1. La diosa Venus se enamora del mortal Adonis, pero este muere a causa de una herida de jabalí. 2. Venus, devastada por la muerte de Adonis, hace que su sangre se transforme en la flor roja de la amapola. 3. El cuadro representa a Venus agarrando a Adonis desnudo antes de su muerte, con perros y árboles en el fondo.
1. 1. Mito. 2. Metamorfosis de Ovidio. 3. Comentario del cuadro. Venus y Adonis
2. MITO La diosa del amor y la belleza, Afrodita/Venus, en venganza, impulsó a Mirra a desear en incesto a su propio padre, lo que logró, inconsciente de sus actos, llevó a cabo con la ayuda de su nodriza Hipólita, durante doce noches. Al fin, cuando su padre se dio cuenta de quié era su amante, la persiguió para matarla, armado con un cuchillo. Mirra, ante el inminente peligro, imploró la protección de los dioses, que, para protegerla, la convirtieron en el árbol que, por ella, se llama "mirra". Cuando cae la mirra del árbol, en realidad son las lágrimas de la princesa Mirra las que caen. A los nueve meses, un jabalí hendió sus colmillos en el árbol de la mirra y de él surgió un bellísimo niño. Adonis.
3. Venus, enternecida por el niño, lo recogió y se lo entregó a Perséfone/Prosérpina, diosa de los infiernos, para que lo criara. Cuando Adonis creció, quiso Venus recuperarlo para ella, pero Prosérpina no lo consentía, por lo que tuvo que intervenir Zeus/Júpiter, dios supremo y padre de las dos diosas. Su decisión fue que Adonis viviese un tercio del año con cada una de ellas y que el resto lo pasara donde él quisiera. Adonis vivía junto a Venus siempre que le era posible. Adonis, muy aficionado a la caza, murió pronto a causa de la herida de un jabalí, impulsado por los celos de Ares/Marte, dios de la guerra, y amante de Venus.
4. Metamorfosis de ovidio «Mas, mal concebido, bajo su robustez había crecido ese bebé y buscaba la vía por la que, a su madre abandonando, pudiera salir él. En la mitad del árbol grávido se hincha su vientre. Tensa su carga a la madre, y no tienen sus palabras esos dolores, ni a Lucina puede de la parturienta la voz invocar. A una que pujara, aun así, se asemeja y curvado incesante da gemidos el árbol y de lágrimas que le van cayendo mojados está. Se detiene junto a sus ramas, dolientes, la compasiva Lucina y le acercó sus manos y las palabras puérperas le dijo: el árbol hace unas grietas y, hendida su corteza, viva restituye su carga y sus vagidos da el niño. Al cual, sobre las mullidas hierbas las náyades imponiéndolo, con lágrimas lo ungieron de su madre. Podría alabar su belleza la Envidia incluso, pues cuales los cuerpos de los desnudos Amores en un cuadro se pintan, tal era, pero, para que no haga distinción su aderezo, o a éste añádelas, leves, o a aquéllos quita las aljabas. «Discurre ocultamente y engaña la volátil edad, y nada hay que los años más veloz.
5. Él, de su hermana nacido y del abuelo suyo, que, escondido en un árbol ahora poco, ahora poco había nacido, ora hermosísimo bebé, ya joven, ya hombre, ya que sí más hermoso mismo es, ya complace incluso a Venus, y de su madre venga los fuegos. Pues, vestido de aljaba, mientras besa el niño la boca a su madre, sin darse cuenta con una sobresaliente caña rasgó su pecho. Herida, con la mano a su nacido la diosa rechaza: más profundamente llegado la herida había que su aspecto, y al principio a ella misma había engañado. Cautivada de tal hombre por la hermosura, ya no cura de las playas de Citera, no, de su profundo mar ceñido, vuelve a Pafos, y a la rica en peces Gnido, o a Amatunta, grávida de metales. Se abstiene también del cielo: al cielo antepone a Adonis. A él retiene, de él séquito es, y acostumbrando simpre en la sombra a permitirse estar y su belleza a aumentar cultivándola, por las cimas, por los bosques y espinosas rocas deambula, con el vestido al límite de la rodilla, remangada al rito de Diana, y anima a los perros, y animales de segura presa persigue: o las liebres abalanzadas, o elevado hacia sus cuernos el ciervo, o los gamos. De los valientes jabalíes se abstiene y a los lobos robadores, y armados de uña a los osos evita y saturados de su matanza de la manada a los leones.
6. A ti también que de ellos temas, si de algo servirte aconsejando pueda, Adonis, te aconseja y: «Valiente con los que huyen sé», dice, «contra los audaces no es la audacia segura. Cesa de ser, oh joven, temerario para el peligro mío, y a las fieras a las que armas dio la naturaleza no hieras, no me resulte a mí cara tu gloria. No conmueve la edad, ni la hermosura, ni lo que a Venus ha movido, a los leones, y a los cerdosos jabalíes y a los ojos y ánimos de las fieras. Un rayo tienen en sus corvos dientes esos agrios cerdos, su ímpetu tienen, rubios, y su vasta ira los leones y odiosa me es esa raza». Cuál el motivo, a quien lo preguntaba: «Te lo diré», dice, «y de la monstruosidad te maravillarás de una antigua culpa». «Ella ciertamente tal le aconsejó y, juntos por los aires sus cisnes, emprende el camino. Pero se alza a los consejos contraria la virtud. Un cerdo fuera de sus guaridas, sus huellas ciertas siguiendo, dieron en sacar los perros, y de las espesuras a salir cuando se dispone, le atravesó el joven Cinireio con un oblicuo golpe.
7. En seguida sacudió con su curvo hocico los venablos, de sangre teñidos, y a él, tembloroso y la seguridad buscando, el sangriento jabalí le sigue y enteros bajo la ingle los dientes le hunden y en la rubia arena, moribundo, lo dejó tendido. Llevada en su leve carro por mitad de las auras Citerea, a Chipre con las cígneas alas todavía no había llegado. Reconoció de lejos el gemido de aquel que moría y blancas allí giró sus aves, y cuando desde el éter alto lo vio, exánime, y en su propia sangre agitando su cuerpo, saltó abajo y al par su seno y al par su cabellos quebró y golpeó, indignas, su pecho con sus palmas, y lamentándose con los hados: «Mas no, aun así, todas las cosas de vuestra jurisdicción han de ser», dijo. «De este luto los recuerdos permanecerán siempre, Adonis, del luto mío y la imagen repetida de tu muerte anuales remedos hará de los golpes del duelo nuestro. Mas tu crúor en flor se mutará, ¿o es que a ti en otro tiempo un femíneo cuerpo convertir en olientes mentas, Perséfone, te fue concedido, y mal se verá que por mí sea mutado el héroe Cinireio?». Así diciendo su crúor con néctar perfumado asperjó, la cual, teñido de él, se hinchó así como en el rubio cieno totalmente traslúcida levantarse una burbuja suele, y no más larga que una hora plena resultó la demora, cuando una flor, de la sangre concolor, surgió, cual los que esconden bajo su tersa corteza su grano, los bermellones granados llevar suelen.
8. En el cuadro observamos a Venus desnuda agarrando a Adonis, él en una mano tiene un cetro y en la otra las correas de tres perros. Al fondo podemos ver arboles y el sol brillando entre las nubes. Comentario del Cuadro