PIAR v 015. 2024 Plan Individual de ajustes razonables
Veneno (Manuel Vincent)
1. La basura mediática que uno se traga cada día no deja lesión alguna, ni
siquiera microscópica, en la mucosa más sensible del cerebro. Las neuronas
procesan toda la mierda tóxica que nos rodea y tal como les llega la
trasladan al conocimiento sin que se produzca fisiológicamente ningún
control ni rechazo. La contaminación del aire congestiona los pulmones e
irrita la garganta e incluso puede provocar cáncer; en cambio, el veneno
moral e ideológico que uno respira penetra en la raíz de la conciencia sin
que el cerebro reaccione ante un ataque tan rudo y persistente. Hay que
imaginar qué sucedería si las ideas y creencias con que se nutre el cerebro
cambiaran de sustancia y fueran a parar al estómago en forma de alimento
que se adquiere en un colmado. Muchas noticias del telediario te harían
vomitar durante el almuerzo y después de tragarte un debate histérico e
inconsistente, de oír el comentario crispado de un político idiota, de leer un
artículo sectario, una disentería fulminante te mandaría corriendo al cuarto
de baño. El nacionalismo fanático, la corrupción política y la banalidad
gansa de la cultura, en un colmado serían productos equivalentes a la carne
de perro, al aceite de colza, a la fruta con gusanos y al pescado podrido. Si
en la tienda la gente rechaza por instinto un alimento pasado de fecha, ¿por
qué acepta una creencia rancia como si no le dañara? La denominación de
origen y el control de calidad que rigen en la alimentación, no atañen a los
productos destinados al cerebro, aunque estén llenos de bacterias. Nuestra
conciencia largamente intoxicada acepta con normalidad el veneno diario
que recibe en lo que uno lee, oye, contempla, huele y respira, de forma que
el ciudadano se comporta con toda naturalidad en la vida, creyéndose sano
y libre, sin saber que está envenenado.
Veneno
22 FEB 2015
@QqCastilloLCL http://lticyl.blogspot.com.es
2. La basura mediática que uno se traga cada día no deja lesión alguna, ni
siquiera microscópica, en la mucosa más sensible del cerebro. (Las
neuronas procesan toda la mierda tóxica que nos rodea y tal como les llega
la trasladan al conocimiento sin que se produzca fisiológicamente ningún
control ni rechazo. La contaminación del aire congestiona los pulmones e
irrita la garganta e incluso puede provocar cáncer; en cambio, el veneno
moral e ideológico que uno respira penetra en la raíz de la conciencia sin
que el cerebro reaccione ante un ataque tan rudo y persistente). Hay que
imaginar qué sucedería si las ideas y creencias con que se nutre el cerebro
cambiaran de sustancia y fueran a parar al estómago en forma de alimento
que se adquiere en un colmado. Muchas noticias del telediario te harían
vomitar durante el almuerzo y después de tragarte un debate histérico e
inconsistente, de oír el comentario crispado de un político idiota, de leer un
artículo sectario, una disentería fulminante te mandaría corriendo al cuarto
de baño. El nacionalismo fanático, la corrupción política y la banalidad
gansa de la cultura, en un colmado serían productos equivalentes a la carne
de perro, al aceite de colza, a la fruta con gusanos y al pescado podrido. Si
en la tienda la gente rechaza por instinto un alimento pasado de fecha, ¿por
qué acepta una creencia rancia como si no le dañara? La denominación de
origen y el control de calidad que rigen en la alimentación, no atañen a los
productos destinados al cerebro, aunque estén llenos de bacterias. Nuestra
conciencia largamente intoxicada acepta con normalidad el veneno diario
que recibe en lo que uno lee, oye, contempla, huele y respira, de forma que
el ciudadano se comporta con toda naturalidad en la vida, creyéndose sano
y libre, sin saber que está envenenado.
Veneno
22 FEB 2015
3. El cerebro digiere la información mediática que recibe sin que esta
repercuta negativamente sobre él, a diferencia de otros agentes externos
que sí modifican y perjudican gravemente los órganos afectados. Pero esto
es así no solo a nivel fisiológico, ya que la conciencia interioriza la
información que los medios transmiten sin cuestionarla, llegando a
intoxicar la corriente de pensamiento. Extrapolado al terreno
gastronómico, esta información equivaldría a productos pocos saludables
que sí serían rechazados de forma instintiva por sus efectos perniciosos
sobre el organismo.
Veneno
22 FEB 2015
Resumen
4. La basura mediática que uno se traga cada día no deja lesión alguna, ni
siquiera microscópica, en la mucosa más sensible del cerebro. Las
neuronas procesan toda la mierda tóxica que nos rodea y tal como les llega
la trasladan al conocimiento sin que se produzca fisiológicamente ningún
control ni rechazo. La contaminación del aire congestiona los pulmones e
irrita la garganta e incluso puede provocar cáncer; en cambio, el veneno
moral e ideológico que uno respira penetra en la raíz de la conciencia sin
que el cerebro reaccione ante un ataque tan rudo y persistente. Hay que
imaginar qué sucedería si las ideas y creencias con que se nutre el cerebro
cambiaran de sustancia y fueran a parar al estómago en forma de alimento
que se adquiere en un colmado. Muchas noticias del telediario te harían
vomitar durante el almuerzo y después de tragarte un debate histérico e
inconsistente, de oír el comentario crispado de un político idiota, de leer
un artículo sectario, una disentería fulminante te mandaría corriendo al
cuarto de baño. El nacionalismo fanático, la corrupción política y la
banalidad gansa de la cultura, en un colmado serían productos
equivalentes a la carne de perro, al aceite de colza, a la fruta con gusanos y
al pescado podrido. Si en la tienda la gente rechaza por instinto un
alimento pasado de fecha, ¿por qué acepta una creencia rancia como si no
le dañara? La denominación de origen y el control de calidad que rigen en
la alimentación, no atañen a los productos destinados al cerebro, aunque
estén llenos de bacterias. Nuestra conciencia largamente intoxicada acepta
con normalidad el veneno diario que recibe en lo que uno lee, oye,
contempla, huele y respira, de forma que el ciudadano se comporta con
toda naturalidad en la vida, creyéndose sano y libre, sin saber que está
envenenado.
Veneno
22 FEB 2015
5. La basura mediática que uno se traga cada día no deja lesión alguna, ni
siquiera microscópica, en la mucosa más sensible del cerebro. Las neuronas
procesan toda la mierda tóxica que nos rodea y tal como les llega la
trasladan al conocimiento sin que se produzca fisiológicamente ningún
control ni rechazo. La contaminación del aire congestiona los pulmones e
irrita la garganta e incluso puede provocar cáncer; en cambio, el veneno
moral e ideológico que uno respira penetra en la raíz de la conciencia sin
que el cerebro reaccione ante un ataque tan rudo y persistente. Hay que
imaginar qué sucedería si las ideas y creencias con que se nutre el cerebro
cambiaran de sustancia y fueran a parar al estómago en forma de alimento
que se adquiere en un colmado. Muchas noticias del telediario te harían
vomitar durante el almuerzo y después de tragarte un debate histérico e
inconsistente, de oír el comentario crispado de un político idiota, de leer un
artículo sectario, una disentería fulminante te mandaría corriendo al cuarto
de baño. El nacionalismo fanático, la corrupción política y la banalidad
gansa de la cultura, en un colmado serían productos equivalentes a la carne
de perro, al aceite de colza, a la fruta con gusanos y al pescado podrido. Si
en la tienda la gente rechaza por instinto un alimento pasado de fecha, ¿por
qué acepta una creencia rancia como si no le dañara? La denominación de
origen y el control de calidad que rigen en la alimentación, no atañen a los
productos destinados al cerebro, aunque estén llenos de bacterias. Nuestra
conciencia largamente intoxicada acepta con normalidad el veneno diario
que recibe en lo que uno lee, oye, contempla, huele y respira, de forma que
el ciudadano se comporta con toda naturalidad en la vida, creyéndose sano
y libre, sin saber que está envenenado.
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Argumentación
6. La basura mediática que uno se traga cada día no deja lesión alguna, ni
siquiera microscópica, en la mucosa más sensible del cerebro. Las neuronas
procesan toda la mierda tóxica que nos rodea y tal como les llega la
trasladan al conocimiento sin que se produzca fisiológicamente ningún
control ni rechazo. La contaminación del aire congestiona los pulmones e
irrita la garganta e incluso puede provocar cáncer; en cambio, el veneno
moral e ideológico que uno respira penetra en la raíz de la conciencia sin
que el cerebro reaccione ante un ataque tan rudo y persistente. Hay que
imaginar qué sucedería si las ideas y creencias con que se nutre el cerebro
cambiaran de sustancia y fueran a parar al estómago en forma de alimento
que se adquiere en un colmado. Muchas noticias del telediario te harían
vomitar durante el almuerzo y después de tragarte un debate histérico e
inconsistente, de oír el comentario crispado de un político idiota, de leer un
artículo sectario, una disentería fulminante te mandaría corriendo al cuarto
de baño. El nacionalismo fanático, la corrupción política y la banalidad
gansa de la cultura, en un colmado serían productos equivalentes a la carne
de perro, al aceite de colza, a la fruta con gusanos y al pescado podrido. Si
en la tienda la gente rechaza por instinto un alimento pasado de fecha, ¿por
qué acepta una creencia rancia como si no le dañara? La denominación de
origen y el control de calidad que rigen en la alimentación, no atañen a los
productos destinados al cerebro, aunque estén llenos de bacterias. Nuestra
conciencia largamente intoxicada acepta con normalidad el veneno diario
que recibe en lo que uno lee, oye, contempla, huele y respira, de forma que
el ciudadano se comporta con toda naturalidad en la vida, creyéndose sano
y libre, sin saber que está envenenado.
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Argumentación
El texto propuesto para su análisis puede estructurarse en tres partes. En
la primera, que se extiende desde el principio hasta la línea ocho, el autor
recoge ya de entrada la tesis: la idea de que la información transmitida por
los medios de comunicación no puede dañar la estructura del cerebro.
Incide en esta idea ya en este apartado, subsidiariamente, comparándolo
con el efecto pernicioso de la contaminación. No obstante, todo el peso
argumental recae sobre el campo asociativo de la digestión, extendiéndose
por tanto la segunda parte desde el final de la línea ocho hasta la
dieciocho. Para ello parte de una propuesta hipotética (“qué sucedería
si…”) y, como se ha adelantado, todo el léxico del apartado está
relacionado con el aparato digestivo: “almuerzo”, “estómago”, “alimento”,
“disentería”, etc., relacionando la información rechazable con productos
en mal estado o indeseables. La última parte se extiende desde la línea
dieciocho hasta el final, y viene a ser una reafirmación de la tesis original
en la que se recogen elementos de la argumentación precedente (se
mencionan “la denominación de origen y el control de calidad”, línea
veintiuna). Sobre la tesis original añade algún elemento nuevo, como la
idea de “intoxicación”, que, por un lado, conecta nuevamente con la
argumentación del segundo apartado, y, por otro, justifica así el título del
artículo. Sea como fuere, permite apreciar un desarrollo circular en la
estructura de este texto.
7. La basura mediática que uno se traga cada día no deja lesión alguna, ni
siquiera microscópica, en la mucosa más sensible del cerebro. Las neuronas
procesan toda la mierda tóxica que nos rodea y tal como les llega la
trasladan al conocimiento sin que se produzca fisiológicamente ningún
control ni rechazo. La contaminación del aire congestiona los pulmones e
irrita la garganta e incluso puede provocar cáncer; en cambio, el veneno
moral e ideológico que uno respira penetra en la raíz de la conciencia sin
que el cerebro reaccione ante un ataque tan rudo y persistente. Hay que
imaginar qué sucedería si las ideas y creencias con que se nutre el cerebro
cambiaran de sustancia y fueran a parar al estómago en forma de alimento
que se adquiere en un colmado. Muchas noticias del telediario te harían
vomitar durante el almuerzo y después de tragarte un debate histérico e
inconsistente, de oír el comentario crispado de un político idiota, de leer un
artículo sectario, una disentería fulminante te mandaría corriendo al cuarto
de baño. El nacionalismo fanático, la corrupción política y la banalidad
gansa de la cultura, en un colmado serían productos equivalentes a la carne
de perro, al aceite de colza, a la fruta con gusanos y al pescado podrido. Si
en la tienda la gente rechaza por instinto un alimento pasado de fecha, ¿por
qué acepta una creencia rancia como si no le dañara? La denominación de
origen y el control de calidad que rigen en la alimentación, no atañen a los
productos destinados al cerebro, aunque estén llenos de bacterias. Nuestra
conciencia largamente intoxicada acepta con normalidad el veneno diario
que recibe en lo que uno lee, oye, contempla, huele y respira, de forma que
el ciudadano se comporta con toda naturalidad en la vida, creyéndose sano
y libre, sin saber que está envenenado.
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Argumentación
8. La basura mediática que uno se traga cada día no deja lesión alguna, ni
siquiera microscópica, en la mucosa más sensible del cerebro. Las neuronas
procesan toda la mierda tóxica que nos rodea y tal como les llega la
trasladan al conocimiento sin que se produzca fisiológicamente ningún
control ni rechazo. La contaminación del aire congestiona los pulmones e
irrita la garganta e incluso puede provocar cáncer; en cambio, el veneno
moral e ideológico que uno respira penetra en la raíz de la conciencia sin
que el cerebro reaccione ante un ataque tan rudo y persistente. Hay que
imaginar qué sucedería si las ideas y creencias con que se nutre el cerebro
cambiaran de sustancia y fueran a parar al estómago en forma de alimento
que se adquiere en un colmado. Muchas noticias del telediario te harían
vomitar durante el almuerzo y después de tragarte un debate histérico e
inconsistente, de oír el comentario crispado de un político idiota, de leer un
artículo sectario, una disentería fulminante te mandaría corriendo al cuarto
de baño. El nacionalismo fanático, la corrupción política y la banalidad
gansa de la cultura, en un colmado serían productos equivalentes a la carne
de perro, al aceite de colza, a la fruta con gusanos y al pescado podrido. Si
en la tienda la gente rechaza por instinto un alimento pasado de fecha, ¿por
qué acepta una creencia rancia como si no le dañara? La denominación de
origen y el control de calidad que rigen en la alimentación, no atañen a los
productos destinados al cerebro, aunque estén llenos de bacterias. Nuestra
conciencia largamente intoxicada acepta con normalidad el veneno diario
que recibe en lo que uno lee, oye, contempla, huele y respira, de forma que
el ciudadano se comporta con toda naturalidad en la vida, creyéndose sano
y libre, sin saber que está envenenado.
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Argumentación
La ACTITUD que manifiesta el autor en este texto es subjetiva, lo que se
aprecia no solo en la información volcada en él, sino también en tanto que
emplea voces que expresan una connotación negativa o peyorativa, como
“basura mediática” (línea uno), “mierda tóxica” (l. tres) o “una disentería
fulminante [que] te mandaría corriendo al cuarto de baño” (l. catorce y
siguiente). Por la adjetivación que utiliza, podría señalarse incluso que su
actitud llega a ser combativa o incendiaria, como cuando califica el ataque
al cerebro de “rudo y persistente” (l. ocho). Por último, también resulta
inclusiva o universal en la medida en que emplea el plural mayestático para
hacer partícipe al lector de su demostración (“nos rodea”, línea tres, o
“nuestra conciencia”, l. veintidós), o, también en este sentido, incluso al
emplear giros impersonales como el de “la basura mediática que uno se
traga” (l. uno). También podrían interpretarse en este sentido las preguntas
retóricas que, de forma indirecta (“hay que imaginar qué sucedería si…”,
líneas ocho y siguiente) o directa (“¿por qué aceptar una creencia rancia
como si no le dañara?”, l. diecinueve y siguiente), se emplean en el texto.
9. La basura mediática que uno se traga cada día no deja lesión alguna, ni
siquiera microscópica, en la mucosa más sensible del cerebro. Las neuronas
procesan toda la mierda tóxica que nos rodea y tal como les llega la
trasladan al conocimiento sin que se produzca fisiológicamente ningún
control ni rechazo. La contaminación del aire congestiona los pulmones e
irrita la garganta e incluso puede provocar cáncer; en cambio, el veneno
moral e ideológico que uno respira penetra en la raíz de la conciencia sin
que el cerebro reaccione ante un ataque tan rudo y persistente. Hay que
imaginar qué sucedería si las ideas y creencias con que se nutre el cerebro
cambiaran de sustancia y fueran a parar al estómago en forma de alimento
que se adquiere en un colmado. Muchas noticias del telediario te harían
vomitar durante el almuerzo y después de tragarte un debate histérico e
inconsistente, de oír el comentario crispado de un político idiota, de leer un
artículo sectario, una disentería fulminante te mandaría corriendo al cuarto
de baño. El nacionalismo fanático, la corrupción política y la banalidad
gansa de la cultura, en un colmado serían productos equivalentes a la carne
de perro, al aceite de colza, a la fruta con gusanos y al pescado podrido. Si
en la tienda la gente rechaza por instinto un alimento pasado de fecha, ¿por
qué acepta una creencia rancia como si no le dañara? La denominación de
origen y el control de calidad que rigen en la alimentación, no atañen a los
productos destinados al cerebro, aunque estén llenos de bacterias. Nuestra
conciencia largamente intoxicada acepta con normalidad el veneno diario
que recibe en lo que uno lee, oye, contempla, huele y respira, de forma que
el ciudadano se comporta con toda naturalidad en la vida, creyéndose sano
y libre, sin saber que está envenenado.
Veneno22 FEB 2015
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25
Argumentación
La ACTITUD que manifiesta el autor en este texto es subjetiva, lo que se
aprecia no solo en la información volcada en él, sino también en tanto que
emplea voces que expresan una connotación negativa o peyorativa, como
“basura mediática” (línea uno), “mierda tóxica” (l. tres) o “una disentería
fulminante (que) te mandaría corriendo al cuarto de baño” (l. catorce y
siguiente). Por la adjetivación que utiliza, podría señalarse incluso que su
actitud llega a ser combativa o incendiaria, como cuando califica el ataque
al cerebro de “rudo y persistente” (l. ocho). Por último, también resulta
inclusiva o universal en la medida en que emplea el plural mayestático para
hacer partícipe al lector de su demostración (“nos rodea”, línea tres, o
“nuestra conciencia”, l. veintidós), o, también en este sentido, incluso al
emplear giros impersonales como el de “la basura mediática que uno se
traga” (l. uno). También podrían interpretarse en este sentido las preguntas
retóricas que, de forma indirecta (“hay que imaginar qué sucedería si…”,
líneas ocho y siguiente) o directa (“¿por qué aceptar una creencia rancia
como si no le dañara?”, l. diecinueve y siguiente), se emplean en el texto.
En cuanto a la INTENCIONALIDAD, el autor de este texto pretende
convencer o persuadir al lector de la “contaminación” moral a la que está
sujeto al exponerse a la información indiscriminada de los medios de
comunicación de masas, y para ello critica el tipo de información y la
metodología con que estos la suministran, así como también, de forma
indirecta, la incapacidad del ciudadano medio de ‘blindarse’ ante este
ataque informativo.