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Trabajo de Fin de Máster
Desahuciar, desalojar, ejecutar. Cuando la política
callejera se convierte en medicina.
Máster de Antropología Médica y Salud Internacional.
Universidad Rovira i Virgili (Tarragona)
Autora: Elena Ruiz Peralta.
Tutor: Oriol Romaní Alfonso.
Curso 2012-2013.
1
A las personas que creemos en los cambios y dedicamos nuestro tiempo a caminar preguntándonos.
A las que nos dejaron.
«NI GENTE SIN CASAS, NI CASAS SIN GENTE»
Desahuciar, Desalojar, Ejecutar. Cuando la política callejera se convierte en medicina.
Autora: Elena Ruiz Peralta. Tutor: Oriol Romaní Alfonso.
elena30@riseup.net
Tarragona.Septiembre, 2013.
En el presente trabajo, correspondiente a la asignatura «Trabajo de Fin de Máster» del Máster de
Antropología Médica y Salud Internacional (2011-2013) de la Universidad Rovira i Virgili
(Tarragona), he pretendido seguir la estructura de un artículo científico, con el fin de facilitar su
divulgación futura.
Todos los nombres han sido sustituídos para preservar la intimidad. A excepción del de Fran,
compañero de la plataforma que se suicidó el 8 de Febrero cuando una notificación de Hacienda le
apelaba a asumir el pago impositivo por la transmisión de bienes, es decir, porque su vivienda
pasara a propiedad del banco y él con su mujer y su hija fueran desahuciados.
Foto de portada: Córdoba, 16 de Febrero del 2013. Manifestación descentralizada convocada a nivel
estatal por la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) bajo el lema: «Por el derecho a la
vivienda. Contra el genocidio financiero. Dación en pago, alquiler social y stop desahucios, ya!»
Autor: Javier Sánchez Monedero.
Índice de contenido
Introducción......................................................................................................1
Apuesta teórico-metodológica..........................................................................4
Cuerpo etnográfico...........................................................................................7
Los «afectados». Un punto de partida común.............................................7
Etnografía del Sufrimiento...............................................................................8
I. Aislamiento...............................................................................................8
II. Incertidumbre y Desesperación.............................................................12
Etnografía de la Resistencia ..........................................................................14
I.Socializar y Resignificar el sufrimiento: «YA NO ESTÁS SOLO».......14
II.Un modo colectivo de atención y cuidado: «SÍ SE PUEDE»................17
II.a. Atención política colectiva............................................................17
II.b. Socialización de los cuidados........................................................19
Últimas noticias y reflexiones........................................................................21
Bibliografía.....................................................................................................24
Introducción
Dosmiltrece comenzó para mí con una decisión, realizar mi primer trabajo de investigación en
Antropología Médica sobre los desahucios. La expulsión de las personas de sus propias viviendas
por impago de la hipoteca o del alquiler ha sido una de las consecuencias más dramáticas de la
crisis actual. Ello se debe a su magnitud pero también a que nos enfrentamos a la deprivación de un
derecho básico, según figura en la Declaración de los Derechos Humanos, la Constitución Española
y el Estatuto Andaluz. La visibilización de este problema en un contexto donde reina el «tabú del
impago de la deuda» ha sido posible gracias a la movilización social organizada en torno a diversas
plataformas o movimientos pro-vivienda, como las plataformas de afectados por la hipoteca (PAH),
entre las que se encuentra la plataforma 15M-Stop desahucios de Córdoba, con quien realizo este
trabajo1
.
Como apunta Bourdieu, tras esta decisión no había un razonamiento pleno, pero sí razones (1997).
Mi licenciatura en Medicina, que se siguió de la formación en Medicina de Familia y Comunitaria,
me había reportado al menos once años de inquietudes en aumento sobre la dimensión social de la
salud así como una completa incertidumbre sobre el modo y la conveniencia de su manejo en
consulta. La angustia con la que vivía estas cuestiones se acrecentó cuando, en los últimos años de
especialidad, la crisis económica empezó a llenar las consultas. De un lado, consideraba importante
respetar e incluso solidarizarme con las decisiones de las personas que atendía; por otro lado, me
inquietaba pensar hasta donde mi rol no generaba un muro de pasivización, contenedor del orden
vigente. ¿Estaba contribuyendo a la perpetuación de un mundo enfermo? Ello me llevó a estudiar
Antropología Médica e interesarme por la medicalización de los problemas sociales y por el control
social de la biomedicina. Paralelamente, mi implicación desde 2006 en un movimiento
altermundista de repudio de la «deuda ilegítima», ¿Quién debe a quién?, me había familiarizado
con algunos usos de la retórica de la deuda como herramienta de poder y de las consecuencias
nefastas de los planes de ajuste estructural en países empobrecidos, condicionados por deudas
externas contraídas, entre otros, con el Estado Español. En agosto de 2011 se aprueba un cambio
constitucional por el cual el pago de la deuda pasa a «gozar de prioridad absoluta». Tras cuatro
años hablando con escaso alcance de deudas externas parecería éste un buen momento para una
reflexión conjunta sobre la misma, ahora que en las movilizaciones de Los Indignados o el
Movimiento 15M habían aparecido lemas tales como: «No debemos, no pagamos», que el rescate
1 Estos tienen a su vez precedentes en otros movimientos anteriores como el de V de Vivienda, Juventudes sin Futuro
o las Oficinas de Derechos Sociales, así como en experiencias de okupación a lo largo y ancho del Estado.
1
de la banca privada amenazaba con cuadruplicar la Deuda Pública y que a resultas de lo mismo se
iniciaba un escenario de recortes sociales y privatizaciones de servicios públicos. Lo que puede
señalarse en claves foucaultianas como un «golpe de Estado» que reificó la razón de Estado -o del
Capitalismo de Estado- por encima de los derechos básicos comunes y que dejó el manejo de la
deuda a merced de instituciones financieras internacionales, para mi sorpresa se aprobó con escaso
revuelo, salvo algunas riñas entre Comunidades Autónomas acerca de los márgenes de déficits y en
la calle una mescolanza de debates que traslucían una profunda confusión moral entorno al tema de
la deuda (Graeber 2012 , Gregory 2011), pero que en general podrían resumirse en diferentes
consideraciones sobre quien debía asumir la deuda o qué deuda era propia, sin entrar a debatir sobre
la prioridad absoluta de su pago. El hecho de no entrar a debatir si la deuda tenía que ser pagada, o
que ésta fuera una opción minoritaria, por lo menos desde el punto de vista de su explicitación
clara, reposa sobre una idea dominante, que viene a entender el bienestar social como secundario al
bienestar del Estado -al que se considera garante de la justicia social-; bienestar que a su vez se
considera subsidiario de la bonanza económica, entendida ésta en una concepción capitalista como
una situación de crecimiento constante que depende de la fluidez del crédito. Por lo que el pago de
la deuda se hace imprescindible para asegurar la confianza de los acreedores que han de abrir el
«grifo del crédito» para poner en marcha la noria.
Desde este punto de partida, entendía sumamente importante llevar a cabo una etnografía de la
resistencia de los movimientos de afectados por la hipoteca por varios motivos. Uno de mis
objetivos iniciales ha sido profundizar en el sufrimiento en torno a un desahucio, como respuesta al
simplismo con el que algunos sectores, incluidos sanitarios y científicos sociales estaban planteando
el mismo. Me ha interesado desentrañar desde la experiencia de las propias personas «afectadas» la
violencia estructural que compone dicho sufrimiento, primero como forma de denuncia, segundo
como modo de establecer puentes que entretejan la intersubjetividad y la solidaridad colectiva,
tercero como vía para conocer como actúa el poder construyendo, modelando y dando sentido a las
emociones individuales. Para ello, explorar desde la etnografía las distintas estrategias de
desidentificación con el discurso hegemónico y de desafección con el orden moral vigente puestas
en marcha en la plataforma 15M Stop Desahucios de Córdoba, me ha brindado una forma de acceso
a los objetivos arriba expuestos.
El segundo objetivo ha sido conocer si la plataforma podía ser entendida como un dispositivo socio-
político de atención y cuidado que generara sus propias representaciones y prácticas en torno al
sufrimiento. Así como en caso positivo conocer las modulaciones e influencias que establece con
2
otros modos de atención. Concretamente, me interesaba conocer, si la enfermedad podía ser un
modo de expresión de sensaciones y sentimientos cuando la protesta social y política era peligrosa
(Lock y Scheper-Huges, 1987; Scheper-Huges, 1997), ¿significaba ello que la plataforma era un
espacio de desmedicalización por ser una vía de protesta social y política?; ¿cómo se resituarán los
otros agentes y modos de atención?; ¿qué posibilidades abre a profesionales de la salud, sensibles a
las dimensiones sociales, políticas, culturales y económicas del sufrimiento (Menéndez en Armus,
2005:27)
La situación paradigmática que resulta de la conjunción de la problemática de la vivienda y del
sobreendeudamiento hipotecario supone el aterrizaje de la fractura de la convivencia supuestamente
armoniosa del paradigma neoliberal y de los derechos humanos en los llamados Estados de
bienestar y abre un debate público sobre los límites morales de la deuda. Línea de fisura que no es
de extrañar que se origine desde la cuestión de la vivienda al ser este uno de los derechos sociales
que menos protegido y regulado ha estado desde el Estado, el cual ha convertido su política
habitacional en una herramienta de especulación sobre la que sustentar un modelo de crecimiento
irresponsable y poco sostenible (Kothari en Desc 2008).
Otra de las potencialidades de la plataforma, que no debe obviarse es su capacidad de llamar al
mencionado debate social. Ello deriva de la posición liminar de sus integrantes, en el margen de lo
social, donde han sido desplazados desde la zona de integración a consecuencia del desempleo y la
precariedad laboral. En un país donde el regimen de tenencia es un 83% el de propiedad, a la cual se
suele acceder vía hipotecaria, y donde las cifras de desempleo rondan el 30%, sin incluir las de
empleos precarios, una enorme franja social vulnerable o potencialmente vulnerable, puede sentirse
identificada con los «afectados».
Participar de este debate supone por tanto una obligación para una ciencia social comprometida,
pero además es una oportunidad para hablar sobre la liberalización de los bienes sociales básicos y
la denegación de los derechos básicos fundamentales para amplios sectores de la población
desoídos por su posición de excluidos sociales.
En resumen, me he propuesto analizar la resistencia como diagnóstico de poder, que abra caminos
de DENUNCIA, pero también de SOLIDARIDAD, de DEBATE PÚBLICO SOBRE LO SOCIAL
y de ESPERANZA.
Sí se puede.
3
Apuesta teórico-metodológica
o ¿qué,
con quién,
desde dónde
y cómo
ver y contar?
En un artículo para el diario Público, Cecilia Borrás, presidenta de la Asociación Després del
Suïcidi , opinaba que vincular el suicidio con el tema de la hipoteca y los desahucios provocaba una
lectura demasiado simplista2
. En esa misma línea, han aparecido en diferentes medios de
comunicación opiniones diversas, algunas de personas procedentes del campo de la psiquiatría o de
las ciencias sociales. Éstas esgrimen una argumentación basada en la prevalencia y en la referida
como «multifactorialidad» del suicidio.
Con lo que respecta a la prevalencia, habría que decir que la importancia de que un suicidio se
vincule a una situación de desahucio o de amenaza del mismo, no reside en el número total de éstos,
ni en la relación con anteriores años, ni en su porcentaje dentro del número total de suicidios3
. Su
importancia radica en comprender el sufrimiento que se despliega en el contexto de un desahucio y
que tiene al suicidio como una de sus más funestas expresiones. De modo que, el enunciado de las
pancartas que cuelgan de los balcones de Córdoba con el logo de Stop Desahucios: «No más
muertes» responde a este sentido, que es independiente del número, ya que el significado es claro:
no se tolera ni una muerte más.
Además, lo que se traduce de estas interpretaciones, que caminan en la línea de la epidemiología
positivista, es una cosmovisión en la que los desahucios, por un lado, y los suicidios y
enfermedades, por otro, aparecen como categorías estancas sólo relacionadas por una
aparentemente compleja factorialización. Al suprimir del campo de observación el sufrimiento que
las engloba no pueden penetrar en la realidad para apoyar su transformación y, por el contrario,
constituyen una herramienta de mediatización y hegemonía (Breilh, 2003:88; Menéndez, 1998).
2 Entrevista a Cecilia Borràs en Público. 22/01/2013. http://www.publico.es/449206/vincular-el-suicidio-con-el-
desahucio-es-demasiado-simplista
3 Tal como explican en el Instituto Español de Estadística desde 2007 no se realizan Estadísticas específicas de
suicidio, por lo que han dejado de publicarse los boletines de suicidios, pasando a obtenerse los datos en la
Estadística de defunciones según la Causa Muerte, datos obtenidos en del boletín de defunción judicial. Los últimos
datos publicados son del 27 de febrero de 2011, siendo señalada como la primera causa de muerte externa, con cifras
de 3180 fallecidos, similar al 2010. Más info en: http://www.ine.es/prensa/np767.pdf
4
Frente a ello mi apuesta epistemológica parte de, primero, entender que en el caso de las personas
amenazadas de desahucio por impago de la hipoteca, el sobreendeudamiento hipotecario y el
desahucio no son dos temas que coexisten sino que en conjunto componen un problema socio-
político, que ha de ser analizado dentro de un proceso de deprivación de la salud en el que los
suicidios y las enfermedades son algunas de las expresiones del sufrimiento generado (Scheper-
Hughes y Lock 1987, Schepher-Hughes 1997). Segundo, que, por tanto, el sufrimiento es una
categoría más amplia que la de enfermedad, al cual defino como una experiencia íntima de aflicción
ante las diferentes adversidades humanas (Correa-Urquiza et al. 2006) la cual reposa sobre modos
colectivos de experiencia que modelan las percepciones y expresiones individuales
(Kleinman,1996). Si bien, como advertiría Kleinman las diferencias locales – de género, grupo
etario, clase, etnicidad, y por supuesto, la subjetividad- así como la penetración de procesos
globales en mundos locales convierte la influencia social en parcial y compleja (ibid.) Tercero, que
el sufrimiento se compone de emociones encarnadas, las cuales sólo pueden comprenderse en una
situación específica y dentro de una cultura afectiva y de un contexto relacional (Le Breton 2012)4
,
como reacciones y comentarios sobre la acción social de otros, debido a su contenido moral y a su
potencial como instrumento político de descalificación y subordinación (Harkin 2003 en Jimeno
2007:175) . Estas dos cualidades de la emoción: situacional y relacional, permiten la concreción de
las relaciones sociales al asentarlas en una cotidianidad donde se llenan de experiencia y sentido
social (ibid) y sobre un cuerpo que es a la vez personal, social y político (Lock y Scheper-Hughes
1987). Cuarto, la enfermedad como una expresión del sufrimiento, pertenece al plano de lo
representacional y hay que ubicarla dentro de un sistema fluido -social, cultural, político y
económico- de creencias y prácticas resultante de las relaciones jerárquicas y cambiantes que el
conjunto de saberes sobre salud establecen entre ellos, con el sujeto y con los conjuntos sociales y a
través del cual se determina qué se considera o no enfermedad, cómo ésta se explica y como puede
ser atendida. Quinto, definir el proceso de deprivación de salud, arriba referido, como un proceso
de salud-sufrimiento-atención/cuidado (adaptado de Menéndez, 1996), atravesado por la violencia.
Sexto, abarcar la plataforma 15M Stop Desahucios Córdoba desde dos espacios de análisis: De un
lado, entender la misma como un conjunto social desde donde acceder a las experiencias -
individuales y colectivas - de las personas que lo componen así como dibujar su complejo
asistencial (Comelles 1997, Menéndez 2003). De otro, localizar a la propia plataforma dentro de ese
4 «No se podría comprender el complejo movimiento de la emoción sin ponerla en contacto directo con una situación
específica, con la forma con la cual una cultura afectiva propia de un grupo se mezcla directamente con el tejido
social (Myers, 1979; Papataxiarchis, 1994; Vale de Almeida, 1994, Herzfeld, 1980; Rosaldo, 1980). «El camino de
la conceptualización…» escribe P. Dumouchel «…es parte de la emoción»(2002: 60).» Le Breton (2010:75)
5
complejo asistencial como una forma de atención/cuidado desde la socialización y la politización,
que Menéndez clasificaría como centrada en la autoayuda, al ser su característica básica estar
organizada y orientada por personas que padecen o co-padecen el mismo problema (2003:189). Y
desde este segundo punto de análisis poder observar las relaciones con otros modos de atención.
Desde estos presupuestos iniciales, la propuesta se concreta en una etnografía de la experiencia de
violencia, que incluya el sufrimiento y la resistencia, de las personas amenazadas de desahucio por
impago de la hipoteca y que se organizan en la plataforma de contestación 15M StopDesahucios de
Córdoba. Propuesta que se puede enmarcar dentro de la vertiente de la antropología que «aspira a
desentrañar los significados, motivaciones, emociones, prácticas corporales y discursivas de los
sujetos en los actos de violencia (Anderson, 2004; Besterman, 2002; Das, 1998; Jimeno, 2004;
Scheper-Hughes y Bourgois, 2004; Whitehead, 2004)» (Jimeno 2007:182). La cual tiene una triple
intencionalidad: contribuir, a partir de las experiencias de resistencia, a un conocimiento crítico de
las lógicas sistémicas responsables de la violencia estructural (Abu-Ludhog 1990, Espinosa 2007);
apoyar el reconocimiento de las acciones desplegadas desde posiciones de subordinación social
como nuevos modos de respuestas interpersonales a la violencia (Das y Kleinman 2001 en Espinosa
2007) y, por último, contribuir a la transformación social creando un puente a la intersubjetividad -
a la apropiación colectiva de la experiencia-, que permita una reinclusión social (Jimeno 20075
) y
una reubicación de los científicos sociales y profesionales de la salud con respecto a los problemas
sociales. Todas estas características propias de una «antropología implicada» (Romaní 2006)
Para llevar a cabo esta etnografía he realizado una «participación observante» en la plataforma
15MStop Desahucios de Córdoba a la cual me incorporo en enero de 2013 en calidad de activista y
etnógrafa. El trabajo etnográfico pretendí realizarlo en un margen de tres meses, de mediados de
enero a mediados de abril, sin embargo la persistencia en el «campo» como activista, ha convertido
esta acotación en difusa, dificultad que puede llegar a ser común en los «trabajos de casa»
(Visweswaran 1994). La observación participante se ha completado con la realización de entrevistas
abiertas a varios miembros de la plataforma, dos mujeres y dos hombres, entre los que se dan varias
circunstancias diferenciales: abandono o no de la vivienda, condición de hipotecada/-o o avalista,
carencia o presencia de apoyo familiar, situación socio-económica previa, enfermedades previas o
posteriores a la situación de impago, con el fin de buscar la mayor heterogeneidad posible. De otro
5 «Lo que aquí está en juego no es sólo el tema de la memoria individual traumática, sino más bien los procesos
sociales y los mecanismos culturales por los cuales los sujetos individuales conectan su experiencia subjetiva con
otros y la convierten en intersubjetiva y, por lo mismo, en apropiable de manera colectiva. Es la creación de una
comunidad emocional en la que pueden recobrar su sentimiento de participación ciudadana.» (Jimeno 2007: 187)
6
lado, la observación ha precisado de completarse con la de las dinámicas sociales y políticas que se
han generado en torno a esta cuestión. Al ser un tema de gran actualidad y enorme impacto social
me he enfrentado a la dificultad que supone escribir de un tema que introduce novedades contínuas
– lo cual supone nuevos actores y cambiantes marcos políticos, sociales y legislativos- , aunque ello
mismo me ha hecho más evidente la idea de proceso y su carácter claramente oscilatorio.
Por último, la situación desde la que realizo la etnografía ha de ser explicitada pues no podemos
prescindir de la subjetividad y parcialidad con la que abarcamos la realidad al estudiarla, pero sí,
regalarle un punto de vista único y necesario (Haraway 1994 en Esteban 2004). Como ya he
explicado en la introducción esta decisión se ha ido articulando a partir de inquietudes que salpican
mi biografía. Durante el trabajo etnográfico mis compañeros/-as de la plataforma han sido
conscientes del mismo. También lo eran de mi participación en la asamblea del 15M de Axerquía
Norte así como mi formación como médica. En la plataforma he participado en diversas acciones
que se han realizado en la calle, así como en las asambleas. También he colaborado con un grupo de
otras 15 personas en el impulso y seguimiento de los grupos de afinidad y apoyo mutuo, los cuales
ya habían comenzado antes de mi incorporación y en el impulso, en concreto, de uno de ellos. Y por
último, a partir del ofrecimiento de varias profesionales del campo de la salud mental, he actuado
como puente entre ellas y las demandas de la plataforma, tanto asistenciales como de formación.
Una de estas últimas demandas se materializó en un curso sobre «Acompañamiento en la ayuda»,
realizado por psicólogas de un centro de Psicología Humanista, que consistió en cuatro sesiones de
2 horas.
Cuerpo etnográfico
Los «afectados». Un punto de partida común.
« Miles de personas que cuentan tu misma historia» (Esperanza).
Personas que con anterioridad al 2008 y el estallido de la burbuja inmobiliaria, presentaban unos
ingresos más o menos estables, por lo que decidieron comprar un vivienda, a la que sólo pudieron
acceder por vía hipotecaria en la época del «ladrillo» y el «crédito fácil», cuando el derecho a la
vivienda era sistemáticamente interpretado por el Estado como el derecho al acceso al crédito6
.Los
padres hicieron en muchos casos de avalistas, aunque en el caso de la población inmigrante muchas
6 Ya antes de la crisis, en el 2006, Miloon Kothari, enviado por las Naciones Unidas como Relator Especial para el
derecho a una vivienda en el Estado Español, advertía que la política habitacional del país, enraizada en el régimen
franquista y sin muchas modificaciones desde entonces, era la propia de un Estado social débil donde el mercado
asignaba y regulaba esta necesidad básica para las personas.
7
veces fueron amigos, conocidos, con los que se llegaron a hacer avales cruzados. O bien, accedieron
a hipotecar su vivienda o la de un familiar para reunificar deudas o poner en marcha un negocio.
Cuando comienza la crisis económico-financiera y estalla la burbuja inmobiliaria, las personas
empiezan a ver reducirse y desaparecer sus ingresos en un contexto de precarización, despidos
masivos, desempleo, reducción de las ayudas sociales y caída de los sectores de la restauración y la
construcción, sobre los que se había cimentado un modelo de desarrollo irresponsable y poco
sostenible (Kothari en Desc 2008). Paralelamente, la presencia en muchos de los contratos
hipotecarios de cláusulas abusivas e incluso ilegales como ha declarado el Tribunal de Justicia de la
Unión Europea van aumentando el monto de la deuda y el estrangulamiento económico, hasta llegar
a una situación de impago.
«Yo la iba pagando muy bien. La hipoteca eran 300 euros. Lo que yo no esperaba, y mira que se lo
dije delante del notario (repite), que lo que no quería es que luego me subiera la hipoteca, que si
eran 300 euros, 300 euros todos los meses. Pero ¡qué va!, cuando empecé a pagar a los tres meses
me viene otro recibo de 300 euros. Mira que puse que los días 29 es cuando me llega a mí la
pensión, con lo cual del día 1 al 5 cuando me viene a mí el recibo de la hipoteca, la pensión está
sin tocar. Pero, bueno, pensé que por algo no lo había pagado el banco y no le eché cuentas. A los
seis meses me vienen 600 euros. Ya en eso se pone mi mujer por teléfono, siempre ha sido ella la
que ha hablado, y nos dicen que hagamos el giro. Lo hicimos. Luego fueron unos 1200 euros, esa
ya nos costó. Pero, le dije a mi mujer, «¿tú no has pagado los recibos?» Y me contestó, que ahí
estaba la cartilla, que lo habíamos pagado todo. ¿Entonces como es que debemos 1200 euros? Y
luego el doble, 2000 y pico. ¡Se iba duplicando la cantidad! (…) Entonces dije ya no pago más.»
Félix.
Para la mayoría de las personas en la plataforma es este el momento en el que descubren la
magnitud de lo firmado, cuando descubren que una sobretasación de la vivienda en el momento del
acceso7
les impide ahora saldar la deuda con la dación de la misma y que esta deuda no rescinde, es
una «deuda perpetua» como la define Rafael Mayoral8
, que pone en peligro la vivienda incluso de
los avalistas. Es también ese momento cuando aparece la cara amarga de los banqueros que, antes
nos ponían la alfombra roja y ahora nos tratan como a perros, los cuales hostigan y mienten para
sacar el exiguo capital de los hipotecados.
«Yo les dije a los del banco: «Mirad como está mi hijo, que está delante de ustedes, en la situación
que está». Pero ellos me contestaron: «De esos como su hijo hay un montón.».» Liberto, avalista
73 años, compañero de 15MSDC.
7 Esta sobretasación era llevada a cabo por tasadoras del propio banco.
8 Abogado de la PAH de Madrid
8
Etnografía del Sufrimiento
I. Aislamiento.
«Antes de entrar en la plataforma siempre van a salir esas palabras: miedo, culpa, vergüenza.»
(Esperanza).
En contextos de hegemonía cultural el sufrimiento desencadenado por la violencia estructural
genera formas colectivas de naturalización de la misma, de las que derivará un distanciamiento
social del sufrimiento, que pasa a representarse colectivamente como un sufrimiento abstracto que
recae sobre el «que algo debe». (Espinosa 2007).Por otra parte, como adviertía Abu-Ludgoh, la
dominación social trabaja al nivel de construir, delimitar y dar sentido a las emociones personales
(1990:47). Así la culpa, vergüenza y miedo, componen el registro emocional que acompaña al
estigma del deudor dentro de un sistema hegemónico de «moralidad contractual» (Han 2012:240),
propia del liberalismo, que ubica a la sociedad en una matriz contractual compuesta por individuos
teóricamente autónomos, independientes e iguales que se relacionan a través de intercambios
voluntarios regidos por la lógica de la elección racional y en los que la deuda actuaría como base
sobre la que se articula dicha moralidad, convirtiéndose en tabú su impago. Estos supuestos,
imprescindibles para el desarrollo del Capitalismo, han ido siendo naturalizados por la propia
sociedad; la cual, en momentos de crecimiento económico y casi pleno empleo9
, asumió el trabajo
como la llave para la integración y la cohesión social así como para un futuro próspero y más
igualitario, al que iba ligando el presente a través de la adquisición de bienes durables y créditos
(Castel 1995)10
, entre ellos la hipoteca -que en la actualidad representa un 60% del gasto de un
hogar medio español-. De este modo, en el Estado Español durante los últimos treinta años, el
derecho a la vivienda se ha ido interpretando sistemáticamente como el derecho de acceso al
crédito, a través de políticas públicas que convirtieron la vivienda en un bien de inversión, la
construcción en una vía de crecimiento especulativo y la propiedad en una forma de control social a
la vez que un símbolo de prestigio social (de prosperidad y estabilidad – territorial, laboral, familiar,
9 Obviamente, dentro de un sistema patriarcal y familiarista, hablamos de quasi-pleno empleo masculino. La mujer
siempre vinculada a los trabajos reproductivos ha ido incorporándose al trabajo remunerado, pero nunca ha
alcanzado cuotas de pleno empleo.
10 «Esa proyección de las aspiraciones sobre el horizonte del futuro tranquilizaba el juego presente y daba crédito para
el mañana al ideal socialdemócrata de una desaparición progresiva de las desigualdades. Esa apuesta al futuro no era
sólo un acto de fe en las virtudes del progreso en general. A través de sus modos de consumo, de sus inversiones en
bienes duraderos, de su empleo del crédito1, el asalariado preveía cotidianamente la continuidad del crecimiento y
ligaba concretamente su destino a un progreso ilimitado. En la sociedad salarial, la previsión de un mejor futuro
estaba inscrita en la estructura del presente. Tanto más cuanto que, proyectando sus aspiraciones sobre la generación
siguiente, el asalariado podía esperar realizarlas en diferido: lo que yo no pude aún realizar, lo lograrán mis hijos.»
(Castel 1995:313)
9
etc.- ) (Palomera 2011). Ello consiguió, sin precisar de coerción, una integración de los controles
sociales formales e informales del Capitalismo, el cual precisaba de individuos productivos que no
cuestionaran su posición subordinada (Romaní 2008). Así la unión material diferida, que representa
la diada crédito-débito (Peebles 2010), queda apuntalada por el sistema moral y el sistema legal
imperantes, que responsabilizan, estigmatizan y pasivizan al sujeto-en-impago. El primero, a través
de la culpa, la vergüenza y el miedo, como emociones que miran al pasado, presente y futuro,
respectivamente. El segundo, a través de su lenguaje de ejecución, desalojo y desahucio.
Más concretamente, al analizar estas emociones como dispositivos de control (Foucault 1994) se
observa como la culpa, la vergüenza y el miedo se fundamentan en las ideas liberales del agente
libre11
, de la emprendiduría y de los estilos de vida (Lupton 1993, Menéndez1998) que
responsabilizan únicamente al individuo de la decisión de hipotecarse - «Nadie te puso una pistola
en la cabeza para que firmaras» -; así como de llegar a una situación de insolvencia - «Es que has
vivido por encima de tus posibilidades», «si no encuentras trabajo es porque no quieren»12
.
Esta responsabilización se extiende a las consecuencias en el entorno de tales decisiones,
haciéndose el individuo responsable de no haber sabido preveer los peligros y de colocar a la
familia en una situación riesgosa (Lupton 1993). A la vez que aumenta la vulnerabilidad del sujeto
al condicionar tanto su faceta material como relacional. «Yo llegué un momento que mi hija se puso
mala y yo la llevé al médico, tenía un catarro y le mandó un jarabe y costaba cuatro euros y yo no
tenía ni para pagarlo. Y yo a mi madre no era capaz...y más confianza que tengo con ella no tengo
con nadie (…) ¿cómo le voy a hacer a mi madre que está pagando con un sueldo de 1200 euros la
hipoteca de 780 euros y ahora con el resto tenemos que vivir 6 personas y ahora encima le pido 4
euros para comprarle un jarabe a mi hija? A mí se me cae la cara de vergüenza, es que no puedo,
te sientes culpable de decir: «¡Dios mío! ¿es que no voy a ser capaz ni de poderle dar un jarabe a
mi hija o de darle de comer».» (Esperanza).
La consecuencia de ello es un doble aislamiento que se retroalimenta, ya que tanto la experiencia
como el sujeto se aislan del contexto social. Lo primero, responde a un proceso de negación de lo
11 El hombre como agente libre de la Economía Clásica queda adecuadamente retratado en esta frase de Bentham, uno
de sus fundadores teóricos: «no man of ripe years and of sound mind, acting freely, and with his eyes open, ought to
be hindered, with a view to his advantage, from making such bargain, in the way of obtaining money, as he thinks
fit: nor (what is a necessary consequence) anybody hindered from supplying him, upon any terms he thinks proper
to accede to.» (1843: Letter 1 en Gregory 2011:390-391)
12 Estas dos expresiones son frecuentes entre los relatos de los «afectados», también son habituales en prensa,
formando parte del registro de la opinión pública.
10
social, tanto en lo relacional13
como en lo situacional, así las condiciones que fomentaron la compra
de la vivienda14
como en las que imposibilitan su pago; por lo que la persona sentirá que lo que está
viviendo no es un problema social, sino propio. «Yo era tal el pánico que tenía que llegaba al
punto de no querer salir de mi casa, que a mi me daba miedo salir de mi casa. Yo en el colegio eso
de que se enterasen de que tú tenías problemas, porque claro, piensas en que tú eres el único que
tienes ese problema. Sí, ves la tele que hay historias de estas , pero como que lo ves lejano, aquí en
Córdoba tú dices: «uff, yo aquí soy la única, que vergüenza». Después por ejemplo la vergüenza
también de mi vivienda, de dejar de pagar la comunidad. El miedo y la vergüenza de que en la
comunidad tus vecinos se enteren de que has dejado de pagar la comunidad y que te puedan decir
algo. Ya te digo, por otro lado el miedo de que se enteren los papás del colegio porque vayan a
decir que Fulanito...Miedo de que nadie se entere de tu familia porque siempre te han metido en la
cabeza: «claro, eso es culpa tuya que has vivido por encima de tus posibilidades» y eso un día y
otro día y otro día, se te va metiendo en la cabeza y no es miedo, es terror. Es terror, es que de
verdad no te puedo explicar el sentimiento de culpabilidad, el sentimiento de miedo, ya te digo de
no querer salir a la calle, de no querer coger el teléfono, yo sonaba el teléfono y me echaba a
temblar. Yo mi hija me acuerdo de que a lo mejor cogía el teléfono y yo le he llegado a regañar
hasta el punto de decir: «como se te ocurra coger el teléfono te enteras» Yo decía como ella lo coja
le van a decir: «dile a tu papá o mamá que se pongan». Porque si era yo quien lo oía directamente
no lo cogía. Claro que si la chiquilla lo cogía ya me tenía que poner. Y el que te digan: -¿Por qué
no pagas?. ¿Qué dices?:- Porque no puedo. Y...-¿Por qué no puedes? -Porque no tengo ingresos;
¿Y qué hago?» (Esperanza)
El segundo -el aislamiento social-, a un proceso de estigmatización, en el que la hegemonía de la
deuda como sinónimo, en nuestra cultura, de obligación moral15
, convierte al «afectado» en un
sujeto desacreditado socialmente y deslegitimado en su sufrimiento.
– Elena: «¿Qué sentías tú en ese momento? (del inicio del sobreendeudamiento)
– Félix: Yo, quitarme la vida. Y lo he dicho. Era ver que toda tu vida la habías echado al
13 La dimensión relacional es abordada más en extensión en el apartado de socialización de los cuidados.
14 Ello es significativo en el recurso de la cultura de la propiedad del «spanish way of life», que sirve como pantalla
para invisibilizar la responsabilidad del Estado como explicará Palomera apoyandose en Bourdieu: «La demanda, y
sobre todo la propensión de los individuos a comprar o alquilar, suele depender en gran medida del estado particular
de la oferta, que a su vez es resultado del marco de posibilidades generado por las políticas de vivienda. Ante esto,
no debería extrañar que Bourdieu (2003:113) concluya que «hay sin duda pocos mercados que, en la misma medida
que el de la vivienda, estén no solo controlados por el Estado, sino verdaderamente construidos por él». ( 2011: 4-5)
15 Autores como Graeber (2102), Han (2012) y Gregory (2011) plantean que el concepto maussiano de reciprocidad
viene a reproducir la visión reduccionista de las relaciones humanas como formas de intercambio conducidas por el
interés, propia de la Economía Clásica. Por otro lado, Graeber añadirá que la ampliación de este concepto, con
diferentes adjetivaciones -reciprocidad negativa, generalizada, etc.-, por parte de la antropología no ha hecho más
que aumentar la confusión moral en torno a la deuda, aplicandose a relaciones con diferentes grados de jerarquía y
regidas por diferentes tipos de moralidades.
11
garete. Yo me veía a mí mismo que era una mierda. Ese estigma, el que dirán de la calle
cuando se enteren, la familia...La familia pasó completamente. Me dijeron que ellos
también tenían sus problemas. (…) Más o menos te echaban que no habías sabido, que
habías vivido por encima, que habías gastado de más y no has sabido ahorrar. (…) Yo a
veces le echaba la culpabilizaba a mi mujer, le echaba yo la culpa (repite). El matrimonio
está completamente destrozado».
Este proceso de culpabilización y estigmatización -que determinan el aislamiento- conduce, como
se ve en la entrevista de Félix, a una situación que es vivida como «sin salida»: «Llegó el momento
en el que yo no veía más la luz. Eso que te dicen del túnel que ves la luz al final, yo no la veía, el
túnel era completamente negro» (Esperanza). «Quien más y quien menos ha pensado en quitarse
alguna vez la vida.» (Jacinto) - Uno de los efectos de esta impotencia es la pasivización del sujeto,
a la vez que sus preocupaciones se repiten una y otra vez, sin encontrar cómo canalizarse y sin
dejarlos dormir, irritándolos, entristeciéndolos y afectando a sus relaciones.
II. Incertidumbre y Desesperación.
«Es posible que lo que ha hecho fundamentalmente «la crisis» haya sido barrer con una cierta
representación del progreso: la creencia en que el mañana sería mejor que hoy y en
que se puede confiar en el futuro para mejorar la propia condición» (Castel 1995: 325)
A menudo en la plataforma las personas refieren que su vida se ha convertido en una «noria», «en
la que tan pronto estás arriba como estás por los suelos». Esta experiencia de inestabilidad es
nueva para las personas que vienen de tiempos de estabilidad y certidumbre en el futuro. Y puede
leerse en términos de precariedad, entendida esta como «las condiciones articuladas de escasez de
recursos (bienes y servicios), los obstáculos para conseguir empleo y la relación desdoblada con el
Estado en la que se efectivizan diversidad de ausencias y presencias institucionales.» (Seveso y
Vergara 2012:11).
De este modo, los procesos de desahucio con sus plazos indeterminados, los cuales dependen de la
administración, de un panorama legislativo convulso y las estrategias particulares de cada entidad
financiera, mantienen a la persona en un contínuo estado de nervios e incertidumbre16
: «(Los
16 Han en su libro Life in Debt. Times of Care and Violence in Neoliberal Chile, recoge varias expresiones con las que
se refieren sus informantes a la situación de sufrimiento vinculada al neoliberalismo, entre ellas «tiempo de puros
nervios» (2012:29) y «depresión neoliberal» (ibid:129).
12
desahucios) eso es que acarrea enfermedades. Eso acarrea depresión. Eso de las depresiones es
una cosa que está en el día, ¿estamos? Entonces vas al médico y te lo encuentras. Yo cuando he
estado de la manera que he estado es cuando estoy pensando en lo que estoy pensando. Yo el sueño
lo tengo totalmente perdido. Yo echo una hora, hora y media al día, de sueño y ahí acaba. Todo el
tiempo estás dando vueltas y estás pensando cuando me levante qué es lo que me va a pasar y qué
es lo que no me va a pasar.» Liberto, avalista, compañero de 15MSDC
Unos nervios que para Taussing son una «metáfora generativa que asocia las tensiones del sistema
anatómico nervioso con el caos y la irritabilidad de un sistema social inestable (1986:4). En este
orden social el papel integrador del trabajo se enfrenta a la paradoja de la dispensabilidad laboral
(Seveso y Vegara 2012) de masas cada vez mayores de «trabajadores sin trabajo» (Arendt en Castel
1995), a expensas de reformas laborales que flexibilizan el trabajo y cosifican el sujeto como, en
efecto, «algo» que se puede dispensar y del que se puede dispensar. En esta línea, han aparecido
estudios desde la Salud Pública que apuntan a un aumento de las consultas en atención primaria por
cuadros de ansiedad y depresión asociados al desempleo, el sobreendeudamiento hipotecario y los
desahucios (Gili et al, 201217
). No obstante, podríamos preguntarnos aquí con Kleinman, ¿qué clase
de proceso cultural sustenta la transformación de una víctima de la violencia en alguien con una
patología?; ¿Qué significa dar a estos traumatizados por la violencia política el estatus de paciente?;
¿Y en qué sentido la imaginería de victimización como una patología de un individuo, altera la
experiencia – colectiva así como individual- de modo que su significado vivido desde una memoria
política y moral, se pierde y es reemplazado por «culpa», «paranoia» y «failure to cope»
(impotencia, frustración)? (1995:10)18
Esta impotencia, que dirá Kleinman, se reafirma cotidianamente para aquellos cuyos ingresos
inestables o esporádicos les empujan a una búsqueda de recursos, que viven como desesperada, y
los coloca en nuevos circuitos de asistecia social en los que han de aprender a manejarse, a la vez
que con su nuevo estado de empobrecimiento19
:«A la vez que estamos perdiendo el estigma social y
17 En términos de salud esta situación puede completarse con los datos obtenidos en el Estado Español a través de un
estudio de Salud Pública, los cuales señalan un incremento significativo de la frecuencia con la que las personas son
atendidas en Atención Primaria por alteraciones del estado de ánimo (19.4% con depresión mayor), ansiedad (8.4%
desordenes de ansiedad generalizada) desórdenes somatomorfos (7.3%) y relacionados con el alcohol (4.6% de
dependencia alcohólica) en el periodo que abarca desde 2006 (pre-crisis) a 2010. En el mismo estudio se señala que
con independencia del riesgo observado de desempleo, existe un aumento significativo del riesgo de depresión
mayor asociado a las dificultades en el pago de la hipoteca y a los desahucios. Alrededor de una tercera parte del
riesgo global de demanda de asistencia en la población con desordenes mentales puede ser atribuida al riesgo
combinado de desempleo en los hogares y pago de la hipoteca (Gili et al, 2012).
18 Traducción propia.
19 En esa línea Chamizo, Defensor del Pueblo Andaluz, apunta: «la gente de clase media tenemos un problema porque
no sabemos vivir como excluidos. No se sabe a qué hora son los comedores, el reparto de la ropa, ni se tiene
13
no nos da vergüenza llevar esta camiseta las 24 horas puesta (la de StopDesahucios) que si
tenemos que salir a la calle, la llevamos y con la cabeza alta. Pues ese estigma social que se quite
también para el tema del alimento. Que hay muchos compañeros que van a la asamblea y les da
vergüenza a la hora de decir «mira que yo no tengo nada que comer.» (Félix).
Sara, una mujer de la plataforma, que vive ahora con su marido en casa de sus padres, mientras que
alquilan su piso para pagar la hipoteca que se contrajo al comprar el camión del marido, lo
explicaría de esta manera: «Mi hermanos no me entienden. A ellos le sigue yendo bien y piensan
que somos unos vagos, pero yo no paro de buscar trabajo. He echado hasta curriculums en el
extranjero. Estoy desesperada. Ya no sé que hacer. Estaba pensando a cuanto podría vender un
riñón, pero, por ahora no ha pensado nada malo, que a otros les da por robar.»20
La posición del Gobierno con comentarios como el Dolores de Cospedal de «los votantes del PP no
dejan de pagar la hipoteca con excusas vacías»21
, así como sus políticas sociales, focalizadas y
descentralizadas en programas de pobreza y de subsidios, a la vez que deniegan la Iniciativa
Legislativa Popular presentada por la PAH y criminalizan los escraches, muestran un abismo entre
lo que entiende el Gobierno y la Plataforma como «vivir con dignidad22
» (Han 2012). Un absimo
ocupado por la indignación.
Etnografía de la Resistencia
I.Socializar y Resignificar el sufrimiento: «YA NO ESTÁS SOLO».
«Si me vieras ayer, estaba fatal; eso nos pasa a todos; quien más o quien menos ha pensado en
algún momento en quitarse la vida; pero en la plataforma le levantamos los ánimos, le decimos
que a partir de ahora no va a estar solo. Yo voy a los puntos de información y si no hace falta me
quedo fuera y recibo a las familias. Cuando me cuentan algo los entiendo porque he pasado por
lo mismo y sé que luego les pasará esto o lo otro.» Jacinto, compañero de 15MSDC.
habilidades sociales para moverse en el mundo de la exclusión social. Se pasa de una estabilidad a una inestabilidad
absoluta. La vivienda da estabilidad y seguridad. Es lo que te da el equilibrio interior, la gente le falta lo más básico
para estar estructurado.»
20 Es interesente a partir de este comentario pensar en la disponibilidad del propio cuerpo como único recurso y su
alusión metafórica a los flujos de recursos de abajo hacia arriba en el capitalismo (Scheper-Hughes 2004) – entre
ellos el rescate público a la banca – que aumentan la brecha de diferenciación social a pesar de que los
macrocifras hablen de mejoras económicas.
21 Que inicialmente apareció en prensa como «Los votantes del PP antes dejan de comer a dejar de pagar la hipoteca»
enlace aquí
22 La marcha que cinco compañeros están llevando a pie de Córdoba a Bruselas lleva precisamente el nombre de Viaje
(Marcha) por la dignidad
14
Los puntos de información son la puerta de entrada a la plataforma 15MSDC. En otras ciudades
estos puntos llevan el nombre de PIVEs: puntos de información y encuentro; lo cual viene a señalar,
ya desde el inicio, una característica transversal a la plataforma, me refiero el ser un espacio de
encuentro y asesoría colectiva, que viene a actuar sobre dos de las claves del sufrimiento de los
afectados, el aislamiento y la incertidumbre. Encuentros plurales («con el otro», «en el otro», «en
lo social», «en la violencia», «con nuevos modos colectivos de resistencia», «con la esperanza»)
donde la experiencia puede ser vista como un momento-lugar en lo que aquello que se ha sido se
detiene para fragmentarse, cuestionarse y transformarse; y es esa liminaridad la que genera la
posibilidad de que algo cambie (Correa Urquiza et al 2006:6123
).
Así la socialización requiere de un primer encuentro «con el otro» para deshacerse de la idea de ser
el «único». - (Antes de llegar a la plataforma) «tú piensas que tú eres el único afectado, al menos te
hablo a nivel local, porque en la tele estás harto de ver cosas, pero aquí piensas que eres la única.»
(Esperanza)-. La primera vez que vas a un punto de información los compañeros más
experimentados te suelen decir, «lo único que tienes que hacer es escucharlos, rellenarles la ficha y
decirle que ya no están solos». En el acto de relatar a otros, la persona comienza a encontrar
caminos para apoderarse de su propia experiencia (Jimeno 200724
). El valor de las narrativas para la
propia persona queda así también explícito en este comentario de Alicia sobre una de sus vecinas:
«Mi vecina no va a la plataforma por vergüenza. No quiere que se enteren las vecinas. Tus vecinas
te pueden ayudar, pero no te pueden arreglar el problema y menos si no lo cuentas porque coges
depresión, nadie te consuela, nadie te ayuda, ni hablar ni nada. Entonces si no se lo cuentas a
una plataforma o como ella me dijo «que no se enteren mis vecinas», ¿a quién se lo vas a contar?
A nadie»
Por otro lado, al margen de ese conato de desaislamiento que supone el ponerse en contacto con la
plataforma, la socialización es entendida como un acto de colectivización -de paso de «mi
problema» a «nuestro problema»- que se inicia con la colectivización de la propia escucha. Esta
escucha mutua está facilitada por la existencia de grupos de afinidad y apoyo mutuo (GAYAM),
los cuales se reúnen cada quince días, aproximadamente, y se describen como: «grupos de unas 8 a
23 A partir de los conceptos de liminaridad de Turner (1988) y de umbral de Delgado (2001)
24 «Ahora, por supuesto, no se trata de sostener una visión del lenguaje como transparente para el mundo (Good, 2003)
ni de creer que las narrativas verbales agotan la expresión emocional o borran las huellas de dolor. Pero es necesario
tomar distancia de la supuesta incapacidad del lenguaje para dar cuenta del dolor. Pese al sentimiento y la idea de la
inadecuación del lenguaje frente la emoción, en el acto de rememorar y relatar a otros, la persona comienza a
encontrar caminos para reconstruir el sentido subjetivo de la vida». (Jimeno 2007:174)
15
12 personas, muchas de ellas con amenaza de desahucio, dispuestas todas a escuchar y a hacer un
seguimiento cercano de la situación de cada familia amenazada. Son grupos pequeños donde
compartimos sentimientos y donde pasamos de «mi problema» a «nuestro problema» y del
abatimiento a la indignación. Personas que en las acciones estarán pendientes las unas de las
otras. Compañeras y compañeros solidarios que practican el apoyo mutuo.» (Díptico informativo
de 15MSDC).25
A través de la escucha mutua el problema puede transitar de un problema
individual a un problema social, que se resocializa (Correa Urquiza et al. 2006: 49), es decir, se
contextualiza al definir un marco común a través del «encuentro en el otro»: «Cuentan tu misma
historia, es que la cuentan exactamente, tus mismas palabras, tú te ves reflejado en esa persona.»
(Esperanza).
Por otra parte, la puesta en común de un mismo sufrimiento facilita un espacio único de
comprensión, donde el mismo es desabstraído, cruzando de la orilla de la representación social
donde se presenta como un dolor difuso y abstracto ((Menéndez 1998, Espinosa 2007) a ser un
dolor vivido, que se puede compartir . Un compañero, después de realizar una dinámica de escucha
por parejas, afirmaba: «Mi familia no me escucha como me ha escuchado el compañero, veo que
no me atienden igual». El compartir los sentimientos permite entretejer una intersubjetividad, desde
la que llevar a cabo una desidentificación y desafección del discurso hegemónico (Gibson-Graham
2006).
«El miedo es al desconocimiento. Porque antes de entrar en la plataforma no sabes como se actúa
y todo lo que te dicen te lo crees. Cuando tú entras en la plataforma, por ejemplo, en un grupo de
apoyo en que te vas dando cuenta que todo lo que hablamos los afectados es como si lo dijese el
mismo porque al fin y al cabo están haciendo con todos lo mismo, entonces te vas haciendo cada
vez más fuerte de decir «¡Coño! Que a tí te están haciendo lo que a mí y eso no es así». Y es que en
base a estas leyes y a lo que me está diciendo la plataforma de que podemos encauzar las cosas
por este lado, vas con argumentos a un banco por ejemplo, eso te hace sentir más fuerte, con
menos miedo. ¿Miedo a qué? A una cosa que no he hecho, a que tú me has estado haciendo sentir
culpable de algo que yo no lo soy, pues no. Es que eso no es así. Entonces, como lo voy viendo en
los grupos de apoyo....te engañan, te amedrentan de la misma manera, parece que le han dado un
diálogo a todos los banqueros y todos dicen lo mismo. Es una manera de decir «no estamos solos»
que si tú necesitas por ejemplo ir a un banco o a donde haga falta, a un médico, ahí estamos todos
25 Las dinámicas que se desarrollan en los grupos parten de la creatividad colectiva y la autoformación, la cual se ha
apoyado en libros como Afirmación y Resistencia (Martín Beristain, C. y Riera F. 2003). También un grupo de
15 personas que nos comprometimos a ayudar al impulso y seguimiento de estos grupos hemos recibido formación
de un grupo de psicólogas de la ONG Maizca sobre «acompañamiento en la relación de ayuda».
16
para apoyarte, contigo. Ya no tengas ese miedo porque estamos los demás arropándote. Eso te hace
descansar un poquito». (Esperanza).
Esta resignificación de la experiencia, ha de leerse como una transformación que atraviesa las
representaciones culturales y la experiencia colectiva del sufrimiento (Das y Kleinman 2001 en
Espinosa 2007, Correa Urquiza 2006) para dejar espacio a nuevas respuestas interpersonales ante el
problema y a la configuración de una identidad colectiva (DiGiacomo 2009). De ahí que los
nombres de «afectados por la hipoteca» y «amenazados de desahucios» recojan el problema que los
une, pero también hagan un reconocimiento al sufrimiento con el que lo viven y una denuncia de la
violencia que lo genera. Transformación que se hace explícita en el comentario de Esperanza de:
«Yo entiendo este problema como el antes y el después de estar en la plataforma.» y que José Coy,
describe como la conversión de un problema que se vivía de manera individual a un problema social
26
. Con esta resignificación se oponen a la interpretación reduccionista de los desahucios por parte
del discurso hegemónico, que se centra en evaluar la moralidad del deudor. Frente a ello los
«afectados» sacan a la luz la cuestión de la vivienda: «Derecho a techo a un justo precio».
Cuestionan al Estado en las políticas de vivienda y en la gestión de la crisis: «Ni casas sin gente ni
gente sin casas»; «El próximo desahucio que sea en la Moncloa», «Rescatan al banquero,
desahucian al obrero»; «No es una crisis, es una estafa»; la moralidad de los acreedores: «No son
banqueros son usureros», «No a la dictadura de los bancos», «Cajasur estafa y engaña y mata»27
.
Además de la moralidad de la propia deuda y del sistema que la sustenta: «No son suicidios, son
homicidios».
Por último la socialización y resignificación va a permitir poner en marcha un nuevo modo de
atención y cuidado colectivo, que consta de una atención política colectiva y una socialización de
los cuidados.
26 «Nuestra trayectoria ha ido de menos a más, teniendo en cuenta que en un principio fue una auténtica travesía en
el desierto. (…) Por eso uno de los logros más importantes de la Plataforma ha sido hacer visible un problema que
se vive de manera individual, un problema que rara vez conseguía traspasar la esfera de lo íntimo y privado, y
convertirlo en un problema social.» José Coy, miembro de la PAH Estatal (en Colau y Alemany 2012:16).
27 Gregory apunta que el estallido de las subprimes supuso que la cuestión de la moralidad de la deuda se instalara en
la agenda pero de un modo nuevo, pasandose a evaluar la moralidad del acreedor. «We now speak of ‘banksters’, a
derogatory term that echoes terms used to describe the usurer of old» (Gregory 2011: 384)
17
II.Un modo colectivo de atención y cuidado: «SÍ SE PUEDE»
II.a. Atención política colectiva.
«Es que una persona sola no puede hacer nada y de hecho lo notas mucho cuando vas al banco.
Antes de la Plataforma, ibas con miedo, acobardada como echada para atrás porque como no
entiendes de lo que te están hablando. Y ellos como ven eso se sienten más fuertes. Pero, también
me he dado cuenta de todo lo contrario, cuando eres tú el que vas fuerte, como vas con
conocimiento de causa, ya vas entendiendo de qué va el tema, ya sabes lo que se puede hacer y lo
que no y además incluimos que si vas con la chapita de Stop Desahucios o te vas con la camiseta,
ahora es todo lo contrario, ahora eres tú el que va fuerte y ahora es el del banco el que se echa
para atrás, se acojona. (…) No es lo mismo (…) cuando va una marea ciudadana, que la gente
ya está cansada de decir ¡joder! ¡Que ya está bien de que hagais lo que quereis!, que además no
es justo ni legal y el pueblo se ha despertado o se está despertando y está diciendo ¡basta ya!- yo
te digo que la plataforma en sí está haciendo mucho, la gente se está despertando y todavía tiene
que despertar mucho, desde luego.» (Esperanza)
El comentario de Esperanza identifica tres espacios entrelazados de atención política: la sociedad, el
Estado y las entidades financieras, así como un rasgo distintivo de esta atención por parte de la
Plataforma, el realizarse de forma colectiva. Así, la Plataforma surge como un nuevo sujeto político
que ejerce su acción al margen de las instituciones políticas tradicionales de la democracia liberal.
Este modo de hacer política ha sido definido por Tapia, hablando de los movimientos sociales,
como la política del «desborde», que surge de la incompetencia y/o desatención de las instituciones
formales ante las demandas o conflictos que afectan a su propio orden social (2008), pero que en
este caso añade un nivel mayor de decepción, al señalar a los agentes institucionales como
responsables y beneficiarios de la situación. De ahí viene la negación por parte de algunos
participantes a considerar la lucha de la Plataforma como política en consonancia con una
decepción y distanciamiento con los modos políticos formales, manifiesta también en la frase
popularizada por el 15M de «No nos representan»: «Es que lo que no entiende el banquero ni el
gobierno es que primero es que esto no es un tema político, que no me vale ni PP ni PSOE, que
para empezar todos son iguales, todos se están llevando y todos están haciendo lo mismo y
segundo, que hay que cambiar un sistema político y un sistema financiero que a día de hoy es una
mieeeeeeeeerda. Entonces, hasta que eso no cambie vamos a seguir igual.» (Esperanza).
18
De este modo, la Plataforma pone en juego un discurso disruptivo en el espacio público, que señala
la «falla» del sistema (Laclau y Mouffe 2004) a la vez que habilita un espacio-momento de escucha
social (Correa-Urquiza et al. 2006: 49), desde donde poner en cuestión el papel social de la
vivienda, los márgenes morales de la deuda y la responsabilidad del Estado en la cohesión social.
La demanda de «parar los desahucios» excede su significado literal para convertirse en superficie de
inscripción de otros reclamos que cuestionan el nuevo ciclo de acumulación capitalista28
.
«Acumulación por desposesión», que bautizara Harvey (2004) para referirse a la apropiación
territorial, pero que podemos hacer extensiva a la privatización de los diferentes ámbitos públicos.
De ahí que la capacidad de llamar al debate y la movilización pública29
radica en la centralidad de
este proceso de pauperización (Castel 1995), que afecta a una franja cada vez más engrosada de los
previamente «estabilizados», como advierte el lema «Somos el 99%» y con la cual podría
identificarse la mayoría poblacional30
. De este modo, se subvierte el distanciamiento social y se
desnaturaliza el sufrimiento de las personas amenazadas de desahucio y la violencia sobre el que
reposa31
.
Además se genera una presión social contrahegemónica a nivel del Estado y de las entidades
financieras que vehiculiza algunas de las posibilidades de cambio, abriendo espacios a la esperanza,
que son representados por el grito de «Sí se puede»: «A mí me encantan (las acciones de calle).
Llevo tiempo echandolas de menos. Porque me da un subidón estar delante de un banco y que
dentro haya una familia y que esa familia salga diciendo he conseguido lo que me he propuesto, se
me ponen los pelos así, como escarpia. Es un subidón de adrenalina. Yo recuerdo la primera vez
que fui a uno, yo no conocía a nadie, no recuerdo como se llamaba la pareja, fue en el Banco
Popular, pues yo recuerdo ese día porque por aquel entonces yo estaba super baja de moral y
cuando yo veo que habían conseguido lo que querían y se dijo por el micro...¿tú sabes el panzón de
llorar que me metí, los pelos como escarpias y yo lloraba de alegría y pensaba: «¡coño, que lo han
podido conseguir!»? Es que los ciudadanos conseguimos cosas. Es que yo siento como que
necesito esa cosilla.» (Esperanza).
28 En este sentido se expresa Retamozo en relación a la demanda de «trabajo» del movimiento de desocupados de
Argentina: «(…) la exigencia de trabajo condensó una serie de otras demandas que excedían a la literalidad del
término convirtiéndolo en una sinécdoque para referirse a una multiplicidad de reclamos de diferente índole que
incluían: educación, salud, seguridad social, vivienda, certidumbre, identidad, futuro, etc.» (Retamozo, 2009: 118.)
29 El cual se puso de manifiesto en la manifestación masiva del 16 de febrero de 2013, a la que acudieron cerca de
16.000 personas en Córdoba. -una foto de la misma aparece en la portada.
30 «Por eso te digo que la gente mucha habla sin conocer las situaciones y cuando ven que el de al lado lo tiene y que
además es una persona normal y corriente. Bueno, partiendo de la base de que todos somos iguales, da igual familias
marginales o no. Pero antes se pensaba que los desahuciados eran marginales, gente sin recursos y ahora se ve que
es cualquiera el que le puede pasar esto.» (Esperanza)
31 En este sentido podría leerse la campaña de los escraches como puesta en cuestión de la violencia, aún más con el
proceso de criminalización con el que respondió el Partido Popular.
19
II.b. Socialización de los cuidados.
«Individuals are enmeshed in multiple relations that may be in play simultaneously, and this
relations themselves may be composed of differents elements, for exemple, blood and everyday
labors of caring. In this density of relations and elements, responsability, cannot be understood
solely in terms of the willful autonomous subject. Rather, it might also be understood as
responsiviness, and this responsiviness must be understood in concrete circumstances.» (Han
2012:233)
Las privatizaciones, así como las retiradas y reconfiguraciones de las políticas sociales han
conllevado una privatización de la responsabilidad por el bienestar, transfiriéndose tareas desde el
Estado a la familia (Jelin 1988). Este proceso de privatización de los cuidados trae consigo una
intensificación de los sentimientos de obligación de los diferentes miembros familiares, que además
estarán condicionados por las expectativas vinculadas al género (Lutz 1990) y al rol familiar. La
intimidad, de esta manera, no se convierte sólo en el terreno donde se despliegan las tensiones sino
además donde éstas han de ser resueltas, provocándose dinámicas de distanciamiento entre sus
miembros, cuando no de aislamiento (Han 2012, Epele 2008)32
. En este contexto las personas de la
plataforma, expresan con frecuencia un empeoramiento o deterioro de las relaciones con sus hijos y
con su pareja, dándose en ocasiones crisis matrimoniales, situaciones de violencia de género, etc.
Las relaciones de cotidianeidad que se establecen dentro de la plataforma permiten el tránsito entre
dos modos relacionales (Han 2012), pasando de una relación de meros conocidos a una relación de
intimidad. Este grado de intimidad, que es favorecido por el tamaño reducido y el carácter periódico
de los grupos de apoyo, facilita conocer las situaciones cruciales, aún cuando éstas no son
abiertamente manifestadas: «Somos como una gran familia, la ayuda que no hemos tenido ni de
nuestra propia familia de sangre, la estamos teniendo con las personas de la plataforma,
ayudándonos los unos a los otros, animándonos, pero no sólo con los grupos que es lo que yo
siempre digo que si tú me llamas para decirme «vamos a tomarnos un café que estoy baja de
ánimos» ¡joder!, pues para eso estamos. (…) Con quien más me llamo por ejemplo es con MJ. Yo
con ella y con su marido he cogido una relación que creo que ni de mi propia familia. (…) Con MJ,
yo es por ej. coger el teléfono y escuchar «hola, ¿cómo estás?» y ya sé como está, con decirme hola
yo ya sé como está pero es porque tienes una continuidad, porque tienes una relación con una
32 En este sentido se dan diferentes modos de evasión: alcohol, internet, deporte, etc. los cuales no he observado, sin
llegar a explorarlos en profundidad.
20
persona más allá, que tu llegas un momento que sabes si está bien o no está bien. Para eso sirven
los grupos de apoyo, para con una continuidad ir conociendo a las personas y ver hasta que punto
está bien o no, o si necesita un poco más de ayuda o no. Entonces, eso un psiquiatra o un psicólogo
no lo va a detectar porque este te va a dar un medicamento, porque de hecho Fran creo que
estaba en tratamiento.» (Esperanza).
A la vez que saca a flote otras necesidades de los «afectados» que no suelen ser expresadas por
vergüenza, como las limitaciones materiales -comida, luz, agua, medicamentos, etc.- o los
problemas relacionales: «Que hay muchos compañeros que van a la asamblea y les da vergüenza a
la hora de decir «mira que yo no tengo nada que comer» . Fran por ejemplo en ese momento,
fíjate. (…) La única forma que tienes de saber si un compañero lo está pasando mal es en el grupo
de apoyo, que te diga «mira es que yo no tengo para comer» porque cuando allí nos juntemos 80-
90 personas (en la asamblea) se va a cerrar más en sí o tiene que reventar como ese día reventó
MJ y lo dijo que llevaba dos días sin poderle dar de comer...Pues eso que tienes que reventar, que
llegue el momento de «pues me da exactamente igual y lo suelto.» (Félix)
Ello ha permitido poner en marcha un banco autogestionado de alimentos, a la vez que se plantea
ampliarlo con un banco del tiempo. Estas iniciativas se oponen de este modo a la división entre los
dominios público/privado y económico/político propia de los Estados capitalistas (Giddens 1985)33
,
al generar formas de auto-organización que responden a demandas económicas comunes y
establecen lazos de solidaridad social, como es la cesión de verduras a 15MSDC por parte de la
finca de Somontes, ocupada por los jornaleros del SAT (Sindicato Andaluz de Trabajadores). A la
vez que revierte el proceso de desafiliación, a través de la inscripción y participación del sujeto en
circuitos de ayuda mutua. De ahí el curioso comentario de Bruno, un niño de 5 años que participa
con sus padres en la Plataforma, que al preguntarle que es un desahucio contestó: «un desahucio es
ayudar a las personas». Estas prácticas (micro)políticas, que ponen en marcha relaciones sociales y
económicas opuestas al discurso hegemónico capitalista (Gibson-Graham 2006) han de ser vistas
como «espacios de esperanza» (Harvey 2003) donde se muestra la existencia de «culturas de la
resistencia» (Williams 2002, 538)34
.
33 «La aparente autonomía del ámbito político constituye un aspecto fundamental de la concepción occidental y es
producto de la historia antes que un hecho universal (Gledhill 2000); por ello, reproducir en el tiempo la separación
entre dominios aparentemente autónomos implica la puesta en juego de procesos ideológicos y representacionales
(Bourdieu 1981)»
34 Esta tres últimas referencias son obtenidas del trabajo de Moral (2013) sobre bancos del tiempo.
21
Últimas noticias y reflexiones
En los últimos dos meses dos noticias han reafirmado el objeto de este estudio, que se inició en
enero del 2013, bajo la sospecha de que alrededor de la problemática de los desahucios se
extendiera un escenario de medicalización. Si bien mi etnografía ha estado centrada en la propia
Plataforma 15MSDC, teniendo un conocimiento sólo indirecto de las relaciones de los afectados
con el modelo biomédico, la misma me ha brindado algunas observaciones que creo de gran interés
para finalizar este trabajo, dejando algunos hilos abiertos para la reflexión.
Una de estas noticias, del día 5 de agosto del 2013, pertenece al Diario Córdoba35
. En ella se
afirma que la salud mental de los cordobeses se resiente a causa de la situación económica,
indicando que la crisis ha disparado las consultas al médico por ansiedad y depresión. La psiquiatra
entrevistada animaba a acudir al médico ante los «primeros síntomas». El proceso de aislamiento y
pasivización, al que me refería en la primera parte de la etnografía del sufrimiento, puede
desembocar en un proceso de medicalización, como se rescata del relato de algunos participantes de
la Plataforma sobre experiencias previas o de familiares. En ellos, el diagnóstico de depresión puede
ser la representación de una «enfermedad inhabilitante» que aisla al sujeto e impide su participación
en la Plataforma. Además la medicación con psicofármacos actúa aumentando dicha pasivización y
cuando la persona trata de abandonarla reaparecen como consecuencia los síntomas depresivos, en
lo que describen los tratados médicos como una «depresión de rebote» y que serviría para ilustrar la
cronificación dentro de esta dinámica centrípeta. Pero, también, se observa cierto escepticismo
sobre la interpretación médica de la experiencia, así como, sobre su intervención. «Mi hijo es el
que...que está metido en el hoyo como yo digo y no va al médico porque ir al médico para...qué te
puede resolver, nada más que decirle toma pastillas, toma pastillas, por eso no quiere ir al médico»
(Liberto), lo cual puede aumentar la incertidumbre sobre a donde acudir y el aislamiento al no
encontrar «salida». Esta incertidumbre pareciera compartirse con los profesionales de la salud, ya
que en diversos relatos se trasluce un manejo impreciso del diagnóstico de depresión así como de
los psicofármacos:
«Le conté la historia llorando como una condenada, porque te digo, yo creo que ha sido en tantos
años que llevo con esto la única vez que yo he tocado tan fondo, yo creo que llegó el momento en el
que yo no veía más la luz (…) y yo decía: «necesito que me saque alguien de aquí porque yo sola
ya sé que no voy a poder». Entonces este psiquiatra me mandó un tratamiento, me dijo que no
estaba...vamos, que ese mismo día me dio el alta clínica porque no estaba....¿cómo dijo? No tenía
35 Publicado en el diario Córdoba, el 5/8/2013 con el titular: «La salud mental de los cordobeses se resiente a causa de
la situación económicaLa crisis dispara las consultas al médico por ansiedad y depresión.»P
22
una enfermedad mental. Entonces como no tenía una enfermedad mental sino que un problema
social pues que nada, que me mandaba ese tratamiento para que yo me relajara un poco y me
tranquilizara, porque claro tenía ansiedad, tenía depresión y que ya...que a raíz de ahí fuera al
médico de cabecera.» (Esperanza).
Esta apreciación no ha de estar reñida con identificar a los profesionales de salud como estratégicos
a la hora de acceder al sufrimiento vinculado a una problemática social. Su posición a caballo entre
la esfera íntima y la esfera pública, determina que con frecuencia su visita pueda ser leída como un
primer esfuerzo de desaislamiento. En este sentido ayudar al sujeto a reconstruir la dimensión social
de su problemática y animar su participación en plataformas de movilización ciudadana puede
contribuir a una desmedicalización de la experiencia.
La otra noticia, publicada el 29 de julio de 2013, lleva por título «Los Desahucios son
Perjudiciales para la Salud»36
. En ella se informa de que la Junta de Andalucía ha puesto en marcha
un estudio para conocer el impacto sobre la salud de los desahucios, el cual realizarán de forma
conjunta la Escuela Andaluza de Salud y la plataforma Stop Desahucios de Granada. Ello puede
llevarnos a reflexionar sobre la apropiación de la enfermedad como objeto de denuncia, cuando esta
es experimenrada como una consecuencia y no, o no tan sólo, como una expresión encubierta de
protesta. En este sentido sería importante que en la línea de la denuncia, los estudios no se centrasen
exclusivamente en describir las enfermedades demandando una solución para los afectados por la
hipoteca, sino que fuesen capaces, atendiendo a la situacionalidad y relacionalidad, de traer un
análisis crítico de las morbilidades provocadas por el trabajo y el salario inestables, el
endeudamiento, la pérdida de la vivienda, los recortes e incompetencias del sistema de salud y los
servicios sociales y la «pharmaceuticalization» de la salud pública (Han 2012 :233). Así como que
rescatasen la labor de las movilizaciones sociales en la creación de espacios liminares donde se
generan las posibilidades de cambio.
36 Publicado en el diario.es el día 29/07/2013 con el titular: «Los desahucios son perjudiciales para la salud»
23
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26

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Desahuciar, Desalojar, Ejecutar. Cuando la política callejera se convierte en Medicina

  • 1. Trabajo de Fin de Máster Desahuciar, desalojar, ejecutar. Cuando la política callejera se convierte en medicina. Máster de Antropología Médica y Salud Internacional. Universidad Rovira i Virgili (Tarragona) Autora: Elena Ruiz Peralta. Tutor: Oriol Romaní Alfonso. Curso 2012-2013. 1
  • 2. A las personas que creemos en los cambios y dedicamos nuestro tiempo a caminar preguntándonos. A las que nos dejaron. «NI GENTE SIN CASAS, NI CASAS SIN GENTE» Desahuciar, Desalojar, Ejecutar. Cuando la política callejera se convierte en medicina. Autora: Elena Ruiz Peralta. Tutor: Oriol Romaní Alfonso. elena30@riseup.net Tarragona.Septiembre, 2013. En el presente trabajo, correspondiente a la asignatura «Trabajo de Fin de Máster» del Máster de Antropología Médica y Salud Internacional (2011-2013) de la Universidad Rovira i Virgili (Tarragona), he pretendido seguir la estructura de un artículo científico, con el fin de facilitar su divulgación futura. Todos los nombres han sido sustituídos para preservar la intimidad. A excepción del de Fran, compañero de la plataforma que se suicidó el 8 de Febrero cuando una notificación de Hacienda le apelaba a asumir el pago impositivo por la transmisión de bienes, es decir, porque su vivienda pasara a propiedad del banco y él con su mujer y su hija fueran desahuciados. Foto de portada: Córdoba, 16 de Febrero del 2013. Manifestación descentralizada convocada a nivel estatal por la PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) bajo el lema: «Por el derecho a la vivienda. Contra el genocidio financiero. Dación en pago, alquiler social y stop desahucios, ya!» Autor: Javier Sánchez Monedero.
  • 3. Índice de contenido Introducción......................................................................................................1 Apuesta teórico-metodológica..........................................................................4 Cuerpo etnográfico...........................................................................................7 Los «afectados». Un punto de partida común.............................................7 Etnografía del Sufrimiento...............................................................................8 I. Aislamiento...............................................................................................8 II. Incertidumbre y Desesperación.............................................................12 Etnografía de la Resistencia ..........................................................................14 I.Socializar y Resignificar el sufrimiento: «YA NO ESTÁS SOLO».......14 II.Un modo colectivo de atención y cuidado: «SÍ SE PUEDE»................17 II.a. Atención política colectiva............................................................17 II.b. Socialización de los cuidados........................................................19 Últimas noticias y reflexiones........................................................................21 Bibliografía.....................................................................................................24
  • 4. Introducción Dosmiltrece comenzó para mí con una decisión, realizar mi primer trabajo de investigación en Antropología Médica sobre los desahucios. La expulsión de las personas de sus propias viviendas por impago de la hipoteca o del alquiler ha sido una de las consecuencias más dramáticas de la crisis actual. Ello se debe a su magnitud pero también a que nos enfrentamos a la deprivación de un derecho básico, según figura en la Declaración de los Derechos Humanos, la Constitución Española y el Estatuto Andaluz. La visibilización de este problema en un contexto donde reina el «tabú del impago de la deuda» ha sido posible gracias a la movilización social organizada en torno a diversas plataformas o movimientos pro-vivienda, como las plataformas de afectados por la hipoteca (PAH), entre las que se encuentra la plataforma 15M-Stop desahucios de Córdoba, con quien realizo este trabajo1 . Como apunta Bourdieu, tras esta decisión no había un razonamiento pleno, pero sí razones (1997). Mi licenciatura en Medicina, que se siguió de la formación en Medicina de Familia y Comunitaria, me había reportado al menos once años de inquietudes en aumento sobre la dimensión social de la salud así como una completa incertidumbre sobre el modo y la conveniencia de su manejo en consulta. La angustia con la que vivía estas cuestiones se acrecentó cuando, en los últimos años de especialidad, la crisis económica empezó a llenar las consultas. De un lado, consideraba importante respetar e incluso solidarizarme con las decisiones de las personas que atendía; por otro lado, me inquietaba pensar hasta donde mi rol no generaba un muro de pasivización, contenedor del orden vigente. ¿Estaba contribuyendo a la perpetuación de un mundo enfermo? Ello me llevó a estudiar Antropología Médica e interesarme por la medicalización de los problemas sociales y por el control social de la biomedicina. Paralelamente, mi implicación desde 2006 en un movimiento altermundista de repudio de la «deuda ilegítima», ¿Quién debe a quién?, me había familiarizado con algunos usos de la retórica de la deuda como herramienta de poder y de las consecuencias nefastas de los planes de ajuste estructural en países empobrecidos, condicionados por deudas externas contraídas, entre otros, con el Estado Español. En agosto de 2011 se aprueba un cambio constitucional por el cual el pago de la deuda pasa a «gozar de prioridad absoluta». Tras cuatro años hablando con escaso alcance de deudas externas parecería éste un buen momento para una reflexión conjunta sobre la misma, ahora que en las movilizaciones de Los Indignados o el Movimiento 15M habían aparecido lemas tales como: «No debemos, no pagamos», que el rescate 1 Estos tienen a su vez precedentes en otros movimientos anteriores como el de V de Vivienda, Juventudes sin Futuro o las Oficinas de Derechos Sociales, así como en experiencias de okupación a lo largo y ancho del Estado. 1
  • 5. de la banca privada amenazaba con cuadruplicar la Deuda Pública y que a resultas de lo mismo se iniciaba un escenario de recortes sociales y privatizaciones de servicios públicos. Lo que puede señalarse en claves foucaultianas como un «golpe de Estado» que reificó la razón de Estado -o del Capitalismo de Estado- por encima de los derechos básicos comunes y que dejó el manejo de la deuda a merced de instituciones financieras internacionales, para mi sorpresa se aprobó con escaso revuelo, salvo algunas riñas entre Comunidades Autónomas acerca de los márgenes de déficits y en la calle una mescolanza de debates que traslucían una profunda confusión moral entorno al tema de la deuda (Graeber 2012 , Gregory 2011), pero que en general podrían resumirse en diferentes consideraciones sobre quien debía asumir la deuda o qué deuda era propia, sin entrar a debatir sobre la prioridad absoluta de su pago. El hecho de no entrar a debatir si la deuda tenía que ser pagada, o que ésta fuera una opción minoritaria, por lo menos desde el punto de vista de su explicitación clara, reposa sobre una idea dominante, que viene a entender el bienestar social como secundario al bienestar del Estado -al que se considera garante de la justicia social-; bienestar que a su vez se considera subsidiario de la bonanza económica, entendida ésta en una concepción capitalista como una situación de crecimiento constante que depende de la fluidez del crédito. Por lo que el pago de la deuda se hace imprescindible para asegurar la confianza de los acreedores que han de abrir el «grifo del crédito» para poner en marcha la noria. Desde este punto de partida, entendía sumamente importante llevar a cabo una etnografía de la resistencia de los movimientos de afectados por la hipoteca por varios motivos. Uno de mis objetivos iniciales ha sido profundizar en el sufrimiento en torno a un desahucio, como respuesta al simplismo con el que algunos sectores, incluidos sanitarios y científicos sociales estaban planteando el mismo. Me ha interesado desentrañar desde la experiencia de las propias personas «afectadas» la violencia estructural que compone dicho sufrimiento, primero como forma de denuncia, segundo como modo de establecer puentes que entretejan la intersubjetividad y la solidaridad colectiva, tercero como vía para conocer como actúa el poder construyendo, modelando y dando sentido a las emociones individuales. Para ello, explorar desde la etnografía las distintas estrategias de desidentificación con el discurso hegemónico y de desafección con el orden moral vigente puestas en marcha en la plataforma 15M Stop Desahucios de Córdoba, me ha brindado una forma de acceso a los objetivos arriba expuestos. El segundo objetivo ha sido conocer si la plataforma podía ser entendida como un dispositivo socio- político de atención y cuidado que generara sus propias representaciones y prácticas en torno al sufrimiento. Así como en caso positivo conocer las modulaciones e influencias que establece con 2
  • 6. otros modos de atención. Concretamente, me interesaba conocer, si la enfermedad podía ser un modo de expresión de sensaciones y sentimientos cuando la protesta social y política era peligrosa (Lock y Scheper-Huges, 1987; Scheper-Huges, 1997), ¿significaba ello que la plataforma era un espacio de desmedicalización por ser una vía de protesta social y política?; ¿cómo se resituarán los otros agentes y modos de atención?; ¿qué posibilidades abre a profesionales de la salud, sensibles a las dimensiones sociales, políticas, culturales y económicas del sufrimiento (Menéndez en Armus, 2005:27) La situación paradigmática que resulta de la conjunción de la problemática de la vivienda y del sobreendeudamiento hipotecario supone el aterrizaje de la fractura de la convivencia supuestamente armoniosa del paradigma neoliberal y de los derechos humanos en los llamados Estados de bienestar y abre un debate público sobre los límites morales de la deuda. Línea de fisura que no es de extrañar que se origine desde la cuestión de la vivienda al ser este uno de los derechos sociales que menos protegido y regulado ha estado desde el Estado, el cual ha convertido su política habitacional en una herramienta de especulación sobre la que sustentar un modelo de crecimiento irresponsable y poco sostenible (Kothari en Desc 2008). Otra de las potencialidades de la plataforma, que no debe obviarse es su capacidad de llamar al mencionado debate social. Ello deriva de la posición liminar de sus integrantes, en el margen de lo social, donde han sido desplazados desde la zona de integración a consecuencia del desempleo y la precariedad laboral. En un país donde el regimen de tenencia es un 83% el de propiedad, a la cual se suele acceder vía hipotecaria, y donde las cifras de desempleo rondan el 30%, sin incluir las de empleos precarios, una enorme franja social vulnerable o potencialmente vulnerable, puede sentirse identificada con los «afectados». Participar de este debate supone por tanto una obligación para una ciencia social comprometida, pero además es una oportunidad para hablar sobre la liberalización de los bienes sociales básicos y la denegación de los derechos básicos fundamentales para amplios sectores de la población desoídos por su posición de excluidos sociales. En resumen, me he propuesto analizar la resistencia como diagnóstico de poder, que abra caminos de DENUNCIA, pero también de SOLIDARIDAD, de DEBATE PÚBLICO SOBRE LO SOCIAL y de ESPERANZA. Sí se puede. 3
  • 7. Apuesta teórico-metodológica o ¿qué, con quién, desde dónde y cómo ver y contar? En un artículo para el diario Público, Cecilia Borrás, presidenta de la Asociación Després del Suïcidi , opinaba que vincular el suicidio con el tema de la hipoteca y los desahucios provocaba una lectura demasiado simplista2 . En esa misma línea, han aparecido en diferentes medios de comunicación opiniones diversas, algunas de personas procedentes del campo de la psiquiatría o de las ciencias sociales. Éstas esgrimen una argumentación basada en la prevalencia y en la referida como «multifactorialidad» del suicidio. Con lo que respecta a la prevalencia, habría que decir que la importancia de que un suicidio se vincule a una situación de desahucio o de amenaza del mismo, no reside en el número total de éstos, ni en la relación con anteriores años, ni en su porcentaje dentro del número total de suicidios3 . Su importancia radica en comprender el sufrimiento que se despliega en el contexto de un desahucio y que tiene al suicidio como una de sus más funestas expresiones. De modo que, el enunciado de las pancartas que cuelgan de los balcones de Córdoba con el logo de Stop Desahucios: «No más muertes» responde a este sentido, que es independiente del número, ya que el significado es claro: no se tolera ni una muerte más. Además, lo que se traduce de estas interpretaciones, que caminan en la línea de la epidemiología positivista, es una cosmovisión en la que los desahucios, por un lado, y los suicidios y enfermedades, por otro, aparecen como categorías estancas sólo relacionadas por una aparentemente compleja factorialización. Al suprimir del campo de observación el sufrimiento que las engloba no pueden penetrar en la realidad para apoyar su transformación y, por el contrario, constituyen una herramienta de mediatización y hegemonía (Breilh, 2003:88; Menéndez, 1998). 2 Entrevista a Cecilia Borràs en Público. 22/01/2013. http://www.publico.es/449206/vincular-el-suicidio-con-el- desahucio-es-demasiado-simplista 3 Tal como explican en el Instituto Español de Estadística desde 2007 no se realizan Estadísticas específicas de suicidio, por lo que han dejado de publicarse los boletines de suicidios, pasando a obtenerse los datos en la Estadística de defunciones según la Causa Muerte, datos obtenidos en del boletín de defunción judicial. Los últimos datos publicados son del 27 de febrero de 2011, siendo señalada como la primera causa de muerte externa, con cifras de 3180 fallecidos, similar al 2010. Más info en: http://www.ine.es/prensa/np767.pdf 4
  • 8. Frente a ello mi apuesta epistemológica parte de, primero, entender que en el caso de las personas amenazadas de desahucio por impago de la hipoteca, el sobreendeudamiento hipotecario y el desahucio no son dos temas que coexisten sino que en conjunto componen un problema socio- político, que ha de ser analizado dentro de un proceso de deprivación de la salud en el que los suicidios y las enfermedades son algunas de las expresiones del sufrimiento generado (Scheper- Hughes y Lock 1987, Schepher-Hughes 1997). Segundo, que, por tanto, el sufrimiento es una categoría más amplia que la de enfermedad, al cual defino como una experiencia íntima de aflicción ante las diferentes adversidades humanas (Correa-Urquiza et al. 2006) la cual reposa sobre modos colectivos de experiencia que modelan las percepciones y expresiones individuales (Kleinman,1996). Si bien, como advertiría Kleinman las diferencias locales – de género, grupo etario, clase, etnicidad, y por supuesto, la subjetividad- así como la penetración de procesos globales en mundos locales convierte la influencia social en parcial y compleja (ibid.) Tercero, que el sufrimiento se compone de emociones encarnadas, las cuales sólo pueden comprenderse en una situación específica y dentro de una cultura afectiva y de un contexto relacional (Le Breton 2012)4 , como reacciones y comentarios sobre la acción social de otros, debido a su contenido moral y a su potencial como instrumento político de descalificación y subordinación (Harkin 2003 en Jimeno 2007:175) . Estas dos cualidades de la emoción: situacional y relacional, permiten la concreción de las relaciones sociales al asentarlas en una cotidianidad donde se llenan de experiencia y sentido social (ibid) y sobre un cuerpo que es a la vez personal, social y político (Lock y Scheper-Hughes 1987). Cuarto, la enfermedad como una expresión del sufrimiento, pertenece al plano de lo representacional y hay que ubicarla dentro de un sistema fluido -social, cultural, político y económico- de creencias y prácticas resultante de las relaciones jerárquicas y cambiantes que el conjunto de saberes sobre salud establecen entre ellos, con el sujeto y con los conjuntos sociales y a través del cual se determina qué se considera o no enfermedad, cómo ésta se explica y como puede ser atendida. Quinto, definir el proceso de deprivación de salud, arriba referido, como un proceso de salud-sufrimiento-atención/cuidado (adaptado de Menéndez, 1996), atravesado por la violencia. Sexto, abarcar la plataforma 15M Stop Desahucios Córdoba desde dos espacios de análisis: De un lado, entender la misma como un conjunto social desde donde acceder a las experiencias - individuales y colectivas - de las personas que lo componen así como dibujar su complejo asistencial (Comelles 1997, Menéndez 2003). De otro, localizar a la propia plataforma dentro de ese 4 «No se podría comprender el complejo movimiento de la emoción sin ponerla en contacto directo con una situación específica, con la forma con la cual una cultura afectiva propia de un grupo se mezcla directamente con el tejido social (Myers, 1979; Papataxiarchis, 1994; Vale de Almeida, 1994, Herzfeld, 1980; Rosaldo, 1980). «El camino de la conceptualización…» escribe P. Dumouchel «…es parte de la emoción»(2002: 60).» Le Breton (2010:75) 5
  • 9. complejo asistencial como una forma de atención/cuidado desde la socialización y la politización, que Menéndez clasificaría como centrada en la autoayuda, al ser su característica básica estar organizada y orientada por personas que padecen o co-padecen el mismo problema (2003:189). Y desde este segundo punto de análisis poder observar las relaciones con otros modos de atención. Desde estos presupuestos iniciales, la propuesta se concreta en una etnografía de la experiencia de violencia, que incluya el sufrimiento y la resistencia, de las personas amenazadas de desahucio por impago de la hipoteca y que se organizan en la plataforma de contestación 15M StopDesahucios de Córdoba. Propuesta que se puede enmarcar dentro de la vertiente de la antropología que «aspira a desentrañar los significados, motivaciones, emociones, prácticas corporales y discursivas de los sujetos en los actos de violencia (Anderson, 2004; Besterman, 2002; Das, 1998; Jimeno, 2004; Scheper-Hughes y Bourgois, 2004; Whitehead, 2004)» (Jimeno 2007:182). La cual tiene una triple intencionalidad: contribuir, a partir de las experiencias de resistencia, a un conocimiento crítico de las lógicas sistémicas responsables de la violencia estructural (Abu-Ludhog 1990, Espinosa 2007); apoyar el reconocimiento de las acciones desplegadas desde posiciones de subordinación social como nuevos modos de respuestas interpersonales a la violencia (Das y Kleinman 2001 en Espinosa 2007) y, por último, contribuir a la transformación social creando un puente a la intersubjetividad - a la apropiación colectiva de la experiencia-, que permita una reinclusión social (Jimeno 20075 ) y una reubicación de los científicos sociales y profesionales de la salud con respecto a los problemas sociales. Todas estas características propias de una «antropología implicada» (Romaní 2006) Para llevar a cabo esta etnografía he realizado una «participación observante» en la plataforma 15MStop Desahucios de Córdoba a la cual me incorporo en enero de 2013 en calidad de activista y etnógrafa. El trabajo etnográfico pretendí realizarlo en un margen de tres meses, de mediados de enero a mediados de abril, sin embargo la persistencia en el «campo» como activista, ha convertido esta acotación en difusa, dificultad que puede llegar a ser común en los «trabajos de casa» (Visweswaran 1994). La observación participante se ha completado con la realización de entrevistas abiertas a varios miembros de la plataforma, dos mujeres y dos hombres, entre los que se dan varias circunstancias diferenciales: abandono o no de la vivienda, condición de hipotecada/-o o avalista, carencia o presencia de apoyo familiar, situación socio-económica previa, enfermedades previas o posteriores a la situación de impago, con el fin de buscar la mayor heterogeneidad posible. De otro 5 «Lo que aquí está en juego no es sólo el tema de la memoria individual traumática, sino más bien los procesos sociales y los mecanismos culturales por los cuales los sujetos individuales conectan su experiencia subjetiva con otros y la convierten en intersubjetiva y, por lo mismo, en apropiable de manera colectiva. Es la creación de una comunidad emocional en la que pueden recobrar su sentimiento de participación ciudadana.» (Jimeno 2007: 187) 6
  • 10. lado, la observación ha precisado de completarse con la de las dinámicas sociales y políticas que se han generado en torno a esta cuestión. Al ser un tema de gran actualidad y enorme impacto social me he enfrentado a la dificultad que supone escribir de un tema que introduce novedades contínuas – lo cual supone nuevos actores y cambiantes marcos políticos, sociales y legislativos- , aunque ello mismo me ha hecho más evidente la idea de proceso y su carácter claramente oscilatorio. Por último, la situación desde la que realizo la etnografía ha de ser explicitada pues no podemos prescindir de la subjetividad y parcialidad con la que abarcamos la realidad al estudiarla, pero sí, regalarle un punto de vista único y necesario (Haraway 1994 en Esteban 2004). Como ya he explicado en la introducción esta decisión se ha ido articulando a partir de inquietudes que salpican mi biografía. Durante el trabajo etnográfico mis compañeros/-as de la plataforma han sido conscientes del mismo. También lo eran de mi participación en la asamblea del 15M de Axerquía Norte así como mi formación como médica. En la plataforma he participado en diversas acciones que se han realizado en la calle, así como en las asambleas. También he colaborado con un grupo de otras 15 personas en el impulso y seguimiento de los grupos de afinidad y apoyo mutuo, los cuales ya habían comenzado antes de mi incorporación y en el impulso, en concreto, de uno de ellos. Y por último, a partir del ofrecimiento de varias profesionales del campo de la salud mental, he actuado como puente entre ellas y las demandas de la plataforma, tanto asistenciales como de formación. Una de estas últimas demandas se materializó en un curso sobre «Acompañamiento en la ayuda», realizado por psicólogas de un centro de Psicología Humanista, que consistió en cuatro sesiones de 2 horas. Cuerpo etnográfico Los «afectados». Un punto de partida común. « Miles de personas que cuentan tu misma historia» (Esperanza). Personas que con anterioridad al 2008 y el estallido de la burbuja inmobiliaria, presentaban unos ingresos más o menos estables, por lo que decidieron comprar un vivienda, a la que sólo pudieron acceder por vía hipotecaria en la época del «ladrillo» y el «crédito fácil», cuando el derecho a la vivienda era sistemáticamente interpretado por el Estado como el derecho al acceso al crédito6 .Los padres hicieron en muchos casos de avalistas, aunque en el caso de la población inmigrante muchas 6 Ya antes de la crisis, en el 2006, Miloon Kothari, enviado por las Naciones Unidas como Relator Especial para el derecho a una vivienda en el Estado Español, advertía que la política habitacional del país, enraizada en el régimen franquista y sin muchas modificaciones desde entonces, era la propia de un Estado social débil donde el mercado asignaba y regulaba esta necesidad básica para las personas. 7
  • 11. veces fueron amigos, conocidos, con los que se llegaron a hacer avales cruzados. O bien, accedieron a hipotecar su vivienda o la de un familiar para reunificar deudas o poner en marcha un negocio. Cuando comienza la crisis económico-financiera y estalla la burbuja inmobiliaria, las personas empiezan a ver reducirse y desaparecer sus ingresos en un contexto de precarización, despidos masivos, desempleo, reducción de las ayudas sociales y caída de los sectores de la restauración y la construcción, sobre los que se había cimentado un modelo de desarrollo irresponsable y poco sostenible (Kothari en Desc 2008). Paralelamente, la presencia en muchos de los contratos hipotecarios de cláusulas abusivas e incluso ilegales como ha declarado el Tribunal de Justicia de la Unión Europea van aumentando el monto de la deuda y el estrangulamiento económico, hasta llegar a una situación de impago. «Yo la iba pagando muy bien. La hipoteca eran 300 euros. Lo que yo no esperaba, y mira que se lo dije delante del notario (repite), que lo que no quería es que luego me subiera la hipoteca, que si eran 300 euros, 300 euros todos los meses. Pero ¡qué va!, cuando empecé a pagar a los tres meses me viene otro recibo de 300 euros. Mira que puse que los días 29 es cuando me llega a mí la pensión, con lo cual del día 1 al 5 cuando me viene a mí el recibo de la hipoteca, la pensión está sin tocar. Pero, bueno, pensé que por algo no lo había pagado el banco y no le eché cuentas. A los seis meses me vienen 600 euros. Ya en eso se pone mi mujer por teléfono, siempre ha sido ella la que ha hablado, y nos dicen que hagamos el giro. Lo hicimos. Luego fueron unos 1200 euros, esa ya nos costó. Pero, le dije a mi mujer, «¿tú no has pagado los recibos?» Y me contestó, que ahí estaba la cartilla, que lo habíamos pagado todo. ¿Entonces como es que debemos 1200 euros? Y luego el doble, 2000 y pico. ¡Se iba duplicando la cantidad! (…) Entonces dije ya no pago más.» Félix. Para la mayoría de las personas en la plataforma es este el momento en el que descubren la magnitud de lo firmado, cuando descubren que una sobretasación de la vivienda en el momento del acceso7 les impide ahora saldar la deuda con la dación de la misma y que esta deuda no rescinde, es una «deuda perpetua» como la define Rafael Mayoral8 , que pone en peligro la vivienda incluso de los avalistas. Es también ese momento cuando aparece la cara amarga de los banqueros que, antes nos ponían la alfombra roja y ahora nos tratan como a perros, los cuales hostigan y mienten para sacar el exiguo capital de los hipotecados. «Yo les dije a los del banco: «Mirad como está mi hijo, que está delante de ustedes, en la situación que está». Pero ellos me contestaron: «De esos como su hijo hay un montón.».» Liberto, avalista 73 años, compañero de 15MSDC. 7 Esta sobretasación era llevada a cabo por tasadoras del propio banco. 8 Abogado de la PAH de Madrid 8
  • 12. Etnografía del Sufrimiento I. Aislamiento. «Antes de entrar en la plataforma siempre van a salir esas palabras: miedo, culpa, vergüenza.» (Esperanza). En contextos de hegemonía cultural el sufrimiento desencadenado por la violencia estructural genera formas colectivas de naturalización de la misma, de las que derivará un distanciamiento social del sufrimiento, que pasa a representarse colectivamente como un sufrimiento abstracto que recae sobre el «que algo debe». (Espinosa 2007).Por otra parte, como adviertía Abu-Ludgoh, la dominación social trabaja al nivel de construir, delimitar y dar sentido a las emociones personales (1990:47). Así la culpa, vergüenza y miedo, componen el registro emocional que acompaña al estigma del deudor dentro de un sistema hegemónico de «moralidad contractual» (Han 2012:240), propia del liberalismo, que ubica a la sociedad en una matriz contractual compuesta por individuos teóricamente autónomos, independientes e iguales que se relacionan a través de intercambios voluntarios regidos por la lógica de la elección racional y en los que la deuda actuaría como base sobre la que se articula dicha moralidad, convirtiéndose en tabú su impago. Estos supuestos, imprescindibles para el desarrollo del Capitalismo, han ido siendo naturalizados por la propia sociedad; la cual, en momentos de crecimiento económico y casi pleno empleo9 , asumió el trabajo como la llave para la integración y la cohesión social así como para un futuro próspero y más igualitario, al que iba ligando el presente a través de la adquisición de bienes durables y créditos (Castel 1995)10 , entre ellos la hipoteca -que en la actualidad representa un 60% del gasto de un hogar medio español-. De este modo, en el Estado Español durante los últimos treinta años, el derecho a la vivienda se ha ido interpretando sistemáticamente como el derecho de acceso al crédito, a través de políticas públicas que convirtieron la vivienda en un bien de inversión, la construcción en una vía de crecimiento especulativo y la propiedad en una forma de control social a la vez que un símbolo de prestigio social (de prosperidad y estabilidad – territorial, laboral, familiar, 9 Obviamente, dentro de un sistema patriarcal y familiarista, hablamos de quasi-pleno empleo masculino. La mujer siempre vinculada a los trabajos reproductivos ha ido incorporándose al trabajo remunerado, pero nunca ha alcanzado cuotas de pleno empleo. 10 «Esa proyección de las aspiraciones sobre el horizonte del futuro tranquilizaba el juego presente y daba crédito para el mañana al ideal socialdemócrata de una desaparición progresiva de las desigualdades. Esa apuesta al futuro no era sólo un acto de fe en las virtudes del progreso en general. A través de sus modos de consumo, de sus inversiones en bienes duraderos, de su empleo del crédito1, el asalariado preveía cotidianamente la continuidad del crecimiento y ligaba concretamente su destino a un progreso ilimitado. En la sociedad salarial, la previsión de un mejor futuro estaba inscrita en la estructura del presente. Tanto más cuanto que, proyectando sus aspiraciones sobre la generación siguiente, el asalariado podía esperar realizarlas en diferido: lo que yo no pude aún realizar, lo lograrán mis hijos.» (Castel 1995:313) 9
  • 13. etc.- ) (Palomera 2011). Ello consiguió, sin precisar de coerción, una integración de los controles sociales formales e informales del Capitalismo, el cual precisaba de individuos productivos que no cuestionaran su posición subordinada (Romaní 2008). Así la unión material diferida, que representa la diada crédito-débito (Peebles 2010), queda apuntalada por el sistema moral y el sistema legal imperantes, que responsabilizan, estigmatizan y pasivizan al sujeto-en-impago. El primero, a través de la culpa, la vergüenza y el miedo, como emociones que miran al pasado, presente y futuro, respectivamente. El segundo, a través de su lenguaje de ejecución, desalojo y desahucio. Más concretamente, al analizar estas emociones como dispositivos de control (Foucault 1994) se observa como la culpa, la vergüenza y el miedo se fundamentan en las ideas liberales del agente libre11 , de la emprendiduría y de los estilos de vida (Lupton 1993, Menéndez1998) que responsabilizan únicamente al individuo de la decisión de hipotecarse - «Nadie te puso una pistola en la cabeza para que firmaras» -; así como de llegar a una situación de insolvencia - «Es que has vivido por encima de tus posibilidades», «si no encuentras trabajo es porque no quieren»12 . Esta responsabilización se extiende a las consecuencias en el entorno de tales decisiones, haciéndose el individuo responsable de no haber sabido preveer los peligros y de colocar a la familia en una situación riesgosa (Lupton 1993). A la vez que aumenta la vulnerabilidad del sujeto al condicionar tanto su faceta material como relacional. «Yo llegué un momento que mi hija se puso mala y yo la llevé al médico, tenía un catarro y le mandó un jarabe y costaba cuatro euros y yo no tenía ni para pagarlo. Y yo a mi madre no era capaz...y más confianza que tengo con ella no tengo con nadie (…) ¿cómo le voy a hacer a mi madre que está pagando con un sueldo de 1200 euros la hipoteca de 780 euros y ahora con el resto tenemos que vivir 6 personas y ahora encima le pido 4 euros para comprarle un jarabe a mi hija? A mí se me cae la cara de vergüenza, es que no puedo, te sientes culpable de decir: «¡Dios mío! ¿es que no voy a ser capaz ni de poderle dar un jarabe a mi hija o de darle de comer».» (Esperanza). La consecuencia de ello es un doble aislamiento que se retroalimenta, ya que tanto la experiencia como el sujeto se aislan del contexto social. Lo primero, responde a un proceso de negación de lo 11 El hombre como agente libre de la Economía Clásica queda adecuadamente retratado en esta frase de Bentham, uno de sus fundadores teóricos: «no man of ripe years and of sound mind, acting freely, and with his eyes open, ought to be hindered, with a view to his advantage, from making such bargain, in the way of obtaining money, as he thinks fit: nor (what is a necessary consequence) anybody hindered from supplying him, upon any terms he thinks proper to accede to.» (1843: Letter 1 en Gregory 2011:390-391) 12 Estas dos expresiones son frecuentes entre los relatos de los «afectados», también son habituales en prensa, formando parte del registro de la opinión pública. 10
  • 14. social, tanto en lo relacional13 como en lo situacional, así las condiciones que fomentaron la compra de la vivienda14 como en las que imposibilitan su pago; por lo que la persona sentirá que lo que está viviendo no es un problema social, sino propio. «Yo era tal el pánico que tenía que llegaba al punto de no querer salir de mi casa, que a mi me daba miedo salir de mi casa. Yo en el colegio eso de que se enterasen de que tú tenías problemas, porque claro, piensas en que tú eres el único que tienes ese problema. Sí, ves la tele que hay historias de estas , pero como que lo ves lejano, aquí en Córdoba tú dices: «uff, yo aquí soy la única, que vergüenza». Después por ejemplo la vergüenza también de mi vivienda, de dejar de pagar la comunidad. El miedo y la vergüenza de que en la comunidad tus vecinos se enteren de que has dejado de pagar la comunidad y que te puedan decir algo. Ya te digo, por otro lado el miedo de que se enteren los papás del colegio porque vayan a decir que Fulanito...Miedo de que nadie se entere de tu familia porque siempre te han metido en la cabeza: «claro, eso es culpa tuya que has vivido por encima de tus posibilidades» y eso un día y otro día y otro día, se te va metiendo en la cabeza y no es miedo, es terror. Es terror, es que de verdad no te puedo explicar el sentimiento de culpabilidad, el sentimiento de miedo, ya te digo de no querer salir a la calle, de no querer coger el teléfono, yo sonaba el teléfono y me echaba a temblar. Yo mi hija me acuerdo de que a lo mejor cogía el teléfono y yo le he llegado a regañar hasta el punto de decir: «como se te ocurra coger el teléfono te enteras» Yo decía como ella lo coja le van a decir: «dile a tu papá o mamá que se pongan». Porque si era yo quien lo oía directamente no lo cogía. Claro que si la chiquilla lo cogía ya me tenía que poner. Y el que te digan: -¿Por qué no pagas?. ¿Qué dices?:- Porque no puedo. Y...-¿Por qué no puedes? -Porque no tengo ingresos; ¿Y qué hago?» (Esperanza) El segundo -el aislamiento social-, a un proceso de estigmatización, en el que la hegemonía de la deuda como sinónimo, en nuestra cultura, de obligación moral15 , convierte al «afectado» en un sujeto desacreditado socialmente y deslegitimado en su sufrimiento. – Elena: «¿Qué sentías tú en ese momento? (del inicio del sobreendeudamiento) – Félix: Yo, quitarme la vida. Y lo he dicho. Era ver que toda tu vida la habías echado al 13 La dimensión relacional es abordada más en extensión en el apartado de socialización de los cuidados. 14 Ello es significativo en el recurso de la cultura de la propiedad del «spanish way of life», que sirve como pantalla para invisibilizar la responsabilidad del Estado como explicará Palomera apoyandose en Bourdieu: «La demanda, y sobre todo la propensión de los individuos a comprar o alquilar, suele depender en gran medida del estado particular de la oferta, que a su vez es resultado del marco de posibilidades generado por las políticas de vivienda. Ante esto, no debería extrañar que Bourdieu (2003:113) concluya que «hay sin duda pocos mercados que, en la misma medida que el de la vivienda, estén no solo controlados por el Estado, sino verdaderamente construidos por él». ( 2011: 4-5) 15 Autores como Graeber (2102), Han (2012) y Gregory (2011) plantean que el concepto maussiano de reciprocidad viene a reproducir la visión reduccionista de las relaciones humanas como formas de intercambio conducidas por el interés, propia de la Economía Clásica. Por otro lado, Graeber añadirá que la ampliación de este concepto, con diferentes adjetivaciones -reciprocidad negativa, generalizada, etc.-, por parte de la antropología no ha hecho más que aumentar la confusión moral en torno a la deuda, aplicandose a relaciones con diferentes grados de jerarquía y regidas por diferentes tipos de moralidades. 11
  • 15. garete. Yo me veía a mí mismo que era una mierda. Ese estigma, el que dirán de la calle cuando se enteren, la familia...La familia pasó completamente. Me dijeron que ellos también tenían sus problemas. (…) Más o menos te echaban que no habías sabido, que habías vivido por encima, que habías gastado de más y no has sabido ahorrar. (…) Yo a veces le echaba la culpabilizaba a mi mujer, le echaba yo la culpa (repite). El matrimonio está completamente destrozado». Este proceso de culpabilización y estigmatización -que determinan el aislamiento- conduce, como se ve en la entrevista de Félix, a una situación que es vivida como «sin salida»: «Llegó el momento en el que yo no veía más la luz. Eso que te dicen del túnel que ves la luz al final, yo no la veía, el túnel era completamente negro» (Esperanza). «Quien más y quien menos ha pensado en quitarse alguna vez la vida.» (Jacinto) - Uno de los efectos de esta impotencia es la pasivización del sujeto, a la vez que sus preocupaciones se repiten una y otra vez, sin encontrar cómo canalizarse y sin dejarlos dormir, irritándolos, entristeciéndolos y afectando a sus relaciones. II. Incertidumbre y Desesperación. «Es posible que lo que ha hecho fundamentalmente «la crisis» haya sido barrer con una cierta representación del progreso: la creencia en que el mañana sería mejor que hoy y en que se puede confiar en el futuro para mejorar la propia condición» (Castel 1995: 325) A menudo en la plataforma las personas refieren que su vida se ha convertido en una «noria», «en la que tan pronto estás arriba como estás por los suelos». Esta experiencia de inestabilidad es nueva para las personas que vienen de tiempos de estabilidad y certidumbre en el futuro. Y puede leerse en términos de precariedad, entendida esta como «las condiciones articuladas de escasez de recursos (bienes y servicios), los obstáculos para conseguir empleo y la relación desdoblada con el Estado en la que se efectivizan diversidad de ausencias y presencias institucionales.» (Seveso y Vergara 2012:11). De este modo, los procesos de desahucio con sus plazos indeterminados, los cuales dependen de la administración, de un panorama legislativo convulso y las estrategias particulares de cada entidad financiera, mantienen a la persona en un contínuo estado de nervios e incertidumbre16 : «(Los 16 Han en su libro Life in Debt. Times of Care and Violence in Neoliberal Chile, recoge varias expresiones con las que se refieren sus informantes a la situación de sufrimiento vinculada al neoliberalismo, entre ellas «tiempo de puros nervios» (2012:29) y «depresión neoliberal» (ibid:129). 12
  • 16. desahucios) eso es que acarrea enfermedades. Eso acarrea depresión. Eso de las depresiones es una cosa que está en el día, ¿estamos? Entonces vas al médico y te lo encuentras. Yo cuando he estado de la manera que he estado es cuando estoy pensando en lo que estoy pensando. Yo el sueño lo tengo totalmente perdido. Yo echo una hora, hora y media al día, de sueño y ahí acaba. Todo el tiempo estás dando vueltas y estás pensando cuando me levante qué es lo que me va a pasar y qué es lo que no me va a pasar.» Liberto, avalista, compañero de 15MSDC Unos nervios que para Taussing son una «metáfora generativa que asocia las tensiones del sistema anatómico nervioso con el caos y la irritabilidad de un sistema social inestable (1986:4). En este orden social el papel integrador del trabajo se enfrenta a la paradoja de la dispensabilidad laboral (Seveso y Vegara 2012) de masas cada vez mayores de «trabajadores sin trabajo» (Arendt en Castel 1995), a expensas de reformas laborales que flexibilizan el trabajo y cosifican el sujeto como, en efecto, «algo» que se puede dispensar y del que se puede dispensar. En esta línea, han aparecido estudios desde la Salud Pública que apuntan a un aumento de las consultas en atención primaria por cuadros de ansiedad y depresión asociados al desempleo, el sobreendeudamiento hipotecario y los desahucios (Gili et al, 201217 ). No obstante, podríamos preguntarnos aquí con Kleinman, ¿qué clase de proceso cultural sustenta la transformación de una víctima de la violencia en alguien con una patología?; ¿Qué significa dar a estos traumatizados por la violencia política el estatus de paciente?; ¿Y en qué sentido la imaginería de victimización como una patología de un individuo, altera la experiencia – colectiva así como individual- de modo que su significado vivido desde una memoria política y moral, se pierde y es reemplazado por «culpa», «paranoia» y «failure to cope» (impotencia, frustración)? (1995:10)18 Esta impotencia, que dirá Kleinman, se reafirma cotidianamente para aquellos cuyos ingresos inestables o esporádicos les empujan a una búsqueda de recursos, que viven como desesperada, y los coloca en nuevos circuitos de asistecia social en los que han de aprender a manejarse, a la vez que con su nuevo estado de empobrecimiento19 :«A la vez que estamos perdiendo el estigma social y 17 En términos de salud esta situación puede completarse con los datos obtenidos en el Estado Español a través de un estudio de Salud Pública, los cuales señalan un incremento significativo de la frecuencia con la que las personas son atendidas en Atención Primaria por alteraciones del estado de ánimo (19.4% con depresión mayor), ansiedad (8.4% desordenes de ansiedad generalizada) desórdenes somatomorfos (7.3%) y relacionados con el alcohol (4.6% de dependencia alcohólica) en el periodo que abarca desde 2006 (pre-crisis) a 2010. En el mismo estudio se señala que con independencia del riesgo observado de desempleo, existe un aumento significativo del riesgo de depresión mayor asociado a las dificultades en el pago de la hipoteca y a los desahucios. Alrededor de una tercera parte del riesgo global de demanda de asistencia en la población con desordenes mentales puede ser atribuida al riesgo combinado de desempleo en los hogares y pago de la hipoteca (Gili et al, 2012). 18 Traducción propia. 19 En esa línea Chamizo, Defensor del Pueblo Andaluz, apunta: «la gente de clase media tenemos un problema porque no sabemos vivir como excluidos. No se sabe a qué hora son los comedores, el reparto de la ropa, ni se tiene 13
  • 17. no nos da vergüenza llevar esta camiseta las 24 horas puesta (la de StopDesahucios) que si tenemos que salir a la calle, la llevamos y con la cabeza alta. Pues ese estigma social que se quite también para el tema del alimento. Que hay muchos compañeros que van a la asamblea y les da vergüenza a la hora de decir «mira que yo no tengo nada que comer.» (Félix). Sara, una mujer de la plataforma, que vive ahora con su marido en casa de sus padres, mientras que alquilan su piso para pagar la hipoteca que se contrajo al comprar el camión del marido, lo explicaría de esta manera: «Mi hermanos no me entienden. A ellos le sigue yendo bien y piensan que somos unos vagos, pero yo no paro de buscar trabajo. He echado hasta curriculums en el extranjero. Estoy desesperada. Ya no sé que hacer. Estaba pensando a cuanto podría vender un riñón, pero, por ahora no ha pensado nada malo, que a otros les da por robar.»20 La posición del Gobierno con comentarios como el Dolores de Cospedal de «los votantes del PP no dejan de pagar la hipoteca con excusas vacías»21 , así como sus políticas sociales, focalizadas y descentralizadas en programas de pobreza y de subsidios, a la vez que deniegan la Iniciativa Legislativa Popular presentada por la PAH y criminalizan los escraches, muestran un abismo entre lo que entiende el Gobierno y la Plataforma como «vivir con dignidad22 » (Han 2012). Un absimo ocupado por la indignación. Etnografía de la Resistencia I.Socializar y Resignificar el sufrimiento: «YA NO ESTÁS SOLO». «Si me vieras ayer, estaba fatal; eso nos pasa a todos; quien más o quien menos ha pensado en algún momento en quitarse la vida; pero en la plataforma le levantamos los ánimos, le decimos que a partir de ahora no va a estar solo. Yo voy a los puntos de información y si no hace falta me quedo fuera y recibo a las familias. Cuando me cuentan algo los entiendo porque he pasado por lo mismo y sé que luego les pasará esto o lo otro.» Jacinto, compañero de 15MSDC. habilidades sociales para moverse en el mundo de la exclusión social. Se pasa de una estabilidad a una inestabilidad absoluta. La vivienda da estabilidad y seguridad. Es lo que te da el equilibrio interior, la gente le falta lo más básico para estar estructurado.» 20 Es interesente a partir de este comentario pensar en la disponibilidad del propio cuerpo como único recurso y su alusión metafórica a los flujos de recursos de abajo hacia arriba en el capitalismo (Scheper-Hughes 2004) – entre ellos el rescate público a la banca – que aumentan la brecha de diferenciación social a pesar de que los macrocifras hablen de mejoras económicas. 21 Que inicialmente apareció en prensa como «Los votantes del PP antes dejan de comer a dejar de pagar la hipoteca» enlace aquí 22 La marcha que cinco compañeros están llevando a pie de Córdoba a Bruselas lleva precisamente el nombre de Viaje (Marcha) por la dignidad 14
  • 18. Los puntos de información son la puerta de entrada a la plataforma 15MSDC. En otras ciudades estos puntos llevan el nombre de PIVEs: puntos de información y encuentro; lo cual viene a señalar, ya desde el inicio, una característica transversal a la plataforma, me refiero el ser un espacio de encuentro y asesoría colectiva, que viene a actuar sobre dos de las claves del sufrimiento de los afectados, el aislamiento y la incertidumbre. Encuentros plurales («con el otro», «en el otro», «en lo social», «en la violencia», «con nuevos modos colectivos de resistencia», «con la esperanza») donde la experiencia puede ser vista como un momento-lugar en lo que aquello que se ha sido se detiene para fragmentarse, cuestionarse y transformarse; y es esa liminaridad la que genera la posibilidad de que algo cambie (Correa Urquiza et al 2006:6123 ). Así la socialización requiere de un primer encuentro «con el otro» para deshacerse de la idea de ser el «único». - (Antes de llegar a la plataforma) «tú piensas que tú eres el único afectado, al menos te hablo a nivel local, porque en la tele estás harto de ver cosas, pero aquí piensas que eres la única.» (Esperanza)-. La primera vez que vas a un punto de información los compañeros más experimentados te suelen decir, «lo único que tienes que hacer es escucharlos, rellenarles la ficha y decirle que ya no están solos». En el acto de relatar a otros, la persona comienza a encontrar caminos para apoderarse de su propia experiencia (Jimeno 200724 ). El valor de las narrativas para la propia persona queda así también explícito en este comentario de Alicia sobre una de sus vecinas: «Mi vecina no va a la plataforma por vergüenza. No quiere que se enteren las vecinas. Tus vecinas te pueden ayudar, pero no te pueden arreglar el problema y menos si no lo cuentas porque coges depresión, nadie te consuela, nadie te ayuda, ni hablar ni nada. Entonces si no se lo cuentas a una plataforma o como ella me dijo «que no se enteren mis vecinas», ¿a quién se lo vas a contar? A nadie» Por otro lado, al margen de ese conato de desaislamiento que supone el ponerse en contacto con la plataforma, la socialización es entendida como un acto de colectivización -de paso de «mi problema» a «nuestro problema»- que se inicia con la colectivización de la propia escucha. Esta escucha mutua está facilitada por la existencia de grupos de afinidad y apoyo mutuo (GAYAM), los cuales se reúnen cada quince días, aproximadamente, y se describen como: «grupos de unas 8 a 23 A partir de los conceptos de liminaridad de Turner (1988) y de umbral de Delgado (2001) 24 «Ahora, por supuesto, no se trata de sostener una visión del lenguaje como transparente para el mundo (Good, 2003) ni de creer que las narrativas verbales agotan la expresión emocional o borran las huellas de dolor. Pero es necesario tomar distancia de la supuesta incapacidad del lenguaje para dar cuenta del dolor. Pese al sentimiento y la idea de la inadecuación del lenguaje frente la emoción, en el acto de rememorar y relatar a otros, la persona comienza a encontrar caminos para reconstruir el sentido subjetivo de la vida». (Jimeno 2007:174) 15
  • 19. 12 personas, muchas de ellas con amenaza de desahucio, dispuestas todas a escuchar y a hacer un seguimiento cercano de la situación de cada familia amenazada. Son grupos pequeños donde compartimos sentimientos y donde pasamos de «mi problema» a «nuestro problema» y del abatimiento a la indignación. Personas que en las acciones estarán pendientes las unas de las otras. Compañeras y compañeros solidarios que practican el apoyo mutuo.» (Díptico informativo de 15MSDC).25 A través de la escucha mutua el problema puede transitar de un problema individual a un problema social, que se resocializa (Correa Urquiza et al. 2006: 49), es decir, se contextualiza al definir un marco común a través del «encuentro en el otro»: «Cuentan tu misma historia, es que la cuentan exactamente, tus mismas palabras, tú te ves reflejado en esa persona.» (Esperanza). Por otra parte, la puesta en común de un mismo sufrimiento facilita un espacio único de comprensión, donde el mismo es desabstraído, cruzando de la orilla de la representación social donde se presenta como un dolor difuso y abstracto ((Menéndez 1998, Espinosa 2007) a ser un dolor vivido, que se puede compartir . Un compañero, después de realizar una dinámica de escucha por parejas, afirmaba: «Mi familia no me escucha como me ha escuchado el compañero, veo que no me atienden igual». El compartir los sentimientos permite entretejer una intersubjetividad, desde la que llevar a cabo una desidentificación y desafección del discurso hegemónico (Gibson-Graham 2006). «El miedo es al desconocimiento. Porque antes de entrar en la plataforma no sabes como se actúa y todo lo que te dicen te lo crees. Cuando tú entras en la plataforma, por ejemplo, en un grupo de apoyo en que te vas dando cuenta que todo lo que hablamos los afectados es como si lo dijese el mismo porque al fin y al cabo están haciendo con todos lo mismo, entonces te vas haciendo cada vez más fuerte de decir «¡Coño! Que a tí te están haciendo lo que a mí y eso no es así». Y es que en base a estas leyes y a lo que me está diciendo la plataforma de que podemos encauzar las cosas por este lado, vas con argumentos a un banco por ejemplo, eso te hace sentir más fuerte, con menos miedo. ¿Miedo a qué? A una cosa que no he hecho, a que tú me has estado haciendo sentir culpable de algo que yo no lo soy, pues no. Es que eso no es así. Entonces, como lo voy viendo en los grupos de apoyo....te engañan, te amedrentan de la misma manera, parece que le han dado un diálogo a todos los banqueros y todos dicen lo mismo. Es una manera de decir «no estamos solos» que si tú necesitas por ejemplo ir a un banco o a donde haga falta, a un médico, ahí estamos todos 25 Las dinámicas que se desarrollan en los grupos parten de la creatividad colectiva y la autoformación, la cual se ha apoyado en libros como Afirmación y Resistencia (Martín Beristain, C. y Riera F. 2003). También un grupo de 15 personas que nos comprometimos a ayudar al impulso y seguimiento de estos grupos hemos recibido formación de un grupo de psicólogas de la ONG Maizca sobre «acompañamiento en la relación de ayuda». 16
  • 20. para apoyarte, contigo. Ya no tengas ese miedo porque estamos los demás arropándote. Eso te hace descansar un poquito». (Esperanza). Esta resignificación de la experiencia, ha de leerse como una transformación que atraviesa las representaciones culturales y la experiencia colectiva del sufrimiento (Das y Kleinman 2001 en Espinosa 2007, Correa Urquiza 2006) para dejar espacio a nuevas respuestas interpersonales ante el problema y a la configuración de una identidad colectiva (DiGiacomo 2009). De ahí que los nombres de «afectados por la hipoteca» y «amenazados de desahucios» recojan el problema que los une, pero también hagan un reconocimiento al sufrimiento con el que lo viven y una denuncia de la violencia que lo genera. Transformación que se hace explícita en el comentario de Esperanza de: «Yo entiendo este problema como el antes y el después de estar en la plataforma.» y que José Coy, describe como la conversión de un problema que se vivía de manera individual a un problema social 26 . Con esta resignificación se oponen a la interpretación reduccionista de los desahucios por parte del discurso hegemónico, que se centra en evaluar la moralidad del deudor. Frente a ello los «afectados» sacan a la luz la cuestión de la vivienda: «Derecho a techo a un justo precio». Cuestionan al Estado en las políticas de vivienda y en la gestión de la crisis: «Ni casas sin gente ni gente sin casas»; «El próximo desahucio que sea en la Moncloa», «Rescatan al banquero, desahucian al obrero»; «No es una crisis, es una estafa»; la moralidad de los acreedores: «No son banqueros son usureros», «No a la dictadura de los bancos», «Cajasur estafa y engaña y mata»27 . Además de la moralidad de la propia deuda y del sistema que la sustenta: «No son suicidios, son homicidios». Por último la socialización y resignificación va a permitir poner en marcha un nuevo modo de atención y cuidado colectivo, que consta de una atención política colectiva y una socialización de los cuidados. 26 «Nuestra trayectoria ha ido de menos a más, teniendo en cuenta que en un principio fue una auténtica travesía en el desierto. (…) Por eso uno de los logros más importantes de la Plataforma ha sido hacer visible un problema que se vive de manera individual, un problema que rara vez conseguía traspasar la esfera de lo íntimo y privado, y convertirlo en un problema social.» José Coy, miembro de la PAH Estatal (en Colau y Alemany 2012:16). 27 Gregory apunta que el estallido de las subprimes supuso que la cuestión de la moralidad de la deuda se instalara en la agenda pero de un modo nuevo, pasandose a evaluar la moralidad del acreedor. «We now speak of ‘banksters’, a derogatory term that echoes terms used to describe the usurer of old» (Gregory 2011: 384) 17
  • 21. II.Un modo colectivo de atención y cuidado: «SÍ SE PUEDE» II.a. Atención política colectiva. «Es que una persona sola no puede hacer nada y de hecho lo notas mucho cuando vas al banco. Antes de la Plataforma, ibas con miedo, acobardada como echada para atrás porque como no entiendes de lo que te están hablando. Y ellos como ven eso se sienten más fuertes. Pero, también me he dado cuenta de todo lo contrario, cuando eres tú el que vas fuerte, como vas con conocimiento de causa, ya vas entendiendo de qué va el tema, ya sabes lo que se puede hacer y lo que no y además incluimos que si vas con la chapita de Stop Desahucios o te vas con la camiseta, ahora es todo lo contrario, ahora eres tú el que va fuerte y ahora es el del banco el que se echa para atrás, se acojona. (…) No es lo mismo (…) cuando va una marea ciudadana, que la gente ya está cansada de decir ¡joder! ¡Que ya está bien de que hagais lo que quereis!, que además no es justo ni legal y el pueblo se ha despertado o se está despertando y está diciendo ¡basta ya!- yo te digo que la plataforma en sí está haciendo mucho, la gente se está despertando y todavía tiene que despertar mucho, desde luego.» (Esperanza) El comentario de Esperanza identifica tres espacios entrelazados de atención política: la sociedad, el Estado y las entidades financieras, así como un rasgo distintivo de esta atención por parte de la Plataforma, el realizarse de forma colectiva. Así, la Plataforma surge como un nuevo sujeto político que ejerce su acción al margen de las instituciones políticas tradicionales de la democracia liberal. Este modo de hacer política ha sido definido por Tapia, hablando de los movimientos sociales, como la política del «desborde», que surge de la incompetencia y/o desatención de las instituciones formales ante las demandas o conflictos que afectan a su propio orden social (2008), pero que en este caso añade un nivel mayor de decepción, al señalar a los agentes institucionales como responsables y beneficiarios de la situación. De ahí viene la negación por parte de algunos participantes a considerar la lucha de la Plataforma como política en consonancia con una decepción y distanciamiento con los modos políticos formales, manifiesta también en la frase popularizada por el 15M de «No nos representan»: «Es que lo que no entiende el banquero ni el gobierno es que primero es que esto no es un tema político, que no me vale ni PP ni PSOE, que para empezar todos son iguales, todos se están llevando y todos están haciendo lo mismo y segundo, que hay que cambiar un sistema político y un sistema financiero que a día de hoy es una mieeeeeeeeerda. Entonces, hasta que eso no cambie vamos a seguir igual.» (Esperanza). 18
  • 22. De este modo, la Plataforma pone en juego un discurso disruptivo en el espacio público, que señala la «falla» del sistema (Laclau y Mouffe 2004) a la vez que habilita un espacio-momento de escucha social (Correa-Urquiza et al. 2006: 49), desde donde poner en cuestión el papel social de la vivienda, los márgenes morales de la deuda y la responsabilidad del Estado en la cohesión social. La demanda de «parar los desahucios» excede su significado literal para convertirse en superficie de inscripción de otros reclamos que cuestionan el nuevo ciclo de acumulación capitalista28 . «Acumulación por desposesión», que bautizara Harvey (2004) para referirse a la apropiación territorial, pero que podemos hacer extensiva a la privatización de los diferentes ámbitos públicos. De ahí que la capacidad de llamar al debate y la movilización pública29 radica en la centralidad de este proceso de pauperización (Castel 1995), que afecta a una franja cada vez más engrosada de los previamente «estabilizados», como advierte el lema «Somos el 99%» y con la cual podría identificarse la mayoría poblacional30 . De este modo, se subvierte el distanciamiento social y se desnaturaliza el sufrimiento de las personas amenazadas de desahucio y la violencia sobre el que reposa31 . Además se genera una presión social contrahegemónica a nivel del Estado y de las entidades financieras que vehiculiza algunas de las posibilidades de cambio, abriendo espacios a la esperanza, que son representados por el grito de «Sí se puede»: «A mí me encantan (las acciones de calle). Llevo tiempo echandolas de menos. Porque me da un subidón estar delante de un banco y que dentro haya una familia y que esa familia salga diciendo he conseguido lo que me he propuesto, se me ponen los pelos así, como escarpia. Es un subidón de adrenalina. Yo recuerdo la primera vez que fui a uno, yo no conocía a nadie, no recuerdo como se llamaba la pareja, fue en el Banco Popular, pues yo recuerdo ese día porque por aquel entonces yo estaba super baja de moral y cuando yo veo que habían conseguido lo que querían y se dijo por el micro...¿tú sabes el panzón de llorar que me metí, los pelos como escarpias y yo lloraba de alegría y pensaba: «¡coño, que lo han podido conseguir!»? Es que los ciudadanos conseguimos cosas. Es que yo siento como que necesito esa cosilla.» (Esperanza). 28 En este sentido se expresa Retamozo en relación a la demanda de «trabajo» del movimiento de desocupados de Argentina: «(…) la exigencia de trabajo condensó una serie de otras demandas que excedían a la literalidad del término convirtiéndolo en una sinécdoque para referirse a una multiplicidad de reclamos de diferente índole que incluían: educación, salud, seguridad social, vivienda, certidumbre, identidad, futuro, etc.» (Retamozo, 2009: 118.) 29 El cual se puso de manifiesto en la manifestación masiva del 16 de febrero de 2013, a la que acudieron cerca de 16.000 personas en Córdoba. -una foto de la misma aparece en la portada. 30 «Por eso te digo que la gente mucha habla sin conocer las situaciones y cuando ven que el de al lado lo tiene y que además es una persona normal y corriente. Bueno, partiendo de la base de que todos somos iguales, da igual familias marginales o no. Pero antes se pensaba que los desahuciados eran marginales, gente sin recursos y ahora se ve que es cualquiera el que le puede pasar esto.» (Esperanza) 31 En este sentido podría leerse la campaña de los escraches como puesta en cuestión de la violencia, aún más con el proceso de criminalización con el que respondió el Partido Popular. 19
  • 23. II.b. Socialización de los cuidados. «Individuals are enmeshed in multiple relations that may be in play simultaneously, and this relations themselves may be composed of differents elements, for exemple, blood and everyday labors of caring. In this density of relations and elements, responsability, cannot be understood solely in terms of the willful autonomous subject. Rather, it might also be understood as responsiviness, and this responsiviness must be understood in concrete circumstances.» (Han 2012:233) Las privatizaciones, así como las retiradas y reconfiguraciones de las políticas sociales han conllevado una privatización de la responsabilidad por el bienestar, transfiriéndose tareas desde el Estado a la familia (Jelin 1988). Este proceso de privatización de los cuidados trae consigo una intensificación de los sentimientos de obligación de los diferentes miembros familiares, que además estarán condicionados por las expectativas vinculadas al género (Lutz 1990) y al rol familiar. La intimidad, de esta manera, no se convierte sólo en el terreno donde se despliegan las tensiones sino además donde éstas han de ser resueltas, provocándose dinámicas de distanciamiento entre sus miembros, cuando no de aislamiento (Han 2012, Epele 2008)32 . En este contexto las personas de la plataforma, expresan con frecuencia un empeoramiento o deterioro de las relaciones con sus hijos y con su pareja, dándose en ocasiones crisis matrimoniales, situaciones de violencia de género, etc. Las relaciones de cotidianeidad que se establecen dentro de la plataforma permiten el tránsito entre dos modos relacionales (Han 2012), pasando de una relación de meros conocidos a una relación de intimidad. Este grado de intimidad, que es favorecido por el tamaño reducido y el carácter periódico de los grupos de apoyo, facilita conocer las situaciones cruciales, aún cuando éstas no son abiertamente manifestadas: «Somos como una gran familia, la ayuda que no hemos tenido ni de nuestra propia familia de sangre, la estamos teniendo con las personas de la plataforma, ayudándonos los unos a los otros, animándonos, pero no sólo con los grupos que es lo que yo siempre digo que si tú me llamas para decirme «vamos a tomarnos un café que estoy baja de ánimos» ¡joder!, pues para eso estamos. (…) Con quien más me llamo por ejemplo es con MJ. Yo con ella y con su marido he cogido una relación que creo que ni de mi propia familia. (…) Con MJ, yo es por ej. coger el teléfono y escuchar «hola, ¿cómo estás?» y ya sé como está, con decirme hola yo ya sé como está pero es porque tienes una continuidad, porque tienes una relación con una 32 En este sentido se dan diferentes modos de evasión: alcohol, internet, deporte, etc. los cuales no he observado, sin llegar a explorarlos en profundidad. 20
  • 24. persona más allá, que tu llegas un momento que sabes si está bien o no está bien. Para eso sirven los grupos de apoyo, para con una continuidad ir conociendo a las personas y ver hasta que punto está bien o no, o si necesita un poco más de ayuda o no. Entonces, eso un psiquiatra o un psicólogo no lo va a detectar porque este te va a dar un medicamento, porque de hecho Fran creo que estaba en tratamiento.» (Esperanza). A la vez que saca a flote otras necesidades de los «afectados» que no suelen ser expresadas por vergüenza, como las limitaciones materiales -comida, luz, agua, medicamentos, etc.- o los problemas relacionales: «Que hay muchos compañeros que van a la asamblea y les da vergüenza a la hora de decir «mira que yo no tengo nada que comer» . Fran por ejemplo en ese momento, fíjate. (…) La única forma que tienes de saber si un compañero lo está pasando mal es en el grupo de apoyo, que te diga «mira es que yo no tengo para comer» porque cuando allí nos juntemos 80- 90 personas (en la asamblea) se va a cerrar más en sí o tiene que reventar como ese día reventó MJ y lo dijo que llevaba dos días sin poderle dar de comer...Pues eso que tienes que reventar, que llegue el momento de «pues me da exactamente igual y lo suelto.» (Félix) Ello ha permitido poner en marcha un banco autogestionado de alimentos, a la vez que se plantea ampliarlo con un banco del tiempo. Estas iniciativas se oponen de este modo a la división entre los dominios público/privado y económico/político propia de los Estados capitalistas (Giddens 1985)33 , al generar formas de auto-organización que responden a demandas económicas comunes y establecen lazos de solidaridad social, como es la cesión de verduras a 15MSDC por parte de la finca de Somontes, ocupada por los jornaleros del SAT (Sindicato Andaluz de Trabajadores). A la vez que revierte el proceso de desafiliación, a través de la inscripción y participación del sujeto en circuitos de ayuda mutua. De ahí el curioso comentario de Bruno, un niño de 5 años que participa con sus padres en la Plataforma, que al preguntarle que es un desahucio contestó: «un desahucio es ayudar a las personas». Estas prácticas (micro)políticas, que ponen en marcha relaciones sociales y económicas opuestas al discurso hegemónico capitalista (Gibson-Graham 2006) han de ser vistas como «espacios de esperanza» (Harvey 2003) donde se muestra la existencia de «culturas de la resistencia» (Williams 2002, 538)34 . 33 «La aparente autonomía del ámbito político constituye un aspecto fundamental de la concepción occidental y es producto de la historia antes que un hecho universal (Gledhill 2000); por ello, reproducir en el tiempo la separación entre dominios aparentemente autónomos implica la puesta en juego de procesos ideológicos y representacionales (Bourdieu 1981)» 34 Esta tres últimas referencias son obtenidas del trabajo de Moral (2013) sobre bancos del tiempo. 21
  • 25. Últimas noticias y reflexiones En los últimos dos meses dos noticias han reafirmado el objeto de este estudio, que se inició en enero del 2013, bajo la sospecha de que alrededor de la problemática de los desahucios se extendiera un escenario de medicalización. Si bien mi etnografía ha estado centrada en la propia Plataforma 15MSDC, teniendo un conocimiento sólo indirecto de las relaciones de los afectados con el modelo biomédico, la misma me ha brindado algunas observaciones que creo de gran interés para finalizar este trabajo, dejando algunos hilos abiertos para la reflexión. Una de estas noticias, del día 5 de agosto del 2013, pertenece al Diario Córdoba35 . En ella se afirma que la salud mental de los cordobeses se resiente a causa de la situación económica, indicando que la crisis ha disparado las consultas al médico por ansiedad y depresión. La psiquiatra entrevistada animaba a acudir al médico ante los «primeros síntomas». El proceso de aislamiento y pasivización, al que me refería en la primera parte de la etnografía del sufrimiento, puede desembocar en un proceso de medicalización, como se rescata del relato de algunos participantes de la Plataforma sobre experiencias previas o de familiares. En ellos, el diagnóstico de depresión puede ser la representación de una «enfermedad inhabilitante» que aisla al sujeto e impide su participación en la Plataforma. Además la medicación con psicofármacos actúa aumentando dicha pasivización y cuando la persona trata de abandonarla reaparecen como consecuencia los síntomas depresivos, en lo que describen los tratados médicos como una «depresión de rebote» y que serviría para ilustrar la cronificación dentro de esta dinámica centrípeta. Pero, también, se observa cierto escepticismo sobre la interpretación médica de la experiencia, así como, sobre su intervención. «Mi hijo es el que...que está metido en el hoyo como yo digo y no va al médico porque ir al médico para...qué te puede resolver, nada más que decirle toma pastillas, toma pastillas, por eso no quiere ir al médico» (Liberto), lo cual puede aumentar la incertidumbre sobre a donde acudir y el aislamiento al no encontrar «salida». Esta incertidumbre pareciera compartirse con los profesionales de la salud, ya que en diversos relatos se trasluce un manejo impreciso del diagnóstico de depresión así como de los psicofármacos: «Le conté la historia llorando como una condenada, porque te digo, yo creo que ha sido en tantos años que llevo con esto la única vez que yo he tocado tan fondo, yo creo que llegó el momento en el que yo no veía más la luz (…) y yo decía: «necesito que me saque alguien de aquí porque yo sola ya sé que no voy a poder». Entonces este psiquiatra me mandó un tratamiento, me dijo que no estaba...vamos, que ese mismo día me dio el alta clínica porque no estaba....¿cómo dijo? No tenía 35 Publicado en el diario Córdoba, el 5/8/2013 con el titular: «La salud mental de los cordobeses se resiente a causa de la situación económicaLa crisis dispara las consultas al médico por ansiedad y depresión.»P 22
  • 26. una enfermedad mental. Entonces como no tenía una enfermedad mental sino que un problema social pues que nada, que me mandaba ese tratamiento para que yo me relajara un poco y me tranquilizara, porque claro tenía ansiedad, tenía depresión y que ya...que a raíz de ahí fuera al médico de cabecera.» (Esperanza). Esta apreciación no ha de estar reñida con identificar a los profesionales de salud como estratégicos a la hora de acceder al sufrimiento vinculado a una problemática social. Su posición a caballo entre la esfera íntima y la esfera pública, determina que con frecuencia su visita pueda ser leída como un primer esfuerzo de desaislamiento. En este sentido ayudar al sujeto a reconstruir la dimensión social de su problemática y animar su participación en plataformas de movilización ciudadana puede contribuir a una desmedicalización de la experiencia. La otra noticia, publicada el 29 de julio de 2013, lleva por título «Los Desahucios son Perjudiciales para la Salud»36 . En ella se informa de que la Junta de Andalucía ha puesto en marcha un estudio para conocer el impacto sobre la salud de los desahucios, el cual realizarán de forma conjunta la Escuela Andaluza de Salud y la plataforma Stop Desahucios de Granada. Ello puede llevarnos a reflexionar sobre la apropiación de la enfermedad como objeto de denuncia, cuando esta es experimenrada como una consecuencia y no, o no tan sólo, como una expresión encubierta de protesta. En este sentido sería importante que en la línea de la denuncia, los estudios no se centrasen exclusivamente en describir las enfermedades demandando una solución para los afectados por la hipoteca, sino que fuesen capaces, atendiendo a la situacionalidad y relacionalidad, de traer un análisis crítico de las morbilidades provocadas por el trabajo y el salario inestables, el endeudamiento, la pérdida de la vivienda, los recortes e incompetencias del sistema de salud y los servicios sociales y la «pharmaceuticalization» de la salud pública (Han 2012 :233). Así como que rescatasen la labor de las movilizaciones sociales en la creación de espacios liminares donde se generan las posibilidades de cambio. 36 Publicado en el diario.es el día 29/07/2013 con el titular: «Los desahucios son perjudiciales para la salud» 23
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