración. En cuanto a la
dimensión de evaluación de la novedad, la ira presentaría una alta sorpresividad, y una
baja familiaridad y baja predictibilidad.
El placer intrínseco no se presenta como una dimensión relevante en la ira, pero
sí la facilitación de metas, destacando que la situación es evaluada como un obstáculo,
altamente probable y urgente. En lo referente a la dimensión que evalúa el potencial de
afrontamiento Scherer destaca que el agente causal es otro y el motivo es intencionado.
En la ira, además, el evento ante el que se da esta respuesta emocional es valorado
como incompatible con los estándares externos y también internos. En definitiva,
Scherer (1997) entiende que la ira aparece provocada por eventos valorados como
obstáculos en la consecución de metas, como inmorales y muy injustos, y causados por
otros.
De allí que, la corteza prefrontal ejecuta la memoria activa y el recuerdo es el
punto en el que se unen las sensaciones y emociones. Cuando el circuito límbico, que
converge en la corteza prefrontal, se encuentra sometido por la perturbación, queda
afectada la eficacia de la memoria activa: no podemos pensar correctamente.
Por otra parte, consideramos el papel que ejerce la motivación positiva (el
ordenamiento de los sentimientos de entusiasmo, celo y confianza) en los logros.
Estudios realizados en atletas olímpicos, músicos de nivel mundial y grandes maestros
de ajedrez, demuestran que el rasgo que los une es la capacidad de motivarse ellos
mismos para llevar a cabo una rutina de entrenamiento implacable
INFLUENCIAS DEL APRENDIZAJE.
Cuando estamos bajo la influencia de la ira tendemos a actuar impulsivamente,
nos cuesta pensar con claridad. Por lo tanto, el grado en que los trastornos emocionales
puedan interferir la vida mental no es nada nuevo para los profesores. Los alumnos que
se sienten ansiosos, enfurecidos o deprimidos no aprenden; la gente que se ve atrapada
en esos estados de ánimo no asimila la información de manera eficaz ni la maneja bien.
La emociones desagradables poderosas (ira, ansiedad, tensión o tristeza) desvían
la atención hacia sus propias ocupaciones interfiriendo el intento de concentración en
otra cosa. Cuando las emociones entorpecen la concentración lo que ocurre es que se
paraliza la capacidad mental cognitiva que los científicos llaman “memoria activa”, la
capacidad de retener en la mente toda la información que atañe a la tarea que estamos
realizando. La memoria activa es una función ejecutiva por excelencia en la vida
mental, que hace posible todos los otros esfuerzos intelectuales, desde pronunciar una
frase hasta de desempeñar una compleja proposición lógica.
Es fácil comprender la relevancia y las implicaciones que la ira tiene si,
atendiendo a las funciones que cumple, valoramos los riesgos que posee una frecuencia
o una intensidad de la experiencia de ira que no se ajuste a las condiciones del ambiente.
La razón parece estar desde los primeros años de la escuela, los niños asiáticos
trabajan más arduamente que los blancos. Se descubrió, luego de un estudio de más de
10.000 alumnos de secundaria, que los norteamericanos de origen asiático dedicaban
un 40% de tiempo más que otros alumnos a las tareas escolares:
“Entre los asiáticos la actitud es que si no se desempeña bien lo que debe
hacer es estudiar hasta altas horas de la noche, y si aun así, no obtiene
resultados, debe levantarse temprano para estudiar. Creen que cualquiera
puede desempeñarse bien en la escuela si hace el esfuerzo adecuado”
(Goleman, 105, 1998).
En resumen, una férrea ética cultural con respecto al trabajo se traduce en mayor
motivación, celo y persistencia: una ventaja emocional.
Ira y la inteligencia emocional
La ira como todas las demás emociones es una reacción compleja en la que se
ponen en funcionamiento tres tipos de respuestas.
La primera es una respuesta corporal, en la que nuestro cuerpo se activa para la
defensa o el ataque. Nuestro ritmo cardiaco aumenta al igual que nuestra respiración se
acelera, nuestros músculos se tensan y el flujo sanguíneo se dispara preparándonos para
actuar ante una amenaza percibida.
Cuando este estado de excitación permanece estamos más predispuestos a actuar
de forma impulsiva llegando a emitir conductas agresivas.
La segunda es una respuesta cognitiva, es decir, depende de nuestra manera de
interpretar las situaciones. Cuando estamos inmersos en una situación, esta por si sola
no tiene ningún valor emocional, es la valoración personal que hacemos de ella la que
le confiere un significado. De esta manera, las emociones están en función de nuestros
pensamientos, así que cuando interpretamos una situación como un abuso, una
injusticia, una falta de respeto o como un obstáculo para conseguir una meta, sentimos
ira.
Una revisión de los estudios que sobre este tipo de tratamientos se han publicado
en los últimos veinticinco años muestra la eficacia de algunas intervenciones, en
formato de programa, realizadas con niños de infantil y primaria (Mytton, DiGuiseppi,
Gough, Taylor y Logan, 2004).
Esta revisión evidencia como los programas de tratamiento pueden centrarse,
además de en la propia conducta agresiva, en la respuesta emocional de ira,
coincidiendo, de hecho, que los programas que añaden a la agresión la ira como
objetivo de tratamiento son algunos de los que mejores resultados presentan en las
escuelas de primaria.
Algunos de estos programas se apoyan en técnicas muy diferentes y, así, mientras
que el trabajo de Oldfield de 1982 conseguía buenos resultados basando su intervención
fundamentalmente en técnicas de desactivación como la meditación y el uso de horarios
conductuales, otros programas han utilizado técnicas propias de la terapia
cognitivoconductual, en un formato de sesiones clínicas con grupos reducidos de niños,
y en las que fundamentalmente se aprendía a controlar la ira (Sukhodolsky, Solomon y
Perine, 2000).
En este sentido, las implicaciones que la alta respuesta de ira tiene, por ejemplo,
para la salud han sido identificadas en un amplio número de problemas orgánicos
(véase Suinn, 2001), y de forma más relevante en los trastornos cardiovasculares
(Palmero, Díez y Breva, 2001; Siegman y Smith, 1994), pero también en otras
trastornos como el cáncer, las úlceras, el tabaquismo o la soriasis (Johnson, 1990), o
enfermedades que cursan con dolor crónico, como la artritis reumatoide, enfermedad
además autoinmune (Burns, 1997; Huyser y Parker, 1999).
También en el ámbito de la psicopatología la ira se presenta como relevante y, a
pesar de no contar con un trastorno específicamente vinculado a ella, se muestra como
un indicador importante de otros trastornos afectivos, como los de tipo depresivo (véase
Beck, 1976).
Por tanto, en la medida en que nuestras emociones entorpecen o favorecen
nuestra capacidad para pensar y planificar, llevar a cabo el entrenamiento con respecto
a una meta distante, resolver problemas y conflictos; definen el límite de nuestra
capacidad para utilizar nuestras habilidades mentales innatas y así determinar nuestro
desempeño en la vida.
Y en la medida en que estamos motivados por sentimientos de entusiasmo y
placer con respecto a lo que hacemos – o incluso por un grado óptimo de ansiedad –
esos sentimientos conducen a logros.
Es en este sentido que la Inteligencia Emocional, como rectora en el manejo de
la emociones, es una aptitud superior, una capacidad que afecta profundamente a todas
las otras habilidades, facilitándolas o interfiriéndolas.
MODIFICACIONES Y TOLERANCIA.
Tolerancia y Estrategias para regular la ira
Lo que se espera es que cuando los alumnos alcancen el estado de flujo gracias
al aprendizaje se sentirán estimulados a aceptar desafíos en nuevas áreas. En un sentido
más general, el modelo del estado de flujo sugiere que idealmente alcanzan el dominio
de una habilidad o conjunto de conocimientos con naturalidad, mientras el alumno es
atraído a aspectos que los comprometen espontáneamente y que en esencia son de su
agrado y dado que es necesario forzar límites de la propia capacidad para sostener el
estado de flujo, esto se convierte en un motivador esencial para hacer las cosas cada
vez mejor.
En síntesis, buscar el estado de flujo a través del aprendizaje es una forma más
humana, más natural y muy probablemente más eficaz de ordenar las emociones al
servicio de la educación.
Expresar la ira
La manera instintiva, natural de expresar ira es responder agresivamente. La ira
es una respuesta natural, de adaptación a las amenazas. Inspira numerosos sentimientos
y comportamientos, a menudo agresivos, que nos permiten luchar y defendernos
cuando somos atacados. Una cierta cantidad de ira, por lo tanto, es necesaria para
nuestra supervivencia.
Por otra parte, no podemos atacar físicamente a toda persona u objeto que
nos irrita o molesta. Las leyes, las normas sociales, y el sentido común marcan los
límites a los que nuestro enojo nos puede llevar.
Las personas utilizamos una variedad procesos conscientes e inconscientes para
lidiar con nuetros sentimientos de ira. Principalmente utilizamos la expresión de
sentimientos, la represión y autocalmarnos. Expresar los sentimientos de enojo de una
forma asertiva, no agresiva , es la forma más sana de expresar la ira. Para ello,
tenemos aprender a dejar claro cuáles son nuestras necesidades, y cómo obtenerlas, sin
lastimar a otros. Ser asertivo no significa ser agresivo o exigente, sino que significa
tener respeto a uno mismo y a los otros.
La ira puede ser suprimida, o redirigida. Esto sucede cuando la reprimimos , y
dejamos de pensar en nuestro enfado, cenrándonos en algo positivo. El objetivo es
inhibir o reprimir el enojo y convertirlo en un comportamiento más constructivo. El
peligro en este tipo de respuesta es que si no se permite su expresión externa, la ira
puede volverse hacia nuestro interior. La ira hacia adentro puede causar
hipertensión, presión arterial alta o depresión.
El enojo no expresado puede crear otros problemas. Puede conducir a
expresiones patológicas de la ira, como el comportamiento pasivo-agresivo
(vengarse de personas indirectamente, sin decirles por qué, en lugar de enfrentarlos de
frente) o una personalidad que parece perpetuamente cínica y hostil. Las personas que
están constantemente insultando a otros, o criticando todo y haciendo comentarios
cínicos no han aprendido a expresar su ira de manera constructiva. No es sorprendente,
no es probable que tengan muchas relaciones exitosas.
Por último, uno puede calmarse por dentro. Esto significa no sólo controlar su
comportamiento exterior, sino también controlar tus respuestas internas, tomando
medidas para reducir su ritmo cardíaco, calmarse y dejar que desaparezcan los
sentimientos.
Para que nada ni nadie salga lastimado.
Manejo de la Ira
El objetivo del manejo de la ira es reducir sus sentimientos emocionales y el
despertar fisiológico que provoca. Cuando usted no puede quitarse de encima, o evitar,
las cosas o las personas que a usted le enfurecen, ni se pueden cambiar, usted puede
aprender a controlar sus reacciones.
Buscar la causa de nuestro enfado y expresarlo de manera adecuada.
Aprender a identificar que nos molesta es la primera acción a tener en cuenta
cuando estamos enfadados. Una vez reconocida la causa es positivo expresarla de
manera eficaz utilizando argumentos honestos y sinceros, en vez de amenazas o
insultos.
Trabajar la empatía.
La hostilidad se genera por la interpretación de las situaciones. Es necesario
ponerse en la piel del otro para entender la situación de forma objetiva para poder
evaluar la situación desde otra perspectiva.
Practicar el respeto.
Nuestras reacciones de ira vienen dadas por la percepción de falta de respeto.
Exigir respeto hacia uno mismo no es incompatible con respetar a los demás.
No ceder al resentimiento.
Si tenemos ira sin resolver, cualquier pequeño inconveniente, puede hacer que
estallemos en ira. Por lo que es fundamental resolver problemas del pasado para que
no estén presentes en nuestro día a día.
Practicar técnicas de relajación.
Ya sea respiración, meditación, pasear, pintar, escuchar música o cualquier
actividad, que nos ayude a desviar nuestra atención de los pensamientos que alimentan
la ira.
Poner distancia.
Si notamos que nuestra ira va en aumento, es positivo poner distancia con la
situación, ya sea abandonando el lugar donde estemos o tomarnos un momento para
"contar hasta 10" y relajarnos. Esto nos ayudará a calmarnos, a ver las cosas desde otra
perspectiva más realista y por tanto a buscar soluciones positivas a la situación.
No acostumbra a ser eficaz en la regulación de la ira:
-Rumiar el asunto dándole vueltas, ya que genera más ira.
-Desfogar la ira; las explosiones suelen reforzar el círculo vicioso de la ira,
estimulándola.
-Imponer calma a la persona airada, cuando la ira está en pleno apogeo suelen
reforzar el enfado.
-Negar la ira ("no, si no estoy enfadado").
-No darse permiso para sentir enojo y sentir culpa o vergüenza por experimentar
esta emoción.
-Rebelarse contra este sentimiento intentando taparlo.
TRASTORNOS COMUNES. TRATAMIENTO A ESTAS REACCIONES
Un trastorno mental cuyos síntomas incluyen arremeter verbalmente de manera
agresiva o violenta, se ha encontrado que es casi dos veces más común de lo que se
pensaba. La investigación ha generado un debate dentro de la comunidad psicológica,
acerca del diagnóstico de una enfermedad mental cuyos síntomas se solapan con la
normal conducta humana, así como con los síntomas de otros trastornos.
El trastorno explosivo intermitente (TEI), se caracteriza por la pérdida de control
y la reacción exagerada al estrés, se reconoció por primera vez en 1980, por la
Asociación Psiquiátrica Americana. Ahora, que el Manual diagnóstico y estadístico de
trastornos mentales (DSM), que es el libro que utilizan los psicólogos para hacer
diagnósticos, es objeto de evaluación y revisión, algunos están pidiendo utilizar nuevos
criterios para identificar los trastornos relacionados con el TEI y otros.
La próxima edición del libro, el DSM-V, está previsto lanzarse para mayo de
2013, casi 20 años después de la última edición, el DSM-IV se publicó en 1994.
"El TEI es un trastorno del comportamiento que supone una condición
médica, de la misma manera que el trastorno por depresión o el de pánico
no es, simplemente, una "mala conducta", señaló Emil F. Coccaro, profesor
de psiquiatría y neurociencia de la conducta de la Universidad de Chicago.
"El comportamiento agresivo se encuentra bajo la influencia genética y se
propaga en las familias."
¿Cómo es de común?
No está claro cuántas personas padecen de TEI. El DSM-IV indica que "falta
información fiable, pero el trastorno explosivo intermitente es aparentemente raro." Sin
embargo, no todos piensan igual.
Un estudio de 2004 de 253 residentes en Baltimore, estima que un 4% de las
personas han desarrollado este trastorno en algún momento de sus vidas. Sin embargo,
según un estudio de 2006, publicado en la revista Archives of General Psychiatry,
"dependiendo de cómo se define en términos generales, este trastorno afecta a casi un
7,3% de adultos, o 16 millones de estadounidenses, en sus vidas."
La razón de que se encontrara con casi dos veces más prevalencia que otros,
apuntó Coccaro, se debió en parte a las zonas grises en las directrices de diagnóstico.
"Este trastorno se diagnostica con menos frecuencia", dijo Coccaro. "Los
cambios propuestos apuntan a que se diagnostique de manera más correcta."
El problema con los criterios actuales, es que no delimitar claramente el
nivel de gravedad o la frecuencia de los brotes de agresividad que definen
el TEI.
"Según los criterios escritos, con sólo tres brotes de agresividad en la vida a
uno ya se le podría diagnósticar", continuó Coccaro. "Sin embargo, las
personas con sólo unos pocos arrebatos agresivos en su vida no se ven tan
diferentes de otras personas. Realmente es necesario que sean arrebatos
mucho más frecuentes y del gradiente de gravedad de las agresiones".
Según Coccaro, los criterios deben exigir que una persona haya tenido tres
episodios que comprendan el asalto físico contra otras personas o la destrucción de
propiedades a lo largo de un año, con un grado de agresividad "groseramente
desproporcionado" a la situación. Además, el comportamiento agresivo no debiera
estar comprometido en alcanzar una meta lógica, como la consecución del dinero de
alguien.
Los criterios también deben escribirse para que los médicos, en su diagnóstico de
TEI predan descartar los ataques de cólera, como se les llama a veces, por no estar
relacionados con otros trastornos mentales que también implican problemas de control
de impulsos, como el trastorno de personalidad antisocial, trastornos de conducta y
esquizofrenia.
Los ataques de ira
De acuerdo con los criterios actuales, una “explosión" se produce cuando una
persona con TEI se enfurece y no puede resistir sus impulsos agresivos. Estas personas
pueden golpear o lastimar a otra persona, amenazan con hacerle daño a alguien, o
destruir sus propiedades, según el DSM-IV.
Por lo general, estas personas perciben un menosprecio cuando no se les entiende
y "estallan", o cuando se frustran por algo, o son rechazados, y "explotan'", apunta
Coccaro.
Durante un ataque de ira, una persona con TEI, expresa un grado de hostilidad,
manifiestamente desproporcionada, en relación con cualquier súbito factor estresante
psicosocial. El comportamiento explosivo es a menudo precedido por una sensación de
tensión y seguido inmediatamente por una sensación de alivio. Después del episodio,
dicha persona puede sentirse perturbado, llen dae remordimientos, arrepentido o
avergonzado por su comportamiento agresivo, según el DSM-IV.
La furia al volante, el maltrato doméstico y las explosiones de ira o rabia, que
implican tirar o romper objetos pueden ser signos de TEI, según la Clínica Mayo. De
acuerdo con Coccaro y otros investigadores, el tratamiento de TEI puede implicar
medicamentos, como el Prozac, y una psicoterapia para ayudar a controlar los impulsos
agresivos. Se ha demostrado que las personas con este trastorno responden
positivamente a una combinación de ambos.
La mejora de los criterios puede incrementar aún más el número de
personas diagnosticadas con este trastorno.
"Los criterios del DSM-III y del IV se establecieron pobremente, lo que alentó a
los médicos a esquivar el diagnóstico si el paciente parecía ser de talante general
impulsivo o agresivo", dijo Coccaro.
Más allá del TEI
Unas directrices de diagnóstico confusas o inexactas no son tan comunes como
solían ser en el DSM, añadió Coccaro, pero todavía existen. A medida que se hace más
investigación en cualquier trastorno, se puede entender mejor y definir con mayor
precisión. Si bien algunos aspectos de los trastornos relacionados con la ira son
inconstantes, la investigación en curso ha contribuido a situar los datos y a concienciar
de la existencia de estos problemas.
Sobre cómo serán definidos el TEI y otros trastornos en la próxima edición del
DSM, es algo que todavía está en duda, de cómo el DSM Task Force considere los
comentarios y opiniones de los profesionales sanitarios, pacientes, asociaciones
profesionales e investigadores, en relación con la actual definición y normas de
clasificación y diagnóstico.
"Sigue habiendo debates acerca de si el trastorno puede cambiar en el DSM-V,
pero todavía no se han tomado decisiones", señaló Jaime Valora, portavoz de la
American Psychiatric Association.
No obstante, Coccaro espera que la revisión del DSM considere las conclusiones
de su investigación, a fin de que la última edición del manual se puede utilizar para
diagnosticar con mayor precisión a la gente. "Por lo general, los cambios debidos a la
mejora de datos acerca de un trastorno es lo que permite que los escritores y editores
del DSM cambien dichos criterios", concluyó Coccaro.
Manejo de la Ira
El objetivo del manejo de la ira es reducir sus sentimientos emocionales y el
despertar fisiológico que provoca. Cuando usted no puede quitarse de encima, o evitar,
las cosas o las personas que a usted le enfurecen, ni se pueden cambiar, usted puede
aprender a controlar sus reacciones.
¿Está usted demasiado enojado?
Hay pruebas psicológicas que miden la intensidad de los sentimientos de ira, ¿qué
propensión tiene usted a la ira? ¿Cómo la maneja usted?. Es muy probable que si usted
tiene un problema con la ira, usted ya lo sepa. Si usted en ocasiones actúa de forma
incontrolada y aterradora, es posible que necesite ayuda para encontrar mejores formas
de lidiar con esta emoción.
¿Por qué algunas personas se enojan más que otras?
Según Jerry Deffenbacher, un psicólogo que se especializa en el manejo de la ira,
algunas personas realmente son más "exaltadas" que otras , se enfadan con más
facilidad y más intensamente que la mayoría. También están aquellos que no muestran
su ira en voz alta de manera espectacular, pero están crónicamente irritables y
gruñones. Irritarse no solamente significa maldecir y tirar cosas, a veces se aislan
socialmente, se muestran de mal humor, o se ponen físicamente enfermos.
Las personas que se enojan con facilidad suelen tener lo que algunos psicólogos
llaman una baja tolerancia a la frustración. Lo que significa simplemente que sienten
que no deberían tener que ser sometidos a fustraciones, incomodidades o molestias. No
pueden tomarse las cosas con calma, y se enfurecen particularmente si la situación
parece de alguna manera injusta: por ejemplo, ser corregido por un error de poca
importancia.
Varias son las posibles causas. Una puede ser genética o fisiológica: Hay
evidencia de que algunos niños nacen irritables, quisquillosos, y se encolerizan más
facilmente, y que estos signos están presentes desde una edad muy temprana. Otra
puede ser sociocultural. La ira es a menudo considerado como negativa; se nos enseña
el derecho a expresar la ansiedad, depresión, u otras emociones, pero no a expresar la
ira. Como resultado, no aprendemos cómo manejarla o canalizarla constructivamente.
La investigación también ha encontrado que los antecedentes familiares juegan
un papel. Normalmente, las personas que se enojan con facilidad vienen de familias
que son perjudiciales, caóticas, y no saben gestionar correctamente las comunicaciones
emocionales.
¿Somos demasiado coléricos?
Hay pruebas psicológicas que miden la intensidad de los sentimientos de cólera,
la propensión y la eficacia en su manejo. Pero es muy probable que quien sea colérico
resulte el primero en saberlo. Si actuamos de manera descontrolada o amenazante, es
posible que necesitemos ayuda para encontrar mejores formas de lidiar con esta
emoción.
¿Por qué algunas personas son más coléricas que otras?
Según Jerry Deffenbacher, PhD, psicólogo especializado en el manejo de la ira,
algunas personas realmente son más “exaltadas” que otras, se enojan con mayor
facilidad y más intensamente que la mayoría. También están aquellos que no muestran
su enfado de manera explícita, pero están crónicamente irritables y gruñones. Las
personas más irritables no siempre lo expresan con su conducta, a veces presentan
inhibición social, mal humor, o cuadros de malestar físico.
Las personas que se enojan con facilidad, por lo general tienen, a lo que
conocemos como baja tolerancia a la frustración, sienten que no deberían haber sido
sometidos a la frustración, la incomodidad o molestia. Ellos no pueden tomar las cosas
con calma, y son particularmente exaltados si la situación parece de alguna manera
injusta: por ejemplo, que los demás les corrijan por un error sin importancia.
¿Qué hace a la gente ser de esta manera?
Hay diferentes causas, por ejemplo genéticas o fisiológicas. Tenemos evidencias
de que algunos niños se muestran más irritables desde edades muy tempranas. Existen
causas socioculturales, la ira se considera un sentimiento negativo, del mismo modo
que se nos facilita la expresión de sentimientos como la ansiedad o la depresión, no se
permite mostrar nuestro enojo con la consiguiente dificultad para aprender
mecanismos que nos permitan manejarlo o canalizarlo constructivamente. La
investigación también ha encontrado que los antecedentes familiares juegan un papel
importante como modelo de aprendizaje asociado a los problemas de comunicación
emocional.
CONCLUSIONES
La delimitación de la ira como estado emocional o rasgo, así como la
diferenciación de esta emoción con respecto a la hostilidad y la agresividad, ha dotado
de mayor operatividad y precisión al concepto de ira.
Así, la ira, según Johnson (1990), es considerada de forma general como un
estado emocional formado por sentimientos de irritación, enojo, furia y rabia
acompañado de una alta activación del sistema nervioso autónomo y del sistema
endocrino y tensión muscular. T.W. Smith (1994) añade a esta definición el hecho de
que la ira posea una expresión facial característica.
Las definiciones de estos dos autores sobre la ira están ampliamente implantadas
en el campo de la psicología de la salud, y ciertamente recogen aspectos fundamentales
de esta emoción.
Relajación: Técnicas sencillas de relajación como el control de la respiración y
la visualización de imágenes agradables, se han demostrado muy eficaces así como,
ejercicios de control como el yoga y la meditación. Ver también en nuestro apartado
de “Preguntas Frecuentes” la técnica de relajación de Jacobson y la técnica de
relajación para niños de Koeppen.
Reestructuración cognitiva: En muy pocas palabras podríamos decir que esto
significa “cambiar la forma de pensar”. Las personal coléricas tienden a maldecir, jurar
y expresarse en términos muy alterados que reflejan sus pensamientos internos. Cuando
estamos enfadados los pensamientos suelen ser muy exagerados y dramáticos.
BIBLIOGRAFÍA
Cooper Robert K. La Inteligencia Emocional (Aplicada al liderazgo y las
organizaciones). Editorial Norma. 1998. Bogotá, Colombia.
Csikszentmihalyi Mihay. Creatividad. (El Fluir y la Psicología del
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Editorial Kairos S.A. Octava Edición. 2000. Barcelona, España.
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CABELLO, F. Y M. LUCAS: Manual médico de terapia sexual, 1ra.ed.,
Prismática, España, 2002.
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Madrid, 2004.
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Sociedad No. 23, 2003, pp. 4-9.
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Academia Internacional de Sexología Médica, Ed. Guanabara-Koogan, Río de Janeiro,
2005.
DIAMOND, M.: “Componentes básicos de la sexualidad humana”, Rev.
Sexología y Sociedad No. 23, 2003, pp. 16-23.
DÍAZ, O. E I. LÓPEZ: “Patrón Sexual”, Rev. Sexología y Sociedad No. 2, 1995,
pp. 28-30.

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  • 2. INTRODUCCIÓN Definir y conceptualizar la ira con precisión se convierte en un trabajo básico y primordial para la investigación de esta emoción, puesto que como recuerda Berkowitz (1999; Berkowitz y Harmon-Jones, 2004), el termino de ira ha tenido múltiples significados en la investigación psicológica, al igual que en el lenguaje cotidiano, refiriéndose tanto a sentimientos, como a reacciones corporales o fisiológicas, o como a actitudes hacia otras personas. A pesar de todo ello, parece consolidado entender la ira como una de las emociones básicas, y así está asumido por la gran mayoría de autores (p.ej. Ekman, 1984; Frijda, 1986; Izard, 1977; Plutchik, 1980; Weiner, 1986). Al tratarse de una emoción, el estudio de la ira se ve sujeto a las características que definen las respuestas emocionales, y por ello es necesario, antes de definir la ira, reconocer, al menos brevemente, en qué términos podemos conceptualizar y entender una emoción. En este sentido, el afecto, o la estructura afectiva de las emociones se convierte en un elemento fundamental del análisis científico de las mismas. La expresión facial de ira ha sido definida con una alta precisión hasta el punto de permitir el desarrollo de una importante línea de investigación en relación a la detección de expresiones emocionales de ira como amenazantes y su procesamiento, a través del paradigma “face-in-the-crowd” (Hansen y Hansen, 1988, 1994; Öhman, Flykt y Lundqvist, 1996). La expresión facial de ira ha sido descrita en muchos estudios, y se ha llegado a encontrar en bebés de cuatro y hasta de dos meses (Stenberg y Campos, 1990; Sullivan y Lewis, 1993). Sin embargo, parece que a medida que se avanza en el desarrollo de la persona y aumenta la complejidad de la relación de la persona con el ambiente, la ira estará elicitada en mayor medida por variables relacionadas con la interpretación que se hace de los eventos o de las situaciones, como, por ejemplo, las valoraciones sobre la violación de normas, o las atribuciones de responsabilidad hacia otros (Mascolo y Griffin, 1998).
  • 3. DEFINICIÓN DE IRA. La ira es una emoción que nos acompaña a lo largo de nuestra vida. No en vano, la ira siempre está presente en situaciones de conflicto, ya sean con otros o con nosotros mismos y puede oscilar desde una leve irritación hasta el más profundo de los odios. Cuando percibimos que somos tratados injustamente, cuando nos sentimos heridos o cuando vemos dificultada la consecución de alguna meta importante, sentimos ira. Sentir esta emoción en estas circunstancias nos predispone a la acción en un intento de protegernos de aquello que nos hace daño y que es el origen de esta emoción. Parte de la psicología que estudia los fenómenos psíquicos y las leyes que los rigen utilizando los métodos de la fisiología. La rama de la psicología fisiológica (o psicofisiología) se desarrolló a partir de la psicología. El hecho de que la ira haya tenido distintos significados y conceptualizaciones en la investigación psicológica nos obliga, tanto a buscar aquellos elementos comunes a las distintas aproximaciones que se han realizado a esta emoción, como a diferenciar también la ira de otras respuestas cercanas o similares que en ocasiones obstaculizan el estudio de esta emoción. Desde que Lang (1968) extendiese el triple sistema de respuesta emocional, ha habido una tendencia a considerar todas las emociones desde una óptica que nos permite agrupar los diferentes elementos que las forman en tres grupos: elementos más cognitivos, ideacionales o pensamientos; elementos fisiológicos, somáticos o corporales; y elementos más conductuales, motores o acciones concretas. Este hecho permite ver como las aproximaciones y definiciones realizadas sobre la emoción de la ira por diferentes autores, están marcadas por el énfasis que se dé a uno u otro sistema de respuesta; en la ya clásica revisión sobre definiciones de ira que llevó a cabo Diamond (1982) esto se puede comprobar fácilmente. Una de las definiciones más amplias y desde las que más fácil resulta entender la ira es la dada por Izard (1977, 1991) que como ya se ha visto la describe como una
  • 4. emoción primaria que se presenta cuando un organismo es bloqueado en la consecución de una meta o en la obtención o satisfacción de una necesidad. Tanto Izard (1993) como Danesh (1977) o Berkowitz (1993a, 1999), parten de que el organismo responde ante la percepción de una amenaza con un impulso de ataque, que sería la ira, o con un impulso de huida, más relacionado con el miedo y la ansiedad. Esta idea, sin embargo, puede ser matizada si recordamos el planteamiento de Rothenburg (1971) en el que en organismos superiores, la ira ocurrirá en contextos de relaciones significativas y ha de tener un significado comunicacional. Así, la ira, para autores como Averill (1982), es una respuesta emocional que se da de acuerdo a un rol social y que cumple una función en ese sistema social. Entre las definciones pioneras de la ira se encuentran la ofrecida por Buss (1961), que incluye factores faciales-esqueléticos y autonómicos en la definición de la ira; la dada por Feshbach (1964) en la que la ira es un estado indiferenciado de activación o arousal emocional; o la dada por Kaufman (1970) que la ve como un estado de activación física que coexiste con actos fantaseados o intencionados y que culmina con efectos perjudiciales para otras personas. Estas primeras definiciones de la ira ponían especial énfasis en los síntomas fisiológicos, consiguiéndose desde entonces alcanzar una buena descripción de la ira en lo relativo a los cambios fisiológicos que acompañan a esta respuesta emocional. Algunos estudios transculturales (ver Scherer, Wallbott y Summerfield, 1986; Scherer y Wallbott, 1994) muestran la estabilidad de un conjunto de síntomas fisiológicos como son, el arousal displacentero, el “sentirese caliente”, la tensión muscular o el incremento de la presión aarterial, si bien es cierto que el peso de estos síntomas podía variar de unos países a otros (Rimé y Giovannini, 1986). En la última década (Berkowitz, 1999) hay un importante acuerdo en la descripción de los síntomas fisiológicos de la ira (ver Cacioppo, Berntson, Larsen, Poehlmann e Ito, 2000) remarcándose la activación del sistema simpático, lo que favorece un substancial incremento de la frecuencia cardiaca, y un importante incremento de la tensión muscular.
  • 5. Estos síntomas son también característicos del miedo, aunque según Berkowitz (1999) se dan en menor proporción en la ira, que se diferenciaría también fisiológicamente del miedo en el hecho de que típicamente la ira es descrita como un sentimiento “caliente” mientras que el miedo se experimenta como una experiencia más fría.. La definición y conceptualización de la ira ha estado sujeta a las limitaciones derivadas del campo y perspectiva teórica desde la que se realizaba la aproximación al fenómeno emocional de la ira, sin embargo su estudio desde una perspectiva básica, es amplio y fructífero habiéndose conseguido delimitar sus características tanto a nivel fisiológico como cognitivo y también a nivel conductual, diferenciándola de otras respuestas emocionales como la frustración o conductuales como la agresividad. En este sentido la ira se puede entender como una respuesta emocional caracterizada por una alta activación a nivel simpático, vinculada a una estructura cognitiva de daño y atribucionalidad externa para el mismo, que favorece conductas de ataque pero ante la que el individuo puede poner en marcha distintas estrategias de afrontamiento que le permitan controlar su expresión y su experiencia. Todos sabemos lo que es la ira, y todos la hemos sentido, ya sea como una molestia pasajera o como un sentimiento de rabia en toda regla. La ira es una emoción humana completamente normal y, en ocasiones, resulta adaptativa. Pero cuando escapa a nuestro control y se vuelve destructiva, puede conducirnos a situaciones problemáticas; en el trabajo, en las relaciones personales, etc. Afecta a la calidad global de nuestra vida y nos puede hacer sentir como si estuviéramos a merced de una emoción impredecible y poderosa. Este artículo está destinado a ayudarnos a entender y controlar la ira. ¿Qué es la ira? La naturaleza de la ira La ira es “un estado emocional que varía en intensidad desde una leve irritación a la furia y la rabia intensa”, según Charles Spielberger, psicólogo especializado en el estudio de la misma. Al igual que otras emociones, está acompañada de cambios fisiológicos y biológicos, y cuando alguien se enoja, su frecuencia cardíaca y su presión
  • 6. arterial aumentan, al igual que los niveles hormonales, en especial los de adrenalina y noradrenalina. La ira puede ser causada por los estímulos externos e internos. Nos podemos enfadar con una persona específica (un compañero de trabajo o supervisor), un acontecimiento (un atasco de tráfico, un vuelo cancelado), o el enfado puede ser causado por preocuparse o meditar acerca de nuestros problemas personales. Los recuerdos de eventos traumáticos también pueden provocar sentimientos de rabia. LOCALIZACIÓN DE LA IRA EN EL CEREBRO. La inducción de emociones genera cambios profundos en el sistema nervioso autónomo y en el sistema endocrino. Se altera también la actividad cerebral, en especial en los lóbulos frontales y temporales. Tal como Charles Darwin (1809-1882) ya señaló, cada una de las seis emociones básicas, felicidad, tristeza, sorpresa, aversión (asco), miedo e ira, se acompaña de patrones de respuesta fisiológica específicos. Así, en el caso concreto de la ira, la respuesta fisiológica se caracteriza por un incremento de la frecuencia cardiaca y la tensión arterial sistólica, además de un aumento de la resistencia vascular periférica, de modo que la tensión arterial diastólica sube (al contrario de lo que sucede con el miedo). En el sistema neuroendocrino, el efecto de la ira y de la agresión ofensiva (en humanos y en primates no humanos) supone unos niveles altos de testosterona (hormona vinculada a la conducta agresiva y dominante), así como niveles bajos de cortisol. Ya en el sistema nervioso central, destaca la actividad cerebral asimétrica de los lóbulos frontales que se produce cuando experimentamos emociones. En este contexto, existen dos modelos conceptuales. Por un lado, el modelo de valencia emocional, según el cual la región frontal izquierda del cerebro se halla implicada en la experiencia de emociones positivas, mientras que la región frontal derecha se relaciona más con las emociones negativas. El segundo modelo, de dirección motivacional, vincula la región frontal izquierda con la experiencia de emociones que provocan el acercamiento, y la región frontal
  • 7. derecha con las emociones que incitan a la retirada. En general, las emociones positivas, como la felicidad, se asocian con una motivación de acercamiento; las negativas, como el miedo o la tristeza, con la retirada. Sin embargo, al experimentar ira, ambos modelos entran en contradicción. Desde la perspectiva de las últimas propuestas del modelo de Scherer (1999a) a partir de su ya clásico sistema de chequeos de evaluación de estímulos, la ira aparece relacionada de la siguiente forma con sus dimensiones de valoración. En cuanto a la dimensión de evaluación de la novedad, la ira presentaría una alta sorpresividad, y una baja familiaridad y baja predictibilidad. El placer intrínseco no se presenta como una dimensión relevante en la ira, pero sí la facilitación de metas, destacando que la situación es evaluada como un obstáculo, altamente probable y urgente. En lo referente a la dimensión que evalúa el potencial de afrontamiento Scherer destaca que el agente causal es otro y el motivo es intencionado. En la ira, además, el evento ante el que se da esta respuesta emocional es valorado como incompatible con los estándares externos y también internos. En definitiva, Scherer (1997) entiende que la ira aparece provocada por eventos valorados como obstáculos en la consecución de metas, como inmorales y muy injustos, y causados por otros. De allí que, la corteza prefrontal ejecuta la memoria activa y el recuerdo es el punto en el que se unen las sensaciones y emociones. Cuando el circuito límbico, que converge en la corteza prefrontal, se encuentra sometido por la perturbación, queda afectada la eficacia de la memoria activa: no podemos pensar correctamente. Por otra parte, consideramos el papel que ejerce la motivación positiva (el ordenamiento de los sentimientos de entusiasmo, celo y confianza) en los logros. Estudios realizados en atletas olímpicos, músicos de nivel mundial y grandes maestros de ajedrez, demuestran que el rasgo que los une es la capacidad de motivarse ellos mismos para llevar a cabo una rutina de entrenamiento implacable
  • 8. INFLUENCIAS DEL APRENDIZAJE. Cuando estamos bajo la influencia de la ira tendemos a actuar impulsivamente, nos cuesta pensar con claridad. Por lo tanto, el grado en que los trastornos emocionales puedan interferir la vida mental no es nada nuevo para los profesores. Los alumnos que se sienten ansiosos, enfurecidos o deprimidos no aprenden; la gente que se ve atrapada en esos estados de ánimo no asimila la información de manera eficaz ni la maneja bien. La emociones desagradables poderosas (ira, ansiedad, tensión o tristeza) desvían la atención hacia sus propias ocupaciones interfiriendo el intento de concentración en otra cosa. Cuando las emociones entorpecen la concentración lo que ocurre es que se paraliza la capacidad mental cognitiva que los científicos llaman “memoria activa”, la capacidad de retener en la mente toda la información que atañe a la tarea que estamos realizando. La memoria activa es una función ejecutiva por excelencia en la vida mental, que hace posible todos los otros esfuerzos intelectuales, desde pronunciar una frase hasta de desempeñar una compleja proposición lógica. Es fácil comprender la relevancia y las implicaciones que la ira tiene si, atendiendo a las funciones que cumple, valoramos los riesgos que posee una frecuencia o una intensidad de la experiencia de ira que no se ajuste a las condiciones del ambiente. La razón parece estar desde los primeros años de la escuela, los niños asiáticos trabajan más arduamente que los blancos. Se descubrió, luego de un estudio de más de 10.000 alumnos de secundaria, que los norteamericanos de origen asiático dedicaban un 40% de tiempo más que otros alumnos a las tareas escolares: “Entre los asiáticos la actitud es que si no se desempeña bien lo que debe hacer es estudiar hasta altas horas de la noche, y si aun así, no obtiene resultados, debe levantarse temprano para estudiar. Creen que cualquiera puede desempeñarse bien en la escuela si hace el esfuerzo adecuado” (Goleman, 105, 1998). En resumen, una férrea ética cultural con respecto al trabajo se traduce en mayor motivación, celo y persistencia: una ventaja emocional.
  • 9. Ira y la inteligencia emocional La ira como todas las demás emociones es una reacción compleja en la que se ponen en funcionamiento tres tipos de respuestas. La primera es una respuesta corporal, en la que nuestro cuerpo se activa para la defensa o el ataque. Nuestro ritmo cardiaco aumenta al igual que nuestra respiración se acelera, nuestros músculos se tensan y el flujo sanguíneo se dispara preparándonos para actuar ante una amenaza percibida. Cuando este estado de excitación permanece estamos más predispuestos a actuar de forma impulsiva llegando a emitir conductas agresivas. La segunda es una respuesta cognitiva, es decir, depende de nuestra manera de interpretar las situaciones. Cuando estamos inmersos en una situación, esta por si sola no tiene ningún valor emocional, es la valoración personal que hacemos de ella la que le confiere un significado. De esta manera, las emociones están en función de nuestros pensamientos, así que cuando interpretamos una situación como un abuso, una injusticia, una falta de respeto o como un obstáculo para conseguir una meta, sentimos ira. Una revisión de los estudios que sobre este tipo de tratamientos se han publicado en los últimos veinticinco años muestra la eficacia de algunas intervenciones, en formato de programa, realizadas con niños de infantil y primaria (Mytton, DiGuiseppi, Gough, Taylor y Logan, 2004). Esta revisión evidencia como los programas de tratamiento pueden centrarse, además de en la propia conducta agresiva, en la respuesta emocional de ira, coincidiendo, de hecho, que los programas que añaden a la agresión la ira como objetivo de tratamiento son algunos de los que mejores resultados presentan en las escuelas de primaria. Algunos de estos programas se apoyan en técnicas muy diferentes y, así, mientras que el trabajo de Oldfield de 1982 conseguía buenos resultados basando su intervención fundamentalmente en técnicas de desactivación como la meditación y el uso de horarios conductuales, otros programas han utilizado técnicas propias de la terapia cognitivoconductual, en un formato de sesiones clínicas con grupos reducidos de niños,
  • 10. y en las que fundamentalmente se aprendía a controlar la ira (Sukhodolsky, Solomon y Perine, 2000). En este sentido, las implicaciones que la alta respuesta de ira tiene, por ejemplo, para la salud han sido identificadas en un amplio número de problemas orgánicos (véase Suinn, 2001), y de forma más relevante en los trastornos cardiovasculares (Palmero, Díez y Breva, 2001; Siegman y Smith, 1994), pero también en otras trastornos como el cáncer, las úlceras, el tabaquismo o la soriasis (Johnson, 1990), o enfermedades que cursan con dolor crónico, como la artritis reumatoide, enfermedad además autoinmune (Burns, 1997; Huyser y Parker, 1999). También en el ámbito de la psicopatología la ira se presenta como relevante y, a pesar de no contar con un trastorno específicamente vinculado a ella, se muestra como un indicador importante de otros trastornos afectivos, como los de tipo depresivo (véase Beck, 1976). Por tanto, en la medida en que nuestras emociones entorpecen o favorecen nuestra capacidad para pensar y planificar, llevar a cabo el entrenamiento con respecto a una meta distante, resolver problemas y conflictos; definen el límite de nuestra capacidad para utilizar nuestras habilidades mentales innatas y así determinar nuestro desempeño en la vida. Y en la medida en que estamos motivados por sentimientos de entusiasmo y placer con respecto a lo que hacemos – o incluso por un grado óptimo de ansiedad – esos sentimientos conducen a logros. Es en este sentido que la Inteligencia Emocional, como rectora en el manejo de la emociones, es una aptitud superior, una capacidad que afecta profundamente a todas las otras habilidades, facilitándolas o interfiriéndolas.
  • 11. MODIFICACIONES Y TOLERANCIA. Tolerancia y Estrategias para regular la ira Lo que se espera es que cuando los alumnos alcancen el estado de flujo gracias al aprendizaje se sentirán estimulados a aceptar desafíos en nuevas áreas. En un sentido más general, el modelo del estado de flujo sugiere que idealmente alcanzan el dominio de una habilidad o conjunto de conocimientos con naturalidad, mientras el alumno es atraído a aspectos que los comprometen espontáneamente y que en esencia son de su agrado y dado que es necesario forzar límites de la propia capacidad para sostener el estado de flujo, esto se convierte en un motivador esencial para hacer las cosas cada vez mejor. En síntesis, buscar el estado de flujo a través del aprendizaje es una forma más humana, más natural y muy probablemente más eficaz de ordenar las emociones al servicio de la educación. Expresar la ira La manera instintiva, natural de expresar ira es responder agresivamente. La ira es una respuesta natural, de adaptación a las amenazas. Inspira numerosos sentimientos y comportamientos, a menudo agresivos, que nos permiten luchar y defendernos cuando somos atacados. Una cierta cantidad de ira, por lo tanto, es necesaria para nuestra supervivencia. Por otra parte, no podemos atacar físicamente a toda persona u objeto que nos irrita o molesta. Las leyes, las normas sociales, y el sentido común marcan los límites a los que nuestro enojo nos puede llevar. Las personas utilizamos una variedad procesos conscientes e inconscientes para lidiar con nuetros sentimientos de ira. Principalmente utilizamos la expresión de sentimientos, la represión y autocalmarnos. Expresar los sentimientos de enojo de una forma asertiva, no agresiva , es la forma más sana de expresar la ira. Para ello, tenemos aprender a dejar claro cuáles son nuestras necesidades, y cómo obtenerlas, sin lastimar a otros. Ser asertivo no significa ser agresivo o exigente, sino que significa tener respeto a uno mismo y a los otros.
  • 12. La ira puede ser suprimida, o redirigida. Esto sucede cuando la reprimimos , y dejamos de pensar en nuestro enfado, cenrándonos en algo positivo. El objetivo es inhibir o reprimir el enojo y convertirlo en un comportamiento más constructivo. El peligro en este tipo de respuesta es que si no se permite su expresión externa, la ira puede volverse hacia nuestro interior. La ira hacia adentro puede causar hipertensión, presión arterial alta o depresión. El enojo no expresado puede crear otros problemas. Puede conducir a expresiones patológicas de la ira, como el comportamiento pasivo-agresivo (vengarse de personas indirectamente, sin decirles por qué, en lugar de enfrentarlos de frente) o una personalidad que parece perpetuamente cínica y hostil. Las personas que están constantemente insultando a otros, o criticando todo y haciendo comentarios cínicos no han aprendido a expresar su ira de manera constructiva. No es sorprendente, no es probable que tengan muchas relaciones exitosas. Por último, uno puede calmarse por dentro. Esto significa no sólo controlar su comportamiento exterior, sino también controlar tus respuestas internas, tomando medidas para reducir su ritmo cardíaco, calmarse y dejar que desaparezcan los sentimientos. Para que nada ni nadie salga lastimado. Manejo de la Ira El objetivo del manejo de la ira es reducir sus sentimientos emocionales y el despertar fisiológico que provoca. Cuando usted no puede quitarse de encima, o evitar, las cosas o las personas que a usted le enfurecen, ni se pueden cambiar, usted puede aprender a controlar sus reacciones. Buscar la causa de nuestro enfado y expresarlo de manera adecuada. Aprender a identificar que nos molesta es la primera acción a tener en cuenta cuando estamos enfadados. Una vez reconocida la causa es positivo expresarla de manera eficaz utilizando argumentos honestos y sinceros, en vez de amenazas o insultos.
  • 13. Trabajar la empatía. La hostilidad se genera por la interpretación de las situaciones. Es necesario ponerse en la piel del otro para entender la situación de forma objetiva para poder evaluar la situación desde otra perspectiva. Practicar el respeto. Nuestras reacciones de ira vienen dadas por la percepción de falta de respeto. Exigir respeto hacia uno mismo no es incompatible con respetar a los demás. No ceder al resentimiento. Si tenemos ira sin resolver, cualquier pequeño inconveniente, puede hacer que estallemos en ira. Por lo que es fundamental resolver problemas del pasado para que no estén presentes en nuestro día a día. Practicar técnicas de relajación. Ya sea respiración, meditación, pasear, pintar, escuchar música o cualquier actividad, que nos ayude a desviar nuestra atención de los pensamientos que alimentan la ira. Poner distancia. Si notamos que nuestra ira va en aumento, es positivo poner distancia con la situación, ya sea abandonando el lugar donde estemos o tomarnos un momento para "contar hasta 10" y relajarnos. Esto nos ayudará a calmarnos, a ver las cosas desde otra perspectiva más realista y por tanto a buscar soluciones positivas a la situación. No acostumbra a ser eficaz en la regulación de la ira: -Rumiar el asunto dándole vueltas, ya que genera más ira. -Desfogar la ira; las explosiones suelen reforzar el círculo vicioso de la ira, estimulándola. -Imponer calma a la persona airada, cuando la ira está en pleno apogeo suelen reforzar el enfado. -Negar la ira ("no, si no estoy enfadado"). -No darse permiso para sentir enojo y sentir culpa o vergüenza por experimentar esta emoción. -Rebelarse contra este sentimiento intentando taparlo.
  • 14. TRASTORNOS COMUNES. TRATAMIENTO A ESTAS REACCIONES Un trastorno mental cuyos síntomas incluyen arremeter verbalmente de manera agresiva o violenta, se ha encontrado que es casi dos veces más común de lo que se pensaba. La investigación ha generado un debate dentro de la comunidad psicológica, acerca del diagnóstico de una enfermedad mental cuyos síntomas se solapan con la normal conducta humana, así como con los síntomas de otros trastornos. El trastorno explosivo intermitente (TEI), se caracteriza por la pérdida de control y la reacción exagerada al estrés, se reconoció por primera vez en 1980, por la Asociación Psiquiátrica Americana. Ahora, que el Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales (DSM), que es el libro que utilizan los psicólogos para hacer diagnósticos, es objeto de evaluación y revisión, algunos están pidiendo utilizar nuevos criterios para identificar los trastornos relacionados con el TEI y otros. La próxima edición del libro, el DSM-V, está previsto lanzarse para mayo de 2013, casi 20 años después de la última edición, el DSM-IV se publicó en 1994. "El TEI es un trastorno del comportamiento que supone una condición médica, de la misma manera que el trastorno por depresión o el de pánico no es, simplemente, una "mala conducta", señaló Emil F. Coccaro, profesor de psiquiatría y neurociencia de la conducta de la Universidad de Chicago. "El comportamiento agresivo se encuentra bajo la influencia genética y se propaga en las familias." ¿Cómo es de común? No está claro cuántas personas padecen de TEI. El DSM-IV indica que "falta información fiable, pero el trastorno explosivo intermitente es aparentemente raro." Sin embargo, no todos piensan igual. Un estudio de 2004 de 253 residentes en Baltimore, estima que un 4% de las personas han desarrollado este trastorno en algún momento de sus vidas. Sin embargo, según un estudio de 2006, publicado en la revista Archives of General Psychiatry, "dependiendo de cómo se define en términos generales, este trastorno afecta a casi un 7,3% de adultos, o 16 millones de estadounidenses, en sus vidas."
  • 15. La razón de que se encontrara con casi dos veces más prevalencia que otros, apuntó Coccaro, se debió en parte a las zonas grises en las directrices de diagnóstico. "Este trastorno se diagnostica con menos frecuencia", dijo Coccaro. "Los cambios propuestos apuntan a que se diagnostique de manera más correcta." El problema con los criterios actuales, es que no delimitar claramente el nivel de gravedad o la frecuencia de los brotes de agresividad que definen el TEI. "Según los criterios escritos, con sólo tres brotes de agresividad en la vida a uno ya se le podría diagnósticar", continuó Coccaro. "Sin embargo, las personas con sólo unos pocos arrebatos agresivos en su vida no se ven tan diferentes de otras personas. Realmente es necesario que sean arrebatos mucho más frecuentes y del gradiente de gravedad de las agresiones". Según Coccaro, los criterios deben exigir que una persona haya tenido tres episodios que comprendan el asalto físico contra otras personas o la destrucción de propiedades a lo largo de un año, con un grado de agresividad "groseramente desproporcionado" a la situación. Además, el comportamiento agresivo no debiera estar comprometido en alcanzar una meta lógica, como la consecución del dinero de alguien. Los criterios también deben escribirse para que los médicos, en su diagnóstico de TEI predan descartar los ataques de cólera, como se les llama a veces, por no estar relacionados con otros trastornos mentales que también implican problemas de control de impulsos, como el trastorno de personalidad antisocial, trastornos de conducta y esquizofrenia. Los ataques de ira De acuerdo con los criterios actuales, una “explosión" se produce cuando una persona con TEI se enfurece y no puede resistir sus impulsos agresivos. Estas personas pueden golpear o lastimar a otra persona, amenazan con hacerle daño a alguien, o destruir sus propiedades, según el DSM-IV. Por lo general, estas personas perciben un menosprecio cuando no se les entiende y "estallan", o cuando se frustran por algo, o son rechazados, y "explotan'", apunta Coccaro.
  • 16. Durante un ataque de ira, una persona con TEI, expresa un grado de hostilidad, manifiestamente desproporcionada, en relación con cualquier súbito factor estresante psicosocial. El comportamiento explosivo es a menudo precedido por una sensación de tensión y seguido inmediatamente por una sensación de alivio. Después del episodio, dicha persona puede sentirse perturbado, llen dae remordimientos, arrepentido o avergonzado por su comportamiento agresivo, según el DSM-IV. La furia al volante, el maltrato doméstico y las explosiones de ira o rabia, que implican tirar o romper objetos pueden ser signos de TEI, según la Clínica Mayo. De acuerdo con Coccaro y otros investigadores, el tratamiento de TEI puede implicar medicamentos, como el Prozac, y una psicoterapia para ayudar a controlar los impulsos agresivos. Se ha demostrado que las personas con este trastorno responden positivamente a una combinación de ambos. La mejora de los criterios puede incrementar aún más el número de personas diagnosticadas con este trastorno. "Los criterios del DSM-III y del IV se establecieron pobremente, lo que alentó a los médicos a esquivar el diagnóstico si el paciente parecía ser de talante general impulsivo o agresivo", dijo Coccaro. Más allá del TEI Unas directrices de diagnóstico confusas o inexactas no son tan comunes como solían ser en el DSM, añadió Coccaro, pero todavía existen. A medida que se hace más investigación en cualquier trastorno, se puede entender mejor y definir con mayor precisión. Si bien algunos aspectos de los trastornos relacionados con la ira son inconstantes, la investigación en curso ha contribuido a situar los datos y a concienciar de la existencia de estos problemas. Sobre cómo serán definidos el TEI y otros trastornos en la próxima edición del DSM, es algo que todavía está en duda, de cómo el DSM Task Force considere los comentarios y opiniones de los profesionales sanitarios, pacientes, asociaciones profesionales e investigadores, en relación con la actual definición y normas de clasificación y diagnóstico.
  • 17. "Sigue habiendo debates acerca de si el trastorno puede cambiar en el DSM-V, pero todavía no se han tomado decisiones", señaló Jaime Valora, portavoz de la American Psychiatric Association. No obstante, Coccaro espera que la revisión del DSM considere las conclusiones de su investigación, a fin de que la última edición del manual se puede utilizar para diagnosticar con mayor precisión a la gente. "Por lo general, los cambios debidos a la mejora de datos acerca de un trastorno es lo que permite que los escritores y editores del DSM cambien dichos criterios", concluyó Coccaro. Manejo de la Ira El objetivo del manejo de la ira es reducir sus sentimientos emocionales y el despertar fisiológico que provoca. Cuando usted no puede quitarse de encima, o evitar, las cosas o las personas que a usted le enfurecen, ni se pueden cambiar, usted puede aprender a controlar sus reacciones. ¿Está usted demasiado enojado? Hay pruebas psicológicas que miden la intensidad de los sentimientos de ira, ¿qué propensión tiene usted a la ira? ¿Cómo la maneja usted?. Es muy probable que si usted tiene un problema con la ira, usted ya lo sepa. Si usted en ocasiones actúa de forma incontrolada y aterradora, es posible que necesite ayuda para encontrar mejores formas de lidiar con esta emoción. ¿Por qué algunas personas se enojan más que otras? Según Jerry Deffenbacher, un psicólogo que se especializa en el manejo de la ira, algunas personas realmente son más "exaltadas" que otras , se enfadan con más facilidad y más intensamente que la mayoría. También están aquellos que no muestran su ira en voz alta de manera espectacular, pero están crónicamente irritables y gruñones. Irritarse no solamente significa maldecir y tirar cosas, a veces se aislan socialmente, se muestran de mal humor, o se ponen físicamente enfermos. Las personas que se enojan con facilidad suelen tener lo que algunos psicólogos llaman una baja tolerancia a la frustración. Lo que significa simplemente que sienten que no deberían tener que ser sometidos a fustraciones, incomodidades o molestias. No pueden tomarse las cosas con calma, y se enfurecen particularmente si la situación
  • 18. parece de alguna manera injusta: por ejemplo, ser corregido por un error de poca importancia. Varias son las posibles causas. Una puede ser genética o fisiológica: Hay evidencia de que algunos niños nacen irritables, quisquillosos, y se encolerizan más facilmente, y que estos signos están presentes desde una edad muy temprana. Otra puede ser sociocultural. La ira es a menudo considerado como negativa; se nos enseña el derecho a expresar la ansiedad, depresión, u otras emociones, pero no a expresar la ira. Como resultado, no aprendemos cómo manejarla o canalizarla constructivamente. La investigación también ha encontrado que los antecedentes familiares juegan un papel. Normalmente, las personas que se enojan con facilidad vienen de familias que son perjudiciales, caóticas, y no saben gestionar correctamente las comunicaciones emocionales. ¿Somos demasiado coléricos? Hay pruebas psicológicas que miden la intensidad de los sentimientos de cólera, la propensión y la eficacia en su manejo. Pero es muy probable que quien sea colérico resulte el primero en saberlo. Si actuamos de manera descontrolada o amenazante, es posible que necesitemos ayuda para encontrar mejores formas de lidiar con esta emoción. ¿Por qué algunas personas son más coléricas que otras? Según Jerry Deffenbacher, PhD, psicólogo especializado en el manejo de la ira, algunas personas realmente son más “exaltadas” que otras, se enojan con mayor facilidad y más intensamente que la mayoría. También están aquellos que no muestran su enfado de manera explícita, pero están crónicamente irritables y gruñones. Las personas más irritables no siempre lo expresan con su conducta, a veces presentan inhibición social, mal humor, o cuadros de malestar físico. Las personas que se enojan con facilidad, por lo general tienen, a lo que conocemos como baja tolerancia a la frustración, sienten que no deberían haber sido sometidos a la frustración, la incomodidad o molestia. Ellos no pueden tomar las cosas con calma, y son particularmente exaltados si la situación parece de alguna manera injusta: por ejemplo, que los demás les corrijan por un error sin importancia.
  • 19. ¿Qué hace a la gente ser de esta manera? Hay diferentes causas, por ejemplo genéticas o fisiológicas. Tenemos evidencias de que algunos niños se muestran más irritables desde edades muy tempranas. Existen causas socioculturales, la ira se considera un sentimiento negativo, del mismo modo que se nos facilita la expresión de sentimientos como la ansiedad o la depresión, no se permite mostrar nuestro enojo con la consiguiente dificultad para aprender mecanismos que nos permitan manejarlo o canalizarlo constructivamente. La investigación también ha encontrado que los antecedentes familiares juegan un papel importante como modelo de aprendizaje asociado a los problemas de comunicación emocional.
  • 20. CONCLUSIONES La delimitación de la ira como estado emocional o rasgo, así como la diferenciación de esta emoción con respecto a la hostilidad y la agresividad, ha dotado de mayor operatividad y precisión al concepto de ira. Así, la ira, según Johnson (1990), es considerada de forma general como un estado emocional formado por sentimientos de irritación, enojo, furia y rabia acompañado de una alta activación del sistema nervioso autónomo y del sistema endocrino y tensión muscular. T.W. Smith (1994) añade a esta definición el hecho de que la ira posea una expresión facial característica. Las definiciones de estos dos autores sobre la ira están ampliamente implantadas en el campo de la psicología de la salud, y ciertamente recogen aspectos fundamentales de esta emoción. Relajación: Técnicas sencillas de relajación como el control de la respiración y la visualización de imágenes agradables, se han demostrado muy eficaces así como, ejercicios de control como el yoga y la meditación. Ver también en nuestro apartado de “Preguntas Frecuentes” la técnica de relajación de Jacobson y la técnica de relajación para niños de Koeppen. Reestructuración cognitiva: En muy pocas palabras podríamos decir que esto significa “cambiar la forma de pensar”. Las personal coléricas tienden a maldecir, jurar y expresarse en términos muy alterados que reflejan sus pensamientos internos. Cuando estamos enfadados los pensamientos suelen ser muy exagerados y dramáticos.
  • 21. BIBLIOGRAFÍA Cooper Robert K. La Inteligencia Emocional (Aplicada al liderazgo y las organizaciones). Editorial Norma. 1998. Bogotá, Colombia. Csikszentmihalyi Mihay. Creatividad. (El Fluir y la Psicología del descubrimiento y la invención). Editorial Paidos, 2da. Edición. 1998. Barcelona, España. Csikszentmihalyi Mihay. Fluir (Flow). Una psicología de la felicidad. Editorial Kairos S.A. Octava Edición. 2000. Barcelona, España. Goleman Daniel La Inteligencia Emocional. Editorial Vergara. 1999. Buenos Aires, Argentina. ÁLVAREZ GAYOU, J. L: Elementos de Sexología, Ed. Interamericana, México, 1979. ARTILES, V. L.: “Disminución del deseo sexual en la mujer de edad mediana. ¿Realidad o Mito?”, Rev. Sexología y Sociedad No. 27, abril 2006, pp. 28-31. BALÁN, S.M.: “En alas del amor: Relaciones de pareja”, Rev. Sexología y Sociedad No. 31, agosto, 2006, pp. 36-37. CABELLO, F. Y M. LUCAS: Manual médico de terapia sexual, 1ra.ed., Prismática, España, 2002. CABELLO, F.: Disfunción sexual eréctil. Un abordaje integral, Ed. Prismática, Madrid, 2004. CASTRO, M.: “El sexo como juez universal del ser humano”, Rev. Sexología y Sociedad No. 23, 2003, pp. 4-9. CAVALCANTI, R.S. Y OTROS: Ejaculao precoce/ rapida. Concenso de Academia Internacional de Sexología Médica, Ed. Guanabara-Koogan, Río de Janeiro, 2005. DIAMOND, M.: “Componentes básicos de la sexualidad humana”, Rev. Sexología y Sociedad No. 23, 2003, pp. 16-23. DÍAZ, O. E I. LÓPEZ: “Patrón Sexual”, Rev. Sexología y Sociedad No. 2, 1995, pp. 28-30.