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387
LA GLOBALIZACIÓN DE
LA INFORMACIÓN: RIESGOS
Y OPORTUNIDADES
Reflexiones sobre la mundialización de la
información al hilo del último trabajo de
Dominique Wolton
JUAN MARÍA MARTÍNEZ OTERO
Universitat de València
No hay evento alguno en las cosas humanas
que no pueda convertirse en daño o en provecho
según lo maneje la prudencia.
J. Cadalso, Cartas Marruecas, Carta V.
Dónde está la sabiduría que perdimos en el conocimiento.
Dónde está el conocimiento que perdimos en la información.
T. S. Eliot, Coros de La Roca.
El objeto de la presente comunicación consiste en ayudar a reflexionar al
lector –ofreciendo algunas cuestiones a su consideración personal– sobre
ciertas ideas relacionadas con el vertiginoso progreso de las telecomunica-
ciones y con Internet que parecen darse por supuestas de modo mayoritario,
pero que no dejan de ser discutibles. Todas ellas están vinculadas a la idea del
progreso necesario. Pondré algunos ejemplos:
-Internet es conocimiento compartido.
La ética y el derecho de la información en los tiempos del postperiodismo
388
-La comunicación acerca a las personas.
-Internet acerca a las culturas.
-Internet es un espacio de libertad de expresión, donde todos tienen voz.
-Cuanta más información tengamos, entenderemos mejor el mundo que
nos rodea.
-Estar interconectados mejora la comunicación.
Como puede verse, todas estas aseveraciones afectan medularmente al
oficio periodístico. Estos “lugares comunes” sobre la comunicación y la
información, como todo estereotipo, lejos de constituir falacias, tienen siem-
pre una alta dosis de acierto: señalan en la buena dirección, y encierran incon-
testables verdades. Sin embargo, hacer de sus enunciados una suerte de “dog-
mas” ante los que no caben matizaciones ni disentimientos, puede resultar
ingenuo. Frente a una ciega “ideología técnica”, que considera todo avance
científico –y las nuevas tecnologías e Internet, evidentemente lo son– como
un progreso humano, independientemente de la orientación que a ese avance
se le dé, es preciso contraponer las ideas de reflexión, aceptación crítica y
distanciamiento1
. Internet, y las nuevas tecnologías de las telecomunicacio-
nes, no dejan de ser una herramienta: pueden facilitar las relaciones interper-
sonales, pero también entorpecerlas. En un mundo colonizado por la técnica
y la economía, no podemos renunciar a redescubrir el papel de los valores y
la cultura. Esta tarea de redescubrimiento es un desafío irrenunciable de todos
los profesionales de la información y la comunicación.
Uno de los intelectuales europeos que más esfuerzo ha dedicado a refle-
xionar sobre estas cuestiones es el francés Dominique Wolton2
. El hilo de la
presente comunicación seguirá las argumentaciones que Wolton ofrece en su
1
Claudio Magris señala respecto de ciertos valores de la modernidad que «es ingenuo ensalzarlos, pero
patético deplorarlos». Creo que es una actitud digna de imitar a la hora de valorar los progresos científi-
cos de toda índole: no se trata de exaltarlos como la clave del futuro de la humanidad… pero tampoco
de deplorarlos, como ha ocurrido en ocasiones. Simplemente es preciso encuadrarlos dentro del propio
sistema de valores, haciendo que tanto su empleo como sus resultados sean respetuosos con los derechos
humanos. C. MAGRIS, Utopía y desencanto, Anagrama, Barcelona 2001, p. 40.
2
Dominique Wolton (1947), es Licenciado en Derecho y Doctor en Sociología, es director de investiga-
ción del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) y director de la revista Hermes. Es uno
de los principales referentes de las teorías de la información y la comunicación. Es autor de más de un
centenar de artículos y de una veintena de monografías sobre los medios de masas y sus implicaciones
sociopolíticas y culturales. Entre sus obras más destacadas traducidas al castellano se encuentran: Elogio
del gran público, Internet ¿y después?, o Sobrevivir a Internet.
La globalización de la información: riesgos y oportunidades
389
último trabajo, Salvemos la comunicación3
. En un Congreso sobre Ética y
Derecho de la Información, sus reflexiones sobre el carácter irrenunciable de
los valores y la cultura en el mundo de la información y la comunicación pue-
den arrojar algo de luz sobre los temas que se trata de debatir. Sus ideas en
torno a la información y a Internet, al papel del discurso periodístico en una
sociedad saturada por la infopolución, al papel de la autoridad y la negocia-
ción a la hora de adquirir conocimientos, a la necesidad de conocer y respe-
tar las identidades –empezando por la propia– para establecer diálogos cons-
tructivos, son profundamente sugerentes y oportunas. En esta comunicación
trataré de referir algunas de sus propuestas más interesantes, poniéndolas en
relación con esos “lugares comunes” sobre la comunicación en la “red de
redes” a los que se hacía referencia más arriba. Espero que cada contraposi-
ción pueda ser una plataforma de arranque de diversos debates y reflexiones
sobre el binomio “comunicación” y “Nuevas tecnologías e Internet”, cuya
difícil relación lejos de tener una solución unívoca o estar resuelta, constitu-
ye uno de los retos más apasionantes del ya bien entrado nuevo siglo.
1. LA IDEOLOGÍA TÉCNICA
«La ideología técnica –escribe Wolton– es identificar información y
comunicación. Es creer que la información crea la comunicación. Es creer
que la banda ancha, como permite transmitir más informaciones, es un factor
de comunicación suplementario»4
.
La fascinación por las nuevas técnicas de comunicación interpersonal es
una experiencia común. Lo que ayer parecían ensoñaciones de literatos futu-
ristas se nos ofrecen hoy a precio de saldo en la tienda de la esquina. Estos
indiscutibles avances tecnológicos (wifi, gps, banda ancha, skype), la posibi-
lidad de estar “interconectados” con cualquier parte del mundo a tiempo real,
han llevado a muchos a pensar que los problemas de comunicación del hom-
bre están finalmente resueltos. Internet sería el paradigma de este espacio
público y libre, en el que todos pueden entrar en relación y comunicarse libre-
mente. Sin embargo, esta ideología técnica, como la denomina Wolton, olvi-
3
D. WOLTON, Salvemos la comunicación, Gedisa, Barcelona 2006.
4
Íbid., p. 72.
La ética y el derecho de la información en los tiempos del postperiodismo
390
da que los problemas de comunicación humanos no se resuelven con solu-
ciones técnicas, sino que precisan de soluciones humanas. Las técnicas de
comunicación son poderosas herramientas, pero según cómo se las emplee
pueden favorecer la comunicación interpersonal o destruirla. Para Wolton,
habrá intercambios de información –por ejemplo, en Internet– que faciliten la
comunicación; habrá intercambios que la impidan o dificulten.
Todas las generaciones, especialmente tras la generalización de cierta
visión positivista, han soñado con herramientas capaces de transformar la
sociedad y hacer nacer un período de paz y concordia. Sin embargo, la realidad
es tozuda, y si bien esas herramientas en ocasiones han supuesto una mejora de
las condiciones de vida para los hombres, también han sido empleadas muchas
veces en menoscabo de su dignidad5
. Lo mismo pasará con las nuevas tecnolo-
gías y con Internet: si los profesionales de la información, los programadores,
y los usuarios, dotan de contenidos respetuosos con la dignidad humana la Red,
combatiendo sus riesgos y perversiones, Internet será sede privilegiada de
intercambio cultural, de conocimiento mutuo, y de respeto. Si por el contrario,
los sujetos activos de la red no hacen un esfuerzo positivo por “llenar con esos
valores los cables”, la herramienta será un campo de batalla donde prevalece-
rá, una vez más, la ley del más fuerte, cultural o económicamente.
Como señala certeramente Wolton:
«Dentro de algunos años, tal vez se comprobará que Internet fue el apo-
geo y la tumba de la ideología técnica (…). Todo lo que la informática y lue-
go las autopistas de la información de las décadas de 1980 y 1990 no habían
resuelto lo resolvería Internet. La Red se instalaba en la economía de la infor-
mación, colmaría la brecha Norte-Sur, derrocaría los regímenes autoritarios,
regeneraría las viejas democracias y crearía un nuevo hombre»6
.
Contra lo que podría presumirse, tras el derrumbe de la burbuja tecnoló-
gica entre 2000 y 2002 la ideología técnica no ha perdido vigor, y resurge con
nuevos bríos, con sus promesas de creación de un hombre nuevo, tolerante,
dialogante y democrático. «La ideología técnica siempre está por resurgir,
sobre todo a lo largo de estos últimos treinta años en los que la ideología polí-
tica clásica se ha debilitado, dejando a los hombres solos ante las ciencias y
las técnicas»7
.
5
Uno de los ejemplos arquetípicos de esta ambivalencia del desarrollo científico lo constituye el descu-
brimiento de la dinamita por Alfred Nobel.
6
D. WOLTON, Salvemos la comunicación, o. c., p. 71.
7
Íbid., p. 72.
La globalización de la información: riesgos y oportunidades
391
De estas primeras reflexiones podemos concluir que afirmaciones del
tipo: “Internet es el futuro”, “Internet facilita las cosas” o “Internet propicia-
rá un conocimiento recíproco que eliminará diferencias y traerá paz” no son
afirmaciones unívocas, como enunciados científicos. La veracidad de estas
proposiciones dependerá del uso humano que de la Red se haga. De la con-
ducta de los hombres que utilicen la herramienta Internet, muy especialmen-
te de los profesionales de la comunicación, usuarios privilegiados de estas
tecnologías. Hay que hacer un esfuerzo por mirar por encima de «la técnica
y la economía para encontrar los valores, la sociedad, los conflictos. Para
salir de la fascinación suscitada por el volumen, la velocidad y la transmisión
para encontrar la cuestión del sentido»8
.
2. DIFERENCIA ENTRE INFORMACIÓN Y COMUNICACIÓN. LA CONFUSIÓN
DERIVADA DEL EXCESO DE INFORMACIÓN Y LA SOLEDAD INTERACTIVA
La realidad objetiva en la que se fundamenta la ideología técnica, criti-
cada por Wolton, es la revolución tecnológica en la que vivimos (o a la que
procuramos sobrevivir). Esta revolución consiste principalmente en la supre-
sión de las barreras “espacio” y “tiempo” en la transmisión de la información,
que fluye por las llamadas “autopistas de la información” a una velocidad
vertiginosa. Por paradójico que resulte, Wolton se propone demostrar en su
análisis que este aumento exponencial de información que cada sujeto recibe
no conlleva necesariamente –como en ocasiones se afirma– una mejor com-
prensión de la realidad por parte del sujeto, ni el establecimiento de una
mejor comunicación con el entorno y las personas con las que se relaciona.
Como han señalado ya numerosos autores –citemos, por todos, a Sartori
con su Homo Videns9
– la multiplicación del número de mensajes que cada
individuo recibe al día puede redundar en un primer momento en una mejor
comprensión de la realidad, pero a partir de cierto umbral, lo que acarrea es
una confusión difícilmente subsanable, debido a la imposibilidad de enmar-
carlos en unas coordenadas de conocimiento que permita comprenderlos y
asimilarlos. En este sentido afirma Wolton:
8
Íbid., p. 76.
9
G. SARTORI, Homo Videns. La sociedad teledirigida, Taurus, Madrid 2003.
La ética y el derecho de la información en los tiempos del postperiodismo
392
«Esa dinámica endiablada, por la que la inflación del número de
informaciones debería hacer más comprensible el mundo, conduce final-
mente a lo contrario: a un choque de opiniones y, en definitiva, a un sen-
timiento de confusión. Pues la cuestión es también ésta: ¿el usuario quie-
re acceder a tantas informaciones? ¿Tiene los conocimientos para deco-
dificar todas las informaciones que recibe?»10
.
El pensador francés asevera en este sentido en otro pasaje: «Si bien el
mundo es más visible, no es más comprensible»11
.
Asimismo, esta facilidad para transmitir información –que alcanza su
grado máximo en Internet– no supone necesariamente un incremento de ver-
dadera comunicación, ni interpersonal ni intercultural. «Soñamos con una
aldea global; y nos encontramos con la cacofonía de Babel»12
. Wolton cons-
tata de este modo que Internet no ha resuelto, ni puede resolver, los proble-
mas de incomunicación de las culturas y los sujetos. Las técnicas son homo-
géneas, pero el mundo es heterogéneo. En el diálogo intercultural, la reduc-
ción de las distancias físicas pone de manifiesto las profundas distancias cul-
turales. Si estas diferencias no son excesivamente marcadas, la comunica-
ción creará relaciones sociales. Sin embargo, «si la diferencia entre las
situaciones sociales resulta demasiado grande, se produce la rebelión y el
efecto bumerán»13
.
A nivel individual, nos encontramos con el fenómeno del atomismo. El
funcionamiento de Internet es de algún modo individualizado, de modo con-
trario al de los mass media, en los que la segmentación de las audiencias es
mucho más reducida. Éstos facilitan la creación de una conciencia común,
Internet fomenta la autonomía y la independencia. Entendemos, con Wolton,
que ambos canales de comunicación son complementarios, ya que cada uno
cumple una función distinta. Es llamativo sin embargo cómo, frente a una
alabanza generalizada para Internet y las nuevas tecnologías, se va exten-
diendo cierto desprecio hacia los medios masivos, y el cuestionamiento de su
legitimidad14
. Si podía pensarse que la facilidad de intercambiar información
en la Red haría que los hombres compartieran más cosas y establecieran
10
D. WOLTON, Salvemos la comunicación, o. c., p. 75.
11
Íbid., p. 18.
12
Íbid., p. 18.
13
Íbid., p. 100.
14
Estos medios masivos han desempeñado desde 1950 tres papeles esenciales desde el punto de vista de
la cohesión: un papel político, un papel social, y un papel cultural. Cfr. D. WOLTON, Salvemos la comu-
nicación, o. c., p. 107.
La globalización de la información: riesgos y oportunidades
393
mayores vínculos con sus conciudadanos, la realidad ha mostrado lo contra-
rio. «Cuanto más fáciles son los intercambios desde el punto de vista técni-
co, más esenciales y difíciles de reunir son las condiciones culturales y socia-
les necesarias para que la comunicación sea algo más que una mera transmi-
sión de información. Es lo que he llamado, para Internet, el riesgo de las
soledades interactivas»15
. El excesivo uso de las nuevas tecnologías está
sumiendo a muchos en un solipsismo curiosamente paradójico, en un entor-
no de permanente intercambio de información. Como señala certeramente
Wolton, «el joven que circula multiconectado en la calle tal vez será incapaz
de decir buenos días o gracias a los que se cruza. Y del mismo modo, el adul-
to liberado y moderno será incapaz de escuchar lo que dicen individuos que
no comparten sus opiniones»16
. Esta tesis la explica el sociólogo francés en
un epígrafe que lleva el significativo título de “solo y multiconectado”17
.
El papel del discurso periodístico es clave para salir de estas dos situa-
ciones de confusión y de soledad interactiva. Después de un período de reve-
rencia de la cultura made it yourself, en el que el individuo soñó con com-
prender el mundo delante de su ordenador, sin que nadie se lo contara, se ha
hecho evidente la necesidad de esos intermediarios que seleccionen e inter-
preten la información. Esta información, presentada por los intermediarios,
ya puede ser analizada, comprendida y asimilada, dejando de ser un material
mostrenco ante el que el receptor se enfrenta sin pautas ni resortes para hacer-
lo suyo. Es en este contexto en el que cobra importancia la figura del “comu-
nicador” o periodista, que por sus conocimientos, su honestidad, su sinceri-
dad y sus competencias se convierte en una autoridad, en una voz digna de
confianza. He ahí el desafío del oficio periodístico hoy en día. En este senti-
do, adquieren un carácter insustituible los conceptos de relación y confianza,
para superar la incomunicación y la confusión. Como señala Wolton: «actua-
lizar la complejidad de la comunicación es, en realidad, un progreso: ya no
se reduce a la transmisión de información, sino que remite, y cada vez en
mayor medida, a una problemática de confianza y de relación»18
.
El periodismo ya no puede contentarse con contar qué pasa: ha de seleccio-
nar la información relevante, encuadrarla debidamente, y presentarla de modo
veraz y comprensible. Ha de crear conocimiento, constituirse en referente.
15
Íbid., p. 17.
16
Íbid., pp. 28-29.
17
Íbid., pp. 28 y ss.
18
Íbid., p. 28.
La ética y el derecho de la información en los tiempos del postperiodismo
394
«La información simboliza la apertura, la emancipación, el auge del
espíritu crítico. Pero, simultáneamente, cuanta más información circula,
más conocimientos se necesitan para interpretarlas. Así pues, es preciso
completar el volumen creciente de información de toda índole, distribui-
das en todo el mundo, con un gigantesco esfuerzo de producción de cono-
cimientos a fin de construir los marcos de interpretación de esa revolu-
ción de la información»19
.
Por otro lado, también es importante realizar una apología, desde las tri-
bunas profesionales, del trascendental papel de los medios de masas para
mantener el lazo social. El individualismo imperante no puede desarrollarse
sin un mínimo de cohesión social y cultural, y en la construcción de esta con-
ciencia común los medios de masas ocupan una posición destacada20
.
3. EL MONOPOLIO DEL CAMPO SIMBÓLICO OCCIDENTAL
Se ha convertido en una constante en los debates en torno a la Red el
hablar de la llamada “brecha digital”, que progresivamente va haciendo que
las diferencias entre Norte y Sur no sólo disminuyan, sino que se incremen-
ten más y más. Para paliar esta brecha se están ideando en el Primer Mundo
diversas iniciativas, muy loables todas ellas: donaciones de material infor-
mático, desarrollo de equipos de muy bajo coste, planes de formación de per-
sonas capaces de implantar redes en diversos países subdesarrollados, previ-
sión de un plan mundial de equipamiento, etc. Sin quitar importancia a estos
esfuerzos, Wolton alerta sobre la desproporción entre éstos, y los dedicados
a promocionar la diversidad de contenidos dentro de los canales mundiales
de información, especialmente de la Red. La mundialización de los cables es
importante, pero también lo es la mundialización de los contenidos.
19
Íbid., p. 117.
20
Hace algunos años tuvo lugar un debate en la Asamblea Regional de Murcia bajo el título “Televisión y
Democracia” al que acudieron prestigiosos profesionales del mundo del Derecho y el Periodismo, entre
otros: J. J. González Encinar, F. Bastida Freijedo, J. García Roca, F. Santaolalla, A. Montoro Fraguas y
A. Garrorena Morales. Todos coincidieron en señalar la importancia de la televisión para la construcción
de una verdadera democracia. Valga como botón de muestra una de las ideas fuerza de la ponencia de
González Encinar: «La televisión afecta de manera fundamental al funcionamiento y a la continuidad
del Estado democrático español». J.J. GONZÁLEZ ENCINAR-F. BASTIDA FREIJEDO, et. al., «Temas para el
debate. Televisión y democracia», en Anuario de Derecho Constitucional y Parlamentario, nº 7, Mur-
cia, 1995, pp. 159-206.
La globalización de la información: riesgos y oportunidades
395
«Las desigualdades existen, no sólo en lo relativo a equipamiento e
información, sino también en las industrias de contenidos, lo cual acen-
túa los desfases culturales entre imaginarios, visiones del mundo o tradi-
ciones que son totalmente heterogéneas unas respecto de las otras»21
.
El desarrollo de las distintas industrias culturales es de una necesidad
urgente, para que el mundo de la comunicación (cine, televisión, industrias
musicales, Internet, etc.) constituya un espacio plural y tolerante. En caso
contrario, asistiremos –estamos asistiendo ya– a un colonialismo cultural por
parte de los países del Primer Mundo, que monopolizan el campo simbólico
mundial con sus imágenes, sus historias, sus enfoques. La realidad es que las
industrias culturales occidentales –especialmente la norteamericana– han
tomado una ventaja ingente en la producción de contenidos para los canales
de información. El 75% de las imágenes producidas en el mundo, y el 50%
del campo informático mundial son estadounidenses. La tentación del unila-
teralismo americano es grande. La mundialización de la información nos
ofrece dos posibilidades: la de aprovechar esa mundialización para occiden-
talizar el mundo y ampliar los mercados de los países ricos; o la de apostar
por el conocimiento mutuo, el respeto de las diferencias, la promoción de
todas las manifestaciones culturales.
«En otras palabras –se pregunta Wolton– ¿a partir de cuándo la mun-
dialización simplemente designa la americanización del mundo, o bien
una verdadera convivencia de las culturas? En un caso, el unilateralismo
se convierte en un factor de conflictos. En el otro, el comienzo del mul-
tilateralismo, es decir, la obligación de la convivencia. Desde hace vein-
te años –constata el sociólogo francés– la mundialización es sinónimo de
americanización y de unilateralismo»22
.
Se habla mucho, de modo justificado, de la necesidad de facilitar el acce-
so a las nuevas tecnologías en todo el mundo. Sin embargo, pocas veces se
hace hincapié en la importancia de facilitar la producción de contenidos por
parte de las distintas culturas, para que en el ámbito de la comunicación pue-
dan tener eco las diversas visiones del mundo. En esta búsqueda de pluralis-
mo cultural es donde encuentran sentido las “excepciones culturales”, el apo-
yo de los poderes públicos a los distintos focos de cultura locales, a las len-
guas minoritarias, y el trascendental papel de la traducción, que concibe la
21
D. WOLTON, Salvemos la comunicación, o. c., p. 112.
22
Íbid., p. 111.
La ética y el derecho de la información en los tiempos del postperiodismo
396
pluralidad lingüística como una riqueza. En un mundo pragmático y en el que
priman los criterios económicos y de eficacia, toda heterogeneidad es vista
como una dificultad añadida a la comunicación. Frente a esta visión típica-
mente industrial, hay que presentar la diversidad como una riqueza digna de
protección. «Sí a las industrias culturales –dice Wolton–, no cuando la mun-
dialización de esas industrias no permite preservar las diferencias cultura-
les»23
. Y en una cita un poco más larga sobre la principal diferencia cultural,
el idioma, afirma:
«Análogamente, no puede haber mundialización sin prestar atención
a las lenguas, que son el primer elemento de la diversidad cultural. Sin
embargo, éstas van a encontrarse cada vez más en situación de desigual-
dad. El inglés y las lenguas de los grandes países serán protegidas, pero
la mayor parte de las otras lenguas corren el riesgo de verse marginadas.
Con la dominación de las redes, las pequeñas lenguas no podrán indus-
trializarse (…). La aldea global tropieza con las identidades culturales,
consideradas como obstáculos a la comunicación, cuando en verdad son
la condición de esa apertura»24
.
De esta necesidad de protección de las diferencias frente a un igualitaris-
mo empobrecedor surge para Wolton
«la importancia de preservar en los Estados, cuando existen, los
servicios públicos, las industrias culturales nacionales, una prensa
independiente, editoriales, una producción audiovisual y musical, una
política lingüística y cultural, pues así los pueblos tendrán el senti-
miento de conservar sus raíces y no serán bamboleados por las indus-
trias culturales»25
.
De estos razonamientos podemos inferir algunas responsabilidades de los
poderes públicos de cada país y de los profesionales de la comunicación. Es
fundamental el esfuerzo por conocer y mostrar de modo atractivo las especi-
ficidades de cada región, concebidas siempre como una riqueza, sin caer en la
tentación de la estandarización; el adecuado uso de la propia lengua y de los
códigos simbólicos autóctonos, procurando evitar su devaluación; la remoción
de las dificultades que siempre conlleva la traducción, apreciando los efectos
positivos que para toda sociedad tiene el acceso a otras manifestaciones cul-
23
Íbid., p. 119.
24
Íbid., p. 117.
25
Íbid., pp. 113-114.
La globalización de la información: riesgos y oportunidades
397
turales dignas de aprecio; la apertura a las culturas limítrofes con confianza y
precaución. Asimismo, es de especial trascendencia velar por la calidad de la
producción de contenidos propios y de los servicios públicos de radio y tele-
visión. Si la producción propia no se incentiva o adolece de la calidad exigi-
ble, la demanda se orientará hacia producciones extranjeras, en su mayor par-
te norteamericanas, realizadas por las grandes industrias culturales (con las
consecuencias que se mencionaron anteriormente: estandarización, colonialis-
mo cultural, pérdida de las raíces, empobrecimiento de la propia cultura).
Finalmente, también es precisa una apertura por parte de los medios de comu-
nicación y de los profesionales a las distintas realidades culturales y de actua-
lidad, salvando la tentación del narcisismo colectivo de una sociedad que no
ve más allá de sus necesidades inmediatas. Esta apertura se materializará en la
elaboración y producción de documentales, reportajes y noticias de diversas
partes del mundo, por encima de la agenda-setting que las grandes empresas
de la información tratan de imponer. (Qué lástima que para muchos, como
señalaba recientemente J. del Pino en el diario El País26
, la tragedia del Dar-
fur sólo comenzó a existir cuando George Clooney se desplazó hasta allí).
4. LA APERTURA DEL IMAGINARIO COLECTIVO A VALORES MULTICULTURALES.
EL RETO DE SUPERAR LOS ESTEREOTIPOS
Este monopolio de los imaginarios occidentales –especialmente nortea-
mericanos– en los canales de comunicación –¿quién no siente una cierta
familiaridad con las calles de Nueva York, a pesar de no haber vivido allí
nunca?– dificulta la aparición de un verdadero espacio público mundial27
. El
hecho de que muchas sociedades en el mundo se observen a sí mismas en el
espejo que les ofrecen los medios de comunicación e Internet, y que estas
imágenes sean una representación exclusiva del modo de vida occidental,
supone una incoherencia importante. Wolton señala de modo certero: «Basta
pasar por una estación de tren, o viajar en el metro, para comprobar la reali-
dad multicultural de nuestras sociedades, pero también sus contradicciones.
En general, a pesar de que vivimos en una cultura “black-blanc-beur” (negro-
blanco-árabe), todo el poder de las imágenes y los símbolos remite a una
26
J. DEL PINO, «Hollywood adora a Obama», en El País, 22-02-2007, p. 10.
27
D. WOLTON, Salvemos la comunicación, o. c., p. 111.
La ética y el derecho de la información en los tiempos del postperiodismo
398
sociedad blanca». Esta falta de correlación entre la realidad multicultural y su
representación en el mundo de la comunicación, puede llevar a dos conse-
cuencias.
En primer lugar, existe un hecho sociológico por el cual una cultura tien-
de a parecerse a la imagen que posee de sí misma28
. Este proceso llevará en
algunos casos a una incorporación a nivel mundial del american way of life,
que ya se observa en buena parte del mundo con la generalización de ciertos
modos de hablar, de vestir, de relacionarse, de comer, etc. Sin embargo, esa
proliferación de imágenes, occidentales en general y norteamericanas en par-
ticular, también puede producir la reacción contraria: suscitar un rechazo vio-
lento e indiscriminado en los receptores respecto a Occidente, creando una
animadversión hacia sus valores y sus símbolos que no es preciso señalar a
qué extremos puede llegar. El ejemplo de lo ocurrido con la aparición de la
CNN es palmario al respecto.
«Con la tercera mundialización, la información se convierte en un
desafío de paz y de guerra. El ejemplo de la información así lo demues-
tra. Entre 1980, fecha de la primera emisión de CNN, y los años noven-
ta, se creyó algo ingenuamente, sobre todo en Estados Unidos, que la
información mundial sería un factor de comprensión. Rápidamente se
descubrió que tenía el efecto inverso. CNN suscitó oposiciones crecien-
tes, justamente porque los receptores, en todo el mundo, no pertenecían
al mismo sistema simbólico. Desde la primera guerra en Irak (1991), a
fortiori desde el 11 de septiembre de 2001, la contradicción entre una
información mundial y una diversidad cultural insuficientemente consi-
derada se volvió flagrante»29
.
Es preciso pues promover, a nivel mundial, contenidos plurales para
receptores plurales, ofreciendo recursos económicos y técnicos a sus creado-
res –a través de diversas instituciones, tanto públicas como privadas, y de la
UNESCO–; y dando voz en los diversos foros internacionales a las produc-
ciones autóctonas –merece una valoración muy positiva la creciente difusión
de producciones de cine iraníes y orientales–. Como ejemplo de esta actitud,
no quiero dejar de mencionar el cortometraje sobre la escolarización de las
niñas en África Binta y la gran idea, del español Javier Fesser, que optó al
28
Cfr. J.J. GARCÍA-NOBLEJAS, Comunicación Borrosa, Eunsa, Pamplona 2000, pp. 106 y ss.
29
D. WOLTON, Salvemos la comunicación, o. c., p. 20.
La globalización de la información: riesgos y oportunidades
399
Oscar al Mejor Cortometraje en la reciente gala de los Oscar. El corto nomi-
nado formaba parte de un conjunto de cinco cortometrajes rodados, bajo el
lema En el mundo a cada rato, por distintos directores españoles. La finali-
dad de este proyecto era sensibilizar a la población occidental sobre los cin-
co problemas que asolan el continente africano que UNICEF ha señalado
como prioritarios: el analfabetismo femenino, la atención y protección de la
primera infancia, la inmunización y mejora de la nutrición, el sida y la vio-
lencia, explotación y malos tratos. Estamos ante una producción española,
rodada en francés, inspirada en los principios de un organismo internacional
(UNICEF), que se desarrolla en Senegal, cuyos actores son africanos, y que
optó a un Oscar en Estados Unidos. Pura multiculturalidad dialógica, positi-
va y tolerante.
A nivel nacional, también puede hacerse mucho para abrir ese campo
simbólico a los valores del multiculturalismo. No se trata de ofrecer a través
de los medios apologías antirracistas o moralizantes, sino de mostrar la rea-
lidad de nuestras sociedades integradas por personas de diversas culturas,
razas y religiones. La aparición en los medios de personas de proveniencia
árabe, sudamericana, oriental o subsahariana fuera de los espacios de suce-
sos, reflejando su vida diaria, llevará a superar paulatinamente los estereoti-
pos atávicos que en ocasiones rodean a estos colectivos30
.
Está pendiente la construcción de un espacio público mundial, en el que
los medios de comunicación se configuren como un lugar de intercambio y
aprendizaje, un tercer lugar, con las connotaciones de neutralidad que este
concepto conlleva31
. De nuevo nos encontramos con una tarea a realizar por
los profesionales de la información y de la comunicación que, superando los
estereotipos y los intereses económicos o ideológicos, pueden contribuir a la
reconstrucción de los imaginarios colectivos, haciéndolos más abiertos, tole-
rantes y, no lo olvidemos, realistas. «Sobre todo porque los periodistas saben
bien que una de las dificultades de su oficio radica en que la información sue-
le estar en contradicción con las ideologías del público. Informar es, en gene-
ral, luchar contra estereotipos y prejuicios…»32
. Pienso que vale la pena ir
contracorriente en este empeño.
30
Es intolerable la diferencia de trato que se utiliza en los titulares de prensa para ciertos sujetos según
sean sus actores nacionales o extranjeros. Si el delito lo comete un español, el titular suele rezar: «Un
joven de 26 años mata a su pareja…»; si lo comete un inmigrante: «Un inmigrante mata a su pareja».
31
Para una lúcida exposición sobre el papel de los medios como “terceros lugares”, véase J.J. GARCÍA-
NOBLEJAS, Medios de conspiración social, EUNSA, Pamplona 1998.
32
D. WOLTON, Salvemos la comunicación, o. c., p. 41.
La ética y el derecho de la información en los tiempos del postperiodismo
400
5. CONCLUSIÓN. LA CUESTIÓN DE LA IDENTIDAD
Tras el recorrido descrito, nos encontramos con la piedra angular de la
comunicación: la cuestión de la identidad. Para entablar un verdadero diálo-
go y comunicarnos con el exterior, precisamos la aceptación del otro, con sus
diferencias, y la defensa de la propia identidad33
. En el momento en el que se
deja de respetar al interlocutor, despreciando sus diferencias, se pierde la
posibilidad de una verdadera comunicación, deslizándose la relación hacia un
aprovechamiento o dominación del otro. Igualmente, si se abdica de la pro-
pia identidad, si se renuncia a las propias raíces, se produce un empobreci-
miento del propio diálogo, carente de todo un background cultural que lo
encuadra y en el que encuentra un sentido. Sin raíces, sólo puede hablarse de
técnica, sólo puede hablarse en términos adjetivos.
Como se ha tenido ocasión de ver, la ideología técnica confía excesiva-
mente en los avances técnicos, pero no presta la atención debida a los conteni-
dos sustanciales del intercambio. Propugna una industrialización de la comuni-
cación que lleva aparejada la eliminación de cualquier diferencia, la estandari-
zación de las culturas, el colonialismo de la visión del mundo occidental. Esta
pseudo-cultura construye identidades caleidoscópicas y blandas, incapaces de
resistirse a las tentaciones de consumo technicolor: es el triunfo del mercado
sobre la cultura. Frente a esta invasión lenta sólo cabe presentar una resisten-
cia: las propias raíces, la identidad que renuncia a disolverse.
Wolton persuade contra cierta visión negativa de la identidad, afirmando
que no se trata de un concepto defensivo, sino que la identidad también pue-
de ser el mejor humus para una verdadera apertura.
«Hace apenas veinte años, la identidad parecía un fastidioso resto de
los siglos XIX y XX, en los que se libraron las guerras en torno a las iden-
tidades nacionales (...). Pero asistimos al fenómeno contrario. Cuanto
más ingresan en la mundialización, más quieren los hombres afirmar sus
raíces. La elección ya no es entre identidad y apertura, todos queremos
ambas. Antes el hombre se definía por su identidad, hoy también se defi-
ne por las relaciones. Antes la identidad era un obstáculo para la comu-
nicación, hoy es su condición»34
.
33
Íbid., p. 15.
34
Íbid., p. 19.
La globalización de la información: riesgos y oportunidades
401
Distingue el sociólogo francés en su ensayo entre la identidad refugio y
la identidad relacional. La primera, contra el riesgo de disolución por la mun-
dialización, se cierra a todo intercambio, simbolizando el rechazo y la hosti-
lidad con respecto al mundo. Esta identidad como refugio puede materiali-
zarse en reacciones violentas. La segunda, la identidad relacional, se abre al
diálogo con el otro, sin renunciar a sus propias peculiaridades, reconociendo
incluso sus propios defectos35
.
Permítaseme una pequeña digresión, que puede contribuir a iluminar la
cuestión de la identidad a la que se está haciendo referencia. Oímos hablar
reiteradamente de la eliminación de todas las fronteras por las “autopistas
de la información”, como de un avance para la comunicación. Sin embar-
go, no conviene olvidar que las fronteras no son algo necesariamente nega-
tivo. Las fronteras nos permiten acotar nuestro horizonte, marcar el territo-
rio que dominamos, nos recuerdan que el hombre es siempre limitado,
constituyen un referente indispensable para saber quiénes somos. La elimi-
nación de toda frontera puede producir desorientación, vértigo. El concep-
to de frontera ha sido analizado lúcidamente por Claudio Magris, que lo
considera esencial para la construcción de la propia identidad.
«Toda frontera tiene que ver con la inseguridad y con la necesidad de
seguridad. La frontera es una necesidad, porque sin ella, es decir, sin dis-
tinción, no hay identidad, no hay forma, no hay individualidad y no hay
siquiera una existencia real, porque ésta queda absorbida en lo informe y
lo indistinto. La frontera conforma una realidad, proporciona contornos y
rasgos, construye la individualidad, personal y colectiva, existencial y
cultural. Frontera es forma y es por consiguiente también arte. La cultu-
ra dionisíaca, que proclama la disolución del yo en un confuso magma
pulsional, que debiera ser liberatorio y en cambio es totalitario, priva al
sujeto de toda capacidad de resistencia e ironía, lo expone a la violencia
y a la cancelación, disgrega toda unidad portadora de valores en un pol-
villo gelatinoso y salvaje»36
.
Una comunicación responsable en un mundo global tiene que ser res-
petuosa y consciente de las fronteras, de las diferencias culturales. Lo con-
35
En este sentido, es muy reveladora la exposición que hace el profesor Ballesteros sobre el papel que el
reconocimiento de las propias culpas cobra en el diálogo intercultural, en: J. BALLESTEROS, Postmoder-
nidad: decadencia o resistencia, Tecnos, Valencia 1989.
36
C. MAGRIS, Utopía y desencanto, o. c., pp. 63-64.
La ética y el derecho de la información en los tiempos del postperiodismo
402
trario, además de traslucir cierta vanidad inconfesada, creará a medio pla-
zo un rechazo de consecuencias indeseables para la comunicación intercul-
tural. Se impone, en primer lugar, un estudio sereno y un reconocimiento
expreso de las propias raíces, que lejos de hacer replegarse una cultura
sobre sí misma –como ocurre con el nacionalismo–, no suponga un despre-
cio a los diferentes pueblos y culturas. En segundo lugar, hay que realizar
un esfuerzo positivo –a través de todos los canales de información y por
todos los agentes de la comunicación– por aceptar y valorar las diferencias
de las distintas culturas, asumiendo que siempre habrá puntos de incomu-
nicación, pero que esa incomunicación puede ser superada para construir la
convivencia.
Este es el principal desafío del mundo de la comunicación: dar una res-
puesta humana a las posibilidades que ofrecen las nuevas técnicas. No hay
que olvidar que las nuevas tecnologías y los cables son meras herramientas.
«La unidad de las técnicas, sólo remite al aspecto más simple, que es el de la
transmisión de mensajes»37
. Sin embargo, lo esencial de la comunicación no
se refiere a las técnicas, sino a las filosofías de la comunicación. «En reali-
dad, treinta años de carrera técnica desenfrenada permiten entrever el fin de
una concepción técnica, y finalmente unilateral, de la comunicación, en bene-
ficio de una concepción política y multilateral. Reducir el lugar y el imperio
de la técnica es una iniciativa de emancipación»38
. Es preciso un esfuerzo por
parte de todos los sujetos implicados en el mundo de la comunicación para
dotar de la dimensión del sentido al mundo de la información, haciendo que
sea un instrumento de comunicación, respeto, y tolerancia. Los “lugares
comunes” que apuntábamos al comienzo, tan extendidos, adolecen del reduc-
cionismo de estimar todo avance científico como un progreso humano. Aquí,
al hilo de algunas de las reflexiones de Wolton, hemos tratado de demostrar
que no existe tal univocidad. El papel que están llamados a desempeñar los
poderes públicos y los profesionales de la información y la comunicación
para orientar cada avance técnico en la dirección correcta, al servicio del
hombre, es insustituible.
37
D. WOLTON, Salvemos la comunicación, o. c., p. 108.
38
Íbid., p. 191.
La globalización de la información: riesgos y oportunidades
403
BIBLIOGRAFÍA
J. BALLESTEROS, Postmodernidad: decadencia o resistencia, Tecnos, Valencia 1989.
J. DEL PINO, «Hollywood adora a Obama», en El País, 22-02-2007.
J.J. GARCÍA-NOBLEJAS, Comunicación Borrosa, Eunsa, Pamplona 2000.
—, Medios de conspiración social, Eunsa, Pamplona 1998.
J.J. GONZÁLEZ ENCINAR-F. BASTIDA FREIJEDO, et. al., «Temas para el debate. Televisión y democracia», en
Anuario de Derecho Constitucional y Parlamentario, num. 7, Murcia 1995, pp. 159-206.
C. MAGRIS, Utopía y desencanto, Anagrama, Barcelona 2001.
G. SARTORI, Homo Videns. La sociedad teledirigida, Taurus, Madrid 2003.
D. WOLTON, Salvemos la comunicación, Gedisa, Barcelona 2006.
La globalizacion de la informacion  juan maría martínez

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La globalizacion de la informacion juan maría martínez

  • 1. 387 LA GLOBALIZACIÓN DE LA INFORMACIÓN: RIESGOS Y OPORTUNIDADES Reflexiones sobre la mundialización de la información al hilo del último trabajo de Dominique Wolton JUAN MARÍA MARTÍNEZ OTERO Universitat de València No hay evento alguno en las cosas humanas que no pueda convertirse en daño o en provecho según lo maneje la prudencia. J. Cadalso, Cartas Marruecas, Carta V. Dónde está la sabiduría que perdimos en el conocimiento. Dónde está el conocimiento que perdimos en la información. T. S. Eliot, Coros de La Roca. El objeto de la presente comunicación consiste en ayudar a reflexionar al lector –ofreciendo algunas cuestiones a su consideración personal– sobre ciertas ideas relacionadas con el vertiginoso progreso de las telecomunica- ciones y con Internet que parecen darse por supuestas de modo mayoritario, pero que no dejan de ser discutibles. Todas ellas están vinculadas a la idea del progreso necesario. Pondré algunos ejemplos: -Internet es conocimiento compartido.
  • 2. La ética y el derecho de la información en los tiempos del postperiodismo 388 -La comunicación acerca a las personas. -Internet acerca a las culturas. -Internet es un espacio de libertad de expresión, donde todos tienen voz. -Cuanta más información tengamos, entenderemos mejor el mundo que nos rodea. -Estar interconectados mejora la comunicación. Como puede verse, todas estas aseveraciones afectan medularmente al oficio periodístico. Estos “lugares comunes” sobre la comunicación y la información, como todo estereotipo, lejos de constituir falacias, tienen siem- pre una alta dosis de acierto: señalan en la buena dirección, y encierran incon- testables verdades. Sin embargo, hacer de sus enunciados una suerte de “dog- mas” ante los que no caben matizaciones ni disentimientos, puede resultar ingenuo. Frente a una ciega “ideología técnica”, que considera todo avance científico –y las nuevas tecnologías e Internet, evidentemente lo son– como un progreso humano, independientemente de la orientación que a ese avance se le dé, es preciso contraponer las ideas de reflexión, aceptación crítica y distanciamiento1 . Internet, y las nuevas tecnologías de las telecomunicacio- nes, no dejan de ser una herramienta: pueden facilitar las relaciones interper- sonales, pero también entorpecerlas. En un mundo colonizado por la técnica y la economía, no podemos renunciar a redescubrir el papel de los valores y la cultura. Esta tarea de redescubrimiento es un desafío irrenunciable de todos los profesionales de la información y la comunicación. Uno de los intelectuales europeos que más esfuerzo ha dedicado a refle- xionar sobre estas cuestiones es el francés Dominique Wolton2 . El hilo de la presente comunicación seguirá las argumentaciones que Wolton ofrece en su 1 Claudio Magris señala respecto de ciertos valores de la modernidad que «es ingenuo ensalzarlos, pero patético deplorarlos». Creo que es una actitud digna de imitar a la hora de valorar los progresos científi- cos de toda índole: no se trata de exaltarlos como la clave del futuro de la humanidad… pero tampoco de deplorarlos, como ha ocurrido en ocasiones. Simplemente es preciso encuadrarlos dentro del propio sistema de valores, haciendo que tanto su empleo como sus resultados sean respetuosos con los derechos humanos. C. MAGRIS, Utopía y desencanto, Anagrama, Barcelona 2001, p. 40. 2 Dominique Wolton (1947), es Licenciado en Derecho y Doctor en Sociología, es director de investiga- ción del Centre National de la Recherche Scientifique (CNRS) y director de la revista Hermes. Es uno de los principales referentes de las teorías de la información y la comunicación. Es autor de más de un centenar de artículos y de una veintena de monografías sobre los medios de masas y sus implicaciones sociopolíticas y culturales. Entre sus obras más destacadas traducidas al castellano se encuentran: Elogio del gran público, Internet ¿y después?, o Sobrevivir a Internet.
  • 3. La globalización de la información: riesgos y oportunidades 389 último trabajo, Salvemos la comunicación3 . En un Congreso sobre Ética y Derecho de la Información, sus reflexiones sobre el carácter irrenunciable de los valores y la cultura en el mundo de la información y la comunicación pue- den arrojar algo de luz sobre los temas que se trata de debatir. Sus ideas en torno a la información y a Internet, al papel del discurso periodístico en una sociedad saturada por la infopolución, al papel de la autoridad y la negocia- ción a la hora de adquirir conocimientos, a la necesidad de conocer y respe- tar las identidades –empezando por la propia– para establecer diálogos cons- tructivos, son profundamente sugerentes y oportunas. En esta comunicación trataré de referir algunas de sus propuestas más interesantes, poniéndolas en relación con esos “lugares comunes” sobre la comunicación en la “red de redes” a los que se hacía referencia más arriba. Espero que cada contraposi- ción pueda ser una plataforma de arranque de diversos debates y reflexiones sobre el binomio “comunicación” y “Nuevas tecnologías e Internet”, cuya difícil relación lejos de tener una solución unívoca o estar resuelta, constitu- ye uno de los retos más apasionantes del ya bien entrado nuevo siglo. 1. LA IDEOLOGÍA TÉCNICA «La ideología técnica –escribe Wolton– es identificar información y comunicación. Es creer que la información crea la comunicación. Es creer que la banda ancha, como permite transmitir más informaciones, es un factor de comunicación suplementario»4 . La fascinación por las nuevas técnicas de comunicación interpersonal es una experiencia común. Lo que ayer parecían ensoñaciones de literatos futu- ristas se nos ofrecen hoy a precio de saldo en la tienda de la esquina. Estos indiscutibles avances tecnológicos (wifi, gps, banda ancha, skype), la posibi- lidad de estar “interconectados” con cualquier parte del mundo a tiempo real, han llevado a muchos a pensar que los problemas de comunicación del hom- bre están finalmente resueltos. Internet sería el paradigma de este espacio público y libre, en el que todos pueden entrar en relación y comunicarse libre- mente. Sin embargo, esta ideología técnica, como la denomina Wolton, olvi- 3 D. WOLTON, Salvemos la comunicación, Gedisa, Barcelona 2006. 4 Íbid., p. 72.
  • 4. La ética y el derecho de la información en los tiempos del postperiodismo 390 da que los problemas de comunicación humanos no se resuelven con solu- ciones técnicas, sino que precisan de soluciones humanas. Las técnicas de comunicación son poderosas herramientas, pero según cómo se las emplee pueden favorecer la comunicación interpersonal o destruirla. Para Wolton, habrá intercambios de información –por ejemplo, en Internet– que faciliten la comunicación; habrá intercambios que la impidan o dificulten. Todas las generaciones, especialmente tras la generalización de cierta visión positivista, han soñado con herramientas capaces de transformar la sociedad y hacer nacer un período de paz y concordia. Sin embargo, la realidad es tozuda, y si bien esas herramientas en ocasiones han supuesto una mejora de las condiciones de vida para los hombres, también han sido empleadas muchas veces en menoscabo de su dignidad5 . Lo mismo pasará con las nuevas tecnolo- gías y con Internet: si los profesionales de la información, los programadores, y los usuarios, dotan de contenidos respetuosos con la dignidad humana la Red, combatiendo sus riesgos y perversiones, Internet será sede privilegiada de intercambio cultural, de conocimiento mutuo, y de respeto. Si por el contrario, los sujetos activos de la red no hacen un esfuerzo positivo por “llenar con esos valores los cables”, la herramienta será un campo de batalla donde prevalece- rá, una vez más, la ley del más fuerte, cultural o económicamente. Como señala certeramente Wolton: «Dentro de algunos años, tal vez se comprobará que Internet fue el apo- geo y la tumba de la ideología técnica (…). Todo lo que la informática y lue- go las autopistas de la información de las décadas de 1980 y 1990 no habían resuelto lo resolvería Internet. La Red se instalaba en la economía de la infor- mación, colmaría la brecha Norte-Sur, derrocaría los regímenes autoritarios, regeneraría las viejas democracias y crearía un nuevo hombre»6 . Contra lo que podría presumirse, tras el derrumbe de la burbuja tecnoló- gica entre 2000 y 2002 la ideología técnica no ha perdido vigor, y resurge con nuevos bríos, con sus promesas de creación de un hombre nuevo, tolerante, dialogante y democrático. «La ideología técnica siempre está por resurgir, sobre todo a lo largo de estos últimos treinta años en los que la ideología polí- tica clásica se ha debilitado, dejando a los hombres solos ante las ciencias y las técnicas»7 . 5 Uno de los ejemplos arquetípicos de esta ambivalencia del desarrollo científico lo constituye el descu- brimiento de la dinamita por Alfred Nobel. 6 D. WOLTON, Salvemos la comunicación, o. c., p. 71. 7 Íbid., p. 72.
  • 5. La globalización de la información: riesgos y oportunidades 391 De estas primeras reflexiones podemos concluir que afirmaciones del tipo: “Internet es el futuro”, “Internet facilita las cosas” o “Internet propicia- rá un conocimiento recíproco que eliminará diferencias y traerá paz” no son afirmaciones unívocas, como enunciados científicos. La veracidad de estas proposiciones dependerá del uso humano que de la Red se haga. De la con- ducta de los hombres que utilicen la herramienta Internet, muy especialmen- te de los profesionales de la comunicación, usuarios privilegiados de estas tecnologías. Hay que hacer un esfuerzo por mirar por encima de «la técnica y la economía para encontrar los valores, la sociedad, los conflictos. Para salir de la fascinación suscitada por el volumen, la velocidad y la transmisión para encontrar la cuestión del sentido»8 . 2. DIFERENCIA ENTRE INFORMACIÓN Y COMUNICACIÓN. LA CONFUSIÓN DERIVADA DEL EXCESO DE INFORMACIÓN Y LA SOLEDAD INTERACTIVA La realidad objetiva en la que se fundamenta la ideología técnica, criti- cada por Wolton, es la revolución tecnológica en la que vivimos (o a la que procuramos sobrevivir). Esta revolución consiste principalmente en la supre- sión de las barreras “espacio” y “tiempo” en la transmisión de la información, que fluye por las llamadas “autopistas de la información” a una velocidad vertiginosa. Por paradójico que resulte, Wolton se propone demostrar en su análisis que este aumento exponencial de información que cada sujeto recibe no conlleva necesariamente –como en ocasiones se afirma– una mejor com- prensión de la realidad por parte del sujeto, ni el establecimiento de una mejor comunicación con el entorno y las personas con las que se relaciona. Como han señalado ya numerosos autores –citemos, por todos, a Sartori con su Homo Videns9 – la multiplicación del número de mensajes que cada individuo recibe al día puede redundar en un primer momento en una mejor comprensión de la realidad, pero a partir de cierto umbral, lo que acarrea es una confusión difícilmente subsanable, debido a la imposibilidad de enmar- carlos en unas coordenadas de conocimiento que permita comprenderlos y asimilarlos. En este sentido afirma Wolton: 8 Íbid., p. 76. 9 G. SARTORI, Homo Videns. La sociedad teledirigida, Taurus, Madrid 2003.
  • 6. La ética y el derecho de la información en los tiempos del postperiodismo 392 «Esa dinámica endiablada, por la que la inflación del número de informaciones debería hacer más comprensible el mundo, conduce final- mente a lo contrario: a un choque de opiniones y, en definitiva, a un sen- timiento de confusión. Pues la cuestión es también ésta: ¿el usuario quie- re acceder a tantas informaciones? ¿Tiene los conocimientos para deco- dificar todas las informaciones que recibe?»10 . El pensador francés asevera en este sentido en otro pasaje: «Si bien el mundo es más visible, no es más comprensible»11 . Asimismo, esta facilidad para transmitir información –que alcanza su grado máximo en Internet– no supone necesariamente un incremento de ver- dadera comunicación, ni interpersonal ni intercultural. «Soñamos con una aldea global; y nos encontramos con la cacofonía de Babel»12 . Wolton cons- tata de este modo que Internet no ha resuelto, ni puede resolver, los proble- mas de incomunicación de las culturas y los sujetos. Las técnicas son homo- géneas, pero el mundo es heterogéneo. En el diálogo intercultural, la reduc- ción de las distancias físicas pone de manifiesto las profundas distancias cul- turales. Si estas diferencias no son excesivamente marcadas, la comunica- ción creará relaciones sociales. Sin embargo, «si la diferencia entre las situaciones sociales resulta demasiado grande, se produce la rebelión y el efecto bumerán»13 . A nivel individual, nos encontramos con el fenómeno del atomismo. El funcionamiento de Internet es de algún modo individualizado, de modo con- trario al de los mass media, en los que la segmentación de las audiencias es mucho más reducida. Éstos facilitan la creación de una conciencia común, Internet fomenta la autonomía y la independencia. Entendemos, con Wolton, que ambos canales de comunicación son complementarios, ya que cada uno cumple una función distinta. Es llamativo sin embargo cómo, frente a una alabanza generalizada para Internet y las nuevas tecnologías, se va exten- diendo cierto desprecio hacia los medios masivos, y el cuestionamiento de su legitimidad14 . Si podía pensarse que la facilidad de intercambiar información en la Red haría que los hombres compartieran más cosas y establecieran 10 D. WOLTON, Salvemos la comunicación, o. c., p. 75. 11 Íbid., p. 18. 12 Íbid., p. 18. 13 Íbid., p. 100. 14 Estos medios masivos han desempeñado desde 1950 tres papeles esenciales desde el punto de vista de la cohesión: un papel político, un papel social, y un papel cultural. Cfr. D. WOLTON, Salvemos la comu- nicación, o. c., p. 107.
  • 7. La globalización de la información: riesgos y oportunidades 393 mayores vínculos con sus conciudadanos, la realidad ha mostrado lo contra- rio. «Cuanto más fáciles son los intercambios desde el punto de vista técni- co, más esenciales y difíciles de reunir son las condiciones culturales y socia- les necesarias para que la comunicación sea algo más que una mera transmi- sión de información. Es lo que he llamado, para Internet, el riesgo de las soledades interactivas»15 . El excesivo uso de las nuevas tecnologías está sumiendo a muchos en un solipsismo curiosamente paradójico, en un entor- no de permanente intercambio de información. Como señala certeramente Wolton, «el joven que circula multiconectado en la calle tal vez será incapaz de decir buenos días o gracias a los que se cruza. Y del mismo modo, el adul- to liberado y moderno será incapaz de escuchar lo que dicen individuos que no comparten sus opiniones»16 . Esta tesis la explica el sociólogo francés en un epígrafe que lleva el significativo título de “solo y multiconectado”17 . El papel del discurso periodístico es clave para salir de estas dos situa- ciones de confusión y de soledad interactiva. Después de un período de reve- rencia de la cultura made it yourself, en el que el individuo soñó con com- prender el mundo delante de su ordenador, sin que nadie se lo contara, se ha hecho evidente la necesidad de esos intermediarios que seleccionen e inter- preten la información. Esta información, presentada por los intermediarios, ya puede ser analizada, comprendida y asimilada, dejando de ser un material mostrenco ante el que el receptor se enfrenta sin pautas ni resortes para hacer- lo suyo. Es en este contexto en el que cobra importancia la figura del “comu- nicador” o periodista, que por sus conocimientos, su honestidad, su sinceri- dad y sus competencias se convierte en una autoridad, en una voz digna de confianza. He ahí el desafío del oficio periodístico hoy en día. En este senti- do, adquieren un carácter insustituible los conceptos de relación y confianza, para superar la incomunicación y la confusión. Como señala Wolton: «actua- lizar la complejidad de la comunicación es, en realidad, un progreso: ya no se reduce a la transmisión de información, sino que remite, y cada vez en mayor medida, a una problemática de confianza y de relación»18 . El periodismo ya no puede contentarse con contar qué pasa: ha de seleccio- nar la información relevante, encuadrarla debidamente, y presentarla de modo veraz y comprensible. Ha de crear conocimiento, constituirse en referente. 15 Íbid., p. 17. 16 Íbid., pp. 28-29. 17 Íbid., pp. 28 y ss. 18 Íbid., p. 28.
  • 8. La ética y el derecho de la información en los tiempos del postperiodismo 394 «La información simboliza la apertura, la emancipación, el auge del espíritu crítico. Pero, simultáneamente, cuanta más información circula, más conocimientos se necesitan para interpretarlas. Así pues, es preciso completar el volumen creciente de información de toda índole, distribui- das en todo el mundo, con un gigantesco esfuerzo de producción de cono- cimientos a fin de construir los marcos de interpretación de esa revolu- ción de la información»19 . Por otro lado, también es importante realizar una apología, desde las tri- bunas profesionales, del trascendental papel de los medios de masas para mantener el lazo social. El individualismo imperante no puede desarrollarse sin un mínimo de cohesión social y cultural, y en la construcción de esta con- ciencia común los medios de masas ocupan una posición destacada20 . 3. EL MONOPOLIO DEL CAMPO SIMBÓLICO OCCIDENTAL Se ha convertido en una constante en los debates en torno a la Red el hablar de la llamada “brecha digital”, que progresivamente va haciendo que las diferencias entre Norte y Sur no sólo disminuyan, sino que se incremen- ten más y más. Para paliar esta brecha se están ideando en el Primer Mundo diversas iniciativas, muy loables todas ellas: donaciones de material infor- mático, desarrollo de equipos de muy bajo coste, planes de formación de per- sonas capaces de implantar redes en diversos países subdesarrollados, previ- sión de un plan mundial de equipamiento, etc. Sin quitar importancia a estos esfuerzos, Wolton alerta sobre la desproporción entre éstos, y los dedicados a promocionar la diversidad de contenidos dentro de los canales mundiales de información, especialmente de la Red. La mundialización de los cables es importante, pero también lo es la mundialización de los contenidos. 19 Íbid., p. 117. 20 Hace algunos años tuvo lugar un debate en la Asamblea Regional de Murcia bajo el título “Televisión y Democracia” al que acudieron prestigiosos profesionales del mundo del Derecho y el Periodismo, entre otros: J. J. González Encinar, F. Bastida Freijedo, J. García Roca, F. Santaolalla, A. Montoro Fraguas y A. Garrorena Morales. Todos coincidieron en señalar la importancia de la televisión para la construcción de una verdadera democracia. Valga como botón de muestra una de las ideas fuerza de la ponencia de González Encinar: «La televisión afecta de manera fundamental al funcionamiento y a la continuidad del Estado democrático español». J.J. GONZÁLEZ ENCINAR-F. BASTIDA FREIJEDO, et. al., «Temas para el debate. Televisión y democracia», en Anuario de Derecho Constitucional y Parlamentario, nº 7, Mur- cia, 1995, pp. 159-206.
  • 9. La globalización de la información: riesgos y oportunidades 395 «Las desigualdades existen, no sólo en lo relativo a equipamiento e información, sino también en las industrias de contenidos, lo cual acen- túa los desfases culturales entre imaginarios, visiones del mundo o tradi- ciones que son totalmente heterogéneas unas respecto de las otras»21 . El desarrollo de las distintas industrias culturales es de una necesidad urgente, para que el mundo de la comunicación (cine, televisión, industrias musicales, Internet, etc.) constituya un espacio plural y tolerante. En caso contrario, asistiremos –estamos asistiendo ya– a un colonialismo cultural por parte de los países del Primer Mundo, que monopolizan el campo simbólico mundial con sus imágenes, sus historias, sus enfoques. La realidad es que las industrias culturales occidentales –especialmente la norteamericana– han tomado una ventaja ingente en la producción de contenidos para los canales de información. El 75% de las imágenes producidas en el mundo, y el 50% del campo informático mundial son estadounidenses. La tentación del unila- teralismo americano es grande. La mundialización de la información nos ofrece dos posibilidades: la de aprovechar esa mundialización para occiden- talizar el mundo y ampliar los mercados de los países ricos; o la de apostar por el conocimiento mutuo, el respeto de las diferencias, la promoción de todas las manifestaciones culturales. «En otras palabras –se pregunta Wolton– ¿a partir de cuándo la mun- dialización simplemente designa la americanización del mundo, o bien una verdadera convivencia de las culturas? En un caso, el unilateralismo se convierte en un factor de conflictos. En el otro, el comienzo del mul- tilateralismo, es decir, la obligación de la convivencia. Desde hace vein- te años –constata el sociólogo francés– la mundialización es sinónimo de americanización y de unilateralismo»22 . Se habla mucho, de modo justificado, de la necesidad de facilitar el acce- so a las nuevas tecnologías en todo el mundo. Sin embargo, pocas veces se hace hincapié en la importancia de facilitar la producción de contenidos por parte de las distintas culturas, para que en el ámbito de la comunicación pue- dan tener eco las diversas visiones del mundo. En esta búsqueda de pluralis- mo cultural es donde encuentran sentido las “excepciones culturales”, el apo- yo de los poderes públicos a los distintos focos de cultura locales, a las len- guas minoritarias, y el trascendental papel de la traducción, que concibe la 21 D. WOLTON, Salvemos la comunicación, o. c., p. 112. 22 Íbid., p. 111.
  • 10. La ética y el derecho de la información en los tiempos del postperiodismo 396 pluralidad lingüística como una riqueza. En un mundo pragmático y en el que priman los criterios económicos y de eficacia, toda heterogeneidad es vista como una dificultad añadida a la comunicación. Frente a esta visión típica- mente industrial, hay que presentar la diversidad como una riqueza digna de protección. «Sí a las industrias culturales –dice Wolton–, no cuando la mun- dialización de esas industrias no permite preservar las diferencias cultura- les»23 . Y en una cita un poco más larga sobre la principal diferencia cultural, el idioma, afirma: «Análogamente, no puede haber mundialización sin prestar atención a las lenguas, que son el primer elemento de la diversidad cultural. Sin embargo, éstas van a encontrarse cada vez más en situación de desigual- dad. El inglés y las lenguas de los grandes países serán protegidas, pero la mayor parte de las otras lenguas corren el riesgo de verse marginadas. Con la dominación de las redes, las pequeñas lenguas no podrán indus- trializarse (…). La aldea global tropieza con las identidades culturales, consideradas como obstáculos a la comunicación, cuando en verdad son la condición de esa apertura»24 . De esta necesidad de protección de las diferencias frente a un igualitaris- mo empobrecedor surge para Wolton «la importancia de preservar en los Estados, cuando existen, los servicios públicos, las industrias culturales nacionales, una prensa independiente, editoriales, una producción audiovisual y musical, una política lingüística y cultural, pues así los pueblos tendrán el senti- miento de conservar sus raíces y no serán bamboleados por las indus- trias culturales»25 . De estos razonamientos podemos inferir algunas responsabilidades de los poderes públicos de cada país y de los profesionales de la comunicación. Es fundamental el esfuerzo por conocer y mostrar de modo atractivo las especi- ficidades de cada región, concebidas siempre como una riqueza, sin caer en la tentación de la estandarización; el adecuado uso de la propia lengua y de los códigos simbólicos autóctonos, procurando evitar su devaluación; la remoción de las dificultades que siempre conlleva la traducción, apreciando los efectos positivos que para toda sociedad tiene el acceso a otras manifestaciones cul- 23 Íbid., p. 119. 24 Íbid., p. 117. 25 Íbid., pp. 113-114.
  • 11. La globalización de la información: riesgos y oportunidades 397 turales dignas de aprecio; la apertura a las culturas limítrofes con confianza y precaución. Asimismo, es de especial trascendencia velar por la calidad de la producción de contenidos propios y de los servicios públicos de radio y tele- visión. Si la producción propia no se incentiva o adolece de la calidad exigi- ble, la demanda se orientará hacia producciones extranjeras, en su mayor par- te norteamericanas, realizadas por las grandes industrias culturales (con las consecuencias que se mencionaron anteriormente: estandarización, colonialis- mo cultural, pérdida de las raíces, empobrecimiento de la propia cultura). Finalmente, también es precisa una apertura por parte de los medios de comu- nicación y de los profesionales a las distintas realidades culturales y de actua- lidad, salvando la tentación del narcisismo colectivo de una sociedad que no ve más allá de sus necesidades inmediatas. Esta apertura se materializará en la elaboración y producción de documentales, reportajes y noticias de diversas partes del mundo, por encima de la agenda-setting que las grandes empresas de la información tratan de imponer. (Qué lástima que para muchos, como señalaba recientemente J. del Pino en el diario El País26 , la tragedia del Dar- fur sólo comenzó a existir cuando George Clooney se desplazó hasta allí). 4. LA APERTURA DEL IMAGINARIO COLECTIVO A VALORES MULTICULTURALES. EL RETO DE SUPERAR LOS ESTEREOTIPOS Este monopolio de los imaginarios occidentales –especialmente nortea- mericanos– en los canales de comunicación –¿quién no siente una cierta familiaridad con las calles de Nueva York, a pesar de no haber vivido allí nunca?– dificulta la aparición de un verdadero espacio público mundial27 . El hecho de que muchas sociedades en el mundo se observen a sí mismas en el espejo que les ofrecen los medios de comunicación e Internet, y que estas imágenes sean una representación exclusiva del modo de vida occidental, supone una incoherencia importante. Wolton señala de modo certero: «Basta pasar por una estación de tren, o viajar en el metro, para comprobar la reali- dad multicultural de nuestras sociedades, pero también sus contradicciones. En general, a pesar de que vivimos en una cultura “black-blanc-beur” (negro- blanco-árabe), todo el poder de las imágenes y los símbolos remite a una 26 J. DEL PINO, «Hollywood adora a Obama», en El País, 22-02-2007, p. 10. 27 D. WOLTON, Salvemos la comunicación, o. c., p. 111.
  • 12. La ética y el derecho de la información en los tiempos del postperiodismo 398 sociedad blanca». Esta falta de correlación entre la realidad multicultural y su representación en el mundo de la comunicación, puede llevar a dos conse- cuencias. En primer lugar, existe un hecho sociológico por el cual una cultura tien- de a parecerse a la imagen que posee de sí misma28 . Este proceso llevará en algunos casos a una incorporación a nivel mundial del american way of life, que ya se observa en buena parte del mundo con la generalización de ciertos modos de hablar, de vestir, de relacionarse, de comer, etc. Sin embargo, esa proliferación de imágenes, occidentales en general y norteamericanas en par- ticular, también puede producir la reacción contraria: suscitar un rechazo vio- lento e indiscriminado en los receptores respecto a Occidente, creando una animadversión hacia sus valores y sus símbolos que no es preciso señalar a qué extremos puede llegar. El ejemplo de lo ocurrido con la aparición de la CNN es palmario al respecto. «Con la tercera mundialización, la información se convierte en un desafío de paz y de guerra. El ejemplo de la información así lo demues- tra. Entre 1980, fecha de la primera emisión de CNN, y los años noven- ta, se creyó algo ingenuamente, sobre todo en Estados Unidos, que la información mundial sería un factor de comprensión. Rápidamente se descubrió que tenía el efecto inverso. CNN suscitó oposiciones crecien- tes, justamente porque los receptores, en todo el mundo, no pertenecían al mismo sistema simbólico. Desde la primera guerra en Irak (1991), a fortiori desde el 11 de septiembre de 2001, la contradicción entre una información mundial y una diversidad cultural insuficientemente consi- derada se volvió flagrante»29 . Es preciso pues promover, a nivel mundial, contenidos plurales para receptores plurales, ofreciendo recursos económicos y técnicos a sus creado- res –a través de diversas instituciones, tanto públicas como privadas, y de la UNESCO–; y dando voz en los diversos foros internacionales a las produc- ciones autóctonas –merece una valoración muy positiva la creciente difusión de producciones de cine iraníes y orientales–. Como ejemplo de esta actitud, no quiero dejar de mencionar el cortometraje sobre la escolarización de las niñas en África Binta y la gran idea, del español Javier Fesser, que optó al 28 Cfr. J.J. GARCÍA-NOBLEJAS, Comunicación Borrosa, Eunsa, Pamplona 2000, pp. 106 y ss. 29 D. WOLTON, Salvemos la comunicación, o. c., p. 20.
  • 13. La globalización de la información: riesgos y oportunidades 399 Oscar al Mejor Cortometraje en la reciente gala de los Oscar. El corto nomi- nado formaba parte de un conjunto de cinco cortometrajes rodados, bajo el lema En el mundo a cada rato, por distintos directores españoles. La finali- dad de este proyecto era sensibilizar a la población occidental sobre los cin- co problemas que asolan el continente africano que UNICEF ha señalado como prioritarios: el analfabetismo femenino, la atención y protección de la primera infancia, la inmunización y mejora de la nutrición, el sida y la vio- lencia, explotación y malos tratos. Estamos ante una producción española, rodada en francés, inspirada en los principios de un organismo internacional (UNICEF), que se desarrolla en Senegal, cuyos actores son africanos, y que optó a un Oscar en Estados Unidos. Pura multiculturalidad dialógica, positi- va y tolerante. A nivel nacional, también puede hacerse mucho para abrir ese campo simbólico a los valores del multiculturalismo. No se trata de ofrecer a través de los medios apologías antirracistas o moralizantes, sino de mostrar la rea- lidad de nuestras sociedades integradas por personas de diversas culturas, razas y religiones. La aparición en los medios de personas de proveniencia árabe, sudamericana, oriental o subsahariana fuera de los espacios de suce- sos, reflejando su vida diaria, llevará a superar paulatinamente los estereoti- pos atávicos que en ocasiones rodean a estos colectivos30 . Está pendiente la construcción de un espacio público mundial, en el que los medios de comunicación se configuren como un lugar de intercambio y aprendizaje, un tercer lugar, con las connotaciones de neutralidad que este concepto conlleva31 . De nuevo nos encontramos con una tarea a realizar por los profesionales de la información y de la comunicación que, superando los estereotipos y los intereses económicos o ideológicos, pueden contribuir a la reconstrucción de los imaginarios colectivos, haciéndolos más abiertos, tole- rantes y, no lo olvidemos, realistas. «Sobre todo porque los periodistas saben bien que una de las dificultades de su oficio radica en que la información sue- le estar en contradicción con las ideologías del público. Informar es, en gene- ral, luchar contra estereotipos y prejuicios…»32 . Pienso que vale la pena ir contracorriente en este empeño. 30 Es intolerable la diferencia de trato que se utiliza en los titulares de prensa para ciertos sujetos según sean sus actores nacionales o extranjeros. Si el delito lo comete un español, el titular suele rezar: «Un joven de 26 años mata a su pareja…»; si lo comete un inmigrante: «Un inmigrante mata a su pareja». 31 Para una lúcida exposición sobre el papel de los medios como “terceros lugares”, véase J.J. GARCÍA- NOBLEJAS, Medios de conspiración social, EUNSA, Pamplona 1998. 32 D. WOLTON, Salvemos la comunicación, o. c., p. 41.
  • 14. La ética y el derecho de la información en los tiempos del postperiodismo 400 5. CONCLUSIÓN. LA CUESTIÓN DE LA IDENTIDAD Tras el recorrido descrito, nos encontramos con la piedra angular de la comunicación: la cuestión de la identidad. Para entablar un verdadero diálo- go y comunicarnos con el exterior, precisamos la aceptación del otro, con sus diferencias, y la defensa de la propia identidad33 . En el momento en el que se deja de respetar al interlocutor, despreciando sus diferencias, se pierde la posibilidad de una verdadera comunicación, deslizándose la relación hacia un aprovechamiento o dominación del otro. Igualmente, si se abdica de la pro- pia identidad, si se renuncia a las propias raíces, se produce un empobreci- miento del propio diálogo, carente de todo un background cultural que lo encuadra y en el que encuentra un sentido. Sin raíces, sólo puede hablarse de técnica, sólo puede hablarse en términos adjetivos. Como se ha tenido ocasión de ver, la ideología técnica confía excesiva- mente en los avances técnicos, pero no presta la atención debida a los conteni- dos sustanciales del intercambio. Propugna una industrialización de la comuni- cación que lleva aparejada la eliminación de cualquier diferencia, la estandari- zación de las culturas, el colonialismo de la visión del mundo occidental. Esta pseudo-cultura construye identidades caleidoscópicas y blandas, incapaces de resistirse a las tentaciones de consumo technicolor: es el triunfo del mercado sobre la cultura. Frente a esta invasión lenta sólo cabe presentar una resisten- cia: las propias raíces, la identidad que renuncia a disolverse. Wolton persuade contra cierta visión negativa de la identidad, afirmando que no se trata de un concepto defensivo, sino que la identidad también pue- de ser el mejor humus para una verdadera apertura. «Hace apenas veinte años, la identidad parecía un fastidioso resto de los siglos XIX y XX, en los que se libraron las guerras en torno a las iden- tidades nacionales (...). Pero asistimos al fenómeno contrario. Cuanto más ingresan en la mundialización, más quieren los hombres afirmar sus raíces. La elección ya no es entre identidad y apertura, todos queremos ambas. Antes el hombre se definía por su identidad, hoy también se defi- ne por las relaciones. Antes la identidad era un obstáculo para la comu- nicación, hoy es su condición»34 . 33 Íbid., p. 15. 34 Íbid., p. 19.
  • 15. La globalización de la información: riesgos y oportunidades 401 Distingue el sociólogo francés en su ensayo entre la identidad refugio y la identidad relacional. La primera, contra el riesgo de disolución por la mun- dialización, se cierra a todo intercambio, simbolizando el rechazo y la hosti- lidad con respecto al mundo. Esta identidad como refugio puede materiali- zarse en reacciones violentas. La segunda, la identidad relacional, se abre al diálogo con el otro, sin renunciar a sus propias peculiaridades, reconociendo incluso sus propios defectos35 . Permítaseme una pequeña digresión, que puede contribuir a iluminar la cuestión de la identidad a la que se está haciendo referencia. Oímos hablar reiteradamente de la eliminación de todas las fronteras por las “autopistas de la información”, como de un avance para la comunicación. Sin embar- go, no conviene olvidar que las fronteras no son algo necesariamente nega- tivo. Las fronteras nos permiten acotar nuestro horizonte, marcar el territo- rio que dominamos, nos recuerdan que el hombre es siempre limitado, constituyen un referente indispensable para saber quiénes somos. La elimi- nación de toda frontera puede producir desorientación, vértigo. El concep- to de frontera ha sido analizado lúcidamente por Claudio Magris, que lo considera esencial para la construcción de la propia identidad. «Toda frontera tiene que ver con la inseguridad y con la necesidad de seguridad. La frontera es una necesidad, porque sin ella, es decir, sin dis- tinción, no hay identidad, no hay forma, no hay individualidad y no hay siquiera una existencia real, porque ésta queda absorbida en lo informe y lo indistinto. La frontera conforma una realidad, proporciona contornos y rasgos, construye la individualidad, personal y colectiva, existencial y cultural. Frontera es forma y es por consiguiente también arte. La cultu- ra dionisíaca, que proclama la disolución del yo en un confuso magma pulsional, que debiera ser liberatorio y en cambio es totalitario, priva al sujeto de toda capacidad de resistencia e ironía, lo expone a la violencia y a la cancelación, disgrega toda unidad portadora de valores en un pol- villo gelatinoso y salvaje»36 . Una comunicación responsable en un mundo global tiene que ser res- petuosa y consciente de las fronteras, de las diferencias culturales. Lo con- 35 En este sentido, es muy reveladora la exposición que hace el profesor Ballesteros sobre el papel que el reconocimiento de las propias culpas cobra en el diálogo intercultural, en: J. BALLESTEROS, Postmoder- nidad: decadencia o resistencia, Tecnos, Valencia 1989. 36 C. MAGRIS, Utopía y desencanto, o. c., pp. 63-64.
  • 16. La ética y el derecho de la información en los tiempos del postperiodismo 402 trario, además de traslucir cierta vanidad inconfesada, creará a medio pla- zo un rechazo de consecuencias indeseables para la comunicación intercul- tural. Se impone, en primer lugar, un estudio sereno y un reconocimiento expreso de las propias raíces, que lejos de hacer replegarse una cultura sobre sí misma –como ocurre con el nacionalismo–, no suponga un despre- cio a los diferentes pueblos y culturas. En segundo lugar, hay que realizar un esfuerzo positivo –a través de todos los canales de información y por todos los agentes de la comunicación– por aceptar y valorar las diferencias de las distintas culturas, asumiendo que siempre habrá puntos de incomu- nicación, pero que esa incomunicación puede ser superada para construir la convivencia. Este es el principal desafío del mundo de la comunicación: dar una res- puesta humana a las posibilidades que ofrecen las nuevas técnicas. No hay que olvidar que las nuevas tecnologías y los cables son meras herramientas. «La unidad de las técnicas, sólo remite al aspecto más simple, que es el de la transmisión de mensajes»37 . Sin embargo, lo esencial de la comunicación no se refiere a las técnicas, sino a las filosofías de la comunicación. «En reali- dad, treinta años de carrera técnica desenfrenada permiten entrever el fin de una concepción técnica, y finalmente unilateral, de la comunicación, en bene- ficio de una concepción política y multilateral. Reducir el lugar y el imperio de la técnica es una iniciativa de emancipación»38 . Es preciso un esfuerzo por parte de todos los sujetos implicados en el mundo de la comunicación para dotar de la dimensión del sentido al mundo de la información, haciendo que sea un instrumento de comunicación, respeto, y tolerancia. Los “lugares comunes” que apuntábamos al comienzo, tan extendidos, adolecen del reduc- cionismo de estimar todo avance científico como un progreso humano. Aquí, al hilo de algunas de las reflexiones de Wolton, hemos tratado de demostrar que no existe tal univocidad. El papel que están llamados a desempeñar los poderes públicos y los profesionales de la información y la comunicación para orientar cada avance técnico en la dirección correcta, al servicio del hombre, es insustituible. 37 D. WOLTON, Salvemos la comunicación, o. c., p. 108. 38 Íbid., p. 191.
  • 17. La globalización de la información: riesgos y oportunidades 403 BIBLIOGRAFÍA J. BALLESTEROS, Postmodernidad: decadencia o resistencia, Tecnos, Valencia 1989. J. DEL PINO, «Hollywood adora a Obama», en El País, 22-02-2007. J.J. GARCÍA-NOBLEJAS, Comunicación Borrosa, Eunsa, Pamplona 2000. —, Medios de conspiración social, Eunsa, Pamplona 1998. J.J. GONZÁLEZ ENCINAR-F. BASTIDA FREIJEDO, et. al., «Temas para el debate. Televisión y democracia», en Anuario de Derecho Constitucional y Parlamentario, num. 7, Murcia 1995, pp. 159-206. C. MAGRIS, Utopía y desencanto, Anagrama, Barcelona 2001. G. SARTORI, Homo Videns. La sociedad teledirigida, Taurus, Madrid 2003. D. WOLTON, Salvemos la comunicación, Gedisa, Barcelona 2006.