LABERINTOS DE DISCIPLINAS DEL PENTATLÓN OLÍMPICO MODERNO. Por JAVIER SOLIS NO...
La bella durmiente.
1. http://www.cuentoscortos.com/cuentos-clasicos/la-bella-durmiente ,última visita
11 de abril 12:30
Autor:Charles Perrault
Érase una vez un rey y una reina que aunque vivían felices en
su castillo ansiaban día tras día tener un hijo. Un día, estaba la
Reina bañándose en el río cuando una rana que oyó sus
plegarias le dijo.
- Mi Reina, muy pronto veréis cumplido vuestro deseo. En
menos de un año daréis a luz a una niña.
Al cabo de un año se cumplió el pronóstico y la Reina dió a luz a una bella
princesita. Ella y su marido, el Rey, estaban tan contentos que quisieron
celebrar una gran fiesta en honor a su primogénita. A ella acudió todo el Reino,
incluidas las hadas, a quien el Rey quiso invitar expresamente para que
otorgaran nobles
virtudes a su hija. Pero sucedió que las hadas del reino eran trece, y el Rey
tenía sólo doce platos de oro, por lo que tuvo que dejar de invitar a una de
ellas. Pero el soberano no le dio importancia a este hecho.
Al terminar el banquete cada hada regaló un don a la princesita. La primera le
otorgó virtud; la segunda, belleza; la tercera, riqueza.. Pero cuando ya sólo
quedaba la última hada por otorgar su virtud, apareció muy enfadada el hada
que no había sido invitada y dijo:
- Cuando la princesa cumpla quince años se pinchará con el huso de una rueca
y morirá.
Todos los invitados se quedaron con la boca abierta, asustados, sin saber qué
decir o qué hacer. Todavía quedaba un hada, pero no tenía poder suficiente
para anular el encantamiento, así que hizo lo que pudo para aplacar la
condena:
- No morirá, sino que se quedará dormida durante cien años.
Tras el incidente, el Rey mandó quemar todos los husos del reino creyendo que
así evitaría que se cumpliera el encantamiento.
La princesa creció y en ella florecieron todos sus dones. Era hermosa, humilde,
inteligente… una princesa de la que todo el que la veía quedaba prendado.
Llegó el día marcado: el décimo quinto cumpleaños de la princesa, y coincidió
que el Rey y la Reina estaban fuera de Palacio, por lo que la princesa
aprovechó para dar una vuelta por el castillo. Llegó a la torre y se encontró con
una vieja que hilaba lino.
- ¿Qué es eso que da vueltas? - dijo la muchacha señalando al huso.
2. Pero acercó su dedo un poco más y apenas lo rozó el encantamiento surtió
efecto y la princesa cayó profundamente dormida.
El sueño se fue extendiendo por la corte y todo el mundo que vivía dentro de
las paredes de palacio comenzó a quedarse dormido inexplicablemente. El Rey
y la Reina, las sirvientas, el cocinero, los caballos, los perros… hasta el fuego
de la cocina se quedó dormido. Pero mientras en el interior el sueño se
apoderaba de todo, en el exterior un seto de rosales silvestres comenzó a
crecer y acabó por rodear el castillo hasta llegar a cubrirlo por completo. Por
eso la princesa empezó a ser conocida como Rosa Silvestre.
Con el paso de los años fueron muchos los intrépidos caballeros que creyeron
que podrían cruzar el rosal y acceder al castillo, pero se equivocaban porque
era imposible atravesarlo.
Un día llegó el hijo de un rey, y se dispuso a intentarlo una vez más. Pero como
el encantamiento estaba a punto de romperse porque ya casi habían
transcurrido los cien años, esta vez el rosal se abrió ante sí, dejándole acceder
a su interior. Recorrió el palacio hasta llegar a la princesa y se quedó
hechizado al verla. Se acercó a ella y apenas la besó la princesa abrió los ojos
tras su largo letargo. Con ella fueron despertando también poco a poco todas
las personas de palacio y también los animales y el reino recuperó su
esplendor y alegría.
En aquel ambiente de alegría tuvo lugar la boda entre el príncipe y la princesa y
éstos fueron felices para siempre.
3. https://www.grimmstories.com/es/grimm_cuentos/la_bella_durmiente_del_bosq
ue última visita 11 de abril 11:30
Lee la versión original del cuento
https://bibliotecadeloscuentos.wordpress.com/2016/02/20/sol-luna-y-talia/
última visita, 11 de abril 13:00
Sole, Luna e Talia es el título original de la primera versión conocida del
motivo de «la bella durmiente» (ATU, type 410). Este texto fue recopilado
por Giambattista Basile en 1634 en su libro Lo cunto de li cunti (‘el cuento
de los cuentos’), llamado más tarde Il Pentamerone (El Pentamerón) por
su similitud con el Decameron de Boccaccio. Es una recopilación de
cuentos contados por diez mujeres a lo largo de cinco días, y Sol, Luna y
Talia es el quinto cuento del quinto día. Otras historias que reconocemos
que recopila Basile en El
Pentamerón son Cenicienta (Cenerentolla), Petrosinella (Rapunzel), Pippo
(o El gato con botas), y La joven esclava (o Blancanieves). Las cincuenta
historias que se recogen en total están todas basadas en la tradición oral,
y se considera una de las grandes recopilaciones de cuentos
tradicionales de la historia de la literatura. Poco después publicaría
Perrault su La Belle au bois dormant en 1697, y finalizaría la tradición de
textos canónicos del cuento con Dornröschen (KHM 50), recopilado por
los hermanos Grimm en 1812. Debo añadir que ninguno de los dos
primeros cuentos está destinado a los niños; los Grimm fueron los únicos
que se preocuparon de ese público. Es decir, que Sol, Luna y Talia no es
literatura infantil, y en cuanto lo leáis lo comprobaréis.
Érase una vez un gran señor que fue bendecido con el nacimiento de una hija
que fue llamada Talia. Él envió a los hombres sabios y astrónomos de sus
tierras para que predijeran su futuro. Se conocieron, y asesorándose
mutuamente, consultaron su horóscopo y llegaron a la conclusión de que
incurriría en un gran peligro debido a una astilla de lino. Su padre prohibió así
cualquier planta de lino, cáñamo, o cualquier otro material de esa clase en su
casa, todo porque hacer que escapase de ese predestinado peligro.
Un día, cuando Talia se había convertido en una joven y bella muchacha,
estaba mirando a través de la ventana cuando observó a una vieja mujer
hilando. Talia, que nunca había visto ni una rueca ni un huso, quiso ver cómo
giraba, y era tal su curiosidad que le pidió a la vieja mujer que fuese con ella.
Tomando la rueca con su mano, la chica comenzó a hilar el lino.
Desgraciadamente, Talia se clavó una astilla de lino bajo la uña, y cayó muerta
al suelo. Cuando la vieja mujer lo vio se asusto tanto que corrió escaleras
abajo, y hoy todavía sigue.
Tan pronto como su desgraciado padre oyó el desastre que había tenido lugar,
la cogió, y después de pagar por una tina de vino agrio con toneles de
4. lágrimas, la sacó de allí y la llevó a una de sus mansiones del campo. Allí la
sentó en un trono de terciopelo bajo un dosel de brocado. Queriendo olvidar
todo lo que circulaba por su memoria en su gran desgracia, cerró las puertas y
abandonó para siempre la casa donde había sufrido su gran pérdida.
Después de un tiempo ocurrió por casualidad que un rey cazaba por allí cerca.
Uno de sus halcones escapó de su mano y voló al interior de la casa a través
de una ventana. No acudió cuando le llamaron, así que el rey tuvo que llamar a
la puerta, creyendo que el lugar estaba habitado. Aunque llamó durante un
buen rato, no contestó nadie, así que el rey mandó que le trajeran una escalera
de bodeguero, ya que escalaría para buscar dentro de la casa, y descubrir qué
había dentro. Así trepó y entró, y miró en cada una de las habitaciones,
rincones y esquinas, y se sorprendió enormemente cuando comprobó que
nadie vivía ahí. Al final encontró el salón, y cuando el rey vio a Talia, que
parecía estar encantada, creyó que dormía, y la llamó, pero ella permaneció
inconsciente. Dando voces, vio sus encantos, y comprobó como la sangre le
recorría con fuerza las venas. La elevó en sus brazos y la llevó a la cama,
donde recogió los primeros frutos del amor. Dejándola en la cama, volvió a su
reino, donde, debido a sus numerosas ocupaciones, no recordó ese momento
como más que un simple incidente.
Sin embargo, nueve meses después Talia tuvo dos hermosos hijos, un niño y
una niña. En ellos se podían ver dos extrañas joyas, y fueron cuidados por dos
hadas que acudían al palacio y los colocaban sobre los pechos de su madre.
Una vez, buscando el pezón sin encontrarlo, comenzaron a succionar uno de
los dedos de Talia, y lo hicieron tan fuerte que sacaron la astilla de lino que se
había quedado clavada en él. Talia se despertó así de un largo sueño, y viendo
sobre ella a sus dos gemelos, los sostuvo contra su pecho, y los bebés fueron
lo que más quiso ella en toda su vida. Se encontró sola en el palacio con los
dos niños a su lado, y no sabía qué era lo que le había pasado; pero se dio
cuenta de que la mesa estaba puesta, con comida y bebida que le habían
traído, aunque no vio a ningún sirviente.
Mientras tanto el rey recordó a Talia, y anunció que quería volver a ir de caza;
volvió al palacio y la encontró despierta y con dos hermosos cupidos. Él se
regocijó, y le dijo a Talia quién era, y cómo la había visto y había entrado en
aquel lugar. Cuando ella oyó esto, la amistad de ambos fue tejida con lazos
estrechos, y él permaneció con ella durante unos pocos días. Después de ese
tiempo él se despidió, prometiendo que regresaría pronto y la llevaría con él a
su reino. Y volvió a su reino, pero no encontró descanso, y a las horas tuvo en
su boca los nombres de Talia, y de Sol y Luna (así eran los nombres de sus
dos hijos), y cuando durmió al fin, él los llamó a cada uno de ellos.
Entonces la esposa del rey comenzó a sospechar de que algo extraño le había
ocurrido a su marido durante la cacería, y estuvo escuchando continuamente
los nombres de Talia, Sol y Luna, y ella se calentó, pero con otro tipo de calor
que el del sol. Envió a su secretario diciéndole:
—Escúchame, hijo mío, tú estás viviendo entre dos rocas, entre el poste y la
puerta, entre el atizador y la verja. Si me dices de quién el rey tu señor, y mi
marido, está enamorado, te daré tesoros inconmensurables; y si me escondes
la verdad, haré que nunca te vuelvan a encontrar, vivo o muerto.
El hombre estaba terriblemente asustado. La avaricia y el miedo cegaron sus
ojos al honor y al sentido de la justicia, y le contó todo entre pan y vino.
5. La reina, escuchando cómo estaban las cosas, envió al secretario junto a Talia,
en el nombre del rey, pidiéndole que le enviase los niños, pues era su deseo
verlos. Talia, con gran entusiasmo, obedeció. Luego la reina, con un corazón
propio de Medea, le dijo al cocinero que los matase y que los hiciese servir de
forma apetitosa al desgraciado de su marido. Pero el cocinero tenía un corazón
tierno y, al ver a esas dos hermosas manzanas de oro, tuvo compasión por
ellos, y los llevó a casa de su esposa, donde los ocultó. En el palacio preparó
dos corderos entre cien platos diferentes. Cuando el rey volvió, la reina, con
gran placer, sirvió la comida.
El rey comió con agrado, diciendo:
—Por la vida de Lanfusa, ¡qué delicioso bocado! —y también—; por el alma de
mis ancestros, ¡qué bueno está!
A cada momento ella contestaba:
—Come, come; estás comiendo lo que es tuyo.
Las dos o tres primeras veces el rey no prestó atención, pero al final, viendo
que la música continuaba, preguntó:
—Sé perfectamente bien que lo estoy comiendo lo que es mío, porque tú no
has traído nada a esta casa.
Y levantándose, enfadado, se fue a la villa, que estaba algo lejos de su palacio,
para sosegar su alma y aliviar su enfado.
Mientras tanto la reina no estaba del todo satisfecha, envió a su secretario a
que trajera al palacio a Talia, diciéndole que el rey no podía esperar más su
presencia allí. Talia partió tan pronto como oyó esas palabras, creyendo que
seguía las ordenanzas de su señor, pues deseaba verle con todas sus fuerzas,
sin saber qué le estaban preparando. Se encontró con la reina, cuyo rostro
brillaba debido al fuego de la ira que había en ella, y parecía el rostro de Nerón.
Se presentó a ella así:
—Bienvenida, ¡señora Cuerpo Ocupado! Tú eres un bien preciado, mala hierba
que divierte a mi marido. ¿Así que eres eres el pedazo de inmundicia, perra
cruel, que me ha causado tantos quebraderos de cabeza? Cambia tus modos,
pues serás bienvenida en el purgatorio, donde te compensaré por todo el daño
que me has hecho.
Taila, oyendo esas palabras, comenzó a disculparse, diciendo que no había
sido su culpa, ya que el rey, su marido, había tomado posesión de su territorio
cuando ella estaba dormida; pero la reina no escuchó sus excusas, y cogió un
fuego encendido del patio del palacio y ordenó a Talia que se echase sobre él.
La muchacha, viendo que aquello iba mal, se arrodilló ante la reina y comenzó
a suplicar que le permitiese al menos quitarse las prendas que llevaba. La
reina, no por piedad de la desdichada, sino por tener esas mismas ropas, que
estaban tejidas con oro y perlas, le dejó que se desvistiera, diciendo:
—Puedes quitarte las ropas. De acuerdo.
Talia comenzó, y con cada cosa que se quitaba lanzaba un grito. Tras haberse
quitado su vestido, se fue a quitar su última vestimenta, cuando lanzó un último
grito más alto que el resto. Dejó sus pertenencias sobre una pila y la reina le
obligó a tumbarse sobre las ascuas que habían usado para lavar los
pantalones de Caronte.
El rey de repente apareció, y al encontrarse con aquel espectáculo, exigió
saber qué estaba pasando. Preguntó por sus hijos, y su mujer —reprochándole
a él su traición— le dijo que ella los había hecho guisar y servírselos a él como
6. comida. Cuando el desgraciado rey oyó esto, cayó en la desesperación,
diciendo:
—¡Ay! Entonces yo, yo mismo, he sido el lobo para mis propios corderos. ¡Ay!
¿Y porqué estos, mis venas, no conocieron las fuentes de su propia sangre?
Tú, maldita renegada, ¿qué mala acción es esta que habéis hecho? Vete, pues
deberías permanecer en el desierto como uno de sus tocones, ¡y no mandaré a
tal tirano al Coliseo para hacer su penitencia!
Así habló, y ordenó que la reina se tumbase sobre el fuego que había
preparado para Talia, y que el secretario fuese con ella, porque había
mantenido ese amargo juego, y había sido tejedor de su endemoniado plan. El
rey iba a hacer lo mismo con el cocinero, que creía que había guisado a sus
hijos, cuando el hombre se puso a sí mismo a los pies del fuego, diciendo:
—En verdad, mi señor, por tal hecho, no debería haber nada más que un
montón de fuego vivo, y sin otra ayuda que una lanza por la espalda, y ningún
otro entretenimiento que dando vueltas dentro de las llamas de fuego, y yo no
debería buscar ningún otro honor que el que tienen mis cenizas, las cenizas de
un cocinero, mezclados con las de la reina. Pero esta no es la recompensa que
espero por haber salvado a los niños, a pesar de la hiel de la maldita, que
quería matarlos, y regresar a su cuerpo, señor, lo que es de su propio cuerpo.
Al oír estas palabras el rey se detuvo. Pensó que estaba soñando, y no podía
creer lo que oían sus propias orejas. Así pues, se volvió al cocinero y le dijo:
—Si es cierto que salvaste a mis hijos, ten por seguro que te sacaré del fuego,
y concederé con gusto todos tus deseos, pues esa será tu recompensa por
haber sido capaz de hacerme el hombre más feliz de este mundo.
Mientras el rey decía estas palabras, la mujer del cocinero, que había visto la
necesidad de su marido, trajo a los dos niños, Sol y Luna, junto a su padre. Y el
rey nunca se cansó de jugar con los tres, su mujer y sus hijos, que se hicieron
una rueda de molino de besos, ahora con uno y después con el otro. Dio
generosas recompensas al cocinero, y le hizo chambelán. Se casó con Talia, y
ella vivió dichosa una larga vida con su marido y sus hijos, experimentando así
la verdad del proverbio:
A aquellos a quienes favorece la fortuna
encuentran la buena suerte incluso en sus sueños.
Fin
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