PP_Comunicacion en Salud: Objetivación de signos y síntomas
Pueblo 14 meses en cuarentena
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2. Israel Viana
MADRID - Actualizado:23/03/2020 10:00h GUARDAR
Si eres de los que se tira de los pelos tras
una semana encerrado en casa por el
coronavirus, si no dejas de pasear por las
habitaciones, desesperado, sin saber qué
hacer, soñando con el día que puedas salir
a la calle, quizá esta historia te interese.
Ocurrió en Eyam, un pequeño pueblo del
condado de Derbyshire, en Inglaterra, en
1666, donde todos sus vecinos, de
manera voluntaria y sin imposición de
ningún Gobierno, decidieron encerrarse
durante más de un año para no propagar
la epidemia más devastadora de la
historia en su país: la peste negra. Una
cuarentena autoimpuesta que se convirtió
en un acto heroico sin precedentes.
En primer lugar, porque consiguieron aguantar 14 meses, soportando
la mayoría de ellos los síntomas de aquel virus que había acabado con
la mitad de la población de Europa. Véase: inflamaciones dolorosas
debajo del brazo, el cuello o la ingle, moretones negros debajo de la
piel y, sobre todo, fiebre, vómitos y espasmos. Síntomas aterradores
que solían llevar a la muerte y que se propagaban a una ferocidad
increíble. Y en segundo lugar, y más sorprendente aún, porque los 350
vecinos de Eyam decidieron encerrarse no para salvarse sí mismos,
sino para no contagiar a las poblaciones de los pueblos cercanos.
Gracias a ello, salvaron la vida a decenas de miles de personas de
ciudades como, por ejemplo, Sheffield y Manchester.
Esta cuarentena se enmarca dentro de la tercera epidemia de peste que
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3. Grabado de la epidemia de Eyam
en 1666
ya habían muerto 29 vecinos suyos y,
antes de llegar a diciembre, la cifra era de
42. El pánico se apoderó de la comunidad,
mientras se iban produciendo nuevas
víctimas. En mayo de 1666, sin embargo,
no falleció nadie y en Eyam todos pensaron que la epidemia había
desaparecido.
Se equivocaron. El virus mutó y se hizo más mortal. Dejó de ser una
infección transmitida por las pulgas y pasó a los pulmones. A partir de
ese momento se volvió una enfermedad pulmonar que en verano
regresó con más fuerza y lo arrasó todo en el pueblo. Las escenas a
partir de ese momento debían parecerse mucho a las descritas por
Agnolo di Tura, cronista siciliano del siglo XIV, sobre la peste en su
ciudad: «Grandes fosas se cavan para la multitud de muertos y los
cientos que mueren cada noche. Los cuerpos se arrojan en estas
tumbas masivas y se cubren del todo. Cuando estas zanjas están llenas,
se cavan nuevas zanjas. Tantos han muerto que tienen que cavarse
nuevas fosas cada día».
Conociendo la tragedia de en Londres, los habitantes de Eyam tomaron
cartas en el asunto de una manera mucho más radical que cualquier
otro pueblo de Inglaterra o Europa. La decisión fue impulsada por el
reverendo de la localidad, Thomas Stanley. que se percató de la
necesidad de contener la enfermedad en junio de 1666, por la sencilla
razón de que aquella aldea se encontraba en medio de una importante
ruta comercial entre Sheffield y Manchester. Eso la exponía mucha
más y la convertía en un enclave potencialmente peligroso para
expandir la peste.
Stanley anunció al pueblo que debían hacer cuarentena, pero se
encontró con la resistencia de los vecinos, puesto que todavía no se
había ganado su confianza en el año que llevaba en el cargo. ¿Qué
podía hacer para convencerles? Acudió al reverendo al que había
sustituido, William Mompesson, que se encontraba mucho más
unido a los feligreses, y le pidió ayuda. Se pusieron de acuerdo y
convocaron a todos en la iglesia para pedirles que, por favor, se
aislaran voluntariamente en sus casas para evitar el más mínimo
contacto con sus vecinos y con los visitantes. Que aquello era muy
importante para el futuro de la comarca.
Mompesson les comunicó a sus feligreses que, además, el conde de
Devonshire, que vivía cerca de Chatsworth, se había ofrecido a enviar
alimentos y suministros si los aldeanos aceptaban ser puestos en
cuarentena. Esta comenzó el 24 de junio de 1666. El pueblo se cerró a
cal y canto para que nadie pudiera entrar o salir. Los vecinos sabían
que se enfrentaban a una muerte casi segura al no poder recibir ayuda
médica —la cual, de todas formas, no estaba en aquella época muy
asegurada todavía—, pero se consolaron con el hecho de que salvarían
a decenas de miles de ingleses si salían de su pueblo e iban a Londres o
Manchester.
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4. hábito de esterilizar los equipos y la ropa médica.
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