La Sostenibilidad Corporativa. Administración Ambiental
Novela
1. Esperando a ser cenizas
Estaba sentada escuchándolo, de su boca solo surgían infundios con una mezcla de ficción, me
correspondía seguir adelante, una profusión de miradas giraron para observar mi rostro y detallar
mis movimientos. Subí, era evidente que él quería desvirtuar mi testimonio, así que me miraba
con mucha precisión para poder detectar alguna palabra o cualquier elemento que lograra decir a
su favor. Me senté y de mis labios expuse que iba a responder sólo con la verdad.
Me miraba siempre de una manera que lograba en mí una sensación enigmática, podía sentir
como sus ojos negros no quitaban la mirada en mí, yo por mi parte fingía no tener interés en él, no
había tiempo de conocerlo, estábamos a punto de morir, y no sólo nosotros, centenares de
personas que se encontraban en la misma situación. No sabía su nombre, ni mucho menos le
hablaba, me agobiaba el miedo que sentía y pensaba en mi familia. Sacó un cigarrillo, yo no quería
saber más sobre ese producto que en forma gaseosa se desprendía y me hacía sentir inútil. No
quise molestarlo, suficiente era con el drama que se vivía afuera y debía estar estresado. Me senté
en una esquina, alejándome un poco de él; al cerrar mis ojos salió una pequeña lágrima que se
deslizaba sobre mi rostro, sentía que me miraba más aún. Trato de nuevo de abrir la puerta,
gritaba que necesitaba agua que su compañera se estaba deshidratando, pero nadie le respondió.
-Ya te sientes mejor? -Sabía que su pregunta no iba a mejorar ni empeorar nada. Hubo un tiempo
en silencio. Baje mi rostro sin respuesta alguna, pienso que con mis acciones era evidente mi
respuesta, pero al parecer él no lo entendía. Di media vuelta y buscaba un lugar para poder salir,
Pude sentir como su mirada estaba pegada al escote de mi espalda, y luego como su respiración la
sentía próxima, no era nuevo que me sucediera este tipo de cosas, pensé. -Por qué tratas de
evadirme? -Era indudable que en ese instante existían otras prioridades y más cuando nuestras
vidas corrían peligro. Pero seguramente el no deducía la magnitud del dilema que estábamos
viviendo. Ignorando su pregunta, que irrebatiblemente no lo hacía, le dije. –Ese no es un teléfono?
Ambos nos observamos luego de ver el teléfono con un poco de euforia aunque no es su totalidad,
vi como su rostro cambio de tonalidad, seguí su mirada y vi que el cable estaba roto. Habíamos
perdido cualquier clase de esperanza que segundos antes había nacido. Pasaron minutos, quizás
horas, ya había perdido la noción del tiempo. Iba pronunciar unas cuantas palabras, quizás le iba a
decir lo mucho que me fascinaba, pero me contuve a eso y sólo deje que en mi cabeza vinieran
bastantes imágenes, deseos que sentía frente a él. Me acosté pensando en lo que podría ocurrir
en cuestión de horas, o en lo que no, pude durar bastante tiempo así, hasta que me consolidó el
sueño.
–Despierta, despierta! -Al abrir mis ojos lo vi a él, estaba preocupado, pienso que lo había
conocido desde antes, me era muy familiar, tal vez lo había visto en un cruce de pasillos, durante
esos días que serví de compañía; tan cercano, que lo aceptaba como parte de mi destino, como si
él hubiera nacido para estar en esos momentos con migo, como si él hubiera nacido para herir mi
corazón. –Tenemos que salir de aquí –Si salimos es claro que ambos moriremos, no creo que eso
2. esté entre sus planes, es mejor que esperemos a que el Presidente Betancur llame y ordene el
cese al fuego, hasta ese momento saldremos de aquí, antes no, le respondí –Entonces moriremos
aquí, juntos en una oficina, usted quiere eso? – Como es su nombre?, le dije. No aguantaba más
las ganas de preguntarle eso, así que aproveche que estábamos entablando una conversación. –
Carlos. Y usted? –Gloría. –Perdone usted tiene razón, tenemos que esperar, pero entiéndame que
estoy asustado, no sé cómo actuar en este tipo de situaciones, me dijo. –Creo que nadie está
preparado a esto.
–Escuchas eso?–Sí, alguien está tratando de abrir la puerta, – Ojalá y pueda porque ya lo
intentamos y eso que somos dos. -Hay alguien ahí? Pregunto un guerrillero –sí, estamos acá, por
favor ayúdenos, respondió Carlos. –Creo que está atascada, pediré ayuda, manifestó el
guerrillero.- Crees que volverán por nosotros? Le dije –Usted me lo había dicho antes, solo queda
esperar.
Al parecer era de noche, ya había pasado bastante tiempo y no habían regresado por nosotros, me
acosté al lado de él, sabía que estaba despierto, sentía su inhalación en mis labios, mi corazón latía
a una velocidad resonante. Moría de ganas de abrazarlo, de acariciarlo y besarlo, pero sabía que
debía controlarme. Ese silencio de miradas y gestos fue roto por la voz de Carlos –Si usted se
fuera a morir ahora, cuál sería su último deseo? – La verdad yo nunca había pensado en eso, le
respondí. –Pero esa no es la respuesta a mi pregunta. –No la tengo. –Entonces cambiaré de
pregunta dijo, que quisieras… -Lo que quiero es poder llenar de palabras hermosas sus
pensamientos. –No me dejaste terminar mi pregunta, replicó Carlos, pero usted ha logrado lo que
acaba de decir, yo también quisiera hacerla sentir lejos de la muerte y que nos encontremos en
un lugar seguro. – También lo ha logrado, respondí. Me miraba, estaba perplejo, sabía que nadie le
había hablado con tanta verdad, pero algo lo hacía cambiar de parecer, seguramente tenía su
familia, su esposa, sus hijos, realmente nunca lo había visto, yo siempre estoy en el segundo piso y
él en el cuarto, pero por casualidades de la vida a la hora de los hechos me encontraba en su piso.
Es por eso que no debí permitir que mis sentimientos envenenaran el sentido de la poca vida que
me quedaba.
–Escucha eso, parece que está sonando el Teléfono, dijo Carlos. Nos pegamos a la puerta para
escuchar lo que sucedía afuera. –Qué bueno! Debe ser el presidente, pronto saldremos de aquí,
Respondí. –Creo que contestó un guerrillero, escucha. –Si! Yo sabía que esto no se iba a empeorar,
te dije que no había que sentir miedo. –Pero escucha bien, está como peleando, dijo Carlos. Me
pegué más a la puerta, tratamos de seguir escuchando pero enseguida vino otra ola de disparos,
se escuchaban gritos como ‘’no disparen somos rehenes’’, pero eso no ayudaba en nada, al
contrario se hacía más fuerte la balacera al escuchar esto.
No tenía conocimiento de la hora, pero era oscuro, no quise mirarlo a los ojos, pero ya podía
responder varias preguntas que antes no había tenido respuesta. Hace mucho no escuchábamos el
sonido de los disparos, y pensé en intentar de nuevo salir de ahí. Me sentía agotada, pero mis
esperanzas de que ambos saliéramos vivos eran constantes. De repente sentimos un olor
3. incinerado y la oficina se llenó totalmente de humo, comenzamos a toser, -Tírate al piso, ahora sí
que tenemos que Salir o moriremos aquí dijo Carlos. –Es imposible, ya lo intentamos todo y esa
puerta no abre, le respondí. Note en su rostro furia, comenzó a golpear las paredes, gritaba
continuamente. Tenía miedo, no había conocido en él reacciones tan fuertes como esas. Mire
hacia todos lados, sentía que la oficina cada vez se hacía más pequeña, Cogí uno de los escritorios
y lo tire hacía la puerta con rabia, pensaba en lo miserable que había sido mi vida, y que a pesar
de todo eso tenía ganas de seguir viviendo, de poder cambiar eso. Se partió un pedazo, -Carlos
mira!, me observo con felicidad, cogimos impulso y derribamos la puerta.
Al salir, el piso estaba inundado de sangre, cadáveres esparcidos por cualquier lugar que se
observara, pude mirar el rostro de Carlos, al parecer vio a un amigo muy cercano en el suelo, se
tiró junto a él, y le hablaba como si pensara que estuviera vivo, le decía que pronto saldrían de ahí,
y lo montó en sus hombros, -tu no morirás, tu jamás morirás decía Carlos, -déjalo donde lo
encontraste, él ya está muerto entiéndelo! Me ignoraba, le seguía hablando y decía que pronto
saldrían juntos, yo ya estaba desesperada, al parecer Carlos estaba en otra dimensión, se
comportaba de una manera poco usual, yo por mi parte buscaba una salida y me agachaba de los
disparos que salían de todos los ángulos existentes.
-Gloria, gloria! Al abrir mis ojos nuevamente era él. –Qué pasó? Porque estamos atados? Acaso
hicimos algo malo? Carlos! Te dije que dejaras en el suelo a ese muerto –No, yo no sé dónde está
ahora, -Auxilio!!! Alguien que nos saque de aquí por favor, había gritado como nunca antes lo
había hecho, nadie respondió.
-Quiere decir que usted no recuerda más de lo que paso? –Si su señoría. –Pero entonces, como
volvió a su hogar? –Cuando desperté, estaba alrededor de varias mujeres, nos montaron a una
ambulancia, allí me revisaron y me curaron las heridas, y luego me pidieron datos, mi nombre, la
edad, el teléfono, mi dirección.. Como pude los orienté y me llevaron a mi apartamento. –Y usted
trabajaba el Palacio de Justicia? –Si, hacía parte de la cafetería. –Y no sabe nada de su compañero?
Es decir que usted no tiene conocimiento del paradero de Carlos Augusto Rodríguez? -No. –Si la
volvemos a necesitar la llamaremos, gracias.
Me era cada día más difícil poder vivir. Después de su primer llanto lo tuve en mis brazos, e
instantáneamente recordé ese encuentro de cuerpos que me era habitual, pero donde por
primera vez amé.
-Cindy Lobo