1. HOGAR: SIGLO XXI
Pedro Fulleda Bandera
Los idílicos y perfectos romances de las novelas sólo se dan en las pantallas del cine y la
televisión, para entretener a los espectadores. En la realidad, las relaciones de pareja se
parecen más a un campo de batalla que a un jardín de rosas. Y es natural que así sea, pues
poner de acuerdo sin contradicciones a dos seres humanos de diferente sexo, historia y
formación, que se unen mediante un contrato social para formar una familia, es casi
imposible, a menos que uno de ellos acepte someterse a la voluntad del otro.
En tal sometimiento de basó tradicionalmente la relación hombre-mujer a lo largo de la
historia humana, cuando ellos, en una sociedad regida por la fuerza y la violencia, han
impuesto su dominio sobre ellas, condenadas a la obediencia. Y de tal modo se fomentó la
“estabilidad familiar” en las clásicas estructuras sociales. Hasta nuestros días…
Silenciosamente, y con gran paciencia a lo largo de décadas, las féminas han venido
construyendo una imagen de sí mismas que contrapone a las nietas con las abuelas,
estructurando una conciencia de género basada en el derecho a ocupar un sitio de igualdad
con los hombres en la sociedad, y particularmente en la familia. Las oportunidades de
formación cultural y desempeño profesional que la modernidad propicia son las ruedas
motrices en tal empeño. Renuncian al tradicional papel de “muñecas tontas, bonitos adornos
de la casa”, para disputarle al hombre su arraigada función de mandamás.
Y es ahí donde estalla la guerra… Pues, aunque el discurso femenino habla de igualdad, es
indudable que en el seno familiar, así como en toda la sociedad, tiene inevitablemente que
haber una fuerza rectora, un elemento que asegure la toma de decisiones en el
enfrentamiento a los avatares de la vida. Existe en la misma Naturaleza, donde cada estrella
rige la dinámica de su sistema planetario, y los agujeros negros imponen su presencia a las
galaxias. La propia creencia en Dios como entidad todopoderosa demuestra que, en efecto,
no es posible toda la existencia sin un elemento rector que imponga su voluntad para
asegurar la estabilidad y el orden del Universo. ¿Cómo concebir, entonces, la igualdad que
predican las mujeres… acaso eliminando toda fuerza rectora en el seno familiar… hombres
y mujeres decidiendo por igual…? Es claro que tal modelo provoca el caos y la inestabilidad,
y las féminas inteligentes y experimentadas lo saben. Lo que ellas desean, aún desde las
sombras, es que el papel rector sí exista, pero pasando del hombre a la mujer.
2. Un acertado refrán afirma que “las mujeres son de Venus y los hombres de Marte, y se
encontraron en la Tierra para competir”, destacando las grandes diferencias entre ambos
géneros, tanto en el plano físico como intelectual. Los hombres son físicamente más fuertes
y poderosos, pero biológicamente más débiles y vulnerables; el sistema inmunológico
femenino es más eficaz y ellas son menos propensas a enfermedades y tienden a vivir más;
la mente femenil se ocupa más en los aspectos sensitivos e imaginativos, mientras la
masculina potencia lo tecnológico y ejecutivo; las mujeres poseen un más desarrollado
sentido común y pragmatismo, privilegiando el día a día, las soluciones inmediatas, mientras
los hombres se enfrascan en lo estratégico, proyectarse a largo plazo, pensar a futuro…
¿Quién de ambos será más adecuado para regir la dinámica familiar…?
Mientras la sociedad no llegue a prácticas consensuadas al respecto, que lleven a los
hombres a abandonar los clásicos modelos machistas y ceder cada vez más sitio a sus
cónyuges femeninas en la toma de decisiones, se viene librando una incruenta batalla en las
relaciones intrafamiliares, poniendo en riesgo su estabilidad, necesaria sobre todo para una
adecuada atención y formación de hijos e hijas. ¡Esa es la diferencia entre el hogar del siglo
XXI y el modelo tradicional de épocas pasadas! Y es la clave para comprender la creciente
crisis que padece la institución matrimonial en estos tiempos.
Tales prácticas consensuadas sólo podrán ser el resultado de una eficaz labor educativa en
que se formen las nuevas generaciones. Las leyes y la propaganda mediática no bastarán
para lograrlo, pues es preciso transformar hábitos y conceptos tradicionalmente arraigados
en la conciencia social. Pero, es obvio que las mujeres no están muy dispuestas a esperar
por una larga evolución generacional, y los movimientos feministas se encargan de llevar a
las calles sus reclamos, aunque de modo inadecuado cuando piden igualarse con los
hombres en todos los terrenos, desconociendo que en muchos aspectos ellas son superiores
y semejante igualdad equivaldría a retrocesos.
Por su parte, las féminas inteligentes y experimentadas llevan a cabo su ofensiva
reivindicadora. Lo hacen aplicando tácticas sutiles en el seno familiar con que doblegar toda
posible oposición varonil a sus empeños de independencia y gestión. Generalmente los
maridos con poca sensatez y sentido común viven ignorantes de tales acciones de sus
mujeres y siguen confiando en su predominio, cuando en realidad quedan reducidos a
peones emergentes en el hogar, encargados de reparaciones, mantenimiento, y otras tareas
físicas, pero en ningún caso del control. Te muestro algunos ejemplos…
3. Dios prohibió a la mujer comer el fruto prohibido… pero ella lo comió. Y si no le hizo caso a
Dios… ¡qué va a hacerte caso a ti! Puedes desgastarte con consejos y recomendaciones a
tu cónyuge (¡mucho menos con órdenes a rajatablas!), que ella finalmente hará lo que le
venga en ganas, y siempre tendrá una buena excusa para decirte por qué no hizo lo que
dijiste. ¿Vas a pelear por eso…? ¡Serás entonces el culpable de la situación de disputa
familiar que se provoque! Lo mejor es dejarlo pasar…
Te pondrá a prueba con el régimen familiar. Con alguna actividad que califique como
impostergable demorará la realización de tareas domésticas para ver si tú las haces. Cuando
tus hijos te digan que tienen hambre no dudarás en ponerte el delantal. Si lo haces una vez
habrás caído en la trampa… ¡será para siempre! Aunque ella esté tranquilamente sentada
viendo el televisor.
Se montará salidas y paseos con amigas y amigos, incluso fuera del país, dejándote a cargo
del hogar, y así pretenderá demostrar su independencia y más aún su egolatría (el amor,
sobre todo, por sí misma), para lo cual uno de sus gestos narcisistas más recurrentes será
tomarse fotos de los pies (en la playa, la piscina…). ¡Ah… pero si tú lo haces, incluso por
razones de trabajo, dirá que estás huyendo del ámbito familiar!
Si le dices azul ella dirá rojo… si le dices rojo dirá amarillo… ¡siempre irá en tu contra! La
idea es demostrar que no está obligada a concordar contigo, incluso en las cuestiones más
insignificantes. Aunque en el fondo comprenda que tienes razón, no te la dará de ningún
modo, pues eso pudiera parecerse a sumisión.
Su más tremenda jugada tendrá que ver con los hijos. Hará lo posible porque estos se
pongan incondicionalmente de su lado en toda situación, a fin de reforzar su poder frente a
ti en la batalla doméstica. Y eso incluye ser sobreprotectora en extremo, restarte autoridad
ante ellos, resaltar las fallas que cometas involuntariamente, y otras acciones inimaginables
para dañar tu imagen patriarcal.
En fin… será un adversario peligroso y bien armado, dotado con todos los recursos que las
mujeres tienen para enfrentar exitosamente a los hombres, como la sexualidad y la sutileza
en los detalles. Te aseguro es una batalla que no podrás ganar y sólo tendrás la alternativa
de rendirte ante tal cúmulo de efectos. Por eso, aunque en los círculos masculinos donde se
reúnen ellos alardean de su virilidad, lo cierto es que en la intimidad del hogar del siglo XXI
sólo les queda la opción de pronunciar las últimas palabras: “¡Lo que tú digas, mi amor…!”